Decoración estannífera (sobre barro bizcochado se aplica el esmalte cerámico.Pintura a pincel con óxidos colorantes azules.Dominante óxido de cobalto) TALAVERA DE LA REINA. Antonia Donoso

 ¿BERCEO, AUTOR DEL «ALEXANDRE»? 


EMILIO ALARCOS LLORACH 

      La única prueba de que el Alexandre sea de Berceo es la estrofa final, tal como la transmite P, siempre que tengamos la necesaria fe para considerarla auténtica.

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Biblioteca Gonzalo e Berceo

                    

     La reciente publicación de la edición crítica del «Libro de Alixandre» por D.A. Nelson, que atribuye decididamente su autoria a nuestro Gonzalo de Berceo, da pie a que reconsideremos todos los problemas conexos con el poema, a los que ya nos referimos en las viejísimas calendas de nuestro aprendizaje filológico. Muchos años se han ido apelmazando desde entonces, y, aunque la experiencia adquirida nos obligaria a redactar ahora una obra completamente distinta a la que escribimos, vemos con cierta reconfortante sorpresa que nuestras juveniles lucubraciones no iban muy descaminadas y que no era uno tan incompetente e ingenuo como nos parece en el recuerdo. Queremos decir que hemos releído, como de autor ajeno, nuestra antigua, seca y pesada tesis doctoral, solemnemente titulada «Investigaciones sobre el Libro de Alexandre», y , aunque en ella sobra mucho excipiente -más de pedantería erudita e inseguridad de principiante que de retórica fácil y brillante- , creemos que sus conclusiones se pueden mantener hoy en general y que en ella se encuentra apuntado, en rápido esbozo, el derrotero conducente a la edición critica del poema alejandrino. Es decir, el germen de una reconstrucción critica del Libro tal como la ha llevado a efecto Nelson. La labor de éste es extraordinaria; no se ha limitado a efectuar calas, guiado por la sola intuición o por el simple «pálpito» policiaco, sino que en largos años de paciente acopio de datos, de familiarización con el poema, de casi exhaustiva absorción de todos los textos del mester clerical del siglo XIII, se ha convertido prácticamente en un coetáneo de esas obras y casi puede verlas desde dentro en el momento de su gestación. Creo, pues, que esta edición es insuperable, a no ser en cuestiones de detalle.
     Como puede suponerse, no vamos aquí a desmenuzar el trabajo reconstructor de Nelson. Podemos disentir aquí o allá al preferir esta o la otra lección de un manuscrito, esta o la otra corrección del metro, esta o la otra interpretación del texto. Lo fundamental es que al fin tenemos un texto legible del Libro, y hemos de admirar el esfuerzo, de que hasta ahora nadie había sido capaz, de poner en castellano derecho los casi once mil alejandrinos del poema. Queden, pues, para ocasión más propicia las divergencias respecto al establecimiento del texto critico.
     Aunque aqui pretendemos sólo examinar los argumentos que han impulsado al editor a decidir que fue Gonzalo de Berceo el autor del Libro, según ya pensaba G. Baist el siglo pasado, convendrá antes recordar algunas circunstancias del poema.
     En primer lugar su fecha de composición. Descontando unos breves fragmentos, que no aportan demasiado para la reconstrucción del texto, el Alexandre ha llegado a nosotros en dos manuscritos bastante tardíos y bastante divergentes. Uno, en pergamino, de letra del siglo XIV , conocido por la sigla O (de su proveniencia, la librería del Duque de Osuna) y hoy guardado en la BN de Madrid. Otro, en papel, del siglo XV, custodiado en la BN de París y designado por la sigla P. Editó el primero el benemérito Tomás A. Sánchez en 1782, y el segundo A. Morel-Fatio en 1906. Posteriormente, en 1934, R.S. Willis publicó una pulcra edición paleográfica de ambos mss. y de los fragmentos, la cual, teniendo en cuenta las observaciones de A.G. Solalinde en su reseña (1936), puede considerarse definitiva. Los mss. están muy alejados del original común: a éste suele asignarse la fecha de mediados del siglo XIII, y, en consecuencia, el siglo transcurrido hasta la copia de O y los dos siglos que median hasta la de P son tiempo muy considerable, durante el cual han podido intervenir sucesivos copistas modificando y estragando el texto primitivo. La asignación de fecha al original se basa sobre todo en el fuerte aire de familia que en lo lingüístico y lo literario ofrece el Alexandre con respecto a otras obras del mester de clerecia, especialmente las de Berceo, que sin duda son del siglo XIII. Se han aducido otros razonamientos. Asi, Marden al editar el Poema de Fernán González, estima el Alexandre anterior a éste, por lo tanto de la primera mitad del XIII. Willis puntualiza más, pues a este término ante quem, agrega un término a quo, que seria la fecha que se asigna a la redacción de una de sus fuentes esenciales, el poema latino Alexandreis de Gautier de Ch8tillon, 1178-1182. Baist, que considera el Libro como obra temprana de Berceo, subraya la referencia al rey de Sicilia en la copla 2522 y piensa que se alude a la cruzada de 1228. Claro es que, con este criterio, podría pensarse que la mención de Damieta en la estrofa 860 aludiría a la quinta cruzada, cuando los cristianos ocupan esa ciudad en 1219. Por último, Willis (1934) y posteriormente Ware (1965), se fijan en la estrofa 1799, muy estragada en ambos mss., como siempre que se hacen referencias numéricas (puesto que los numerales, transcritos en notación romana muchas veces, pueden deturparse fácilmente en la transcripción de copia en copia); en la restauración que hace Nelson (teniendo en cuenta el texto latino de Chatillon), puede leerse:

