Ciudad de San Gimignano, detalle del "Cortejo de los Reyes Magos", de Benozzo Gozzoli (Palacio Medici Riccardi, Florencia.  

El proceso de urbanización europea entre los siglos XI al XIV no tiene parangón con ningún otro proceso similar a lo largo de la historia. La mayor parte de las ciudades europeas que conocemos en la actualidad son fruto de este proceso, o bien fueron creadas ex novo o fueron profundamente transformadas, o rescatadas del olvido. 

Biblioteca Gonzalo de Berceo

Catálogo general

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    La historia del paisaje urbano está en buena medida sin estudiar. El aspecto y la configuración material de la ciudad ha sido objeto de muy pocos trabajos de investigación, y por tanto es muy desconocido. Las razones del retraso son complejas, aunque la fundamental radica en la fuente documental escrita, que no es muy explícita.
    Esta falta de información documental hace muy difícil la reconstrucción de la red viaria intramuros, así como la definición de la parcela urbana, y en ocasiones también de los emplazamientos de los principales edificios urbanos. La escasez informativa sobre la parcela urbana, su diseño y su relación con el espacio público, se debe a que el solar urbano no es en sí mismo productor de riqueza, genera únicamente en algunos casos rentas, por tanto la descripción y consignación documental de la parcela urbana es menos explícita que en el caso de las propiedades campesinas.
    Afortunadamente en la actualidad estamos en condiciones de utilizar otra vía de información para conocer mejor el tema del paisaje urbano, me refiero a la vía arqueológica. La arqueología produce conocimientos a partir del registro arqueológico y de la prospección. Hay que trabajar con las dos fuentes de información la textual y la arqueológica, sabiendo que producen informaciones diferentes, pero la desigualdad del conocimiento que ofrecen, no implica una diferencia de la calidad de la información. La calidad de la información que proporcionan estas fuentes, no depende de la procedencia de la fuente sino que su relevancia depende en última instancia de su articulación en una teoría, y del lugar que ocupen dentro de ella 1. Pero no podemos engañarnos, estas dos fuentes informativas no tienen por qué ser complementarias, y por tanto no podrán resolver todas las cuestiones que, desde nuestra óptica actual, desearíamos conocer sobre la ciudad medieval.
    Antes de adentramos en el tema es conveniente señalar el desconocimiento casi general que se tiene del proyecto urbanístico del Medievo. La imagen cristalizada que se posee sobre la ausencia de planificación urbanística y de irregularidad en los trazados viarios así como en la arquitectura urbana, hace que se desprecien las plasmaciones urbanísticas medievales. Los estudiosos del tema del urbanismo, grandes desconocedores de la Edad Media, tratan de enlazar el racionalismo y proyectos urbanísticos de la Antigüedad con las ideas fantásticas del Renacimiento y reinventan el arte de construir ciudades partiendo prácticamente de la nada. Ello es debido a la ignorancia ya que desde comienzos de la Edad Media, la historia de las villas europeas abunda en realizaciones y en teorías culturales que demuestran una extrema riqueza y una gran variedad de respuestas a los problemas del urbanismo que expresan un modo de vida, de trabajo y de ideología precisos 2.
    Esto no quiere decir que todas las villas sean ejemplos perfectos de planificación urbana fruto de una voluntad creadora. Por lo general las ciudades medievales no son creadas de una forma tan perfecta. Se producen fundaciones con unas ciertas nociones de urbanismo planificado, pero pronto comienzan las degradaciones de la red urbana, debido a la aglomeración de pobladores y la creación de arrabales. Por tanto no vamos a realizar aquí una presentación del paisaje urbano europeo atendiendo a la tipología urbanística, ni tampoco atendiendo a las motivaciones fundacionales, sino que mostraremos el desarrollo cronológico del panorama urbanístico de la Europa Medieval.


EL PAISAJE URBANO: TOTAL DESTRUCCIÓN O MODERADA CONTINUIDAD

     Al igual que los urbanistas también los historiadores, y a menudo los medievalistas, han abierto en el tema de la ciudad una gran brecha, en este caso, entre la Antigüedad clásica y el renacimiento urbano del siglo XI.
     En la actualidad disponemos de trabajos muy recientes, de algunos estudios rigurosos en el campo de la arqueología que han permitido en algunos puntos reconstruir la red viaria urbana, el diseño del espacio público y privado, calcular la capacidad demo gráfica, así como delimitar el trazado de la muralla y las sucesivas ampliaciones de la ciudad. Estos estudios han permitido rechazar el esquema habitual de la total desaparición de la civilización urbana a partir de las invasiones bárbaras. Estamos por tanto en situación de poder rectificar la teoría unánimemente aceptada de una completa ruptura entre la civilización urbana antigua y la Edad Media que pretende poner en evidencia la dramática desaparición de la ciudad, para reivindicar con posterioridad una brillante renovación de la vida urbana a partir del año mil. Y se insiste en la brillante renovación porque se proclama la aparición de la ciudad «ex nihilo», de la nada.
     El tránsito de la Antigüedad a la Edad Media en el ámbito del paisaje urbano no puede resumirse en simples fórmulas aplicables a todo el Occidente Medieval. Cada región, cada villa ha conocido diferentes situaciones que es conveniente individualizar. La total decadencia no se verifica en todas partes.
     No parece que las primeras invasiones bárbaras hayan sido las únicas causantes del repliegue urbano masivo. Las causas son diversas, algunas de ellas residen en el propio desarrollo y falta de impulso del mundo antiguo. Algunos autores achacan a la implantación del cristianismo y la expansión de éste por el ámbito urbano, la transformación de la planta de la ciudad. Con la construcción de las iglesias, catedrales y edificios religiosos destinados al culto de los mártires, en el interior de los recintos amurallados, se destruyen buena parte de las manzanas de casas del centro de la ciudad, alterando en bastantes ocasiones la estructura fundamental de la ciudad romana, el «cardo» y el «decumanus». Pero son sobre todo las segundas invasiones, las de los normandos y eslavos, y en el espacio mediterráneo los sarracenos, con sus operaciones de pillaje, devastación y obtención de botín, las que causan o motivan el abandono temporal o total de la ciudad. Sin embargo esta dinámica de abandono del espacio urbano no es homogénea, y no debe generalizarse más allá de lo debido.


