Heterodoxia en la cuaderna vía: Nueva revisión del concepto de las “sílabas contadas” a la luz de los poemas franceses e italianos, Elena Gonález-Blanco - BIBLIOTECA GONZALO DE BERCEO

 

 

 

 

 

 

1. Ortodoxia y heterodoxia en métrica[1]

 

            El concepto de la heterodoxia es, en la mayor parte de los casos, difícil de concretar, y suele entenderse, en líneas generales, como la “disconformidad con doctrinas o prácticas generalmente admitidas”[2]. Esta disconformidad se encuentra asociada en su sentido primario al ámbito de las creencias o prácticas religiosas, pero el significado del término se ha ido ampliando hacia los distintos campos, y es en este sentido más amplio en el que lo entenderemos a lo largo de este trabajo, referido al área de la literatura. Parece sencillo definir la heterodoxia como negación de la ortodoxia, y, sin embargo, nuevamente el concepto nos conduce a una serie de problemas que se encuentran ampliamente debatidos en la larga tradición crítica de la teoría literaria, como son la delimitación del corpus, la cuestión de los géneros y el establecimiento de los diferentes movimientos literarios. Dichos problemas se han venido discutiendo desde los tiempos de la Antigua Grecia y será imposible llegar al final de la discusión por el carácter subjetivo, tanto del objeto de la misma, como de los planteamientos de los investigadores[3].

En este trabajo, nos referiremos concretamente al campo de la métrica y, acotando aún más los límites cronológicos y literarios, nos centraremos en la aplicación del concepto de la heterodoxia al estudio de la estrofa del tetrástico monorrimo de alejandrinos -comúnmente conocida en literatura española como “cuaderna vía”- cuya presencia se deja sentir en la Romania entre los siglos XII-XIV. Resulta extraño plantear el concepto de la heterodoxia para aplicarlo a un campo como la poesía narrativa castellana medieval, por lo general caracterizada por su regularidad y sus “sílabas contadas” como norma teórica de construcción de los propios versos. Así, el mester de clerecía castellano se ha definido en función de unos principios de regularidad métrica, de la cual los autores son conscientes. Además, la crítica ha opuesto esta rigurosidad, propia de la poesía culta, a la libertad de la épica, creando así dos conceptos teóricos contrapuestos: el mester de clerecía y el mester de juglaría, cuyas respectivas delimitaciones no resultan, en muchos casos, claras.

 

 

2. Las teorías. Regularidad y ortodoxia vistas por la crítica

 

            Para poder hablar de heterodoxia en este campo será necesario, en primer lugar, revisar la historia de la investigación para delimitar con exactitud qué ha venido cuajando a lo largo de los años como ortodoxia y cuáles son las normas que han regido las caracterizaciones otorgadas por los investigadores. Para ello, nos remontaremos unos años para tratar de ver dónde se originaron las principales teorías al respecto, haciendo una muy sucinta revisión de los principales hitos[4].

El concepto de mester de clerecía como marbete caracterizador del grupo de poemas castellanos compuestos en tetrásticos monorrimos de alejandrinos aparece tempranamente en la historia de nuestra literatura, gracias a las aportaciones de Manuel Milà i Fontanals (1874), que crea el citado sintagma para referirse a este conjunto de textos, sobre los que, sin embargo, aún no existe conciencia de canon ni se han definido sus características métricas.

            La tendencia a sistematizar y a clasificar se convierte pronto en una herramienta necesaria, y se comienzan a elaborar las primeras colecciones y manuales de literatura. Así, aparece en 1890 la Antología de Poetas líricos castellanos a cargo de Marcelino Menéndez Pelayo (1890-1916) y en ella se califica definitivamente la poesía de clerecía castellana como “primera escuela de poesía erudita”.

            La etiqueta se consolida así, dando lugar a la aparición de un sólido bloque en todos los manuales e historias de la literatura, dedicado al mester de clerecía en oposición bipolar a la poesía de tipo épico, denominada mester de juglaría. Se habla de un género de poemas agrupados por la métrica del conjunto, que se caracterizan fundamentalmente por su regularidad (Saavedra Molina 1950-51), cuyas líneas poéticas vienen definidas a partir de la segunda estrofa del Libro de Alexandre, tomado como patrón y modelo de la ortodoxia[5]. En esta línea seguirán los trabajos de Pedro Luis Barcia (1967)[6], o Nicasio Salvador Miguel (1979)[7], que se ocupan del conjunto de poemas definiendo sus principales rasgos.

            En esta época comienzan a realizarse divisiones y clasificaciones que tratan de acotar el corpus y caracterizar las obras en función de sus semejanzas. Una de las principales partidarias de esta tendencia es Isabel Uría (1981 y 2000), quien señala que no es pertinente reunir bajo el mismo rótulo de mester de clerecía a los poemas del siglo XIII y XIV. Con estos postulados, marca una nueva tendencia en la crítica y afirma que prefiere utilizar denominaciones nuevas para el grupo, como la de poemas clericales, y restringir la etiqueta de mester de clerecía solamente a un determinado conjunto de textos correspondientes al siglo XIII[8], unidos por una serie de rasgos métricos entre los que destaca la dialefa, y que forman una escuela cuyos autores aprendieron las técnicas de composición en un mismo entorno o centro, que probablemente se tratase de la Universidad de Palencia.

            En esta línea se moverá Jesús Cañas Murillo (1990), que centra su estudio en la relación entre el mester de clerecía y la literatura didáctica. Considera el mester de clerecía como una escuela literaria que incluye solamente, en el sentido de Isabel Uría, los poemas del siglo XIII y acepta la consideración de la segunda estrofa del Libro de Alexandre como el manifiesto poético de dicha escuela, así como la influencia de la Universidad de Palencia.

            Aunque los investigadores son conscientes de la existencia de no pocas irregularidades en la mayor parte de los poemas, la postura que prevalece mayoritariamente es la de la defensa de la regularidad y unidad en los poemas llamados “del mester”. En esta línea surgirán importantes investigaciones, como las realizadas por Amaia Arizaleta (1995) sobre el conjunto de textos, especialmente el Alexandre, o las de Michel García (1982), quien se ocupa de la función de la “copla cuaderna” como elemento estructurador del conjunto definido en los principios prosódicos que rigen la segunda estrofa del Libro de Alexandre.

            También desde el punto de vista puramente métrico se establece la misma división cronológica y formal: así, el investigador británico Martin Duffell (2003) separa los poemas del XIII y del XIV sumándose así a la lista de partidarios de realizar esta división. Su principal aporte al respecto es que pone en relación los conceptos de métrica autóctona y métrica extranjera partiendo de un análisis meticuloso de la métrica cuantificada de los poemas, pero el problema es que sólo estudia detalladamente la métrica de tres de los textos del mester, tradicionalmente caracterizados por su regularidad: el Libro de Alexandre, los Milagros de Nuestra Señora de Berceo y el Poema de Fernán González.

 

 

3. Los disidentes. Heterodoxia en la investigación

 

            A pesar de que el acuerdo mayoritario reinante dejaba fuera desde una fecha temprana las opiniones y teorías que salían de las clasificaciones anteriormente mencionadas (y que venían a resumirse en la dicotomía entre los dos mesteres), paralelamente iban apareciendo una serie de testimonios que reclamaban las peculiaridades caracterizadoras de muchos de los textos que se encontraban clasificados bajo una u otra etiqueta. Dichas voces han quedado sepultadas bajo el aluvión de la ortodoxia de la crítica, pero no por ello han perdido razón, pues las cuestiones que plantean relativas a las disidencias de esta denominada poesía de clerecía resultan, a nuestro parecer, más relevantes y significativas que las que se amoldan a la ortodoxia, pues nos revelan una serie de particularidades propias de los textos que los convierten en únicos y, por ello, mucho más valiosos.

            Dentro de esta línea de disidentes, y remontándonos atrás en el tiempo, comenzaremos por citar la obra de Tomás Antonio Sánchez (1779), que expresa sus inquietudes sobre el metro, relacionadas especialmente con la oscura cuestión de sus orígenes[9].

