Nada más elocuente que el idioma. Millares de vocablos árabes se encuentran en el español y el portugués como reflejo de ineludibles necesidades, lo mismo que el latín tuvo que aceptar también millares de palabras griegas.22 Muchos arabismos perduran en la lengua literaria y dialectal 3. La estructura gramatical no fue afectada por d árabe, porque la tradición escrita latino-románico nunca se perdió enteramente, y se afirmó en la medida que los estados cristianos fueron intensificando su conciencia nacional. Si toda España hubiera sido anegada por la dominación musulmana, según aconteció a Inglaterra bajo los normandos, entonces la estructura de la lengua se habría alterado profundamente; pero el románico español tomó las palabras árabes desde dentro de su propia vida, como algo impuesto por las circunstancias y no por la autoridad de los dominadores. Los ingleses tuvieron que decir veal y beef porque los señores que mandaban en las ciudades hablaban así y a ellos había que venderles la carne. El elemento normando en inglés fue en gran parte resultado de una imposición; el elemento árabe en el romance ibérico fue debido a una imprescindible importación de cosas, resultado de capacidades productivas que sugestionaban por su superioridad. Dichas importaciones de léxico se refieren a muy varias zonas de la vida: agricultura, construcción de edificios, artes y oficios, comercio, administración pública, ciencias, guerra. Ya es significativo que tarea, tarefa (en portugués) sean árabes. Los alarifes planeaban las casas y los albañiles las construían;24 y por eso son arabismos alcázar, alcoba, azulejo, azotea, baldosa, zaguán, aldaba, alféizar, falleba; la gran técnica en el manejo del agua aparece en acequia, aljibe (que adopta el francés con la forma ogive), alberca, y en multitud de otras palabras. Porque los sastres eran moros se llamaron aquéllos alfayates, portugués alfaiate;25 los barberos eran los alfajemes; las mercancías eran transportadas por arrieros y recueros; se vendían en los zocos y azoguejos en almacenes, alhóndigas y almonedas; pagaban derechos en la aduana, se pesaban y medían por arrobas, arreldes, quintales, adarmes, fanegas, almudes, celemines, cahíces, azumbres, que inspeccionaba el zabazoque y el almotacén; el almojarife percibía los impuestos, que se pagaban en maravedís, o en meticales. Ciudades y castillos estaban regidos por alcaldes, alcaides, zalmedinas y alguaciles. Se hacían las cuentas con cifras y guarismos, o con álgebra; los alquimistas destilaban el alcohol en sus alambiques y alquitaras, o preparaban álcalis elixires y jarabes, que ponían en redomas. Las ciudades constaban de barrios y arrabales, y la gente comía azúcar, arroz, naranjas, limones, berenjenas, zanahorias, albaricoques, sandías, altramuces, toronjas, alcachofas, alcauciles, albérchigos, alfóncigos, albóndigas, escabeche, alfajores y muchas otras cosas. Las plantas mencionadas antes se cultivan en tierras de regadío, y como en España llueve poco (excepto en la región del Norte), el riego necesita mucho trabajo, y arte para canalizar y distribuir el agua en lo cual sobresalieron los moros, pues necesitaban el agua para lavarse el cuerpo y para fertilizar la tierra. He citado antes alberca, aljibe, acequia, pero el vocabulario relativo al riego del campo es muy amplio; he aquí una muestra: noria, arcaduz, azuda, almatriche alcantarilla atar¡ea atanor, alcorque, etc.

