Biblioteca Gonzalo de Berceo                                                                                                                     Alejandro Marcos Pous

Trabajos arqueológicos en la LIBIA DE LOS BERONES

     Este libro presenta los resultados alcanzados en las extensas catas arqueológicas realizadas en 1966 en la antigua población celtibérica y romana, enteramente sepultada, de Libia (término municipal de Herramélluri), aprovechando también algunos de los conocimientos adquiridos en posteriores campañas de excavación del yacimiento.
     Tras las necesarias cuestiones generales sobre el yacimiento, las secciones centrales de la obra ofrecen el estudio de algunas estratigrafias, un intento de tipología y cronología de las cerámicas celtibéricas y un ensayo de reconstrucción histórico-arqueológico de la vida de Libia desde sus comienzos hasta su extinción. De los secos análisis de elementos arqueológicos se pretende en este trabajo extraer savia cultural e histórica.
     Por su gran extensión y magnífica situación geográfica, esta ciudad fue uno de los principales centros urbanos de los celtiberizados Berones (pueblo que ocupó buena parte de la Rioja), continuando activa en época imperial romana y hasta los tiempos visigodos. Permaneció, bajo Roma, muy anclada en sus tradiciones celtibéricas y no se romanizó casi por completo hasta el siglo III d. de C.
     Otra parte de la obra se dedica a presentar las formas nuevas o poco comunes de terra sigillata hispánica encontradas en 1966, tema original que constituye una notable aportación al conocimiento de esta clase de cerámica hispano-romana. En la última sección se ofrece, como botón de muestra, una amplia selección de los variados materiales cerámicos hallados en un sector del yacimiento.
     Esta obra supone sólo un inicio en el conocimiento científico de Libia, obtenido únicamente a través de catas de prospección. Dentro de sus limitaciones, el presente libro es por el momento de primordial importancia para el conocimiento de la antigua Libia y de la arqueología celtibérica y romana en la Rioja.  ( Indice de la obra )
     

     Nota del editor.- Hemos seleccionado algunos capítulos del la obra del Profesor Marcos Pous atendiendo a los contenidos, intentando divulgar aquellos conceptos más generales que pudieran ser comprendidos por el mayor número de lectores, sin alterar el objetivo que Alejandro Marcos Pous y su equipo quisieron dar a su obra.

    Esta Biblioteca Gonzalo de Berceo desea colaborar con las asociaciones culturales Venus y Ciudad de Libia junto a todos los vecinos de Herramélluri en dar a conocer estos testimonios de su historia; esperamos que estas iniciativas sirvan para retomar las excavaciones de la Libia berona.

 

COMIENZO DE LOS TRABAJOS

      1. Al interesarme por el estado de la investigación arqueológica en la provincia de Logroño, inicié desde finales de 1964 el trabajo preliminar de reunir datos tomados de las fuentes escritas antiguas y noticias bibliográficas sobre excavaciones y prospecciones. La tarea se completó con una encuesta general, sobre cuevas artificiales, a todas las poblaciones y con visitas a numerosas localidades, repasando colecciones particulares, recorriendo yacimientos más o menos conocidos y consiguiendo descubrir otros nuevos. Mi propósito intentaba reanimar las actividades arqueológicas en la Rioja, región muy rica y también entonces muy abandonada desde este punto de vista. El plan de campo, a realizar a largo plazo, comprendía trabajos de catas de prospección en el eje Este-Oeste de la provincia, en puntos cercanos al Ebro, y también en otros lugares de la zona montañosa meridional. Obtenida la preceptiva autorización de la Dirección General de Bellas Artes (regida entonces por Don Gratiniano Nieto) para excavar en diversos yacimientos de la provincia de Logroño, y después de no lograr iniciar los trabajos con unas catas en Alfaro (propósito que se llevó a cabo en 1969), empezaron mis excavaciones arqueológicas en la Rioja con la primera campaña de prospección en la antigua Libia, término municipal de Hertamélluri, en junio de 1966.

     2. Un resumen de las amplias prospecciones efectuadas en Libia durante 1966, inserto en una especie de Memoria acerca de la situación arqueológica de la provincia de Logroño y acompañado de los planes para el futuro y de los trabajos ya realizados en los años 1965 y 1966, fue entregado en 1968 al Sr. Presidente de la Excma. Diputación Provincial, al Instituto de Estudios Riojanos y a la Dirección General de Bellas Artes. Pareció que tal Memoria, con los debidos acomodamientos, podría publicarse en la revista Berceo correspondiente al año 1970, pero por, causas que desconozco se desistió de ello y el original fue sustituido por el estudio de una estratigrafía libiense que redacté en colaboración con A. Castiella. Años después, en una miscelánea arqueológica, se publicó la citada Memoria, con el resumen de los resultados principales obtenidos en Libia en 1966; por los años transcurridos entre su redacción originaria y la fecha de impresión ese largo artículo se hallaba algo desfasado, aunque en sus líneas generales, dentro de su brevedad. ofrecía una visión aún hoy relativamente válida sobre el yacimiento 2.

     3. Los trabajos del verano de 1966 prosiguieron, pero a menor ritmo, en los años 1967, 1968 y 1971. Las primeras campañas fueron subvencionadas por la Excma. Diputación Provincial de Logroño y la última por la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Debo agradecer a estos organismos, especialmente a la Diputación, regida ya por Don Rufino Briones, la ayuda económica generosamente aportada. También es preciso recordar a la hora de los agradecimientos el apoyo prestado por el Ayuntamiento de Herramélluri, y su Sr. Secretario, que nos cedió locales para la limpieza, marcado y almacenamiento de los materiales. Con afectuoso reconocimiento debemos mencionar la colaboración entusiasta de prácticamente la entera población de Herramélluri, empezando por nuestro capataz Don Fermín Ledesma, del eficaz equipo de obreros, y también del cura párroco Don Juan Bravo., de la Dra. A. Sáenz, de las familias que nos alojaron en sus casas, de los distintos propietarios de las fincas afectadas y de tantos amigos como allí hemos encontrado.

     Como ayudantes de Dirección trabajaron, con gran espíritu de colaboración, en una, varias o todas las campañas: Dra. A. Castiella, Dr. R. Puertas, A. de la Quadra-Salcedo, Dr. R. García Serrano, M.C. Molestina Zaldumbide, J.L. Molins, M.A. Beguiristáin, S. López Castillo, M. Ferret, A. Bozzano Barnes y E.L. Romera.

 

ANTECEDENTES

     1. Las fuentes escritas de época romana3 dedican escasa atención a la antigua ciudad ubicada en nuestro yacimiento, y no la mencionan en relación con acontecimientos de interés histórico. Este hecho quizá nos indique que no destacó demasiado, como tal ciudad, durante la serie de luchas por la romanización de la zona. De las fuentes escritas se deduce que existía ya en época prerromana, pues Plinio el Viejo. (N.H., III, 24) la cita en el primer siglo del Imperio como ciudad «estipendiaria» al igual que la inmensa mayoría de las ciudades españolas; esta condición administrativa señala tal vez que no se entregó de buena gana a los dominadores romanos. En la Rioja, sólo Calagurris Nasica (Calahorra) era municipio de derecho romano y sólo Gracurris (Alfaro) de derecho latino, la última desde su fundación. Una ciudad estipendiaria, como Libia, podía mantener en su régimen interior de gobierno una cierta autonomía siguiendo sus normas tradicionales, pero se hallaba sometida a la jurisdicción directa del gobernador de la Provincia (en este caso de la Tarraconensis) y debía pagar a Roma un estipendio o tributo especial; sus habitantes, por el hecho de nacer o tener en ella domicilio estable, carecían de la ciudadanía de derecho romano o de derecho itálico, pero algunos de ellos, a título personal, podían haber adquirido una u otra condición. Hacia el año 73 d. de C. concedió el emperador Vespasiano a todas las ciudades de Hispania el derecho latino, con lo cual resultó para los libienses y habitantes de las demás ciudades que se hallaban en su misma situación jurídica más asequible la obtención de la ciudadanía romana, que finalmente extendió Caracalla, a comienzos del siglo III d. de C., a todos los súbditos del Imperio.

     2. Los romanos, que entraron en la Península en el 218 a. de C. para luchar contra los cartagineses, pudieron tener un primer contacto con la región en que se asienta Libia hacia poco antes de mediados el siglo II a. de C. , pero la imprecisión de las fuentes no permite aclarar este punto por completo. Da la impresión de que la dominación romana en la región de Libia se afianza a lo largo del sangriento período de las guerras celtíberas (154-122 a. de C), terminado con la reconquista de Numancia; no sabemos con certeza el papel que Libia tuvo en estas guerras, sólo cabe observar que un año antes del fin de Numancia el general romano Escipión pudo pasar por la comarca y que le interesaría grandemente asegurarse de que en ella no surgieran problemas molestos. El peligro teórico estribaba en que Libia era una de las principales ciudades del pueblo de los berones, pueblo afín al del grupo celtibérico, pues como nos entera Estrabón (III, 4, 5), berones y celtíberos constituían ramas de origen celta indoeuropeo.

      3. El llamado «bronce de Ascoli», del año 89 a. de C., contiene el decreto de Cn. Pompeyo Estrabón concediendo la ciudadanía romana a treinta jinetes de la zona del Ebro, pertenecientes a la unidad denominada «turna Salluitana», que combatieron bravamente en Italia 4. Ya entonces los romanos reclutaban topas escogidas españolas para sus luchas en otros países. Los treinta soldados de caballería procedían de diez ciudades de la cuenca del Ebro. Dos de los caballeros son «libienses», es decir, de Libia. Algunos estudiosos suponen que se trata de Julia Ubica, del pueblo de los ceretanos, hoy Uivia, énclave de la provincia de Gerona en Francia, cerca de Puigcerdá; pero otros creen que se refiere a nuestra Libia de los berones. Ambas hipótesis se defienden, a decir verdad, sin bases demasiado seguras, debido a la carencia objetiva de argumentos decisivos. Por mi parte me inclino a favor de la Libia de los Berones, aunque tampoco encuentre razones absolutamente convincentes.
     Los libienses del bronce de Ascoli son Bastugitas, hijo de Adimels, y Umarillum, hijo de Tabbantu. Los dos personajes al citar también el nombre de su padre nos proporcionan cuatro antropónimos libienses 5. El primero, Bastugitas, tiene por su radical (Bast-) paralelos en regiones típicamente ibéricas del bajo Ebro, Cataluña y Levante, pero también lo hallamos en zonas indoeuropeas célticas de Bélgica y Francia e incluso quizá con contactos germánicos de Dacia. Para Adimels, seguramente Adinbels, debe notarse que Adin- presenta analogías con nombres aquitanos, vascos e ibéricos. Umarillum se cree que ofrece en sus dos elementos (Umar-illum) paralelos con antropónimos ibéricos, vascos y aquitanos. Respecto al último nombre, Tabbantu, carecemos de estrechas analogías pero presenta un cierto aire genérico indoeuropeo. En conjunto, pues, se advierte en estos cuatro antropónimos de caballeros libienses elementos indoeuropeos, de ellos algunos célticos, ibéricos, vascoides y aquitanos, situación lingüística que, si bien no descarta del todo la Libia de los ceretanos, parece avenirse mejor con la Libia de los berones. Bajo este supuesto debería concluirse que a comienzos del siglo I a. de C., y a consecuencia de los sucesos de la segunda mitad del siglo anterior, nuestra Libia se hallaba en buenas  relaciones con los dominadores romanos.

      4. Cuando la guerra civil en Hispania entre Sertorio y Pompeyo los berones se inclinaron por el bando pompeyano mostrando sus simpatías, como pueblo, de diversas formas. Hay que pensar que Libia sería del mismo sentir general que el del pueblo a que pertenecía. Sertorio, según T. Livio (fragm. del libro 91), atacó a los berones por su activa política pro pompeyana, pero probablemente el conflicto bélico no se extendió hasta el territorio de Libia, ya que las fuentes escritas mencionan únicamente la berona ciudad de Vareya (Varea actual), la más fuerte de la comarca, como asediada por Sertorio en el año 76 a. de C. Es posible que el teatro de la guerra se limitara en la región sólo a la zona más oriental de los berones, pensando Sertorio que con ello escarmentaba ya al resto del país. El episodio, de todas formas, nos muestra a los berones interesados activamente en las discordias civiles de los romanos, que, por otra parte, en este caso afectaban también a la política de Roma. con los hispanos. Estos berones podemos considerarlos como lealmente sometidos a la dominación de Roma desde por lo menos la guerras numantino-celtibéricas. De entre ellos pronto sacaría Roma tropas escogidas y fieles, como nos muestra el Bronce de Ascoli. No se sirven de la guerra entre Pompeyo y Sertorio para levantarse como Roma. Más tarde un legado de C.I. César salvó en Córdoba su vida gracias a una guardia personal de berones (Bello Alex, 53), ¿Entre tales berones había algunos de Libia?

     5. En época de Augusto, menciona el geógrafo Estrabón a los berones, primero como pueblo de raigambre celta (III, 4, 5) y luego al tratar de los pueblos que rodean a los celtíberos (III, 4, 12), pero no cita a Libia en concreto. Más adelante el mismo autor (III, 4, 20), habla de los legados con jurisdicción militar que gobernaban una extensa zona del Norte: parece que la comarca de Libia y la de los berones caía bajo la jurisdicción del tercer legado, que gobernaba Ios territorios más romanizados después de las guerras cántabro-astures; entre los berones había entonces bajo el mando de este legado algunas fuerzas de la legión IV Macedónica como he demostrado epigráficamente en trabajo reciente 6. Ya en el siglo I d. de C. muy avanzado cita Plinio el Viejo a Libia entre las ciudades de extensa provincia Tarraconense adscritas al convento jurídico Cesaraugustano (NH: III, 24), aunque el eminente epigrafista Hübner, del siglo pasado, la sitúa con su gran. autoridad en el convento jurídico cluniense 7, hipótesis hoy completamente descartada 8.

      6. El geógrafo Ptolomeo, de mediados del siglo II d. de C., nos da la situación astronómica de nuestra población (42° 40/ 13° 00) cuyo nombre transcribe en griego como Oliba. Por los grados de su posición astronómica y los que asigna a otras poblaciones próximas no hay duda alguna de que se refiere a Libia 9.

     7. Explícita mención de Libia hace el llamado Itinerario de Antonino 10 al reseñar las ciudades y «mansiones», con sus respectivas distancias, de la primera vía que se cita en la sección dedicada a las vías romanas de Hispania 11. Se sitúa Libia en el tramo Caesaraugusta-Virovesca 12 de la ruta entre Tarragona y León. Se encuentra Libia 13 en el Itinerario de Antonino (Wess. 394, 2) entre Tritio (hoy Tricio), a 18 millas, y Segasamunclo (casi con toda seguridad Cerezo de Río Tirón, prov. de Burgos), a 7 millas, situación y distancias bastante exactas. Esta mención ha sido de capital importancia para saber a qué población atribuir las extensas minas existentes en el término municipal de Herramélluri a cuyo pie corre precísamente todavía hoy dicho «camino de los romanos». Sobre otra cita de Libia en época cristiana, siglo V d. de C., en relación con un problema canónico, véase lo que digo a finales de la sección tercera de esta obra.

     8. Por el trazado de la vía romana, aún hoy en parte visible, y las distancias indicadas en el Itinerario, algunos estudiosos conocedores del terreno mantuvieron con acierto que la antigua Libia debía encontrarse en una colina, y laderas meridionales de ella, peneneciente al término municipal de Herramélluri (partido judicial de Santo Domingo de la Calzada, prov. de Logroño), donde se descubrían monedas y gran abundancia de cerámicas. La hipótesis resultaba prácticamente un dato adquirido en el siglo XVIII. En la defensa de esta tesis destacó Don Francisco de Paula Salazar ; hidalgo terrateniente local, quien en enero de 1859 envió sus observaciones en forma de memoria a la Real Academia de la Historia 14. Al publicarse su trabajo cuarenta y un años después le precedía un docto artículo, obra de dos académicos, en el que se manifestaban ciertas reservas a la deducción propuesta por el erudito local 15.

     El Sr. Salazar apoyaba su localización de Libia en los datos de las fuentes escritas, en el conocimiento de la topografía de la zona (casi toda de su propiedad) y en una larga serie de esporádicos descubrimientos arqueológicos, sobre todo monedas, de las que consiguió reunir varios centenares de piezas cronológicamente escalonadas desde época republicana romana (algunas con letrero en alfabeto ibérico) hasta Teodosio, lo cual proporcionaba más fechas de interés. Mayor popularidad alcanzó el yacimiento entre epigrafistas al incluir Hübner en su Corpus la inscripción funeraria de Tito Magilio 16.

     9. Desde aproximadamente el cambio de siglo hasta 1939, o poco antes, los descubrimientos esporádicos -aunque muchos se destrozaron y perdieron - recogidos en superficie o aparecidos en labores agrícolas profundas eran mostrados y entregados a /o se debían a los paseos de prospección de/los Padres y estudiantes del Colegio de los Misioneros del Corazón de María (CMF) , de Santo Domingo de la Calzada, ciudad distante unos siete kms. del yacimiento. Bastante: hallazgos fueron controlados por el conocido P. Naval (durante algunos años superior o profesor del citado Colegio) y éste transmitía sus noticias al P. Pita así el mundo científico, a través de los escritos del P. Pita en el Boletín de Ia R.A. de la Historia, conoció diversas marcas de alfareros estampadas sobre fragmentos de terra sigillata, la curiosa pieza (molde de fundición) calificada di «candelabro sideral»17 y la interesante figurita de bronce llamada la «Venus de Herramélluri»

     Con los datos hasta entonces aportados por la erudición pudo en 1920 el culto aficionado G. Rittwagen, miembro de la Comisión del Catrasto Urbano de Logroño, presentar un resumen de lo que se conocía de la antigua Libia.
Años después, tal vez durante la última guerra, el nutrido monetario formado por F. de P. Salazar fue dispersado por uno de sus descendientes; ahora en la mansión de los Azpeitia Salazar en Herramélluri (La «Casa grande») quedan las planchas vacías donde se guardaban las piezas, sin indicación alguna que permita identificar las perdidas monedas. La colección de materiales procedentes del yacimiento, conservada piadosamente en el Colegio de los Padres CMF de Santo Domingo de la Calzada, se trasladó a un convento que la Congregación tenía en Madrid (calle del Buen Suceso) donde pereció, con el convento, en los trágicos desmanes de julio de 1939. Otro camino siguió, afortunadamente, la Venus de Herramélluri, que después de ciertos avatares se rescató para el Patrimonio Nacional gracias a la mediación de Don J. Bta. Merino Urrutia 20.

      Aparte de citas aisladas de B, Taracena, después de la guerra, en trabajos generales sobre la provincia de Logroño 21 , merece mencionarse un libro acerca de Leiva, publicado poco antes de nuestra primera campaña de excavaciones, obra  del culto párroco Don Carmelo Tecedor 22, en el que dedica gran espacio a la antigua Libia, sus hallazgos e historia,

 

 

SITUACION DEL YACIMIENTO Y CONDICIONES GEOGRÁFICAS GENERALES

      1. A juzgar por los hallazgos de superficie, los datos de los campesinos, los antecedentes citados y nuestras propias exploraciones, el núcleo urbano de Libia se halla situado al sur del pueblo de Herramélluri (partido judicial de Santo Domingo de la Calzada, provincia de Logroño). Vid. figs. 1 y 2. El yacimiento dista por carretera unos dos kms. de Herramélluri y unos siete kms. de Santo Domingo de la Calzada. Comprende una colina alargada e irregular , de eje sensiblemente Este-Oeste, que se divide en tres zonas: la más occidental y estrecha, algo curvada hacia el S.O., se llama El Piquillo; la central de superficie amesetada, con un ancho máximo aproximado de unos 90 mts. , recibe el nombre de La Llana; el extremo oriental, redondeado irregularmente, se llama según algunos Levatore (citado en fuentes medievales) y a su pie se encuentra un término con el significativo nombre de Camposanto. En conjunto las tres porciones de la colina alcanzan, más o menos, un km. de longitud. Vid: fig. 3. La ladera septentrional de la colina es de inclinación bastante pronunciada; la meridional, después de un primer tramo alto muy pendiente, se va suavizando paulatinamente hasta llegar a una zona prácticamente llana por la que pasan; la actual carretera de Santo Domingo a Herramélluri, y también, cruzándose con la anterior, la antigua vía romana todavía llamada camino de los romanos . Esta ladera de la colina hacia el Sur, especialmente la correspondiente al tramo de «La Llana», tiene el nombre de Las Sernas o Las Hernas; algunos consideran que el término Levatore debe aplicarse a la parte alta más oriental de Las Sernas. En el citado sector bajo y llano se encuentran los términos de «El Palo» y «El Caracol», lindantes ya con tierras del municipio de Grañón.

