Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

Capítulo

Refiere Onofre lo que le succedió con el sacristán

su amo y las pesadas burlas que le hizo

movido de hambre y necesidad

 

 

Si los trabajos de los hombres fuesen inmortales 1, aunque las edades son cortas, no sería posible que fuesen tan largas. No hay cosa que más acabe la humana vida que los trabajos, porque son veneno del cuerpo y fatiga. del alma; y ansí, conociendo Dios sus avenidas, les puso límite como a las aguas del mar, y en su recompensa invía el consuelo necesario, que les sigue ordinariamente como la sombra al cuerpo. ¿ Qué fuera de mí si el trabajo de mi laceria hubiera de permanecer 2? ¿Si no me inviara remedio a tanta diversidad de calarnidades? ¡ Ya estuviera en la casa lóbrega y obscura que temió Lazarillo de Tormes 3! ¡Ya hubiera dado fin a mi inmortalidad! Que yo creo que tengo de ser inmortal, pues siempre, al mayor peligro, me invía Dios cumplidísimo socorro.

Perecía de hambre. La substancia se me iba apurando como olla de enfermo 4, la salud aniquilando y la vida consumiendo. Sólo el gusto permanecía en su ser y el apetito en su punto, que estos defendieron su privilegio a capa y espada: ni temían ni debían 5. En conclusión, yo vine a entender por indirectas que mi amo andaba enamorado. No hay cosa tan secreta, que no se descubra. El mejor secreto es no hacello, porque, como dice el refrán, lo que no se hace no se sabe.

Fue, pues, el caso que algunos días había que mi sacristán acostumbraba a subir por tarde y mañana a la torre que llaman del Sacramento 6. El suyo, aunque quería ser matrimonio, estaba libre de sello. Como vi que tanto lo menudeaba, dije entre mí:

-Agua menuda mucho dura. Ver tengo qué significan estas subidas y bajadas, que no son sin misterio.

No me daba golpe el corazón que no me saliese verdadero. Mas, con todo eso, es gran cosa el desengaño alojo; por eso este sentido es el más principal, porque no se deja engañar tan fácilmente como los demás. Determinéme, puse faldas en cinta y entré por el vado. Subí tras él, seguí sus pasos y asechéle comer y beber y mirar por los agujeros 7; que, aunque dicen que quien asecha su mal oye, esta vez hubo falencia 8, porque, asechando, hallé mi refugio y verdadero amparo: de allí nació mi bienaventuranza. Hallé el panal en la boca del león 9 y apliquélo a mi propósito como el letrado hace las leyes. Dios me vino a ver, que, aunque no me faltó cuidado, salí con mi empresa como Celestina con la suya 10.

En efecto, vi que él, de la torre, y una dama llamada doña Felipa, de un corredor, se estaban haciendo señas 11. El amor no excepta personas, que, aunque ella era muy principal y recogida, mi amo tenía muy gentil talle y no era menos que ella; que, porque fuese sacristán 12, cada uno tiene su piedra en el rollo 13: ruin sea quien por ruin se tiene. Él hablaba y ella respondía, que, aunque no intervenían razones 14, los que bien se quieren con los ojos del alma se comunican. El amor en las puntas de los dedos pone las lenguas, y, en los enamorados, hasta los cabellos hablan; aunque sospecho, a lo que después pareció, que ella más se entretenía que amaba. Sin duda fisgaba de su amante 15. Dígolo porque muchas veces son los fines intérpretes de los principios; que yo no lo sabía.

Sea lo que fuere, vi lo que pasaba y me aproveché de la ocasión; que, aunque no luego di en ello, una vez que otra, torpe es el hombre que mirando no lo conoce. No sabe mucho el sabio que no se puede aprovechar a sí mesmo; que, aunque yo no lo sea, en la sciencia de buscar la vida bien podía poner escuela. La necesidad aviva el ingenio, y yo que no era lerdo: juntóse Sancho con su rocín.

Consideraba entre mí qué orden tendría para sacarle a mi amo algún refugio, y al fin no la di mala; porque, como vi que eran amores y que la dama estaba tan encerrada que aun verla era dificultoso, encajóseme en los cascos 16 y luego dije:

-Ciertos son los toros 17. Atabales en cuaresma: que me maten si no son bulas 18.

