Biblioteca Gonzalo de Berceo De izquierda a derecha, Marx y Lenin

 

     El texto que ofrecemos seguidamente proviene de la obra "FUNDAMENTOS DE MARXISMO-LENINISMO, MANUAL", editada por la EDITORIAL PROGRESO de Moscú en el año 1964. La presente traducción española ha sido hecha de la segunda edición del libro, corregida, publicada en Moscú en 1962 por la Editorial del Estado de Literatura Política.

     ... "El libro ha sido escrito por varios hombres de ciencia, publicistas y trabajadores del Partido. La labor principal ha corrido a cargo de un grupo de autores, dirigidos por O. Kuusinen, e integrado por Y. Arbátok, S. Vigodki, A. Makárovski, A. Mileikovski, E. Sitkovski y L. Sheiden." (del PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN).

 
 

4.    La historia como desarrollo y sucesión de formaciones económico-sociales

El materialismo histórico no impone a la historia esquemas preconcebidos, no trata de ajustar a sus conclusiones los acontecimientos del pasado y del presente. Todo lo contrario, él mismo es una generalización científica de la historia.

La conclusión de que la historia de la humanidad es una sucesión consecutiva de formaciones económico-sociales descansa en conocimientos científicos fidedignos que poseemos del pasado. La humanidad ha conocido cuatro formaciones: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo y capitalismo, y actualmente vive en una época de transición a la formación siguiente, el comunismo, la primera fase del cual es lo que se conoce como socialismo.

A continuación trataremos de peculiarizar sólo los rasgos más generales de las formaciones económico-sociales, prescindiendo de los detalles y rasgos específicos y secundarios que tan abundantes son en la historia de cada país y de cada época.

 

 

Régimen de la comunidad primitiva

El régimen de la comunidad primitiva es, históricamente, la primera forma que la sociedad adopta después de que el hombre se separa del mundo animal, cuando, en un largo proceso de trabajo, adquirió las cualidades que le diferencian del resto de los seres vivos.

Los instrumentos de trabajo con que la humanidad conta ba en las fases iniciales del régimen de la comunidad primitiva no podían ser más rudimentarios: el palo, el hacha de piedra, el cuchillo de pedernal y la lanza con punta del mismo material; más tarde son inventados el arco y la flecha. Los medios de subsistencia procedían de la caza y la recoleccióri de frutos silvestres, mucho más tarde surgió la agricultura a base del trabajo con azada. La única fuerza motora que se conocía era el músculo del hombre.

El nivel de las fuerzas productivas hallábase en concordancia con las relaciones de producción que existían entre los hombres. Con aquellos instrumentos de trabajo y armas el individuo aislado era incapaz de hacer frente a las fuerzas de la naturaleza y de proporcionarse el sustento. Únicamente el trabajo en común (la caza, la pesca, etc.) de todos los miembros de la comunidad primitiva, su solidaridad y recíproca ayuda podían asegurarles la obtención de los recursos necesarios para su vida. El trabajo en común traía consigo la propiedad en común de los medios de producción, que era la base de las relaciones de producción en aquella época. Todos cuantos integraban la comunidad hallábanse en relaciones iguales respecto de los medios de producción; nadie podía despojar de ellos al resto y atribuírselos en propiedad privada.

Al no existir propiedad privada no podía haber explotación del hombre por el hombre. Los rudimentarios instrumentos de trabajo, aun utilizándose en común, proporcionaban tan pocos medios de existencia que apenas si cada individuo podía sustentarse. No quedaba excedente alguno que se pudiera quitar al productor en beneficio de otros miembros de la sociedad. Y como no había explotación del trabajo ajeno, no se sentía la necesidad de un aparato especial de coerción. Las sencillas funciones del gobierno de la comunidad eran ejercidas colectivamente o encomendadas a los hombres más respetados y expertos.

