Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

 

Capítulo

 

Cuenta Onofre la miseria que pasó estando

despedido de don Diego su amo

en un mes que anduvo descarriado

 

¡Cuán incierta es la prosperidad en este mundo! ¡Qué poco nos dura y cuánto nos cuesta de alcanzar! Ninguno se puede llamar feliz, si no hubiere llegado a lo último de su vida; porque, mientras vive, no hay estado tan bienaventurado ni perpetuo que a lo menos, aunque dure, no le esté amenazando la caída. Porque las alegrías raras veces succeden sin adversidad; que el seguro reposo conoce a pocos 1. Estábame yo con mi don Diego hecho un archipámpano 2 -no tenía mejor vida la oveja por mayo ni el lobo con la oveja-, hecho misal de aleluyas, más contento que gato con tripas, más alegre que esclavo libertado y más risueño que Demócrito 3. Pero, como el tiempo se muda, acabáronseme estas bodas y llegóme el castigo de mis merecimientos y la pena de mis culpas. De fuertes varones es hacer mal a los que de mal son dignos, pero no decírselo; porque las palabras injuriosas tienen origen de pechos mujeriles. Fuerte pareció mi buen don Diego, pues, aunque me pudiera reñir, quiso más despedirme de su servicio que injuriarme con su cólera.

Tomé mi hatillo y, habiéndome acogido como de limosna, lo pasé a casa de dos primos, amigos míos, naturales de Pamplona, que posaban en la calle del Milagro. No lo hizo Dios pequeño en sustentarme el poco tiempo que estuve desacommodado, porque ni yo tenía cortezas sobradas ni juros de renta 4 con que poder salir de laceria, si, juntada su misericordia con mi industria 5, muchas veces no me hubiera sabido valer de mis manos. Como estaba desacommodado, vivía a mis anchuras 6. No tenía quien me mandase ni riñese. Andaba libre como el gavilán 7; aunque no lo puede ser el hombre necesitado del sustento ordinario, porque no se yo qué esclavitud iguale a la que causa la falta de la comida. Conocía y aun lloraba la que me hacía mi dueño y lo mal que lo había considerado, pues, sin tenérmelo merecido, le había dado aquella pesadumbre. Mas los lloros de los hombres no sólo son tardíos, pero aun dignos de vituperio cuando se ocupan en llorar cosas que acontecieron por su culpa.

Harto estaba arrepentido y apesarado, que, aunque algunas veces le aborrecí por lo mucho que me hacía rezar, en alimentos me lo pagaba. Y aun es bien cierto que alcanzaba más conmigo el buen tratamiento que mis avemarías con Dios: en estado me vi que, al precio pasado, rezara cuanto fuera de su gusto. Cuando la virtud está en buen punto, la aborrecemos. Si nos la quitan de delante, envidiosos la buscamos; porque nunca el bien se estima hasta que se pierde. Mis rezos no eran de virtud, sino de fuerza, pero paréceme que estaba tan envidioso de la comida de mi amo, que, en cambio de la que me solía dar sin falta, me volviera virtuoso. Porque tengo por mejor imitar los buenos que envidiarIos, que, aunque la envidia no era de su vida sino de su comida, cual más, cual menos, toda la lana es pelos 8: todo era envidia, sea de lo que fuere, que cada uno la tiene de lo que más ha menester. Muy sabio es aquél a quien le viene a la imaginación lo que le falta, mas no era mucho que me viniese a la mía la de la comida, teniendo como tengo tripas que tan bien saben acordármelo. Bien conozco que la cosa más eficaz para la verdadera felicidad es amar la virtud por sí mesma y por sí mesmo aborrecer el vicio, y no por el comer como yo lo hacía. Pero, andando el tiempo, pudiera ser que acabara en sí mesma la virtud que por comer tenía principio; que ninguna cosa hay que se invente y perficione de un golpe.

Como vi que a esto le faltaba remedio, estaba muy afligido y aun casi con la mayor desconfianza que se vio cristiano, con más calamidades que puedo significar, sin esperanza de remediarlas y sin remedio de tenerle para comer. Ya había rematado todas mis prendas, que, como eran pocas, presto se despacharon. Lo que se ha de empeñar más vale que se venda luego. Yo estaba avergonzado y mis amigos cansados; que, aunque es verdad que la próspera suerte apareja la amistad y la contraria la prueba 9 -según la experiencia que tengo-, entiéndese sola una vez, porque la dádiva cuotidiana es cierto que engendra fastidio. Cual me vi, estén mis enemigos; que no será menester para ellos otro tiro de bombarda. Terrible era mi condición. Por no pedir me fuera del mundo; y así había dos días que me sustentaban las güertas de la vega, tanto que, a no tenerla en el cuerpo, creo, si me pusieran en la plazuela de Sant Martín, pudiera vender más hortaliza que la verdulera mejor acreditada según la tienda podía entapizar de cebollas, rábanos y lechugas. El estómago tenía hecho un huerto pensil, aunque no debía estar tan curiosa la verdura en él como en los de Babilonia 10. A lo que no está en el pensamiento obliga la necesidad. ¿Quién creyera que Onofre pudiera llegar a tal desventura? ¿Quién lo imaginara? Por eso es bueno saber de todo; que al que todo lo prueba nada se le hace dificultoso. Porque es cierto que el conocer el trabajo lo disminuye tanto como el ignorarlo lo augmenta.

