Comunicaciones



RESUMEN:

      Las vías de comunicación forman la estructura básica para unir las distintas tierras de un espacio geográfico. La plena romanización de la península ibérica y su total pertenencia al Imperio fue posible, entre otras cosas, por la red de calzadas romanas que permitían a cualquier habitante moverse a una u otra parte del Imperio con total libertad. La civilización romana consideró como altamente positivo el desarrollo de las vías de comunicación, que tuvieron en Hispania, y en el suelo riojano concretamente, un extraordinario desarrollo, con un perfecto trazado de calzadas. En estos siglos últimos de la Antigüedad, los romanos potencian en Rioja las comunicaciones fluviales y terrestres, ejecutando cuantas obras de ingeniería fueron necesarias. 

 

 

FLUVIALES 

      La depresión formada por el río Ebro fue desde siempre tierra de paso de suma importancia. Entrando en la Edad Antigua, el valle del Ebro fue el embudo donde vinieron a dar las migraciones indoeuropeas. Asdrúbal pone este río como línea ideal de frontera con Roma, hacia el año 226 a. J.C. Pocos años después desembarcan los romanos en Ampurias y se inicia así la época de dominación romana en Hispania.
      De época romana hay fuentes escritas que aseguran la navegación y el comercio por el río Ebro. C. Plinio dice: «Hiberus amnis, navigabili comercio dives, ortus in cantabris haud procul oppido luliobriga, per CCCCL p. fluens, navium per CCLX a Vareia oppido capax...» Es decir, el río Ebro es rico en comercio gracias a su navegabilidad y adecuado para naves desde la ciudad de Vareia. 
      Siguiendo con los autores latinos, don Antonio Beltrán comenta que «la más importante aportación de Plinio es la referente a la navegabilidad del Ebro». Ya sabíamos, por la Ora marítíma de Avieno, que algunos navegantes extranjeros solían remontar el curso del río, negociando con las gentes de sus riberas («peregrina Hibero subvehuntur flumine iuxta...»). Tales extranjeros serían los focenses, a quienes se suele atribuir la importación a esta zona de la vid y el olivo. Esta noticia ha de ser anterior al siglo IV. Muy posteriores son las referencias a la presencia en la zona media del Ebro de barcas pequeñas, tal como hoy sucede, sin necesidad de suponer que fueran de pescadores o traficantes, pues debían servir para la cómoda travesía del río, como sigue comentando la publicación de don Antonio Beltrán. 
      El río Ebro era una vía importante en el comercio mantenido con las ciudades del Ebro medio y final. Cabe pensar en un comercio que se iniciaba en Dertosa y remontaba la corriente hacia Celsa, Cesaraugusta, Graccurris y Calagurris, para llegar a Vareia, que era un puerto fluvial, como lo demuestra el embarcadero de la margen izquierda del Ebro, sito junto al vado que une al Monte Cantabria con la orilla derecha, embarcadero que se utilizó hasta el siglo XI inclusive. Además, E. Flórez asegura que «me refirieron en Logroño que no muchos años antes se hallaron en Vareia argollas en que amarraban los barcos, pero ya no existen». 
      Fidel Fita dice que «esta ciudad, sita como Numancia junto a la confluencia de dos ríos, era el último puerto fluviático de la navegación por el Ebro. Por este conducto podían ser los ejércitos abastecidos de pertrechos y víveres, y, remontando el Ebro desde Tortosa, acudir con prontitud y menor riesgo a enseñorearse del corazón de la Celtiberia, atacándola por su banda septentrional o sierra Cebollera». 
      Dejo, pues, como segura la navegabilidad por el Ebro hasta Vareia en época romana, y que un comercio transcurría en ambas direcciones sobre las aguas de dicho río. Un comercio que, a mi entender, no era excesivamente importante por el volumen de lo transportado, tanto para exportar de la región como para importar, frente a la opinión de don Blas Taracena, que mantiene que el tráfico de Vareia con el Mediterráneo en los tiempos imperiales daría singular importancia a la vía Vareia-Numancia, lo que hace suponer en el auge del comercio entre ambas ciudades o regiones, sin poder apreciar si este comercio interregional supuso un auge en las exportaciones e importaciones con el tráfico mediterráneo a través del río Ebro. 
      Las materias comerciales eran transportadas en barcas, y para hablar de ellas recurro de nuevo al trabajo de don Antonio Beltrán: «Respecto de la forma y tamaño de estas barcas, el mismo César nos dice que ordenó a los soldados que construyesen barcas del tipo de años atrás le había enseñado su experiencia en Bretaña. Las quillas y las primeras cuadernas se hacían de madera, lo restante del casco se tejía con mimbres y se cubría con cueros...» Naturalmente que tales barcas aumentarían en calidad conforme acanzaban hacia el pleno Principado. Manteniéndome en el mismo tema, incluiré dos citas del escritor griego Estrabón, que nos orientan en lo referente a la navegación en los ríos o lagos: «barcas de piezas ensambladas, pero que los antiguos las construían de un solo tronco», y «...antes de la expedición de Bruto no tenían más que barcas de cuero para navegar..., pero hoy usan bajeles hechos de un tronco de árbol». 
      Serían unas barcas de escaso calado, de tamaño pequeño, que les permitiera librar con pocas dificultades los meandros y vados tan abundantes en el cauce de este río. Unas barcas que llevaban unas materias no producidas en el lugar donde se vendían. Traerían objetos de lujo, condimentos orientales para los alimentos, ropas y vestidos, etc. Todos los productos que las gentes de Vareia y de su área geográfica compraban como novedad y distintivo, ya que dichos productos no los podían fabricar ni cultivar allí. A su vez, Vareia transportaría corriente abajo el excedente de su producción y sus mercados estarían en las propias ciudades levantadas junto al Ebro. Igualmente, Vareia sería el puerto de la Celtiberia y de los pueblos del interior, en cuanto que recibiría los productos para conducirlos río abajo, a la vez que les enviaba los que llegaran a su puerto con destino a estas tierras del interior y del norte de Hispania. 

 

COMUNICACIONES TERRESTRES 

      La referencia arqueológica para el estudio de las vías de comunicación de los berones o de los romanos en las tierras que habían sido de este pueblo son las calzadas, que siguieron los caminos naturales que antes de ellos habían usado los indígenas en las diversas fases históricas. Para este estudio contamos también con las fuentes escritas y con los datos epigráficos o arqueológicos en general. De la época romana nos quedan los Vasos Apolinares, descubiertos en el balneario de Vicarello. Ofrenda, quizá, de algún habitante de nuestra península agradecido al efecto curativo de aquellas aguas. En ellos y en los Itinerario de Antonio Caracalla, 34 en total, del año 216 d. J.C., tenemos las mejores fuentes para el conocimiento de los caminos de la época romana. De los que más interesan para la región de los berones vamos a intentar dar una breve visión sintética, fácil de retener. Las comunicaciones terrestres por el territorio berón tuvieron como línea principal la que iba de Caesaraugusta a Segesamone y nos lo aclara el Itinerario Antoniniano: 