La consideración es mantenimiento del alma; que, aunque yo andaba tras el del cuerpo, por su orden me había de venir. Fingí que cierto día, pasando por su puerta, me había llamado una criada y había subido arriba, estando sola la señora, y me había dado un recado preguntándome por mi amo. No hay mentira más bien aprovechada que entre amantes, porque, como creen fácilmente, pocas dejan de hacer su efecto. Con esta nueva, vine a mi buen señor. Buena sea su vida y mejor mi comida. Rogaba a Dios que de ésta me sacase, porque, como dicen que al enhornar se hacen los panes tuertos 19, de ésta saliera, que de las otras yo me librara. En efecto, le dije con una cara de risa:

-¡Señor, albricias 20! ¡Hoy buen día tengo! De esta hecha, no hay pariente pobre 21.

Es menester poner la cara conforme el mensaje, porque la eficacia del orador en cualquier acto es importantísima 22.

-Si Vm. merced me lo paga, ¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!

-¿Qué hay, Onofre -me dijo-, que tan contento me pides albricias?

-¿Qué, señor? -repliqué yo-. ¡Que una dama bien hermosa me ha dado un recado para Vm.!

-¿Dama, amigo? -dijo él-. ¿ y sabes quién es? ¿Dama hermosa? ¿Recado? ¿Burlas, Onofre? ¿Qué me dices? ¿Es cierto?

-Digo, señor -le respondí-, la verdad; y bien hermosa, que apenas la hay más en el lugar.

-Los nacidos no deben haber visto a la hambre con cara hermosa, si no es hoy -dije entre mí. y él replicó:

-¿Cómo en el lugar, Onofre? Si es mi ángel, ni el suelo 23 la tiene ni el cielo la ha criado igual suya. ¿ Tiene el mundo aquella compostura, aquel meneo, aquella bizarría, aquella gentileza juntado todo con merecimiento? ¿Dónde vive, Onofre? ¿Cómo se llama, hermano? Dímelo presto; que me harás perder el sentido, si es verdad lo que me dices.

-Sal quiere este huevo -dije yo entre mí-. No vemos la lumbre y ya sale el humo a borbollones. En buen pie hemos entrado. Hoy antipodio tenemos como si fuese Pascua 24.

-Señor -le dije-, doña Felipa, la que posa en la Calle Mayor 25, la hija de aquel señor principal. No dice mal Vm., que todo eso tiene; mas lo que de su natural es bueno, con los regalos del deleite se corrompe.

-En eso nos viésemos, Onofre -dijo él-: Corrompiese siquiera y fuese doña Felipa. Mas no te creo; no es posible tanto bien. ¿Inviarme recado doña Felipa? ¿Doña Felipa? Ven acá. Cuéntamelo por extenso. Siéntateme aquí, Onofre. Ven acá, ven acá. Siéntate y dímelo por tu vida, que estoy en trance de perder el juicio. A tus pies postrado quiero escuchar tan venturoso mensaje. Dime, amigo, por tu vida: ¿Quién te llamó? ¿Qué ocasión tuviste para hablarla? Cuando subiste, ¿en qué se entretedía? Arriba, ¿quién la acompañaba? En entrando, ¿Con qué donaire te recibió? ¿Con qué semblante? ¿Estaba triste o estaba regocijada? Dime, dime, Onofre, en resolución: ¿qué te dijo? Si me quieres ver vivo, no dilates mi bien 26.

Cuando vi que me preguntaba tantas cosas, no dejé de temer sospechando que me había de coger en mentira. Mas luego me acordé que quien ha de mentir ha de tener buena memoria, y no me olvidaba de lo que decía. Procuré de decir poco, porque las razones cortas más fácilmente se apegan. La memoria es pisada de las cosas señaladas que están en el entendimiento. Y ansí le dije:

-Señor, ventura fue -harto me encomendaba a Dios que guiase mi lengua-, porque, viéndome pasar por su puerta, bajó una criada por su mandado a hacerme subir 27. Yo no sabía qué me quisiese, mas al fin subí y con mucho respecto, mi sombrero en la mano, pregunté lo que mandaba.

