Azulejos del claustro alto del Monasterio de san Vicente de Fora en Lisboa. Esta bella composición data del siglo XVIII, en ella se recrea la fábula de Esopo, el Pastor y el Mar.

 

 

 

 

Resumen

La muy popular fábula de Samaniego, La Cigarra y la Hormiga,  comúnmente se interpreta como el vituperio de los holgazanes y de los despreocupados y la alabanza de la previsión y del trabajo. Aquí se le explica al curioso lector que la interpretación correcta es esa, pero enriquecida y completada con importantes matices que nos introducen en más de un tema-clave del siempre ninguneado pensamiento ilustrado.

 

 

0.- Si no quieres caldo, ahí tienes taza y media

 

0.1.- El despreciado siglo XVIII.

Navegando por internet,  un colega ha descubierto que me estoy ocupando de Samaniego. Me lo reprocha, sorprendido de que dedique mi atención  a un autor, según él, tan ajeno a nuestro tiempo.

Ya hace mucho que me escama el olímpico desprecio con el que progresistas y reaccionarios, curiosamente coincidentes en este afán, tratan a los autores del siglo XVIII, no ya a los fabulistas, cosa grave, sino también a genios tan señeros como John Locke,  Voltaire, Montesquieu—a quien andan obsesivamente  enterrando una y otra vez—o Adam Smith, por ejemplo, lo que ya se pasa de castaño obscuro.

El verdadero Mundo Moderno, el de las libertades y el progreso, el creador del Mundo Libre, es concebido en el Renacimiento y nace en la Ilustración. Su madre es la Cultura Clásica—Grecia, Roma y el cristianismo—y su padre, la burguesía, las cultivadas e inquietas gentes urbanas que buscan en el desarrollo de la industria, del comercio y de los servicios su bienestar y su libertad.

 

0.2.- Y todo por los ilustrados, cuatro elitistas pijonobles.

Sí, sí, ya sé que los ilustrados fueron individualistas, egoístas y elitistas, pero todo lo bueno creado por los humanos ha sido imaginado y llevado a cabo por mentes únicas y privilegiadas, bastante antipáticas, que se han convertido en maestros de los demás, entregando generosamente su obra para general provecho y beneficio. Al final de su vida, Samaniego ya no pensará en la reconstrucción del elitista Seminario de Vergara, No; lo que propondrá será la creación de abundantes escuelas públicas con el mismo ideario y la misma metodología pedagógica que hicieron famoso a aquel.

 

0.3.- ¿Pero hoy, a Samaniego, lo lee alguien?

En cuanto a lo de que que ya nada tiene que decir un autor como Samaniego, sólo se me ocurre replicar  con que acabo de adquirir en una librería de viejo un ejemplar de la edición de Emilio Martínez Mata de las Fábulas de Samaniego con esta bellísima dedicatoria:

 “Gotitas de sabiduría para quien sólo tiene gotitas de tiempo libre ¡Qué disfrutes! Madrid, Marzo 1999.”

Y firma  con magnífico trazo una inteligente y sabia mujer, acostumbrada a escribir, que no fue escuchada, pero que sí sabía lo que se decía.

Y como soy “de Peñaprieta de Abajo”, pues, si no quieres caldo, ahí tienes, lector, taza y media del mejor Samaniego, sólo para llevarle la contraria al ignorante e inaguantable “pensamiento único” rampante.  

 

 

1.- Texto.

La Cigarra y la Hormiga.

Cantando la Cigarra

pasó el verano entero,

sin hacer provisiones

allá para el invierno.

Los fríos la obligaron

a guardar el silencio

y a acogerse al abrigo

de su estrecho aposento.

Viose desproveída

del precioso sustento:

sin mosca, sin gusano,

sin trigo y sin centeno.

Habitaba la hormiga

allí tabique en medio,

y, con mil expresiones

de atención y respeto

la dijo: — “ Doña Hormiga,

pues que en vuestros graneros

sobran las provisiones

para vuestro alimento,

prestad alguna cosa

con que viva este invierno

esta triste Cigarra,

que, alegre en otro tiempo,

nunca conoció el daño,

nunca supo temerlo.

No dudéis en prestarme,

que fielmente prometo

pagaros con ganancias,

por el nombre que tengo.”