     El extremo occidental de «El Piquillo» termina en forma de proa aguda y casi verticalmente sobre el arroyo Reláchigo (o Háchigo, también), que discurre de Sur a Norte uniéndose, al llegar a Herramélluri, al río Tirón que procedente de la provincia de Burgos desemboca en el Ebro,. juntamente con el río Oca o Glera, cerca de la ciudad de Haro.

     2. En espera de un informe geológico, nos limitaremos a señalar que bajo el manto superficial de tierra cultivable, a veces rojiza y otras gris blanquecina, afloran en los lugares quebrados unos estratos horizontales más o menos potentes

 

de piedra arenisca sedimentaria seguramente del mioceno, De esta piedra se sacó material de construcción para, las paredes de las estructuras arquitéctonicas descubiertas en el yacimiento, incluyendo manpuestos corrientes, sillares, losas o lajas, y restos de columnas, Es la misma piedra que predomina en toda la región próxima al Ebro, y que se usó en Herramélluri (reutilizando en muchos casos materiales procedentes del yacimiento) y poblaciones vecinas, En un punto bastante alto de la falda de El Piquillo se observa una gran  osquedad al aire libre que pudo haber sido una cantera, Claras canteras (la mayor y más característica se cubrió muy recientemente hacia 1970, debido a los trabajos de Concentración Parcelaria) existen en diversos lugares al Norte del yacimiento, y es tradicción que la piedra para la construcción de la Catedra.l calceatense se sacó de canteras situadas en Herramélluri, En algún sector de La Llana (como pudimos comprobar en la campaña de 1967) bajo la capa superficial de tierra cultivable aparece otra tierra granulosa de color marrón-rojo oscuro que descansa sobre un estrato de tierra blanca y poco compacta, parecida al caolín, que a su vez se halla sobre los estratos consolidados de arenisca,

      3. Desde lo alto de la colina el espectador domina un amplio panorama que abarca unos cien kms. en sentido Este-Oeste y unos cincuenta en sentido Norte-Sur, sobre la provincia de Logroño y parte de la de Burgos y Alava. En el extremo oriental se ve netamente el monte Laturce, encima de Clavijo, que se continúa hacia el Sur (situado el expectador en la colina de Libia) por los intrincados montes de los Cameros culminando en el vecino San Lorenzo con sus picos nevados buena parte del año; hacia el S.O. siguen las Sierras de la provincia de Burgos por encima de lbrillos y Belorado. Por occidente se ve parte de la vega del Tirón con Cerezo de Río Tirón (provincia de Burgos), antigua Segasamunclo. en una pendiente ladera, y ya en la provincia de Logroño los cercanos pueblos de Tormantos y Leiva. Hacia el N.O. se observa, detrás de Leiva, Herramélluri y Ochánduri, el lejano telón de fondo de una serie de sierras entre las que figuran los Montes de Pancorbo, el paso hacia Miranda de Ebro, y la gran corona de peñascos en que se halla encaramado el pintoresco pueblo de Cellorigo. Por el Norte y siguiendo hacia el N.E. se divisan las Conchas de Haro, perforadas por el Ebro, con Bilibio y Buradón a cada lado, y luego la sierra de Toloño y su continuación la imponente sierra de Cantabria con el puerto de Herrera y el turístico «Balcón de la Rioja». El curso del Ebro se adivina por las neblinas que levanta el temprano sol de las primeras horas de la mañana, Situados al pie de la colina, sobre las tierras llanas u onduladas que la rodean, con 40 ó 70 metros de diferencia de cota hasta la cima de la colina, nadie sospecharía la grandiosa panorámica que ofrecen El Piquillo o La Llana,

     4. Desde sus modestas cumbres los libienses podían observar gran parte de las tierras de su pueblo, los berones, y porciones diversas de territorio penenecientes a los pelendones, caristios, autrigones, cántabros coniscos y vascones. Dominaban el camino natural, luego vía romana; que desde el Ebro deja a éste en las proximidades de Vareia (o Varea), hoy barrio de Logroño capital, y penetra más adelante por el valle del río Tirón en la Meseta superior burgalesa

sin pasar por puertos difíciles. Fue durante siglos la ruta más importante y fácil que cruzaba gran parte del norte peninsular de Este a Oeste y de la cual salían todos los ramales hacia los Pirineos y el Cantábrico por un lado, y hacia la Meseta por otro. Sirvió de camino de reconquista a los reyes asturianos para invadir la Rioja, y después, pero en sentido inverso, a los reyes navarros con el mismo fin, quienes colocaron durante largo tiempo su frontera occidental frente a Castilla en estas tierras próximas a Herramélluri limítrofes entre Burgos y Logroño. No es preciso extenderse más para mostrar el indudable valor estratégico de la situación de Libia.

 

RECURSOS NATURALES Y ECONOMIA

      1. Antiguamente la zona debió ser predominantemente boscosa, con especies de encina y roble principalmente. Esta situación forestal continuaba en la época de Santo Domingo de la Calzada (segunda mitad del s. XI) quien desvió el camino de Santiago haciéndolo pasar por el lugar que recibió su nombre del santo y llevándolo por Belorado hasta Burgos, con objeto de evitar que los peregrinos arrastraran los peligros derivados de los bandidos refugiados en los bosques de la zona de Villalobar , Herramélluri, Leiva, etc; así quedó reducido al tránsito local un gran tramo de la vieja vía romana. En tiempos medievales avanzados y en la edad moderna la comarca se desforestó por completo en beneficio de la agricultura de  cereal. La última gran extensión de bosque de encina se encontraba al Este y N.E. de Sto. Domingo, en tierra llana, que ha perecido hace pocos decenios al talarla y ser convertida en campos de labor; de ella permanece todavía el testimonio de algunos árboles aislados. Ahora los cultivos predominantes en Herramélluri son de cereal (trigo, avena, cebada), completados con pequeñas huertas junto al Reláchigo y algo mayores junto al Tirón para el consumo familiar con escasos excedentes comercializables; los viñedos, antes más extensos, se hallan en franca regresión y su vino apenas basta al consumo local. Actualmente las masas de bosque más cercanas deben buscarse en las sierras, a unos 20 kms. o más, del yacimiento.

     2. Hoy los manantiales más próximos al yacimiento son dos fuentes situadas en las laderas opuestas del cauce encajado del arroyo Reláchigo. Un canal con agua pasa al pie del yacimiento, para dar fuerza al molino harinero tradicional y regar la «Casa Grande», pero a insuficiente altura para abastecer las zonas media y baja de la ciudad antigua. Quizás existiera en época romana otro canal o acueducto que tomara el agua del Reláchigo bastante más arriba que el actual canalillo (ahora no es raro que en tiempos de estiaje no corra agua por el Reláchigo) y, además, la zona tendría más manantiales. Hasta los años 1961 ó 62 había una laguna a 1 km. aproximadamente al N.E. de Libia, que desecó el Ayuntamiento de Herramélluri para arrendarla a particulares como tierra de cultivo. Es de notar que esta comarca, de secano, entre altas sierras, es bantante fresca y los vientos húmedos del Cantábrico traen frecuentes lluvias. No es imposible que el agua de lluvia recogida en algibes (no los hay en Herramélluri) fuera suficiente para abastecer a la antigua población. Sobre este particular recordaremos que en dos zanjas de prospección muy próximas (B.II.3. y B.II.12), pertenecientes quizás a un mismo conjunto, encontramos dos capaces pilas rectangulares con paredes y fondo constituidos por grandes losas, que probablemente tuvieron la función de algibes; F. de P. Salazar menciona también el hallazgo casual de un posible algibe.

     3. En las prospecciones hemos recogido abundantes huesos de animales salvajes y domésticos; todavía no han sido entregados a un especialista para su clasificación. pero creemos contar con huesos de ciervo. corzo o dama, jabalí, que nos indican, por su cantidad, la presencia de zonas boscosas muy próximas; también tenemos muchos restos de bovinos, óvidos y cápridos. En los estratos de la ciudad romanizada hay, además, frecuentes conchas de ostras, elemento tan característico de la vida y comercio romanos como la propia terra sigillata.

     4. Respecto a las actividades industriales sabemos poca cosa. Probablemente algunas clases cerámicas ordinarias se producirían en la misma población, pero carecemos por ahora de pruebas directas. Más segura parece la existencia de artesanías en relación con el trabajo de los metales, pues (aparte del molde de fundición, «calendario sideral», publicado por el P.F. Fila), en muchas zanjas de prosprección se hallan abundantes escorias de fundición de hierro; precisamente en una de las zanjas del sector H aparecieron tales escorias junto a gran cantidad de carbones y negras cenizas. Recordaremos que en el muy próximo valle superior del Oja (Ezcaray y Ojacastro) menudearon las ferrerías en tiempos medievales y modernos. Desde luego se fabricaron adobes desde por lo menos la época que llamaríamos fase media «celtibérica» del yacimiento. Por esa misma época empezaría el trabajo de la piedra local, al principio logrando rudos sillares y abundantes mampuestos careados para levantar los cimientos y la parte baja de las paredes; en tiempos más avanzados la labra de los sillares, formando pilastras y ángulos de viviendas, mejora notablemente.

     5. En conjunto se podría provisionalmente concluir que la población de la antigua Libia vivía en un habitat predominantemente forestal. Su economía se basaría un poco en el comercio, algo más en una agricultura cerealista, y sobre todo en la ganadería, complementada por una intensa actividad de caza mayor. Entre las artesanías pondríamos entre los primeros lugares los trabajos sencillos de cantería y herrería. El breve panorama, sumariamente descrito, contrasta con la situación económica actual de Herramélluri, y puede ser un testimonio más de los fundamentales cambios que se producen a lo largo de los siglos no sólo en las grandes aglomeraciones urbanas sino también en los núcleos menores de poblaciones con economía preferentemente basada en el llamado sector primario, considerado normalmente como más conservador .

 

 

EXTENSION DEL YACIMIENTO.
METODOS DE PROSPECCION Y ESTUDIO

      1. El yacimiento, como antes hemos dicho, abarca aproximadamente una superficie de un kilómetro por medio kilómetro, o sea, unas 50 has. , cifra parecida a la dada por F. de P. Salazar (60 has.). La empresa de excavar por completó un yacimiento tan extenso resulta obviamente imposible. Tampoco era prudente concentrar los esfuerzos en un pequeño sector escogido al azar sin conocer previamente la importancia de ese sector, pues nos exponíamos a malgastar tiempo y dinero en una zona de escaso interés. Es de notar , antes de pasar adelante, que en el yacimiento no aflora vestigio arquitectónico alguno y que tampoco proporcionaba indicios positivos arqueológicos el examen detenido de las fotos aéreas, sacadas sin propósitos de prospección arqueológica, del U.S.A. Army Service (tomadas hacia 1956-1957) y del Servicio de Concentración Parcelaria (tomadas hacia 1964). No contábamos, por tanto, con más elementos concretos de referencia que los fragmentos cerámicos de superficie y los indicios ofrecidos por la topografía del terreno.

     En consecuencia, como primera medida, se imponía la necesidad de realizar grupos de catas exploratorias preliminares en los distintos sectores del extenso yacimiento con el fin de obtener al cabo de varios años una visión general, aunque fragmentaria, de la casi totalidad de la antigua Libia. Cuando se complete esta larga labor (poco brillante desde el punto de vista espectacular) de prospección metódica vendrá la hora de empezar la excavación sistemática de un sector concreto que ofrezca con seguridad un especial interés. En resumen, nos inclinamos por iniciar el trabajo de campo en el yacimiento practicando zanjas de prospección aisladas en diversos puntos.

     2. Como plano director para situar las zanjas nos valimos de una copia del levantado por el Servicio de Concentración Parcelaria a escala 1:2000, sin curvas de nivel, que nosotros ampliamos a 1:500. De tres de los sectores prospectados en 1966 un equipo de la Excma. Diputación Provincial de Logroño levantó rápidamente un plano topográfico a escala 1: 500 con curvas de nivel equidistantes 50 cm. , plano que pronto mostró algunas deficiencias. Durante la campaña de 1967 un equipo (dirigido por el Dr. ingeniero, topógrafo, doctor en Físicas y Director del Observatorio Geofísico de Logroño, Prof. Don Tomás Miguel Lafuente) realizó un perfecto plano topográfico de casi todo el yacimiento a escala de 1:500, con 20 cm. de equidistancias entre curvas de nivel, que nos fue entregado en verano de 1968. Desde esta fecha, por tanto, se dispone de un magnífico plano topográfico indispensable para fijar con exactitud cualquier trabajo de campo o hallazgo. De ahí se deduce, también, que la serie de trabajos practicados en 1966 no hayan quedado situados con la deseada precisión topográfica.

      3. Las campañas de prospección han tenido lugar en los años de 1966, 1967, 1968 y 1971, afectando a los sectores que convencionalmente llamamos, H, Am, B, Is, LR, y Jul. Las siglas, menos la primera, se refieren a los nombres de los propietarios de las parcelas exploradas. Los trabajos de 1967 se limitaron al sector LR; el sector Jul se prospectó en los años 1968 y 1971. Como se observará cada campaña sucesiva redujo considerablemente la superficie del terreno prospectado, y también el número de zanjas. La reducción se debe a la desgraciadamente excesiva (valga la expresión, contradictoria en boca de un arqueólogo) fertilidad arqueológica del yacimiento que desbordó materialmente los locales ofrecidos por el Ayuntamiento de Herramélluri y mostró la incapacidad física del Seminario de Arqueología de la Universidad de Navarra. Tampoco el Museo Provincial de Logroño poseía, ni hoy posee, salas de trabajo y almacenes donde estudiar y conservar adecuadamente los materiales descubiertos. Esta serie de circunstancias adversas motivaron, como es lógico, la casi imposibilidad de estudiar debidamente la gran masa de materiales hallados.

     La observación de la topografía del terreno en las zonas bajas del yacimiento y la dirección del tramo visible de la vía romana, nos hizo suponer que la planta general de la ciudad de época romana se hallaría orientada. Por ello decidimos, en un contexto reticulado con lados de dos metros, excavar (a distancias regulares en cada sector a prospectar) zanjas que constituyeran segmentos diagonales en sentido NO-SE o bien NE-SO. Cada zanja se planteó con una longitud de 6 m. y una anchura de 1,50 m. La mayor actividad se realizó entre junio y octubre de 1966, en dos etapas, y abarcó los ya citados sectores (H, Am, B, Is), correspondientes a otras tantas fincas, dos de ellas colindantes (Am y B), y todos en la ladera meridional del cerro, es decir en la amplia zona llamada Las Sernas o Las Hernas. La distancia entre los puntos más extremos prospectados es superior a los 500 m.

 

CARACTERÍSTICAS DE LOS SECTORES PROSPECTADOS

      1. El sector H, comprende un terreno baldío de fuerte pendiente situado en la parte más alta de la ladera y bastante al Este. Los sectores Am y B, en terrenos de cultivo de cereales, se hallan en la parte central, a media altura, descendiendo suavemente hasta la llanura. La zona más occidental corresponde al sector Is, estrecha parcela de cultivo, en la pendiente suave de la ladera junto a la carretera actual y casi debajo del Piquillo.

     2. En el sector H Las zanjas de prospección no se plantearon con la racional regularidad proyectada, pues preferimos realizarlas en varios puntos concretos donde la rugosidad del terreno parecía ofrecer indicios positivos de muros próximos. Por su fuerte pendiente los restos de paredes descubiertos en este sector se hallaban casi completamente arrasados y las circunstancias no se prestaban a practicar estratigrafías. Los materiales recogidos consisten en cerámicas a torno de barro rojizo con fina superficie espatulada frecuentemente decorada con sencillos motivos pintados, de tipo «celtibérico» tardío, y abundantes fragmentos de cerámica romana, así como una basa de orden toscano. En la parte meridional del Sector, menos pendiente, se encontró una larga pared de mampuestos entre pilastras de sillares, adosada en bastantes puntos a un corte de la roca natural; el piso correspondiente a esta pared está formado, por lo menos en la parte oriental, por la propia superficie de piedra natural. Por aquí los materiales son más abundantes, destacando la gran cantidad de tégulas romanas.

     En general los materiales del sector H tienen un valor puramente tipológico pues, debido a la fuerte pendiente, se hallan muy revueltos, desplazados y mezclados con los procedentes de la parte alta y llana de la cumbre del yacimiento en esta parte. Los restos de estructuras arquitectónicas muestran que el barrio situado en este sector H tenía, como era previsible, una estructura escalonada, es decir, se hallaba sobre una serie de terrazas sostenidas por muros de contención. Fundamentalmente parece tratarse de un barrio de época imperial. quiza ya originario en tiempos republicanos que aquí se caracterizan por la presencia de cerámicas tardo-«cellibéricas» a torno.

     A cada lado del sector hicimos una larga zanja diagonal que a muy poca profundidad llegó a la tierra estéril, sin restos apenas de estructura alguna, señalando una vez más la general destrucción de este barrio. Por tratarse de un terreno baldío todas las zanjas se dejaron sin cubrir. En la zona meridional, la más fértil y con mayores posibilidades de futuros trabajos arqueológicos, donde dejamos algunos materiales cerámicos in situ (especialmente vasijas de gran tamaño), los niños de la Escuela guiados al parecer por sus maestros, y también seguramente personas que sueñan con ilusorios tesoros, hicieron considerables destrozos.

     3. En los sectores Am y B la potencia de los estratos es mucho mayor que en H. La tierra procede de la destrucción de los adobes de las casas aquí situadas y de los aportes llegados desde La Llana y desde la parte más alta de la ladera. Los estratos con materiales descienden en muchas zanjas a dos y tres metros de profundidad, excepcionalmente a casi cuatro. En la zona Sur cercana a la carretera y más allá de ella el yacimiento es prácticamente estéril; aquí se recibieron menos aportaciones de tierras y las estructuras de las posibles casas, junto a la vía romana, quedarían abandonadas al aire libre y por ello sus materiales constructivos serían arrancados para aprovecharlos en las casas de los pueblos vecinos. Todavía más hacia el Sur, en el término del Palo, en dirección a la villa de Grañón, se descubrieron casualmente durante labores agrícolas unas supulturas tardorromanas de inhumación; esto nos indica que por lo menos en esa época la población de la antigua Libia no se extendía por esos términos.

      Los sectores Am y B, contiguos, (fig. 4), pueden considerarse globalmente pues presentan características análogas. La excavación respetó en sus comienzos la orientación y medidas proyectadas de las zanjas, pero renunciamos enseguida a practicarlas a distancias regulares y preferimos guiarnos por los indicios ofrecidos por la actual topografía del terreno. Además nos enredamos en la búsqueda de una pretendida larga bóveda cuya existencia aseguraban concordemente distintos vecinos de Herramélluri; de tal pasadizo, nos dijeron, se llevaron al pueblo muchas piedras. Nos interesaba la noticia de lo que juzgábamos sería una alcantarilla, ya que su hallazgo nos proporcionaría probablemente el eje de una calle y un rápido indicio acerca de la planimetría de la ciudad. Después de abrir varias zanjas, siguiendo informes algo imprecisos, encontramos en una cata de prospección el plano de posa de una alcantarilla que rompía un grueso muro (el mejor y de más altura hallado hasta ahora); hasta ella llegaba un relleno de tierras oscuras de labor cortando netamente estratos revueltos más antiguos: parece que a finales del siglo pasado descubrieron la alcantarilla y la siguieron por un trecho para llevarse las piedras. En muchas ocasiones rompimos la regularidad inicial de las medidas (6x1,50m) de las zanjas de prospección al pretender seguir descubriendo algo más de un muro o de una calzada o realizar una estratigrafía lateral. Las circunstancias descritas explican la irregular distribución de las zanjas en estos dos sectores colindantes y la extraña planta de muchas catas. Vid. figura 4.

