JUICIOS CRITICOS SOBRE BERCEO, MENENDEZ PIDAL - BIBLIOTECA GONZALO DE BERCEO

 

 

LA VIDA Y LA OBRA DE BERCEO

 


 

PRIMEROS AÑOS DE BERCEO

 

A últimos del siglo XII, cuando España padecía la invasión almohade y muy poco después de haber fracasado Alfonso VIII en Alarcos (1195), vino al mundo, en un pueblecito de la Rioja, el que hoy día todos conocemos por el nombre de Gonzalo de Berceo.

De cuál fue la niñez y la educación que recibi6 Gonzalo, no sabemos sino lo que él nos dice a lo largo de su obra: que fue natural de Berceo, enclavado en las tierras de San Millán de la Cogolla, próximo a varios arroyos que corren por una pequeña planicie y rodeado entonces de espesos montes, y que creció al calor del monasterio de San Millán, próximo a su casa l. Se tiene la creencia de que esto es haber sido criado en un rincón apartado del mundo, y es que se olvida que el monasterio de San Millán de la Cogolla, ya entonces con larga historia (pues fue fundado a fines del siglo VI), era uno de los cuatro más famosos monasterios visigóticos y uno de los centros monásticos que, a lo largo de toda la Edad Media, centraba en sí una más rica tradición y una vitalidad más sostenida2.

Al monasterio riojano quedó ligada desde muy pronto la vida de Gonzalo. En aquel oasis de la cultura, Berceo aprendió a leer, entró en contacto con el mundo universal de la literatura y comenzó a sentirse seducido por los códices que en la biblioteca del monasterio le hablaban de tantas cosas desconocidas por los iletrados.

Los años de su juventud transcurren en medio de grandes sucesos. Alfonso VIII, tras de haber afrontado conscientemente, y abandonado de los otros reyes peninsulares, el empuje almohade que le llevó a ser derrotado en Alarcos, lleno de tenacidad alcanza, cuando Gonzalo tendría unos catorces años, la victoria de las Navas de Tolosa (1212), La noticia llegaría al monasterio de San Millán entrelazada con otro sinnúmero de narraciones épicas de tiempos más lejanos. Estos años de Gonzalo de Berceo corren pareja con los de la madurez de nuestra poesía épica, en que las versiones de los poemas consagrados se difunden por todos los lugares de España en variadas versiones 3.

 

 

BERCEO, CLÉRIGO

 

A los veintitrés años, Berceo era considerado en el monasterio de San Millán como hombre hecho y derecho en lo físico y en lo moral; en 1220 empieza a figurar su nombre entre los de los testigos que corroboran las fes notariales de San Millán de la Cogolla y sus tierras 4. En 1221 aparece ya como diácono; forzosamente había de tener entonces veintitres años, como mínimo 5.

Gonzalo de Berceo, aunque no profesó en el monasterio, vivió enlazando los monjes del convento con las gentes legas de la comarca. Conoció la pobreza espiritual de sus feligreses y las riquezas que atesoraban los códices del convento, y bien pronto hubo de nacer en él el deseo de hacer a los extraños partícipes de aquellos tesoros.

Santo Domingo de Guzmán (m. 1221) y San Francisco de Asís (m. 1226) habían revolucionado el concepto monástico de la antigüedad: el hombre había de buscar su salvación procurando la de sus semejantes. Cuando Gonzalo era aún niño, los dos santos mendicantes habían lanzado al mundo a sus discípulos, no para que viviesen retraídos en la soledad, sino para que llevasen a las gentes las enseñanzas y el amor que les faltaban.

 

 

LA CULTURA MONÁSTICA MEDIEVAL

 

Enclaustrados vivían entonces los hombres que sentían mayores necesidades espirituales, los que apetecían vivir una cultura superior y los más afanosos de perfeccionamiento. Vivían con la suficiente paz espiritual para poder leer y escribir extensas narraciones. Largas horas se dedicaban diariamente en el monasterio a trabajos de escritorio. En los monasterios se copiaban los largos códices de su biblioteca, que, con preciosa letra, habían de salvar del olvido tantas cosas. Pero el trabajo del copista era un trabajo duro y agotador: un antiguo amanuense6 al acabar la copia de Los Morales, que se conserva hoy en la Catedral de Córdoba, se dirige temeroso a los lectores de su obra: «El que no sabe escribir, piensa que esto no cuesta nada; pero sábete, yo te lo aseguro, que es un trabajo ímprobo. Quita luz a los ojos, encorva el dorso, tritura el vientre y las costillas, da color a los riñones y engendra fastidio en todo el cuerpo. Por eso, tú, lector, vuelve las hojas con cuidado, ten los dedos lejos de las letras, porque así como el granizo arrasa los campos, así el lector inútil destroza la escritura y el libro. (Sabes lo dulce que es para el navegante la arribada al puerto ? Pues eso es para el copista trazar la última línea».