392, 1 Caesaraugusta m.p. XLVI
        2 Cascanto m.p. L
393, 1 Calahorra m.p. XXVIII
        2 Vareia m.p. XXVIII
394, 1 Tritio m.p. XVIII
        2 Lybia m.p. XVIII
        3 Segesamunelo m.p. VII
        4 Verovesca m.p. XI
        5 Segesamone m.p. XLVII

      Ahí están las tres ciudades beronas más importantes a decir de Ptolomeo: Vereia o Vareia, Tritio y Libia  u Oliba, además de la ciudad riojana de Calahorra. 
      Es histórica, y modernamente comprobada, la vía romana que de Zaragoza venía a estos confines de la provincia Tarraconense, pasando por Calahorra, municipio romano importante, a juzgar por los hallazgos que lo evidencian, y por Varea, que acaso vigilaba su paso del Ebro, paso por donde cruzaban las legiones, según expresamente escribió Schulten, luego por Tricio, por Libia, pueblos todos ellos del país de los berones, donde se han encontrado restos y objetos denunciadores de su existencia en aquellos lejanos siglos, para llegar a Poza de la Sal (provincia de Burgos), entonces Flavia Augusta. Esta calzada pasaba muy próxima al terreno municipal de la jurisdicción de Logroño y algo más lejos de siete kilómetros de esta ciudad y cerca del Cortijo, mientras otro camino romano que de Marañón venía a Asa se unía a aquella ruta importante por el puente Mantible, del que aún existe un arco y estribos de otros y del que más adelante me ocuparé. No está claro si don Antero Gómez se refiere a esta antigüedad cuando dice que en «las huertas de la ribera se hallaron las ruinas de los edificios ocultos después de tantos siglos», hechos que da como presenciados por él. 
      De todas formas, la Beronia tenía una línea principal de calzada que atravesaba la región y ésta era la que venía desde Zaragoza hasta Briviesca. Así piensa Blas Taracena al decir que «tenían los de esta comarca a modo de espina dorsal la carretera de Caesaraugusta-Virovesca-Asturica por el sur y Virovesca-Pampelune por el norte, y ambas formaban en La Rioja una línea quebrada de dos ángulos con los vértices en Briviesca y Zaragoza». En otra obra, el mismo autor afirma que «el camino principal iba por el Ebro, precisamente esta línea Caesaraugusta-Virovesca, comprendida en las vías 1 y 32 del Itinerario. De ellas conocemos los miliarios de Tricio y Agoncillo por Hübner (C.I.L., núms. 4879 a 4882), años 276 a 282 y 283 a 284», que indudablemente refieren separaciones, pues el camino a lo largo del Ebro sería mucho más antiguo, ya que, en concordancia cronológica con los acontecimientos de la conquista, la exactitud de la medida de Plinio para el curso del río hasta Vareia, último lugar navegable, demuestra en el siglo I a. J.C. que podemos entrever de las fuentes de Plinio la existencia de un camino hasta aquel paraje. 
      Una calzada que atraviesa la Beronia, superando sus afluentes mediante puentes sobre el Alhama, Cidacos, Lela, Iregua, Najerilla, Oja y Tirón y que necesita igualmente tener algún puente sobre el Ebro para acceder al norte, como son los puentes de Mantible, el puente-acueducto de Calahorra-Lodosa y el de Logroño, del que más adelante escribiré. Calahorra debía contar también con un puente, pues conocemos ya los de Alfaro, Agoncillo, Varea, Cihuri y Sajazarra, amén del de Bobadilla sobre el Najerilla. De la opinión de un puente romano sobre el Cidacos en Calahorra son también Blas Taracena y don Pedro Gutiérrel, con el Padre Lucas de San Juan de la Cruz, quienes en su Historia de Calahorra dicen que tal puente comenzaba en el lugar llamado Posada Vieja del Carmen y por medio de veinte arcos de cinco a seis metros de altura recorría una distancia de ciento cuarenta metros, llegando hasta el Hospital. Si recurrimos a la cita de Tito Livio, frag. 91, dice que Sertorio llega al Cidacos a la altura de Calahorra y, hecho un puente, acampó. Es la noticia escrita del puente de Calahorra sobre el Cidacos. Este puente, frágil y sencillo, sería reconstruido años después y para las campañas de Augusto contra los cántabros fue de piedra, cuyos restos algunos vecinos calagurritanos aseguran haber encontrado. 

 


      Una de las vías o itinerarios más antiguos que conocemos es el que utilizó Escipión hasta Pancorbo, a través del país de los berones, hasta llegar a los autrigones del sur. Hay referencias concretas de que esta ruta se llevó a cabo al norte de la sierra de La Demanda. Llega hasta Varea. Más tarde, en tiempos de Augusto y de las guerras cántabras, parece que era ya una pista empedrada. 
      Esta vía puede darse como completada en los días de Roma con las que unían, para los efectos administrativos del Imperio y luego los eclesiásticos, a Tarragona con Astorga y Braga. Describámosla desde Caesaraugusta, Borja, Mallén, Cascante, y aquí debió existir una unión con la vía de Tarazona, que luego señalaremos. Siguiendo más hacia el norte iría esta vía a buscar los puentes de Alfaro (Graccurris) y Calahorra (Calagurris), luego marchar a la mansión de Barbariana y llegar a Vareja. 
      En Varea debió haber un empalme hacia el sur, hacia Numancia. Desde Vareia seguía hacia Lardero, Entrena, Hormilla y Tricio, donde posiblemente hubiera un puente para atravesar el Najerilla. De aquí marcharía hacia Libia u Oliba (Leiva, Herramélluri). En esta región hubo una importante concentración urbana en los últimos años de la dominación romana, y que contó por lo menos con importante atalaya. Hasta aquí llegaron los berones y de esta ciudad procede la llamada Venus de Herramélluri. Destaquemos el nombre euskérico de este pueblo, derivado, según otros, de Herramelliz, caballero medieval. 
      Continuando esta vía pasamos por terreno de los autrigones y turmódigos, llegando hasta Segisamum (Cerezo de río Tirón), donde había una unión, según los trabajos de J.M.a Blázquez, con otra vía que llevaba a Pamplona. También debió haber un ramal desde aquí hasta Foncea y Pancorbo y otro que fuera hacia el sur a Grañón, o acaso sea el uno una prolongación del otro. Desde Segisamum continuaba esta vía hasta Virovesca (Briviesca) y de aquí iba a Astorga. 
      Esta calzada debió tener una empalme con la vía de Asturias, lo mismo que sabemos tenía la vía paralela más al sur. Acaso, pero no es algo seguro, el trayecto que indiqué desde Grañón hasta Foncea cumpliría esta función de unir caminos paralelos. Esta calzada era el lazo de unión entre La Rioja y su gobierno romano o autoridad eclesiástica de Tarragona. 
      Existió mucha relación entre Grañón y Quintanapalla. Este es un gran cruce de caminos, pero se desconoce si fue vía independiente de la anterior, por lo que no la exponemos como vía propia. 
      Otra importante vía, en extraordinario estado de conservación, es la que recogemos en Gimileo y se extiende hasta Pancorbo, donde se une a la anterior. Pasaba por Foncea y este lugar es de gran curiosidad porque los frecuentes hallazgos de armas antiguas hacen pensar en que por este lugar hubiera existido un castro importante o hubiera acontecido en su proximidad alguna batalla. Se da por cierta la de Wadi-Harum y otras en el paso de la Morcuera. 
      Este camino sigue por el oeste a buscar el campo de Gembres, junto a la villa de Sajazarra, para ir después por Cihuri, que al igual que la anterior población conserva un puente romano reconstruido parcialmente en la Edad Media, y pasar más adelante por el hermoso puente de Anguciana, denominación formada por la corrupción de Augustana, a decir de Angel Suils, y llegar a Gimileo, donde estuvo acampada la Geminis Legio o Legión VII. Ya en tiempos de las peregrinaciones, esta vía se uniría a Fuenmayor y luego a Entrena o Navarrete. Quedaría unida así a la primera vía descrita. 
      Una nueva calzada es la que viene de Zaragoza hacia el oeste peninsular, sin pasar por la Beronia o evitándola; está tan cercana que debo hacerla constar por su valor derivativo. Quizá esta vía contribuía a dar un cierto aislamiento al país berón o riojano. Va de Zaragoza a Cascante para llegar a Tarazona y seguir por Agreda, Numancia, Osma y de aquí a Clunia (Coruña del Conde), cerca de la cual aparecía un ramal hacia Astorga. Luego iba a parar a Asturias. Desconocemos si era una calzada absolutamente independiente o es la misma que referíamos con cierta probabilidad desde Grañón a Quintanapalla. También se han visto trabajos de calzada romana desde Hormilla a Valpierre. 
      Hemos repasado someramente hasta ahora las vías que atravesaban el territorio de los berones de este a oeste, cumpliendo actividades administrativas, eclesiásticas o comerciales. Tal descripción corresponde ser completada por las calzadas que unían las anteriores al centro de Europa y más concretamente al sur de la Gallia. Son las vías de socorro e intendencia de la época de las luchas con Roma y su relación con ésta. 