La codiciosa Hormiga

respondió con denuedo,

ocultando a la espalda

las llaves del granero:

–“¡Yo prestar lo que gano

con un trabajo inmenso!

Dime, pues, holgazana,

¿qué has hecho en el buen tiempo?”

–“Yo–dijo la Cigarra–

a todo pasajero

cantaba alegremente,

sin cesar ni un momento.”

–“¡Hola! ¿conque cantabas

cuando yo andaba al remo?

pues ahora, que yo como,

baila, pese a tu cuerpo.”

 

 

2.- Las interpretaciones de la fábula.

 

A la muy popular fábula de Samaniego, La Cigarra y la Hormiga, suele dársele una interpretación muy insuficiente por no haber sido leída con la debida atención.

a) La interpretación más común.

La interpretación más común es que la fábula de Samaniego predica el trabajo, alaba la laboriosidad, la previsión y el ahorro de la hormiga y censura la holganza, la vaguería, la poca diligencia, la ociosidad y la imprevisión de la cigarra. En la lengua familiar se llama “hormiguitas” a las personas hacendosas y se dice que “se han pasado la vida alegremente, entre cantes y bailes” las que han vivido sin darle un palo al agua.

b) La censurada es también la hormiga.

Pero no todos los comentaristas están de acuerdo con la opinión común. Los hay que además ven en el texto una clara censura de la hacendosa hormiga.

Según ellos, el argumento de la fábula es sencillo. Llegado el invierno, la no previsora cigarra se da cuenta de que su equivocada conducta durante el verano le ha llevado a encontrarse ahora en grave necesidad, y pide ayuda a la demasiado previsora hormiga. Le pide prestado algo de lo que le sobra y promete devolvérselo. La hormiga, mostrando un orgullo y un despecho notables, se niega en redondo a ayudarla. Sí, Samaniego dice de la hormiga que es codiciosa y refleja bien el insultante orgullo y el despecho de su contestación a la cigarra.

Y en codiciosa, en este adjetivo calificativo, está para ellos la clave de la correcta interpretación de toda la fábula. La fábula no critica sólo la imprevisión de la cigarra sino también la codicia, el egoísmo, la incomprensión y la insolidaridad de la no muy inteligente trabajadora hormiga.

Según esta interpretación, Samaniego, anticlerical por buen cristiano, habría leído detenidamente el c. 18 del Evangelio de S. Mateo y los restantes consejos evangélicos sobre el verdadero perdón cristiano. En esa fuente habría aprendido que, para que una sociedad se mantenga unida y en fructífera convivencia, todos sus miembros, conociendo su propia debilidad, deben ser comprensivos con sus errores y con los de los demás. A todo el que se equivoca, hay que ayudarle “hasta setenta veces siete”, con tal de que de verdad quiera salir de su error y reparar las desagradables averías ajenas que ese error haya podido causar.

Según estos comentaristas los peores enemigos de una sociedad sana, abierta, humana, son los justos engreídos y pagados de su justicia, como la hormiga de la fábula. Los “incorruptibles” como Maximilien de Robespierre  y sus imitadores y herederos.

 

3.- Nuestra interpretación.

 

A.-Antecedentes necesarios. La manera de ser y la manera de ver la vida de Samaniego.

 

A.1.- A la sombra del conde de Peñaflorida.

El conde de Peñaflorida, tío-abuelo de Samaniego, fue el alma del grupo de nobles vascos, más tarde llamados “caballeritos de Azcoitia”, caracterizados por su juvenil educación en los buenos colegios del sur de Francia y por sus inquietudes renovadoras puestas de manifiesto al volver a su país.

Fue él quien, nada más acabar  Samaniego su etapa de formación, lo acogió en su casa, lo imbuyó de sus ideas ilustradas y lo fue haciendo estrecho colaborador en sus dos proyectos más importantes de mejora del país, La Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y El Real Seminario Patriótico Vascongado para Caballeros Alumnos de Vergara.

A.2.- Carácter de Samaniego.

Pero Samaniego no es una mera “criatura” del conde de Peñaflorida. Tiene su propia manera de ser y sus propias ideas. Samaniego es  un bon vivant (un «vividor», un vitalista), hombre de una gran simpatía personal y de trato divertido que gusta de la vida social. Domina el lenguaje expresivo, es culto y ama la música.

A.3.- Estética.

