Biblioteca Gonzalo de Berceo CATECISMO AMERICANO del siglo XVI

 

RESUMEN

     En este trabajo se lleva a cabo una comparación entre relatos de milagros de la Virgen que se contienen en la colección hispana escrita en latín por Juan Gil de Zamora y en las colecciones romances de Gonzalo de Berceo y de Alfonso X, que ofrecen diferencias de contenido interesantes para el historiador.


ABSTRACT

      In this work there is a comparison between the Virgen Miracles tales, contained in the spanish collection, written in Latin by Juan Gil de Zamora, and other Virgin tales ontained in the romance language collections of Gonzalo de Berceo and Alfonso X; offering differences in the containing, which are interesting for the historian.
 

PALABRAS CLAVE

     Milagros de la Virgen, Gonzalo de Berceo, Juan Gil de Zamora, Alfonso X, Cantigas.

KEY WORDS

     Virgin Miracles, Gonzalo de Berceo, Juan Gil de Zamora, Alfonso X,Cantigas.
 

 

 

     Sabido es de todos que a lo largo de la Edad Media se escribieron numerosas colecciones de «Milagros de la Virgen»1 origen de la colección hispana escrita en latín por Juan Gil de Zamora 2 y de las colecciones romances salidas de las plumas de Gonzalo de Berceo 3 y de Alfonso X.4
     Uno y otros se sirven de versiones anteriores y aunque en ocasiones su punto de partida es el mismo y el relato es similar, cada texto ofrece diferencias de contenido interesantes para el historiador.
     Los «milagros» de Berceo tienen la siguiente correspondencia en las versiones de Alfonso X y de Juan Gil:

  Berceo Alfonso X Juan Gil

La casulla de San Ildefonso

1 2 1

El sacristán impúdico

2 11 5

El clérigo y la flor

3 24 12

El premio de la Virgen

4 - -

El pobre caritativo

5 - -

El ladrón devoto

6 13 7

El monje y San Pedro

7 14 8

El romero de Santiago

8 26 14

El clérigo ignorante

9 32 17

Los dos hermanos

10 - 79

El labrador avaro

11 - 65

El prior y el sacristán

12 - 66

El nuevo obispo

17 87 38

La imagen respetada

14 39 22

La boda y la Virgen

15 132 42

El niño judío

16 4 3

La iglesia profanada

17 - 9

Los judíos de Toledo 

18 - 6

Un parto maravilloso

19 86 37

El clérigo embriagado

20 47 25

De cómo una abadesa fue preñada

21 7 4

El náufrago salvado

22 33 18

La deuda pagada

23 25 13

La iglesia robada

24 - -

De cómo Teófilo hizo carta con el diablo

25 3 2
 


     Sólo aparecen en Berceo los milagros 5 (El pobre caritativo), 11 (El labrador avaro) y 24 (La iglesia robada), y figuran en Berceo y Juan Gil y no  en Alfonso X los milagros 10 (Los dos hermanos), 11 (El labrador avaro), 12 (El prior y el sacristán), 17 (La iglesia profanada) y 18 (Los judíos de  Toledo) 5
     Ante la imposibilidad de comparar, en el espacio y tiempo reservado a una ponencia 6, todos y cada uno de los milagros recogidos en las distintas colecciones me he limitado a realizar una selección de los milagros «riojanos» que tienen su equivalencia en las otras dos colecciones, y, pese a esta  limitación, por las páginas que siguen verá desfilar el lector a hombres y mujeres, clérigos regulares y seculares, peregrinos y monjas, labradores y mercaderes, borrachos, avaros y fornicadores, sabios e ignorantes, solteros y casados, judíos y cristianos.
     Sólo de pasada entro en el análisis de El sacristán impúdico, El clérigo y  la flor, El ladrón devoto y La boda y la Virgen porque de la comparación de los textos de Alfonso X, Berceo y el francés Coinci se ha ocupado Jesús Montoya en obra antes citada a cuyas páginas sólo podríamos añadir algunas líneas teniendo en cuenta la versión latina de Juan Gil, no tan semejante como da por supuesto el autor hablando del sacristán impúdico 7. Juan Gil añade a la versión tradicional otra en la que el «protagonista» no es el monje sacristán sino un sacerdote francés que permaneció ahogado en el Sena durante cuatro días y, tras ser resucitado por mediación de la Virgen recibió la siguiente orden: «Guárdate en adelante del pecado y celebra mis sábados y la fiesta de la Concepción y serás bien retribuido»; vuelto a la vida, el clérigo llevó vida eremítica, celebró siempre la fiesta de la Concepción e hizo públicos los beneficios recibidos de la Virgen, que gentilmente lo sacó de lo profundo de los infiernos»8. La versión latina, aunque semejante al relato de Berceo y Alfonso X es mucho más escueta: donde Juan Gil habla de un monje «qui sacristae officio fungebatur» y lo presenta como «valde... lubricus», Berceo habla de la vida monástica y del papel inductor del demonio:

Un monje muy devoto en un convento había...
El abad de la casa diole sacristanía:
por libre de locura, por cuerdo lo tenía.
El enemigo malo de Belzebub vicario,
que siempre ha sido y es de los buenos contrario,
tanto pudo bullir el sutil adversario
que al monje corrompió y lo hizo fornicario.

     El demonio es el responsable, para Gil de Zamora, de la caída del monje en el río y de su muerte: «quem —fluvium— cum vellet transire, a diabolo impulsus, in eundem cecidit, et mox demissus ibidem interiit» mientras que para Berceo o para Alfonso X el monje «cayó en él y se ahogó fuera de la freiría», o «no ryo que soya pasar foi morrer».
     Para todos, el monje muere ahogado y su alma es disputada por demonios y ángeles, y éstos llevan la peor parte hasta que interviene la Virgen para recordar en la versión latina que «alicubi pergens ille primum me saltuabat, ac rediens, similiter hoc agebat» mientras que en Berceo se lee:

Cuando salió de casa, de mí tomó licencia:
de su pecado, yo le daré penitencia.

     En la versión latina los monjes buscan al sacristán cuando las campanas no tocan a maitines pero en ningún momento se sienten concernidos ni por el posible pecado ni por la muerte del sacristán mientras que el poeta de los monasterios riojanos se detiene a hablar de la mala imagen que la muerte puede proyectar sobre el monasterio, del que antes ha dicho que ignora el nombre, a pesar de lo cual sabe que

Era grande la basca y mayor el pesar,
porque perdía su precio por eso este lugar...
El convento quedaba triste y desconsolado
por este mal ejemplo que les había llegado...

     También en el milagro del Clérigo y la flor pueden observarse algunas diferencias de las que nos interesa ahora recordar el nombre que la versión latina y la romance dan al lugar de enterramiento inicial del monje: para Juan Gil, la mala vida del clérigo llevó a sus paisanos a enterrarlo «extra cimiterium» o, como dice Berceo, «no entre los diezmeros», no entre los fieles que pagan los diezmos a la Iglesia, requisito sin el cual no es posible enterrar en sagrado. Más fiel a la versión latina, Alfonso X hace enterrar al monje no en sagrado sino «fora».
     En El ladrón devoto contrapone Berceo el hurto al rezo y a la colaboración  para reparar puentes, obligada en la sociedad medieval:

Había un ladrón malo que prefería hurtar
a ir a las iglesias o a puentes levantar...

     También en esta ocasión se preocupa Berceo del «qué dirán», de la imagen de la villa en el caso de que el ladrón no sea ejecutado una vez que ha fallado el ahorcamiento:


Y estuvieron de acuerdo toda esa mesnada...
que debían degollarlo con hoz o con espada:
por un ladrón no fuera la villa deshonrada.

     La decisión de ahorcar al ladrón es obra de la justicia del concejo en Berceo en cuyo texto puede intuirse, al menos en la segunda fase, la participación de las masas populares —toda esa mesnada—, que, para Alfonso X, se reduce al merino:

E o meiryo da térra ouve-o log' a prender,
e tan toste sen tardada fez-lo na forca poer...
Assí esteve tres día o ladrón que non morréu;
mais o meiryo pasaba per y e mentes metéu
com' era viv', e un ome seu logo lle corregéu
o laço por que morresse...

     Mientras Juan Gil y Alfonso X afirman que el ladrón salvado de la muerte por la Virgen se hizo monje, Berceo, posiblemente molesto ante la presencia de un ladrón confeso en la comunidad, se limita a decir que

Su vida mejoró, se apartó de folía.
Cuando cumplió su curso murióse en su día.

     Mayores diferencias se observan en La boda y la Virgen en la que se recoge la historia del personaje que renuncia al matrimonio para dedicarse al servicio de María; para este milagro contamos con cuatro versiones de Juan Gil protagonizadas por el hijo del rey de Hungría, por un canónigo de Pisa, por el mayordomo del obispo de Clermont 9 y por un clérigo y una doncella anónimos10. Al igual que los demás protagonistas, el canónigo de Pisa se ve obligado por sus parientes a hacerse cargo de la herencia paterna y a contraer matrimonio para perpetuar la familia; en el último momento, el canónigo se detiene en una iglesia para rezar las Horas de la Virgen, y ésta lo acusa de haberla abandonado y le ordena «ne me contempta, alteram in uxore ducas»; decidido a cumplir el mandato disimula ante los invitados, se presta a la ceremonia y llega a entrar con la esposa en la habitación de la que sale secretamente y «tam uxorem quam omnia que habere potuit dreliquit»; nadie supo nunca dónde fue ni qué fin tuvo.
     Para Berceo, la esposa que le buscan los parientes era «tal cual le convenía» y la celebración de la ceremonia tiene un claro sentido de respeto a la esposa pues no habría estado bien desdeñar a la novia el día de la boda:


Hicieron ricas bodas, la esposa ya ganada
—sería gran afrenta si fuera desdeñada—..
Cuando vino a la noche a hora de reposar...
antes de que pudieran ningún solaz tomar,
los brazos de la novia no tenían qué apretar...

     Nada se supo en adelante del canónigo de Pisa, pero Berceo supone que

Buscó algún buen lugar de grande religión
y estuvo allí escondido viviendo en oración11

Alfonso X convierte al canónigo en

Un crérigo fremoso e riqu' e de muy gran guysa
mas tant era omildoso que celiço por camisa
sempre acarón vestía..

y la novia es

una meninna donzela das mais ricas que sabían
ena térra e mais bela...

      Las palabras de la Virgen no acaban de convencer al canónigo y una vez acabada la cena

Enton ámbo-los deytaron na cámara en un leyto,
e des que soos ficaron e él viu déla o peyto,
logo ambos ss'abraçaron cuidand'ela seu dereyto
aver dél; mas non podía. Ca pero a gran beldade
déla fez que a quisesse o novio de voontade
e que lle muito proguesse, a Virden de piadade
lle fez que o non fezesse...

     Nada se dice sobre el destino del canónigo pero sí se recuerda que dejó todos sus bienes a la esposa y él «fillóu de mui gran pobreza», aspecto que pasan por alto la versión latina y la de Berceo.
     Con la fiesta de la Anunciación del ángel a María se relaciona la leyenda de La casulla de San lldefonso12, entre cuyos méritos figura el traslado de la fiesta de la Anunciación desde el 25 de marzo al octavo día antes de Navidad para que el anuncio precediera de cerca al nacimiento y no coincidiese, como a veces ocurría, con la Pasión y Resurrección del Señor, época en la que no se podía dar solemnidad a la fiesta; Juan Gil habla, de pasada, de dar solemnidad a la fiesta y deja entrever la posibilidad de volver la fiesta al mes de marzo «si... sub eadem solempnitate congrue restitui possit», y Berceo se extiende en consideraciones sobre el tiempo litúrgico:

La fiesta caía en tiempo (y esto bien se sabía)
que no canta la Iglesia sus cantos de alegría...
El tiempo de Cuaresma es tiempo de aflicción,
ni canta aleluya ni hacen procesión...

     Las versiones latinas, escritas seguramente lejos de la Península, señalan que la fiesta fue trasladada «in Hispana» o que Ildefonso era «genere et natione hyspanus», referencias locales que Berceo omite porque para sus oyentes basta decir que Ildefonso fue arzobispo toledano. Alfonso X recuerda el origen de Ildefonso para llamarlo «primado» de España e incluye en la leyenda a Santa Leocadia, que, en nombre de la Virgen, agradece a Ildefonso las alabanzas que para su mayor gloria había escrito:

Ú con Reí Recessindo ena precissón andará,
ú lles parecéu sen falla Santa Locay'; e enquanto
ll'el Rey tallou da mortalla, disse-l': «Ay Affonso santo,
per ti viv'a Señora mía»...13

     La Virgen premia los servicios del arzobispo regalándole un alba sacerdotal, un «vestimentum de paradiso Filii mei», y Berceo afirma

Que le dio una casulla sin aguja cosida;
era obra de ángeles, no por hombre tejida.

