Pináculo en la "Casona de las Amas" de Azofra (La Rioja).POR MI PATRIA-POR MI REY-POR MI LEY : leyendas de los tres pináculos que ornan el tejado de un edificio anexo a la "Casa de las Amas".

 

 

 RESUMEN

El político Sagasta es estudiado desde la óptica de la masonería, de la que fue durante cinco años claves (1876-1880) Gran Maestre y Soberano Gran Comendador del Gran Oriente de España que simultaneó con la Jefatura del Gobierno durante tres meses, al igual que antes de ser Gran Maestre lo había hecho en cuanto masón y ministro de Estado y de la Gobernación. La labor de Sagasta como jefe de la masonería española es reconocida en el fortalecimiento y difusión que alcanzó su obediencia masónica. Las ideas básicas de su mandato fueron: amor a la libertad y a la patria, respeto a la ley y a la justicia, unión interna y externa, y creencia en el Gran Arquitecto del Universo. 

 

Palabras clave: Presidente de las Cortes, Jefe de Gobierno, Gran Maestre de la Masonería, Libertad, Justicia, Unión, Patria, Dios. 

 

Sagasta comme politique est étudié à travers la Franc-maçonnerie puisque il a été pendant cinq années decisives de sa vie (1876-1880) Gran Maître et Souverain Gran Commandeur du Grand Orient d´Espagne et au même temps chef du Gouvernement ou Président du Conseille de Ministres au moins pendant trois mois. Les années précédents il avait été aussi francmaçon et ministre d´Etat et ministre de l´Interieur. Grace à l´oeuvre maçonnique de Sagasta la maçonnerie espagnole est sortie de la crise et division interne et les loges se sont multipliés. Les idées fondamentales de Sagasta comme Grand Maître sont: amour à la liberté et à la patrie, respect à la loi et à la justice, union interne et externe parmi les maçons, et croyance en Dieu. 

 

Key words: Président du Parlement, Chef du Gouvernement, Grand Maître de la Maçonnerie, Liberté, Justice, Union, Patrie, Dieu.

 

 

 

 

En el tradicional panteón de masones ilustres españoles encontramos a cinco jefes de gobierno: Juan Prim y Prats1, Manuel Ruiz Zorrilla, Práxedes Mateo-Sagasta, Manuel Azaña y Diego Martínez Barrio. Los tres primeros, miembros del partido progresista y protagonistas directos de la revolución de 1868, si bien es cierto que posteriormente diferencias políticas separaron y enfrentaron a Ruiz Zorrilla y Sagasta. Los dos últimos, figuras destacadas de la Segunda República. De estos cinco, fueron además tres los que alcanzaron también el grado supremo de la masonería, el de Gran Maestre; a saber, Ruiz Zorrilla y Sagasta en la versión del Gran Oriente de España, y Martínez Barrio en la del Gran Oriente Español. 

Así pues, Práxedes Mateo-Sagasta, nacido en Torrecilla en Cameros (Logroño) el 21 de julio de 1825, es el segundo jefe de Gobierno que alcanzó el supremo cargo de la masonería española, el de Gran Maestre y Soberano Comendador del Supremo Consejo. La figura de Sagasta, ampliamente estudiada por el profesor José Cepeda -entre otros- y más recientemente por José Luis Ollero2 es una de las más ricas del panorama político español decimonónico: diputado a Cortes, director de La Iberia, comandante del batallón de ingenieros de la Milicia Nacional y organizador de barricadas en el Madrid de 1856, miembro de la Junta Suprema revolucionaria y condenado a muerte por los sucesos del 66, exiliado en París, protagonista destacado en la revolución de septiembre de 1868, ministro de Gobernación en el Gobierno provisional con Serrano, ministro de Estado con Prim, votó la candidatura de D. Amadeo de Saboya y, tras el asesinato de Prim, líder natural del progresismo político, jefe del partido liberal tras la ruptura con Ruiz Zorrilla, dos veces presidente del Congreso (en 1871 y 1883) y, al menos siete veces, presidente del Consejo de Ministros. 

Las diferencias políticas entre Sagasta y Ruiz Zorrilla escindieron peligrosamente el progresismo y acabaron marcando la evolución de la vida política española a lo largo del Sexenio. Sin embargo Sagasta, al igual que Ruiz Zorrilla3, tuvo una faceta menos conocida y, sobre todo, menos aireada: la de su pertenencia a la masonería. Faceta que en la amplia biografía que le dedica la enciclopedia Espasa-Calpe queda reducida a una frase tan breve como falsa: “Por aquella época [1856] ingresó en la masonería, tomando el nombre de Hermán Paz4 pero, más adelante, él mismo manifestó en pleno Parlamento que, al comprender su error, se había separado de aquella sociedad”. 

Resulta curioso que las distintas biografías que se ocupan de Sagasta manipulan groseramente -como el Espasa- no ya la filiación masónica del político progresista sino que incluso ocultan el que durante cinco años claves en la vida de Sagasta, de 1876 a 1881, fue el Gran Maestre y Soberano Comendador del Gran Oriente de España, una de las obediencias masónicas más importantes del momento gracias precisamente a la dirección y dedicación sagastinas. 

A diferencia de Ruiz Zorrilla y de Azaña, ignoramos la fecha en que Sagasta ingresa en la masonería y dónde. Y aunque Françoise Randouyer le incluye ya en el listado de 28 diputados masones de las Cortes Constituyentes de 1869, sin embargo lo hace con un asterisco de duda al desconocer si en esas fechas ya era masón5. La que sí está bien documentada es su trayectoria como Gran Maestre desde el día de su elección y nombramiento (7 de marzo de 1876)6 hasta el 10 de mayo de 1881, fecha en que tomó posesión como Gran Comendador y Gran Maestre del Gran Oriente de España don Antonio Romero Ortiz, ex-ministro de Gracia y Justicia y Presidente de la Asociación de Escritores y Artistas, elegido para la alta magistratura masónica el 3 de noviembre de 1880. Romero Ortiz acababa de ingresar en la Real Academia de la Historia con un discurso dedicado al Justicia de Aragón que fue contestado por el también masón Victor Balaguer. Y al subir los fusionistas al poder con Sagasta, en 1881, fue nombrado Gobernador del Banco de España. 