          I escrivió la cuenta, ca de cor la sabié:
          el mundo quand fue fecho quántos años avié:
          de quatro mi" nuef cientos treinta e dos tollié;
          agora quatro cientos e seis milI en prendrié.

     Ahí, al describir la tumba de Darío, se consigna la fecha de su muerte en años de la creación: 4868, que se corresponden con 330 a.C., y a la vez se señala que el momento de redacción del poema, agora, corresponde al año 6400. En consecuencia, desde la muerte de Darío a la redacción del Alexandre habrían pasado 1532 años, de los cuales, si descontamos los 330 a.C., obtenemos la fecha de 1202. ¿Podemos aceptar esta fecha tan temprana? Si creyésemos en la autoría de Berceo, tendríamos que rechazarla, porque es poco probable que el clérigo riojano, en fecha tan temprana, hubiese redactado un poema tan complejo y vasto, pues, en el mejor de los casos, no contaría más allá de veinte años. Pero además, la divergente lección de los mss. no nos asegura cuál sería la primitiva redacción del original en este pasaje. Tenemos que contentarnos con seguir atribuyendo la redacción del Libro a la primera mitad del siglo XIII. ¿Antes o después de la obra conocida de Berceo? Ciertas coincidencias del Alexandre llevan a Willis a situar su composición con posterioridad a las Vidas de San Millán y Santo Domingo del riojano. Pero la relación puede ser inversa. Asi, los que creen el Libro producción de Berceo piensan que es su obra primeriza, como Baist, Müller y por último Nelson.
     El problema fundamental que plantea el Libro -y que ha impedido hasta ahora el establecimiento de un texto crítico de confianza que se acercase al original- es sin duda el hecho de que O y P representan tradiciones textuales diferentes, muy alejadas cronológica y aún geográficamente del original, y que se manifiestan en importantes divergencias métricas y en opuestos rasgos fónicos, gramaticales y aún léxicos. En efecto, el ms. O presenta numerosas particularidades lingüísticas de tipo leonés, mientras el ms. P ofrece características evidentemente aragonesas. ¿Cuáles serían las del original? ¿Era éste leonés o aragonés, o bien ninguna de las dos cosas? En este último supuesto ¿cómo se introdujeron en cada ms. las mentadas peculiaridades dialectales? Las opiniones de los estudiosos no son uniformes y casi siempre aparecen en relación con la cuestión de la paternidad del poema.
     Mientras se conocía sólo el ms. O era lógico pensar que el poema estaba redactado en leonés, un leonés más o menos castellanizado. Así opinaban Sánchez y posteriormente Gessner. Después de conocerse P, la situación cambió y sólo Menéndez Pidal, seguido también por Corominas, insistió en el carácter leonés del poema. Pero desde la edicíón de P, los eruditos, empezando por Morel-Fatio y luego Baist, Cornu, Chenery , Müller, Moll etc. hasta Nelson, se inclínan por un original castellano, a veces -los que piensan en Berceo- por un original ríojano. Examiné la cuestión con cierto detenimiento en mi tesis y observo con satisfacción que las conclusiones de Nelson, en su definitivo estudio, van de acuerdo con las mías: el original era castellano, con algún rasgo oriental, si se quiere riojano. Los rasgos leoneses que aparecen en O, tales como los perfectos en -ioron, las adiptongaciones tipo bona, conta etc. (que son latinismos, presentes también en Berceo), la interpolación de elementos entre proclítico y verbo, las aparentes rimas -as = -es, los infinitivos en -er (frente a -ir), las terminaciones átonas -io -ia, el artículo arcaico tipo elo, elas, no pertenecen al original, o bien son producto del copista o los copistas leoneses que produjeron ese ms. Las razones para afirmarlo son varias (el