CAPÍTULO XIII

 

 

LOS BASTARDOS

 

        Las hostiles reacciones de sus súbditos comenzaron a inquietar al buen gobierno. “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Empezaron bien orquestadas las campañas de difamación al rey. Los desgraciados, demasiado favorecidos, se sumaron al cotarro. A esto se aliaron los bastardos, que sin tener identidad alguna de linaje y sucesión en las heredades, reclamaron desde su condición de hijos de puta todos los derechos al uso. Incluso coronas reales.

       De Loarre, el ahijado del conde muerto en la toma de Calahorra, se pronunció diciendo que era hijo primogénito del Rey Sancho el Magno. No le faltaban razones ni argumentos. La madre de Ramiro era Sancha de Aglear .

       Resulta a la larga que se escriben con ríos de tinta las más caprichosas crónicas, falsas en su mayoría, ridiculizando la literatura y la historia de una manera miserable, pues al fin los bastardos elevarían el poder y son héroes del pasado, infectando su codicia desde unos manejos aviesos en la mano de indecentes cronistas, que manipularon con la falsedad documentación y acontecimientos.

       En esas estamos al analizar el oportunismo de Ramiro I de Aragón, bastardo del rey Sancho que al final, por el desarrollo de acontecimientos protagonizados por traidores, subió al trono con todos los honores ante los anales de la Historia.

       El único que se opuso a esto fue Don García. Cuando tuvo noticias de que se había coronado rey, organizó una afrenta y citó al bastardo a la lucha en campo abierto. Se organizó Ramiro armando huestes  y salió a su encuentro, preparándole una especial emboscada cerca de Tafalla.

       Por aquellos parajes y ya en aquel tiempo, existían ganaderías de toros bravos, mucho antes que en Al-Andalus. El aragonés reunió más de un ciento de estos animales y les ató a los cuernos gavillas de sarmiento. Cuando vieron que llegaban por una dehesa las tropas nejerenses, prendió fuego a la leña y la manada, enloquecida, acometió a la mesnada del Rey najerense. Iban a caballo y pronto Don García sopesó la situación de tan sorpresivo ataque. Mandó descomponer el núcleo de los caballistas y que se desplegaran en un amplio abanico por el campo. Los toros intuitivamente hicieron lo mismo, eligiendo para su ataque a un caballista.

       El espectáculo era insólito en el recinto de aquella gran llanura. Adiestrados como estaban aquellos jinetes, iniciaron una lidia de quiebro y carreras con los toros.  El tiempo que duraron aquellas cabalgadas fue suficiente para que se consumiera el fuego de gavillas y que los toros se cansaran. Los toros son como mariposas cuando pierden su fuerza. Fue Don García quien inició la matanza de los astados. Descabalgó y desenvainó su espada luminosa. Citó un toro y éste se arrancó con fiereza, pero ya  falto de fuerzas. El rey lo atravesó dejándolo inerte sobre el campo. El resto de los jinetes hizo lo propio, bien desde la montura o a cuerpo limpio, siguiendo el ejemplo de su monarca.

       Superado el incidente, no sin pérdida de varios caballos corneados y de dejar a más de veinte jinetes con heridas de asta, emprendieron la marcha hacia la fortaleza de Tafalla, dónde se refugiaba Ramiro después de haberla usurpado.

       Don García reaccionó con rabia y presteza entrando en la fortaleza. Los derrotó matando a muchos aragoneses que seguían a su hermanastro. Allí dejaron abandonadas tierras y bagajes y se replegaron en huida al Condado de Loarre.

       El mismo Ramiro huyó cobardemente sin presentar cara al rey najerense.

       Los trovadores recogieron aquella arrancada de Tafalla con muy especiales versos ya en Román paladino, cantando al pueblo que Ramiro huyó descalzo y sobre un caballo gobernado por cabestro, dejando al suyo propio, un alazán negro de pura raza árabe abandonado en el Castillo.

       Volvieron a la Corte presididos por el caballo sin jinete en señal de victoria, vestido con la silla real de Ramiro y el freno de plata.

       Así lo cantaban los trovadores:

 

“pero decir que sea breve

de cabeza y de crin bello

y crespo y corto de cuello

ancho de pecho, de pies leves.

De piernas alto y derecho,

de rodillas desviado

de vientre corto y corvado

de los lados junto al pecho.

Largas cerdas encrespadas

Niños negros descubiertos

Narices anchas y abiertas

Las orejas aplicadas.

Aquel caballo famoso

que a Don Ramiro le dio

un califa cordobés

del  rey Don García es

y es en extremo hermoso.”

 

       La derrota de Tafalla provocó un juramento solemne hecho por  Ramiro a Don García , de que nunca atacaría a su reino con las armas, prometiéndole además ayuda si el monarca la solicitase para la guerra. Mas el astuto aragonés ya había tejido una maniobra diplomática, casándose de Luscinda, hermana de la reina Montserrat, atrayéndose para sus dominios los seispotas del condado catalán.

 

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