La dimisión de Sagasta había tenido lugar el 18 de julio de 1880, según consta en el Decreto en el que Sagasta autoriza a Telesforo Montejo y Robledo (simbólico Padilla), Soberano Gran Inspector del grado 33 y Gran Teniente Comendador del Supremo Consejo de la Orden para que “durante nuestra ausencia ejerza, con el carácter de interino, el cargo de Soberano Gran Comendador y Gran Maestre de la Orden en España”7. La irrevocable dimisión de Sagasta coincide en pocas semanas con su nombramiento como jefe del partido fusionista (23 mayo 1880) y la posterior convocatoria de elecciones provinciales que culminarían con el encargo que el rey hizo a Sagasta de formar gobierno ante la dimisión de Cánovas. Gobierno que quedó constituido el 8 de febrero de 1881 siendo el primer ministerio liberal de la restauración borbónica. De esta forma Sagasta compaginó, al menos en teoría, ambos cargos, el de Presidente del Gobierno y el de Gran Maestre del Gran Oriente de España durante tres meses, ya que su sustituto interino actuó hasta el 10 de mayo de 1881, como acabamos de ver. 

Pero además de estas circunstancias de carácter personal y político hay que tener presente que la dimisión de Sagasta era también consecuencia de la aplicación de las Constituciones del Gran Oriente de España, recién aprobadas el 24 de junio de 1880, que llevaban consigo la renovación de los altos poderes de la masonería española. El propio Sagasta en el balaustre dirigido a todas las logias, capítulos y cámaras de la obediencia, el 10 de mayo de 1881, alude directamente a que, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 7° del Capítulo V de las Constituciones Generales, el Gran Oriente de España reunido en Asamblea General había elegido para Soberano Gran Comendador y Gran Maestre al Ilustre Hermano Antonio Romero Ortiz, quien además de sus “preclaras virtudes, su antigüedad en la Orden8 y su celo e interés vivísimo por la augusta institución masónica” reunía “un nombre altamente respetado en el mundo científico, una justísima reputación de integridad y honradez y un inquebrantable y cien veces probado amor a la patria y a la libertad”9. La libertad es un leit motiv que identifica a Sagasta en casi todas sus intervenciones. 

Sagasta, adelantándose al solemne acto de investidura al que ya no podría asistir por sus compromisos políticos, quiso, sin embargo, darle posesión en privado entregando a Romero Ortiz “en sus autorizadas manos la espada flamígera y el mallete que ha cinco años nos confió el pueblo masónico”. Este mensaje de Sagasta concluye -al igual que el dirigido a todos los orientes extranjeros en relaciones oficiales con el Gran Oriente de España- con una expresiva frase: “al descender del alto puesto de Gran Comendador y Gran Maestre del Serenísimo Gran Oriente de España a que nos elevara el voto de nuestros hermanos ... quería dejar constancia de los agradecimientos manifestados a unos y otros por sus repetidas muestras de cariño y fraternidad”. Lo que quiere decir que el nombramiento de Sagasta se debía al voto o sufragio entre los propios masones, marcando así una neta diferencia con el sistema llevado a cabo con su antecesor Ruiz Zorrilla. 

En esta actitud de Sagasta fue determinante su dedicación total a la política que le impidió en las semanas previas ni siquiera presidir y participar en la elaboración de las nuevas Constituciones masónicas. Su ausencia fue excusada por Montejo y Robledo, el 13 de mayo, debida a “sus múltiples ocupaciones y al poco favorable estado de salud”10. El presidente de la sesión, Montejo y Robledo, aprovechó la ocasión ante las “acusaciones injustas y calumniosas” lanzadas por “nuestros enemigos” contra la Institución, para hacer estas tres “importantísimas declaraciones: 

1ª Que los masones defienden la unidad de la patria. 

2ª Que la masonería no se mezcla para nada en las luchas políticas, y 

3ª Que en nuestra Orden tienen cabida todos los que no sean enemigos de la libertad”. 

Pero antes de hablar de su dimisión se impone analizar por qué fue elegido Sagasta, cinco años antes, para el doble cargo de Comendador y Gran Maestre del Gran Oriente de España o, al menos, cuáles fueron algunos de los méritos esgrimidos por sus seguidores.

El Boletín Oficial del Gran Oriente de España, en una serie de tres artículos publicados a partir del 30 de junio de 1880 y dedicados a la “reorganización y progreso del Gran Oriente de España bajo la autoridad del Poderoso Hermano Sagasta (Paz), Grado 33” señala varias circunstancias que llevaron a su elección y que se pueden dividir en tres grupos: las internas del Gran Oriente de España afectado por una grave crisis, las externas derivadas de la situación política del país y las personales del propio Sagasta. 

En el primer grupo la más importante era el estado caótico en que se encontraba la obediencia a raíz sobre todo de la escisión de Juan Antonio Pérez y Juan de la Somera11. Convocadas elecciones a Gran Maestre sólo respondieron 27 logias de la península y del archipiélago filipino12. Cuatro años más tarde al renunciar Sagasta a la gran maestría eran 160 las que funcionaban13. En segundo lugar, la situación política resultaba en extremo complicada: “No eran las circunstancias políticas del país las más a propósito para resolver fácilmente el espinoso problema. Hallábamonos a los principios de una restauración cuyas tendencias desconocíamos entonces, y casi todos los masones a quienes podía ofrecerse el abandonado mallete encontrábanse en circunstancias excepcionales con respecto a la legalidad profana”. Por otra parte, ‘’neutrales en presencia de la lucha activa de los partidos políticos y tolerantes con todas las opiniones, hacíase preciso proceder con tacto exquisito en la elección del candidato, ora para precaver a nuestros hermanos de las iras de gobiernos suspicaces, ya para evitar torcidas interpretaciones en nuestro propio seno”14. Esta división de la sociedad profana en tantos y enfrentados partidos políticos hacía más difícil la elección de cualquier masón precisamente por su vinculación a uno u otro partido. “

