CONCLUSIONES (Plan de la obra)

      No se tiene noticia de que Gonzalo de Berceo hiciera grandes viajes que lo llevaran, por ejemplo, al otro lado de los Pirineos. Tan solo hay constancia de algunos desplazamientos por su región y proximidades (Silos, Palencia). Su vida (1196-1264 aproximadamente) se desarrolla en lo que hoy se conoce como La Rioja Alta, en torno al Monasterio de San Millán. En él se educa durante su niñez y en él desempeña posteriormente labores de notario. Frecuenta su archivo y biblioteca, donde maneja y estudia códices y manuscritos entre los que encuentra las fuentes de sus obras y en donde puede leer textos como la Nota Emilianense, que hablan de la épica francesa.

      El hecho de vivir en la Rioja Alta, región atravesada por el Camino de Santiago, y su vinculación con el Monasterio de San Millán posibilitan el contacto del poeta con lo transpirenaico. Desde fechas muy tempranas, La Rioja y el Monasterio de San Millán manifiestan estar al corriente de lo que ocurre al otro lado de los Pirineos. Prueba de ello es la llegada de las reformas cluniacenses, el culto mariano difundido por el Cister y todas las novedades culturales que circulan a través del Camino Francés. Por esta vía se difunde la épica francesa y es lugar frecuentado por trovadores y juglares.

      Gonzalo de Berceo es un intelectual urbano, con libertad de movimiento, que recibe formación universitaria en Palencia en donde entra en contacto con maestros y manuales venidos de allende los Pirineos. Su educación no difiere en nada de la de cualquier hombre de letras de la Europa de la época, en la que el uso generalizado del latín, en los ambientes cultos, facilitaba la circulación de maestros, manuales, manuscritos, ideas y alumnos. Además pertenece a una escuela literaria de origen ultrapirenaico: el Mester de Clerecía.

      Por un lado, su ubicación geográfica y, por otro, su formación le facilitan el contacto con las literaturas del otro lado de los Pirineos. En las obras de Gonzalo de Berceo hay reflejos de la literatura de milagros marianos transpirenaicos, de la épica francesa y de la lírica trovadoresca.

      En San Millán y en su entorno, en la época que le tocó vivir al poeta y en los siglos precedentes, hay testimonios del culto a la Virgen que se manifiesta con parecida intensidad que en otros puntos de la actual Francia: Soissons, Laon, Coutances, Chartres etc. Este culto hay que entenderlo como la confluencia de la tradición mariana de San Ildefonso, propia de la Península, y la teología mariana de San Bernardo, llegada del otro lado de los Pirineos.

      Las obras que Berceo dedica a la Virgen, especialmente los Milagros, son fruto de dicho culto y siguen tendencias transpirenaicas. Responden a la moda, ampliamente extendida al otro lado de los Pirineos, de poner en lengua romance las colecciones de milagros recopilados con anterioridad en latín. Las fechas en las que Berceo escribe sus obras marianas están dentro del periodo de esplendor del culto a la Virgen y coinciden con la época de mayor proliferación de milagros marianos en lenguas romances (ss. XII-XIII). El poeta riojano se inscribe dentro de dicha tendencia, aunque su manifestación es más tardía y sigue los caminos ya recorridos por autores como Adgar y Gautier y posiblemente del anónimo autor de la Deuxieme collection anglo-normande.

      
Los Milagros de Berceo constituyen una colección no local. Ninguno de ellos se desarrolla en San Millán. Aparecen milagros pertenecientes al Ciclo HM, 15 de los 17 de que consta, al Ciclo de los cuatro elementos, 3 de ellos, y al Ciclo TS, dos únicamente. Se trata de milagros que conocieron una amplia difusión por toda Europa. Lo que revela las conexiones de la colección de Berceo con la literatura de milagros marianos del otro lado de los Pirineos. Gonzalo de Berceo no escribe una colección local, a pesar de que en San Millán y sus proximidades se dan circunstancias que podían haberlo propiciado: el Monasterio de San Millán de Yuso está desde su fundación consagrado a la Virgen y el Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera cuenta con una importante tradición mariana.

      Los Milagros de Berceo son muy similares a los escritos en francés por Adgar, por el anónimo autor de La deuxieme collection anglo-normande y por Gautier de Coinci. Sin duda, porque todos beben de las mismas fuentes: las colecciones de milagros en latín. Adgar, Gautier y Berceo y, tal vez también el anónimo autor de La deuxieme collection anglo-normande, aunque no se tiene noticias de él, debieron recibir una formación muy similar. Son personas letradas que ponen todos sus saberes al servicio del monasterio al que de una manera u otra aparecen vinculados, del mismo modo que el trovador se pone al servicio de una corte.

