Detalle del folio 92 del Beato  de San Millán de la Real Academia de la Historia.  

 

    ISIDORO, el santo y sabio obispo sevillano, tan imbuido de la saludable savia del antiguo realismo metafísico, advierte en la captación de la vis significativa de las palabras el conocimiento simultáneo de las cosas mismas nombradas. De ahí su interés prioritario por enriquecer el saber habitual de sus discípulos y lectores más o menos doctos con una oferta desbordante de sinónimos léxicos; de ahí su entrega entusiasta al estudio  y a la enseñanza de las diferencias entre las palabras y entre las cosas; y de ahí, en fín, su aplicación singular a la búsqueda del origo o procedencia de las voces, y sobre todo, a la interpretación  o justificación de la impositio nominum... [...]

(Del prólogo de Claudio García Turza, Director del Área de Investigación Filológica de la Fundación San Millán de la Cogolla)

Biblioteca Gonzalo de Berceo

 

 

 

      El contenido del presente estudio recopila algunos pasajes de la obra de ISABEL VELÁZQUEZ, LATINE DICITUR, VULGO VOCANT. ASPECTOS DE LA LENGUA ESCRITA Y HABLADA EN LAS OBRAS GRAMATICALES DE ISIDORO DE SEVILLA, editado por la Fundacion San Millán de la Cogolla, de La Rioja.

      Acompañamos a los textos el índice de la obra, que nos permitirá conocer sucintamente el planteamiento general de este interesante y completo análisis sobre algunos aspectos de la obra isidoriana.

          -   ISIDORO, SUS LECTORES Y LOS HABLANTES

          -   ETYMOLOGIAE SIVE ORIGINES

          -   ÍNDICE

 

 

 

 

 

4.3. ISIDORO, SUS LECTORES Y LOS HABLANTES

 

Banniard (1992,181-251) ha dedicado unas hermosas páginas de su conocido y ya citado libro, Viva voce, a Isidoro de Sevilla, en un capítulo titulado "Isidore de Séville et la recherche d'un équilibre stylistique". En él plantea, desde diversas perspectivas, quiénes pudieron ser los lectores de Isidoro de Sevilla, para quiénes escribía o en quiénes pensaba cuando componía sus obras. Si, además de los letrados que pudieran leerlas, había un público que podía escucharlas y qué lengua hablaban o en qué medida comprendían esa lengua. De esta forma pretende llegar a un conocimiento mayor del estado de la lengua que se hablaba en la Hispania visigoda del s. VII.

Entran, pues, de lleno las consideraciones realizadas por este autor en las que en este trabajo estamos planteando. Desde mi punto de vista el análisis llevado a cabo es cuidadoso y penetrante en muchos aspectos, prestando atención a algunos pasajes de obras isidorianas que nos ponen en contacto casi directo con ese público al que presuntamente se pudo dirigir Isidoro y, por extensión, nos permiten aproximamos a quiénes eran las gentes que habitaban en aquella época Hispania y cómo se comunicaban entre sí.

Ya anticipé en la Introducción que esta línea de trabajo me parece sumamente acertada y que creo, con Banniard, que en la época de Isidoro, la lengua viva de comunicación es aún la latina, aunque en un estadio evolucionado notablemente, y creo también que, en cierta medida, las obras de nuestro autor, en especial las Etimologías, a través del estudio léxico, pueden permitimos acercamos a esa lengua hablada y no sólo a la norma lingüística heredada y basada en testimonios antiguos o a una lengua escrita culta de ese momento. En cualquier caso, esta lengua escrita culta del siglo VII no es una lengua diferente de la de uso común, no es que la gente culta hable latín y los iletrados protorromance, sino que se trata de diferentes niveles lingüísticos diastráticos dentro de la misma lengua, la latina, desde los niveles más elevados, representados por los escritores como Isidoro, hasta los más bajos de los iletrados.

En un punto intermedio entre la lengua escrita y la lengua hablada -a la que no tenemos acceso directo-, se halla el testimonio de las pizarras escritas en esta época. Éste resulta decisivo para ver cuál es el nivel de conocimiento y uso de la lengua y su transcripción escrita en una población de ámbito rural, letrada y, en algunos casos, con un conocimiento de textos documentales, de tipo jurídico, y bíblico y litúrgico. Además de la citada pizarra de El Barrado (Plasencia, Cáceres) que citaba en la nota 75 de la Introducción y que, como dije, considero un documento de excepcional valor para una aproximación al conocimiento de la lengua hablada del momento, otros textos también resultan fundamentales para esta aproximación. Me refiero a todos aquellos que contienen documentos de venta, condiciones de juramentos en juicios, placita o acuerdos de diverso tipo, listas de ajuares y productos agrícolas, listas de pagos de trigo, salmos, y en general, todos aquellos que, a pesar de su estado fragmentario, contienen suficiente texto como para ofrecer datos linguísticos fiables. En ellos se pueden observar algunos aspectos de la evolución del vocalismo y consonantismo, así como la paulatina pérdida de la flexión nominal y el uso habitual del acusativo, que tiende a una repartición de dos formas, en singular y plural, al margen del mantenimiento del nominativo, éste en oposición clara con el resto de los casos; pueden observarse igualmente alteraciones en el sistema morfológico verbal y en el uso de perífrasis de obligación nuevas, en algún caso, casi ya con valor de futuro. El uso poco sistematizado de elementos pronominales, reflejo de la situación a la que éstos se verán abocados en su paso a las lenguas romances; construcciones sintácticas simples, relajadas, y mezcla de valores de las tradicionales conjunciones de subordinación; uso de la pasiva analítica con extensión también en ella de la forma de acusativo (plural) en la forma participial. Incluso nuevos términos léxicos o diferente valor de los antiguos. En suma, un panorama no diferente al de la evolución de la lengua latina en otras áreas de lo que fuera el antiguo Imperio romano, donde ésta estaba establecida, pero que demuestra que esa lengua era aún el instrumento de comunicación entre los hablantes de un mismo lugar y época223

    Ya hemos tenido ocasión de ver y comentar algunos de los ,lanteamientos de los que parte Banniard Fn su citado estudio224 y de cómo a través de los textos de Isidoro se puede poner a la población lectora, culta o semiculta, en relación con la gran masa de público analfabeto y de si la comunicación entre ellos se desarrollaba en lengua latina y cuál era el grado de comprensión de la lengua escrita, de un lado, y de la lengua culta hablada de otro. En efecto, Isidoro presenta referencias suficientes en sus obras hacia ese público no letrado, perteneciente o no al ámbito eclesiástico.

Además de las referencias concretas al uulgus y a los rustici, que veremos a continuación, hay ciertas menciones, entre las citadas por Banniard que resultan pertinentes en relación con la atención que Isidoro presta hacia estos colectivos de hablantes, mencionados en ocasiones como imperiti, plebs, rudes, populus, en general acompañadas de alusiones al tipo de sermo del que debe servirse para llegar a ellos o hacerse entender. Recordemos el ya citado prefacio de la Regula monachorum, en el que dice que va a expresarse en un plebeio uel rustico sermone225• Esta y otras referencias, como las aducidas de los Synonyma, reflejan el esfuerzo de adaptación de Isidoro ante sus lectores e, indirectamente, ante el resto de la población. Es consciente de que en el uso de la lengua existen diferentes niveles entre los hablantes y trata de adaptarse a ellos -era uno de los elogios que le hacía Braulio en su Renotatio-, incluso llega a formularlo de manera explícita, aunque sea de forma teórica y basándose en fuentes anteriores. 

Hay un pasaje de las Etimologías, orientativo de esta marcada conciencia de la necesidad de adaptación al público lector u oyente226. Hace referencia a las homilías como discurso que se pronuncia en público y que, consecuentemente, será más ligero o menos profundo que aquellos que se ponen por escrito. El pasaje es a propósito de los "géneros de las obras" (De generibus opuscolorum) en los que distingue tres tipos227:

Etym. 6.8.1-2, 1. Opuscolorum genera esse tria. Primum genus excerpta sunt, quae Graece scholia nuncupantur; in quihus ea quae uidentur obscura uel difficilia summatim ac breuiter praestringuntur. 2. Secundum genus homiliae sunt, quas Latini uerbum appellant, quae proferuntur in populis. Tertium tomi, quos nos libros uel uolumina nuncupamus. Homiliae autem ad uulgus loquuntur, tomi uero, id est libri, maiores sunt disputationes.

"Los géneros de las obras son tres. El primero son los excerpta (apostillas), que en griego se llaman scholla (escolios; en los que se extractan de forma sumaria y breve las cuestiones que parecen oscuras o difíciles. 2. El segundo son las homilías, que los latinos llaman 'uerbum' (discurso), las cuales se pronuncian en público. El tercero los tomi (tomos), que nosotros llamamos libros o volúmenes. Las homilías se dirigen a la gente, los tomos, en cambio, esto es, los libros, constituyen disertaciones más profundas"228.

 

Pero son, sobre todo, aquellos pasajes que veíamos a propósito de los Synonyma, y también de las Sententiae129, los que ponen de manifiesto esa preocupación constante y doble, la correcta formación y preparación del clero y los predicadores, a través del studium y muy especialmente del mejor de los instrumentos posibles para ello, la lectura de las Sagradas Escrituras, y la adaptación de estos lectores formados ante el gran público al que han de instruir en el mensaje divino y en la forma de vida.

Cabe pensar, incluso, que estas preocupaciones230 y ocupaciones de Isidoro sean las que hayan inspirado directamente la redacción de los cánones 24 y 25 del IV Concilio de Toledo, celebrado en el a. 633 y presidido por él, en los que se dispone que los obispos tengan la obligación de crear escuelas en sus sedes episcopales, así como la advertencia de que hay que evitar la ignorancia y de que los sacerdotes conozcan las escrituras y los cánones. Ambos textos son suficientemente significativos y elocuentes 231:

Conc. IV Toledo, c. 24 ... constituendum oportuit ut si qui in clero puberes aut adulescentes exsistunt, omnes in uno conclaui atrii commoretur, ut lubricae aetatis annos non in luxuria sed in disciplinis ecclesiasticis agant deputati probatissimo seniori quem et magistrum doctrinae et testem uitae habeant. Quod si aliqui ex his pupilli exsistunt, sacerdotali tutela foueantur ut et uita eorum a criminibus intacta sit et res ab iniuria improborum. Qui autem his praeceptis resultauerint, monasteriis deputentur ut uagantes animi et superbi seueriori regula distringantur.

"Es oportuno establecer que, cuando haya entre los clérigos muchachos o adolescentes, residan todos en un solo edificio dentro del recinto eclesiástico, a fin de que pasen los años de esta edad tan inclinada a las pasiones no en ocasiones de vicio, sino en la posibilidad de formarse en los saberes eclesiásticos, confiados a un varón de costumbres bien probadas, al que tengan por maestro de su formación y ejemplo de moralidad. Y si hay entre ellos huérfanos, sean cuidados por una especial tutela del obispo, a fin de que su vida se vea libre de asechanzas y su hacienda de menoscabo por parte de gentes malvadas. Quienes se opusiesen a estas disposiciones, sean recluidos en monasterios, para que sus espíritus inconstantes e insumisas se sometan a la represión de una disciplina más severa".

Conc. IV Toledo, C. 25 Ignorantia mater cunctorum errorum maxime in sacerdotibus Dei uitanda est, qui docendi officium in populis susceperunt ... 232 Sciant igitur sacerdotes scripturas sanctas et canones ut omne opus eorum in praedicatione et doctrina consistat atque aedificent cunctos tam fidei scientia quam operum disciplina.