Su estética coincide con la idea que la Ilustración tiene del arte y de la belleza: El arte debe estar regido por la razón (nada puede ser bello si no es razonable). Estar al alcance de la capacidad de comprensión de cualquiera (nada puede ser bello si no es comprensible). Servir al perfeccionamiento moral de todos (nada puede ser bello si no nos  hace mejores). Como el fin del arte es educar, el artista debe prescindir de los caprichos de su imaginación o voluntad  y ajustarse a una expresión sencilla y equilibrada que recibe el apelativo de buen gusto. La literatura, como todas las demás artes y ciencias, tiene como fin primero y más universal el de enseñar, aprovechar y deleitar.

A.4.- Estilo literario.

No le hizo falta nadie a Samaniego para dejar claro que sus didácticas fábulas habían sido compuestas con un escaso interés estilístico. Y ha habido críticos que se lo han creído. Pero no es verdad. Samaniego es un narrador que domina la sabia mezcla de narración, descripción y diálogo a la que sabe añadir una aparente fácil naturalidad, y una buena dosis de sano humor y buen ingenio. Ello exige un más que mediano uso de los recursos expresivos del lenguaje. También ayuda su buena formación musical. Samaniego  en todo ello no se comporta de manera distinta de su admirado Fedro, un finísimo orfebre de la mejor lengua latina clásica.

A.5.- Ética.

No es difícil de encontrar en sus fábulas enseñanzas muy gratas a la conciencia ilustrada como la defensa de la razón o del trabajo y de la previsión, caso del texto que nos ocupa. Pero su ética es una moral laica eminentemente práctica y realista, de contenidos muy generales, que propone como objetivo la supervivencia, para conseguir la cual es preciso mantener una constante actitud de vigilancia ante la vida.

Fiel a la verdadera realidad de la vida, a su constitutiva amoralidad, sus fábulas, como las de los antiguos autores griegos y latinos tan bien conocidos por él, defienden  a veces valores ajenos a la moral cristiana, como la desconfianza, la astucia, la insolidaridad y la venganza, si son necesarios para salir del atolladero y sobrevivir.

No deja de hacer pensar que, cada vez que en Europa se ha querido avanzar en libertad y progreso, haya habido que volver a la concepción pagana de la vida, como fuente de inspiración. Ocurrió en el Renacimiento y volvió a ocurrir en la Ilustración. Es en Roma y en Grecia donde está el conocimiento verdadero del que Occidente saca una y otra vez sus renovadas ganas de vivir. Es Villegas, sin ir más lejos, el que en el pleno delirio cristiano del Barroco, vuelve sus ojos al clasicismo griego y romano anticipando una época vitalista en la que la renovación y el cambio general no se va a limitar  sólo a la literatura.

 

B.- La inutilidad de la vida de la despreocupada cigarra.

 

B.1.-La inútil y peligrosa vida ociosa y regalada.

La cigarra representa el vivir el presente en medio del ocio y el regalo y con total despreocupación de lo que pueda pasar en el futuro. Es la viva imagen de la zanganería y de la imprevisión. La cigarra hace justamente lo contrario de lo que Samaniego, en la dedicatoria que abre el Libro I[2], acaba de recomendar a sus jóvenes lectores. Ha escogido exactamente el camino opuesto. Pero “el ocio y el regalo”, como en I, 1[3] y en II, 17[4], llevan directamente al desastre.

B.2.- La inútil vida ociosa y regalada de los nobles.

La vida de la cigarra es la que de ninguna manera debe tolerarse. A nadie le está permitido “ser mantenido a lo conde muy ocioso”[5] por quien, en cambio, “anda hecho un gañán y sin reposo”[6], es decir, se mata a trabajar, como se enseña en I, 9. En la dedicatoria[7] y en la fábula 1ª del II[8] Libro queda muy claro que la ociosidad no se les debe permitir ni a los nobles y que el mantenerlos ocupados, ese ha sido el mayor mérito del conde de Peñaflorida.

B.3.- La inútil vida ociosa y regalada de las mujeres de clase alta.

Tampoco la ociosidad y la pérdida del tiempo en naderías les están permitidas a las mujeres. Samaniego lo deja muy claro en la dedicatoria[9] y en la fábula 1ª del Libro VIII[10].

B.4.- El arte bello, pero inútil.