     Antes de establecerse aquí un barrio de la antigua ciudad, hemos podido comprobar que la topografía natural del terreno era más accidentada que la actual, hoy en suave pendiente regular; con el tiempo se rellenaron algunos puntos más hondos, para allanar el terreno, con materiales revueltos. La destrucción definitiva, los aportes de tierras desde zonas más altas y las labores agrícolas modelaron la actual topografía. Quizás las profundas paredes halladas en las zanjas de prospección Am-I-1 y B-II-3, además de tener la función de paredes de edificios, podrían ser muros de contención en hondonadas rellenadas artificialmente en época antigua. Un poco más al Norte de los sectores Am y B, ya en la pendiente abrupta, y también en la zona más meridional de dichos sectores, en proximidad de la carretera actual y de la vía romana, el terreno natural se encuentra enseguida; en cambio, en casi la totalidad de las zanjas prospectadas en ambos sectores contiguos el terreno natural se alcanza a profundidades variables entre algo más de los cuatro metros y del metro y medio. Parece, en conjunto, que el antiguo terreno natural formaba una especie de vaguada que desde el Este de la ladera meridional de la colina siguiera en dirección ligeramente oblicua hacia el arroyo Reláchigo cortando la carretera actual en algún punto situado entre los sectores Am e Is. En la mayoría de las catas efectuadas en los sectores Am y B el primer nivel revuelto (de destrucción) in situ, la parte más alta de las paredes desmochadas o el pavimento superior de las calzadas aparece a una profundidad que oscila entre 0,50, 0,70, 1,20 metros; este dato, combinado con el de la profundidad del terreno natural, da una buena idea de la potencia media, bastante considerable, del conjunto de niveles arqueológicos fértiles.

LAS ESTRATIGRAFíAS Y SUS DEFICIENCIAS. PUBLICACIONES

      1. Como fácilmente se comprenderá resultaba imposible (dado el propósito de hacer una rápida prospección del mayor número de sectores de un yacimiento tan extenso) realizar la excavación de cada zanja estratigráficamente; a pesar de esto en alguna parte de muchas zanjas. (p.e. en el centro, a un lado o dentro de una casa, debajo de una calzada, etc.) se practicaron estratigrafías, por lo general no muy seguras. Esta inseguridad se debe a dos razones principalmente: a la rapidez del ritmo del trabajo impuesto por la necesidad de prospectar mucho terreno en poco tiempo, pues todas las catas debían cubrirse de nuevo para no estorbar las faenas agrícolas en fecha próxima, y al método pedagógico de confiar a los alumnos la realización por su cuenta y riesgo de bastantes estratigrafías. Meses después en sesiones de Seminario los alumnos comparaban sus notas con los materiales ya lavados y marcados, comprobando sus aciertos y errores e intentando conseguir una solución coherente, que muchas veces no se alcanzó; así aprendían por sí mismos, activamente, más que cuando se limitaban a colaborar en el trabajo de la Dirección. Naturalmente , tal procedimiento de formación de futuros excavadores es moralmente permisible sólo en un yacimiento como el de Herramélluri, donde por su gran extensión es posible siempre efectuar un número grande de estratigrafías sin causar daños científicos irreparables; además, por tratarse de tierras de cultivo, es todavía posible hacer otras estratigrafías de comprobación en cada zanja prospectada en 1966. Hasta hoy se han publicado en forma de resumen, solamente tres de las catas estratigráficas controladas personalmente por el Director; una afectaba a una calle 24 de la ciudad (zanja Am-II-5) y otra 25 al interior de una vivienda (zanja B-II-11); la tercera 26 se refiere al pavimento de una calle (zanja Am-I-1).

Sectores B y Am del yacimiento de Libia (Equidistancia curvas de nivel 20 cm.)

Estas publicaciones pretendían ofrecer un ensayo preliminar de interpretación histórico-arqueológica mostrando una pequeña parte de los materiales descubiertos; es preciso reestudiar las tres catas ofreciendo una relación más completa de los materiales de cada estrato, con los correspondientes dibujos. Una cuidada estratigrafía junto al mejor y mayor muro aparecido realizó doña A.M. de la Quadra-Salcedo, pero han resultado vanos los esfuerzos para que la citada investigadora diera a conocer los resultados del trabajo encomendado. Otras cuatro o cinco estratigrafías de la campaña de 1966 son susceptibles de proporcionar datos de interés; sin embargo la insuficiencia de las instalaciones de que disponemos impone a su estudio un ritmo muy lento. Los demás ensayos estratigráficos confiados a los alumnos colaboradores nuestros (hoy profesores) en 1966 no ofrecen las suficientes garantías.

POSIBLES FASES DE LA HISTORIA DE LIBIA

     En algunas catas de la campaña de 1966 los niveles más inferiores proporcionaron, junto al predominio de cerámicas a torno «celtibéricas., unos escasos fragmentos de vasijas modeladas a mano. En la campaña de 1967 se hallaron en los niveles profundos cerámicas exclusivamente modeladas a mano, observándose la paulatina introducción del torno; sobre este punto ha tratado un colaborador de la presente obra en su tesis doctoral 27. Es de notar, también, que en ninguna zanja del yacimiento, ni siquiera en los estratos más superficiales, se han encontrado documentos arqueológicos de época visigoda y de la Alta Edad Media. Entre una Edad del Hierro muy avanzada y la dominación visigoda en la zona se escalonan los niveles arqueológicos que documentan la historia de Libia.

     Es prematuro todavía tratar de establecer niveles de ocupación válidos para todo el yacimiento de Libia, tarea que posponemos hasta que nos sea posible estudiar más profundamente los materiales descubiertos. Además, como acabamos de adelantar, los documentos más antiguos se hallaron en el sector LR de La Llana, prospectado en la campaña siguiente (1967).

     A la citada primera etapa llamamos «fase celtibérica» antigua de Libia. A continuación, a medida que el poblado se extiende por las laderas meridionales de la colina y a partir de adopción masiva de las cerámicas a torno, creemos poder distinguir en Libia, hasta el comienzo del Impero, por lo menos una fase «celtibérica media» y otra fase «celtibérica reciente». La discusión acerca de los indicios que tenemos sobre la existencia de tales fases cronológicas se hace en la parte III de esta Memoria al tratar de las viviendas. Desde la época imperial romana parece que en Libia se diferencia una etapa entre Augusto y finales del siglo I d. de C. (o comienzos del siglo II, tiempos probablemente trajaneos), otra hasta un cierto momento un determinable del siglo III d. de C. , luego un período de destrucción con abandono definitivo de algunos sectores durante el mismo siglo III, y por último Ia época tardorromana en que la ciudad aparece con un influyente grupo cristiano a mediados del siglo V. Da la impresión de que la antigua Libia parece del todo y se abandona por completo a lo largo del siglo VI d. C. La diferenciación de todas estas fases o niveles se ha obtenido a través del estudio de los elementos arqueológicos descubiertos en las prospecciones y de su comparación con los datos poco concretos ofrecidos por las fuentes escritas. Las conclusiones son meramente provisionales hasta que consigamos una documentación arqueológica más amplia.

 

III. ENSAYO DE RECONSTRUCCION
HISTORICO- ARQUEOLOGICA

     Los propósitos de mera exploración mediante catas aisladas y las dificultades citadas referentes al estudio de los materiales en el diminuto Seminario de Arqueología, permiten únicamente ofrecer una visión panorámica muy general que futuras revisiones podrán modificar y, en todo caso, ampliar con datos más abundantes. El resumen que sigue es, forzosamente, provisional.

 

A. EL POBLADO «CELTIBERICO» PREIMPERIAL

1. TESTIMONIOS ARQUEOLOGICOS ANTERIORES AL POBLADO «CELTIBERICO»

     Los documentos arqueológicos más antiguos encontrados en el yacimiento consisten en escasísimas muestras de piezas atípicas de sílex, con aspecto de lasquitas, pertenecientes al mundo cultural que suele agruparse bajo la etiqueta de talleres «postpaleolíticos al aire libre», y que bien pueden durar hasta la Edad del  Hierro a juzgar por ciertos hallazgos del País Vasco y según las sugestivas hipótesis del Dr. Vallespí.

     Fuera del yacimiento y dentro del casco de la actual población de Herramélluri examinamos el hallazgo de una sepultura de inhumación destruida al hacer obras en una casa. Se trataba de un sepulcro de fosa, muy probablemente con el esqueleto colocado en posición replegada, del que recuperamos dos magníficos cuchillos de sílex que nos sitúan en una época quizá post-neolítica 31.

     Todavía en el término municipal de Herramélluri, a la izquierda del río Tirón, a unos minutos del N. NO de la población, en dirección hacia el vecino pueblo de Ochánduri, vimos el lugar que ocupaba un sepulcro megalítico de considerables  dimensiones trabajosamente destruido entre 1942 y 1945 32.

     En el yacimiento prospectado encontramos también unos pocos fragmentos cerámicos hechos a mano, con pasta negra, paredes delgadas y superficie negra espatulada brillante, tal vez de la avanzada Edad del Bronce (vid. fig.7).

 

2. EL ANTIGUO POBLADO «CELTIBÉRICO» CON CERÁMICAS A MANO

      En los estratos más inferiores de algunas zanjas hemos encontrado unos cuantos fragmentos cerámicos de vasos fabricados a mano, junto con buenas cerámicas a torno de carácter «celtibérico». Al estudiar la estratigrafía practicada en la zanja Am-I-1 hemos descrito muestras de tales cerámicas a mano. Su relación con la cultura celtibérica anterior a la fase de las primeras cerámicas a torno se presenta por ahora problemática pero no debe a priori descartarse. En la campaña del año siguiente (1967) localizamos en el sector LR, situado en la parte alta de la colina, viviendas circulares con cerámicas a mano en los niveles bajos y a torno en los superiores, que se darán a conocer en otra ocasión 33. Más cerámicas a mano se descubrieron en campañas posteriores en el sector Jul que tenían relación al parecer con viviendas de planta rectangular y rudas paredes de piedra. Si cambiaran las circunstancias que me obstaculizan el acceso a mis notas de campo y a estos importantes materiales podría realizar un estudio más amplio y ver más claramente la relación entre el pueblo con cerámicas a mano y el que usó vasijas fabricadas a torno, prestando además una tal vez interesante contribución al tema de la adopción del torno en la comarca. De momento opino que la posterior población de Libia se remonta a las viviendas circulares del sector LR y a las rectangulares del sector Jul.

 

3. LAS CERAMICAS «CELTIBERICAS  A TORNO EN LIBIA. TECNICAS y TIPOLOGIA PROVISIONAL.


     Los más viejos materiales atribuibles a la población que las fuentes escritas de época romana llamaron Libia se encuadran en el mundo «celtibérico» tardío de las cerámicas fabricadas a torno. Se encuentran en la mayoría de los niveles inferiores de las zanjas practicadas en las laderas del yacimiento y se hallan bien representadas en los niveles I y II de las tres catas estratigráficas que hemos publicado en las páginas anteriores.

     La primera ocupación de las laderas del cerro por un extenso poblado, cada vez más amplio, cae en fecha que no podemos ahora precisar debido en parte a la incertidumbre que reina aún respecto a la cronología absoluta de los materiales arqueológicos de tipo análogo en las regiones próximas, especialmente en Numancia. Tenemos la impresión, subjetiva, de que la ciudad existía en el período de las guerras celtibéricas del siglo II a. de C. , en las que acaso participó de alguna manera, pero también me parece posible que la fecha del poblado con cerámicas a torno se remonte al siglo III a. de C. 

     La pasta de estos vasos a torno se caracteriza por la homogeneidad, pureza y finura de los granos, apenas distinguibles a simple vista. El color predominante de las pastas cae dentro de la gama de tonos cálidos, desde los pálidos como el avellana y el pajizo, pasando por el beige, rosado y rojizo-claro hasta, menos comunmente, el rojo oscuro; un reducido grupo tiene tonos marrón-rojizos. Bien representados están, en épocas que nos parecen relativamente antiguas, las pastas grisáceas, más compactas que de ordinario, y duras, aunque quizá bastante frágiles; pero es preciso en cada caso concreto fijarse bien si este color gris-pizarra, sobre todo en fragmentos, no obedece a la acción posterior del fuerte fuego de un incendio que nada tiene que ver con la cocción originaria -y por tanto con el color originario de la pasta- en el horno. El grueso de las paredes es siempre pequeño en proporción al tamaño, grande o reducido, de los recipientes, y constituye un indicio más de la calidad de las pastas. Sorprende encontrarse con recipientes grandes de pastas finas, sin especiales materias desgrasantes, con un grueso de paredes inferior al de las paredes de los recipientes romanos de análoga capacidad, generalmente más rudos.

     El modelado, casi nunca defectuoso, se efectuó sin duda al torno rápido y en el punto justo de humedad de la pasta. Las superficies exteriores están normalmente espatuladas con precisión, ya con la pasta algo seca, lográndose así un ligero brillo mate que por lo general confiere un tono más oscuro al color actual de la pasta y un tacto suave; .el espatulado se realizaba en sentido horizontal, con la pieza girando en el torno, dejando a veces múltiples y pequeñas bandas afacetadas en las zonas más curvas del perfil del recipiente. Toda la superficie inferior ofrece con mucha frecuencia huellas poco acusadas de la acción de un instrumento (¿fina -escobilla de extremo flexible y recto?), de 4 ó 5 cm. de anchura, que van en dirección oblicua y a veces casi vertical; este cuidadoso terminado interior se hacía con la pasta muy acuosa o bien mojando el instrumento o las paredes, lo que lleva al mismo resultado: que las partículas más finas de la pasta recubran.perfectamente la superficie interna. Tal procedimiento puede engañar al arqueólogo poco acostumbrado al trato con estos materiales a la hora de orientar correctamente un fragmento de pequeño tamaño, pues la líneas interiores horizontales producidas por el torno suelen desaparecer y reemplazarse por las oblicuas o verticales del terminado que describimos; en los fragmentos de piezas de gran tamaño me parece que predominan las huellas interiores de dirección sensiblemente vertical; en general es preferible buscar la orientación correcta de un fragmento (aparte de su comparación con las correspondientes zonas de formas enteras ya conocidas) fijándose en los detalles de la superficie exterior, como las débiles huellas del torno o del espatúlado o lo indicios que en su caso proporciona la decoración.

     La cocción tendría lugar en hornos cerrados de tiro regulable que distribuían uniformemente el calor a la temperatura adecuada, consiguiendo piezas perfectamente cocidas como demuestra el hecho de que produzcan un sonido metálico a la percusión. En conjunto la calidad técnica de la pasta y cochura de estas cerámicas de tipo «celtibérico» es admirable y generalmente superior a la cerámica romana corriente.

     A petición de A. Castiella, y para su tesis doctoral, realizó don Jaime Iñiguez, catedrático de Edafología en la Universidad de Navarra, un doble análisis de muestras de cerámicas libienses pertenecientes a la serie «celtibérica» a torno del sector LR. Tomo de la tesis de A. Castiella 34 lo que ahora nos interesa y que sigue a continuación.

     Se observaron algunas muestras con un microscopio petrográfico standard GFL Zeiss, que permite tanto la observación normal como la observación con luz polarizada. Por este método se notaron en la composición de la pasta «abundantes cristales de cuarzo, alternando diversos tamaños, unos rodados y otros angulosos»; «en ellos se aprecia una. ordenación general de todos los componentes gruesos debido al girar del torno». «Hay que destacar la falta de porosidad de la pasta, en la que se advierten las buenas condiciones de cocción» a alta temperatura (que no se indica, pero alrededor o superior probablemente a los 950º) en horno de excelente tiro «ya que todo el espesor de la pasta se halla oxidado».

     Se aplicó también el método de análisis por difracción de rayos X. para lo cual se empleó un difractómetro Philips. utilizando anticátodo de cobre y filtro de níquel. La lectura del diagrama obtenido «nos indica una cantidad extraordinariamente fuerte de cuarzo ( ...) ; también se encuentra clorita ( ...) y mica-ilita. relativamente abundantes las dos.. «Existe feldespato potásico (...), que tanto puede ser original como producido artificialmente  por calentamiento., «Como minerales posibles podemos citar otros dos de alta temperatura: silimantita (...) y espinela {...).. En los espacios que he dejado entre paréntesis se consignan datos numéricos. ininteligibles a los profanos. tomados del diagrama del profesor Jaime Iñiguez. que reproduce A. Castiella en su aludida tesis. a la que puede acudir quien se interese y sepa captar el significado de esos datos.

     Las formas cerámicas más características presentes en la revisión no exhaustiva de los materiales de tipo «celtibérico» hallados en las prospecciones de 1966 que presento en la figura 18, me parecen las siguientes:

     a) Finos recipientes, generalmente de tamaño mediano, con perfil en «ese» suave que da un cuerpo esferoidal con una estrangulación al comienzo del cóncavo cuello exvasado; el borde no termina en labio diferenciado. La base de la pieza se levanta en el centro constituyendo un fondo umbilicado; a veces la transición entre la pared y el fondo es redondeada y otras veces se hace a través de una banda horizontal plana que cumple la función de un ancho pie circular que apenas alza el recipiente a una altura vacilante entre medio milímetro y un milímetro. Las pastas suelen  ser claras y en ocasiones rojizas.

     b) Vasos de carena alta con cuerpo semiesférico y cuello vertical o bien ligeramente cóncavo. Algunos son de tamaño mediano y otros pequeños com. grandes tazas. Los fondos y pastas se parecen a las piezas del grupo anterior Hay como dos variantes, casi formas distintas, una con cuello alto y otra con cuello bajo.

     c) Cuencos, también de paredes delgadas, con pared de perfil seguido el amplio segmento de círculo convexo al exterior. Fondos y pastas como los anteriores, en algún caso grisáceos. A veces presentan orificios en la zona alta cercana al borde, para colgar la pieza. Ciertos cuencos tienen una fina ranura externa junto al borde. Por la proporción del recipiente se distinguen cuencos altos, cuencos medianos y cuencos bajos.

     Un grupo de estas piezas posee en sus paredes interiores varios sectores rectangulares, generalmente tres, constituidos por una serie de líneas superpuestas formadas cada una por puntos no perforados muy apretados. Estos puntos se componen de un rehundido en la pasta y de una protuberancia que asoma como una púa, y fueron sin duda hechos con un instrumento parecido a un peine. La función de estos sectores internos podría ser la de ralladores

     d) Vasos o tazas de ancho cuerpo semiesferico sobre alto pie segmentado formando molduras horizontales salientes; base ensanchada sin molduras externa y hueca hasta bastante altura. Pastas generalmente rojizas. Carecemos por ahora en Libia de piezas enteras o reconstruibles de la vasíja sustentada, cuyo galbo puede presumirse por las halladas en otros yacimientos.

     e) Pequeños vasos, apenas más altos que anchos, con perfil de pared en «ese» suave muy estirada en sentido vertical o más frecuentemente casi recta e inclinada que se abre hacia el borde. En un vaso completo esta especie de taza posee un asa vertical, extremo que no puede apreciarse en los fragmentos. Tiene uno, dos o tres estrechos listeles horizontales de refuerzo o decoración. Paredes finas de pasta grisácea o marrón-gris o rojizas. Fondo umbilicado de diámetro algo inferior al del borde.

     t) Grandes recipientes carenados de cuerpo semiesférico; suelen llevar un cuello vertical terminado en borde de cinta vuelta, también vertical y aplastada. Pastas pajizas o rosadas. Fondo umbilicado.

     g) Tinajas ovoidales de gran diámetro con amplia boca cerrando el recipiente; los bordes, siempre conos, son muy variados: verticales con molduras escalonadas hacia el exterior, curvos en forma de breve «cuello de cisne», planos de ancha cinta. Á veces en el hombro del vaso, cerca del borde, corren uno o dos resaltes horizontales de refuerzo y adorno. Pastas pajizas,. rosadas, rojizas y grisáceas. Estas piezas grandes se han hallado siempre rotas en multitud de fragmentos, y su reconstrucción entera es difícil.

     h) Tazas de cuello vertical desarrollado y cuerpo troncocónico invertido. Con frecuencia poseen una especie de breve pie y fondo ligeramente cóncavo. Pastas de todas las clases y superficies pintadas con motivos «celtibéricos. y luego uniformemente de color oscuro, a veces con irisaciones metálicas y en ciertas ocasiones, discontinuamente, incluso con manchas pardo-rojizas «llameantes».

     i) Jarros globulares u ovoidales con tapa; llevan asas verticales algo inclinadas de tubo o de carrete perforado en el borde del recipiente y también en la tapa dispuesta de manera que se correspondan y cierren perfectamente la pieza, mediante una cuerda. Son el tipo que a veces se ha llamado «vasos con orejetas perforadas..

     j) Recipientes con cuerpo de cuenco soportado por tres pies. Pasta generalmente clara.

    k) Embudos, ninguno completo en Libia

     También hay, en menos proporción que las cerámicas finas a torno elencadas, una serie de tipos cerámicos bastos para cocina; frecuentemente con huellas evidentes del fuego del hogar. Elementos comunes a esta cerámica de cocina son su pasta con arenillas, de grueso variable y color oscuro, negro o gris, y los fondos planos o ligeramente cóncavos. Parecen productos de factura descuidada, seguramente locales y quizá de taller doméstico, extremos que no podemos aclarar. Destacan las ollas o marmitas y los platos o fuentes. De vieja raíz, tienen paralelos romanos y continúan en los niveles romanos del yacimiento.

