A la izquierda " la Picueza y el Picuezo ", en el centro la torre de la parroquia dedicada a San Adrián y Santa Natalia, y a la derecha restos del castillo junto al río Cidacos.

Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

 

Capítulo 14

Cuenta Onofre la manera de vida que tomó por

no servir y cómo le prendieron por ella,

el triste estado en que se vio y ardid

con que se libró de la cárcel

 

 

Aunque no era esto mi imaginación, helo referido por lo que es andar uno en buenos pasos, que, si yo no fuera a oír misa, ni me alcanzaran tantas bendiciones, porque a mi parecer cada bocadillo llevaba la suya, ni me sustentara ni hallara aquel amparo que me vino de la mano de Dios. Por eso es linda cosa vivir el hombre bien, que a buena vida no se le puede seguir mala muerte. Vivir de manera que pueda, sin vergüenza, llevar por dondequiera la cabeza levantada, que nadie le pueda decir: negro es el ojo 1. Hacer como yo: hurtar el cuerpo del juicio del vulgo. No hay mayor desventura que ver un hombre de bien disputada y argüida la honra, porque ésta es la sangre de la vida humana. Mientras ésta vive, el hombre vive. Si muere, mayor muerte es vivir que morir.

Salí de mi iglesia más ligero que una onza 2. En efecto, iba huyendo; no hay hombre más ligero que el que huye, porque el miedo le presta sus alas, y las tiene de águila caudal 3. En trasponiéndome 4, di luego en mi pan bendito como en real de enemigos 5, y de camino, sin perder punto, fui a la tienda donde estaba mi ferreruelo empeñado y lo saqué de cautiverio. Sobre todo ha de procurar un hombre andar honesto, porque la honestidad es puerta de la nobleza. Aunque, cuando imaginé el remedio que abajo diré, supuse meterlo más de lo que estaba; pero, como me socorrió la ventura con esta ofrenda, librélo de las garras del dragón 6 y sirvióme la resta para mi traza. Eso tiene la liberalidad de Dios, que, cuando da, no sólo se contenta con dar lo necesario, sino que antes añade para delante lo que nos puede faltar.

Después de haber pagado el real y medio que debía, compré media mano de papel, que me la dio la tendera por catorce maravedís, y con los cuatro cuartos y de las tres blancas que restan compré un pastel de medio real 7, porque de pan ya estaba mi estómago bien puesto con Dios, y con él pasé hasta la noche, que, con los tres cuartos, compré un panecillo de a ocho y cuatro maravedís de queso, con que quedé hecho ratonera 8. No me dormí entre día, porque de algo había de servir la media mano de papel. Mucho debo a mi ingenio, pues todas sus tretas son forzosas 9. Metíme con ella en casa de un escribano y, diciendo quería escrebir unas cartas a mi tierra, me dieron aderezo bastante 10. Y ansí todo el día me ocupé en escrebir cartas breves y compendiosas. Todas fueron por un rasero; que no llevaba más Óñez que Gamboa 11. No me cansé más de en la primera, que después todo fue trasladar 12. La carta era para un mercader de Valladolid y fingía que se la escrebía otro de Medina de Rioseco. Decía de esta forma:

Aunque no conozco a Vm., sino para servirle, el deseo que tengo de que me emplee en cosas de su gusto me obliga, por saber quien Vm. es, a hacer esto. A esta villa ha llegado un mercader de Milán que trae grande abundancia de sedas y pasamanos de oro 13. Dalo todo a bonísimo precio, y, aunque es verdad que caminaba derecho a esa Corte, yo le he detenido y he dicho se le compraría buena cantidad de esta hacienda. Hame parecido que a nadie pudiera yo dar parte de esto con más satisfación que a Vm., por saber que tiene posibilidad para todo. Vm. lo vea, y, si fuere servido de llegarse por acá mañana, recebiré merced, pues es bien todos nos aprovechemos; y, si no, me mande avisar al punto para que yo me encomiende a otra persona, que tales ocasiones no las hay cada día. y Vm. me emplee lo que fuere de su servicio, a quien nuestro señor etc. Fulano.

Con esto, llené mi media 14 mano de papel y, en acabando, compré las tres blancas de oblea y las cerré 15. Después, disimuladamente, me llegaba por aquellos mercaderes gruesos del Ochavo 16 y preguntaba cómo se llamaban. En sabiendo el nombre, luego les encajaba el sobreescrito con un real de porte 17, porque, en ver ellos interés alojo 18, lo pagaban que no había otros Flandes 19. La esperanza del ganar algunas veces da ánimo para perder. Fue de suerte que, con lo que escrebí aquella tarde, el otro día hasta comer ya tenía doce reales de portes en mi bolsa. No había perulero como yo 20. Paréceme que amanecían en casa del mercader de Medina tantos mercaderes el día siguiente como escrebí cartas, que andaban en busca de su milanés. ¿ Quién duda que sería gusto el verlos tan codiciosos y engañados? Apostaré que lo anduvieron pregonando con trompetas y atabales, como pracmática real 21, por toda la villa. Ya estaba yo muy contento en ver que tenía entretenimiento honrado, porque quien tiene oficio tiene beneficio.

Todo es burla, si no buscar un hombre manera de vivir; que el abad, donde canta, yanta 22. Toma estado y vivirás sobre el haz de la tierra. Quien trabaja come; el que huelga con las manos huelga con los dientes. Mozo eres; oficio, oficio toma, oficio, que no hay tal cosa. Porque la juventud es madre de la uciosidad. Hallémele yo de perlas sin andar hora de aprendiz. Tan buen premio merezco como Juanelo 23, que, si él lo mereció por inventor de artificio, yo lo merezco por inventor de oficio; y aun es más dar traza a otros cómo ganar de comer que ganarlo el hombre para su persona. Más ...de alabanza es el que aprovecha a todos que el que a sí solo, porque hace el bien comunicable.

Con este ardid, fui mudando pelo; que lo había bien menester. Cada día escrebía tantas cartas, que no ganaba más el correo mayor, porque fui dividiendo la villa por oficios, escribiéndoles siempre cosas en que sintiesen interés, que es el que ciega los entendimientos. No me daba vado 24. Víneme a hacer rico en menos de un mes, porque tuve para alquilar aposento, comprar vestidos y recebir escribientes; que tenía tantos despachos que yo me molía los hígados. El ganar dineros es golosina: cébase la persona y no siente el trabajo. Tenía este orden: un día buscaba las personas a quien había de escrebir, otro notaba la carta y daba al criado que trasladase. Su salario le pagaba y nos tratábamos a qué quieres boca 25; mas en el cuerpo donde hay regalo hacen asiento los vicios del mundo. No porque ansí fuese en nosotros, que ya nos supimos apartar de esta objectión, que el saber el origen de donde el daño puede ...proceder hace prevenir el remedio.