En relación con las palabras relativas al agua, haré observar que los estudios lexicográficos arábigo-hispanos no conceden atención a los calcos de palabras y, por tanto, no han reparado en que ojo 'manantial que surge en una llanura' es una acepción inexplicable dentro del románico; se trata de una seudomorfosis del árabe (ayn, que significa a la vez 'fuente' y 'ojo'. Esto explica el nombre geográfico Ojos del Guadiana. Basta con tal muestrario de palabras para percibir la extensión y profundidad de la contextura islámico-cristiana. Nótese que no he mencionado el vocabulario militar (adalid, algarada, rebato, etc.) 26 ni el relativo a la industria y manufactura de objetos (almazara, alfiler, ajorcas, adarga, azagaya, azafate, etc.). De lo que sabemos resulta que no basta con decir que los cristianos introdujeron nombres de cosas, o sufrieron «influencias», porque lo que esas palabras descubren es el espacio que en la vida cristiana ocupaban las actividades, y no sólo las cosas, de la gente musulmana; se trata de la proyección de un cierto tipo de vida para el cual eran importantes el cultivo y el culto de la tierra madre, la apetencia de pla­eres físicos y estéticos, y el ejercicio de la guerra. El cristiano de los primeros siglos de la Reconquista (un muy largo período) se dejó arrastrar, hasta donde pudo, por aquel modo de vida; no adaptó, en cambio, las formas de las actividades intelectuales, porque nI las entendía ni las practicó durante esos largos siglos de la alta Edad Media; su gran tarea fue repoblar las tierras desiertas más allá de la línea fronteriza y adelantar' su avance lo más posible. El cristiano vivía dentro de su cristianismo, y sólo empleó palabras religiosas árabes para referirse a la religión de los musulmanes (alquibla, azalá, almuédano); en cuanto a la ciencia, Alfonso el Sabio adoptó muchos nombres de estrellas (p. e. Aldebarán),27 pero nada hay en las voces árabes del español que corresponda a lo que los cultismos griegos son en latín (categoria, theoria, etc.), porque ningún castellano hizo con los grandes árabes (Algazel, Averroes, Ibn Hazm, etc.) lo que Cicerón y Séneca con los griegos, al traducidos y latinizar sus ideas. Motivos religiosos, y más que eso las ineludibles condiciones de la vida hispano-cristiana, lo impidieron. No se crea, sin embargo, que todos los arabismos lingüísticos son nombres materiales; hay adjetivos como jarifo 'vistoso', zahareño, gandul, rahez, mezquino, garrido, y sospecho que deben ser árabes mohíno y reacio, aparte de bastantes otros. Téngase presente que no hay ningún buen diccionario etimológico de la lengua española, y que nadie emprendió la tarea de reunir y de analizar historicamente sus elementos orientales; por eso será posible descubrir nuevos adjetivos y verbos de origen árabe, además de los pocos conocidos. Un aspecto que apenas comienza a ser observado es el de las seudomorfosis, o sea, los paralelismos expresivos determinados por vivencias coincidentes; el calco «'ayn-ojo de agua»: significa percibir y vivir intimamente el manantial como si fuera un ojo. Nos encontramos entonces con fenómenos de simpatía anímica, distintos de la importación de palabras como índice de haber sido adoptados los objetos que mencionan. Presentaré ahora algunos ejemplos y dejaré otros para analizarlos más adelante en armonía con las formas de vida de que son signo. Creo son peculiares del español ciertos usos de la palabra sombra, porque las personas «dan sombra» y «tienen -sombra», fenómeno desconocido en otras lenguas románicas:

 

Quando el que buen siglo aya, seía en este portal,

dava sombra a las casas, e reIuzía la cal;

mas do non mora hombre, la casa poco val.28

Sombra significa aquí 'protección moral', extensión metafórica de la sombra física que en Juan Ruiz, arcipreste de Hita, aparece ya dotada de un valor:

Non perderé yo a Dios nin al su paraíso

por pecado del mundo, que es sombra de aliso (p. 173),

                        ... quando amares una,

non te sepa que amas otra mujer alguna;

si non, todo tu afán es sombra de la luna (p. 564).

 

Las sombras del aliso y de la luna son débiles y vanas. En otros casos la sombra no es un fenómeno de proyección exterior (física o moral), sino algo que se incorpora a la existencia de la persona: «E el moço tanta era la sombra que tenía en el cuerpo, que non quea ir allá».29 El sentido aquí es 'susto, espanto'; la sombra es así una realidad independiente del objeto que la proyecta, y se desliza sobre otro ser según acontece en la vida árabe, en la cual la realidad es aspecto deslizante y no sustancia según habrá de verse al tratar del arcipreste de Hita.30

En árabe se llama zill la sombra como término de la percepción (sombra, refugio, etc.); y jayāla la sombra en cuanto percibida: .lo que uno ve como una sombra, la imagen del hombre en un espejo; la persona o cuerpo; la forma o figura corporal vista de lejos; el aspecto que ofrece'; 31 pues jayāla sale de jāla pensar, imaginar algo. A los hebreos de Marruecos, que hablan un castellano arcaico mezclado con arabismos, oí decir que una mujer bonita «tiene buen jial», o sea, jayāla pronunciado al uso marroquí. Así se explica que se diga que alguien tiene «buena o mala sombra» cuando es agradable, gracioso, o lo contrario.33 Este sentido de sombra carece de antecedentes latinos o románicos, y ha de referirse a la idea oriental de que la sombra tiene existencia propia, como aspecto, y se introduce en la persona como un ángel o como un diablo. Por eso puede. decirse en español que alguien «tiene ángel», en donde «angel» funciona como una cualidad existencial, a la vez nombre y adjetivo de existencia, como si dijésemos «tiene vida angélica». Las sombras, como existencias viajeras y valoradas, no se entienden sino dentro del árabe; lo cual se verá más claramente en otro lugar de este libro.