En medio de este conflicto surgió la idea de elegir al poderoso hermano Práxedes Mateo Sagasta quien, aún en idénticas o parecidas condiciones que los demás candidatos, podía, por su influencia, favorecer grandemente la organización que tanto y con tanta urgencia necesitábamos llevar a cabo, a la vez que alejar de nosotros sospechas que no por injustificadas nos hubieran sido menos fatales”15

Como primera causa, pues, hay que señalar la influencia y personalidad de Sagasta con un aspecto doblemente positivo: la posibilidad de más fácil reorganización interna, y el alejamiento de sospechas externas. Respecto a lo personal y como legítimo título para conferirle el primer puesto en el Gran Oriente estaba su “brillantísima hoja de servicios prestados a la Orden” con lo que se quería dejar claro que “prescindían del hombre político para dar testimonio de gratitud al masón”16. Pero lo más curioso es que los servicios prestados a la masonería no eran favores ventajosos para la Institución sino que habían consistido en salvar a tres condenados a la pena capital por los que las logias -fieles a su ideario de lucha contra la pena de muerte- habían intercedido en su favor ante Sagasta. “A instancias de una Comisión de varias logias, arrancó de las ensangrentadas garras del verdugo al infeliz corneta de Ciudad Real condenado a la última pena el día 19 de febrero de 1874”. Recordemos que Sagasta después del golpe de Estado del general Pavía (3 enero 1874) entró como ministro de Estado en el Gabinete que entonces se formó, bajo la presidencia de Zavala, y en el siguiente presidido por él mismo (13 mayo 1874) permutó aquella cartera por la de Gobernación. 

A solicitud también de varias logias alcanzó Sagasta el indulto de un soldado de carabineros igualmente sentenciado a muerte. Con este motivo dirigió a Juan Utor y Fernández una carta en la que, entre otras cosas, se dice: 

No sabe Vd. la satisfacción que he tenido al conseguir el indulto del soldado de carabineros, por quien Vd. y demás amigos y hermanos se interesaron. Logré su indulto, y satisfacción suma he experimentado; he cumplido a la par con mi deber17.

El tercer caso tuvo lugar siendo ya Presidente del Consejo de Ministros18

“Hallábase en capilla por delitos políticos el hermano Juan Carreró. Había en la antesala de la Presidencia varias Comisiones políticas de distintos puntos de la Península, cuando se presentó una llevando plancha suscrita por los Obreros de todas las logias de Madrid. Recibida ésta inmediata y preferentemente, y habiendo obtenido en el Consejo celebrado al efecto resultado satisfactorio, el hermano Sagasta, en presencia de todos, pronunció estas sentidas frases, haciendo al propio tiempo el saludo de orden: ‘Están vds. servidos’. Como todos y cada uno de los presentes se apresuraron a darle las gracias, contestó de una manera muy acentuada: ‘El Gobierno desea que no se dé a este hecho significación política de ningún género; es un acto puramente humanitario’. El Sr. Sagasta terminaba estas elocuentes palabras volviendo a hacer el signo masónico, a fin de que de ello se apercibiera la Comisión indicada”19

Fiel a esta línea, años más tarde y cuando hacía ya seis que había dimitido de su cargo de Gran Maestre, el general Villacampa y “demás hermanos implicados en el golpe republicano de 1886”20 también fueron amnistiados siendo Sagasta, por cuarta vez, Presidente del Consejo de Ministros. 

Estos “méritos” de Sagasta para su elección como Gran Maestre contrastan con la interpretación que, en su día, desde ciertas masonerías rivales hicieron de su nombramiento al considerar -como en el caso de Ruiz Zorrilla- irregulares las circunstancias que llevaron a tal acto. 

De estas interpretaciones, en contradicción con lo ya apuntado, destaca la de la a sí misma llamada “masonería regular de España”, es decir la más conocida como de Pérez, escisión del Gran Oriente de España. En un número de su Boletín Oficial, bastante tardío pues data de 1884 (15 mayo) se llega a decir que el Gran Oriente de España se atrajo a Práxedes Mateo Sagasta quien “si bien había sido iniciado”21 masón, no había nunca cumplido con los deberes que la institución le imponía. El propio Sagasta en su manifiesto del 6 de abril de 1876 con motivo de su elección como Gran Maestre admitió su falta de dedicación y conocimientos acerca de la doctrina masónica. Afirmación, si se quiere, un tanto retórica, pues en el citado manifiesto Sagasta da “su” visión personal de la masonería que es una interesante síntesis de su forma de entender lo medular de la masonería:

“La masonería no solamente no es un partido, no es una secta, sino que, siendo una institución esencialmente caritativa, esencialmente humanitaria y sabia... aspira a fundir en un solo pensamiento los pareceros diversos, las opuestas opiniones y espera ver realizados, mediante la fraternal unión de todos los hombres, los bellos ideales de la humanidad entera: el amor a la libertad, el respeto a la justicia, el entrañable amor de una alma pura hacia el Ser que la ha creado22

Esta idea de fraternidad y unión es la que preside todo el largo mensaje institucional que Práxedes Mateo Sagasta (Paz) dirigió “a todos los masones esparcidos por la superficie del Globo” como Soberano Gran Inspector General del grado 33, Gran Comendador y Gran Maestre del Serenísimo Gran Oriente de Espana, el día de su toma de posesión. Mensaje que va precedido de la preceptiva invocación Ad Universi Terrarum Orbis Summi Architecti Gloriam [A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo] y del subsiguiente lema Salud, Fraternidad, Poder: Unión interna entre los masones de la propia obediencia23, recuperación de los que habían desertado a otras obediencias y recuperación de los que estaban sujetos a la obediencia de Orientes extranjeros. El fantasma de la crisis interna subyace en todo el mensaje en un decidido empeño de Sagasta por “reunir a la familia española, tan numerosa, y hoy en desaliento y dispersa”. Unión externa de búsqueda de pactos de amistad con las masonerías del extranjero para que “esta Institución no pierda su carácter de universalidad y en todas partes sea querida y respetada”. 