sentido, el contexto, las fuentes) y sobre todo de tipo métrico: las rimas y las sílabas contadas obligan a esas soluciones. Tampoco se pueden aceptar en el original todos los aragonesismos patentes en P, si bien algún que otro vocablo de aspecto oríental pudo constar en el texto primítívo, porque en general se trata de galicismos tomados de la fuente parcial francesa (Le Roman d'Alixandre) en que se basa el Alexandre (molton, boiri, grieve, por cítar algunas). Así, son del copista aragonés diptongaciones ante yod como despuello, pueyo, formas como dereyto, muyto, la preposición entro ad, las grafías II de concello, ynollos, bermella etc. Sin embargo, algunos rasgos de P, propios de Aragón, también lo eran, aunque arcaízantes, de Castílla, por ejemplo el bisílabo piedes, el perfecto vidieron, o bien eran latinismos como la conservación de los grupos inícíales de flama, clamor, planto, etc. y las formas plenas de aver, como aves, ave etc. que también aparecen en Berceo. En conclusión, el original era castellano, aunque matizado por rasgos arcaizantes, cultos u orientales, si se quiere riojanos, análogos a los que aparecen en las obras de Berceo.
     Según este breve repaso, pues, la fecha y la lengua del Alexandre se sitúan cronológicamente y geográficamente en las circunstancias conocidas del clérigo riojano. También sucede lo mismo con la versificación. Se había pensado, juzgando la cuestión superficialmente sobre los datos concretos de los mss., que la métrica de la cuaderna vía del Alexandre ofrecía abundantes irregularidades y estaba lejos de la precisión que tienen las obras de Berceo. Basándome en trabajos de Fitz-Gerald, Hanssen y especialmente Arnold, llegué a la conclusión de la total regularidad métríca de los hemistiquios del Alexandre, si bien persistían algunas asonancias, y decía «que el original del poema presentaba correctamente medidos sus versos» y que su métrica «es tan correcta, dentro de la cuaderna vía, como puede serio la de Berceo; lo que ocurre es que nuestro autor fue más desafortunado con los copistas que transmitieron su texto». Es este criterio de absoluta regularidad en la cuenta silábica, en la utilización del hiato y eventualmente la apócope, el que me guió en la reconstrucción del pasaje de la guerra de Troya, ves este criterio, minuciosamente controlado, el que ha seguido Nelson en su magna edición.
     Así, fecha, lengua y versificación parecen concordar con las de Berceo. De aquí a afirmar que Berceo es el autor del Alexandre hay sólo un paso. ¿Puede darse con todo fundamento? Veamos las opiniones al respecto, que son tres: 1/ El autor sería el Juan Lorenzo de Astorga que figura en la última estrofa del ms. leonés O; 2/ El autor es Berceo, que aparece en la copla correspondiente del ms. aragonés P; 3/ Hay que considerar anónima la obra. La primera atribución es defendida por los partidarios del origen leonés del Libro, especialmente Menéndez Pidal. La segunda es lógica consecuencia de creer que la lengua del poema tiene riojanismos y orientalismos ves la expresada por Baist, Müller y, ahora con más copiosos argumentos, por Nelson. La tercera posición presenta matices: unos, como Morel-Fatio, son cautos y no se comprometen; otros, como ya Menéndez Pelayo, consideraban anónimo el Libro; finalmente yo me pronuncié, entre otros, rechazando ambas atribuciones y pensando en otro poeta desconocido de las mismas tierras orientales de Castilla. De todo esto lo que no puede dudarse es que Juan Lorenzo de Astorga no fue el autor, sino un simple copista. Rechazado el leonesismo de la lengua, lo cual no puede objetarse, no tiene sentido aceptar la autoría de Juan Lorenzo. Recordemos la estrofa final (2675) de ambos manuscritos:

     O. Se quisierdes saber quien escreuio este ditado
          Johan Lorenço bon clerigo e ondrado
          natural de Astorga de mannas bien temprado
          el dia del iuyzio Dios sea mio pagado.

     P. Sy queredes saber quien fizo esti ditado
          Gonçalo de Berçeo es por nonbre clamado
          natural de Madrid en sant Mylian criado
          del abat Johan Sanchez notario por nonbrado.

     A primera vista, sin necesidad de analizar la métrica (que es incorrecta en O), presenta una andadura sintáctica más clara y precisa el ms. P, lo cual induce a tenerla por auténtica, pues los datos en ella consignados concuerdan con lo que se sabe de Berceo. ¿Por qué no se ha aceptado sin reticencias? Se dice que el contenido del Libro no va de acuerdo con los temas propios de las obras conocidas de Berceo ni con sus actitudes y sus procedimientos de redacción (Berceo sigue sólo una fuente, el Alexandre combina datos variados). Además, ocurre que en la estrofa 1548 el ms. O (que atribuye la obra a Juan Lorenzo) introduce un inciso: e dixo a Gonçalo ue dormir que assaz as uelado; mientras el ms. P. (que concluye con la atribución a Berceo) inserta precísamente: Lorente ve dormir casaras velado. ¿Cómo evitar esta contradicción? Puede tener razón Nelson al considerar la versión de P como un verso muy estragado, donde no sólo casaras aparece en lugar de ca assaz as, sino que Lorente será puro relleno ante una grafía confusa del texto que se copiaba. Por tanto la lección auténtica hay que extraerla del también estropeado texto de O: Gonçalo, ve dormir, ca assaz as velado. Entonces la copla final de P sería auténtica y habría que leerla así:

          Si queredes saber quién fizo est dictado,
          Gonçalo de Berceo es por nomne clamado,
          natural de Madrid, en Sant Millán criado,
          del abat Johan Sánchez notario por nomnado.

     Ahora bien, como ya decia Morel-Fatio, esta estrofa pudo ser añadida por alguien que conocia las obras de Berceo y tuvo interés, por motivos que ignoramos, en atribuir el Libro a Gonzalo. Esta copla añadida en el texto de la copia de que derivan en común O y P, luego sería mantenida en éste y modificada de mala manera por el Juan Lorenzo del ms. leonés. Porque, en efecto, no hay ninguna razón interna para que el original perdido presentase esa copla final refiriéndose normalmente al autor: el Libro podia muy bien terminar en la estrofa precedente 2674:

          Pero pedir vos quiero cerca de la finada,
          quiero por mi servicio de vós prender soldada:
          deziq el Pater Noster por mí una vegada;
          a mí faredes pro, vós non perdredes nada.

     De igual manera en el Apolonio tampoco se hace mención concreta del autor al acabar sus coplas.

