Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

 

Capítulo octavo

 

Cuenta Onofre cómo, huyendo, salió

de Sigüenza y se acommodó con un estudiante

en el camino de Alcalá de Henares

 

Salí de la ciudad con más miedo que vergüenza y, como suelen decir, escapé a uña de caballo, porque, si el sacristán me cogiera en las suyas, Dios sólo me pudiera remediar según el desventurado amante debía tener el corazón. Por el camino, volvía la cabeza atrás tan a menudo que mil veces entendí quedarme hecho piedra majano como la mujer de Lot 1; mas tal iba de temor. No veía bulto que no se me antojase una recua cargada de sacristanes. Ninguna fuerza humana hay tan grande que, si la aflige el miedo, pueda ser durable. Al que bien hace no hay miedo que le espante, pero al que mal, no hay bien que no le ponga miedo 2. No hay cosa más dichosa que el corazón sin pecado, porque el contento siempre se apega en el que no le tiene. Haz bien y no mires a quien; haz mal y guárdate 3. Por eso no iba yo cantando las tres ánades madre 4, como suelen los caminantes, que sólo en pestañear me parecía que el sacristán oía el golpe. Dios os libre de hacer mal; que, como he dicho, el que ofende, en la mayor seguridad, está temblando, y el ofendido, en el mayor descuido, imaginando en la venganza. No hay cosa que mejor se pague que la injuria, porque es su memoria sempiterna. El que agravia escribe en polvo y el agraviado en bronce. Al hacer, me arrojé como quien se echa a nadar: si después me pesó o no, a Dios pongo por testigo. A lo pasado no se da potencia. El día que una vez ha sido no puede ser muchas. Dad al diablo vida en que no se puede dormir seguro; que el que tiene enemigos mal lo puede hacer sin peligro, y más que yo era mochacho de catorce o quince años y la juventud me daba pocas alas para despedir el miedo. En poca edad no puede caber mucha valentía, y, cuando la tuviera, la poca razón me hiciera cobarde; que ésta es el mejor padrino de los valientes.

Hartos sobresaltos tuve en el camino, a lo menos el primer día, porque, hasta reconocer los caminantes, como perro sin dueño rodeaba por las heredades recelando el mal que me podía succeder. Pues que, cuando venía alguno en mi seguimiento y me llegaba al alcance, allí sí que era el temer. No hay atajo sin trabajo. De aquellos polvos vinieron estos Iodos. Dios se lo perdone a un clérigo que venía en una mula; que aseguro que me dio el más mal rato que he tenido en mi vida, porque, como reconocí el hábito, hasta que llegué a Bujalaro desde Baides 5, que son dos leguas grandes 6, no dejé el trote entendiendo era mi sacristán. Él caminar y yo correr. Allí hice alto; que me pareció que me había llegado socorro como a campo descompuesto 7. La piedad es fundamento de la virtud; pues, viéndome entre gente, harto mal que algún virtuoso no se doliese de mi aflicción. No hay cosa más miserable que vivir como no se ha de vivir, porque a ningún malo le puede ir bien.

Tan atemorizado estuve hasta velle pasar que, cuando el delicto fuera mayor, me bastara para castigo.

Allí tomé refresco: menester lo había. Los siete reales y medio del cabrito y otros menudillos que yo encuñé me hicieron la costa hasta que me deparó la ventura mejor suerte 8. La fortuna no añade sabiduría, mas, como dijo la vieja: -Ventura te dé Dios, hijo, que saber poco te basta 9-. Llegué a Hita sumamente fatigado, como quien no había andado otras siete leguas, que tantas hay desde Sigüenza, y fue Dios servido de aportarme 10 a un mesón no de los peores, antes el mejor. A quien bien le ha de suceder, de parte de noche 11 se le ordena; que la fortuna muchas veces da sus dones al indigno.