 

Calzada romana a su paso por la sierra madrileña en Cercedilla


      No es muy seguro hablar de las calzadas por los fragmentos o trozos de vías perdidas en el transcurso del tiempo, amén de documentos a ellas referentes, así como por estar haciendo una descripción conjunta de los caminos que fueron conservándose o perdiéndose en el transcurso de diez siglos, junto a los que hicieran para completar la red de caminos. 
      Su interés es grande porque aparte de que decíamos que unían la región a Europa, nos interesa más hacer constar ahora que la unión se hacía concretamente con la Aquitania. 
      De la primera vía que hablaremos de las que unían la Beronia con Aquitania o sudoeste de la Gallia será la vía Aurelia, que llegaba a Pamplona y de aquí iría por Araceli o valle de Huarte Araquil a buscar Salvatierra, hasta que el sur de los montes de Isquits llegase a Toloño, con un probable ramal hacia Zuazo, para unirse a la vía que hemos descrito en segundo lugar para marchar hacia Clunia por leiva y Grañón, según escribimos anteriormente. 
      Esta calzada parece ser que fue la que pasó por el tramo de camino conservado aún entre la Población y Marañón. Ella contó con el puente Mantible para superar el Ebro, donde se uniría a la calzada que ascendía desde Vareia por la misma margen derecha del Ebro. Este puente fue muy llevado y traído en las historias y brujerías tan propias del país de la Vasconia, localizadas siempre junto a puentes antiguos, atribuidos por los indígenas al demonio que los hiciera en una sola noche. En ellos creían verse las lamias peinando sus cabellos de plata en las noches de luna. Por cierto, que en la región alavesa se adoraba a una especie de seres sobrenaturales, medio dioses medio brujas, llamadas «matres». Acaso por esta acepción se mantengan algunos lugares riojanos, por ejemplo el llamado Puente Madre, sobre el Iregua, en el barrio logroñés de La Estrella. 
      Más al este unía a Pamplona con la Beronia una prolongación de la vía Aurelia hacia el sur. De Roncesvalles une el camino a Pamplona, Estella y Logroño, región de los berones. Esta calzada venía, pues, por Estella, Irache, Los Arcos, Torres y Viana. En principio se puede llegar a pensar que terminaba aquí o que de Viana seguía hacia La Población y el Puente Mantible, y que de Viana a Logroño se hizo una vía más tarde, a modo de prolongación; acaso cuando ya construido el primer puente medieval de Logroño se uniría a la segunda vía que hemos descrito. Pero esta unión no figura en los tiempos de la dominación romana. 
      En principio, la calzada que descendía de Pamplona parece como si se apartara de Vareia hacia el Puente Mantible, cuando es presumible que desde Viana al poblado del Monte Cantabria existió, desde la antigüedad, un camino berón, como lo demuestra el llamado Camino Viejo de Oyón y Camino Viejo de Viana, que aún se conocen en la actualidad y donde está localizado el yacimiento berón de La Custodia (Viana), de sospechosa igualdad y similitud cultural con el poblado de Varia, en el Monte Cantabria. Tomás Moreno dice que «existió una calzada romana que desde el Pirineo y por Pamplona, Estella, proximidades de Los Arcos, Torres del Río y cuevas de Viana, llegaba hasta cerca del actual cementerio de Logroño, que está en la margen izquierda del Ebro.» 
      La lógica apoya la certeza de que Viana y Logroño (La Custodia y Varia, Monte Cantabria) estaban también unidos en la época romana por el mismo camino indígena que, sin duda, se habría puesto en mejor estado de firme para permitir la comunicación con las tierras vasconas de Pamplona. El propio T. Moreno aduce que «no se conoce la existencia de un puente de paso para esta calzada, suponiéndose que se haría por los vados que figuran en el plano de Coello, donde se supone la existencia de un puerto fluvial». Sin duda, es el vado que arranca de la orilla izquierda a la altura del Monte Cantabria. 
      Esta calzada que desciende de Pamplona hacia Vareia no tenía la necesidad de utilizar ninguno de los vados del Ebro logroñés si junto al Puente Piedra actual de Logroño hubiera habido un puente romano. Ahí fueron encontrados los restos de un estribo de pilar, unos metros aguas arriba del Puente Piedra logroñés, sobre el Ebro, y dicho resto de puente aclara las comunicaciones en esta época (Revista Berceo, I.E.R., n.º 100). Un poco más adelante comentaremos este hallazgo. 
      En cuanto a los caminos o vías que unían el valle del Ebro a la meseta soriana, Blas Taracena aporta tres caminos directos desde el Ebro hasta Numancia: uno por Balsio y Turiaso (Tarazona), coincidente con la vía 27 del Itinerario, que por pasar junto a los campamentos de Renieblas supone en uso, al menos, desde el año 153 d.J.C., y que continuaría al oeste por Uxama, hacia los vacceos; otro desde Calagurris a Numancia, por el Cidacos y Oncala, utilizado en la guerra sertoriana, según el fragmento 91 de Tito Livio; y el último desde el mismo río Iregua de Vareia, remontándolo hacia Piqueras y de aquí a Numancia, camino también utilizado por Sertorio. 
      Naturalmente que estos accesos del valle del Ebro a la Meseta se hacían remontando los cauces del Alhama, Cidacos e Iregua, líneas de unión del trayecto común de las vías 1 y 32 con la 27 del Itinerario. El acceso por el Alhama estaba asegurado por el fuerte poblado amurallado de Contrebia Leucade (Inestrillas, Cervera), lejos del Ebro ya escasos kilómetros de la sierra y de la tierra de los arévacos. Al remontar estos tres ríos, el camino debe superar sendos puertos. Esto hay que tenerlo presente, ya que en los meses más duros del invierno sería dificultoso acceder a la Meseta por estos puertos nevados y el tráfico rodado se vería forzado a rodear por Calahorra hacia Tarazona, tal como sucede hoy en día.
      Naturalmente que esto era mayor molestia en la vía Vareia-Numancia por el mayor número de kilómetros a la hora de tener que rodear. Por ello no es muy difícil de adivinar que buena parte del año estarían incomunicadas entre sí ambas ciudades y zonas geográficas. 