Retroceso urbano

    La constante amenaza de las invasiones de Normandos y Sarracenos que además del pillaje buscaban provocar el terror y el pánico con sus acciones devastadoras, sus matanzas y captura de esclavos, provocó la huida de los pobladores hacia ciudades bien protegidas y fortificadas. Ciudades que por su emplazamiento de difícil acceso y por sus esmeradas fortificaciones, ofrecían protección a la población. Estas migraciones masivas alteraron de forma notable las estructuras y los paisajes urbanos de acogida. Por otra parte numerosos núcleos urbanos como consecuencia de estas migraciones sufrieron un notable descenso de población, una degradación urbana y en ocasiones el abandono total.
    La ciudad antigua no desapareció bruscamente, fue desapareciendo gradualmente tras un cúmulo de resistencias, sobresaltos y reconstrucciones a lo largo de varios siglos. La disparidad de situaciones por la que pasan los diferentes países, está en relación con las alteraciones producidas por las invasiones, ya sea por el acoso frecuente a algunas regiones, ya sea por la diferencia cronológica de los ataques.
     El Mediterráneo, que sin duda, es la zona geográfica más romanizada, es la que sufre, en proporción, las mayores alteraciones en el mundo urbano. Estas alteraciones van desde la destrucción total de los núcleos y consiguientemente su abandono definitivo, hasta la destrucción total o parcial seguida de una reconstrucción y repoblación inmediata o posterior.
     En la Península Ibérica aunque se conocen incursiones y devastaciones desde la segunda mitad del siglo III, éstas no son comparables a las que se producen en el siglo V, como la destrucción de Sevilla en los años 425 y 428, o la de Mérida en el 438, o Lérida en el 449, o Astorga en el 457 etc. Estas destrucciones se van prolongando a lo largo de los dos primeros tercios del siglo V. En el último tercio de este siglo el dominio visigodo está extendido prácticamente por toda la Península. La monarquía visigoda afincada plenamente establece a mediados del siglo VI su capital en Toledo (Atanagildo 554-567 y Leovigildo 567-586), y se plantea la repoblación y la creación de nuevos centros de poblamiento. Mientras que en la mayor parte de la Europa Mediterránea se está atravesando una profunda crisis, comienza en España un movimiento de revalorización de la villa, e igualmente se crean nuevos centros rurales y se impulsa la agricultura, factores todos ellos importantes para el desarrollo de la región. La España visigoda presenta una continuidad en las estructuras territoriales que le van a permitir reforzar el tejido urbano en las zonas rurales y sobre todo en los territorios recientemente ocupados. Se va a producir en España, bajo el dominio visigodo, la fundación del primer grupo de «villas nuevas» que se crea después de la destrucción del Imperio Romano 3.
     El fenómeno de destrucción urbana adquiere proporciones alarmantes en Italia, y no solamente en el Sur donde se dieron las guerras de reconquista bizantina, y los ataques de los lombardos y sarracenos, allí se produjo un verdadero «cementerio» de ciudades, pero también en el Centro y Norte de la Península desaparecieron buena parte de ellas.
     Y no parece que podamos hablar de transformaciones sino de desapariciones. El análisis de los acontecimientos en otras regiones de Italia, la Liguria, Toscana, Umbría, reafirman lo expresado, se producen numerosas ruinas, con abandonos definitivos. Se percibe una mayor desaparición de la vida urbana en las ciudades que estaban situadas sobre arterias terrestres que habían perdido importancia, bien porque cayeron en desuso, o porque la red viaria quedó destruida.
     El hundimiento de Roma es la consecuencia del hundimiento del Imperio, ya que el territorio que sostenía a Roma era el mismo imperio. Con la desaparición de éste la metrópoli debe abastecerse únicamente del territorio del entorno, pero éste después de las invasiones se despuebla, impidiendo un correcto abastecimiento a la capital del imperio, ante tal adversidad buena parte de la población abandona el núcleo romano. Como ya se ha dicho gran número de las villas italianas fueron destruidas, pero algunas se beneficiaron de proyectos de reconstrucción llevados a cabo por las autoridades del lugar como la ciudad de Aquileya, situada en el Norte de Italia, en la zona del Véneto. Esta región fue invadida por los Hunos a mediados del siglo V, sufrió un asedio de tres años antes de ser tomada por los invasores, pero se mantuvo viva como un centro comercial, aunque vio reducido su tamaño respecto a las dimensiones originales. Una vez fundado el reino Ostrogodo en Italia (493-553), Teodorico realizó un notable esfuerzo por reconstruir el país. Reconstruyó y desarrolló las ciudades del Centro y Norte de Italia como Pavía, Verona o Rávena, que se comportan como verdaderas capitales. La restauración de las ciudades antiguas es uno de los puntos fuertes de la política de Teodorico, que considera que la reconstrucción de las ciudades es una actividad digna de un gobernante en tiempos de paz así como una necesidad en caso de guerra 4. Lleva a cabo esta política de reconstrucción con todos los medios que están a su alcance, siendo uno de estos medios la reutilización de los materiales de monumentos públicos, por tanto las villas y ciudades reconstruidas, además de tener recintos más pequeños que en su fase anterior, muestran un aspecto muy diferente.
    Otras ciudades no destruidas o fuertemente fortificadas se ofrecían como lugares de refugio. Génova fue una de ellas. Sometida bajo la dominación bizantina hasta el 641 sirvió de refugio a un importante grupo de milaneses que el 569 con su obispo y nobles al frente, buscaron protección en las murallas de Génova, asentándose y residiendo en ella hasta el 652, año en el que vuelven a Milán.
    En la Galia se produjo la misma dinámica. Ante el asedio que comenzó el 275, los núcleos urbanos se abandonaron o fortificaron, resistiendo en su interior una población sensiblemente menor. En la Galia del sur la destrucción de las ciudades como Antibes, Frejús o Toulon fue solamente temporal. En la zona de Bretaña de las cuatro villas sólo una de ellas, la villa abierta de Carhaix acusó un retroceso y destrucción significativo, Vannes, Nantes y Rennes fortificadas en el siglo III resistieron en el interior de sus murallas, aunque después de los asedios sufridos y las reconstrucciones emprendidas, su contorno se vio reducido. Siglos más tarde ante las segundas invasiones se aprecian ejemplos claros de ciudades que son capaces de ofrecer protección a los habitantes del entorno e incluso a otras villas. Uno de estos casos es el de la ciudad de Amiens, que en el 925 recibió a un grupo de refugiados tan numerosos, que la vida ordinaria de la ciudad quedó alterada así como las obras de defensa que la ciudad había emprendido. También la ciudad de Angers entre el 880 y el 890 acogió a buena parte de la población de Nantes que se veía mejor protegida en este recinto.
    En el caso de la civilización urbana de Inglaterra conviene señalar que las defensas de las villas se construyeron inmediatamente después del ataque bárbaro del 367, y aquí al contrario que en otros lugares no hubo contracción de la superficie urbana. Algunas ciudades conocieron graves dificultades y sobre todo una gran decadencia de sus actividades. Alrededor del año 450 muchas aglomeraciones no presentaban ni paisaje ni estructura urbana. Sin embargo hay ciudades que se mantienen, bien como centros políticos reales o centros eclesiásticos, es el caso de Canterbury, Rochester y Winchester, o se mantienen como primitivos centros comerciales Londres y York.
    La evolución del tejido urbano en Renania y en Alemania Occidental llama la atención por su complejidad y por ser una región fronteriza constantemente expuesta a las incursiones armadas. Aquí el problema de la continuidad o de la ruptura con la herencia romana no puede tener una respuesta satisfactoria. En el «limes» a lo largo del Rhin y del Danllobio la lista de las villas devastadas, condenadas a la ruina o a un largo letargo es muy extensa. Los alemanes aparecieron el año 260 en los márgenes orientales del Imperio Romano, amenazando y devastando gran número de ciudades de la orilla derecha del Rhin, que no fueron reconstruidas hasta muchos siglos después como Friburgo y más tarde Rotenburgo. Posteriormente los Francos atacaron Colonia y Treveris, en la zona del Danubio desapareció Viena. Por tanto las consecuencias de las invasiones en las zonas próximas al Rhin y al Danubio no pueden ser valoradas muy positivamente desde el punto de vista del paisaje urbano, ya que éste quedó totalmente destruido. Colonia uno de los centros urbanos más importante de la región, fue total mente abandonada por sus habitantes en el año 450. Sin embargo a pesar de este panorama, río arriba entre el Rhin y el Mosela, la civilización urbana, a pesar de los peligros, pérdidas de vidas humanas y toda clase de desgracias, se mantuvo en sus aspectos esenciales, como Bonn, que únicamente cambia de emplazamiento y construye nuevas murallas, dejando en el exterior de éstas los antiguos acantonamientos romanos. También Colonia cuando se recupera manifiesta una continuidad clara desde el punto de vista topográfico. Continuidad que se percibe como imperfecta, pero de alguna manera visible en Ausburgo, en Strasburgo o en Metz, donde el trazado de las calles se mantuvo hasta el asalto vikingo en el año 882 5.


