El movimiento feminista empezó a lograr importancia en Inglaterra y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. En Inglaterra, el objetivo fue alcanzar el derecho al voto para las mujeres. En Estados Unidos, la lucha por la abolición de la esclavitud fue el aglutinante de un grupo de mujeres que más tarde combatirían por sus propios derechos. El movimiento se formó en el seno de las clases medias y tuvo clara inspiración burguesa.

Es difícil determinar cuándo nació en las mujeres su conciencia feminista, y puede ser que ésta fuera desarrollándose en proporción a las marginaciones sufridas por ellas. Se vieron convertidas en elementos subordinados al hombre y fueron conscientes de que la desigualdad sería su presente y su futuro, y este no-proyecto de vida, la herencia que transmitirían a sus hijas.

En España, a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX no hubo movimientos feministas organizados como en los países anglosajones (1 ). Pero sí se dio la penetración de las ideas feministas, así como su arraigo y débil desarrollo, que se tradujo en una activación de las tareas en pro de los derechos de la mujer. No se intentó en ningún caso socavar los cimientos de la sociedad establecida, con la excepción del período de la guerra civil. Se trató más de reformar que de igualar. De ningún modo se puso en discusión el papel tradicional de esposa y madre, pero se logró la contemporización con las nuevas ideas llegadas al país.

 

Las mujeres españolas crearon numerosas asociaciones, aunque éstas estaban carentes de agresividad. El feminismo nos llegó tarde, cuando ya había perdido combatividad tras la primera Guerra Mundial.

 

En España había una pervivencia de las estructuras del Antiguo Régimen, la Iglesia Católica ejercía un papel de control social y la burguesía era débil, así como la revolución industrial; El feminismo español no se encontró con las mismas circunstancias socioeconómicas que en los países anglosajones y esto marcaría desfavorablemente su desarrollo posterior.

 

Aparte de las influencias extranjeras, el detonante de la concienciación feminista se encuentra en la incorporación de la mujer al trabajo extradoméstico por imposición de la nueva coyuntura socioeconómica. Como dice Geraldine M. Scanlon: Significativamente fueron las mujeres de Cataluña, región de un considerable desarrollo comercial e industrial, las que se distinguieron constantemente en el siglo XIX por su seriedad, sentido práctico y por su intervención en los asuntos de negocios y en la vida pública (2).

Sin embargo, la mujer había trabajado siempre y duramente: en la agricultura, en el taller artesanal del padre o marido y en otros quehaceres. Pero estas tareas no la habían alejado del hogar, las había podido compatibilizar con el trabajo doméstico y la vida familiar no se había visto alterada, aunque ella cayese rendida por las noches. Ahora era distinto, jornadas laborales de doce y hasta quince horas diarias la alejaban de su casa y del control del cabeza de familia; pero aun así su salario era considerado inferior en importancia al del hombre y sólo complementario. Este carácter de complementaridad lo seguirá arrastrando hasta el momento actual y llevará a la mujer a ejercer una doble jornada de trabajo: el doméstico y el extradoméstico. Mal endémico éste de difícil solución mientras el hombre no se integre de lleno con el mismo grado de responsabilidad en las tareas domésticas y, en consecuencia, en la cultura doméstica.

Sobre la incorporación de la mujer al trabajo, Rosa M.ª Capel dice: El debate acerca del trabajo de la mujer surge en España a fines del siglo pasado, y en la polémica, los ideales católicos ejercerán una influencia determinante hasta bien entrada la actual centuria. De igual modo que ocurriese en otros países, será la evolución económica interna la que familiarice a los españoles con la idea de la actividad asalariada femenina, aunque no se supere esa postura intermedia que la acepta ante el imperativo de las circunstancias y que, por tanto, no deja de concebirlo como complementario, eventual, mal menor antes de morir de indigencia o perder la honra (3).

El feminismo fue acogido por los hombres con paternalismo. La mujer se acostumbró a hacer un feminismo para solucionar problemas inmediatos, pero sin mucha visión de futuro. Se trató de aliviar más que de cambiar.

 

Orígenes

Durante la segunda mitad del siglo XVIII aparece la figura de las mujeres ilustradas, defensoras de los ideales de la Ilustración, en su mayoría pertenecientes a la alta aristocracia residente en Madrid, que tratan de erradicar la ignorancia del país (4).