     Todas las versiones dejan claro que el alba o la casulla es un regalo personal que sólo Ildefonso puede usar y amenazan con graves penas a quien se atreva a vestir tan importante prenda y a sentarse en la silla o cátedra en la que se apareció la Virgen; intentó sentarse en la cátedra el obispo Sisberto que, «ab ispa eiectus sede, fuit postmodum exilio relegatus»; años más tarde el arzobispo Siagrio quiso revestir la casulla y murió ahogado por ella: «cumque indutus esset, constrictus artius, cecidit mortuus» en la primera versión latina, y «eodem vestimento arcius constrictus, mortuus cecidit» en la segunda. Berceo y Alfonso X olvidan la ocupación de la cátedra por Sisberto y el primero describe con cierto detalle la muerte de Siagrio:

A pesar de lo amplia que era la vestidura
le resultó a Siagrio angosta sin mesura:
tomóle la garganta como cadena dura
y pereció ahogado por su grande locura.

     Buen conocedor de las crónicas de la época, Juan Gil añade que el alba fue llevada a Asturias «tempore persecutionis», es decir al producirse la invasión musulmana, «et adhuc creditur ibi esse».14

     El monje y San Pedro narra la historia de un monje «cuius vita et mores nimis ab habitu monachi discrepabat. Nam leviter se agens in pluribus actibus etiam filium, contra propositum monachi habebat»; más conciso aún es Alfonso X que dice del monje que «dos sabores do mundo más ca da celestial vida gran sabor avía» mientras Berceo, buen conocedor de la vida monástica nos informa de que

Había en él un monje asaz mal ordenado:
lo que dice la regla no le daba cuidado.
Era de poco seso hacía mucha locura,
el que lo castigaran lo tenía sin cura;
le aconteció en todo esto muy gran desaventura;
parió una bagasa de él una criatura.
Por salud de su cuerpo y por vivir más sano
hacía de electuarios uso muy cotidiano,
en invierno calientes y fríos en verano...

     Los electuarios son, para Alfonso X, la causa de la muerte del monje:  «mas por se guardar de mal bevéu hua meezya, e morréu sen confesión».
     Murió el monje sin confesión ni comunión y de nada sirvieron los ruegos de San Pedro, en cuyo monasterio había profesado el monje, para que Cristo perdonara al pecador, y el mismo éxito tuvieron otros santos que se ofrecieron a mediar; sólo la intercesión de la Virgen conmovió a su Hijo y cuando autorizada por Éste dio permiso a San Pedro para que se hiciera cargo del cuerpo y del alma, «sanctus Petrus confertim, magna clave, quam tenebat, diabolum terens, eum in fugam convertit» y si San Pedro recurre a la amenaza física de la llave, el monje, años antes fallecido, que recibe la orden de unir alma y cuerpo, exige como pago «ut singulis diebus diceret pro eo psalmum Miserere mei Deus, et persepe mundaret scopis sepulcrum eius», es decir:

Yo te ruego por Dios y por Santa María
que tengas un clamor tú por mi cada día.
Otra cosa te ruego, y es que mi sepultura,
que está toda cubierta por cima de basura,
tú que la hagas barrer por tu buena mesura...

     A la defensa que hace San Pedro de uno de los suyos podemos añadir la que realiza el apóstol Santiago para salvar el alma de un peregrino que, la víspera de su partida, «cum sua concubina dormivit, devictus voluptate carnis»; Alfonso X reprocha al romero haberse acostado «con moller sen bondade, sen con ela casar», y Berceo convierte al peregrino en monje de costumbres ligeras, profeso de Cluny a cuyo abad, San Hugo, atribuye la narración:

Un fraile de su casa Giraldo era llamado,
antes que fuese monje no era muy enseñado,
de vez en vez hacía locuras y pecado
como hombre soltero que vive sin cuidado...
Cuando iban a salir, hizo una enemiga:
no guardó penitencia como la ley obliga,
en vez de hacer vigilia se acostó con su amiga
y metióse en camino con esta mala ortiga.

     Puesto que ha pecado, el peregrino es fácil presa del demonio que se le aparece en el camino bajo la figura de Santiago y le indica que sus pecados no serán perdonados «nisi feceris quod dixero tibi: Abscite igitur primum tua genitalia membra, et deinde interfice te ipsum» orden que se repite en las versiones romances, muy discretamente en la Cantiga:

Talla o que traes tigo
que te foy deitar
en poder de eemigo
e vait-te degolar.

y sin tapujos en Berceo, que añade una presentación del peregrino y del demonio-apóstol y teatraliza la escena:

El falso transformóse en ángel verdadero...
"Seas el bienvenido —le dijo a este romero—
me pareces de veras simple como un cordero,
Saliste de tu casa por venir a la mía,
cuando salir quisiste hiciste una folía:
piensas sin penitencia cumplir tal romería;
no te agradecerá esto Santa María»,
«¿Y quién sois vos, señor?» preguntóle el romero,
Respondióle: «Santiago, hijo de Zebedeo.
Sábelo bien, amigo. andas en devaneo;
Parece que no tienes de salvarte deseo»,
Dijo entonces Giraldo: «señor, qué me mandáis?
Yo quiero cumplir todo aquello que digáis,
porque veo que hice grandes iniquidades,
que no tomé el castigo que dicen los abades».
Dijo el falso Santiago: «Este es el juicio:
Que te cortes los miembros que hacen el fornicio;
así que te degüelles harás a Dios servicio,
que de tu carne misma le harás tu sacrificio».

     El monje se corta los genitales, se degüella a continuación y sus compañeros lo abandonan temerosos de que «ne forte diceretur vel cupiditate pecunie, vel aliqua occassione se peremisse illum»; No es mucho más explícito Alfonso X: «Seus companneiros, poi-lo mort acharon, per non lles apoer que o mataron foron-se», y Berceo pone en boca de los compañeros reflexiones dignas de un detective moderno:

Veían que por ladrones no estaba degollado,
pues nada le faltaba, nada le habían robado;
tampoco ningún hombre lo había desafiado;
no sabían de qué modo quedaba ocasionado.
Huyeron luego todos, todos desparramados,
porque temían ser de esta muerte acusados;
aunque eran inocentes, podían ser culpados
y por ventura ser prendidos y achacados...

     Puesto que el peregrino se ha suicidado, el alma se convierte en presa de los demonios que ven interrumpida su marcha triunfal por la aparición del verdadero Santiago apoyado por San Pedro15; el apóstol convierte el suicidio en obediencia prácticamente obligada y exige acudir al tribunal de María quien, lógicamente, da la razón al apóstol y manda volver el alma al cuerpo:

 

Et dixit eis sanctus lacobus: Sciatis certe quod non gaudebitis de eius morte. Nam sub mei specie eum decepistis; et hoc quidem fecit quia obediens michi simpliciter egit. Quod si contra hec reluctamini, eamus iuditium almiflue matris Christi... Ipsa sancta virgo, plena pietate, iudicavit animam deberi ad corpus revertí.


     Alfonso X recrea el juicio y repite las palabras de defensa y acusación;

A alma do meu roméu que fillastes,
ca por razón de mí o enganastes;
gran traiçon y penssastes,
e se Deu m'anpar
pois falsament' a gaastes.
Non vos pode durar.
Responderon os demoes louçaos:
«cuia est'alma foi fez feitos vaaos
por que somos ben certaos
que non dev'entrar
ante Deus, pois con sas maos
se foi desperenar».
Santiago diss': «Atanto façamos:
pois nos e vos est'assí rezoamos
ao joyzo vamos
da que non á par,
e o que julgar façamos
logo sen alongar».
Log'ante Santa María veeron
e rezoaron quanto mais poderon.
de la tal joíz' ouveron:
que fosse tornar
a alma onde a trouxeron....

     También Berceo, que para nada cita a San Pedro, representa el juicio y amplía o detalla los argumentos empleados por el apóstol defensor:

Santiago los vio
"Dejad —dijo— malditos,
porque no os pertenece
tratadla con cuidado
que no podréis con ella.
Respondióle un diablo,
«lago, ¿quieres que hagamos
¿a la razón derecha
Traes mala cubierta
Giraldo hizo enemiga,
tendrá que ser juzgado
Bajo todas las luces
lago, contra nosotros
Le repuso Santiago;
no os puede vuestra parla
que trayendo mi voz
diste consejo malo.
Si no le hubieses dicho
si tú no le mostraras
no dañara su cuerpo
ni yacería cual yace
Mucho me encoleriza
y mirar por vosotros
Matasteis mi romero
y ahora veo además
Os emplazo ante el juicio
ante ella me clamo
Yo de otra manera
pues veo que traéis
Propusieron sus voces
cada parte afincó
Las razones oyó
terminó la baraja
El engaño sufrido
que el romero a Santiago
creyendo que por eso
pero el engañador
Dijo Ella: «Yo esto mando
El alma por la cual
Ha de volver al cuerpo

cuyo el romero era...
la presa que lleváis,
tanto como pensáis;
y fuerza no le hagáis,
aunque bien lo queráis",
páresele rehacio:
de ti todos escarnio?
quieres tú ser contrario?
bajo el escapulario,
matóse con su mano;
de Judas por hermano,
es nuestro parroquiano;
no quieras ser villano».
"Don traidor palabrero
valer un mal dinero;
como falso vocero
mataste a mi romero,
que tú Santiago eras,
por señas mis veneras,
con sus mismas tijeras
por esas carreteras,
vuestra mala partida,
mi forma escarnecida,
con mentira sabida,
su alma mal traída,
de la Virgo María,
en esta pleitesía,
no os abandonaría,
muy gran alevosía»,
ante la Gloriosa,
claramente la cosa,
la Reina preciosa.
de manera sabrosa:
provecho debía hacer,
cuidaba obedecer
en salvo debía ser;
lo debía padecer,
y doylo por sentencia:
sostenéis la pendencia
y hacer su penitencia.

     Tras la sentencia de la Virgen, el monje vuelve a la vida aunque conservó la cicatriz del cuello como recuerdo y «virilia membra non sunt ei restituta, preter unum foramen parvulum, per quod mingebat, exigente natura». Menos detallista o más púdico, Alfonso X señala que nunca «cobrar pod'o de que foi falido, con que fora peccar», y, realista como en otros muchos milagros, Berceo hace que Giraldo se recupere «medio desconcertado, como el hombre que duerme y despierta enojado»16 para comprobar que

De la llaga que tuvo
apenas parecía
perdió todo color
todos decían «Este hombre
De todo lo otro estaba
fuera de un hilito
mas lo de la natura
no le volvió a crecer,
Todo estaba bien sano,
para verter sus aguas

de la degolladura
la sobresanadura:
y toda calentura;
fue de buena ventura»,
bien sano y mejorado,
que tenía atravesado;
cuanto que fue cortado,
y quedó en ese estado,
todo bien encorado;
le quedaba el forado...17


     Más realista aún se presenta Berceo en el milagro El clérigo embriagado; sus versos pueden servir perfectamente para describir los efectos de la embriaguez:

Emborrachóse el loco,
yació hasta las vísperas
Bien a la hora de vísperas,
recordó malamente,
salió para la claustra
todos se dieron cuenta
Aunque sobre sus pies
iba para la iglesia,
el demonio le quiso
porque se lo cuidaba

salió de su cordura,
sobre la tierra dura,
el sol ya enflaquecido,
caminaba aturdido,
casi sin un sentido;
de que había bebido,
no se podía tener,
como solía hacer;
zancadilla poner
fácilmente vencer...,

versos que el texto latino reduce a «contigit... tantum bibisse ut putaretur fere omnino sine sensu esse. Ex quo, cum advesperascente iam die, ita imbutus exiret, ac versus ecclesiam per claustrum tenderet, visus est diabolus ei...; más lacónico aún es Alfonso X: «Pero beved' estava muit», o monge quis s'ir dereit aa egreja» cuando se le apareció el diablo que, primero, adopta la forma de un toro bravo, después la de un hombre negro y, finalmente, la de un león, según Alfonso X:

...mas o dem'a saír
en figura de touro
o foi, polo ferir
con seus cornos merjudos,
ben come touro faz...
Pois, en figura d'ome...
longu' e magr' e veloso
e negro come pez....
pois... en figura...
de muy bravo león.

     En los tres casos aparece la Virgen y expulsa al demonio utilizando la palabra: «Vai ta via, muit' es de mal solaz» frente al toro; «Fuge, mao, mui peor ca rapaz», al hombre, y cuando el demonio tomó la figura de un león,

Deu-lle con un bastón
Dizendo: «Tol-t', astroso,
E logo te desfaz».

     La versión latina y Berceo hablan de un toro, un perro y un león y describen con cierto detalle la aparición y actuación de la Virgen: cuando el toro amenaza al monje

Tunc ecce quandam puellam, decoram facie, ac super humeros difusam cesariem, ante illum repente, tenentem in dextra quandam vineam mapam vidit astare, que ipsum increpans diabolum cur erga suum famulum talia ageret, iussit ut cito discederet, nec ei quicquam mali amplius facere presumpseret.