Había en la posada un estudiante que iba a Salamanca 12 a estudiar, al parecer principal. Al fin, llevaba un criado de a pie y otro de a caballo; y no queráis más, que la nobleza anda en tal estado, que la tiene el que tiene. Que, aunque dicen que no hace el hábito al monje, la ostentación y aparato califica de manera que por ella juzgamos la hidalguía. No lo digo porque él no lo fuese, pero dígolo porque, en llegando a este punto, se me arrasan los ojos. No puedo dejar de divertirme 13. Mis buenos padres eran nobles 14: pues aquí de Dios y del Rey 15; porque yo sea un pobre fallido, sí que no es razón, ni Dios tal manda, que fallezca lo que Él me dio 16. ¿Desmerecer por pobre? Ésta sí que es justicia que no traslado a la parte. No lo permita el Rey del Cielo; que la nobleza no se alcanza con dineros. Aunque miento; que cada día se hacen caballeros no sé yo con qué. Mirad con qué: con sus hazañas; que como lo merecieron los pasados lo merecen los presentes. Bien cierto es que la falta de dineros no quita la sangre; que, aunque son opiniones que la corrompe, con su pan se lo comerán; que no les daré yo la absolución de ese pecado. Decir suelen que al hombre rico le está bien el capirote tuerto 17; pues, ¿por qué al pobre le había de estar malla sangre buena? ¿Porque es alma de oro envuelta en cuerpo de cobre; o por qué? Los pobres son buenos por pobres, pero los ricos sonlo por ricos, porque éstos más se abstienen de hacer mal por temor de no perder lo que tienen que por amor de hacer lo que deben. No hay tierra más desdichada que donde el rico en honra se aventaja al bueno, porque la felicidad de los malos, si es que lo son, es señal de la destruición de todos.

Quiérome volver, que se me acaba la paciencia, y la hondura de este piélago es tal, que perderé la tierra de vista, y aun estoy por decir que el cielo, si me meto muy adentro. Cuando el mundo esté asolado, un triste guitón no lo puede reformar 18. Ha siglos de siglos que este tiempo corre: ¿quién le hallará suelo 19? Esas fueran otras quinientas 20. Remédielo Dios, que yo me doy por vencido. A mi estudiante me acojo como a sagrado, huyendo de esta borrasca; que no quiero ruido. Por mis dineros más vale callar, que, como dicen, en boca cerrada no entra mosca 21.

Él era muy gracioso y de buen entendimiento 22, y, como nos juntamos en la posada y me vio en su hábito, preguntóme de dónde era y adónde iba. Dile mi relación lo mejor que supe, porque, aunque tenía alguna autoridad y se le debía respecto por su presencia y el que sus criados le mostraban, el ser casi iguales en edad me dio atrevimiento para hablar con desenvoltura, procurando de andar muy medido, porque del mucho hablar suelen nacer muchos daños. Yerra el que con velocidad despeña sus palabras sin consideración, porque, despedidas, no se pueden volver al cuerpo. Ninguna cosa tiene mejor la plática que descubrir moderadamente el tesoro de la lengua. ¿ Quieres que te tengan por sabio? Habla poco y de pensado, porque el hablador con sus mismas palabras se descubre. Mi sacristán me dio infinitas y saludables doctrinas, aunque se las pagué mal. Amigo, amigo, chinche en el ojo 23. Pesóme de ello, pero tarde viene el reparo después de la cuchillada 24. Ingrato es el que no paga el bien, mas consuélome, que es más ingrato el que le paga sin usura 25. No hay cosa más fácil que ordenar lo bueno, y no la hay más común que seguir lo malo; porque siempre aprovecha más el buen natural que la buena doctrina.

El señor don Diego, que ansí se llamaba el estudiante, se agradó en extremo de mi conversación y no me dejó salir de su aposento. Cenamos como grandes sin que me costase un alfiler. El que da sin que le haga falta es como el que da luz de su luz: muestra su liberalidad y no se le conoce. Hízome acostar con uno de sus criados, habiéndonos primero mandado salir fuera para rezar sus devociones, que era un santico. Bien se le echaba de ver que no había empleado su niñez en mis travesuras. Con ellas me nací, mas no pienso morir con ellas; que la discreción y prudencia enmiendan la naturaleza. Aunque no hay mayor bien que estar un mozo acostumbrado a lo bueno cuando llega a conocer lo malo.

A la mañana almorzamos, pagó la posada y nos partimos. Alabábale yo mucho de conversable y magnífico 26, que lo tenía todo. En los bienes de fortuna, la suma alabanza es no ensoberbecerse con el poder. Al punto me mandó poner a las ancas 27, y al punto nos metimos en fuga como si de largo tiempo nos hubiéramos tratado y conocido. La igualdad de edades y conformidad de voluntades a la primer vista engendran agradable conocimiento. Tanto, que de una en otra me hizo contar mis infortunios y desasosiegos; que, según los solemnizaba con risa 28, con ayuda de los criados aun hizo harto en tenerse a caballo. Todo procedió de preguntarme por qué me venía huyendo; que ya había confesado la huida. Cuando no hay qué dañe, la más segura mentira es la verdad. El mentir sin provecho es de viciosos, porque no mienten por otra cosa sino porque les agrada el mentir. La mentira es madre de los vicios, aunque cuando da fruto, ya que no lícita, a lo menos parece que es permitida 29.