Los precisos libros que poseían los monasterios sólo podían difundirse en costosas copias. Formar una buena librería era una empresa difícil y lenta. Sin embargo, en los anaqueles de la sala de lectura del monasterio de San Millán de la Cogolla se atesoraban numerosísimos códices. Sobre la puerta de aquel escritorio se vería probablemente la advertencia: «Si sabes y sientes dónde están, dígote: ¡Calla!». Al otro lado de su umbral se almacenaban los textos de las Sagradas Escrituras, las obras de los Padres de la Iglesia, las narraciones legendarias, colecciones de tradiciones piadosas al lado de crónicas de la época y algunas reliquias del mundo romano, y acaso narraciones griegas y orientales traducidas en Toledo o en Aragón.

 

 

PROPÓSITO LITERARIO DE BERCEO

 

Después de vivir abstraído en este ambiente durante muchas horas, Berceo establecía contacto en el claustro o en el refectorio con los monjes viajeros que volvían a la casa y a quienes interrogaba con curiosidad, con los peregrinos que iban o venían siempre cargados de impresiones. Además, Gonzalo concurría a esas reuniones convocadas para cerrar un trato o un arreglo de algún asunto surgido entre los abades, concejos o particulares. Allí figuraban como testigos religiosos, seglares, caballeros y campesinos; una vez era don Juan, el obispo de Calahorra, que vendía unas fincas suyas de Logroño para pagar deudas contraídas en Roma 7 ; otras eran asuntos de menos monta 8, pero que siempre daban motivo para que el prior, el padre hospitalario, el capellán del abad, los alcaldes de los pueblos vecinos, sacerdotes, alguaciles y señores de aquella comarca discutieran amistosamente de sus intereses y comentasen a la vez las noticias traídas por los viajeros.

Pero Gonzalo no hablaba sólo con estas gentes: hablaba con sus feligreses, con los humildes viajeros que paraban en el monasterio en el camino de su peregrinación, y gustaba de entretener a estas gentes con las narraciones que a él le habían impresionado más en sus lecturas o con la repetición de esas anécdotas locales y extranjeras que servían de moralidad.


 

PRIMERA OBRA LITERARIA DE BERCEO

 

Vida de Santo Domingo

 

Berceo estaba también ligado estrechamente al santuario de Silos 9, y quién sabe si en una de sus visitas a este otro monasterio castellano no presenciaría la llegada de alguno de esos excautivos cristianos, devotos del santo abad de Silos, a quienes éste liberaba de las mazmorras musulmanas del otro lado de la frontera sur, y que, al recobrar su libertad, marchaban alegres a dar gracias a Silos y a depositar en su iglesia como exvotos las cadenas de su prisión. Lo cierto es que Berceo sentía, como todos sus coetáneos, gran inclinación hacia la figura de este santo castellano, y cierto es también que había leído repetidas veces la vida del abad silense.

Hacia 1230 compuso Gonzalo de Berceo su primera obra conocida, escogiendo por tema la vida de Santo Domingo de Silos y sus milagros. En ella utilizó (como era general al mester de clerecía) un texto guía: Berceo versificó su Vida de. Santo Domingo' sobre la «Vita Beati Dominici», de Grimaldo (m. 1090), monje silense compañero del santo. Y tanta es la veneración de Berceo por el texto escrito, que, cuando no tiene seguridad de lo que lee, advierte con honradez inusitada su falta de agilidad como lector y como latinista:

609.   Non departe la villa muy bien el pergamino

         ca era mala letra en cerrado latino,

         entender no lo pudi. ..

y más adelante, acabando ya el poema, nos da cuenta también de cómo le faltan los cuadernos finales al manuscrito de Grimaldo que él maneja10.


 

Vida de San Millán

 

Tras del seguro éxito que alcanzó con la publicación de su Vida de Santo Domingo, Berceo fue sin duda incitado a escribir la del otro santo de su devoción, la del patrón de su monasterio. La Vida de San Millán fue compuesta pocos años más tarde que la de Santo Domingo, y también para ella toma el autor una base escrita, incluso echando mano de documentos del archivo monacal de la Cogulla ( «Votos de San Millán» )11. Era la vida de este santo tema a que se sentía Berceo más ligado que a nada; conocía muy bien todos los lugares en que se había desarrollado: el monte lleno de maleza en que San Millán era el único en aventurarse cuando era niño y pastor. Berceo recordaría su recelo infantil hacia aquellos parajes, lamentaba no se hallasen escritas tantas cosas referentes al santo como él había visto y se decidió a engarzarlas en su relato:

.