En el siglo XIX, a pesar del altísimo porcentaje de analfabetismo entre las mujeres, hay un nutrido grupo de ellas que se dedica a escribir y que publican sus obras en la segunda mitad de la centuria, María Laffite las denomina las literatas: Fernán Caballero, Concepción Arenal, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán (5), De todas ellas destaca Concepción Arenal, que escribe diversos artículos específicos sobre la problemática de la mujer,

En general, el verdadero origen del feminismo en España se suele centrar alrededor de la labor de los krausistas en educación, y por tanto de la Institución Libre de Enseñanza (1876), de los Congresos Pedagógicos de 1882 y 1892 y de la reforma de la Escuela Normal de Maestras (6), conformando un feminismo de tipo burgués,

Un objetivo inmediato de la mujer fue acceder a la cultura que le estaba vedada, ya que es consciente de que sus conocimientos no alcanzan más allá de los necesarios para desenvolverse entre las cuatro paredes del hogar,

En 1871 se funda la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, cuyo objetivo es formar a las mujeres en aquellas profesiones consideradas como más femeninas y más acordes a su naturaleza, También se crean las escuelas de Comercio -en 1878-, de Correos -en 1833- y de Mecanografía, en 1904 (7), En Valencia se funda en 1881 l'lnstitució per a l'Ensenyament de la Dona, por iniciativa de la Sociedad de Amigos del País, y en Barcelona, en 1893, la Escuela de Institutrices y otras carreras para la mujer.

En el campo de la enseñanza primaria el número de maestras fue elevado. En la primera Escola d'Estiu, celebrada en Barcelona el año 1914, donde se intentaba reforzar el aprendizaje y conocimientos de los maestros, de 197 alumnos, 141 eran mujeres (8).

La problemática de la mujer obrera era muy diferente. Su embrutecedor trabajo en la fábrica por un salario muy inferior al del hombre, o el trabajo a domicilio sin ninguna protección laboral y en pésimas condiciones higiénicas, le hacían buscar sus soluciones como integrante de una clase social oprimida más que por pertenecer al sexo femenino. La mujer obrera participó masivamente en coyunturas críticas que afectaban por graves causas a la sociedad y en especial al proletariado como la Semana Trágica de Barcelona ~ (1909) y la huelga general de 1917 (9). Ya anteriormente, en el siglo XVIII, la mujer habla participado en todos los alborotos derivados de la carestía y escasez de alimentos.

El feminismo de tipo burgués desarrollado en España se erige en defensor y protector de las mujeres obreras, en una labor más cercana a la beneficencia que a la resolución a largo plazo de los problemas. Y, como dice Geraldine M. ScanIon, Los conservadores, al lograr hacerse con el feminismo lo volvieron inocuo (10).

Cataluña (11) nos dará numerosos ejemplos de este feminismo burgués protector y paternalista que nace en el seno de una clase culta, que ve con preocupación cómo las mujeres obreras por razón de su trabajo en la fábrica van descuidando su tradicional papel de esposa y madre. La influencia de este feminismo se extenderá primordialmente sobre las trabajadoras a domicilio, que por su dispersión será campo abonado para el reformismo socialcatólico.

La Iglesia, que no vio con buenos ojos la incorporación de la mujer al trabajo, se inclinó a aceptar como mal menor el trabajo a domicilio porque éste no presupone el abandono físico del hogar, aunque relatos contemporáneos nos hablen de unas condiciones laborales e higiénicas deplorables.

En 1910 se funda en Barcelona el Sindicat de l'Agulla, bajo patrocinio episcopal y presidido por Dolors Monserdà, para denunciar la explotación de las costureras a domicilio. En el año 1912 se crea, también en Barcelona, la Federació Sindical d'Obreres, bajo patronato presidido por María Domenech, Este feminismo va ligado por intereses de clase con el movimiento catalanista impulsado por la burguesía (12), uno de cuyos frutos sería la publicación de la revista Or i Grana en 1906.

Tanto Dolors Monserdà como Francesca Bonnemaison, fundadora de l'lnstitut de Cultura i Biblioteca Popular per a la Dona -1909-, no cuestionan la superioridad masculina. Sólo tratan de adecuar la cultura de la mujer y alcanzar unos derechos más acordes con los nuevos tiempos; en ningún caso luchan por la emancipación de la mujer.

 

Los años veinte

En esta década se forman numerosas asociaciones de mujeres organizadas para debatir los problemas que las afectan.En el año 1918 se crea la Organización Nacional de Mujeres Españolas (13), bajo la presidencia de María Espinosa de los Monteros, y que básicamente se limita a pedir una revisión de ciertas leyes discriminatorias; de tendencia fuertemente españolista y de centro-derecha. Pero aunque católica, trató de mantener su independencia ante los intereses de la Iglesia.

