Santa María de la Piscina, iglesia románica (La Rioja, España) Imágenes en fichero PPS.
 

 

 

El Libro de Alexandre es una obra anónima castellana de tema universal, las hazañas de Alejandro Magno (356 a. J.C.— 323 a. J.C.), gran calidad literaria de su autor y enorme extensión, 2675 tetrástrofos monorrimos o estrofas de cuaderna vía. El manuscrito P consta, por su parte, de 2.639 estrofas, mientras que O tiene sólo 2.510, 10700 versos alejandrinos, en conjunto. Sobre su fecha no hay acuerdo preciso, fuera de los límites muy generales de la primera mitad del siglo XIII: tiene que ser posterior a 1182, fecha del poema latino de Gautier de Châtillon, Alexandreis, que traduce en buena parte, y anterior a 1250, fecha aproximada del Poema de Fernán González (—»), en el que influye. Es necesario tener en cuenta que el éxito de la Alexandreis fue instantáneo. Tan sólo siete años después de su finalización influyó en el epitafio del rey Enrique II de Inglaterra (1189).

El punto de partida para fechar el libro con criterios aritméticos se encuentra en el propio texto, que incluye una autofechación, en dos partes, el año de la muerte de Darío (330 a. J.C.) y la fecha de escritura, en la estrofa 1799. Sin embargo, la defectuosa transmisión, debida a que los copistas no entendieron el mecanismo aritmético y sólo se ocuparon de que el resultado cuadrara, hace que interpretar esa estrofa no haya sido tarea fácil. En una serie de estudios (Marcos Marín: 1987, 1992, 1993, 1996 y 1997) se ha ido señalando cómo es necesario relacionar un error gramatical muy común en la interpretación de los nombres del número con las convenciones de cómputo, según distintas escalas cronológicas, para llegar a una fecha que se sitúa entre 1203 y 1207.

Hay en el texto referencias que pueden relacionarse con sucesos posteriores a 1207 y que podrían ser añadidos en el proceso de transmisión de la obra. Los partidarios de una fecha más tardía sitúan el texto hacia 1228. Se ha señalado que, por el verso 860d, referido a Damieta, podría estar relacionado con sucesos de la quinta cruzada y la reconquista de esa ciudad en 1217. La estrofa 2511, en cambio, pudiera contener una alusión al rey de Sicilia y la cruzada de 1228. La discusión tradicional sobre la fecha se mueve hoy, por tanto, en un margen mucho más estrecho.

El texto es también complejo en sus fuentes (Morel-Fatio, García Gómez, Willis, Alarcos, Cary y Michael), si bien se trata, principalmente, de una traducción de la Alexandreis, un poema (Marvin L. Colker: 1978) basado en tres fuentes principales: Quinto Curcio, Justino y Julio Valerio, de los que el primero es el más usado. Galterus de Castellione, o Gautier de Châtillon, su autor, fue uno de los poetas cultos del siglo XII de mayor fama. El poema, dividido en diez libros, cada uno de los cuales comienza con una letra del nombre del arzobispo de Reims, GUILLERMUS, consta de unos 5.500 hexámetros dactilicos y fue acabado hacia 1182.

A este poema latino se suman otros influjos latinos, franceses y semíticos (que recogen el desarrollo bizantino). Aunque se integre en una línea literaria occidental, ofrece un contraste de elementos orientales y románicos. Podemos verlo así dentro de un tema clásico griego, como la guerra de Troya. Ésta se presenta como una larga interpolación, que procede de una versión de la Ilias Latina, paráfrasis de la Iliada, atribuida a Píndaro el tebano, escrita en hexámetros entre los años 54-68 d. J.C. y que consta de unos mil versos. La fuente, en otras ocasiones, es un libro científico, como las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, pues no olvidemos que el poema es una variada muestra de conocimientos enciclopédicos. El recurso a la tradición calisténica es también complejo: la Historia de Preliis no influye sólo desde su forma latina, sino también desde leyendas orales, y a través de una obra francesa, el Román d'Alexandre. Hacia 1160 se compuso en el Poitou una versión decasilábica, que parece ofrecer mucho más material del que puede suponerse en el fragmento octosilábico de Alberico y constituye a su vez una introducción a la parte más larga, en versos dodecasílabos («alejandrinos» en la métrica francesa, precisamente por ese texto), que forma el núcleo del Román d'Alexandre, cuya influencia en el Libro de Alexandre español ha sido perfectamente estudiada por Willis. Lambert le Tort de Châteaudun es el autor de esta versión dodecasilábica, pero su versión se fundió inmediatamente con ampliaciones, adiciones y variantes que complican extraordinariamente la línea de la transmisión. La versión más o menos unificada y tardía es el resultado de la ampliación del texto de Lambert le Tort por el normando Alejandro de París (p. 1180).