Pero no me quedó sastre, zapatero, carpintero, tornero, espadero, sombrerero, buhonero, mercader, soldado, pleiteante, frutera, pastelero, buñuelero, letrado, verdurera, gallinera, cortador, confitero, boticario, guitarrero, clérigo, beneficiado, calderero, panadero, herrero, herrador, agujetero 26, chapinero, agujero 27, campanero, cajero 28, melcochero 29, guantera, ropavejero, frenero 30, calcetero 31, ballestero, vidriero ni aguador, hasta las del malcocinado 32, pregoneros y verdugos, que no me contribuyesen con un real o cuatro cuartos, conformando siempre la razón de la carta con la calidad de la persona. Ni hagas cohecho ni pierdas derecho. De manera, como he dicho, que cada uno ...conforme a su menester sintiese que se le seguía algún interés.

No tuvo mejor renta -el tiempo que me duró--- un arcediano de Toledo. El mal que estaba presente el tiempo le desechó. Las llagas crecen, si no se mira por ellas. En un coche podía andar según me manaban dineros. Cuando iba a dar las cartas andaba con llaneza, pero después me ponía hecho un archeduque, que quien me viera me juzgara por hijo del Almirante, con mucha espada dorada, mucha calza de obra 33, cadena de oro y trencillo a lo de Cristo es Dios 34. El rato que me ponía galán, nadie mejor que yo; mas ¿qué mucho? Que no había mina del Potosí como la mía. Era un pozo sin suelo 35. ¡Qué gusto tenía de acordarme de las calamidades de atrás! Ninguno goza de la prosperidad presente, si no trae a la memoria la miseria pasada, porque el descanso es la salsa del trabajo. En mi vida me vi harto de dineros, si no es entonces; y sin duda es una de las siete maravillas del mundo haber hallado hombre de tan buena condición que haya saciado su apetito con oro. Yo sospecho que este metal engendra, en los que le tienen, hidropesía; que, aunque el dinero es castigo del avariento, nunca cesa la sed de su deseo. Antes siempre tiene necesidad, porque cuanto más él crece, tanto más crece su amor; y ansí menos le desea quien no le tiene.

En conclusión, me enriquecí brevemente 36, mas fue entronizarme para dar mayor caída; que a los desdichados nunca les faltan venturas que perder. Mezclóse mi riso con amargo llanto, porque, debajo de la dulce miel, estaba escondido el pestífero veneno. Y ansí, aunque es verdad que un poco de tiempo me vi satisfecho, porque no durase mucho el milagro, comenzó a escarbar no el gusano de la conciencia, sino el deseo de perpetuar mi nombre y de fundar mayorazgos y andar en coche con barahúnda de pajes, máquina de lacayos y abundancia de escuderos, de manera que luego dije: -Afuera temores vanos-, y me engolfé en el mar de mi perdición 38. No sé yo para qué se desean las riquezas, pues vemos que son manifiesto peligro de la vida. La avaricia, con la abundancia, crece, porque, aunque las junten todas, siempre el avariento le faltan riquezas. La codicia rompe el saco. Podíame yo andar con este tratillo de lugar en lugar; no sé quién diablos me engañó. No es menor el daño que la demasía de bienes temporales causa en el ánimo que la del mantenimiento en el cuerpo, porque, aunque el comer sea necesario para el vivir, el demasiado comer hace daño. Es como la sangre, que, aunque está en ella la vida, algunas veces su pujamiento mata al hombre 39.

Deseaba yo casarme ricamente y tener hijos para que me heredaran los bienes que tenía y pensaba adquirir, mas quisiéralos llenos de virtudes; porque la hacienda ganada con trabajo no es justo que le herede el hijo vicioso. Pero, aunque es bien desear lo que sin vergüenza se puede pedir 40, no me sucedió como pensaba, porque, si Dios no me hubiera hecho tan astuto y sagaz, Con mis buenos deseos, pensamientos y dineros había llegado a punto de ser enmiendamalos, si es verdad que con el escarmiento se corrigen. Pero, ¿qué valdría el hombre si, hecho el yerro, no le supiese enmendar? No es ciencia saber hacer mal, que eso cualquiera lo sabe, pero nadie me negará que no lo sea muy grande librarse del daño que del mal hecho podría suceder.

Como cursé tanto el escrebir 41 -que a criado y amo nos duró más de un año-, híceme grande escribano, demás que siempre tuve buenos principios. El que es bien inclinado sale con lo que pretende. Yo lo ejercitaba y así salí con ello. El ejercicio lo más difícil facilita; hasta la memoria se aumenta cultivándola. Bien sea verdad que temí en emprender lo que hice, porque la consideración del peligro disminuye el atrevimiento, pero luego me determiné y dije: -Por miedo de gorriones no dejes de sembrar cañamones-. Es tan variable el apetito de los mozos que cada día querrían conocer tierras y mudar oficios. El diablo me engañó. Dije: -A todo-, y salióme azar 42. Quien emprende hazaña dificultosa primero a ...cer que tiene ánimo igual al hecho. Verdad sea que este ánimo no me faltó, mas faltóme lo mejor, que es la ventura.

Cogí una provisión real 43 y, con la sotileza posible, le quité el sello, contrahice las firmas 44 y la escrebí, en la cual yo me daba comisión para cobrar la renta de los Millones de un año de Castilla la Vieja 45. Intención tenía, en cobrando, si no me acortaran los pasos, de irme a Francia y gastar a diestro y siniestro. Despepitara reales como quien come ciruelas de siete en boca 46. Aunque todo con buena orden, porque el buen entendimiento no se ha de contentar con buscar el dinero, sino con moderallo de suerte que supla los gastos ordinarios; y no solamente los forzosos, sino también los liberales 47. Yo me vendía por Guzmán o Pimentel según mi pensamiento 48. Siempre los tuve buenos; de esto no tengo que quejarme, que más me dio Dios que yo merezco.

Al principio no me sucedió mal, pero al fin se canta la gloria 49. Fue mi suerte que, andando en mi comisión, vino proveído un alguacil de Consejo que traía la misma. En esto estuvo mi desgracia, que ya tenía cobrada buena parte ...No tenemos más de humildes o levantados que según nos suceden las cosas. ¡Oh fortuna! ¿Cómo nunca eres buena para siempre? Por eso estoy bien con los bienes del ánimo, porque no tiene dominio sobre ellos. Aunque tenemos por largos los contentos de esta vida, son breves y siempre tienen el fin amargo. Como llegó a los lugares donde yo había cobrado y vio que decían tenían pagados los tercios 50 y halló cartas de pago en todos, o poco menos, fuele forzoso acudir a la fuente y volver diciendo que ya aquellas partidas estaban cobradas, que su provisión había salido mal. Llevó un tanto de la mía 51 para que constase en Consejo como ya se había librado otra primero; que, como supo donde yo estaba, me fue a hablar y yo le dije como había tanto tiempo que se me había dado aquel partido, que sin duda el yerro había estado en el nombre de la tierra donde se había de cobrar. Creyóme y se fue.