Otro caso de coincidencia hispano-arábiga se halla ,en algunos sentidos de correr, inexplicables en las lenguas románicas. Dice el Poema del Cid: «Davan sus corredores» (p. 1.159), despachaban soldados que hiciesen correrías'. Menéndez Pidal nota que esa curiosa acepción de corredor dura hasta el siglo XVI, aunque no la explica; cosa posible si tomamos corredor como traslado de almogávar, árabe mogāwir, 'depredador a caballo' y 'corredor', derivado de gāwara 'correr' y también 'depredar', doble sentido que se inyecta en la palabra española.

Otra extraña acepción, inexplicable sin el árabe, es la de palacio 'habitación, cuarto en una casa', que se encuentra ya en el siglo x: «in ipsa casa ... palacios duos et supratos duos» (año 967, en Menéndez Pidal, Cantar de Mio Cid, p. 783); «los sus palacios de su morada» (Cortes de León y Castilla, 1, 512); «el palacio mayor de aquellas casas» (Crónica general, p. 615). En la región de Toledo, muy sometida a lejanas influencias mozárabes, se llamaba palacio en el siglo XVII a una habitación en la planta baja, y los judíos españoles de Marruecos conservan tal sentido, con la distinción entre palacio 'cuarto en la planta baja' y algorfa 'cuarto en el piso alto' lo mismo que en el documento del siglo X.34 Nada en latín, o en las lenguas románicas, apoya tan curiosos significados, que hace años debieran haberme puesto en la buena senda para penetrar en las singularidades hispánicas; mas el prejuicio de que el español y el portugués son lenguas románicas exclusivamente, me impidió notar el absurdo de que a una habitación de una casa se le llame palacio. El absurdo desaparece en cuanto nos colocamos en el lado árabe de la historia. El vocablo qr significa 'palacio', es decir, 'alcázar', y al decirlo nos representamos un palacio o un poderoso castillo colocado en una altura. Ahora bien, uno de los sentidos básicos del verbo qaşara es algo así como 'quedarse corto', por ejemplo, no dar la flecha en el blanco; y también, 'acortar el espacio en torno a uno encerrarse o limitarse a', y así qaşarahu fi baytihi vale 'lo encerró en su casa', matiz que percibimos en encastillarse 'recluirse, obstinarse en las ideas de uno', Así pues, si qaşr es la 'fortaleza bien cercada, encerrada en sí misma', también será qaşr la 'habitación de la casa en donde el musulmán tiene guardadas a sus mujeres',35 'pabellón separado', etc.

El hispano-románico que oía qaşr 'alcázar' traducía palacio, y en portugués paço, cuyo contenido nada tenía que ver en este caso con el latín palatium. Los diccionarios españoles y portugueses funden violentamente ambos vocablos, extraños uno a otro. La casa apartada donde vivían los hidalgos era un palacio (por eso en Guipúzcoa se llama todavía hoy palacio a las casas en donde vive la gente rica fuera de la ciudad, lo cual es un muy antiguo arcaísmo), y en gallego y en portugués paço, como en la novela de la Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa. Ingenuamente creemos que tal nombre se debe a una vanidosa analogía entre la casa del hidalgo y los palacios de los reyes presunción en verdad excesiva incluso para la fantasía hispano­portuguesa. Aquellas palabras no significaban sino 'quinta', o en la lengua de Madrid, 'hotel', o en francés 'villa', o sea 'una casa apartada', y nada más.36                                                             . .'                     .

Para enredar más la tarea del historiador, palacio significaba igualmente 'la habitación apartada dentro de la casa'; el moro tenía allá a sus mujeres, y luego el cristiano a su única esposa. De ahí que palacio tomara también el sentido de 'sala,37 o dormitorio en la planta baja', porque no se vivía ni dormía habitualmente en el sobrado de la casa o sea en la algorfa. Así dice Tirso de Molina, al descrlblr cómo un caballero halló durmiendo a una bellísima mujer, que estaba «en una sala que aquí en Toledo llaman palacio».