-La vergüenza en los mancebos -dijo él-, señal de bondad, porque ésta es guarda de las virtudes. Bonísimamente hiciste. Por tu término te quiero 28; que te adoro. Con mucha crianza entraste, lo mejor del mundo. ¡Qué discreto eres! Todo lo merece aquella imagen. ¿Y qué te dijo? Prosigue, amigo.

-Primero -dije yo--- mandó ir la criada y se quedó sola.

-¡Oh contento sin medida! -dijo él- ¡Oh singular fortuna! ¡Oh venturosa oportunidad! ¡Oh dichoso tiempo! ¡Quién tuviera tanta felicidad, que se pudiera en aquel punto transformar en ti!

-Mejor fuera en asno como Apuleyo -dije yo entre mí-, si ya no lo estás 29.

-¡Quién escuchara -prosiguió él-lo que diría a solas aquel divino serafín en quien tantas gracias resplandecen!

-Con más gusto escuchara -dije yo--- mis dientes, si mascaran algo, que cuanto me dijo. Más quisiera mediana comida que buen razonamiento.

-Pasa, Onofre, adelante -volvía a decir-, que comida y cena mereces. No te faltará de hoy más lo necesario.

-Eso es -dije- lo que queremos los de a caballo, que salga el toro 30. Más aprovecha la esperanza del futuro provecho que la memoria del pasado beneficio.

-Dime -dijo él- lo que resta, que mereces un vestido 31. Mejor criado no le tiene príncipe.

-Díjome -respondí yo---: «¿Cómo está tu señor, Onofre?».

-¿El nombre te sabía? -dijo él.

-¿Cómo el nombre, señor? -respondí-: no meneamos el pie que por la cuenta no lo sepa.

-¡Oh bienaventurado Teodoro! -que ansí se llamaba él-. En la cumbre -dijo- de tu felicidad estás puesto, pues aquel divino relicario encierra en su memoria tus fortunas.

-Mejor encerraré yo -dije entre mí- en el estómago lo que te sacare.

-Mucho tardas -dijo él-. Prosigue, prosigue, Onofre.

-Mil cosas -le dije- me preguntó: cómo me iba, qué hacía Vm., en qué pasaba su tiempo, hasta lo que comíamos.

Ya eso saltó alterado: -¿Qué dijiste, Onofre?

-Díjele, señor, mi ración y cómo Vm. comía fuera.

-¡Qué me dices! -dijo- ¡Oh desventurado de mí! Echádome has a perder. Todas las glorias que tenía se me han aguado con esta respuesta: tendráme por un mísero.

-Harto más lo soy yo -dije entre mí-, porque no hay hombre más mísero que el que espera felicidad de un miserable.

-¿Pues eso le habías de decir? -prosiguió él- ¿No lo veías, Onofre? De tu habilidad me espanto, que tal dijiste. Borrado me has de su libro. A los hospitales me has echado 32.

-Harto nos lo estábamos nosotros.

-¿Qué dices?

-Que no reciba Vm. pesadumbre, que no soy tan necio. Esas cosas no son para dichas: no estaba yo loco.

-Vuelto me has -dijo- el alma al cuerpo. Ya yo me espantaba. ¿Qué le dijiste?

-Dije que nos tratábamos como unos duques; que no tenía mejor plato el obispo.

-¿Es posible? ¡Oh qué discreción! ¡Qué entendimiento tan divino -dijo él-, que acertaste a decillo! Cuéntame cómo. Cuéntamelo, cuéntamelo.

-Ya, señor, lo he contado -dije yo-. Así fuera ello verdad como yo lo dije.

-A la enmienda, Onofre -dijo él-; pues dice el refrán que quien yerra y se enmienda a Dios se encomienda. No mentirás otra vez por mi culpa.

-Ni aun es bueno, señor -dije yo-; que dicen que la mentira es enemiga de Dios. Hablemos verdades, pues tanto nos va en ello.