Como vi mi daño al ojo, afufélas 52. Cuando la enfermedad amenaza, bueno es anticipar la medicina, porque prevenir el remedio es saltear al mal en el camino 53. Con todo eso, no me di tan buena diligencia, que no se la dieran mejor en la Corte. Buscaron el tanto de mi provisión -según después entendí, que tiempo me quedó para sabello- y, como no pareció en casa del secretario ante quien decía había pasado, ni en chanciller 54 ni en otra parte, luego conocieron la mácula 55, dieron provisiones, despacharon postas, inviaron alguaciles, correos acá, correos allá, todo en busca del pobre Onofre. Lo primero acudieron a los puertos con todas mis señas, que ya estaban bien informados de ellas. Al fin, ellos buscándome y yo abscondiéndome -que luego conocí mi yerro--, vinieron a encontrarme en Calahorra dentro de la Iglesia Mayor 56, que la había ido a ver, adonde, por negros de mis pecados, me llevó la fortuna.

Ya venían en mi seguimiento desde Villafranca de Montesdoca 57, donde fue la primer luz que de mí se tuvo. En mala obscuridad se vea el ladrón que la dio. Que yo aseguro que lo hizo de pura envidia, porque el invidioso tanto se entristece con el bien ajeno como con su daño. La envidia es carcoma del alma; que, como la sanidad del corazón es vida de la carne, así ella es putrefacción de los h ...os. Luego me cogieron de manos a boca 57bis y me lanzaron en un calabozo, sin reparar en inmunidades eclesiásticas, con guardas, grillos y cadena, y me quitaron cuanto traía, que a fe que era buen dinero.

Cuanto mayor es el ciudadano, tanto mayor es la caída que da; que siempre la buena fama es madre de la envidia. En efecto, soplar y sorber no puede ser. Pero, con todo eso, me quedaron docientos escudos que traía pegados en la carne, cosidos en la camisa, con los cuales me remedié. Al punto despacharon a Valladolid al Consejo dando aviso de mi prisión, de donde escribió el Consejo al corregidor que se hiciese mi proceso, fulminase la causa 58 y, en el ínterin, me tuviesen a buen recado para que de mí se hiciese un castigo ejemplar. En cuidado se lo tenían 59, ansí los vean mis ojos, pero bien lo hubieron menester para guardarme; que si Dios no ampara la ciudad en balde vela la vela 60. No fuera yo Onofre o me les había de escapar, que en cuantos peligros me vi con los teatinos fueron tilde de esta letra, sombra de este cuerpo, olor de estas sardinas y ruido de estos dineros.

Aquí es ello que está pronunciada la sentencia, la escalera en la horca, el asno a la puerta, la soga a la garganta y el verdugo al hombro. A nuevo peligro, nuevo consejo; que éstas no son burlas. No es tiempo de sainetes. Ya se acabó el decir chicolíos 61. Onofre, mira por ti, que de los tuyos tú sólo eres tuyo. No hay que menospreciar tus negocios por mirar los ajenos, porque ninguno hay más cercano de ti que tú. Agora es tiempo, que pocos muertos resucitan. Si puedes vivir, vive; que la muerte, sin que te la den, vendrá. No te anticipes a ir al cielo, pues su ida es dudosa; que ...erta buena era la jornada. Estudia, no duermas; que, si tú no te defiendes, no tienes padre ni madre que te defienda. Primero ha de mirar un hombre el remedio del daño recebido que la venganza del que se le causa. ¡ Oh desventurado de Onofre ! ¿Que en esto vino a parar? ¿Que este fin tuvo su entendimiento? Por él se puede decir: Dios le perdone, que era buen hombre; descanse su alma en el cielo, pues su cuerpo descansa en la tierra.

En esta tribulación estaba cuando me hacían mi proceso, ponían su querella, recebían información, respondía yo, replicaban ellos y volvía a responder. Ya me habían tomado mi confesión y, aunque me estaba en alguna manera probado el delicto 62, porque en mi portamanteo había parecido la provisión y los demás recados, siempre a todas las preguntas había dicho que me llamo iglesia 63, que no sé nada. A decir lo que sabía, bien podía alquilar peones para hacer la sepultura. Llegó el punto de darme tormento y siempre estuve fuerte como un robre, siempre dije que me llamo iglesia. Viva neguilla 64, que andamos cerca de aforrar el ataúd. La fortuna bien puede quitar los dineros, pero no el ánimo; y ansí yo le tuve siempre bueno hasta que me vinieron apretar los cordeles, que comencé de confesar. Aquel teniente era un Nerón. No hay cosa más dañosa que a grande poder juntarle cruel naturaleza. Degeneró de su obligación, que, si no, hubiera abajado la hinchazón, garbo y altivez que tenía. Los que por nobleza y virtud pueden mucho, cuanto más puedan, los han de mostrar menos. Pero con su rigor confesé más que debiera, pues no dejé estudiante, sacristán, teatino, provisión, carta ni billete que no saliese en la colada. Al fin dije hecho y por hacer. No hay hombre tan fuerte, que no desmaye; que el excesivo dolor los más fuertes debilita. No me tengo en menos por eso, que muchos buenos han confesado en este mundo y confesar el mal hecho antes es virtud que cobardía. Demás que en la tribulación se purifican los justos como yo; en nuestras angustias nos purificamos sabiendo que la tribulación engendra paciencia, porque la paciencia es prueba de ánimo. En efecto, es muy fuerte el que puede sufrir ser miserable, porque muchas veces las adversidades engrandecen al hombre más que la próspera fortuna, como le sucedió a Scévola 65.

Del tormento no salí muy mal tratado, porque, aunque el juez era riguroso, a los buenos confesantes hasta en la Inquisición se lo remiten, y, mientras un hombre confiesa lo que le piden, no sé yo de qué sirve el darlo, pues ha de pagar por junto como deuda que no tiene más de un plazo. En un día se le han de hacer novena y cabo de año 66. Ya me tenía tragada la muerte, y a fe que estaba con bonísimo ánimo, porque, aunque tenía temor, nunca tuve desconfianza de que me había de librar. El que en las adversidades se deja rendir del trabajo en el bien no sabe gozar de la próspera fortuna. .

Deparóme Dios un procurador hecho a mi modelo, a quien, después de haber mirado el orden cómo me podría escapar, que me costó algún trabajo en la imaginación, me descubrí. No busqué muchos que me favoreciesen, porque nunca sana el enfermo cuando una calentura se encomienda a muchos médicos. Éste fue hombre de bien y éste lo hizo. Y ansí me le encomendé y dije: 

-Señor Fulano, ya Vm. sabe el peligro en que estoy. Ya sabe que los mozos nunca somos tan buenos, que, si llega la muerte, siempre no sea temprano, porque, como andamos engolfados en el piélago de los vicios, de ordinario nos coge a mal tiempo, que por eso David pedía a Dios con tantas veras que la muerte no le cogiese en su juventud, porque nadie hay que sepa usar tan bien de ella, que no sea su fin peligroso. Vm. ha tomado a su cargo el defenderme, y yo he sido muy dichoso en encontrar con persona de quien con tanta satisfación puedo confiar mi vida y aun, si pudiera decir, el alma la pusiera en sus manos. A Vm., señor, me encomiendo. A Vm. pido misericordia; a Vm., favor; a Vm., ayuda, socorro y amparo, que en sus manos está mi vida, en sus manos está mi muerte 67. Inhumano sería el que, defendiendo a uno, le pudiese dar la vida y se la quitase. No hay cosa más ilustre que librar los hombres de peligro. Tenga Vm. piedad de mí, que, a quien le falta piedad, forzoso es que le falte la fe y la justicia, porque es madre que no vive sin tales hijos.