Un hito importante en el planteamiento de los conceptos constituye la muy olvidada obra Poesía Juglaresca y Juglares de Ramón Menéndez Pidal (1924), que, huyendo de la bipartición de mesteres épico/clerical, dedica un capítulo de su obra a los que él denomina “Los juglares de poesía narrativa”[10], que no son otros que nuestros autores de la poesía de clerecía. Cuando habla de los textos castellanos en cuaderna, observa una gradación desde la perfección métrica de Gonzalo de Berceo hasta su decadencia en el último tercio del siglo XIV, y, además, añade un importante dato que la crítica posterior ha dejado pasar desapercibido, y es que menciona la existencia de varios textos franceses compuestos en el mismo metro que los castellanos, que el investigador cita, y del que nadie más se hace eco hasta muchos años después.

            Otro de los trabajos que han caído en el olvido a lo largo de los años ha sido el realizado por Georges Cirot a mediados de los años 40 (en sus dos artículos de 1942 y 1946). Dicho investigador se centra en la influencia y la relación existente entre los poemas franceses y los castellanos y amplía la nómina de poemas que ya anticipara Menéndez Pidal, proporcionando más datos sobre los mismos. Además, dentro de los textos castellanos del mester incluye varios poemas narrativos que no están compuestos en cuaderna, pero que por sus características poéticas y por su temática se asimilan a este grupo[11], y que, sin embargo, no se han incluido en muchos manuales e historias de la literatura castellana por presentar un metro diferente. En esta línea de apertura de fronteras se mueven también los trabajos de Ángel Gómez Moreno (1984 y 1988), que compara el prólogo del Libro de Alexandre con los prólogos de los poemas narrativos de la época, especialmente en literatura francesa y provenzal, y concluye su trabajo afirmando que no puede aislarse el estudio del prólogo del poema castellano sin tener en cuenta sus múltiples fuentes e influencias y el contexto panrománico en el que se desarrolla este tipo de poesía. Además, acepta la etiqueta de mester de clerecía pero la entiende en un sentido amplio que incluye el uso de formas métricas próximas como el pareado y señala también que la cuaderna vía y el resto de las formas poéticas castellanas descienden de metros previos existentes en la literatura latina, y que presentan paralelos vernáculos.

            Siguiendo la búsqueda de los orígenes de la estrofa, no podemos olvidar el magnífico trabajo de D’Arco Silvio Avalle (1962), único por su temática y quizás el más heterodoxo de los heterodoxos, pues aún hoy nadie se ha atrevido a refutar, añadir o comentar sus resultados. Dicho investigador, basándose en las principales colecciones de poemas mediolatinos y en el fabuloso y desconocido repertorio métrico de poesía narrativa francesa medieval de Gotthold Naetebus (1891), pone en relación las estrofas latinas desde el período carolingio hasta su paulatina transformación en romance, que va asociada a la gestación de la estrofa del tetrástico.

En lo que a las investigaciones más recientes respecta, hemos de señalar que la crítica se encuentra dividida en dos grupos diferenciados. El de aquellos que hemos venido citando en el anterior epígrafe, que, siguiendo el canon de la ortodoxia apuestan por una regularidad métrica y excluyen del “corpus” canónico los poemas que se desvían de dicha regularidad; frente al de los que tienden a tratar de eliminar las clasificaciones rigurosas, levantando su mirada hacia otros textos romances de la misma época, hacia los textos latinos que les precedieron, y hacia las formas métricas cercanas en las que se expresan otros poemas muy similares en contenido y estructura a los tradicionalmente estudiados, pero que no se incluyen en el corpus debido a su diferente estrofismo[12]. Si bien estos últimos (que son minoritarios en número) aceptan el concepto de mester de clerecía, lo consideran una modalidad literaria de origen castellano que abarca los siglos XIII y XIV que se convierte en uno de los moldes más significativos de la poesía clerical en la Europa medieval. Además, amplían las fronteras del mismo, señalando que la cuaderna ha de entenderse dentro de un contexto más amplio de poesía narrativa clerical en el que los grandes impulsos sociales y didácticos también incluyen los poemas compuestos en otros esquemas métricos, en otras lenguas o en otras tradiciones literarias.

 

 

4. La teoría literaria en los propios textos. Reflexiones de los autores medievales

 

            Ante el debate crítico resumido en los anteriores apartados, el panorama resultante es confuso y no deja avistar con claridad cuáles son las bases o principios para poder clasificar y organizar este conjunto de poemas. Creemos, por ello, necesario recurrir a los propios textos y a la información que ellos mismos nos ofrecen sobre sus características, sus normas de composición estilística y poética, y sobre la conciencia de los propios autores para despejar dudas sobre cuál era la idea que ellos mismos tenían sobre sus poemas. En gran parte de los casos, se tiende a hacer poco caso de las propias reflexiones de los autores, dando primacía a las especulaciones de los investigadores posteriores. Sin embargo, muchas de las claves se esconden entre las líneas de los propios textos, que hacen referencias a sí mismos, a sus creadores, a su época, o al modo de composición en que han sido elaborados.

            En el caso del tetrástico monorrimo de alejandrinos se ha hablado largamente de la cuaderna vía castellana y de los principios poéticos que rigen la estrofa, guiados por lo definido en el segundo tetrástico del Alexandre y corroborado por algunos fragmentos de los poemas de Berceo. Han surgido así importantes artículos, como los que ya hemos comentado, que recogen los principales aspectos definidores del género, así como otros relacionados con el modo de recitación, la oralidad o escritura del conjunto, el tipo de público, la representación del autor en el texto o la utilización de las fuentes. Sin embargo, es interesante ir más allá de los propios textos castellanos para poder comprobar si las conclusiones extraídas a partir de nuestros poemas son comunes al resto de las obras de la Romania o el contraste con éstos puede aportarnos interesantes y reveladores datos[13].

 

 

5. La heterodoxia métrica en los textos en tetrásticos

               

            Una vez revisadas las teorías de la crítica y los autores, no nos queda más camino para completar nuestro panorama que el de volver la mirada a los textos y tratar de ver en ellos el grado de ortodoxia u heterodoxia que presentan, conforme a las clasificaciones ya señaladas.        Comenzaremos hablando de los poemas castellanos, ya que son los que han servido de punto de partida a la crítica para establecer la mayor parte de las caracterizaciones que venimos señalando.

 

 

5.1. Los textos castellanos

 

            Uno de los rasgos que se han considerado fundamentales y caracterizadores de los poemas pertenecientes al mester de clerecía, por estar escritos en cuaderna vía, es su rigurosidad métrica y su respeto a la norma de las “sílabas contadas”, siguiendo los principios enunciados en la ya citada segunda estrofa del Libro de Alexandre. Sin embargo, si analizamos en profundidad los aspectos métricos que rodean a cada uno de los textos, podemos apreciar que la supuesta ortodoxia en que se encuentran no es tal, puesto que la mayor parte de ellos presentan irregularidades métricas notables.

            En efecto, si consideramos los poemas de Gonzalo de Berceo, el principio de regularidad métrica se cumple casi con total exactitud, puesto que la pulcritud del citado autor es máxima y las desviaciones de la norma métrica, mínimas. La dialefa y el uso de la apócope aparecen rigurosamente respetados como elementos caracterizadores de la época en que el autor está escribiendo sus poemas.

            A pesar de su temprana fecha, el Libro de Alexandre presenta ciertas irregularidades métricas a lo largo de sus 2675 estrofas[14]. Dichas irregularidades se han achacado generalmente a defectos de copia, que, en opinión de sus editores, no interfieren en la pureza del texto, cuya temprana fecha de composición han defendido basándose en el análisis de otros datos, como el estudio de la dialefa y de la apócope[15].

            El Libro de Apolonio, por su parte, con sus 656 estrofas, contiene mayor cantidad de lo que los investigadores han venido denominando “fallos métricos”. Generalmente, los editores del poema han optado por defender que dichas irregularidades constituyen errores de copista o del propio original; en cualquier caso, la mayor parte de editores ha optado por la regularización del texto utilizando recursos como la apócope o la sinalefa, mientras otros tienden a respetar el manuscrito procurando alterarlo mínimamente (Arnold 1938).