Las influencias procedentes del mundo árabe (relación con el tema de Gog y Magog) se unen a las aventuras fantásticas, que proceden de la tradición de la novela griega de Alejandro, del pseudo-Calístenes, como el descenso al fondo del mar, o el vuelo, en la faceta de Alejandro como explorador e investigador, también documentada en textos aljamiados moriscos, es decir, textos en lengua románica, sobre todo aragonés, escritos en caracteres semíticos, más frecuentemente árabes. La leyenda aljamiada se conserva en el Recontamiento del rey Alixandre, editado por F. Guillen Robles en 1888, y estudiado por Nykl en 1929. El manuscrito árabe del que se copió el texto aljamiado romance era, por su parte, un manuscrito iluminado: el texto aljamiado señala los lugares en los que iban las miniaturas en el libro que traduce.

La complicada transmisión afecta a la caracterización lingüística. Partidarios de un original leonés han sido Tomás Antonio Sánchez (1782) para quien Juan Lorenzo era el autor, Emil Gessner (1867) y R. Menéndez Pidal, también defensor de la autoría de Juan Lorenzo. Hacia un tipo occidental peninsular, en todo caso, parecen inclinarse Joan Corominas y Yakov Malkiel, de acuerdo con la tendencia predominante de las letras castellanas, que reciben desde el oeste la influencia de mayor prestigio. A. Morel-Fatio (1875) parece ser el primero en señalar que un copista leonés habría añadido estos rasgos dialectales a un original castellano. El carácter castellano sería predominante, según Julius Cornu (1880), mientras que Gottfried Baist, en ese mismo año, habla de un castellanismo básico, que hay que matizar, puesto que defiende la autoría de Gonzalo de Berceo. Estas afirmaciones, no lo olvidemos, se producen antes del descubrimiento de P y su compra por la Bibliothéque Nationale de France, en 1887. El mismo Baist ve en el nuevo manuscrito una confirmación de su tesis castellana previa, al mismo tiempo que advierte, frente a la tesis de un Gonzalo de Berceo como autor de la obra, que ni Diez de Games ni el marqués de Santillana dan tal noticia, que no hubieran callado de serles conocida. Con posterioridad a este hecho, W. H. Chenery (1905), Emil Müller (1910) y Ruth I. Moll (1938) se encuadran en la teoría castellana, con puntualizaciones que van desde la negación de leonesismo por el segundo, inclinado a la tesis de un Berceo juvenil como autor de la obra, al apunte de rasgos orientales de la tercera, quien no acepta esta atribución. Emilio Alarcos (1948), tras resumir y discutir estas opiniones, se inclinó hacia un original castellano, apoyándose, de acuerdo con A. Steiger (1923), en una capa lingüística precastellana, luego relegada a las zonas limítrofes por el empuje del castellano, pero no sin dejar huellas duraderas que, en el caso del texto que nos ocupa, pueden ser reforzadas por el dialectalismo de los copistas, leonés en el manuscrito de Madrid y aragonés en el de París, sin ser confundidas con características específicas de esos dialectos.

La atribución a Berceo fue defendida hace algunos años por Dana Nelson. Esta tesis riojana, cuyas dificultades fueron puestas de manifiesto por Rafael Lapesa, en 1980, encontró un apoyo subsidiario en la crítica de Raymond Willis (1983) a la edición de Nelson y posteriormente fue diluyéndose en hipótesis de la escuela de la catedral de Palencia, estilo de grupo y similares.