Y es aquí donde Sagasta, esgrimiendo por una parte su independencia frente a las distintas fracciones, grados, ritos y orientes existentes en la masonería española, y por otra, su ausencia de ambiciones de poder masónico cree encontrar -precisamente en esta actitud- la respuesta al porqué de su inesperada elección:

 “Yo que no he contraído en la masonería compromisos con determinada fracción de las que vez alguna, seducidas por ambiciosos desvelos o con sincero propósito de realizar el bien de la Orden, se han disputado la posesión de los primeros cargos dentro de ella; yo que no he reparado jamás para ofrecer mis servicios, muy insignificantes para lo que la Institución merece, en quien de mí los reclamó no a quien fueron prestados; que no he distinguido para dar todo el amor de mi corazón entre masones de uno u otro grado, de uno u otro Rito, de uno u otro Oriente; yo, que he creído siempre superior a todas estas distinciones que nacen del grado, del Rito y del Oriente el incomparable título de francmasón, juzgo que si algo significa el nombramiento de Gran Comendador y Gran Maestre que he debido a vuestra libre y espontánea voluntad, es el codiciado afán en todos vosotros de poner de una vez término feliz a la desconfianza y a la disensión, que tanto tiempo han porfiado para hacer saltar en pedazos los eslabones de la simbólica cadena”. 

Finalmente, el respeto social y político hacia una masonería desacreditada a los ojos profanos, es otra de las ideas claves del mensaje de Sagasta quien estima que “es llegada la hora de hacer supremo esfuerzo para que el nombre de masonería en España garantice, como en otras partes, la probidad y la inteligencia de quien con él se honra”. Y con esta idea que enlaza con otra anterior, incluso en parecida formulación, concluye este primer y fundamental mensaje-programa: 

“Tiempo es ya de que el mundo profano conozca que no somos, como acaso cree, hombres reprochables y merecedores de la prevención con que nos juzga, sino que, antes por el contrario encarnados en nuestro espíritu los grandes principios de la Institución masónica, nadie nos exceda en virtudes privadas y nadie nos gane en el cariño a la patria, en el respeto a la ley, en el acatamiento a la autoridad, en el inextinguible amor a la humanidad y al soberano autor que la ha creado: al Gran Arquitecto del Universo”24

De entre las muchas cartas que diferentes logias nacionales y del extranjero enviaron al dimitido Gran Maestre Sagasta con motivo de su nombramiento como jefe de Gobierno tal vez resulte representativa la que la logia Integridad n° 132 le dirigió desde Sevilla el 13 de febrero de 1881, apenas cinco días después de la constitución del nuevo gobierno presidido por Sagasta: 

“La Respetable Logia Integridad, reunida en tenida magna extraordinaria, acordó enviaros por medio de las tres Luces la más entusiasta y cordial felicitación por vuestra elevación a la Presidencia del Gobierno encargado de dirigir los destinos de nuestra querida y amada patria. 

Bien comprendemos que la misión de la masonería española, que tan bien habéis sabido organizar, es ajena a la esfera de la política; pero séanos permitido congratularnos una vez más de vuestra elevación al poder. 

Los hijos de la Viuda tienen sobrada fe en las virtudes cívicas, ideas patrióticas y sentimientos de libertad y de justicia que concurren en el Poderoso hermano Paz, y entienden que su mando será la etapa de una nueva era que restañe las heridas y vivifique la atrofiada savia de esta infortunada nación. Recibid, Poderoso hermano, el abrazo fraternal de todos los miembros de este Respetable taller y nuestros votos al Supremo Arquitecto del Universo por vuestra salud y prosperidad. 

Sevilla 13 de febrero de 1881”25

Patriotismo, libertad, justicia, son las ideas que más se repiten e identifican a Sagasta en las felicitaciones masónicas enviadas desde toda la geografía española. Precisamente este homenaje espontáneo de tantas logias llevó a la redacción del Boletín Oficial del Gran Oriente de España a publicar un largo editorial en el que nuevamente se plantea la polémica cuestión de la ausencia o no del carácter político en el nombramiento de Sagasta como Gran Maestre y de la ausencia de la lucha política por parte de la masonería en las circunstancias favorables en las que su ex-Gran Maestre ostentaba la presidencia del gobierno del país: 

“Hemos dicho en diferentes ocasiones que el nombramiento del hermano Práxedes Mateo Sagasta para el cargo de Gran Comendador y Gran Maestre, no tuvo carácter político, en el sentido de parcialidad, que quiso suponerse a este acto por algunos, y el hecho reciente de su exaltación a la presidencia del Consejo de Ministros, recibido con señaladísimas muestras de entusiasmo por todas las logias de la obediencia, ha venido a confirmar otra vez más las ideas que nosotros sostuvimos y defendimos desde el mismo instante en que se anunció su candidatura para presidir los altos destinos de la Orden”26

Tras aludir al carácter democrático de las logias definidas como “respetables agrupaciones de hombres libres e independientes”, pone en guardia a dichas logias ante los mensajes que estaban enviando a Sagasta recordándoles que 

“no quiere la masonería española que su distinguido Gran Maestre se lance en una serie de aventuras que puedan, en modo alguno, ni aun remotamente, comprometer la existencia de instituciones que el Presidente del gobierno ha jurado defender y cubrir con el manto de la responsabilidad ministerial”, 

añadiendo a continuación que 

“la masonería vive y se desenvuelve en otra región más serena que la en que se agitan los partidos políticos con sus pasiones bastardas, con sus miras estrechas y con sus luchas bizantinas; y viviendo y desenvolviéndose en las anchas esferas del pensamiento humano, libre de egoísmos y exenta de innobles y personalísimas ambiciones, no ha de pedir ni pretender de sus hombres nada que sea contrario al derecho; nada que esté en antagonismo con los sagrados principios de justicia y fraternidad que firmemente proclama y defiende”. 