     Berceo bebe directamente del texto latino y lo mejora convirtiendo la acción de María en un quite y un pase en una plaza de toros:

En figura de toro que anda escalentado,
cavando con los pies, el ceño demudado,
con fiera cornadura, muy sañoso y airado...
Hacíale malos gestos esa cosa endiablada,
que le pondría los cuernos en medio la corada...
Vino Santa María con su hábito honrado...
Metióseles por medio, entre él y el pecado,
Y el toro tan soberbio quedó luego amansado,
Le amenazó la dueña con la falda del manto
y esto fue para él muy pesado quebranto;
huyó y se desterró haciendo muy gran planto.

     Unos pasos más adelante y siempre intentando que el monje no llegue a la iglesia, el diablo adopta la forma de un perro rabioso al que la Virgen da el mismo trato que al toro; y cuando el monje está a punto de entrar, se aparece por tercera vez el diablo ahora en forma de león «adversus eum rugiens et impetum faciens, quasi eum eadem hora esset devoraturus»; en esta ocasión, también acudió la Virgen «et virga quam in manu gestabat ipsum diabolum acriter verberavit, dicens: Quia michi obedire noluisti, hoc ad presens recipere meruisti; sed si ad eum rediré amplius ausus fuerit, hic et in eternum maiora sustinebis» y el diablo «ut fumus evanuit».
     Berceo repite prácticamente las palabras del texto latino, pero intercala reflexiones del monje y consideraciones personales del poeta; cuando el diablo ataca

A manera de can hiriendo a colmilladas...
"Mezquino, —dijo él—, graves son mis pecados»
Bien se cuidaba el monje que era despedazado;
Estaba en fiera cuita y andaba desmayado...,

y cuando ataca el león «entrante de la iglesia, en la última grada»,

El monje cuidó allí que era devorado,
porque en verdad veía un encuentro pesado,
y que esto le era peor que todo lo pasado:
dentro en su voluntad maldecía al pecado.
Decía: «¡Valme, gloriosa Madre Santa María,
Válgame la tu gracia ahora en este día...

María aparece con «un palo en la mano» y se dirige, furiosa, al león;

«Don alevoso falso, ya que no escarmentáis,
hoy os habré de dar lo que me demandáis:
bien lo habréis de comprar antes de que os vayáis;
a quien movisteis guerra quiero que lo sepáis»,
Empezóle a dar tamañas palancadas,
no podían las menudas escusar las granadas;
padecía el león a buenas dineradas,
nunca tuvo en sus días las cuestas tan sobadas.
Decía la buena dueña: «Don falso traidor,
que siempre andas en mal y eres de mal señor
si te vuelvo a encontrar por este derredor,
de lo que ahora tomas tomarás aún peor».
Borróse la figura, se empezó a deshacer...

     Desapareció el demonio pero no los efectos de la borrachera, en las versiones latina y de Berceo, y la Virgen acompañó al monje como una madre acompañaría a un hijo que llega a casa borracho:
 

tenens manum eius cum ipso pedetentius prerrexit, et usque ad lectuum suum per gradus qul intererant eum deduzit. Ubi ambo pervenientes, puella lectum discooperuit; monachum intus collocavit; caput ipsius super eius capitale reclinavit suaviter, ac signum vía in eius frontem impresit.
 

     Finaliza su acción María ordenando al monje que al día siguiente busque a una persona de su total confianza y confiese con él; despejado o, al menos, «iam exhilaratus» se comprometió a cumplir la orden y así lo hizo en cuanto pudo levantarse. Berceo, que ha seguido el texto latino en la descripción del delirium tremens del monje, lo sigue también en los versos dedicados a la resaca del día después:

El monje que por todo esto había pasado,
de la carga del vino aún no estaba aliviado,
que el vino con el miedo lo tenían tan sobado
que tornar no podía al lecho acostumbrado.
La Reina preciosa y de precioso hecho
tomólo por la mano, llevólo para el lecho,
cubriólo con su manta y con el sobrelecho,
so la cabeza púsole el cabezal derecho.
Además, cuando lo hubo sobre su lecho echado,
le signó con su diestra y fue bien santiguado...

     El último de los milagros recogidos por Berceo18 narra la historia de Teófilo, al que se identifica con el santo del mismo nombre que fue vicario episcopal en Adana, Cilicia; siendo vicario Teófilo muestra una gran humildad que le lleva a rechazar el obispado que le ofrecen el clero y los fieles de su diócesis; le quita el nuevo obispo la vicaría y, despechado, firma un pacto con el demonio del que sólo se librará por la intercesión de la Virgen.19
     La versión latina presenta a Teófilo como persona
 

moribus et conversatione precipuus, qui quiete ac cum omnímoda moderatione ecclesie Christi rationabile ovile optime regebat; ita ut episcopus eius propter eum alacriter repausaret ab omni dispositione ecclesie et universe plebis. Etenim a maiore usque ad minorem omnes diligebant eum; nam orphanis et viduis atque egenis commode ministrabat,
 

que se traduce en Berceo por

Érase un hombre bueno de bien granada hacienda.,
Era hombre pacífico, no amaba la contienda,
bien sabía a sus carnes tener bajo la rienda,
En el lugar donde era tenía gran bailía,
de su señor obispo tenía la vicaría;
entre los de la iglesia tenía la mejoría,
fuera de que el obispo tenía la nombradla,
Era, en su persona, de buena contenencia,
sabia tener con todos paz y buena avenencia;
era hombre templado de buena conocencia,
era muy sazonado de sentido y de ciencia,
Vestía a los desnudos, alimentaba hambrientos,
acogía a los romeros que venían friolentos,
a los errados daba buenos castigamientos,
que hiciesen penitencia de todos fallimientos.
No tenía el obispo embargo ni lacerio,
salvo cantar su misa y rezar su salterio,
Teófilo lo excusaba de todo ministerio,
y contar sus bondades sería relato serio,
El obispo lo amaba de muy grande manera
porque así lo excusaba de toda facendera;
los pueblos y las gentes teníanlo por lumbrera
porque él era de todos caudillo y cabecera.


     A la muerte de! obispo, el clero y el pueblo se dirigieron al metropolitano pidiendo que Teófilo fuera nombrado obispo, pero éste se negó declarándose indigno, y el arzobispo no tuvo más remedio que ofrecer la sede a otra persona; ante el nuevo obispo intrigaron los clérigos para que «amoto iilo, alium ecclesie ordinarent vicedominum» y el antiguo se vio reducido a gobernar su propia casa: «sue tantum domus is, qui a priori descesserat officio, ageret curam» hasta que, despechado, pactó con el demonio.
     Para Berceo, Teófilo no es expulsado del cargo sino obligado a compartirlo con otra persona que goza de la confianza plena del nuevo obispo y eclipsa al antiguo vicario que, movido por la envidia y el despecho, busca la ayuda del demonio:
 

El nuevo obispo impuesto
puso a otro vicario
Corrían los pleitos todos
servíanlo a Teófilo,
Tuvo celos Teófilo,
y se cambió en Caín
En casa del obispo
como solía ser
en su voluntad fue
habíalo la envidia
Teníase por maltrecho
de grandes y de chicos
cegó del gran despecho
pensó fiera locura,

en esta ordenación
en esa ocupación,
al vicario novel,
mas plus servían a él.
trabajóse el doncel,
el que fuera Abel,
no era ya tan privado
con el otro pasado,
fieramente turbado,
de su quicio sacado,
y por ocasionado,
veíase desdeñado;
y fue mal transtornado,
gran yerro, desguisado...


     Los versos de Alfonso X se inician con la aceptación de la ayuda del demonio por Teófilo, personaje que presenta la glosa no como vicario episcopal sino como rico caballero casado con una no menos rica y noble dama; «los algos que avían que los perdieron e tornaron al mayor menester del mundo» hasta la intervención del demonio del que parte la iniciativa de comprar el alma de Teófilo: llamó el diablo a un judío encantador y le pidió que ofreciera a Teófilo y a su mujer «dobladas las riquezas e onrra que de ante avían», oferta que es rechazada abiertamente por la mujer y aceptada por Teófilo.
     La iniciativa parte de Teófilo en la versión latina y en Berceo; la primera convierte al judío encantador de las Cantigas en «neffandissimus et diabolice artis operator nequissimus, qui iam multos in infidelitate argumentum et in foveam perditionis inmerserat», y Berceo narra con detalle las habilidades del judío y su popularidad:
 

Había allí un judío
sabía él cosa mala
que con la hueste antigua
Era un falso truhán
sabía encantamientos
Beelzebub lo guiaba
En dar consejos malos
mataba muchas almas
como era vasallo
si aquél mal le mandaba,
Cuidábanse los hombres
no entendían que todo
cuando por aventura
por poco aquella gente
Lo había colocado
todos a él venían
lo que él les decía
sabía de mala guisa
Teníanlo por profeta
todos corrían a él
los que estaban enfermos
todos decían; «Haremos

en esa judería:
de toda alevosía,
tenía su cofradía,
lleno de malos vicios,
y otros artificios,
en todos sus oficios,
era muy sabedor
este falso traidor:
de pésimo señor,
él hacíalo peor,
que con seso quebraba.
Satanás lo guiaba;
en algo la acertaba
loca no lo adoraba,
el diablo en gran lugar,
consejo a demandar,
hacíaselo probar.
los hombres engañar,
todos, chicos y grandes,
como puercos a landes;
llevábanlos en andas;
todo lo que tú mandes».

      Según la versión latina, Teófilo pide ayuda contra el trato recibido del obispo: «adiuva me, quum episcopus meus in obprobiunn me adduxit et hec atque hec operatus est in me», y el diablo le ofrece, si reniega por escrito de María y de Jesús, ayuda para que «plus faceré possit quam prius, et imperare ómnibus, etiam et episcopo». Al día siguiente, el obispo reconoce su error, repone a Teófilo como primero entre los vicarios y Teófilo es elevado a los mayores honores, no sin que el hebreo le recuerde cada vez que se presenta la ocasión, que todo «ex me et ex patrono meo invenisti"; Alfonso X pone la codicia como móvil de la acción de Teófilo, y Berceo da a entender que el deseo de riquezas pudo ser la causa por la que Teófilo firmó el pacto con el diablo; guía el judío a Teófilo y

No te santigües —díjole—, y no temas por nada,
Que mañana tu hacienda estará mejorada»,

pero poco después vuelve a la versión original y recuerda, por boca del judío, los agravios del obispo, que no tardará en modificar su actitud:

«Vicario solía ser éste del obispado,
queríanlo todos mucho, era hombre muy honrado,
quítáronselo ahora, de que es menoscabado.,
Retornó el fementido a haber todo su estado,
reconoció el obispo que se había equivocado
el día que lo había de su cargo apartado»,
Si antes fue Teófilo muy bien quisto y amado,
Fue después más servido y mucho más preciado...

     Teófilo llega de la mano del hebreo a la entrevista con el diablo y mientras está hablando, «súbito ostendit albos clamidatos cum multitudine candelabrorum camantes in medio principem sedentem. Erant enim diabolus et ministri eius»; Alfonso X se limita a decir que «el Diablo veno í con gran poderío de espíritus malignos e con mucho aver», y Berceo describe una procesión previa a la recepción en palacio real:

Vio allí poco después venir muy grandes gentes
con ciriales en manos y con cirios ardientes,
con su rey en el medio, feos y no lucientes...
Tomólo por la mano este truhán traidor,
llevólo hasta la tienda donde estaba el señor,
El rey lo recibió con asaz gran honor,
Tal hicieron los príncipes puestos en derredor...

     La conversión y ruptura del pacto con el demonio tiene en las Cantigas un agente humano, la mujer de Teófilo que nunca quiso aceptar el trato y recriminó a su marido haber entregado su alma a cambio de bienes materiales; Teófilo se arrepintió y mientras dormía, la Virgen arrancó la carta de acuerdo al demonio y la puso en manos de Teófilo que se apresuró a mostrarla al obispo; en las otras dos versiones el arrepentimiento está inspirado directamente por Dios y da lugar a un diálogo de Teófilo con su alma, en la versión latina, que se centra en el lamento por la caída en el pecado, y a un diálogo consigo mismo en el texto de Berceo, que añade al arrepentimiento y dolor espiritual, un toque humano claramente dirigido a los posibles oyentes de los versos; el texto latino

Ve, misera anima mea! Quomodo demolita es, alienata, captivata et labefacta? Quali ruisti ruina? Quali dimisa es naufragio? Qualis ceno convoluta es? Ad qualem iam confugies portum? Ad quod ocurres remedium? Ve michi misero, qui supplantatus et proprio arbitrio demersus surgere nequeo.

se transforma en los siguientes versos:

Dijo dentro de si: Mezquino malhadado,
del otero en que estuve, ¿quién me ha derribado?
La alma tengo perdida, el cuerpo despreciado,
el bien que yo perdí no lo veré cobrado,
Mezquino pecador, no veo donde arribar,
no encontré quien quiera a Dios por mí rogar;
muero como quien yace en medio de la mar
y que no ve terreno por do pueda escapar...
No me faltaba nada ni andaba mendigo,
todos honra me hacían y les placía conmigo;
pero me fui a buscar mejor que pan de trigo:
yo me busqué el cuchillo, y yo fui mi enemigo,
Tenía qué vestir, tenía qué calzar,
Tenía para mí, tenía para dar;
para mercado, día bien negro fui a buscar;
debríame yo mismo con mis manos matar,
Bien sé que de esta fiebre no podré terminar,
que no hay menge ni físico que me pueda prestar,
sino Santa María, estrella de la mar,
¿mas quién será el osado que la vaya a rogar?
A mí, mezquino hediondo, que hiedo más que can
—can que yace podrido, no can que come pan—,
no me querrá oír, esto lo sé de plano,
porque fui contra ella muy torpe y muy villano...