A todo ello hay que añadirle que la cigarra es una esforzada artista que pasa la época productiva de su vida embebida totalmente en su arte sin preocuparse del bien ni del mal:

 “Cantando la cigarra/ pasó el verano entero/[…] Esta triste cigarra,/ que, alegre en otro tiempo,/ nunca conoció el daño,/ nunca supo temerlo/[…] Yo— dijo la cigarra–/ a todo pasajero/ cantaba alegremente,/ sin cesar ni un momento[…]”.

Pero su arte es un arte inútil, improductivo:

 –“¡Hola! ¿conque cantabas/ cuando yo andaba al remo?/ pues ahora, que yo como,/baila, pese a tu cuerpo.”

Samaniego la emprende contra “el arte por el arte” ya en las líneas finales del Prólogo: “Dichoso yo si logro que, con la ocasión de corregir mis defectos, dediquen ciertos genios poéticos sus tareas a cultivar éste y otros importantes ramos de instrucción y provecho. Mientras así no lo hagan, habremos de contentarnos con leer sus excelentes églogas, y sacar de sus dulcísimos versos casi tanta melodía como de la mejor música, del divino Haydn, aunque tal vez no mayor enseñanza, ni utilidad.”[11]

En I, 7 [12]y IX, 8[13] se burla de las bellas apariencias; en I, 6[14] lo hace de la belleza mentirosa y es en I, 13 donde deja muy claras las cosas:

“Así frecuentemente/ el hombre se deslumbra con lo hermoso;/ elige lo aparente,/abrazando tal vez lo más dañoso;/ pero escarmiente ahora en tal cabeza:/ el útil bien es la mejor belleza.[15]”

 

C.-El muy complejo personaje de la previsora hormiga.

 

C.1.- La  hormiga como la imagen misma de la virtud del trabajo creador y previsor.

La  hormiga es, ante todo, la imagen misma de la virtud del trabajo creador y previsor.

Pero el trabajo visto así no es, ni lo ha sido nunca, una virtud católica. ¿De dónde sale entonces esta imagen?

C.1.a.-El trabajo sí es una virtud judía.

En Génesis, 2,15, antes de la caída, se dice:

“El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara”.

En el Salmo 128 (127), 1 – 4,  se lee:

“¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. ¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor!”.

C.1.b.-El trabajo sí es una virtud del primer cristianismo.

Cristo deja claro que Dios trabaja todos los días cuidando de de que todo vaya como es debido: Juan, 5, 10 ss.

“Por eso los judíos decían al que había sido curado: "Es sábado y no te está permitido llevar la camilla." Él les respondió: "El que me ha curado me ha dicho: Toma tu camilla y anda."[…] Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Pero Jesús les replicó: "Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo." Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: "En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo.”

Por cierto, en Mateo, 25, 14 – 30 se transmite la parábola de los talentos, donde Cristo predica la inversión monetaria inteligente y productiva como una forma de previsión y de legítimo incremento de la riqueza.

San Pablo, refiriéndose al trabajo, les deja muy claras las cosas a los fieles de Tesalónica en II Tesalonicences, 3, 6 ss.

“Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis. Ya sabéis vosotros cómo debéis imitarnos, pues estando entre vosotros no vivimos desordenadamente,  ni comimos de balde el pan de nadie, sino que día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros. No porque no tengamos derecho, sino por daros en nosotros un modelo que imitar.  Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan. […]Que El, el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con todos vosotros.”

No debemos olvidar que la Regla del genial san Benito puede reducirse muy bien a dos palabras de igual valor normativo. Una es “trabaja”: “Ora et Labora”.

C.1.c.-El trabajo sí es una virtud calvinista.