El cuarto poema que se ha considerado tradicionalmente como perteneciente al paradigma del mester de clerecía es el Poema de Fernán González. En este caso, el texto se compone de 737 estrofas en tetrásticos monorrimos de alejandrinos, de las que tan sólo una decena son estrictamente regulares. El problema de la regularidad de este poema se achaca a la pobreza de conservación de la copia que lo contiene, lo que ha llevado a múltiples enmiendas, generalmente relacionadas con la métrica y el uso de la dialefa (López Guil). Para enmendar las faltas de transmisión y alcanzar la regularidad silábica[16]. Y nosotros nos preguntamos, ¿fue en origen tal la regularidad y son absolutamente necesarias dichas enmiendas?, ¿o simplemente los investigadores actuales nos empeñamos desde la Postmodernidad en clasificar y cuadrar en la ortodoxia un poema que quizás es más valioso por su grado de heterodoxia?

            Una vez salimos de estos textos, considerados como núcleo del mester de clerecía, y únicos integrantes de este grupo para los que entienden el sintagma en sentido estricto, observamos que el resto de poemas presenta un grado de irregularidad métrica mucho mayor. Nos referimos a obras como los Castigos y exemplos de Catón, o la Historia Troyana Polimétrica, que, como su nombre indica, solamente contiene fragmentos en cuaderna vía. Dichos textos no llegan a aparecer en muchos manuales y clasificaciones como pertenecientes al mester de clerecía.

            Menos conocidos aún son textos como los Gozos de la Virgen, poema en 28 tetrásticos de alejandrinos monorrimos, aunque en su mayoría bastante deturpados. Solamente sus tres primeras estrofas son cuadernas perfectas. Artigas (371) sugiere que  probablemente el comienzo se conserva en mejor estado porque era lo que el copista recordaba de memoria. En opinión de Gómez Moreno (1991, 238), esto se debe a que el texto se concibió como oración; por tanto, el interés principal del copista no fue precisamente el de mantener las rimas que aparecen en el texto, pues su  transmisión debió de ser principalmente oral[17].

            Ya en el siglo XIV, los poemas castellanos en alejandrinos presentan una marcada tendencia hacia el alargamiento de sus hemistiquios formando octosílabos. Además, la dialefa no se respeta tanto como en el XIII, razones que han hecho a los investigadores considerar estos poemas más alejados del espíritu inicial de la estrofa de la cuaderna. En esta época encontramos, por ejemplo, el Libro de Miseria de Omne, compuesto por 502 estrofas en tetrásticos monorrimos de alejandrinos, en su mayor parte de 16 sílabas, es decir, dos hemistiquios octosilábicos con numerosos errores del copista[18].

            También en este período hay dos textos menos conocidos pero muy interesantes por su génesis miscelánea: la Alhotba arrimada o Sermón del Rabadán (Müller) y el Poema en alabanza de Mahoma (Gayangos). En ambos casos, los hemistiquios presentan una marcada tendencia hacia el octosílabo y las estrofas no siempre agrupan sus versos de cuatro en cuatro, sino que optan por los pareados, estrofas de tres versos, o combinaciones de varios metros, mismo fenómeno que encontraremos en los Proverbios de Salamón (Kany) o la Vida de San Ildefonso (Alvar Ezquerra), del Beneficiado de Úbeda. Tampoco hemos de olvidar la impronta que este universo multicultural dejó en nuestros poemas castellanos, pues en obras como el Libro de Buen Amor[19] pueden rastrearse claros influjos de la tradición poética árabe, que llevan a los investigadores a navegar en un inmenso debate en el que se mezclan las tradiciones goliárdicas mediolatinas, los supuestos orígenes conversos del autor y su conocimiento de la literatura latino-romance de la época, para dar como resultado una obra heterodoxa en todos los ámbitos, única e inclasificable. La mezcla de estrofas alcanza sus máximas cotas en esta obra del siglo XIV, así como en el Rimado de Palacio[20].

            Dentro del corpus de poemas castellanos encontramos también una serie de textos que no se han considerado tradicionalmente pertenecientes al canon de la cuaderna vía. Nos referimos a las obras compuestas por autores judíos en lengua castellana, que siguen los principios compositivos de la estrofa, pero que incorporan elementos de su propia tradición estilística, métrica y literaria. De este grupo, denominado “clerecía rabínica”[21], el poema más conocido son los Proverbios Morales de Sem Tob de Carrión. Su métrica ha sido discutida, puesto que tipográficamente las estrofas aparecen distribuidas en los manuscritos como cuartetas heptasilábicas (Díaz-Mas y Mota 1998). A nuestro juicio, la solución más acertada es la de considerarlos pareados de alejandrinos con rima interna de los hemistiquios al modo de homoioteleuton[22].

            El otro gran poema perteneciente a este grupo son las Coplas de Yosef o Poema de Yosef. Para sus más recientes editores, Girón y Minervini, no hay duda de que las Coplas “se aúnan al corpus canónico de las obras castellanas bajomedievales escritas por la cuaderna vía”. A su juicio, dicho parentesco no deja lugar a dudas, puesto que incluso la rima interna entre primeros hemistiquios, una de las novedades formales en comparación con sus precedentes hispanocristianos, ya se conocía en la poesía goliardesca de la tradición mediolatina donde hunde sus raíces nuestro mester. Pero otros precedentes, especialmente de la rima estrófica homoioteleuton, gozan de importantes anclajes en la poesía hispanohebraica. Este entrelazado entre ambas tradiciones es lo que ha dado lugar a un poema como el nuestro, emparentado con la cuaderna vía. Ambos editores señalan que, aunque solamente uno de los testimonios de entre todos los conservados reproduce las coplas dispuestas en forma de cuaderna vía, ello basta para suponer que es probable que el poema medieval fuera concebido originalmente como una adaptación hispanojudía del mester de clerecía.

            Los otros dos poemas que componen el conjunto hispanojudío son mucho más breves y métricamente irregulares. En primer lugar tenemos El pecado original o Adóte Adán (Pescador 244-46), en 51 versos agrupados en estrofas de 2, 3 y 4 versos monorrimos, y, en segundo lugar, la Lamentación del alma ante la muerte (Cid), en 16 estrofas en cuartetas heptasilábicas de las cuales los 3 primeros versos son monorrimos y el último funciona a modo de estribillo.

            Menos conocidos aún son dos textos sobre los que llamó la atención Ángel Gómez Moreno (1988 128), cuyo parentesco métrico y temático con los poemas del mester es importante: se trata del Cantar del rey don Alonso, poema métricamente bastante imperfecto que, con 19 versos, es casi un romance que alterna en sus hemistiquios versos de 7, 8 y 9[23] sílabas mezclados entre sí con rimas imperfectas. Aunque su tendencia general es hacia el tetrástico, el poeta se permite algunas asonancias (vv. 14 y 19) y versos sueltos (v. 15). El otro poema que destaca Gómez Moreno es un fragmento de El Escorial conocido como Guárdate Rueda (consejos a un hombre de leyes), que se compone de 7 tetrásticos monorrimos de alejandrinos irregulares.

            Este es, pues, el conjunto de poemas castellanos en cuaderna vía que hoy conocemos. Tras haberlos analizado métricamente, observamos que la supuesta regularidad característica y propia de la estrofa, solamente se observa con rigurosidad en los poemas de Gonzalo de Berceo. El resto de los textos presentan importantes alteraciones respecto al patrón métrico supuestamente ortodoxo, debidas tanto a su composición temprana como a la deficitaria transmisión o a la intervención de la recitación oral en la difusión de los textos. Las razones pueden ser varias, pero el resultado es que, si queremos aceptar todos estos poemas dentro del grupo del mester, habremos de aceptar su heterodoxia particular dentro del conjunto de la ortodoxia que los agrupa.