      El mayor número de coincidencias se produce entre La deuxieme collection anglo-normande y los Milagros de Berceo. En dicha colección francesa aparecen 23 de los 25 milagros escritos por Berceo, más una versión del milagro titulado El náufrago salvado. En tantos por ciento esto representa el 92% y, teniendo en cuenta la versión de El náufrago salvado, el 96%. Casi toda la obra de Berceo se encuentra pues en La deuxieme collection anglo-normande. Le Gracial de Adgar, ocupa el segundo puesto en cuanto a sus coincidencias con los Milagros de Berceo, con 18 milagros de los escritos por este poeta, más una versión. De manera que 18 de los 25 milagros escritos por Berceo hacia 1246 ya los había redactado mucho antes Adgar (entre 1150-1170). A esos 18 hay que añadir el milagro de La boda y la Virgen que es una versión del número 36 de Adgar. Esto quiere decir que el 72%, e176% teniendo en cuenta la versión, de la obra berceana ya estaba en otra del siglo anterior. El último lugar lo ocupa la colección de Gautier de Coinci, con 15 milagros repetidos, más una versión. La colección riojana contiene pues 15, 16 incluyendo la versión, de los milagros de este autor francés. Es decir, un 60%, que contando la versión (El náufrago salvado) supone un 64%. De todas formas, y a pesar de encontrarse en tercer lugar, el porcentaje de coincidencias sigue siendo elevado: más de la mitad de los milagros de nuestro poeta ya habían sido antes escritos en francés por Gautier de Coinci.

      De manera que la obra de Gonzalo de Berceo es una obra mucho más parecida, en cuanto al contenido, a las dos colecciones en anglonormando, sobre todo a la anónima, que a la de Gautier de Coinci. Esto se debe a que los tres (las dos obras en anglonormando y la de Berceo) se nutren de milagros pertenecientes a colecciones no locales, que alcanzaron gran difusión durante la Edad Media (ss. XI-XIII): el Ciclo HM, el de los Cuatro elementos y el TS. Además, en ellas aparece un grupo de milagros como el de La abadesa preñada o La deuda pagada que no pertenecen a estos ciclos, pero que parece ser alcanzaron gran difusión. Gautier de Coinci, sin embargo, se sirve de una colección local.

      Gonzalo de Berceo, además de estar al corriente de lo que ocurre en materia de milagros marianos, manifiesta tener ciertos conocimientos de la épica francesa. En concrteto, de alguno de los personajes épicos franceses. Cita, en su Vida de San Millán, a dos de los héroes épicos más conocidos: Roldán y Oliveros. Lo que no resulta nada extraño, puesto que en el mismo Monasterio de San Millán el poeta cuenta con un texto (la Nota Emilianense) en el que se recoge parte de la materia de la épica francesa. Se trata de un resumen en latín del episodio de Roncesvalles, escrito por un monje emilianense, tal vez Munio, entre 1065-1075.

      Testimonios de la materia épica francesa hay en zonas próximas como Nájera. En esta ciudad se ubica uno de los episodios del Pseudo- Turpín y en su Crónica Najerense (1152-1157) se relata también el episodio de Roncesvalles. Además, la Chansond de Roland conoce una amplia difusión por el Camino de Santiago en alguna de cuyas ciudades hay población ultrapirenaica, dispuesta a escuchar de buena gana las recitaciones de los juglares venidos de sus tierras. Prueba de la difusión de la épica por la Ruta Jacobea es el fragmento de la Chansond de Roland del Archivo de Navarra y el Pseudo- Turpín, que es una versión latina de la historia de Carlomagno, recogida en el Codex Calistinus.
      
También hay reflejos de la lírica trovadoresca en las obras de Gonzalo de Berceo. La proximidad y la afinidad lingüística posibilitan la llegada de trovadores occitanos al norte de la Península. Aragón y especialmente el condado catalán cuentan con sus propios trovadores y en estas tierras la evolución de la poesía trovadoresca corre pareja a la que se produce al otro lado de los Pirineos. Portugal se presenta como una caso un tanto particular, ya que, aunque no se tiene noticia del paso de trovadores por este reino, va a surgir en él una rica poesía lírica heredera de los trovadores occitanos. Castilla es frecuentada por trovadores desde el reinado de Alfonso VII (1126-1157) hasta el de Alfonso X el Sabio. En este reino, dentro del que debemos incluir la región en que vive Berceo, hay que destacar la presencia de trovadores sobre todo en la corte de Alfonso VIII (1158-1214) y en la de Alfonso X el Sabio (1252-1284) .

       Hay constancia de la presencia de trovadores en La Rioja y, en concreto, en puntos próximos a San Millán como Nájera. La Rioja es visitada por Marcabrú, Peire d' Alvernha y Peire Vidal. El primero aparece de manera esporádica entre Alfaro y Calahorra en octubre de 1140, los otros dos, sin embargo, permanecen durante cierto tiempo en Nájera. Peire d' Alvernha se encuentra en dicha ciudad, en la corte de Sancho III, entre agosto de 1157 y agosto de 1158 y Peire Vidal por su parte, en la de don Diego Lope de Haro, a finales del siglo XII y comienzos del XIII.