      El origen de estas vías está condicionado a las ciudades levantadas junto al Ebro, con relativa importancia regional Varea, como afirma Blas Taracena, ya que sirvió de apoyo a la causa sertoriana y después iba a ser el final del comercio fluvial que remontaba el Ebro desde la ciudad de Tortosa. Este comercio de época romana que suponía «un acercamiento al tráfico mediterráneo, que en los tiempos imperiales daría singular importancia a la vía», tenía en Vareia un mercado para las gentes del interior peninsular. Una calzada que fue a más gracias al comercio localizado en Vareia y es probable y defendible que este comercio, que se potenció en el intercambio con otras regiones del interior, principalmente entre Vareia y Numancia, rompió fronteras y se abrió al tráfico, incluso del Mare Nostrum. Del paso por Piqueras quedan ruinas romanas en Pradillo, Gallinero de Cameros y San Andrés de Cameros, al sudoeste de la Venta de Piqueras; y en el puerto de este mismo nombre se conservan unos restos de calzada romana de unos 800 metros, como escribe Blas Taracena. 
      En cuanto al camino que remonta el Cidacos, es otra vía natural que se conoce utilizaron, por orden de Sertorio, M. Mario para reclutar soldados en las tierras de los arévacos y pelendones, C. Instenyo en su viaje a Segovia y, a su vez, los pelendones y arévacos para la campaña de saqueo en la que atacaron a Calagurris (Livio, 39,21 ), tal como afirma B. Taracena. Este mismo autor sigue afirmando que «lógica resulta la hipótesis de este camino que, de existir, seguiría la carretera actual desde Calahorra al Villar del Río y aquí se desviaría, para continuar por el Cidacos y atravesar la divisoria de la Sierra de Alba, no por Oncala, sino más al oeste, por cerca de Verguiza, caería en el valle de Torrearévalo, donde hay epigrafía romana y desembocaría en Tera, junto a Almarza. Este último trayecto es el que actualmente los campesinos siguen como vía transversal». Hay que tener en cuenta la importancia de Calagurris, en la época imperial, pues entre otros monumentos, tenía un acueducto sobre el Ebro, para abastecer de agua a la ciudad desde la otra orilla. Es ciertamente curioso que a pesar de la abundancia que tiene el subsuelo riojano en agua, los ciudadanos de Calagurris se pusieran a construirse un acueducto que les asegurara el agua de la otra margen del Ebro. 
      Y el tercer camino que accedía a Numancia tiene su origen en Graccurris y ascendía por la cuenca del Alhama, «si bien es hipotético, como el anterior, pues se desconocen los restos de vías en aquellas gargantas. Es un lógico trazado que se apoya en la distrubución de las importantes ruinas que se han encontrado y excavado parcialmente junto a Cervera del Río Alhama (Contrebia Leucade) y Suellacabras, ciudades que forzosamente necesitan una comunicación que las fragosidades de la sierra sólo consienten a lo largo del río. Las distancias Gracurris-Contrebia Leucade-Suellacabras-Numancia, que son 27-25-19 kilómetros, se ajustan aproximadamente a un día de jornada, más larga en el primer tramo, llano y fácil, y con desigualdades explicables por ser de origen indígena algunas de estas ciudades imperiales. Las no menos importantes ruinas y restos de Fitero, San Felices y Torretarranclo, parecen puntear con mayor precisión la dirección de un camino que las uniera o que se tratara de una ruta natural. 
      Acudiendo, una vez más, al libro 91 de Tito Livio, parece lógico que el Cidacos sirviera de camino a M. Mario y C. Insteyo para cumplir las órdenes dadas por su general Sertorio y que luego el camino de vuelta lo harían por el río Alhama, para en Contrebia Leucade (InestriIlas) almacenar trigo y reunir los caballos y dar descanso a los pelendones y arévacos, traídos como reclutados por orden del mismo general Sertorio. Contrebia Leucade es un poblado fortificado en las tierras más lejanas del territorio berón o vascón, o las primeras de los pueblos celtíberos que lindaban con las sierras de Cameros, y por ello es una ciudad cercana a las montañas ya las mesetas de la Celtiberia, a la vez que tiene un rápido y fácil regreso a las llanas tierras del valle del Ebro, si la necesidad así lo aconsejase. 
      En cuanto a la línea principal Caesaraugusta-Virovesca, pasaba por Vareia y marchaba hacia el oeste buscando Tricio. ¿ Cómo venía a Vareia? Ya escribimos que al entrar en territorio berón, la calzada llegaba a la mansión de Barbariana, de la que Govantes dice que «no se puede omitir este poblado porque está cabalmente a la distancia misma de las 62 millas ó 16 leguas de Briviesca, en que Antonino Augusto señaló en su Itinerario la mansión de Barbariana, en el camino del oeste al este o de Astorga iba por Virovesca (Briviesca) a Zaragoza. 
      Esta mansión se da por segura en el despoblado de San Martín de Barberana: la dirección, los trozos perfectamente conservados de la vía militar romana, próximos a este despoblado, y las inscripciones romanas halladas en esta calzada, el nombre que ha sobrevivido casualmente a la ruina de la población, no dejan lugar a duda, dándonos noticia clara y exacta del punto fijo de esta antigua mansión». 
      Hübner cita en el C.I.L. (Corpus Inscriptionum Latinarum) los miliarios hallados en esta calzada, a la altura de Tricio y Agoncillo (núms. 4.879 a 4.882), que señalan los años 276-282 y 283-284 d.J.C., que deben ser fechas de reparación. 
      Por esta mansión de Barbariana se accedía al territorio berón. La calzada avanzaba hacia el río Leza. Se sabe que pasaba por las proximidades de Agoncillo porque el propio Govantes dice que «cerca de esta villa se ven aún grandes trazos de la calzada romana en la que por los años 1812 y 1819 se encontraron dos lápidas romanas que se colocaron en la iglesia parroquial». 
      Y así llegamos al río Leza, donde quedan los restos de lo que fue un puente romano: 