La obra gozó de difusión, al menos en las zonas laterales de León y Aragón-Rioja, en los siglos XIV y XV. Más allá de una lista de influjos posibles fácilmente ampliable y que hace referencia más a la figura que al Libro, de éste importa resaltar su papel de inspirador de la contrafactura implícita en el Libro de buen amor, en el que el Arcipreste de Hita, Juan Ruiz (—»), se propuso como punto de partida de su parte narrativa una ironía sobre el Alexandre. El personaje de Alejandro es una constante en la literatura española. María Rosa Lida de Malkiel ejemplifica —provisionalmente— con el Libro de buen amor, el Poema de Alfonso XI (—»), el Libro del consejo e de los consejeros (—») de «Maestre Pedro», el rico anecdotario de Fray Juan de Castrojeriz, tomado principalmente del Policraticus de Juan de Salisbury, en el siglo XIV, o el Cancionero de Baena, Jorge Manrique (—»), Las siete edades del mundo de Pablo de Santa María (—»), Fernán Pérez de Guzmán (—»), el Marqués de Santillana (—»), y otros varios autores en el XV. De este siglo debe citarse la obra compuesta entre 1471 y 1476 por Lope García de Salazar (—»), Libro de las bienandanzas e fortunas. Desde entonces hasta hoy son centenares los escritos donde aparece este rey: Lope de Vega, por quedarnos con un ejemplo señalado también por María Rosa Lida, toma como punto central de la carrera del héroe el episodio de Jerusalén.

 

 

Testimonios

 

El Libro de Alexandre se conserva en siete testimonios, de los que cuatro son manuscritos:

 

O Biblioteca Nacional (Madrid): ms. V-5-n.° 10 {olim Ii-167)

P Bibliothéque Nationale de France (París): ms. Esp. 488

M Archivo Histórico de Toledo: Archivo Ducal de Medinaceli: caja (96) documento 50 {olim caja 37)

G' Biblioteca de la Real Academia de la Historia (Madrid): ms. 9/5112 {olim 9-24-2; B-28)

y tres impresos tardíos:

B Tres fragmentos en Francisco de Bivar (m. 1635): Marci Maximi Caesaraugustani, viri doctissimi continuatio Chronici omnimodae Historiae ab Anno Christi 430 (ubi Flav. L. Dexter desiit) usque ad 612 quo maximus pervenit...

B-Pel Reproducción de parte de B por José Pellicer de Ossau i Tovar, Informe del origen, antigüedad, calidad, i sucession de la excelentissima casa de Sarmiento de Villamayor y las vnidas a ella por casamiento (fol. 35 v.°).

G El Vitorial o Crónica de don Pedro Niño Conde de Buelna, edición de Eugenio Llaguno y Amirola, pp. 221-222 (->)

 

 

Descripciones

 

(1)     O: códice del siglo XTV o muy a finales del siglo XIII copiado en León por Fray Lorenzo de Astorga; consta de 153 folios (258 x 163 mm), en pergamino; al final hay un folio defectuoso y restos de dos arrancados (Schiff: 1905, 386-387). Las capitulares del manuscrito, que son pequeñas, están coloreadas (en los primeros 17 folios en rojo, luego alternan rojo y azul). En el fol. 45v se representa a Alejandro parado, arengando a sus hombres; se borraron unas seis líneas de texto para dejar espacio, pero se copiaron en el folio siguiente. Aunque es de una sola mano, se encuentran numerosos retoques posteriores y líneas de texto al margen, que corresponden a versos borrados. En el fol. 53v aparece desmayado tras su baño en el Cydno. En el folio de guarda defectuoso se representa un caballero con lanza, a caballo. Hay dos textos en prosa, de fuente árabe, en los folios 150r-151v, dos cartas de Alejandro a su madre, la primera de las cuales contiene el testamento del rey (150r-151r). Encuadernación mudejar en tabla. Tomás Antonio Sánchez tuvo noticia de él antes de 1841, por don Francisco Cerda y Rico, quien se lo señaló en la biblioteca del Duque del Infantado, que se fundió con la de Osuna en esa fecha. En 1884 fue adquirido por la Biblioteca Nacional.