 

-No, no -replicó él-: comer tenemos y beber como reyes. No quiero miserias. No quiero ahorros. Toma dos reales, Onofre: de hoy más eres dispensero 33.

-Eso sí -dije entre mí-. Dado le hemos en el chiste al loco. Como dicen: otro loco hay en Chinchilla 34.

-Corre, corre -dijo él-. Por la buena nueva, trae una pierna de camero y llenemos estos vientres.

-Menester lo han -dije yo-, porque las tripas nos rugen en el cuerpo como a caballo que ha pasado carrera. Eso es lo que luce, que lo que no va en vino va en lágrimas y suspiros 35, y quien usa de liberalidad de todos se hace querer bien.

No salta la pelota del suelo con la brevedad que yo por la pierna, dejándomelo contemplando en mi enredo. Que, aunque no hay hombre tan loco que solo hable mucho 36, no parecía, cuando lo dejé, su lengua sino tarabilla 37. Más armonía metía que una capilla de Toledo, aunque no tan concertada. Todo el camino me fui santiguando de ver cómo había salido con mi empresa. A los atrevidos ayuda la fortuna 38. Otro fuera, que no tuviera ánimo para ejecutar su pensamiento. El cobarde, huyendo, nunca escapa de la muerte: lo sano es hacer de las tripas corazón, que, como dicen, a quien no habla no le oye Dios.

Gran gusto me dio esta traza; que, así como son mayores las obras del alma que las del cuerpo, así las cosas que alcanzamos con ingenio son más agradables que las que conseguimos con fuerza. Lo peor que yo tuve fue usar mal de mi habilidad, por ser como fue tan en perjuicio de mi dueño. Malo es aprovecharse mal de lo malo, pero perniciosísimo usar mal de lo bueno ... Dios los que tiene el mundo que, dotados de mil habilidades, mil gracias, mil ingenios -si se puede decir que en uno quepan tantos-, sin atender al beneficio que de su mano recibieron, sin rienda que los gobierne, hechos caballos desbocados, se dejan llevar por la voluntad de su apetito y por el camino de la perdición, no considerando que aquella recopilación de bienes que Dios en ellos puso fue para que la empleasen en provecho de su pueblo y augmento de su república, y sin mirar, ansí mesmo, que cuanto más parte les haya alcanzado de este repartimiento tanto será mayor el demérito, si mal de él se aprovecharen. Allá se las hayan: con pájaro se toman que no es flaco de memoria 39. El se lo dirá a su tiempo, que a mí, si lo digo, no me oyen; Si me oyen, no me creen; si me creen, no se corrigen; si se corrigen, no les dura; y si les dura, son interpolaciones, pues tienen, como locos, dilúcidos intervalos por faltarles como les falta la verdadera firmeza que se pone en Dios 40.

En efecto, volviendo a mi sacristán, yo vine con el carnero tan en el aire 41 que, según mi ligereza, por encima de las espigas corriera sin quebrarlas. Juraré que no asenté las plantas en el suelo. La pierna puse en su punto sin ser oída ni vista. Comimos como unos Papas: así lo coman mis hijos. Mi buen Teodoro siempre estaba en sus trece: él preguntar y yo comer; aunque, según la hambre canina que tenía, todo fue meaja en capilla de fraile o mosquito en cuero de buey 42. Mas, en efecto, acommodéme con lo que pude y, a lo menos aquella vez, saqué el vientre de mal año, que por entonces no consideraba más que mi remedio.

Cuando lo miré, como dicen, con ojos de piedad, vime en el labirinto de Creta 43. El conejo ido, el consejo venido 44. Consideraba el yerro que había hecho, porque me había metido donde era imposible salir sino mal librado, por bien que saliese. El perro con rabia a su dueño muerde. Despeñéme tras el apetito sin atender al daño que me podía succeder. Pero al fin, como me vi dentro, que no había postigo por do escapar, consoléme y consideré que es de enfermo corazón no sufrir el bien 45. Ya estamos dentro: dé do diere 46; que la jornada se ha de seguir, pues al principio no se consideró. Donde va el mar vayan las arenas; la soga tras el caldero, que no puede ser más negro el cuervo que las alas 47.