     Como hemos dicho, los argumentos en contra de la atribúción a Berceo son de tipo interno. Morel-Fatio ya apuntaba que el tema del Libro y el modo como se desarrolla responden apenas a lo que conocemos del talante y la instrucción del clérigo riojano. En el mismo sentido y con mayor amplitud, Ruth Ingeborg Moll impugna la autoría de Berceo, pues mientras éste en sus obras devotas se ceñia a un solo modelo, el Alexandre resulta de la libre combinación de variadas fuentes; además Berceo elude los nombres latinos y griegos y a veces las indicaciones geográficas e históricas, mientras en el Alexandre ese tipo de datos se despliega con suficiencia. Recuérdese, a este respecto, cómo Berceo, en la Vida de San Millán (475), renuncia a versificar los «Votos»:

          Los nomnes son revueltos, graves de acordar ,
          non los podemos todos en rimas acoplar .

     Y en contraste, el Alexandre (435 y sigs. ) no perdona la larga ristra de personajes que acuden a la guerra de Troya:

          Si me el Criador quisiesse ayudar ,
          los nombres de los príncipes vos querría contar .

     En fin, sigue Moll, si el Libro fuese obra juvenil de Berceo se encontrarian huellas más intensas de esa llamada ingenuidad y sencillez patentes en su obra auténtica posterior. Razonamiento éste no demasiado fuerte, porque la creencia en el "candor de Berceo no deja de ser un tópico poco justificado. En cuanto a las coincidencias evidentes entre el Alexandre y Berceo, Moll piensa que se deben a que ambos autores eran clérigos y casi coetáneos.
     Pero ya señalaba Baist que no puede sorprender que un mismo poeta se ocupe de temas clásicos y de vidas de santos, tratando los unos a lo culto y los otros popularmente, según el público a que se dirigiese; lo que es más sorprendente, dice, es que con temas y ante públicos tan diversos exista tanta semejanza en la exposición y en el pensamiento. Y en esta dirección se encaminan los esfuerzos de Nelson. El crítico norteamericano escribe: «Creo que hemos de ver en el A/ex, una obra relativamente temprana de un erudito brillante y ambicioso dotado con una extraordinaria capacidad de improvisación verbal, que en cierto momento de su vida. espiritual experimenta una conversión religiosa, deja de ocuparse de asuntos profanos y renuncia a las vanidades de este mundo (incluyendo el orgullo personal en su diligente e ingenioso cultivo de la cuaderna vía). Por ello, años más tarde y habiendo adquirido completa madurez espiritual y artistica, puede hacer una declaración de fe simple que sólo ocupa un hemistiquio:
     Bmi 234       Tornó el omne bueno en su capellanía,
sirvió a la Gloriosa madre sancta María,
finó en su oficio de fin qual yo querría.

Tal conversión explicarla la dedicación exclusiva del poeta desde entonces a las obras piadosas y haría también comprensible para los críticos actuales su total rechazo de cualquier referencia a la literatura profana, a lo que encuentro una sola excepción en las obras piadosas -el pasaje que alaba el valor del rey leonés Remiro con esta ditirámbica comparación:
     Bsm 412 b    que no-1 venzrién d'esfuerzo Roldán nin Olivero.

