Bocca della Verità en la iglesia de Santa María de Cosmedin en Roma.

 

 

 

 

Cumplido ya  mi medio siglo con bastante holgura, confieso que las palabras que más me hubieran gustado decir son “me quieres y te quiero”, pero, cuando yo, jovenzuelo inexperto, lo cansaba quejándome de la vida, me decía mi querido Urbano Espinosa Ruiz,  que es, ya desde hace muchos años, hombre sabio y generoso donde los haya:

“Olvídate de todo eso, que de salud, dinero y amor todos los humanos andamos igual de escasos”.

Lógicamente él llegó a Rector de la Universidad de la Rioja y yo me quedé en catedrático de Instituto, degradado a “profesor de educación secundaria”. La vida es justa. No me cabe ninguna duda. No. Las palabras que con mayor frecuencia he dicho en estos más que sesenta años han sido “esto es así ¿Por qué?”

Confieso que mi tozuda razón me hizo muy pronto convicto y confeso volteriano. Creo que lo soy desde que en una Santa Misión de los años 50, en Manjarrés, el fraile misionero nos enseñó a cantar devotamente aquella aguda lección impertinente de Voltaire que decía:

No hay reloj sin relojero

Ni mundo sin Creador.

El reloj lo hizo el relojero.

El mundo lo hizo Dios.

Luego sin dejar de ser volteriano, es decir razonador con humor y bastante mala uva, me fui haciendo judío. En el Seminario de Logroño— hambre, frío y soledad— aprendí las tres lenguas sagradas, latín, griego y hebreo, para poder leer la Biblia entendiéndola. Confieso que sigue siendo mi libro de cabecera.

Nada más  abrirla, se puede leer “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”,Beresit bara Elohim ha'shamayim w'et ha'aretz…” Que perdonen los hebraístas mi manera de leer el hebreo, pero el hambre que atormentaba mis tripas y el frío que helaba mis huesos y mi alma de seminarista pobre y paleto no me permitieron afinar más.

Con los judíos, “credo in unum Deum, patrem omnipotentem, factorem coeli et terrae, uisiuilium omnium et inuisibilium…” Con los judíos y con el magnífico canalla que fue mi admirado Voltaire, creo en un único Dios creador de todo, de absolutamente todo lo que no sea él mismo.

Decía mi querido G.K. Chesterton, el creador del padre Brown, que creer en un Dios único y verdadero te ahorra el creer en millones de falsos…y es verdad. Además añadía que arrodillarse ante sólo Dios te permite el mantenerte orgullosamente de pie ante absolutamente todo lo demás. Es muy útil ser monoteísta. Sí, señor. Y muy mal educado para todos los reyezuelos que por el mundo zascandilean.

Pero la Biblia sigue diciendo más. Después de ir describiendo cada una de las obras de la creación divina, afirma taxativamente: “… y vio Dios que todo era bueno, que todo estaba bien…”, wayar Elohim kiy – Towb”. Y aquí empecé a ser luterano, manteniendo algunas diferencias menores con mi admirado Lutero.

Nunca he creído que los enemigos del alma sean el demonio, el mundo y la carne. El demonio no existe. Ya decían los escolásticos que “non sunt creanda entia sine necessitate”. Bastantes demonios somos nosotros mismos. Con el mundo ocurre igual. El mundo lo hemos hecho nosotros y nosotros somos el mundo. Los malos no existirían si los buenos no lo permitiésemos. Nadie hace más que lo que se le permite hacer.

La carne es buena. Dios la creó  y  “wayar Elohiym kiy – Towb”. “… y vio Dios que todo era bueno, que todo estaba bien…”. Recuerdo haber visto en Logroño, en una ocasión, la película Blancanieves de Walt Disney y haber presenciado como un energúmeno rijoso e impotente, al que deberíamos haber "castrado" allí mismo, gritaba desaforado en cuanto aparecía la princesa en la pantalla: “Pero que requetebuena está”.

La carne es buena. Nuestro cuerpo, todo él, es la más perfecta obra de Dios. Seamos sanamente luteranos. Dejémonos de inútiles penitencias sádicas y masoquistas que deben desagradar absolutamente a un Dios como dios manda. Confiemos en la infinita bondad y misericordia de Dios y mimemos nuestro cuerpo y el de nuestros semejantes.

El primer luterano conocido por mí es el padre de mi admirado poeta Jorge Manrique. He aquí una disposición de verdad luterana para recibir el abrazo de Dios en la vida definitiva. Véanlo en estas dos coplas. Habla el Maestre:

Copla XXXVIII

"Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina
  por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
  para todo;
  e consiento en mi morir
con voluntad placentera,
  clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
  es locura."

Copla XXXIX

"Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
  e baxo nombre;
Tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
  como es el hombre;
Tú, que tan grandes tormentos
sofriste sin resistencia
  en tu persona,
non por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia
  me perdona".

 

¡Hombre! no estaría mal que, además, nos hiciéramos sanamente calvinistas, es decir, trabajadores, tolerantes y demócratas. Si se trata de practicar la virtud, pues a trabajar se ha dicho, a ser imágenes de Dios creador que, según Cristo, trabaja todos los días. A respetarnos a nosotros mismos, viviendo una vida sana; y a respetar a los demás, permitiéndoles buscar a su manera su propia felicidad.

  ¡Ah! y a meternos en la cabeza que debemos convivir todos juntos: blancos, negros, budistas, católicos, ateos, de derechas, de izquierdas, españoles, chinos, australianos, extremeños, logroñeses, pamplonicas, bilbaínos…. civilizadamente, sin tiranizarnos los unos a los otros, vigilando el poder y no tolerando que la autoridad se pervierta convirtiéndose en opresión pura y dura. Todos somos igualmente hijos muy queridos del mismo Dios, padre nuestro, único y verdadero.

             Como volteriano, judío, luterano y calvinista, me parece que espectáculos como los Disciplinantes de la Cofradía de la Santa Veracruz de San Vicente de la Sonsierra, más conocidos como "Picaos", en plena semanasanta, lo de santa es un decir, son un contradiós.

Lógicamente me parecen infinitamente más cristianas las paganas hasta los tuétanos Vueltas de San Juan najerinas. Allí lo carnal, lo más auténticamente humano de lo humano, luce desde hace un millón de años en todo su esplendor. Exactamente con todo lo bueno que Dios lo creó.

 

 

 

 

E

 

 

los "picaos", un contradiós.

 

Antonino M. Pérez Rodríguez
Catedrático del IES "Lope de Vega", Madrid