Detalle de cabeza de Platón.Copia romana. El original estuvo expuesto en la Academia después de la muerte del filósofo (348 D.C) Glyptothek, Munich, Germany

 

 

I. VARIACIONES Y SIGNIFICACIÓN DE LA TEMÁTICA ALEJANDRINA

Jacques Le Goff ha llamado la atención de la historiografía sobre la necesidad de abrirle un espacio al campo de lo maravilloso político en el Medievo. Según él nos advierte, los líderes sociales y políticos de la Edad Media utilizaron lo maravilloso con fines propagandísticos1. Por nuestra parte, añadimos que estos mismos personajes poderosos no dejaron a su vez de verse influenciados por lo maravilloso político, en la medida en que también afectaba a su propia cosmovisión. Un ejemplo paradigmático de esta realidad lo constituye el ciclo del Alexandre medieval, un ciclo debido al cual la figura histórica de Alejandro Magno entró en el imaginario político como arquetipo del Rex mirabilis.

Salta a la vista que la temática literaria alejandrina, en tanto que mina inagotable de arquetipos políticos, reunía una serie de características idóneas para dibujar un perfecto modelo de príncipe. La primera y más evidente de ellas es la condición de Alejandro Magno de cosmocrator por excelencia. La universalidad de su Monarquía y los ribetes heroicos de su obtención atrajeron la atención de aquellos pensadores medievales (los más) que vieron en el Imperium, en el dominium Mundi, el principio organizador de la historia.

A la hora de aproximarnos a una tan compleja cuestión como el pensamiento político contenido en la temática alejandrina medieval hay que tener en cuenta que en la Edad Media se concebía toda obra narrativa como un sermo o una lectio moralizante, es decir, como un ejercicio de eloquentia y no únicamente de scientia2. Como Boehm y Smalley han señalado, la escolástica del siglo XII había ensalzado a la Historia convirtiéndola en la síntesis de las tres Artes del Trivium3.

Devenida sermón político-moral en tanto que magistra vitae, la Historia, en lo que tocaba a su dimensión política, no pudo evitar ser también magistra principum en tanto que speculum en el que los gobernantes veían reflejada una determinada Imago potestatis. Una ¡mago constituida por dos elementos principales: 1/ plataformas teóricas de legitimación regia en base a la exaltación de los antecesores del monarca reinante; 21 propuestas de modelos de príncipes virtuosos en los que el monarca reinante pudiera inspirarse (es esto lo que convierte a la cronística en un género especular). En fin, tanto temática como cronológicamente, resulta difícil deslindar el simultáneo florecimiento del género cronístico y el de los espejos de príncipes.

En esta dirección, Eberhard Nellmann ha llamado la atención sobre la identidad básica que comparten, en cuanto a sus contenidos políticos, cantares de gesta como la Chanson de Roland y obras cronísticas como la Kaiserchronik4. Estas obras anónimas coinciden con otras de abierta procedencia cortesana (como la Historia de Duabus Civitatibus de Otón de Freising5 o la Vita Ludovici Grossi del abad Suger de Saint Denis) en su instrumentación al servicio de la creación de un ideal de Realeza en un momento muy concreto: la consolidación en el trono de los Capeto y los Staufen a mediados del siglo XII.

Además, apunta Bernard Guenée, las biografías regias nunca fueron un género popular fuera de las cortes, en contraste con las muy leídas vidas de santos6. La única forma de ampliar el público de la biografía política era asociarla a figuras titánicas como Alejandro, Carlomagno o el rey Arturo, personajes capaces de atrapar la imaginación de los círculos no cortesanos7. Es decir, se trataba de aproximar en lo posible el género biográfico al hagiográfico en lo que este tenía de ejemplarizante: la dimensión desmedida, casi sobrehumana, de los protagonistas. De ahí la virtualidad de volcar reflexiones políticas en un romance sobre Alejandro Magno.

Ahora bien, la figura del monarca macedonio reunía otras características aún más propicias a los designios doctrinales del amplio elenco de autores medievales que trabajaron el tema de Alejandro. Hay que matizar que el exemplum Alexandri no despertaba, ni mucho menos, unanimidades en el pensamiento político plenomedieval. En cuanto al juicio moral, Alejandro Magno despertaba muchos recelos. Así por ejemplo, en el Enseignement des Punces de Roberto de Blois se postula a Carlomagno y al rey Arturo como ejemplos eternos del Rex iustus, mientras que el conquistador macedonio es denigrado como un príncipe malvado cuyo asesinato se debió a sus propios pecados8.

Una línea de pensamiento similar es defendida por el maestro Gerardo de Gales en otro reputado espejo de príncipes, el De Principis Instructione (circa 1180). Si bien el scholar galés puntualiza que Alejandro fue en esencia un hombre justo, sus numerosos vicios, sin embargo, entre los que él destaca la bebida y las mujeres, le arruinaron conduciéndole a la arbitrariedad y la tiranía, como cuando condenó a muerte a uno de sus hombres en el curso de una borrachera9. No obstante, ello no es óbice para que Gerardo de Gales nos presente a Alejandro como un Rex litteratus, un ejemplo a seguir por otros príncipes, ya que sus conquistas probarían los beneficios que la instrucción depara al gobernante10.

He aquí la piedra angular de esta cuestión. En términos medievales, Alejandro Magno fue mucho más que un héroe conquistador, puesto que para muchos intelectuales fue la encarnación de un arquetipo político: la Realeza sapiencial. Y es este el aspecto del tema alejandrino en el que vamos a centrar nuestra atención.

Por otro lado, según han coincidido en señalar Meneguetti y Boutet, las figuras del rey Arturo y Carlomagno invitaban a la exaltación del heroísmo caballeresco, la defensa de la Justicia o la vindicación del honor, virtudes propias de la militia y ajustadas al arquetipo de la Realeza en el seno del universo mental de la Feudalidad11.

En este sentido, al analizar la obra de Chrétien de Troyes, Carleton W. Carroll nos brinda un ejemplo de la competencia existente entre el arquetipo artúrico y el alejandrino. Para los Plantagenet, la figura mítica del rey Arturo se convirtió en una suerte de imagen de la supréme puissance. Una imagen literaria que pasó a formar parte del elenco de la didáctica política angevina por encima de otras como la de los reyes sajones Alfredo el Grande12 o Eduardo el Confesor. Por ello, indica Carroll, la comparación realizada por Chrétien en su Erec et Enide entre Alixandres y li rois Artus, claramente favorable a este último, tenía claras connotaciones políticas. El trovador francés pretendía así agradar a Enrique II de Inglaterra, un monarca obsesionado con la leyenda artúrica a cuyo círculo cortesano pertenecía en esos momentos13.

Y es que la virtualidad especular del mito artúrico estaba plenamente vigente en la Inglaterra de Enrique II, donde se leía con gran atención la Historia Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth (verdadero inventor del mito artúrico en su vertiente política) y donde circulaba profusamente una supuesta carta del regulus britón que contenía admoniciones especulares14.

¿Y qué cabe decir de la común veneración de los Capeto y los Staufen (cuyo canciller, Reinaldo de Dassel, fue el impulsor de su canonización por un antipapa) respecto a la imagen de Carlomagno?15. Es en este contexto de veneración por el arquetipo del emperador de la barba florida cuando un intelectual cortesano de la Francia de finales del siglo XII, el maestro Egidio de París, recurrirá a la figura de Carlomagno para componer un tratado cronístico-especular destinado a la formación del primogénito de Felipe Augusto (el futuro Luis VIII). Su Karolinus, aceptado sin discusión por la historiografía como un genuino speculum principis, aparenta ante nuestros ojos modernos ser más una biografía del emperador de Occidente que un manual político. Sin embargo, y esto no se debe olvidar de cara al análisis del arquetipo alejandrino, aquí Carlomagno es únicamente la excusa de la que se sirve Egidio de París para dibujar a su gusto un acabado exemplum Regis. Por supuesto, el maestro parisino, como no podía ser de otro modo dado el regio destinatario de su escrito, se cuida bien de que su perfil de Carlomagno se ajuste al de un instruido, prudente y virtuoso estadista antes que al del venerable patriarca senil, Rex Inutilis al fin y al cabo, que retrataban los cantares de gesta al gusto de las cortes feudales de la Francia profunda16.

En este sentido, al abordar un fenómeno ideológico medieval como el del Rey imaginario, Dominique Boutet ha distinguido con tino entre la idiosincrasia inherente al tema alejandrino y las características del mito artúrico o la leyenda de Carlomagno. La investigadora francesa ha destacado que la virtud principal que el personaje de Alejandro tuvo para la literatura medieval fue la asociación que en su persona se dio entre la caballería y la clerecía: s'il encarne un idéal complexe d'impérialisme et de quête du savoir. Es decir, entre las virtudes cardinales de Fortitudo y Sapientia11. Lo cual, en términos políticos, era hablar de una fusión de la potestas y la auctoritas en el gobernante. ¿Y qué era sino esto la soberanía? No obstante, Dominique Boutet, creemos que equivocadamente, sostiene que el arquetipo alejandrino nunca dejó de ser literario mientras que sí se podría hablar de una mitología regia, operativa en el nivel de la ideología política, en los casos Carlomagno o Arturo18.

En nuestra opinión, no es cierto que la figura del Alejandro medieval se limitara a ser heroica, sino que, como iremos viendo en este trabajo, llegó a ser un arquetipo portador de modelos de actuación regia en el seno de la sociedad feudal. La démesure alejandrina, la heroicidad alocada de la iuventus, convivió en el seno de este personaje literario con la imagen de un monarca extraordinariamente sabio y prudente. Y esta imagen sapiencial fue la que introdujo a Alejandro Magno en el universo de la teoría política medieval.

Alexander Murray ha escrito en esta misma dirección que la leyenda sapiencial propia del renacimiento del siglo XII encontró en el contexto griego la excusa para defender con ardor el papel del talento en la construcción del poder19. De esta forma, si el más célebre de los soberanos que habían conquistado imperios era Alejandro Magno, daba lo mismo que en su trayectoria real hubiera algo que sugiriera que fuera especialmente sabio. Eso fue enseguida corregido con el hecho de que Alejandro había sido enseñado por Aristóteles, el princeps philosophorum. El inmenso poder alcanzado por el macedonio se justificaba por las enseñanzas del Estagirita.

En definitiva, se podría afirmar que el tema alejandrino en la Edad Media no fue el predilecto de los intelectuales áulicos que buscaban dotar de un contenido iuscéntrico o hierocrático a la Realeza20 (pues estos prefirieron otras temáticas) sino más bien se erigió en un topos recurrente para los que querían insistir en los atributos sapienciales del ministerium regio. En realidad, el éxito del tema alejandrino en la plena Edad Media frente a figuras épicas tan sugestivas como el Rey Arturo o Carlomagno pudo deberse, entre otras razones, a esta misma característica.

Así lo han visto investigadores como Ian Michael y José Luis Bermejo. El profesor Michael ha incidido en la idea de que al autor español del Libro de Alexandre no le interesaba la temática del Rey como Fons Iustitiae sino dar una especial preeminencia al Rex scholaris. El poeta, sostiene Ian Michael, introdujo en el arquetipo del Rey ideal sus propias inclinaciones de hombre de Universidad. Este filólogo británico sigue a Raymond Willis al considerar que la figura de Fernando III el Santo fue tomada como fuente de inspiración por este scholar castellano a la hora de escribir un genuino speculum principis dirigido a la formación del joven Infante don Alfonso21. Un Infante que sería conocido en su madurez como el Rey Sabio.

Sin embargo, creemos que comete un error en su apreciación de que el concepto de Realeza del Alexandre está desconectado del de su época, no siendo el perfil sapiencial que se otorga a Alejandro Magno para él sino un producto de los particulares intereses escolásticos del autor22. Es aquí donde se echa de menos la perspectiva más amplia de un historiador de las ideas políticas. Y es que la escolástica fue el alma mater del pensamiento político plenomedieval.

Perspectiva que sí tiene José Luis Bermejo quien ve en el Alejandro Magno del Libro de Alexandre al arquetipo del Rey sabio o entendido que tanto se extenderá en la Europa medieval por influencia platónica23. Y es que, como veremos, el ideal de Realeza sapiencial que introduce el Alexandre no se puede entender sino a la luz de una corriente ideológica de alcance europeo. Además, Bermejo insiste en la virtualidad que la temática alejandrina tenía para los reyes plenomedievales constructores de Monarquías: Semejante Rey precisa amplios conocimientos. Un Rey que funda estudios y se deja guiar por los sabios, a quienes honra y ensalza. Y, como la Sabiduría viene del pasado, un Rey de tales prendas se inspirará en el ejemplo de sus antecesores... Entre los sabios, ninguno como Aristóteles. Entre los héroes, ninguno como Alejandro. Y he aquí que la Edad Media considerará maestro y discípulo a uno y otro personaje24.

En cuanto a las motivaciones subyacentes de los litterati que promocionaron la imagen sapiencial del Macedonio, el mayor estudioso del ciclo medieval alejandrino, George Cary, ha sugerido tres: 1/ demostrar, mediante el ejemplo de la relación entre Aristóteles y Alejandro, cuan importante es que los reyes tengan un tutor; 21 insistir en la utilidad que tiene para un príncipe ansioso de alcanzar fama y prestigio el rodearse de un círculo de sabios; 3/ finalmente, el laudo de Alejandro como Rex litteratus tendría el objetivo de animar a los príncipes laicos a instruirse25.