      Los tiempos que preceden el nacimiento de Gonzalo de Berceo y sus primeros años de vida coinciden con el periodo de esplendor del desarrollo de la lírica trovadoresca en la Península. Ya entrado en años el poeta y cuando se dedica de lleno a escribir, entre 1230-1264, persiste la literatura trovadoresca en tierras españolas, aunque no con la fuerza de antes.

      Hay, en principio, circunstancias que posibilitan los contactos de Berceo con la lírica trovadoresca. De manera que no resulta extraño que en sus obras marianas esté presente el amor cortés.

      Resulta difícil establecer cuál pudo ser realmente la vía a través de la cual llegó lo cortés a Berceo. Sin embargo, de lo expuesto a lo largo de nuestro estudio se pueden extraer las siguientes conclusiones. Podemos pensar que le llega a Berceo directamente de la lírica trovadoresca. B. Dutton afirma que Gonzalo de Berceo conoce la lengua y la literatura de los trovadores. Esta primera teoría se sustentaría en la amplia difusión que la lírica trovadoresca alcanza en la Península, coincidiendo, en parte, con la época de Berceo. Todo esto parece lógico dentro del eco del "grand chant courtois" del que habla P. Zumthor. La lírica trovadoresca debió ser, sin duda, el género de más éxito dentro de los países del ámbito de las lenguas románicas, por los que se extiende con rapidez, durante los siglos XII-XIII.
      Sin embargo, consideramos que esta primera teoría plantea serios problemas. Resulta difícil pensar que un poeta como Berceo tenga un contacto tan directo, como el que se presupone, con un género profano en principio ajeno a su literatura piadosa. Además, parece impensable que en el Monasterio de San Millán pudiera encontrar composiciones de una literatura profana como la de los trovadores, sospechosa de erotismo.

      Hay otro inconveniente. Admitir esta teoría significaría aceptar que fue Berceo quien llevó a cabo la fusión entre el amor cortés y la literatura mariana. Sin embargo, se sabe que es Gautier de Coinci quien, antes que el poeta español, hacia 1218-1231, ya se sirve del esquema amoroso cortés para cantar a la Virgen. También podríamos pensar que Berceo, desconociendo lo que hace Gautier de Coinci, hace él lo mismo años más tarde; pero esto nos parece poco probable. La riqueza en el uso de lo cortés, observada en Gautier, y la "pobreza " respecto a éste, detectada en Berceo, parece confirmarnos al poeta francés como creador de un género del que el español es mero continuador.

       De manera que posiblemente Gonzalo de Berceo se lo encuentra todo hecho. Puede que manejara en el Monasterio de San Millán alguna colección transpirenaica de milagros marianos en la que ya estaba presente el amor cortés. En ese caso, a Berceo le llega lo cortés indirectamente, a través de la literatura francesa de milagros marianos. Tal vez, pudo tener entre sus manos algún manuscrito con las obras de Gautier de Coinci. Es posible, ya que conocieron una gran difusión. Se sabe, por ejemplo, que años más tarde, Alfonso X maneja una copia de los milagros de Gautier de Coinci. Por otro lado, la circulación de manuscritos entre los diferentes centros monásticos es ciertamente fluida en la Edad Media.

       Cabe pensar en una tercera postura, combinación de las dos expuestas: Berceo usa con toda naturalidad lo cortés para cantar a la Virgen, porque así lo ha visto en otros autores piadosos, como Gautier de Coinci, y porque es algo que se respira en el ambiente literario de la época, en la que la lírica trovadoresca es un género de éxito, que conoce una amplia difusión.

      No debemos olvidar, por otro lado, lo afirmado por P. Zumthor respecto a que el lenguaje cortés penetra en las lenguas romances desde el mismo momento de su gestación, desde sus orígenes. Tal vez Berceo usa ya una lengua en la que ya ha penetrado los términos y expresiones corteses.

      Está claro que, en las diferentes posturas planteadas, nos movemos siempre en el terreno de las hipótesis. No puede ser de otra manera, a no ser que se produzca algún hallazgo "milagroso" de algún códice con composiciones trovadorescas o alguna copia de las obras de Gautier de Coinci en el archivo de San Millán; o, al menos, se tenga alguna noticia de su existencia en tiempos de Berceo. De todas formas, nos parece que los dos elementos claves para explicar la presencia de lo cortés en Berceo son: el eco de la lírica trovadoresca y la moda, entre los poetas piadosos, de poner el amor cortés al servicio de la Virgen.

       Sea como fuere, directa o indirectamente, el caso es que en la obra mariana de Gonzalo de Berceo está presente el amor cortés. Esto es lo verdaderamente importante. En las obras que dedica a la Virgen aparecen lo que se puede considerar elementos esenciales del amor cortés. Hay un señor, una dama, un dominio, un trovador-amante y está presente el amor. Todos ellos constituyen el universo cortés berceano.

