Puente de Nájera

 

 

 

 

 

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El llamado testamento de san Juan de Ortega

Comentario

 

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La primera redacción de este trabajo apareció en Piedra de Rayo, Revista riojana de cultura popular, nº 25, verano de 2007, ps. 78-987, como homenaje a don Tomás Lerena Guinea, que debía haber sido su coautor, pero su fallecimiento hizo tal labor imposible.

Al revisarlo de nuevo, vuelvo a recordar la impagable labor de don Tomás en acabar con los cuentos que siguen desprestigiando la Historia verdadera y grande de su querida vieja y muy noble ciudad de Nájera. Y en reivindicar a ninguneadas figuras que la hicieron grande, como es el caso de san Juan de Ortega cuyo viejo humilladero en el Puente de su nombre sigue sin ser reconstruido.

 

 

El llamado testamento de san Juan de Ortega

 

«In nomine Domini. — Notum sit omnibus tam presentibus quam futuris, quod ego, Iohannes de Quintana Fortuno, gratia Dei senior de Hurtega et de ecclesia sancti Nicholay, et de domo quam hedificaui in seruicio pauperum in uia sancti lacobi cum fratre meo Martino, et locum illum de facultatibus meis, et de facuitatibus fratris mei, in quo habitabant latrones, nocte ac die Iacobipetas interficientes et multos expoliantes, prelatam ecclesiam cum ómnibus iuris suis dono et concedo omnibus parentibus meis et Canonicis Regularibus, iure hereditario in ecclesia supradicta constitutis, ut ibi uiuant et semper Deo seruiant, secundum Regulam sancti Augustini.

Et mando et constituo ut omnes parentes mei Semper uictum et uestitum habeant; et cum consensu Canonicorum Martinum Stephani, nepotem meum, rectorem eiusdem ecclesie constituo; et post obitum eius lohamen, filium fratris mei, qui multas persecutiones in tempore guerre mecum sustinuit, cum uoluntate Cnnonicorum, eiusdem loci rectorem et dominum constituo.

Et insuper precipio ut non liceat burgensi episcopo aliquem dominum ibi constituere, nisi illum quem tota Congregatio uel pars senioris consilii, secundum Dei timorem et canonum decreta eligeret.

Et quodcumque feci sub potestate domini pape posui, et ecclesiam sancti Nicolay de Ortega constituo camaram de Roma; et in die obitus mei usque in perpetuum dominus de Ortega annuatim IIII aureos domino pape persoluat.

Et si aliquis, quod ilicitum est, hoc meum factum per negligentiam et insipientiam et paupertatem, aut per aliquam uim rumpere temptauerit, et ecclesiam supradictam alienare uoluerit, nullam potestatem habeat.

Et insuper mando et precipio canonicis reguiaribus, ut si aliquis hoc meum factum preterierit. ipsi ante presentiam domini pape querimoniam suam sine dilatione hostendant.

Facta carta in mense iunii, sub era Ma Ca LXXXXa, regnante Imperatore in omni regno suo.

Huius rei sunt testes:

 Iª columna: Rodericus Episcopus de Calagurrensis , ts. Sancius de Grannon, Capellanus Calagurrensis Episcopi, ts. Gundisalvus Plagado, Sacrista Sancte Marie, ts. Dompnus Martinas de Villa Longa, ts. Petrus Abbas de Quintana Fortuno, ts. Comes Lupus de Nagera, ts. Sancius Diaz frater eius, ts. Roi Munioz de la Vieia, ts. Munio Diaz de QuintaníIIa de Bon, ts.

 2ª. columna: Didagus Belaschez de Quintana Fortuno, ts. Ferrandus Belaschez, frater eius, ts. Didagus Munioz de Finiestra, ts. Dominicus Ferrandez de Hevea, ts. Alvarus Roiz de Massiella, ts. Dompnus Christoforus de Terradus, ts. Didagus de Val de Monecha, ts. Martínus Munioz de Finiestra, ts.