-Señor Onofre -me dijo él-, ya yo he tomado a mi cargo este negocio y crea Vm. que, en cuanto yo pueda, no me descuidaré, porque no menearé paso que no sea con parecer del letrado 68. Tenga Vm. buen ánimo, que espero en Dios que ha de salir mejor que pensamos.

-No me ha entendido -dije entre mí. Con todo eso, le agradecí la respuesta cuanto pude y le comencé de hablar en otro lenguaje, que fue sacando veinte escudos y diciéndole:

-Señor, a mí me importa que Vm. haga cierta diligencia por mí. Llévese estos dineros para cintas 69 y mande Vm. hacérmela en venírseme por acá a la tarde.

Tomólos y luego dije:

-¿Dones recebís? Vos vendréis a la obediencia.

En la dádiva está encubierto el anzuelo, porque no hay ninguna que no tenga ponzoña. La lengua materna es hablar con el dinero al ojo 70, porque la otra no se entiende. Encomendéle el secreto y mostró muy buena cara. Mas, ¿qué no corromperá el oro? No hay roca tan fuerte que sus vaivenes no la derriben; al fin todo se acaba con el dinero. Como le pasé la mano por el cerro 71, mi procurador vino a punto crudo 72; que, aunque dicen que a dineros pagados brazos quebrados, como aún no había hecho cosa que oliese a trabajo, sin duda conoció que el pago de tomarle por mí sería muy aventajado, pues tan buen principio tenía. No sirve de nada el prometer sin dar, que el don que se da tarde no es obligatorio 73. Más merece el que niega presto que el que dilata la dádiva, porque toda tardanza es enojosa. Hay muchos que ofrecen montes de oro y, cuanto más ofrecen, a más faltan, porque quien locamente promete mucho, lo que mal prometió, más locamente lo niega.

En el ínterin que no vino, yo tomé mi aderezo de escrebir y, como estaba bien instruido, escrebí dos cartas para el corregidor, fingiendo que eran del Consejo, de las cuales tomé la una, después de escrita, firmada y sellada, y la partí por medio a la larga, de manera que de cada renglón llevaba una partecilla y, ansí dividida, no hacía sentido ninguno ni se podía entender el intento de ella. Al fin, era razón de carta rota 74. Ya de antes tenía prevenidos los sellos de entrambas, porque, con este ardid que imaginé, me pareció indubitable mi salida. Las firmas con tanta facilidad las contrahice como hacer la mía. Yo estaba ya cursado, y, en efecto, el curso es maestro de todas habilidades 75. De esta media carta que, como he dicho, dividí y de la entera, que entrambas eran para el corregidor, hice pliego 76, quedándome yo con la otra mitad de la partida.

La que iba entera decía sumariamente que el corregidor, en el negocio de Onofre Caballero, fulminase la causa como por otra se le había mandado y guardase aquella media carta a buen recado, y hiciese lo que por ella se le mandaba cuando recibiese la otra mitad que le correspondía, y que, de otra suerte, no determinase cosa de mí, porque en esto se servía su Majestad. La media carta, abajo se dirá su fin, que, para adivinarlo aquí, era menester alzar figura con astrolabio 77. Este pliego, ansí cerrado y sellado, di a mi buen procurador en viniendo. Buena vida le dé Dios, que buena obra me hizo. Díjele:

-Señor procurador, en ninguna cosa se echa de ver mejor la verdadera bondad que en el bien hecho, porque nunca se vio persona honrada que se cansase de hacerle. La buena obra obliga al que le recibe a tener memoria de ella tanto como al que la hace a olvidalla. A un beneficio se ha de añadir otro, porque, cesando esta perseverancia, no se pierda la memoria del primero. Ya ha comenzado a hacerme merced. No hay aflojar, que ...bien es perseverar en el bien. Vm. ha de tomar a cargo de buscarme un hombre forastero que me dé estas cartas al corregidor y diga es de Valladolid, y, si le preguntaren quién se las ha dado, ha de decir que un secretario del Consejo, que ya viene pagado de sus jornales y sólo a ese negocio. Señor procurador, en esto me va la vida. Por las llagas de Dios que Vm. me ampare, pues no hay cosa que con más gusto deje al hombre que el hacer bien. Señor, a Dios y a Vm.; conozca que soy hombre honrado y que el que lo es no siente tanto la muerte como la afrenta, porque es tan grande de cuerpo, que no cabe en el vaso de un pecho noble 78. Siempre me he gobernado como hombre de bien; y así no temo el vivir79, porque no hay vida más larga que la buena y, como sé que fui criado con esa condición, ni eso lloro ni lo puedo llorar.

-Señor Onofre -me dijo él-, sabe Dios el deseo que tengo de socorrer a Vm ...peligro, pero no querría ser yo el gato con que se sacase la brasa y, estándome libre, meterme en donde no pueda salir. Digo lo que puede suceder, que el discreto, aunque yo no lo sea, no se ha de contentar con conocer lo presente sino con prevenir lo venidero. La sabiduría tiene dos caras, como Jano, y ansí mira atrás y adelante 80. ¿Qué sé yo, señor Onofre, lo que en estas cartas va encerrado? ¿Qué sé yo si son las de Urías y llevo mi muerte en ellas 81 ? Hacer bien es muy justo, mas ha de ser sin daño de barras; que no es piadoso el que se condena a sí por librar a otro.

-Al fin, señor, primum mihi, secundum tibi.

-¿Latín sabe Vm. ? -dijo él.

-Sí, señor; por mis pecados 82 -le respondí. Y el prosiguió diciendo:

-No hay hombre tan obligado, que no lo esté más a sí propio que a quien lo está, porque más cerca están mis dientes que mis parientes. Vm. me descubra su pecho, que, como lo que intenta sea justificado y yo lo pueda hacer sin mi riesgo, me hallará Vm. ad utrumque paratus 83, para sol y lluvia; que ...un amigo a todo se ha de poner la persona.

