Frescos del ábside de la iglesia románica de San Andrés en Tabliega (Burgos)

 

Ofrecemos unas páginas (53-63) del magnífico estudio del Profesor Crosas López, de la Universidad Carlos III de Madrid, para ilustrar el tema del Libro de Alexandre, sus fuentes y difusión en las literaturas medievales europeas. Más abajo se incluye el índice completo del estudio, así como una buena cronología del mismo autor.
La versión electrónica está disponible en e-Archivo: http://hdl.handle.net/10016/8346.

 

 

 

3. TEMAS Y CICLOS

 

 

3.1. Troya

         Entiendo por materia troyana tanto el conjunto de leyendas en torno a la guerra de Troya y su destrucción por los griegos como su derivado, el ciclo de Eneas. En los inventarios que conservamos de bibliotecas medievales abundan estas historias. En catálogos antiguos y modernos se mencionan bajo los nombres de Historia troyana o Crónica troyana textos muy diversos, no siempre relacionados entre sí. Son muchas las versiones distintas y múltiples la relaciones intertextuales entre lo que podrían parecer testimonios manuscritos o impresos de un mismo texto.

Por ceñirnos a las bibliotecas bajomedievales peninsulares, la de rey de Aragón Martín el Humano contaba entre sus libros con tres volúmenes sobre la historia troyana, según el inventario de 14101. Y hacia finales de ese siglo la reina Isabel de Castilla tenía dos ejemplares de una crónica troyana, uno de ellos impreso2. En la biblioteca de don Alonso de Pimentel, tercer Conde de Benavente (inventariada hacia 1447) había por lo menos dos libros sobre el tema: la versión castellana de la Historia de Guido de Columnis de Pedro de Chinchilla y otra no identificada. En la del Marqués de Priego (el inventario es ya de 1518) estaban la Aquileida de Estacio y el Filóstrato de Boccaccio. También de inicios del XVI es el catálogo de la librería de un médico valenciano, en la que no falta tampoco una manuscrito sobre la guerra de Troya3. Pero no sólo en manos de nobles o universitarios se hallan estos volúmenes sino también en las de mercaderes4.

En la biblioteca del Marqués de Santillana, el gran bibliófilo del siglo XV en Castilla, hubo al menos seis crónicas medievales de Troya, cinco de las cuales se conservan hoy: la llamada Versión de Alfonso XI (c. 1350) del Roman de Troie de Sainte-Maure, una Historia troyana polimétrica (BNE, ms. n° 10146), la traducción gallega de la Versión de Alfonso XI (BNE, ms. n° 10233), una copia de las Histories troyanes de Conesa (en catalán), un compendio de una Historia troyana de Guido de Columnis en aragonés, de Juan Fernández de Heredia (BNE, ms. n° 10801) y una versión castellana, no sabemos cuál, de la Historia de Guido de Colum-nis (manuscrito perdido)5. Pero pieza aún más interesante, pues supone una innovación en la tradición textual, es la anónima versión al castellano de los libros de la Ilíada que tradujo al latín Pier Cándido Decembrio a mediados del siglo XV para el rey Juan II de Castilla y que fue a parar en breve a manos del Marqués. Se trata del primer Homero auténtico en España y no debió de ser de fácil acceso para la mayor parte de poetas de la época6.

El punto de partida de esta tradición es doble: la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio. A diferencia de la Eneida, los textos homéricos originales permanecen inaccesibles hasta el siglo XIV en Italia y hasta bien entrado el siglo XV en España. Aun así Homero forma parte del canon de autores y, envuelto en una aureola mítica, su figura está documentada a lo largo de toda la Edad Media. Aunque separados por ocho siglos ambos autores y ambos núcleos temáticos aparecen como muy semejantes a los ojos de los poetas y enciclopedistas del medievo7.

Pero ¿qué une a Homero con las heroínas y guerreros troyanos de la Literatura medieval? Mientras duermen los textos homéricos se da un continuo de traducciones, versiones, compilaciones y copias más o menos libres que dan lugar a una multitud de textos y de manuscritos bajo títulos muy semejantes. El texto homérico permanecerá inaccesible durante siglos, pero sobrevivirá siendo leído en los resúmenes y obras que parten a su vez de él, como el Excidium o los relatos de Dares y Dictis. Hay cuatro grupos de textos de decisiva influencia: los antiguos (Ilíada, Eneida y Ovidio); los tardoantiguos (Dares, Dictis e Ilias latina); los medievales (el Roman de Troie y la versión latina de éste por Guido de Columnis); y por último los tardomedievales: los dos «Horneros castellanos», el de Mena y la traducción anónima vinculada a la persona del gran Cardenal Mendoza.

El texto-origen es la Ilíada de Homero, a la que aún en la Antigüedad precristiana suceden un buen número de poemas cuya existencia se conoce por los resúmenes de Proclo y la Biblioteca de Apolodoro y que no interesan desde el punto de vista de la transmisión del tema. Los otros textos-origen antiguos son las Metamorfosis y las Heroidas de Ovidio y, sobre todo para el ciclo de Eneas, la epopeya de Virgilio. Ya en la era cristiana Ptolomeo Queno de Alejandría (c. 100) compone una Historia de Troya y Quinto de Esmirna (siglo IV) reúne en catorce libros todos los hechos de la guerra de Troya8.

Parece ser del siglo I el resumen de la obra de Homero en 1070 hexámetros latinos conocido como Ilías Latina, Libri Homerus o también Homero latino, que hace las veces de la Ilíada en Occidente entre los siglos VI y XIV, hasta que se recupere el texto homérico y se vierta al latín. Ha conocido diversas atribuciones: a Píndaro (en el siglo XI); a un desconocido Píndaro Tebano (quizá resultado de una lectura errónea) en el siglo XIV y a Silio Itálico (siglo XIX). Actualmente, siguiendo el testimonio de algunos manuscritos, se atribuye a Baebio Itálico. Pudo ser un texto de carácter escolar, que al principio se transmitiera junto con los relatos de Dares y Dictis; en el siglo XI formaba parte de los Libri Catoniani y a partir del siglo XIII suele aparecer junto a otras obras como la Aquileida de Estacio. En España se conservan algunos ejemplares, casi todos ellos del siglo XV. En la segunda mitad del siglo XII Simón Aurea Capra, que se inspira también en Virgilio y Ovidio, la versifica en los 497 dísticos de su Ylias9.