Martinus Clericus Regis scripsit.

 

El documento es bien conocido de todos los biógrafos del santo. Traducido del latín dice así:

 

En el nombre de Dios. [1]

 Sea conocido de todos, tanto los hoy presentes como los que vendrán detrás, que yo, Juan[2] de Quintana Hortuño[3], por la gracia de Dios, señor de Ortega[4], de la iglesia de san Nicolás y de la casa que, con mi hermano Martín, construí para servicio de los pobres en el Camino de Santiago, aquel lugar donde paraban bandidos que día y noche asesinaban a los peregrinos a Santiago y asaltaban a muchos, [el que edifiqué] con mis recursos y con los de mi hermano, esa más arriba citada iglesia, la dono y la concedo con todos sus juros, en régimen hereditario, a todos mis parientes y a los Canónigos Regulares establecidos en dicha iglesia, para que vivan allí y siempre sirvan a Dios según la regla de san Agustín.

 Y mando y dispongo que siempre todos mis parientes tengan sustento y vestido.

Y con el consentimiento delos Canónigos, hago rector de la citada iglesia a mi sobrino Martín Estébanez; y, para después de su muerte, con la voluntad   expresa   de   los   Canónigos, nombro rector y señor del citado lugar a Juan, el otro hijo de mi hermano; [mi hermano]que ha sufrido conmigo muchas persecuciones en tiempos de guerra.[5] 

Ordeno, además, que no le sea   permitido   al   obispo   de   Burgos poner allí otro señor sino el que toda la comunidad o parte del consejo soberano hubiere elegido, según el temor de Dios y las disposiciones canónicas.

Pues todo [esto] que he hecho lo he puesto bajo la autoridad del papa, [nuestro] señor, y a la iglesia de san Nicolás de Ortega la convierto en una dependencia propiedad de Roma y desde el día de mi muerte y a perpetuidad, el señor de Ortega pague anualmente 4 maravedíes de oro al papa, nuestro señor.

Y, si alguien, cosa que queda prohibida, bien por negligencia o  por ignorancia, o por indigencia o cualquier otra apremiante necesidad, intentare deshacer lo que yo he hecho y quisiere enajenar la iglesia más arriba citada, que ningún poder tenga para hacerlo.

Y otrosí mando y ordeno a los Canónigos Regulares que si alguien olvidare esto dispuesto por mí, a ese, en presencia del papa, nuestro señor, de inmediato le hagan conocer su falta.

Documento hecho en el mes de junio de la era de 1190.[6] Reinando el Emperador[7] en todo el reino.

Son testigos de ello: Rodrigo, obispo de Calahorra. [8] García, arcediano de Nájera. Sancho de Grañón, capellán del obispo de Calahorra. Gonzalo Plagado, sacrista de santa María. D. Martín de Villalonga. Pedro, abad de Quintanaortuño. El conde Lope de Nájera.[9] Sancho Díaz, su hermano. Ruy Muñoz de la Vieja. Muño Díaz de Quintanilla de Bon. Diego Velázquez de Quintanaortuño. Fernando Velázquez, su hermano[10]. Diego Muñoz de Hiniesta. Domingo Fernández de Hevea. Álvaro Ruy de Mansilla. Don Cristóbal de Terrados. Diego de Valdemunecha. Martín Muñoz de Hiniesta.

Martín, clérigo (amanuense) del rey, lo escribió.

 

 

 

Comentario

 

El documento está fechado sin precisar día en junio de 1002, 11 años antes de la muerte del santo. El documento tampoco dice el lugar en el que fue formalizado. A partir de la relación de testigos, ya el Padre Flórez se planteó la razonable hipótesis de que fuera en Nájera. A primera vista, con Nájera están relacionados los eclesiásticos: Rodrigo, obispo de Calahorra; García, arcediano de Nájera; Sancho de Grañón, capellán del obispo de Calahorra; Gonzalo Plagado, sacrista de santa María, y los laicos: el conde Lope de Nájera y Sancho Díaz, su hermano. El documento es efectivamente un testamento, es la expresión inequívoca de la última voluntad del santo sobre cómo debe gobernarse su fundación después de su muerte. Pero si se quiere entender el planteamiento del santo habrá que recordar cómo había sido su vida hasta 1002 y cómo será después.