"La ignorancia es madre de todos los errores; hay que evitarla singularísimamente entre los obispos de Dios, que recibieron la misión de enseñar al pueblo ... Conozcan, pues, los sacerdotes las escrituras santas y los cánones, para que toda su acción consista en la predicación y en la enseñanza, y para que edifiquen a todos los fieles tanto por su conocimiento profundo de la fe como por la corrección ejemplar de sus obras".

Incluso el canon siguiente sigue en la misma línea, pero ahora transfiriendo la necesidad de formación al clero responsable de las parrochiae rurales, quienes deben tener sus libros de ritos, para poder realizar los oficicios de forma correcta, sin equivocar las fórmulas233:

Conc. IV Toledo, C. 26 Quando presbyteres in parrociis ordinantur, libellum officiale a sacerdote suo accipiant ut ad ecclesias sibi deputatas instructi succedant, ne per ignorantiam etiam in ipsis diuinis sacramentis offendant, ita ut quando ad letanias uel ad concilium uenerint, rationem episcopo suo reddant qualiter susceptum officium celebrant uel baptizant.

"Cuando sean ordenados presbíteros en las parroquias234, reciban de su obispo el libro de oficios para que acudan instruidos a las iglesias que les han sido encomendadas, a fin de que no se equivoquen en los oficios divinos mismos a causa de la ignorancia, de manera que cuando vengan con motivo de las letanías o a un concilio, den cuenta a su obispo de cómo celebran el oficio encomendado o bautizan".

 

4.3.1. Nostrum eloquium (De eccl. offic. 1.2.7)

Estamos, pues, ante una lengua de comunicación única que es la latina, sobre la que algunas personas como Isidoro tienen clara conciencia de cuál es la normativa correcta y cómo deberían expresarse los hablantes: de forma sencilla y clara, pero correcta -al margen de quienes sean capaces de expresarse elocuentemente, con un nivel más culto y elevado, y escribir, como él, obras de todo tipo, leer a los antiguos, etc.235_, e Isidoro tiene asimismo conciencia de su obligación como obispo y de su compromiso personal de dotar de instrumentos a sus lectores para restaurar y conservar la cultura antigua a un nivel elemental, si se quiere, pero vital de la lengua236

Y esta lengua es la que denomina en alguna ocasión nostrum eloquium, como en De eccl. offic. 1.12.7 Nam latinorum interpretum qui de graeco sermone in nostrum eloquium transtulerunt infinitus numerus ("Pues hay un número infinito de traductores latinos que de la lengua griega tradujeron a nuestra idioma") o en De orig. Goth 1.2 (= Hist. Goth.) Interpretatio autem nominis eorum (se. Gothorum) in linguam nostram tecti, quo significatur fortitudo ("La traducción del nombre de éstos (los godos) en nuestra lengua es 'techo', con el que se quiere expresar fortaleza"). Estos textos y otras referencias similares indican claramente que la lengua común para los hablantes de Hispania del s. VII es la latina. Las equivalencias establecidas por Banniard 0992, 208, nota 16) entre nostra lingua = nostrum eloquium = romanum eloquium = latina lingua = lingua quae nos loquimur, lo demuestran.

Es la lengua que se habla, por parte de todos, ya que, como señala en Etym. 9.1.10, "cualquier hombre es capaz de aprender cualquier lengua, ya sea la griega, la latina o la de los demás pueblos o bien escuchándola o bien leyéndola a partir de la enseñanza de un maestro; sin embargo no hay nadie tan obtuso que no sea capaz de conocer la lengua de su pueblo si vive en él". Debía de existir lógicamente una cierta tensión linguística (Banniard 1992, 245) Y en muchos momentos se observa esa necesidad de que los clérigos se sirvan de una lingua o sermo simplex, aunque correcto, que se aleja de la lingua mixta -la que se ha dejado corromper por elementos populares de la evolución, considerados negativamente (uulgares, aquí en el sentido restrictivo de incorrectos), como errores, impropiedades y usos abusivos-. Para prevenirlos, Isidoro explica qué barbarismos y solecismos se deben evitar237. Muy probablemente su recomendación -ya citada- de latine et pespiece loqui238  y sus recomendaciones sobre la elegancia latina se dirigen fundamentalmente a los locutores cultos, para que cultiven la elocuencia (pagana y cristiana) con sobriedad, sin caer caer en excesos retóricos, en un sermo scholasticus. Pero estos criterios serán asimismo válidos para la comunicación oral entre los predicadores y el resto del pueblo.

Sobre esta cuestión resulta obligado recordar el conocido pasaje de Isidoro donde habla de los tipos de lengua:

Etym. 9.1.6-7: 6. Latinas autem linguas quattuor esse quidam dixerunt, id est Priscam, Latinam, Romanam, Mixtam. Prisca est quam uetustissimi ltaliae sub lano et Saturno sunt usi, incondita, ut se habent carmina Saliorum. Latina, quam sub Latino et regibus Tusci et ceteri in Latio sunt locuti, ex qua fuerunt duodecim tabulae scriptae. 7. Romana, quae post reges exactos a populo Romano coepta est, qua Naeuius, Plautus, Ennius, Vergilius poetae, et ex oratoribus Gracchus et Cato et Cicero uel ceteri effuderunt. Mixta, quae post imperium latius promotum simul cum moribus et hominibus in Romanam ciuitatem inrupit, integritatem uerbi per soloecismos et barbarismos corrumpens.

"Algunos han afirmado que hay cuatro lenguas latinas, es decir, Arcaica, Latina, Romana, Mixta. La Arcaica es la que utilizaron los antiquísimos habitantes de Italia, bajo Jano y Saturno, de origen desconocido, como la conservan los Cantos de los Salios. La Latina es la que se habló en el Lacio bajo el reino de Latino y los reyes etruscos y otros, en la que fueron redactadas las Doce Tablas. 7. La Romana, la que, una vez expulsados los reyes, comenzó a usar el pueblo romano, en la que se expresaron los poetas Nevio, Plauto, Ennio, Virgilio y los oradores Graco, Catón Cicerón y otros. Mixta, la que, después de haber alcanzado el Imperio su mayor extensión, irrumpió en la ciudad de Roma junto con costumbres y hombres, corrompiendo la pureza del idioma con solecismos y barbarismos".

En este pasaje Isidoro da cuenta de la evolución diacrónica de la lengua239; la lingua mixta no es una lengua vulgar en contraposición con la clásica o una variante diferente de su época, sino la lengua común de su época (Wright 1989, 146-147), la que él habla también, sólo que él sí es consciente de la evolución de la misma, en su calidad de lector de textos clásicos con los que puede comparar cómo se ha ido produciendo esta evolución. Y es lógico, y es cierto, que atribuya la corrupción de la lengua a barbarismos o solecismos, es decir, a aquellos elementos que van alterando lo que podría considerarse normativa paradigmática observable en los textos. De acuerdo con Herman 1999, 31-39), la visión de Isidoro es negativa, parece reconocer una lengua "vulgar", pero creo que en sentido restrictivo, es decir, aquellos elementos o usos que él considera incorrectos y que constituyen los componentes de esa corrupción, pero eso no quiere decir que la lengua que se habla sea vista negativamente en su conjunto y distinta a la que él conoce con una competencia mayor que la inmensa mayoría de sus coetáneos. Por otra parte, el argumento de que esta lengua es "mixta" como consecuencia de la gran extensión del Imperio romano, no sólo es cierto, sino que está razonablemente usado por Isidoro, sin mayores precisiones, pero echando mano del sentido común: al ser hablada por otros pueblos que traen otras costumbres es lógico que aparezcan barbarismos y otras modificaciones.

Estos "barbarismos" se introducen en latín por efecto del superestrato linguístico de otros pueblos que a lo largo de los siglos han ido entrando en contacto con el Imperio romano y se han ido instalando dentro de sus confines240, produciéndose un fenómeno de aculturación y progresiva "romanización" que les lleva a adoptar costumbres, formas de pensamiento y la propia lengua latina. Para lo que aquí nos afecta, es claro que los godos, tras su asentamiento en el regnum de Tolosa, cuando entran definitivamente en Hispania en el 507, después de la batalla de Vouillé (Vogladum) del 506, y establecen en ella su regnum ya hablan seguramente latín, y adoptan esa lengua para la administración y la política y para su comunicación con el conjunto de la población hispanorromana. Aquellos de los godos que se instruyen y educan lo hacen en las escuelas, en las únicas que entonces debían existir, regidas por eclesiásticos -ya sean escuelas episcopales, monásticas o parroquiales- y donde no sólo se habla sino que se enseña en latín241 . La lenta y secular ampliación demográfica del uso de la lengua latina indudablemente fue una de las causas que coadyuvaron a la evolución de la lengua misma. De hecho, la evolución imparable, y en muchos aspectos la corrupción, de la lengua es algo ya percibido por los autores, gramáticos y profesores desde épocas muy anteriores y contra la que luchan las elites cultivadas (Banniard 1992, 242). Eso explica la proliferación de obras normativas y gramáticas del Bajo Imperio, incluso las reacciones cultas -y hasta hipercultas- de ciertos momentos del siglo IV, donde se dio un auténtico renacimiento literario, especialmente en algunas épocas y circunstancias como en el entorno del emperador Teodosio 242 .

Sin duda Isidoro es consciente de la evolución de la lengua en épocas anteriores y, sobre todo, en su propia época, pero distingue claramente lo que es correcto -latine dicitur- de lo que es corruptus, y es consciente de que la lengua que habla el vulgo, el común de la gente -uulgo dicitur-, no tiene por qué ser incorrecta -ya diferencia él claramente lo que es incorrecto usando expresiones como corrupte, imprudenter o abusiue243_, sino que es simplemente el sermo plebeius o rusticus, humilis que él tratará de mantener en los límites de la correción gramatical y de la claridad: latine et pespique loqui.

 

4.3.2. Qui uulgo dicitur (Biville 1995, 193-205)

Biville (995) ha realizado un profundo y acertado análisis del alcance del término uulgus cuando aparece en los textos y tipificado los vulgarismos que pueden presentarse. De acuerdo con él, esta expresión se encuentra en todas las épocas de la latinidad, con mayor abundancia en obras técnicas y especializadas, aunque eso no significa que no aparezcan en textos literarios244 .  Aunque a veces puede tener connotaciones peyorativas, lo cierto es que expresiones del tipo uulgo dicitur sirven para presentar un término que se usa por el común de los hablantes, como alternante o sustituto de otro considerado normativo.

Por otra parte, uulgus forma parte de un conjunto de vocablos de orden metalingtiístico que denota testimonios concretos con respecto al tipo de lengua en el que se está escribiendo el texto o a la cronología, así términos como rustici, ueteres, graeci, o grupos del tipo grammatici, stoici, o profesionales como nautae, etc., algunos de los cuales ya los hemos visto en las Differentiae245 .  Como indica Biville 1995, 195) uulgus supone una diversidad con respecto al estado de lengua que sirve de modelo, oponiéndose en los textos muchas veces a recte, proprie o latine, que caracterizan dicho estado. De hecho, en ocasiones, la desviación a esta norma se ve sancionada en el texto, como se ha advertido líneas antes, con expresiones del tipo corrupte, abusiue. Sin embargo, en muchas ocasiones los autores constatan que lo que ha sucedido es que ese término uulgaris se ha impuesto como el usual, frente a otros más obsoletos o ya caídos totalmente en desuso, de manera que algo que inicialmente pudo surgir como elemento de desviación se va convirtiendo por su frecuente uso en normativo, pues se termina aceptando (Biville 1995, 196).

Además uulgus no indica una separación neta entre dos códigos distintos de hablantes, de cultos frente a quienes no lo son, ya que los primeros pueden servirse perfectamente de esos términos que se consideran ' vulgares', según las circunstancias que estimen oportunas.