No era yo como el perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer 11. El dejar que otro lo hiciera hiciéraseme de malo 12, pero el mayor gozo que yo tenía era comérmelas. Embutía de suerte de aquellos suaves, aunque frescos, mantenimientos que, como al sapo, creía me había de faltar la tierra 13. Todo se me hacía poco, y aun lo era, según la insaciable y excesiva hambre que me atormentaba. Cualquiera cosa me sabía bien, porque el tenerla es la verdadera salsa del más insípido mantenimiento 14; pero yo probaba tan pocos, que no conocía el gusto de ninguno. Cuanto alcanzaba de vista apetecían mis ojos y aun mi estómago, mas sin ello me pasaba; que no se nos da el bien como lo deseamos. Hecho andaba Tántalo de mi gusto 15, porque, aunque en aquella plaza veía cuanto me faltaba, sólo era para mirarlo. y así se me doblaba el mal, porque la presencia del bien, juntada con la privación de gozalle, augmenta el dolor del corazón. A la tarde acudí, como siempre lo hacía, a casa de mis amigos con el rostro y semblante 16 enjuto y alegre no dando a entender mi necesidad 17, porque no tenía por acertado empobrecerme con quien no me había de hacer rico 18. Súfrase el mal, que llegarle tiene su santo 19. Esta hambre hartura espera. Igualmente sale el sol para todos, que nunca Dios crió ninguno que desamparase 20. El bien que ha de venir sin llamar entra, que no se detiene a dar aldabadas. Nacido hemos, del cielo somos, y a él estamos sujetos y a su rector encomendados. Buen dueño tenemos: no hay sino paciencia y barajar, que la noche es larga y en una mano se restaura todo lo perdido 21.

Mis camaradas y yo estuvimos en conversación un ratillo y, cuando ya era noche, todos de conformidad fuimos a ver si era venido el arriero de Navarra, que posaba en la plaza, en el mesón del Rincón, y le estaban aguardando por horas 22. Para ellos era la venida del Espíritu Santo; que, aunque él no lo era, habíales de infundir la gracia, pues esperaban dineros, y tengo por seguro que los estudiantes, mientras dura aquel estado, no tienen otra más verdadera que el recebillos 23. El mesón estaba que no cabía de gente 24, porque había venido el criado y esperaban a que descargase la recua y sacase las cartas, que es lo que ordinariamente se hace.

Mientras todos andaban negociados, no quise dejar perder el tiempo por saber que el perdido se recupera tarde, mal y nunca. Andábame yo entreteniendo en el portal del mesón y en un patiecillo pequeño que estaba más adentro, adonde estaban cenando muy de reposo unos arrieros, que, por ser viernes, tenían un buen plato de pescado frito, un gentil pedazo de queso, pan y vino, y otras cosillas. Llamé a mis amigos, por parecerme que solo no se cuajaría mi deseo, y díjeles si querían que hiciésemos una burla a los arrieros y que los dejásemos sin cena para reír un rato; mas lo hacía yo por mi necesidad.

-¡Vaya, vaya! -dijeron ellos.

Presto nos concertamos. Que los amigos de este tiempo más fácilmente se juntan para el mal que para el bien, porque las más de las presentes amistades se perficionan en torpes conjuraciones. Díjeles:

-Alto, pues. Cada uno coja lo que pueda, que yo seré la malilla 25.

Lleguéme donde estaban, y, como allá todos se alumbran con velas, habiéndoles primero hecho una arenga y preguntádoles de dónde eran, fui a despabilar la que les alumbraba, no por comedimiento, que, aunque era bien criado, no era mi cualidad tan de menospreciar que la emplease en tan humildes sujetos como los arrieros; porque los nobles, por necesitados que sean, no es acertado humillarse a servir a los que menos valen, pues el servicio es manifiesto menosprecio y, al fin, se sabe que quien dice servir dice ser vil 26. Con todo eso, despabilé. Pero hícelo tan discretamente, que los dejé a escuras con ánimo de cobralle para mi hecho con la obscuridad, porque ésta acrecienta el atrevimiento. Como sabía que mis dos compañeros estaban a la mira, di una voz muy grande y dije:

-¡A la mesa, primos!