Cuando yo acabé mi razonamiento, que nos duró buen rato, y más a ellos la admiración de mis embustes, me dijo don Diego:

-Onofre, mucho contento me han dado tus enredos, porque todos son muestras de buen entendimiento. Sólo te digo que, aunque tu ingenio me da gusto, me le diera sin comparación mayor si le emplearas en buenas obras; porque no hay cosa más divina que el entendimiento bien empleado, ni más perniciosa que el hombre que convierte en malicia y engaño la razón que Dios, con sano parecer, le communicó.

Según las suyas, él había sido bien doctrinado 30. No había vivido al sabor de su paladar, porque, en tanto que a los hijos de los buenos les dejan hacer su gusto, es imposible que tomen buena crianza.  

Como vi que lo llevaba a lo devoto -la noche de antes también se lo había echado de ver en el rezar-, le dije:

-Señor, pues crea Vm. que me empleo más en los consuelos de la alma y en tratar del remedio de mí, triste pecador, que lo soy mucho, que en otras cosas. Pero, ¿qué quería Vm. que hiciera una persona de tantas calamidades cercada como yo? Si no me daba de comer aquel hombre, ¿no había de buscar industria cómo sacárselo, pues le servía? El Evangelio dice que comeremos el pan en nuestro sudor: con pan me contentara; que, aunque no en sólo pan vive el hombre, crea Vm. que si yo medio satisfaciera mi estómago con ello, que no buscara gullurías 31, no me anduviera a buscar reinas. Mas ni Dios quiere que los hombres se dejen morir, ni que los avarientos, en perjuicio de los pobres, tengan, juntamente con el oro, enterradas las buenas obras.

-Cuando te vieras, Onofre, tan acosado -dijo él-, entonces acogerte a los buenos y buscar otro dueño; que al virtuoso ni le falta quien le dé la mano, ni subjeto en donde poder emplear su virtud. ¿ Tú no te lo conoces? ¿No consideras que no le satisfarás el mal que le has hecho con los bienes del mundo, aunque fuesen tuyos? Tú le has quitado el comer; tú, el sosiego que en su iglesia gozaba; tú, su buena reputación; y, lo que peor es, le has quitado la honra y con ella cuanto tenía. ¿Con qué se lo podrás restituir? ¿ Con qué se lo podrás pagar? ¿Hay joya que se iguale al valor de la honra? ¿No caes en la cuenta, Onofre? ¿No has conocido tu error? ¿Qué respondes?

-A lo del yermo va 32. Esto es de otra cuba -dije entre mí-. Pues calla, que yo te llenaré las medidas 33.

-Señor, bien conozco que anduve mal y que escogí el camino de la perdición, pero la piedra que se soltó no se puede volver a la mano hasta que haga su efecto. A mí me ha pesado de manera que prometo a Vm. que en el camino he llorado más lágrimas por el daño que le hice y el poco remedio que tengo de satisfacérsele que se podrá pensar. Mas, si erré, ¿quiere Vm. que me ahorque? La desesperación es invención del demonio: ahórquese Judas el malvado, que yo en Dios espero, en Dios confío, a sus pies me humillo hecho otra Madalena. A los yerros raros se les da perdón; que, mientras el error no ha pasado en hábito y costumbre, no se hace incurable.

Saltáronseme las lágrimas cuando dije esto de manera que me parece que debió don Diego de decir entre sí:

-Este mochacho es un bendito, no tiene hiel mala.

Como caldo de zorra 34, si me conocieses. ¿ Qué fuera si me abriera el pecho? Apostaré que, en viéndole, se echaba agua bendita, santiguándose de él como del diablo, diciendo: -A fulgure et tempestate libera nos, domine-. No parecía en toda su práctica sino un cartujo 35. Al fin me dijo:

-Mucho me ha edificado, Onofre, el verte tan arrepentido, porque, del pecador, no quiere Dios más de que se arrepienta, que es la muestra del paño de su conversión. Enmendarte, que muy buen puerto halla el que está apesarado con la mudanza del consejo. Al que yerra séale medicina la confesión. Procurar de aquí adelante de vivir bien y ser muy buen cristiano, que quien huye la ocasión huye el pecado. Arabién, para que por necesidad no la tengas de hacer travesuras, quiero que te estés conmigo y que, pues eres estudiante 36, me sirvas y se gaste el tiempo, lo poco que de la vida nos resta, en servir a Dios primeramente y en estudiar.

-¿ Tan presto -le dije- se piensa Vm. morir? Pues yo, señor, como ha tan poco que nacimos, aún no hacía cuenta en esta posada.