Este toque de atención y manifiesta separación de los objetivos de la masonería de aquellos de los partidos políticos preocupa seriamente a los redactores de este editorial. Por lo que no dudan en insistir en esta idea recordando que 

“la masonería estuvo siempre, está hoy, y estará en lo sucesivo, separada de las luchas religiosas, políticas y sociales; ha enaltecido el sentimiento de la libertad en su pura y genuina significación; ha desenvuelto la verdad, y ha predicado la fraternidad y practicado el bien desde su remota fundación hasta el día”. 

En este sentido y haciéndose eco del sentir de las logias que habían dirigido al Gran Maestre entusiastas felicitaciones se permiten significar al hermano Sagasta que tenía sacratísimos deberes que cumplir con la Orden y que podría contar incondicionalmente con el apoyo de la masonería española -y añaden sin rubor- “que es más fuerte y más poderosa que todos partidos politices reunidos”, por lo mismo que “sus deseos son tan justos, como nobles y desinteresadas son sus aspiraciones”. 

A continuación, un deber de imparcialidad les obliga a recordar que la orden masónica no había sido molestada por los poderes públicos en esos seis últimos años, existiendo un fondo de tolerancia que les había permitido trabajar dentro de los templos si bien era igualmente cierto que algunas autoridades más inclinadas a favorecer el ultramontanismo que las ideas de libertad influyeron en menoscabo de su desarrollo “llevando la incertidumbre, la duda y el temor a las conciencias del pueblo masónico, justamente alarmado al ver cómo resurgían en el seno de nuestra patria elementos anacrónicos, al parecer debilitados, ya que no extinguidos, por los resplandores de esta época de la civilización y de sorprendentes progresos”. Razón por la que veían en el hermano Sagasta “al antiguo adalid de la libertad de conciencia, al defensor decidido y valiente del progreso indefinido”. 

Por eso la masonería en cuyo seno se realizaba la fórmula de la unidad en la variedad, al vivir en ella armónicamente los hombres libres de todas las creencias políticas y religiosas, saludaba con júbilo y entusiasmo “el advenimiento de nuestro Gran Comendador y Gran Maestre a las esferas del gobierno de la nación española”. 

Estas reflexiones masónico-políticas cobraron especial relieve en la sesión del 10 de mayo de 1881 en la que fue instalado como Gran Comendador y Gran Maestre D. Antonio Romero Ortiz y demás dignidades, pues en el discurso pronunciado por Llano y Persi, Gran Comendador adjunto, quien después de “haber estado alejado algún tiempo” de la masonería “debido a causas ajenas a su voluntad” volvía a ella con cariño y entusiasmo y lo hacía no por méritos propios ni por títulos personales que pudiera poseer, sino por un título mucho más sagrado del que se enorgullecía: “el del sufragio universal”27

Cariño y entusiasmo no precisamente hacia Sagasta, al que silencia al máximo sino hacia su antecesor en el cargo y enemigo político Ruiz Zorrilla. Empezó su discurso asegurando que venía a reanudar sus campañas de la época “del Gran Cavour I [Manuel Ruiz Zorrilla], el distinguido hermano proscrito hoy en extranjera tierra, que fue el que realmente comenzó la reorganización de la masonería en España, contribuyendo a popularizarla y hacer simpática en este país una institución tan desconocida como odiada por sus eternos enemigos, que son los mantenedores en todas partes de las tinieblas de la ignorancia”. Más adelante, tras afirmar que siempre había sido ortodoxo en masonería vuelve a insistir que, en este sentido, venía a representar dentro de ella “la ortodoxia y la tradición del Gran Cavour I” y que se hallaba dispuesto a sacrificar su vida, su porvenir y cuanto valía en servicio y provecho de la Orden, ya que la masonería era una institución bienhechora cuyos individuos en manera alguna actuaban movidos “por medios personales y egoístas”. 

Esta exaltación, quizás fuera de lugar, hacia Ruiz Zorrilla tiene su explicación pues Manuel Llano y Persi había sido designado por Ruiz Zorrilla como su Gran Maestre adjunto para suceder al difunto Simón Gris, el 4 de septiembre de 1872. Sin embargo, Llano y Persi estuvo poco tiempo en el cargo pues el 31 de enero de 1873 (once días antes de proclamarse la I República española) era admitida su dimisión por Ruiz Zorrilla28, como poco después se vería obligado a admitir otras dimisiones y a plantear la suya propia el 1 de enero de 1874. Dimisiones que fueron aprovechadas para constituir el escándalo protagonizado por José Carvajal (Tiberio Graco) quien acabaría siendo expulsado del Gran Oriente de España con todos sus compañeros de manipulación.

Pero además Llano y Persi en su discurso en la toma de posesión de Romero Ortiz -discurso al que se le dio más importancia que al propio de Romero Ortiz- marcó también sus diferencias políticas con Sagasta al recordar que pertenecía en el mundo profano a un partido político que sustentaba y defendía soluciones radicales en las esferas del gobierno, colocándose claramente al lado del partido radical de Ruiz Zorrilla frente al posibilista de Sagasta. No obstante, se apresuró a añadir que dentro de la Orden no había conocido jamás esas diferencias entre hermanos, razón por la que reconocía el valor del hermano Romero Ortiz “una eminencia en la literatura y en la política y uno de los hombres más grandes de Espana”. De igual manera veía con agrado y reconocía con gusto “los grandes servicios que a la masonería y a la patria y a la libertad” había prestado el hermano Sagasta, felicitándose del grado de prosperidad y grandeza que había logrado alcanzar el Gran Oriente de España bajo la autoridad del hermano Paz de quien, sin embargo, le separaban “diferencias políticas de partido” pero al cual se hallaba lealmente unido por los estrechos vínculo de la más sincera fraternidad masónica. 