Como buen capitán, los exhorté a la batalla. Pudo mi voz con ellos lo que la trompeta con los caballos, pues arremetieron de suerte que los pobres arrieros se quedaron no sólo sin luz, pero sin cena, que era la verdadera luz de mi estómago. Como había tanta gente, primero que viniese la vela nos desaparecimos, porque no era justo aguardar oprobios de villanos; que siempre su cólera camina al paso de su poco entendimiento. El uno de mis compañeros fue desgraciado, porque, tomando el jarro del vino, lo derramó y, aunque estábamos cum Cerere, nos quedamos sine Bacho 27; que no fue para mí de poco sentimiento. Salimos del mesón y hicimos cala y cata del robo de Elena 28, y hallamos por nuestra cuenta que yo saqué el pan y queso -que es a lo que eché ojo-; el segundo, el pescado; el tercero, el jarro, más en seco que está en Madrid la puente segoviana. Luego lo juntarnos todo y, como hicimos mesa espléndida, con mi buen apetito, al punto dije que comiésemos; mas ellos, como habían cenado, hiciéronse escrupulosos, que no fue poco para estudiantes.

-Esta comida -dijo el uno- es el gusto del hecho, que no el mantenimiento del estómago.

No tenían el suyo cual estaba el mío. Prosiguió el otro:

-¿Esa porquería habíamos de comer? Arrojaldo, quitaldo 29 de ahí o dad lo a un pobre, pues basta el haberlo hurtado.

Pobre por pobre, ¿quién como Onofre, que está presente? Como no lo había tomado para darlo, no me pareció sano consejo. Díjeles por disimular:

-No valéis nada para pícaros. Comeréme yo, en ser de esta suerte, aunque me les trujera la mesa. Comed, comed, cuerpo de Dios 30, que de pan hurtado el mejor bocado.

Con esta incitativa, me ayudaron, aunque poco. Pero no me pesó de ello, porque mi hambre no consentía sobregüeso 31; mas yo la disimulaba tan a lo cuerdo que, según mis actiones 32, tenían por cierto que era más picardía que necesidad. Pero bien parece que no sustentaban ellos mis tripas, porque, a hacerlo, conocieran el buen deseo y aun la buena gana. Plegue a Dios que nunca yo la tenga peor, aunque me pesaría que fuese por tanta falta como en la que entonces estaba. Henos aquí comidos y sin vino. ¿Pues dineros para ello? Por los cerros de Úbeda. Aún no era llegado de la Arabia el oro de que se habían de hacer. Pues quedarnos sin mosto para remojar la palabra fuera hundirse el cielo y cogemos debajo, porque, como dicen, comer sin beber, cegar y no ver. El ladrón que se hiciera ciego por faltalle el vino, ¿para qué? ¿Para que viniera un nuevo Lazarillo y le pusiera contra un poste y le dijera: -¡Olé! ¡Olé! ¡A los bobos, a los bobos; que yo no me mamo el dedo33!-? No hay cosa más necia que hacerse un hombre ignorante donde le tienen por sabio.

-Andad acá -les dije a mis compañeros-; que trazas no han de faltar. O no ha de haber vino, o lo habemos de beber; que, pues Dios no puso exceptión de persona, no ha de haber exceptión de vino. Iguales nos hizo, que fue una de las mayores muestras de su magnificencia. Beberse tiene o morir en la demanda. Para todos es el mundo, para todos se crió; que ninguno es dueño universal. Tabernilla hay, Tabladillo hay; jarro tenemos, Concha suena -que ansí se llamaba uno de los que vendían vino--. Demos gracias a Dios que no nos falta todo, que no es poco; porque los males se quieren acabar cuando se comienza a introducir el bien.

Llegamos al Tabladillo y, en viendo la camarada 34, como lo tienen de costumbre, comenzaron los vinateros a dar voces diciendo: -¡Ea, palomos! ¡Ea, colegiales! i Aquí está lo bueno, parroquianos! ¡Helo aquí lo bueno! ¡Helo aquí!

Vierais una folla de voces como de entremeses y de golpes en torneo de a pie 35. No sabíamos adónde echamos, porque tanto como los unos nos atraían, nos apartaban los otros. Los unos nos tiraban, los otros nos detenían. y así estábamos suspensos mirando el camino de lo tinto para damos cada uno su refregón en aquella media azumbre de mi gloria 36; que, de tantos purgatorios como los días atrás había pasado, no era mucho que aquella noche estuviese en ella, pues es fe que non est dare medium entre purgatorio y gloria. Pedí el jarro a mi compañero y, por ser algo grande, le descubrí para que entendiesen que le quería llevar de vino, como lo entendieron sin quitar ni poner. Agarráronme luego aquellos ángeles vinatiles creyendo que le amansaría la hinchazón al cuero con tan buen portamanteo como llevaba 37. Y ansí encaminé para el primero, donde presidía el ínclito Concha con su familia reverenda, que había sido a quien iba dirigida mi imaginación.