Al fin, él darme recados, y yo traerle recados, parece que lo habíamos tomado a destajo. Cada día había cosas nuevas, porque mil noches me desvelaba yo en estudiar respuestas, y, cuando no las hallaba convinientes, porque él me decía mil filosofías, luego tenía yo mi escusa como era decir que estaba allí su padre, que no la había podido hablar, que estaba allí gente, que no había encontrado la moza, y otras veinte, que nunca me faltaban mis inteligencias como a curial de Roma 48; hasta que un día me dio que le llevase una caja de conserva. Cuantos bocados de ella comí, tantas bendiciones se llevaba doña Felipa y otras tantas quien la parió y quien a la memoria me la trujo. No me duró mucho, pero tales manos le daba yo 49. Cuando me la dio que la llevase, anduve muy acertado, porque, después de traerle un recado que me costó dos días de estudio muy consolatorio, con dinerillos que yo tenía ahorrados compré una vara de cintas verdes. No fueron talento perdido, pues, a tener quien me pidiera cuenta, le pudiera decir: -Veis aquí otros cinco que he ganado 50. Fingí que me las había dado aquella mi señora en recompensa de la caja. Mucho puede una mentira bien forjada: al fin la muerte y la vida está en manos de la lengua. Díselas con mil encarecimientos, no quiriéndoselas mostrar en buen rato. El pecadorcillo ya estaba ciego: capirote le había echado como halcón y las cintas fueron las pigüelas 51. No faltó sino pedírmelas de rodillas. Díselas. Cuando él vio sus cintas en sus manos, comenzó de besallas a mil veces diciendo:

-¡Oh preciosísima reliquia! ¡Oh joya inextimable! ¡Oh milagroso don! ¡Oh suave prenda! ¡Oh cintas dichosas y bienaventuradas que encerrasteis en vosotras tanto valor, tanta dignidad que hayáis sido merecedoras de tocar aquellas celestiales manos, dignas de haberos visto en poder de aquel milagroso ejemplo de belleza, y servido a aquella deífica visión que yo por mi dios contemplo! Adoraros tengo a mil veces haciéndoos sacrificios y holocaustos, que no merece menos prenda que tan celestial imagen ha tocado. ¡Oh felicísimo Teodoro, al Olimpo has llegado de tu bienaventuranza! ¿Que ella te las dio, Onofre? ¿Cómo no me has pedido estrenas 52? Un tesoro te diera 53.

-Ahí estaba detrás de la puerta: no había sino cavar. -¿Qué dices? -me preguntó.

-Que no quiero yo, señor -dije-, mejores estrenas que saber que doy gusto a Vm. El fiel criado más estima el contento del dueño que el suyo proprio.

-Mejor tenga yo la salud que la verdad digo -dije entre mí.

-Eres -me respondió- muy honrado. No en balde te me aficioné yo, que, aunque tosco por defuera, quitada la superficie, se te conocía bien la nobleza de tu pecho. No me engañó el ojo. ¿Piensas que a no tenerte tan bien conocido que sin más ni más recibo yo los criados? Muy de asiento 54 y aun señor rogado, que a quien se ha de tratar cada día es menester conocelle primero.

-Falta habría de amos en el mundo -dije yo callando- cuando los criados rogasen a tales.

Conocíame él como el gran Turco 55. Por su pura necesidad me trujo; sino que ya es vieja costumbre de los dueños pagar en alabanzas los salarios de los buenos servicios.

-Arabién 56, Onofre -me dijo-, mañana quiero que le lleves un cabrito, que, pues es día de mercado 57, los habrá buenos.

-Todo esto -dije entre mí- es echarme a perder. No sabe este hombre cómo hacer que yo me pague de mi mano.

-Eso, señor -le dije a él-, será muy acertado, porque el don y la buena obra son lazos de concordia. Lo que sin pérdida se puede dar, aun a quien no se conoce, es bien dallo. No hay cosa que ,más bien parezca en un hombre que la liberalidad; y la hacienda no se ha de cerrar de suerte que el amor no la pueda abrir. ¿Para qué son los bienes, si a su tiempo no nos hemos de aprovechar de ellos? Acertado será, que, como dijo el refrán, dádivas ablandan peñas, y peor es dilatallo, porque quien da presto da dos veces.