 

(2) P: códice del siglo XV que el copista atribuye a Gonzalo de Berceo; consta de 193 folios (263 x 190 mm), en papel. El folio 47bis fue cortado antes de que se copiara el texto. Si, por las lagunas del texto, suponemos con Morel-Fatio que faltan los folios \2bis y \78bis, hemos de suponer que eran folios sueltos y no formaban parte de los cuadernos, de acuerdo con Willis, quien da otra explicación (1934: xiii). En el fol. Ir aparece el nombre de Francisco Morejon, en letras del siglo xvn. En el fol. 3r hay cinco líneas y media de prácticas de pluma del XVI. El texto empieza en el fol. 3v y llega hasta el 191v. Ya señaló Morel-Fatio que las iniciales con capitales grandes iluminadas corresponden a grandes divisiones temáticas. El único texto en latín, la estrofa 1801, fol. 50v, corresponde a una mano distinta única, lo que indica, según Willis (1934: xiv) que el copista no sabía latín. Las filigranas se reproducen en Willis (1934: xi) donde hay también una compleja descripción, aunque deben tenerse en cuenta la reseña de Solalinde y las observaciones de Ivy Corfis en la transcripción incluida en ADMYTE II. Encuademación del siglo XVII aragonés. Cuando se publicó la noticia de la existencia del manuscrito P, el 20 de junio de 1887, en el catálogo mensual n.° 175 de Baillieu, en París, los estudiosos ya se habían ocupado de O, editado y bien conocido. P es plausiblemente un manuscrito de papel que se conservaba en Lyon, en el siglo XVII, en el convento de los agustinos descalzos (Baist, 1891; Morel-Fatio, 1906: VII, XI-XII).

 

(3) M: códice del siglo XIV y contiene los primeros veintisiete versos, es decir, llega hasta el verso c de la estrofa 7, a pesar de que hay espacio para seguir escribiendo. Se compone de un folio de pergamino en una de cuyas caras están las estrofas alexandrinas. Lo descubrió Antonio Paz y Meliá en 1892 y lo transcribió a petición de Morel-Fatio. Falta la inicial de la primera estrofa, con hueco para una amplia rúbrica. Algunas partes están muy desgastadas por sus antiguos dobleces y en ellas el texto es ilegible. El fragmento del Archivo Ducal de Medinaceli, Med, del Archivo Histórico, ahora se encuentra en Toledo, con la nueva signatura caja (96), documento 50, antigua caja 37, documento 50.

 

(4) B: del perdido manuscrito en pergamino de Bugedo (nota 1.- Agradezco a Marta Agudo su ayuda en la revisión del texto de Francisco de Bivar y de los fragmentos del Vitorial.) se conservan tres fragmentos, publicados en una obra postuma de Francisco de Bivar (m. 1635): Marci Maximi Caesaraugustani, viri doctissimi continuatio Chronici omnimodae Historiae ab Anno Christi 430 (ubi Flav. L. Dexter desiit) usque ad 612 quo maximus pervenit... Madriti. Ex typ. Didaci Diaz de la Carrera. Anno M.D.C.LI, in fol.. Las estrofas citadas, aducidas como argumento en favor de la antigüedad de la lengua castellana, son las 787-793, 851 y 1167-1168b (Se citan en el orden 787-788-790-789-791-792-793-851-1167-1168-1168b).

 

(5) B-Pel: José Pellicer en el Informe del origen, antigüedad, calidad, i sucession de la excelentísima casa de Sarmiento de Villamayor y las vnidas a ella por casamiento / escrito a instancia del Emo. Sr. D. Felipe Baltasar de Gante, principe y Conde de Isinghien, (Madrid, s.n., 1663, fol. 35v) imprime lo conservado de las estrofas 1167 y 1168 (seis versos) de B tal como lo había editado Francisco de Bivar, de cuyo libro lo toma.

 