El pensamiento eficaz siempre se ha de llevar al cabo, porque la perseverancia fenece el acto y la mudanza lo entibia. Tomé luego un cuartillo, con la medida misma que, como por jubileo 38, se da a los amigos del alma, y bebí el primero porque para mí no faltase; que, como la falta me tenía el más emponzoñado, quise ser el que primero recibiese la triaca y antídoto salutífero 39. Dile un toque franco con la destreza que suele un maestro de esgrima y con el gusto que significa mi relación. Siempre ansí me sepa, que no será necesario artificio para hacérmelo pasar. Preparé para los cómplices y diles a cada uno un récipe que les pareció 40, aunque no como a mí, cual ello era; que no lo quiero más encarecer por estarse como está de suyo encarecido y porque exagerar las cosas les disminuye el crédito. Cuando hubimos bebido, díjele al venerable Concha que me guardase el jarro, porque lo había de llevar lleno 41, y que, cuando volviese, lo pagaría todo. Pero del dicho al hecho hay gran trecho. La promesa es fácil y el cumplirla dificultoso. No lo decía yo para hacerlo, sino para colarme por entre la gente como harina por cedazo. No era bobo, que bien se lo imaginó. Que, como los jarros en Salamanca valen tan baratos que no hay quien les diga '¿Qué haces ahí?' 42, con sospecha de mi engaño, curtido en embustes de estudiantes, vino a recelarse, porque me dijo:

-¿Y, si no volviese, habíame de quedar yo sin mi vino?

Tocó la dificultad y adivinóme el pensamiento, pero deshícelo con tanta entereza que me dio crédito. Y así, por no despedir un feligrés y desacreditar su confianza, nos quedamos nosotros con el vino y él con el jarro in secula seculorun, amen, con que, por esta vez, quedó mi estómago absuelto a hambre y a sed y ganó el jubileo en el altar de los arrieros.

El día siguiente, que no tenía otro nuevo patrimonio adquirido ni heredado, estábame, como dicen, en mis once de oveja 43, que es con mi misma necesidad. Por eso es más tolerable oír el mal por otro que no verlo por sí. Justicia, y no por mi casa. Buena es la pobreza, pues la amó Dios, mas ténganla los que la piden; que yo ni la quiero ni me venga. La abundancia apetezco: Dios me la dé, que hastagora no la conozco. Y no por no merecerla; que bien satisfechos están los circunvecinos que Onofre merece mucho. Pero no hay quien le dé la mano para levantarse; es pobre y todos le dicen: -Dios le ayude-. Ansí haga a sus mercedes, que Él se lo pagará en el otro mundo; pero quien tan largo fía larga esperanza tiene. Podríanle decir como el otro salteador dijo al fraile: -Padre, venga la otra media, porque, de aquí al Juicio, hay mil juicios; y es largo de contar 44-; pero, aunque lo digan, no es tan largo que no le llegará el plazo. Descúidense, que ninguno deja de llegar. Ellos se enmendarán de hoy adelante y favorecerán a los dignos y necesitados. Plegue a Dios que ansí sea y que Él se lo ponga en corazón, para que el bien sea de todos y no de particulares.

Con mi necesidad me estaba y con ella me consolé; porque, cuando el mal es riguroso, es discreción acomodar la paciencia conforme al rigor de la enfermedad, pues es cierto que, del hacello, procede la diminución de la pena. Fuime de casa y el Sumo Remediador me remedió como siempre lo hace. Socorrióme, y no con pequeño don, pues, estando como estaba sin alivio ni esperanza de tenelle, en el golfo de esta angustia me hallé una joya inextimable: halléme un dedal de un sastre con que me vino Dios a ver en la aflictión de mi trabajo. Muy bien lo miró el que dijo que no se perdía cosa en el mundo, porque lo que uno echa menos otro lo halla 45. Sólo va de diferencia el poseello diferentes dueños. Algún buen ángel me le deparó 46. Consoléme con él como si me hubiera hallado algún tesoro. Sin duda, yo salí con pie derecho de la posada aquel día, pues tan buena ventura me estaba guardada. Miren qué mina de Guadalcanal para salir de laceria 47.

A quien de mucho mal está enseñado poco bien le satisface. Al fin, cogí mi dedal y acogíme con él a una tienda de especería de aquellas de las puertas del queso, adonde vendían uvas, panecillos y otras mercadurías semejantes, como si fuera doblón de a cuatro 48. Agora hallo que es falsa la razón del sabio que dijo que era tan poco necesario para sustentar la vida, que no hay hombre tan pobre que no tenga algo superfluo. Creed en dichos de putas viejas. A esa fiuza 49, yo me acojo a la tendera. Ella estaba sola, y, como la necesidad me animaba y la vi sin varón, atrevímele. No hay cosa más fácil que vencer cuando no hay quien contradiga. De buhonero a buhonero va. El que más hambre tenga que se coma al otro. Por faldas o por mangas 50, yo no había de pecar de corto ni de temeroso; que el temor es pronóstico de la desgracia y padre del mal suceso. Hombre es al que le falta el dinero, pero no es hombre al que le falta erudición; porque la más miserable necesidad es la del ánimo.