     I) Ollas o marmitas, unas de pared sensiblemente vertical algo convexa, otras con perfil de «ese», suave, etc,; a veces poseen borde con labio plano horizontal o poco inclinado, otras carecen de labio; las paredes oscilan entre bastante gruesas y relativamente delgadas; las asas son raras.

    II) Escudillas, platos hondos o fuentes de pared alta vertical apenas curvada; fondos planos. Continúan en época romana.

     Es obligado, creemos, comparar la tipología provisional de la cerámica de Libia con los productos del yacimiento más próximo que mayor número de materiales «celtibéricos» a torno ha proporcionado; nos referimos al famoso poblado arévaco-vacceo de Numancia. Algunas formas libienses coinciden algo o mucho con otras numantinas. Para la comparación nos servimos del amplio repertorio tipológico publicado por el Dr. F. Wattenberg en 1963 35. Nuestra forma a, se parece bastante a la del número 556 numantina, la c, coincide exactamente con la de los números 467-478 (variantes 494-502), la d libiense  se halla en la serie 832 ss. de Wattenberg, la e es análoga a los número 1023-1030 y 1039 de Numancia, la i se halla bajo los números 17, 21, 23-26 de Wattenberg, la nuestra j corresponde a las piezas numantinas de los números 813-827 de Numancia; las fuentes planas o escudillas tienen sus paralelos en las reseñadas por Wattenberg bajo los números 479-485.

      En conjunto los materiales cerámicas fabricados con torno hallados en Libia podrían clasificarse dentro de ese mundo llamado «celtibérico» tardío conocido por los dominadores romanos de época republicana, que se  encuadraría en un de las variantes de la cultura de La Téne avanzada. Nos parece que en Libia se encuentran representados elementos propios de las culturas más próximas la Celtiberia de la meseta septentrional y la Celtiberia que ocupó el valle del Ebro.

      En esta época la Península ibérica aparece fragmentada en una serie de círculos culturales diferenciados agrupables en varias áreas más extensas. A pesar de las diferencias se nota, sin embargo, un aire común que distingue a la Península de otras grandes regiones geográficas extrapeninsulares con las que también tiene evidentes y significativos contactos. La definición global de los elementos étnicos,. arqueológicos y lingüísticos que se atribuyen a raíces extrapeninsulares llegadas a lo largo del primer milenio a. de C. .con su variedad de culturas en ocasiones muy alejadas, ha dado grandes pasos y es muy sugestivo, pero requiere todavía muchas matizaciones que nos libren de caer en posturas demasiado radicales. Nos queda todavía un largo camino para completar la tarea (previa a todo análisis. comparación y síntesis) de conocer algo más profundamente los yacimientos ya excavados, los apenas prospectados y los muchos por descubrir. Los progresos en esta investigación, paradójicamente, aclaran ciertas cuestiones y, a la vez, plantean de continuo nuevos problemas. Según nuestra limitada experiencia se van perfilando más trozos comunes a grandes áreas, pero al mismo tiempo se descubren otros elementos que singularizan un número mayor de pequeñas áreas, con lo cual aumenta la fragmentación y complicación del mosaico peninsular .

      La comparación entre las cerámicas a torno numantinas y las de Libia, basada únicamente en la docena de formas descritas antes, nos muestra que hay ocho formas prácticamente iguales; las restantes presentan analogías en diverso grado. Este resultado, que deberá ser sometido a revisión al extenderlo en el futuro a más materiales, nos habla de una indudable y fuene relación con el área numantina; pero las variantes respecto a la Numancia, a veces importantes, y la existencia en Libia de algún tipo ausente en Numancia, nos indica la personalidad diferencial del poblado libiense.

     El estudio de los elementos decorativos pintados nos lleva a conclusiones parecidas. La pintura vascular libiense es mucho más sencilla que la levantina; nunca trató la figura humana ni usó la policromía. Sus temas predominantes ofrecen un monótono repertorio de estrechas líneas continuas horizontales,

 

 

semicírculos concéntricos, círculos concéntricos aislados, series de trazos verticales alternando con zonas sin pintar (como metopas) en bordes de cinta vertical especialmente; en los cuellos altos de ciertas formas (la b, p.e.) se hallan con frecuencia temas más complejos, a veces con estilizaciones de animales, dameros, rombos, metopas, etc. La serie de temas que damos en la figura 19 nos ahorra una más completa descripción.

      Si comparamos el conjunto de la decoración libiense con la numantina hallaremos una comunidad de temas básicos sencillos; que se suponen de origen mediterráneo, llegados a la meseta norte desde las sierras levantinas y el Valle del Ebro. Pero lo específico que más caracteriza las ricas cerámicas numantinas no se encuentra en Libia. Tenemos, pues, analogias y diferencias significativas respecto a Numancia. En Libia los sencillos temas comunes con Numancia pueden venir de la colindante área numantina, o, quizá más probablemente, subir por el valle del Ebro, río tan cercano a nuestro yacimiento.

      Es muy útil comprobar los perfiles y decoraciones de las cerámicas a torno de tipo «celtibérico. presente en los yacimientos de la más inmediata cuenca del Ebro, es decir, de Navarra y Logroño. Hasta hace pocos años se conocían breves muestras de Canales de la Sierra, niveles altos de El Redal, Inestrillas, en la provincia de Logroño, y Fitero, en la provincia de Navarra. Durante el último decenio hemos descubierto, con ayuda de nuestros colegas, colaboradores y alumnos, toda una colección de nuevos yacimientos en ambas provincias que tienen también cerámicas a torno con motivos pintados de tipo «celtibérico.. Desechando los motivos más sencillos, de amplia dispersión, los temas diferenciales de Libia y compuestos de la misma manera sobre los altos cuellos de algunas formas cerámicas, se encuentran por ahora en una alargada zona geográfica del valle del Ebro que al parecer tiene como puntos extremos Libia hacia poniente y hacia oriente Viana (Navarra) y las proximidades de Logroño capital (Alberite y Villamediana) con extensiones hacia El Redal y Arnedo, y aun más hacia el Este. Los materiales de Navarra y Logroño han sido reunidos por A. Castiella, antigua alumna mía, en su tesis doctoral citada.

     Esta área provisionalmente delimitada coincide aproximadamente con la región geográfica en la que autores de época romana sitúan el pueblo «celtibérico» o celtiberizado de los berones. La extensión geográfica de los mencionados temas decorativos, sobre formas cerámicas muy parecidas, nos da probablemente un elemento arqueológico que contribuye a definir uno de los hechos diferenciales propios del área ocupada por el pueblo de los berones.

      Para las comparaciones de tipología cerámica en esa región de Logroño y parte de Navarra disponemos ahora del utilísimo trabajo de nuestra antigua alumna y colaboradora, desde hace años profesora en la Universidad de Navarra, doña Amparo Castiella quien ha resumido en la tesis doctoral que le propuse los materiales de la Edad del Hierro conocidos en las dos citadas provincias. Vamos a ver a continuación la dispersión en dicha zona de las cerámicas «cetibéricas» a torno presentes también en Libia, siguiendo las indicaciones que tomó en buena parte de la mencionada tesis doctoral 36.

     El perfil de la forma libiense a, correspondiente a la 7 de Castiella, se documenta también en «Las Pasadas» (Alberite, Logroño) y en «La Custodia» (Viana, Sur de Navarra), pero en estos ejemplares poseen los vasos, junto al borde, asas verticales de carrete con perforación vertical como en la forma i de Libia; a la forma a libiense tal vez podría agregarse otro recipiente de «La Custodia» que Castiella incluye en su forma 1037. Nuestra forma b en su variante primera corresponde a la forma 2 de Castiella y en su variante segunda se parece a la forma 3 de la misma autora; son formas muy extendidas por Rioja 37, Navarra y Alava, con numerosas diferencias de detalle que hacen difícil su agrupación en una o dos formas distintas, aunque quizá tenga razón Castiella en distinguir por lo menos dos formas donde yo por afán de simplificar he dejado una. La forma c libiense se extiende con múltiples variantes (presentes también en Libia) por muchos yacimientos de Navarra (hasta «La Cuenca» de Pamplona), Logroño y Alava; pertenece a la forma 1 de Castiella.

     La forma d, en Libia representada por fragmentos de pie y vástago sin el recipiente, corresponde a la forma 16 de la doctora Castiella quien señala su amplia presencia en «La Custodia» (Viana, Navarra)39, donde se encontró una pieza entera 39bis, y en «Partelapeña» (El Redal, Logroño) sin faltar aguas abajo del Ebro ya en Aragón alguna analogía; la pieza del «Castejoncillo» (Logroño) me parece discutible, por la delgadez de su pared, que pertenezca a un pie de esta forma; de la pieza entera de «La Custodia» destaca el recipiente de cuello en cinta análogo a la variante de nuestra forma f (17 de Castiella) y el curioso apéndice lateral, o asa, acodado con una superficie horizontal superior a manera de soporte4O; opino que esta pieza entera de «La Custodia» tiene carácter excepcional y que ese tipo de recipiente no siempre acompañaría a los pies y vástagos de la forma d libiense, o Castiella 16, sino que sobre el soporte tendríamos más frecuentemente vasos parecidos a la forma b (2 y 3 de Castiella) como se observa en las piezas enteras de Numancia y dan a entender algunos pocos fragmentos de fondos (menos planos que el del recipiente completo de «La Custodia»); tengo, además, mis reservas acerca de que unos fragmentos de «Las Pasadas» de Alberite (Logroño) correspondan a esta forma 16 de Castiella 41, o libiense d, pues muy bien podrían penenecer a la 17 Castiella o f de Libia.

     La forma e, o 6 de Castiella, se encuentra también en «San Miguel» (Arnedo, Logroño), «La Custodia» (Viana, Navarra), «La Hoya» (Laguardia, Alava)41 bis y Monreal de Ariza (Zaragoza). La forma f igual a la 17 de Castiella, se localiza también en el monte Cantabria (Logroño), «Las Pasadas» (Alberite, Logroño), Bobadilla (Logroño), «La Custodia» (Viana, Navarra) y «La Hoya» (Laguardia, Alava) .La forma g, tinaja con gran variedad de bordes, constituye las formas 20 y 23 de Castiella, y se halla representada en numerosos yacimientos de Logroño y en algunos de Navarra. La forma libiense i no es recogida por Castiella pero sí unos vasos con análogas «orejetas perforadas  de su forma 7, como hemos ya dicho al tratar de la forma a; la tapadera que corresponde a la forma libiense i es incluida por Castiella en su forma 15 con un ejemplar de «La Torraza. (Valtierra, Navarra) análogo a otro pintado de San Antonio de Calaceite (forma 22 de F. Pallarés). La forma k (embudo), forma Castiella 12, tiene un ejemplar completo en «La Hoya» (Laguardia, Alava), en «La Custodia» (Viana) y fragmentos en este mismo yacimiento navarro y también en otros logroñeses como «Las Pasadas. (Alberite), «Partelapeña» (El Redal) y cerro de «San Miguel (Arnedo) , además de paralelos en Numancia (Soria), Soto de Medinilla (Valladolid), Oliete (Teruel), etc.

     No recoge Castiella las formas libienses h y j tal vez por considerarlas de época romana y quizá también por no haberlas encontrado en otros yacimientos de Navarra y Rioja.

     Como habrá podido comprobar el lector prácticamente todas las formas «celtibéricas» de Libia se hallan presentes en diversos yacimientos de Logroño, Navarra y Alava. La analogía con lo navarro-riojano es mayor que con Numancia, hasta el punto de hacemos pensar en una gran afinidad cultural para esa época en estas comarcas del «alto medio valle del Ebro» que corresponden al área poblada por los berones y a su zona de influencia. Sobre esto resulta aleccionador repasar los mapas de dispersión que la doctora Castiella presenta para cada una de sus formas de cerámica «celtibérica». Me parece también interesante hacer notar la impresión subjetiva de que en Arnedo y Bobadilla, poblaciones más próximas a la provincia de Soria, algunas formas cerámicas se relacionen bastante estrechamente con las numantinas.

       Nos parece ver también una cierta afinidad comarcal en el alto medio valle del Ebro, zona de los berones, en la dispersión de algunos motivos que decoran esta cerámica «celtibérica» a torno. Hay motivos de carácter geométrico (bandas finas horizontales, círculos concéntricos, semicírculos concéntricos, cuartos de círculo concéntricos) que se hallan ampliamente difundidos en las cerámicas a torno «ibéricas» y «celtibéricas» y que proceden remotamente del Mediterráneo oriental. En estos sencillos motivos geométricos tal vez pudiera verse en la zona que nos interesa alguna originalidad en su distribución en el vaso, en la sintaxis decorativa, tema que habría de ser estudiado en el futuro. Bastante peculiares dé Libia y de toda la zona son las series de bandas onduladas, a veces entrelazadas (vid. fig. 19, fila tercera), que afectan al cuello de algunos vasos, ya hacia el borde, ya hacia la carena. Hay un motivo muy peculiar que por el momento parece creado en esta zona de los berones y que es de ella privativo; lo presento en la figura 19, antepenúltima fila a la derecha y penúltima fila (cf. fig. 18, forma a arriba a la derecha, forma f abajo) ; este motivo afecta especialmente a la primera variante de la forma b (2 de Castiella), a la variante de la forma f (17 de Castiella) y una variante de la forma a (7 de Castiella) , caso que me parece bastante excepcional; en las demás formas no se le encuentra por el simple hecho de no permitirlo el tipo de recipiente; se ha localizado este típico motivo en Libia, «Las Pasadas» (Alberite, Logroño) y «La Custodia» (Viana, Navarra), dispersión que hace pensar que se encontrará también en otros yacimientos por lo menos en los situados en puntos intermedios a los citados. En Libia tenemos un raro motivo decorativo (fig. 19, última fila), sobre cuellos de la segunda variante de la forma b (parecida a la forma 3 de Castiella), que parece una estilización o abstracción de un tema zoormorfo francamente extraño erizado de púas y cuernos análogos a los de un caracol, tema que se registra entre metopas aislado o bien afrontado. Es un motivo excepcional, como también lo es el de aves encontrado por mí (1972) en la excavación de un sector de la muralla de Calahorra y publicado por Castiella en su tesis. En conjunto las decoraciones pintadas de los vasos «celtibéricos» a torno de Libia y del territorio de los berones son más sobrias y menos extendidas sobre la superficie del recipiente que en Numancia y bajo valle del Ebro.

 

4. LAS VIVIENDAS DE LA CIUDAD «CELTIBERICA» y SUS POSIBLES FASES ARQUEOLOGICAS.

     a) Sobre el tipo de las viviendas tenemos únicamente datos muy fragmentarios, debido al método de prospección mediante zanjas estrechas; además resulta todavía prematuro relaccionar los niveles encontrados con los restos de paredes. Da la impresión de que las más antiguas viviendas son las encontradas en la campaña de 1967 en el sector LR situado en cumbre amesetada de la colina llamada La Llana. Estas viviendas tienen planta circular excavada en el suelo hasta una profundidad aproximada de algo más de un metro; junto al borde de la fosa corría un regatón para el agua y de trecho en trecho se halla un orificio para los postes de madera que soportarían una cubierta ligera. En las tierras que rellenan la parte excavada de la choza se encuentran abundantes cerámicas hechas a mano y sobre ellas, sin solución de continuidad, niveles con cerámicas y a a torno. Conviene mencionar ahora la existencia de tales viviendas para comprender mejor la historia del yacimiento. Amparo Castiella estudia las cerámicas a mano del sector LR en su tesis doctoral sobre la Edad del Hierro en Navarra y Logroño. Las viviendas circulares de LR serían el testimonio de lo que podríamos llamar la fase «celtibérica» antigua de Libia.

     b) En la fase siguiente, o fase «celtibérica» media, se poblarían las laderas de la colina. Es un momento con típicas cerámicas «celtibéricas» a torno. La primera ocupación de las laderas de la colina presenta pisos de habitación modelados o tallados en la arcilla natural. Estos pisos no son llanos sino con escalones y hoyos de varios tipos cuya función se nos escapa al no haber excavado casas enteras; una muestra de ellos se ha descrito en páginas anteriores al tratar de la estratigrafía efectuada en la zanja B-II-11. Queremos aclarar que no se trata de viviendas rupestres como en Termancia, Numancia o la pretendida Contrebia Leucade. En esta fase se usa ya el adobe como elemento constructivo de las paredes, pero no estamos seguros que la cimentación y parte baja de las paredes fueran de piedra. Suponemos que la planta de las viviendas tenía forma rectangular; su orientación es, sin duda en B-II-11, distinta a la de las casas de época imperial romana.

     c) Paredes de piedra en su parte baja, que tendrían adobes en la alta, se descubrieron en niveles «celtibéricos» preimperiales de varias zanjas en todos los sectores prospectados. Estas paredes de piedra se caracterizan por su estructura de mampostería careada sin alternar con pilastras de sillares. Nos parece que en bastantes casos las viviendas con tales paredes de piedra pueden fecharse en un momento algo posterior a la primerísima ocupación de las laderas de la colina. Con la fase «celtibérica» preimperial de paredes de piedra nos gustaría formar una fase que llamaríamos «celtibérica» reciente. En verdad la imposibilidad de un estudio más extenso, por las razones tantas veces aducidas, nos obliga a dejar sentada la hipótesis sin pretender confirmarla por ahora. Dentro de los aparejos murarios se distinguen varios tipos, quizá con significado cronológico; unos usan mampuestos grandes rudamente tallados, documentados en los estratos inferiores de varias zanjas del sector Jul excavados en las campañas de 1968 y 1971; otros tienen mampuestos más pequeños y dispuestos con mayor regularidad, según hemos visto en casi todos los sectores. Tal vez consigamos una evidencia estratigráfica de los distintos niveles de esta supuesta fase «celtibérica» reciente a la hora de estudiar, en otra ocasión, la campaña de 1971 en el sector Jul.

     Si el ensayo de interpretación propuesto para la estratigrafías Am-I-1 y Am-II-5 es correcto, en una etapa final de la que llamamos fase «celtibérica» reciente Libia sería una ciudad con calles bien preparadas. En Am-I-1 tendríamos el pavimento. fechable por el nivel II, de un decumano de este momento y en Am-II-5 una capa del sustrato (nivel I) de la calzada, desaparecida en obras posteriores, del mismo decumano. La etapa constructiva de calles calzadas debe coincidir, además, con una expansión de la ciudad o por lo menos con una ocupación intensiva, según se deduce de las dos citadas estratigrafías: el nivel I de Am-I-1 es anterior a la primera ocupación de Am-II-5 y el nivel II (el de la calzada) de Am-I-1 es contemporáneo del nivel I de Am-II-5 asentado sobre tierra estéril. La presencia de una calle recta empedrada, bien preparada y ancha, en la dirección de un decumano, nos lleva a pensar que tal elemento viario se debe al influjo romano y que la larga vía romana desde Tarragona a Astorga se hallaba ya en servicio y con un buen empedrado. Esta vía romana en el tramo que pasa por Villalobar, Libia y Leiva no está calzada con losas, como ocurre -si la memoria no nos falla- cerca de San Torcuato, sino por cantos rodados. Queremos dejar constancia de que un magnífico y largo segmento, elevado unos dos metros sobre los campos, ha sido arrasado recientemente (hacia 1970) por las explanaciones efectuadas por el Servicio de Concentración Parcelaria. La influencia romana manifestada en el trazado y técnica constructiva de las calles de Libia dejaría de algún modo también sus huellas en el plano urbanístico de la ciudad celtibérica. En cambio, en las cerámicas del momento no hay producto alguno típico de la industria o comercio romano. A pesar de hallarse Libia en uno de los puntos por donde pasaba la más importante arteria romana, en sentido Este-Oeste, del Norte de la Península, el hecho de que toda la cerámica sea de tradición «celtibérica» a torno, en una época que suponemos próxima a Augusto, indica que muchos elementos materiales de la vida cotidiana de los libienses no fueron cambiados por la superior cultura romana. Otras poblaciones relativamente próximas como Calagurris, Numancia y Clunia se hallaban más romanizadas en ese tiempo.