San Juan de Ortega, un hombre de clara vocación religiosa que terminará siendo sacerdote, aprende de la mano de santo Domingo de la Calzada a servir a Dios siendo útil al prójimo. Santo Domingo dedica su vida a practicar la obra de misericordia de dar posada al peregrino, y a hacerlo  en una zona determinada del Camino de Santiago.

Esa obra de misericordia —“misericordia” quiere decir “solidaridad”, es decir, compartir el sueldo—, como lo son todas las ayudas al prójimo de tradición netamente evangélica, es muy material y práctica: se trata de serle útil al peregrino, facilitándole techo, proporcionándole descanso, alimentación y los cuidados materiales que precise.

Santo Domingo lo hace a lo grande: construye  y cuida diligentemente un camino de buen firme, hace y mantiene  duraderos  puentes  donde hace falta; y cuida, desde una bien montada casa de acogida, la salud y la seguridad física y jurídica de los peregrinos. Todo ello sin descuidar las atenciones espirituales, en el caso de que se las soliciten.

En esa tarea recibe el apoyo del muy inteligente gobernante que es Alfonso VI. Para Alfonso VI, el Camino de Santiago es una vía de comunicación religiosa, evidentemente, pero sobre todo lo es política, económica y cultural. Alfonso VI, como  Sancho Garcés I y la reina Toda,  como Sancho el Mayor y los mejores políticos de la España cristiana altomedieval que les precedieron o siguieron, quería una España europea, no asiática o africana. El Camino de Santiago demostró ser instrumento eficaz de europeización. Por eso los políticos españoles europeístas lo protegieron.

A la muerte de santo Domingo de la Calzada, san Juan de Ortega, huyendo de las nefastas consecuencias sociales derivadas de la crisis política que acarrea la difícil sucesión de Alfonso VI y queriendo aprender de lo que ocurre en la peregrinación cristiana por excelencia, va a Jerusalén. Es justo el momento en que están naciendo instituciones tan importantes  para la protección de peregrinos y viajeros a Tierra Santa como lo son los Caballeros de san Juan (1113) o los Templarios (1119).

De su peregrinación se trae la devoción a san Nicolás de Bari, el patrón de los desvalidos y desamparados en mar y en tierra, y la idea de formar una comunidad dedicada a la protección de los peregrinos y viajeros que siga la regla de san Agustín. Esto, de alguna manera, era imitar, en la medida de sus posibilidades, la idea primitiva de los Caballeros Hospitalarios. Y, hombre medieval práctico, se trae también reliquias con las que prestigiar la futura capilla del complejo asistencial que pensaba edificar,

Como antaño lo hiciera su maestro santo Domingo, escoge, en el Camino de Santiago, un punto negro por ser guarida de bandidos y allí funda, con la ayuda económica de su hermano y benefactor, una capilla dedicada a san Nicolás y una casa de acogida para peregrinos y viajeros, atendida por personal de su propia familia y de fuera de ella, todos ellos, y él el primero como su superior, observantes de la regla de san Agustín.

El programa es idéntico al de Santo Domingo de la Calzada: construcción y cuidado diligente del firme del camino, mantenimiento de sus puentes, sostenimiento de un buen centro de acogida para peregrinos y viajeros a los que además se les proporciona seguridad física y jurídica. Se trata, en definitiva, de algo tan de siempre como es asegurar la libre circulación de viajeros y mercancías, en este caso, por el Camino de Santiago.