Y ésta es la situación que encontramos en las Etimologías, cuando Isidoro recurre a expresiones del tipo uulgo dicitur. Algunas de ellas desaparecen después con la evolución de la lengua y no encuentran pervivencia en las lenguas romances; otras, en cambio, sí continúan vigentes y han sustituido al término 'culto' o, mejor, normativo, o han terminado por evolucionar paralelamente con otros usos o significados.

Biville (loc. cit.) apunta la necesidad de estudiar cada término individualmente, ya que los 'vulgarismos' pueden ser de muy diversos tipos y tener una vigencia distinta también246.

El término uulgus o (sermo) uulgaris es polisémico y debe ser analizado en cada ocurrencia y puesto en relación con otros con los que puede concurrir, como sermo plebeius, rusticus, communis, etc. A través de los textos es posible ver si son sinónimos en algunas ocasiones o tienen valores diferentes. En relación con Isidoro, ya se han puesto de manifiesto las dificultades que entraña su análisis. Como es sabido, fue Sofer (930) quien hizo el principal estudio sobre vulgarismos y romanismos en Isidoro. Sin embargo, como han estudiado Wright (989) y Maltby (999), no todos los vulgarismos son propiamente isidorianos. Hay que tener en cuenta que Isidoro toma sus datos de fuentes anteriores y en ellas puede aparecer ya la referencia al uso de uulgus, de modo que es difícil a priori saber si esta situación sigue dándose en época de nuestro autor o no; sería el caso del ya citado término acnua, como denominación usada en la Bética (en este caso son rustici los que así la denominan) para el actus (medida de superficie), tomado de Columela 2.1.5247

Por otra parte, como veremos en la segunda parte de este estudio, algunos términos considerados "isidorianos" por Sofer no lo son, ya que están documentados con anterioridad a Isidoro, de manera que, al margen de la fuente conocida o no, de donde haya podido tomar los datos o si simplemente lo anota porque es algo conocido y que recuerda248 o de uso en la lengua de su época, lo cierto es que el término no se registra en él por primera vez y, por tanto, su inclusión o no en el léxico latino es anterior.

Ahora bien, tanto en el caso de que sea un término presentado como 'vulgar' en autores anteriores, como que sea él el primero que lo anota, ha de tratar de verse, en cada caso, si es posible averiguar su productividad en la lengua hablada de época de Isidoro. Para ello será fundamental observar si los términos han pervivido o no con posterioridad; dato éste, en mi opinión, incuestionable; pero también habrá que tratar de averiguar si las formas de expresión isidorianas pueden ofrecemos algo en el sentido de la 'actualidad' o contemporaneidad de la información

       Por último, pero no menos importante, en relación con uulgus, Wright (1989, 43) afirma que este término no tiene por qué "poner de manifiesto ningún tipo de contraste entre latín vulgar y cualquier otra lengua contemporánea", sino referirse a "todo el mundo de este lugar y época". De acuerdo básicamente, pero hay que insistir en el "no tiene por qué". Como he comentado en el apartado anterior, en ocasiones Isidoro no califica negativamente esto, incluso, como he dicho en la nota 243, "se rinde a la evidencia" de la existencia y extensión de algo que él considera ' vulgar'. Es cierto que, como veíamos, términos o hechos de lengua en general, que son incorrectos, se extienden tanto que acaban por ser admitidos como correctos -y no sólo en el latín de esta época que nos ocupa, sino en cualquier lengua y en cualquier época-, pero eso no significa que Isidoro no sea consciente de que el uso linguístico que comenta es de origen 'incorrecto', un ' vulgarismo' que ya se ha hecho común. La 'sanción' de un término como algo que se dice corrupte, imprudenter o abusiue, no deja lugar a dudas. Ni tampoco que haya habido mucho de este tipo de incorrecciones en la configuración de la llamada lingua mixta, cuya evolución se ha visto precipitada por solecismos y barbarismos como ya he indicado.

Creo, por tanto, que puede afirmarse que uulgus se refiere al habla común de las gentes de la época249, incluido el propio Isidoro y los intelectuales y gentes cultivadas de su entorno250, pero también parece hacer referencia a niveles concretos de esa lengua, muchas veces cercano al simple coloquialismo y/o al habla propia de los campesinos y del ambiente rural, pero otras de indudable extracción incorrecta o, en ocasiones, de procedencia no propiamente latina, ya que también se alude al uulgus cuando se habla de términos griegos, incluso usados por los hispani, etc., que alternan o sustituyen en la lengua hablada a las palabras consideradas tradicionales, datos todos ellos que Isidoro pone de manifiesto. En suma, uulgus -a pesar de las dificultades que comporta y a pesar de la necesidad de análisis concreto para cada vez que se presenta en el texto-, siempre está aludiendo a la lengua comúnmente hablada, al margen del nivel de corrección o incorrección que se le pueda atribuir en cada caso. Son puntos de vista distintos, pero complementarios y no excluyentes.

Otra de las menciones a grupos de personas que aparece con cierta frecuencia es la de rustici -en un caso hortulani (Etym. 20.15.39)-. Rustici siempre hace referencia a los campesinos, como ya vimos al hablar de la dijf. 37 inter rusticum et rusticanum; además en Etym. 10.239 Rusticus dictus quod rus operetur, id est, terram ("se dice rusticus (campesino) porque trabaja el rus (campo), esto es, la tierra")251. Se trata, por tanto, de un término vinculado al ambiente rural 252 y, en efecto, donde aparece es en contextos relacionados con la agricultura, sobre denominaciones que los rustici dan a plantas, instrumentos de labranza, edificios rurales, etc.253.

En general son escasas las menciones a otro tipo de grupos de hablantes; líneas más arriba he mencionado que en ocasiones, además de referencias a los hablantes antiguos de la lengua, ueteres, o a los hablantes de lengua griega, se habla también de nautae; hay contadas referencias a filósofos y poetas (Magallón 1996, 348-351), así como a grupos humanos de diversos ámbitos geográficos, no sólo griegos; así en alguna ocasión se cita a los Hispani, que, evidentemente, tienen aquí un especial interés, y a los que me referiré en la segunda parte de este trabajo. Hay también alguna mención esporádica, por ejemplo, a la gallica lingua en Etym. 11.1.57 Toles gallica lingua dicuntur, quos uulgo per diminutionem tusillas uocant, quae in faucibus turgescere solent (" Toles (amígdalas) se dice en lengua gálica, a las que la gente llama en diminutivo tusillas, porque suelen hincharse en la garganta"), si bien aquí lo más significativo es la presencia del término tusilla, como denominación popular de las amígdalas, que se documenta por vez primera en este pasaje. Con todo, son informaciones útiles y a veces fundamentales para el conocimiento de la lengua de la época de Isidoro, en este caso en aspectos del léxico. Más importante aún creo que resultan las referencias de Isidoro al conjunto de hablantes en el que él se incluye, reflejadas mediante expresiones del tipo apud nos dicimus, appellamus, etc.; o por medio de adverbios del tipo hodie, nunc, para indicar qué se dice en esa época.

Por otra parte, se hace necesario observar individualmente algunas expresiones del tipo alii dicunt o uulgo dicitur, etc., ya que pueden esconder realidades diferentes. Ya he comentado los valores de uulgus al respecto; en cuanto a fórmulas como alii dicunt, resultan controvertidas porque pueden servir para introducir una nueva fuente de información de la que Isidoro ha tomado sus datos, como ocurría en Differentiae, según se vio254 ; pero, en ocasiones, son referencias muy oportunas a explicaciones que -prestadas o propias- ofrecen información sustantiva de la lengua hablada coetánea.

Algunas de estas referencias podremos verlas a continuación en la segunda parte, pero, en general, todos los datos y el enorme acervo cultural que Isidoro ofrece y maneja en las Etimologías puede servimos para conocer cómo se produjo la recepción del mundo antiguo, pagano y cristiano, a través de esta magna obra, escrita en lengua latina y con la pretensión de ser clara y correcta (perspicue et latine), y, paralelamente, para tratar de tomar el pulso a la lengua viva de comunicación en la que se entendían los hablantes de la sociedad a quienes iba dirigida esta obra, directa o indirectamente.

 

 

NOTAS

223. No hace al caso detallar aquí cuestiones concretas de la lengua de estas 'pizarras', que ya he estudiado en otro lugar, pero sí deseo llamar la atención sobre el valor que esta documentación exclusiva y única tiene para el estudio de la evolución de la lengua latina hacia las lenguas romances. Véase Velázquez 1989, 2000, así como Díaz y Díaz 1986 y Herman 1995. Es una lástima que Banniard (992) no haya tenido conocimiento de la edición y estudio que hice de las pizarras, publicado antes de la aparición de su libro, incluso que hubiera manejado algunos de los textos ya publicados con anterioridad y que ofrecían lecturas fiables (Díaz y Díaz 1960, 1966; Mundó 1971, incluso Gómez Moreno 1954), porque habría establecido el correlato y contrapunto idóneo entre sus apreciaciones sobre la lengua de comunicación usada por Isidoro, y estos textos escritos en época de éste.

224. 1992, 183-251. La formulación de los planteamientos metodológicos, especialmente en pp. 183-185. Véanse las referencias que he hecho a esta obra en la Introducción, en nota 52 y en el texto, en el apartado De Isidoro magistro. Y, sobre todo, en las páginas dedicadas a los Synonyma de Isidoro, especialmente el apartado 3.2 titulado, precisamente, "Comunicación oral". Viua uoce (Banniard 1992).

225. Véase la Introducción y nota 41 de la misma.

 226. Aunque sea en un nivel muy distinto, merece la pena recordar que la adaptación del discurso, en función del tipo de hablante, también es considerada por el autor desde el ámbito de la retórica, al hablar del recurso de la etopeya (Etym. 2.14), cuando señala que será diferente el modo de hablar de un joven o un viejo, de un soldado o el emperador, de un parásito o de un campesino o un filósofo (iam uero adolescentis et senis, et militis et imperatoris, et parasiti et rustici et philosophi diuersa oratio dicenda est). También se expresa de forma distinta el que está alegre del que sufre (aliter enim loquitur gaudio affectus, aliter uulneratus), por tanto, en este tipo de figura literaria se ha de tener muy en cuenta quién habla y a quién se habla, de qué, dónde y en qué circunstancias, qué ha hecho o qué va a hacer o qué puede pasarle si ha obviado estos consejos (in quo genere dictionis illa sunt maxime cogitanda, quis loquatur et apud quem, de quo et ubi et quo tempore: quid egerit, quid acturus sit, aut quid pati possit, si haec consulta neclexerit).

 227. Distinción que procede de Jerónimo en el prefacio de las Homilías de Orígenes sobre Ezequiel, como bien apuntan Oroz Reta - Marcos Casquero 1982, 583, nota 20.

 228. Sobre los géneros literarios de sermones, homilías y tratados en la Hispania tardoantigua y visigoda, véase Tovar Paz 1994, citado también en nota 52 de la Introducción. Con útiles consideraciones sobre aspectos relacionados con la oralidad del género y el público oyente, especialmente pp. 43 a 48. Sobre la problemática del llamado "género homilético" en Isidoro de Sevilla, pp. 202-208.

229. Véase sobre todo el capítulo anterior, en los apartados 3.3 y 3.4 Y notas 147 a 152.

230. Preocupaciones éstas que ya venían siendo advertidas también en épocas

anteriores, así ya en el lejano Concilio II de Toledo del 527, donde se planteaba la cuestión en su canon primero de dotar de centros de enseñanza para la formación del clero. Será años más tarde el obispo de Cartagena, Liciniano, el que dará la voz de alarma en una de sus cartas dirigidas al Papa Gregorio Magno quejándose de que, si sigue la norma pontificia de que no se pueden ordenar presbíteros que no sepan leer y escribir, no va a encontrar a nadie en su diócesis que reúna las condiciones para ser ordenado. Una queja quizá excesiva y agorera. Sobre el ambiente cultural y la educación en la Hispania visigoda, véase Riché 1962, 1979; Fontaine 1972; Díaz y Díaz 1976a y 1982, 70-94; Velázquez 1994a (citados en nota 55 de la Introducción); Codoñer 1983 y 1991, fundamentalmente sobre autores literarios.