Las particularidades de la comunidad primitiva venían determinadas, pues, por el bajo nivel de desarrollo de la producción, y por la impotencia en que el hombre se veía ante una naturaleza temible. La dependencia de los hombres respecto de la naturaleza, extraña e incomprensible, que se oponía a ellos, se reflejó en sus concepciones religiosas de una ingenuidad infantil. El hombre se sometía a la autoridad de la comunidad, de la gens o de la tribu, seguía ciegamente las tradiciones y costumbres. La colaboración y la ayuda mutua se extendían entonces únicamente a los miembros de una tribu. Las tribus mantenían a veces entre sí cruentas guerras. El régimen de la comunidad primitiva, aunque sin las deformaciones ni los repelentes rasgos que la explotación trajo posteriormente a la sociedad y a los hombres, estuvo muy lejos de ser la «Edad de Oro» del género humano.

Con el tiempo, el régimen de la comunidad primitiva entra en la fase de su desintegración. Las causas fundamentales de su decadencia y desaparición residían en el desarrollo de las fuerzas productivas. Los hombres llegan poco o poco a aprender el arte de fundir el metal. Las armas y utensilios de piedra van siendo desplazados por los de metal. Se propaga el empleo del arado con reja metálica, las hachas de metal, las puntas de flecha y lanza de bronce y de hierro, etc. Siguió progresando la agricultura. La domesticación de animales y su empleo como fuerza de tiro para cultivar la tierra elevó considerablemente el rendimiento del trabajo.

     El desarrollo de las fuerzas productivas -de los instrumentos de trabajo y de los hábitos y experiencia de los trabajadores- da lugar a importantes cambios sociales. Prodúcese la división social del trabajo: el pastoreo se separa de la agricultura; luego las industrias artesanas se constituyen como ocupaciones independientes. Comienza a ampliarse el intercambio de productos del trabajo, primero entre las tribus y después en el seno de la propia comunidad. Gradualmente se hace innecesario el trabajo en común de la comunidad entera. La tribu y la gens se descomponen en familias, cada una de las cuales se convierte en una unidad económica autónoma. El trabajo se concentra en dichas unidades, aparece la propiedad privada y se hace posible la explotación: la producción había progresado tanto que la fuerza de trabajo humana rendía ya más de lo necesario para el simple sustento del propio trabajador.

La necesidad y el deseo de los hombres de aliviar su trabajo y de disponer de reservas para hacer frente a las calamidades naturales movieron a perfeccionar los instrumentos y desarrollar los hábitos de trabajo. Mas al cambiar los instrumentos de trabajo, los hombres -al margen de su voluntad, inconscientemente, sin adivinar siquiera las consecuencias sociales a que esto conduciría- preparaban una transformación radical de la sociedad: el paso de la comunidad primitiva al esclavismo. Las fuerzas productivas de la sociedad, al acrecerse, exigían nuevas relaciones de producción entre los hombres.

 

 

El régimen de la esclavitud

La base de las relaciones de producción de este régimen era la propiedad privada del esclavista no sólo de los medios de producción, sino también de los propios trabajadores: los esclavos. Esta propiedad del esclavista sobre los esclavos y cuanto ellos producían venía impuesta por el nivel del desarrollo de las fuerzas productivas de la época, suficientemente alto para que fuese posible la explotación de los trabajadores. Sin embargo, dicho nivel era aún tan bajo, que se podía explotar a los trabajadores, apropiarse parte del producto por ellos producido, sólo reduciendo su consumo al mínimo, dejándoles lo estrictamente imprescindible para que no se muriesen de hambre. Esto podía hacerse únicamente privando a los explotados de toda clase de derechos, reduciéndolos a la situación de «instrumentos parlantes» y aplicándoles las medidas de coerción más feroces.

El cambio de las relaciones de producción revolucionó asimismo las esferas restantes de la vida social.

Las relaciones de colaboración y solidaridad, propias de la comunidad primitiva, dejaron paso a relaciones de dominación de una parte de la sociedad sobre la otra, a relaciones de explotación, de opresión y de hostilidad irreductible. La sociedad se escindió en clases antagónicas: la de los esclavistas y la de los esclavos.

La época de la esclavitud aportó a los trabajadores terribles calamidades y sufrimientos. «Los intereses más viles -la baja codicia, la brutal avidez por los goces, la sórdida avaricia, el robo egoísta de la propiedad común- inauguran la nueva sociedad civilizada, la sociedad de clases; los medios más vergonzosos -el robo, la violencia, la perfidia, la traición- minan la antigua sociedad de las gens, sociedad sin clases, y la conducen a la perdición (nota 65.- C Marx y F. Engels, Obras escogidas, en dos tomos, t. II, Moscú, pág 309, ed. en español.) Así describe Engels la época de transición del régimen de la comunidad primitiva al esclavista.