En 1138 logra poner su obra, que ya tiene un funcionamiento satisfactorio, bajo la protección directa del papa y declara todas las posesiones que la sustentan, las presentes y las futuras, propiedad de la Santa Sede. Así la deja al resguardo de los mangoneos eclesiásticos y políticos locales.

En 1142 el santo y su obra gozan de un amplio prestigio social y Alfonso VII decide asegurarle, mediante la concesión del señorío de Ortega, una generosa  fuente de ingresos económicos para que mejor cumpla su labor asistencial. La ampliará en 1001. Su sucesor Sancho III de Castilla seguirá haciéndolo en 1002 y 1005.

El santo cuida el buen funcionamiento del Camino en los alrededores de su fundación, en los que incluye las comunicaciones entre pueblos próximos a ella aunque por allí no pase el Camino.

Para que, según la tradición, no se le acusase de egoísmo y avaricia en la gestión de las limosnas y donaciones que recibía, decide sufragar también obras necesarias para la mejora de otros puntos del Camino. Las fuentes le atribuyen ayudas económicas y asesoramiento en la gestión de diversos hospitales, incluidos los de Nájera, pero sobre todo la financiación y supervisión de las costosas obras de la reiterada reparación del Puente de Piedra de Logroño, de la del de Santo Domingo de la Calzada y de la construcción del de Nájera.

 En los puentes de Logroño y de Nájera contó durante siglos con humilladeros que recordaban su labor y los vecinos del contorno de Ortega le instituyeron diversas y duraderas muestras de acción de gracias.

La intervención  del santo en estas obras, como la de su maestro Santo Domingo hay que entenderla como la de promotores que encargan, vigilan y financian las obras con las limosnas y donaciones que han recibido. Los constructores —arquitectos, ingenieros y albañiles— son otros. Esos otros son la mano de obra contratada por ellos, y por desgracia, como su profesión es considerada servil, no liberal, han quedado en el anonimato para siempre.

Es el reconocimiento a esta labor de eficaces promotores y al merecido prestigio de buenos gestores de obras sociales y de servicios públicos lo que les dio universal fama de lo que en su tiempo se llamaba “santidad”. Ni Domingo de la Calzada ni Juan de Ortega, ni antes Domingo de Silos ni, el maestro y modelo de todos ellos, Millán de la Cogolla, fueron extremados ascetas ni elevados místicos. Tampoco fueron muy dados a los milagros. Lo suyo era, como decía un viejo cura de Huércanos: «A Dios rogando, pero, a la vez, el ingenio aguzando y el asunto trabajando». Lo que realmente fueron, cada uno en su tiempo, en sus circunstancias y a su manera, es amigos del pueblo, benefactores de la humanidad que les rodeaba. En una palabra: en ellos la santidad es el ser hombres útiles para venir en auxilio de las necesidades materiales de sus convecinos.

Es cierto que a Nájera vino san Juan de Ortega asiduamente en su jumentillo de cuyos pobres arreos él mismo era el guarnicionero. Aquí se encontró repetidamente con su benefactor don Rodrigo, el obispo de Calahorra, que residía en Nájera desde 1147. También con don Lope Díaz de Haro, apodado el de Nájera, gobernador de la ciudad, que fue padre de don Diego López de Haro el Bueno, el héroe de las Navas. El conde Lope Díaz de Haro, el de Nájera, y su familia fueron amigos y protectores del santo a quien encargaron la supervisión de la gestión del Hospital de Emperador, en la calle Mayor najerina, obra protegida especialmente por el conde de Nájera.