     Tras las consideraciones anteriores, acude a la Virgen y ante su imagen permanece Teófilo en ayunas y haciendo penitencia durante diez días — cuarenta en Berceo— antes de conseguir que la Virgen se dirija a él para reprocharle su pecado y hacerle ver lo inútil de sus ruegos:
 

Ut quid temeré audes implorare celicam pietatem, qui tantam commisisti iniquitatem? Qui non solum me, sed ipsum Ihesum filium meum, quod magis detestor, ore sacrilegio denegasti. Necesse habes divinam exorare persepius pietatem, si exoptas consequi peccatorum remissibilitatem. Filius enim meus non solum est pater pius, sed etiam iudex iustus,

párrafo que adquiere singular viveza en Berceo:

Díjole: «¿En qué andas, hombre tan sin ventura?
escribes sobre el hielo, contiendes en locura;
harta estoy de tu pleito, dasme gran amargura,
eres muy porfioso, me enojas sin mesura.
Haces peticiones, locas y sin color:
tú nos has renegado, buscaste otro señor.
Don renegado malo, que Judas mucho peor,
no sé por ti quién quiera rogar al Criador.
Yo tendría vergüenza a mi Hijo de rogar,
y no me atrevería mi razón a empezar.
Aquél que renegaste, a Quien diste pesar,
no nos querrá oír; menos, te perdonar.

     A las palabras de María contrapone Teófilo la misericordia del Señor que «ut ex multis patrum exemplis habemus, peccatunn suum vere confitentibus, remissionem tribuit peccatorum», y Berceo detalla y centra los ejemplos de pecadores perdonados en Pedro y Longinos, La Magdalena y Santa María Egipcíaca, David y los pueblos de Nínive «que estaban condenados... y todos sus errores les fueron perdonados», y María, para hablar con su Hijo, pone como condición que Teófilo confiese «quod quem ego peperi filium et tu negasti sit Christus, filius Dei vivi, qui venturus est iudicare vivos et mortuos»; si así lo hace Teófilo «ego ipsum rogabo pro te ut te dignetur suscipere», o en palabras de Berceo:

Quiérote aconsejar un consejo derecho:
vuélvete hacia mi Hijo que te tiene despecho,
porque tiene que fue de ti harto maltrecho.
Ruégalo muy de firme y con muy gran vehemencia,
Él es muy piadoso y de gran conocencia;
Él mata. Él vivifica, que tanta es su potencia.

     En latín y en romance, Teófilo recita el Credo con diferencias que el lector podrá ver al comparar ambas versiones, y tras la oración Teófilo pide a la Virgen que sea mediadora ante su Hijo; durante tres días y otras tantas noches permanece Teófilo en oración hasta que, en sueños, se le aparece la Virgen y le anuncia que Dios lo ha perdonado; agradece Teófilo el favor y ruega a la Virgen que sea su valedora «ut recipere valeam illam execrabilem abnegationis mee cartulam atque nefandam cautionem... Hec est que supra modum titillat miserrimam animam meam». Pasan otros tres días y aparece de nuevo la Virgen con la carta arrancada al demonio:

in visione apparuit, et eandem cautionis cartulam, habentem sicuti lecta fuerat de cera sigillum exhibuit et eius pectori superposuit. Quam ille a sompno surgens letus effectus ita contremuit, ut pene etiam omnium membrorum eius resolverentur iuncture.

     Berceo sigue el mismo esquema y hace que tras los días pasados en ayuno y abstinencia se aparezca la Virgen con la noticia de que Dios ha concedido su perdón; Teófilo exige como prueba que María recupere la carta y le haga entrega de la misma pues mientras siga en poder del diablo siempre podrá éste alegar sus derechos:

«Madre —dijo Teófilo— de Dios Nuestro Señor,
por ti me viene esto, dello soy sabedor...
Pero con todo esto que Tú has alcanzado
aún no estoy seguro, ni estaré bien pagado
hasta que vea la carta y recobre el dictado
que hice cuando hube de tu Hijo renegado,
Madre, si yo tuviese la cartilla cobrada
y si dentro de un fuego yo la viese quemada,
aunque luego muriese, no se me daría nada...
Tú que esta cosa tienes, Señora, comenzada,
Hazme render la carta. será bien acabada»...
Quitóse de delante la Reina preciosa,
Fue a buscar esta carta de guisa presurosa...
En la noche tercera yacía él adormido,
que sufría gran martirio, tenía poco sentido;
vino la Gloriosa con recaudo cumplido,
con su carta en la mano, queda sin todo ruido...
Se la echó por encima, dióle una sacudida:
respondió don Teófilo, pasó de muerte a vida,
que encontró en su regazo la carta mal metida...

    Se deshace Teófilo en alabanzas a María en la versión romance, alabanzas que no figuran en la latina donde se pasa de la recepción de la carta a su presentación ante el obispo y el pueblo y la narración de lo sucedido, de forma mucho más viva en Berceo que en la versión latina. Frente a la sequedad del texto latino: «in crastina vero, cum esset dominca dies, pergens ad ecclesiam in qua episcopus cum omni populo aderat», la viveza de Berceo:

La mañana siguiente de pasada esta cosa...
era día domingo, una feria sabrosa,
en que anda la gente cristiana muy gustosa.
Vínose el pueblo todo para la misa oír,
tomar el pan bendito, el agua recibir;
queríala el obispo de la villa decir,
quería el hombre bueno su oficio cumplir...

     Teófilo cuenta lo sucedido, de forma detallada en la versión romance, alaban todos a Dios, el obispo devuelve la carta a Teófilo y manda «illam nefandissimam et execrabilisimam cartulam in conspectu omnius comburi» o, en la versión de Berceo,

Después mandó el obispo hacer muy gran hoguera;
a la vista del pueblo que dentro la iglesia era,
echó entonces la carta dentro la calera:
ardió, se hizo ceniza pergamino con cera...

     Tres días más tarde, Teófilo «ultimum huius vite diem in ipso quo viderat visionem loco feliciter complevit» o

Tres días solos vivió después de comulgado
desde que el documento fue ceniza tornado:
murió en aquella iglesia en que fue visitado... 20

 

APÉNDICE

 

La historia de Teófilo vista por Juan Gil y por Gonzalo de Berceo

 
 

Fuit siquidem in una civitate ciliciorum quídam vicedomiuus sancte dei ecclesie, nomine Theophilus, moribus et conversatione precipuus, qui quiete ac cum omnímoda moderatione eclesie chrlsti rationabile ovile obtime regebat; Ita ut episcopus eius propter eum alacriter repausaret ab omni dispositione ecclesie et universo plebis. Etenim a maiore usque ad minorem omnes diligebant eum; nam orphanis et viduis atque egenis commode minis-trabat.

Del pleito de Teófilo os querría yo hablar:
tan precioso milagro no es para olvidar,
porque por él podremos entender y juzgar
lo que vale la Virgen si la saben rogar.
No querré, si pudiera, la razón alongar:
vosotros tendríais tedio, yo podría pecar.
De la breve oración se suele Dios pagar;
de ésa el Criador nos deje a nosotros usar.
Érase un hombre bueno de bien granada hacienda,
tenía por nombre Teófilo, como diz la leyenda.
Era hombre pacifico, no amaba la contienda,
bien sabia a sus carnes tener bajo la rienda.
En el lugar donde era tenía gran bailía,
de su señor obispo tenía la vicaría;
entre los de la iglesia tenía la mejoría,
fuera de que el obispo tenía la nombradía.
Era, en su persona, de buena contenencia,
sabía tener con todos paz y buena avenencia;
era hombre templado, de buena conocencia,
era muy sazonado de sentido y de ciencia.
Vestía a los desnudos, alimentaba hambrientos,
acogía a los romeros que venían friolentos,
a los errados daba buenos castigamientos,
que hiciesen penitencia de todos fallimientos.
No tenia el obispo embargo ni lacerio,
salvo cantar su misa y rezar su salterio.
Teófilo lo excusaba de todo ministerio,
y contar sus bondades seria relato serio.
El obispo lo amaba de muy grande manera,
porque así lo excusaba de toda facendera;
los pueblos y las gentes teníanlo por lumbrera
porque él era de todos caudillo y cabecera.

 

 

Contigit itaque, vocante Deo, eíusdem civitatís episcopum vítam finire; statimque clerus omnis, ac populus effectualiter diligentes eundem vícedominum et industriam ílllus cognoscentes communi consílío decreverunt eum in episcopum sublimari, Et celébrate decreto mox ad metropolitanum direxerunt epistolam. Qua suscepta, virique compertis virtutibus, annuit affectuí peten-cium, [et] prefatum vícedominum in episcopatu promovendum ad se adduci precepit. Qui, susceptis metropolítani missis et litteris, primum ire distulit, rogans omnes no eum compellerent fieri episcopum, sufficere sibi dicens permanere ut erat vicedominus, contestans se indignum tanti honoris officio. Populo autem non annuente, perductus ad metropolitanum est episcopum; a quo cum gaudio susceptus, pavimento prosternitur, eiusque pedibus comprehensis, precabatur nichil tale in se acccitari; quippe cum peccatorum suorum actibus indignum se tanto gradu esse cognosceret. Cumque diu ad pedes eplscopi pavimento here-ret, tractandi secum triumdierum accepit spacium. Post diem autem tertium,vocatum eum ad se, commonere cepit episcopus utvoluntati plebis assensum preberet, dignum eum inhoc esse contestans. Ipse vero nichilominus tante sedis grada omnimode sese clamabat indignum.

Cuando el término vino en que hubo de finar,
el obispo no pudo el punto traspasar.
Enfermóse y murió, fuese con Dios a holgar;
déle Dios Paraíso (débese así rogar).
Las gentes del lugar, toda la clerecía,
todos decían: «Teófilo haya la obispalía;
entendemos que yace en él la mejoría,
él conviene que tenga esta adelantadla.»
Enviaron sus cartas al metropolitano,
que —¡por Dios!— de Teófilo no mudase la mano;
para todos éste era el consejo más sano:
lo ál seria invierno, esto sería verano.
Enviaron por él los del arzobispado,
dijéronle: «Teófilo, toma este obispado,
porque todo el cabildo en ti es otorgado.
y de todos los pueblos eres tú postulado.»
Respondióles Teófilo con gran simplicidad:
«Señores, mudad mano, por Dios y caridad,
porque no soy tan digno para tal dignidad,
y hacer tal elección seria gran ceguedad.»
El arzobispo dijo; «Quiero que lo aceptéis;
esta elección tan justa quiero que la toméis.»
Don Teófilo le dijo: «Tanto no contendréis
que contra mi buen grado a ello me llevéis.»

 

 

 

 

Videns itaque episcopus tantam eius in remitendo constanciam, quod scilicet omnino acquiescere nollet, dimisit eum, atque alterum in loco eius ad episcopatus promovit officium. Porro, ordinato episcopo, cum ad propriam remeassent civitatem, quidam de clero instigaverunt episcopum ut amoto illo, alium ecclesie ordinarent vicedominum. Quo facto, contigit ut sue tantum domus is, qui a priori discesserat officio, ageret curam. Igitur callidus hostis et humani generis invidus inimicus eundem virum modeste degere ac bonis conversari in actibus conspiciens, pravis cogitationibus cor illius pulsare cepit. Inmit-tens lili vicedominatus zelum et ambitionis emulationem, con-vertit illum ad huiusmodi consilia ut ad humanam potius quam ad divinam inhiaret gloriam, ac transitoriam magis quam celes-tem appeteret dignitatem, in tantum ut etiam maleficorum postu-laret auxilia.

Los de la canonjía, que les plugo o que non,
tuvieron que volver a hacer una elección:
el nuevo obispo impuesto en esta ordenación
puso a otro vicario en esa ocupación.
Corrían los pleitos todos al vicario novel,
servíanlo a Teófilo, mas plus servían a él.
Tuvo celos Teófilo, trabajóse el doncel,
y se cambió en Caín el que fuera Abel.
En casa del obispo no era ya tan privado
como solía ser con el otro pasado;
en su voluntad fue fieramente turbado,
habíalo la envidia de su quicio sacado.
Teníase por maltrecho y por ocasionado,
de grandes y de chicos veíase desdeñado;
cegó del gran despecho y fue mal transtornado,
pensó fiera locura, gran yerro, desguisado.