INTENTOS DE RECUPERACIÓN URBANA ANTERIORES AL SIGLO XI

    Con anterioridad al renacimiento urbano del siglo XI, en el territorio europeo hay tímidos intentos de restauración del paisaje urbano. Las nuevas monarquías realizan esfuerzos por reconstruir algunas de las ciudades destruidas, y construir otras según sus necesidades. La civilización urbana intenta perpetuarse aunque las realidades urbanas logradas en este período mantienen pocas similitudes con las del período anterior.
     Los abandonos completos de los emplazamientos antiguos son por lo general raros y no se justifican más que por la búsqueda de lugares mejor defendidos. Lo habitual fue que los recintos romanos con sus muros se mantuvieran y dieran origen a la ciudad medieval.
     Las villas reutilizaron las murallas romanas, recuperando los materiales y rehaciendo las antiguas estructuras defensivas. Por lo general sólo una parte del recinto romano fue restaurado, ya que el hábitat urbano durante mucho tiempo no ocupaba más que una superficie relativamente reducida del recinto antiguo. Todos los autores coinciden en la contracción del espacio reconstruido. La población se refugia en una parte de la ciudad, generalmente la más alta, la de más fácil defensa, y dan la imagen de unas villas que se repliegan en unos «castrum» y abandonan a la naturaleza el resto de la ciudad. En Italia el caso de Bolonia es muy significativo. El recinto urbano romano encerraba un espacio de 60 Ha., y en la reconstrucción posterior a las invasiones se vio reducido a 25 Ha., se convirtió por tanto en un reducto defensivo, quedando el resto del antiguo espacio urbano abandonado, degradándose rápidamente.
     El interior de los recintos fortificados tienden a mantener la estructura y planificacion antigua, por pura lógica, sin embargo, aunque teóricamente adoptan la planta en cuadrícula, se constata que por diversos motivos, sufre notables alteraciones. Una de las mayores alteraciones de la planta regular en cuadrícula, la introducen los edificios religiosos. El paso de la catedral suburbana hacia el interior de la ciudad marca en la transformación de la planta urbana un paso decisivo. Las grandes ceremonias religiosas, los cultos, concentraban a gran número de gente en el interior de la villa alrededor de un gran complejo edificatorio, el de la catedral con su atrio, claustro, residencia episcopal, escuelas etc. Este complejo religioso se encerraba tras altos muros y su recinto se percibía con claridad en el conjunto del plano urbano. El recinto religioso dentro de la ciudad se repite en todo el occidente cristiano, en Alemania, en la Galia, en Aquitania, en Italia, en Cataluña, etc. En Inglaterra este recinto se afirmaba notablemente sobre el resto de la ciudad. En Winchester en tiempos sajones ocupaba la cuarta parte del espacio urbano, rompiendo todo diseño geométrico de la planta. En Heresfor sucedía lo mismo. La iglesia catedral y el conjunto de edificios religiosos abandonan su primitiva situación junto a los muros de la ciudad y se sitúan en el interior de la villa, a poder ser en el centro geográfico de ésta. La proliferación de otro tipo de iglesias también afectan a la planta en cuadrícula ya que no siempre se construían alineadas con las viviendas.
     También el castillo fortificado erigido en el centro urbano modifica y transforma, de igual manera que en el caso anterior la planta regular.
     La planta urbana regular se vio constantemente amenazada, y no sólo por la implantación de grandes construcciones sino por la relajación del concepto de derecho municipal. La noción de la propiedad pública del suelo, de un espacio urbano abierto a todos, se olvida. Para los pueblos germánicos sólo parece inviolable el espacio privado, y como consecuencia el diseño urbano sufre graves transformaciones. Las casas empiezan a no alinearse regularmente a lo largo de las calles, y como consecuencia la vía pública se degrada, debido a la falta de control municipal, y ello incita a los vecinos y usuarios a disponer del espacio público en beneficio propio, obstaculizando el tráfico, transformando el trazado de la calle e incluso en ocasiones llegando a cerrarla.
    Los primeros intentos de restauración urbana fueron llevados a cabo por los reyes visigodos instalando sus residencias en Burdeos y en Toulouse a comienzos del siglo V. Pero a partir del 551 la verdadera capital fue Toledo, que muy pronto pudo competir con las grandes ciudades hispanorromanas. También se caracterizaron por construir residencias fortificadas de grandes dimensiones. La más característica de todas es Recópolis, construida por Leovigildo en el 578 y abandonada en el siglo X. Situada en el cerro de la Oliva, a orillas del Tajo. La parte habitada ocupaba una extensión de 30 Ha. y el recinto se componía de dos núcleos diferenciados la «villa alta» y la «villa baja», en la alta estaba la residencia real y en la baja se instalan los servidores y hombres de armas. El gran palacio-residencia tenía 132 m. de largo por 12 de ancho. En Italia los ostrogodos establecieron su capitalidad en Rávena. A pesar de los intentos de los reyes bárbaros por reconstruir los antiguos recintos urbanos, queda de manifiesto que no fueron unos grandes constructores o fundadores de ciudades.
    Durante los siglos VIII al X los reyes bárbaros reconstruyen las líneas defensivas del antiguo «limes» romano, creando ciudades fortificadas, que a su vez se convertían en puntos de partida de futuras expediciones militares. Esta política se manifiesta especial mente en Alemania e Inglaterra.
    En Alemania San Bonifacio entre los años 741-742 funda tres obispados que se constituyeron en centros militares y evangelizadores de los Francos: Würzburg, Erfurt y Büraburg. Würzburg nace a partir del establecimiento de un castillo en el año 704. La iglesia se convierte en Catedral y poco más tarde la ciudad se convierte en corte real. Todo ello fue motivo para que acudieran gran número de pobladores así como comerciantes y clérigos, constituyendo en breve tiempo una ciudad. Erfurt fue un burgo que contenía una fortaleza, un monasterio y numerosas iglesias, fue residencia temporal del obispo y corte real, situada en un lugar de tránsito, los comerciantes se establecieron tempranamente en ella, atrayendo de esta forma a la población. En Büraburg el proceso fue diferente. Este burgo fortificado se construyó alrededor del año 700, en el momento en el que los sajones amenazaban la región. Fue sede episcopal hasta el año 746 pero poco a poco fue abandonada debido a su difícil emplazamiento. Pero este burgo inicial permitió que a pocos kilómetros, en la llanura se fundara la ciudad de Fritzlar, en donde existía una importante abadía benedictina, y se genera un mercado muy activo 6.