5. LAS INHUMACIONES INFANTILES EN VIVIENDAS

     Acerca de las sepulturas del poblado berón de los libienses tenemos datos muy escasos. Sólo sabemos que bajo los suelos de las viviendas correspondientes a la hipotética fase reciente de la ciudad «celtibérica» hay enterramientos infantiles de inhumación que pertenecen a criaturas de corta edad. Se encuentran en casi todos los sectores prospectados hasta 1971, y en ningún caso hemos notado por ahora un especial arreglo de las fosas ni signos externos de su presencia. La necrópolis, tanto celtibérica como romana, de incineración, rito propio de la época, no ha sido descubierta hasta la fecha en nuestras exploraciones.

     La relación entre vivienda e inhumaciones infantiles se ha observado también en ciertos yacimientos ibéricos y lo mismo en el poblado de cultura hallstática de Cortes de Navarra. Este hecho ritual funerario recuerda una costumbre tradicional en varias comarcas del País Vasco, recogida por Don José Miguel de Barandiarán, de enterrar a los niños fallecidos de pocas semanas o días de edad, especialmente si no habían sido aún bautizados, en el espacio de tierra existente entre la pared y la huella de la serie de gotas que caen del gran alero: como esa zona se halla bajo tejado, y la teja es símbolo de propiedad, los enterramientos infantiles se consideraban propios de la casa; la casa tradicional euskera tenía, además, un cierto carácter sacro, y, así, esos niños no sepultados en la tierra sagrada del cementerio cristiano tampoco se inhumaban en una tierra no sacra, sino en una estrecha faja de terreno que participaba del especial género de sacralidad de la antigua casa familiar .

     Este elemento de la cultura tradicional vasca, en una área geográfica tan próxima a la de los berones, se remonta probablemente a tiempos precristianos y no sería descabellado pensar que la idea de la sacralidad de la casa, justificadora de las sepulturas infantiles, pudiera también aplicarse a las viviendas de Libia y a las de otros poblados con sus enterramientos infantiles bajo los pavimentos.

     Conviene subrayar que se trata de inhumaciones, no de incineraciones, en un tiempo en que el rito funerario generalizado era la incineración. Al propósito recordaremos que también entre romanos los niños de corta edad solían inhumarse, en tanto que los demás cadáveres se incineraban.

     Respecto al tema de las inhumaciones infantiles nos encontramos, en resumen, ante dos series de paralelos. Por una parte la costumbre de enterrar a los niños en las viviendas, por otra la de inhumar a los niños de corta edad en una época en que los demás cadáveres se incineraban. Nos parece entrever que la inhumación en las viviendas pertenece a un amplio sustrato muy antiguo. Al difundirse más tarde el rito de la incineración se conservaría únicamente la costumbre de reservar las inhumaciones para los niños, por razones que desconocemos entre las que algún papel debió jugar el carácter sacro de la casa. Desde luego, ambas series de analogías no parecen ser producto de una «idea elemental» (Elementalgedanke, en las teorías de Bastian), que nazca espontáneamente en diversas áreas culturales.

 

6. DISCUSION SOBRE LA CRONOLOGIA DE LAS CERAMICAS A TORNO

     La que he denominado fase «celtibérica antigua» de Libia, la de las cerámicas a mano, puede alcanzar su final hacia el siglo IV inclusive por lo menos, pero es completamente inseguro lo que se diga por ahora de su comienzo. Las fases «celtibéricas» media y reciente he intentado diferenciarlas hipotéticamente por las características de las viviendas, pero es casi imposible determinar por ahora su distinción cronológica a través de los materiales cerámicos, a torno en ambas fases, aunque el período reciente me parece que debe corresponder a una época republicana avanzada y comienzos de los tiempos imperiales hasta la aparición de la sigillata en Libia. Para precisar mejor la cronología de las fases media y reciente seña preciso realizar un estudio detenido, que no hemos hecho, de las cerámicas «celtibéricas» a torno intentando ver su posible evolución e identificando las formas antiguas y las tardías, aunque de momento, acerca de este punto, se intuye un gran conservadurismo o perduración de las mismas formas a lo largo de varios siglos.

     Al tratar de estas cerámicas «celtibéricas» una de las primeras cuestiones que se presentan a nuestra consideración es la de la época de la aparición del torno en Libia. El tema no puede por ahora solucionarse con argumentos tomados del propio yacimiento debido a la carencia de materiales arqueológicos importados fechados y a la ausencia de formas antiguas iguales a las de otros yacimientos datados. Como supuesto general más verosímil debemos pensar que el torno llegaría a Libia remontando el valle del Ebro y también que el torno podría seguramente ser algo más antiguo en la región de Libia (valle medio alto del Ebro) que en Numancia. Otro dato a tener en cuenta es que, según opinión bastante generalizada, en la zona navarro-riojana todavía se fabricaban cerámicas a mano durante el siglo IV a. de C. Para el Bajo Aragón, donde el torno sería indudablemente anterior a su aparición en Logroño y Navarra, tenemos que en el poblado de San Antonio, en Calaceite, ya hay cerámicas a torno decoradas de tipo ibérico en el período 350- 300 a. de C.42 y que en el Cabezo de Alcalá, de Azaila, se encuentra la cerámica ibérica pintada (coexistiendo aún con otra a mano de tradición hallstáttica) también hacia mediados del siglo IV 43. En Numancia, según Wattenberg, habría materiales cerámicos esporádicos a torno a mediados del siglo III a. de C., pero su adopción tendría lugar en el período 220-179 a. de C. , aunque no se industrializara masivamente hasta el período 179-133 a. de C.

     Barajando la serie de datos expuestos, que no tienen carácter axiomático aunque sean muy probables, me parece prudente proponer la fecha genérica del siglo III a. de C. como la más aproximada para la adopción del torno en Libia y en la zona del valle medio alto del Ebro. Apurando un poco más el término cronológico propuesto, tal vez podría pensarse en la primera mitad de dicho siglo. La doctora Castiella, en su mencionada tesis, opina que en esta zona navarro-riojana el torno empezaría hacia el 350 a. de C. , pero esta fecha me parece demasiado alta si tenemos en cuenta que en el Bajo Aragón se inician las cerámicas a torno precisamente en ese momento.

     Desde luego ignoramos a qué velocidad un elemento técnico y cultural de este género pasa de una región a otra, pero observando que existen en la Península grandes diferencias de época en la adopción del torno por las poblaciones indígenas según las distintas regiones, es lógico suponer que a las tierras navarro-riojanas del alto valle medio del Ebro tales técnicas llegarían después que al Bajo Aragón, zona más próxima al Mediterráneo. Esto no quiere decir que suponga como hecho ya demostrado que a la región riojana de Libia las técnicas de la producción cerámica a torno hayan llegado necesariamente remontando el río Ebro, pues en teoría también pudieron venir de la Celtiberia de la meseta superior, aunque en buena lógica parece más correcto pensar en el camino del Ebro, aparte de que a mi juicio el comienzo de las cerámicas «celtibéricas» a torno es más antiguo en la Rioja que en Numancia.

      Por otra parte da la impresión de que tanto a Libia como a los demás yacimientos conocidos navarro-riojanos las nuevas técnicas cerámicas (con todo lo que suponen de conocimiento, selección y depuración de arcillas, mezcla de pastas, modelado a torno rápido, tratamiento de superficies, perfecta cocción a alta temperatura en su punto adecuado en buenos hornos, etc.) han llegado a la región perfectarnente maduras, como un hecho ya adquirido y bien experimentado en otra parte, sin precedentes de tanteos locales que muestren una evolución progresiva (antecedentes que por lo menos en el estado actual de nuestros imperfectos conocimientos no los hallarnos en la zona) ; así las cerámicas a torno «celtibéricas» halladas en los niveles inferiores de Libia, a veces inmediatarnente encima de cerámicas a mano (especialmente en el sector LR), presentan ya unas óptimas características técnicas. Se diría que de repente se adoptan las nuevas cerámicas a torno «celtibéricas» en plena madurez técnica, con un cambio tan radical que cabe la tentación de pensar en la llegada de un nuevo pueblo (que sería el de los berones}, extremo que no estarnos en condiciones de demostrar, además de que la presencia de nuevos elementos culturales no es necesario que vaya ligada a un cambio de población.

      Viniera o no un nuevo pueblo, las cerámicas de Libia a torno que podemos llamar «celtibéricas» tienen sus mejores paralelos, con formas idénticas, en otros yacimientos de la misma región del valle medio alto del Ebro y también, aunque en menor medida, en Numancia; en cambio, poseen pocas analogías con las cerámicas a torno ibéricas de los poblados del Bajo Aragón, zona de la que suponemos arrancaría el impulso de las cerámicas a torno hasta llegar con el tiempo a la región navarro-riojana. Esto casi obligaría a deducir que si bien por el Ebro se recibirían las nuevas técnicas no se adoptarían las formas del Bajo Aragón ni la totalidad de las decoraciones; se concluiría también que muchas formas y algunas decoraciones (por lo menos su sintaxis) serían de creación regional y que desde aquí ciertas formas habrían pasado a la zona numantina. Ciertamente, por otra parte, entre el Bajo Aragón y el valle medio alto del Ebro de Navarra y Logroño queda una importante porción intermedia del valle del Ebro para mí prácticamente desconocida en esa época, zona en la que pudieron teóricamente haberse constituido las formas de cerámicas «celtibéricas» a torno que luego pasarían por un lado a Navarra-Logroño y por otro a la región numantina; pero ahora no dispongo de suficientes elementos para demostrar una posibilidad que enuncio como puramente hipotética.

Después de esta digresión sobre la aparición de las primeras cerámicas a torno, «celtibéricas», en Libia, repito mi opinión de que este hecho, con el que se iniciaría la fase «celtibérica» media de Libia, debería situarse en algún momento del siglo III d. de C. quizá ya en su primera mitad. Para la cronología concreta de los tiempos que siguen hasta la aparición de la sigillata en el yacimiento carecemos de indicios probatorios.

     Para fechar las cerámicas «celtibéricas» de Libia poco nos ayuda el estudio de los extensos yacimientos, bastante próximos, de lruña y Clunia. Nos faltan los niveles contemporáneos de la arévaca Clunia, peor conocida que la Clunia romanizada imperial a la que tanto esfuerzo ha dedicado el profesor P. de Palol, con éxito, en los últimos decenios. Tampocó grandes resultados seguros sobre la época que nos interesa se alcanzaron en la lruña investigada por el profesor Gratiniano Nieto. Respecto a Numancia, que tiene para Libia gran interés por las analogías con algunas de sus formas cerámicas, disponemos de las hipótesis cronológicas del doctor F. Wattenberg, de las que trataremos enseguida. En los poblados con cerámicas «celtibéricas» a torno de la región navarro-riojana, a la que Libia pertenece en su extremo occidental, se hallan los mejores paralelos con Libia; pero en esos yacimientos las cronologías permanecen tan inconcretas, o más, que en la ciudad libiense, aunque respecto a la fecha de algunas formas cerámicas recogeré las hipótesis que ha presentado la doctora A. Castiella; para esta autora la cerámica «celtibérica» a torno inaugura su etapa del Hierro II, que comenzaría del 350 al 200 a. de C. y terminaría con la llegada de los romanos.

     En cuanto a Numancia, los trabajos tipológicos del doctor F. Wattenberg han intentado renovar a fondo la visión cronológica aceptada. Nos parece atractivo resumirlos aquí por si tuvieran alguna aplicación a Libia y a los yacimientos navarro-riojanos del valle medio alto del Ebro. Propuso Wattenberg 44 la siguiente cronología:

320-220 a. de C. : predominio de las cerámicas hechas a mano, con algún raro fragmento a torno.

220-179 a. de C amplia utilización del torno y muy escasa pintura

179-133 a. de C.: predominio del tomo industrializado con algunas pinturas.

133- 75 a. de C. : cerámicas indígenas a torno que imitan las formas republicanas romanas (p.e., formas campanienses A y B) y temas pintados sencillos.

75-29 a. de C.: formas cerámicas mixtas arévaco-romanas y pintura de «exaltación de termática indígena» y policromía al final del período.

     Si fuera posible aplicar este claro y riguroso esquema cronológico a la cerámicas «celtibéricas a torno de Libia con sencillos motivos pintados, resultaría que éstas empezarían a partir del período numantino del 220-179 a. de C como más pronto y que del mismo tiempo podría ser el inicio de la que hemos llamado «fase celtibérica media» de Libia, definida provisionalmente en página anteriores. Pero mucho me temo que el esquema cronológico, tal vez válido para Numancia, no sea aplicable a Libia, donde creo que las primeras cerámicas «celtibéricas» a torno son más antiguas que en Numancia.

     Después de efectuar una serie de catas estratigráficas, publicadas sólo en un avance, distingue Wattenberg en Numancia bajo la ciudad romana de época augustea 45 tres «horizontes celtibéricos», uno fechable en el 99 a. de C. po las fuentes escritas que aluden a «sumisiones de arévacos realizados por Didio» otro delimitado por una capa de destrucción debida a las guerras sertoriana: del 75 a. de C. , y un tercero más tardío perteneciente «a las etapas previa: a la guerra cántabro-astur» (antes de Augusto); en éste más moderno se fechar las cerámicas con dibujos complicados y policromía. Lástima que la prematura desaparición del amigo y colega impidiera la publicación de las formas cerámicas correspondientes a cada horizonte detectado, pues como él mismo afirmaba «la interpretación estratigráfica numantina constituye ( ...) la fuente más importante y densa para el establecimiento de la  cronología de las cerámicas del 133 a. de c. al 29 a. de c. en toda la meseta.; por las analogías con algunas formas de Libia resulta Numancia también para el área de los berones una referencia importante.

     En las páginas que siguen intentaré presentar la cronología de cada una de las formas libienses de cerámicas «celtibéricas» a torno. Se trata únicamente de un ensayo nada dogmático y muy incierto, y así deseo que se considere. Las estratigrafías de Libia (con materiales incompletamente estudiados por las razones ya aducidas) no nos proporcionan, antes de la aparición de la sigillata, fechas absolutas debido a la ausencia de materiales importados datables. Los principales paralelos cronológicos los tomamos de Numancia siguiendo las fechas propuestas por Wattenberg, aunque en muchas ocasiones me veré obligado a levantar la datación numantina que opino es muy baja para ser aplicable a Libia y a la comarca del alto valle medio del Ebro. También tendré en cuenta las fechas propuestas para la región navarro-riojana por A. Castiella en su tesis doctoral, advirtiendo que, si bien me adhiero a su cronología en lo referente a datar las distintas formas cerámicas en términos bastante altos, no sigo siempre sus hipótesis.

     Los cuencos libienses de la forma c se hallan ampliamente representados en otros yacimientos de Navarra y Logroño. Son prácticamente iguales a los números 467 a 478 de Numancia, que Wattenberg cree posteriores al 133 a. de C. , sin matizar fechas, y surgidos de una relación con las formas 32 y 33 de la campaniense A y 9 ' de la B. Debo confesar que no veo la relación con las formas citadas de la cerámica campaniense, aunque la analogía con la 33 de la A sea algo mayor pero poco decisiva a nuestro juicio. Dentro de la cerámica campaniense, o de pintura negra, más proximidad formal encuentro con la forma 85 a, umbilicada, de J .P .Morell 46, aunque tampoco confío demasiado en el influjo de esta pequeña pátera sobre nuestra forma c; todavía más cercano me parece el perfil de la 63 de la campaniense A de Lamboglia, luego ampliamente estudiada por A. Balland 47 que la tiene como propia del siglo III a. de C. y derivada de prototipos metálicos decorados.

     Ciertamente por su simple perfil de cuenco la forma c es casi una «idea elemental» de los ceramistas de todos los tiempos. Lo específico de Numancia y Libia es: a) la constante relación en todas las piezas entre la altura y los diámetros superior e inferior con un grupo más profundo y otro más ancho; b) la forma umbilicada del fondo; c) la calidad técnica; y d) la presencia, en bastantes ejemplares, de sectores internos en función de ralladores. Como paralelos más convincentes del típico perfil del segundo grupo (más ancho que alto) me inclino hacia las traducciones metálicas (o prototipos quizá) que presentan las conocidas páteras de los tesoros de Tivissa (Tarragona), Santiago de la Espada (Jaén) y Santisteban del Puerto (Jaén), que se datan, según el detallado análisis de K. Raddatz 48, las de Tarragona hacia 180-170 a. de C. y las gienenses entre 105 y 90-80 a. de C. ; otra forma análoga, aunque con un diámetro en el fondo proporcionalmente menor, también presente en Libia, se halla en el tesoro de Paradela de Guiaes (Vila Real, Portugal), fechable entre el 70 y el 40 a. de C. Estos tesoros peninsulares reflejan, además, piezas análogas forasteras; dejando de lado el tema de los paralelos extrapeninsulares importa señalar que el perfil concreto de nuestra forma c, aunque llegara a retocarse un poco la cronología de Raddatz (basada en la investigación española y ponuguesa y en hallazgos numismáticos), se encontraba presente en diversos lugares del ámbito peninsular durante los siglos II y I a. de C. y no era un producto esporádico sino bastante común en la metalistería indígena. Recordaremos que el cuenco umbilicado no es raro en la cerámica de la llamada cultura del vaso campaniforme, si bien no es probable una relación genética con nuestra forma.

     No carecen de interés las observanciones que acerca de este cuenco hace A. Castiella en su tesis doctoral. Ya vimos la amplia difusión que la forma c (I de Castiella) tiene en Navarra y Rioja. Para Castiella este cuenco, aunque tenga un remoto origen, podría proceder en la zona navarro-riojana de sus antecesores inmediatos modelados todavía a mano con superficies pulidas (que constituyen la forma 7 de Castiella de las cerámicas a mano de su Hierro I) presentes en varios yacimientos de la región, idea que apoya con el hecho de que no se encuentre esta forma a tomo en las regiones ibéricas. Al observar yacimientos navarros destruidos antes de su romanización y que se documentan entre las primeras formas a torno en Libia (vid. nuestra figura 16) y en «La Custodia» (Viana, Navarra), cree Castiella que esta forma c (su forma a torno 1) sería de las primeras que se hacen a torno desde, aproximadamente, el 350 a. de C. en adelante prosiguiendo su vida hasta la romanización.

     La hipótesis de Castiella choca con la de Wattenberg, tanto en lo referente al origen de este cuenco «celtibérico» como en lo que respecta a su cronología inicial, cuestiones ambas que los dos autores ponen en esta relación. Acerca de su procedencia quizá pueda afirmarse que el cuenco «celtibérico» a torno sustituye a sus análogos a mano y que, además, haya tenido en cuenta alguna forma campaniense, que yo creo pudiera ser la 63 de la campaniense A, la cual, a su vez, deriva de prototipos metálicos decorados; así se compaginan las dos hipótesis citadas. En cuanto a la fecha inicial del cuenco c me parece demasiado alta la data propuesta por Castiella y demasiado baja la indicada por Wattenberg. Opino que muy posiblemente es una de las primeras formas que se fabrican con las nuevas técnicas a torno y que su comienzo debería situarse en el siglo III a. de C. , tal vez incluso en su primera mitad, por lo menos en Libia y su región navarro-riojana. La cronología inicial sugerida concuerda con lo que antes he dicho acerca de la fecha de la adopción del torno en Navarra y Logroño y también concuerda con la data del siglo III a. d. C. que A. Balland da a la forma 63 de la campaniense A. Si se confirmara que en Numancia esta forma c «celtibérica~ a torno no aparece, como defendía Wattenberg, hasta después del 133 a. de C., tendríamos un dato más para apoyar mi hipótesis de que ciertas formas numantinas pudieran proceder de la vecina región del alto medio valle del Ebro navarro-riojano donde las encontraríamos en fecha anterior. Los paralelos que he señalado con recipientes de tesoros argénteos deben tomarse con cautela en cuanto a su consideración de prototipos que hubieran influido en la constitución del cuenco c; se trata de meros paralelos o analogías; debe, además, tenerse en cuenta que las fechas citadas corresponden a la época de ocultación del tesoro y que lógicamente algunas piezas pueden ser muy anteriores 49, con lo cual ciertos recipientes se remontarían al siglo III a. de C.