Con esto no terminan las complicaciones de la vivienda. El Poema del Cid usa casa en el sentido de 'población, ciudad' porque ár. ,dār además de 'casa' es 'sede, ciudad' en dār alwilāyat 'la capital; o 'países' como en dār albarb 'los países cristianos', dār al-salām 'los países musulmanes', etc. De ahí salen frases como «Molina, buena e rica casa» (Cid, p. 1.550).39

Pero casa, además de 'población, ciudad', significó también 'habitación de una casa', arcaísmo que perdura en portugués: «o primeiro andar tem sete casas», o sea, que 'el primer piso tiene siete habitaciones', y por eso el cuarto de baño es «a casa de banhos», o el comedor «a casa de jantar». En el siglo XVII todavía se decía en español «unas casas» por una casa, o «un par de casas» para designar una de dos pisos. Lo mismo ocurría en árabe, lengua en que adwār (plural de dār 'casa') era 'a house comprising several sets of apartments and a court' (Lane, Lexicon). La otra palabra que para casa tiene el árabe, bayt, puede también significar 'a chamber, i. e., a single roofed structure having a place of entrance' (Lane). Se repite ahora, por consiguiente, el fenómeno observado en el caso de palacio, que la misma palabra sirve para designar el conjunto y las divisiones de la vivienda, cosa que para el árabe no ofrece la menor dificultad.

Otro caso de arabismo hallamos en alguna acepción de la palabra vergüenza, muy difícil de encajar en la tradición románica: «En la delantera o en la zaga ... debe poner ... los más esforzados, et homes más de vergüenza et más sabidores» . 40 «Et aquestas pocas de campañas que avían fincado con el Rey eran caballeros et escuderos, et otros que el rey avía criado en la su casa et en la su merced; pero eran todos omes de buenos corazones, et en quien avía vergüenza».·41 El sentido de vergüenza es aquí 'honor, lealtad', una virtud positiva, eficiente, y no un sentimiento refrenante (pudor, turbación o respeto inhibitorio). Tal matiz no cabe en el concepto de 'vergüenza' en otras lenguas románicas, pues carece de sentido decir «un homme de honte» o «un uomo di vergogna». Creo posible entonces, que vergüenza 'pundonor, lealtad' contenga una inyección de sentido árabe. Pedro de Alcalá, cuyo vocabulario refleja el árabe que se hablaba en Al-Andalus,42 nota: «verguença: aar; verguença con infamia: aar», lo cual es nombre de una institución descrita por E. Westermack; 43

Los moros llaman 'ār a la muy especial obligación en que una persona se halla respecto de otra. «Estoy en el 'ār de Dios o en tu quiere decir que un hombre tiene que ayudarme, y si no lo hace, está en peligro de pasarlo mal. También se designa con esa palabra el acto por el cual una persona se coloca en la obligación de ayudar a otra: hādā vj'ār 'alayka 'esto es 'ār sobre ti'. Lo cual conviene perfectamente con el texto de la Crónica citada, pues «en quien avía vergüenza» es traducción de «en quien había 'ār». El 'ār lleva consigo la transferencia de una maldición condicional: si no haces lo que yo deseo, puedes morir, o pasarte algo muy malo. En el texto citado hemos visto que la Crónica explica los motivos por los cuales era de esperar que los pocos caballeros que estaban con el rey tuviesen vergüenza) o sea 'ār. Si mis recursos lexicográficos no fuesen tan limitados, explicaría lo anterior hasta conseguir plena evidencia, y aparecería claramente que en el sentimiento español del pundonor hay más de un reflejo moruno 44 y judaico.

 

 

NOTAS

 

22. El término usado en lingüística, «préstamo, borrowed word, emprunt», no es exacto, porque estas palabras son algo adquirido· que nunca se devuelve. Habría que decir «adopciones o importaciones lingüísticas».