Otro texto derivado de la Ilíada y que conoce algunas reelaboraciones medievales es el anónimo relato latino en prosa conocido como Excidium Troiae, fechado primero en el siglo XII y más recientemente en el s. VI, que no debe confundirse con el De excidio Troiae historia, de Dares Frigio, del que es totalmente independiente. Ambos proceden, cada uno a su modo, del texto homérico.

Es curiosamente oscuro el origen de los anónimos Dictis y Dares, los dos textos sobre Troya que son fuente común para la mayor parte de poetas e historiógrafos medievales. Dictis Cretense es el autor del Ephemeris belli troiani, la más temprana y extensa de ambas narraciones -tres veces más que Dares- y que cuenta los hechos que acaecen desde el rapto de Helena hasta la muerte de Ulises. La historia está dividida en seis libros; los primeros cinco relatan el sitio y destrucción de Troya y el sexto el retorno de los griegos a su patria. El texto guarda ciertas proporciones y está escrito en un latín no desdeñable. La fecha de composición del texto latino ha sido fijada en el siglo IV, aunque, si atendemos a los argumentos internos del relato, debemos suponer la existencia de un original griego anterior; según el propio texto, lo que conocemos sería la traducción al latín que Lucio Septimio (autor de la carta que ha precedido siempre el texto de Ephemeris) habría hecho del texto griego, a su vez traducción ofrecida a Nerón del original fenicio en tablillas, que habría sido encontrado en Creta, en la misma tumba del combatiente Dictis. Hay fragmentos de un posible original griego fechados en dos momentos: el año 206 y la época de Nerón. Por otra parte, Griffin compara el texto de Dictis con narraciones bizantinas de tema troyano que lo citan como fuente y llega a la conclusión de que el Dictis al que se refieren es distinto y lógicamente anterior al texto latino que conocemos y que sería fuente común de éste y de aquéllas.

El texto del De excidio Troiae historia de Dares Frigio es del siglo VI. De menor calidad que el de Dictis, consiste en un conjunto de relatos en cuarenta y cuatro breves capítulos redactados en un rudo latín. Comienza con la expedición de los argonautas y acaba con la destrucción de Troya, a la que dedica menos espacio que a sus antecedentes. Se plantea la misma duda que con Dictis: ¿existió un original griego, como también pretende el texto introductorio? El autor de éste, Cornelio Nepote (s. I a.C.), asegura haber encontrado el relato autógrafo de Dares en una biblioteca de Atenas. Se trata como en Dictis de una falacia. Pero aunque pudo existir un Dares en griego, no conservamos vestigios10.

Dares y Dictis desplazan no sólo el Excidium, las Periochae y la Ilias latina sino al mismo Homero. Ambos relatos tienen en común la pretensión historiográfica, el antihomerismo y la falacia de autor-protagonista; mientras Dictis se presenta como combatiente entre los griegos, Dares vive la catástrofe en el bando troyano. Lógicamente, con el punto de vista varía el posicionamiento del narrador: Dares es protroyano y Dictis progriego. Si Dictis pretende ofrecer una versión fidedigna de los acontecimientos, Dares va más lejos: se presenta como reivindicador de la causa troyana, tan desfavorecida por el relato de Homero. La suplantación del texto homérico y de sus resúmenes latinos primitivos por estos dos relatos durante tantos siglos va de la mano del crédito que como historiadores merecen. Aun conociéndose los textos homéricos, hasta el siglo XVIII no se duda positivamente de su historicidad. Excepto fenómenos aislados, como la opinión de Luis Vives, fue general la aceptación de la veracidad de Dares y Dictis. Efectivamente, estos relatos latinos inciden poco en los aspectos mitológicos; los dioses no son nunca causa de los acontecimientos.

La pervivencia de Dares -también la de Dictis, pero en menor grado- es extraordinaria. Encontramos sus nombres como garantía de historicidad en multitud de textos. Se inspira directamente en Dares el anónimo latino en verso titulado Historia troyana Daretis Frigii, compuesto hacia 1150, así como la Frigii Daretis Ylias, del inglés Joseph Iscanus o de Exeter, compuesta en 3673 hexámetros hacia 1180, y la Histoire ancienne jusqu'á César (c. 1230), fuente importante de los episodios troyanos de la General estoria. También utilizan el De excidio Albert von Stade en su Troilus (1249) y el anónimo autor del Ovide moralisé (1316-1328); estos dos textos presentan además un fenómeno singular: ambos recurren también a la Ilias latina, lo que supone una interesante combinación de dos tradiciones textuales con pocas intersecciones11. A mediados del siglo XV Santillana apela todavía a la autoridad de Dares y Dictis12:

De las huestes he leído

que sobre Troya vinieron,

e quáles e quántas fueron,

segund lo recuenta Guido;

e non menos he sabido

por Daires sus deffensores,

e sus fuertes valedores

Dites los ha resumido.

El siglo XII conoce en Francia un florecimiento extraordinario de textos de tema antiguo, del que son fruto el Roman de Thébes, el Roman d'Alexandre, el Roman d'Énéas y el Roman de Troie. Estos dos últimos tratan directamente la materia de Troya pero es el Roman de Troie (c.1160) de Benoit de Sainte-Maure (t c. 1189) quien conocerá una mayor difusión por toda Europa. Con sus treinta y tres mil versos es la gran suma troyana de la Literatura medieval. Goza de gran autoridad hasta el siglo XVI y prolonga decisivamente la credibilidad de Dares y Dictis a expensas de la del propio Homero, a quien se le achaca que no fuera testigo ocular de los acontecimientos (a diferencia de Dares y Dictis), así como que atribuya el desarrollo de la acción a la voluntad de los dioses tanto o más que a los méritos de los mortales. En cambio, Dares, cuyo texto ha sido encontrado por Cornelio Nepote en su escuela de Atenas, sí merece crédito13.