-Bien le has dicho -dijo él- en llamarle posada, porque de la vida nos hemos de partir como de un mesón y no como de casa propria. Mas, por lo que dices que tan presto me pienso morir, la muerte, Onofre, a todos está aparejada: no hay hombre que sepa cómo ha de estar su cuerpo, no digo un año, pero de aquí a la tarde. ¿Quién hay, aunque más mozo sea, que esté cierto que ha de vivir hasta vísperas 37? Necesario es morir; pues, ¿quién no temerá donde no hay hora segura?

-Señor -dije yo--, todo eso es ansí. Tal sea mi salud cual ello me parece de bien, pero trabajo es andar siempre con la muerte al hombro. Lo que durare la vida gastarlo en servir a Dios es muy justo, pero vivir con contento; que no vive el que siempre vive con miedo de la muerte.

Tanta diferencia había de los pensamientos de don Diego a los de Onofre como de un huevo a una cama de cordeles. Con todo eso, le agradecí mucho la merced que me hacía de recebirme por suyo, porque desde luego comencé a ser su gran privado. Llegamos a Alcalá; que todo el día se nos fue en tratar de los misterios del rosario y en contar cosas que, por la devoción de Nuestra Señora, habían milagrosamente acontecido. Ved qué consuelo para una alma como la mía. Debía tener toda la frescura del prado espiritual embutida en los cascos 38. Tan repleto quedé de devociones que ¡aosadas! ¡malos años para el religioso que más supiera! Luego dije:

-No quiero más perro con cencerro 39. Si de ésta escapo y no muero, nunca más bodas al cielo 40.

Cogióme en escampado 41; de aquella hecha tuvo creído que yo quedaba de su metal. A fe que bien me guardé de otra en dos años y más que con él estuve, porque de ninguna manera eran para mí aquellos entretenimientos. Detuvímonos allí un día por ver la Universidad y pasamos el siguiente a Madrid, que ansí lo llevaba mi nuevo amo ordenado. Entretuvímonos en aquella ilustre villa una semana viendo juegos, carreras, esgrimas, comedias y otras cosas de apacible y gustoso entretenimiento. Caminamos adelante con nuestro viaje y al cuarto día nos pusimos en Salamanca, donde nos perpetuamos como corregidores en plaza de asiento 42. Tenía que contar algunas niñerías del camino, pero transeant como respuesta de artistas quedando como quedan por testadas 43, pues no puede ir todo tan mascado que de comida tan larga no se nos quede algo entre los dientes. Baste decir que en los lugares estraños siempre se disminuye la vergüenza para cualquier hecho torpe.

Apeámonos en el mesón de Fonsalida 44, y después de haber despachado el peón y mulas que llevábamos, fuimos a posar a la calle de Sant Vicente 45, en la casa del Pasillo, en compañía de unos caballeritos segovianos, con cuyos criados y mi buena perceptiva me reparé 46 de suerte que, sin encarecerlo ni levantarme falso testimonio, me pudieran intitular cardador de Segovia 47; tenía buenos principios y perficionéme, que, si no, no lo pudiera haber hecho, porque quien bestia va a Roma bestia se torna. Era de manera que, en diciendo 'el fino', se entendía por mí, como cuando se dice 'el filósofo' por Aristóteles o 'el profeta' por David. En cualquier cosa que se toma entre manos, por humilde que sea, es alabanza ser un hombre el primero, que, al fin, virtud es dar en todo buena cuenta de sí.

Con mi amo me iba muy bien, porque tenía bonísima condición y, como era tan devoto, lo más del tiempo se le pasaba en rezar. Al fin, no hay que decir sino que no se le caía el rosario de la mano. Más de seis veces lo traía yo para engañarlo. Éste era el que había menester. Mejor vida no la espero, porque, cuando le hiciese la mayor falta del mundo, sólo con decirle que venía de rezar los altares, toda la pesadumbre se le quitaba como con la mano 48. Rezador era el diablo; en eso estaba pensando49. Más veía en mis entretenimientos que en sus rezaduras. Andaos a roer las faldas a los sanctos 50. El mozo más amigo de saber vidas ajenas que vi en mi vida: no se desasía del Flos sanctorum  50 bis; tanto, que me tenía ahíto y atosigado con él y con sus sermones. Mas tal era él de predicador, a pique me vi de que me convirtiese: y ansí conozco que, pues éste no lo hizo, no me convertiré más de lo que estoy, aunque viva más años que Matusalén, si ya mi desdicha no me forzare a no poderlo escusar, que entonces -como al mal decir no hay casa fuerte- tomaré lo que me venga, pues a quien dan no escoge 51.