 

 

Erat denique in eadem civitate hebreus quidam neffandissimus et diabolice artis operator nequissimus, qui iam multos in infidelitatis argumentum et in foveam perditionis inme[r]serat; ad quem Theophilus, inani gloria succensus, cum ingenti ambitionis desiderio ureretur, noctu accessit, eiusque pulsans aditum, precabatur. Videns ergo eum Domino odibilis ille ebreus ita mente contritum, vocavit eum intra domum, dixit-que ei: cuius rei causa ad me veniste At ille, pedibus eius provolutus, dicebat: Queso ie, adiuva me, quum episcopus meus in obprobium me adduxit, et hec atque hec operatus est in me.

Donde moraba Teófilo en esa obispalía,
había allí un judío en esa judería:
sabía el cosa mala de toda alevosía,
que con la hueste antigua tenía su cofradía.
Era un falso truhán lleno de malos vícios,
sabía encantamientos y otros maleficios,
hacía el malo cercos y otros artificios,
Beelzebub lo guiaba en todos sus oficios.
En dar consejos malos era muy sabedor,
mataba muchas almas este falso traidor:
como era vasallo de pésimo señor,
si aquél mal le mandaba, él hacíalo peor.
Cuidábanse los hombres que con seso quebraba,
no entendían que todo Satanás lo guiaba;
cuando por aventura en algo la acertaba
por poco aquella gente loca no lo adoraba.
Lo había colocado el diablo en gran lugar,
todos a él venían consejo a demandar.
lo que él les decía haciáselo probar,
sabía de mala guisa los hombres engañar.
Teníanlo por profeta todos, chicos y grandes,
todos corrían a él como puercos a landes;
los que estaban enfermos llevábanlos en andas;
todos decían: «Haremos todo lo que tú mandes.»
Teófilo, mezquino, de Dios desamparado
—venciólo su locura y muebda del pecado—,
fue a demandar consejo al truhán endiablado:
cómo podría tornar a haber su antiguo estado.

 

 

 

 

Respondit ei ille execrabilis iudeus: Próxima nocte, hora hac veni ad me: et ducam te ad patronum meum,et subveniet tibi in quo volueris. Ille autem hec audiens, gratulatus ita fecit, et sequenti nocte venit ad eum. Nefandus vero ebreus duxit eum ad circum civitatis, et dixit ei: Quodcumque uideris, aut quodcumque sonum audiens, minime terrearis; signum quoque crucis nullo modo tibi imponas. Illo autem hoc spondente, súbito ostendit albos clamidatos eum multitudine candelabrorum clamantes in medio principem sedentem. Erat enim diabolus et ministri eius. Tenens autem infelix ille hebreus manum Theophili, duxit eum ad flagitiosum illud concilium, et ait ad eum diabolus: Ut quid nobis hominem hunc adduxisti? Respondit: Ab episcopo preiudicatum vestrumque adiutorium postulantem, Domine mi, huc eum perduxi. Dixitque ille: Ouale adiutorium dabo homini servienti domino suo? Tamen, si meus famulus esse cupit, et inter nostros milites deputari, ego illi subvenia ita [ut] plus facere possit quam prius, et imperare ómnibus, etiam et episcopo. Conversus hebreus dixit misero Theophilo: Audisti quid tibi dixit? Respondit: Au-divi, et quecumque dixerit mihi faciam, tantum ut subveniat. Et cepit osculari pedes ipsius principis et rogare eum. Tunc diabolus ad hebreum: Abneget, inquit, filium Marie et ipsam, quia odiosi sunt michi: firmetque scripto per omnia se eum eamque abnegare: et postea, quecumque voluerit a me impetrabit. Tunc introivit in vicedominum Sathanas, et respondit: Abnego Christum et eius genitricem; faciensque cirographum, imposita cera signavit anulo proprio. Et abscesserunt eum nimio perditionis gaudio.

El judio le dijo: «Si creerme quisieres
pronto podrás tornar a aquello que tú quieres.
No tengas duda alguna, que si firme estuvieres
todo será alcanzado, si no te arrepintieres.»
Respondióle Teófilo, tal un embeleñado:
«Por eso vine a ti, por seguir tu mandado.»
El judío le dijo: «Quédate asegurado;
cuenta que ya tu pleito todo está recabado.
Vete a holgar a tu lecho, retorna a tu posada
mañana al primer sueño, ya la gente aquedada,
húrtate de tus hombres, de toda tu mesnada;
ven y toca a la puerta, y no hagas ál nada.»
Fue con esto Teófilo muy alegre y pagado,
y pensó que su pleito quedaba bien parado.
Tornóse a su posada duramente engañado:
mucho más le valiera que se hubiese quedado.
Luego a la otra noche, ya la gente aquedada,
hurtóse de sus hombres, salió de su posada,
fue a tocar la puerta, que ya sabia la entrada:
presto estaba el truhán, y le abrió sin soldada.
Tomólo por la mano, la noche bien mediada,
sacólo de la villa a una encrucijada:
«No te santigües —díjole—, y no temas por nada,
que mañana tu hacienda estará mejorada.»
Vio allí poco después venir muy grandes gentes
con ciriales en manos y con cirios ardientes,
con su rey en el medio, feos y no lucientes;
ya querría don Teófilo estar con sus parientes.
Tomólo por la mano este truhán traidor,
llevólo hasta la tienda donde estaba el señor.
El rey lo recibió con asaz gran honor,
tal hicieron los principes puestos en derredor.
Díjole luego el rey: «Don Fulán, ¿qué buscáis?
Qué presente traéis quiero que me digáis,
o bien qué hombre es éste que aquí me presentáis;
saberlo quiero luego, bien es que lo creáis.»
El judio le dijo: «Señor rey coronado,
vicario solía ser éste del obispado,
queríanlo todos mucho, era hombre muy honrado,
quitáronselo ahora, de que es menoscabado.
Por eso es que ha venido a tus pies a caer.
a que le hagas cobrar lo que solía tener.
Él te ha de hacer servicio en lo que pueda hacer,
tendrás en él un buen vasallo, a mi creer.»
El demonio le dijo: «No sería buen derecho
buscarle yo a vasallo ajeno tal provecho;
mas reniegue de Cristo que nos da tal despecho,
y he de hacer yo que torne en todo su buen hecho.
Reniegue de su Cristo y de Santa María,
hágame carta firme a mi placentería,
ponga en ella su sello a la postrimería,
y tornará a su grado con muy gran mejoría.»
Teófilo, con la gana de en gran precio subir,
al placer del diablo hubo de consentir:
hizo con él su carta, y la hizo guarnir
con su sello, que él mismo no podía mentir.

 

 

 

 

In crastino autem, divina reor providencia motus, episcopus, illo cura omni honore revocato, quem ipse turpiter ammoverat, priorem constituit vicedominum, prebens ei coram clero et populo auctoritatem dispensationis ecclesie atque possesionis ad se pertinentis, cuncteque plebis; ac duplo cura quo autem fuerat prepositus denuo est honore sublimatus, ita ut peccasse se episcopus acla-maret quod tam idoneam personam aliorum relationibus eiecisset et promovisset illum inutilem et minus ydoneum.
Restitutus itaque Theophilus in ministenium pristinum, cepit disponere et elevare se super omnes, omnibus cum motu tremore obedien-tibus sibi et ministrantibus per parvum tempus. Execrabílis vero hebreus frecuenten pergebat oculte ad vicedominum et dicebat ei: Vidisti quemadmodum beneficium et célere remedium ex me et ex patrono meo invenisti? At ille: Agnosco, inquíd, et gratias ago occursioni vestre.

Partióse de él con esto, retornó a su posada;
cerca era de gallos cuando hizo su tornada;
no se la entendió nadie esta su cabalgada,
fuera de Dios, a Quien no se le encubre nada.
Pero perdió la sombra, fue siempre desombrado,
perdió la color buena, quedó descolorado.
Porque lo quiso Dios, no de obra del pecado,
retornó el sin ventura a haber todo su estado.
Retornó el fementido a haber todo su estado,
reconoció el obispo que se había equivocado
el día que lo había de su cargo apartado;
«Señor —dijo Teófilo— séaos perdonado.»
Sí antes fue Teófilo muy bien quisto y amado,
fue después más servido y mucho más preciado:
Dios señero lo sabe. Él que es bien decorado,
si le venía por Él esto, o por el pecado.
Vivió algunos días en esta bienandanza,
amor con el obispo teniendo, y gran privanza,
recibiendo del pueblo mucha rica pitanza:
mas al cabo lo hirió Don Cristo con su lanza.
Estando este vicario en esta vicaría,
cogió muy gran jactancia y mayor osadía,
concibió vana gloria y mayor ufanía:
entendíanselo todos que traía lozanía.
El Señor, que no quiere muerte de pecadores,
mas que salven las almas y enmienden los errores,
se volvió hacia este enfermo de mortales dolores,
y que estaba engañado de los malos traidores.

 

 

Cum autem prorumperet in huiusmodi iactan-cia, et abnegationis sua fovea comoraretur, creator omnium ac redemptor noster, Deus, qui non vult mortem peccatoris, sed ut magis convertatur et vivat, recordatus priorem eius conversatio-nem et qualiter prius fideliter sue ministraverit ecclesie, necnon viduiset orphanis et egenis, non despexit creaturam suam, sed ei penitencie locum dedit et spiritum contribulatum; ad se namque conversus affligi cepit in his que iesserat, ieiuniis et orationibus multis vacans et proponens coram occulis mentis sue mortis timorem et gehene horrorem, prorumpens in hec verba gemitus et doloris: Ve, misera anima meaj Quomodo demolita es, alienata, captiuata et labefacta? Qua ruisti ruina? Quali dimisa es naufragio?. Quali. ceno convoluta es? Ad qualem iam confugies portum? Ad quod occurres remedium? Ve michi misero, qui supplantatus et proprio arbitrio demersus surgere nequeo!
Cumque diu intra se sermocinaretur cum anima sua, et multa alia, pius et misericors Deus, qui propriam non despicit creaturam, sed ad se suppliciter convertentes suscipit, sue spe recuperationis eius animam recreavit. Qua recreata, cum lacrimis ait: Licet Christum, filium Dei, natum de inmacutata semper uirgine Maria, instigante et suadente maligno hebreo, infelix infeliciter negaverim, tamen, ibo ad eandem matrem Domini gloriosam, et ipsam solam interpellabo ex toto corde et anima mea, faciam que sine intermisione ei orationes et ieiunia in eius venerabili templo, donec per eius sanctam intermissionem misericordiam Domini valeam invenire. Et iterum aiebat: Sed qualibus labiis eius benignitatem deprecari presumam? Ignoro. Scio enim quod graviter in eam deliqui. Quale ergo confessionis mee exordium faciam? Qualiter conscien-tiam confitens impiam linguam et polluta labia movere temptabo? uel super quibus peccatis primum remissionem expectabo? Miser ergo, et si ternerarius hoc agere presumpsero, ignis de celo, descendens comburet me, quod iam non feret mundus mala que misserrimus gessi. Ve misera anima mea¡ Surge, et de tenebris que comprehenderunt te, et procidens interpella genitricem Domini nostri Ihesu Christi, quod vere potens est huic reatui imponere remedium.

Los bienes que había hecho en tiempos transcurridos
el buen Señor no quiso que le fuesen perdidos;
avivó sus sentidos, antes amortecidos,
abrió luego los ojos que tenía adormidos.
Respiró un poquitillo y volvió en su sentido,
reflexionó en su hacienda, y se vio mal traído;
reflexionó aún más en qué habia prometido:
alli cayó Teófilo en tierra amortecido.
Dijo dentro de sí: «Mezquino malhadado,
del otero en que estuve, ¿quién me ha derribado?
La alma tengo perdida, el cuerpo despreciado,
el bien que yo perdí no lo veré cobrado.
Mezquino pecador, no veo dónde arribar,
no encontraré quién quiera a Dios por mi rogar;
muero como quien yace en medio de la mar,
y que no ve terreno por do pueda escapar.
Mezquino, y ay de mí, que nací en hora dura,
máteme con mis manos, me mató mi locura:
me habia asentado Dios en muy buena mesura,
pero ahora he perdido toda buena ventura.
Mezquino, aunque me quiera volver a la Gloriosa,
que dice la Escritura que es tan piadosa,
no me querrá escuchar, que está de mí sañosa
porque la renegué, hice esta esquiva cosa.
No fue mayor la culpa de Judas el traidor
que por pocos dineros vendió a su Señor;
yo pequé sobre todos, mezquino pecador,
y no será por mi ninguno rogador.
Perdido estoy con Dios y con Santa Maria,
perdido con los santos por esta alevosía;
corté todas las cimas en que los pies tenía:
que no hubiese nacido mucho mejor seria.
El día del Juicio, yo falso traidor,
¿con qué cara vendré ante Nuestro Señor?
Hablarán de mí todos, mezquino pecador,
y no vendrá a la junta otro que yo peor.
En mala hora vi aquella vicaría,
escuché al diablo, busqué mi negro día.
Matóme aquel truhán, el de la judería,
que mató a otros muchos con su mala maestría.
No me faltaba nada ni andaba mendigo,
todos honra me hacían y les placía conmigo;
pero fui a buscar mejor que pan de trigo:
yo me busqué el cuchillo, y yo fui mi enemigo.
Tenía qué vestir, tenía qué calzar,
tenía para mí, tenía para dar;
para mercado, día bien negro fui a buscar;
debríame yo mismo con mis manos matar.
Bien sé que de esta fiebre no podré terminar,
que no hay menge ni físico que me pueda prestar,
sino Santa María, estrella de la mar,
¿mas quién será el osado que la vaya a rogar?
A mí, mezquino hediondo, que hiedo más que can
—can que yace podrido, no can que come pan—,
no me querrá oír, esto lo sé de plano,
porque fui contra ella muy torpe y muy villano.
Si a los santos quisiera poner por rogadores,
como de mi mal pleito son todos sabedores,
sañosos son los mártires, todos los confesores,
mucho más los apóstoles que son mucho mayores.
No quiero por los pies la cabeza dejar:
a la Madre gloriosa quiérome yo acostar.
Caeré ante sus pies delante de su altar;
atendiendo su gracia allí quiero finar:

 

 

Et hoc secum cogitans, relictis laboriosis huius seculi offendi-culis, cum omni humilitatis devotione procidens coram sancto et venerabili templo, inmaculate et gloriose semper virginis Marie incessabiliter petitiones offerens, ieiuniis et vigiliis vacans, rogabat ut a tam noxa receptas redimeretur, et ab illa quam gesse-rat abnegatione eriperet.