Pero, desgraciadamente, estas ideas se olvidaron en los largos siglos de cristiandad  y por ello, la teología cristiana del trabajo tiene claras raíces protestantes. Su origen está en Calvino. William McComish[16] dice al respecto:

“Calvino tenía una predilección especial por un pasaje bíblico que, leído en el contexto actual, tal vez pudiere parecer bastante duro: “Quien no quiera trabajar, que tampoco coma” (2 Tes 3,10). Al comentar este texto, Calvino lo relaciona con el contenido del Salmo 128,2, “Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien”, realizando de esa forma una interpretación positiva del citado pasaje, y desechando la idea de dejar morir de hambre a los holgazanes. Calvino promovió asimismo la ética protestante del trabajo, citando lo recogido en Proverbios 10,4,“mucho trabajo, riqueza”. De esa forma, se hace valer la dignidad del trabajo, y, en consecuencia, también del derecho de los trabajadores a disfrutar y a beneficiarse en y del trabajo. Esta concepción del trabajo podría considerarse como el principio de la teología de los derechos de los trabajadores. Calvino no era partidario de que las personas que no trabajaban se beneficiaran del trabajo de los demás. Este planteamiento nada tiene que ver con los pobres, sino más bien con los holgazanes. Calvino sostiene quela holgazanería está condenada por Dios, mientras que los pobres deben recibir la ayuda de los diáconos, recibir ayuda financiera mediante la concesión de préstamos exentos de interés, y beneficiarse de la venta de los bienes de las iglesias a fin de socorrerlos. Los niños pobres debían ser educados gratuitamente. Calvino interpreta el pasaje arriba citado, como una forma de instruir a los habitantes de Tesalónica para que no se fomentara la holgazanería, compartiendo los recursos con aquellos que no trabajaban ni los necesitaban. Denuncia el comportamiento de los que viven a costa del sudor de la frente del prójimo y que no hacen nada para ayudar al pueblo.” 

C.1.d.-El trabajo llega así a ser una virtud ilustrada.

Las ideas protestantes influyeron decisivamente en el pensamiento ilustrado que es una creación inglesa divulgada por franceses. Y entre esas ideas está la del aprecio del trabajo y de los oficios útiles a la comunidad. En el trabajo anterior sobre Samaniego yo citaba a Voltaire y a la legislación de nuestro buen rey Carlos III.

C.1.e.-Añádase a todo esto la tradición clásica.

Por otra parte los ilustrados conocían bien la tradición de la antigua Roma y uno de sus más geniales escritores, Virgilio, en el siglo por antonomasia de regeneración de la sociedad romana, el Siglo de Augusto, explicó en el Libro I de las Geórgicas por qué Júpiter impuso el trabajo a los hombres como instrumento de civilización y progreso.

“El mismo Júpiter quiso que fuese difícil la agricultura, y él primero redujo a arte la labranza, aguijando con cuidados los mortales corazones, y no consintiendo que se aletargasen sus reinos en una tarda holganza. Antes del reinado de Júpiter no había labradores que arasen los campos ni era lícito acotarlos o partir límites en ellos; todos los aprovechaban para su sustento, y la tierra misma daba de grado, más liberalmente que ahora, todos los frutos. Él infundió en las negras serpientes nocivo veneno, mandó a los lobos tornarse rapaces y al mar revolverse con borrascas; despojó a las hojas de los árboles de la miel que destilaban, y ocultó el fuego, y atajó los arroyos de vino, que antes fluían por doquiera, a fin de que el hombre, a fuerza de discurso y de experiencia, fuese poco a poco inventando las artes, y buscase el trigo en los surcos y sacase a golpes el fuego escondido en las venas del pedernal. Entonces por primera vez soportaron los ríos el peso de los excavados álamos; entonces el nauta contó las estrellas y les puso los nombres de Pléyades, Híadas y fúlgida Osa, hija de Licaón. Entonces se inventó apresar con lazos a las alimañas, y se usó el engaño de la liga, y rodear con perros los grandes bosques. Y ya éste azota con la red el anchuroso río, buscando los sitios más profundos, y aquél tremola por el piélago las húmedas lonas. Entonces se conoció el duro hierro y se inventó la rechinante sierra, pues los primitivos hombres hendían con cuñas la blanda madera. Entonces, en fin, nacieron los varios oficios: todo se venció en fuerza de un ímprobo trabajo y de la necesidad, que nos obliga a las cosas más duras.[17]

C.1.f.-Conclusión.

Es esta cuadruple tradición: judía, cristiana, clásica e ilustrada la que termina creando, de la mano de Esopo, la “codiciosa” hormiga de Samaniego.

 

C.2.-La “codiciosa” hormiga.

Samaniego, con el adjetivo calificativo, “codiciosa”, describe, no la presunta avaricia de las hormigas, sino su afán recolector de todo lo necesario para sobrevivir holgadamente en medio del más riguroso invierno.