Tras esta concesión de cortesía hacia Sagasta todavía en un par de ocasiones volvió a referirse a Cavour I, la última para manifestar que el Gran Oriente de España actual que había presidido el hermano Práxedes Mateo Sagasta y que iba a presidir el hermano Romero Ortiz era la continuación del que presidió “el ilustre y poderoso hermano Cavour I”. 

En contraste con esta actitud el Gran Comendador accidental y presidente del acto de traspaso de poderes, Montejo y Robledo -que lucía las insignias de representante del Grande Oriente de Francia- hizo una sucinta reseña histórica del estado en que se encontraba la masonería en España en 1876 “cuando el Ilustre y Poderoso Hermano Práxedes Mateo Sagasta se encargó de la más alta autoridad masónica”, de la que “hoy desciende con profundo pesar, pero satisfecho de haber conseguido reorganizar la institución con valiosos elementos, pues de 27 logias de que constaba el Gran Oriente de España, hoy se nos ofrece una lista de 160 talleres, entre los cuales hay muchos que cuentan cuadros lógicos de más de cien obreros”29

Labor que se había conseguido a base de constancia y asiduos trabajos realizados con la cooperación de algunos Grandes Oficiales del Gran Oriente que pusieron su actividad e inteligencia al servicio de la Orden. Y la clave de este progreso estaba en la tolerancia y en la unión, nunca suficientemente recomendada en la masonería. Y el éxito alcanzado radicaba en haber sabido hacer compatible la libertad con la autoridad ya que para alcanzar el progreso era necesario el concurso de todos. Y a modo de ejemplo de esa unión de miras de pensamiento y de acción citó el partido político “al que el orador pertenece” y a la iniciativa de tres de sus más ilustres jefes “que se propusieron hermanar en España la libertad con la autoridad”. Añadiendo que citaba este hecho “no porque opinara, pues estaba muy lejos de pensarlo así, que la masonería fuera un partido político”, sino “porque como institución que llama a su seno a todos los hombres de recta conciencia amantes de la libertad, sea cualquiera el partido político a que pertenezcan, precisa mayor suma de discreción en todos sus actos”.

Aunque no cita quienes eran o habían sido esos tres ilustres jefes es fácil entender se trate de tres de los protagonistas claves en la revolución de septiembre de 1868: Juan Prim y Prats, Manuel Ruiz Zorrilla y Práxedes Mateo Sagasta, compañeros -como hemos visto- de Montejo y Robledo en las Cortes Constituyentes de 1869 y todos ellos miembros en esas fechas del partido progresista. 

La labor de Sagasta como Gran Maestre del Gran Oriente de España es reconocida sin paliativos en el doble campo del fortalecimiento interno de la obediencia, una vez superada la crisis que la dividía; fortalecimiento que se reflejó en el considerable número de logias que alcanzó, así como en el general reconocimiento internacional logrado 30

En la nota necrológica que el Gran Oriente Español -heredero del Gran Oriente de España- le dedicó en su Boletín Oficial, en 1903, se hace el siguiente elogio de Sagasta: 

“Durante el ejercicio de su alto cargo en la Orden, el hermano Sagasta cumplió como ninguno los deberes que se había impuesto. Y el Gran Oriente de España y la Francmasonería española brillaron con verdadero esplendor, siendo aquella época una de las más notables de cuantas han señalado la existencia de la Institución en la Península. 

Cuando el hermano Sagasta empuñó el Gran Mallete del Oriente de España se hallaba la Institución masónica, si no francamente perseguida, obligada por multitud de circunstancias a vivir clandestinamente. Las logias se organizaban a espaldas de la legalidad y el trabajo de los francmasones encontraba tantos obstáculos, que se hacía preciso un superior temple de espíritu para arrostrar los peligros que de continuo amenazaban a los obreros de los Talleres. 

No obstante esta situación, el hermano Sagasta jamás rehuyó las responsabilidades inherentes a su alto puesto. Al contrario: en varias ocasiones demostró con actos que los compromisos y obligaciones adquiridos como Gran Comendador y Gran Maestre le daban mayor entereza y mayor resolución para cumplir fielmente el juramente prestado ante el Ara. 

En suma, puede señalarse la gestión masónica del hermano Práxedes Mateo Sagasta por una lealtad a toda prueba. 

Retirado el hermano Sagasta de los trabajos activos de la Orden, no por eso dejó de prestar su valioso concurso a la obra de los francmasones. Mientras recibió las inspiraciones de las logias tuvo en su vida política aquellos arrestos liberales y democráticos que hicieron grabar en las leyes los principios revolucionarios. 

Siempre que la Francmasonería necesitó de la influencia del Ilustre hermano Paz, como Presidente del Consejo de Ministros, halló en él atenciones fraternales. Jamás podrá borrarse del recuerdo de los masones que tantas cuantas veces la Orden demandó clemencia del jefe del Gobierno, Sr. Sagasta, para algún desgraciado, otras tantas surgió el masón atendiendo sin regateos a sus hermanos. Sucesos ruidosos que agitaron violentamente las pasiones políticas, enardeciendo a los partidos, y que estuvieron a punto de tener un final sangriento, concluyeron con actos de humanidad por consejo del Sr. Sagasta, que cumplía formales promesas hechas a nuestra Augusta Orden”31

Sagasta es un ejemplo claro de que -como señala José Luis Ollero- masonería y militancia política (aglutinada en los partidos políticos) no son intercambiables. Son dos esferas diferenciadas, aunque coincidentes en planteamientos específicos. El hecho de que Ruiz Zorrilla y Sagasta, enemigos políticos irreconciliables y jefes de diferentes y enfrentados partidos fueran con escaso margen de tiempo Grandes Maestres de la misma obediencia masónica es suficientemente sintomático. 