      Puente de Agoncillo sobre el río Leza: los restos de este puente se conservan a unos mil metros aguas arriba del actual puente por donde pasa la carretera de Logroño a Zaragoza. Se conservan cinco grandes pilares y el arranque de la calzada en ambas orillas. 
      Respecto a sus dimensiones, dice Blas Taracena que son de puente más que de acueducto, sólo que su salida queda por debajo de las tierras colindantes. «Este autor no vio, al parecer, los restos de pavimento que aún quedan sobre algunas de las pilas y, sobre todo, en el acceso por la orilla izquierda. Además, tampoco interpretó la ausencia de dos de los apoyos que se han perdido... y pensamos que se trata indudablemente de puente y no de acueducto, que, por otra parte, tiene poca utilidad en este punto y del que además no hay ningún indicio de canales, captaciones ni otras obras que les suelen acompañar» (doctor Martín Bueno). 
      Algunos pilares se han hundido en el suelo, pese a las medidas de seguridad tomadas en su construcción para que no se produjese este hundimiento, provocado por el propio peso del pilar y al ceder el suelo en que se alzaba por el agua del Leza que mueve y corre el suelo y fondo de su valle. Aquí, como en Varea, el pilar se levanta sobre una base de maderos entrecruzados que va fija al suelo del río por unas clavijas o palos clavados en el fondo, impidiendo que la corriente moviera la posición de los pilares. Este río tiene las mismas características que el Iregua, al ser un afluente del río Ebro que nace en la sierra. El Leza es caudaloso y con poder de arrastre y erosivo, tras los días de lluvias o en el deshielo, para quedarse con un caudal casi seco, aparentemente en la superficie, en los meses de verano. 
      Los pilares están muy cerca unos de otros y por ello sus arcos tendrían escasa luz. Por contra, el grosor y volumen de los pilares es tan grande que, parece ser, permitía el trazado de una calzada superior a los dos metros en anchura y según se observa hasta es posible que este puente sirviera de acueducto a la vez, ya que se dejan ver a un lado unas construcciones propias de las conducciones de agua. 

 

Puente de Cihuri.