 

5.2. La mirada al mundo romance. Los poemas franceses

 

            No podemos, no obstante, dar por ortodoxo lo que sucede en nuestra Península sin volver la mirada a lo que acontece en dicha época al otro lado de los Pirineos.

            En efecto, el tetrástico monorrimo de versos alejandrinos es una de las estrofas preferidas de los poetas narrativos franceses durante los siglos XIII y XIV. Sin embargo, no hemos de generalizar, puesto que dentro del corpus de poemas conservados, la regularidad de los mismos y el grado de heterodoxia varían considerablemente, al igual que sucede en castellano.

            El primer poema que encontramos íntegramente escrito en tetrásticos de alejandrinos en francés fue compuesto en una fecha temprana: finales del siglo XII. Se trata del Poème Moral (Bayot), que consta de 145 estrofas que presentan un grado de regularidad bastante alto. Curiosamente, y al contrario de lo que suele afirmarse en literatura española, varios de los investigadores franceses[24] aseguran que en esta primera etapa poética del siglo XIII la estrofa del tetrástico está menos desarrollada, y que alcanzará sus máximas cotas en el siglo XIV. Esto se contradice con lo que opinan los críticos hispánicos, que defienden la pureza del siglo XIII frente a las irregularidades métricas y contaminaciones de la centuria siguiente.

            De la primera mitad del siglo XIII encontramos en Francia un número abundante de poemas compuestos íntegramente en cuaderna vía. Destacan así la Légende de Saint Grégoire (145 tetrásticos, ed. de Hendrick B. Sol), el Purgatoire de Saint Patrice de Béroul (221 tetrásticos, ed de Marianne Mörner), el Dit de Niceroles de Clerc de Vaudoy (18 tetrásticos, ed. de de Achille Jubinal 1874, vol. 3, 352-54), La Bible Nostre Dame (87 tetrásticos, ed. de de Meyer 1878, 42-46), la Vie de Saint Jean l’Évangeliste (231 tetrásticos, ed. de Erik Westberg), una Prière à la Vierge Maria (3 tetrásticos, ed. de Robert Reinsch), una Bone prëere a nostre seignour Jhesu Christ (23 tetrásticos, ed. de R. Reinsch 89, núm. 53), la Prière de Theophilus (28 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal 1839, vol. 2, 327-331), Litania sanctorum (24 tetrásticos, ed. de Edmund Stengel, 81), De Larguece et de Debonerté, de Hue Archevesque (18 tetrásticos, ed. de Alexandre Héron), una Complainte d’amors (15 tetrásticos, ed. de Paul Meyer 1867, 42-45)[25], L’arriereban d’amors (14 tetrásticos, ed. de Arthur Långfors), Le chastiement des clercs (15 tetrásticos, ed. de de Daron Burrows), La paix aus Englois (22 tetrásticos, ed. de Edmond Faral, 1910), el Dit de Puille de Rutebeuf (15 tetrásticos, ed. de de Michael Zink 41-45), el Dit de la voie de Tunes o Le dit de la croisade de Tunis de Rutebeuf (34 tetrásticos, ed. de Michael Zink), el Dit des Jacobins de Rutebeuf (16 tetrásticos, ed. de Michael Zink), el Dit des Cordeliers de Rutebeuf (25 tetrásticos, ed. de Michael Zink), De la vie dou monde o de la complainte de Sainte Eglise de Rutebeuf (29 tetrásticos, ed. de Michael Zink), Du plait Renart de Dammartin contre Vairon son roncin (30 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal 1839, vol.2, 23-27), Fabliaux de Paradis (32 tetrásticos, ed. de Edmund Stengel, 461-64), Regres au Roy Loëys (55 tetrásticos, ed. de Francisque Michel (1858, 317-26), la Oración a san Marcos por los venecianos de Martin da Canal (12 tetrásticos, ed. de G. Pietro Vieusseux), La complainte de Pierre de la Broce (34 tetrásticos, ed. de Schneegans, 532-33), Le dit de Fortune de Jehan Moniot (22 tetrásticos, ed. de Schneegans, 539-42), un poema político sin título (8 tetrásticos, ed. de Wright 1839, 133-36), una Elegía por la quema de 13 judíos en Troyes de R. Jacob (17 tetrásticos, ed. de Darmesteter), el Testament de Jean de Meun (530 tetrásticos, ed. de Silvia Buzzetti 1989), La deffiante au conte de Flandres et tout l’estat de l’Ost (100 tetrásticos, ed. de Scheler 1970), Des taboureurs (26 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal 1835, 164-69), El consejo del goliardo (8 tetrásticos, ed. de B. Hauréau, 298-99), el Mariage des sept Arts et des sept Vertus de Jean le Teinturier (93 tetrásticos, ed. de Louis Paris), De la fole et de la sage o l’estrif de deus dames (53 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal 1839), el Chastie-Musart (84 tetrásticos, ed. de Jubinal 1839, vol. 2, 478-79), De la desputoison de la Sinagogue et de Sainte Eglise (36 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal 1837, vol. 2, 404-08), Les cinc joies de Nostre Dame de Guillaume le Clerc (5 tetrásticos), la Salus de Nostre Dame (ed. incompleta de F. Michel 1839), Le jugement nostre Signor (ed. parcial de Léopold Pannier y Gaston Paris 213, n.12), Prière à Christus (51 tetrásticos, ed. de Paul Meyer 1880, 74), Une proiere Nostre Dame (114 tetrásticos, ed. de A. Scheler 1877), Pater noster (21 tetrásticos, ed. de Jean Bonnard 1884, 146), el Jugement de Salemon (20 tetrásticos, ed. de Barbazan (1808, 440-42), Par exemple vorai parler de l’Escripture, Pour ce qu’a laies gens soit a öir moins dure (ed. de Paul Meyer 1886, 57), Des sis manieres de fols (49 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal (1939, vol. 2, 65-72), De triacle et de venin (70 tetrásticos, ed. de Achille Jubinal (1839, vol.1, 360-71), el Evangile as femmes (32 tetrásticos, ed. de Omer Jodogne).

            De finales del siglo XIII o comienzos del XIV, se encuentran íntegramente compuestos en tetrásticos los siguientes poemas: Le char d’orgueil de Nicole Bozon (ca. 125 tetrásticos, ed. de Paul Meyer 1884, 515-18), el  Ave Maria de Nicole Bozon (ed. de Meyer 1884, 515-8), Du roy qui avoit une amie de Nicole Bozon (50 tetrásticos, ed. de Jubinal 1839, vol. 2, 309-15), el Dit des dames de Jehan (23 tetrásticos, ed. de Adolf Mussafia 1870), El anciano salvado a pesar de la prohibición (37 tetrásticos, ed. de Adolf Mussafia 1870, 597-16), el Art d’amours de Guiart (65 tetrásticos, ed. de Brakelmann, 422-25), la Vie de Saint Quentin (169 tetrásticos, ed. de Werner Söderhjelm), y la Vie de Sainte Dieudonnée (178 tetrásticos, ed. de Dirickx-van der Straten).

            Ya plenamente en el siglo XIV, en su primera mitad encontramos que el tetrástico alcanza en Francia su plenitud, en obras como Los Dits de Jehan de Saint-Quentin (24 poemas compuestos íntegramente en tetrásticos que tienen como temática común la narración de milagros con intervención divina, ed. de Munk Olsen), la Chanson d’un proscrit Traillebaston (23 tetrásticos, ed. de Thomas Wright 1839, 231-36), La prophecie de Maistre Lambelin (19 tetrásticos, ed. de E. de Bouteiller, 334), Le chant du roussigneul (29 tetrásticos, ed. de Desroches 63-67), el Dit des “mais” de Gieffroy (79 tetrásticos, ed. de Jubinal 1839, vol. 1, 181-94), el Dit de Robert le Diable (95 tetrásticos, ed. de Breul 45-70), el Dit de Guillaume d’Engleterre (237 tetrásticos, ed. de Silvia Buzzetti Gallarati 1990), Vëez cy solaz de un dame (17 tetrásticos, ed. de Thomas Wright y James Orchard Halliwell-Phillipps, 155-56), una Prière à Saint Francisque (5 tetrásticos, ed. de Meyer 1886, 271), Du jeu des déz (32 tetrásticos, ed. de Jubinal 1839, vol. 2, 229-34), una  Salut à la Vierge (ed. parcial de Paul Meyer 1884, 534-35), Le Miserère (45 tetrásticos, ed. de Paul Meyer 1881, 51), Coment le fiz Deu fu armé en la croyz (ed. parcial de Paul Meyer 1884, 530),  La plainte Nostre Dame (42 tetrásticos, ed. de Thomas Wright 1868, 438-46), un Ave María (ed. de Paul Meyer 1886, 306), y una Vie de Saint Christophe (206 tetrásticos, ed. de Kleist).