Díjele que me diese un panecillo de cuatro cuartos y dos libras de uvas. Hízolo ansí. En dándomelo, porque no tuviese lugar de arrepentirse, comencé de comer de todo como quien buen deseo tenía. No hay faisán que sepa como el comer con hambre, porque la mejor sazón de la comida es tenella 51. Pidióme los dineros y díjele que diese recado a los demás 52, que ya los daba. Creyóme, mas siempre son más dificultosas las obras que las palabras; que mi buen semblante merecía se le diera crédito en cosas de más importancia como ella lo hizo. Acerca de los discretos, más acredita la autoridad de un rostro grave que el aparato de una persona. Ya yo tenía despachada mi porción; que, aunque no me satisfizo del todo, la comida liviana adereza muy bien la cena. Quedóse sola como acabó de dar recado, y, como me vio con reposo, díjome:

-¿No me acaba de dar esos dineros?

Nunca vi que nadie perdiese por bien criado; que no es seguro irritar con palabras a los que, si quieren, pueden dañar con obras. Y ansí, con el mejor comedimiento que pude, le dije:

-Señora, Vm. me perdone, que le prometo a Dios que la pura necesidad me ha obligado a esto que he hecho. Yo conocí en Vm. aspecto de tan mujer de bien y liberal, que me le atreví más que a otra, porque sé que no hay usura mayor ni más sancta que alimentar los pobres 53. Yo no traigo dineros, mas certifico a Vm. de venir como hombre de bien a satisfacer esta merced antes que me acueste, que ha sido una grande obra de misericordia.

Lo que se puede acabar con ruegos no se ha de intentar con amenazas

-Hermano -dijo ella-, no me quiebre la cabeza ni me la llene de vanidades; que ya se pasó el tiempo en que hablaban los caballos 54. Las palabras son paga de fantásticos. ¡Vengan mis dineros, no sea el diablo! 

-Yo, señora -le respondí-, no soy el diablo ni lo quiero ser. Vm. no se alborote; que no seré yo quien soy o cumpliré con esta obligación. y advierto a Vm. que el bien se da tarde cuando se da rogado. Por eso, si lo tiene en imaginación, abrevie; que la brevedad aumenta la dádiva.

-Déjese -me dijo- de obligaciones; que la verdadera es abrir la bolsa. Déme mis dineros; no nos oigan los sordos 55.

-Señora -le respondí-, tenga paciencia; que no se los puedo dar aunque nos oigan los muertos. El enojo es principio de locura. Yo no los traigo. Créame; que no hay mayor ganancia que prestar dineros a Dios por persona de los pobres 56. Pero, si esto no le satisface, porque entienda que no soy hombre que pretendo irme con su mercadoría, por mi pundonor le daré una prenda.

-Aún eso -dijo ella- en hora buena.

Mas yo ¿por qué le tenía de dar nada sin conocelle? ¿Miré sobre qué real de a ocho me lo pedía? ¿No bastaba mi persona? Le dije:

-No soy yo hombre para real y medio. Tome; que más lo quiero pagar que rogar. ¿Parécele que vende barato lo que vende por ruegos? Pues a mí no se me da cosa más cara que la que se me da rogando. Juro a Dios que quien a ellos les hace bien -como si yo les hubiera hecho alguno- que merece mil palos.

Saqué mi dedal con tanta gravedad como si le hiciera la vida de merced 57 o como si le diera un anillo de cien escudos; que otra prenda yo no tenía, si no es el ferreruelo o cuello. La necesidad fuerza tomar de otra parte lo que uno no tiene. Cuando ella vio su dedal, y a mí tan hinchado, dijo que de qué servicio le era aquél, que si estaba loca que había de tomar un dedal que valía un cuarto por real y medio.

-¿Soy yo costurera -dijo- que había menester dedales?

-¿Parécele -respondí- que fuera malo serIo para coser bocas semejantes que la mía? De pan y uvas se lo hubiera ahorrado. Tómelo; que es una cuitada que no se entiende.

-Págueme mi hacienda -dijo ella-, si no quiere que sea otra cosa.

-¿Qué ha de ser? -le dije entonces muy colérico si eso no quiere, sáquemelo del cuerpo y haga almoneda de ello 58; que, cuando la prenda no lo merezca, mi palabra basta.

Y hice como que me iba desviando.

-¿No vieron -dijo ella- el duque de Alba lo que hace con su palabra? Más traza tenéis vos -me dijo, tomando su dedal- de algún grandísimo ladrón.