     En resumen, opino que el cuenco «celtibérico» a torno de la forma c libiense podría iniciarse en el siglo III a. de C. y continuar en Libia hasta la plena romanización de la ciudad. La variedad de proporciones de este cuenco (con unos más hondos y otros más bajos), las diferencias en el labio y otras características quizá posean un valor cronológico para conocer la evolución de una forma de tan larga vida, pero si esa evolución existe no hemos podido todavía comprobarlo.

     Una forma con paralelos en Numancia (números 17, 23-26), de la que no trata Wattenberg, es la catalogada por nosotros bajo la letra i, de la que en Libia poseemos únicamente fragmentos. En la región navarro-riojana hay otros fragmentos en «Las Pasadas» (Alberite, Logroño) y en La Custodia  (Viana, Navarra), que incluye Castiella en su forma 7, una vasija enteramente reconstruible con orejetas procedente de  San Miguel  (Arnedo, Logroño), que constituye la forma 18 de Castiella, y una tapadera con orejetas hallada en La Torraza  (Valtierra, Navarra) pertenciente a la forma 15 de Castiella. Todos estos ejemplares, en mi opinión, deberían haber sido reunidos por Castiella en una misma forma. La presencia de unos típicos e inconfundibles asideros con perforación vertical o inclinada para cerrar el recipiente nos permite clasificar esta forma dentro del muy característico grupo de piezas llamadas «urnas de orejetas perforadas», estudiadas por o. Fletcher Valls 50, y por J.J. Jully con S. Nordström 51 y luego por este último 52 que proponen una amplia cronología nada reducida temporalmente. Su origen se remonta a zonas del Mediterráneo oriental con ejemplares escalonados desde la segunda mitad del segundo milenio hasta la primera del primero a. de C. El comercio fenicio, y tal vez el griego, difundieron la forma por el Occidente mediterráneo con hallazgos en el N. de Africa y Cerdeña (Olbia) , otros en varios yacimientos del Sur de Francia y bastantes más en los ibéricos peninsulares. Su distribución en España abarca preferentemente las regiones mediterráneas pero no faltan piezas en zonas más interiores y próximas a Libia como la Meseta superior y Navarra. A los mapas de Fletcher y de W. Schüle 53 debe añadirse el yacimiento de Libia. La cronología en el Sur de Francia y Península Ibérica parece abarcar los siglos VII al III a. de C. , llegando probablemente en casos aislados al siglo II a. de C. ; su máximo uso quizá se sitúe en los siglos V, IV y III a. de C. Su presencia en Libia no es abundante en relación a otras formas. Según lo expuesto sobre la historia y cronología de una forma, más moderna cuanto más alejada del Mediterráneo, en Libia podría teóricamente datarse en el siglo III o primera mitad del siglo II a. de C. , aunque prefiero el siglo III por hallarse en los niveles inferiores de la cata B-II-11; sería por tanto una de las formas más viejas que pasan a la que hemos llamado «fase celtibérica media» del yacimiento, etapa que ofrece la adopción masiva de las cerámicas fabricadas a torno. En realidad, hasta que no tengamos la oponunidad de estudiar mejor los materiales estratigráficos de Libia no podremos precisar su cronología por lo menos relativa. Castiella cree que en la zona navarro-riojana debe fecharse a finales del siglo IV o comienzos del III a. de C. el inicio de esta forma.

      Con Numancia tiene estrecha relación la forma d libiense que coincide con el n° 832 y ss. del repertorio numantino de Wattenberg; se reconocen en libia únicamente por sus típicos pies moldurados, pues no hemos conseguido lograr la unión con el recipiente que sustentaban debido a roturas de las piezas y dispersión de los fragmentos. Pies idénticos soportando un kylix, de cerámica de barniz negro o campaniense, datables en el siglo III y comienzos del II a. de C., se encontraron en Bolsena por Balland 54. Según F. Wattenberg los ejemplares numantinos se fechan hacia mediados del siglo I a. de C. , sin presentar pruebas concluyentes; de momento en Libia, por las razones ya manifestadas, carecemos de motivos para aceptar o rechazar la cronología propuesta. Los ejemplares de «Partelapeña» (El Redal, Logroño) y «la Custodia» (Viana, Navarra) carecen de contexto fechable. Los prototipos campanienses indicados sugieren el final del siglo III a. de C. o comienzos del siglo II para la adopción inicial de esta forma entre algunos pueblos hispanos. Opina Castiella que esta forma, su forma 16 (pero véase las reser:vas que he hecho en páginas anteriores), se fecha desde el siglo V al I a. de C. Para Libia y la región navarro-riojana no me parece aceptable subir hasta el siglo V a. de C. La fecharía desde finales del siglo III o comienzos del III a. de C. hasta el siglo I.

      Algunos ejemplares numantinos de la forma d libiense sostienen un vaso parecido a nuestra forma b, pero de menores dimensiones (cfr. n° 832, 833, 841, 842, 1054 de Numancia), y el parecido podría ayudar a fechar la forma d. Aparte de las citadas analogías, la forma b de Libia ofrece un vago parentesco con los ejemplares n° 444 y 445 numantinos. Es una forma carenada de cuerpo semiesférico y cuello recto o algo cóncavo. Su perfil general recuerda a otros de lejana fecha, como el de algunos tipos argáricos, y al de piezas de épocas más próximas fechables en líneas generales entre el siglo V y el 100 a. de C. , como la llamada forma 24 de la cerámica de «barniz rojo»55, ciertos ejemplares «posthallstácicos» de Las Cogotas y La Osera, un fragmento «celtibérico» de Soto de Medinilla (nivel II b, poco después del 134 a. de C.), etc. y hasta algunos recipientes metálicos (pero de proporciones más altas) de los tesoros de Salvacañete y de Santisteban del Puerto. En conjunto, los paralelos aducidos, obtenidos en una rápida e incompleta revisión bibliográfica, no nos proporcionan para la forma b de Libia una datación encerrada dentro de estrechos límites; excluyendo los paralelos con vasos no celtibéricos nos quedaríamos con una fecha inconcreta comprendida en los siglos III y I a. de C. Las dos variantes de esta forma (forma 2 y 3 de Castiella) las fecha Castiella desde fines del siglo IV al I a. de C. Las piezas se decoran en Libia en la zona del cuello, donde con frecuencia encontramos temas bastante complejos, más complicados que sobre cualquier otra forma libiense (a excepción de algún ejemplar de la forma .I), a veces pintados sobre engobe claro.

     Los vasos de la forma e se hallan representados por fragmentos escasos presentes en varios sectores del yacimiento, una pieza entera en el sector Jul y otra casi completa en el sector LR. Sus pastas son oscuras, grises o marrón oscuro, a veces más claras, con paredes delgadas. En Libia sólo un fragmento posee una sencilla decoración pintada y también otros de «La Custodia» (Viana, Navarra) y un vaso completo de «San Miguel» (Arnedo, Logroño). Esta forma, como hace notar Castiella, se encuentra también en algunos yacimientos ibéricos. Para Wattenberg los ejemplares numantinos son del siglo I a. de C. , fecha que nos parece muy baja para Libia. Según Castiella esta forma (su forma 6) se inicia a «comienzos s. IV -s. III» én la región navarro-riojana. Atando diversos indicios nos parece que en Libia la forma e puede ser una de las más antiguas cerámicas a torno del yacimiento. En Arcóbriga (Monreal de Ariza, Zaragoza) podría fecharse en el siglo IV y con más seguridad en el III a. de C.55 bis.

     La forma f no tiene paralelos en Numancia. Su decoración es muy sobria: series de cinco o seis trazos muy juntos en el borde de cinta formando normalmente unos ocho motivos en forma de metopas espaciadas, que aparecen en el vaso entero de esta forma (zanja B-II-13) y en casi todos los fragmentos de la misma hasta ahora descubiertos. A veces el cuello se decora con alguna línea horizontal pintada, hacia la carena. En el vaso completo, y en otros fragmentos, se observa debajo mismo de la arista de carena y partiendo de ella, una serie de motivos aislados -entre diez y doce por vaso- constituidos por semicírculos concéntricos. En otros casos se decora el cuello típico con rombos rellenos de retícula entre segmentos de círculos rellenos por rayitas verticales. En cuanto a la fecha situaríamos esta forma en Libia en un momento bastante inicial de nuestra hipotética «fase celtibérica media», pues aparece ya en los niveles más inferiores de B-II-11. Por si se demuestra algún día su valor como paralelo tipocronológico, citaré únicamente un recipiente metálico del mencionado tesoro de Guiaes (Vila Real, Portugal) fechable entre el 70 y el 40 a. de C. (según Raddatz), con un pequeño friso de ovas bajo otro menor de circulitos, motivos decorativos propios de culturas «clásicas» situados en el mismo lugar que el borde en cinta de nuestra forma libiense. Para Castiella esta forma (la 17 de su tipología) se inicia a finales del siglo IV o comienzos del III a. de C. y continúa hasta la romanización.

     La forma g de Libia agrupa los distintos grupos de tinajas, es decir , vasos en gran diámetro con cuello más o menos globular y boca amplia que cierra el recipiente. La forma general presenta diferencias de detalle en comparación con la de otros yacimientos contemporáneos. Ya se encuentran fragmentos de paredes de esta forma a torno en los niveles altos, directamente sobre cerámicas a mano, de las cabañas circulares del sector LR (campaña de 1967) dentro del mundo de las cerámicas a torno «celtibéricas» parece, pues, ser una forma bastante antigua. También se halla ya presente en los niveles I y II de la estratigrafía de B-II-11 (con las formas a, b, c, f, e i fondos de 1; h y k), confirmando su antigüedad dentro de la «fase celtibérica media» de Libia. Como las piezas se descubren siempre muy framentadas resulta difícil dar un perfil completo, aunque es seguro que el diámetro máximo se alcanza en el tercio superior con lo cual la pieza tiene un perfil que recuerda al de una peonza o trompo; los fondos parecen ser normalmente umbilicados y muchas veces los hombros de la tinaja poseen uno o dos resaltes horizontales de sección en arco de círculo. Para la zona navarro-riojana distingue Castiella varias formas de tinajas en sus formas 20 a 23.

      La forma general de tinaja tiene una vida larga. Nos hemos de limitar al intento, problemático, de una datación relativa de los bordes. Por ahora da la impresión de que los bordes más antiguos llevan un labio interiormente engrosado y redondeado con un tramo externo más alto vertical; el tramo vertical termina hacia abajo en una pequeña ranura que en ocasiones se convierte en un reducido plano horizontal; entre esta moldura y el hombro no es raro que exista una corta zona exterior con inclinación intermedia entre la vertical del labio y la peculiar del hombro. Al tipo de bordes verticales sencillos seguiría en el tiempo la aparición en Libia de los labios con otro tramo vertical, formando en conjunto dos escalones externos que descienden hacia el hombro. Otro tipo, seguramente más tardío, presenta el labio con una moldura superior redondeada (como un toro), otra moldura cóncava intermedia (como una escocia), y, por último, hacia el hombro, un tramo en escalón sencillo. Un cuarto tipo también tardío, ofrece únicamente un labio plano y ancho en dirección horizontal o ligeramente inclinado que recuerda al de nuestras tinajas y dolia romanas. (Vid. en la figura 18 los perfiles de estos bordes).

      Las analogías con las tinajas encontradas en yacimientos que han producido abundantes piezas se limitan a la forma general y a la decoración de simples líneas horizontales, y a veces también a los motivos de semicírculos concéntricos, situados entre el labio y el diámetro máximo, o sea, preferentemente en la zona del hombro. En el repertorio numantino hallamos formas generales y decoraciones análogas, pero no hemos visto perfiles de labios como los de las tinajas de Libia. Quizá tales perfiles sean otro elemento diferencial del yacimiento libiense o del área del pueblo de los berones o, en general, del alto valle medio del Ebro. Según Wattenberg (1963), que no establece distinciones entre labios, hay en Numancia tinajas en base plana, con tapaderas que llevan asas dobles, fechables entre el 133 y el 75 a. de C. ; a este tipo seguirían las tinajas ovoidales de base cóncava. No es de excluir que en Libia algunos recipientes de la forma g tengan base plana, aunque nos parece que en su mayoría poseen fondo cóncavo o umbulicado. Tenemos la impresión subjetiva de que en Libia hay una cronología relativa respecto a la tipología de los bordes confirmada por varios indicios estratigráficos, que empezarían en la época de transición entre las que hemos llamado fases «antigua» y «media» del poblado «celtibérico»; los labios más sencillos son los corrientes en toda la «fase media». Carecemos de argumentos concluyentes para establecer una cronología absoluta, pero las fechas de Wattenberg sobre Numancia tal vez sean demasiado modernas en algún caso. Para Castiella las formas de tinajas se inician en Navarra-Rioja con la aparición del torno.

     La forma h en la mayoría de sus ejemplares más típicos barnizados de oscuro son seguramente de influencia clásica y su pintura externa, a veces con irisaciones metálicas, quizá quiera ser una imitación de la campaniense; ciertos ejemplares con «fogueados» rojizos, ocres, castaños, etc. recuerdan el tratamiento de algunos vasos de paredes desgadas y semidelgadas que hemos localizado en la cuenca del Ebro perteneciente a Navarra y Logroño que serán probablemente del siglo I después de C. El mayor número de piezas de la forma h con sus variantes, deberán fecharse desde Augusto hasta buena parte de la época imperial. Analogías tenemos en las excelentes estratigrafías de Pompaelo realizadas por Mezquíriz. Pero hay un grupo de técnica típicamente «celtibérica» con el cuello cilíndrico decorado por aspas, trazos diversos, etc. que puede ser incluido entre las cerámicas «celtibéricas» o de «tradición celtibérica» de Libia; alguno de estos vasos serán también de época imperial, pero sospechamos que ya mucho antes se fabricó esta forma. Ya en los niveles I y II de B-II-11 tenemos fondos de vasos muy propios de la forma h, fondos que al parecer tenían una pared de tronco de cono invertido. El problema cronológico de la aparición de la forma h queda en el aire hasta que reunamos pruebas más seguras. Lo seguro es que hay un variado e interesante grupo de época imperial con un tratamiento especial de las superficies y otro grupo fabricado según técnicas y decoración de caracter «celtibérico» tardío. Añadiré que el perfil recuerda bastante al de las tazas «tipo Clunia» no así su técnica y decoración.

     Los cuencos trípodes de la forma libiense j se parecen mucho a los números 488, 489 y 490 de Numancia. Tiene precedentes en épocas inmediatamente anteriores en la Meseta, pero lo numantinos a torno citados «corresponden a modelos romanos» en opinión de F. Wattenberg, y en efecto los hay en yacimientos romano-republicanos. En España, añadimos, hay cuencos trípodes de forma distinta, a torno y con gruesas paredes, en zonas de influencia púnica; el origen de esta clase cerámica, según A. Jodin 56, se encuentra en el Mediterráneo oriental y desde la zona fenicio-chipriota el comercio púnico lo difunde por el norte de Africa, Etruria y España durante el s. VII antes de C. Los ejemplares de Numancia y de Libia todavía no quedan perfectamente fechados aunque deberían pertenecer a los siglos II y I a. de C. Es difícil afirmar si obedecen al desarrollo de los tipos «posthallstátticos» bajo el impacto del torno, o a la influencia romana-republicana (a través de sus precedentes de Etruria) o a la presión de formas ibéricas tardías (que desconocemos) derivadas de las piezas peninsulares de origen púnico. En Libia y Numancia las piezas de esta forma, hasta ahora, carecen de decoración.

     La forma k, embudo, tiene en Numancia según Wattenberg una cronología muy tardía, del siglo I a. de C. Øcon tendencia a fechas bajas». Pero en Libia la encontramos en los niveles inferiores de B-II-11 (vid. figura 17), lo que indicaría una fecha relativamente antigua aunque no tengamos, en verdad, elementos objetivos para datar estos niveles. En Soto de Medinilla (Valladolid) la situa Wattenberg en el nivel 1 fechable, en su opinión, entre el 74 y el 29 a. de C. Probablemente habría que distinguir fases en )a evolución de esta forma, que tendría una vida mayor que la reducida al siglo I a. de C. ; de momento vemos que en la región navarro-riojana un ejemplar hallado en «La Custodia» (Viana, Navarra) presenta un sencillo borde muy distinto a los bordes, más complicados, de Numancia, lo cual podría ser un indicio de que los ejemplares de Numancia son más tardíos que el de «La Custodia», idea que concordaría con la citada situación estratigráfica del fragmento de Libia. Salvo el mencionado ejemplar de «La Custodia», y otro de «La Hoya» las demás piezas de la zona navarro-riojana son fragmentos que carecen de borde. Es la forma 12 de la tesis de A. Castiella, quien se inclina por una «cronología tardía entre finales s. II-I a. de C.», sugestionada por las afirmaciones de Wattenberg referibles a otras regiones geográficas.

     La forma a podría tener un inicio bastante antiguo ya que se encontró en los niveles inferiores de B-II-11. Es la forma 7 de Castiella en su tesis doctoral, de la que opino deben separarse los fragmentos de Alberite y de «La Custodia» (Viana) pues son urnas de orejetas perforadas (nuestra forma libiense i), quedando sólo representada esta forma por los ejemplares de Libia en los yacimientos navarro-riojanos. En Numancia sólo encuentro parecido con el número 543 de Wattenberg, quien no trata en el texto de esta forma ni de su cronología. Para Castiella es una de las primeras formas que se fabricaron a torno en la región del alto valle medio del Ebro. Por mi parte recordaré otra vez que se halló un ejemplar enteramente reconstruible y varios fragmentos de cuellos con borde en los niveles inferiores de la cata estratigráfica practicada en B-II-11 (vid. figura 16) y por ello me parece bastante antigua dentro de las cerámicas «celtibéricas. a torno, pero no me atrevo a precisar fecha por falta de contexto datable.

     La tipología de las formas I, ollas y marmitas, y II, fuentes y escudillas, es variadísima; lo mismo ocurre con su cronología. Son piezas que sirven para preparar los alimentos en el fuego del hogar .

     El grupo de formas l espera un estudio que diversifique sus tipos, técnica; posición estratigráfica, etc. Muchas piezas se hacían a mano o con torno casero y se cocían en hornos elementales; esta tradición continúa en los niveles de época romana, como ocurre en otros yacimientos. Quizá, como hipótesis a comprobar, en las fases celtibéricas no existan formas de ollas con labio vuelto plano horizontal o ligeramente inclinado; con seguridad este tipo de borde se halla en la época imperial, pero no tenemos plena certeza de que se encuentre ya con anterioridad.

     La forma ll fuente, plato hondo o escudilla, de fondo plano, presenta variantes que afectan a la inclinación de la pared, a las pastas y superficies. Su perfil general es como el de los platos llamados de «engobe interior rojo- pompeyano» de época republicana y alto imperial con prolongaciones posteriores. En Libia hay un grupo de indudables platos «rojo-pompeyanos» con su pasta y engobe característicos, del que derivan variantes con otras pastas y engobes de diversos tonos entre el rojo y el anaranjado; algunos, incluso, con engobes negros. Otro grupo es de aspecto más descuidado y casero, producto de una idea muy «elemental» o nacido bajo el influjo de los «rojo-pompeyanos»; en cualquier caso este grupo se halla representado en estratos imperiales y también en niveles anteriores a la aparición de la sigillata en el yacimiento (p.e. en la capa G del corte estratigráfico B practicado en la zanja Am-I-1). La forma se encuentra igualmente en Numancia, donde según Wattenberg se debe a influencia romana republicana. Tanto en Libia como en Numancia faltan datos estratigráficos para fechar mejor estas formas a partir de los siglos II y I a. de c. Para otras regiones tenemos los datos tipológicos y cronológicos reunidos por M. Vegas 57 en sus tipos, 13, 14 y 15.
     En Libia hemos descubierto otras formas de recipientes pertenecientes a la época «celtibérica» de la cerámica a torno, con perfiles menos reconstruibles que los de las formas generales citadas, y que no estudiamos por ahora.

     Sintetizando lo dicho en este apanado, me parece que la cronología provisional (provisional hasta que no dispongamos de hitos fechables más seguros) de las formas a torno de las cerámicas no romanas de Libia sería la siguiente:

-forma a, podría aparecer ya en el siglo III a. de C. y tal vez proseguir hasta un momento indeterminable .

-forma b, con sus dos variantes principales. podría iniciarse en el siglo III a. de C. y continuar hasta la plena romanización.

-Forma c, iría desde el siglo III a. de C. hasta la plena romanización

-forma d, probablemente datable desde finales del siglo III o comienzos del II a. de C. hasta el siglo I.