231. Utilizo la edición de Martínez Díez - Rodríguez 1992, vol. 5, 214-216. Reproduzco los pasajes de estos dos cánones mencionados por Díaz y Díaz (1982, 76-77), cuya traducción presento en ambos casos.

232. El texto que Díaz y Díaz no reproduce, es también pertinente: Sacerdotes enim legere sancta scriptura admonet, Paulo apostolo dicente ad Timotheum: "Intende lectioni, exhortatíoni, doctrinae; semper permane in his ("En efecto la Sagrada Escritura advierte a los sacerdotes que lean, cuando el apóstol Pablo dice a Timoteo: "Presta atención a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza; permanece siempre en ellas").

 233. Martínez Díez - Rodríguez 1992, vol. 5, 216.

 234. Sobre las parroquias y el ambiente escolar y de formación en ámbitos rurales, véase Sotomayor 1982 y especialmente Ripoll-Velázquez 1999.

 235. Como Juan de Biclaro de quien Isidoro dice (De uir. ill. 31) que aprendió griego y latín, sin que ello signifique que no hablaba latín, sino que se instruyó en los niveles superiores de formación y en la literatura de ambas lenguas, o como, en su conjunto, el elenco de escritores coetáneos o anteriores a Isidoro (y posteriores, naturalmente) de la Hispania visigoda, o personajes de cuya formación e instrucción tenemos noticias a través de las propias fuentes literarias y epigráficas, en especial obispos y personajes de la Iglesia. Nuevamente remito a Díaz y Díaz 1976; Codoñer 1983, 1991; Velázquez 1994a.

 236. Fontaine 1972, 145-202, Banniard 1992, 182. Véase lo dicho en la Introducción.

 237. Como ya se ha indicado, a diferencia de aquellas licentiae que podían permitirse en tanto que tropos y figuras retóricas o literarias.

       238.  Véase líneas más arriba y, sobre todo, Introducción y nota 36 de la misma.

 

       239. Al margen de que haya utilizado fuentes de gramáticas anteriores para escribirlo.

 

      240. Ante la inmensa bibliografía me limito a dar unos títulos monográficos recientes con las principales referencias anteriores: Heather 1996; Heathe (ed.) 1999; Pohl- Reimitz (eds.) 1998; Pohl- Wood - Reimitz (eds.) 2000; Goetz - Jarnut - Pohl (eds.) 2003.

241.  Véase nota 230.

242. Fontaine 1976 y 1980. Sobre el siglo IV en Hispania, recientemente Teja - González Pérez (eds.) 1997; Teja (ed.) 2002.

243. Incluso en ocasiones parece rendirse a la evidencia de estos usos "abusivos" en el léxico, admitiendo cambios o designaciones, que no valora negativamente. Véase, con todo, el siguiente apartado.

 244. Cic. Acad. 1.2; Orat. 1.1.2; 3.9.7 habla del sermo uulgaris o la uulgaris oratio, por ejemplo.

 245. Véase unas líneas más adelante a propósito de las menciones a grupos de hablantes hechas por Isidoro.

246. Establece una clasificación que sintetizo a continuación: 1) Vulgarismos de formulación: Se dan como vulgares los juicios y opiniones, testimonios del pensamiento vulgar (Etym. 10.264 Tutor, qui pupillum tuetur, hoc est intuetur; de qua in consuetudine uulgari dicitur: 'Quid me mones? Et tutorem et paedagogum olim obrui' ("Tutor, el que tutela a un discípulo, es decir, lo tiene bajo su protección, sobre el cual se tiene por costumbre decir comúnmente: ¿Por qué me das consejos? Hace tiempo que enterré a mi tutor y maestro"). A la opinio uulgaris se opone la subtilitas de los intelectuales. 2) Vulgarismos de significante, formados por derivación; se trata de términos que acrecientan el volumen fónico mediante sufijación, sin que haya una modificación de significado, como capitulare, sustituyendo a capitulum (Etym. 19.31.3) o cognomentum a cognomen (Etym. 1.7.2). 3) Vulgarismos fónicos. Las variantes vulgares suelen darse como resultado de una falta de conocimiento o de atención sobre la pronunciación; suele ser sancionada por corrupte (Etym. 17.7.54 Rhododendron, quod corrupte uulgo lorandrum uocatur, Etym. 13.11.10 Corus (el cierzo) ... Hic antea Caurus dictus, quem plerique Argesten dicunt, non ut inprudens uulgus Agrestem). Es evidente que este tipo de vulgarismos recogidos por los autores tienen una notable extensión entre la población hablada como para ser recogidos por los lexicógrafos, y no se trata de alteraciones puntuales o particulares. 4) Vulgarismos de significado. Se trata de variaciones en el significado de los términos que se consideran corrupte o abusivos, no como un enriquecimiento en la ampliación de significados o acepciones de un vocablo, sino como empobrecimiento o reducción. Hay una impropiedad semántica y una falta de adecuación al significante y referente (uulgo frente a proprie y uulgo = indecorum).

 247. Véase la Introducción y nota 62 de la misma.

 248. Véase lo dicho sobre los métodos de trabajo isidorianos en las Etimologías al inicio de este capítulo 4 y nota 156.

249. Véanse las consideraciones de Magallón 1996, 343-348, con quien estoy de acuerdo básicamente, aunque sobre la equivalencia entre uulgus con el uso de primera persona del plural (apud nos dicimus) en la que sigue a Wright (1989, 144), véase la nota siguiente.

 

250. Aunque Wright (1989, 144) indica que no parece observarse diferencia de uso o presentación en el tratamiento de uulgus y el de la primera persona del plural, nos dicimus, apud nos dicimus, etc., creo que debe matizarse, ya que cuando aparece este tipo de expresiones suele referirse a términos ya bien conocidos e incorporados en la lengua como elementos del léxico común desde siempre o, en todo caso, hace referencia a la constatación de formas de pronunciación que se han estabilizado hace tiempo y que son producto de una adaptación de palabras procedentes de otras lenguas, especialmente la griega. Así, por ejemplo, nada menos aparece para explicar que la denominación aristotélica de Perihermeneia "nos appellamus  intepretationem". También en Etym. 1.44.1 menciona el término diarium como equivalente a ephemeris (efeméride), ya presente en Gell. 5.18.8 (en boca de Sempronio Aselión), de donde debe tomarlo Isidoro; o la conocida denominación dies Dominicus en Etym. 5.30.9, tomado de la celebración al sol de los paganos, frente al Sabbatum de los hebreos. O el uso de prooemium, término griego usado habitualmente sin traducir por la mayoría de los autores, "pero este vocablo traducido entre nosotros se denomina 'prefacio', casi como prólogo" (Hoc autem uocabulum apud nos interpretatum praefatio nuncupatur, quasi praelocutio), pero praefatio es un término bien conocido y clásico, incluso en su acepción estricta de preámbulo de una obra (Quint. 7.1.11, etc.). O la denominación de serpyllus dicha así "apud nos" como adaptación del griego herpyllos, bien conocida también desde Cat. 73, Varr. Ling. Lat. 5.103 o Virgilio, Ec!. 4.31, donde, en todo caso, lo que hay es un cambio de género, ya que en estos autores suele aparecer como neutro y con fluctuación gráfica: serpyllum, serpullum, pero que no es la variación que Isidoro tiene aquí en cuenta, sino la adaptación griega. En fin, pueden verse algunos otros ejemplos en Etym. 12.7.13 auis tarda (avutarda); 17.8.2 thus (incienso), denominado masculum (un uso metafórico, pero cuya referencia está tomada de Plinio 12.61) o la referencia a la pronunciación sin aspiración de purpura frente al griego πορφυρα en Etym. 19.28.5. En otros casos como en Etym. 20.1.3 lo que considera es la communis opinio latina (de los gramáticas y lexicógrafos) de que el término conuiuium, que en griego se explica a parir de conpotatio (απο τοū ποτοū), es mejor hacerla derivado de conuictus. De lo que sí dan cuenta estos pasajes es, sin lugar a dudas, de que el nostrum eloquium, en el que se expresan Isidoro y sus contemporáneos, es la lengua latina, como hemos tratado en los apartados anteriores. Comparables, en cambio, a otras expresiones como la que se citaba en el apartado 2.1.2 a propósito de la diff. 1 entre caelum y aether, donde se presentaba el texto: Etym. 13.4.3 ... et nos in consuetudine hunc aerem caelum appellamus, y que, en mi opinión, refleja claramente la conciencia linguística de la lengua latina usada comúnmente.

251. Recuérdese también el pasaje de Etym. 15.13.7 Rura ueteres incultos agros dicebant, id est siluas et pascua; agrum uero, qui colebatur. Nam rus est quo mel, quo lac, quo pecus haberi potest; unde et rusticus nominatur: haec agrestium prima et otiosa felicitas ("Los antiguos llamaban rura a los campos, es decir a los bosques y prados, el campo cultivable. Pues rus es donde se puede tener miel, leche, ganado; de ahí que se diga rusticus (rural): esta es la primera y tranquila felicidad de los campesinos").

252. Este término creo que podría verse corroborado por el testimonio de una pizarra escrita procedente de la Dehesa del Cañal (Pelayos, Salamanca) en la que se lee una lista de nombres, como hay varias otras, posiblemente de campesinos. Aunque he sugerido recientemente (Velázquez 2000, 139, nº 129) que pueden ser todos nombres personales, quizá haya que pensar mejor en la denominación genérica de rustici en el primer caso. La lectura de la pizarra, con evidentes 'vulgarismos' reflejados en la grafía, es: Rustici / Flabios / Costanti / Seueros / Ponpuni / et Ponpellos (desde la segunda línea, respectivamente por Flauuius, Constanti, Seuerus, Pomponii et Pompeius. La distribución aparente de nominativos (ya con evolución de -u> -o final), frente a genitivos sugiere la hipótesis de que haya una relación de dependencia; de ahí que, en principio, pensase que Rustici era un genitivo también, al ser seis nombres distribuidos dos a dos; pero la disposición del et de la última línea permite entender el texto como sigue: "Rústicos (campesinos): Flavio, de Constante; Severo, de Pomponio, y Pompeyo".

253. Así en Etym. 5.27.16 y 20.13.2 pali; 6.14.7 uersus; 12.6.31 sparus; 15.12.4 capanna; 15.15.5 acnua (véase Introducción y nota 62 de la misma y aquí, nota 247); 17.5.7 sagitta; 17.5.9 palmes; 17.7.66 pusia; 17.11.9 ala.

254. Véase sobre todo el apartado 2.1.5.

 

ORDO DE CELEBRANDO CONCILIO

Detalle del  folio 344 del Códice Albeldense

 

4. ETYMOLOGIAE SIVE ORIGINES

 

Braulio, Renot. 39-40 Etymologiarum codicem nimiae magnitudinis distinctum ab eo titulis, non libris, quem quia rogatu mea fecit, quamuis inperfectum ipse reliquerit, ego in uiginti libros diuisi. Quod opus omnimodo philosophiae conueniens quisquis crebra meditatione perlegerit, non ignotus diuinarum humanarumque rerum scientia merito erit. Ibi redundans diuersarum artium elegantia, quaecumque fere scire debentur restricta collegit.