Dos son las sumas troyanas en los siglos XII-XV: el Roman de Troie de Sainte-Maure y la su versión latina por Guido de Columnis. En España siguen el texto del Roman de Troie la Historia troyana polimétrica (versión en castellano de la historia troyana en que alternan prosa y verso), la Crónica troyana de Alfonso XI y su versión al gallego y los capítulos de tema troyano de la General estoria (a través de la Histoire ancienne jusqu'á César)14.

Por un manuscrito escurialense (L.ii.16, c. 1400), que contiene también fragmentos de la versión de Alfonso XI y de la de Guido de Columnis, conocemos la Polimétrica, que procede directamente del Roman de Troie. Diversas son las fechas de composición que se le han adjudicado. La más antigua, propuesta por Menéndez Pidal, c. 1270. Un códice delicadamente miniado (H.j.6 de El Escorial) nos conserva íntegra otra versión castellana del Roman de Troie mandada hacer por Alfonso XI y acabada c. 1350. De ella derivan tanto la Crónica troyana en gallego de 1373 (ms. 10233 de la BNE) como la bilingüe gallego-castellana, también del siglo XIV (ms. 325 de la Biblioteca Menéndez Pelayo), que contiene interpolaciones procedentes de los textos alfonsinos15. Según Casas (La materia, 223 y ss.), la Polimétrica y la Versión de Alfonso XI probablemente derivan de una misma versión iberorrománica del Roman de Troie, hoy desconocida, en gallego-portugués.

Derivan también mediata e inmediatamente del Roman de Troie buena parte de los episodios troyanos de la General estoria, de los que también son fuente la Alexandreis de Gautier de Chátillon y los Integumenta Ovidii de Juan de Garlandia. Siguió también el extenso relato de los hechos de Troya que el Libro de Alexandre (cuadernas 322 a 762) pone en boca del propio Alejandro. A su vez el autor del Libro de Alexandre había seguido el relato de la Ilias latina, lo que da lugar a una interesante intersección de tradiciones. En este romance de clerecía la digresión que supone el discurso sobre Troya tiene una función estructural muy concreta: hace de espejo de los hechos y de la situación del propio Alejandro. Además, es obra enciclopédica que se propone dar un gran repaso -revisa y expone- a Alejandro y a Troya, las dos grandes leyendas antiguas del medievo16.

Hacia 1287 el italiano Guido de Columnis o de Colonna traslada el Roman de Troie a prosa latina en su Historia destructionis Troiae, dando lugar a uno de esos curiosos fenómenos a que nos tiene acostumbrados el estudio de la recepción literaria, pues no sólo genera otra línea en la tradición troyana sino que llega a suplantar casi totalmente la anterior a finales del siglo XIV. Columnis no se conforma con refundir en latín el texto de Sainte-Maure sino que él mismo retoma a Dares y a Dictis17.

Al menos cinco textos hispánicos de tema troyano siguen a Guido de Columnis como fuente principal. En 1374 Jaume Conesa concluye su traducción al catalán18. Juan Fernández de Heredia, entre 1377 y 1396, traduce el texto al aragonés. Mas la primera versión hispánica de la obra de Guido de Columnis se compone en castellano: son las Sumas de historia troyana, atribuidas a Leomarte y compuestas en el siglo XIV, que nos han transmitido dos manuscritos de la Biblioteca Nacional19. Como en el Filóstrato de Boccaccio -obra conocida en nuestro siglo XV- en ellas se encuentran las dos tradiciones, la francesa y la italiana; sigue a Sainte-Maure a través de la General estoria además de a Guido de Columnis, a quien traduce20. Fue obra popularísima, y fue tomada como fuente de sucesivas historias de Troya. De las Sumas y del propio Guido proviene La crónica troyana de Pedro de Chinchilla, acabada hacia 1443 para don Pedro de Pimentel, Conde de Benavente (ms. 326 de la Biblioteca Menéndez Pelayo). También del siglo XXV y amalgama de la Historia de Guido y de las Sumas de Leomarte es la Crónica troyana impresa de 1490 que conoció quince ediciones; la última, en 158721.

Probablemente en estas versiones del XV se inspiran los primeros romances de tema troyano, como La cacería de Dido y Eneas, compuesto alrededor de 1500; el Romance de la reina Elena y el Romance de Ver-gilios, que son la lograda simbiosis entre la tradicionalidad del género y la afición erudita a la materia antigua. El primero altera el episodio de la Eneida combinando la invención con las dos versiones del personaje femenino (Dido-desdeñada y Dido-casta), pues Eneas aparece como agresor injusto de Dido, que desde el primer momento quiere guardar la fe debida al difunto Siqueo22.

En el siglo XV, en plena vigencia de las fuentes apuntadas, se produce la recuperación de otras fuentes de la materia troyana: la Ilias latina, la Eneida y la Ilíada de Homero. En el caso de la Eneida no se trata de una recuperación del texto, que no había sido nunca olvidado, sino sólo de su uso como fuente específica de la materia de Troya, que hasta entonces no era de inspiración virgiliana. Pero en cualquier caso, no hubo un corte con la tradición. Así Enrique de Villena, al glosar su traducción de la Eneida, acude a Guido de Columnis y a otros autores de la tradición inmediatamente anterior23.