Agradecíle muchísimo este buen ánimo y, como vi le sobraba razón, conforméme con su voluntad. No hay cosa más divina que la razón, que es reina de todas las cosas, y así de ella se hace la perfecta virtud. En conclusión, yo le declaré por extenso todo mi pensamiento y la traza que tenía imaginada, y ansí mismo, como atrás he referido, dije lo que llevaban las cartas. Cuando vio mi industria, admiróse de tal sagacidad y perspectiva 84, y parecióle tan fácil, que dio por segura mi huida sin peligrar él ni ponerse a ningún riesgo; y así luego se determinó y tomó a su cargo la negociación y diligencia, encargándome el secreto. Como le vi dispuesto en orden a mi salud, untéle las manos con otros diez escudos 85, diciendo los llevase para el mensajero que había de dar el pliego al corregidor. Bien echaba yo de ver que no eran necesarios tantos, pero menospreciar el dinero a su tiempo y lugar muchas veces suele ser ganancia, como lo fue en mí.

Hízolo honradísimamente, porque cogió sus cartas y dineros y luego puso por la obra mi tracilla. Buscó el hombre que no fuese conocido y envióle al corregidor, que residía en Logroño; dio sus cartas y cobró respuesta, y dentro de dos días la dio a mi procurador. Con este buen mensaje se desapareció el mensajero, como espíritu malo, que no le vimos más. Dios lo hace todo como conviene, que, aunque esto, si no me saliera bien, era echar leña al fuego, luego dije:

-Un clavo saca a otro. Preso por mil, preso por mil y quinientos; que, al que es de vida, el agua le es medicina. Demás, de quien no espera ningún bien no hay mal que le pueda dañar.

Luego mi procurador me trujo la respuesta del corregidor; y los dos, como si fuera negocio que a él le tocara, nos metimos en cónclave y consultamos lo que convenía a mi salud; de donde salió decretado que se prosiguiese en el negocio, que, pues tenía buen principio, no había que temer mal fin. El corregidor en su respuesta se mostraba grande servicial en las cosas de Su Majestad 86 y decía haría lo que por la carta del Consejo se le mandaba con muchísima puntualidad. Entendió sin duda sacar de esta jornada alguna plaza de asiento, y cierto que, si como el precepto era de Onofre fuera de Su Majestad, como él entendía, que merecía cualquiera buena gratificación. Mas al freír lo verá 87; que, teniendo asida la asa del premio, se quedará con ella y el que esperaba se le deshará cual humo frustrado en la imaginación y vano en el pensamiento, y el deseo puesto en alcanzar a Onofre 88; él le sacará de ese pecado. Estoy agora -y aun entonces, con todo mi mal, lo estaba- considerando lo que haría el corregidor de leer y releer su media carta, procurando de sacarle la substancia y adivinar el pensamiento del Consejo, que, más propriamente hablando, era de Onofre. El comenzar a referir las cosas aviva el deseo de alcanzarlas totalmente. Paréceme que se quedó tan ayuno como al que hablan en la lengua que ignora, porque yo le envié la menor parte de la carta con fin que no se le pudiese entender el suyo 89.

Bravo alegrón me dio la venturosa entrada de mi embuste. Sin duda que la buena nueva que de él me vino me reformó los melancólicos pensamientos que me destruían, porque al momento en mi imaginación se corrieron toros, jugaron cañas, hicieron justas, encamisadas y saraos adonde acudió infinidad de gente noble; que la que esperaba en el ignominioso expectáculo de mi afrenta me pareció se había juntado a honrar el felicísimo suceso de mi libertad 90. Al fin, la esperanza del bien futuro alivia la pena del mal presente.

Mientras pasaban estas cosas en mi afligido corazón, el teniente, a persuasión del corregidor, iba procediendo en mi causa haciendo lo que yo mismo en el nombre del Consejo le había mandado. Dios sabe que cada día que pasaba era para mí un siglo, porque, como en el gusto el tiempo largo es breve, ansí en la fatiga cualquier presteza suya es prolijidad inmensa. Mas, como era fuerza el pasarlos, aguardaba mi coyuntura; que conocía que no tienen menos tardanza en el llegar los bienes que presteza en afligir los males.

En conclusión, mi procurador me visitaba muy a menudo y siempre nuestras práticas y conversaciones eran sobre el peligroso trance en que estaba puesto; que, como era necesario que pasase el tiempo que se podía tardar en ir y volver hasta la Corte para disimulación de nuestro negocio, aunque la traza estaba tal como convenía, no se podía poner en ejecución sin que el tiempo la sazonase. Que, al fin, es locura querer acabar sin tiempo lo que, para haberse de acabar, es fuerza que lo ordene el tiempo. Bien es verdad que yo quisiera haber hallado otro modo de escaparme que no fuera pensado cuando hecho y puesto por obra, pero, de cuantos revolví en mi pensamiento, éste fue el más conveniente y saludable; y así era fuerza aguardar su coyuntura.

Fue Dios servido que llegó esta deseada hora sin que yo pasase ningún riesgo. Mi carta me aprovechó sin duda ninguna, porque de otra suerte bien conozco que mi negozuelo no era ocasionado para dilaciones. Como vi la ocasión en casa, al momento la así por la crin, que no era tiempo de perder punto ni de descuidar. Y, haciendo un pliego de la mitad de la carta que había quedado en mi poder, le dirigí al corregidor, que debía tener la otra mitad debajo de cien llaves, envuelta en bolsas y bolsicos, guardada como oro en paño. Cuando ya le tenía aparejado, hice llamar a mi procurador, que en verdad que en eso que le debo mucho, porque con un cuidado acudía a mis cosas como si le fuera la vida. Vino tan presto, que ausadas que no fue necesario ...mensajeros. Más agradable es el bien hecho con facilidad que el que se da en grande abundancia; porque la buena obra no es el oro ni plata que se recibe, sino el ánimo de quien lo da. En llegando, luego propuse mi demanda y le dije:

-Señor procurador, llegado ha el tiempo en que tengo de conocer quien Vm. es y el pecho y voluntad que tiene en favorecerme 91; que, aunque es verdad que ya tiene hecho tanto por mí que está bien esperimentado, en el mayor riesgo se hace la esperiencia del mayor amor, porque en el peligro se acrisola la amistad como en el fuego el oro. Bien satisfecho estoy que no son necesarias prevenciones para que Vm. me haga merced, mas el temor del mal que me amenaza me hace tener el bien cierto por dudoso. Todo cuanto Vm. hasta aquí ha hecho es la sombra de mi deseo y casi puedo decir que no es de importancia, pues me estoy en el mismo daño. El fenecer el bien es el que da la obligación; que, aunque el comenzalle obliga, la perfectión en cualquier cosa es la más digna de alabanza, porque nunca fue verdadera caridad la que dejó de ser, que el verdadero amor no tiene fin. Pintor será el que bosqueja una figura, mas, no sabiéndole dar los últimos matices, será pintor sin saber pintar. Los principios de todas las cosas son pequeños, pero, ejercitando los pasos que los siguen, sígueseles el aumento. No digo esto porque yo no tenga de Vm. tanta satisfacción cuanta de mí podría tener, pero dígolo porque, cuanto más yo reconozca el bien que me hace, tanto más me obligo a gratificársele y para que Vm. sepa que paga el beneficio el que le debe de buena gana, pues es deuda que se debe con el ánimo mismo que se da.