El DRAE define “codicioso” en una primera acepción como el “Que tiene codicia”. En una segunda y “coloquial”, como el “Laborioso, hacendoso”. Esa segunda acepción sería la empleada por Samaniego al referirse a la hormiga aquí y en la dedicatoria del Libro II a las hormigas en general[18].

Pero no puede descartarse enteramente que las hormigas de las fábulas de Samaniego sean inmunes al vicio de la codicia. Léase VII, 8[19], por ejemplo. Tampoco nuestra Hormiga quedaría libre de imputación si recordásemos la moraleja de V, 15[20].

Pero ciertamente es muy distinta la avaricia que se describe en VI, 7.[21]

 

C.3.-Entender a Doña Hormiga.

Para entender el comportamiento, aparentemente insolidario de la Hormiga hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones.

 

C.3.1-La obligación del socorro mutuo.

 Samaniego, como es natural, predica el socorro mutuo como comportamiento social básico. El último verso de III, 13 es contundente[22]. Lo mismo enseña la moraleja de V, 3.[23]Con matices propios lo mismo enseñan IV, 12 y 17.[24]

C.3.2-La prudente cautela.

Pero matiza con especial cuidado en qué condiciones debe prestarse.

I, 14, afirma que “La prudente cautela mucho vale”. V, 22 dice que “Y que vale por dos el prevenido.”[25]

II, 6, desmonta una convicción ancestral, “Haz bien, dice el proverbio castellano, / y no sepas a quién. Pero es muy llano,/que no tiene razón ni por asomo.” Remacha la afirmación II, 7.[26]

II, 9 y V, 18 afirman que más vale pájaro en mano…

III, 9 pone todo el énfasis en subrayar “¡Cuánto importa saber con quién se trata!”[27]

IV, 16 insiste, por ejemplo, en que “infeliz del que ayuda a un enemigo.”[28]

V, 19 precisa, defendiendo a la Hormiga de nuestra fábula, qué cautelas hay que tener en cuenta antes de hacer un préstamo: “Si quién es el que pide y sus fiadores,/ antes de dar prestado se examina,/ Será menor, sin otra medicina,/La peste de los malos pagadores.”[29]

A pesar de que presume de ello ¿era buen pagador la Cigarra? ¿Le habría hecho, usted, amable lector, un préstamo?
Hasta 27 fábulas, 13 sólo en el Libro V, explican que conviene extremar la cautela por las más diversas circunstancias. Veámoslas. 
 
 

1.- La “desconfianza” como virtud previsora.

 

1.1.-La prudente cautela mucho vale.

I, 14. El león y la zorra.

 

“…Y no es bien el entrar do no se sale.»

La prudente cautela mucho vale.”

 
 
1.2.-El prevenido vale por dos.
V, 22. El jabalí y la zorra.
 
… «Tengo oído 
Que en la paz se prepara el buen guerrero, 
Así como en la calma el marinero,
Y que vale por dos el prevenido.»

 

1.3.-Es menester saber a quién y cómo se hace el bien.

II, 6. El lobo y la cigüeña.

 

“Haz bien, dice el proverbio castellano,

Y no sepas a quién; pero es muy llano

Que no tiene razón ni por asomo:

Es menester saber a quién y cómo.

El ejemplo siguiente  (II, 7. El hombre y la culebra.)

Nos hará esta verdad más evidente.”

 
1.4.-Piénsese muy bien a quién se le hace un préstamo y en qué condiciones.
V, 19. La oveja y el ciervo.
 
“Si quién es el que pide y sus fiadores, 
Antes de dar prestado se examina, 
Será menor, sin otra medicina,
La peste de los malos pagadores.”
 
1.5.-En caso de aprieto, nadie puede fiarse de nadie; cada cual busca salir del atolladero como pueda.
V, 12. La zorra y el chivo.
 
“Mas ¿quién podrá a la Zorra dar castigo, 
Cuando el hombre, aun a costa de su amigo, 
Del peligro mayor salir procura?”
 

2.- La “desconfianza” como virtud conservadora.

2.1.-Hay que ser precavidos, no vayamos a pasar de Guate-mala a Guate-peor.

III, 6. La cierva y el león.

 

“Si al evitar los riesgos

La razón no nos guía,

Por huir de un tropiezo,

Damos mortal caída.”