      El señor es Dios. Se trata de un ser poderoso, del buen señor que el poeta trata de presentar como el señor de todos los señores. Al igual que ocurre en el amor cortés, es un personaje secundario que aparece en un segundo término respecto a la Señora que es la auténtica protagonista. A diferencia del señor cortés, Dios no es el gilós, el celoso que en todo momento trata de impedir la relación del amante con su esposa. Al contrario, el Señor se alegra del afecto que surge entre el devoto y su esposa y de verlo en su dominio. Está presente el triángulo amoroso cortés (dama/amante/señor); pero no como un triángulo de discordia.

     La señora es la Virgen, a la que Berceo también llama dama. La Virgen aparece con cualidades propias de la dama cortés. Es un ser con poder y autoridad. Hasta tal punto es poderosa que llega a suplantar al Señor en funciones propias de él, como es el determinar quien es digno de su dominio. Berceo destaca su belleza y hermosura, aunque, a diferencia de los trovadores, no se detiene mucho en la descripción física. La Virgen tiene cualidades y virtudes corteses. Es noble, preciosa, digna de mérito, valiosa, bondadosa, generosa, dulce y posee joven. Es la sin par: la dama de todas las damas.

      El Señor y la Señora residen en su dominio, que aparece desdoblado en un espacio celeste y otro terrenal. El primero de ellos es un lugar elevado, bueno por excelencia y perfecto. Es el recinto en el que nunca acaba el bien. El segundo es el espacio sagrado constituido por el conjunto de iglesias, capillas, monasterios que aparecen presididos por la Señora y el Señor, colocados en el altar que se manifiesta como el lugar más importante. Se trata de un espacio próximo y accesible para el devoto, anticipo del dominio celeste.

      Frente al dominio, presidido por cortezia y habitado por el Señor y la Señora, se encuentra el otro espacio, en el que reina vilania. Este lugar es la negación del ideal cortés y está habitado por los devotos villanos que son aquellos que no han entrado en contacto con la Señora y, por consiguiente, desconocen el servicio amoroso y todas las virtudes y cualidades corteses derivadas de él.

      El universo cortés berceano cobra pleno sentido con la aparición del trovador. Berceo se otorga, él mismo, el título de trovador de la Virgen. A lo largo de su obra mariana, adopta actitud de trovador ante la Virgen, su Señora. Por y para ella compone. Como buen trovador se ocupa de celebrar su hermosura, belleza, poder, juicio, bondad y nobleza. También la halaga, alaba, honra y exalta su fama y gloria. Como fruto de ello surge el afecto y el amor. Berceo, del mismo modo que los poetas de la lírica trovadoresca, es trovador y amante al mismo tiempo. Pero no sólo Berceo es presentado como el amante de la Virgen, lo son todos los devotos. El poeta dice que éstos son los enamorados de la Virgen. Al igual que en el amor cortés, no importa la condición social del devoto/amante, lo que realmente interesa es su nobleza de corazón, no la de sangre. Los años tampoco son impedimento para amar. Es necesario ser joven de espíritu, no de edad.

       La relación entre la Virgen y el devoto es lo que activa el universo cortés berceano. Por parte del devoto existe un deseo de voluntaria vinculación con la Virgen. Esta relación se expresa en términos muy similares a los del amante cortés con su dama. De manera que entre ellos se reproduce la relación feudal señor/vasallo. La Virgen es la Señora, que generalmente aparece en un plano más elevado que el devoto (el siervo) que es presentado por debajo de ella. El devoto se postra ante su Señora, como el vasallo ante su señor, expresándole su sumisión. A ella se da por entero, en cuerpo y alma y, sobre todo, se pone a su servicio.

       La relación Virgen/devoto se articula mediante el servicio amoroso que consiste en servir, en cortejar a la Dama con el fin de buscar su amor. Para Berceo servir a la Virgen es signo de gran cortesía. El devoto sirve a su Señora visitándola, postrándose a sus pies, saludándola, hablando con ella, adorándola. Haciendo cualquier cosa que le resulte agradable. Ahora bien, donde mejor se manifiesta el auténtico servicio amoroso es en la fidelidad, en la lealtad, en la obediencia y en el amor que el devoto brinda a su Señora. El devoto trata de ser fiel y leal al compromiso adquirido con su Dama en la que tiene depositada toda su fe. Procura, asimismo, ser obediente, cumpliendo con todo lo que se le ordena: se confiesa y reza cuando se le pide. Servir a la Señora es lo mismo que amarla. El servicio se confunde con el amor y el amor con el servicio.

      El devoto es la parte activa en el servicio amoroso, él es quien lo lleva a cabo. Para él es una obligación que debe tratar de ejecutar con interés, esfuerzo, constancia y valentía. La Virgen es la parte pasiva, la receptora del servicio. Es la que, por otro lado, ejerce el control del mismo, lo valora y enjuicia. Ahora bien, las obligaciones entre el devoto y la Virgen no van sólo en una dirección: del devoto a la Virgen. También la Señora tiene sus deberes. Ésta debe proteger, defender y socorrer a sus devotos.