-Ya, señor Onofre -me dijo él-, me puse a servir a Vm. en cuanto pudiese. La mayor dificultad estuvo en dar principio al principio; pues, siendo tan arduo le comencé, ni sería bien dejalle en medio el camino ni yo merecería premio sin fenecerle. Pues, como Vm. dice, es el perficionar las cosas el verdadero atributo que da la obligación.

-Pues, señor procurador -respondí yo-, no es tiempo de gastar tiempo en requiebros; Vm. está llano y mi negocio cuesta arriba. A su cargo está, en sus manos lo dejo; y ansí ni me quiero obligar ni me quiero cansar, que el encarecer las cosas con instancia a las veces revoca el ánimo de acabarlas 92. Todos sabemos que los hombres se engendraron por causa de los hombres, para que unos a otros se puedan aprovechar. Vm. me haga merced de coger este pliego, que lleva la mitad de la carta que con el pasado mensajero enviamos al corregidor, y búsqueme dos hombres con sus escopetas y una cabalgadura que por ninguna vía sean conocidos en esta tierra, porque en el no sello estriba el todo, como a Vm. tengo dicho. Y de esta manera, instruyéndolos primero en que digan son de Valladolid y que los envía Fulano, secretario de Consejo, sólo a traer aquella carta, me los envíe con ella al corregidor; porque estoy muy seguro que, en llegando, está cierta mi soltura; y, para que les pague su trabajo, llévese Vm. estos cien escudos y satisfágales con liberalidad, de suerte que la ganancia cierta les facilite el hecho dudoso, porque ninguna cosa se hace sin esperanza o premio.

Con esto, se fue luego a poner la obra por la obra y yo me quedé echando juicios sobre si saldría o no con mi intención y rogando a Dios que se doliese de mi trabajo. Dije a mi procurador que llevasen los hombres escopetas, porque, como los dos teníamos tratado, ellos habían de ser las guardas que inviaba el Consejo para llevarme a Valladolid según lo significaban las dos medias cartas que, en su nombre, escrebí al corregidor, las cuales juntas decían de esta manera:

A oídos de Su Majestad han llegado las bellaquerías

que ese hombre llamado Onofre, que está preso en esa cárcel, ha hecho, y hanle parecido tan mal, que expresamente ha mandado se castigue en esta Corte; y ansí van esas guardas para traelle a buen recado. Haréis que, vista ésta, al punto se les entregue con lo que contra él hubiere procesado, porque en esto nos serviréis. De Valladolid a tantos, Fulano y Fulano, por mandado del Rey Nuestro Señor y de los señores de su Real Consejo, Fulano su escribano de cámara. A nuestro corregidor de la ciudad de Logroño.

Este procurador sin duda fue ángel que Dios me deparó para socorrerme 93; que, aunque a costa de dineros, no se deben llamar gastados los que gastados aprovechan y más en caso donde, como en éste, se interesa el vivir, que se puede decir que a los que gasté debo la vida y aun que no conozco otro padre ni madre, porque, en los que troje en el pecho ,estaba en cifra de guarismo escripta la genealogía de toda mi descendencia según el buen efecto que hicieron. Al fin, mi pleito estaba malo, y de mala probanza no había que esperar buena sentencia; porque Dios os libre de cornalada de ansarón 94. Más yere la pluma de un escribano que el cuerno de un toro de Jarama, pues, por muchos malos que escriben, perecen muchos buenos que no pecan. Mueren los justos y viven los pecadores. y lo peor de todo, que el remedio se va por alto, porque los que lo tienen a cargo son cómplices en sus culpas y, como del daño del escribano no resulta el provecho del juez, es dificultoso querer que con pérdida del que lo ha de remediar se cure del mal de los vecinos. Viven a su salvo, ordenan a su gusto, escriben a su libre albedrío; nadie se lo impide. En las sopas se lo hallen en figura de garbanzo 95, que yo no quiero parte de su mantenimiento.

El bueno de mi procurador -que, aunque no lo puedo 96 decir por él, también son parientes de estos benditos que atrás dejamos- lo trabajó a pala y azadón 97 y con la diligencia que requerían mis plegarias. Puso la suya en buscar los hombres que habían de llevar mi media carta y, como estábamos frontera de Navarra, él se acogió a reino estraño por lo que podía suceder; y los halló con brevedad y trujo muy a mi propósito. Advirtióles de las cerimonias y preámbulos necesarios para la embajada y ellos lo hicieron que no hubo otro Flandes. Cual el maestro, tal el discípulo. Cogieron su media carta y lleváronla al negro corregidor con sus escopetas al hombro como si fueran a matar el Draque 98. Todo me lo contaron cuando íbamos en el camino, lo poco que nos duró. Diéronsela, que sin duda la estaba aguardando como agua de mayo, y luego sacó la otra mitad y la comenzó de juntar y leer, que dicen que se le hacía la boca agua; y no me espanto, que si aguardaba en ella algo de bueno, como le había cogido descuidado, debiósele de alegrar la pajarilla 99. Por eso es bueno no esperar el bien, que el que piensa que el día que le amanece 100 es el último de su vida, cuando le amanece 101 otro que no esperaba, tanto le es más agradable. A él, en efecto, se le deshizo como tesoro de duende, si es verdad que aguardaba algo, y, con eso, no acababa de creer que me había de soltar, porque mil veces dicen que igualaba y volvía a igualar sus dos medias cartas y otras tantas las leía y volvía a leer; mas, como no había en qué tropezar, porque el ardid era soberano, cansóse y no se receló. Pidió tinta y papel y al punto escribió al teniente una carta, con mis futuras guardasen que le decía que, vistas las dos medias cartas que iban con aquélla, las cumpliese como por ellas se mandaba y se las volviese a inviar a muy buen recado. 

Este despacho llegó al teniente sin que llegase a mi noticia, porque, cuando mi procurador me dio aviso de la venida de las guardas, ya el juez había mandado cumplir lo que se le mandaba y que el siguiente día me entregasen a los mensajeros por autoridad de escribano, y, dejando ellos firmas del recibo y como se daban por entregados de mi persona; que no nos costó poco rato ni menos barahúnda, porque, mientras yo me despedí de mi procurador y le satisfice el trabajo que por mí había tomado ansí con dineros como con palabras, ellos andaban metidos en daca el escribano, toma el carcelero, hágase la entrega, quede por testimonio, fírmenlo las guardas, lleve buenas prisiones 102. Unos exagerando mis bellaquerías, otros condoliéndose de mi aflictión. Yo sólo deseando la brevedad, porque temía algún desmanque 103 y no quisiera volver a verme donde ya ni valieran trazas ni aun fueran necesacias. Últimamente, me pusieron a caballo y las dos guardas a mis lados. Comenzamos a caminar aquellas calles arriba camino de Valladolid, yo con muestra de harta más tristeza que llevaba en mi corazón. Entonces conocí la nobleza de mis lágrimas, porque me ayudaron a sentir el mal que no sentía.