En este sentido la nota necrológica aludida concluye con unas reflexiones que permiten abundar en este mismo sentido: 

“Si en los últimos años de su vida ciertas debilidades del hombre, del estadista y del dinástico nublaron su gloria, no corresponde a la Francmasonería juzgarlo, puesto que siendo consecuencia seguramente de compromisos políticos y no teniendo nuestra Institución nada que ver con el juego de los partidos, para nada ha de influir en el respeto y en la consideración que debemos al Ilustre hermano cuya muerte ha impresionado vivamente a amigos y adversarios del que ha dejado un gran vacío en la sociedad española. Para concluir, hagamos una afirmación. El hermano Sagasta fue fanático, y ha sido consecuente hasta el último momento de su vida. Descanse en paz nuestro Ilustre hermano Sagasta (Paz), Gran Comendador honorario del Grande Oriente Español”32.

 

 

 

NOTAS

1. El caso de Prim es el único del que no hay constancia documental directa, aunque su filiación masónica fue mantenida por la prensa de la época y por escritores contemporáneos como Nicolás DÍAZ Y PÉREZ, La Francmasonería española, Madrid, 1894, y Benito PÉREZ GALDÓS, Episodios Nacionales (Obras completas), Madrid, ed. Aguilar, 1970 (12ª ed.). Recordemos que Galdós nace el 10 de mayo de 1843. 

2. CEPEDA ADÁN, José, Sagasta. El político de las horas difíciles, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1994. OLLERO VALLÉS, José Luis, El progresismo como proyecto político en el reinado de Isabel II: Práxedes Mateo-Sagasta, 1854-1868, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1999. 

3. Sobre Ruiz Zorrilla, cfr. FERRER BENIMELI, José Antonio, "Ruiz Zorrilla y Manuel Azaña, masones y jefes de gobierno", Historia 16, XIX, n° 215 (marzo 1994), pp. 25-36. 

4. El nombre simbólico de Sagasta fue siempre Paz. La enciclopedia Espasa hace una errónea transcripción de Hermano Paz, por Hermán Paz. 167

5. RANDOUYER, Françoise, "Utilidad de un catálogo de masones-diputados a Cortes", en FERRER BENIMELI, José Antonio (coord.), La Masonería en la Historia de España, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1985, pp. 55-103. De hecho, entre los diputados progresistas de las Cortes de 1869 figuran al menos nueve masones (sin especificar si lo eran ya entonces o ingresaron más tarde); a saber: Llano y Persi (propietario), Milans del Bosch (militar), Montero Telinje (funcionario), Rojo Arias (juez), Prim y Prats (militar), Ruiz Zorrilla (abogado), Sagasta (ingeniero), Herreros de Tejada (comerciante) y Montejo y Robledo. 

6 . Previamente, el 5 de enero de 1876 había sido investido como Gran Comendador. 

7. Boletín Oficial del Gran Oriente de España (BOGODE), VIII, Madrid, 30 julio de 1880, nº 44, p. 642. A partir de esta fecha, todos los decretos aparecen ya firmados, no por Paz (Sagasta), sino por Padilla (Montejo y Robledo), Soberano Gran Comendador y Gran Maestre interino del Serenísimo Gran Oriente de España. 168

8. En el balaustre dirigido por Sagasta con este mismo motivo a "todos los Orientes extranjeros que mantienen relaciones oficiales con el de España" añade que Romero Ortiz hacía ya más de 40 años que venía "trabajando sin descanso por el engrandecimiento y esplendor de la Institución masónica" habiendo consagrado su vida entera a "la defensa de la libertad, de la justicia y del derecho". BOGODE, IX, Madrid, 15 mayo de 1881, nº 9, pp. 130-132. 

9. Ibidem. 

10. BOGODE, VIII, Madrid, 15 mayo de 1880, nº 39, p. 371. 

11. “Conviene recordar el triste estado en que nos encontrábamos el año 1875. E1 Gran Oriente de España no existía; dos individuos, cuyos nombres no queremos consignar por temor de alterar la seriedad de estos trabajos, habíanse empeñado en mantenerse el uno en un puesto superior a su entendimiento, y en escalar el otro una autoridad superior a sus condiciones. Ambos tenían una incompetencia y una incapacidad tan grandes como excesivas eran sus ambiciones de figurar” BOGODE, VIII, Madrid, 15 julio de 1880, nº 43, p. 628. 

12. Sobre la masonería española en Filipinas cfr. CUARTERO ESCOBÉS, Susana, La masonería española en Filipinas, Tesis doctoral inédita, Zaragoza, 1999. 

13. “Recogió el abandonado timón de la masonería en tristísimas y crueles circunstancias, cuando la nave se hallaba a punto de zozobrar; segura ya en puerto de refugio y al abrigo de nuevas tempestades, ha significado su deseo inquebrantable de depositar su autoridad en otras manos”. BOGODE, VIII, Madrid, 30 julio de 1880, nº 44, p. 650. 

14. BOGODE, VIII, Madrid, 15 julio de 1880, nº 43, pp. 630-631. 

15. Ibidem. 

16. Ibidem. 

17. La descripción detallada de este hecho, en B0GODE, VIII, Madrid, 30 septiembre de 1880, nº 48, pp. 741-743. El venerable de la logia Porvenir, Juan Utor y Fernández, al enumerar los actos de beneficencia realizados por la logia recuerda "el haber arrancado de las gradas del patíbulo al carabinero Juan Calvo López y al hermano Juan Carreró, leyendo la siguiente plancha que una Comisión de la logia puso en manos del Ilustre hermano Sagasta, entonces ministro de la Gobernación, la víspera del día en que debía verificarse la ejecución del desgraciado Calvo López: 

Al Ilust. Y Pod. H. Práxedes Mateo Sagasta, el Ven., OOf. y OOb. de la Resp. Log. Porvenir núm. 8, unidos a los VVisit. de otras Logias del Ser. Gr. Or. de España. 

S F. U. 