23. No existe un repertorio completo de las palabras iberorrománicas de origen oriental. Véase Dozy y Engelmann, Glossaire des mots espagnols et portugais, dérivés de l'arabe, 1869. 1. Eguílaz, Glosario etimológico de palabras españolas de origen oriental 1886. P. Ravaise, (,Les mots arabes et hispano-morisques du "Don Quichotte"» Revue de Linguistique (1907-1914). J. Coromines, «Mots catalans d'origen arabio», Bulletí de Dialectologia Catalana, XXIV (1936), pp. 1-81. Es importante en este punto, A. Steiger, Fonética del hispano-árabe, 1932, con abundante bibliografía. José Pedro Machado, «Alguns vocabulos de origem árabe y comentarios a alguns arabismos» [del Diccionario de Antenor Nascentes], en Boletim de Filologia, Lisboa, VI (1940), pp. 1-33 y 225-238.

24. En las cuentas de! Ayuntamiento de Sevilla, siglo y medio después de haber sido conquistada la ciudad, leemos que en 1393 «tomaron a destajo para fazer esta dicha obra de albañería [se trataba de una conducción de agua], dos moros albañies, et fizieron la dicha alcantarilla ... Et otro si tomaron a destajo estos dichos maestros todos los sobrearcos que se avían de fazer de nuevo». Para su trabajo usaban aceite y azulaca -los palabras árabes. (Texto publicado por R. Carande en Archivo de Historia del Derecho Español, n, 1925, p. 399.) Aún hacían falta «maestros» moros, entonces lo mismo que en el siglo xv, en Burgos; he aquí algunos datos que encuentro en 1. Serrano, Los conversos D. Pablo de Santamaría y D. Alonso de Cartagena, Madrid 1942. Tres técnicos moros informan en 1429 sobre la mala calidad del «material de ingenios y armas depositado en el castillo de Burgos» (p. 73). En el mismo año unos moros aparecen abasteciendo de harina el ejército real, y le suministran carpinteros (p. 95). Se contrata con arquitectos y obreros moros la construcción de casas para el cabildo catedral en 1397, 1398, 1435, 1436, etc. (p. 257). Seguía realizándose el programa formulado en el Poema del Cid: «posaremos en sus casas, e dellos nos serviremos» (véase antes p. 49).

25. Como el portugués ha tenido menos contactos con el resto de Europa que el español, perduran en aquel muchas palabras árabes que en español fueron reemplazadas por otras románicas. Todavía se dice alfaiate en portugués, y también alface 'lechuga' ceroulas 'calzoncillos' (en español antiguo zaragüelles), etc.

26. Entre las muchas palabras de origen árabe, aún sin etimología, figura real 'sitio donde está acampado un ejército', en portugués arraial, que nada tiene que ver con rey. Se trata del árabe arŷāl, 'gran conjunto de bestias, ejército'. Por eso se llama todavía «el real de la feria,» el lugar donde se agrupa el ganado. El hecho de que en los campamentos se encontrara a veces el rey, motivó la etimología popular de real, recogida por los diccionarios. Pedro de Alcalá trae en su Vocabulario «real de gentes armadas, mahale», o sea «mehala, cuerpo de 'ejército regular en Marruecos». Arŷāl es plural de riŷl, 'pie, pata trasera de un animal'. Parece, pues, que la acepción de arŷāl 'manada de tres toros o vacas' es anterior a la de 'ejército'. Aunque esto deberá aclararlo un buen arabista, que conozca los enlaces semánticos en árabe, y diga cómo arŷāl puede significar, además de 'manada de bestias', estas otras cosas: 'papel en blanco, nube de langosta, desdicha, precedencia y tiempo'. Las acepciones del portugués arraial son más amplias que en español, por ser lengua más arcaizante; puede decirse en esa lengua: «campos cheios de pacificos arrayaes de gente» (Diccion. de Moraes); en español sólo queda «el real de la feria».

27. Véase O. J. Tallgren, «Los nombres árabes de las estrellas y la transcripción alfonsina», en HMP, n, pp. 633-718.

28. Juan Ruiz, p. 756.

29. Pedro del Corral, Crónica sarracina, 2.ª parte, cap. 98 (ap. R. Menéndez Pidal, Floresta de leyendas heroicas españolas, 1, p. 245).                 .                 .

30. Como la antigüedad grecolatina creía en la realidad sustancial de las cosas, umbra en latín puede ser lo que da o recibe sombra: un árbol, una casa, una escuela, la barba etc.; o puede ser un fantasma, que es pura sombra, mas nunca una existencia mágica que mágicamente se desliza en una persona. Se es sombra, pero no se tiene.