Por supuesto, además de la Sabiduría, había otras virtudes que fueron asociadas al imaginario alejandrino. De hecho, Cary prefiere centrarse en ellas antes que darle el énfasis que creemos merecía al perfil sapiencial del Rey de Macedonia. Así, el profesor de Cambridge nos habla de la magnanimitas, la ambitio, la fortitudo y la temeritas como las principales cualidades del Alejandro medieval26.

Y es que el Ideal sapiencial de la realeza no se puede hacer extensible al sinfín de romances que se escribieron en Europa entre los siglos XII y XIII en torno al tema alejandrino. Buen número de ellos optaron por una imagen heroica más acorde al espíritu feudal de los ciclos narrativos caballerescos al uso, como la Materia de Bretaña. No obstante, sí encontramos algunos parelismos con el espíritu sapiencialista del Alexandre en otras obras de temática alejandrina que se escribieron en el Occidente medieval. En efecto, la dualidad Fortitudo- Sapientia se ve reflejada nítidamente en el ciclo medieval alejandrino, en el cual se pueden discernir dos tradiciones textuales que parten desde la propia Antigüedad.

Ciertamente, la Edad Media bebió esencialmente en dos fuentes latinas antagónicas para asomarse a la leyenda de Alejandro Magno. Un antagonismo textual que llamó la atención del siempre inquisitivo Pedro Abelardo, que escribió acerca de la dissonantia hystoriographum en lo que concernía a la leyenda de Alejandro, concluyendo que el lector prudente debía elegir la versión que más le complaciera27.

La primera de estas fuentes, la Historia de rebus gestis Alexandri Magni de Quinto Curcio, hace gala de una sobriedad muy romana al presentar a Alejandro únicamente en su dimensión de héroe conquistador sin concesiones a la fantasía en sus viajes al Oriente. Una sobriedad que no estaba reñida con una toma de postura ante el héroe. Inspirándose en los textos, muy hostiles a Alejandro, de los Peripatéticos, Curcio nos brinda una descripción moralizante de la caída de Alejandro por la pendiente de numerosos vicios tras conquistar Persia, una caída en el vicio que desembocaría finalmente en su envenenamiento en el curso de una orgía. Una caída en el vicio que le conduciría a encarnar, en los escritos peripatéticos, al Rex tyrannus, un príncipe arbitrario y soberbio que hace ejecutar a aquellos de sus próximos que le reprochan su comportamiento desordenado, como Calístenes y Filotas. Y ya sabemos qué es lo que opinaba la publi-cística del Medievo de la tiranía.

Una temática, la del victor victus que degenera en Rex tyrannus, que será recogida en la Edad Media por los círculos de intelectuales clericales más reacios a la exaltación mesiánica de la Realeza a la que invitaba la figura del Rey de Macedonia. Un topos, el de la necesaria prevención contra la soberbia de los reyes, que quizá pesó en el ánimo del clérigo francés que popularizaría la versión de Curcio a la hora de escogerla como fuente de inspiración cuando, por entonces, era mucho más conocida la tradición opuesta.

En efecto, el carácter marcadamente heroico-militar a la par que moralista de la famosa versión del clérigo Gautier de Châtillon se debió a su insistencia en seguir a Quinto Curcio como la fuente de la Antigüedad más fiable. Y se da la circunstancia de que el Alexandreis de Châtillon, poema latino compuesto hacia el 1182 para el arzobispo de Reims Guillermo el de las blancas manos, representó para el público culto medieval la imagen alejandrina más asentada. Este Alejandro militar, sin atisbos de poseer la sabiduría carismática de otras tradiciones textuales sería, paradójicamente, el Alejandro de la Escolástica28.

Acaso porque era muy apropiado para el gusto clerical, tanto por su correcta métrica horaciana como por la ausencia de peligrosas connotaciones monárquico-mesiánicas, acabó siendo la versión canónica del mito que se leyó en las aulas del Arte de Gramática, primero de París y luego de casi todas las Universidades del Occidente medieval29. Incluida, claro está, Palencia.

Fue por ello por lo que el autor castellano del Libro de Alexandre, procedente del círculo escolar palentino, se guió principalmente por el Alexandreis de Châtillon a la hora de dar una coherencia narrativa a su obra. Ello a pesar de que el espíritu que le animaba era bien diferente al del orator de la corte arzobispal de Champaña. Más bien habría que decir que opuesto. Ya que si el autor del Alexandre bebió en la versión de Châtillon, sin embargo el leit-motiv de su narración lo extrajo de otra parte.

Recurrió a la segunda tradición textual alejandrina, la más difundida en la Edad Media y también la más confusa. Era esta la tradición más orientalizante y fantasiosa, la que sembró en las ingenuas mentes del vulgo medieval esa imagen legendaria de un Alejandro cuyos atributos eran más los de un poderoso demiurgo que los de un general. Y era también la tradición que hablaba de un' Alejandro sabio entre los sabios30.

Iniciada en el siglo III por un opúsculo escrito por un griego de Alejandría, la Vita Alexandri del Pseudo-Calístenes tuvo una azarosa y compleja trayectoria textual. Recogiendo el acervo sapiencialista inherente al pensamiento pitagórico y gnóstico tan en boga en la Alejandría del siglo III, el Pseudo-Calístenes dibujará con mano maestra un Alejandro sabio, hijo de un mago egipcio, si cuyo principal designio es el dominium Mundi, no lo es por la gloria de las armas sino por el conocimiento fabuloso que le detraen las exploraciones científicas que emprende en el curso de sus expediciones. Las maravillas de la India o la leyenda de las amazonas importan aquí más que la pericia táctica o el ardor desplegados en la batalla de Arbela. Quizá ello explique la enorme difusión que tuvo en una Edad Media siempre proclive al mundo de lo imaginario.

A partir de la versión tardorromana de Julio Valerio (conocida luego como el Epitome Iulii Valerii), el Pseudo-Calístenes se introdujo definitivamente en el Occidente altomedieval merced a la reelaboración del tema que llevó a cabo a finales del siglo X un arcipreste de Ñapóles, León. Su Historia de Proeliis será la fuente principal del profuso ciclo de romans de temática alejandrina en lengua francesa. Entre 1120 y 1180 se suceden las versiones en lengua romance de Alberico de Pisancon, Eustache (Fuerre de Gadres), Lamberto el Tuerto (Alexandre en Orient), el Anónimo del Poitou, Pierre de Saint Cloud y el anglo-normando Tomás de Kent (Le Román de Toute Chevalerie)31, adivinándose en ellas un proceso de curialización del tema, al que se le van dando tintes cada vez más al gusto courtoise. Hasta llegar al gigantesco Román d Alexandre, compuesto por el normando Alejandro de Bernay hacia 1177, el equivalente al Alexandreis de Châtillon para el mundo trovadoresco. Este conjunto de romances, a pesar de ser formalmente muy similares a las canciones de gesta de otros ciclos caballerescos, presentaron a su auditorio feudal un mundo bien diferente al que estaban acostumbrados a oír describir a los trovadores. Como ha escrito Reto Bezzola, la epopeya alejandrina era principalmente, al fin y al cabo, una exaltación de la Antigüedad clásica con todo lo que ello conllevaba en cuanto a glorificación del Imperium y las Siete Artes32. Y, lo que es más importante aún, se detenían (si bien desde cierta tosquedad cultural propia del ámbito trovadoresco) en la educación de Alejandro y en sus cualidades sapienciales.

 

 

II. LA PARADÓJICA VERSIÓN ESCOLÁSTICA: EL ALEXANDREIS Y EL SAPIENCIALISMO PARISINO

Lo primero que llama poderosamente la atención en el largo poema de Gautier de Châtillon es la significativa ausencia del capítulo de apertura sobre la infancia y educación de Alejandro. Una ausencia que es toda una declaración de intenciones. La insistencia de la tradición textual derivada de la Historia de Proeliis en los episodios sapienciales de la infancia de Alejandro, en particular en la paternidad del sabio faraón egipcio Nectanebo33 o en la esmerada educación que recibió de Aristóteles34, se ve reducida en el Alexandreis a un discurso del Estagirita a su regio discípulo cuando este contaba doce años. Y es que el orator al servicio del arzobispo de Reims estimó que la instrucción que el monarca macedonio hubiera podido recibir carecía de interés de cara a describir su trayectoria vital.

Una opción reveladora en dos direcciones: Gautier de Châtillon no pretendía que su obra se amoldara a los esquemas de los specula principis, en los que un episodio así nunca se hubiera silenciado. Además, ello implica una consideración fundamental: la virtud de la Sabiduría no era para él un vector definitorio del officium Regís. De todas formas, la trayectoria intelectual y vital de Châtillon muestra de forma palmaria donde estaban sus fidelidades.

Así, cuando escribió un poema en torno a la coronación en Reims de Felipe Augusto, despachó la descripción de la ceremonia sin mencionar siquiera al joven Rey. En cambio, centra toda la atención en el tío del monarca, el arzobispo Guillermo, su señor, de quien realiza un exaltado panegírico: en este personaje, escribe, han confluido la fuente de la gracia, el rigor de la justicia y el río de la misericordia. Pero no todo son alabanzas estereotipadas, Gautier también desliza un mensaje político: en la sede de Reims residen las dos espadas de Pedro, instrumento de la salvación y salvaguarda contra los enemigos del Reino35. Resulta evidente, pues, que el maestro Gautier era un decidido partidario del agustinismo político.

Por otra parte, no es menos cierto que una línea de pensamiento antisapiencial resulta difícilmente contextualizable en el seno de la corte arzobispal de Reims, en la que residían en aquellos años maestros de la talla de Juan de Salisbury36, Pedro de Celle37 o Esteban de Reims, bajo cuyo magisterio se formó el propio Gautier de Châtillon38. En este círculo intelectual se forjó además una de las obras gnómicas que más circulación alcanzó en el Occidente medieval, el Moralium Dogma Philosophorum39. Una corte tan próxima por otra parte a la de los muy instruidos y sapiencialistas condes de Champaña Enrique el Liberal y María de Francia, en donde brillaban figuras literarias como Andreas Capellanus o Chrétien de Troyes40.

Precisamente, en estos mismos años Juan Le Venelais dedicaba al sages et courtois conde de Champaña su Venjance Alixandre, una variación romance sobre la temática de la muerte del conquistador de Asia41. Por lo tanto, no se puede poner en duda el ambiente cultural en el que sé movió Châtillon, él mismo un hombre de amplia formación escolar y teológica, como demuestra su Líber de Trinitate, una obra cuya lectura demuestra que nos encontramos ante alguien poseedor de un pensamiento complejo, ni mucho menos un simple trovador. Acaso, el fondo de la cuestión sea tan sencillo como esto: el auditorio al que estaba dirigido el Alexandreis no era regio sino principalmente nobiliario y a la nobleza aún no se la consideraba un receptáculo adecuado para un discurso sapiencialista.

Por tanto, hay que considerar la posibilidad de que quizá tras el hilo argu-mental del Alexandreis subyazca un claro y meditado pensamiento político que excluyera a la Sapientia de entre las potencias del alma de los gobernantes laicos, reservándola al clero. En ese caso, ¿es el largo poema de Gautier de Châtillon fruto de una formulación subliminalmente hierocrática? En cualquier caso, lo que sí nos queda claro es que el clérigo francés excluyó deliberadamente el sapiencialismo regio (que no le era desconocido) de su poema. Un poema, no lo olvidemos, dirigido a los ojos de un arzobispo de quien era franco deudor y de quien hace un breve laudo en los primeros versos del Alexandreis proclamándole pacificador de su turbulenta diócesis. Tampoco es un dato para tirar en saco roto el que Gautier de Châtillon actuara en varias ocasiones como embajador en Francia del campeón de la causa hierocrática en Inglaterra, el arzobispo Tomás Becket42. Prelado, por cierto, con ocasión de cuyo asesinato Gautier escribió un apasionado y colérico poema de denuncia43.

Curiosamente, un brillante clérigo inglés estrechamente ligado a Becket demostró tener una mala opinión del Rey macedonio. Nos referimos a alguien tan insigne como Juan de Salisbury, a quien ya hemos situado en la escuela catedralicia de Reims. Su celebérrimo Policraticus, al abordar la cuestión del castigo que Dios reserva a los reyes que practican la injusticia (esto es, la privación del Reino a sus descendientes) cita el ejemplo de un Alejandro sin sucesores de su sangre44, mientras que en otro pasaje utiliza un conocido fragmento de Justino en el que se compara a Alejandro con su padre, Filipo, de forma muy desfavorable para él, acusándole de estar dominado por el vicio de la envidia45.

Una cuestión harto más compleja supone explicar la aparente contradicción de un Juan de Salisbury, significado adalid del sapiencialismo político, inmerso en una línea de opinión antialejandrina. Acaso la clave esté en el talante hierocrá-tico del Ideal sapiencial defendido por el genial obispo inglés46.

No se puede negar la existencia de un cierto discurso político en el sagrado néctar que, según Châtillon, fueron las palabras de Aristóteles de las que se imbuyó el joven Alejandro. Los puntos fuertes de este discurso inicial de Aristóteles que abre el Alexandreis son cuatro. En primer lugar, como tema dominante, el cultivo del amor patriae, que se traduce en una airada exhortación del Estagirita a coger las armas para acabar con la tiránica opresión persa y rescatar a la yacente patria macedónica47.