Hacia 1444 Juan de Mena compone la Yiada en romance, Omero romangado o Sumas de la Yliada de Omero, versión castellana de los 1070 hexámetros de la Ilias latina. Ésta pudo ser fuente directa de los motivos troyanos de muchos poetas de la segunda mitad del siglo XV: otro enriquecimiento del acervo troyano sin pérdida de la tradición multiforme Dares-Dictis/Sainte-Maure/Columnis. Mena es consciente de la enorme distancia que media entre la Ilias y el texto homérico y así lo declara en el proemio dirigido a Juan II. Por eso dista tanto su traducción castellana del texto latino24.

Pier Candido Decembrio, erudito italiano, dedicó al propio Juan II la traducción de la Ilíada, cuyo texto griego circulaba en Italia desde el siglo anterior y Leoncio Pilato había ya traducido al latín en tres ocasiones: c. 1358, los libros I-IV para Petrarca; c. 1360, toda la obra para Boccaccio y una tercera que conservamos en un manuscrito de la Marciana. En 1405 Leonardo Bruni tradujo al latín parte del libro IX. Y hacia 1441 Pier Candido Decembrio realizó la suya de los libros I-IV y X. Poco después, Lorenzo Valla volvió a traducir a la misma lengua los libros I-XVI. Decembrio dedicó y envió al rey de Castilla su versión latina. Qué hizo el rey con dicho códice, no sabemos. Sí aparece, sin embargo, en poder de Santillana muy poco tiempo después, cuando pide a su hijo, el futuro Gran Cardenal, que le traduzca al castellano dicha versión latina. En la biblioteca del Marqués de Santillana estuvo efectivamente la primera traducción castellana conocida de la Ilíada de Homero, hecha a partir de la versión latina de Pier Cándido Decembrio (libros I-V y X) y de la del Aretino (fragmentos del libro IX). En la carta prefacio se alude a la carta del Marqués a su hijo, lo que hizo suponer a Schiff que el autor de la traducción fue éste; sin embargo, no es seguro que el traductor fuera el futuro cardenal, aunque que sí pudo serlo de los opúsculos de Decembrio (la vida de Homero, etc.) que acompañan la traducción. Ésta se realizó necesariamente entre 1446 y 1452, después de que Mena compusiera su Yliada en romance, que también conocía Santillana.

 

 

3.2. Alejandro

Alejandro Magno es uno de los personajes más fascinantes de la Tradición Occidental. Aun hoy sigue cautivando, aunque sea en muy cuestionables novelas históricas y producciones cinematográficas. Tanto las proezas realizadas por el Alejandro histórico como la leyenda que a lo largo de los siglos ha ido enriqueciendo su figura lo han hecho emblema del valor, la justicia, la liberalidad, la ambición. Hasta la Modernidad (y casi desde su misma muerte) mucho de lo que consideramos mito o leyenda fue tenido por rigurosamente histórico. En la Edad Media además Alejandro resultaba un personaje próximo. Significativa mixtura -siguiendo una estricta proporción- es la que se produce en los nueve de la fama, quintaesencia de la caballería, un elenco en que se dan cita personajes históricos y ficticios de distintas tradiciones: Héctor, César, Alejandro, Josué, David, Judas Macabeo, Arturo, Carlomagno y Godofredo de Bouillon25.

Pero el Alejandro de los textos medievales no es unidimensional. Hay varios Alejandros: uno, muy importante, es Alejandro caballero, asimilado a la cultura caballeresca y a la épica. Pero también hay un Alejandro ético, cuya vida se articula en exempla morales: el caso más conocido, el de Alejandro y Campaspe. Y se puede atisbar también un Alejandro sabio: el que aparece, junto a otros filósofos, en la literatura sapiencial, que recoge sus «castigos», sentencias y cartas (por ej., en Bocados de Oro y Libro de los buenos proverbios), buena parte de los cuales nos llegan merced a las versiones árabes medievales.

Las fuentes históricas antiguas utilizadas por autores medievales son principalmente de la Historia adversus paganos de Orosio y de el De rebus gestis Alexandri Magni de Quinto Curcio Rufo, fuente de la Alexan-dreis de Gautier de Chátillon, que lo será a su vez de otros textos medievales. La Alexandreis es un poema latino en hexámetros compuesto entre 1178 y 1182, dedicado por el autor a su mecenas, el arzobispo Guillermo de Reims. Completa su fuente principal con el recurso a Julio Valerio, Justino y Josefo. Gozó de gran popularidad y se conservan muchos manuscritos. Beben en él la Alexanders geesten de Jakob van Maerlant, en holandés medieval, compuesto hacia 1256-1260; el Libro de Alexandre castellano; el Alexander alemán de Ulrich von Eschembach, elaborado entre 1270-1287, que es el poema medieval sobre Alejandro más extenso, con 28.000 versos; y las versiones islandesa (c.1260) y Checa (c. 1265). Rudolf von Ems vuelve sobre Quinto Curcio Rufo para componer los 21.643 versos de su Alexander, pero no deja de consultar todas las fuentes complementarias a su alcance, desde la Biblia a la Historia de preliis en su recensión J2. Los cronistas medievales, por su parte, beben preferentemente en Orosio, que ofrece una imagen crítica del caudillo pagano; es fuente de la Histoire ancienne jusqu'á César.

Pero principal fuente para todas las historias de Alejandro hasta la Modernidad no es un texto histórico sino la novela griega conocida como Pseudo-Calístenes (no conservada), compuesta probablemente en el siglo III, a partir de materiales de los primeros historiadores de la vida de Alejandro y de atribuciones míticas y fantasiosas, anticipadas ya de algún modo por los biógrafos coetáneos al Conquistador26.