 
 
2.2.-Más vale pájaro en mano…. (I)

II,  9. El pescador y el pez.

 
“Replicó el pescador: ¿pues no sabía 
Que el refrán castellano
Dice: ¡Más vale pájaro en la mano...! 
A sartén te condeno; que mi panza 
No se llena jamás con la esperanza.»
 
2.3.-Más vale pájaro en mano…. (y II)
V, 18.El lobo y el perro flaco.
 
“Hasta los niños saben 
Que es de mayor aprecio 
Un pájaro en la mano 
Que por el aire ciento.”
 
 
 
3.1.-No hay que confiar en que dure la próspera bonanza.
 V, 14. Los dos gallos. 
 
“Sirva también de ejemplo a los mortales 
Que se juzgan exentos de los males 
Cuando se ven en próspera bonanza.” 
 
3.2.-Hay que desconfiar de que, con la muerte, al desgraciado, le cambiará la suerte.
V, 21. El asno infeliz.
 
“Quien por su mala estrella es infelice, 
Aun muerto lo será. Fedro lo dice.”
 

4.-Desconfiar del enemigo.

4.1.-El enemigo es siempre el enemigo y se comporta siempre como enemigo.

III, 9. El lobo y la oveja.

 

Anda, que te conozco, marrullero.»

Así dijo, y se fue; si no, la mata.

¡Cuánto importa saber con quién se trata!”

 

4.2.-No confiar en el enemigo, disfrazado de incapaz de hacer mal (“inocencia”).

I, 12. El leopardo y las monas.

 

“Es el peor enemigo el que aparenta

No poder causar daño; porque intenta

Inspirando confianza,

Asegurar su golpe de venganza.”

 

4.3.-No confiar en el enemigo, disfrazado de amigo.

III, 5. La zorra y la gallina.

 

“Cuántas veces se vende un enemigo,

Como gato por liebre, por amigo;

Al oír su fingido cumplimiento,

Respondiérale yo para escarmiento:

«Muy mal me va, señor, en este instante;

Muy bien si usted se quita de delante.»

 

4.4.-Infeliz del que ayuda a su enemigo.

IV, 16. La hacha y el mango.

 

“Dijo la triste encina al fresno: «Amigo:

Infeliz del que ayuda a su enemigo»”

 

4.5.-Desconfiar del consejo dado por el enemigo,
V, 23. El perro y el cocodrilo.
 
“¡Oh qué docto Perro viejo! 
Yo venero su sentir
En esto de no seguir 
Del enemigo el consejo.”
 
 
 
 
5.1.- Genio y figura hasta la sepultura (I).
VII, 1. El raposo enfermo y
V, 16. La gata mujer.
 
“Aunque del valle humilde a la alta cumbre 
Inconstante nos mude la fortuna,
La propensión del natural es una
En todo estado, y más con la costumbre.”
 
5.3.-Genio y figura hasta la sepultura ( y III).
VII, 8. Las hormigas.
 
“Lo que hoy las Hormigas son, 
Eran los hombres antaño:
De lo propio y de lo extraño 
Hacían su provisión. 
Júpiter, que tal pasión 
Notó de siglos atrás,
No pudiendo aguantar más, 
En hormigas los transforma: 
Ellos mudaron de forma; 
¿Y de costumbres? Jamás.”

5.4.-Hay que desconfiar del que nos ha engañado ya una vez.

V, 1. Los ratones y el gato.
 
“Si alguno llega con astuta maña, 
Y una vez nos engaña,
Es cosa muy sabida
Que puede algunas veces
El huir de sus trazas y dobleces 
Valernos nada menos que la vida.”
 
 
5.5.-No hay que fiarse del malvado ni cuando pida justicia.
V, 13. El lobo, la zorra y el mono juez.
 
“Al perverso su fama le condena
Aun cuando alguna vez pida justicia.”

 

 

5.6.-No confiar en la protección del malvado que además es enemigo natural.

II, 13. El milano y las palomas.

 

“Quien al poder se acoja de un malvado

Será, en vez de feliz, un desdichado.”

 

 

5.7.-El avaro se las arreglará para no dar al necesitado lo que a él le sobra.

V.15.La mona y la zorra.

 

“Por ingenioso que el necesitado

Sea para pedir al avariento,

Este será de superior talento

Para negarse a dar de lo sobrado.”