 

SAN MILLÁN DE Suso.-Planta restituida (según Gómez Moreno.)


 

31.    Otra cosa retraen, mas non la escribieron,

    hi muestran los forados que las sierpes ficieron,

    las peñas foradaron cuan fincar non pudieron.

Más adelante nos habla de haber visto los oratorios rupestres que se enseñaban a los peregrinos como obra del santo:

49.    Encara hoy en día parecen los altares,

   los que estonz ficieron los sos san tos pulgares;

y al final el mismo autor festifica milagros póstumos:

    484.  Esto vi por mis ojos e so ende certero.

 

ESPAÑA EN LOS DÍAS EN QUE BERCEO SE ORDENÓ PRESBÍTERO

 

Hacia los treinta y cinco años de su vida, Berceo se ordenó presbítero 12, y en la convivencia con los monjes y con los seculares comentaría las nuevas de aquellos años felices para la cristiandad: el rey de Castilla, ya reconocido rey de León, lanzaba los ejércitos de la Reconquista en una ofensiva decidida que ponía en sus manos la famosa ciudad de Córdoba (1236); el rey de Aragón conquistaba Valencia (1238), y Aben Alamar, el desgraciado príncipe nazarita, lleno de temor, trasladaba la corte a Granada (1238); el infante don Alfonso llevaba en Murcia la directriz política y reconquistadora (1241-1244); los ejércitos cristianos se apoderaban de Murcia y Játiva (1243). Nunca se había conocido una época de tales triunfos, tan continuados y tan resonantes. Pero al año de haberse ganado el reino de Murcia y cuando en las tierras cristianas se esperaban noticias de otros éxitos, llegaron nuevas tristes de cómo el reino Cristiano de Jerusalén había caído en manos infieles (1244). El sinsabor fue grande en toda la cristiandad, pero pronto cedió la depresión al divulgarse la noticia tan deseada de la conquista de Sevilla: la flota y el ejército de Fernando III se habían adueñado de la última gran capital de la Andalucía musulmana (1248).

Pero no eran sólo felices nuevas militares y políticas las que corrían la España cristiana: la canonización de Santo Domingo de Guzmán (1243), el nuevo impulso dado a la vieja Univerdad de Palencia con su traslado a Salamanca (1240), las obras avanzadas de las Catedrales de Burgos y Toledo, la difusión rápida de las dos grandes obras históricas de los entonces prelados de Toledo y Tuy (h. 1235 y h. 1243), todos estos hechos se suceden en los años que van de 1236 a 1248.

 

El sacrificio de la Misa

 

Pero de todo ello a Berceo lo que más le halagaba era su nueva potestad: estaba facultado para ofrecer el sacrificio de la Misa, y a sus lectores y a sus oyentes quiere hacerles poéticamente sensible el tesoro de su nuevo ministerio. Y les cuenta la historia del sacrificio y desentraña en alejandrinos el denso simbolismo de la ceremonia. Berceo tendría menos de cuarenta años cuando escribió El sacrificio de la Misa.

 

Vida de San Lorenzo

 

En vida de Fernando llI, el Santo (m. 1252), compuso aún Berceo otro poema hagiográfico: la Vida de San Lorenzo. Bien es verdad que, como siempre, se esfuerza ante todo por transcribir fielmente a la lengua romance un texto escrito en latín, pero también lo es que, a pesar de su respeto por el manuscrito latino que maneja, el deseo de hacerse comprensible a sus oyentes le lleva a momentos felices de originalidad. Berceo torna pie de la realidad por todos conocida para hacer asequible la esencia de su relato: una vez se atraerá la atención de su público remansando la narración en momentos que fácilmente evoquen episodios de todos vividos: San Sixto disputa con el emperador Valeriano, enemigo de los cristianos, como el leal pastor con el lobo (estrofa 35); otra no dudará en hacer conocidos moros a los soldados romanos, ausentes ya del pensamiento general (estrofa 76).

Desgraciadamente, la Vida de San Millán nos es conocida de un modo incompleto; no se conserva de ella manuscrito cabal.