Cuatro recensiones antiguas (α,β,γ y δ), que han dado lugar a multitud de textos, algunos perdidos, que constituyen una verdadera selva textual27. A diferencia de otros argumentos de la materia clásica, Alejandro (mejor dicho, el Pseudo-Calístenes) deviene un bien mostrenco y qua-sitradicional, que vivirá durante siglos en constante mutación. La recensión a debe de ser la más próxima al texto original de la novela, y de ella proceden otras tres versiones. Se conserva en un manuscrito griego y en dos traducciones, una armenia del siglo V y otra latina de Julio Valerio (s. IV). Está relacionada con esta recensión el material sobre Alejandro de Bocados de Oro (s. XIII). De la recensión P se conservan varios manuscritos griegos, una versión búlgara del siglo XII y un poema bizantino del XIV. De la recensión y se conserva un manuscrito en griego y las traducciones al serbio, hebreo y al griego moderno. y curiosamente, la versión 8, de la que no se conserva ningún manuscrito griego (se puede reconstruir a partir de otros testimonios) proceden la mayor parte de textos occidentales medievales. Se conserva una traducción siria, hecha sobre una persa, hoy perdida; una etíope, elaborada sobre una árabe, también perdida. Y finalmente la versión latina realizada en el siglo X por el Arcipreste León de Nápoles. Esta última versión es la conocida como Historia de preliis, de la que a su vez existen varias versiones o recensiones.

El Arcipreste León de Nápoles en el 950 es enviado a la corte bizantina por Juan II y Marino II, duques de Campania; allí transcribe el manuscrito que encuentra de la novela griega y lo lleva a Nápoles, donde por orden del duque Juan lo traduce al latín: el texto tiene éxito sin precedentes. Aunque el Pseudo-Calístenes había sido ya traducido al latín por Julio Valerio es ésta la versión latina en que beberán la mayor parte de autores medievales, en busca de anécdotas, datos y sentencias. De entre los poemas medievales vernáculos destacan por su riqueza y complejidad el castellano Libro de Alexandre, de principios del siglo XIII, y el Roman d'Alexandre francés, en su segunda versión, la atribuida a Alexandre de Bernai o de París (finales del s. XII). Conocemos dos traducciones castellanas de la Historia de preliis Alexandri Magni, la primera, más o menos completa, realizada en el siglo XIII por Alfonso el Sabio e incluida en la Cuarta parte de la General Estoria; la segunda, del siglo XV, de la cual no nos queda más que un capítulo, debida a Martín de Avila28.

En la lírica cancioneril peninsular Alejandro es un personaje evocado con frecuencia, tanto por su valor caballeresco y sus virtudes (valor, liberalidad) como, a modo de exemplum negativo, por su soberbia, que le hizo merecedor de una muerte a traición. Veamos dos ejemplos del Cancionero de Baena. Fernán Pérez de Guzmán, en un decir elegíaco a propósito de la muerte de don Diego Hurtado de Mendoza, almirante mayor de Castilla, recuerda la vana y efímera fama de los héroes antiguos29:

Del grand Alexandre allí çesará

su muy alta fama e grand nombradía.

Pompeo e Çésar, cada qual verá

notar los sus fechos en poca valía;

Gerónimo el santo estonçe será

en alto triunfo con grand alegría,

al qual Jhesu Christo riendo dirá:

«Vente, bendito, a la diestra mía».

Más positivo es el juicio que su pariente el Marqués de Santillana hace en los Proverbios o Centiloquio, decir filosófico moral en el que los héroes antiguos son modelos de virtudes30:

Usa liberalidad

e da presto,

que del dar, lo más honesto

es brevedad;

mesura la calidad

de quien darás,

e, vista, non errarás

en cantidad.

 

Alexandre con franqueza

conquistó

la tierra e sojudgó

su redondeza;

pues de Tito su largueza

valerosa

le da fama gloriosa de nobleza.

Alejandro Magno, que tanta fortuna tuvo en los textos, no estuvo ausente de las imágenes. Desde siempre su figura ha cautivado la imaginación de poetas y artistas, que fueron enriqueciendo la historia del caudillo macedonio con leyendas, a cual más sugerente. En la catedral de Otranto figura su nombre en una inscripción. En Borgo San Donino se representa el episodio de su subida al cielo por medio de una ingeniosa máquina voladora con dos grifos hambrientos, que nos cuenta también la cuaderna 2496 del Libro de Alexandre. Tampoco faltaron escenas de las proezas de Alejandro en aposentos reales, como el de Enrique III en el palacio de Claren-don o la cámara de la reina en el castillo de Nottingham. De modo análogo a las figuras mitológicas, aunque con menor alteración de sentido, Alejandro y su entorno sufren también transformaciones. En una de las ciento cincuenta y dos ilustraciones del Roman de toute chevalerie de Tomás de Kent (ms. O.9.34 del Trinity College de Cambridge, fol. 22) podemos ver a Alejandro ataviado según la moda del siglo XIII, presidiendo la ejecución de los asesinos de Darío que, por supuesto, tiene lugar en la horca. En un relieve de la segunda mitad del XIV procedente de la casa de la Almoyna de Valencia aparece Alejandro como espectador del episodio de la doncella que utilizó a Aristóteles como cabalgadura31.

 

 

NOTAS

1    Véase J. Massó i Torrents, "Inventari dels bens mobles del Rey Martí d'Aragó", Revue Hispanique 12, 1905, 413-590, 414, 426 y 442. Probablemente se trate del Roman de Troie para los dos textos franceses y quizá de la versión catalana que Jaume Conesa realizó de la obra de Columnis en el siglo XIV.

2   Véanse Francisco Javier Sánchez Cantón, Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica, Madrid, CSIC, 1950, 22 y también Antonio de la Torre y del Cerro, Testamentaría de Isabel la Católica, Barcelona, Vda. de Fidel Rodríguez, 1974, 112. No sé qué texto era el del códice. El impreso puede ser la Crónica troyana impresa de 1490.

3    Véase Isabel Beceiro, "Los libros que pertenecieron a los Condes de Benavente», Hispania (CSIC), 63, 1983, 237-280, 268, 278 y 263 y A. García, "Tres bibliotecas de médicos valencianos renacentistas, Luis Alcañiz, Pere Pintor y Pere Martí", Asclepio 26-27, 1974-1975, 527-546, p. 538.