A continuación, se insiste en la preponderancia de la virtud por encima de las riquezas y la gloria del linaje, declarándola redentora de la patria y fundamento de la auténtica nobilitas4*. En tercer lugar, Aristóteles advierte a su discípulo acerca de la importancia de preservar incólumes las jerarquías sociales: el joven monarca debe consultar a los proceres y despreciar a los siervos mendaces, ya que, concluye, lo que la Naturaleza ha humillado no debe ser exaltado por los gobernanes49. El viejo topos de la necesaria inmovilidad de los órdenes sociales, siempre tan del gusto del conservador episcopado francés50, aparece aquí con fuerza. Toda una declaración de principios en contra de la movilidad social de los ministeriales. Châtillon incluso se permite una observación acerca de los siervos que han sido elevados a la cima de los honores por sus señores: son, según pone en boca de Aristóteles, equiparables a áspides ferocess>. Este tópico social se repite con fuerza en el Román d'Alexandre (I, v. 344) donde también Aristóteles advierte a Alejandro contra la elevación a altas dignidades de los siervos. El cuarto principio político enunciado por el Aristóteles de Châtillon es el culto a la Justicia52. Un culto a la Justicia que se equipara al de la patria53 y que va acompañado de una apasionada denuncia de la tiranía asociada al despotismo persa, en tanto que actuación inicua que atenta contra las leyes. Una definición que desde el Rex a recte regendo de San Isidoro de Sevilla fue repetida en la Edad Media hasta la saciedad.

De esta forma, la expedición al Asia de Alejandro reuniría ambas fuentes de legitimación: es una pugna pro patria, sí, pero también es un bellum iustum contra un tirano54. Una enunciación previsible, dado que, como ya hemos señalado, la Imagen iuscéntrica de la Realeza fue la preferida por una amplia corriente del pensamiento medieval55. Lo que ya no es tan previsible es la mención de la Virgo Astraea56, una alegoría pagana de la dea Iustitia descendida de los cielos, un lugar común en los escritos de los publicistas gibelinos de Italia que uno no esperaría hallar en el poema del orator protegido por el arzobispo de Reims57.

Así pues, cuatro son los principios arquetípicos que Châtillon consideraba debía encarnar la Realeza: celo patriótico, virtuosismo moral, preservación del orden social y administración reverente de la Justicia. Quizá el más novedoso de ellos sea el primero, bastante infrecuente en la publicística medieval del siglo XII, en la cual la idea de una Res Publica Christiana universal aún estaba vigente por encima de cualquier sentimiento de pertenencia nacional. Esta apelación al amor patriae de Châtillon es, sin duda, fruto de su lectura entusiasta de los clásicos y acaso no sea sino una fórmula prestada, no asumida del todo. En cualquier caso, Bouvines y toda la fanfarria patriótica de los publicistas al servicio de Felipe Augusto estaban ya a la vuelta de la esquina58.

Resulta, pues, evidente que la Sabiduría no se contaba entre los supremos principios que Châtillon estimaba debían imperar en el alma de los reyes. Pero es que parece que tampoco las enseñanzas de Aristóteles estaban destinadas a instruir (en el sentido sapiencial del término) al joven Alejandro. En el relato del poeta francés se remarca que las palabras de Aristóteles tenían como objeto despertar en el Rey de Macedonia el amor belli y el deseo de reinar, de forma que le temieran todos y se le sometieran las cuatro partes del Mundo59.

Todo ello de acuerdo con la Imago Regís que, a partir del conquistador macedonio, Châtillon construirá a lo largo del resto de su extenso relato. Efectivamente, los adjetivos que le dedica son de una gran plasticidad heroica: miles emeritus60, indomitus, vehemens audacia Regis61, Macedum fortissime62...

Ahora bien, no todo se reduce en esta obra a un canto a las virtudes guerreras del macedonio. Gautier de Châtillon va a introducir también, aunque en menor medida, otros lugares comunes propios de la cosmovisión medieval. Entre ellos destaca el ideal del Rex pacificus63, al que hace una breve pero entusiástica loa con alusiones al cuerno de la abundancia, los campos feraces y la fuerza estabilizadora de la clemencia y la misericordia regias64. Nos topamos también con una descripción de la coronación de Alejandro en Corinto que sirve de pretexto al autor para evocar una corte y un ceremonial bastante medievales. Insistiendo en la idea pactista de un Rey consultor procerum, Châtillon aprovecha para ponderar positivamente el papel que los paires cubiertos de canas desempeñaban en los negotia belli de Macedonia, pues su era su derecho, dice, disponer de todo el Reino65.

¿Estaba pensando Châtillon en el episcopado francés como ejemplo de séniores Regnil Lo único cierto es que aquí, excepcionalmente, sí se decide el poeta francés a establecer una jerarquización de base sapiencial. Recuperando la dualidad iuniores-seniores y atribuyendo (lo que es algo inveterado en la tradición literaria universal) a estos últimos la Sapientia, proclama refiriéndose a los ancianos paires de Macedonia: Imperat ingenio, et Néstor succumbit Achilli 66. Esto es, el iuniorem Alexandrum, prototipo de miles heroico, reencarnación de Aquiles, tiene que dejarse guiar por los sabios consejos de los séniores. Como nos explica Claude Carozzi, no otra cosa pretendía Adalberón de Laon cuando otorgaba al rey Roberto el Piadoso los atributos de la juventus (belleza, fortaleza...): subordinarle a la tutela de los preceptores Mundi, el ordo de los sabios obispos, mediante su fijación en el orden de los bellatores6'1'.

Resulta altamente significativo que en la única ocasión en la que Châtillon se decide a invocar la superioridad de la Sapientia sobre la Fortitudo subyazca un intento de subordinar la Realeza a la auctoritas de un consejo de ancianos (¿Sínodo episcopal? ¿Curia regis?). Y es que el pensamiento político de Châtillon, portavoz en último término del arzobispo de Reims y hombre de confianza de Tomás Becket, se transparenta en este pasaje: un Alejandro Magno bellator es lo que conviene de cara a la construcción de una Imago Regis hierocrática. Esta y no otra sería la explicación de que el Alejandro escolástico se convirtiera, paradójicamente, en un Alejandro guerrero.

Ahora bien, la formulación hierocrática de Châtillon no quedó sin cierta respuesta. Algunas décadas después, desde el círculo intelectual de la curia regia, otro clérigo, Guillermo el Bretón, al componer para el heredero del trono (el futuro Luis VIII) la Philippide, una epopeya laudatoria de la figura de su padre, Felipe Augusto, se acordará del Alexandreis y de su autor. Tanto es así, que los primeros versos de su obra están dedicados a interpelar poéticamente a Gautier, cuyos versos vagabundos habrían alcanzado ya una fama vociferante, con el propósito de reclamar para el Rey cristianísimo, Felipe Augusto, el vencedor de Bouvines, una gloria y una virtud no menores que la pomposa y altisonante del pagano conquistador macedonio68.

Debemos concluir entonces que la tradición textual alejandrina de inspiración sapiencial apenas tiene presencia en el Alexandreis de Châtillon. ¿Apenas? Salvando una ligera excepción. Curiosamente, la leyenda de Nectanebo y la inquietud por el saber de Alejandro Magno se asoman por un momento al largo poema latino, unidas en un mismo episodio. Es como si se le hubiera escapado al clérigo francés un retazo leído en las fuentes afectas al Pseudo-Calrstenes. Un retazo que reúne todos los elementos arcanos y sapienciales propios de estas fuentes. En efecto, Gautier de Châtillon describe un breve encuentro entre el conquistador macedonio y el astrólogo egipcio Zoloas (nemo peritior astris, dice de él Châtillon, que aprovecha la presentación del personaje para brindamos un alarde de sus conocimientos astronómicos).

Resulta extremadamente interesante el diálogo que sostienen ambos por lo que revela del pensamiento de Châtillon. Zoloas, temiendo por su vida al ver la ira del Rey, comienza su alocución negando cualquier implicación con las prácticas nefandas de Nectanebo69 (lo cual nos aclara el papel negativo que el faraón exiliado representa para la cosmovisión del clérigo de Reims: encarna el arquetipo del brujo, no el del sabio como en otras obras alejandrinas). A continuación formula una admonición retórica en la que invita a Alejandro, en quien alaba la encarnación de la virtud de la militia y la corona del triunfo, a aniquilarle, advirtiéndole, eso sí, de las consecuencias de este acto: clausurará el arca septiforme de la Sabiduría. Alejandro, apiadado, le responde que no quisiera destruir un hospitium tantis Artibus y que su espada nunca se ensangrentará con un cerebro conocedor de tantas cosas10.

El tono sapiencialista inherente a este diálogo es palmario pero particularmente interesante nos parece la mención de la Septemplicis Arca Sophiae, una fórmula consagrada para aludir a los Siete dones del Espíritu Santo (encarnados en las Siete Artes Liberales). Una fórmula que pertenece plenamente a la tradición sapiencialista desde los tiempos carolingios71 y cuyo uso revela que la formarión escolástica de Châtillon le tuvo que poner en contacto con ese espíritu, característico del renacimiento del siglo XII.

 

 

III. LA TRADICIÓN ROMANCE ALEJANDRINA: LA FUSIÓN DE LA SAPIENTIA Y LA FORTITUDO EN UN NUEVO ARQUETIPO REGIO

Cuando, hacia el año 980, un arcipreste de Nápóles llamado León se trajo de Constantinopla una obra griega, hasta entonces perdida para el Occidente medieval, no podía, ni mucho menos, sospechar la inmensa corriente textual a la que estaba dando inicio. Su traducción latina de la Istoria Alexandron tou Makedonos del Pseudo-Calístenes, intitulada Nativitas et Victoria Alexandri Magni pero ampliamente conocida en Occidente como Historia de Proeliis, conoció un éxito entre el público medieval sin parangón, contabilizándose más de medio centenar de versiones romances vertidas en más de treinta idiomas72.

Como ya hemos dicho en un capítulo anterior, la virtualidad básica de la introducción de esta tradición textual griega en el Occidente latino consistió en el reforzamiento de la asociación de la figura de Alejandro Magno con una imagen sapiencial de la Realeza. Significativamente, el único ejemplo que hemos encontrado de una imagen sapiencial medieval del Rey macedonio que sea anterior a la introducción del Pseudo-Calístenes nos lo ofrece un texto político, en concreto, un espejo de príncipes carolingio.

En efecto, en su famoso De Ordine palatii, el arzobispo Hincmar de Reims cita a Quintiliano con el propósito de utilizar el exemplum Alexandri en una vía bastante pareja a la que vamos a encontrar en los textos del siglo XII: como símbolo del Rex sapiens etfortis. De nuevo, Alejandro se nos aparece como arquetipo regio en un aspecto muy concreto: la fusión en su persona de las virtudes cardinales de Fortitudo y Sapientia73.

Precisamente, esta unión en un cosmocrator de ambas virtudes, normalmente envueltas en una eterna dialéctica, será el eje temático cardinal del ciclo de romances medievales que bebieron en la Historia de Proeliis del arcipreste León. Pero, antes de nada, asomémonos brevemente al texto matriz, la obra del Pseudo-Calístenes, ya que en ella se prefigura la temática sapiencial alejandrina que haría fortuna en el Medievo.

Desde el primer capítulo, el Pseudo-Calístenes, claro deudor del sapiencialismo gnóstico de la Alejandría del siglo III, nos anuncia su ideario. Al introducir el episodio de la paternidad de Nectanebo, el anónimo escritor griego inicia un laudo de la sapiencia de los egipcios, pueblo sapientísimo que ha amansado las olas del Mar, ha trazado las mediciones del Nilo y establecido la posición de los astros en el Cielo. Una nación de sabios que, sobre todo, habría transmitido al Mundo el poder dominador de la Inteligencia 74. Una declaración de principios en cuanto a las relaciones entre conocimiento y poder a la que será fiel el Pseudo-Calístenes a lo largo de su escrito.

En franco contraste con Quinto Curcio, el Pseudo-Calístenes da gran importancia a la educación de Alejandro. Eso sí, a diferencia de otras versiones, reparte el honor de ser el maestro de Alejandro entre siete sabios, cada uno de ellos encargado de instruirle en una disciplina. Una instrucción que completarían más adelante en la India diez gimnosofistas. De esta forma, el papel de Aristóteles queda algo disminuido con respecto al que ejerce, por ejemplo, en el propio Libro de Alexandre. A propósito de esto, las palabras de los atenienses respecto a la educación de Alejandro están cargadas de significado: el padre (el rey Filipo) se crió en el ambiente brutal de las guerras, pero Alejandro está educado por las enseñanzas de Aristóteles y nos había solicitado esa educación. Por tanto, se arrepentirá al ver a nuestros maestros y tendrá rubor en presencia de los que le educaron para la Monarquía75. No es necesario insistir demasiado en la importancia de este concepto: educatio ad Monarchiam. El matiz es fundamental: la instrucción de los reyes no es meramente un adorno humanístico o un intento por cultivarles, es una preparación para reinar rectamente.

Volviendo de nuevo a la dualidad Fortitudo-Sapientia, el Pseudo-Calístenes nos brinda dos «perlas» en este sentido. Oigamos a Alejandro dirigirse a sus soldados: Vosotros, veteranos, reforzad el campamento con vuestros consejos, ya que también el guerrear tiene necesidad de la inteligencia. Si vencemos la victoria se atribuirá a la prudencia de nuestros consejeros76. No menos contundente es esta otra afirmación: Nada puede un ejército sin la prudencia de su Rey77.