Ara, miren lo que es mi poca devoción que aun sólo el imaginar que me tengo de convertir, aunque sea forzado de necesidad, lo tengo por mal decir, pues he dicho que no hay para él casa fuerte. ¡Cuántos tiene el mundo que se precian de mejores pensamientos y han pensado con ellos lo mismo que yo con éstos necios míos! y aun lo peor ...piensan que ...pensasen ...pensarían mal. Piensos les vea yo dar de sola paja, que cebada no la merecen. Tales son ya sus yerros y tan difícil para ellos el camino de la bienaventuranza que el imaginar en la salud a las veces les causa enfermedad.

Quejábame yo de mi ventura que no me hubiese Dios encontrado con un rompepostes o desuellacaras adonde pudiera emplear mi habilidad 52, sino con un salmista o devocionario de fray Luis 53, con quien era fuerza vivir siempre mintiendo y rezándole a Dios avemarías y a Nuestra Señora paternostres, que casi es como echarles pullas, pues, por la poca devoción, ni atendía a lo que les rezaba ni les rezaba lo que era suyo. Mala fortuna tuve, porque, a tener algo de mi condición y no ser tan cosario como era en sus devociones 54, pudiera ser amo del Sumo Pontífice; pero con esto lo borraba todo. Vamos al oír misa: día no se nos pasaba sin ella. Aun esto no lo llevaba yo tan mal, porque, de cuando estuve con el sacristán, estaba enseñado a ayudar a muchos canónigos que solían decir dentro el sagrario. Vaya con Dios, que alguna obra se ha de hacer buena para merecer algo. Pero, ¡que cada día hubiésemos de ir a la Compañía a tener prática de devoción 55! No lo podía sufrir más que al demonio mismo. En este punto se me acababa la paciencia de suerte que quisiera más que me dieran tormento de toca 56; peor que si me llevaran a vender. Las costumbres desiguales desiguales estudios siguen. Mi amo se iba por ello como por viña vindimiada, pero a mí todo el ruibarbo de las boticas italianas con sus anejas confectiones no me hiciera tan mal estómago. En acordárseme de esta prática, me daban vómitos hasta echar las tripas. Dios os libre de cobrar odio a una cosa, que, aunque sea la mejor del mundo, os será la más aborrecible. El peor contrario es el que, de su naturaleza, aborrece un hombre. Amiguito era yo de hipocresías. Quien no tiene qué hacer su perro espulga. Acostaos, como mi amo hacía, con una calavera al lado para dormir: veréis qué niña de quince años. Fuego de Dios 57 en sus piernas y en quien se las apetece, y en el que entonces se las apetecía. ¿Hase visto en el mundo tal ensayo 58? ¡Pues requiebros no le decía! Así se enternecía con ella como si su dueño hubiera de bajar del cielo a consolarle. Dineros tuviésemos; que invenciones, más que en Corte.

¡Que me digan a mí que Dios se sirve de esto! Estoy por decir que mienten. iHipócrita triste, Dios con los corazones se alimenta! ¿Para qué nos estás vendiendo vinagre? Cuánto más rezas y más suspiros arrojas al cielo, te creo menos, porque es más el ruido que las nueces. No hayas miedo de que yo te corte de las faldas para reliquias, que ya entiendo tus contrapases 59. Si lo haces, ¿para qué nos lo dices? Sí, que aquí no comemos borra. No me doy por entendido, pero bien te entiendo. Mal sordo es el que no quiere oír. ¿Piensas que no sé que, cuando alzas las manos, las levantas más a los hombres que a Dios? ¿Para qué son esas cerimonias? ¿Qué sacrificios son ésos? No importa con cuánto aparato se haga la cosa, sino cuánto valga la que se hace. La cabeza de la virtud es carecer de los vicios. No te nos hagas santorrón humilde, que no es ésta la mezquita de Mahoma para que estés haciendo la zalá 60. Procuras hacemos inocentes, mas, como sabemos que con ese tiro has muerto otro lobo 61, no nos la darás a beber; al menos a mí, que soy más negro que la mora 62.