La feroz explotación de que eran objeto los esclavos provoca en ellos una desesperada resistencia. Para aplastarla no servían los viejos órganos de gobierno de la gens y la tribu; requeríase un aparato especial de violencia, y éste fue el Estado. La nueva institución estaba llamada a proteger la propiedad de los esclavistas y asegurar la afluencia constante de esclavos; a esta situación eran reducidos los prisioneros de guerra y los deudores insolventes. A la vez que el Estado, nació el Derecho, o sistema de normas y prescripciones jurídicas que expresaban la voluntad de la clase dominante y estaban respaldados por la fuerza coercitiva del Estado. Aparecieron nuevas costumbres y una ideología específica de la sociedad esclavista. Entre los opresores se fue extendiendo poco a poco el desprecio al trabajo físico, en el que empezó a verse una ocupación indigna del hombre libre; se fue arraigando la idea de la desigualdad de los hombres.

Y a pesar de todo esto, el régimen esclavista significaba un gran paso adelante en el progreso de la humanidad. Prosiguió la división social del trabajo: entre la agricultura y las industrias urbanas y entre estas últimas también. La división del trabajo significaba, a su vez, la especialización y perfeccionamiento de los instrumentos y un nuevo caudal de experiencia de trabajo. En la agricultura, junto al cultivo de cereales aparecieron ramas nuevas (horticultura, fruticultura, etc.). Se inventaron aperos como el arado de ruedas, la grada y la guadaña. La fuerza muscular del hombre se ve completada en gran escala por la de los animales. El trabajo de masas de esclavos permitía la construcción de presas y sistemas de riego, de caminos y de barcos, de conducciones de agua y de grandes edificios urbanos. Y cuando parte de los miembros de la sociedad quedaron libres de la participación directa en la producción -debido a la explotación de los esclavos-, se crearon las condiciones para el progreso de la ciencia y de las artes.

Pero llegó, sin embargo, un tiempo en el que se agotaron las posibilidades de progreso que el modo esclavista de producción implicaba; sus relaciones de producción se convirtieron en una traba que dificultaba el desarrollo de las fuerzas productivas. Los esclavistas, disponiendo como disponían del trabajo barato de los esclavos, no mostraban interés por el perfeccionamiento de los instrumentos de producción. A mayor abundamiento, no se podía confiar al esclavo instrumentos complicados y costosos, puesto que no tenía el menor interés en el resultado de su trabajo. Pero el desarrollo de las fuerzas productivas imponía cada vez más imperiosamente la supresión de las viejas relaciones de producción.

Esto únicamente podía hacerlo una revolución social, cuya fuerza motriz eran las clases y capas que más sufrían del régimen esclavista y que, por tanto, se hallaban más interesadas en su supresión. Eran los esclavos y la parte más pobre de la población libre. A medida que las contradicciones se ahondaban en el viejo modo de producción, la lucha de clases adquiría mayor virulencia. Sus formas eran muy variadas, desde la premeditada inutilización de los instrumentos de trabajo hasta los levantamientos, en los que participaban decenas de miles de hombres. En fin de cuentas el régimen esclavista sucumbió bajo los golpes aunados de las insurrecciones de las clases trabajadoras y de las incursiones de las tribus bárbaras vecinas, a las que era ya incapaz de hacer frente el Estado esclavista, debilitado por las contradicciones internas y las guerras. Vino a sucederle una nueva formación: el feudalismo.

 

 

El régimen feudal

La base de las relaciones de producción de este régimen es la propiedad de los señores feudales sobre los medios de producción, y, en primer lugar, sobre la tierra (el término de «feudalismo» procede de la palabra latina «feodum»; así se llamaban las tierras que el rey distribuía entre sus allegados, a cambio de lo cual éstos habían de prestarle servicio militar). Los campesinos dependían personalmente de los señores, pero ya no constituían propiedad plena de ellos (nota *.- En algunos países como, por ejemplo, Rusia, la dependencia personal de los campesinos respecto de los señores feudales adoptó formas particularmente brutales, que la aproximaban a la esclavitud: el terrateniente podía vender y comprar a los campesinos, etc.. El señor feudal tenía derecho al trabajo del campesino, que estaba obligado a cumplir en beneficio de aquél determinadas cargas.)