"Un códice de Etimologías, de enorme extensión, distribuido por él en títulos, no en libros; el cual, puesto que lo realizó a ruego mío, aunque él lo dejó inacabado, yo lo dividí en veinte libros. Cualquiera que lea con suma atención y frecuencia esta obra, que contiene todos los campos de la filosofía, por su propio merecimiento no ignorará el conocimiento de las cosas divinas y humanas. En ella, en la que abunda la elegancia de las diferentes disciplinas, él recopiló de forma resumida prácticamente todo lo que debe saberse". 

Además de la consabida noticia de la división de la obra en veinte libros llevada a cabo por Braulio, frente a la estructuración original de la obra en títulos por parte del autor153, este elogio de Braulio sintetiza, una vez más como en sus comentarios a las demás, la valoración que le merece la obra y, sin duda, la que debió merecer a sus coetáneos. No sólo es la cumbre de la producción isidoriana, sino de toda la época. Fontaine (2000, 174) formula la pregunta clave de por qué Isidoro, un obispo cargado de responsabilidades, se sintió en la obligación de redactar tan enorme enciclopedia. Cuatro son, para este autor, las razones convergentes que motivan tan ingente tarea, al margen de la promesa hecha al rey Sisebuto, que pueden resumirse así: la primera es el deseo de mejorar la cultura de las elites laicas y eclesiásticas del reino, proporcionándoles una especie de manual enciclopédico cómodo. La segunda, reflejada en el propio título de la obra, es la de la búsqueda de un saber global, mediante el camino ya experimentado por el enciclopedismo helenístico y romano y, muy probablemente, motivado por la idea, de la que ya participaban los antiguos estoicos, de que es posible acceder a la realidad de las cosas a través del origen de las palabrasl54 . La tercera, intentar restablecer el uso correcto de la lengua latina, tanto en la práctica oral como en la escrita, posiblemente ante la observación de que el habla cotidiana se está deteriorando progresivamente; una restauración lingüística que es también cultural. Estas tres razones tienen una dimensión pastoral (Fontaine 2000, 176), que no excluye la cuarta razón, que no es otra que la curiosidad personal por los conocimientos profanos, que podrían quizá parecer "superfluos" en un obispo del siglo VII, pero que en absoluto lo son.

Isidoro, legitimado por la justificación de la adquisición del saber dada por Agustín en su Doctrina Christiana (Fontaine, ibid.) se afana en conocer ese mundo y mostrarlo a sus coetáneos. Me atrevería a afirmar que, con o sin la legitimación de la auctoritas de Agustín o de cualquier otro Padre de la Iglesia, incluso a pesar de aquellas recomendaciones que veíamos que hacía en los Synonyma para no leer más allá de las Escrituras, y que éstas eran todo lo que debía saberse155, Isidoro -como otros autores de su tiempo y como muchos otros autores cristianos anteriores, además de las grandes figuras de la Iglesia- era consciente de que pertenecía al universo cultural de la Roma antigua, tenía que transmitirlo y se había formado en él. No desdeñaba lo aprendido en los autores paganos y buscaba la cohesión entre su mundo cristiano y su cultura pagana. Además, esa curiosidad de la que habla Fontaine (loc. cit.) creo que es, en efecto, una curiosidad innata, un afán de saber y no sólo lo aprendido en los libros y en su educación, auspiciada y tutela da por su hermano, sino un afán de conocer cuanto le rodea. Por eso Isidoro en su enciclopedia incorpora, resumiendo, glosando, ampliando, miles de datos, que ha ido recopilando en sus lecturasl56, para lo que se ha servido de la experiencia y métodos de trabajo adquiridos en la elaboración de las Differentiae y Synonyma, sus otras dos obras de carácter gramatical. Y a la vez muestra una realidad de su mundo coetáneo, muchas veces de forma inconsciente, pero que se introduce en su obra precisamente por ese talante curioso y observador.

Así pues, a través de esta obra enciclopédica, Isidoro trata de hacer llegar a su público y a las gentes del siglo VII todo el saber de la Antiguedad. Isidoro pretende crear una obra útil y práctica que compendie el saber, pero a través de ella manifestar en toda su plenitud esa recuperación del mundo grecolatino. Su intencionalidad pastoral está en el planteamiento mismo de la obra, pero no la impregna de manera explícita como a las otras. Las Etimologías crecen por sí solas y llegan a constituir un mundo propio de conocimiento. Posiblemente no todo el que podría haber registrado, pero sí el más fundamental. Es una especie de "conversión isidoriana a la cultura profana", en palabras de Díaz y Díaz 0982, 212). Este autor hace la siguiente consideración (ibid., 214): "Con las Etimologías, Isidoro se ha propuesto resolver al hombre culto medio las dudas que plantea un conjunto de vocablos no usuales, cuyo interés reside en que representan momentos de una cultura, bíblica y grecolatina a la vez, que ahora le atrae y en la que reconoce la base y principio de la propia cultura".

La idea primigenia de Isidoro debía de ser bien distinta al resultado conocido, después de la división de Braulio. Pero, sobre todo, fue una idea cambiante, en la línea de lo ya comentado157, que maduró con el tiempo, producto del proceso continuo de "reconversión cultural" del propio autor y de su talante crítico. Isidoro debió emplear mucho tiempo y esfuerzos en tal obra, incorporando elementos, modificando, volviendo a redactarlos, quizá tanto tiempo y esfuerzos que al final, cansado y envejecido, no se debió sentir con ánimos para completarla. De hecho, uno de los problemas básicos es, no ya la intervención de Braulio en la estructuración en los veinte libros en que aparece en un gran número de manuscritos, sino en qué medida pudo completar información. Después de ediciones parciales de libros y de estudios críticos sobre los manuscritos, de autores como Reydellet (1966) y, muy especialmente, las precisiones y aproximaciones a partir del libro X de Codoñer (1995), parece que la obra tiene dos partes fundamentales, la primera del libro I al X, éste una especie de glosario de términos que sería un primer apéndice y luego quedó integrado como décimo libro. Esta primera parte, de temática diversa e irregular, salvo en los tres primeros, que contenían las artes liberales, es probablemente sobre la que más veces volvería el autor, tal vez con una permanente insatisfacción sobre los resultados. La segunda, de los libros XI al XX, más homogénea, en cuanto que se ordenan en libros sucesivos los datos que corresponden al mundo material, animales y hombres, naturaleza, tierra y cielo, objetos, refleja una mayor claridad y coherencia en la elaboración. Los primeros son más generales y, en muchos sentidos, conceptuales en cuanto a planteamientos religiosos, políticos, jurídicos, etc.: artes liberales, organización de la sociedad, historia de la Iglesia y los pueblos.

Las Etimologías, en suma, son una compilación hecha con fines didácticos y en la que lo importante es el resultado al que se llega, no del que se parte. A través de sus definiciones y explicaciones etimológicas de las palabras trata de ofrecer la valiosa información que maneja. Volviendo a citar a Díaz y Díaz (1982, 196-197): "Lo que se actualiza en la obra no son los puntos de partida ni las referencias, más o menos veladas, a la situación de su tiempo, sino el punto de llegada. Isidoro busca ofrecer, al final de cada excursión, por breve que sea, por un tema cualquiera, una fórmula que aumente o mejore los conocimientos y la ilustración del lector: no para influir directamente en su entorno social, sino para perfilar mejor y más netamente los recursos del mundo antiguo. Y ello mediante formulaciones cada vez más concentradas y al mismo tiempo con una tendencia muy marcada a hacer las definiciones más universales, comprensivas y, por decirlo así, más teóricas".

Las Etimologías es una obra "inquietante", como señala Codoñer (1991, 255) Y debía ser también impactante para sus lectores por la gran cantidad de datos acumulados, pero sobre todo porque éstos, actualizados para el público culto del siglo VII, no recogían el saber de ese momento sino el heredado del mundo antiguo, que sus coetáneos debían asumir y asimilar como propio. Por eso la obra refleja la inmensa capacidad de Isidoro de presentar ese mundo cultural como algo asequible y como algo perteneciente a su época: Las Etimologías son, sin duda alguna, un reflejo paradigmático y extraordinario de ese proceso de aculturación que se dio en la Antiguedad Tardía entre paganismo y cristianismo.

Pero además la obra ofrece una aproximación indudable al momento en que fue redactada. Entre el léxico estudiado por Isidoro, en principio heredado, se abre camino la nueva realidad del siglo VII. El autor no pretende hablar de un saber propio de ese momento, pero existe y aparece al hilo de sus explicaciones; especialmente en el campo del léxico. A través de la obra podemos conocer retazos de la misma lengua viva de esta época. Las explicaciones que da a la etimología y/u origen de algunos términos revelan usos léxicos que luego permanecerán en las lenguas romances, neologismos cuyos herederos en estas lenguas manifiestan su vigencia y valor en el siglo VII. Podrían citarse muchos ejemplos, pero baste mencionar ahora dos o tres: se1íatia, explicado por Isidoro como derivado de serra por las hojas dentadas, es un neologismo del que derivará la 'cerraja' del castellano o la serralha del portugués. lnsubulus, un neologismo, es el 'enjulio'. Cuando Isidoro explica por qué se dice cattus, junto a musio, para designar al 'gato', da unas curiosas etimologías falsas, pero sobre el primer término asegura que se dice así "porque cata, esto es ve" (quia cattat, id est uidet), haciendo referencia a que los gatos ven de noche. La etimología es falsa, cattus es una palabra extranjera, que penetra en latín hacia el siglo V, pero la constatación de que existe un verbo cattare (en realidad derivado de la pronunciación vulgar de captare, capturar) con el significado de 'ver', muestra que tal acepción, plenamente recogida en castellano desde antiguo, ya existe en el latín hablado del siglo VII y supone una innovación léxica y semántica, dentro de la lengua. Al igual se podrían mencionar nombres de algunos objetos indumentarios, por ejemplo, o mobiliarios que responden a realidades de esa época, no sólo a evoluciones y variaciones lingüísticas.

Éste será precisamente el objetivo de la segunda parte de este libro, presentar a modo de glosario aquellos elementos del léxico que podemos calificar de 'isidoriano', porque en esta obra ofrece aspectos innovadores que, en mi opinión, sirven de reflejo del estado de la lengua latina hablada en el siglo VII.

En definitiva, la obra isidoriana es el mejor exponente no sólo de la cultura de su tiempo, sino de la forma de entenderla, y de transmitirla en su lengua por parte del mejor de sus artífices.

 

 

 

4.1. ETYMOLOGIA EST ORlGO VOCABVLORVM  (ETYM. 1.29.1)

 

El concepto de Etimología y la fórmula empleada por Isidoro para exponerlo: etymologia est origo uocabulorum, cum uis verbi uel nominis colligitur, al igual que el título dado a la obra, en unas ocasiones Etymologiae, en otras Origines, han sido objeto de diversos estudios, no sólo mediante el análisis interno del pasaje158, sino en relación con la historia de esta técnica gramatical practicada en el mundo griego, la evolución misma del concepto expresado por el término, su traslación a diferentes términos latinos y la aplicación y evolución del mismo en los autores latinos hasta llegar a Isidoro de Sevilla 159; además de haber sido mencionado, junto a otras definiciones de otros autores de la Antiguedad, en estudios sobre la historia y evolución de la etimología como parte de la lingüística o como objeto de estudio de diversas disciplinas dentro de ésta última160.

En este sentido, creo que cabe hacer una consideración, extensiva no ya al pensamiento isidoriano sobre la etimología, sobre el que volveré inmediatamente, sino sobre la concepción de la misma -o las diferentes concepciones-, su evolución y el cultivo de esta disciplina en la Antiguedad grecolatina.