Tendré allí mis ayunos, haré mis aflicciones,
lloraré de los ojos, rezaré oraciones,
castigaré mis carnes, cebo de vermezones,
y parará en mí mientes en algunas sazones.
Aunque la renegué como loco sandio
porque fui engañado por un falso judío,
firmemente lo creo, y en su merced me fío,
que de ella nació Cristo que fue salvador mío.
Si yo voy a su templo mañana de mañana,
me habrá de suceder lo que a la Egipciana,
que tomó gran profazo como mala villana
hasta que la Gloriosa le fue su entremediana.
Pero aunque me lo sufra Dios por su gran piedad,
que pueda entrar adentro a ver su majestad,
vendrá un rayo o fuego u otra tempestad
que a muchos hará daño, sólo por mi maldad.
Y aunque quizás todo esto me quiera Dios sufrir,
y me permita en paz mi rencura decir,
por cual razón empiece no puedo comedir,
ni pienso cómo pueda alli mi boca abrir.»
Desamparó su casa y cuanto que tenía,
a nadie dijo nada de lo que hacer quería,
se fue para la iglesia del lugar do vivía,
llorando de los ojos todo cuanto podía.
Echóse allí a los pies de la Santa Reina,
que de los pecadores es consejo y madrina.
«Señora —dijo— valgas a esta alma mezquina;
ante tu merced vengo a buscar medicina.
Señora, estoy perdido y estoy desamparado,
mal encartamiento hice, estoy mal engañado:
di, no sé por qué guisa, el alma mía al pecado;
y ahora entiendo al fin que hice mal mercado.
Señora tan bendita. Reina coronada.
Tú que siempre haces preces por la gente desviada,
no sea rechazado hoy yo de tu posada;
si no, dirán algunos que ya no puedes nada.
Señora, Tú que eres puerta de paraíso,
en quien el Rey de gloría tantas bondades quiso,
torna hacia mí, Señora, tu tan precioso viso,
que estoy sobradamente del mercado repiso.
Torna, Madre, hacia mí tu, cara tan preciosa;
con derecho lo estás, si estás de mí sañosa,
pero no vaya peor de lo que va la cosa:
tórnate hacia Teófilo, Reina muy gloriosa.»

 

 

Persistens itaque decem diebus cum totidem noctibus in oratione pervigil, et expletis illis dienus, me-dio noctis silencio eidem apparuit almiflua Christi mater, conso-latrix tribulatorum, refugium miserorum et redemptio captivorum. In ipsa vero aparitione verba hec intulit alma mater: Ut quid temere audes inplorare celicam pietatern qui tantam commi-sisti, iniquitatem? Qui non solum me, sed ipsum Ihesum filium meum, quod magis detestor, ore sacrilego denegasti. Neccesse habes divinam exorare persepius pietatern, si exoptas consequi peccatorum remissibilitatem. Filius enim meus non solum est pater pius, sed etiam iudex iustus.
Ad hec Theophilus respondit: Scio, domina mundi, regina celi, me nequiter erravisse; sed maior est Filii tui misericordia quam mea erupna; ipse namque, ut ex multis patrum exemplis habe-mus, peccatum suum vere confitentibus, remissionem tribuit peccatorum.

Cuarenta días estuvo en esta contención,
sufría días y noches fiera tribulación;
de ál no se acordaba, si de esto solo non:
clamar a la Gloriosa de firme corazón.
Plúgole al Rey del cielo que al cuarenteno día,
contendiendo Teófilo en esta terquería,
le apareció de noche Santa Virgo María:
díjole fuertes verbos, mostró su felonía.
Díjole: «¿En qué te andas, hombre tan sin ventura?
escribes sobre el hielo, contiendes en locura;
harta estoy de tu pleito, dasme gran amargura,
eres muy porfióse, me enojas sin mesura.
Haces peticiones locas y sin color:
tú nos has renegado, buscaste otro señor.
Don renegado malo, que Judas mucho peor,
no sé por ti quién quiera rogar al Criador.
Yo tendría vergüenza a mi Hijo de rogar,
y no me atrevería mi razón a empezar.
Aquél que renegaste, a Quien diste pesar,
no nos querrá oír; menos, te perdonar,»
«Madre —dijo Teófilo— por Dios y caridad,
no cates a mi mérito, mas cata a tu bondad:
todo cuanto Tú dices es la pura verdad,
porque soy sucio y falso, y lleno de maldad.
Repiso estoy, Señora, válgame penitencia:
esa salva las almas, tal es nuestra creencia,
esa salvó a Pedro que hizo gran falencia,
y lavó a Longino de muy grande violencia.
La santa Magdalena, de Lázaro la hermana,
pecó muy sin mesura, pues fue mujer liviana:
eso mismo te digo de la Egipciana:
pero a ambas sanó la que todo mal sana.
David hizo también tres pecados mortales,
todos feos y sucios, y todos principales;
hizo su penitencia con gemidos corales,
y lo perdonó el Padre de los penitenciales.
Esos pueblos de Nínive que estaban condenados
hicieron penitencia llorando sus pecados
y todos sus errores les fueron perdonados:
muchos serían destruidos que fueron excusados.
Esta razón. Señora, a Ti te toca ver,
haciendo penitencia si me debe valer.
Madre, si Tú quisieses y fuese tu placer,
en mi este juicio no debía perecer,»

 

 

Hoc denique illo profítente, sancta et venerabilis. Domina, Dei genitrix, anima et corpore benedicta, que singularem apud eum quem genuit impetrandi obtinet libertatem, qui etiam esse cognoscitur tribulantium consolatio, affiictorum compassio, nudorum vestimentum, senectutis et baculus, valida ad eam protectio concurrentiurn, que sanctis et piis visceribus cunctos fovet chhstianos, Theophilo sic respondit; Confitere, homo, quod quem ego peperi filium et tu negasti sit Christus, filius Dei vivi, qui venturus est iudicare vivos [et] mortuos: et ego ipsum rogaba pro te ut te dignetur suscipere.
Ad hec Theophilus; Et quomodo presumam. Domina benedicta, ego infelix et indignus, sordidum et pollutum habens os quo filium tuum et dominum nostrum abnegavi eum unquam confiten? Qui non solum supplantatus sum vanis desideriis seculi huius, sed et anime mee remedium, venerandam crucem dico, et sanctum baptisma quod accepi pollui per amarissime abnegationis conscriptum cirographum?
Dixit ei sancta et inmaculata dei genitrix virgo Maria: Tu tantum accede et confitere illum; misericors enim est, et suscipiet lacrimas penitencie tue, et eorum qui pure accedunt ad eum. Propterea enim, Deus existens carnem ex me accipere dignatus est, infirmata deitatis eius substantia ut salvaret peccatores.

Él se calló con tanto; habló Santa María
y dijo: «Traes, Teófilo, revuelta pleitesía.
Yo bien llevé mi afrenta, bien la perdonaría;
pero a lo de mi Hijo yo no me atrevería.
Aunque tú me negaste, hiciste tan sucio hecho,
quiérete aconsejar un consejo derecho:
vuélvete hacia mi Hijo que te tiene despecho.
porque tiene que fue de ti harto maltrecho.
Ruégalo muy de firme y con muy gran vehemencia,
reniega del demonio, confirma tu creencia;
Él es muy piadoso y de gran conocencia;
Él mata, Él vivifica, que tanta es su potencia»
«Madre —dijo Teófilo— siempre seas loada;
fue gran día de Pascua cuando fuiste fraguada.
Mucho está ahora mi alma con esto confortada,
y trae tu palabra medicina probada.
Pero yo no osaría a tu Hijo rogar;
por mi ventura mala busquéle gran pesar;
pero fio en Él como debo fiar,
y quiero mi creencia toda te demostrar.

 

 

Tune Theophilus cum reverencia et omni humilitate, submisso vultu, eum magno ululatu profesatus est dicens; Credo, adoro et glorifico unum in sancta trinitate dominum nostrum Ihesum Christum, filium dei vivi, ante sécula a patre inestimabiliter na-tum, novissimis autem diebus hominem fieri dignatum, de Spiritu sancto conceptum et ex sancta et inmaculata uirgine Maria ad salutem humani generis processisse; ipsumque confiteor perfectum esse Deum perfectumque hominem, qui propter peccatores pati dignatus est, et conspui et alapis cedi, et super vivificum lignum manus extendit, sicut pastor bonus ponens animam suam, sepultusque est et resurrexit et ascendit in celum cum carne quam ex te castissima suscepit, et venturus qui est cum gloria sua iudicare vivos et mortuos, et reddere unicuique secundum opera sua, non accusatore gentis, sed ex ipsis correptis operibus consciencia ac-cusante nos aut excusante, atque quale uniuscuiusque opus sit igne examinante. Hec confiteor corde et ore; hunc colo, adoro et amplector Et cum hac precatoria cautione offer me, sancta et inmaculata virgo Dei genitrix, filio tuo domino nostro; et ne despidas deprecationem meam, qui raptus supplantatus et deceptus sum; sed libera me ab iniquitatibus que me comprehenderunt et procella turbinis que me possidet, qui infeliciter gratia sancti Spiritus sum denudatus.
Et cum hec dixisset, tamquam aliquam ab eo satisfactionem suscipiens sancta Dei genitrix, spes et consolatio christianorum, redemptio errancium et una via consurgencium ad eam, fons fructuancium, refrigeriurn pauperum, consolatio pusillanimorurn et mediatrix omnium, dixit ei: Ecce propter baptismum, quem accepisti per filium meum Ihesum Christum et dominum nostrum, et propter nimiam compassionem quam circa te habeo, tuis cre-dens verbis accedam et rogabo illum pro te, eius provoluta pedibus, quateus te suscipere dignetur Et cum dies illuxisset, abscessit ab eo sancta et inmaculata Dei genitrix virgo.

Creo que hay un Dios, y que es Trinidad;
Trinidad en personas, y una la Deidad.
No hay en las personas nula diversidad.
Padre, Hijo y Espíritu uno son de verdad.
Creo de Jesucristo en la encarnación,
que nació de ti, Madre, por nuestra redención,
predicó el Evangelio, luego sufrió pasión,
y en el día tercero hizo resurrección.
Creo bien firmemente también en su ascensión,
que nos envió la gracia de la consolación;
creo en la postrimera regeneración,
cuando buenos y malos tendrán su galardón.
Madre, todo lo creo y tengo por certano
todo aquello que Cristo manda creer al cristiano,
mas tengo gran vergüenza, y miedo
soberano porque fui mi Señora contra Él muy villano.
A hombre tan malo y sucio y mal testimoniado,
no ha de querer oírme, porque no es aguisado.
Madre —tanto lo temo-, sería rechazado,
quedaría nuestro pleito todavía empeorado.
Si esto ha de ir a bien, si me quieres prestar,
debes en este pleito Tú, Madre, trabajar;
otro procurador no me mandes buscar,
porque aunque lo buscase no lo podría encontrar.
Tú eres para todo, loado sea el Criador;
para rogar a tu Hijo, tu Padre, tu Señor.
Todo lo que Tú mandes o tuvieres sabor,
todo lo habrá de hacer con mucho y bueno amor.
Lo que nunca hiciste por otro pecador
hazlo ahora por Teófilo y por Nuestro Señor.
Tórname Tú en la gracia de tu bendita flor,
la flor que Tú pariste sin tacha y sin dolor.
Señora muy bendita, Reina principal,
aún en esta osadía quiérote decir ál:
si no cobro la carta que hice por mi mal,
contaré que no soy quito del mal dogal.»
—Dijo Santa Maria: «Don sucio, don malillo,
la carta que tú hiciste con ese mal caudillo
y luego la sellaste con tu sello de anillo,
en el infierno yace en chico rinconcillo.
A causa de tu pleito mi Hijo no querría
descender al infierno tomar tal romería,
porque es lugar hediondo, hedionda cofradía:
tan sólo sometérselo seria gran osadía.»
«Oh Señora bendita de entre las mujeres
tu Hijo querrá bien lo que Tú bien quisieres
y habrá de darte todo lo que Tú pidieres:
a mí vendrá la carta si sabor de ello hubieres.
Do quiera que la tenga el diablo metida,
sólo con que Él lo quiera será luego rendida.
Señora que de todos eres salud y vida,
no puedo más rogarte, ni sé qué más te pida»
—Dijo Santa Maria, buen confuerzo probado:
«Teófilo, queda en paz; te veo bien lazrado.
Iré yo a ver si puedo realizar el mandado:
Dios lo mande que sea aína realizado.»
La Madre tan bendita, esta razón tratada,
quítesele de ojos y no pudo ver nada;
pero la voluntad teníala confortada,
porque es el solaz suyo medicina probada.