-Muy bien dices -me replicó. No hablaba yo razón que no le pareciese una sentencia de Demóstenes-. ¿Sabes si lo tomará?

-Alzará, señor -dije yo-, las manos a Dios. ¿Cómo tomar? En ser de Vm., lo pondrá sobre su cabeza como si fuera provisión real 58. Cuanto y más que la buena obra a todos está bien recebilla, aunque sea de cualquier mano.

-Más cierto -dije paso- será ponerlo yo en mi estómago.

-Pues, Onofre -replicó él-, no hay sino acostarnos y no perder coyuntura, que, aunque muchos lo dejan pasar como cosa ajena, ninguna tenemos más nuestra que el uso del tiempo. La ocasión se ha de coger por el copete, porque de la cerviz es calva 59, y, si coge la delantera, Euro y Noto no son poderosos de darle alcance 60.

-Por eso -dije entre mí- sin ser yo tan ligero como esos vientos, lo he sido para alcanzar de cuenta a tu miseria, pues como sanguisuela te voy chupando la sangre dineril 61.

 

 

 

 

 

 

 

Notas al CAPÍTULO 6

 

 

1. trabajos: entiéndase en la acepción de 'fatigas, penalidades'.

2. laceria: 'miseria, penalidad'.

3. A tantas referencias implícitas, si bien transparentes, sucede ahora esta mención expresa de la obra anónima. No se olvide, sin embargo, el carácter proverbial que había adquirido esta expresión: «Vive en casa lóbrega de Lazarillo de Tormes. Para decir desaliñada» (Correas).

4. 'se me iba agotando la sustancia hasta hacerme equiparable al insípido cocido destinado a los enfermos'.

5. ni temían ni debían (ni temen ni deben): frase hecha que se refiere al atrevido e insolente que se desentiende de las consecuencias de sus hechos. La situación de Onofre recuerda a la que padece Lázaro con su segundo amo. Lazarillo: «vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran» (p.51).

6. 0 del Santísimo. En ella estaba el reloj en esta época. M. Fernández-Galiano (art cit., p. 209) piensa que era quizá su cuidado el pretexto que llevaba allí tan frecuentemente al sacristán.

7. Asechar es también la forma que recoge Covarrubias.

8. «engaño o error que se padece en asegurar una cosa» (DRAE).

9. Alusión al episodio bíblico en el que Sansón encuentra miel en la osamenta del león que él mismo había matado tiempo atrás (Jueces, 14:8). Recuérdese el enigma con que Sansón se refiere posteriormente a este hecho: «Del que come salió lo que se come, y del fuerte, la dulzura». (Jueces, 14:14).

10. Esta referencia al personaje de Fernando de Rojas anuncia toda una serie de préstamos de diverso tipo que jalonarán las andanzas donjuanescas de Teodoro.

11. Según las características de la casa de doña Felipa, M. Fernández-Galiano ( art. cit., pp. 209-10) aventura que puede tratarse de la que hoy en día esta ocupada por el ayuntamiento de la ciudad, enfrente de la torre del Santísimo y en uno de los lados de la Plaza Mayor, y que entonces estaba en manos particulares. Incluso, por la planta de esta vivienda, establece, con toda precaución, la hipótesis de que el padre de la dama pudiera ser comendador de una orden militar. En cualquier caso, es evidente la importancia social de estos personajes.

12. Los sacristanes son protagonistas predilectos de innumerables cuentecillos y facecias folklóricas. En la propia tradición picaresca hay abundantes ejemplos de ello. Recuérdense, como muestra, los dos sacristanes con que se topa Justina, rijoso el uno y amigo de disfrutar con convites ajenos el otro, o el poco devoto sacristán al que sirve Alonso, protagonista de El donado hablador.

13. Frase hecha que indica que todo el mundo es digno de consideración. El rollo es la horca o picota junto a la cual solía haber una grada en la que las personas de mayor consideración social tenían un lugar propio para sentarse.