Debemos partir de la base de que la etimología antigua no se limita a ser, que lo es, una técnica y una práctica para averiguar el origen de las palabras y la explicación o la razón de por qué esas palabras designan la realidad y cuáles son las relaciones que se establecen entre el referente y la realidad designada, así como la relación entre la procedencia (unde) y la razón de la denominación (cur); pero, además, debemos considerar que la etimología, y la práctica etimológica, son el reflejo y la materialización concreta de una de las ideas lingüísticas básicas de la Antiguedad, la búsqueda de la relación entre las palabras y las cosas que designan (búsqueda aún hoy vigente); es decir, de los mecanismos seguidos por el hombre para designar por medio de palabras las cosas, y que remonta, en última instancia, a la que puede considerarse como primera y principal reflexión lingüística, la del origen mismo del lenguaje y su carácter convencional o natural.

En suma, debemos pensar que, más que estar ante la etimología antigua, nos hallamos ante el "pensamiento etimológico" antiguo, como indica García Jurado (2001, 456)161  . Y esta "forma de pensamiento es en sí misma un ejemplo genuino de tradición clásica" que aún hoy puede tener vigencia y utilidad y constituir, como quiere este autor, "un sutil diálogo entre la Antigüedad y la Modernidad". "El valor del legado etimológico" para "la historia de la cultura"162 creo que es incuestionable, pero también lo es para el estudio de la evolución de las ideas lingüísticas y, sobre todo, para lo que en este trabajo interesa poner de relieve, para el análisis de la competencia que los gramáticos y etimologistas tenían sobre su propia lengua (griega o latina) y la información que de ella nos ofrecen.

Es precisamente en esta línea de estudio sobre el pensamiento etimológico isidoriano, en la que se han vertido algunas de las páginas más interesantes sobre la concepción de etymologia y origo en Isidoro, como reflejo de su pensamiento más profundo. Un pensamiento perfilado a través de las fuentes en las que el autor se ha basado para dar la definición, concretamente Cicerón, Quintiliano y Boecio, pero que adquiere una sólida coherencia y originalidad, en palabras de Fontainel63, ya que el autor busca a través de la interpretación etimológica no sólo un conocimiento léxico, por el que se puede comprender el significado de las palabras, sino metafísico, el cual permite "aprehender en su propia esencia toda la realidad" (Fontaine 2000, 285). Isidoro recoge la tradición anterior, que se remonta a las reflexiones de los filósofos griegos sobre el valor del lenguaje como instrumento de conocimiento (Fontaine 2000, 287) Y hace de ella una interpretación viva y dinámica, "un acto de creación viva" de quien se halla situado en el último estadio, en ese momento, de una larga tradición que asume porque "participa de esa cultura viva", a la que él pertenece y que recrea aunándola "con el concepto racional de su fe"164.

No es, por tanto, éste el lugar de volver a insistir en el concepto de etimología y origen, ni siquiera de realizar un nuevo resumen sobre las diferentes hipótesis propuestas, sino el de recordar, aunque sea una vez más, el famoso pasaje del autor y el de manifestar, en todo caso, mi opinión o, mejor si se quiere, mi adscripción a las opiniones emitidas. De acuerdo con Magallón (1996, 277, nota 3) los planteamientos de Fontaine (en especial los formulados en 1978 y que recientemente han sido expuestos de forma global y sintética en Fontaine 2000) aún no han sido superados; creo, además, que deben admitirse como definitivos junto a las precisas y claras formulaciones de Codoñer (1985, 1994)165 al margen de algunas discrepancias entre ambos autores.

 

Formula Isidoro su concepto de "etimología" de la siguiente manera:

 

Etymologia est origo uocahulorum, cum uis uerbi uel nominis per interpretationem colligitur. Hanc Aristoteles συμβολον Cicero adnotationem nominauit, quia nomina et uerba rerum nota facit exemplo posito; utputa ´flumen', quia fluendo creuit, a fluendo dictum. 2. Cuius cognitio saepe usum necessarium habet in interpretatione sua. Nam dum uideris unde ortum est nomen, citius uim eius intellegis. Omnis enim rei inspectio etymologia cognita planior est. Non autem omnia nomina a ueteribus secundum naturam inposita sunt, sed quaedam et secundum placitum, sicut et nos seruís et possessionibus interdum secundum quod placet nostrae uoluntati nomina damus. 3. Hinc est quod omnium nominum etymologiae non reperiuntur, quia quaedam non secundum qualitatem, qua genita sunt, sed iuxta arbitrium humanae uoluntatís uocabula acceperunt. Sunt autem etymologiae nominum aut ex causa datae, ut 'reges' a recte agendo, aut ex origine, ut 'homo', quia sit ex humo, aut ex contrariis ut a lauando 'lutum' dum lutum non sit mundum, et 'lucus', quia umbra opacus parum luceat. 4. Quaedam etiam facta sunt ex nominum deriuatione, ut a prudentia 'prudens'; quaedam etiam ex uocibus, ut a garrulitate 'graculus'; quaedam ex Graeca etymologia orta et declinata sunt in Latinum, ut 'silua', 'domus'. 5. Alía quoque ex nominibus locorum, urbium fluminum traxerunt uocabula. Multa etiam ex diuersarum gentium sermone uocantur. Vnde et origo uix cernitur. Sunt enim pleraque barbara nomina et incognita Latinis et Graecis.

"Etimología es el origen de los vocablos, cuando se comprende el valor esencial de una palabra o un nombre mediante su interpretación. A ésta Aristóteles la denominó 'símbolo' y Cicerón 'denotación' (adnotatio), porque proporciona la noción de nombres y palabras que designan realidades, a partir de un ejemplo propuesto, por ejemplo flumen, porque crece al fluir su curso, se dice del verbo fluere. El conocimiento de aquella (sc. etimología) adquiere a menudo una utilidad necesaria para la interpretación de una palabra. Pues cuando ves dónde está el origen de un nombre, más rápidamente comprendes su significado. En efecto, toda indagación sobre una realidad se hace más clara si se conoce la etimología. No obstante, no todos los nombres fueron impuestos por los antiguos según la naturaleza, sino que algunos se dieron según sus preferencias, tal como nosotros les damos nombres a nuestros siervos y a nuestras posesiones, según place a nuestra voluntad. De aquí que no se puedan encontrar las etimologías de todos los nombres, porque algunas cosas recibieron su denominación, no según la cualidad, de donde nacieron, sino del arbitrio de la voluntad humana. Hay etimologías de los nombres puestas por la causa, como 'reges (reyes) de recte agere (actuar rectamente), o por el origen, como ' homo' (hombre), porque procede del humus (tierra), o por los contrarios, como de lauando (lavar) 'lutum' (lodo), mientras que el lodo no es algo limpio, y 'lucus´ (bosque), porque, apenas tiene luz, al estar opaco por las sombras. Algunas etimologías se han formado por derivación de nombres, como 'prudens' de prudentia; algunas incluso de los sonidos, como 'graculus (grajo)166 de garrulitas (charlatanería); algunas son de origen griego y se han trasladado al latín, como 'silua' (selva), 'domus (casa). Hay otras también que tomaron sus denominaciones de los nombres de lugares, ciudades, ríos. Muchas incluso reciben su denominación a partir de la lengua de diversos pueblos. De ahí que el origen apenas pueda atisbarse. En realidad hay muchos nombres extraños y desconocidos tanto para latinos como para griegos".

Podría decirse, en principio, que Orígo traduce a Etymologia, pero lo que a simple vista puede parecer simplificador y restrictivo161, revela, en realidad, una asimilación y un desarrollo coherente de la tradición etimológica heredada, con una concepción personal de la misma. Como ha puesto de manifiesto Fontaine (1978, 118) Isidoro ha procedido a realizar una conflatio (fusión) personal de los textos de Cicerón y Quintiliano, junto con el comentario de Boecio al pasaje de los Topica del primeroI68  . La etimología es para él la definición del sentido auténtico y esencial de una palabra (uis uerborum), que puede establecerse a partir del origen de esa palabra. Mientras que Cicerón y Quintiliano utilizan el término notatio para denominar a la έτυμολογία griega, si bien Cicerón también la traduce con su paralelo semántico ueríloquium, Boecio en su comentario al primero, la hace equivaler a la interpretatio nominis, ya que nota es la designación y que todo nombre es, por tanto, una nota porque da la noción de la realidad de la que se predica. Isidoro aúna esta doble afirmación adaptándola y elige el término adnotatio (poniéndolo en boca de Cicerón), a partir del valor que Boecio da en su texto a nota. Como señala nuevamente Fontaine (1978, 119)169 no se trata, pues, de que Isidoro asuma o recupere el concepto boeciano de nota, al contrario, sino que ha añadido el resto de la frase de Boecio a su definición, como una explicación concreta del medio por el cual la etimología procura el conocimiento (nota facit) de las palabras que designan las cosas. Así pues, del modelo original, es decir, de la palabra originaria es de donde se extrae el vocablo objeto de la etimología.

Con la forma de glosar la traducción ciceroniana de la etimología llevada a cabo por Isidoro (adnotatio / nota facit), el autor parte del ejercicio concreto y gramatical de έτυμολογεīν, y no del análisis abstracto y filosófico del acto de conocimiento que se opera mediante la técnica etimológica, y aúna este ejercicio intelectual particular en el conjunto de su dctividad erudita: dar una etimología es, para él, notar, esto es, observar y tomar nota. Pero este "tomar nota", significa añadir toda suerte de explicaciones y notas a la palabra de la que se está haciendo la etimología (Fontaine 1978, 119-120).

Según Fontaine (1978, 133), la etimología, en tanto que práctica, es para Isidoro un principio dinámico y un proceso cognitivo170, así como el resultado de ese proceso: un conocimiento que puede limitarse a las palabras, pero que alcanza a la realidad, a las cosas, si las palabras que las designan están bien formadas "según la naturaleza" de esas cosas. Este proceso tiene dos facetas, una la interpretatio, por la que se activa, por así decir, la etimología, es decir, la traducción mental, otra la adnotatio, esto es, la transcripción gráfica de esta traducción. Pero, por otra parte, la etimología es también el resultado último y estático, en definitiva el producto, de ese proceso doble. Remite así a la realidad que constituye el origen o causa primera del valor semántico de un vocablo (uis uerbi). Es precisamente en este sentido, el de resultado del proceso, en el que se resuelve e identifica la "ecuación" isidoriana, etymologia est orígo, ya que orígo es, a su vez, la denominación del resultado del proceso.

Pero no sólo esto, como después ha precisado Codoñer (1985, 278), etymologia mantiene aún en época de Isidoro un valor de técnica o arte, junto al que ha adquirido el de forma, por lo que podrá identificarse en cada caso, según su aparición con orígo, nota o adnotatio, aunque sea la primera identificación la más frecuente e importante. La definición dada por la autora resulta ilustrativa (Codoñer 1994, 279): "La etymologia coincide con el orígo vocabulorum, es decir, con el 'origen' de un referente concreto, siempre y cuando este referente debidamente interpretado (per interpretationem) como reflejo del objeto al que se refiere, sirva para explicar la cualidad o cualidades que se consideran básicas en dicho objeto (uis nominis uel uerbi)".

Como señala ahora en su nuevo trabajo (Codoñer 2002, e.p.), "Etymologia es el resultado de sumar a origo ciertos condicionamientos expresados en la oración de cum que lo acompaña (cum uis uerbi uel nominis per interpretationem colligitur)" . Origo es, pues, el elemento básico o nuclear de la definición de etimología, Pero esta origo ha de ir necesariamente acompañada de la interpretatio, si se quiere "entender de modo definitivo el significado de la palabra, La suma o la combinación de ambos constituyen, en realidad, una forma de definición, una etymologia".