Siguiendo las pistas que nos da Ernst R. Curtius, podemos entrever de donde tomó el Pseudo-Calístenes esta temática que con tanta insistencia seguirían los romances medievales. El anónimo autor de Alejandría bebió en los clásicos griegos para recrear en su versión de la epopeya alejandrina el epista-menos polemizein («conocimiento bélico»), un tema inaugurado en la Ilíada. Y es que el poema homérico presenta al equilibrio de fuerza y entendimiento como la suma de las virtudes guerreras (cf. Ilíada VII, 288)78. Aún más, como nos indica Curtius, el conocimiento bélico de Homero y la bellandi perítia, introducida por Dares en su muy leída en la Edad Media De excidio Troiae, pueden compararse con ciertos giros medievales de este tenor que fueron tomados prestados de la Vulgata de San Jerónimo79.

Por no demorarnos en exceso, sólo un apunte más del Pseudo-Calístenes. Los pasajes del Alejandro Magno más «científico», que más abiertamente subordina sus expediciones militares a la búsqueda del conocimiento, aquél que hace venir a astrólogos y geómetras con el fin de construirle un vasculum in quo valerem descenderé in profundum maris et perquirere admirabiles bestias quae ibi habitant, pertenecen a la imaginación del desconocido pitagórico de Alejandría a quien conocemos con el nombre de Pseudo-Calístenes. Y de todos es conocida la importancia que dio el autor del Alexandre a estos pasajes a medio caballo entre los mirabilia medievales y la ciencia experimental moderna, pasajes que quizá sean la expresión más plástica y bella del Ideal sapiencial medieval. El autor del Libro de Alexandre conoció esta tradición sapiencial alejandrina a través de la principal de las versiones romances de la Historia de Proeliis del arcipreste León: el Román d`Alexandre 80. Raymond Willis ha especificado algunas de las deudas que contrajo el anónimo poeta castellano, destacando por su trascendencia los pasajes que atañen a los aspectos más sapienciales de la peripecia vital del conquistador macedonio: su educación y sus exploraciones científicas por mar y aire 81.

En lo que atañe propiamente a la dimensión ideológica del Román d'Alexandre debemos prestar atención a la erudita tesis doctoral de Charles Brucker sobre la noción de Sabiduría en la literatura romance francesa de los siglos XII y XIII. Brucker señala que en los quince mil versos del Román d'Alexandre hay cuarenta y cuatro utilizaciones del adjetivo sage, una proporción muy alta en comparación con otros cantares coevos. Además, la palabra Sagesse recibió en la obra de Alejandro de Bernay una nueva acepción desconocida hasta entonces en la literatura francesa medieval: puissance. Una acepción asociada, en algunos versos, a la imagen, familiar para nosotros, de un Alejandro Magno conquistador en tanto que sabio82. No menos sapiencial es la alusión del Román a toute la Sapience du mont que, asentada desde antiguo en la ciudad de Corinto, iluminaba a Grecia, permitiendo la expansión del Reino (de nuevo, la asociación entre conocimiento y poder): et par trestout la regne espandue et portee 83. Sin duda, tenemos aquí un reflejo de un topos de la literatura medieval, el de la translatio Studii, que quería que el Studium tuvo su prístina sede en Grecia antes de que París recogiera el testigo.

Como quiera que sea, la verdad es que algunos pasajes sapienciales del Libro de Alexandre parecen calcados del Román d'Alexandre 84. No en vano, Reto Bezzola ha escrito que los capítulos iniciales del Román d'Alexandre, especialmente en la versión de Alberico de Pisancon, nos ofrecen un completo programa de educación principesca, con el fin de trazar la personalidad de un futuro soberano que posee tanto la Sapientia como la Fortitudo 85.

El Alejandro de Alberico posee la Sabiduría en totas Arz domina el griego, el latín, el hebreo y hasta el armenio. Además, sabe tocar la lira, escribir sobre pergamino (¡esta necesaria precisión es en sí sintomática de la escasa preparación intelectual de la aristocracia francesa del momento!) y también posee amplios conocimientos geográficos y astrológicos 86. Tal y como dice Bezzola, en la mente de Alberico toda esta gama de saberes es una parte sustancial de la courtoisie (la palacianía del Libro de Alexandre) que se le debía exigir a un príncipe. Se constata aquí claramente una evolución de la mentalidad caballeresca.

Ya no basta con saber cazar y guerrear, virtudes loadas por los cantares de gesta más arcaicos. Ahora ocupaciones como el saber hablar con propiedad de amor a las damas o jugar al ajedrez se introducen en la imagen del príncipe ideal, dentro de un proceso general de refinamiento de las costumbres87. Lo cierto es que la profusa enumeración de virtudes corteses que brinda el Román d'Alexandre hubiera hecho las delicias de Norbert Elias a la hora de precisar lo que él llamaba el ethos de la sociedad cortesana 88: onestaz, dignitaz, Sapientia, conseyl, bontaz, prodeltaz...

Algo que vemos aumentado, si cabe, en la versión posterior del Román compuesta por Alejandro de Bernay. En su edición de esta obra, Laurence Harf subraya la propuesta de modelo de gobierno contenida en ella, una propuesta de didáctica política que la convertiría en un miroir de princei 89. En el propio epílogo de Alejandro de Bernay, este escribe que el público al que va destinada su obra está compuesto por li rois qui son roiaume veut par droit governer et li prince et li duc qui terre ont a garder 90. Desde luego, mayor claridad de intenciones no se puede pedir. Unas intenciones que se ven plasmadas con rotundidad al abordar Alejandro de Bernay la educación del joven príncipe macedonio. Tras subrayar que en su persona se combinan el conocimiento y la bravura (preus et de bon ensient: enésima mención de la dualidad Fortitudo -Sapientia), recurre a una hipérbole para dejar clara la condición sobrehumana de la sabiduría alejandrina: sabía más a la edad de siete años que otro en cien91.

Estas dos caracterizaciones de Alejandro, esto es, la sapiencialización y la curialización de su figura, se extendieron a un amplio número de romances producidos por el Occidente medieval. En uno de los más tempranos (circa 1140), claramente influenciado por la versión de Alberico de Pisançon, la Alexanderlied del clérigo alemán Lamprecht, nos sorprende un Alejandro de doce años juzgando casos criminales bajo la tutela de uno de sus siete maestros92. Puede que tengamos aquí una pequeña muestra de idealización de Alejandro Magno en la línea de la Realeza cristocéntrica (¿rememoración del episodio de un Cristo niño disputando sabiamente ante los doctores del Templo?). En cualquier caso, en esos años tan tempranos del ciclo alejandrino, aún se veía la historia del Macedonio casi como un episodio bíblico, más asociado a los hermanos Macabeos y la profecía de Daniel sobre los Cuatro Imperios que a la historia clásica.

Por ello, no debe extrañarnos la insistencia de Lamprecht en recordar a lo largo de su obra que el más grande de todos los reyes había sido Salomón93.

Teniendo en cuenta la tolerancia hacia el paganismo que muestra la Alexanderlied, acaso la explicación de esta jerarquización se deba a que Alejandro aún no ocupaba la posición de parangón del Rex litteratus. Nos podemos hacer una idea de cuanto cambiaron las cosas en un siglo, de como caló en el Occidente medieval la idea que asociaba a Alejandro Magno con la Sabiduría echando un vistazo a una obra tan «exótica» como la Kronika o Alexandru Velikem, una versión checa en prosa de la Historia de Proeliis compuesta en torno al año 1265. Esta obra contiene un explicit de la cosecha del autor bohemio que resulta suficientemente expresivo: Y así acabó la vida de Alejandro el Grande de Macedonia, hijo del Rey Filipo, quien sometió y conquistó todo el orbe gracias a su prevaleciente gran sabiduría94. Creemos que sobra cualquier otro comentario pues es palmaria la conclusión a la que había llegado el anónimo autor de Bohemia.

 

 

IV. EL ALEXANDER MIRABILIS COMO ESPEJO DE FRIDERICUS STUPOR MUNDI: IMPLICACIONES POLÍTICAS DE UN SAPIENCIALISMO LITERARIO

De un tremendo interés resultan las versiones de la Historia de Proeliis auspiciadas por el más grande de los reges litterati del Occidente medieval (con la sola excepción de Alfonso X): el emperador Federico II. No es este el lugar para esbozar siquiera el perfil de Rex sapiens que cultivó con esmero el brillante déspota siciliano. Evidentes razones de espacio lo impiden. No obstante, sí apuntaremos que el sapiencialismo federiciano, radicalmente laicista debido a su averroísmo de origen, no se limitó a la mera actuación personal del emperador como protector de las ciencias y de las Letras. Se produjo asimismo una acabada teorización en torno al papel iuscéntrico que la Sabiduría debía desempeñar en la Monarchia Mundi staúfica.

La Sabiduría staúfica es, ante todo, una eruditio legum, siendo aquí los sabios los juristas y el emperador la Lex viviente. Como puso de relieve Ernst Kantorowicz, los juristas imperiales construyeron una audaz teología política que fusionaba dos imágenes paganas: Sophia y Astraea (Sabiduría y Justicia)95. Aquí, a diferencia de los casos de la Realeza feudal normanda, capeta o anglo-angevina, el Rex iustus no es alternativo, ni mucho menos, al Rex litteratus.

Una teorización resumida en el antiguo adagio arma et leges 96, en el que la jurisprudencia era un sinónimo de las Letras, en tanto que culmen de las Artes e instrumento primordial de la potestas armada. Un ideal de Sabiduría iuscéntrica, en suma, que siempre gustó a los publicistas staúficos, como se puede comprobar en las obras de Otón de Freising, Godofredo de Viterbo o Pedro de Eboli.

Es en el marco de este sapiencialismo staúfico donde debemos insertar el interés de Federico II por el tema alejandrino. Rudolf Kloos ha destacado la virtualidad política que para Federico II tenía el mito alejandrino en tanto que Idealtipo secularizado del conquistador del Mundo amado por la Fortuna, reflejo de dos obsesiones personales del emperador alemán, la Monarchia Mundi y la quasi-pagana Fortuna cesárea 97.

Conocemos al menos dos versiones diferentes de la epopeya del macedonio asociadas a la corte del monarca suabo, una alemana y otra latina98. La versión vernácula, el Alexanderroman compuesto por Rodolfo de Ems hacia el año 1235, fue dedicada al joven Rey de Romanos Enrique VII, lo que pone de manifiesto la vinculación dinástica de esta empresa literaria. Abundando en la línea que hemos venido exponiendo en este trabajo, hay que reseñar el apoyo argumental que para nuestra hipótesis encontramos en el trabajo de Xenja von Ertzdorff, quien ha resaltado el carácter político y especular del romance alejandrino de Rodolfo de Ems. Esta investigadora alemana ha descubierto la deuda sustancial que Rodolfo de Ems contrajo con una biografía regia abiertamente laudatoria y especular como la Gesta Friderici del obispo Otón de Freising99. Una vocación especular que se comprueba desde el momento en que Rodolfo de Ems, a pesar de seguir el texto de Curcio, omitió toda referencia a los excesos y arbitrariedades cometidos por Alejandro Magno después de la muerte de Darío de Persia 100. No procedía alusión alguna a esa etapa de Rex tyrannus en el modelo de príncipe ideal ofrecido a los ojos de los Staufen, en especial en unos años en los que la publicística pontificia atronaba los oídos de Europa con esa misma acusación dirigida contra Federico II.

De esta forma, existirían fuertes paralelismos en las técnicas narrativas y el fondo argumental de la biografía de un personaje reciente sí, pero ya un héroe dinástico que empezaba a entrar en la leyenda como Federico Barbarroja, y un cantar de gesta dedicado a un mítico monarca de la Antigüedad. La explicación puede estar en la identidad de objetivos que comparten ambas obras: una finalidad especular al servicio del Ideal staúfico de la Realeza.

Un Idealtipo secularizado en el que tenía una fuerte presencia el factor sapiencial. Xenja von Ertzdorff traza, en este sentido, una línea de pensamiento que vincula la caracterización de Barbarroja como vir prudens en la Gesta Friderici de Otón de Freising con la insistencia del Alexanderromans en el topos de la erudición regia (gelehrsamkeit), un topos mitificador que se asocia sistemáticamente al Alexander mirabilis, el Alejandro Magno más sobrehumano101.

En lo que atañe a la versión latina, se da la singular circunstancia de que fue compuesta por un señalado tratadista de la corte federiciana, el juez imperial Quilichino de Spoleto, autor de la Gesta Friderici y el De providentia divina. Ya es de por sí bastante indicativo el hecho de que un personaje de tales inclinaciones por la publicística al servicio de los Staufen se viera impelido a realizar una versión métrica latina (¡una más!) de la ya archiconocida Historia de Proeliis. Pero es que, además, se da una circunstancia excepcional: la Historia Alexandri compuesta hacia el 1236 por Quilichino de Spoleto resulta ser una excusa para componer un prólogo con intencionalidad política. Un prólogo que no es otra cosa que un laudo en honor de su señor, Federico II102.