    En Inglaterra a partir del año 850 se produce un movimiento de reconstrucción de fortalezas, ciudades y creación de nuevos recintos urbanos. Los daneses de «Anglia Oriental» reforzaron en el siglo IX las murallas de York y también sus fronteras del sur creando cinco nuevas ciudades Stanford, Nottingham, Derby, Lincoln y Leicester. Alfredo el grande, rey de Wessex, tras la victoria frente a los daneses en Edington el 878 conquistó Londres, construyó las defensas de Winchester y estableció una planificación de asentamientos militares de forma que cada veinte millas hubiera un burgo fortifica do. Esta fue una empresa realizada por expreso deseo real con un plan establecido. Se puede decir que el establecimiento de las familias de colonos estaba totalmente regla mentada en el «Burghal Hidage» ( documento del año 915), en el que se describe con precisión treinta burgos con el número de hombres que los podían habitar, las dimensiones del recinto, la forma en la que debían repartir las parcelas, la normativa referida a la muralla así como el reparto de los servicios de guardia. En la misma época y quizás inspirados por el ejemplo de otros reinos, los reyes de Mercis emprendieron también campañas de reforma y reconstrucción de ciudades y murallas como el caso de Gloucester, Hereford, Colchester, Tamworth, Stafford, Warwick y Worcerter (881-901). De los treinta burgos citados por el Burghal Hidage de Wessex, diez no fueron más que campamentos militares sin ningún desarrollo político ni económico, pero de los otros veinte dieciséis eran totalmente nuevos, sin herencias anteriores. En definitiva en Inglaterra la voluntad creadora fue determinante por parte del poder real, las nuevas villas son puntos de apoyo, refugios, lugares de intercambio y de asentamiento de la población. Entre los siglos X y XI las cortes reales de Wessex y de Mercis crean cerca de sesenta villas.
     Independientemente de los factores políticos y defensivos hay un buen número de ciudades que se crean o reactivan su actividad por motivaciones económicas. Donde mejor se percibe este proceso es en el Norte de Europa. Hubo cierta actividad comercial entre el Canal de la Mancha, el Mar del Norte y el Mar Báltico, y desde la Galia hacia el norte hay un buen número de ciudades que se crearon con esta motivación, ya que debido a la dificultad del tránsito por las rutas terrestres fueron ampliamente utilizadas las vías marítimas.
     El puerto más oriental es Birka en la península escandinava, sus mercaderes a través del Mar Báltico y de las costas de Frisia conectan con Dorestad en la confluencia de los dos brazos del Rhin, con Witla en la desembocadura del Mosa y por último con Quentovic y Rouen en el continente, prosiguiendo posteriormente por el Mar del Norte hacia las costas de Inglaterra. Estas ciudades nacidas a partir del tráfico comercial entre puertos lejanos, tienen una vida relativamente efímera, ya que buena parte de sus pobladores son mercaderes extranjeros que permanecen un cierto tiempo en el lugar, abandonándolo posteriormente. Quentovic que fue la primera en crearse en el año 670 desapareció de forma inexplicable hacia el año 900. Dorestad siguió el mismo destino aunque su desaparición fue provocada por el cambio del curso del río en el que estaba asentada. Birka frecuentada por mercaderes escandinavos y bálticos desa pareció el año 970, pero en esas mismas fechas se creó en la otra orilla del lago una nueva ciudad que cumplía el mismo papel que Birka, pero en un asentamiento más favorable. Estos puertos a pesar de realizar ciertas actividades secundarias diversas, eran etapas y puertos situados dentro de rutas comerciales. Vivieron y tuvieron cierto esplendor durante algún tiempo, pero al no tratarse de «verdaderas» ciudades con población estable y asentada, no sobrevivieron a la decadencia de las rutas comerciales en las cuales estaban insertas. Las factorías de la costa inglesa que participaban del comercio del Mar Báltico y del Mar del Norte en estrecha relación con los puertos del continente, tuvieron un desarrollo más pleno y una supervivencia estable convirtiéndo se en verdaderas villas.
     Mención aparte merece el caso de la Península Ibérica que en este período sufre una dicotomía entre la franja norte cristiana y el resto del territorio en poder musul mán. Conquista fulminante la de los musulmanes en la Península Ibérica. En el 711 entran en España, en el 732 se produce la batalla de Poitiers y a mediados de este mismo siglo en el 756 ya está constituido el Emirato de Córdoba por Abd-al-Rahmfin. Toda la Península se vio afectada por esta invasión, sin embargo el Sur, Andalucía es la zona geográfica preferida por este nuevo pueblo, en ella se asienta y despliega su influencia. Andalucía se vio rápidamente reorganizada por el nuevo poder emergente que se dedicó a restaurar, crear y engrandecer numerosas ciudades que habían estado languideciendo en el período anterior.
    El desarrollo urbano de las ciudades musulmanas es espectacular. Córdoba en el siglo X es una de las dos ciudades más importantes de Europa junto con Constantinopla, el esplendor de Córdoba se mantiene hasta el siglo XI (1013), en que por proble mas políticos internos esta gran metrópoli y centro cultural del mundo se degrada quedando convertida en una capital más del imperio islámico en la Península. Sevilla reconstruida por Abd-al-Rahman II (822-852) después de la destrucción llevada a cabo por los normandos en el 814, fue una ciudad importante en la época del califato, pero adquiere su pleno desarrollo después del repliegue de Córdoba, aprovechando su puerto fluvial del Guadalquivir, se convierte en el centro comercial más importante de Andalucía. También la ciudad de Granada, al igual que Sevilla, se desarrolla a partir del declive de Córdoba. Málaga situada al borde del mar extiende sus murallas en paralelo al mar, esta ciudad se extiende en línea recta, delimitando al oeste con un torrente y al este con una colina. La fundación oficial del Almería se remonta al año 955-956 por Abd-al-Rahman III adquiere importancia por su situación estratégica y por su puerto, gracias a las posibilidades comerciales que le ofrece su emplazamiento, muy pronto en el siglo XI la ciudad había crecido tanto que fue necesario levantar un segundo recinto amurallado para abarcar a los numerosos barrios que habían proliferado al amparo de la ciudad.