            Los textos anteriormente citados presentan, en mayor o menor proporción, un grado considerable de regularidad métrica. Sin embargo, no podemos olvidar que existe otra gran cantidad de textos “heterodoxos” en este sentido, pues, ajustándose inicialmente a una serie de patrones básicos, presentan alguna desviación de la norma o peculiaridad que hacen que se salgan del ortodoxo patrón de las sílabas contadas.

            Así, tenemos algunos textos que presentan estas irregularidades en el número de versos de la estrofa: un ejemplo de ello es la frecuente aparición de la estrofa de 5 versos alejandrinos, en lugar de 4, fenómeno que se da especialmente en fechas tempranas. Es el caso del poema francés de finales del siglo XII titulado Vie de Saint Thomas de Canterbury, o Vie de Saint Thomas le Martyr, de Guernes de Pont Sainte-Maxence (ed. de Immanuel Bekker 170-72), compuesto por casi 1300 estrofas, de las cuales tan sólo 19 son tetrásticos de alejandrinos, mientras que el resto están formadas por 5 alejandrinos. Curiosamente, las estrofas de 4 versos aparecen sólo en uno de los manuscritos conservados (eds. de Immanuel Bekker, Célestin Hippeau y Jacques T. E. Thomas).

            Con mezcla de estrofas de 4 y 5 versos en las mismas fechas encontramos Le Privilège aux Bretons (169 tetrásticos de alejandrinos monorrimos y 2 estrofas de 5 alejandrinos monorrimos, ed. de Edmond Faral 1910). El poema se divide en dos partes, métricamente diferenciadas. La primera de ellas está escrita en 169 tetrásticos de alejandrinos monorrimos, a excepción de 2 de sus estrofas que constan de 5 versos, también alejandrinos monorrimos (vv. 37 y ss y 63 y ss). La segunda parte del poema está compuesta por estrofas de mayor complejidad que combinan versos tetrasílabos y octosílabos.

            También la agrupación de la rima en forma de pareados la encontramos en la primera mitad del siglo XIII en la Vie de Sainte Cristine (en torno a 3800 versos, ed. de Olivier Collet), así como en el Sermon en vers sur la mort de Louis VIII, de Robert Sainceriaux (ed. de Natalis de Wailly), que presenta 72 estrofas escritas en tetrásticos de alejandrinos, la mayoría monorrimos,  algunos con rima en forma de pareados (estrofas 6, 15, 27-49, 59).

            Otra modalidad de heterodoxia la constituye la mezcla de distintos metros en el interior de una misma obra. Dicho fenómeno es bastante frecuente y lo encontramos desde fechas tempranas en obras como el Jeu de Saint Nicholas, de Jean Bodel (ed. de. Dufornet), que cuenta tan sólo con 10 tetrásticos de alejandrinos monorrimos, de un total de 1418 versos, entre los que se mezclan alejandrinos, decasílabos y octosílabos. El autor utiliza las cuartetas de alejandrinos monorrimos para los momentos solemnes: el pasaje en que el mensajero Auberon recibe las órdenes del rey (vv. 239-250), el momento en que el rey encarga al senescal organizar sus tropas (384-395), la decisión que toman los cristianos de unirse a la batalla (396-411), el pasaje en que un cristiano se dirige al ángel (424-427).

            La combinación alejandrino-octosílabo es también frecuente: así aparece en el Cortois d’Arras (ed. de Edmond Faral 1911), que tan sólo contiene un fragmento de 5 estrofas en tetrásticos de alejandrinos monorrimos (vv. 477-496), de un total de 664 versos en pareados generalmente octosilábicos. Es importante observar que el pasaje escrito en alejandrinos es aquel en el que el hijo se arrepiente de sus hechos y se lamenta de haberlos cometido. Se trata tan solo de un pequeño pasaje de 5 estrofas correspondientes a los versos 430-450 de la edición de Edmond Faral. La utilización de los alejandrinos es importante: puesto que probablemente se trate del momento más solemne de la obra, la penitencia, y el cambio de verso resulta muy significativo, especialmente tratándose de una estrofa asociada con frecuencia a este tipo de temas.

            Esta alternancia aparece igualmente en los poemas que acompañan a los conocidos milagros de Gautier de Coincy. Su métrica abarca diferentes tipos de versos, con predominio del  octosílabo[26]. Hay ciertas partes, en cambio, que son las que ahora centran nuestro interés, escritas en tetrásticos de alejandrinos que riman en pareados, siguiendo el esquema AABB, como Li Salu Nostre Dame (664 versos, ed. de Frederic Koenig, vol. 4) y su prólogo (64 versos), C’est une oroison a Nostre Dame (prière 37) (112 versos), y Les cinc joies de nostre dame (36 versos). La misma mezcla la observamos en el poema de la segunda mitad del siglo XIII, el Jus du Pélérin (ed. de Arthur Langlois), que contiene un fragmento de 14 tetrásticos de alejandrinos monorrimos de un total de 133 versos que combinan octosílabos y tetrásticos de alejandrinos[27]. También a este período pertenecen el Ver de Couloigne (ed. de Harmut Kleineidam), con 120 tetrásticos de alejandrinos monorrimos y una estrofa final de 6 octosílabos, y la Prière al Seigneur(ed. de Stengel), que también presenta esta modalidad de estrofa final octosilábica de 6 versos. De esta misma época se conserva Des poignes d’enfer (ed. de Paul Meyer 1877, 11-16), que contiene 21 tetrásticos de alejandrinos monorrimos de un total de más de 178 versos, en los que, a partir de la estrofa 21, los octosílabos reemplazan a los versos largos, que vuelven a renacer tras una breve introducción, prolongándose hasta el final del poema. En opinión de Meyer, este cambio se realiza sin una razón aparente, pero es un fenómeno que no resulta extraño, dado que ya aparece en otros textos.

            De mediados del siglo XIII conservamos el Roman de la Poire, de Tibaut (ed. de Christiane Marchello-Nizia), que contiene 2 fragmentos en alejandrinos que constituyen un total 60 de estrofas del conjunto de aproximadamente 3000 versos. Lo mismo le sucederá a De Venus la deese d’amor (ed. de Foerster), con 21 tetrásticos de alejandrinos de un total de 315 estrofas en tetrásticos formados en unas ocasiones por decasílabos y en otras por versos de 14 y 16 sílabas.

            De la segunda mitad del siglo XIII nos han llegado varios poemas de carácter métricamente misceláneo. En primer lugar tenemos el conocido Jeu de la Feuillée, de Adam de la Halle (ed. de Badel), en el que tan sólo hay un fragmento de 3 estrofas en tetrásticos monorrimos de alejandrinos al inicio del poema, de un total de 1099 versos, en su mayoría octosílabos. Lo mismo le sucederá al Miracle de Théophile, de Rutebeuf (ed. de Michael Zink), con 2 fragmentos en tetrásticos (16 estrofas), de un total de 663 versos compuestos en variedad de metros[28].

            Íntegramente compuesto en alejandrinos, pero alternando series de entre 4 y 20 versos tenemos, en la segunda mitad del siglo XIII, la Vie de Saint Thibaut confesseur, de Guillermus de Oye (ed. de Raymond Thompson Hill), que contiene 154 tetrásticos de un total de 1054 alejandrinos distribuidos en series de entre 4 y 20 versos[29].