¿No indica esta comparación, sin embargo, que -a no ser por una resolución en contrario- Berceo podría haber hecho uso frecuente de otras alusiones a la literatura profana si lo hubiera deseado?. Aunque plausible no deja de parecernos muy arriesgada esta hipótesis de Nelson acerca de la conversión de Berceo y su alejamiento de lo profano, porque del clérigo sólo sabemos lo poco que él nos dice, lo que deducimos de sus obras y su existencia a través de su firma escueta en unos cuantos documentos. Y no se muestra tan apartado del mundanal ruido cuando tanto interés puso en hacer propaganda de los votos de San Millán. Pero si rechazamos esta reconstrucción de la vida íntima de Berceo, Nelson insiste todavía en afirmar que el Alexandre no se ha reconocido como obra de Berceo por tres razones. La primera es que el Libro no revela el mismo grado de madurez estilística de las obras piadosas. Observa que a lo largo de los casi once mil alejandrinos, su autor fue depurando su estilo y su habilidad expresiva. Por ejemplo, nota que el uso de la apócope -recurso fácil para hacer constar las sílabas de los hemistiquios- va decreciendo a lo largo del Libro, de manera que en la segunda mitad su frecuencia y la de las formas plenas alcanzan una proporción semejante a la de las obras devotas. De igual modo, las rimas imperfectas por «equivalencia acústica», es decir -con menos palabras- las asonancias, disminuyen al final del poema quedando unas pocas análogas a las que se encuentran en los poemas de Berceo. Pero estos hechos, nos parece, no implican forzosamente que el Alexandre sea obra del mismo autor que las obras del clérigo riojano. Cualquier otro coetáneo, suponiendo que el Alexandre fuese su primera obra, se hubiera entrenado y perfeccionado en el manejo de la cuaderna vía a lo largo de tantas estrofas.
     La segunda razón antiberceana es la ya citada y objetada por Baist: creer que «un modesto fraile o sacerdote del candor y la piedad de Berceo no pudo ser capaz de componer una obra empapada de saber clásico y secular» es razonamiento poco suficiente y algo circular. Un mismo autor puede ocuparse de temas profanos y de temas devotos. Y « El último factor importante que vela la identidad de Berceo es el contraste que existe entre el lamentable estado de conservación del A y la reproducción más cuidadosa de que han gozado sus obras piadosas... Una circunstancia infortunada... es el hecho de que el A se distribuyó por extensas latitudes de la mitad cristiana de la Península y que todas las copias extensas se han perdido, excepto las que llegaron a los extremos del eje (Arágón y León), donde estuvieron expuestas a gran presión dialectal». En efecto, la rigurosa depuración de los textos conservados permite -con los recursos de la versificación y del análisis interno- reconstruir el estado original del Libro en lo referente a su lengua, y ésta, sin duda, resulta muy próxima a la de las obras devotas de Berceo. Pero, claro es, esta semejanza lingüística no indica una sola autoría. Todos los coetáneos y coterráneos del autor del Alexandre y de Berceo habrían mostrado un estado de lengua análogo. En suma, estos tres factores -maduración del estilo, diversidad de asuntos, comunidad de lengua- no prueban nada. Berceo pudo ser el autor del Alexandre, pero también pudo no serlo.
      Por ello, Nelson se ha fijado también, cotejando minuciosamente Alexandre y corpus berceano, en particularidades léxicas y sintácticas que dependen del uso literario de esa lengua común y que por proceder de la «voluntad de estilo» del escritor pueden apoyar la identificación del autor. Nelson acumula muchas fórmulas expresivas comunes a Berceo y el Alexandre, muchos hemistiquios y aún versos enteros, convertidos en clichés útiles para el relleno de la estrofa en situaciones análogas. Visto en conjunto su inventario puede parecer impresionante. Pero no sé hasta qué punto estas semejanzas formulísticas pueden apoyar la autoría de Berceo, puesto que en el fondo son procedimientos tan anejos a la cuaderna vía como las sílabas cuntadas y la cuádruple consonancia estrófica. Que en un corpus y en otro se repitan versos con ciertas variaciones, por ejemplo en A: Semejavan las tierras e los cielos movidos 848, Semejavan los montes e los cielos movidos 1300; era de fiera guisa rebuelto el mercado 556, fue de mala manera rebuelto el mercado 2047, no es más que un procedimiento de escuela. Más podrían impresionarnos los casos en que coinciden estas fórmulas en Alex. y en Berceo: Smi 372 en tanto fo tornado cenisa e carbones, A. 758 tornó Troya la magna cenisa e carbones; Bsd 214 