      Son cinco los pilares conservados y han desaparecido uno o dos en la orilla izquierda del río Leza, que es por donde estos últimos años va la corriente. Fue un puente de siete pilares y ocho arcos de medio punto o semicirculares. En el pilar que está junto a la corriente se observan cuatro hileras de sillares o sillarejo, perfectamente conservados y colocados, pues el resto de los pilares sólo conservan su cuerpo de relleno, habiendo perdido los sillares y sillarejos que revestían el exterior de su cuerpo macizo. 
      Blas Taracena dice que «el acueducto de Agoncillo es ya sólo lamentable ruina..., conservando sólo el hormigón del alma de los dos estribos y cinco pilares, en que se apoyaron los seis arcos que lo formaban, pero los revestimientos de apoyos y arquerías se han perdido por completo. Mide de anchura 4, 18 m y el paso superior 2,7 de ancho por 0,90 de altura, dimensiones de puente y no de conducción de aguas...». 
      Pongo ya como última cita a don Manuel Martín Bueno: «Se conservan únicamente parte de las pilas o machones de los ocho arcos de que constaba, así como una parte de sus apoyos en ambas márgenes del río y una porción del terraplén y camino que accedían a éste, en el que se aprecia parcialmente el empedrado que corresponde sin duda a los últimos momentos de vigencia de la obra, después de haber sufrido numerosas reconstrucciones y reparaciones que, si bien se adivinan perfectamente, no permiten aclarar el alcance que tuvieron ni cuántas fueron. 
      Dos de los pilares aparecen completamente desplazados de su asentamiento hacia la orilla derecha, por efecto de alguna avenida particularmente fuerte, habiendo desaparecido por completo los rastros de las otras dos, próximas a la orilla izquierda, precisamente por la que el río ahora vierte la parte principal de su caudal. 
      Las dificultades técnicas con que debieron enfrentarse los artífices en el momento de la construcción debieron ser indudablemente, en primer lugar, la magnitud de la obra, que en el total tenía una longitud aproximada de 134 m, distribuidos en ocho arcos de luces semejantes, en algunos casos idénticos. La segunda dificultad estriba en asentar en un valle, Ían amplio como este del Leza, cercano a su desembocadura y completamente colmado por sedimentos, las pilas y cimenta,::iones de las obras. En último lugar, y de no menor importancia, tenemos la ausencia de buen material de construcción en las inmediaciones, por la carencia de piedra de calidad, lo que dificultaría el acarreo de ésta al no poder disponer del mismo al pie de la obra, y esto motivaría una disminución de la calidad de la argamasa con que se rellenaron las pilas de sustentación. 
      La estructura primitiva era, pues, de ocho arcos de medio punto, cuyas luces oscilarían entre los 10,50 y los 12 m, sostenidos por machones rectangulares con tajamares triangulares, siendo a la vez la anchura de estos machones entre 4 y 5,50 m, con una altura de vía estimada de 7,50 m que permanecería constantemente en toda la obra.» 
      La cronología de este puente se sitúa hacia la época imperial. Es arriesgado dar emperador o siglo concreto, pero parece lo más seguro sea del siglo II ó 111, por ser esta época tiempo de grandes obras constructivas en la red de caminos de Hispania. «Respecto a la data del puente, nada se puede decir, salvo que su primitiva factura fue obra romana, ya que no quedan elementos para su más exacta clasificación cronológica» (Dr. Martín Bueno). 
      Desde este puente, la calzada remonta el valle del Ebro y llegaba a Vareia, donde se conservan aún los restos de un puente romano sobre el Iregua. «Hoy nada interesante conserva del pasado y sólo tiestos, pedazos de teja, tessellae de mosaicos, que aparecen afloradas; la base de los estribos de un puente en el Iregua y el trazado de la carretera hablan de la ciudad enterrada, pero ni en la campiña ni a la orilla del río, donde Ceán Bermúdez dice que en la Fontvera estuvo el puerto comercial y se veían loS postes de amarre de los barcoS, pueden hallarse restos monumentales»' a decir de B. Taracena, quien da la impresión de sentirse un poco desilusionado ante la carestía de restos monumentales Como pudieran ser el puerto de naves, las murallas, etc., y del puente sólo quedan la base de sus estribos, además sobre el Iregua, no sobre el Ebro, como escribió Estrabón. Es por esto comprensible la desilusión de B. Taracena. Pero cada yacimiento es como llega a lo largo de los siglos. 
      En el río Iregua, a su paso por el lado oeste de Varea y antes de su desembocadura en el Ebro, se encuentran cuatro plantas de sendos pilares en distinto estado de Conservación. El primer pilar de la margen izquierda estaba semitapado por los cantos rodados que arrastra el río. De esta corriente depende que queden visibles o sepultados, pues de un año a otro el Iregua cambia de cauce, oscilando levemente. Lo mismo quedan las basas de cuatro estribos al descubierto un par de años como se ven sepultadas por tiempo indefinido, lo que explica que, salvo honrosas excepciones, este resto romano haya pasado inadvertido a la mayoría de los autores, incluso contemporáneos. 
      El segundo pilar lo hallamos semidestruido por la corriente y tenía una longitud máxima de 3,81 en posición norte-sur o de cara a la corriente, con una anchura en la base de 1,70 m. Estas medidas hacen pensar que fuera un pilar mayor que los demás, pero dado el mal estado de conservación con que nos ha llegado y la posibilidad de que la corriente hubiera causado algún traslado de los maderos, es más correcto suponer que fuera una base de estribo de medidas semejantes al resto de ellos. El tercer pilar mide en su base 3 m de largo por 1,67 de ancho y el cuarto 3 m de largo por 1,74 de ancho. 
      La primera característica es que los tres pilares tenían posiblemente la misma anchura en la base, es decir, 1,70 m, pero que el deterioro y el abandono a que se han visto condenados durante tantos años han podido variar en unos centímetros las dimensiones de estas bases, simplemente con que la corriente hubiera hecho fuerza para correr las piedras un poco sobre los maderos en los que se apoyan. 
      La segunda es que todos tienen una base rectangular de maderos trabados, tres en sentido de las aguas y cuatro perpendiculares a ellas que les aseguran su unión. Sobre estos maderos se colocaban los sillares o el sillarejo. El tercer estribo, desde la orilla izquierda, conserva dos filas de sillarejo, mientras que el cuarto conserva una y el primero y segundo ni siquiera una fila o hilera completa. La madera, sobre la que va el sillarejo, es de olmo blanco, que como me informaron es una madera netamente conservable en el agua. 
      El sillarejo tomaba la forma rectangular de la base, excepto en el frente por donde recibían la corriente. El frente de los estribos de pilar es de forma angular para oponer menor resistencia a las aguas, a la vez que en cierto modo las abrían salvando la resistencia que hubieran opuesto de haber sido un frente recto. Son pilares con tajamar. 
      «Cuatro cepas más se esconden entre la primera de las descritas y el estribo de la margen derecha, como se comprueba por el cálculo de distancias y por la aparente regularidad del trazado de la obra. El puente debió tener al menos nueve arcos, no siendo posible determinar su número exacto por desconocerse el punto de estribo en la margen izquierda. 
      La regularidad del trazado en el conjunto de la fábrica parece cosa clara: pequeñas cepas con tajamares triangulares, todas aproximadamente iguales y con una luz casi constante entre ellas de 5 a 5,25 m. No queda vestigio alguno del sistema de cubrición ni siquiera en los restos de estribo, que son los que alcanzan mayor altura. Pudo realizarse con maderas o con un arco de medio punto; esta última hipótesis es la más probable en virtud de la importancia de la calzada a la cual servía el puente ya la vista del desarrollo urbano de la Vareia romana. No es aventurado suponer que el paso carretero era horizontal en una línea que no levantaba más de 5 m del río. El conjunto puede definirse como esbelto, pero no regular, y la luz de sus arcos difícilmente bastaría en ocasíones para dar paso a las crecidas del Iregua, en época de lluvia y deshielo. 
      No existe elemento alguno que permita una datación absoluta de la obra y menos aventurar hipótesis del tiempo que se mantuvo en servicio. Algunos indicios, no obstante, permiten asentar amplias dataciones relativas. El diferente aparejo del estribo conservado puede estar indicando varias etapas de reparación; los sillarejos de la zona alta no parece que puedan ir más allá de la tardoantigüedad, mientras que la buena factura de los sillares inferiores del estribo y de las cepas permite una datación plenoimperial e incluso más temprana. Unos 5 m aguas abajo de la línea constructiva del puente, hacia el medio del cauce, existe una cimentación formada de sillares exteriores con alma de opus caementitium; sólo conserva una hilera de piedras. Posiblemente es una cepa de puente, pero es aventurado formular una interpretación; en el supuesto de que lo fuera se trataría de una cepa de mayor dimensión que las antes citadas, de mayor ambición técnica y de probable cronología posterior. 
      El impulso romanizador que se observa hacia el cambio de Era en la ciudad de Vareia y en la zona circundante hubo de afectar también a la construcción y pavimentación de calzadas. Por todo ello no resulta aventurado datar el primer puente romano de piedra sobre el Iregua hacia la época augústea.» (Berceo 101, p. 73-74). Lo más pronto que se construiría sería en el siglo I a.J.C., aunque cabe pensar con más fundamento que se inaugurara en los siglos siguientes, cuando la Administración romana pone en marcha una puesta a punto de sus calzadas y puentes.
      La calzada Caesaraugusta-Virovesca pasa el Iregua por este puente y sigue por el Camino Valderuga o Calleja Vieja del barrio logroñés de La Estrella hacia el camino de Alberite, que según muchos autores era ibero o céltico, para llegar a Lardero. «En su jurisdicción se ven hoy trozos de la calzada romana que iba a Vareia y a Barbariana, perfectamente conservados.» Esta cita de Govantes fue inspeccionada en el lugar y efectivamente a la salida de Lardero, por la carretera comarcal que se dirige a Entrena, se aprecian los restos claros y seguros de la calzada por estas tierras. La calzada serpentea por el "Pico del Aguila" y asciende un puertecillo para pasar junto a un yacimiento con cerámica manufacturada y de fabricación celtíbera, junto a la Punta de Malvid. Este yacimiento no guarda restos de tierra sigillata, lo que permite pensar que los habitantes de este poblado quizá descendieron en la época de dominación romana hacia Entrena, donde está el rico yacimiento de Santa Ana. 
      Hago mención de nuevo del Camino Viejo de Alberite, del que aseguran fue un camino berón, ya que T. Moreno cuenta que se encontraron sepulturas y un miliario en sus inmediaciones. 

      Puente Mantible sobre el Ebro: en el término del municipio de Logroño y sobre el río Ebro, enfrente de Asa, se trazó este puente romano. El río Ebro es un tema de discusión ante el examen de cuantos puentes lo cruzaron en la época romana. 
      Estrabón dice que »la ciudad de los berones es Varia, sita junto a un paso (diábasin) que cruza el Ebro». El término griego diábasis quiere decir paso a través. Es decir, un vado, un puente, etc. Para A. Beltrán «la navegabilidad del Ebro hasta Vareia (Logroño) es segura, como la existencia allí de un puente de piedra». 

 

Puente Mantible sobre el río Ebro.