Debe tenerse presente, pues, que la equivalencia no se da entre etymologia y origo, sino que ha de entenderse en conjunto en la definición dada para la primera como origo uocabulorum, cum uis uerbi uel nominis per interpretationem colligitur, es decir la suma de un elemento o instrumento de denominación que busca la procedencia de la palabra (unde ueniat) y un elemento de explicación (interpretatio) que justifica la etimología de la misma, por qué recibe ese nombre (pues la etimología responde, en definitiva, a la cuestión cur). Vocabulum no es simplemente la palabra (nomen, uerbum) sino "el instrumento denominativo a través del cual se manifiesta una palabra" (Valastro 1996, 154), cuya presencia se manifiesta así en la estructura sintagmática, desde un punto de vista lingüístico, pero se presenta también como un elemento "concreto dotado de vida" desde el punto de vista ideológico en la concepción isidoriana. Podríamos decir, entonces, que la origo de ese uocabulum, la procedencia, es el punto de partida vital 171 sobre el que se debe trabajar para llegar a comprender por qué recibe la denominación, ya que sólo de esa forma podremos penetrar en la uis del nombre o del verbo, su sentido último. Como indica Valastro 0196, 158) "la uis nominis si configura come l'eco che una parola e in grado di suscitare nell'animo di chi la pronuncia, ascolta o legge, come, cioè, quell'insieme di associazioni mentali che sono funzione spontanea del diferente grado di cultura e sensibilita dei singoli parlanti".

El largo y complejo capítulo isidoriano no se limita a establecer la definición de etimología, y la ecuación etymologia est origo uocabulorum que aquí se comenta, sino que incluye, como puede verse en el texto arriba expuesto, las consideraciones fundamentales de en qué medida es posible alcanzar a conocer todas las etimologías, ya que no siempre los nombres se han impuesto según la naturaleza de las cosas por parte de los antiguos (non autem omnia nomina a ueteribus secundum naturam inposita sunt), sino que en ocasiones se han realizado de forma arbitraria (sed quaedam et secundum placitum), adoptando de este-modo un planteamiento mixto entre el viejo debate de la designación de las palabras por naturaleza o convención172.

A continuación establece los tipos de etimología que pueden darse. Isidoro plantea cinco tipos de etimologías posibles, según hayan sido dadas: ex causa, ex origine, ex contrariis, ex nominibus deriuatione, ex uocibus y ex nominibus locorum, urbium, fluminum ... Pero, como ya ha sido señalado en diversas ocasiones173, que Isidoro parece enumerarlos, hay una división entre las tres primeras y las siguientes, que es observable en la propia redacción del texto, con la introducción mediante Quaedam etiam facta sunt ex nominum deriuatione ... Y, sobre todo, pueden clasificarse internamente de forma algo distinta. Las tres primeras pueden reducirse, en rigor, a dos: ex causa y ex origine, es decir, como señala Codoñer (2002, e.p.) de un lado, en las palabras cuyo origen se relaciona con la naturaleza del referente, y que serían tanto las dadas ex causa como las impuestas ex contrariis, y de otra parte las relacionadas con la procedencia material del referente.

El segundo grupo, en cambio, introduce otro tipo de procedimiento: concretamente la derivación, estableciendo una clasificación que, como ya se ha advertido en diversas ocasiones, parece obedecer a una gradación de dificultad creciente: derivación formal, mediante sufijación de palabras de un mismo lexema 174 , denominada explícitamente por Isidoro como deriuatio; nombres onomatopéyicos, derivados de los nombres de animales o seres que realizan los sonidos que dan lugar a esas formaciones (ex uocibus); nombres de origen griego, pero latinizados (ex etymologia orta et in latinum declinata); palabras derivadas de topónimos (lugares, ciudades, ríos) y, por último, palabras de origen extranjero, cuya origo es apenas averiguable.

 

 

 

NOTAS

152. Banniard 0992, 218-234) aduce diversos pasajes de las obras de Isidoro -además del citado en la nota anterior y algunos otros de los Synonyma ya mencionados-, en relación con la comunicación entre lectores y oyentes, y la comprensión y explicación de las Sagradas Escrituras por predicadores y lectores, incluso sobre cómo debe realizarse la lectio, y otros aspectos sobre el público de Isidoro. Véanse, a este respecto, Etym. 6.4.5; 7.12.24; De eccl. offic. 1.10.1-2 y Sent. 1.18.1-5; 2.11.5; 3.10.1; 3.11; 3.12.5; 3.11.1-3. Asimismo el comentario de Whright (1989,138-140) a propósito de De eccl. offic. 2.11 De lectoribus. Véase más adelante el capítulo 4.3.1 Isidoro, sus lectores y hablantes.

153. Véase en Díaz y Díaz 1982, 163-180 una excelente exposición de toda la pro blemática en torno al título, datación, estructuración de la obra, así como la correspondencia entre Isidoro y Braulio, a propósito del envío de las Etimologías por parte del primero al segundo; la circunstancia de haber dejado inacabada la obra y la posible intervención de Braulio sobre ella, así como la división en libros. Sobre la estruc turación en tituli y no en libros es fundamental Codoñer 1995. Para los textos relativos a la correspondencia entre ambos y la referencia de Ildefonso de Toledo, De uir. il!. 8, 13-16, pueden verse recogidos también en Martín 2002, 282-283. Véase una buena síntesis sobre la obra, con selección de la bibliografía más destacada, en Donúnguez de Val 1998, t. 3, 134-151.

154. Sobre toda esta cuestión véase el apartado siguiente que lleva por título la frase básica con la que Isidoro define la etimología: (Etym. 1.29.1) Etymologia est origo uocabulorum.

155.    Véase el capítulo 3.3 y notas 147 a 150.

156. Sobre los métodos de trabajo utilizados por Isidoro, véanse las páginas insuperables de Fontaine 1959, 766-781. Del mismo Fontaine 1961 y 1978. Remito, con todo, a la ya citada excelente exposición de Díaz y Díaz 1982, 180-186, quien los clasifica de la siguiente manera:

1 º) Abreviación: Método usual en su época; "procedimiento escolar de vulgarización que busca la reducción del saber a fórmulas concentradas, las cuales tienen el valor de resultar más memorizables y de permitir explicaciones y aclaraciones. Se lleva a cabo durante el tiempo de lectura y relectura y después durante la redacción.

2º)Adiciones progresivas: Isidoro trabaja con datos, posiblemente organizados a modo de "ficheros" que maneja de diferentes fuentes, no sólo las elegidas específicamente para la obra, sino las ya utilizadas en obras anteriores, reutilizándolas

ahora. La progresión en esta utilización es visible en diversos lugares de las Eti­ mologías. Como señala Díaz y Díaz (ibid., 182): "Isidoro algunas veces funde estos diversos materiales recogidos de acá y de allá en una nueva formulación, que representa los puntos de vista que él ha podido sintetizar y adoptar basándose precisamente en los elementos con que contaba o en sus ideas personales". He hecho algunas referencias a esta cuestión, al mencionar algunas 'diferencias', que después aparecen reutilizadas aquí (véase capítulo 2).

3º)Recuerdo: El propio autor habla de que, a veces, escribe ex recordatíone, ya que muchas veces no se basa en una o varias fuentes precisas, sino que lo expuesto es el resultado conjunto de lecturas anteriores o evocaciones "más o menos dispersas"; y podría añadirse que conocimientos más o menos asimilados y sabidos que se vierten de forma natural en la obra.

Una vez recopilados los materiales, continúa el proceso de composición de la obra, mediante otra serie de fases en él:

 

4o) Elaboración: "Partiendo de las diversas fuentes utilizadas, atribuye a cada uno de los elementos extraídos de ellas una importancia relativa o un papel peculiar en el nuevo conjunto, que depende exclusivamente de la idea que él se hizo del problema y considera más oportuna para informar al lector" .

 

5º)Autocombinación: "Contaminación de un texto anterior cuya fuente se conoce, con esta misma fuente, en una especie de involución que casi siempre obedece al deseo de proporcionar un dato o mención dejado de lado por la que podríamos en este caso denominar fuente inmediata, pero que Isidoro ha descubierto realmente en la fuente segunda anterior".

 

6º)Acumulación: Se trata de la yuxtaposición de fuentes de escuelas o tradiciones diferentes, con independencia de que en algunas ocasiones manifieste explícitamente cuál considera mejor.

 

7º)Ordenación y presentación del texto final: La ordenación final, según Díaz y Díaz (ibid., 184), "no depende siempre de una estructura racional y lógica de la misma, sino preferentemente del interés escolar y didáctico". Advierte este autor que se ha visto que no sólo en esta obra sino en otras no hay un plan preconcebido (aduciendo el comentario de Codoñer 1964, 79, en su edición del De uiris illustribus), sino que llega a un lema por la presencia en el contexto de una palabra determinada que le mueve a la necesidad de explicarlo o describirlo y añade "de esta manera se encadenan los temas dentro de cada título o capítulo, a veces en una ordenación laxa, a veces incluso incomprensible". No obstante en la nota 54, después de la mencionada referencia a Codoñer, dirá que, a pesar de esto, "se encuentran formulaciones que nos hacen presumir que en algún momento la redacción fue más cuidadosa". Recuérdese que he tratado ampliamente esta cuestión al hablar de las Differentíae, en especial en el apartado 2.1.3 Asociación y concatenación de ideas, donde he defendido que el planteamiento isidoriano obedece a una hilazón argumental y asociación de ideas, a través de los términos, como la que aquí se describe, pero que no me parece en absoluto fruto de la improvisación, sino de la libertad y concatenación de ideas que, quizá dentro de nuestra lógica y métodos de estructuración de hoy, puedan parecer arbitrarias e incomprensibles, pero creo que no lo son dentro de la lógica del autor y de su método de trabajo. El que un término le lleve a otro, probablemente no pensado en principio, es fruto del carácter abierto de las obras (Díaz y Díaz 1982, 185 sobre las Etimologías), de la actitud de Isidoro ante las mismas, de su afán por dotar de instrumentos -los más posibles- a los lectores para la adquisición de conocimientos, a la vez que de manejo correcto, preciso y variado de la lengua. Sus obras, en especial este llamado "tríptico gramatical" son polivalentes (Fontaine 2000, 176) y, por tanto, flexibles y variables a cada momento en su presentación final, donde la reconocible improvisación no debe valorarse negativamente, como un fallo típicamente isidoriano, sino considerarse una característica de su forma de trabajar.

157. Véanse las consideraciones finales expuestas en la nota anterior.

 158. Ya sea dentro de obras más generales como en estudios particulares; Engels 1962, Fontaine 1978, Codoñer 1985, Schweickard 1985, Codoñer 1994, Amsler 1989, Valastro 1996.

159. El ya citado trabajo de Magallón (996) estudia los tratados de Differentiae y Etymologiae latinos, desde los precedentes griegos hasta Isidoro de Sevilla inclusive. Esta autora realiza una síntesis de las principales opiniones vertidas sobre los conceptos de etimología y origo isidorianos y sobre el capítulo en cuestión.

160. En términos generales, la etimología ha ido quedando relegada en muchas épocas ante la consideración de que no era posible, o fácil, realizar un estudio y análisis sistemático del origen de las palabras sobre la base de los planteamientos tradicionales de la etimología antigua, especialmente no se han concedido importancia o se han ido desprestigiando de forma general los análisis etimológicos realizados por los autores de la Antiguedad grecolatina, muchas veces "fantásticos", a la luz de los conocimientos de historia lingüística que hoy se han alcanzado. No es ajena a esta situación tampoco la evolución misma de la investigación etimológica y qué se ha entendido en diversas épocas por "etimología", variando el concepto a medida que se avanzaba en el conocimiento histórico de las lenguas. Pero también la etimología como disciplina ha sufrido una evolución sustancial hacia la tendencia dominante de realizar una auténtica "histoire des mots", gracias a la cual ha conocido épocas de reconocimiento y revitalización, especialmente desde la lingüística histórico-comparada, y, a través de diversas fases críticas, ha sido utilizada como "entidad" mixta (Zamboni 1988, 10) de varias disciplinas y de reconocida utilidad para la semántica, lexicografía, geografía lingüística, morfología, etc., incluso también defendida desde otros ámbitos como una ciencia individualizable con su propia metodología y habida cuenta de los resultados obtenidos tanto en aspectos históricos como de orden estrictamente linguístico. Cf. Zamboni 1988; Malkiel 1996.