En este período también se constituyen: la Mujer del Porvenir, la Progresiva Femenina y la Acción Femenina de Barcelona; la Liga Española para el Progreso de la Mujer, la Sociedad Concepción Arenal -en Valencia- y la Unión del Feminismo Español, creada por Celsia Regis en 1924 y ligada al núcleo feminista que publicaba La Voz de la Mujer (14), periódico de una notable influencia.

Se crean también organizaciones de carácter estatal como la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, la Cruzada de Mujeres Españolas y la Asociación Católica de la Mujer. Las dos primeras, a diferencia de esta última, eran asociaciones de tendencia más radical y comparables a los movimientos sufragistas anglosajones, ya que su presidenta, Carmen de Burgos, aunque no abogaba por una inversión de funciones ni tampoco por la igualdad, sí aspiraba a una justicia social que no esclavizase a la mitad de la humanidad (15).

En el año 1926 se funda el Lyceum Club, cuya primera presidenta fue María de Maeztu, asociación que se preocupó por elevar el nivel cultural de la mujer.

En cuanto a los avances entre las obreras, no podemos olvidarnos del sindicalismo. Según Rosa M.ª Capel, no puede hablarse de sindicalismo entre las obreras hasta la segunda década del siglo XX. Las estadísticas del año 1920 dan un número aproximado de 20.000 afiliadas a los sindicatos, de las que 6.400 son ugetistas y 23.815 en las asociaciones católicas. En el año 1930 estas cifras casi se han duplicado (16). Los sindicatos femeninos presentan un predominio casi absoluto del sector industrial controlado por socialistas y anarquistas. Entre estos últimos destaca la figura de la Iider Teresa Claramunt, obrera del ramo textil en Cataluña. El sindicalismo católico domina el sector de la industria a domicilio y cuenta entre sus filas a la figura destacada de la inspectora de Trabajo María de Echarri.

En el terreno de la educación y profesionalización de la mujer hay un afianzamiento de las carreras femeninas, pero siempre dentro del reformismo y nunca de la idea de emancipación. Se trata de revestir de prestigio cultural un cometido subordinado, y esta filosofía tiene un claro exponente en l'Institut de Cultura i Biblioteca Popular per a la Dona de Barcelona, que en 1922 inaugura su nuevo edificio y se afianza como institución. Si examinamos las asignaturas impartidas en el centro observamos que están encaminadas a la doble misión de la mujer: como ama de casa y como trabajadora en oficinas y despachos. En la actualidad, antiguas ex alumnas entrevistadas tienen el recuerdo de que el hecho de estudiar en aquella escuela era debido a una cierta actitud progresista por parte de sus padres, máxime cuando no era obligatorio cursar las asignaturas de carácter doméstico.

En 1924, Primo de Rivera promulgó el Estatuto Municipal que concedía el voto activo y pasivo a la mujer soltera mayor de 23 años y a las viudas. No lo concedió, sin embargo, a las casadas que no fueran cabezas de familia. Se inscribe esta concesión dentro de una política de inspiración paternalista y discriminatoria hacia la mujer casada, a la que no se le permite el disentimiento político con su marido y se la sujeta a su arbitraje ideológico. Por otra parte, Primo de Rivera llamó a trece mujeres representantes de la burguesía, de la aristocracia y de la cultura a formar parte de la futura Asamblea Nacional (17).

 

La República

Las mujeres inglesas consiguieron el derecho a votar en 1918 y al año siguiente lo logró la totalidad de las americanas.

En nuestro país. el debate acerca de la consecución del voto femenino importaba a las mujeres afiliadas a partidos políticos o integrantes de las diferentes asociaciones de carácter feminista. Pero nunca preocupó a la gran masa de mujeres, en clara correspondencia a la escasa propagación de las ideas feministas. No hubo aquí un movimiento sufragista que impulsase la consecución del voto.

La Asamblea constituyente de la República reconoció el derecho de la mujer a ser elegida, pero no electora. Los hombres serán los únicos que podrán votar a las mujeres candidatas.

En las elecciones de junio de 1931 salieron diputadas Clara Campoamor, del Partido Radical; Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista y Margarita Nelken, del Partido Socialista Obrero Español.

El día 1 de septiembre, los radical-socialistas presentan una enmienda para restringir los derechos del voto sólo a los hombres. El día 29 empieza el debate; para entonces solamente había dos mujeres diputadas, por estar pendiente Margarita Nelken del resultado de una impugnación acerca de su nacionalidad. Pero incluso las dos diputadas no compartían el mismo criterio acerca de la concesión del voto. Clara Campoamor era partidaria del voto femenino, así como los socialistas, algún republicano y los partidos de derechas; por su parte, Victoria Kent era contraria a la concesión, como su partido -el Radical-Socialista-, la Acción Republicana y -paradojas de la política- el propio partido de Clara Campoamor, el Radical.

