El nombre de Gonzalo de Berceo, como autor conocido de obras en castellano, es el primero que cronológicamente salta a las páginas de nuestra historia literaria, si bien hay que reconocer que esta prioridad en el orden temporal no ha supuesto ninguna ventaja ni tan siquiera oportunidad de hecho para que el insigne "maestro" se viera colocado en el alto pedestal que con justicia le corresponde.
      Sus contemporáneos no supieron saborear las ricas esencias de la poesía berceana, por lo que las obras del gran poeta de la Rioja quedaron muy pronto relegadas al olvido; tanto es así que el Marqués de Santillana ni siquiera lo menciona en el elenco de autores renombrados del mester de clerecía.
      
Ni mejoró su fortuna con la publicación que de la obra de Berceo hiciera Tomás Antonio Sánchez en el siglo XVIII (1): ninguno de los que se acercaron a beber las frescas aguas de esta poesía primitiva, llena de ingenuidad y de encanto, calificó a su autor como gran poeta, cosa que lamentaba Menéndez y Pelayo (2), el cual añadía a continuación:

   "Es sin duda (Berceo) un poeta sobremanera simpático y dotado de mil cualidades apacibles que van penetrando suavemente el ánimo del lector, cuando se llega a romper la áspera corteza de la lengua y la versificación del siglo XIII. No tiene la ingenuidad épica de los juglares, pero aunque hombre docto, conserva el candor de la devoción popular, y es en nuestra lengua el primitivo cantor de los afectos espirituales... Asciende a veces, aunque por breve espacio, a las cumbres más altas de la poesía cristiana, haciéndonos sospechar que en su alma se escondía alguna partícula de aquel fuego que había de inflamar muy poco después el alma de Dante" (3).

      A nuestro siglo quedó reservado el "descubrimiento" del poeta Gonzalo de Berceo: eruditos y poetas glosan sus versos (4), filólogos y gramáticos encuentran en ellos un auténtico tesoro y los estudiosos rompen buenas lanzas defendiendo el lustre del preclaro hijo de la Rioja (5). Así confiesa sin rebozo Giménez Resano:

     "Con nuestro estudio queremos contribuir también al destierro definitivo de una imagen muy poco fiel, que representa a Gonzalo de Berceo como un poeta pobre de recursos, corto de inspiración, falto de aliento poético. Tal concepto se formó al no poder contemplar su poesía con los ojos limpios del polvo de los siglos, cuando no se supo considerar, y mucho menos valorar, el verdadero sentido del 'arte' y de la 'artesanía' del verso en los poetas medievales" (6).

      Una ligera sombra seguirá empañando, no obstante, el brillo de nuestro poeta y es su falta de originalidad; falta de originalidad que se ha convertido en tópico que repiten la generalidad de las historias de nuestra literatura.
      Ya sabemos que Berceo, lo mismo que los demás poetas del mester de clerecía, no trató de inventar ni de crear, sino de poner al alcance del pueblo lo que él había aprendido en la soledad de la biblioteca:

              "Quiero fer la passion de sennor Sant Laurent
              en romanz que la pueda saber toda la gent" (7),

afirma al comienzo del Martyrio de Sant Laurençio, idea que repite en la copla 2 de la Vida de Santo Domingo de Silos:

                 "Quiero fer una prosa en roman paladino
              en el qual suele el pueblo fablar a su veçino".

      Y para que no quede duda de su afán divulgador (y para refrendo de sus afirmaciones, todo hay que decirlo), no tiene inconveniente en descubrirnos las fuentes en que se inspira, antes alude a ellas con machacona insistencia: "Lo diz la lection", "escripto lo tenemos", "lo que non es escripto non lo afirmaremos"...
      Nuestra pretensión con este trabajo es aportar algunas pruebas, o por lo menos facilitar alguna pista, que demuestren la originalidad de Berceo en lo que atañe a la Introducción a los Milagros de Nuestra
Señora. Reconocemos que sería vano nuestro intento si por originalidad se entiende solamente el concebir nuevas estructuras con nuevos elementos e imágenes antes desconocidas; pero si aplicamos ese concepto también al que da un enfoque propio a su obra, prescindiendo de modelos, con una disposición personal de las partes y una distribución distinta de las figuras, creemos que será difícil negar tal calificativo a Berceo autor de la Introducción, como no se lo discutimos a los grandes y anónimos maestros que concibieron las maravillosas catedrales de la Edad Media, pese a que todos ellos emplearan el mismo arco ojival, la misma piedra tallada e idénticos motivos ornamentales.
      Berceo buscaba un bello friso que colocar en el frontis de su obra preferida: repasó los elementos que le proporcionaban su intuición y su cultura, eligió unos, rehusó otros, esculpió los que no encontraba, los colocó en un conjunto armonioso y el resultado fue esa sorprendente alegoría, la primera de nuestras letras, y "una de las joyas de más subido valor que haya producido en todos los tiempos la simbología cristiana" (8).