Este prólogo, conocido como Preconia Frederici Secundi, describe elogiosamente la acción de gobierno del emperador que ha instaurado la Justicia y la Paz en el orbe inestable, aboliendo la malicia del Mundo. Retomando el añejo lema staúfico (cuneta arma et legibus), Quilichino hace una modesta incursión en el topos de la dualidad Fortitudo-Sapientia, virtudes ambas que reúne la persona de su señor. El Mundo está a los pies del cesar Federico, escribe el juez de Spoleto, ya que nadie es más grande, nadie bajo el Sol es más fuerte, nadie es más renombrado y, por último, nadie, en ningún sitio, es más docto103. Quilichino continúa su epigrama laudatorio describiendo la corte federiciana, en la que, ante la mirada del augusto emperador, filósofos que dialogan en griego se entremezclan con jueces, justiciarlos y notarios que litigan104. Una metáfora del espíritu que animaba a la cámara staúfica: una Sabiduría iuscén-trica como vía para alcanzar la Fortitudo supra omnium, esto es, el dominium Mundi. ¿No es revelador el marco literario alejandrino escogido por el juez italiano para verter esta reflexión? Como hemos visto a lo largo de este capítulo, no era el único en considerar a Alejandro como arquetipo regio de fusión del poder y el conocimiento.

Esta decidida promoción por parte de los Staufen del perfil sapiencial del tema alejandrino debió dejar una honda huella en Alemania, puesto que, décadas después, cuando la carismática dinastía suaba había pasado ya al espacio de la leyenda milenarista, Ulrich von Eschenbach compondría un larguísimo poema de más de 28.000 versos sobre Alejandro Magno en cuyo undécimo libro encontramos una curiosa alegoría sapiencialista. El minnesanger alemán, a pesar de apoyarse básicamente en la obra de alguien tan tibio en esta materia como Châtillon, decidió incluir una extraña historia alegórica como epílogo de su poema, años después de haber concluido este (circa 1287). Así, de forma extemporánea, introdujo al final de su obra un episodio fruto de su fantasía en el cual Alejandro Magno fracasa en sus intentos de conquistar la imaginaria ciudad de Trintonia hasta que el sabio consejo de Aristóteles le proporciona la victoria. Una alegoría cuasi-filosófica sobre el Iter ad Paradisum que ilustra a la perfección la idea de que la perfección humana (que otorgaría el acceso a Trintonia, símbolo de la Civitas Dei) se apoyaba en la simbiosis entre la Fortitudo y la Sapientia, una simbiosis que el arquetipo alejandrino encarnó mejor que ningún otro105.

 

 

V. LA FUENTE GNÓMICA: EL SECRETUM SECRETORUM Y EL TOPOS DE LOS REYES SABIOS

Cuando el público culto medieval, tan abierto siempre a aceptar los mirabilia como algo perfectamente verosímil, leía en las diferentes versiones de la Historia de Proeliis el relato de los poderes mágicos del faraón Nectanebo o la descripción de los fantásticos hallazgos de Alejandro en el curso de sus expediciones, desde unicornios a pájaros pneumáticos, les daba el mismo crédito que a la rememoración del verídico asedio de Tiro. La auctoritas textual no decrecía para ellos en ninguno de estos pasajes mirabilis. Un ejemplo meridiano de esto lo constituye la credibilidad que se dio en general en el Occidente medieval a una tradición alejandrina que les afectaba directamente: la leyenda de las puertas del Caspio, construidas por Alejandro Magno para frenar a los pueblos diabólicos de Gog y Magog, que invadirían Europa al final de los tiempos106.

Por consiguiente, cuando un gobernante medieval heterodoxo sabía por el Pseudo-Calístenes que cuando alguna potencia se lanzaba en son de guerra contra el faraón Nectanebo, este no se apresuraba a equipar sus ejércitos, ni a montar sus ingenios bélicos, ni a disponer el armamento, ni ejercitar a sus oficiales contra las formaciones enemigas, sino que tomaba un lebrillo y practicaba la lecanomancia101 (ciencia nigromántica que le proporcionaba la victoria sobre sus enemigos), no podía menos que preguntarse la forma de adquirir esos conocimientos.

Las tradiciones gnómicas árabes habían establecido que Alejandro el bicorne obtuvo el dominium Mundi merced principalmente a las enseñanzas mágico-sapienciales de Aristóteles108. Unas enseñanzas que iban desde la onomancia militar que permitía ganar batallas a una ciencia tan pragmática como la economía política. A través de la Sicilia normanda y el Toledo de los Traductores, estos rumores sobre saberes arcanos viajaron por el Occidente cristiano pegados a los faldones del enorme éxito literario de las diferentes versiones de la Historia Proeliis, un texto que invitaba abiertamente a desatar la imaginación en esta dirección109. Se puede decir que, de algún modo, la difusión del Pseudo-Calístenes abrió la puerta a todo un género de obras.

Por ejemplo, ya en el siglo XIII nos encontramos con dos obras gnómicas, la Fons omnium scientiarum Philosophie, obra escrita en 1243 por un francés bajo el seudónimo árabe Sidrach, y el también francés Livre des secrets aux philosophes (circa 1300) en los que se relaciona estrechamente el dominium Mundi de Alejandro Magno con el poder de la ciencia griega. El anónimo Sidrach, en concreto, habla de la Astronomía: li Grigois seront en leur tens la plus puissant geni du Monde, et saront presque tout l'Art d'Astronomie 110. De hecho, lo cierto es que la tradición gnómica oriental que penetró en el Occidente medieval estuvo, desde el principio, muy unida a las figuras de Alejandro Magno y Aristóteles.

Y es que la obra principal de la tradición gnómica oriental, la más buscada y enigmática de entre cuantas se tradujeron del árabe al latín en el Occidente del siglo XII, fue un espejo de príncipes presuntamente escrito por Aristóteles para guiar los pasos del joven Alejandro: el Sirr al Asrar. Esta obra, conocida en la Cristiandad como Secretum Secretorum, gozó de un inmenso prestigio en la Edad Media, siendo el texto medieval europeo del que se conservan más manuscritos (más de 250)111.Un prestigio vinculado al de las dos figuras de la Antigüedad más veneradas por el Medievo latino: Alejandro y Aristóteles. Es necesario, pues, detenerse un instante en este misterioso tratado, no sólo por su importancia intrínseca de cara a la temática alejandrina que estamos abordando112 sino también por su carácter de vehículo principal de la transmisión al Occidente latino de un Ideal sapiencial de la Realeza incubado en el Oriente islámico. Un Ideal sapiencial que iba a quedar asociado, de alguna forma, a la figura de Alejandro Magno.

El historiador inglés Alexander Murray ha explicado mejor que nadie este proceso. La semilla de la leyenda medieval de un Alejandro sabio, escribe, surgió en Siria y Persia en los siglos VIII y LX, cuando escribas nativos al servicio de los califas se reafirmaron en la tradición bizantina frente a sus amos árabes recordando a su primer conquistador. Fueron estas circunstancias lasque impulsaron la idea que cuatro siglos después sorprendería a la imaginación occidental: la idea de que el éxito de Alejandro - cualquier otra explicación era desconcertante - se explicaba por el genio intelectual de Aristóteles113. La idea halló varios medios de expresión, vagos o precisos. Entre ellos había uno fundamental, el Secretum Secretorum.

Como nos dice Murray, la reputación del verdadero Aristóteles no es suficiente para proporcionar una explicación del éxito de esta obra en Occidente, puesto que el Secretum fue copiado más frecuentemente que cualquiera de las obras de Aristóteles. Y aquí Murray nos ofrece una hipótesis explicativa que entra de lleno en el contexto de transmisión sapiencial que estamos abordando: Su éxito se debió a que fue leído en diferentes círculos, muchos de ellos muy amplios. Lo que la reputación de Aristóteles confirió al Secretum fue un certificado de dignidad académica, certificado que nunca se había atribuido a un libro que, como él, comprendría la magia. Más allá de esto, el significado principal de Aristóteles en el éxito del Secretum fue su leyenda: Intellectus est caput regiminis. Introducido en el mundo el Secretum latino, el campo político todavía estaba dividido, en las mentes de muchas personas, entre la fuerza humana y la sobrehumana. En tal campo, la atrevida apoteosis del intelecto en el Secretum tenía el atractivo de una novedad... los grandes poderes del pasado habían surgido sobre la inteligencia y conocimiento de sus gobernantes 114.

La lectura del Medieval Alexander de George Cary añade a esta reflexión de Murray la constatación de un hecho básico: el catapultar a Aristóteles a la posición de único maestro de Alejandro y verdadero padre espiritual del Imperio macedonio fue un lugar común en los espejos de príncipes, ya que sus autores estaban interesados en inculcar en los regios destinatarios de sus opúsculos la idea de que un gobernante precisa la guía de un sabio115. Y, en esta dirección, el Secretum Secretorum marcó un hito, dado que, como ya hemos mencionado, nos presenta a un Alejandro sumiso receptor de las enseñanzas políticas del Estagirita.

El Sirr al Asrar fue compuesto en el siglo IX por encargo del califa abasí al Mamun, quien solicitó a su secretario nestoriano, Yahya ibn al Batriq que recuperara el libro legendario que sobre política había escrito Aristóteles para Alejandro. En la tradición árabe se conservaba la pseudo-aristotélica Epístola sobre el gobierno del pueblo (Risálah fi-s-siyásati al ammiyyah), pero la obra magna del filósofo en esta materia, la Política, se había perdido para todos excepto para los griegos. Esta ausencia, determinante para el éxito posterior del Sirr al Asrar tanto en el Islam como en el Occidente latino, fue suplida por al Batriq recurriendo a una mezcolanza de fuentes, entre ellas, el Siyásatu al ámmiyah (un espejo de príncipes omeya compuesto para el califa Hisam hacia el 724), la Ética a Nicomaco, el Strategikon del Pseudo-Mauricio y la Physiognomika, una obra médica falsamente atribuida a Aristóteles116.

Dada esta disparidad, es lógico que el Sirr al Asrar acabara siendo una heterogénea summa de conocimientos militares, políticos, sanitarios, alquímicos y numerológicos, presentados bajo el manto de la auctoritas aristotélica. En sus páginas los califas abasíes podían encontrar desde los secretos de la onomancia militar (una ciencia mezcla de numerología mágica y estrategia) hasta un régimen alimenticio. Pero no nos llevemos a engaño. El Sirr al Asrar fue, ante todo, un siyásat námah árabe, lo que viene a ser el más directo equivalente de un speculum principis cristiano. Y, por encima de extrañas derivaciones más o menos herméticas, presentaba una acabada teoría del gobierno. Una teoría política que fue fiel reflejo del ambiente sapiencialista que imperaba en la corte del instruido califa al Mamun, protector de las ciencias, fundador de la Casa de la Sabiduría de Bagdad (Bayt al Hikma) y amigo del primer filósofo árabe, al Kindi117.

Hay que tener muy en cuenta que fue en este primer periodo abasí cuando se elaboraron las principales obras gnómicas árabes que llegarían siglos después al Occidente cristiano, entre ellas dos colecciones que introducirían con fuerza el motivo de los reyes sabios: el Kalila wa Dimna de Abdallah Benalmocaffa (que sería el Calila y Dimna castellano) y el Kitab adab alfalasifa de Hunayn ben Ishaq (el Libro de los Buenos Proverbios) 118.

No es este el lugar, por supuesto, para abordar en profundidad el pensamiento político del Secretum Secretorum. Ello precisaría un artículo específico. Únicamente avanzaremos algunas claves interpretativas de la línea sapiencia-lista que sigue este tratado pseudoaristotélico. Una línea de pensamiento que queda definida por un pasaje del capítulo séptimo: Ahora, diré una breve máxima, la cual bastaría para orientar en todos los asuntos temporales y espirituales, aun cuando no dijera otras. Oh Alejandro, el principio de la política es el Intelecto. El Intelecto es la salud del alma y el espejo de los defectos... Es el principio de todas las cosas encomiables y la fuente de todas las glorias 119.

Este principio se ve reflejado en un aspecto concreto del gobierno: la sabiduría del Rey y de sus ministros. En consecuencia con ello, el Secretum Secretorum dedica el capítulo noveno a la sapientia et religione Regís y el décimo a la honoracione religiosum et sapientum 120. Así, el capítulo noveno indica que un monarca debe buscar, por encima de todo, que se divulgue la fama de su sabiduría, de forma que sea temido por los hombres cuando le vean elocuente por su saber y prudente en sus obras 121. Mientras, en otro capítulo {de intellecto et bona fama adquirenda), se vincula de forma inseparable en los reyes la búsqueda de la fama y la gloria con la vigorización de la sabiduría y la prudencia122.

Y es que la imagen del Rey sabio postulada por Al Batriq bebía directamente, según señala Manzalaoui, del arquetipo del Rex philosophus que postulara el gran Platón en La República 123. También sigue los pasos de Platón el Secretum Secretorum al prescribir las quince cualidades que deben adornar a un ministro. Entre ellas, ninguna militar. Dice Aristóteles a Alejandro que escoja como consejeros a sapientes viros, discretos ac iustos, personas con virtudes tales como memoria retentiva, ágil comprensión y habilidad en todas las ciencias124. Sin embargo, en los escribas sí se requiere experiencia militar (approbatum in milicia), con el objeto de que no se corrompan, además de las ya consabidas virtudes sapienciales: sabiduría y sagacidad 125. En lo que toca al cultivo de las ciencias y a la educación en general se dedica el capítulo veinte al asunto (de studii Sapiencie ordinandis et de scholis preparandis) además de postularse la siguiente máxima: concede ventaja a aquellos que se esfuerzan en el estudio, oh Alejandro!, de manera que proporciones de tal modo un ejemplo a otros estudiantes 126. Una sentencia que resume de forma inmejorable el espíritu sapiencialista del ciclo alejandrino medieval.

 

NOTAS

1. J. LE GOFF, Le merveilleux dans l'Occident medieval, ed. esp. Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, 1984, p. 16.