     El islam introdujo en todos los territorios que fue ocupando una civilización basada en la ciudad. Los primeros años de conquistas en sus ciudades se percibe la influencia del urbanismo clásico, pero a medida que se van conquistando tierras cada vez más lejanas sus ciudades van adquiriendo unas características propias. La primera acción en un centro urbano, ya sea de nueva creación o restaurado consistía en la distribución del suelo (khitat) a los diferentes grupos de conquistadores. Por ello desde un primer momento se refleja en el interior de la ciudad una jerarquización social apreciable incluso en la red viaria y en su trazado. La repartición del espacio habitable es la primera acción urbanística. Las diferentes tribus se reparten el espacio en unidades territoriales diferenciadas en donde construyen sus lugares de habitación. Se puede percibir que la parcela familiar tiene en muchas ocasiones un perímetro irregular, sin embargo esa irregularidad no se trasluce en la parte fundamental de la vivienda, que es el patio interior, este patio por lo general es cuadrangular, y hacia él se abren todas las demás dependencias de la casa. No parece tan claro como se ha venido afirmando hasta ahora que sean las parcelas de la vivienda las que configuran el trazado de la calle. Lo que si parece cierto es que existe una gran flexibilidad entre lo privado y lo público, configurando entre unas y otras la red urbana de la ciudad islámica.
     La tipología de las calles de una ciudad islámica es muy compleja, aunque simplificando al máximo se pueden reducir a tres grandes grupos. Las Shari se denomina así a las calles principales de la villa ya las vías de comunicación con los barrios, son totalmente públicas y se prolongan por el exterior de las villas comunicando con los caminos. Las Durub son calles secundarias, semipúblicas, que pertenecen a grupos familiares determinados y pueden cerrar su acceso por medio de una puerta, suelen tener un trazado muy articulado. y por último están las Azikka, que son vías sin salida son totalmente privadas ya ellas dan las distintas viviendas o habitaciones de un mismo grupo familiar. En las villas de la España musulmana la jerarquía entre las calles mantiene la misma estructura que la descrita, aunque hay una calle principal que se destaca sobre todas las demás y es el eje fundamental de circulación, donde se concentran las actividades comerciales, en muchas ocasiones constituye el eje simétrico de la villa. La segunda categoría de calles llamada Durub en la Península corresponde a las calles principales de cada barrio o a los trazados que unen la periferia de la ciudad con su eje central. Respecto a la tercera categoría de calles, las denominadas Azikkas, también aquí son las más numerosas, y son las que aparecen reflejadas con mayor frecuencia en la documentación cristiana de la época, porque dificulta el acceso a la ciudad del extranjero ya que son estrechas, tortuosas y ciegas 7.
     La reaparición de la vida urbana en el Norte de la Península se debe al fenómeno de la repoblación que durante los siglos IX-X trató de ocupar los espacios vacíos que había producido la conquista musulmana. De Galicia poco se sabe salvo que durante estos dos siglos las únicas ciudades que tratan de recuperar su actividad urbana son las sedes episcopales. A finales del siglo IX están funcionando de nuevo las ciudades de las sedes episcopales de Santiago, Lugo, que se instala en el recinto romano amurallado, Tuy, Orense y Mondoñedo. Lo que no se sabe muy bien es el grado de actividad y de organización que tuvieron en estas fechas las ciudades citadas. En Asturias aparece en el siglo IX la ciudad de Oviedo, emplazada en el centro de la región asturiana y en una encrucijada de rutas terrestres. Se trata de un asentamiento urbano nuevo que se crea como centro religioso y residencia real. Parece que la ciudad vivió en un cierto letargo hasta su despegue en los siglos XI y XII. La zona leonesa con sus ricas tierras era un foco de atracción para la población de las zonas montañesas. En el año 845 se realiza el primer intento de instalación por parte de los colonos asturianos en las ruinas romanas de «Legio» (León). Tras ser expulsados al año siguiente por los musulmanes, la ocupación definitiva se produjo en el año 856. Por esta época y en fechas anteriores se crearon Astorga (antigua Asturica Augusta) en el 850, Zamora, Simancas, Dueñas y Toro en el 893. Todas estas fundaciones se sitúan en antiguas ciudades romanas o en establecimientos romanos de menor importancia. A partir de los años 882 y 883 en que León pudo rechazar definitivamente el ataque musulmán, se convirtió en la ciudad de mayor prestigio del reino, llegando a convertirse en su capital en el siglo X cuando la residencia real se trasladó de Oviedo. Para estas fechas, el primitivo recinto romano de 19 Ha. era insuficiente siendo necesaria su inmediata ampliación. En la Antigua Castilla la repoblación comienza en el siglo IX a lo largo del Pisuerga y del Ebro. En el año 884 se funda la ciudad de Burgos prototipo de ciudad en el proceso de la Reconquista. Es de nueva creación, no se conoce en el lugar ningún asentamiento anterior. Tras varios intentos frustrados por la ofensiva musulmana, en el 884 Diego Poncelos «pobló» la ciudad de Burgos por orden de Alfonso III. La intencionalidad de esta fundación es esencialmente militar, se trataba de proteger la zona fronteriza con un asentamiento estable capaz de repeler futuros ataques. Sin embargo esta ciudad emplazada en un cerro próximo a las rutas romanas desarrolló rápidamente un cierto despliegue comercial y fue un importante centro de intercambios 8.
    Estos centros urbanos a los que hemos hecho referencia nos son bastante desconocidos en cuanto a su configuración física, su planta e incluso sus primitivos perímetros fortificados, ya que la documentación únicamente ofrece datos fragmentarios. Se conocen mejor las realidades urbanas de estos mismos centros en épocas posteriores.