            Otro de los juegos favoritos de estos autores constituye la alternancia de versos autóctonos y versos latinos, fenómeno que aparece en el Poema al rey Philippe (ed. de Paulin Paris 1838, 207-08)., que contiene 7 tetrásticos de alejandrinos monorrimos seguidos de 20 versos latinos (14-16 sílabas) que riman a modo de pareados. Lo mismo sucederá en la Chanson contre les impôts du roi (ed. de Thomas Wright 1839, 182-87), con 17 tetrásticos monorrimos de alejandrinos, todos ellos seguidos de un verso en latín de una longitud entre 12 y 15 estrofas[30].

            Aunque estrictamente no se salen del molde del tetrástico, hemos de señalar también que, en la segunda mitad del siglo XIII, aparecen en territorio francés algunos poemas que presentan rima interna entre los hemistiquios de sus tetrásticos. Sucede así en el Ave Maria en françois (14 tetrásticos, ed. de Paul Meyer 1867, 10) y el ABC Nostre Dame (28 tetrásticos, ed. de Francisque Michel vol. 1, 74).

            Ya en el siglo XIV, y frente a lo que sucede en España, encontramos en Francia que el tetrástico aparece como una estrofa mucho más regularizada y con un grado de heterodoxia mucho menor que en la centuria precedente. Hemos de citar, sin embargo, una serie de poemas que se salen de la norma de las sílabas contadas presentando ciertas particularidades dignas de mención. Tenemos así el poema titulado Des fames, des déz et de la taverne (ed. de Veikko Väänänen), en 56 versos. Está compuesto en estrofas de 6 versos monorrimos de alejandrinos, que concluyen generalmente con palabras latinas. Generalmente el último de los versos de cada estrofa está compuesto íntegramente en la lengua clásica, y es un hexámetro o un pentámetro. En algunos casos, son los dos últimos versos los que forman un dístico en latín. A efectos de rima las palabras latinas se tratan como si fueran francesas. A los tetrásticos se añade siempre un quinto verso en latín a modo de estribillo. Cada estrofa se cierra con un verso latino (hexámetro o pentámetro), que en las estrofas 9 y 10 mezclan palabras francesas. Se compone de 14 estrofas.

            Por otro lado, encontramos anomalías en el tipo de rima en poemas como la Vie de Saint Basille (ed. de Alexander Denomy), que se compone de 83 estrofas de 4 versos alejandrinos monorrimos, de las cuales 33 presentan rimas en asonancia[31].

            A este período pertenece también el Dit des patenostres, de Gieffroy (ed. de Jubinal 1839, vol. 1, 238-49), en 46 estrofas de 6 versos alejandrinos, que riman bajo la forma AAAABB.

            De la segunda mitad del siglo XIV tenemos la Vie de Saint Leu (ed. de Kleist), en 63 tetrásticos, que, a pesar de su aparente regularidad, presentan algunas peculiaridades[32]. Lo mismo le sucederá, ya entrado en el siglo XV, a la Vie de Sainte Barbe (ed. de Kleist), en 112 tetrásticos, que dejan al lector la impresión de una evidente transmisión oral, pues hay numerosos versos que no encajan perfectamente en el esquema métrico, por ser más cortos o más largos, además de algunas cesuras que resultan, en opinión de su editor (Kleist 262-89) “desafortunadas”. También a este período pertenece la Vie de Saint Lain, de Jehan Leroy (ed. de Kleist), en 93 tetrásticos, de los que alguno consta de 5 versos.

 

5.3. La mirada al mundo romance. Los textos italianos

 

            Si volvemos la mirada hacia la Península Itálica en las mismas fechas encontramos un mosaico similar; aunque menos numeroso que el de la poesía narrativa francesa en alejandrinos, no es menos rico y variado.

            Íntegramente compuestos en versos alejandrinos encontramos poemas desde finales del siglo XII, como los Proverbia quae dicuntur super natura feminarum (189 tetrásticos, ed. de Tobler). En dicho poema los alejandrinos se componen de 14 sílabas casi en su totalidad, aunque debido a la mala conservación del texto, los editores se han visto obligados a realizar enmiendas.           

En la primera mitad del siglo XIII conservamos los Proverbia o Proverbii Morali (ed. de Ugolini 1959), atribuidos a Jacopone da Todi (64 tetrásticos o 66, dependiendo de la versión, pues de las dos que se conservan coinciden tan sólo en 43)[33]. También contamos con las dos obras de Giacomino da Verona: la Gerusaleme Celeste (75 tetrásticos)[34] y la Babilonia, città infernale (85 tetrásticos, ed. de May). También 15 de las Laude de Jacopone da Todi se encuentran íntegramente compuestas en esta estrofa (ed. de Mancini), y el Detto campano dei tre morti e dei tre vivi (ed. de Romano), que consta de 12 tetrásticos de alejandrinos monorrimos, que, sin embargo, presentan una notable fluctuación silábica en sus hemistiquios[35].

            Sin duda, la figura más representativa del período, y probablemente comparable a Gonzalo de Berceo en España, es en Italia la del lombardo Bonvesin da la Riva (ed. de Contini 1941) en la segunda mitad del siglo XIII. Su legado consta de más de una veintena de obras, íntegramente compuestas en tetrásticos monorrimos de alejandrinos que presentan una cuidada y notable regularidad métrica[36], aunque aparecen algunas alternancias en varios de los poemas que introducen alguna rima asonante o rimas cruzadas o en pareado.

Ya entrados en el siglo XIV encontramos la Leggenda di Santa Caterina (ed. de Renier), una de cuyas 5 versiones italianas está compuesta íntegramente en tetrásticos de alejandrinos monorrimos. También de esta época e íntegramente compuestas en dicha estrofa están la Cronica Aquilana, di Buccio di Ranallo (1277 tetrásticos, ed. de Vincenzo de Bartholomaeis), una versión toscana de la Visio Philiberti (85 tetrásticos), dos breves poemas en grafía griega, uno sobre la escritura y otro en alabanza de la Virgen, que constan, respectivamente, de 3 y 2 tetrásticos, y dos poemas del área de Rossano de temática evangélica, el primero compuesto de 20 estrofas y el segundo de 10.

            En el siglo XIV encontramos poemas que siguen conservando la estructura original del tetrástico de alejandrinos, pero que añaden la rima interna entre sus hemistiquios. Es el caso de Quaedam Profetia (ed. de Cusimano), un texto siciliano en 204 versos en tetrásticos monorrimos de alejandrinos.

            Más numerosos son, en cambio, los casos de poemas métricamente heterodoxos en la poesía narrativa italiana, que se encuentra sumida en un constante experimento ávido de encontrar nuevas formas y nuevos metros para satisfacer sus necesidades poéticas. Así, conviviendo con el tetrástico de alejandrinos, encontramos algunos poemas tempranos compuestos en tiradas a finales del siglo XIV: un extraño poema sobre la Pasión de Jesucristo escrito en tiradas de versos largos que se asemejan al alejandrino, pues oscilan entre las 12 y 15 sílabas[37], un poema titulado Rayna Potentissima o Lauda dei Servi della Vergine (ed. de de Contini 1960, I, tomo 2,9-10) en tiradas de alejandrinos de procedencia padana, y un poema sobre Carlos Martel procedente de un códice de la Biblioteca de Turín (mencionado por Mussafia (1864a, 2).

            De también temprana composición tenemos el pequeño Ritmo Bellunese (ed. de Castellani), pues se trata de una sola estrofa de 4 versos largos divididos en dos hemistiquios con rima en pareado. Parece ser una forma arcaica de verso, cuyo autor aspiraba a acercarse al alejandrino.

            De la primera mitad del siglo XIII se conservan varios poemas en pareados de alejandrinos, como el Splanamento de li Proverbi de Salamone, de Girardo Patecchio da Cremona (303 pareados, ed. de Ugolini 1942), una Ballata anónima (13 pareados con rimas irregulares, ed. de Carducci), o el Lamento dell’amante del Crociato partito per Terra Santa, atribuido a Rinaldo d’Aquino (26 versos en tetrásticos de alejandrinos con rimas irregulares con tendencia al pareado, ed. de Carducci).