 

 

OBRAS MARIALES DE BERCEO

 

En el año 1252 muere el rey de Castilla y sube al trono su hijo Alfonso, La literatura española pasaba por uno de sus momentos felices. La épica, la lírica juglaresca, el mester de clerecía y la literatura historial viven intensamente. La literatura de clerecía, aunque novedosa, triunfa por todas partes. Estamos a mediados del siglo XIlI y Berceo ya tiene escrita la mitad de su obra.

Para comprender la producción literaria de Berceo en este su período de madurez, bueno será recordar que coincide con los años en que Santo Tomás de Aquino (m. 1274) hace triunfar plenamente el escolasticismo. Pues bien, la teología escolástica es la que de un modo más preciso hace resaltar la sobreeminencia de la Virgen María por encima de los ángeles y santos, y por ello es natural que coincida con este momento de supremacía escolástica el florecimiento de la literatura mariana. Berceo, dejándose llevar de esta corriente, escribe, entre los años 1252 y 1260, los Milagros de Nuestra Señora y el Duelo de la Virgen. El mismo rey de Castilla, pocos años después, compondrá sobre el mismo tema sus Cántigas de Santa María (h. 1265).

 

Vida de Santa Oria (última obra de Berceo)

 

Berceo ha llegado ya a la vejez, tiene más de sesenta y cinco años y aún persiste en su actividad literaria; próximamente a los sesenta y ocho escribe su última obra, la Vida de Santa Oria 13 que había de leerse a los romeros que visitasen el portalejo de la celda en que la santa virgen murió emparedada y donde el poeta dice haber versificado su obra, ya en la vejez:

184.    Gonzalo Ii dijeron al versificador

          que en su portalejo fizo esta labor.

y así en plena actividad poética, debió de morir Berceo, alegrando sus últimos años con la visión casi mística de los recuerdos de sus santos.

Esto es, en resumen, lo poco que de nuestro primer poeta de personalidad conocida sabemos por hoy y podemos conjeturar.


 

 

 

 

BERCEO y LAS LETRAS DE SU ÉPOCA

 

 

 

LA MORALIDAD EN LA LITERATURA MEDIEVAL

 

En la Edad Media, la literatura, como toda expresión de arte, tiene un fin extraartístico. La literatura española del siglo XIII, y especialmente la de clerecía, en que se encuadra Berceo, es esencialmente una literatura "expositiva, es instrumento de explicación y de sabiduría.

La obra literaria de Berceo busca ante todo la moralidad", como decía el hombre medieval; esto es, la enseñanza que está encerrada en toda narración. Todas las de Berceo tienden a cristalizar en parábola. Y no es ello debido a una incapacidad para ver lo propio de las cosas, sino a una voluntad consciente de mostrar con" preferencia la esencia de ellas en su significado universal, en su valor como tipo antes que en su valor como caso.

Todo esto lleva a Berceo y a los autores de su género a emplear un estilo literario de tipo particular, que, aunque perfectamente ajustado al ambiente de la Edad Media, resulta hoy a nuestros ojos algo singular. La narración no se hace pensando en un lector o en un público meramente contemplativos; la obra literaria dirige su palabra de un modo demasiado directo para que no nos sintamos afectados y aludidos por ella.

En todo esto, Berceo no hace sino seguir las directrices impuestas por las normas medievales, que regían tanto la Hteratura latino-romániea como su continuación romanceada.

 

 

EL MESTER DE CLERECÍA

 

Pero Berceo no sólo responde en sentido general al concepto didáctico de la literatura medieval, sino que éste su sentido trascendente se hace manifiesto de una forma perfectamente definida, como lo es la cuaderna vía. Y puede decirse que es con Berceo con quien irrumpe definitivamente en nuestra literatura la nueva manera de hacer versos sujetos a medida y consonancia, que hoy estimamos característica del mester de clerecía. Seguramente no se habrá escrito en España ningún poema de este género mucho antes de que Berceo empezase su producción, pues lo cierto es que el autor del «Poema de Alexandre» (escrito cuando Berceo llevaba andada la mitad de su camino literario) se vanagloria de lo novedoso de su maestría poética, que, según él, nada tiene ya que ver con la que estima empecatada juglaría.

 

 

INFLUENCIA JUGLARESCA EN LA CLERECÍA

 

Pero el mester de clerecía era cosa nueva que nacía cuando la poesía juglaresca estaba aún en gran esplendor, y los poetas clérigos habían de reconocer en el fondo de su ánimo los constantes éxitos de los juglares, y aunque estimasen su mester de clerecía en mucho, no por eso podían desdeñar las formas juglarescaso Berceo se siente tradicional juglar; pero no ya juglar de cosas mundanales, sino de cosas espirituales. Por eso, cuando escribe su primera obra, la Vida de Santo Domingo de Silos, se corr:place en llamarse juglar al despedirse de su santo:

775.    Quiérote por mi mesme, padre, merced clamar,

          ca ovi gran taliento de ser tu juglar,

          esti poco servicio tú lo quieras tomar

          et quieras por mí, Gonzalo, al Criador rogar.