4    Véase Antoni Iglesias Fonseca, Llibres i lectors a la Barcelona del segle XV. Les biblioteques de clergues, juristes, metges i altres ciutadans a través de la documentado notarial (anys 1396-1475), Bellaterra, Universitat Autónoma de Barcelona, 1996.

5    Schiff -La bibliothéque, 261 y ss.- considera que la crónica gallega se trata de una traducción del Roman de Troie, pero en realidad procede de una versión castellana del mismo, la de Alfonso XI. Igualmente -259-261- considera también que es una versión mixta en castellano (parte del XIV y parte del XV) de la obra de Sainte-Maure la refacción de dos textos (dos variantes de la Versión de Alfonso XI y la Polimétrica) que contiene el ms. n° 10146 de la BNE. Véanse también la edición de Ménéndez Pidal de la Historia troyana en prosa y en verso (Polimétrica), Madrid, Aguirre, 1934, XX; Agapito Rey y Antonio G. Solalinde, Ensayo de una bibliografía de las leyendas troyanas en España, Bloomington, Indiana University, 1942, 36-39; Guillermo Serés, La traducción parcial de la Ilíada del siglo XV, Bellaterra, Universidad Autónoma de Barcelona, 1987 [microforma], 25 y 42, notas 64 y 65; y Juan Casas Rigall, La materia de Troya en las letras romances del siglo XIII hispano, Santiago de Compostela, Universidad, 1999.

6    El manuscrito se conserva en la British Library de Londres, con la signatura Add. 21245. Ha sido editado por Serés en 1987: La traducción parcial de la «Ilíada» del siglo XV.

7    «En muchos poetas leí, / Homero, Vergilio, Dante, / Boecio, Lucán, desí / en Ovidio De amante...» Francisco Imperial, Decir en alabanza y loores del infante don Fernando, Cancionero de Baena, ed. de Brian Dutton y Joaquín González Cuenca, Madrid, Visor, 1993, n° 249, vv. 1-4, p. 305. «Yo leí en el Catón, / e el poeta sabio Dante, / en Ovidio el ilustrante, / en Virgilio, en Platón, / en el muy sotil Remón, / en Omero, en el Nobato...» Juan Alfonso de Baena, Decir que hizo... en Cancionero de Baena, n° 586, vv. 123-128,742.

8    Véase Ramón Lorenzo, "Da Ilíada á Crónica Troiana, A visión dos heroes e do mundo en que se moven", en Actas del I Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Santiago de Compostela, 1985, Barcelona, PPU, 1988, 101-116, p. 102. El comentario de Servio a la Eneida (inicios del siglo V), de tanto interés en la tradición mitográfico-alegórica, no parece en cambio jugar un papel importante en la del ciclo troyano.

9    Véanse Ma Felisa Del Barrio y Tomás González Rolán, "Juan de Mena y su versión de la Ilias latina", Cuadernos de Filología Clásica 19, 1985, 47-84, 68-69; y Jürgen Stohlmann, su edición de Anonimy Historia Daretis Frigii, Wuppertal, A, Henn, 1968, 159.

10 Véase Nathaniel E. Griffin, Dares and Dictys. An introduction to the study of the medieval versions of the story of Troy, Baltimore, J.H. Furst, 1907, 1-5 y 33; "Epístola de L. Septimio", en Dictys Cretense, Dictys Cretensis ephemerides belli troiani libri a Lucio Septimio ex graeco in latinum sermonem translati, ed. Werner Eigenhut, Leipzig, Teubner, 1973 [1958], 1-2; Lorenzo, "Da Ilíada", 103; y Gilbert Highet, La tradición clásica, influencias griegas y romanas en la literatura occidental, 2 vols., México, Fondo de Cultura Económica, 1954, I, 86.

11   Véanse Reto R. Bezzola, Les origines et la formation de la littérature courtoise en Occident, 500-1200, 5 vols., París, Champion, 1944-1967, 3ª parte, 146-147; Stohlmann, «Estudio preliminar», 173, 188 y 214 y Demats, Fabula, 84-85.

12   El sueño, vv. 385-392, en Poesías completas, 251. Podría objetarse, con razón, que el Marqués no ha accedido a los textos de Dares y Dictis sino a los de Guido de Columnis. No obstante, es innegable la influencia de esos textos, tanto de forma mediata como inmediata.

13  «Omers, qui fu clers merveillos / E sages e esciéntos, / Escrist de la destrucion, / Del grant siege e de l'acheison / Por quei Troie fu desertee, / Que onc puis ne fu rabitee. / Mais ne dist pas sis livres veir, / Quar bien savons senz nul espeir / Qu'il ne fu puis de cent anz nez/ que li granz oz fu assemblez: / N'est merveille s'il i faillit, / Quar onc n'i fu ne rien n'en vit ... Dampner le voustrent par reison, / Por ço qu'ot fait les damedeus / Combatre o les homes charneus. / Tenu li fu a desverie / E a merveillose folie / Que les deus come homes humains / Faiseit combatre as Troiains ... En lui [Dares] aveir clerc merveillos / E des set arz esciéntos: / Por 5o qu'il vit si grant l'afaire / Que ainz ne puis ne fu nus maire, / Si vous les faiz metre en memoire: / En grezeis en escrit l'estoire. / Chascun jor ensi l'escriveit / Come il o ses ieuz le veeit». Roman de Troie, 6 vols., ed. Léopold Constans, París, Didot, 1904-1912, vv. 45-56, 60-66 y 99-106.

14  Véase Casas Rigall, La materia de Troya, 200.

15  Véanse Jean-Claude Chevalier y Marie-France Delport, "Traduction et réécriture dans la Historia troyana", Cahiers de Lingüistique Hispanique Médiévale 14-15, 1989-1990, 91-110, p. 91; Miguel Artigas, Catálogo de los manuscritos de la Biblioteca y Menéndez Pelayo, Santander, J. Martínez, 1930, 381; Antonio G. Solalinde, «Las versiones españolas del Roman de Troie», Revista de Filología Española, 3, 1916, 121-165, pp. 128-129; Fernando Rubio Alvarez, "La Historia de Troya de Alfonso el Sabio", La Ciudad de Dios, 174, 1961, 357-380, p. 361; y Lorenzo, «Da Ilíada», 101 y ss.