            Sin embargo, una de las tendencias más frecuentes en los textos italianos es la mezcla de versos, y especialmente la combinación de alejandrinos con endecasílabos. En esta línea, destacan, en la primera mitad del siglo XIII, el Contrasto de Cielo D’Alcamo (160 versos en estrofas formadas por un terceto de alejandrinos cuyo primer hemistiquio es esdrújulo + un pareado endecasilábico, ed. de Contini 1960). Esta forma métrica es, en realidad, una ballata, es decir, los últimos versos de cada cuarteta riman independientemente de los tres primeros, y dependen  de un canto que servía de ritornello a la danza. También de estas fechas es el Primo Sermone, llamado “Il Libro”, de Uguccione da Lodi (ed. de Contini 1960), compuesto en series de versos alejandrinos monorrimos mezclados con algunos endecasílabos, constituyendo un total de 702 versos. Además, en la segunda mitad del siglo XIII tenemos la Preghiera alla Vergine et alla SS. Trinità (ed. de Mussafia 1864b), compuesta por 512 versos, de los cuales 32 están en tetrásticos de alejandrinos monorrimos, 215 en alejandrinos y 364 en endecasílabos.

            Este tipo de mezcla de versos cuaja a comienzos del siglo XIV en un patrón que será seguido por varios poetas: un tetrástico de alejandrinos seguido de un pareado endecasilábico. Encontramos así la Leggenda del Transito della Madonna (121 estrofas de 6 versos cada una, ed. de Erasmo Pèrcopo)[38], el De regimine sanitatis (112 estrofas de 6 versos, ed. de Altamura), I Bagni di Pozzuoli, de Pietro da Eboli (667 versos distribuidos en estrofas de 6 versos, ed. de Peláez), y una traducción de los Disticha Catonis, de Catenaccio de Anagni (155 estrofas de 6 versos, ed. de Paradisi).

            La combinación de alejandrinos también se produce con otro tipo de versos, como sucede en el Poema sull’avvento dell’Anticristo (ed. de Levi), de la primera mitad del siglo XIII, que consta de 66 series de alejandrinos monorrimos (con tres eneasílabos después de la serie décima), y una última serie de versos octosilábicos que riman en pareado. Un fenómeno similar encontramos en el Sermone, de Pietro da Barsegapé (ed. de Salvioni), formado por 2440 versos en diferentes metros, en su mayoría alejandrinos y eneasílabos, que riman generalmente en forma de pareados con rimas consonantes y en ocasiones asonantes.

Más caprichosa es la combinación que aparece en la Giostra delle virtù e dei vizi (ed. de Pèrcopo), en 53 estrofas que siguen el esquema métrico de AbAb AbAb, bccx, siendo las mayúsculas alejandrinos llanos con el primer hemistiquio esdrújulo y las minúsculas septenarios llanos, que puede entenderse como una variante del tetrástico monorrimo de alejandrinos. El esquema métrico de toda la estrofa en conjunto sería: abc, abc, abc, abc, cddx, formando un total de 857 versos.

 

6. Conclusiones

 

Poco queda por añadir a este panorama que hemos dibujado velozmente a lo largo de estas páginas. Los textos hablan por sí solos y no hay mejor prueba que recurrir a ellos para poner a juicio los planteamientos de la crítica. Hemos partido del supuesto comúnmente aceptado por la crítica ortodoxa de que la cuaderna vía y el mester de clerecía constituyen un tipo de metro caracterizado por su regularidad, su estricto cómputo silábico y el cuidado de sus autores al respecto. Pues bien, tras revisar con detenimiento el panorama de los textos romances y tratar de clasificar métricamente cada uno de los poemas en función de su grado de regularidad, observamos que tan sólo un grupo de estas obras se someten rigurosamente al principio de las sílabas contadas, mientras que son muchos más los que, saliendo de esta ortodoxia, añaden innovaciones, irregularidades propias de la recitación o de las diferentes vías de difusión de los textos, nuevas soluciones inventadas por los autores (es, por ejemplo, el caso italiano de la añadidura del pareado endecasilábico al final del tetrástico), buscando nuevas formas y nuevas soluciones para una poesía viva y en evolución cuyo estudio no puede restringirse al ámbito de la cultura meramente escrita en manos de unos pocos. El grado de heterodoxia de estos poemas es, pues, mucho mayor del que en un principio pudiéramos haber imaginado, lo que demuestra la importancia, riqueza y particularidades de un tipo de estrofa que, a pesar de que aparentemente ha resultado muy manida por la crítica, se encuentra hoy, en muchos de sus aspectos, desconocida, y cuya revisión es necesaria a la luz de nuevas perspectivas.

En resumen, es necesario replantear la formulación de los conceptos de cuaderna vía y mester de clerecía, teniendo en mente la heterodoxia de los puntos de partida y siendo conscientes de que la ortodoxia es una afirmación de autoridades con cierto fundamento, pero en modo alguno evidente.

 

 


 

Obras citadas

 

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               NOTAS

[1] No puedo comenzar estas líneas sin expresar unas palabras de agradecimiento a la profesora Sanmartín Bastida por haberme invitado y animado a participar en este interesantísimo volumen con mi humilde contribución. Aprovecho también para señalar que este artículo se publica dentro del marco de la realización del proyecto de I+D  del Ministerio de Ciencia e Innovación titulado “Historia de la métrica medieval castellana” (FFI2009-09300), dirigido por el profesor Fernando Gómez Redondo, y del proyecto “Creación y desarrollo de una plataforma multimedia para la investigación en Cervantes y su época” (FFI2009-11483), dirigido por el profesor Carlos Alvar.

[2] Definición tomada del Diccionario de la RAE [www.rae.es, consulta realizada el 20-10-2009].

[3] Entre las principales figuras que de estas discusiones se han ocupado destacan nombres que abarcan desde Platón y Aristóteles, a Horacio, Ortega y Gasset y más recientemente Wellek y Warren, García Berrio, Gómez Redondo, o Domínguez Caparrós.

[4] Somos conscientes de haber escogido tan sólo unos pocos nombres de entre todos los investigadores que han trabajado sobre el campo, cuyos estudios resultan de gran valía. Sin embargo, no es objeto de este trabajo el ahondar sobre estos aspectos; por tanto, esperamos la comprensión del lector que eche en falta algunos de los grandes especialistas que han trabajado sobre el tema.

[5] A pesar de las puntualizaciones realizadas por varios investigadores, como Raymond Willis (1956-57), que advierte que no pueden extrapolarse sus conclusiones a todos los poemas escritos en cuaderna vía: o Alan Deyermond (1965), quien critica que más inexacto aún es tratar de crear una clasificación de la poesía narrativa española de los siglos XIII y XIV solamente a partir de estas estrofas, por lo cual el análisis de los textos y las consecuencias que del mismo se extraigan han de tomarse con precaución.

[6] Barcia señala como elementos caracterizadores del mester la voluntad de autoría, así como la presencia de un auditorio letrado. Apuesta por el origen francés del metro, pero no limita el mester de clerecía a los poemas compuestos en tetrásticos de alejandrinos monorrimos, sino que incluye bajo este título otras posibilidades estróficas, unidas por el propósito didáctico de fondo común a todos los poemas. Se centra también en el uso de las fuentes por parte de los poetas y en la variedad temática y estilística que hace que todos los poemas difieran y tengan sus rasgos distintivos propios. Barcia señala que el panorama es de “Unidad en una variedad orquestada”, puesto que el mester de clerecía no es uniforme sino unitivo.

[7] Salvador Miguel, por su parte, afirma que el mester de clerecía es un género literario, entendiendo esta denominación en sentido amplio, cuyos rasgos definitorios serán la regularidad silábica y la rima y determinarán las características del grupo.

[8] Concretamente restringe el rótulo al Libro de Alexandre, los poemas de Gonzalo de Berceo, el Libro de Apolonio y el Poema de Fernán González.