¿De qué te sirve andar macilento y estreñido metido en tu cuello, hecho otra reina Urraca 63? ¿De qué te sirve andar meneando la boca para que entendamos que rezas entre dientes, que parece que rumias lo que has pacido? ¿De qué te sirve andar con tu cabeza tuerta 64 como cabrito en cabo de alforja, hecho matachín del demonio? Ya estás conocido, que tenemos antojos de larga vista. Eso, Marica, a los bobos. Ya se murió el rey Perico 65, que jugaba a salta tú y dámela tú con los niños. Embustero, ¿para qué nos andas embelecando? Tus humillaciones y plegarias bien sabemos que no pasan de donde mea Elvira 66. Que piensas engañar y te engañas. Ya te entiendo, que andas porque digan: -¡Oh qué buen hombre! ¡Qué buen cristiano es éste! Jamás anda sino empleado en servir a Dios-. Dime tú eso, que yo diré que lo eres, aunque note pase por el pensamiento. No hay cosa más barata que el decir bien. Si lo supiera, de eso a maravedí el palmo 67. No me pidirás tanto cuanto tengas; no me hagas tú visajes, que harás de mí cera y pabilo 68. No lo digo por mi amo, que no tiene culpa. Entiéndalo el que lo entiende; que él con muy buena intención lo hacía como se echó de ver, aunque me daba mil pesadumbres con tantas disciplinas como de noche tenía. Aun no habíamos pegado los ojos cuando luego se levantaba y se asía con la cruz y con ellas y se daba como si fuera insensible. Como yo dormía junto a su aposento, solíame despertar con el ruido.

-Ésas me hagas, asno del puto; ares y no comas 69 -decía yo-. De tu carne gastas, pégatelos buenos hasta que me duelan. Ahí me las den todas.

Tantas veces me despertaba, que ya una noche no lo pude sufrir y ansí, en comenzando él la disciplina en su aposento, comencé yo en el mío el miserere, que no parecía sino coro de carmelitas. Debióse de correr 70 y al punto cesó de la obra. Volvió segunda vez, sospechando que yo estaría ya dormido, y comenzó de nuevo. No había dado el primer azote cuando yo había entonado mi miserere a canto de órgano 71. Harto mala obra le hice, pues, por su vergüenza, lo dejó. No me habló palabra sobre ello, pero sin duda se debió de enojar mucho, pues, a la primera falta que le hice sin ser de su cosecha, me despidió de su casa con harto dolor de mi ánima.

 

 

 

 

Notas al CAPÍTULO 8

 

1. majano: «montón de cantos sueltos que se forrna en las tierras de labor o en las encrucijadas y división de términos» (DRAE). Alusión a la mujer de Lot, quien no pudo resistir la tentación de mirar atrás para contemplar la destrucción de Sodoma y Gomorra y quedó convertida, al contravenir la advertencia divina, en un bloque de sal (Gén., 19:26).

2. Son consideraciones habituales en la picaresca, que, por de pronto, recuerdan algunas de las que se pueden encontrar en el Guzmán: «Y como el delincuente siempre trae la barba sobre el hombro y de su sombra se asombra, porque su misma culpa le representa la pena, cualquier acto, cualquier movimiento piensa que es contra él y que el aire publica su delito y a todos es notorio» (ed. cit., I, pag. 193).

3. ms.: gardate

4. «Para decir que uno va caminando alegremente, sin que sienta el trabajo, decimos que va cantando Tres ánades madre: es una coplilla antigua y común» (Covarrubias). El carácter proverbial del dicho queda bien reflejado en los siguientes versos de Calderón: «Pondré que falta un arriero / 'Las tres ánades cantando', / un caminante pidiendo, / un estudiante comiendo, / una santera rezando, / hoy en aqueste camino, / lo que a ninguno faltó» (La devoción de la cruz, ed. F. Ruiz Ramón, Madrid, Alianza Editorial, 1969, p. 84).

5. Bujalaro y Baides: dos lugares en el camino, coincidente con la antigua calzada romana, de Sigüenza a Hita. Bujalaro se halla a cuatro leguas de Sigüenza.

6. Conviene recordar que una legua equivale a algo más de cinco kilómetros.

7. campo: 'ejército'.

8. Menudos son las monedas de cobre, frente al real, que solía ser de plata; encuñar: posiblemente lo mismo que 'acuñar', que «algunas veces se toma por guardar y amontonar mucha moneda, haciendo cuños della o apretándola».

9. Es expresión proverbial.

10. 'encaminarme, conducirme'.

11. 'por la noche'.

12. Aparece tachado en el manuscrito el nombre de Alcalá de Henares.

13. Entiéndase, 'desviarme, introducir una digresión'.

14. Este tipo de comentarios subrayan el carácter grotesco de las ínfulas de Onofre.

15. Expresión por la que se pide el amparo divino y real.

16. fallezca: 'falle, falte'.

17. Es un proverbio tradicional en el que Carrasco se inclina a ver, en este caso, una muestra de resentimiento contra los judíos, especialmente en virtud de la referencia inmediata a la «sangre buena».