-forma e, quizá ya siglo III a. de C. y también siglos II y I

-forma f, del siglo III a. C. en adelante.

-forma g, como la anterior, con múltiples variantes tipológicas especialmente en lo que se refiere a los bordes en los que puede haber una evolución de sentido cronológico.

-forma h, desde el siglo III a. de C. en adelante

-forma i, quizás datable sólo en el siglo III a. de C. o primera mitad del II.

-forma j, fechable muy tardíamente; de época e influencia romanas probablemente.

-forma k, probablemente exista ya en el siglo III a. de C.; presente en los siglos II y I.

-forma II, quizá ya en uso en los siglos II y I

      Esta rápida visión cronológica de conjunto suscita diversas observaciones generales. Así la forma i {«urna de orejetas perforadas»), con modelos forasteros, sería una forma antigua en Libia que se extingue pronto. Las formas j y II son relativamente tardías. La forma d, de prototipo importado, con el vástago de la copa anillado o con nudos, empezaría o muy a finales del siglo III o a comienzos del II a. de C. El resto de las formas, es decir, la mayoría, se iniciaría con la aparición del torno en la zona, momento que caería a mi juicio, como en páginas anteriores he discutido, probablemente en la primera mitad del siglo III a. de C. Es preciso subrayar aquí la larga vida de casi todas estas formas antiguas que llegan hasta la plena y tardía romanización de Libia, fenómeno de conservadurismo cultural que sospecho afectaría también en igual o menor grado a los demás yacimientos «celtibéricos» del alto valle medio del Ebro. En Libia las cerámicas a torno «celtibéricas» siguen predominando en el siglo I d. de c. , continúan con gran predicamento en el siglo II y no desaparecen por completo hasta un cierto momento del siglo III d. de c. Sobre este punto repásese el significativo cuadro de correlación entre los niveles de las estratigrafías realizadas en Am-I-1 y Am-II-5.

 

 

B. LIBIA EN EPOCA IMPERIAL ROMANA

 

1. VISION GENERAL

     La población de Libia en época imperial temprana sigue con muchas de sus tradiciones «, a juzgar por la relación entre el número de fragmentos de tipo «celtibérico» y el de cerámicas romanas o hispano-romanas. En las zanjas Am-I-l y Am-II-5 nos pareció detectar que en un tiempo algo anterior a la aparición de la tetra sigillata en Libia (hacia mediados del siglo I d. de C.) se construyó el decumano descubieno. Tal vez el acondicionamiento, nuevo trazado o creación, de la vía hacia Astorga, ruta de penetración al territorio de cántabros y astures desde Tarraco y Caesaraugusta, contribuyó a la mejora urbanística de la ciudad. La vía romana, en estos tramos, se tiene por obra de Octavio Augusto. y en este caso también de la misma época podría ser el decumano mencionado. Tanto la vía a su paso por el territorio de Libia como la calle urbana poseen un análogo empedrado de cantos rodados.

     En Am-II-5 hallamos documentados la preparación de otra calzada de calle, superpuesta a la anterior, que se puede fechar gracias a unos fragmentos de terra sigillata hacia finales del siglo lo comienzos del II d. de C. En la estratigrafía de B-II-11 por igual fecha se construía una casa sobre los restos de otra celtibérica. Esta casa tenía ya cubierta de tejas romanas. La coincidencia cronológica tal vez sea casual, pero se encuentran en dos de las tres catas estudiadas, proporción significativa que de repetirse nos induciría a pensar en una renovación de la ciudad hacia la época de Trajano.

     Tanto en Am-II-5 como en B-II-11 tenemos otras coincidencias cronológicas que hacen reflexionar .

     En Am-II-5 la vieja calzada se renueva en un momento impreciso del siglo III d. de C. , pero muy pronto se reconstruye con otro firme de guijarros. Hacia la misma época la casa de B-II-11 es destruida por un violento incendio y rehecha rápidamente; esta nueva casa se destruye y es abandonada dentro del mismo siglo III d. de C. La calzada de Am-II-5 otra vez se recreció al poco tiempo, poniéndose un nuevo firme de guijarros, sobre parte del cual se añade enseguida otro pavimento para ensanchar la calle. Este último firme, al que no sucederá otro, es del siglo III todavía. En conjunto tenemos que en breve tiempo, quizá unos decenios, dentro del siglo III d. de C. una casa se destruye dos veces y una calzada de calle se rehace tres veces. La casa quedó abandonada a partir de esta destrucción.

      Libia debió sufrir, pues, una grave conmoción en el siglo III d. de C. , pero continuó viviendo. Los fragmentos cerámicos penenecientes a los siglos IV y V son abundantes en casi todos los estratos superiores revueltos del yacimiento. Un testimonio de la continuidad de la vida en Libia nos ofrecen las casas descubiertas en la zanja B-II-14, donde, sobre niveles de destrucción, se halló un piso de habitación fechable en los siglos IV y V d. de C. Carecemos de documento arqueológico alguno que pertenezca a la época visigoda. Un cementerio descubierto en las prospecciones de 1968 en el sector Jul, sobre estratos  celtibéricos e imperiales, proporcionó sepulturas de inhumación cristianas sin ajuar y, por tanto, sin fecha; documenta que este sector de la ciudad de Libia se hallaba destruido desde hacía mucho tiempo 58. Una tumba casualmente hallada en 1971 59 al trabajar la tierra era de un tipo análogo por su estructura de grandes losas a las del cementerio del sector Jul y gracias a dos piezas de vidrio se data en el siglo V. A pesar de este paralelo fechable no nos atrevemos a datar el cementerio en el siglo indicado, pues no tenemos razones suficientes para no situarlo en una época altomedieval muy temprana.

 

2. LIBIA EN LA EPOCA ALTOIMPERIAL

      Por lo dicho, las líneas generales de la historia de Libia en época imperial, cosiendo fragmentos sueltos, se podría resumir provisionalmente como sigue.

     a) Bajo Augusto o muy poco después la ciudad tuvo sus primeras calles empedradas siguiendo el modelo de la vía que pasaba por ella. En esta época continuaba su género de vida tradicional de raíces celtibéricas, basado en la explotación de los bosques y de la ganadería completado con una caza abundante. La cerámica del momento es también de tipo «celtibérico.. La facilidad de buenas comunicaciones proporcionada por la vía Tarraco-Asturica no aportó las clases cerámicas de comienzos del Imperio tan abundantes en las grandes ciudades. Libia parece que vive al margen de la influencia romana, que no recibe nada del mundo romano. Su mercado se limitaría al círculo comarcal o regional de las poblaciones situadas también al margen de una cultura romanizada. Tampoco a la administración romana le interesaría demasiado interferir en los peculiares modos de vida indígenas. La situación de Libia respecto a Roma puede constituir un modelo de lo que ocurría con otras poblaciones pertenecientes a regiones hispánicas, especialmente en el Norte.

     b) En la segunda mitad del siglo I d. de C. aparece en Libia la cerámica sigillata, pero no la producida en los talleres gállicos (sólo contamos con un fragmento esporádico) o itálicos sino la TS de la Hispania que va romanizándose; es una cerámica más hispano-romana, es decir romanizada, que romana. Al comienzo llega tímidamente y se va imponiendo a medida que se crean talleres comarcales y regionales. El hallazgo de moldes o punzones comprueba la existencia de alfares de TSH en poblaciones muy próximas, como los ya publicados de Tricio, ciudad posiblemente más romanizada que Libia; tenemos fotografías y dibujos de los moldes de TSH encontrados en Badarán, que se conservan en la importante colección de D. Julio Rodriguez (Seminario de Logroño) y en otra particular de Badarán 60. Quizá también tuvo pronto Libia sus propios alfares de TSH, pero no podemos confirmarlo. Sería interesante estudiar la procedencia de la TSH hallada en Libia, problema muy difícil. Nos parece que algunos productos tal vez lleguen de zonas algo alejadas, pero en su mayoría vendrían de talleres próximos. El aplastante predominio en esta segunda mitad del siglo I d. de C. de las cerámicas de tipo «celtibérico» sobre la TSH permite opinar con fundamento que el mercado de Libia se había modificado muy poco, y lo mismo cabe pensar de los modos de vida de los libienses.

     c) A finales del siglo I o comienzos del II d. de C. la construcción de una casa en B-II-11 con cubiertas de tejas y la renovación de la calzada en Am-II-5, quizá nos hable de una mayor prosperidad en Libia que coincidiría, en líneas generales, con el reinado de Trajano. Desde luego los edificios del momento, y probablemente ya en la fase anterior, se construían con buenos sillares en las esquinas y jambas. Las paredes de piedra tienen pilastras de sillares superpuestos situadas a distancias oscilantes entre 1,40 y 2 ,00 m. , aproximadamente, y entre ellas se levantan tramos de pared formados por hilados bastante regulares de mampuestos careados; el grueso del muro viene a ser de unos 45 cms. que corresponde a la anchura de los mampuestos que constituyen uno y otro lado de la pared. En el interior del muro y entre los espacios libres que dejaban los mampuestos se colocaban piedras de menor tamaño y un mortero de arcilla dura y plástica que a veces se mezcla con algo de cal. Más alta y gruesa es la gran pared encontrada en la zanja 8-1-3, junto a la cual hizo por encargo nuestro una cuidadosa estratigrafía la colega Doña Ana María de la Quadra-Salcedo; ésta es por ahora la única pared descubierta en el yacimiento que poseía un buen mortero de excelente cal y arena.

     d) En algunos casos las paredes de las casas aprovecharon para sus cimientos muros de fases anteriores. Ahora la altura de las paredes de piedra, comprendiendo las cimentaciones, oscilan normalmente entre 1,50 y 2,00 m.; ciertamente en determinadas zonas los muros abandonados del yacimiento sirvieron de cantera, pero no creemos que la altura original de estas paredes de piedra subiera mucho más en bastantes de las zanjas descubiertas con viviendas de época alto-imperial. De piedra serían únicamente los cimientos y si no toda por lo menos un alto zócalo de la primera planta de la casa. Aunque hablamos de planta primera ningún indicio nos muestra que tuviera dos plantas. Tenemos la seguridad de que una parte importante de la pared, por encima de las estructuras de piedra, era de tierra, ya de mero tapial (no documentado), ya de adobes (de los que hay abundantes muestras). Al estudiar la estratigrafía de Am-II-5 y B-II-11 hemos tratado de la contextura y medidas de los adobes, y no repetiremos aquí lo ya dicho.

     En algunos, muy pocos, casos se ha comprobado que las paredes interiores de las viviendas se revocaban con barro mezclado con algo de cal. No faltarían viviendas que sobre un elemental revoco llevaban capas de excelente estuco, pero serían pocas las casas con una decoración tan a la moda romana a juzgar por los escasos fragmentos de estuco encontrados. Este estuco a que ahora nos referimos pertenece a los siglos I y II d. de C. en Libia, debido a las diversas capas que presenta, siguiendo los cánones romanos, y a su fina superficie de tacto suave bien planchada, del característico color rojo intenso llamado «rojo pompeyano». Sin duda los operarios que trabajaron en tales estucos no residían en Libia.

     e) La ciudad se va romanizando lentamente pero con paso firme a lo largo de los siglos II y III d. de C. , como acusa el estudio de la relación entre el número de fragmentos cerámicos típicamente «celtibéricos» y el de fragmentos típicamente romanos o hispano-romanos. No conocemos el impacto de la romanización sobre aspectos no detactables a través de los restos materiales descubiertos. Según los restos arqueológicos cerámicos una plena romanización no se alcanza hasta el siglo III d. de C. Parece que durante los siglos II y parte del III Libia goza de un amplio período de paz. Los recipientes de tipo «celtibérico» desaparecen paulatinamente entre el empuje de cerámicas romanas que no se imponen violentamente, sino por su abundancia en el mercado y por la aceptación pacifica del gusto romano. La lentitud de este proceso que culmina en el siglo III d. de C. es más notable si consideramos la privilegiada situación de Libia a la vera de una importante arteria de comunicación.

     f) Dejando a un lado las cerámicas de tipo «celtibérico», los vasos romanos más ordinarios y los tardoromanos, las clases cerámicas halladas en la Libia de los siglos I, II y III d. de C., en una mirada rápida y provisional, se clasifican dentro de las variedades siguientes:

     a) Cerámicas con superficie. gris oscura, marrón oscura, o con manchas cálidas «fogoneadas»; algunos trozos oscuros tienen irisaciones metálicas. Comprende tazas carenadas de dimensiones variadas, iguales a la forma «celtibérica» muy tardía h, y también jarras.

     b) Terra sigillata hispánica. Se hallan prácticamente todas las formas estudiadas por M.A. Mezquíriz en su conocida obra sobre la TSH. Las formas lisas más corrientes son Ritt. O, Drag. 27, Drag. 15/17, Drag. 44, además de una larga serie de jarras y botellas. Entre las diversas formas decoradas predomina la Drag. 37. También aparecen formas de TSH nuevas o muy raras, que se estudian en la última parte de este trabajo.

     c) Hay algunas muestras de formas de TS clara, pero con barniz rojo (no anaranjado), más oscuro que el normal de la TSH tardía. No las hemos definido todavía con seguridad.

     d) Imitación de formas de TS confeccionadas con barros más ordinarios, casi siempre con superficies pintadas de tonos rojizos.

     e) Piezas con calidad TS que imitan formas propias de vasos comunes

     f) Platos o fuentes de la clase llamada con «engobe interior rojo-pompeyano» y sus distintas imitaciones o derivaciones.

     g) Algunas piezas con pintura gris externa

     Llama la atención la falta casi absoluta de vasos de paredes finas, lucernas y ánforas, hecho significativo que debe tenerse en cuenta a la hora de estudiar detenidamente el comercio y grado de romanización de la antigua Libia.

 

3. EL SIGLO III D. DE C. EN LIBIA

     El siglo III d. de C. se presenta en Libia, paradójicamente a la vez, como una época de renovaciones, plena romanización en lo que cabe, destrucciones amplias y abandonos de viviendas.

      a) El avance de la romanización se observa bien a través del estudio de las cerámicas, que ofrece ahora la extinción de los vasos de tradición celtibérica.

      b) Las renovaciones quedan ilustradas en la interpretación de las tres calzadas que se suceden en poco tiempo (la tercera ampliando lateralmente el decumano) halladas en la zanja Am-II-5; estas obras indican una gran actividad en la Libia de la época, apoyada por un cierto auge económico. La misma impresión se saca del estudio de la estratigrafía practicada en B-II-11, donde pereció por incendio una vivienda construida a finales del siglo l o comienzos del II d. de C. ; después del incendio ocurrido en el siglo III se reconstruye enseguida la casa. La nueva casa posee paredes revocadas y estucadas, en cambio la anterior, en teoría de mejor época, carecía de estucos. Los estucos del siglo III presentan en su dorso estrías en forma de espina de pez, con tierra arcillosa adherida mostrándonos que se aplicaban sobre paredes revocadas con arcilla. La superficie de tales estucos del siglo III d. de C. es áspera al tacto, no planchada y fina como ocurría con los pocos fragmentos de los siglos I y II encontrados en otras zanjas. Los fragmentos de ahora llevan pintura blanquecina o bien diversos colores que formarían sencillas composiciones decorativas, no figurativas, de reconstrucción imposible por la pequeñez y fragilidad de los fragmentos conservados.

      Las casas siguen construyéndose del mismo modo que en la época alto imperial: sillares formando pilastras con mampuestos entre ellas; pared de tapial o de adobes sobre el muro de piedra; cubiertas de tégula e ímbrez soportadas por armaduras de madera. Los pisos de las habitaciones continúan siendo pobres, de tierra simplemente apisonada, con o sin finas gravillas, a veces revestidos de una ligera capa blanquecina de cal o yeso. No debió Libia carecer de mosaicos, atribuibles a este siglo III probablemente, pues en una de las visitas efectuadas al yacimiento (12 agosto 1965) antes de las excavaciones recogimos unas cuantas teselas sueltas; pero en ninguna de la larga serie de zanjas de prospección practicadas desde 1966 hasta 1971 se descubrió un pavimento musivo. De momento podemos afirmar que si bien hubo algún piso de mosaico, este lujo era excepcional en los modestos edificios de los libienses.

      c) Las destrucciones del siglo III se aprecian claramente en la casa de B-II-11, que fue destruida en el mismo siglo en que se renovó. Sobre la calzada de Am-I-1 notamos un nivel de destrucción de esa época. Esta vez la vivienda de B-II-11 no se rehízo; quedó abandonada definitivamente. La calzada del decumano tampoco fue recrecida, ni de nuevo pavimentada y limpia. Se debe concluir que amplios barrios de la ciudad fueron destruidos y abandonados en algún momento avanzado del siglo III d. de C. Una dedución de esta clase lleva forzosamente a pensar que también Libia, situada en una vía muy frecuentada, sufrió los demoledores efectos de las correrías de los franco- alemanes y de las consecuencias sociales que ellas trajeron.

 

4. LIBIA TARDORROMANA

     No conocemos bien la extensión e intensidad de las citadas destrucciones dentro del entero perímetro de la ciudad. Libia, no fortificada, resistió la prueba y sobrevivió. Lo atestiguan los abundantes restos cerámicos fechables en los siglos IV y V, entre los que cabe destacar la sigillata hispánica de la forma 37 tardía y las típicas fuentes con decoración estampada que se clasifican dentro de sigillata clara D (aunque con barniz rojizo más oscuro generalmente que el de la 37 tardía). Como hemos escrito en páginas anteriores la zanja B-Il-14, unida a la B-I-2, proporcionó una vivienda con un piso fechable en tiempos tardo-romanos; se trata de una vivienda con una estructura de paredes algo distinta a la de los muros libienses de mejor época; los mampuestos están colocados más desordenadamente, sin buenas pilastras entre los paramentos y reservando los sillares para las esquinas y uniones con los muros. En la habitación parcialmente descubierta de esta casa se encontraron dos hogares rectangulares, uno al lado del otro, limitados por piedras alargadas a unos 20 cm. sobre el suelo y adosados a la pared meridional; uno de ellos conservaba los fragmentos de las tégulas planas que formaban el hogar con evidentes señales del fuego.

     En el siglo V d. de C. Libia, quizás ya del todo cristianizada, era una de las poblaciones más importantes relacionadas con la diócesis de Calahorra; así se deduce de un documento del sínodo romano celebrado en Santa María la Mayor el 19 de Noviembre del 465, presidido por el Papa Hilario, en el que se reprobaron los abusos del obispo Silvano de Calahorra en materia de ordenaciones. Se menciona la actuación de los hombres «honrados y pudientes» de las ciudades de Tarazona, Cascante, Calahorra, Varea, Tricio, Libia y Briviesca. Es de suponer que estas eran las ciudades más importantes de la zona en esa época. El orden en que se citan sigue exactamente primero la vía Tarazona-Graccuris por Cascante (omitiendo a Graccurris, hoy Alfaro, que sería ahora una pequeña población), y luego el tramo de la vía Tarraco-Asturica comprendido entre Graccurris y Briviesca. No pretendemos estudiar el documento, pero juzgamos de cierto interés hacer notar el orden de las citas para subsanar la lectura que R. Grosse ofrece de este texto en las F.H.A. 61 por ser el repertorio más divulgado entre nosotros; en las  F.H.A. entre Tricio y Briviesca se lee León: «honoratorum el possessorum (. ..) Tritiensium, Legionensium et Virovescencium civitatis». A todas luces debe sustituirse la lectura Legionensium por la de Libiensium.

     La total carencia de materiales de época visigoda hace pensar que la ciudad de Libia pereció en una de las numerosas incursiones que desde el S. VI afectaron tantas veces a la zona. De momento, no tenemos más datos arqueológicos sobre la ciudad de Libia. La excavación de una serie de tumbas cristianas que descubrimos en 1968 y la discusión de su cronología se hará a su debido tiempo.
     El abandono, ya en el siglo VI o en otra época, fue total. Parece que su nombre continúa en el de la actual y próxima población de Leiva, que se halla en el alfoz de la antigua Libia (o Livia, en algunos textos). Herramélluri, hoy más próxima al yacimiento, no heredó a Libia.

     En documentos medievales se citan varias viejas iglesias en el término de Herramélluri, de las que no quedan restos identificados; se ha llegado a decir de una de ellas, Santa María de Levatorre, que por su nombre (Levatorre) se encontraría en una zona de la antigua Libia con vestigios de fortificaciones: no  descartamos la hipótesis pero no encontramos tales torres ni otras pruebas que lo confirmen.