Si bien en la teoría casi todos los integrantes de la Cámara estaban de acuerdo con la idea de que la mujer era merecedora de este derecho, no lo estaban en la práctica. Lo que se discutía era la oportunidad del momento político para esta concesión. Los partidos no derechistas consideraban perjudicial para ellos el voto de las mujeres debido a la influencia que la Iglesia y la familia tenían sobre ellas, lo que se traduciría en un incremento de los votos conservadores.

El día 1 de octubre las dos diputadas se enfrentan en el debate. Clara Campoamor es partidaria de que la mujer vote para empezar a escoger por si misma, en un planteamiento claramente feminista. Si no se deja participar a la mujer no se acelerará su eterno aprendizaje. Como diría más tarde en su obra El voto femenino y yo: La mujer no puede irrumpir en el campo de la actividad política con un sentimiento ya depurado ni con una ética muy afinada. Eso es precisamente lo que se irá decantando en ella a medida que la actuación y el conocimiento formen su conciencia pública, y precisamente para adquirir virtudes políticas y sociales, era indispensable que actuase.

Victoria Kent no discutía el derecho al voto de la mujer, pero opinaba que no era el momento adecuado ni conveniente para la República. Compartía así la visión masculina del problema como sus compañeros de partido. .

No faltaron por parte de los diputados y de Ios periódicos comentarios jocosos sobre las diferentes opiniones de las dos únicas mujeres de la Cámara, en que calificaban de divertida la sesión y aludían a la condición de solteras de las dos diputadas (18).

El resultado de la votación fue de 161 votos a favor del voto femenino y 121 en contra.

En las elecciones del año 1933 se culpó a las mujeres del triunfo de las derechas. Investigaciones posteriores han demostrado que el triunfo fue debido a una conjunción de varias circunstancias, entre las que destacan la recomendación de abstención por parte de los anarquistas y la desorganización de la izquierda.

Cuando en el año 1936 las elecciones son ganadas por el Frente Popular no se habla tanto de la influencia del voto femenino en los resultados.

Muchas de las ideas expresadas por Clara Campoamor mantienen su vigencia en la actualidad, máxime cuando analizamos el escaso porcentaje de mujeres incluidas en las listas electorales en estos últimos años. Ella escribía en 1936: y no se nos diga que en los partidos no se encuentran mujeres de acertada actuación, porque no sabemos si ello será verdad, pero lo que es bien notorio es la unión de incapacidades masculinas que esos partidos han exaltado a funciones que exigen algún contenido.

Las tensiones entre los partidos políticos impidieron también la creación de un movimiento feminista sin presiones y de carácter interclasista.

La República secularizó la institución del matrimonio con la instauración del matrimonio civil sin perjuicio de celebrar también la ceremonia religiosa. En octubre de 1931 , la Unión Católica Femenina exhortaba a las mujeres a no aceptar el matrimonio civil en estos términos: iLas jóvenes exijan siempre a su prometido el matrimonio canónico! iLos padres nieguen el consentimiento o consejo para el matrimonio civil!

Se instauró también mediante ley de 28 de junio de 1932 el divorcio, admitiendo entre las causas posibles de solicitud el mutuo acuerdo entre los cónyuges. En el debate anterior a la aprobación de la ley, los diputados católicos se opusieron vivamente. Parece ser que no fueron muchas las demandas de divorcio, y es que a veces es más fácil cambiar la legislación que la mentalidad popular, y en cuanto a las mujeres, como dijo Clara Campoamor, al esclavo liberado no se le borra fácilmente el pliegue de la servidumbre.

 

La guerra civil

La guerra civil significó una gran convulsión para la sociedad, y las mujeres no fueron ajenas a ello.

La excepcionalidad de la situación hizo que en la zona republicana algunas mujeres acudieran al frente a luchar, pero cuando se profesionalizaron las tropas, volvieron a la retaguardia. Allí se les exigió un redoblado esfuerzo en el cometido de tareas desempeñadas tradicionalmente por ellas, como en el sector sanitario y el de servicios, agregando ahora el sector industrial.

Los partidos crearon o activaron sus organizaciones femeninas, sobre todo los comunistas y anarquistas. La asociación más importante fue la de Mujeres Antifascistas que, aunque abiertas a otros partidos, tuvo claro predominio comunista. Su equivalente en Cataluña fue la Unió de Dones de Catalunya.