18. Clase de protestas muy frecuente entre los protagonistas picarescos, y en especial en los distintos guzmanes. Por ejemplo: «Corra como corre, que la reformación de semejantes cosas importantes y otras que lo son más, va de capa caída ya mí no me toca» (ed. cit., I, p. 134). También el protagonista de Sayavedra: «Volviendo al enfermo, y dejando la reformación del mundo, que ni toca a mí, ni puedo ser parte para ello» (Rivadeneira, Madrid, 1843, p. 303).

19. suelo: figuradamente, 'término, fin'.

20. Es decir, 'únicamente conseguiría un mayor perjuicio para mí'. El origen de esta expresión está, de nuevo, en un cuentecillo tradicional: «Dicen que uno debía quinientos reales a otro sobre cédula. El acreedor, con engaño, le demandó mil, falseando la cédula. El otro se defendía, y daba señas y confesaba sólo quinientos. A esta confisión añadió el otro más engaño, y dijo: 'Esos son otros quinientos'» (Correas).

21. Esta clase de recomendaciones, no poco paradójicas, son frecuentes en los protagonistas picarescos. Compárese: «No alabo el parlar mucho, que bien sé que es gran mal; bien sé que es resolver el alma en aire y dar la llave del castillo al enemigo (Dios nos libre y nos guarde), y que contiene otros mil males que la lengua los calla por no escupirse a los ojos» (Justina, II, p.591).

22. gracioso: 'bien parecido'.

23. Covarrubias explica el proverbio: «cuando uno que profesa ser amigo de otro no le hace obras de tal».

24. En esgrima, reparo es el movimiento defensivo para evitar una acometida del contrario; el dicho indica, pues, que llega tarde la prevención una vez que el mal está hecho.

25. Es decir, 'quien se limita a devolverlo'. Quizá esté relacionada esta forma de expresión con algún pasaje bíblico como aquel de la parábola de los talentos en que el amo recrimina al criado que no fue capaz de multiplicar su capital: «Siervo malo y haragán, ¿conque sabías que yo quiero cosechar donde no sembré y recoger donde no esparcí? Debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, para que ami vuelta recibiese lo mío con los intereses» (Mt, 25:26-27).

26. conversable: 'de buen trato'; magnífico: 'generoso,liberaI'.

27. Entiéndase, 'montar sobre los cuartos traseros del caballo', para acompañarlo.

28. solemnizaba: 'celebraba'.

29 En casi todas las narraciones picarescas, el protagonista se ve forzado varias veces a dar relación de su vida a diversos personajes. Lo habitual es, como en este caso, hacer un relato en el que se subordina su veracidad a los beneficios que con él se puedan obtener.

30. 'educado, disciplinado'.

31. 'extravagancias, imposibles, cosas superfluas'; en sí, el término significa: «Ave pequeña, especie de cugujada y de su mismo color; pero no tiene penacho en la cabeza ...Son muy sabrosas, pero muy difíciles de cazar, por lo cual se les hubo de dar este nombre; y del que apetece cosas extravagantes se dice que pide gullorías» (Autoridades). Similar sentido puede tener la frase siguiente, en la que reinas quizá admita la acepción de 'águilas reales'.

32. Yerma es, por antonomasia, en muchas expresiones el lugar de retiro de anacoretas y eremitas. Se refiere, pues, Onofre al giro piadoso y edificante de la conversación.

33. «Henchirle las medidas: satisfacer a toda su voluntad o pagarle en otro tanto como él dio, malo o bueno» (Covarrubias).

34. «dícese de los que parecen mansos y pacíficos y debajo de aquella mansedumbre son más carniceros que leones» (Covarrubias).

35. Recuérdese que práctica tiene el sentido de 'conversación, charla'.

36. No lo sabíamos. ¿Acudió en Sigüenza a la Universidad? ¿O miente a don Diego? Posteriormente asegurará en dos ocasiones que sabe latín.

37. Esto es, 'hasta la noche'; vísperas: 'una de las horas canónicas que se cantaba antiguamente al anochecer' .

38. prado espiritual: imagen aIegórica de la Virgen.

39. «el perro para guardar y sentir los ladrones no ha de ser él sentido, y bástale el ruido que da a su amo cuando ladra. Este proverbio se dice del criado que trae consigo compañía de muger, hijos, o otra persona que pueden dar ruido e inquietar la casa» (Covarrubias). Parece rechazar Onofre el molesto servicio adicional de compartir la piedad religiosa del amo.