En la sociedad feudal se conocía también la propiedad de los campesinos y artesanos. El siervo recibía un lote de tierra, tenía su economía individual cuyos productos, una vez satisfechas las cargas debidas a su señor, quedaban a disposición de él.

Esta característica de las relaciones de producción abría nuevas posibilidades para el incremento de las fuerzas productivas. El productor directo tenía ya cierto interés material en el resultado de su trabajo. Por eso no rompía ni estropeaba los aperos e instrumentos, sino que, al contrario, los cuidaba celosamente y los perfeccionaba. La agricultura conoció nuevos progresos: apareció el sistema de tres hojas y se extendió el abonamiento de los campos.

Aún fueron más importantes los éxitos de las industrias artesanas, que proporcionaban aperos para el campo, objetos para el uso de los señores feudales y comerciantes, utensilios, armas y pertrechos militares. El progreso de las industrias artesanas y del comercio favoreció el crecimiento de las ciudades, que con el tiempo se convirtieron en grandes centros económicos, políticos y culturales, en la cuna del nuevo modo capitalista de producción.

En la época del feudalismo se hicieron numerosos descubrimientos relevantes que ejercieron gran influencia en la historia de la humanidad: los hombres aprendieron a convertir el hierro colado en dulce, a construir barcos de vela apropiados para largos viajes, a preparar sencillos instrumentos ópticos (anteojos, catalejos), inventaron la brújula, la pólvora, el papel, la imprenta y el reloj de cuerda. A la energía muscular del hombre y de los animales se fue sumando cada vez más la fuerza del viento (molino de viento, barco de vela) y de las caídas de agua (molino de agua, rueda hidráulica, el motor más primitivo que se empleó extraordinariamente en la Edad Media).

El cambio de las relaciones de producción propias del esclavismo por las feudales trajo consigo grandes modificaciones en toda la vida de la sociedad.

Modificose, lo primero de todo, la estructura de clase. La clase dominante pasó a ser la de los señores feudales, que eran los propietarios de la tierra. La otra clase fundamental de la sociedad feudal era la de los campesinos siervos. Las relaciones entre estas clases eran de carácter antagónico, se basaban en la contradicción inconciliable de sus intereses de clase. Las formas de la explotación, aunque un tanto suavizadas en comparación con la esclavitud, eran extraordinariamente duras. Tratábase, en cuanto a los siervos, de una coerción extraeconómica, como lo era antes. Trabajaban movidos por estímulos puramente económicos, por su interés material, únicamente en sus lotes de tierra. Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo dedicaban a trabajar para el señor, sin que por ello percibiesen remuneración alguna. Lo que principalmente les hacía trabajar en este caso era el temor al castigo, la pena que ello acarreaba y laamenaza de perder todos sus bienes personales, de los cuales podía desposeerlos el señor.

 La lucha de clases se elevó en la sociedad feudal a un nivel más alto de lo que se había conocido bajo el esclavismo. Los levantamientos campesinos se extendieron a veces a grandes territorios. Del volumen de su resistencia a los señores son prueba las guerras campesinas, que sacudieron sucesivamente un país tras otro: la insurrección de Wat Tyler en Inglaterra (siglo XIV) y la de la Jacquerie en Francia (siglos XIV y XV), las guerras husitas en Bohemia (siglo XV), la guerra campesina de Alemania (siglo XVI, el levantamiento de los tai-ping en China (siglo XIX) y de los sijs en la India (siglos XVII y XVIII), los movimientos de Bolótnikov, Razin (siglo XVII) y Pugachov (siglo XVIII) en Rusia, etc.

La superestructura política e ideológica de la sociedad feudal es un reflejo de las características que adoptan la explotación y la lucha de clases. Para explotar y mantener sujetos a los campesinos, el Estado feudal había de recurrir a la fuerza armada de que disponía no sólo el poder central, sino también cada señor. Este, dentro de sus feudos, era el dueño absoluto, señor de horca y cuchillo.