 

Mención aparte merece la Asociación Mujeres Libres, creada en abril de 1936 y de ideología anarquista, con núcleos en gran parte del territorio republicano (19). Sus fundadoras fueron Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch. Partían de tres presupuestos básicos: existencia de un problema específicamente femenino; aceptación del anarquismo como ideal revolucionario que propone la igualdad entre todos los seres humanos sin distinción de sexo, y la existencia de una contradicción entre la teoría y la práctica en los militantes anarquistas (20). Constituyeron un claro proyecto de emancipación de la mujer, y por eso fueron recibidas con desinterés y cierta hostilidad en los ambientes libertarios.

Aunque el período de la guerra fue de avance para la mujer, no todas las mujeres del bando republicano se sintieron atraídas por lograr su independencia. Las más concienciadas tuvieron que supeditar sus intereses al objetivo principal de superar la contienda bélica. Aunque para las mujeres comunistas el principal deseo fue el que la República ganase la guerra, y para las anarquistas fuese, además, la realización de la revolución social.

En Cataluña, por decreto de 25 de diciembre de 1936, se autorizó la interrupción voluntaria del embarazo. El aborto había de efectuarse en las instituciones sanitarias dependientes de la Generalitat. Sin embargo, fueron muy pocas las mujeres que se acogieron a este decreto, Este fracaso se explica -según Mary Nash- entre otros motivos por existir una pervivencia de las actitudes tradicionales, que consideraban muy mal el aborto voluntario. Las mujeres se vieron obligadas a seguir acudiendo al aborto clandestino (21 ). )

En la zona sublevada, la única asociación existente fue la Sección Femenina, dependiente de Falange, bajo la dirección de la delegada nacional, Pilar Primo de Rivera. Las mujeres de esta asociación desempeñaron en la retaguardia con disciplina y agrado las tareas tradicionalmente femeninas en apoyo de los hombres desplazados al frente. Se estaba gestando el modelo de mujer que el régimen franquista impondría. al terminar la guerra.

 

 

NOTAS

(1) M. Laffite, La mujer en España. Cien años de su historia, Madrid, 1963, pág. 9.
(2) G. M. Scanlon, La polémica feminista en la España contemporánea, Madrid, 1986, pág. 6
(3) R. M. Capel, Mujer y trabajo en la España de Alfonso XIII, en Mujer y Sociedad en España 1700-1975, Madrid, 1982, pág 214.
(4) P. Fernández Ouintanilla, La mujer ilustrada en !a España del siglo XVIII, Madrid, 1981, pág.11.
(5) M. Laffite,op. cit., pág. 87.
(6) G. M Scanlon, op. cit., pág. 4.
(7) R. M Capel, El sufragio femenino en la Segunda República, Granada, 1975, pág. 93
(8) J. Monés, .L'Obra educativa de la Mancomunidad-, L 'Avenç, n.º 3 (1977), págs. 36-40.
(9) R. M. Capel, «Mujer y trabajo en la España de Alfonso XIII, en Mujer y Sociedad en España 1700-1975, Madrid, 1982, pág. 237
(10) G. M. Scanlon, op cit., pág. 200.
(11) M. A. Capmany,La dona a Catalvnya, Barcelona, 1966. M; A. Capmany, El feminismo ibérico, Barcelona, 1970.
(12) M. Nash, «La problemática de la mujer y el movimiento obrero-, en Teoría y práctica del movimiento obrero en España 1900-1936, Valencia, 1977, pág. 257.
(13) G. M. Scanlon. op. cit., pág. 203.
(14) G. A Franco, «La contribución de la mujer española a la política contemporánea: de la Restauración a la Guerra Civil (1876-1939)-, en Mujer y Sociedad en España, 1700-1975, Madrid, 1982, pág. 245.
(15) M. Nash, op. cit., pág. 262.
(16) R. M. Capel, «Mujer y trabajo en la España de Alfonso XIII-, en Mujer y Sociedad en España, 1700:1975, Madrid, 1982cpág.234. ,
(17) G. A. Franco, op. cit., pág. 247.
(18) G. M. Scanlon, op. cit., pág 276.
(19) M. Nash, Mujeres libres. España, 1936-39, Barcelona, 1977.
(20) M. Nash, «La problemática de la mujer y el movimiento obrero», en Teoría y práctica del movimiento obrero en España, 1900-1936, Valencia, 1977, pág. 273.
(21) M. Nash, «L'avortament legal a Catalunya-, L 'Avenç, n.º 58 (1983), págs. 20-26.

 

 

Por Roser Solé Solé
Historiadora.
 

 

 

Indice del monográfico
LA MUJER EN ESPAÑA

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