 

         Padre, entre los otros a mi nom desampares,

         ca dicen que bien sueles pensar de tus juglares.

Y cuando los peregrinos o los fieles comarcales se hallaban reunidos en la iglesia o en el claustro de San Millán, Berceo iniciaba su relato rimado y aleccionador con palabras semejantes a las del juglar en la plaza:

Amigos e vasallos de Dios Omnipotent.

si vos me escuchásedes, con vuestro cosiment

querría contar un buen aveniment.

                     (Milagros de Nuestra Señora.)

Berceo, aunque clérigo, sólo sabe el suficiente latín para leer y entender los códices patrísticos y aquellos en que se encierran piadosas tradiciones y leyendas. Confiesa que no es bastante letrado para escribir la lengua latina; su propósito es informar al vulgo romance de lo que halla en latín en los escritos de su monasterio, y fiel y escrupulosamente cuenta las vidas de sus santos predilectos, los milagros de la Virgen y todo aquello que estima beneficioso para el pueblo. El público para quien Berceo escribe es por tanto el mismo para quien cantan los juglares, y por eso al dirigirse a él Berceo habla en lengua vulgar y llana:

En romanz que la pueda saber toda la gent

                   (Vida de San Lorenzo.)

La poesía romanceada de los clérigos no nace, como se ha dicho generalmente, en lucha desdeñosa con la de los juglares, sino que nace, por el contrario, íntimamente ligada a la poesía de los juglares. Y tal es la influencia de estos últimos, que el Concilio de Valladolid de 1288 se hubo de pronunciar contra los clérigos juglares, en quienes las costumbres mundanas hacían demasiada mella.

El mester de clerecía venía, no a combatir la juglaría narrativa, sino a superarla.

 

 

UNIDAD EXTERNA DEL MESTER DE CLERECÍA

 

El mester de clerecía cobra su personalidad en accidentes externos. Da unidad a este género, no la intrínseca concepción literaria o estilística, sino la unidad métrica, y el tomar como fuente de sus obras textos latinos, conservando por lo demás, en cuanto a sus temas y su finalidad, la diversidad más absoluta, ya que el mester de clerecía encierra en sus versos alejandrinos la narración destinada al admirador de la insaciable codicia humana de Alejandro, y toma como fuente ya la narración novelesco-bizantina, ya la gesta épica nacional.


 

PERSONALIDAD LITERARIA DE BERCEO

 

Berceo recibe de los juglares el concepto nacional de su literatura, y de los clérigos, el concepto universalista; pero Berceo no es sólo un clérigo al corriente de la literatura narrativa en latín, capaz de traducirla a la lengua vulgar de sus coetáneos, sino que es un versificador notable y un observador que sabe expresar lo que ve y lo que siente de modo sugestivo; es poeta, en una palabra, que sabrá mantener con su obra la atención de su auditorio.

Berceo, ya lo hemos dicho, no quiere consignar nada sustancial que no esté en la escritura que le sirve de fuente; pero se apartará de la escritura siempre que crea llegada la ocasión de hacer la narración más asequible a su público iletrado. No se apartará en nada esencial, pero la ambientación no compromete la exactitud de los hechos, y Berceo ambientará sus obras para que sus oyentes vean desenvolverse la acción en un ámbito más familiar y comprensible para ellos.

 

 

ORIGINALIDAD DE BERCEO

 

En la Vida de Santo Domingo, Berceo nos repite en veintiséis ocasiones diferentes cómo sigue un texto escrito, y de las veintiséis citas, veinticinco concuerdan, efectivamente, con la «Vita Beati Dominici», de Grimaldo. La esencia de la narración no pertenece, por tanto, a Berceo; a Berceo le debemos, sin embargo, lo que en viveza ha ganado el relato: cuando el rey don Garda sale enfurecido del convento de Silos por causa de la resistencia que le opone el prior Domingo, Berceo aumenta la vehemencia del enfado anunciando el gesto:

156. Afiblóse el manto, partióse del convento.

En otra ocasión en que Santo Domingo se aparece a un cautivo devoto suyo y le da un mazo para que se libre de sus prisiones, Berceo acrecienta el ritmo con que el prisionero busca su libertad, diciéndonos que

659. Non moldríe más aina ajos en el mortero.

Santo Domingo lucha ventajosamente con el espíritu del mal, ya

635. Que sabía al demonio echar bien el anzuelo.

    Cuando a Berceo le falla el manuscrito guía, no se atreve a completar el texto, porque la verdad sustancial es lo que persigue; pero la expresión -y la expresión es prácticamente la esencia poética- le pertenece; sus imágenes y sus evocaciones no tocan para nada la trama, él simplemente adorna con la urdimbre la tela.