No me espanté de esto, porque, como sabía que mío y tuyo son causa de todos los daños 59, aunque me agravió, no quise dar mal por mal; que el contener la lengua, a las veces, no es menor virtud que dejarse un hombre de enojar. Honra y provecho no caben en un saco. y así, humildísimo, bajé mis orejas y piqué la calle adelante, aunque con mejor donaire que había llevado, porque, como iba el vientre embutido, aunque fuera de borra 60, iba tieso como una adarga, armado como un reloj 61 y direcho como un huso. Con esto maté este día a quien me mataba y salí del trabajo que me afligía.

Apenas hube salido de la calle, cuando me encontré un criado de don Diego, mi amo, que casi andaba en mi busca 62. Que, como caballero con sentimiento de mi daño y arrepentido de haberme desamparado, había mandado me volviese a servirlo, que lo hice yo de mil amores, porque era tan bueno que aun decir no lo oso. A los que bien queremos por el que nos hacen, hemos de mirar que no engrandezcamos mucho su alabanza; que, como suele ser causa de envidias, hánseles de escusar los enemigos, que siempre lo son los envidiosos. Muy a gusto estaba con él; mas poco me duró, porque sus devociones en algo habían de parar. Llegó su hora y mostró el corte conforme al tinte; que la natural inclinación, como era tan santa, no la pudieron corromper los entretenimientos ni regalos del mundo. Siempre perseveró en su buen propósito. No está la verdadera virtud en hacer una obra virtuosa, sino en el trabajo que se pasa para la conservación de ella.

Al fin, se metió teatino 63. Amaneció y no anocheció 64; conque yo quedé huérfano y sin refugio, y a fe que no fue el menor de los bienes que en este mundo me hizo falta. ¡Ay, qué desdichada hora fue para mí la en que le perdí! Perdí mi bien, perdí mi socorro y amparo, perdí mi compañía dulcísima, que lo era la nuestra, porque, aunque me solía reñir, éramos como la puta y el rufián; que riñas de enamorados son perficionar el amor 65. El tenérsele me fue causa de gran pena; que lo que uno menosprecia no se le da nada de perderlo. Muy mallo hizo; que no me dijo palabra hasta que ya tenía el hábito. Al otro día que entendí donde estaba, madrugué y le fui a ver y le hallé hecho un Juan Paulín 66, más marchito que azucena sin agua. No me le dejaron hablar, ni a mí se me dio mucho, porque entendí que, como no había hecho testamento, como heredero suyo le sucediera abintestato 67. y tenía muy bien que lastar 68, porque era rico y creí que yo era el dominus dominantium de sus bienes. Pero del ser al pensar hay tantas ventas que se dan unas con otras como piedras encontradas 69. Al fin, se murió 70.

Al mismo punto vinieron los teatinos y no me dejaron estaca en pared 71. Y no me espanto; que, en efecto, cada uno quiere lo suyo y más quien tiene tanto a qué acudir. Como vi que arrancaban con todo, determinéme de pedirles una ropilla 72 que mi amo se ponía para estudiar de noche, pareciéndome que ellos no la habían menester 73; pero fue pueblos en Francia 74, porque, como tienen muchos ojos que tapar, nunca falta uno en que aprovecharlo todo. Aborrecílos por entonces; mas yo debí de tener la culpa, porque se la pedí con temor y dicen: 'Quien pide con miedo enseña a negar'. Al fin, perdemos lo cierto cuando pedimos lo dudoso. Mal de muerte los quería, pero Dios alumbra los corazones y me ha dado conocimiento para que eche de ver que les sobró la razón y que a mí no dejará de darme castigo meritorio. Perdón les pido delante de Dios, que, como malo, les hice una mala burla. Pero ya que lo pasado es pasado, pues cuento mi vida, no he de perder baza que me toque.

 

 

 

 

 

Notas  al CAPÍTULO 9

 

 

1. Consideraciones tópicas, que, como tantas otras veces, suenan con excesiva grandilocuencia en relación al suceso al que son aplicadas.

2. archipámpano: «persona que ejerce gran dignidad o autoridad imaginaria» (DRAE).

3. Covarrubias refleja bien la visión proverbial sobre el filósofo griego: «Deste se cuenta que se reía de cualquier caso que sucediese; al contrario de Heráclito, que de todo lloraba».

4. juros: 'propiedades sujetas a renta'.

5. industria: 'ingenio, habilidad'.

6. 'a mis anchas'.

7. Es éste un breve desarrollo, enseguida corregido, del motivo tan frecuente en la literatura picaresca, y, en general, apicarada, del elogio de la vida libre, cuyo lugar paradigmático se halla en el Guzmán (1,2, IV).; libre como gavilán: quizá en relación con el dicho franco como gavilán, porque, entre otras, se atribuía al gavilán la virtud de la generosidad y también el estar exento de tributación. En el trasfondo de esta frase hecha, hay que considerar la relación proverbial entre hidalgos y gavilanes. El curioso puede consultar: F. González Ollé, «La desvalorización como causa del cambio semántico. A propósito de "hidalgo como el gavilán'.», Prohemio, III (1972), pp. 263-274.