      Varea tiene un vado sobre el Ebro y no tiene restos de puente alguno, como le sucede al yacimiento del Monte Cantabria. Hay suposiciones en torno al puente de piedra actual de la ciudad de Logroño que solucionarían mucho estas incertidumbres. Para esto acudo ahora a la opinión de don Manuel Martín Bueno: «Pensamos que este puente de Logroño, que después de sucesivas reformas aún sigue en pie, es el de la Vareia antigua... Actualmente, desde un kilómetro aguas abajo de Varea hasta el Puente de Piedra de Logroño, no se conservan vestigios de ningún otro puente. Sólo en la orilla izquierda, justo bajo Cantabria, hay restos de un espigón con sillares de gran tamaño y argamasa, en la que se han utilizado fragmentos de tegulae romanas. Esto y el hecho de que uno de los sillares es una tapa de sepulcro a dos vertientes, que parece de época visigoda, nos hace pensar que de ninguna manera puede tratarse de la ruina del puente que cita Estrabón. Además ninguna clase de vestigios hay en la orilla opuesta. Probablemente se trate simplemente del residuo de un malecón de atracadero tardío.» Acaso de tiempos de Alfonso I el Batallador (1104-1134). 
      Aplazamos de nuevo la aclaración sobre el puente logroñés sobre el Ebro y nos fijamos en los claros y visibles restos del puente Mantible, a unos 7 km de Logroño, remontando la corriente del Ebro, río que aquí forma un pronunciado meandro y cuyas aguas hacen de divisoria de las provincias actuales de Alava y La Rioja. 
      Por el estudio de don M. Martín Bueno, la longitud del puente Mantible es de 164 m, lo que le coloca entre los mayores de Hispania. 
      La anchura del puente era de 5 m. Seis pilares que sostienen siete arcos, «todos ellos de medio punto, con luz variable, con arranques a diversas alturas en los pilares. Esta solución implica desequilibrio en la transmisión de descargas del peso y empuje hacia esos pilares. A esto ya una desigualdad en la configuración del lecho del río, en cuanto a la facilidad de asentamiento, responde la distribución de estos pilares a intervalos irregulares. El lecho del río es de roca firme en algunos puntos. Esto permite que algunos de los pilares se asienten sobre aquélla sin cimientos, con una preparación previa únicamente.» Caso contrario de lo visto en los puentes de Varea y Agoncillo, cuyos pilares se asentaban sobre un rectángulo de maderos entrecruzados debido a la debilidad del lecho del río Iregua y Leza, respectivamente. 
      La cronología para el puente Mantible la pone don Manuel como propia de una obra imperial y le concede su realización en la primera mitad del siglo II d. J.C. 
      Recalco la idea de que tanto el puente Mantible como el de Agoncillo tienen o tuvieron parecido número de pilares y arcos. Que ambos fueron grandes puentes, mayor desde luego el de Mantible, y que el de Varea, sobre el Iregua, fue de menor envergadura, al menos uno de los descritos, pero de mayor número de pilares y arcos posiblemente, los que, por su menor dimensión, tuvieron menos luz. Las medidas del puente sobre el Iregua están también condicionadas por el valle, que aquí tiene una menor amplitud que el del Leza, a la altura de su puente, e incluso el suelo es de losas de roca en Varea. 
      Este puente Mantible puede ser considerado como uno de los más grandes puentes con que los romanos dotaron a su red de calzadas en Hispania. 
      La existencia y cronología de este puente rompe la idea de don Antonio Beltrán de que «en el trayecto entre Miranda de Ebro y Tudela no debió haber en la antigÜedad otro paso fijo del Ebro que el de Alcanadre (o acueducto de Calahorra), donde era atravesado por unos restos de un acueducto que se conservan parcialmente». 
      Las preguntas surgen ante el uso o fin que tuviera este puente alejado, en la actualidad, de la calzada de Zaragoza-Briviesca y de la que desde Briviesca venía hacia Pamplona en busca de las calzadas de la Gallia. 
      Somos de la opinión de Martín Bueno, o sea, que desde Vareia salía una calzada paralela al río Ebro, remontándolo hacia Miranda y que se aproximaría o pasaría junto a este puente Mantible. Esta calzada nacería del puente sobre el Iregua para prolongarse por parte de la Calleja Vieja hasta encontrar el camino de Madre de Dios actual y, por Barriocepo tomar la actual carretera del Cortijo, que la llevaría al puente Mantible. A. Cillero Ulecia habla de los restos de un puente romano en la desembocadura del Najerilla en el Ebro. Esto confirmaría la teoría de una calzada o vía romana paralela al Ebro y que recorrería su margen derecha. 
      Así queda demostrada la utilidad del puente Mantible en relación con Vareia. Sobre la margen izquierda de este río, Martín Bueno dice: «Justo al otro lado, dominándolo, estaba la población de Asa, donde se han hallado restos romanos, entre ellos inscripciones. También han aparecido en Angostina, Marañón y Santa Cruz de CampeZO, Gasriain, lo que puede indicar una ruta romana por estas poblaciones para enlazar con la supuesta de Lodosa por Curnonium (Los Arcos) a Tullonium (Alegría de Alava), por donde pasaba la vía de Aquitania». De ella ya hablé anteriormente. De la misma opinión era T. Moreno, quien en 1943 afirmaba conocer la existencia de un camino romano que iba de Marañón a Asa. 
      Junto a esta opinión de unir el puente Mantible a Viana por una ruta romana que pasara por Agostina y Marañón, conociendo las tierras riojanas de Lanciego y estos pueblos citados, comprendemos la dificultad de un trazado por estas laderas montañosas, y no por ello se carece de restos viarios. Nos parece igual de viable la opinión de que el propio Monte Cantabria tuviera una vía de unión con esta calzada por medio del Camino Viejo de Oyón y que otra unión desde Cantabria a esta línea podría hacerse por el Camino Viejo de Viana. Así, el Monte Cantabria y Varea estarían unidos a esta calzada, que en Los Arcos alcanzaría la vía de Pamplona. 
      Es muy importante tener presente el tramo que va de Viana al Monte Cantabria y de aquí al puente romano de Logroño sobre el Ebro, junto a los caminos citados de Oyón y Viana, que aseguraban la antigua unión de las ciudades y poblados berones a ambas márgenes del Ebro y tan fundamentales durante el Imperio de cara a la comunicación con Pamplona y con la Aquitania. 
      Antes de aclarar el interrogante del puente romano de Logroño sobre el Ebro vamos a estudiar brevemente la vía Vareia-Numancia. Empiezo por citar a Blas Taracena: «La existencia de una vía de Vareia a Numancia fue prevista sobre testimonios epigráficos por el P. Fita. La línea topográfica que marca el curso del Iregua, con su tránsito obligado por el Portillo de Viguera, conduce al puerto de Piqueras, a 1.710 m de altitud, único paso posible de la divisoria en un largo trayecto; a uno de sus lados, el Pórtico citado, en la frontera del feraz valle de Nalda y Albelda, es el portal de la serranía, y al otro lado, la llanura de Almarza de Soria es la antesala de las cumbres. A los testimonios epigráficos demostrativos de población romana en esta línea, aducidos por el P. Fita, y otros posteriormente encontrados,hemos de agregar, por nuestra parte, la frecuente presencia de restos romanos en la vega de Albelda, el valor del nombre de Lardero (Lardarius, que acredita el origen remoto de los salazones y embutidos riojanos), los restos de calzada que en aquel pueblo fueron recogidos por Govantes, nueva epigrafía en Nieva de Cameros, ruinas romanas en Pradillo, Gallinero de Cameros y San Andrés de Cameros, los restos de la vía que claramente se ven en la cumbre de Piqueras y, ya al sur de la divisoria, las ruinas de un extenso poblado ibero-romano en Tera, junto a Almarza (que según el P. Fita significa en árabe: parada, descanso), y las lápidas inmediatas de San Gregorio, que no proceden, como se creía, del cerro de San Juan, sino de la misma vega en que hoy se encuentran.» 
      La extensión de la cita de Blas Taracena habla por sí misma. «Seguramente, durante los meses más duros del invierno, el tráfico rodado entre Vareia y Numancia se vería, como hoy, forzado a rodear por Calahorra». Doy el último comentario a este camino que remontaba el Iregua hacia las tierras sorianas con la cita de Angel Suils, quien asegura que se llamaba «Camino de los Berones» al que llegaba de Vareia a Numancia en la época romana. Paralelo a la carretera Logroño-Soria, pero en la otra margen del Iregua, corre un ancho camino por Islallana hasta Viguera que los habitantes del lugar llaman calzada y que bien pudieran ser restos del trazado de esta calzada que estamos comentando.  