     En conjunto, a través de las excavaciones de la campaña de 1966, creemos haber dado un imponante primer paso en el conocimiento de uno de tantos interesantes yacimientos olvidados. Libia se nos presenta como una población «celtibérica» tardía, la única de las varias capitales de los berones de las que ahora poseemos materiales arqueológicos en abundancia. Fué una ciudad muy apegada a sus tradiciones y por ello, entre otras causas, se romaniza lentamente. Tuvo, sin duda, gran imponancia comarcal pero quedó siempre encerrada en los horizontes de su región. Dentro del mundo romano no destaca por su monumentalidad. No es comparable a Mérida, Tarragona, Córdoba, Itálica, etc. , ni tampoco a Clunia, Ampurias, Astorga, Calahorra, etc. Aquí no cabe esperar vistosos hallazgos artísticos. Libia constituye, nos parece, una buena muestra de un tipo de ciudad hispano-romana que sería muy corriente, una especie de cabeza de partido judicial actual de una región campesina. Quizás ahí radique el interés documental de Libia, sobre todo si nos fijamos en el explicable hecho de que los arqueólogos apenas hayamos prestado una atención continuada a la reconstrucción de la vida de las antiguas ciudades modestas.

 

 

NOTAS

1 A. MARCOS POUS. Trabajos del Seminario de Arqueología de la Universidad de Navarra en la provincia de Logroño durante los años 1965 y 1966. en «Miscelánea de Arqueología Riojana». Logroño 1973.9-52.
2 A. MARCOS POUS, o.c., 18-25, figs. 4 y 5 (p. 31 y 32), láms. II, III y IV.
3 Para las fuentes escritas me baso generalmente en FHA (=Fontes Hispaniae Antiquae, Barcelona 1922 ss.)
4 Sobre el «bronce de Ascoli»: CIL I, 2. 709; Dessau, ILS 8888; FHA. IV. 1937, 154 ss.; H. SCHUCHARDT. Iberische Personennamen. Rev. Int. Est. Vascos, III, 1909, 237 ss.; M. GÓMEZ MORENO, Sobre los iberos: el bronce de Ascoli, en «Homenaje a D.R. Menéndez Pidal», vol. III, Madrid 1924, 475 ss ( = «Misceláneas, I, La Antigüedad. Madrid 1949. 233 ss.).
N. CRINITI, L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone. Milán 1970.
5 Para el estudio de estos antropónimos he seguido M. PALOMAR LAPESA, Antroponimia prerromana, Enc. ling. Hisp. I, 1960, 347 55. ; M.L. ALBERTOS, La onomástica personal primitiva de Hispania, Tarraconense y Bética, Salamanca 1966; M.L ALBERTOS, Alava pre-romana. Estudio lingüístico, Estud. de Arqueol. Alavesa, IV. 1970.
6 A. MARCOS POUS, Aportaciones a la epigrafia romana de la Rioja, Berceo. 86. 1974. 124- Pero J.C. ELORZA. Esculturas romanas en la Rioja, Logroño 1975. p. 32 nota 48. da esta inscripción como inédita.
7AE. HUBNER. CIL II cf. p. 377. 395. 396 y mapa.
8E. ALBERTINI. Les divisions administratives de l'Espagne romaine, Paris 1912. 99-101; C. SANCHEZ ALBORNOZ. Divisiones tribales y administrativas del solar del reino de Asturias en época romana, Bol, R. Ac. Hist.. XCV. 1928. 388; C. GARCIA MERINO. Población y poblamiento en Hispania romana. El conventus cluniacensis, Valladolid 1975. 19.
9 Para Ptolomeo: Claudii Ptolomaei Geographia, 2 vols.. cd. K. MULLER. Paris 1883; O. CUNTZ Die Geographia des Ptolemaeus, Berlin 1923; F.J. CARMODY. L'Espagne de Ptolémée, Greebrac   (Califomia) 1974.
10 Acerca de esta fuente vid. K. MILLER. Itineraria romana, Stuttgart 1916; 0. CUNTZ. Itineraria  romana, I, Leipzig 1926; KUBITSCHEK. Itinerarien. RE. IX. 1916. cols. 2308 ss.
II Para las vías o rutas españolas del itinerario, además de E. SAAVEDRA. ya clásico. vid. ; ROLDAN, Itineraria Hispana, Valladolid-Granada 1975. con la bibliografía que se menciona.
12 Respecto al tramo en que se encuentra Libia. vid. A. BLAZQUEZ y C. SANCHEZ ALBORNOZ. Vías romanas de Briviesca a Pamplona y de Briviesca a Zaragoza, Memoria n° 18 la Junta Sup. Excav. y Antig., Madrid 1918; T. IZARRA. De Libia a Virovesca, Bol. Com. Prov. Monum. Burgos. VI. 1952.
13 La indicación que doy para Libia (Wcss. 394. 2). se refiere,. según, costumbre establecida, a  la vieja edición de P. WESSELING. Vetera Romanorum Itineraria, Amsterdam 1735.
14 F. DE P. SALAZAR Memoria sobre los sitios que ocuparon las ciudades romanas de Libia Segamunclo,  Bol. R. Ac. Hist. XXXVI, 1900, 40 ss. Ya antes A.C. de GOVANTES, Diccion. geogr. Hist. de España. Secc. III que comprende La Rioja., Madrid 1846, s. v. , señala la existencia del yacimiento arqueológico.
15 M. LAFUENTE y A. FERNANDEZ GUEVARA, Libila y Segasamunclo, Bol. R. Ac. Hist. XXXVI, 1900, 36ss.
16 CIL II 2907; J. VIVES, InscripcionesLa tinas  de la España romana, Barcelona 1971, 5427 que la sitúa en Santo Domingo de la Calzada (igual que J. UNTERMANN, Elemento! de un atlas antroponímico de la Esplaña antigua, Madrid 1965, p. 194 n° 12, pero correctamente en p. 132 n° 15, si bien no acierta en este mapa n° 53, quizá atraído por la fase «de una zona próxima a Numancia» de M.L. ALBERTOs, La onomástica... p. 192 obra que Untermann leyó antes de su impresión); F. FITA, Inscripcs. rom. de NIlIlIl de Ricomalillo, Herrllmélluri y Tricio, Bol. R. Ac. Hist., XLIII 1903, 545.
17 F. FITA, El candelabro siderlal de Herramélluri., Bol. R. Ac. Hist., XLIV, 1904, 277 ss. Para otros materiales publicados por F. FITA, vid. las notas anterior y siguiente y también: Nuevas inscripciones romanas de Caldas de Malavella  y Astorga. Bol. R. Ac. Hist., XLIV 1904, 81 ss.; Nuevas inscripciones romanas de Cartagena. Herramélluri y Astorga, Bol. R. Ac Hist. XLIV. 1904, 249ss.
18 F. FITA, Inscripcs. rom. y griegas.., Bol. R. Ac. Hist., LII, 1908, 523 ss.; A. GARCIA BELLIDO, Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid 1949, n° 149; ).C. ELORZA, o.c. 34ss.
19 G. RlTTWAGEN, Ciudades antiguas de la Rioja, p. 105-121 de sus «Estudios sobre la Rioja» Madrid 1921 (conferencia de 19-1-1920 en la R. Soc. Geográfica).
20 J. Bª MERINO URRUTIA, La Venus de Herramélluri.. Rev. Arch.. Bibl. y Mus., LX. 1954 311ss.
21 B. TARACENA, Restos romanos en la Rioja. Arch. Esp. Arq. XV, 1942. 34 y 35.
22 C. TECEDOR, Leiva de Río Tirón. Logroño 1961, 13-30, 83-90.
23 Algunos materiales hallados en este sector pueden verse en las figuras y láminas de A. MARCOS POUS. Trabajos. ..(obra citada en la nota 1).
24 A. CASTIELLA. Cata estratigráfica en una calzada de Libia de los Berones, XI Congr. Nac. de Arqueol. 1968. Zaragoza 1970. 696 ss.
25 C. MOLESTINA ZALDUMBIDE. Cata estratigráfica en una casa de la Libia de los Berones. XI Congr. Nac. de Arqueol. 1968. Zaragoza 1970. 523 ss.
26 A. MARCOS POUS y A. CASTIELLA. Estratigrafia en la zanja AM-I-1 de Libia (Herramélluri). Berceo XXX. n° 81.1970. 111-125.
27 A. CASTIELLA, La Edad del Hierro en Navarra y Rioja, Pamplona 1974 (tesis doctoral inédita), 113-120, figs. 81-86. Esta tesis se inició bajo mi dirección y al dejar yo la Universidad de Navarra fue dirigida por M. Almagro Basch, catedrático de la Universidad Complutense. La tesis de A. Castiella se ha publicado muy recientemente en Pamplona por la Institución «Príncipe de Viana», 1977.
31 A. MARCOS POUS. Trabajos. ..(citado en la nota 1). 26 y 27.
32 A. MARCOS POUS. o.c., 25 y 26.
33 Después de la redacción del presente trabajo ha dado a conocer los materiales del sector LR mi antigua alumna y ayudante A. Castiella en su tesis doctoral citada en la nota 27.
34 Págs. 303 y 307 del dactiloscri to: pág 307 308 de la publicación.
35 F. WATTENBER.G, Las cerámicas indígenas de Numancia, .Madrid 1963 (bibliot. Praehist. Hisp vol IV).
36 Págs. 258 ss. y figs. 208 ss. del original dactiloscrito; págs. 310 ss. y figs. 252 ss. de la publicación.
37 Puede también verse en la Memoria de Licenciatura. publicada. de nuestro antiguo alumno J. C. LABEAGA. Carta arqueológica del término municipal de Viana (Navarra), Pamplona. Instituc. .Prínc. de Viana. 1976. fig. 29 s.
38 Me complace recordar aquí el fragmento de borde de esta forma encontrado en mis excavaciones (1972) de la muralla de Calahorra. decorado con aves pintadas y publicado por A. Castiella en su citada tesis (fig. 259. I. y lám. XVII. 5).
39 J.C. LABEAGA. o.c., en p. 99. fig. 34 aporta otros dos fragmentos no recogidos por Castiella. 39 bis Esta pieza no consta en el dactiloscrito original de su tesis ni tampoco en la  citada  obra de Labeaga; se descubriría después y por su interés determinaría que Castiella en su tesis publicada (1977) se apartara del texto original y la incluyera como prototipo de su forma 16.
40 Si la memoria no me falla creo haber visto  hace unos trece años. "algún apéndice semejante en la colección de dón Julio Rodríguez custodiada en el Seminario Diocesano de Logroño.
41 En otro lugar de su tesis publicada (p. 121) atribuye A. Castiella estos fragmentos de «Las Pasadas» a su forma 17, que es la f de Libia.
41 bis Para los materiales de «La Hoya» que cito aquí y más abajo véase, por ahora, A. LLANOS, Poblado protohistorico de «la Hoya», Laguardia, Alava, 2. edic., Vitoria 1976, fig. s.n. en pág. 11.
42 F. PALLARES. El poblado ibérico de San Antonio de Calaceite, Bordighera-Barcelona 1965, p. 104 y nota en p. 105.
43 M. BELTRAN LLORIS. Arqueología e historia de las ciudades de Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel), Zaragoza 1976, p. 101.438, 453.454.
44 F. WATTENBERG. o. c., p. 34 ss.
45 F. WATTENBERG. Informe sobre los  trabajos realizados en las excavaciones de Numancia, Not. Arq. Hisp...VIl. 1-3. 1963. p. 132-142.
46 J.P. MOREL, Céramique à vernis noir du Forum Romain et du Palatin. Paris 1965, p. 210. 47 A. BALLAND, Céramique étrusco-campanienne à vernis noir (Fouilles de L' Ecole Française de Rome a Bolsena, III, 1), Paris 1969, p. 101-108.
48 K. RADDATZ. Die Schatzfunde der Iberischen Halbinsel  vom Ende... (Madrider Forschungen,  5) Berlin 1969, vol. de texto figs. 19.1; 22,8; 25, 2-4.
49 J. MALUQUER DE MOTES. Desarrollo de /a orfebrería prerromana en la Península Ibérica, Pyrenae 6, 1970. p. 7955.
50 D. FLETCHER. Las urnas de orejetas perforadas, VIII Congr. Nac. de Arqueol. 1963, Zaragoza 1964, p. 305 ss.
51 J.J. JULLY y S. NORDSTRÖM. Les fIases a oreillettes perforées en France et leurs similaires en Méditerranée Occidentale, Arch. de Preh. Levant.. XI. 1966. p. 99 ss.
52 S. NORDSTRÖM. La céramique peinte ibérique de la province d'Alicante, vol. II. Stockholm 1973. p. 174-176. A la larga lista de Nordström podría añadirse A. LÓPEZ MALAIX. La necrópolis púnica «El Jardin» Torre del Mar (Málaga), XIII Congr. Nac. de Arqueol. 1973. Zaragoza 1975. p. 796. fig. 3. 1.
53 W. SCHULE. Die Meseta-Kulturen der lbenschen Halbinsel (Madrider Forschungen. 3). Berlín 1969, vol. de láms., mapa 27.
54 A. BALLAND, O.C., P. 124-126.
55 F. CUADRADO DE ISASA, Formas nuevas de la cerámica de barniz rojo, XI Congr. Nac. de Arqueol. 1968, Zaragoza 1970. p. 470 ss., fig. I, 5; la fecha en el siglo IV a. de C. (p. 476).
55bis E. DE AQUILER.A, MARQUES DE CERRALBO, Las necrópolis Ibéricas. Madrid 1976. fig. 32 También W. SCHULE, o.c. .que la sitúa en la fase 2 del periodo B de la «cultura del Tajo».
56 A. JODIN, Mogador comptoir phénicien du Maroc atlantique, Tánger 1966. p. 132-139.
57 M. VEGAS, Cerámica común romana del Mediteterráneo occidental, Barcelona 1973, p. 41-49. Independientemente de M. Vegas llegué a conclusiones parecidas observando materiales de Pamplona y de «Campo Real» (vid. anículo citado en la nota 150 bis).
58 Traté de este cementerio y de otro, paleocristiano, de Alfaro (Logroño), en una comunicación al Congr. Internac. de Arqueol. Crist. celebrado en Barcelona, pero no presenté el texto para su publicación en las Actas.
59 Descubierta en la pieza de labor llamada «EI Palo», publiqué la estela con inscripción que se reaprovechó para formar la pared lateral de la fosa; describo también, sumariamente, los dos recipientes de vidrio. Vid. sobre: ello A. MARCOS POUS, Aportaciones a la epigrafía romana de la Rioja, Berceo, n° 86, 1974, inscipcion n° 7, p. 129-134.
60 J. MARTINEZ SANTAOLALLA, Nueva fábrica española de terra sigillata, Cuadernos de Historia Primitiva, III, 2, 1948, p. 144-146 (moldes de Tricio); M.A. MEZQUIRIZ TTerra Sigillata Hispánica, Valencia 1961, vol. I. p. 162 y 300, vol. II. láins. 1, 2, 205 (nO 34) y 206 (nO 35 a 39) (moldes de Tricio); E. VALLESPI, Excursión arqueológica  por el río Najerilla, Miscelánea de Arqueología riojana, Logroño 1973, p. 68, lám. II (señala el alfar de «Los Bañuelos»en Baños de Río Tobía); M.A. BEAUlRISTAIN y A. CASTIELLA, La coleccton «Julio Rodríguez, del Seminario Diocesano de Logroño, Miscel. de Arq. riojana, Logroño 1973, p. 194 y 195 (se citan moldes de «Los Bañuelos», en Baños de Río Tobía, y de «El Villaro, de Bobadilla); M.A. MEZQUIRIZ, Nuevos hallazgos sobre fabricación de sigillata hispánica en la zona de Tricio, Miscelánea arqueológica que al Profesor Antonio Beltrán..., Zaragoza 1975, p. 231-243 (moldes de Arenzana, pero que procederán más bien de Bezares según T. Garabito); T. GARABITO y M.E. SOLOVERA, Terra Sigillata  Hispánica de Tricio. I, Moldes, Studia Archaeologica 38, Valladolid 1975; M.A. MEZQUlRIZ, Hallazgo de un taller de Sigillata en Bezares (Logroño), Rev. Príncipe de Viana, nº 134-135, 1976 (trabajo que no me ha sido asequible en Córdoba); T. GARABITO y M.E. SOLOVERA, Bezares y la alfarería  romana del Valle del Najerilla, Bolet. Semin. Est. Ane y Arqueol. Univ. Valladolid, XLIII, 1977, p. 386-395 (además de Bezares hay referencias a Tricio y a «Los Bañuelos» de Baños de Río Tobía); A. BAUL, Notas de cerámica romana, Bol. Semin. Est. Ane y Arqueol. Univ. Valladolid, XLIII, 1977, p. 381 ss., lám. 11, fig. 4 (molde Drag. 37 hisp. procedente de Manjarrés, conservado en el Museo de Logroño). Don Tomás Garabito tiene en prensa su tesis doctoral titulada Los alfares riojanos y la difusión de sus productos en el Alto Imperio.
61 R. GROSSE, Las fuentes de la  época visigoda y bizantinas, Fontes Hispaniae Antiquae, fasc IX, Barcelona 1947, p. 88. Para el texto concreto que nos interesa se basa Grosse en la edición de A. THIEL, Epist. Rom. Pontif genuinae, I, 1868, p. 319.

 

Alejandro Marcos Pous

    El profesor Alejandro Marcos Pous, autor de la presente obra, estudió en las Universidades de Barcelona y de Madrid. Por concurso de méritos fue becario del C.S.I.C. en la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, especializándose en Arqueología clásica y paleocristiana a lo largo de sus casi seis años de estudios en Italia. Es doctor en Historia (Madrid) y en Arqueología cristiana (Roma), miembro del Deutsches Archaeologisches Institut (Berlín), de la Real Academia de Córdoba, fundador (con A.M. Vicent) y director de la revista «Corduba», etc.
     De 1957 a 1973 ha sido profesor de Arqueología clásica, y algunos años también de Prehistoria, Etnología e Historia Antigua, en la Universidad de Navarra, donde fundó y dirigió el Seminario de Arqueología. Desde 1974 es Profesor de Arqueología en la Universidad de Córdoba. Entre otros cursos monográficos anuales, dictó cursos de Arqueología cristiana que fueron los primeros que sobre esta disciplina se dieron con carácter regular en la Universidad española. Durante nueve veranos consecutivos fue Profesor del Curso Internacional de Arqueología de Campo de Ampurias.
     Ha realizado excavaciones arqueológicas en Ampurias, Mérida, San Pedro de Mérida, Herramélluri, Rincón de Soto, Clavijo, Alfaro, Calahorra, Muru Astrain y Córdoba. Sus prospecciones en las provincias de Navarra, Logroño y Córdoba le han llevado al descubrimiento y caracterízacíón de medio centenar de nuevos yacimientos arqueológicos. Sus publicaciones abarcan temas de Arqueología prehistórica y protohistórica, Arqueología clásica, paleo-cristiana y altomedíeval, e Historia Medieval.
     Respecto a la Rioja ya se han citado algunos de los lugares donde se han realizado excavaciones bajo su dirección; además, puede decirse que ha prospectado casi toda la provincia, en la que ha trabajado desde finales de 1964 a 1972. Dirigió también un grupo de trabajo ínterdisciplinario (de historiadores, etnólogos, historiadores del arte, arqueólogos, geógrafos y filólogos) en varias poblaciones de la cuenca del Najerilla. El profesor A. Marcos Pous se siente muy ligado a la Rioja donde ha dejado numerosas y duraderas amistades en todos los estratos sociales de las ciudades y pueblos por donde ha pasado. (Datos tomados de la solapa de la edición de 1979).
     En la fotografía el Profesor Marcos Pous durante  las I JORNADAS CULTURALES de Herramélluri (La Venus de Herramélluri)  en las que expuso, junto  Amparo Castiella, la conferencia "Las excavaciones arqueológicas en Libia (1966-1971): Expectativas y resultados" Tuvieron lugar dichas jornadas  en Herramélluri durante los días 6, 7 y 8 Octubre 2005, bajo la coordinación del  arqueólogo Pedro Alvarez Clavijo.

 

Trabajos arqueológicos en la LIBIA DE LOS BERONES

Primer premio a la investigación otorgado para 1976 por el Instituto de Estudios Riojanos
Consejo Superior de Investigacios Científicas
Patronato «José María Quadrado»
Instituto de Estudios Riojanos
Biblioteca de Temas Riojanos
Logroño
1979

 

Biblioteca Gonzalo de Berceo