Grimaldo sólo nos dice que Santo Domingo, niño, aprendió pronto a leer; Berceo nos cuenta cómo:

36.   Diéronli su cartiella a lei de monaciello;

       asentóse en tierras tollóse el capiello,

  en la mano derecha priso su estaquiello,

  priso fastal titol en poco de ratiello.

Santo Domingo, por obra de Berceo, cobra sentida humanidad en esa estrofa: deja de ser el personaje preterrenal de Grimaldo, para convertirse, por afecto de Berceo, en el humilde zagalillo que, sentado en el suelo, con su puntero va siguiendo los renglones de la escritura, ávido de aprender.

Berceo sabía manejar bien la lengua poética. La técnica métrica le es fácil y los resortes estilísticos, familiares. Conoce el valor de la aliteración:

Ess ruego que face, ruego tan afincado.

(Sacrificio de la Misa, 134.)

Sabe del valor lírico de la concatenación estr6fica:

Por comulgar en. las Pascuas fue entonces establecido

fue entonces establecido, en vez de comulgar,

que cutiano viniesen todos la paz tomar.

             (Sacrificio de la Misa, 288.)

Y sabe engarzar todos éstos y más artificios en estrofas de una emotividad tan grande como esa que va un poco más adelante, en que la reiteración intensifica el efecto, ayudada por otros resortes estilísticos. La escena tiene lugar después del naufragio de unos peregrinos que se encaminan a Tierra Santa; el duelo grande de los supervivientes llega a pesadumbre al extender la vista y mirar a ese mar celoso de su pureza, esperando descubrir a sus otros compañeros náufragos. Pero he aquí que de él ven nacer palomillas en número igual al de los que han perecido; palomas más blancas que la nieve, que vuelan hacia el cielo semejando almas llamadas por Dios:

Habiendo de los muertos duelo grande e pesar;

extendieron los ojos, cataban a la mar

si verían de los muertos algunos arribar,

ca el mar nunca quiere cosa muerta celar.

por darlis cimiento, so tierra los meter,

vidieron palomiellas de so la mar nacer,

cuantos fueron los muertos tantas podrían ver.

Vidieron palomiellas salir de so la mar,

más blancas que la nieve contra el cielo volar;

credían que eran almas que quería Dios levar,

de derecha invidia se querían desquizar.

 

 

LA LENGUA DE BERCEO

 

Los dialectos romances de España tienen, en la época de Berceo, una historia documental relativamente corta. Desde los años en que se escribieron las glosas Silenses y Emilianenses hasta los días en que escribía Berceo habían transcurrido poco más de dos siglos, y en estos dos siglos, sin embargo, la lengua evolucionó profundamente.

Berceo, como riojano, participa en su lengua de la influencia castellana y de la navarra.

El entonces dialecto de Castilla puede considerarse como una cuña metida entre los demás. El gallego, los dialectos mozárabes, el navarro-aragonés, etc., conservan una cierta homogeneidad sólo rota en su centro por la penetración castellana. El dialecto de Castilla aparece desde un comienzo profundamente diferenciado de los demás. Así, por ejemplo, mientras todos los otros romances de la Península conservaban la f inicial latina como hoy hacen el gallego y el catalán (que dicen fuella y fierro por hoja y hierro). Castilla, sin duda por influencia ibérica, borraba de su lengua esa f y creaba, también en disparidad con sus vecinos, los sonidos que aun hoy son característicos: j, ll, etc. Pero es más dentro de la evolución general, Castilla se adelanta en los que han de ser procesos comunes a todos, resolviendo antes que otros dialectos los diptongos crecientes -ou, -ei, y perdiendo antes también la vocal final.

El gran predominio del apócope, especialmente en el pronombre (partom por pártome y diot por dióte), es índice en Berceo de cómo se hace eco de una serie de fenómenos propios del castellano de su época.