14. 'palabras'.

15. 'se burlaba de su enamorado'; fisgar: derivado de fisga, que, según Covarrubias, "vale burla y escarnio que se hace de alguno, con movimiento de ojos y boca, cabeza y cuerpo. y esto con disimulación que la parte no lo entiende, y con las dichas señales apercibe a los circunstantes». Recuérdese al licenciado Perlícaro de La pícara Justina, fisgón que da matraca a la narradora, interrumpiendo su relato (ed. cit.,I, p. 136 y ss.).

16. 'me afirmé en mi idea'.

17. Ciertos son los toros: "cuando la cosa de que dudamos da indicios de ser cierta» (Covarrubias).

18. «Atabales en cuaresma, que me maten si no son bulas. Contra los que adivinan cosas muy claras» (Correas).

19. «Al enhornar se tuerce el pan. Refrán que enseña que para que las cosas se logren con felicidad, se deben mirar con cuidado y atención a los principios, porque en ellos consiste el que se acierten o se yerren. Hoy se dice más comúnmente: Al enhornar se hacen los panes tuertos» (Autoridades).

20. albricias: 'el regalo que se da al portador de buenas noticias'.

21. De esta hecha: 'desde ahora'; no hay pariente pobre: es expresión proverbial de alegría; "dícese a uno que está contento y próspero» (Correas).

22. acto: aquí posiblemente, 'gesto, actitud corporal'.

23. 'el mundo', por contraposición al cielo.

24. antipodio: 'plato extraordinario en la comida de una comunidad'.

25. posa: 'mora, vive'.

26. Compárese: "Dime, por Dios, señora, ¿qué hazía? ¿Cómo entraste? ¿Qué tenía vestido? ¿A qué parte de casa estava? ¿Qué cara te mostró al principio?» (Celestina, p. 178).

27. por su mandado: 'por orden suya' .

28. término: 'comportamiento discreto'.

29. También Pármeno expresa ese malevolente deseo para su señor: "Y en tal hora comiesses el diacitrón, como Apuleyo el veneno que le convertió en asno» (ed. cit., p. 222).

30. "Refrán que explica el deseo de que suceda alguna cosa que está bien a alguno, aunque sea con peligro u dificultad» (Autoridades).

31. El recompensar al criado con alguna prenda de vestir era costumbre habitual de los señores.

32. Posible relación con el proverbio Andaos a decir verdades, iréis a los hospitales.

33. de hoy más: 'desde hoy'; dispensero: 'despensero, administrador y encargado de la compra diaria'.

34. dar en el chiste: 'dar en el clavo, acertar' .El del loco de Chinchilla es un cuentecillo tradicional del que Correas da la siguiente versión: «En Chinchilla, lugar cerca de Cuenca, había un loco que, persuadido de holgazanes, llevaba un palo debajo de la falda, y, en veniendo algún forastero, se llegaba a él con disimulación, preguntándole de dónde era y a qué venía, le daba tres o cuatro palos, con que los otros se reían, y luego los apaciguaban con la escusa de ser loco. Llegó un manchego, y tuvo noticia en la posada de lo que hacía el loco, y prevínose de un palo acomodado debajo de su capa, y fuese a la plaza a lo que había menester. Llegóse el loco, y adelantóse el manchego y diole muy buenos palos, con que le hizo ir huyendo, dando voces y diciendo: 'Gente, cuidado, que otro loco hay en Chinchilla'».

35. Expresión proverbial que «dice la alegría que da el vino y tristeza el agua» (Correas).

36. Posiblemente sea un frase proverbial. Compárese: «Que no hay tan loco hombre nascido que solo, mucho hable» (Celestina, p. 190).

37. tarabilla: 'tablilla que cuelga sobre la rueda del molino y es golpeada por ésta para advertir cuando se detiene' y, figuradamente, 'persona que habla mucho y sin concierto'.

38. Proverbio de origen virgiliano (Eneida, X, 284) que se recoge también en La Celestina, p. 123: «la fortuna ayuda a los osados». La propia Celestina repetirá la sentencia en el acto V.