16   Para el juicio de Paris el autor siguió también a Higino (fábula 92) y a Ovidio. Véanse Ian Michael, The Treatment of Classical Material in the 'Libro de Alexandre, Manchester, Manchester University Press, 1970, 24-25 y 261; Rubio Alvarez, «La historia de Troya», 369 y 377; y Casas Rigall, La materia de Troya, 199 ss.

17   Se edita por primera vez en 1477 en Colonia. Su autor es distinto del escolástico Gil de Colonna o Egidio Romano o Gil de Roma, autor del De regimine principum, presente en tantas las bibliotecas españolas del XV. Conocerá también traducciones al inglés (el Troy Book, de Lydgate, en el s. XV), al alemán (s. XVI) y al italiano (s. XVII). Véase Griffin, introducción a su ed., Cambridge Mass., Mediaeval Academy of America, 1936, XV y XVI.

18   Empezada en 1365, es la versión más extensa del texto latino de la Historia destructionis Troiae en una lengua hispánica. Véase Rubio Álvarez, «La historia de Troya», 362. Se conserva en el ms. 10276 de la Biblioteca Nacional de Madrid y fue editada en 1916 por el bibliófilo Ramón Miquel y Planas. Prepara su edición crítica Joan Perujo.

19   El 9256 y el 6419, a partir de los cuales Agapito Rey hizo la edición de las Sumas de historia troyana en 1932, Madrid, Anejo 15 de la Revista de Filología Española. Véanse Rey y Solalinde, Ensayo de una bibliografía, 29; y Anthony Luttrell, "Greek Histories Translated and Compiled for Juan Fernández de Heredia, Master of Rhodes, 1377­1396", Speculum 35, 1960, 401-407, p. 405.

20   También sigue la Primera crónica general. Véanse Paolo Savj-López, "Il Filos-trato di G. Boccaccio", Romania, 27, 1898, 442-479, pp. 445-449; y cuadro sinóptico de fuentes en Rey, introducción a su edición, 50.

21   Véanse Artigas, Catálogo de manuscritos de la Biblioteca Menéndez y Pela-yo, 382; Rey y Solalinde, Ensayo de una bibliografía, 29-32 y 38-39; Rubio Álvarez, «La Historia de Troya», 363; Ramón Santiago, "De los comentarios de Enrique de Villena a la Eneida y la transmisión del Tema de Troya en España", en Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar, Madrid, Gredos, 1986, III, 517-531, p. 520; Beceiro, «Los libros», 268 y 278; Serés, La traducción, 25; y José Antonio Mosquera, Compendio de la vida y obra de A.G. de Brocar, Pamplona, J.A, Mosquera, 1989, 49-53.

22   Véanse Ramón Menéndez Pidal, "Un episodio de la fama de Virgilio en España", Studi Medievali, 5, 1932, 332-341, pp. 333-337, y Romancero hispánico, hispano-portugués, americano y sefardí, 2 vols., Madrid, Espasa-Calpe, 1953, I, 348-350; texto de la más breve y popular de las versiones del romance La cacería en Primavera y flor, n° 110, 271 y en Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVII, 2 vols., ed. de Agustín Durán, Madrid, BAE, vols., 10 y 16, 1945, I, 325. Aparece en el Cancionero de Romances de 1550 y en la Rosa de amores de Timoneda. Véase también el texto del Romance de la reina Elena en Primavera y flor, n° 109, 267-269 y el del Romance de Vergilios en 2ª ed. la coleccionada por F.J, Wolf y C. Hoffmann a cargo de Marcelino Menéndez Pelayo, Madrid, 1899, recogida en su Antología de poetas líricos castellanos, vol. 8, Santander, CSIC, 1945, n° 111, 271-272. Menéndez Pidal (Romancero Hispánico, I, 350) parece adelantar la fecha de composición de este último. Durán lo consideró tardío, de la tercera o cuarta década del siglo XVI.

23   Si hemos de aceptar su testimonio, son fuente suya: la Sagrada Escritura, Columnis, Armanino Giudice, San Isidoro (una Eneida en prosa ¿?), todo Ovidio, Séneca, Dares, Dictis, Dante y Cicerón. Aunque cite a Dares y Dictis, no los ha manejado. Véase Santiago, «De los comentarios», 521-524 y Miquel Dolcj, «Fortuna di Virgilio nelle terre Ispaniche», en Fortuna de Virgilio, Nápoles, Giannini, 1986, 391-415, p. 406.

24   Ha sido editada modernamente por Martín de Riquer (1949), a partir del texto de la edición de Arnao Guillén de Brocar, Valladolid, 1519; Miguel Angel Pérez Priego en las Obras completas de Mena (Barcelona, Planeta, 1989); Tomás González Rolán y Ma Felisa del Barrio (edición crítica, "Juan de Mena, Sumas de la Yliada de Omero", Revista de Filología Románica 6, 1989, 147-228) y Ángel Gómez Moreno y Teresa Jiménez Calvente (Obra completa, Madrid, Biblioteca Castro, 1994). Según Serés, Mena conoció también los antiguos Periochae y Excidium Troiae, del siglo IV. Véase Mena, Sumas de la Yliada de Omero, 135, pasaje que se considera indicio del conocimiento que Mena tuvo de la versión latina del texto homérico. Para Serés -que incluso admite la posibilidad de que Mena participara en la primera traducción castellana de Homero- lo tuvo sin duda alguna. Véanse Guillermo Serés, "Pedro González de Mendoza y la Grande Ilíada de Homero", Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 65, 1989, 5-54, pp. 9, 14 y 27; y "La Ilíada y Juan de Mena, de la "breve suma" a la "plena interpretación"", Nueva Revista de Filología Hispánica 37, 1989, 119-141, pp. 128 y 140; Rey y Solalinde, Ensayo de una bibliografía, 40-42; y Tomás González Rolán y Ma Felisa del Barrio, "Juan de Mena y su versión de la Ilias latina", Cuadernos de Filología Clásica, 19, 1985, 47-84, p. 82.