2. Esto se puede comprobar en una de las primeras obras cronísticas de carácter especular que alumbró el pleno Medievo, la Vida de Roberto el Piadoso del monje Helgaud (R. H. BAUTIER, «L´Epitoma Vita Rotberti Pii du moine Helgaud», Académie des Inscriptions et Beiles Lettres, 1963, p. 364).

3. L. BOEHM, «Der wissenschaftstheoretische Ort der Historia im Mittlalter: Die Geschichte auf dem Wege zur Geschichtswissenschaft», Speculum Historiale: Geschichte im Spiegel von Geschichtsschreibung und Geschichtsdeutung, ed. C. Brauer, Munich, 1965, p. 665 y B. SMALLEY, Historians in the Middle Ages, Londres, 1979, p. 179; vid. también A. BORST, Geschichte an mittelalterlichen Universitäten, Constanza, 1969 y H. WOLTER, «Geschichtliche Bildung im Rahmen der Artes Liberales», Artes Liberales. Von der Antiken Bildung zur Wissenschaft des Mittelalters, ed. J. Koch, Leyden, 1959, pp. 50-83. No obstante, para B. GUENÉE la Historia ocupó siempre un lugar secundario en la Universidad medieval (Histoire et culture historique, París, 1980, p. 35)

4. Vid. J. FRAPPIER, «Réflexions sur les rapports des Chansons de geste et l'histoire», Histoire, Mythes et Symboles. Etudes de littérature française, Ginebra, 1976, pp. 1-19, E. NELLMANN, Die Reichsidee in deutschen Dichtungen der Salier und frühen Stauferzeit: Annolied - Kaiserchronik -Rolandslied - Eraclius, Berlin, 1963 y H. A. MYERS, «The concept of Kingship in the Book of Emperors (Kaiserchronik)», Traditio, 27, 1971, pp. 205-230.

5. CH. C. MIEROW, «Otto of Freising and his Two Cities Theory», Philological Quarterly, 24, 1945, pp. 97-105.

6. Vid. B. DE GAIFFIER, «L'hagiographe et son public au Xle siècle», Miscellanea histórica in honorem Leonis van der Essen, I, Bruselas, 1947, pp. 135-166.

7. B. GUENÉE, Histoire et culture historique, op. cit., p. 279: quelques figures parvinrent à s'imposer, comme Alexandre, Arthur, et surtout Charlemagne, qui hanta pendant des siècles l'imagination des poètes.

8. Vid. ROBERTO DE BLOIS, Enseignement des Princes, ed. J. H. Fox, Roben de Blois: Son ouvre didactique, París, 1948.

9. GERARDO DE GALES, De Principis Instructione, I, 17 (ed. G. F. Warner, Giraldi Cambrensis Opera, t. Vili, Rerum Britannicarum Medii Aevi Scriptores, 21, Londres, 1891, pp. 5859).

10. íbid., I, ed. cit., p. 7.

11. M. L. MENEGUETTI, «Potere regio e aspirazioni feudali: Artù e Carlo Magno nei ritratti del XII secolo», Annali della Facoltà di Lettere e Filosofia dell'Università di Padova, 1, 1976, pp. 153175 y D. BOUTET, Charlemagne et Arthur ou le Roi imaginaire, París, 1992, p. 12; vid. también A. H. KRAPPE, «Arturus Cosmocrator», Spéculum, 20, 1945, pp. 405-414.

12. Todavía a finales del siglo XII el mito de Alfredo el Grande conservaba algún poder de convocatoria como exemplum régis; vid. A. CREPIN, «Mentalités anglaises au temps d'Henri II Plantagenet d'après les Proverbs of Alfred», Cahiers de Civilisation Médiévale, 37, 1994, pp. 49-60.

13. C. W. CARROLL, «Quelques observations sur les reflets de la cour d`Henri II dans l`oeuvre de Chrétien de Troyes», Cahiers de Civilisation Médiévale, 37, 1994, pp. 38-39: Alixandres, qui tant conquisi / que desoz lui tot le mont mist / et tont fu larges et tant riches /fu anverss lui pouvres et chiches (Erec et Enide, 6627-6630).

14. Vid. M. L. DAY, «The Letter from King Arthur to Henry II: Political Use of the Arthurian Legend in Draco Normannicus», The Spirit of the Court, ed. Burgess, Toronto, 1985, pp. 153-157 y A. GRANSDEN, «Propaganda in English medieval Historiography », Journal of Medieval History, 1, 1975, pp. 363-381. Un siglo después, Eduardo I sería, si cabe, aún más entusiasta a la hora de instrumentalizar políticamente el mito artúrico (vid. R. S. LOOMIS, «Edward I, arthurian enthusiast», Speculum, 28, 1953, pp. 114-127). En torno a la figura de Alejandro en la literatura inglesa vid. G. H. BUNT, Alexander the Great in the Literature of Medieval Britain, Groningen, 1994. En este trabajo se hace especial hincapié en los numerosos paralelismos entre el ciclo medieval alejandrino inglés y la leyenda artúrica transmitida por la Materia de Bretaña.

15. Vid. K. H. BENDER, «La genèse de l`image littéraire de Charlemagne, élu de Dieu, au Xle siècle», Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 31, 1965, pp. 35-49, K. E. GEITH, Carolus Magnus: Studien zur Darstellung Karls des Grossen in der deutschen Literatur des 12 und 13 Jahrhunderts, Biblioteca Germanica, 19, Munich, 1977, y R. FOLZ, Le souvenir et la légende de Charlemagne dans l'empire germanique médiéval, Publications de l´Université de Dijon, 7, París, 1950. Esta imagen iuscéntrica triunfó a partir del siglo XI a pesar de que a lo largo del siglo IX se había cultivado con profusión una imagen sapiencial del emperador franco en la historiografía carolingia (vid. nuestra memoria de licenciatura El nacimiento del Ideal sapiencial medieval: la función política de la Sabiduría en la concepción carolingia de la Realeza, Madrid, 1997, en prensa). El ethos feudal se impuso aquí a la tradición más genuinamente carolingia.

16. Vid. M. L. COLKER, «The Karolinus of Egidius Parisiensis», Traditio, 29, 1973, pp. 199-325 y J. FRAPPIER, Reflexions sur les rapports, art. cit.

17. La importancia de esta dualidad de arquetipos, este topos, como un eje cardinal de la literatura medieval fue puesta de relieve por ERNST R. CURTIUS (vid. Europaische Literatur, op. cit.).

18. D. BOUTET, op. cit., p. 8.

19. A. MURRAY, Reason and Society in the Middle Ages, Oxford, 1979, ed. esp., Razón y Sociedad en la Edad Media, Madrid, 1982, p. 138.

20. Utilizamos esta noción de Realeza luscéntrica en el sentido en que la acuñó ERNST H. KANTOROWICZ en su magistral trabajo The King's Two Bodies - A Study in Medieval Political Thought, Princeton, 1957, ed. esp. Los dos cuerpos del Rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid, 1985.

21.I. MICHAEL, The treatment of classical material in the Libro de Alexandre, Manchester, 1970, p. 86; R. S. WILLIS, «Mester de clerecía. A definition of the Libro de Alexandre», Romance Philology, 10, 1956, pp. 222-223.

22.I. MICHAEL, loe. cit.

23. J. L. BERMEJO, Máximas, principios y símbolos políticos, Madrid, 1986, p. 89.

24. J. L. BERMEJO, op. cit., pp. 85-89.

25. G. CARY, The Medieval Alexander, Cambridge, 1956, p. 106; esta obra de síntesis sobre el ciclo medieval alejandrino, tan completa en otros aspectos, fracasa a la hora de analizar la vertiente especular y sapiencial de esa literatura. Consideramos que las conclusiones de CARY respecto a la dimensión última del arquetipo alejandrino en los espejos de príncipes medievales pecan de reduccionistas (pp. 109-110).

26. G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 197.

27. PEDRO ABELARDO, Epistolae, XI, ed. J. P. Migne, Patrología Latina, t. 178, col. 342 (apud B. GUENÉE, Histoire et culture historique, op. cit., p. 193, n. 26): De hac pugna alii aliter sentiunt, sic scribentes... Haec autem diversitas etiam in epistolis quae ipsius Alexandri dicuntur ad magistrum suum Aristotelis reperitur, quae si ipsius sunt diversa sibi sentiunt... Haec de dissonantia non solum hystoriographum, sed ipsius quoque Alexandri, ut dicunt, litterarum idcirco posui, ne quis me de prima huius pugnae descriptione arguat mendacii; ceterum prudens lector eligat, quid sibi de hiis máxime placeat. Un antagonismo textual que, curiosamente, también alcanzó a la figura de Aristóteles. Según testimonia Gervasio de Tilbury, algunas tradiciones medievales insistían en desacreditar la figura de Aristóteles, quien no sería, según la leyenda, más que un pedante inculto y grosero hasta que, habiendo entrado en Jerusalén siguiendo los pasos de Alejandro, robó los libros de Nigromancia de Salomón. En sentido contrario, un poema del siglo XII, Les enseignements d'Aristote de Pedro de Vernon, nos retrata a Aristóteles instruyendo al joven Alejandro en la fe cristiana (P. RENUCCI, L'aventure de l'humanisme européen au Moyen Age, París, 1953, p. 74).

28. Sobre el Alexandreis vid. H. CHRISTENSEN, Das Alexanderlied Walters von Châtillon, Halle, 1905; C. GIORDANO, Alexandreis: Poema di Gautier da Châtillon, Nápoles, 1917; K. STRECKER, Moralisch-satirische Gedichte Walters von Châtillon, Heidelberg, 1929; interesante es el apunte de R. R. BEZZOLA, Les origines et la formation de la Littérature courtoise en Occident (500-1200), París, 1967, p. 517.

29. E. GILSON, La Philosophie au Moyen Age, Paris, 1952, ed. esp. La Filosofía en la Edad Media, Madrid, 1965, p. 377.

30. La obra de conjunto que mejor aborda las diferentes tradiciones textuales alejandrinas en la Edad Media es la de G. CARY, The Medieval Alexander (op. cit.). También es valioso, aunque ya antiguo, el artículo de NOELDEKE, «Beiträge zur Geschichte des Alexanderromans», Wiener Denkschriften, 38, 1890.

31. P. GIOAN, Histoire générale des Littératures, París, 1961, p. 509; vid. P. MEYER, Alexandre le Grand dans la littérature française du Moyen Age, París, 1886. Hacia 1120, contamos con un valioso testimonio de la penetración en Occidente de la tradición alejandrina propia del Pseudo-Calístenes: el Liber Floridus del canónigo Lamberto de Saint Omer. Una miscelánea de saberes en la cual impera una visión de la figura de Alejandro que se corresponde con la leyenda de los mirabilia y la paternidad del egyptiorum princeps et magus peritissimus (c. 132, 197-200).

32. R. R. BEZZOLA, Les origines, op. cit., p. 519.

33. En general, la querencia de los autores por esta leyenda apócrifa que hacía del faraón-mago el padre y el maestro de Alejandro Magno era reveladora de un gusto por la vertiente sapiencial de la narración alejandrina (vid. H. U. SCHMELTER, Alexander der Grosse in der Dichtung und bildenden Kunst des Mittelalters: die Nektanebossage, tesis doctoral, Bonn, 1975). El Libro de Alexandre, como veremos, será en esto, sin embargo, una excepción.

34. Como veremos más adelante, el capítulo inicial del Libro de Alexandre se remite al Roman d'Alexandre en este aspecto y abandona el discurso narrativo de Gautier de Châtillon. El poeta castellano no dudará en hacerlo en cada ocasión en la que el sesgo ideológico de Châtillon le importune (R. S. WILLIS, The debt of the Spanish Libro de Alexandre to the french Roman d'Alexandre, Nueva York, 1965, p. 6).

35. Ver pacis pacis aperit telluris gremium / Salutis reperit Remis remigium / lam Petrus exerit utrumque gladium/ Quo procul aberit incursus hostium... In unum confluit totus fons gratie / Cuius ros imbuii rus conscientie / Rivum, quem genuit rigor lustitae / Flumen preterfluit misericordie (apud Y. LEFÈVRE, «L'image du Roi chez les poètes», La France de Philippe Auguste: le temps des mutations, ed. R. H. Bautier, Paris, 1982, pp. 134-135).

36. Juan de Salisbury estaba entonces exiliado en Francia. Pronto sería elevado a la silla episcopal de Chartres. Fue, sin duda, uno de los pioneros del sapiencialismo político del siglo XII. En torno a su papel en la escena cultural francesa vid. P. RICHE, «Jean de Salisbury et le monde scolaire du XIIe siècle», The world of John of Salisbury, ed. M. Wilks, Oxford, 1984, pp. 39-61.

37. El abad cluniacense Pedro de Celle, amigo de Juan de Salisbury, acabaría sucediendo a este en la silla episcopal de Chartres. Nicolas de Claraval y Esteban de Alinerra también se contaban entre los intelectuales próximos a Reims. Sobre el patronazgo cultural del arzobispo de Reims vid. JOHN R. WILLIAMS, «William of the White Hands and Men of Letters», Haskins Anniversary Essays, ed. Ch. Taylor, Boston, 1929 y A. BOUTEMY, «L'école de Reims et l'école du palais», Bulletin de la Société Nationale des Antiquaires de France, 1952, pp. 133-136.