En saliendo como una legua de la ciudad, al punto las buenas guardas, como estaban industriadas del procurador, me quitaron las prisiones y las metimos en un río y enderezamos hacia Navarra caminando como quien camina a las veinte 104; que en aquel día ni noche no me desampararon. A la mañana, que ya estábamos en salvamento, les pagué con lo que me había quedado, no el trabajo, que de ése ya estaban bien pagados, sino la buena obra, y, agradeciéndosela como era razón, ellos de mí y yo de ellos nos despedimos, dando yo mil gracias a Dios que me hubiese sacado de tan peligroso cautiverio. Lo que después sucedió en Calahorra y si se supo o no de mis embustes ellos lo podrán decir, que yo, como enderecé los pies, estoy ignorante del succeso.

 

 

 

 

 

Notas  al  CAPÍTULO 14

 

1. 'que nadie le pueda reprochar ni la menor insignificancia'. Véase Covarrubias.

2. 'guepardo'.

3. 'águila real'.

4. trasponiéndome: 'hurtándome a la vista los posibles perseguidores'.

5. real: 'campamento'.

6. dragón: en ocasiones, 'diablo'.

7. pastel: 'especie de empanadilla rellena de carta'.

8. El real era la moneda de plata que fue base del sistema monetario español hasta el siglo XIX Medio real equivalía a dieciséis maravedíes. La blanca era moneda de cobre: cuatro hacían un medio cuarto u ochavo según la pragmática de 14 de diciembre de 1566. Dos blancas hacían un maravedí. Por tanto, un cuarto, moneda de cobre, equivalía a cuatro maravedís o bien ocho blancas. Un escudo tenía, por su lado, el valor de trescientos cincuenta maravedís (cfr. Felipe Mateu y Llopis, op. cit.).

9. 'infalibles'.

10. aderezo: 'útiles o recado de escribir'.

11. 'unas que otras'. «Oñez y Gamboa. Dos parcialidades en Vizcaya, que duraron mucho tiempo, y en el del rey don Enrique el cuarto fue necesario que, por orden suya, fuese a sosegarlos don Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro. De allí manó el proverbio: 'O sois Oñez o Gamboa'» (Covarrubias).

12. 'copiar'.

13. pasamanos: 'tirillas o cenefas que se utilizaban como adorno de los vestidos'.

14. ms.: medio

15. Los fragmentos de oblea se utilizaban, en efecto, para pegar o cerrar oficios o cartas.

16. La Plaza del Ochavo era un lugar de importante actividad comercial en los alrededores de la Plaza Mayor. Ochavo sustituye en el manuscrito a Puerta de Guadalajara, palabras que han sido tachadas, lo mismo que antes Madrid y Alcala. Véase la introducción (p. 22).

17. encajaba: 'colocaba, incluía'; sobreescrito: 'encabezamiento en el que figuran las señas del destinatario'; un real de porte: en la época era el destinatario quien pagaba el porte del correo. De una estafa muy similar es protagonista uno de los compañeros de Pablos en Madrid; véase el Buscón, 154 y la nota 31.

18. alojo: 'inmediato, cercano'.

19. «Por ser la tierra tan fértil y abundante y amena, y la gente tan jovial y política, que para encarecer una cosa de mucho deleite solemos decir: No hay más Flandes» (Covarrubias).

20. perulero: 'indiano, el que vuelve rico de América' .

21. También premática. «Ley emanada de competente autoridad, que se diferenciaba de los reales decretos y órdenes generales en las fórmulas de su publicación» (DRAE)

22. Refrán que conoce numerosas variantes e indica que cada cual se sustenta de su oficio.

23. Juanelo fue célebre por el ingenio de sus construcciones mecánicas. La más famosa de ellas fue el artificio con el que consiguió elevar, durante el reinado de Felipe II, las aguas del Tajo a lo más alto de la ciudad de Toledo.

24. 'respiro, tregua'.

25. «Regalar a uno a qué quieres boca, es darle todo lo que quiere, y cuanto pidiere por la boca» (Covarrubias ).

26. 'el que hace y vende agujetas', esto es, 'cordones con cabos de metal, utilizados normalmente para sujetar las calzas'.

27. 'el que hace o vende agujas'.

28. «el bohonero que con una caja anda vendiendo por las calles y casas particulares mercaderías menudas, como tocas, cofias, randas, cintas, y otras bujerías» (Covarrubias).

29. 'el que vende melcocha, que es «una golosina para los niños de miel tostada» (Covarrubias)' .

30. 'el que hace frenos para las cabalgaduras' .

31. 'el que hace calzas'.

32. Es un 'guiso típico de Valladolid'.

33. 'calza (especie de medias) de cierto lujo y muy vistosa, posiblemente bordada'.

34. trencillo: «cintillo de plata u oro, guarnecido de pedrería, que para gala o adorno se solía poner en los sombreros» (DRAE); a lo de Cristo es Dios (a lo de Dios es Cristo): «a lo rufo y fanfarrón» (Correas).

35. 'fondo'.

37. 'en poco tiempo'.

38. Es aquí donde con más nitidez se observa la práctica picaresca que Maravall define como usurpación de símbolos sociales (J. A. Maravall, La literatura picaresca desde la historia social, p. 526). Esta usurpación se acompaña en Onofre de unas pretensiones realmente desaforadas, que, irremediablemente, conducirán, como él mismo señala, a la caída y castigo del protagonista.

39. pujamiento: 'crecimiento de la sangre que hace fuerza por salir', de otro modo, 'hipertensión arterial'.

40. Obsérvese la ambigüedad del término vergüenza en esta frase.

41. cursé: 'practiqué'.

42. Onofre emplea expresiones propias del juego; azar: 'suerte contraria'.

43. provisión real: 'mandamiento que por orden del rey expedían ciertos órganos de la administración para ejecutar una determinada acción, en este caso, el cobro de impuestos'.

44. contrahice: 'imité, falsifiqué'.

45. Millones: 'impuesto especial sobre bienes de primera necesidad que se empezó a aplicar en la década final del siglo XVI'. El monto al que podía acceder Onofre era muy elevado dada la extraordinaria importancia que tenía este nuevo impuesto instaurado para intentar paliar la quiebra económica del reino.

46. despepitara: 'gastara descomedidamente, dilapidara'; de siete en boca: 'de siete en siete'.

47. gastos liberales: 'Ios superfluos'.

48. Guzmán o Pimentel: apellidos aristocráticos, casi por excelencia.

49. «Al fin se canta la Gloria. Porque a fin de cada salmo se canta: 'Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto' ...por metáfora se aplica al premio después del trabajo, y semejantes cosas» (Correas).

50. 'los plazos correspondientes de la contribución'.

51. tanto: «copia, o ejemplar, que se da de algún escrito, trasladado de su original» (Autoridades ).

52. 'hui, me largué'.

53. saltear: 'asaltar'.

54. 'alto funcionario encargado de! sello real'.

55. 'engaño, trampa'.

56. Onofre se hallaba en lugar sagrado en el momento de la detención, por lo tanto amparado por la inmunidad eclesiástica.