El derecho reafirmó la desigualdad social y económica del feudalismo; las clases y capas sociales adoptaron la forma de estamentos: nobleza, clero, campesinos, comerciantes, etc. Las relaciones entre los estamentos y dentro de cada uno de ellos eran de estricta subordinación y dependencia personal. Los compartimientos estancos en que la sociedad estaba dividida eran un obstáculo para el paso de un peldaño a otro en la jerarquía feudal. En la vida espiritual, el primer puesto lo conquistó la Iglesia, la religión.

Con el tiempo, el desarrollo de las fuerzas productivas choca con las relaciones de producción imperantes en el feudalismo y la superestructura política e ideológica que tales relaciones predeterminaban. Los campesinos fueron luchando con más empeño cada vez contra la opresión feudal por obtener el derecho a disponer libremente de los productos de su trabajo. Aspiraban a eximirse de las cargas feudales a fin de obtener medios para mejorar su hacienda, etc. Junto a los pequeños talleres artesanos aparecen grandes manufacturas basadas en el trabajo artesano, pero en las cuales las distintas operaciones estaban muy especializadas y se empleaba a operarios no sometidos a servidumbre.

Las ciudades, bastión de la joven burguesía, experimentaron un intenso desarrollo. El comercio fue alcanzando mayor amplitud cada vez. Con ayuda de las tropas reales los mercaderes se apoderaban de nuevos mercados en ultramar. El incremento del intercambio condujo, a su vez, a un rápido progreso de la producción. A esto contribuyeron también los descubrimientos científicos y técnicos realizados en los siglos XVI y XVII.

Poco a poco, en el seno del régimen feudal se fue estructurando el nuevo modo capitalista de producción. Para que se desenvolviera libremente hacía falta que se pusiera fin al sistema feudal. La burguesía -clase portadora del nuevo modo de producción- necesitaba un mercado de trabajo «libre», es decir, hombres emancipados de la servidumbre y sin propiedad, a los cuales empujase el hambre a las fábricas. Necesitaba un mercado nacional, con supresión de las barreras aduaneras y de otro género que los señores feudales habían levantado. Pugnaba por la supresión de los impuestos destinados al sostenimiento de la Corte, con los numerosos nobles que vivían a su arrimo, y la anulación de los privilegios estamentales. Pugnaba por imponer libremente su voluntad en todos los órdenes de la vida social.

Alrededor  de la burguesía se agrupaban todas las clases y capas sociales descontentas con el feudalismo: desde los siervos de la gleba y la gente humilde de las ciudades, víctimas de la miseria, la humillación y toda clase de desafueros, hasta los hombres de ciencia y escritores avanzados a quienes, cualquiera  que fuese su origen, asfixiaba el yugo espiritual del feudalismo y de la Iglesia.

     Comenzó la época de las revoluciones burguesas.

 

 

El régimen capitalista

La base de las relaciones de producción del capitalismo es la propiedad privada de la clase capitalista sobre los medios de producción. Los capitalistas explotan a la clase de los obreros asalariados, emancipados de la dependencia personal, pero obligados a vender su fuerza de trabajo, puesto que carecen de medios de producción.

Las relaciones de producción del capitalismo abrieron amplias posibilidades de desarrollo a las fuerzas productivas. Apareció y progresa rápidamente la gran producción maquinizada, basada en el aprovechamiento de fuerzas tan poderosas como el vapor y, más tarde, la electricidad, y en la amplia aplicación de la ciencia. El capitalismo llevó a cabo la división del trabajo no sólo dentro de cada país, sino también entre los distintos países, creando así el mercado mundial y, luego, el sistema mundial de economía.

Y una vez más, el cambio del modo de producción trajo consigo modificaciones en toda la vida social.