39. Nótese que el pájaro es Dios.

40. dilúcidos intervalos: 'períodos de cordura en quien normalmente carece de juicio' .

41. «Hacer una cosa en el aire: hacerla con gran presteza» (Covarrubias).

42. Expresiones proverbiales que encarecen la insignificancia relativa de algo; capilla: 'capucha del hábito', que a veces se empleaba a modo de bolsa.

43. El construido por Dédalo para el Minotauro. Esto es, 'me encontré sin salida, entrampado'.

44. Explica Covarrubias el refrán: «pasada la ocasión, en vano se pone en consulta cómo se debiera hacer, pues había de estar prevenido y advertido».

45. Es un adagio procedente de la Epístola V de Séneca, aunque por mediación de La Celestina, p.125.

46. «Del que se arriesga a peligro por conseguir alguna cosa» (Correas).

47. «Echar la soga tras el caldero es tras lo perdido soltar el istrumento y remedio con que se ha de cobrar, y echar lo menos tras lo más» (Correas); no puede ser más negro el cuervo que las alas: expresión proverbial para indicar que una situación no puede ponerse peor de lo que ya está.

48. 'integrante de la curia papal ' .

49. Podría entenderse como 'pero yo me empleé a fondo'.

50. Evidente recuerdo de la parábola de los talentos: "Pasado mucho tiempo vuelve el amo de aquellos siervos y les toma cuentas, y llegando el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, tú me has dado cinco talentos; mira, pues, otros cinco que he ganado» (Mt, 25:19-20).

51. «las correas con que se guarnecen los gavilanes y halcones ...Estar con pihuelas en la cárcel es estar con grillos» (Covarrubias).

52. estrenas: 'recompensa, regalo'.

53. Todo este párrafo es un claro recuerdo de los extremos expresivos de Calisto al recibir el cordón de Melibea en el sexto auto.

54. de asiento: 'con cordura y prudencia'.

55. Es decir, 'nada en absoluto'.

56. «ARA, adv. Lo mismo que ahora. Es voz corrompida y bárbara, aunque muy usada en el estilo familiar. Algunas veces se le juntan los adverbios bien y sus, para denotar algún género de conclusión de lo que se está hablando, y también para llamar la atención de los circunstantes: y así se dice comúnmente Arabién, Arasús, que equivale a finalmente, en conclusión, en fin» (Autoridades).

57. El día de mercado en la Sigüenza de la época era el miércoles.

58. «Poner alguna cosa sobre la cabeza. Además del sentido literal, es estimarla y recibirla con la mayor veneración y aprecio: y así cuando se entregan las Cartas o Provisiones Reales en los Consejos a los súbditos, en señal de obedecerlas y venerarlas las ponen sobre la cabeza, y en diligencia o requerimiento se dice la puso sobre su cabeza como carta de su Rey y señor natural» (Autoridades).

59. Covarrubias aclara el sentido de toda esta frase. Ocasión: «Una de las deidades que fingieron los gentiles. Pintábanla de muchas maneras, y particularmente en figura de doncella con solo un velo, con alas en los talones y las puntas de los pies sobre una rueda volúbil, con un copete de cabellos que le caían encima del rostro y todo lo demás de la cabeza sin ningún cabello; dando a entender que si, ofrecida la ocasión, no le echamos mano de los cabellos con la buena diligencia, se nos pasa en un momento, sin que más se nos vuelva a ofrecer». Véase el emblema de Alciato, al que responde punto por punto esta descripción de Covarrubias (Emblemas, Madrid, Editora Nacional, 1975, pp. 68-69).

60. Euro y Noto: dos vientos, concretamente el del Este y Sudeste.

61. Sanguisuela es también la forma recogida por Covarrubias, de hecho es la más antigua (Corominas y Pascual). El símil de los que usurpan los bienes ajenos tenaz y pacientemente con las sanguijuelas es muy conocido: «Chupar la sangre como sanguijuelas. De los que chupan y usurpan la hacienda a otros poco a poco» (Correas).

 

 

 

volver al
índice del GUITÓN

 

 

 

 

Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

 © vallenajerilla.com

Biblioteca Gonzalo de Berceo
Catálogo general en línea