57. En la provincia de Burgos

57bis. 'de forma repentina, súbita'.

58. fulminar una causa o proceso: «vale lo mismo que causarle, cerrarle y concluirle estando sustanciado para sentenciar» (Covarrubias).

59. 'lo tenían previsto, preparado'.

60. la vela: «centinela o guardia que se ponía por la noche en los ejércitos o plazas» (DRAE).

61. 'se acabaron las bromas'. «Decir chicolíos. Por decir cosas de gracia y deporte» (Correas).

62. Eso es lo que justificará el tormento que le será aplicado a Onofre, para el que se requería presunción de culpabilidad o, como dice Covarrubias, «semiplena probación».

63. Expresión con la que los delincuentes se niegan a confesar reclamando el respeto a su presunta condición de amparados por la inmunidad eclesiástica.

64. «En estilo bajo, se toma por la porfía en el negar el delito que se imputa» (Autoridades).

65. Como apunta Carrasco, Onofre se refiere a Gaius Mucius, joven héroe romano que libró su ciudad del sitio de los etruscos. Consiguió infiltrarse en el campamento enemigo, pero confundió al rey Porsena con su secretario, al que asesinó por error. Fue condenado a morir en la hoguera, ante lo cual, imperturbable, introdujo su mano en las llamas para mostrar así lo poco que el suplicio le importaba. Admirado Porsena, no sólo le perdonó la vida, sino que, ante la confesión de su prisionero sobre el gran número de jóvenes romanos dispuestos a asesinar al rey etrusco, accedió a levantar el asedio. Gaius Mucius obtuvo de su acción el sobrenombre de scevola -'zurdo'y el paso a la posteridad como ejemplo del provecho que se puede extraer del daño o el desastre.

66. 'le van a dar todo por junto'; novena: 'honras fúnebres celebradas nueve días después del fallecirniento' ; cabo de año: 'sufragio por el difunto en el primer aniversario de su muerte' y, metonímicamente en ciertos contextos, 'pena de muerte'.

67. Es conjetura, pues sólo se lee la m en el manuscrito.

68. El procurador habla como tal; esto es, como el miembro de la administración de justicia más cercano al delincuente, al que asiste en la tramitación de su causa, y subordinado al letrado o 'abogado'. Su reputación de enredadores y torticeros los caracteriza en la sátira de la época. Compárese con el Guzmán, n, 482-484.

69. dar para cintas como dar para guantes eran modos eufemísticos de justificar sobornos de poca monta.

70. 'a la vista'.

71. «Traer la mano por el cerro, halagar a alguno y asegurarle, como hacen al caballo y a otra bestia para amansarla» (Covarrubias).

72. 'se puso en marcha con toda la dedicación'.

73. Es decir, 'no sirve para obligar al que recibe el don, no compromete'.

74. Juego con el sentido figurado y literal de la expresión: «razón de carta rota, la que no ata, ni desata, ni concuerda una con otra, como sucede al que quiere juntar los pedazos de una carta rasgarla que, si falta alguno, cuando se lee es disparate» (Covarrubias).

75. curso: 'experiencia, costumbre'.

76. hice pliego: es decir, Onofre las dobla para prepararlas para su envío.

77. «Los astrólogos judiciarios llaman levantar figura, disponer en las doce casas que señalan los lugares donde en aquel punto se hallan los signos del zodíaco, y en ellos los planetas y los lugares de la estrellas fijas» (Covarrubias).

78. vaso: en el sentido genérico de 'recipiente'.

79. vivir quizá sea errata por morir.

80. El erudito Guzmán apócrifo nos recuerda una explicación de corte evemerista a propósito de este carácter emblemático de Jano: «que por eso pintaban los antiguos a Jano con dos caras, porque (según Macrobio) fue un rey de Italia, muy prudente y de gran memoria, con lo cual, acordándose de lo pasado, se prevenía para lo porvenir» (ed. cit., p. 406).

81. Tras haber cometido adulterio con Betsabé, esposa de Urías, y saber que ella había quedado encinta, «escribió David a Joab una carta y se la mandó por manos de Urías. En esta carta había escrito: 'Poned a Urías en el punto donde más dura sea la lucha, y cuando arrecie el combate, retiraos y dejadle solo para que caiga muerto'» (II Samuel, 14: 14-15). La carta de Urías se convirtió en proverbial, indicando el mensaje que encerraba daño o perjuicio para el portador.

82. De nuevo parecen sugerirse unos posibles estudios de Onofre. Quizá en Sigüenza o Salamanca.

83. 'dispuesto a todo, a una u otra cosa'.

84. ¿ 'perspicacia'?

85. «Untar la mano al juez, o a alguna otra persona de quien pretendemos algún emolumento o favor, es sobornarle con dineros o dádivas» (Covarrubias).

86. servicial tiene aquí valor de sustantivo; 'criado, servidor'.

87. Referencia a un cuento popular del que Covarrubias ofrece la siguiente versión: «Un ladrón entró en una casa y no halló qué hurtar más a mano que una sartén; y cuando salió preguntóle el ama: '¿Que lleváis ahí, hermano?' El otro le respondió: 'Al freír de los huevos lo veréis'; y fue así, que no la echó menos hasta que tuvo necesidad de freír unos güevos".

88. Zeugma. Entiéndase 'el deseo se quedará...'.

89. Creo que se refiere, aunque con antecedente muy alejado, a pensamiento.

90. Es el pasaje de la obra en que más claramente se aprecia la oposición, implícita por lo demás en todo el Guitón, entre el protagonista y la «gente noble».

91. pecho: 'ánimo, esfuerzo'.

92. instancia: «vale la fuerza y el ahínco con que alguna cosa se procura» (Covarrubias).

93. Nuevo recuerdo del episodio del calderero que proporciona a Lázaro una llave para abrir el arca: «el cual yo creo que fue ángel enviado a mí por la mano de Dios en aquel hábito» (ed. cit., pp.54-55)

94. Expresivo modo de referirse al posible daño causado por el escribano, metonímicamente el ansarón ('ganso') de cuya pluma se vale para escribir. Covarrubias: «Cornada de ansarón, uñarada de león, conviene a saber, el yerro o falsedad del escribano, que no es legal». De todas formas, el mismo Onofre aclara inmediatamente el significado de la expresión.

95. Carrasco la supone expresión equivalente a 'Con su pan se lo coman'.

96. ms. : puede

97. a pala y azadón: «con rigor» (Correas).

98. Francis Drake (1540-1596), famoso corsario inglés que, como es sabido, mantuvo numerosos enfrentamientos con el imperio español tanto en Europa como en América.

99. alegrársele a uno la pajarilla: «tener grandísimo gusto y satisfacción con la vista o el recuerdo de un objeto agradable» (DRAE).

100. ms.: amenace

101. ms.: amenace

102. prisiones: 'grillos, cadenas'.

103. desmanque: 'revés, contratiempo'.

104. El verbo caminar, en la época, no implica hacerlo a pie; recuérdese que van a caballo.

 

 

 

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Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

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