161. "La etimología como forma de pensamiento" fue una conferencia pronunciada en su día por Curtius y que después se publicó en su magna obra Literatura europea y edad media latina medieval, (trad. esp. 1999, 19551), como anejo a la misma, de donde toma la expresión García Jurado en este artículo.

162. Los entrecomillados de este párrafo están extraídos del citado trabajo de GarcíaJuardo 2001, 455-492. Se trata de un precioso estudio sobre la vigencia de la tradición etimológica antigua en relación con las conexiones que llega a tener en la moderna literatura y filosofía. No aborda la etimología como ciencia lingüística, ni realiza una historia de la misma, sino que "su objeto de atención es la etimología tradicional y sus mecanismos anacrónicos del juego de palabras, su ductilidad para formar anagramas y hacer las veces de una inquietante cábala". A través de sus páginas se ofrecen unas variadas e interesantes calas sobre los diferentes usos de etimología en la Antiguedad y en qué tipos de obras se presentan, relacionándolas con apreciaciones singulares de un nutrido elenco de escritores, sobre todo literatos y filósofos del siglo XX.

   163. Cf. el fundamental artículo de Fontaine 1978, titulado "Cohérence et originalité de l'étymologie isidorienne" (véase la referencia completa en la bibliografía).

   164. En estos términos se expresaba Fontaine (los entrecomillados son suyos) en la entrevista ya aludida (nota 65 de la Introducción), Velázquez 1994c.

   165. Una puesta al día y nueva reflexión, contundente y precisa, en Codoñer 2002, e.p., cuyos criterios comparto.

   166. Como es sabido, los manuscritos presentan variantes en este término, apareciendo en algunos garrulus; término aceptado en muchas ediciones o estudios que reproducen este pasaje. No obstante, creo que puede aceptarse el término graculus, también presente, porque la etimología dada ex uocibus, según el autor, parece reflejar las onomatopeyas. De hecho, en Etym. 12.7.9 se afirma: Auium numina multa a sono uocis cunstat esse conposita: ut grus, coruus, cygnus, pauo, miluus, ulula, cuculus, graculus et cetera. Varietas enim uocis eurum docuit homines quid nominarentur ("Es sabido que muchos nombres de aves están formados a partir del sonido de su voz, como grulla, ciervo, cisne, pavo, milano, lechuza, cuclillo, grajo, etc. En efecto, la variedad de sus voces enseñó a los hombres qué nombres otorgarles"); y en Etym. 12.7.45 se dice explícitamente: graculus a garrulitate nuncupatus; non ut quidam uolunt, pro eo ut gregatim uolent; cum sit manifestum ex uoce eos nuncupari. Est enim loquacissimum genus et uocibus inportunum ("Se denomina graculus (grajo) de garrulitas (charlatanería); no, como quieren algunos, porque vuelen en bandadas, pues es evidente que reciben la denominación por su voz. Es, en efecto, un ave muy parlanchera y de sonidos molestos"). Codoñer (2002, e.p.), que analiza este pasaje, acepta igualmente graculus. Recuérdese que Isidoro había propuesto una 'diferencia' (diff 225) sobre términos de voces de animales, como vimos, en el capítulo 2.1.3 Asociación y concatenación temática de ideas, y nota 81.

167. Incluso "fruto de una desdichada compilación", como a veces se ha dicho, "incomprensible e impropia" (Klinck 1970, 11-13. Para una crítica a esta valoración, véase Fontaine 1978, 117 Y nota 9).

168.    Véase la certera síntesis de Valastro 1996, 155-158.

169. Me limito en estas afirmaciones que siguen a glosar y sintetizar las afirma ciones de Fontaine, loco cit.

170. Véase también Cremascoli 1990.

171. Como señala Valastro 0996, 148) al inicio de su trabajo, la palabra constituye la piedra angular del edificio cristiano, la espada de salvación, la "fonte di vita e divisione ad un tempo". Recordemos las famosas frases inciales del Evangelio de Juan: In principio erat Verbum. Et Verbum erat apud Deum. Et Deus erat Verbum. Hoc erat in principio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipso factum est nihil, quod factum est. Para el cristiano, y desde luego para Isidoro de Sevilla, la palabra humana es el pálido reflejo de la Palabra divina y eterna. Buscar el origen de las palabras es, en última instancia, aprehender la realidad (res) que se esconde tras ellas, casi intuirla, y, a través de esa realidad denominada, cuyo origen se busca y cuya interpretación se quiere entender, se puede tratar de alcanzar, o sólo de intuir, la realidad no creada, la palabra sin origen o el origen sin origen, Dios, ya que como afirma Isidoro al explicar uno de los nombres con que denominan a Dios los hebreos, Eie ('Ehyeh), señala: Etym. 7.1.10 Deus enim solus, quia aeternus est, hoc est, quia exordium non habet, essentiae nomen uere tenet. Véase Valastro 1996, 153-154.

172. Remontando, en última instancia, al debate ya presente en la Antigüedad griega, del lenguaje por naturaleza o convención, como se expone en el Crátilo de Platón. Sobre estas cuestiones la bibliografía es inmensa y no hace al caso recogerla aquí. Me limito a ofrecer algún título algo reciente en el que hay consideraciones interesantes, no sólo sobre las teorías de esta obra, sino sobre la concepción del lenguaje y de la etimología en el mundo antiguo, especialmente en Grecia: Fresina 1991, Bernabé 1998 (véanse las referencias completas en la bibliografía).

173. Fontaine 1978, 137; Codoñer 1985, 280-285; Codoñer 1994, 520; Magallón 1996,285.

174. Si bien el ejemplo dado por Isidoro: a prudentia prudens, refleja la concepción ideológica de que primero existe la prudencia y de ella se origina el hombre prudente.

 

 

 

 

Códice Albeldense. IV Concilio de Toledo. Isidoro de Sevilla y otros obispos.

Detalle Códice Albeldense. (Composición: izda folio 161; dcha. folio 254)

 

 ÍNDICE GENERAL

  

 

 

 

INTRODUCCIÓN:   DE ISIDORO EPISCOPO 

11

PRIMERA PARTE:

 

LAS OBRAS GRAMATICALES DE ISIDORO

45
   

1. Grammatica est scientia recte loquendi (Etym. 1.5.1)

47

    1.1. Las cuatro categorías gramaticales

54

    1.2. "Un tríptico gramatical" (Fontaine 2000, 167)

60
   

2. Differentiae

61

    2.1. De differentiis uerborum

65

        2.1.1.  Intencionalidad de la obra

67

        2.1.2.  Procedimientos para establecer differentiae y métodos de trabajo

69

        2.1.3.  Asociación y concatenación temática de ideas

87

        2.1.4.  Valoración de los aspectos gramaticales en las Differentiae

95

        2.1.5.  Procedimientos formales

96

        2.1.6.  Utilización de fuentes

100

        2.1.7   Aspectos innovadores en el léxico de la Differentiae

107

    2.2. Differentiae rerum: Procedimientos formales y concatenación de temas

119
   

3. Synonyma

125

    3.1.  Synonyma hoc est plurinomia (Etym. 1.7.14)

128

    3.2.  Procedimientos formales

129

    3.3.  "Comunicación oral". Viua uoce (Banniard 1992)

134
   

4. Etymologiae siue Origenes

141

    4.1. Etymologia est origo uocabulorum (Etym. 1.29.1)

148

    4.2. Praxis Etymolica

158

          4.2.1  Traditio latina et christiana

158

          4.2.2. El vocabulario metalingüístico

162

          4.2.3. Procedimientos formales

187

    4.3. Isidoro, sus lectores y los hablantes

196

          4.3.1  Nostrum eloquium (De eccl. offic. 1.2.7)

203

          4.3.2.  Qui uulgo dicitur (Biville 1995, 193-205)

208
   

SEGUNDA PARTE:

 

GLOSARIO DE INNOVACIONES LÉXICO-SEMÁNTICAS EN LAS ETIMOLOGÍAS

209
   

Presupuestos

210

Presentación

235
   

GLOSARIO

245
   

11.  INNOVACIONES  SEMÁNTICAS

245

 1.1. Vocabulario de la gramática y la retórica y de otras artes liberales

245

   1.2. El organismo humano: anatomía y afecciones o enfermedades

250

   1.3. El ser humano: tipos, actividades y relaciones; cualidades y defectos

272

   1.4. El mundo animal

278

   1.5. La naturaleza: tierras, minerales, piedras,etc.

292

   1.6. Botánica: árboles, plantas; términos relacionados con la botánica.

295

   1.7. Construcciones, materiales. Edificios y sus partes. Máquinas.

314

         1.8. Construcción naval: embarcaciones, partes y materiales, velas y y aparejos.

325

   1.9. Transportes. Juegos y armas.

337

   1.10. Instrumenta: herramientas y utensilios. Objetos. Mobiliario y enseres del hogar.

344

   1.11. Indumentaria y atuendos e instrumentos de costura.

361

   1.12. Colores

376

   1.13. Alimentación: productos y comidas.

377

   1.14. Otros términos: abstractos y léxico general.

383
   

 2. INNOVACIONES LÉXICAS.

385

         2.1. Vocabulario de la gramática y la retórica y de otras artes liberales.

385

   2.2. El organismo humano: anatomía y afecciones o enfermedades.

388

   2.3. El ser humano: tipos, actividades y relaciones; cualidades y defectos.

402

   2.4. El mundo animal.

414

   2.5. La naturaleza: tierras, minerales, piedras, etc.

433

   2.6. Botánica: árboles, plantas; términos relacionados con la botánica.

438

   2.7. Construcciones, materiales. Edificios y sus partes. Máquinas.

465

         2.8. Construcción naval: embarcaciones, partes y materiales, velas y aparejos.

471

   2.9. Transportes. Juegos armas.

475

   2.10. Instrumenta: herramientas y utensilios. Objetos. Mobiliario y enseres del hogar.

477

   2.11. Indumentaria y atuendos e instrumentos de costura.

498

   2.12. Colores.

509

   2.13. Alimentación: productos y comidas .

512

   2.14. Otros términos: abstractos y léxico general.

516
   

3. CONFUSIONES, INVENCIONES Y TÉRMINOS DUDOSOS

524
   

4. VULGARISMOS y VARIANTES FORMALES EN EL LÉXICO ISIDORIANO .

538
   

5. OTROS TÉRMINOS ESTUDIADOS POR SOFER (NO INNOVADOS).

550
   

BIBLIOGRAFÍA

 
   

INDICE DE FUENTES CITADAS.

595
   

INDICE DE TÉRMINOS.

617
   

INDICE DE DIFFERENCIAE

625

 LATINE DICITUR, VULGO VOCANT.
ASPECTOS DE LA LENGUA ESCRITA Y HABLADA
EN LAS OBRAS GRAMATICALES DE ISIDORO DE SEVILLA

ISABEL VELÁZQUEZ

LOGROÑO 2003

 

Más información sobre los Códices Albeldense y Beato de San Millán en :
ICONOGRAFÍA DEL SIGLO X EN EL REINO DE PAMPLONA-NÁJERA

 

Biblioteca Gonzalo de Berceo