(6) G: el Vitorial o Crónica de don Pedro Niño Conde de Buelna de Gutierre Díaz de Games (—»), nos conserva también algunas estrofas, en dos versiones, una en la edición (Eugenio Llaguno y Amirola, Madrid, en la Imprenta de don Antonio de Sancha, Colección de Crónicas y Memorias de los Reyes de Castilla VIII, [4], 236 p.; 4.° (26 cm), 1762, pp. 221- 222), y la otra en el manuscrito en papel de la crónica, del siglo XV, que se conserva en la Real Academia de la Historia (signatura actual 9/5112, antigua Est. 24, gr. 2a., B28), con la particularidad de que en esta última están copiadas como prosa, si bien por lo general se separan los versos mediante un punto, que a veces falta, no sólo en fin de línea, sino también en el interior de ella. El punto se encuentra también a veces entre hemistiquios. Impreso (G) y manuscrito (G') contienen las estrofas 51-55, 57-58, 61, 66-67, 73, 75-76, 80-82 y 84; el fragmento manuscrito contiene además la 77, que falta en el impreso. El orden de las estrofas es 51-54, 58, 55, 57, 66, 61, 73, 67, 75, 80, 76, 81, 84, 77, 82. El fragmento G* se encuentra en el folio VlIIr hasta el XIIv. La caja del manuscrito tiene un reborde rojo que se adorma con orlas en las esquinas y a los lados. En la esquina derecha inferior del fol. Xlr el dibujo tiene forma de cara, tipo que será más frecuente en folios posteriores. Aunque no forme parte del Libro, conviene recordar que el Vitorial contiene también un apólogo en prosa sobre Alejandro relacionado con un texto árabe (Willis: 1934, xviii).

 

En nuestra terminología utilizaremos original para el códice concreto, origen último a fortiori de toda la tradición, perdido en nuestro caso, al que llamamos [O] u [Ω] para evitar la confusión con la sigla O empleada tradicionalmente para designar el códice Osuna de Madrid. El arquetipo es también un códice concreto, que puede ser un original o una copia y haberse conservado o no (en nuestro caso el o los arquetipos se han perdido) y que se caracteriza por transmitir los llamados errores comunes conjuntivos a sus descendientes. Para designar los arquetipos perdidos disponemos convencionalmente de las últimas letras del alfabeto, a partir de la X. Las ramificaciones secundarias, a partir del arquetipo, son los subarquetipos, que pueden designarse con letras del alfabeto griego o, como haremos aquí, con minúsculas latinas entre corchetes. Con [G] designamos el manuscrito completo o fragmentario del que se copiaron los fragmentos G' y G o, en este segundo caso, del que se copió el texto enviado verosímilmente a la imprenta.

Ya que lo esencial para la separación de arquetipos y subarquetipos es la transmisión del error común a los descendientes que de ellos dependen, nuestra metodología nos ayudará en el establecimiento de la filiación, en la recensio, y en la determinación de la variante lingüística en la que se escribió [O], al menos hasta el punto de permitirnos determinar qué ramas de la tradición manuscrita se encuentran más cerca unas de otras. El texto conjunto (Marcos Marín: 1987) nos permitió concluir que los manuscritos y fragmentos conservados del Libro de Alexandre proceden de un arquetipo único, perdido, al que llamaremos X. No están nada claras las relaciones entre X y los textos que se conservan, aunque proponemos, con bastantes precauciones, un stem-ma, que se mantiene, deliberadamente, con carácter incompleto.

La comparación de los manuscritos y los fragmentos nos ha permitido ir anotando, con seguridad, todas las ocasiones en las que se realizan lecturas distintas. El criterio esencial que hemos seguido ha sido la búsqueda del error común separativo, en lo cual hemos atendido también a las diferencias dialectales en las opciones registradas. Por ejemplo, en 7c P registra las grafías orientales >leyte< y >muller<, frente a Med y O >leche<, Med >muger<, O >mugier<. Está claro que Med y O se separan de la norma gráfica que sigue P y que, en consecuencia se deben mantener aparte. A continuación podemos fijarnos en el plano de la palabra, especialmente de las palabras llenas, donde nos encontramos que —por seguir con los ejemplos— frente a P 'yerro', Med ofrece 'riepto' y O 'rjeto'. Mayor interés tienen las diferencias de sintagmas completos, en distintos grados: 6b nos ofrece una lectura distinta en P, «que fue de grant esfuerço», en el primer hemistiquio, frente a Med y O, que leen «que fue franco & fardido». Lo ocurrido se explica por un inmediato error de copia, pues P repite el primer hemistiquio de 5b. No puede deducirse de ello gran cosa respecto al manuscrito del que copian, por tratarse de un error meramente mecánico. En cambio, es muy significativo que 3a ofrezca en O y Med la lección «Qui oir lo quisier a todo mi creer», y en P «Segunt que yo entiendo qui lo quisier saber», porque la diferencia sólo es explicable a partir de una separación de textos, no por un mero error material. También aquí cabe hacer distingos, pues no ocurre lo mismo en 6d, a pesar de las apariencias: P y Med leen «nunca con auol orne ouo su atenencia» y O «nunca conosció» seguido de un vacío que el corrector posterior rellenó con la frase «orne su par en la sufrencia». Podemos pensar que el copista de O «dibujó» conosçio al no entender con auol, dejando el resto en blanco, por defecto de su manuscrito, del tipo que fuere, o de su capacidad de leerlo.