Aparte de esto, deja traducir rasgos peculiarmente riojanos, como son el grupo mn frente al castellano mbr (nomne por nombre, lumne por lumbre), y cierta preferencia por las terminaciones en -i en vez de en -e (diolí por dióle, padri por padre, etc.). Como riojano, Berceo se hace también eco de algunos vocablos vascos, y así en los Milagros (292) nos habla de Don Bildur (miedo).

La peculiar inclinación de Berceo le lleva a emplear popularismos abundantes, lo mismo que su condición de clérigo trae a su obra abundantes cultismos (gemitos por gemidos, flumen por río), llegando incluso a emplear latines escolásticos incrustados en la prosa romance:

Dicen: «¡Ay, romeros, vos fuestes venturados

que ya sodes por ignem e por aquam pasados!"

                         (Milagros, 602.)

y en los mismos Milagros, hablando de un ladrón, dice:

Había en prendo prendis bien echada la mano.

Influencia culta es en Berceo también el concepto métrico de la sílaba, pues hay que advertir que sus versos alejandrinos han de leerse siempre y sin excepción con hiato en el encuentro de una vocal final con una inicial.

 

 

LA EDICIÓN PRESENTE

 

Hoy por hoy sólo conocemos un texto medieval (s. XIV) de las obras coleccionadas de Berceo; es el conservado en la Real Academia Española y que publicó C. Caroll Marden («Cuatro Poemas» y «Veintitrés Milagros»). Esta versión es la que he tomado como base para el texto de la presente selección. Desgraciadamente, el manuscrito de la Real Academia Española no está completo, y por ello he tenido que utilizar otros textos en diversas ocasiones. En el caso de los Milagros me he valido de la excelente edición que de ellos hizo Antonio G. Solalinde. Para la Vida de Santo Domingo utilizo, además de la versión de Marden, la ya clásica de J. D. Fitz-Gerald, y para el resto, la conocida de lbarreta, publicada por T. A. Sánchez en la Biblioteca de Autores Españoles.

Dado el carácter de esta colección, no he dudado en corregir la versión que tomo como guía siempre que las otras aportan una mejora, ya para la métrica, ya para la interpretación.

Según el propósito de estas ediciones, la ortografía a sido modernizada; esto es, he adoptado la grafía actual en todos aquellos casos en que ésta corresponde con alguna aproximación a la fonética de Berceo.

La lengua medieval, más rica en sonidos que la moderna, distinguía una s sorda (que entre vocales se escribía ss: passar, escriviesse, etc.) y otra sonora (s entre vocales: casa, cosa, etcétera); distinguía también la f sorda de la z sonora, y la j sonora (equivalente al sonido francés de jour) de la x sorda (francés chambre): reja del arado y rexa de la ventana; y, por último, distinguía una b oclusiva de una v fricativa. Sin embargo, en esta edición se desprecia el valor gráfico de estos signos, que van transcritos según lo hace la grafía actual en las palabras correspondientes. Y así s y ss van como s; f y z por c y z, de acuerdo con la ortografía de hoy; j y x, igualmente, por g y j, según los casos, y lo mismo b y v. A la h, aunque tenía un valor fonético, se le da aquí un mero valor ortográfico.

 

 

BlBLIOGRAFIA

 

Por ahora, la noticia más antigua sobre crítica de Berceo se encuentra en la Historia de cinco obispos, de Fray Prudencio de SandovaI. Pamplona, 1605.

Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV. Tomás Antonio Sánchez. Madrid, 1780. (En ella aparece un pretendido loor de don Gonzalo de Berceo, que, aunque Sánchez queda hacer pasar por obra de la época del poeta riojano, hoy día se estima como obra del mismo Sánchez.)

Floresta de rimas antiguas castellanas, ordenada por Juan Nicolás Boehl de Faber. Hamburgo, 1843. (El texto de Berceo lo toma de Sánchez.)

Historia crítica de la literatura española, José Amador de los Ríos. Madrid, 1862 (tomo II, p. 440; tomo III, pp. 246-276).

Biblioteca de Autores Españoles, tomo LVII (colección hecha por Tomás Antonio Sánchez, continuada por Pedro José Pidal e ilustrada por Florencio Janer). Madrid, 1864. (La noticia referente a Berceo es de Sánchez, así como el texto, pero la grafía fue retocada por Janer.)

Antología de Poetas Líricos Castellanos, Marcelino Menéndez Pelayo. Madrid, 1891 (tomo II, pp. XXXI a LVIII).

Gramática y vocabulario de las obras de Gonzalo de Berceo, Rufino Lanchetas. Madrid, 1900.