      Puente romano de Logroño: Dado el interés del tema y su actualidad, por un reciente estudio publicado en la revista Berceo (núm. 100, pp. 167-181), expongo literalmente algunos de sus párrafos: «...me preocupó ya en la Tesis de Licenciatura la cita de Estrabón que aseguraba la existencia de un paso o puente en las cercanías de Varia, encontrando cómo explicación el resto de una solitaria cepa. Este único estribo de pilar conservado se halla junto al actual Puente de Piedra de Logroño, a unos doce metros aguas arriba, próximo a la margen derecha. Su orientación es la misma que la de los pilares de la obra actual. 
      La planta es básicamente rectangular con tajamar, pero el geometrismo no es perfecto. La anchura delantera es de 4,90 m y la trasera de 4,65. Está revestido por sillares de buena factura y el alma la ocupa un opus coementitium, a base de mortero y cantos rodados, algunos de grueso tamaño. En su estado actual conserva dos hileras de sillares cuyas medidas no coinciden con las usuales romanas, ya que las longitudes más frecuentes de su costado sur, que mide 6,75 m más el tajamar triangular, son 0,5 y 0,78 aproximadamente. Tales longitudes equivalen en pies romanos a 1 ,5 y 2,5, respectivamente. La escasa entidad de estos vestigios se halla en relación inversa con el interés histórico que representan. Esta cepa podría ser el único resto del puente citado por Estrabón, ya que Varia y Vareia cuentan con sendos vados en el Ebro, pero no se conservan restos de puente en ellos o sus proximidades, y es que el puente de Varia citado por Estrabón pudo construirse, y se construyó, en lo que hoyes Logroño, muy cerca de ambas ciudades antiguas, Varia y Vareia. 

 

Puente de Piedra en Logroño


      El interés de este estudio descansa en la demostración de que el Puente de Piedra actual de siete arcos fue construido en el mismo lugar que el medieval de doce arcos y, a la vez, que la cepa descrita con anterioridad pertecene a una obra muy anterior, con la posibilidad de formar parte del puente romano, citado por el escritor griego Estrabón. 
      En 1871 y 1874, el río Ebro arrasó su cuenca con dos crecidas extraordinarias, y el puente fortificado acusó su endeblez. A causa de ello se demolieron tres arcos y se sustituyeron por otros nuevos. En 1882, el ingeniero Fermín Manso de Zúñiga presentó el proyecto de reconstrucción del puente sobre el Ebro, reconstrucción llevada a cabo en dos fases y que finalizó en 1884. El plano del ingeniero, autor del proyecto, es prueba consistente de que el nuevo puente se construyó aprovechando las pilas que ofrecían mejor estado de conservación. 
      El nuevo puente se fabricó en el mismo sitio que el puente fortificado derrumbado, algunas de cuyas cimentaciones son coincidentes; en términos generales, un arco de la nueva obra corresponde a dos de la precedente. La nueva obra de siete arcos, en la fecha citada, sustituyó a la medieval de doce. Si el trazado del moderno se realizó superponiéndose al tendido medieval, pues recordemos se trata de una reconstrucción, los restos de la cepa dados a conocer en el comentario anterior tienen que corresponder evidentemente a una obra de mayor antigüedad que ambos. 
      Según los eruditos locales, la historia del puente fortificado logroñés sobre el Ebro es compleja en sus orígenes e imprecisa en los estudios. Albia de Castro asegura que hubo un puente anterior al siglo x y que el Puente de Piedra lo construyó Juan de Ortega, y N. Hergueta asegura su construcción por los árabes. Pudo haber un puente anterior al siglo x, mas la afirmación de N. Hergueta pienso entraña mayores dificultades de sostener. También A. Gómez lo considera obra de San Juan de Ortega, mientras que J. Bta. Merino piensa que tiene un origen romano sin presentar pruebas o comentarios en qué basarse. J. Bta. Merino fue el primer autor que cita a los romanos como posibles constructores del primer puente logroñés sobre el Ebro. 
      Con mayor fundamento documental que los autores anteriores, A. Beltrán defiende la existencia de un puente durante la romanización en la zona de Varea, apoyándose en la fuente estraboniana y G. Fatás supone era de piedra. De la misma opinión son M. Martín Bueno y J.G. Moya, al creer que el puente de la Vareia antigua y el primitivo de piedra de Logroño son una misma obra, el cual, tras sucesivas reformas y modificaciones a lo largo de los siglos, llegó hasta la segunda mitad del siglo XIX. 
      Ningún escritor pone en duda que el puente reconstruido en 1884 es el puente del Fuero (1095). Unos le conceden más antigüedad que otros, basándose en la intuición histórica más que en las pruebas. El origen de este puente de Logroño y la existencia o no en la zona de Varia o Vareia de un puente romano sobre el Ebro son problemas de no incompatible identificación. Para los autores citados en último lugar, el apoyo documental más firme, y desgraciadamente poco explícito, es el texto de Estrabón, quien al hablar de los berones afirma que «la ciudad de éstos es Varia, sita junto a un puente o paso que cruza el Ebro»... 
      El Monte Cantabria y Varea cuentan con sendos vados en el Ebro, vados que se han utilizado hasta fechas recientes en los meses de estío, mas debemos tener presentes dos cosas: que el río Ebro, en determinados meses del año, imposibilita la utilización de dichos vados, y que el autor griego Estrabón no escribe desde Roma los vados de un río, sino que cita los puentes existentes en Hispania como le asegurarían los legionarios que regresaban a Roma. Estrabón nos cita un puente y para ello utiliza la palabra griega díábasis. 
      El hallazgo arqueológico de la solitaria cepa, a unos doce metros aguas arriba del actual Puente de Piedra, parece mostrarnos la existencia de otro puente distinto y anterior al puente fortificado del Fuero de Alfonso VI.

 

 OBRAS DE CONSULTA 

    A. Beltrán: El río Ebro en la Antigüedad Clásica, Caesaraugusta 17-18, Zaragoza, 1961, p. 76 y 55. 

    M.A. Martín Bueno y J.G. Moya: El puente Mantible, E.A.A., tomo V. Vitoria. 1972. 

    Blas Taracena: Vías romanas del Alto Duero, p. 16 y 55. 

    M. Martín Bueno: Nuevos puentes romanos en La Rioja, E.A.A., tomo VI. Vitoria. 1974.

 

 


 

 Jesús María Pascual Fernández 
 Licenciado en Historia 

 

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