 

 

Theophylus vero triduo enixius Dominum postulans terramque crebrius capite percuciens, in eodem venerabili templo sine cibo manens, lacrimisque locura infundens non recedebat, perspiciens ad clarum lumen et ineffabilem vultum gloriose domine nostre Dei genitricis Marie, prestolans ab ea spem sue salutis. Rursum itaque protectio et pia consolatio ad se confugiencium, que nutrita est in sancta sanctorum, apparuit ei hylari vultu et letis occulis; ac mansueta voce dixit ei: Homo dei, sufficiens est penitencia tua, quam ostendisti salvatori omnium et creatori tuo. Ecce enim ad petitionem meam suscepit lacrimas tuas et precibus annuit, si tamen hinc usque ad diem obitus tui observaveris que filio meo, me teste, promisisti. At ille respondit: Eciam, domina mea, observabo et non preteribo sermones, quia tu es post Deum mea protectio meumque patrocinium, et in tuo adiutorio confidens, non omittam que promittens con fessus sum. Scio enim, scio quod tu es protectio hominum. Quis enim, domina mea, inmacu-lata virgo, speravit in te et confusus est, aut quis hominum preca-tus est clementiam tuam et derelictus est? Unde ego, peccator et impius, rogo perhennem fontem benignitatis tue, viscera misericordie tue michi impendi erróneo et decepto, qui in profundo ceni demisus sum, ut recipere valeam illam execrabilem abnegationis mee cartulam atque nefandam cautionem, signatam ab illo qui me decepit diabolo: nam hec est que supra modum titillat miserrimam animam meam.

Si antes fue Teófilo de gran devoción,
mucho mayor, después, fue su compunción.
Tres días y tres noches estuvo en oración,
ni comió, ni bebió, ni salió de lección.
Semejaban sus ojos dos fuentes perennales,
hería con su cabeza en los duros cantales,
sus puños en sus pechos daban golpes atales;
decía: «Válasme, Madre, así como a otros vales.
Válasme, Madre santa, escucha mis clamores.
Tú que haces cosas tales y otras mucho mayores,
Tú que sabes mi cuita y entiendes mis dolores,
no me olvides Tú, Madre, solaz de pecadores.»
Mucho penó Teófilo en este triduano,
yaciendo sobre el suelo con rezo cotidiano.
Nunca tanto en sus días penó ningún cristiano,
mas su lacerio al cabo no le cayó en vano.
La Reina de gloria. Madre Santa Maria,
lo visitó de nuevo cuando fue el tercer día,
trayéndole saludes y nuevas de alegría
cuales querría todo hombre que está en la enfermería.
« Sabe —le dijo—, Teófilo, que tus oraciones
y tus gemidos grandes, y tus aflicciones,
llevadas son al cielo con grandes procesiones
lleváronlas los ángeles cantando dulces sones.
Está de tu conducta mi Hijo muy pagado,
el tuerto que tú hiciste haslo bien enmendado;
si bien perseverases como has empezado,
tu pleito está bien puesto y bien asegurado.
Yo hablé de tu pleito de toda voluntad,
yo me hinqué de rodillas ante la Majestad;
hate Dios perdonado, te hizo gran caridad,
conviene que tú seas bien firme en tu bondad.»
«Madre —dijo Teófilo— de Dios Nuestro Señor,
por ti me viene esto, de ello soy sabedor;
quitas del juicio malo a un hombre pecador
que yacería en infierno con Judas el traidor.
Pero con todo esto que Tú has alcanzado
aún no estoy bien seguro, ni estaré bien pagado
hasta que vea la carta y recobre el dictado
que hice cuando hube de tu Hijo renegado.
Madre, si yo tuviese la cartilla cobrada
y si dentro de un fuego yo la viese quemada,
aunque luego muriese, no se me daría nada:
porque tengo hoy, Señora, mi alma mal enredada.
Madre, bien sé que estás de este pleito enojada,
mas si Tú me fallaces ya no me tengo a nada.
Tú que esta cosa tienes, Señora, comenzada,
hazme render la carta, será bien acabada.»
«No quedará por eso —dijo la Gloriosa—;
no quede por tan poco empecida la cosa.»

 

 

Iterum valde lugens nimiumque deflens idem Theophilus per III continuos dies eandem unicam spem hominum, virginem inmaculatam, ut ipsius penitentiam dignaretur recipere postulabat. Igitur post triduum ipsa sanctissima virgo el iterum in visione apparuit, ei eandem cautionis cartulam; habentem sicuti lecta fuerat de cera sigillum, exibuit, et eius pectori superposuit. Quam ille a sompno surgens letus effectus ita contremuit, ut pene etiam omnium membrorum eius resolverentur iuncture.

Quitóse de delante la Reina preciosa,
fue a buscar esta carta de guisa presurosa.
Alegróse Teófilo que yacía quebrantado;
no era maravilla, que estaba muy lazrado;
retornó a su estudio, al que tenía usado;
nunca fue en este siglo confesor más penado.
Retornó a su estudio, a hacer su penitencia,
en comer, en beber, tener gran abstinencia;
en la Madre gloriosa ponía toda creencia;
Dios por Ella le habría de dar su bienquerencia.
En la noche tercera yacía él adormido,
que sufría gran martirio, tenía poco sentido;
vino la Gloriosa con recaudo cumplido,
con su carta en la mano, queda sin todo ruido.
La esposa de don Cristo, que es doncella y parida,
se la echó por encima, díole una sacudida:
respondió don Teófilo, pasó de muerte a vida,
que encontró en su regazo la carta mal metida.
Con esto quedó Teófilo bien alegre y lozano,
que veía la cartilla retornada a su mano;
allí tuvo que estaba de la fiebre bien sano;
apretó bien la carta, rezó su triduano.
El confesor Teófilo tuvo gran alegría
porque en su potestad de nuevo la veía;
rindió gracias a Dios y a la Virgen Maria,
porque ella habia adobado toda su pleitesía.
Decía: «Señora buena, siempre seas loada,
siempre seas bendita, siempre glorificada.
Para los pecadores eres buena probada,
cual nunca otra nació tan dulce y tan uviada.
Siempre seas bendita y tu fruto loado,
porque tu nombre es santo mas el suyo medrado.
Tú me sacaste, Madre, del pozo endiablado
do siempre sine fine yacería ahogado.
Oh, Señora bendita, Madre Santa María,
cuánto te lo agradezco decir no lo sabría.
Señora, dame seso, dame sabiduría
con que pueda alabarte como yo lo querría.
Reina poderosa de los hechos honrados,
que siempre te trabajas en salvar los errados.
Tú me gana, Señora, perdón de mis pecados,
que alabe dignamente tus bienes tan granados.
Madre del Rey de gloria, por tu mucha piedad
alímpiame los labios, también la voluntad,
que pueda dignamente alabar tu bondad,
porque has sobre mi hecho gran caridad.»

 

 

In crastina vero, cum esset dominica dies, pergens ad ecclesiam, in qua episcopus cum omni populo aderat post lectionem sancti evangelii, episcopi se pedibus prostravit, eique omnem impietatis sue hystoriam, sicut relata fuit superius, apperuit et retexit. Hec ei per ordinem coram omni populo in conventu ecclesie patefecit, ipsumque cirographum signatum, obsecrans ut coram omnibus legeretur, episcopo porrexit. Omnes igitur clerici et seculares tanta Dei miseratione permoti, diutissimas Domino gratias retulerunt, qui tanta pietate, licet ad se adversos, ad se confugientes recipere dignatur. Episcopus vero, gaudio repletus, clamabat: Venite omnes fideles, glorificemus pietatem Domini nostri Ihesu Christi. Venite omnes, videte stupenda miracula. Venite Christo dilecti; considérate eum qui non mortem peccatoris, sed conversionem desiderat. Venite et videte lacrimas, remissionem peecatorum impetrantes. Venite Christiani omnes, considerate lacrimas, iram Dei removentes. Venite, conspicete quantum valet gemitus anime et cordis contrictio. Quis non miretur, fratres, ineffabilem pacienciam Dei? Quis non stupeat inenarrabilem caritatem? Interea, cum episcopo hec dicerentur, semper Theophilus iacebat postratus. Quem post fusam hanc orationis laudem, episcopus surgere iussit, et ei illam nefandissimam et execrabilissimam cartulam in conspectu omnium comburi precepit. Quod ille sine mora complevit. Populi autem videntes execrabile cirographum et abnegatricem caucionem igne combustam, ceperunt cum multa profussione lacrimarurn diu-tissime clamare Kyrie eleyson. Et annuens manu eius episcopus ut tacerent, ait: Pax vobis. Et missarum ingressa sollempnia peregit.
Post expletionem autem sacrorum misteriorum, percepto Theophilus sacro comunionis misterio, statim efulsit facies eius sicut sol. Quod videntes omnes, subitaneam scilicet viri transtigurationem, magis glorificabant Deum, qui facit mirabilia magna solus; et beatissime Marie diutissime retulerunt laudes, que eum liberavit ab execrabili sponsione.

La mañana siguiente de pasada esta cosa
(que le trajo la carta la Madre gloriosa),
era día domingo, una feria sabrosa,
en que anda la gente cristiana muy gustosa.
Vínose el pueblo todo para la misa oír.
tomar el pan bendito, el agua recibir;
queríala el obispo de la villa decir,
quería el hombre bueno su oficio cumplir.
El confesor Teófilo, un lazrado cristiano,
se fue para la iglesia con su carta en la mano,
se puso a los pies del buen misacantano,
confesó su proceso, tardío y temprano.
Hizo su confesión pura y bien verdadera,
cómo su vida fue desde la edad primera,
después cómo la envidia lo sacó de carrera
que lo hizo cegar por extraña manera.
Cómo fue al judío, un truhán renegado,
cómo le dio consejo tan sucio y desguisado,
cómo con el demonio hubo pleito trabado
y cómo fue por carta el pleito confirmado.
Cómo por la Gloriosa recobró aquel dictado
que con su propio sello él había sellado;
no dejó de decir menudo ni granado
hasta que dijo todo por lo que había pasado.
Mostró luego la carta que en el puño tenía,
en que toda la fuerza del mal pleito yacía;
santiguóse el obispo que tal cosa veía;
era cosa tan grande que apenas lo creía,
Ite missa est dicha, la misa ya acabada.
toda la gente estaba por irse, saborgada;
hizo signo el obispo con su mano sagrada,
quedó la gente toda do estaba colocada.
«Oid, —dijo— varones, una bien fiera hazaña,
como nunca la oísteis en el siglo tamaña;
veréis cómo el demonio trae la mala maña:
los que no se le guardan, tan mal que los engaña.
A este nuestro canónigo y nuestro compañero
moviólo su locura, que es falso consejero:
fue a buscar al demonio, que es sabedor y artero,
por cobrar un oficio que tuviera primero.
Bien lo supo engañar el falso traidor:
le dijo que negase a Cristo, su Señor,
y a la Virgen Maria, que fue buena sóror,
y tornarialo luego en todo su honor.
Otorgóselo este mezquino pecador;
hizo con él su carta, esto fue lo peor,
que con su mismo sello robró esa labor.
De tal amigo guárdenos Dios, Nuestro Señor.
Dios, que siempre desea salud de pecadores,
Aquél que por salvarnos sufrió grandes dolores,
no quiso que granasen estas tales labores
porque eran barbechadas de malos labradores.
Si la Virgo gloriosa no le hubiese valido
estaba el desdichado fieramente torcido,
pero su santa gracia ya lo ha acorrido
y ha cobrado la carta: si no, estaría perdido.
Yo la tengo en el puño, aquí la podéis ver;
no cabe en esto duda y lo debéis creer;
debemos ahora todos a Dios gracias render
como a la Santa Virgo que lo quiso valer.»
Rindieron a Dios gracias mujeres y varones,
hicieron grandes laudes y grandes procesiones,
lloraban de los ojos diciendo bendiciones
a la Madre gloriosa, buena en todas sazones.
El Te Deum laudamus fue altamente cantado,
Tibí laus, tibí gloria fue muy bien reiterado:
decían Salve Regina, cantábanla de grado,
con otros cantos dulces de son y de dictado.
Después mandó el obispo hacer muy gran hoguera;
a la vista del pueblo que dentro la iglesia era,
echó entonces la carta dentro de la calera:
ardió, se hizo ceniza pergamino con cera.
Desde que el pueblo hubo tenido su clamor,
la carta fue quemada, gradas al Criador;
recibió Corpus Domini el santo confesor
a la vista del pueblo que estaba alrededor.
Al instante que Teófilo, cuerpo martirizado,
recibió Corpus Domini y fue bien confesado,
fue a ojo del pueblo de claridad cercado,
de un resplandor tan fiero que no seria pensado.
Quedó el pueblo certero de que era un hombre santo,
y que era de gran mérito por quien Dios hacia tanto.
y que Dios lo cubría de tan precioso manto
y tomaba el demonio en ello gran quebranto.
Relucía su cara, tales rayos echaba
como la de Moisés cuando la Ley llevaba,
o como San Andrés cuando en la cruz estaba:
el Criador con esto poca honra no le daba.
Cuando esta cosa vieron los pueblos y las gentes
que sallan de su cara tales rayos lucientes,
cantaron otras laudes, otros cantos recientes:
en loar la Gloriosa todos eran ardientes.