38. J. R. WILLIAMS, «The Quest for the Author of the Moralium Dogma Philosophorum», Speculum, 32, 1957, pp. 740-741.

39. N J. R. WILLIAMS (art. cit.) especula con una autoría de esta obra circunscrita al círculo escolar de Reims en la década de 1170-1180.

40. J. F. BENTON, «The court of Champagne as a literary center», Speculum, 36, 1961, pp. 561591. El propio Gautier de Châtillon dedicó un poema al conde Enrique el Liberal (J. R. WILLIAMS, art. cit., p. 741).

41. E. C. ARMSTRONG, The Autorship of the Vengement Alixandre and of the Venjance Alixandre, Princeton, 1926; G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 31; J. F. BENTON, The court of Champagne, art. cit., p. 571.

42. Ahora bien, como, en lo que toca a las inclinaciones políticas, la opinión pública del Medievo nunca resulta ser uniforme ni obedece a ninguna ley sistemática, nos encontramos con la paradoja de un Guillermo Brito de Armórica, canónigo al servicio de los Capeto, alabando la fama de Châtillon en un espejo de príncipes dedicado a Luis VIII (el Philippis), mientras un cisterciense como Alano de Lille escribía que era un mal poeta.

43. Editado por K. STRECKER, Die Lieder Walters von Châtillon in der Handschrift 351 von St. Omer, Berlin, 1925, canción n° XVI.

44. Quis Alexandro maior in Grecia? Et tamen non suus legitur successisse sed filius saltatricis (Policraticus, IV, 12; apud G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 104). CARY observa que las anécdotas positivas sobre Alejandro dispersas a lo largo del Policraticus están extraídas de Valerio Máximo y no de la tradición de la Historia de Proeliis.

45. Se sacan a colación las lágrimas que derramó Alejandro ante los triunfos de su padre (Policraticus, V, 12; apud. G. CARY, op. cit., p. 101).

46. Vid. nuestro trabajo «Imago Sapientiae: los orígenes del Ideal sapiencial medieval», Medievalismo, 7, 1997, pp. 37-39.

47. Audit, et indignans, his vocibus exprima iram: / ...Persarum damnare iugum, profugique tyranni... I ...Affusus genibus, senium lugere parentis I Opressum Imperio Darii, patriamque jacentem I Conqueritur lacrymans, lacrymisque exaggeratiras... / ...Indue mente virum, Macedo puer, arma capesse (GAUTIER DE Châtillon, Alexandreis, I, v. 33-92, ed. J. P. Migne, Patrologia Latina, t. 209, París, 1855, col. 465-466). [Tras la finalización de este artículo ha aparecido una edición en castellano del Alexandreis: Alejandreida, ed. F. Pejenaute, Madrid, 1998].

48. Materiam virtutis habes, rem profer in actum... / ...Quos morum sublimat apex, licet ampia facultas, / Et patriae desit et gloria sanguinis alti. I Nam si vera loquar, auferre pecunia mores... / ...Quem vero morum, rerum copia non ditat; / Quern virtus extollit, habet quod praeferat auro; / Quo patriae Vitium redimat, quod conférat illi / Et genus et formam, virtus non quaeritur extra. I Non eget extemis, qui moribus intus abundat. / Nobilitas sola est animum quae moribus ornat (ibid, I, v. 93-114).

49. Quoque modo id possis, aurem hucadverte, docebo: / Consultor procerum, servos contemne bilingues, /Et nequam; nec quos humiles natura jacere /Praecipit, exalta... (ibid., I, v. 94-97).

50. Recuérdese la introducción en el siglo XI del ideal socio-político de los Tres Ordenes por parte de los obispos Adalberón de Laon y Gerardo de Cambrai (vid. G. DUBY, Les Trois Ordres ou l'imaginaire du féodalisme, París, 1978, ed. esp. Los Tres Ordenes o lo Imaginario del Feudalismo, Madrid, 1992).

51. Sic partis opibus, et honoris culmine, servus I In dominum surgens truculentior aspide sura (Châtillon, Alexandreis, op. cit., I, v. 99-100).

52. Sed si Iustitiae cultor, si iura secutus (Châtillon, Alexandreis, op. cit., VII, v. 3378, col. 531).

53. Qui pro Iustitia patriaque jacentis honore / Elegere mori... (Châtillon, Alexandreis, op. cit., VII, v. 3546-3547, col. 534).

54. Si fuit indignum, tanto diademate cingi, / Totiusque Asiae Darium ditione potiri,/ Si male subiectos rexit, si iura tyrannus / Publica, vel patrias tentavit solvere leges (Châtillon, Alexandreis, op. cit., VII, v. 3360-3363, col. 530).

55. Vid. W. ULLMANN, Principles of government and politics in the Middle Ages, Londres, 1961.

56. Dirigat ergo tuos, studio celebrata priorum, / Actus Iustitia, et per revocetur ab alto / Ultima, quae superum terras Astraea reliquit (Châtillon, Alexandreis, op. cit., I, v. 185-187, col. 468).

57. Más adelante, encontramos otra referencia a la dea quae leges armat (IV, v. 2096). También hay una alusión a la diosa Fortuna como protectora de Alejandro (IV, v. 3338). Estas alusiones hay que enmarcarlas en la abierta imitación de las fuentes clásicas por parte de Châtillon En torno a la Astraea medieval vid.. KANTOROWICZ, The King's Two Bodies, op. cit., ed. cit., p. 106, n. 41. En este sentido, WILLIS señala que el autor del Libro de Alexandre ignoró el tono paganizante del poema de Châtillon de cara a cristianizar su obra (The relationship of the Libro de Alexandre, op. cit., p. 68).

58. En lo que toca a la noción de patria en el Pleno Medievo vid. KANTOROWICZ, «.Pro Patria Mori in Medieval Political Thought», American Historical Review, 56, 1951, pp. 472-492; G. DUPONT-FERRIER, «Le sens des mots patria et patrie en France au Moyen Age et jusqu'au début du XVIIe siècle», Revue Historique, 188, 1940, pp. 89-105 y G. POST, «Two Notes on Nationalism in the Middle Ages: I. Pugna pro Patria. II. Rex Imperator «, Traditio, 9, 1953, pp. 281-320.

59. Germinat intus amor belli, regnique libido. / Jam timor omnis abest, jam spes praedujicat annis, / Jam fruitur voto, jam mente protervit in hostes, / Jam régnat, jam servit ei Quadrangulus orbis (Châtillon, Alexandreis, op. cit., I, v. 199-202, col. 468).

60. Châtillon, Alexandreis, op. cit., I, v. 106-107.

61. Châtillon, Alexandreis, op. cit., I, v. 258, col. 469.

62. Châtillon, Alexandreis, op. cit., I, v. 543, col. 474.

63. Para la mentalidad medieval no existía contradicción entre este ideal y la índole esencialmente guerrera del officium Regis. Un Rex pacificus era aquél que sólo emprendía bella iusta al servicio del bien común.

64. Assidei his, stabiltque dea Clementia Regnum / Sola decens miseri misereri et parcere victis... / Pacifico reliquis praelibans oscula vultu, / Immemor est odii finis Concordia belli / Et Pax arva colens, et pleno copia Cornu... (Châtillon, Alexandreis, IV, v. 106-112; col. 505). En otro verso se repite esta idea: Instabile est Regnum, quod non dementia firmat (I, v. 352).

65. Quam patrum, et populi, quam Regum firma voluntas / Sauxerat ut Regni caput, urbs primaria ut esset... / Hic igitur Macedo, ne jura retunderet urbis, / Post patris occasum sacrum diadema verendo / Imponens capiti, sceptro radiavit eburno. / Stat procerum medius, stipat latus eius utrumque I Canities veneranda patrum, mitisque senectus; / Quorum iuris erat toti disponere Regno... / ...Quam pugnante manu tractare negotia belli, / Et gerere armorum curas, cum cingier armis... (Châtillon, Alexandreis, I, v. 216-223, col. 468).

66. Châtillon, Alexandreis, loe. cit., I, v. 251.

67. C. CAROZZI, «Les fondements de la tripartition sociale chez Adalbéron de Laon», Annales E. S. C, 33, 1978, p. 683.

68. Si licuit, Galtere, tibi, que sola raltu / Multivago docuit te vociferatio fame / Si tua gentili mendacia cuique poete / Grandisonante fuit licitum pompare boatu... Non ausim magni magnalia scribere regis / Qui nec Alexandro minor est virtute, nec illo / Urbi Romulee totum qui subdidit orbem (apud Y. LEFÈVRE, L'image du Roi, art. cit., pp. 142-143). Curiosamente, sabios vinculados a la Corona francesa como el cisterciense Helinando de Froidmont o el dominico Vicente de Beauvais preferirán la versión del Pseudo-Calístenes (en particular en lo tocante a la paternidad del mago Nectanebo) a la de Quinto Curcio a la hora de tratar la figura de Alejandro Magno. Y ya hemos visto que esta elección textual no era ideológicamente baladí (M. PAULMIER, «Histoire ecclésiastique et histoire universelle: le Memoriale Temporum», Vincent de Beauvais: intentions et réceptions d'une oeuvre encyclopédique au Moyen Age, ed. S. Lusignan, Paris, 1990, p. 95, n. 15). Puede dar una idea de la importancia de esta cuestión el hecho de que Aimon de Varennes compusiera hacia 1188 un romance, el Florimont, con la sola intención de aclarar los ancestros de Alejandro y desacreditar la folie de la paternidad de Nectanebo, aceptada en la versión anglonor-manda de Tomás de Kent (L. HARF, «Le Florimont d'Aimon de Varennes: un prologue du Román d'Alexandre», Cahiers de Civilisation Médiévale, 37, 1994, p. 245).

69. Nectanebi non inficianda propago (Châtillon, Alexandreis, op. cit., ITJ, v. 1298, col. 489).

70. Si quid adhuc virtutis habes, me contere, cuius / Militiam claudit septemplicis arca Sophiae, / Et caput astriferum sibi vindicat utraque laurus. / Motus Alexander miseretur obire volentis, / Ac placide subjicit: Proh monstrum! quisquís es, inquit, / Vive, precor, moriensque tuum ne destrue tantis / Artibus hospitium; nunquam mea dextera sudet, / Vel rubeat gladius cerebro, tam multa scienti (Châtillon, Alexandreis, op. cit., III, v. 1301-1308).

71. Esta fórmula de los libros sapienciales de la Biblia para aludir al templo de la Hokhmá (la Sabiduría cantada por Salomón) fue recogida por Casiodoro para sus Siete Artes, siendo luego particularmente del gusto de Alcuino de York, quien la «puso de moda» entre la intelectualidad carolingia. Durante el siglo XII será continua su utilización (vid. nuestro trabajo antes mencionado El nacimiento del Ideal sapiencial medieval). Por cierto, esta fórmula se repite en el adjetivo que le dedica el autor del Alexandre a su protagonista: Arca de Savieza. También lo utiliza como alegoría del cuerpo: ... Yazen todos los sesos en esta arca mía, / y fizieron las Artes toda su cofradía... (Alex., v. 1060).

72. Vid. J. STOROST, Studien zur Alexandersage in der älteren Italianischen Literatur, Halle, 1935 y G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit.

73. Et legimus quomodo Alexander in pueritia sua habet baiulum nomine Leonidem... unde in adulta aetate sapiens et Rex fortis seipsum reprehendebat... (HINCMAR DE REIMS, De ordine palatii, c. I, ed. J. P. Migne, Patrologia Latina, t. 125, col. 993-1008). Obsérvese como aquí también juega un importante papel la educación de Alejandro, mencionando Hincmar al pedagogo Leónidas (que también aparece en el Pseudo-Calístenes) como el principal maestro de Alejandro.

74. PSEUDO-CALÍSTENES, Historia Alexandri, I, 1; apud Carlos García Gual, Vida de Alejandro, Madrid, 1977. Por cierto que este es un remoto precedente de otro topos muy del gusto medieval: la translatio Studii, un tema gemelo del más famoso de la translatio Imperii. La tradición medieval querrá que la Sabiduría, nacida en Egipto, fue robada por los hebreos de Moisés (alegoría del botín de Egipto: para algunos maestros medievales la Scientia secular no era sino una sierva egipcia tomada por la Teología hebrea). De allí pasaría a Grecia. Y de Grecia pasaría posteriormente a París, sede por excelencia del Studium en la Edad Media, de la misma forma que Roma reclamaba el Sacerdotium y Alemania el Imperium (vid. H. GRUNDMANN, «Sacerdotium -Regnum-Studium. Zur Wertung der Wissenschaft im 13. Jahrhundert», Archiv für Kulturgeschichte, 34, 1951).

75. PSEUDO-CALÍSTENES, Historia Alexandri, op. cit., II, 1; apud C. Garcia Gual, ed. cit.

76. ibid., I, 25.

77. ibid., III, 1.

78. CURTIUS, Europaische Literatur, op. cit., p. 246. Como ya hemos indicado, CURTIUS, siguiendo la estela de Georges Dumézil, fue de los primeros en prestar la atención debida a la dialéctica nuclear establecida a lo largo de la historia por estas dos categorías culturales, encarnadas incluso en estratos sociales.

79. CURTIUS (op. cit., p. 252) indica que expresiones como proelio doctissimi (aplicadas, entre otras obras, en el poema sobre la batalla de Fontenay, en el Waltharius o en el De Hastingae Proelio) son dedudoras de giros bíblicos como ceciderunt fortes (II, Reyes, I, 19 y 25), ad bella doc-tissima (Cantares, III, 8) y docti ad proelium (I Macabeos, IV, 7 y VI, 30).