      Como pago al servicio prestado por el devoto aparece la recompensa. Una vez que el devoto la solicita, se ve obligado a esperar con la esperanza de que le sea concedida. A diferencia de la dama cortés, la Virgen otorga la recompensa si es de justicia. Se concede siempre que el servicio prestado se ajusta a lo que manda cortesía. Si el devoto sirve fiel y lealmente a su Señora, éste tiene garantizado su premio. No ocurre esto en el amor cortés en el que el amante puede no recibir la recompensa, aun habiendo sido un fiel servidor, ya que la concesión responde al deseo de la dama. La Virgen es rigurosa y si no hay servicio no concede la recompensa. La misma justicia que se aplica en la concesión se aplica en la no concesión. Frente al servicio aparece el deservicio. Hace deservicio el devoto que no sirve a su Señora o el que no lo hace correctamente, cortésmente.

      Para el devoto, la recompensa final es poder formar parte del dominio (del cielo), donde tendrá para siempre a su Señora, sin ninguna dificultad. Allí gozará de joi eternamente. Frente al joi perecedero del amor cortés, aparece el joi eterno de Berceo. El estar con la dama cortés es algo que un día terminará, mientras que en Berceo es para siempre.

       Pero mientras llega la recompensa final, hay que dar pequeños favores, pagos o compensaciones para animar al devoto a continuar con constancia su servicio amoroso. La Virgen sabe dosificar la recompensa y procura que ésta presente una progresión ascendente, con el fin de que la actitud del devoto, en su servicio amoroso, sea siempre activa. La Señora recibe a su devoto, lo escucha, le permite que le ruegue, le da esperanzas, le entrega un don, llega a darle la mano y a dejarlo que la toque. Todos estos pequeños favores le producen placer y alegría al devoto mientras vive. Son un anticipo del joi del que gozará cuando se encuentren definitivamente con su Señora.

       El proceso amoroso del devoto es muy similar al seguido por el amante cortés. De todas formas se aprecian algunas diferencias. En Berceo no se plantea el tema de la elección de la dama. Su Señora es incuestionable y no cabe pensar en otra que no sea ella. El punto de partida del proceso amoroso es el enamoramiento. El devoto se enamora de la Virgen a través de los sentidos: mediante la mirada descubre su belleza y hermosura y queda cautivado por su amor. El devoto, en esta primera toma de contacto, se siente únicamente atraído por el físico. Pero, poco a poco, irá descubriendo las cualidades y virtudes de su Dama y su relación ganará en intensidad. Con el enamoramiento surge ya una primera recompensa: el joi del enamorado. El devoto siente una exaltación interior de alegría que le va a animar, ya de manera determinante, a buscar el amor de su Dama.

      Tras el enamoramiento, comienza la búsqueda del amor, que se inicia yendo al encuentro de la Señora. El devoto empieza a frecuentar a su Dama, la visita en el lugar sagrado, la saluda. Se trata de un primer servicio no oficial, en cuanto que no cuenta con el consentimiento de la Dama, prestado unilateralmente y con timidez por el devoto. Es lo que en los grados del amor cortés corresponde al fenhedor. En esta primera etapa surge el temor y el miedo en el devoto, que no se atreve a declararse, ante el posible fracaso. Pero, a pesar de todo, mantiene la esperanza de ser aceptado y prosigue su proceso amoroso.

      El devoto solicita la respuesta al servicio que está prestando a su Señora. Desea ser correspondido en sus pretensiones y con esas intenciones va en su búsqueda, se postra ante ella y le ruega y pide. Se llega así a la segunda de las etapas del proceso amoroso cortés: la del pregador. La contestación no es inmediata y el devoto se ve obligado a esperar .

      Cuando por fin es aceptado, el devoto alcanza el grado de entendedor. A partir de este momento deja de ser el clérigo, el monje, el ladrón etc. para convertirse en el amigo, en el entendedor. El cambio de denominación y la entrega del don nos advierten que el devoto ha alcanzado otra etapa más en su proceso amoroso. Una vez reconocido el devoto como amigo, comienza el auténtico servicio amoroso. Ahora el servicio es más serio, constante y, sobre todo, comprometido. Además, cuenta con el consentimiento y participación de la Señora. El grado de relación, de intimidad, entre el devoto y la Virgen se acrecienta. Aparece el contacto físico que recuerda las caricias y besos del amor cortés. La Virgen da la mano al devoto y éste manifiesta deseos de tocarla. Nos encontramos en los momentos previos a la última de las etapas.
       El devoto consigue el grado de drut cuando, por fih, puede estar eternamente con su Señora en su dominio. Pero esta última etapa la plantea Berceo como una meta a conseguir, más que como algo conseguido.