 

 

Beatus vero Teophylus in eum locum quo illam beatam viderat visionem declinans, tanquam fixus perstitit in eo per triduum. Post triduum autem fratribus valedicendo osculum tribuens, omniaque sua prius egenis pauperibusque optime distribuens, ánimam quoque suam sancte Trinitati et beatissirne Christi Matri, sue liberatrici, commendans, ultimum huius vite diem in ipso quo viderat visionem loco feliciter complevit, et ibidem ad eternam gloriam, propiciante Domino, transmigravit. Corpus quoque eius in eodem loco sepultum, stolam future glorie prestolatur. Ad quam perducere nos dignetur almiflui filii alma virgo, que cum almifluo nato suo vivit et regnat per sécula infinita. Amen

Perseveró Teófilo en su contemplación,
no cogió vanagloria ni lo movió elación;
retornó a la iglesia donde vio la visión,
nunca fue más devoto en ninguna sazón.
Entendió el hombre bueno. Dios lo hizo certero,
que le andaba bien cerca el día postrimero:
partió cuanto tenia, no le quedó dinero,
diolo todo a los pobres, hizo buen sementero.
Pidió perdón a todos los de la vecindad,
perdonáronle todos de buena voluntad;
besó mano al obispo, hizo gran honestad,
y murió al tercer día: hízole Dios piedad.
Tres días solos vivió después de comulgado,
desde que el documento fue ceniza tornado:
murió en aquella, iglesia en que fue visitado;
fue en ese lugar mismo el cuerpo soterrado.

   
 

Asi finó Teófilo el bien aventurado:
el yerro que había hecho —el Señor sea loado
bien lo supo enmendar: Dios quedó de él pagado,
valiéndole la Virgen, la que tenga buen grado.
Señores, un milagro como el que fiemos oido
no debemos por nada echarlo en el olvido;
si no, seremos todos hombres de mal sentido,
que no tenemos seso natural ni cumplido.
Así dice San Pablo, el buen predicador,
que fue leal vasallo de Dios Nuestro Señor,
que todas las leyendas que son del Criador,
todas salud predican al hombre pecador.
Podemos bien con esto entender y juzgar
cuánto val penitencia a quien la sabe usar:
si no fuera por ella, podémoslo jurar,
don Teófilo sería ido a muy mal lugar.
Si la Madre gloriosa que le quiso valer
no lo tiubiese escuchado, no lo venía a ver;
quien a mi me quisiere escuchar y creer,
viva con penitencia, y salvo podrá ser.
Amigos, si queréis vuestras almas salvar,
si quisierais vosotros mi consejo tomar,
haced confesión vera y no queráis tardar,
y tomad penitencia, pensadla de guardar.
Quiéralo Jesucristo y la Virgo gloriosa,
sin la cual no se hace ninguna buena cosa,
que asi mantengamos la vida laceriosa
que ganemos la otra, durable y luminosa.
Amén.
La Madre gloriosa, de los Cielos Reina,
la que fue para Teófilo prestable medicina,
nos sirva Ella de guarda en esta luz mezquina,
que caer no podamos en la mala ruina.
Amén.
 

Madre, de tu Gonzalo no olvides el amor,
que fue de tus milagros el versificador.
Haz Tú por él, Señora, tus preces al Criador,
porque es tu privilegio valer al pecador:
gánale Tú la gracia de Dios Nuestro Señor.
Amén

 

 

 

NOTAS

1 V. Jesús MONTOYA, Las colecciones de milagros de la Virgen en la Edad Media, Universidad de Granada 1981.
2 V. Fidel FITA. «Poesías inéditas de Gil de Zamora». Boletín de la Real Academia de la Historia 6,1885, pp. 379-409; Id. «Variantes de tres leyendas por Gil de Zamora», BRAH 8, 1885, pp, 418-429; Id. «Cincuenta leyendas por Gil de Zamora cobinadas con las Cantigas de Alfonso el Sabio», BRAH 7, 1885, pp., 54-144; Id «Treinta leyendas por Gil de Zamora», BRAH 13, 1888, pp. 187-225.
3 Sigo la edición de Daniel DEVOTO, Gonzalo de Berceo. Milagros de Nuestra Señora, Madrid 1969.
4 Utilizo el texto recogido por José Filgueira Valverde, «El texto. Introducción histórico-critica, transcripción, versión castellana y comentarios», El «Códice Rico» do las Cantigas de Alfonso X el Sabio, Edilán, Madrid 1979, pp. 33-264. Para los milagros no recogidos en esta versión puede verse la obra de Walter METTMANN, Alfonso X. el Sabio, Cantigas de Santa María, Madrid 1986.
En la página 45 del artículo de Figueira Valverde se encuentra la tabla de correspondencias entre el Líber de Miaculis Sanctae Dei genitricis Mariae —Colección Pez (Photon)—, la versión latina de Gil de Zamora y las dos versiones romance. De los cuarenta y cuatro milagros reunidos en esta colección, figuran en Berceo veintiuno, y sólo uno de los milagros riojanos no aparece en el Liber aunque si en las Cantigas y en Juan Gil. Las Cantigas repiten del Liber veintisiete milagros, y Juan Gil de Zamora veintiséis.
5 Coinciden Gil de Zamora y las Cantigas en los milagros siguientes no recogidos por Berceo:

 

Gil de Zamora

Cantiga

Los judíos profanan una imagen de cera

6

12

Castigo a los caballeros que profanan el altar

9

19

La madre estéril

10

21

Multiplicación del vino

11

23

Curación del loco furioso

23

41

Salvación del caballero malhechor   

24

45

La Virgen guía a los romeros de Soissons

26

49

La imagen de tvlaría detiene la saeta  

27

51

El pastor que aprende las Escrituras sin saber leer

28

53

 La Virgen cura con su leche a un monje   

29

54

El descreído con la boca torcida

30

61

El niño dejado en préstamo usuario

31

62

El caballero que combate estando en misa

32

63

El caballero que tenía de sirviente al demonio

34

67

La mujer que tenía el fuego de San Marcial  

36

81

Curación de un Sordomudo

39

101

Izaría saca de prisión a dos escuderos  

40

106

El clérigo atiogado y resucitado

41

111

La imagen de Jesús niño habla a otro niño   

44

139

María se presenta como mujer a un caballero

45

216

Los monjes que abandonaron la orden  

46

254

La mujer que mató a su yerno

47

255

Expulsión de un demonio

48

298

Curación de una mujer hidrópica  

49

308

Defensa de un ciudadano contra el emperador

50

15

San Dunstán arzobispo de Cantorbery

56

288

     

6 El texto corresponde a la ponencia leída en el Ateneo de Logroño el 23 de octubre de 2003.
7 «Evidentemente, las tres redacciones en romance siguen una linea argumental muy semejante entre sí y con la redacción latina que aportamos. Esta no dista mucho de la redacción de Gil de Zamora...» (Colecciones de milagros, p. 138).
8 Fidel FITA, «Variantes de tres leyendas por Gil de Zamora», BRHA, núm. 6, 1885, pp. 425-427.
9 Fidel FITA, ob., cit., pp. 418-424. Fita añade a las versiones anteriores del relato sobre Jerónimo, obispo de Pavia, en el que no se menciona boda alguna sino tan sólo la acción de la Virgen para que fuera nombrado obispo. La versión 3 es la del canónigo de Pisa, núm. 43 de las Leyendas.
10 Milagro 42 de la versión de Fita que. de hecho coincide con la leyenda del mayordomo del obispo de Clermont.
11 El hijo del rey de Hungría, otro de los protagonistas de la boda se retiró a las tierras de Aquileya donde llevó vida eremítica durante siete años tras los cuales fue nombrado Patriarca, y mientras vivió siempre hizo suya, como el sacristán impúdico, la fiesta de la Concepción de la Virgen.
12 Es la primera de las Cincuenta leyendas por Gil de Zamora recogidas por Fita, pp. 55-60, con dos versiones de las que la primera coincide con la de Alfonso X y la segunda con la de Berce
13 Juan Gil sabe de la intervención de Santa Leocadia de la que habla en la vida y hechos de San Ildefonso (Fidel Fita, «Traslación e intervención del cuerpo de San Ildefonso. Reseña histórica por Gil de Zamora», BRAH. 6, 1885 pp. 60-71) pero en su versión no tiene papel alguno el rey; Ildefonso «cumque ante ipsius —Leocadia— sepulchrum oraret genibus preovolutus, virgo sanctissima prosiliit de sepulcro, cuius operculum vix moveré possent triginta juvenes praepotentes viribus et virtute; quod absque dubio factum fuit, non humanis manibus sed potyius angelicis et divinis. Sic itaque... virgo Leocdia, coram ómnibus adstantibus et videntibus, velum quod secum habebat, in quo in vita sua usa fuerat, porrexit Antistiti Aldefonso qui... in Italia verba prorupit: «Per vitam Aldefonsi Domina mea vivit» (p. 65).
14 Posiblemente, la noticia procede de la crónica del arzobispo toledano Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos de España, traducción de Juan Fernández Valverde, Madrid 1989, libro 4, cap. 3, pp. 162-163; en las pp. 117-118 puede verse una variante de la leyenda de la aparición de la Virgen a San Ildefonso y de la entrega de la túnica; nada se dice de la silla o cátedra en la que apareció la Virgen, y el arzobispo que intentó ponerse la túnica fue Sisberto «que por culpa propia fue depuesto de aquella sede y desterrado».
En las páginas dedicadas a la «Traslación e invención del cuerpo, Gil de Zamora se liace eco de la leyenda zamorana que localiza el cuerpo en la iglesia de San Pedro; el cuerpo, la casulla y otras reliquias toledanas fueron enviadas a Asturias, pero el cuerpo no pasó de Zamora donde permaneció olvidado
«usque ad annorum curriculum hominibus longissimum seu prolixum», hasta que fue descubierto, junto al cuerpo de San Atilano, por un pastor de Toledo en época de Alfonso X, —in regem Romanorum electa— y del obispo Suero de Zamora. El cuerpo apareció en algunos escritos que «legi ab aliquo propter partium
conminutionem, confussionem et corruptionem minime potuerunt»
15 La escena no puede ser más real: los ángeles se apresuran a informar a Santiago cuando la procesión pasa delante de la iglesia de San Pedro y éste hace causa común, de manera indirecta, con el hijo del Zebedeo: «venit eis obviam sanctus Iacobus, assumpto sancto Petro...»
16 En el milagro anterior, tras resucitar, el monje «estuvo un día entero por completo aturdido; pero volvió al cabo a todo a su sentido...»
17 Berceo describe el recibimiento que al peregrino hacen en Compostela y, al regreso, en su monasterio de origen, aspectos que para nada mencionan la versión latina o las Cantigas.
18 De los veinticinco milagros reunidos sólo hemos podido referirnos, y en algunos casos muy de pasada, a menos de la mitad, sería interesante completar el estudio y extenderlo a los milagros no incluidos en las tres versiones.
19 Los versos de Alfonso X ofrecen una versión resumida que amplía convenientemente la glosa castellana (pp. 66-67) y a la glosa nos referimos en adelante. Aunque realizamos un estudio bastante detallado, en apéndice incluimos lado a lado las versiones latina y de Berceo.
20 Berceo termina el relato hablando de la misericordia que puede esperar el pecador por mediación de la Virgen a laque pide

Madre, de tu Gonzalo no olvides el amor,
que fue de tus milagros el versificador...

 

Los milagros de la Virgen:  versión latina y romance
JOSÉ LUIS MARTÍN († 17.X.2004)
UNED
versión PDF del artículo

© UNED. Espacio, Tiempo y Forma 21 3
Serie III, H.« Medieval, t. 16, 2003

 

 

 

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