80. Sobre esta obra, vid. A. ABEL, Le Roman d'Alexandre, légendaire medieval, Bruselas, 1955.

81. WILLIS, The debt of the Spanish Libro de Alexandre to the french Roman d'Alexandre, Princeton, 1934, reed. Nueva York, 1965, pp. 7-11 y 52.

82. CH. BRUCKER, Sage et Sagesse au Moyen Age (Xlle et XIIIe siècles), Ginebra, 1987, pp. 175-178; en concreto, BRUCKER cita un pasaje muy revelador de esta asociación: Quand l'oï Alixandres, s'ènbrocha son visage / Et quant se redreça, si a dit son corage /Se ne la puis conquerre, ne me tieng pas por sage (Roman d'Alexandre, III, vv. 7263-7265).

83. Quant li roys Nicholas ot la teste copee / Et Alixandres ot sa terre autrui donnée / Nouvelle vint au Roy, qui li fit devisee / C'un cité avoit en icelle contree / La première qui onques fust en Grèce fondee / De sens et de clergie ert si enluminee / Toute la Sapience du mont i est trovee / Et par trestout la regne espandue et portee (Roman, I, v v. 1657-1664; apud BRUCKER, op. cit., p. 404).

84. Pongamos, siguiendo a Willis, sólo uno por caso: como el padre de siet años, metiólo a leer, / diól maestros honrados, de sen e de saber, / los mejores que pudo en Grecia escoger (Alex., 16) semeja mucho a los versos franceses lis reis Felips quist a son fil doctors: / De tote Grèce enlist les set mellors (WILLIS, The debt of the Spanish Libro de Alexandre, op. cit., p. 9; R. R. BEZZOLA, Les origines et la formation de la Littérature courtoise, op. cit., p. 524).

85. R. R. BEZZOLA, Les origines et la formation, op. cit., p. 521.

86. Magestres ab beyn affactaz / De totas Arz beyn enseygnaz, / Quil duystrunt beyn de dignitaz / Et de conseyl et de bontaz, / De Sapientia et d'onestaz, / De fayr estorn et prodeltaz. I L'uns l'enseyned, beyn parv mischin, / De grec sermon et de latin, / Et lettra fayr en pargamin / Et en ebrey et en ermin, / Et fayr a seyr et a matin / Agayt encuntre son vecin (ALBERICO DE PISANÇON, Roman d'Alexandre, V, 82-93; apud BEZZOLA, op. cit., p. 521, n. 3 y 5).

87. BEZZOLA, op. cit., pp. 524-525: Parler ot dames corteisament d'amors se lee en la obra de Alberico.

88. Vid. N. ELIAS, Die höfische Gesellschaft: Untersuchungen des Königtums und der höfischen Aristokratie mit einer Einleintung, Berlin, 1969, ed. esp., La sociedad cortesana, F. C. E., Mexico, 1982.

89. L. HARF, ed., Le Roman d'Alexandre, Paris, 1994, prölogo, pp. 44-45.

90. Apud L. HARF, op. cit., p. 47.

91. Que plus sot en set ans que uns autres en cent (I, v. 328, ed. cit. L. HARF, p. 92)

92. Er erste bestunt in mit wizzen / unt lêrtin zedinge sizzen und lêrtin, wie er daz bedähte, / daz er von dem unrehti bescheide daz rehte / unt wie er lantrecht bescheiden chumde (LAMBRECHT, Alexanderlied, 215-219; ed. Fr. Maurer, Das Alexanderlied des Pfaffen Lamprecht, Leipzig, 1940).

93. G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 176.

94. A tak se skonàva Velikâ Alexander Macedonskâ krále Philipa, jenz vesken svet podmanil a podrobil svu prevelikú mudrostí (FR. PEABODY y S. HARRISON, «Kronika o Alexandru Velikem: a czeh prose translation of the Historia de Preliis», Speculum, 3, 1928, p. 62).

95. Vid. las obras de KANTOROWICZ, The King's Two Bodies, op. cit. y Kaiser Friedrich der Zweite, Berlín, 1927.

96. En torno a este antiguo lema vid. A. BUCK, «Arma et litterae», Waffen und Bildung. Zur Geschichte eines Topos, (Sitzungsberichte der wissenschaftlichen Gesellschaft an der Johann W. Goethe Universität), 28/3, Stuttgart, 1992.

97. R. M. KLOOS, «Alexander der Grosse und Kaiser Friedrich II», Archiv für Kulturgeschichte, 50, 1968, p. 196.

98. R. HAUSSHERR, Die Zeit der Staufer, II, Stuttgart, 1977, pp. 660-661. Una de las obras federicianas que abordaron esta temática, un anónimo compuesto en torno al año 1250 que no nos ha sido posible consultar, tiene un título bastante elocuente en relación a los fines que aquí nos ocupan: Alexandri nobilissimi atque sapientissimi Regís Macedoniae Liber.

99. X. VON ERTDORFF, «Alexander der Grosse und Friedrich Barbarossa: zu zwei königsbiographien der Stauferzeit», The Medieval Alexander Legend and Romance Epic: Essays in honour of David J. Ross, ed. P. Noble, Nueva York, 1982, pp. 57-70.

100. G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 177.

101. X. VON ERTDORFF, Alexander der Grosse, art. cit., pp. 60-61.

102. S. HARRISON, «The Preconia Frederici II of Quilichinus of Spoleto», Speculum, 10, 1935, p. 389.

103. Cesar Auguste multum mirabilis / Qui firma regis Orbis instabilis I Ut aboleres Mundi malìciam / lungens Pacem huic in sociam / Rex tibi regum dedit potenciam / Cuncta cohacta armis et legibus / Mundus scat totus sub tuis pedibus / Nullus in Mundo Cesar grandior / Nullus sub Sole Cesare forcior / Nullus sub Luna Cesare clarior / Nullus ubique Cesare doctior (apud S. HARRJSON, art. cit., p. 391).

104. Itur ad curia lapsis vestigiis / Extuat curia plena litigiis... / Sedent per diem justiciariì / Qui querunt aurum et camararii / Sedent cum isti et multi alii / Qui scribunt acta celsi notarii... / Clamai philosophus petens succilia / Respondet grecus dicens similia / Iudex barbatus ex parte alia / Et multi alii canentes talia (apud S. HARRISON, art. cit., p. 392).

105. G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 66; vid. W. TOISCHER, «Ueber die Alexandreis Ulrichs von Eschenbach», Sitzungberichte der Kaiserliche Akademie der Wissenschaften in Wien, 97, 1881, pp. 311-408.

106. Vid. A. R. ANDERSON, Alexander's Gate, Gog and Magog and the Inclosed Nations, Cambridge, Mass., 1932 y A. RUNNI, «Alexander at the Caspian Gates», Transactions of the American Philological Association, 59, 1928, pp. 130-163.

107. PSEUDO-CALÍSTENES, op. cit., I, 1 (apud C. García Gual).

108. Vid. A. RUNNI, «The Arabie History of Dulcarnain», art. cit. y SPIEGEL, Die Alexandersage bei den Orientalen, Leipzig, 1851.

109. Así, por ejemplo el Liber Alchandrei, una traducción latina de un libro árabe de onomancia realizada en la Francia del siglo XI, atribuía las victorias de Alejandro Magno a una tabla de onomancia que llevaba siempre consigo, proclamando a Alejandro Regi Macedum Astrólogo et in universa Philosophia perfectissimo (CH. BURNETT, «The Eadwine Psalter and the Western tradition of the onomaney in Pseudo-Aristotle's Secret of Secrets», Archives d'Histoire Doctrinale et Littéraire du Moyen Age, 55, 1988, pp. 144-144).

110. Ed. E. Renan, en Histoire littéraire de la France, t. 31, Paris, 1888, p. 306; del mismo tenor es un pasaje del Livre des secrets aux philosophes, editado en la misma colección, t. 30, p. 575.

111. En tomo a las vicisitudes textuales del Secretum en el Occidente latino vid. el erudito trabajo de MARIO GRIGNASCHI, «La diffusion du Secretum Secretorum (Sirr al Asrar) dans TEurope occidentale», Archives d'Histoire Doctrínale et Littéraire du Moyen Age, 47, 1980, pp. 7-69.

112. No compartimos la opinión de GEORGES CARY que afirma que el Secretum tuvo poca influencia sobre la concepción medieval de Alejandro, en particular debido al hecho de que Alejandro no aparece sino como un sumiso receptor de los consejos aristotélicos. No obstante, es la propia sed de saber de Alejandro, si bien pasiva en este caso, lo que quedaba reflejado en el Secretum. CARY reconoce que esta predisposición a ser aleccionado del Macedonio sí tuvo influencia sobre los tratados de teoría política. Es cierto que, dada la tardía recepción del Secretum en Occidente, su influencia fue más por referencias que otra cosa pero, no obstante, la mera existencia de esta obra contribuiría a reforzar la imagen que del Macedonio daba la tradición afín al Pseudo-Calístenes (G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit, pp. 21 y 109).

113. A. MURRAY, Reason and Society in the Middle Ages, op. cit., p. 139.

114. A. MURRAY, Reason and Society, op. cit., p. 140. G. CARY presenta una interpretación opuesta del éxito del Secretum (The Medieval Alexander, op. cit., pp. 21-26).

115. G. CARY, The Medieval Alexander, op. cit., p. 107.

116. Vid. M. GRIGNASCHI, «L'origine et les métamorphoses du Sirr al Asrar», Archives d'Histoire Doctrínale et Littéraire du Moyen Age, 43, 1976, pp. 7-101 y M. MANZALAOUI, «The Pseudo-Aristotelian Kitab Sirr al Asrar: Facts and problems», Oriens, 23-24, 1974, pp. 147-257.

117. En efecto, la corte abasí fue, durante buena parte del siglo IX, una república de las letras, un activo centro de búsqueda del conocimiento. En su seno y con el aliento de los visires barmekíes, la cofradía de los Hermanos Sinceros (Ikhwan el Safa), de ideología gnóstica, comenzó en secreto en esos años la elaboración de una gigantesca enciclopedia que reunió en cincuenta y un tratados todo el saber de la época a la vez que recuperaba buena parte de la ciencia grecorromana. La vasta enciclopedia de la Ikhwan el Safa postulaba la salvación del hombre mediante la obtención de la luz pura de la Sabiduría (M. CRUZ HERNÁNDEZ, Historia del pensamiento en el mundo islámico, I, Madrid, 1981, pp. 151-152). GRIGNASCHI nos advierte de la considerable influencia que ejercieron las ideas sapiencialistas de esta Hermandad en la composición del Sirr al Asrar (L 'origine et la formation du Sirr ai Asrar, art. cit., p. 27).

118. Obras compuestas entre el 750 y el 850. El Mukhtar al Hikam de Al Mubassir (el Bocados de Oro castellano), se compondría más tarde, ya en el siglo XI (vid.A. BADAWI, La transmission de la philosophie grecque au monde árabe, París, 1968).

119. Secretum Secretorum, c. VII, p. 45, 13-19 (publicado en Venecia por Alessandro Achillini en 1501 con el título de Aristotelis philosophorum maximi de Secretis Secretorum ad Alexandrum opusculum); versión castellana apud MURRAY, Reason and Society, op. cit., p. 140. Sentimos tener que utilizar la versión latina de Felipe de Trípoli, que procede de la llamada redacción B, porque la versión que se conoció en la Castilla del siglo XIII fue la redacción A (a partir de la cual se compondría el Poridat de las Poridades). Pero de cara a su análisis en un contexto europeo es más esclare-cedor el uso de la versión latina.

120. M. GRIGNASCHI, La diffusion du Secretum Secretorum, art. cit., apéndice II, p. 68.

121. Primo et principaliter convenit Regi, quantum ad se attinet, quod fama sui nominis divulgetur in laudabili Sapientia et quod cum suis ratiocinetur sapienter, quia inde laudatur et honoratur; inde timetur ab hominibus, quando eum vident in sua sapientia eloquentem, et in operibus prudenter agentem (Secretum Secretorum, c. LX, p. 47, 6-7).

122. Super omnia studeas Alexander acquirere bona famam... Ideo intellectus tuus vigorabitur in sapientia et prudentia propter acquisitionem bonae famae (Secretum Secretorum, p. 45, 19-46).

123. MANZALAOUI, The Pseudo-Aristotelian Kitab Sirr al Asrar, art. cit., pp. 176-179; Abu Nasr al Farabi, ya en el siglo X, recogerá también el ideal platónico de Res Publica philosophorum para diseñar su Ciudad Ideal (vid. su Al Madinat al Fadila, editada en castellano por M. Cruz Hernández, Madrid, 1985).

124. Secretum Secretorum, c. X, p. 48, 3-10.

125. Et neccessarium est proceribus habere scribam sapientem, sagacem, fidelem, considerantem, approbatum in milicia ne valeant proceres corrumpi denariis (Secretum Secretorum, c. 18).

126. Secretum Secretorum, p. 58, 12-14.

 

 

 

 
 

LA REALEZA SAPIENCIAL Y EL CICLO DEL ALEXANDRE MEDIEVAL:
TRADICIÓN GNÓMICA Y ARQUETIPOS POLÍTICOS
EN EL OCCIDENTE LATINO (SIGLOS XII Y XIII)*

 

Historia, instituciones, documentos, ISSN 0210-7716,
Nº 26, 1999, pags. 459-490

 

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña
Universidad Autónoma de Madrid