8. «Cual más, cual menos, toda la lana es pelos: dícese cuando nos fatigamos en hacer distinción de una cosa y de otra, y al cabo viene a concurrir por lo menos en un nombre genérico, y estas disputas son frívolas e inútiles» (Covarrubias).

9. Compárese con las consideraciones tópicas sobre la amistad que desarrolla Celestina (ed. cit., pp. 195-196), en relación con acuñaciones petrarquistas como «Amici veri maxime in adversis haerent».

10. pensil: 'colgante'; huertos pensiles: 'Ios jardines, o jardineras, situados en terrazas, balcones y alféizares' .curiosa: 'primorosa, limpia' .

11. Refrán bien conocido bajo diversas variantes.

12. 'me hubiera sabido mal'.

13. Es un parangón tradicional, basado en la creencia de que el sapo se alimenta de tierra, para ilustrar la avaricia: "E están pensando como el sapo, que le ha de fallescer la tierra para comer» (Corbacho, I, XXXVI).

14. Comentario de tono proverbial, y procedencia clásica, muy utilizado en toda la literatura picaresca. Lo comenta F. Rico en su edición del Lazarillo, p. 90n.

15. Tántalo se hallaba condenado en los infiernos a sufrir hambre y sed eternas, a pesar de tener al alcance de su vista agua y alimentos. Estaba sumergido hasta el cuello en el agua, pero no podía beber porque el nivel del líquido descendía cada vez que lo intentaba, y sobre su cabeza pendía una rama llena de frutos que se elevaba cada vez que él levantaba el brazo.

16. ms: seblante

17. enjuto: aquí, 'sin traslucir las fatigas y privaciones'. Téngase en cuenta que enjugar «vale también limpiar la humedad que interiormente despide y echa de sí el cuerpo: como las lágrimas, el sudor, etc.» (Autoridades).

18. Es proverbio.

19. Posiblemente sea una expresión relacionada con dichos del tipo 'llegarle o venirle a uno su sanmartín' .

20. También es un proverbio: No hizo Dios a quien desamparase (Covarrubias).

21. Expresiones proverbiales propias de los juegos de naipes.

22. 'desde hacía horas'.

23. Onofre está utilizando términos y conceptos religiosos para aplicarlos a una realidad de grado muy inferior desde el punto de vista del decoro, de forma similar a como lo hacía Lázaro. Recuérdese, además, que el propio guitón había reprochado esta práctica al sacristán, quien, entre otras cosas, había calificado la de su amada de lengua paráclita.

24. 'que no cabía ni un alma'.

25. '¿el que lo hará posible?'. malilla: 'comodín de la baraja'.

26. Vuelve Onofre a insistir, grotescamente, en sus supuestas pretensiones de nobleza. «Servir es ser vil» (Correas).

27. Metonimias frecuentes. Compárese: «Últimamente allí se sabe todo, se trata en todo y son legisladores de todo, porque hablan todos por boca de Baco, teniendo a Ceres por ascendente, conversando de vientre lleno y, si el mosto es nuevo, hierve la tinaja» (Guzmán, I, p. 335).

28. «Calaycata, la diligencia que hacen para averiguar la cantidad de los bastimentos y la provisión. La cala se entiende de lo sólido y árido, y la cata de lo líquido, o sea que sea uno y otro junto» (Covarrubias).

29. Metátesis entre la d del imperativo y la l(ele) del pronombre enclítico. Una metátesis muy similar se relaciona con un famoso pasaje del Lazarillo (ed. cit., p. 34).

30. 'por Dios'; es un juramento.

31. 'impedimento, estorbo'

32. 'gestos, modo de actuar'.

33. Nueva referencia al episodio final del primer tratado del Lazarillo.

34. Tabladillo: no he podido identificarlo, aunque del contexto parece ingerirse que se trata de un lugar, calle o plaza con abundantes tabernas. camarada: 'grupo de compañeros'.

35. Aclara el pasaje Covarrubias: «Es propio de los torneos, que después de haber torneado cada uno por sí con el mantenedor, se dividen en dos cuadrillas; y unos contra otros se hieren tirando tajos y reveses sin orden ni concierto, que verdaderamente parece los unos y los otros estar fuera de sí ...A imitación desto Ilamamos la folla el concurso de mucha gente, que sin orden ni concierto hablan todos o andan revueltos por alcanzar alguna cosa que se les echa a la rebatiña. Los comediantes, cuando representan muchos entremeses juntos sin comedia ni representación grave, la llaman folla, y con razón porque todo es locura, chacota y risa».

36. azumbre: 'medida de capacidad de unos dos litros que se utilizaba casi por excelencia para el vino'.

37. portamanteo: 'especie de maleta' .Los taberneros parecen dar por supuesto que Onofre tenía con qué responder de su gasto.