[9] Dicho investigador manifiesta su extrañeza ante la diferencia de sílabas del verso en francés frente al español: “Alejandro de París juntamente con Lamberto li Cors escribió un poema francés de este héroe, al parecer traducido o tomado del latín […] Estos versos o por el héroe que en ellos se celebra, o por el poeta que los compuso son llamados alejandrinos: y siendo de doce sílabas, no entiendo con qué razón ni semejanza se les ha dado el mismo nombre a los nuestros que son de catorce (Sánchez 273).

[10] Este autor señala que la primera mención a los juglares de poesía narrativa ocurre en la Historia del Arzobispo don Rodrigo de Toledo, acabada en 1243, pero sostiene que antes de esta mención ya existían los juglares y que eran muy diferentes de los provenzales y gallegos (Menéndez Pidal 1924, 310-432).

[11] Cita así el Auto de los Reyes Magos, la Disputa del Alma y el Cuerpo, el Debate de Elena y María, la Vida de Santa María Egipciaca, o el Libro de los tres reyes d’Oriente.

[12] Me incluyo en este segundo grupo (González-Blanco García 2008a, 2008b y 2010), junto a los investigadores mencionados, y a los que han realizado estudios de tipo comparativo, como D’Arco Silvio Avalle, Francisco Rico, o Julian Weiss.

[13] Por no poder ahondar más en este aspecto, nos limitamos a remitir a varios trabajos que se han realizado sobre el tema. En este sentido, citaremos el artículo sobre el prólogo del Libro de Alexandre de Ángel Gómez Moreno (1984) ya mencionado anteriormente, así como la tesis de Margo Ynes Corona de Ley (1976), o mi propio trabajo sobre el tema: González-Blanco García (2009 y 2010).

[14] Seguimos la edición de Casas Rigall, obviamente el número de cuartetas varía en función del manuscrito que elijamos, puesto que P presenta 2639.

[15] Del estudio de la versificación del poema se ocupan detalladamente Arnold (1936a y 1936b) y Baldwin.

[16] Es frecuente además la variante octosilábica del hemistiquio, fenómeno que ha sido estudiado por Formisano.

[17] Gómez Moreno también realiza un breve comentario sobre la transmisión oral y la lectura en los poemas de clerecía, apuntando ambas vías como posibles en el caso de la mayoría de los poemas pertenecientes a este grupo.

[18] Rodríguez Rivas (1992, 144 y ss.) analiza detalladamente los fenómenos métricos, como la dialefa, la sinalefa o la apócope.

[19] Sobre las rimas que utiliza y la versificación de la obra, tenemos los trabajos de Harold G. Jones, Francisco Ynduráin y Henk de Vries (Criado de Val 211-16, 217-31, 232-34).

[20] Pueden verse las ediciones de Michel García, Jacques Joset, Germán Orduna (1981 y 1987), y H. Salvador Martínez.

[21] Este grupo de textos ha sido especialmente estudiado en Díaz-Mas.

[22] Este tipo de rima es característico de la poesía semítica, y consiste en la igualación de sonidos a partir de la última consonante, independientemente de cuál sea la vocal tónica. Dicho fenómeno ha sido tenido en cuenta desde el comienzo de los estudios relativos a esta obra, que arrancan con el trabajo de Alarcos Llorach (1951) sobre el lenguaje del poema.

[23] Estos últimos aparecen en menor proporción.

[24] Esta postura es especialmente defendida por Kleist.

[25] Presenta rima interna en los hemistiquios.

[26] Como hemos señalado en otras ocasiones, tanto el octosílabo como el alejandrino son los versos principales para la expresión de contenidos en la poesía narrativa medieval francesa. La elección del octosílabo en este caso responde, en nuestra opinión, a la mera preferencia del autor por un verso más corto, aunque no se olvida del alejandrino para ciertas partes de su obra, que significativamente son las correspondientes al inicio y al final de la misma.

[27] El alejandrino se usa al comienzo, a modo de presentación del tema que se va a tratar. Este uso ya lo hemos observado en otras piezas (en muchos casos dramáticas), en las que el poeta utiliza la forma estrófica del tetrástico monorrimo para dar cabida a la introducción del texto, a sus palabras de modestia y presentación, para diferenciarlas del resto. El texto se compone de 14 cuartetas de versos alejandrinos monorrimos (vv. 1-56) seguidas de 76 octosílabos en pareados (57-132) y un verso octosilábico final (133).

[28] En el primer caso, los alejandrinos se emplean cuando Teófilo comienza a arrepentirse y entra en una capilla de la Virgen lamentándose de sus actos. El segundo caso se da al final de la obra, cuando el obispo lee en voz alta una carta que aconseja que nadie haga lo que hizo Teófilo y narra cómo fue salvado por la Virgen. De nuevo el alejandrino se utiliza para destacar los dos momentos cumbres de la acción, en los que había ya tradición de emplear el alejandrino, tal como hemos visto en el caso de la Prière de Theophile.

[29] El poema se compone de 1058 alejandrinos distribuidos en 215 series que oscilan entre 4 y 20 versos cada una. Hay 154 estrofas compuestas por 4 versos. Al parecer, el poeta comenzó el poema en tetrásticos, pero, pasado el primer centenar de versos, tendió a incrementar el número de versos por estrofa. En cualquier caso, las estrofas en tetrásticos son aproximadamente la mitad de las que constituyen el poema. La razón del cambio de métrica es desconocida: aunque el poeta comienza escribiendo un poema, acaso apostó por la variatio y se aproximó a la laisse o cayó plenamente en su ámbito, al igual que las primitivas vies des saints, como la poesía épica y como el Roman d’Alexandre.

[30] El poema se compone de 17 estrofas, que constan de 4 versos en francés y uno en latín, de entre 12 y 15 sílabas. Los versos franceses suelen terminar con palabras latinas o incluso con el segundo hemistiquio completamente compuesto en dicha lengua. Resulta extraño que los versos pretendidamente alejandrinos sean tan irregulares, y probablemente respondan a un ritmo oculto anterior deturpado por las copias o por una determinada intencionalidad del poeta. Es interesante observar que muchos de estos versos se asemejan a los versos goliárdicos latinos, hecho significativo a la hora de estudiar el origen del alejandrino en esta lengua.

[31] Denomy (110) señala el carácter épico del poema por las asonancias que presenta y por el paralelismo de versos propio de ese tipo de poemas.

[32] Kleist señala que los versos 29, 54 y 209 son demasiado cortos y que el verso 87 no presenta cesura. Además, indica que hay algún verso con rima interna (123-24), y son frecuentes los encabalgamientos (44-45, 60-61, 68-69, 96-97, 108-09, 112-13, 116-17, 144-45, 148-49, 200-01, 224-25). 

[33] El primer hemistiquio suele terminar en palabra esdrújula.

[34] La presencia del primer hemistiquio esdrújulo es rara, a diferencia de lo que sucederá en otros poemas procedentes de la zona Sur de Italia. El hiato es muy frecuente, mientras que la apócope y la aféresis son escasas. La asonancia aparece, aunque la rima consonante perfecta predomina al menos en un 60% de los casos.

[35] Tan solo 18 versos de los 48 están formados por hemistiquios heptasilábicos, y el resto se distribuyen en formas dispares: 5 octosílabos, 6 eneasílabos, 1 decasílabo, 1 endecasílabo, 4 hexasílabos y 3 pentasílabos (Romano 410-11).

[36] La métrica de los poemas ha sido tratada en varias ocasiones por los investigadores. El que probablemente mejor recoja el estado de toda la cuestión es Beretta en dos completos artículos (2004 y 2005).

[37] Dicho texto se encontró en el códice XIII de la Biblioteca Marziana de Venecia (descrito por Ozanam 1850) y fue publicado parcialmente por Mussafia (1864a, 2-3).

[38] Es frecuente la presencia del primer hemistiquio esdrújulo.

 

 

 
 

 

Heterodoxia en la cuaderna vía:

Nueva revisión del concepto de las “sílabas contadas”

a la luz de los poemas franceses e italianos

ELENA GONZÁLEZ-BLANCO GARCÍA
UNED
 

eHumanista: Volume 18, 2011