bendicho sea rey que faz tales bondades, A. 1592 bendito sea rey que faze tal bondat; Bsd 568 non podién de grant gozo las lágremas tener, A. 1776 non podié con el duelo las lágrimas tener. Pero el mismo Nelson señala que «el método de composición favorecía por amplio margen la repetición aproximada de un inventario más bien modesto de motivos del acervo ideológico tradicional». Sin embargo, las semejanzas más importantes son las que llama Nelson «formulas homiléticas» y «fórmulas heroicas»: B. a Dios señero deves bendezir e laudar, A. Señor, siempre te devo bendezir e laudar; como en Dios fiamos el preso cobraremos, como en Dios fío mudaremos ventura; sobre los convertidos faze grandes mercedes, Dios en poca de ora faze grandes mercedes; an nos dado mal salto nuestros graves pecados, en mal tiempo nos dieron salto nuestros pecados; Señores non me puedo as sí de vos quitar, Quiero me vos con tanto señores espedir; quiero por mi servicio algo de vos levar, quiero por mi servicio prender de vos soldada; a mí faredes algo vos nada non perdredes, a mi faredes pro vos non perdredes nada; yo Gonçalo por nomne clamado de Verceo, G. de B. es por nombre clamado; si queredes del nomne de la dueña saber, si queredes saber quien fizo est ditado; que li metrie los cuernos por medía la corada, metio li la cuchiella por medio la corada; como sufri martirio sin gladio e sin lança, del que sabe sin lança e sin espada matar; nunca mas non podieron el despecho vengar, por vengar su despecho e por precio ganar; en la fin yaz el precio de la cavallería, que en la fin yaz todo el prez e la soldada; una fardida lança, una lança ardida; essa agua cabdal, una agua cabdal etc. Nelson escribe: «es desacertado descartar la forma digna de atención en que motivos concuerdan, desviaciones léxicas selectivas coinciden y sistemas enteros de fórmulas se duplican en A y en B, con la observación simplista de que ambos poetas eran clérigos, procedian de la misma región y vivian en la misma época; que un trasfondo cultural similar explica su identidad estilística en el uso de la repetición formularizada [...] estamos olvidando el genio poético evidenciado en muchos de los ejemplos [...] .El estudio muestra que, en cuanto a expresión verbal y en el aspecto de la composición formulística, A y B no son tan notoriamente diversos como para obligarnos a aceptar la teoría de paternidad separada». Las innegables diferencias entre A y B las explica Nelson por la cronología: El lenguaje de A es menos conciso que el de B, tiende a la amplificación mientras B tiende a la economía de expresión, consecuencia de la práctica. Las fórmulas estereotipadas, con el tiempo, es decir de A a B, se consolidan en posición fija del verso. La asonancia decrece hasta la casi exclusiva consonancia en B. El cambio de destinatario elimina en B provenzalismos. Pero B tiene un vocabulario más rico. Los elementos latinos, asimilados por el tiempo, están más íntimamente insertados en B que en A. La destreza de B en utilizar figuradamente elementos caballerescos proceden del período de aprendizaje de A.
     Como vemos, la razón esencial en que se apoya Nelson es la creencia en que Alex, es anterior a las obras devotas. Las divergencias son, pues, cronológicas y reflejo del entrenamiento en el manejo de la cuaderna vía. Pero todas esas coincidencias formulísticas que hemos ejemplificado ¿son fundamento suficiente para decidir la autoría de Berceo? Me temo que no. Insisto en que tampoco hay datos concretos para descartar en absoluto la paternidad de nuestro Gonzalo. Hay coincidencia cronológica, dialectal, de procedimientos de escuela. Pero ¿fue el único monje capaz de versificar en la cuaderna vía? Las semejanzas, a pesar de lo que dice Nelson, ¿no son producto de un ambiente y una época concretas? Supongamos que apareciese una colección de poesias «modernistas» anónimas? ¿Quién discerniría con absoluta precisión si eran de Rubén o de otro cualquiera? Tomemos una revista de la época de la poesía social, donde se hubiesen borrado los nombres de los autores: ¿quién precisaría con seguridad las atríbuciones a uno u otro poeta?
     En resumen, la única prueba de que el Alexandre sea de Berceo es la estrofa final, tal como la transmite P, siempre que tengamos la necesaria fe para considerarla auténtica. Concluimos, pues, manteniendo nuestra incertidumbre: el Alexandre pudo escribirlo Berceo, pero también pudo escribirlo otro contemporáneo.

 

Actas de las III JORNADAS DE ESTUDIOS BERCEANOS
(Logroño y Monasterio de Cañas 3-5 diciembre 1979)
IER Logroño 1981

 

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