       A lo largo del desarrollo del proceso, que lleva al devoto al amor, hay obstáculos que éste debe ir superando. Una vez salvados, el amor que ha estado en peligro sale fortalecido. Tienen pues un efecto positivo. Obstáculos al amor son fundamentalmente el mismo devoto y el demonio. El devoto puede olvidarse de la lealtad y fidelidad debida a su Señora y abandonarla por la "otra mujer". La causa puede ser el cansancio de una espera prolongada o la tentación del falso amor, representado por la "otra mujer". Se produce así un abandono que acaba con el retorno a la Señora. El demonio se puede equiparar a los lausangiers en cuanto que trata de oponerse a la relación entre el amante (el devoto) y la dama (la Virgen). En ese sentido es un enemigo del amor. Sin embargo, se separa de ellos en su calidad de rivales del amante, aspirantes al amor de la dama. El demonio trata en todo momento de oponerse a la relación Virgen/devoto, pero nunca aparece pretendiendo el amor de la Señora. Generalmente desvía y hace salir al devoto del camino que lo conduce a su Señora.

      Dentro de la relación entre la Virgen y el devoto cobra especial importancia el encuentro. Hay un primer bloque de encuentros en los que la iniciativa parte del devoto y se realizan en el espacio sagrado (iglesia, capilla, oratorio). Dentro de este grupo distinguimos tres tipos: el que calificamos de fugaz, el del enamoramiento y aquel en el que surge por primera vez la palabra. En el encuentro fugaz, el devoto decide ir a visitar a su Señora y una vez en la iglesia, capilla u oratorio se inclina ante ella, se pone de rodillas o como mucho la saluda. Se trata de un encuentro rápido, frío (ni el devoto, ni la Dama manifiestan sus sentimientos) y normalmente no hay conversación. Sirve para que el devoto manifieste su vasallaje. El encuentro del enamoramiento marca el punto de partida de la relación amorosa. Con él surge el sentimiento amoroso, aunque sólo sea en el devoto. El tercer tipo es el encuentro en el que aparece la palabra. El devoto va en busca de su Dama, se postra ante ella, mostrándole otra vez más su condición de vasallo, y le manifiesta sus ruegos y peticiones.

      Los encuentros que incluimos en el segundo bloque se caracterizan porque es la Virgen la que decide realizar la visita, yendo a la alcoba del devoto que ya es su amigo. De manera que la iglesia u oratorio es sustituido por la alcoba del devoto que suele aparecer en su cama. El encuentro deja de ser en un lugar público y pasa a un espacio privado en el que aparece el devoto solo con su Señora. Con ello, lógicamente gana en intimidad. Además, no se desarrollan durante el día, sino por la noche. En este tipo de encuentros se manifiesta el efecto positivo que provoca en el devoto la presencia física de su Señora. La compañía de la Dama produce solatz, es decir consuelo y placer en el devoto. Ahora, hay además diálogo. El devoto ve atendidas sus peticiones con buenas palabras que son para él de gran alivio y que lo reconfortan. La Virgen ya no está en el altar, en un lugar elevado, sino que se encuentra al mismo nivel que su devoto. Deja de ser esa Señora altiva, distante e inaccesible. A partir de este momento la relación es de igual a igual; prueba de ello es que la Virgen recibe y trata al devoto como a un amigo.

      
Se observa una clara evolución entre los diferentes tipos de encuentro que expresan, por otra parte, el progresivo mayor grado de intimidad que en la relación entre el devoto y la Virgen se va produciendo. Se va desde el frío y silencioso encuentro en la iglesia, pasando por aquel en el que se produce el enamoramiento, hasta el más íntimo en la alcoba del devoto, estando éste en el lecho.
      En la obra mariana de Gonzalo de Berceo el servicio amoroso se manifiesta fundamentalmente como un camino de perfección, además de ser el medio para conseguir el amor de la Señora. A través de él, el devoto se va perfeccionando.

      La Virgen es el ser en el que reside la perfección de la que carece el devoto que va en su búsqueda y también es el medio, el camino para encontrarla. Es, al mismo tiempo, la curación y la medicina de todos los males del devoto. Mediante el proceso de perfeccionamiento seguido por el devoto, éste pasa de ser un villano a convertirse en un perfecto devoto, después de superar diferentes etapas. Coincidiendo con los primeros versos de cada milagro, Berceo nos presenta a un devoto con carencias, dominado por uno o varios vicios y faltas. Es el pobre, el enfermo, el loco, el ignorante, el pecador... el villano, en definitiva. Es un ser imperfecto que necesita mejorar. Como villano que es desconoce las cualidades y virtudes corteses: la mezura, la humildad, la obediencia, la fidelidad, la lealtad, etc. Mientras está en villanía el devoto se encuentra en el camino de la imperfección que si no se decide a abandonar puede conducirlo a la muerte, a villanía ( el infierno), donde permanecerá para siempre.

      La aparición de la Señora marca el punto de partida de la perfección. Ante su presencia, el devoto villano toma conciencia de su situación. Al descubrir a su Señora y percatarse de las cualidades y virtudes que ésta posee, se da cuenta que él carece de ellas.