31. E. W. Lane, An Arabic-English Lexicon, I/ p. 835. 

32. Según J. Lerchundi, Vocabulario español-arábigo, 1933, p. 768, jial es espectro, fantasma que se percibe como sombra'.                  

33. Véase e! conocido sainete de los hermanos Quintero, La mala sombra

34. Véase mi nota en RFE, XII (1925), pp. 407-408.

35. «Any house or chamber (bayt) of stone ... so called because a man's wives and the like are confined in it»; «one room if forming part of a larger building»; «any house or chamber of stone» (d. Lane, Lexicon). Otro derivado es qasūra 'cámara nupcial', lo mismo que qoşāra 'armario, habitaciones particulares', etc.

36. Los árabes de Palestina llaman todavía qaşr  a la chavola en donde vive el guarda de una viña, de un higueral, etc. (Dato del senor Ziadeh.)

37  Hay un juego infantil cuya versión andaluza es «Recotín, recotán, de la vera, vera van, del palacio a la cocina, ¿cuántos dedos tienes encima?». En Castilla dicen  «de la sala a la cocina».

38. Cigarrales de Toledo, ed. V. Said Armesto, p. 35. se dice a contmuación, que la bella durmiente «mostraba en los aceros con que dormía, que era aquel el primer tercio de su sueño», y nuevamente nos preguntamos cómo es posible. que aceros signifique 'energía, fuerza', según tan a menudo ocurre en la lengua del siglo XVII; Y también 'filos bien aguzados de un arma blanca': «Los aceros finísimos» de unos cuchillos 'dice Lope de Vega (Pastores de Belén, libro 2). La razón de ello es que en árabe dokra significa 'acero de la espada' y también 'agudeza del filo' y además 'vehemencia- y fuerza del ánimo'. El plural aceros está influido por «filos», muy usado en plural («embotar los filos, herir por los mismos filos»); a no ser que dokra se usara en plural en expresiones que ignoro. El mismo tema de donde sale dokra forma palabras como dakar 'fuerte, valiente, ardoroso', y madākīr 'testiculi'. Cosa análoga ocurre a la palabra que significa 'hierro', hadīd, con cuyo tema enlaza hadd ´filo de espada´ y hidda, 'agudeza, vehemencia, fuerza'. Aceros es, por tanto, un arabismo mas; como él, habrá centenares.

39. O estos otros textos: «dieron los moros a Sancho Gara sus casas Gormaz e Osma" (véase Menéndez Pidal, Cantar de Mio Cid, p. 560).

40. Don Juan Manuel, Libro de los Estados (Bib. Aut. Esp., 11, p. 320 a).

41. Crónica de Alfonso XI (Bib. Aut. Esp., LXVI, p. 327 a).

42. Arte para ligeramente saber la lengua arábiga Granada 1505.

43.«L.'Ar, or the transference of conditional curses in Marocco», en Anthropological Essays presented to E. B. Taylor, Oxford, 1907, p. 365.

44. El citado estudio de E. Westermack permite además entender algo que siempre nos resultó extraño en la leyenda de los Siete Infantes de Lara. Doña Lambra mandó a uno de sus criados que llenara de sangre un cohombro, y lo arrojara contra uno de los Infantes; así lo hizo, «et ensuziol todo con la sangre». Irritados por tan deshonrosa ofensa, los Infantes mataron al criado, no obstante haberse refugiado bajo el manto de su señora, la cual quedó a su vez cubierta de sangre. Tales violencias determinan las venganzas subsiguientes. Dice Menéndez Pidal (Infantes de Lara, p. 6): «No conozco otro ejemplo de esa singular afrenta». Pero observa Westermack (p. 365) que entre todos los medios transmisores de maldiciones, ninguno es más eficaz que la sangre, porque en ésta yacen poderes sobrenaturales. Se cree en Marruecos que la sangre vertida contiene ŷunūn, o malos espíritus. Sin duda por ese motivo la maligna doña Lambra mandó ensuciar con sangre al infante Gonzalo González, el menor de ellos y el más querido de su madre doña Sancha, a quien tanto odiaba aquélla.

 

 

 
 
 

EL LENGUAJE  (Islam e Iberia)

 

ESPAÑA EN SU HISTORIA. CRISTIANOS, MOROS Y JUDÍOS
Islam e Islam e Iberia - EL LENGUAJE - 1946

 

AMÉRICO CASTRO
Princenton University