38. por jubileo: «frase adverbial con que se explica que alguna cosa sucede rara vez, o por causa y motivo especial» (Autoridades).

39. triaca: 'remedio, antídoto'.

40. récipe: 'receta'.

41. ms.: lieno

42. Esto es, 'no son estimados'.

43. 'sin provecho'. Véase Carrasco.

44. Referencia a un cuentecillo tradicional, en el que el salteador desdeña el castigo divino ante las urgencias terrenales. Véase: M. Chevalier, ob. cit.

45 Referencia al proverbio No se pierde nada, porque lo que uno pierde otro lo halla (Correas).

46. Estas continuas alusiones a la intervención divina y sobrenatural, presentes a lo largo de toda la obra, son posiblemente eco del Lazarillo. Compárese este pasaje con el tan famoso del calderero en la obra anónirna: «Pues estando en tal aflición, cual plega al Señor librar della a todo fiel cristiano, y sin darme consejo viéndome ir de mal en peor, un día que el cuitado, ruin y lacerado de mi amo había ido fuera del lugar, llegóse acaso a mi puerta un calderero, el cual yo creo que fue ángel enviado a mí por la mano de Dios en aquel hábito» (ed. cit., pp. 54-55).

47. Guadalcanal: 'lugar de la provincia de Sevilla famoso en la época por sus yacimientos de plata'.

48. especería: 'especiería, tienda de especias', aunque, como se ve aquí, se vendían en ellas también ciertos comestibles; doblón de a cuatro: 'moneda de oro, en este caso con un valor de cuatro escudos'.

49. fiuza ofiucia: término arcaico: 'confianza'.

50. por faldas o por mangas: 'por buen o mal camino, lícita o ilícitamente'.

51. Recuérdese la nota 14 del capítulo precedente.

52. diese recado: 'atendiese'.

53. Por la recompensa que se obtendrá en la otrll vida. Véase la nota 25 del capítulo anterior.

54. Es decir, 'el tiempo fabuloso de los cuentos infantiles'.

55. «Oírnos las sordos. Tener rencilla y voces» (Correas).

56. Téngase en cuenta la anterior afirmación sobre la usura.

57. 'como si le perdonase la vida'.

58. 'sáquelo a subasta pública', como se hacía con lo bienes de los morosos.

59. «Dice Platón en los libros de la República que estas dos palabras, mío y tuyo, fueron las que acarrearon todos los pleitos al mundo» (Covarrubias).

60. borra: 'lana de baja calidad que se usaba para relleno de cojines y otras cosas', y figuradarnente 'cosa inútil e insustancial'.

61. Expresión difícil de interpretar. Se suele entender como 'muy armado', aunque no parece ser éste el caso.

62. También el cardenal pretendía, tras haberlo despedido, el regreso de Guzmán, aunque éste, a diferencia de Onofre, rechaza el ofrecimiento.

63. Los teatinos fueron fundados por San Cayetano de Thiene y Juan Pedro Caraffa -quien sería Papa con el nombre de Paulo IV en 1516. Pronto serían confundidos con los integrantes de la Compañía de Jesús -fundada en 1534-, a los que, en consecuencia, se le aplicaba de forma usual el nombre de teatinos. Así sucede aquí.

64. Expresión proverbial para referirse al que se va sin previo aviso ya escondidas.

65. Estas comparaciones indudablemente disuenan en lo que a primera vista es una alabanza de su amo. En todo caso, son patentes los reproches hacia don Diego.

66. 'en situación de desamparo y precariedad'. Véase Correas.

67. Es decir, como resultado del procedimiento judicial sobre la adjudicación de los bienes del que muere sin testamento.

68. lastar: 'gastar a cuenta'.

69. Expresiones proverbiales para señalar la distancia que va de lo imaginado o proyectado a lo que es su realización efectiva.

70. ms: añade pensé que

71. Expresión proverbial, similar a la moderna 'se llevaron hasta las bombillas'.

72. 'chalequiIlo'.

73. Son frecuentes las referencias a la riqueza de los teatinos (jesuitas): «Estando, pues, gozando el mejor tiempo que patriarca gozó, comiendo como fraile convidado, bebiendo más que un saludador, mejor vestido que un teatino... » (Lazarillo de J. de Luna, ed. Valbuena Prat, Madrid, Aguilar, 1964, p. 115).

74. Expresión muy curiosa, que explica Correas: «Pueblos son en Francia. Esto dice el Antonio [Elio Antonio de Nebrija], en su Vocabulario, de las Galias antiguas, de que es ahora buena parte Francia y Saboya, Cantones y Borgoña, porque como no conocidos y comunicados acá, no les halló nombre en romance, y de allí se tomó en refrán, por cosa incierta y no bien conocida».

 

 

 

volver al
índice del GUITÓN

 

 

 

 

Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

 © vallenajerilla.com

Biblioteca Gonzalo de Berceo
Catálogo general en línea