LA EXPANSIÓN URBANA EUROPEA EN LOS SIGLOS XI-XIV

    El proceso de urbanización europea entre los siglos XI al XIV no tiene parangón con ningún otro proceso similar a lo largo de la historia. La mayor parte de las ciudades europeas que conocemos en la actualidad son fruto de este proceso, o bien fueron creadas ex novo o fueron profundamente transformadas, o rescatadas del olvido. Este espectacular desarrollo urbano se produce en el marco de lo que venimos denominando «proceso de expansión europea», que afectó tanto al mundo rural como al mundo urbano.
    A partir del siglo XI se origina la transformación del paisaje agrario debido a la aparición de innumerables núcleos urbanos, Castelli en Italia, Sauvetes y Bastidas en Francia, Green Villages en Inglaterra, Pueblas y Villasnuevas en España etc. La creación de tan numeroso número de núcleos urbanos es debido a un proceso de colonización de tierras nuevas que tratan de afirmar una dominación política y militar en los nuevos territorios. La abundante presencia de estos nuevos recintos urbanos va a trans formar notablemente el hasta ahora predominante paisaje rural.
    España. Desde la consolidación de los reinos cristianos en el Norte de la Península las relaciones comerciales entre ésta y Europa se restablecen y debido a la nueva situación, comienzan a generarse desde la segunda mitad del siglo XI y sobre todo en el siglo XII un grupo de ciudades que no tienen la causa de su origen en motivaciones defensivas o militares, sino que constituían etapas en el peregrinaje a Compostela. Santiago fue uno de los tres grandes centros de la cristiandad. En su comienzo buena parte de las ciudades que nacen o se desarrollan en torno a la ruta de peregrinación realizan una función de acogida al transeúnte, hospedándole y abasteciéndole en sus necesidades fundamentales. Estas motivaciones religiosas y comerciales favorecieron el nacimiento de un buen número de ciudades. La zona oriental del camino de Santiago, desde el Pirineo a Sahagún fue la primera en prosperar. Quizás esta diferencia de comportamiento dentro de la misma ruta de peregrinación pudo deberse al predominio del territorio de realengo en la zona oriental, frente al dominio señorial y de abadengo en la occidental.
    En 1095 se concede el Fuero a Logroño, pequeña población que desde mediados del siglo XI se había convertido en una etapa importante en la ruta a Compostela, porque en ella se cruzaba el Ebro y allí se había establecido un nutrido grupo de comerciantes y artesanos para atender las necesidades de los viajeros. A pesar de lo dicho y de que Logroño era un punto estratégico en la defensa de la frontera castellana frente al reino de Navarra, todavía a fines del siglo XI la ciudad solo contaba con dos calles siendo el conjunto del núcleo urbano de escasas dimensiones. Nájera fue residencia de los reyes de Navarra desde el siglo X, en 1076 Alfonso VI otorgó un Fuero a la ciudad, que ya contaba con un núcleo religioso y militar importante además de un burgo comercial. Santo Domingo de la Calzada recibió el fuero que le permitió a su población organizarse como un centro urbano a principios del siglo XIII. Belorado fue fundada en 1116 por Alfonso el Batallador. Burgos adquiere verdadera importancia en el siglo XI, experimenta una expansión espectacular, se generan arrabales se hace necesario ensan char la muralla. Debido a que Burgos se convierte en una etapa importante de la ruta de peregrinación, se construyen en su interior buen número de hospitales y hosterías. Castrojeriz es una pequeña población que en el 974 recibe ciertos privilegios que la convierten en un discreto centro urbano, que ofrece protección al abrigo de su fortaleza situada en lo alto de la población, tiene una sola calle desarrollada a lo largo del camino. Carrión recibe su fuero de Alfonso VI en 1086. Esta población alcanza gran desarrollo a lo largo del siglo XII. Buena parte de su población la constituían grupos de extranjeros, incluso tenía una importante población judía. Sahagún es una de las primeras en fundarse en torno a un monasterio al cual Alfonso VI en 1085 le otorga un fuero que tiene como objeto fijar la población existente en torno a él. Los pobladores que ce asientan en Sahagún eran de procedencia castellana fundamentalmente aunque se sabe que vivían en esta ciudad gran variedad de extranjeros gascones, lombardos, bretones borgoñones, ingleses etc. León era un centro importante en el momento de la concesión del Fuero, pero también se percibe en este tiempo un aumento de su población así como de su actividad económica. Se construyen hospitales y edificios religiosos que modifican el aspecto de la ciudad, aunque no alteran sustancialmente su planta. También la ciudad episcopal de Astorga que estaba encerrada en una muralla construida sobre la antigua fortaleza romana, sufrió grandes transformaciones debido al tránsito continuado de peregrinos. Santiago etapa final del viaje tuvo su verdadero desarrollo a partir de la segunda mitad del siglo XI. Como es lógico en la ciudad proliferaban las posadas, albergues, hospitales y centros de actividad económica tanto artesanal como comercial.
    Propiamente ciudades del camino francés son Sahagún, Logroño, Castrojeriz, Carrión y Belorado. El resto de las mencionadas habían alcanzado un cierto grado de vida urbana independientemente de la ruta de peregrinación aunque ésta impulsó notablemente el despegue de todas ellas 9.
    En el norte peninsular y posteriormente al despegue de las ciudades del camino de Santiago, en los siglos XIII y XIV se crean alrededor de 100 nuevos núcleos urbanos que reorganizan a la población atrayéndola con sus privilegios hacia estos nuevos centros, y modificando en consecuencia el paisaje, que se ve salpicado de innumerables núcleos urbanos de modestas dimensiones. Estos nuevos centros si tienen una planifica ción urbana determinada. Son fruto de una voluntad real que pretende reorganizar el espacio con la misma población existente en el mundo rural y para ello ofrece franquicias y beneficios a los futuros pobladores, que se manifiestan en primer término en un reparto homogéneo del espacio urbano para cada unidad familiar 10.