 

 

5.8.-Consigue modificar la conducta encontrarse con la pena tras el delito.

IX, 17. El ladrón.

 
“Por catar una colmena 
Cierto goloso Ladrón, 
Del venenoso aguijón 
Tuvo que sufrir la pena.
«La miel, dice, está muy buena: 
Es un bocado exquisito;
Por el aguijón maldito 
No volveré al colmenar.» 
¡Lo que tiene el encontrar 
La pena tras el delito!”
 
 

6.- Desconfiar de personajes varios.

 6.1.-Cuidado con los listos que pretenden vendernos como favor su propio beneficio.

IV, 19. El hombre y la comadreja.

 

“… y el astuto que pretenda

Vender como fineza lo que ha hecho

Sin mirar a más fin que a su provecho,

Sabrá que hay en el mundo quien lo entienda.»

 
6.2.-Desconfiar de que el débil no aguce el entendimiento para nuestro mal.
V, 24.La comadreja y los ratones.
 
“Es feliz un ingenio interesante: 
Él nos ayuda, si el poder nos deja; 
Y al ver lo que pasó a la Comadreja, 
¿Quién no aguzará el suyo en adelante?”

 

6.3.-Hay que desconfiar de los aduladores.

V, 9. El cuervo y el zorro

 
“Le dijo: «Señor bobo, 
Pues sin otro alimento, 
Quedáis con alabanzas 
Tan hinchado y repleto, 
Digerid las lisonjas
Mientras yo como el queso.» 
Quien oye aduladores, 
Nunca espere otro premio.”
 
 
 

 NOTAS

[1] Para el texto y las referencias a  Félix María de Samaniego, Fábulas en verso castellano, utilizaré siempre Félix María de Samaniego, Obras Completas. Poesía, teatro, ensayos, edt., Emilio Palacios Fernández, Biblioteca Castro. Fundación  José Antonio de Castro, Madrid, 2001.

[2] A los Caballeros alumnos…

[3] I, 1, El Asno y el Cochino.

[4] II, 17, El Asno y el Caballo.  

[5] I, 9, El Herrero y el Perro.

[6]  Ibidem.

[7] A don Javier María de Munibe…

[8] II, 1, El León con su ejército.

[9] Libro Octavo. A Elisa.

[10] VIII, 1, El naufragio de Simónides.

[11] Fábulas en verso castellano, Prólogo.

[12] I, 7, La Zorra y el Busto.

[13] IX, 8, La Gata con cascabeles.

[14] I, 6, El León vencido por el Hombre.

[15] I, 13,  El Ciervo en la fuente.

[16] warc.ch/24gc/cts/11-s.pdf -  

[17] Virgilio, Geórgicas, I, 124 ss. La traducción es de Eugenio de Ochoa.

[18] A don Javier María de Munibe… “La Hormiga codiciosa/trabaja en sociedad fructuosamente. / y la Abeja oficiosa/labra siempre, ayudada de su gente.”

[19] VII, 8, Las Hormigas.

[20] V, 15, La mona y la zorra: “Por ingenioso que el necesitado/sea para pedir al avariento,/ éste será de superior talento para negarse a dar de lo sobrado.” Obsérvense las similares lisonjas empleadas aquí y en V, 9, El Cuervo y el Zorro.

[21] VI, 7, El Enfermo y la Visión.

[22] III, 13, El Asno y el Perro, “Prestad auxilio, si queréis hallarlo.”

[23] V, 3, El Asno y el Caballo, “Juan, alivia en sus penas al vecino;/y él, cuando tú las tengas, dete ayuda.”

[24] IV, 12, El León y el Ratón; IV, 17, La Onza y los pastores.

[25] I, 14, El León y la Zorra. V, 22, El Jabalí y la zorra.

[26] II, 6, El Lobo y la Cigüeña; II, 7, El Hombre y la culebra.

[27] III, 9, El Lobo y la Oveja.

[28] IV, 16, El Hacha y el Mango.

[29] V, 19, La Oveja y el Ciervo.

 

 
 

 

Sobre Samaniego,
Fábulas, I, 2, La Cigarra y la Hormiga
[1].

Antonino M. Pérez Rodríguez
C
atedrático del IES “Lope de Vega”, Madrid