Las clases fundamentales de la sociedad son ahora los capitalistas y los obreros. Las relaciones entre ellos siguen siendo antagónicas, por cuanto descansan en la explotación y opresión de los desposeídos por los poseedores. Son las relaciones de una lucha de clases inconciliable. Pero los métodos de explotación y opresión cambian sustancialmente: la forma dominante de coerción es la económica. El capitalista, por lo común, no suele necesitar la fuerza para obligar a que trabajen en su beneficio. El obrero, carente de medios de producción, se ve reducido a hacerlo «voluntariamente» bajo la amenaza de la muerte por hambre. Las relaciones de explotación se hallan ahora encubiertas por la «libre» contratación de los obreros por los patronos, por la «libre» compraventa de la fuerza de trabajo.

Cambian los métodos de explotación y cambian también los métodos de la dominación política. Se pasa del despotismo descarado, propio de las formas anteriores, a formas más refinadas de dominación, a la democracia burguesa. El poder ilimitado del monarca hereditario desaparece, deja paso a la república parlamentaria (o por lo menos a la monarquía constitucional); institúyese el derecho electoral y se proclaman las libertades políticas de los ciudadanos y la igualdad de todos ante la ley. Esto es lo que mejor correspondía a los principios de una libre competencia, del libre juego de las fuerzas económicas que durante largo tiempo sirvieron de base al capitalismo.

Ahora bien, con todas las diferencias que podemos observar entre las superestructuras políticas e ideológicas de la sociedad burguesa y la feudal, lo principal sigue en pie: una y otra se  basan en las relaciones propias de la propiedad privada y de la explotación. La parte preponderante de la nueva superestructura corresponde a las instituciones e ideas de la clase opresora, de la burguesía, y está destinada a defender su dominación de clase y a mantener a las masas explotadas en la obediencia.

La formación capitalista, y así nos lo dice ahora no ya la teoría, sino también la práctica social, es asimismo temporal y perecedera. En su seno maduran y se ahondan los antagonismos, y en primer término la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada de la apropiación (nota * *.- Al análisis de los modos capitalista y socialista de producción están dedicadas dos secciones de nuestra obra: la tercera y la quinta, respectivamente. ). La única salida de estas contradicciones es el paso a la propiedad social sobre los medios de producción, es decir, al socialismo.

Pero, lo mismo que ocurrió en otros tiempos, el paso al nuevo modo de producción es posible únicamente mediante la revolución social. La fuerza llamada a realizar esta revolución es la clase obrera, engendrada por el propio capitalismo. Tras agrupar en torno suyo a todos los trabajadores, derroca la dominación del capital y crea un régimen nuevo, el régimen socialista, que no conoce la explotación del hombre por el hombre.

 

 

El régimen socialista

La base del modo socialista de producción es la propiedad social de los medios de producción. De ahí que las relaciones de producción de la sociedad socialista sean de colaboración y recíproca ayuda de los trabajadores no sometidos a explotación alguna. Dichas relaciones corresponden al carácter de las fuerzas productivas: el carácter social de la producción se ve sostenido por la propiedad social de los medios de producción.

A diferencia del régimen de la comunidad primitiva, la socialización de los medios de producción se apoya en este caso en unas fuerzas productivas infinitamente superiores, en una cultura y un poder del hombre sobre la naturaleza. El nuevo régimen brinda a la humanidad posibilidades ilimitadas de progreso en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas y en todos los órdenes de la vida de la sociedad.

 

* * *

Tales son, en sus líneas más generales, las principales etapas del desarrollo de la humanidad.

Todo cuanto conocemos del pasado es una confirmación patente y viva de la veracidad científica de la interpretación materialista de la historia, la esencia de la cual formuló Marx como sigue en su prólogo de la Contribución a la crítica de la economía  política:             .

«En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual en general. No es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella» (nota 66.- C Marx y F. Engels, Obras escogidas, en dos tomos, t. I, Moscú, pág 373, ed. en español.).

 

 

 

     Acompañamos la época feudal, objeto recurrente de nuestra biblioteca, con las principales etapas del desarrollo humano, para no desmembrar el texto y entender suficientemente el mensaje de este manual sobre "Fundamentos de Marxismo-Leninismo".  Es, sin duda, relevante porque parte de un movimiento político-social que ha interpretado la historia pasada, impregnando y modificando la propia historia del siglo XX, que  perdura en la sociedad actual.
      (Nota de la redacción).

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