 
 

Ciudad de Basilea.
Xilografía de la Crónica Universal de Schädel de 1493. Una primera tentativa de topografía exacta y sistemática.


     En el norte de Europa, en Flandes la red urbana se crea en la segunda mitad del siglo XI. Se trata de una zona con un gran desarrollo comercial debido al intenso tráfico entre el Mar Báltico y el Mar del Norte. Las primeras ciudades se crean para consolidar la ruta terrestre por territorio flamenco. En tiempos de Balduino V (†1067) tienen su origen Ypres, Messines, Lille y Brujas. En Brabante los duques se proponen fortificar su frontera oriental con la fundación de ciudades. A lo largo del siglos XII se van originando las nuevas fundaciones urbanas, pero no todas tienen el éxito deseado, ya que pasados algunos años varias de ellas se despueblan. De todas formas las creadas en lugares más estables prosperan.
     Las villas nuevas de Inglaterra son producto del siglo XIII y su origen radica en motivaciones de carácter político defensivo en la mayor parte de los casos, aunque también influyó el deseo de ocupación de nuevas tierras, como las de East Anglia o la consolidación de las explotaciones mineras con la creación de Devon y Cornuailles, o la roturación de los bosques con la fundación de Strafford-shire. Entre 1277 y 1287 tras la conquista del País de Gales por Eduardo I se procedió a la fundación de diez Welsh Towns. La creación de estas villas consumió grandes recursos del reino porque se construyeron en breve plazo de tiempo y porque se diseñaron como auténticas pobla ciones defensivas en las que sus pobladores debían ejercer el doble papel de colonos y soldados. Al finalizar el siglo XIII en Inglaterra se habían creado alrededor de 120 ciudades de nueva planta.
    En Italia el movimiento de fundación de villas nuevas tiene un comportamiento particular. Las impulsoras del movimiento son las propias ciudades que desean consolidar su poder en el territorio en el que están asentadas asegurando la dominación política y económica sobre los campos circundantes. Estas villas nuevas son perfectos reflejos de las ciudades que las crean tanto en su planta y trazado como en su forma de gobierno. Donde mayor extensión tuvo esta política fue en el norte y centro de Italia, en la llanura del Pó, en Lombardía y en el Véneto. Las primeras creaciones de este tipo fueron las ciudades de Lodi en 1158, Alejandría entre 1164 y 1168. Villanova de Verona en 1185, Orzi Nuovi fundada por Brescia en 1193. En 1199 Castel Franco Véneto por Trevise. En 1212 Cittadella por Padua etc. Estas poblaciones solían recibir el nombre de Villa Nova, Borgo Franco o Castel franco.
    La historia de las Bastidas de Francia se inscribe cronológicamente en la segunda oleada de fundaciones de los siglos XIII-XIV. Pero para comprender la estrategia de su fundación es necesario remontarse al pasado. Se crean en territorios ya ocupados por establecimientos existentes, castelnaux, abadías, sauvetés, y burgos nuevos. Al igual que los castelnaux, las sauvetés representan un siglo antes que las bastidas una red de establecimientos en los que se puede fijar a la población sobre un terreno, que se reparte en parcelas. Quienes promocionan esta primera fase del asentamiento de población en estos pequeños centros, son las grandes abadías y órdenes hospitalarias. Por medio de un documento se fijaban las obligaciones y derechos de los nuevos poblado res. Estos centros tenían un marcado carácter defensivo.
    Los principales fundadores de las Bastidas son, por el contrario los nobles y en algunas ocasiones los cistercienses, entre los fundadores destacan los condes de Toulouse, los duques de Aquitania y los reyes de Francia. Por lo general la causa de su fundación es la necesidad de ocupar un territorio discutido, o de señalar claramente las líneas fronterizas. En el sudoeste francés todo cambio político o toda consolidación de un nuevo poder suscita un fuerte movimiento de fundaciones. El conde de Toulouse (Ray mundo VII) para reafirmar su poder en su territorio frente al reino de Francia, crea cuarenta bastidas que las establece por todos sus dominios. Alfonso de Poitiers asistido por los cistercienses y los obispos, tras la cruzada contra los albigenses creó gran número de bastidas. Años más tarde Eustaquio de Beaumarchais, en menos de 22 años creó 23 villas nuevas en Gascuña, al sur del Garona. El movimiento fundacional comienza en 1222 con la creación de Cordes en la zona albigense y continúa durante siglo y medio, hasta 1370 en que se funda Anjou. Durante este tiempo se crearon más de 400 bastidas 11.
      Las fundaciones alemanas son las más numerosas de todos los países europeos. En el interior de su territorio los enfrentamientos políticos entre los distintos príncipes favorecieron el establecimiento de una política territorial basada en el incremento del elemento urbano. Pero donde se produjo un potente proceso de creación urbana fue en las tierras de colonización del Este.
     A medida que se iban conquistando las tierras del Este, los príncipes y las órdenes militares organizaron la colonización. El interés fundamental de ésta radicaba en asegurar fuertemente sus defensas en las tierras de frontera, para ello se realizaron llamamientos a la población para que acudieran a estas nuevas tierras. La mayor parte de los pobladores que acudieron a estos llamamientos, procedían de Sajonia y Flandes. En cada lugar de colonización un Locator o un centro religioso se encargaba de programar la repoblación, delimitando el territorio a ocupar, el espacio urbano y el espacio agrario con sus tierras de cultivo y los bosques. Cada vecino recibía una parcela urbana en la que debía edificar su vivienda, y un lote de tierra para su explotación, quedando establecido desde un primer momento el tipo de obligaciones económicas y de servicios que debían realizar para el promotor de la empresa de colonización.
     En su avance hacia el Este, en el Norte y para controlar la ruta del Báltico y su costa hasta Riga, se crean en el siglo XII y XIII un buen número de ciudades comerciales fuertemente fortificadas cuyo principal exponente es Lúbeck. Creada en 1143 por Adolfo de Holstein el primitivo recinto estaba delimitado por un castillo en la parte norte y una iglesia al sur. Pero fue Enrique el León quien en 1158 con la concesión del mercado a los comerciantes allí establecidos, dio el impulso necesario para que se convirtiera en el importante puerto que fue posteriormente. Concedió a los habitantes lotes regulares e iguales de terreno en torno a una plaza rectangular para que edificaran de esta forma sus viviendas. La ciudad quedó constituida por cuatro calles paralelas cortadas por cantones a las que se orientaban las fachadas estrechas de sus casas. A pesar de las diferencias políticas, también Federico I concedió a esta ciudad un importante privilegio en 1188 en el que confirmaba el dominio territorial de la ciudad y su independencia.
     En resumen diremos que en Alemania en el año 1200 había 250 núcleos calificados con el nombre de ciudad al Oeste del EIba y 12 al Este. Pero en 1400 el número de ellos había ascendido a 1.500 tanto al Oeste como al Este del río 12.