La veneranda Institución a que tenemos la inmensa dicha de pertenecer, la ínclita Orden que dio la luz a nuestro ojos, disipando la densa niebla de los errores profanos, tiene escritos en sus estandartes grandiosos lemas, magníficos principios, sublimes y benéficas ideas. Sobre todos estos lemas, ideas y principios descuella y sobresale, como la más solida base de la fraternidad entre los hombres, el de la inviolabilidad de la vida. Juan Calvo López, carabinero de la 3ª compañía de la Comandancia de Cádiz, se encuentra en estos instantes en Ciudad Real, y mañana a las siete saldrá de la capilla para dejar de existir. Se os presenta, queridísimo hermano, la más grata ocasión de ejercer esa prerrogativa, que por vuestro alto puesto en el mundo profano podéis reclamar de vuestros compañeros de Gobierno. Tenéis la magnífica ocasión de salvar una existencia, contribuyendo así a la benéfica acción de la Orden a que pertenecéis. No vacilamos. A las siete debe morir; a las siete le veremos perdonado. Para vos, poderoso hermano, la gloria; para nosotros la gratitud. Que el Gran Arquitecto del Universo os ayude e ilumine con el rayo esplendoroso y protector con que siempre alumbra los actos de la Orden. Traz. en Log. a 14 de Julio de 1874 (e.v.).- Siguen las firmas. 

El hermano Sagasta dirigía 24 horas después al hermano Utor la siguiente carta de que también se dio lectura: 

Sr. D. Juan Utor y Fernández.- Mi querido amigo: No podía V. dudar del vehemente afán con que interesaría a mis compañeros de Gabinete en favor del desgraciado por quien V. y demás amigos intercedieron. 

Logré su indulto, y satisfacción suma he experimentado; he cumplido a la par con mi deseo, y al participarlo a V. y demás hermanos, queda suyo afectísimo seguro servidor Q.B.S.M., P. Sagasta. Ministerio de la Gobernación, 16 de Julio 1874". 

18. Sagasta fue por segunda vez presidente del Consejo de Ministros desde julio de 1874 hasta el día siguiente a la proclamación de Alfonso XII (30 diciembre 1874), fecha en la que dimitió, retirándose momentáneamente de la vida política hasta su entendimiento con Cánovas para la futura actuación de los dos partidos del turno (el conservador y el liberal). 

19. BOGODE, VIII, Madrid, 15 julio de 1880, nº 43, pp. 630-631. 

20. En el Archivo Histórico Nacional de Salamanca, leg. 565-A, existe una carta de emigrados políticos en Francia, residentes en Montauban dirigida a la logia Comuneros de Castilla n° 289 en la que expresan su admiración y agradecimiento a Sagasta por indultar al general Villacampa y demás hermanos implicados en el golpe republicano de 1886. Cfr. OLLERO VALLÉS, J.L., “Práxedes Mateo Sagasta y la masonería: relación institucional e ideológica. Una nueva aportación al binomio masonería – política”, en FERRER BENIMELI, J.A. (coord.), La masonería española entre Europa y Amèrica (Actas del VI Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española, Zaragoza, julio 1993), Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1995, vol. I, p. 83. 

21. En el BOGODE del 31 de diciembre de 1884, p. 350, se dice que Sagasta en aquella ocasión tenía el grado 18.

22. BOGODE, IV, Madrid, 5 mayo de 1876, pp. 1-10.

 23. “Yo confio en que he de intentar, con fruto, la estrecha unión de todos mis hermanos: que la Compacta piña que decora el chapitel de nuestras columnas simbólicas harto enseña cuán íntima debe ser para alcanzar vigor y con el vigor el triunfo de nuestro perseverante anhelo, la unión de todos los masones”.

 24. Ibidem. 

25. Siguen las firmas del Venerable Maestre José Quintero; el Primer Vigilante José Mª del Campo; el Segundo Vigilante Rafael Rodríguez de Castro, y del Secretario Francisco de C. Martínez. BOGODE, IX, Madrid, 15 marzo de 1881, nº 5, p. 70. 

26. BOGODE, IX, Madrid, 15 febrero de 1881, nº 3, pp. 33-35.

27. Esta insinuación más o menos clara está dirigida injustamente contra Sagasta (y sus méritos y títulos personales) siendo así que si Llano y Persi fue elegido “por sufragio universal” fue debido a que así figuraba en la candidatura única presentada por Sagasta y su equipo antes de dimitir. Lista que estaba encabezada por Antonio Romero Ortiz como Gran Comendador y Gran Maestre; Manuel Llano y Persi, Gran Comendador adjunto; Sergio Martínez del Bosch, Gran Maestre adjunto; Juan Utor y Fernández, Gran Secretario general; y Gregorio Cuevas, Gran Tesorero. BOGODE, VII, Madrid, 15 agosto de1880, nº 45, pp. 659-663, y BOGODE, IX, Madrid, 15 mayo de 1881, nº 9, pp. 149-155. 

28. BOGODE. Supremo Consejo de la Masonería Española. Madrid, 15 febrero 1873. 

29. Cfr. el listado completo y actualizada la numeración de las 153 logias existentes el 14 de mayo de 1881, entre las que destacan las 49 implantadas en Cuba, en BOGODE, IX, Madrid, 15 mayo de 1881, nº 9, pp. 136-140.

30. Reconocimiento conseguido con los Grandes Orientes de Francia, México (rito escocés y nacional mexicano), Brasil, Nueva Orleans, Uruguay, Argentina y Túnez, “estando muy adelantadas las negociaciones” con Inglaterra, Charleston, Bélgica, Italia y Alemania (Gran Logia de Hamburgo). BOGODE, VIII, Madrid, 30 julio de 1880, p. 649. 

31. Boletín Oficial del Gran Oriente Español [BOGOE], XI, Madrid, 15 enero de 1903, pp. 11-12. 

32. Ibidem.

 

 

 

 

PRÁXEDES MATEO-SAGASTA
GRAN MAESTRE DE LA MASONERÍA

 

José Antonio Ferrer Benimeli

BERCEO 139 165-178 Logroño 2000