25 Véase Huizinga, El otoño, 99; ahí refiere que Carlos el Temerario se hacía leer historias de César, Aníbal y Alejandro, a quienes quería imitar. En el Cancionero Musical de Palacio se recoge un romance de cruzada de Anchieta, que comienza: «En memoria dalixandre / julio cesar se feria / aquel judas macabeo / sus cabellos desfazia / anibal etor ponpeo / cada qual asi dezia / nuestros nombres en la fama / escreuir non se debria...» Dutton, El Cancionero, ID3720, vv. 1-8, II, 517.

26 Para la tradición textual del Pseudo-Calístenes y la Historia de preliis Véase González Rolán y Saquero, "Notas sobre la presencia de Alejandro Magno en la literatura castellana medieval, el Marqués de Santillana y Juan de Mena", en Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, II, 325-240, 331 y ss.; y de los mismos autores, La historia novelada de Alejandro Magno, edición acompañada del original latino de la 'Historia de preliis', Madrid, Universidad Complutense, 1982, 14 y ss.

27 Véase George Cary, The medieval Alexander, Cambridge, Cambridge University Press, 1956, 9 y ss.

28   Véase Tomás González Rolán y Pilar Saquero, «Notas sobre la presencia de Alejandro Magno», 336.

29   Cancionero de Baena, n° 571, p. 429.

30   Poesías completas, 412-413.

31   Véase David Vilaplana, «Un hallazgo singular en las excavaciones de la Almoyna de Valencia», Ars Longa, 2, 1991, 127-129, p. 128.

 

 

 

Páginas 113 -115

 

 

6.1. Libro de Alexandre (s. XIII)

El anónimo Libro de Alexandre es el más extenso e importante de los libros llamados «de clerecía» en la tradición medieval hispánica. Todo él es una historia –una novela– de tema antiguo: la vida del Conquistador macedonio y una «Historia de Troya» inserta en un determinado momento de la narración. Es un poema extenso, en cuaderna vía, conservado en dos manuscritos casi completos y en unos pocos fragmentos más. La autoría sigue siendo un enigma, pese a los intentos de adscripción a Berceo por parte de Dana A. Nelson. Tampoco la fecha de composición está clara. Mientras que algunos investigadores (Marcos Marín, Arizaleta, Nelson, García Gascón) optan por una fecha temprana, hacia 1205 o antes, con lo que el Alexandre sería la primera obra literaria castellana de entidad, otros (Morel Fatio, Hilty, Franchini, Uría) proponen una fecha tardía, hacia 1230.

El Alexandre funde los dos temas más atractivos de la materia antigua en Occidente. Las fuentes han sido pormenorizadamente estudiadas (Casas para la materia de Troya; Arizaleta, entre otros, para las noticias sobre Alejandro). El autor manejó no pocas fuentes. ¿Pudo tratarse de un equipo de poetas, de un scriptorium, vinculado por ejemplo al Estudio General de Palencia? Pienso que no, que se trata más bien un poeta culto, erudito, seducido, como todos sus contemporáneos europeos, por la materia antigua.

Para la historia de Alejandro sigue de cerca la Alexandreis de Gautier de Châtillon (inspirada sobre todo en Quinto Curcio Rufo), que complementa con el Roman d’Alexandre y con la Historia de preliis. No está del todo claro qué recensión de la Historia de Preliis utilizó; de modo análogo, cuando se invoca el Roman d’Alexandre francés como fuente ha de hacerse con sumo cuidado, pues bajo ese título se contiene una inextricable silva textual. Lo más conocido bajo ese nombre es la compilación final –a modo de vulgata– de Alexandre de Bernai o de Paris (post 1177), pero no conoció ese texto el autor del Alexandre sino una de las versiones previas.

Pero para el largo excurso troyano –el hallazgo de la tumba de Aquiles, la narración de la caída de Troya y el «sermón» de Alejandro a sus tropas– sigue sobre todo la Ilias latina, de modo preferente en las cuadernas 417-7192. Para cuadernas 335-416, el Excidium Troiae, aunque con incorporación de variantes argumentales procedentes de diversas tradiciones. Lo mismo en las cuadernas 720-761, donde asoma otra vez el Excidium, si bien los paralelos son menos claros. Parece también haber seguido a los antihoméricos Dares y Dictis, pero en ocasiones se aparta tanto de su versión de los hechos que no se puede asegurar que los tuviera a la vista; quizá guardaba en su memoria reminiscencias de distintas lecturas sobre la materia troyana3.

 

 

NOTAS

2 Para la presencia de fuentes antiguas de materia troyana en el Libro de Alexandre y en otros textos coetáneos, véase la ya citada monografía de Juan Casas Rigall, La materia de Troya.

3 «Precisamente ésta es la causa principal de los cambios operados sobre la materia de la Ilias latina: cuando el autor del Alexandre conoce una versión de cierto lance más acorde con su pensamiento medieval, no duda en asimilarla en la adaptación de su modelo básico. Al tiempo, las reminiscencias de otros autores y la fusión de elementos tomados de fuentes diversas, complementarias, en aras de la mayor trabazón lógica y literaria del relato, constituyen una de las señas de identidad de este altísimo poeta». Casas, La materia de Troya, 59.

 

 

 

 

 
 

DE  ENANOS  Y  GIGANTES

Índice general

 
 

 

 

 

 

De enanos y gigantes.
Tradición clásica en la cultura medieval hispánica.

3. temas y ciclos
(págs. 53-63)

 

Francisco Crosas López

Universidad Carlos III, Madrid

Editorial Dykinson, ISBN: 978-84-9849-907-0, Madrid 2010