40. Correas explica así el dicho: «Para éste cuentan una fabulilla: que la raposa rogó al águila que la llevase a unas bodas que se hacían en el cielo; tomóla el águila debajo de sus alas, y llegando cerca del cielo, dejóla caer, y de la caída quedó estropeada y arrepentida, que decía esto».

41. 'me cogió al descubierto, indefenso'.

42. 'plaza fija, en propiedad'.

43. transeant: «Palabra latina ...vale, pase o permítese» (Autoridades); artista: «el que estudia el primer curso de las artes: a diferencia del lógico» (Covarrubias).

44. Quizá uno de los mesones, situados extramuros, que se hallaban en el barrio de Santa María la Blanca «junto al puente y entre dos puertas de acceso a la ciudad, la de San Pablo y la del Río» desde finales del siglo XV (J. L. Martín Martín, El patrimonio de la Catedral de Salamanca. Un estudio de la ciudad y el campo salmantino en la baja edad media, Salamanca, Diputación de Salamanca, 1985, p. 320).

45. Posiblemente una de las calles que conducía al monasterio de San Vicente, «el más antiguo de los fundados en Salamanca; se hallaba situado en la cima de un montecillo perpendicular al río» (Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca, I, Salamanca, Imprenta de Francisco Núñez, 1887, p. 201).

46. repararse: 'proveerse, abastecerse'.

47. Como señala Carrasco, se trata de un chiste que alude, por un lado, a la renombrada industria textil segoviana y, de otro, al significado germanesco de cardar, una modalidad de hurto.

48. como con la mano: 'con gran facilidad'.

49. Comentario que se aplica a Onofre en primera instancia, pero que igualmente afecta a su amo.

50. Es una frase hecha. Compárese: «al muy devoto llaman ypócrita. ¿Qué dirán sino que andas royendo los santos?» (Celestina, p. 249). Téngase en cuenta la acepción figurada de roer como 'murmurar de alguien'.

50 bis. Seguramente se alude a la recopilación hagiográfica que con ese título publicó Alonso de Villegas y que alcanzaría una enorme popularidad en los últimos años del siglo XVI y principios del siglo XVII.

51. Hay numerosas alusiones a la ausencia de arrepentimiento del narrador; ésta, no obstante, es quizá la más clara.

52. rompepostes, desuellacaras: 'matón, valentón'.

53. probablemente, 'fray Luis de Granada'.

54. cosario: «el que es muy versado y ordinario en ir y venir algún camino o trajinar y tener trato de alguna cosa» (Covarrubias).

55. Se refiere al Colegio de la Compañía de Jesús, que, tras haberse instalado el año 1548 en «una casilla alquilada» del interior de la ciudad, se trasladó, a partir de 1595, a la casa de los Herreras. Allí estuvo hasta 1665 en que se produjo la mudanza al lugar que actualmente ocupa (Cfr. Villar y Macías, II, p. 320).

56. Consistía en dar a beber al reo agua y con ella unas tiras de gasa que después se extraían de su garganta.

57. «Fuego de Dios, o Ira de Dios. Frases que se usan para exagerar la grandeza u demasía de alguna cosa, especialmente cuando se recela que de ella puede sobrevenir algún perjuicio o molestia» (Autoridades).

58. ensayo: 'modo de proceder' .

59. Entiéndase, 'tu doble juego'.

60. «cierta ceremonia que hacen los moros, que vale tanto como hacer reverencia, venerar y adorar» (Covarrubias).

61. tiro: también 'engaño'.

62. negro: 'astuto, taimado'

63. Doña Urraca representa por antonomasia el pesar y desconsuelo.

64. «cabeza torcida: se dice regularmente de los hipócritas y embusteros, que afectando dejo y tristeza quieren hacer alarde y ostentación de la virtud que no tienen» (Autoridades).

65. «En el tiempo del rey Perico. Denotando vejez de lo que fue y pasó» (Correas).

66. Correas recoge, según indica Carrasco, varios dichos de carácter escatológico relacionados con el nombre de Elvira, aunque ninguno coincide con el de Onofre.

67. «Dícese en lo que a uno no le va ni le viene» (Correas).

68. «Hacer de alguno cera y pabilo, hacer déllo que quieren» (Covarrubias).

69. Para indicar que el perjuicio no va con él, antes al contrario. Correas: «Ese mal me hagas, bestia del puto, que andes y no comas».

70. 'avergonzar'

71. canto de órgano: 'el que se realiza con acompañamiento de este instrumento', por referencia chistosa al acompañamiento musical proporcionado por las disciplinas que se aplica su amo.

 

 

 

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Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

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