Vida de Santo Domingo de Silos, edición crítica por J. D. FitzGerald. París, 1904.

Versification of the Cuaderna Vía as found in Berceo' s Vida de Santo Domingo de Silos, Fitz-Gerald. Nueva York, 1905.

Gonzalo de Berceo's Milagros und ihre Grundlagen, R. Becker. Estrasburgo, 1910. (Estudia el manuscrito latino que pudo servir de base a Berceo en su obra, publicando el texto del mismo.)

Gonzalo de Berceo in Spanish Criticism before 1780, Fitz-GeraId. 1910.

El Sacrificio de la Misa, A. G. Solalinde. Madrid, 1913 (edición paleográfica).

L'expresión dans Gonzalo de Berceo, G. Cirot. «Revista de Filología Española», 1922.

Milagros de Nuestra Señora, edición y notas de A. G. Solalinde. Madrid, 1922.

Cuatro poemas de Berceo, C. Canoll Marden. Madrid, 1928 (nuevo manuscrito de la Real Academia Española).

Veintitrés Milagros. C. Carroll Marden. Madrid 1929 (completa la obra anterior).

Manuscritos de Berceo en el Archivo de Silos, Justo Pérez de Urbel. 1930.

La langue des cartes de la Haute-Rioja au XIII siecle. Suzanne Dobelmann. 1937.

 

 

 

 

 

NOTAS

 

1      Gonzalvo fue su nomne qui fizo est(e) tractado

        en San Millán de Suso de ninnez criado,

        natural de Berceo, ond Sant Millán fue nado.

                      (San Millán, 589).

Ver también Santo Domingo, 757.

2 San Emiliano, vulgarmente conocido por San Millán, había vivido en el siglo VI en estas tierras de la Rioja. La pequeña iglesia donde vivió y murió conserva, aún hoy, su traza antigua y es la llamada de San Millán de Suso (San Millán de Arriba) para distinguirIa del monasterio suntuoso que se levanta a poco más de un kilómetro valle abajo. San Millán de Suso es un monasterio mozárabe del siglo x donde, según las crónicas, se guardaba el cuerpo del santo, hasta que en 1053, el rey de Navarra, García Sánchez, habiendo querido trasladar la reliquia de aquel cuerpo a la ciudad de Nájera y habiendo sido detenida la comitiva que lo llevaba a causa de un prodigio, decidió levantar el monasterio de Yuso, el monasterio de Abajo, en el sitio en que tuvo lugar la detención. Desgraciadamente el monasterio actual de Yuso no tiene nada de la construcción del siglo XI. Todo lo que existe es de los siglos XV y XVI.

3 Hacia 1210 aparece la versión del Bernardo carolingio; hacia 1211, la refundición de la Mora Zaida; h. 1220, Infant- García (600 versos); h. 1222, Bernardo (leonés); h. 1223, Mainete (600 versos), y h. 1224, Roncesvalles.

4 Fray Plácido Romero, del monasterio de San Millán, encontró (Tomás Antonio Sánchez, Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV. T. II, pág. XLIV-LVI) en la copia de tres escrituras de los años 1220-1221-1222, la firma de Gonzalo de Berceo.

5 Según deduce el mismo Fray Plácido Romero.

6 El escriba Florencio, de mediados del siglo x.

7 R. Menéndez Pida!' Documentos lingüísticos, pág. 126.

8 Idem ídem, pág. 132.

9 Manuscritos de Berceo en el Archivo de Silos. Fray Justo Pérez de Urbel, Bull. Hisp., 1930.

10     De cuál guisa salió, decir non lo sabría.

        ca fallesció el libro, en qui lo aprendía

        perdióse un cuaderno mas non por culpa mía.

                              (Santo Domingo.)

11 V. Indice de documentos procedentes de los monasterios y conventos suprimidos que se conservan en el Archivo de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1861, T. I, págs. 235 y sigts.

12 Ya en un documento de 1237, conservado en San MilIán de la Cogolla, firma Berceo entre los prestes de su pueblo como testigo de una sentencia arbitral del abad de San MilIán sobre pleito entre el Concejo de Madrid y los barrios vecinos. (R. Menéndez-Pidal, Documentos lingüísticos, pág. 130).

13    Quiero en mi vejez maguer so ya cansado

       desta santa virgen romanzar su ditado.

                           (Santa Oria, 2)

 

 

 
 
 

LA VIDA Y LA OBRA DE BERCEO

GONZALO MENÉNDEZ PIDAL


 

Clásicos Ebro, Edit. Ebro, 8ª edición ilustrada, 1968, Zaragoza