 

 

El stemma anterior, a pesar de su carácter conjetural, representa varias relaciones que son bastante claras. La primera es que O y P están bastante lejanos del arquetipo y son, en términos absolutos y relativos, los restos del texto más alejados entre sí. La segunda es que entre todos los fragmentos Med es el más cercano a O, mientras que B es el más cercano a P. La tercera relación es la que se establece entre los fragmentos G' y G, ambos tienen las suficientes diferencias entre sí como para obligarnos a pensar que existió un texto [G], perdido, del que se copió G'; en cuanto a G, lo más natural es que de [G] se hiciera una copia para la imprenta, sin que nos sea dado saber el número de copias intermedias. No puede excluirse, naturalmente, que el propio [G] sirviera para la imprenta y, como es normal en estos casos, se perdiera; pero nos parece poco probable, por su presumible antigüedad.

Tanto G como G' muestran una continua relación con O en los pequeños detalles, además de las coincidencias más significativas: falta, como en O, la estrofa 56, que sólo se conserva en P; pero se conserva la 57, que falta en O, así como las 80, 81. Los versos que no coinciden —en todo o en buena parte— con P ni con O son varios (57b, 73a, 73d, 75b, 76b, 76c, 77a, 81a, 82c). [G] corresponde, pues, a una versión distinta, cuyas relaciones con otras (subarquetipo [b], por ejemplo) son muy difíciles de determinar, aunque sus lecturas cercanas a O son más significativas que las que se acercan a P; 54d, 82b. Alguna aparente coincidencia con P frente a O (77d) se explica por otros motivos (cfr. nota en Marcos, 1987). Es cierto que también B parece coincidir con O en varias ocasiones llamativas (p. ej. 851a); pero ello puede explicarse por la dependencia de un único arquetipo: ejemplo de lo contrario, la relación con P frente a O, sería 1168b. Dado el panorama textual, más abundante en conjeturas que en realidades, pensar en el estudio de las contaminaciones posibles entre las distintas versiones es utópico.

Al terreno puramente conjetural pertenece el establecimiento de dos subarquetipos, [a] y [b], o la existencia de [a']. Con ello queremos marcar, simplemente, que entre lo conservado y el arquetipo, que creemos único, hubieron de existir varias copias. De acuerdo con nuestras deducciones existieron del Alexandre al menos siete manuscritos más o menos completos:

 

1.   El arquetipo X, perdido.

2.  El subarquetipo [a], perdido, a cuya familia pertenece la mayoría de lo conservado, el subgrupo [G], del que no podemos decir que constituyera un manuscrito completo, pues nos faltan datos, y

3.   El manuscrito [a'], perdido, origen de:

4. El manuscrito O, conservado, y el fragmento Med, cuyas características hacen pensar en una copia incompleta, de acuerdo con Willis.

5. El subarquetipo [b], perdido, del que proceden otros dos manuscritos:

6. El manuscrito B del que se conservan los fragmentos B, suficientes para hacer suponer que proceden de un manuscrito extenso.

7. El manuscrito P, conservado, el resto más extenso de la tradición.

 

Esta perfecta ramificación binaria lleva indefectiblemente a pensar que el stemma presentado es demasiado ideal como para forzar a la realidad a coincidir con la teoría. No supone más que un principio de clasificación cuyos aspectos conjeturales no deben tenerse en cuenta, si bien es imposible que un editor se prive de la extraña satisfacción de construirlo.

Puede ser más interesante recurrir al stemma para determinar algunos aspectos lingüísticos, como la cuestión del dialecto. Ésta puede ser una contribución de la informática a la dialectología histórica, con el atractivo de la conjunción de problemas tradicionales con metodología innovadora y, sobre todo, ágil.

F. M. M.

 

 

 

Bibliografía

 

 

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LIBRO DE ALEXANDRE

 

 

FRANCISCO MARCOS MARÍN
University of Texas at San Antonio