      El devoto villano tiene que decidirse y dar el primer paso: dejar el camino de la imperfección por el de la perfección. Yendo en busca de su Señora inicia tímidamente, sin haber abandonado del todo sus vicios de villano, su proceso de perfeccionamiento. Esto significa una primera mejoría que, de momento, no se manifiesta como muy clara. El devoto aún conserva parte de los vicios y faltas de su antigua condición. Su perfeccionamiento hay que entenderlo como un proceso progresivo.

      Con la intervención de la Señora comienza el auténtico perfeccionamiento. Hasta que este no llega, el devoto sigue un proceso de perfección no oficial, en el que solo interviene él y la Señora se mantiene al margen. A partir de este momento, la Señora participa en el proceso de perfeccionamiento. Este se somete a unos preceptos, a la moral que impera en el dominio. Pasa de una vida en desorden a una vida reglada. Ahora el devoto ya sabe a qué atenerse, sabe lo que está bien y lo que esta mal. Es consciente del servicio que tiene que prestar a su Señora: un servicio constante y serio que le va a llevar por el verdadero camino de perfección. El proceso no resulta ser nada fácil y sólo se consigue progresar a base de esfuerzo. Surgen las dificultades ante las que el devoto debe crecerse. Esa es la única manera de avanzar. Debe asumir y aguantar asimismo los dolores, ya que éstos contribuyen a su mejoría. La Señora, por su parte, es muy exigente y no cura sin más al devoto. Alarga el proceso para que éste tenga más tiempo para aumentar sus cualidades y virtudes.

       Con el servicio amoroso, tras los sufrimientos y esfuerzos y tras la espera llega, por fin, la mejoría. Es la culminación del proceso de perfeccionamiento. Es el momento del devoto mejorado, del devoto perfeccionado que Berceo suele hacer coincidir con el final de cada milagro. El enfermo ha conseguido la curación, el ignorante la sabiduría, el pecador la absolución de sus pecados; en definitiva, el devoto imperfecto ha alcanzado perfección. El devoto ahora ya goza de las cualidades corteses de las que antes carecía. Está mucho más próximo a su modelo (la Señora). Es humilde y obediente a todo lo que ésta le ordena. Y, sobre todo, ve aumentado pretz y valor. Son mayores sus virtudes y cualidades y la estimación y consideración que de ellos hacen los demás.

      En el amor cortés no se habla de la perfección absoluta, de la que va más allá de lo puramente terrenal, a no ser que se haga una interpretación espiritualista de la concepción amorosa cortés. En Berceo, sin embargo, el proceso de perfeccionamiento no acaba realmente hasta que el devoto puede, por fin, estar con su Señora; cuando es uno más del dominio. Entonces, el devoto consigue la perfección absoluta, la eterna. Se convierte en el perfecto devoto. El pobre alcanza la riqueza esperada, el enfermo la curación, el ignorante la sabiduría y el pecador la curación de sus penas en su grado máximo y para siempre, eternamente. En este último estadio es en el que el devoto adquiere todas las cualidades y virtudes corteses en su grado sumo. Es perpetuamente humilde, obediente, mesurado, fiel, leal, etc. No existe la posibilidad que no lo sea 0 que cometa un fallo. Ahora, su comportamiento es modélico como el de su Señora.

      Gonzalo de Berceo no es el único poeta piadoso que se sirve del esquema amoroso cortés para cantar a la Virgen. Ni en Le Gracial y mucho menos en la Deuxieme collection anglo-normande está presente el esquema amoroso cortés articulando la relación Virgen/devoto, al menos con la misma importancia que en Berceo y Gautier de Coinci. Muy de vez en cuando aparece en estas colecciones en anglonormando algún elemento cortés; pero usado aisladamente y con muy escasa frecuencia. Sin corresponder a un esquema que afecte a todo el conjunto de la obra, como ocurre en Berceo y en mayor medida en Gautier de Coinci.

      El grado de presencia de lo cortés es mucho mayor en Gautier de Coinci que en Gonzalo de Berceo. El poeta francés, sobre todo, en el planteamiento de la relación Virgen/devoto toca temas que no aparecen en el español y de otros hace un tratamiento más profundo. Las diferencias entre ambos aparecen desde los comienzos de la relación amorosa. En Gautier de Coinci está presente la elección de la dama, lo que no ocurre en Berceo. Aquel deja bien claro que él ha elegido a María y que ha rechazado a las demás damas mundanas. Berceo ni tan siquiera cuestiona la posibilidad de cantar a otra dama que no sea la Virgen que, en ocasiones, opone a la mujer mundana.