 


CONCLUSIÓN


    Al realizar un repaso a toda esta cantidad de villas nuevas que se crean en el Occidente europeo entre los siglos XI al XIV se percibe un elemento de homogeneidad en la mayor parte de los casos, a pesar de las diferencias cronológicas de estos procesos en los distintos países, de los particularismos y de las diversas motivaciones en sus fundaciones. Las villas nuevas por lo general están construidas según un plan prefijado por el fundador o los primeros colonizadores, que eligen la situación o emplazamiento de la futura villa, el diseño del plano, la estructura interna intramuros, la distribución del espacio público y privado, el número de calles, su largura y anchura, y el tamaño y número de las parcelas. Mantienen un diseño regular, que en esencia consiste en el trazado de calles paralelas cortadas por otras de menores dimensiones en ángulo recto. La implantación perfecta sobre el terreno de este diseño urbano nos daría una planta en damero que no siempre es posible percibir, ya que la idea original puede verse alterada en primer lugar por el asentamiento elegido y posteriormente por las transformaciones que sufre el tejido urbano sobre todo en sus parcelas de vivienda, debido a problemas de herencias, compras, apropiaciones etc., que modifica la homogeneidad parcelaria e incluso la vía pública puede verse alterada por la intromisión en ella del espacio privado.
    A pesar de los elementos de racionalización que percibimos en las plantas de las villas nuevas, no podemos deducir que exista un modelo ideal de aplicación general. No existen reglas escritas y definidas en las que se especifique cómo debe ser una villa nueva en la Edad Media. Los emplazamientos son diversos y ello condiciona el perímetro de la planta. Además las dimensiones de estos centros urbanos pueden variar notablemente. El único elemento o proceso que se produce en todas ellas de forma similar es la lotización del espacio privado en parcelas de viviendas. Los fundadores de las villas nuevas normalmente reparten el espacio urbano en lotes homogéneos para un número de pobladores hipotéticos en cada villa. Por tanto la planificación del número de pobladores es la que configura la dimensión y estructura de la villa, que posterior mente será bordeada y protegida por la muralla.
    Pero no en todos los casos ha quedado consignada en la documentación de la época este tipo de información, fundamental para conocer con exactitud el proceso de urbanización de Europa, por tanto van a ser los propios núcleos urbanos los únicos que a pesar del tiempo transcurrido podrán aportarnos información clarificadora de sus orígenes históricos. En mi opinión la villa medieval en su conjunto es un documento histórico y por tanto el objeto de interés de un historiador debe ser todo el conjunto urbano. Las murallas con sus lienzos de pared, las torres, puertas y portillos. Los arrabales anexionados a la muralla o situados a la largo de los caminos de acceso a ella. Los espacios públicos, plazas y encrucijadas de calles, pórticos de iglesias, cementerios y calles. Los espacios privados con los solares y viviendas familiares, las residencias principales. La infraestructura de la ciudad, canalizaciones de aguas, pozos, fuentes. Los elementos de acceso a la ciudad, puentes, caminos, calzadas, etc.
    La estructura física de la villa constituye el documento más creíble que se posee sobre la sociedad, ya que es el lugar en que actúa la sociedad y configura el espacio según sus intereses.
    El estudio del aspecto físico de la ciudad que proponemos entra dentro del campo de la arqueología. Pero hay que tener en cuenta que los núcleos urbanos medievales en su mayor parte, no han sido abandonados, por tanto para su estudio habrá que prescindir de la excavación directa, excepto en algunos puntos señalados, en consecuencia habrá que contar fundamentalmente con la cartografía histórica, la fotografía aérea y en especial con la prospección y la arqueología de superficie. Estos métodos descubren y crean información para un posterior conocimiento histórico sin destruir el documento arqueológico.

 

 

NOTAS


1. BARCELO, M., Arqueología medieval en las afueras del medievalismo. Edit. Crítica. Barcelona, 1988, p. 11.
2. GUIDONI, E., La ville européenne: Formation et signification du quatrieme au onzieme siecle. Edit. Pierre Mardaga. Bruselas, 1981, p. 20.
3. LACARRA, J .M., Panorama de la Historia urbana en la Península Ibérica desde el siglo Val X. En Spotelo, 1959, pp. 317-357.
4. FASOLI, G. y BOCCHI, F., La cittá medievale italiana. Edit. Sansoni. Florencia, 1975, pp. 96-98.
5. HEERS, J., La ville au Moyen Âge. Edit. Fayard. París, 1990, pp. 20-22 y 24-25.
6. HEERS, J., Op. Cit., pp. 30-37.
7. GUIDONI, E., Op. Cit., pp. 54-91.
8. GAUTIER DALCHÉ, J., Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media. Edit. siglo XXI. Madrid, 1979, pp. 15-30.
9. PASSINI, I., Villes Médiévales du chemin de Saint Jacques de Compostelle: de Pampelune a Burgos. Edit. Recherche sur les Civilisations. París, 1984.
   GAUTIER DALCHÉ, I., Op. Cit., pp. 70-80.
10. Este tema está ampliamente tratado en las siguientes obras RUIZ DE LA PEÑA, J.I., Las Polas asturianas en la Edad Media. Edit. Univ. de Oviedo. Oviedo, 1981.
   ARIZAGA BOLUMBURU, B., El nacimiento de las villas guipuzcoanas en los siglos XIII-XIV. San Sebastián, 1978.
   ARIZAGA BOLUMBURU, B., Urbanística Medieval. Edit. Kriselu. San Sebastián, 1990.
11. DIVORNE, F., Stratégie d'implantation des Bastides. Rey. Monuments Historíques n.º 158 «Bas tides» C.N.M.H.S. París, 1988, pp. 8-13.
   HIGOUNET, Ch., Bastides et Frontieres, en «Le Moyen Age», 1948, pp. 113-130.   
12. HEERS, J., Op. Cit., pp. 98-125.

 


 

 EL PAISAJE URBANO
EN LA EUROPA MEDIEVAL

 BEATRIZ ARÍZAGA BOLUMBURU
(Universidad de Cantabria)

III SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES

Nájera 1992
INSTITUTO DE ESTUDIOS RIOJANOS
LOGROÑO 1993

 

Biblioteca Gonzalo de Berceo