De Nájera, en los días finales del mes de mayo de 1163, salió el santo para morir en su  fundación  de  Ortega.  En la España Sagrada, el P. Flórez (1702-1773)[11], uno de sus mejores biógrafos, cuenta que al santo, estando en Nájera,

«Le vino una enfermedad no grave al parecer de los demás, pero el santo conoció ser la última, por lo que llamó al conde don Lope, gobernador de la ciudad, y a otros señores capitulares y les declaró cómo Dios lo llamaba para sí; que lo llevasen al convento de Ortega, donde deseaba morir. Los señores, aunque muy sentidos de que les faltase aquel consuelo, dispusieron modo de conducirle en una especie de litera o andas, pues ya los muchos años, trabajos y penitencias lo tenían debilitado, y estando fuera de la ciudad, hizo le volviesen a ella su cara para bendecirla: pidió a Dios la paz de la Iglesia, frutos de la tierra y el bien de aquellos ciudadanos; y levantando como pudo la mano, le echó la bendición, despidiéndose tiernamente de los que le salieron acompañando, aunque algunos prosiguieron con sus discípulos hasta el monasterio de Ortega.»

El santo falleció poco después de llegar a su destino, el 2 de junio de 1163, más o menos a los 83 años de edad.

 


 

Notas

[1]Documento original. Pergamino apaisado, 32 por 25 cm., deteriorado  en el ángulo inferior izquierdo sin detrimento del texto, salvo la calificación de testigos en los confirmantes de la segunda columna.- Escritura francesa, siglo XII; catorce renglones de texto más once de suscripciones. Fechado en junio de 1002. Archivo Parroquial de San Juan de Ortega (Burgos). Publicado por Flórez, España Sagrada, 27 (1824) p. 188; Vázquez de Parga, Luis, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, 1948, III, ps. 16-17, c. 4; M. Martínez Burgos, “San Juan de Ortega”, Boletín de la Institución Fernán González, XXX (1951) 361-378.

[2] Juan Velázquez de Quintanaortuño, san Juan de Ortega (Quintanaortuño, 1080 - San Juan de Ortega, 2 de junio de 1163).

[3] Hoy  Quintanaortuño. Municipio de la provincia de Burgos a 13 km de la capital.

[4] “El Emperador Alfonso VII, por diploma fechado en 1142, le otorgó con título de señoría «illud regalengum de Monte de Oca, quod est ínter Hortegam de sursum et Hortegam deorsum», aquél realengo de Montes de Oca, que cae entre Ortega de arriba y Ortega de abajo; lo cual movió en adelante a Juan de Quintanaortuño a titularse en su testamento «senior de Hurtega», señor de Ortega, y a apellidarse ya para siempre Juan de Ortega, en lugar de Juan de Quintanaortuño.”

M. Martínez Burgos, O.C., p. 362.

[5] San Juan de Ortega se refiere al largo periodo de grave inestabilidad política sufrido por León y Castilla, desde la muerte de Alfonso VI hasta la llegada al trono de su nieto Alfonso VII, el Emperador. Todo el reinado de la reina Urraca (1109-1126) y los 10 primeros años del  reinado de Alfonso VII.

[6] Junio de 1002.

[7] Alfonso VII de León el Emperador  fue rey de León y de Castilla (10 de marzo de 1126 - 21 de agosto de 1007)

[8] Rodrigo de Cascante (obispo de Calahorra 1146-1190).

[9] Lope Díaz I de Haro (hacia 1110 – fallecido 6 de mayo de 1170), llamado el de Nájera, primer señor de Haro. Cuarto señor de Vizcaya entre los años 1124 y 1170. Conde de Nájera (a. 1126-1170).  Alfonso VII de León, con el apoyo de Lope Díaz, penetró en La Rioja apoderándose de ella. Tras la muerte de Alfonso VII, Lope siguió sirviendo a su sucesor Sancho III de Castilla, obteniendo el título de Alférez Real, como aparece desde 1008. Padre de Diego López II de Haro el Bueno o también el Malo (circa. 1002–16 de septiembre de 1214).

[10] Estos dos hermanos Velázquez de Quintanaortuño son seguramente parientes  de san Juan de Ortega.

[11] Flórez , Enrique, España Sagrada, XXVII, Madrid,1772, columnas 351-392.

 

 

 
 

 

 

Finales mayo de 1163.

En Nájera, con San Juan de Ortega

 

 

 

Antonino M. Pérez Rodríguez