      En Gautier de Coinci es importante el papel desempeñado por el corazón del devoto en el proceso amoroso. Aspecto.que apenas aparece en Berceo. El amor que el poeta francés siente por su Dama se concentra en su corazón. En él nota su presencia y en él se manifiesta. Además, es el corazón el que inicia el proceso amoroso y participa activamente en su desarrollo. Es, sobre todo, el que, abandonando el cuerpo del amante, se desplaza en busca de la amada. Pero aquí Gautier sustituye el corazón por el alma. Es ésta la que tratará de buscar a su Dama. La que, al final reposará con la Dama en su dominio. Gautier de Coinci es mucho más explícito que Berceo a la hora de expresar el carácter dulce del dolor , a través del que se puede alcanzar la recompensa final. En la relación, además, está más presente el contacto físico en Gautier que en el poeta riojano, en el que éste sólo aparecía de forma esporádica. Entendido ese contacto como manifestación de la proximidad entre el devoto y la Virgen y no como un elemento puramente erótico, sensual. La unión carnal sirve al poeta francés para manifestar la unión del devoto con la Virgen. En todos los autores piadosos, pensemos en San Juan de la Cruz, la unión mística es siempre expresada en términos amorosos y eróticos.

      Pero donde más se distancia Gautier de Berceo es en el planteamiento de la recompensa final. Para Berceo el objetivo final del devoto es el de poder estar junto a su Dama en su dominio. Berceo no da más explicaciones. Según Gautier , a los devotos que han servido fielmente a su Dama, les espera: el lecho, habitación y casa. Da muchos más detalles que Berceo. Entre todos, el elemento más importante es el lecho que todo devoto, que sirve leal y fielmente a su Dama, tiene dispuesto y preparado en el cielo. Se trata de un lecho celestial, en la que el alma del devoto se encontrará con su Señora. En ella tiene lugar el abrazo entre el devoto (su alma) y la Virgen. Elemento que no aparece en Berceo, tal vez por su propio puritanismo o por el que sospecha existe en su público. Gautier de Coinci llega mucho más lejos en el proceso amoroso cortés.

      Hay otro aspecto importante dentro de las diferencias entre ambos autores. Al cantar a su Dama, Gautier de Coinci, a diferencia de Berceo, deja bien claro que lo que él hace es "un nuevo canto", tratando de diferenciar sus composiciones de las de los trovadores profanos. También enfrenta y opone a su Dama con las damas mundanas (Dama/dama). Una representando el falso amor y la otra el amor verdadero (el amor cortés). Gautier de Coinci, aun sirviéndose del amor cortés en mayor medida que Berceo, al igual que éste se enfrenta a él. Sobre todo, en lo que tiene de profano.

      En términos generales podemos decir que Gautier de Coinci aplica directamente el esquema amoroso cortés a la relación Virgen/devoto y lo hace ajustándose mucho más a la concepción amorosa de los trovadores que Berceo. La sigue sin reparos, incluso en circunstancias, en principio, ajenas a su registro piadoso. Nos referimos, por ejemplo, al momento de la recompensa final. El poeta francés aprovecha mucho más y saca más jugo del esquema amoroso cortés que el español.

      Para cuando escribe Berceo, lo cortés está ya sedimentado en la literatura mariana. Tal vez, por eso, ha perdido la frescura que tenía cuando escribe Gautier.
      A modo de conclusión final podemos decir que Gonzalo de Berceo, siguiendo la moda de autores franceses como Gautier de Coinci y afectado por el éxito y difusión de la lírica trovadoresca, se sirve del amor cortés para cantar a la Virgen. Utiliza lo cortés acomodándolo, en todo momento, a su registro piadoso. Hace una libre trasposición, una libre adaptación, aprovechando todo lo que se ajusta a su registro piadoso, y rechazando el resto. Todo ello con el único propósito de incrementar el número de devotos de la Virgen y de comprometerlos en un proceso de mejora y perfeccionamiento.

 


 

                              INDICE DE LA OBRA

GONZALO DE BERCEO Y LAS LITERATURAS TRANSPIRENAICAS. 
LECTURA CORTÉS DE SU OBRA MARIANA 

 

    Introducción

    Berceo: poeta en contacto con Europa (1ª parte)

- Gonzalo de Berceo (vida, obra y formación) (cap. 1)

- San millán y las corrientes culturales europeas. (cap. 2)

- Berceo y las literaturas transpirenaicas (cap. 3)

    Lectura cortés de la obra mariana de Gonzalo de Berceo (2ª parte)

- El amor cortés (cap. 1)

- El universo cortés berceano (cap. 2)

- La relación Virgen/devoto (cap. 3)

- El sentimiento amoroso (cap. 4)

- El camino amoroso como camino de perfección (cap. 5)

- Lo cortés en Berceo y en los poetas franceses. (cap. 6)

    Conclusiones

    Bibliografía

 

 


MIGUEL IBÁÑEZ RODRÍGUEZ

GONZALO DE BERCEO Y LAS LITERATURAS TRANSPIRENAICAS. 
LECTURA CORTÉS DE SU OBRA MARIANA 

Logroño 1995
Gobierno de La Rioja

 

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