 

La Introducción a los "Milagros de Nuestra Señora" de Gonzalo de Berceo

      La obra más importante y, desde luego, la más conocida entre las que compuso Gonzalo de Berceo es la titulada Milagros de Nuestra Señora. Redactada en versos alejandrinos, consta de un total de 911 estrofas de las llamadas de cuaderna vía.
      Se trata de una colección de veinticinco milagros realizados por la Virgen María, la Gloriosa, en favor de los necesitados que acuden a su maternal protección, y va precedida de una bellísima introducción alegórica.
      "No hay palabras para ponderar como se merece la belleza de la Introducción", según Montoliu (9); "verdadera pastoral religiosa", en frase de Menéndez y Pelayo (10). El poeta nos describe, en la primera parte, un prado maravilloso; poblado de toda clase de árboles frutales, adornado de flores perfumadas, con fuentes cristalinas y multitud de aves canoras; en la segunda viene la explicación de esta "palabra oscura" y la interpretación del simbolismo que encierra (11).
      La abundancia de leyendas y milagros marianos que nos ofrece la literatura latina medieval a todo lo largo y ancho de Europa y las alusiones de Berceo: "como diz la lection", "li da el dictado" (12), "metiólo en escripto" (13) y otras, obligó a los estudiosos de la literatura comparada a investigar las probables fuentes primitivas de todos estos poemas.
      Unos quisieron encontrar el origen de los Milagros en el Speculum Historiale de Vicente de Beauvais; otros, en la Leyenda Aurea, de Jacobo de Vorágine; Puymaigre los derivaba de Les Miracles de la Sainte Vierge, de Gautier de Coincy (14). El feliz hallazgo, y estudio posterior, realizados por Richard Becker (15), del manuscrito Thott 128 de la Biblioteca de Copenhague (16), zanjaron en parte la cuestión; y decimos en parte porque si por un lado demuestran el mérito de Berceo "que hace poesía sobre la base de un devocionario latino árido e impoético" (17), por otro dejan en el aire la paternidad de la Introducción y del Milagro XXV, que no constan en el famoso manuscrito.
      Esta omisión podría inclinarnos a creer que ambos pasajes pertenecen, por exclusión, a la cosecha de Gonzalo de Berceo; pero parece que a algunos les repugna imaginar que una pieza de tantos quilates como posee la Introducción pudiera salir de la pluma de un tal Berceo, hábil versificador, eso sí, que iría muy bien pagado con "un vaso de bon vino" (18), por más que está de sobra demostrado que nos hallamos en la presencia de un auténtico poeta, con arrestos suficientes para emprender obra de tal envergadura; o que las expresiones "como diz la lection", "li da el dictado" presuponen necesariamente una obra sobre la que ha trabajado nuestro poeta.
      Así Solalinde escribe, como quien enuncia un axioma, que "queda sin determinar aún de dónde tomó Berceo la Introducción y el milagro XXV" (19), cuando el planteamiento del problema debería ser muy diferente.
      Si nos atenemos al criterio de algunos investigadores que han trabajado en nuestros días en la obra de Berceo, la Introducción está compuesta exclusivamente para los Milagros de Nuestra Señora.
      
Dice Giménez Resano:

                  "Gonzalo de Berceo no necesitó de ningún modelo y no lo tuvo; Berceo recurre al locus amoenus en la 'Vida de Santa Oria' (43-44, 155), pero no se debe confundir un motivo temático, propio de todo tiempo y lugar, con la estricta y verdadera fuente literaria.
                 La introducción a los 'Milagros' es algo tan concreto, supone una conexión tan íntima con el resto de la obra, que la consideramos como una pieza fabricada 'ex profeso' por el poeta para el conjunto estructural. Busca y encuentra un bello prólogo para su obra predilecta" (20).

      El manuscrito Thott 128 registra, lo hemos dicho ya, sólo veinticuatro milagros; que se haya perdido el que hacía el número XXV o que no haya existido jamás no tiene excesiva importancia. Nosotros nos inclinamos a creer que la obra terminaría en un principio con el Milagro de Teófilo (el XXIV), con esa tierna súplica a Jesucristo y a la Gloriosa y ese Amén que cierra cada una de las tres últimas estrofas: 864, 865 y 866. Nos parece una terminación lógica y natural; el milagro de La Iglesia robada lo habría añadido más tarde.
      Sea lo que fuere, el hecho es que Berceo nos cuenta veinticinco milagros, cosa que consideramos muy significativa. Todos sabemos la importancia y el simbolismo que para la mentalidad medieval encerraban los números. Pues bien, veinticinco es el cuadrado de cinco y veamos lo que Gariano escribe a este respecto:

                  "El número cinco es el número mariano por excelencia... Berceo hace uso del número cinco cuando refiere los símbolos marianos de la pradera. Cinco son los símbolos fundamentales: la pradera, los ríos, los árboles, la sombra, los pájaros canoros (coplas 19-26). Luego hay el simbolismo de las flores que corresponden a los nombres de María. El poeta no precisa el número de las flores que brotan en la pradera mística, pero al aclarar su simbolismo, hace una lista de veinticinco nombres de María. A saber: Estrella de los mares (C32), reína de los cíelos, templo de Jesucristo, estrella matutina, señora natural, piadosa vecina, salud de alma y cuerpo (C33), vellocino de Gedeón, honda de David (C34), fuente, puerto, puerta cerrada y abierta (C35), paloma sin hiel (C36), Sión, trono de Salomón (C37), vid, almendra, granada, olivo, cedro, bálsamo, palma, soporte de la serpiente bíblica (C39), vara de Moisés (C40), vara de Aarón (C41).
                 En otra ocasión nos habla de los cinco gozos de María, tópico corriente en la Edad Media, en los cuales se encierran cinco de los grandes temas mesiánicos...
                 Esos cinco gozos corresponden a las cinco llagas de Crísto; pero ellas se transformaron en gozo en el culto mariano, puesto que de aquellas heridas chorreó la sangre redentora. El simbolismo de los cinco gozos se relaciona en Berceo con el número de los sentidos o, mejor dicho, son su contraparte, puesto que a través de los sentidos penetran las tentaciones y el pecado en el hombre, mientras que los cinco gozos son promesa de gracia y salvación. ..
                 No es la frecuencia, sino la presencía lo que cuenta. Por lo tanto, al aceptarse el elemento quinario como base estructural de la obra, alcanzamos otra dimensión estilística en explicar su unidad arquitectónica, pues así viene a integrarse el cuerpo de la obra al espíritu simbólico de la introducción, de la cual parecía tan ajena" (21).

      Sin sobrevalorar el argumento de autoridad, parece que lo anteriormente transcrito posee fuerza suficiente como para admitir la unidad y la trabazón interna entre la Introducción y el resto de los Milagros de Nuestra Señora.
      
Examinaremos a continuación la cantera de la que Berceo pudo extraer los materiales, animados precisamente por aquella sabia advertencia de Dámaso Alonso: "Descubrir la fuente sirve, a veces, para realzar la originalidad" (22).
      Pero antes debemos aclarar una cuestión previa:

 

¿Conoció Berceo a San Bernardo de Claraval?


      San Bernardo, abad de Claraval, fue el hombre del siglo XII. Nacido en 1090 en la Borgoña, de noble linaje, ingresa en el Císter a edad muy temprana. Pronto destacaron las cualidades del muchacho, señalado con el dedo de Dios para grandes empresas, por lo que joven todavía llega a ocupar el sillón abacial.
      Su celo no conoció fronteras: asiste a los concilios de Troyes, a los sínodos de Etampes y de Rei,ms, cruza varias veces los Alpes, funda monasterios; doquiera surja un brote de herejía o de cisma, allí está Bernardo presto a luchar con su verbo y con su pluma en favor de la verdad y del papado. Ante el inminente peligro que amenaza a los Santos Lugares, Eugenio III le confía la misión de predicar la Cruzada, y Bernardo comienza su cometido en Vezeley, en su Borgoña natal, para pasar luego a Germania, donde levanta los ánimos de aquellos caballeros cristianos.
      Al mismo tiempo desarrolla una intensa actividad literaria: escribe sobre programas de gobierno pastoral, comenta el Cantar de loS Cantares, predica homilías y sermones, refuta la herejía, soluciona epistolarmente cuantos problemas le presentan.
      No por ello abandona el cultivo interior de su alma: lleva al mismo tiempo una vida monástica, política, apostólica y contemplativa. "Es el mayor místico al par que el hombre más activo de su siglo" (23).
      Muere en el año 1153 y Alejandro III lo eleva al honor de los altares en 1174. Siglos más tarde, Pío VIII lo nombrará Doctor de la Iglesia Universal.
      La fama del gran restaurador del Císter se extendió rápidamente por toda Europa y sus escritos corrían de mano en mano, según el propio testimonio de San Bernardo (24), por lo que alcanzaron inmediatamente gran difusión.
      Ya en vida del Santo, sus hijos espirituales llegaban al antiguo Reino de Navarra y colocaban las primeras piedras de lo que, con el correr de los años, había de ser el gran monasterio de Nuestra Señora de la Oliva, en Carcastillo, a orillas del río Aragón. Por las calles de la vieja Náxara se oía a diario el golpear de los bordones de los peregrinos que se dirigían a Compostela a visitar la tumba del Apóstol: miles y miles de peregrinos alemanes, franceses, nórdicos y meridionales recorrían el Camino de Santiago, portadores de nuevas ideas, de distintas culturas, de las inquietudes espirituales de la Europa medieval. No es aventurado afirmar que muchos de ellos se desviarían de su ruta para rezar ante la tumba de San Millán de la Cogolla, a unas leguas del Camino.
      Qué más natural, pues, que el nombre de San Bernardo llegara también a aquel rincón de la Rioja en que moraba Berceo y que los monjes de San Millán, prescindiendo de las rivalidades que pudieran caber entre monjes blancos y negros, se interesaran por la persona y por los escritos del nuevo Apóstol de Europa para enriquecer los fondos de la biblioteca monacal.

        Así nos explicamos que Berceo, en la primera página del Planto que fizo la Virgen el día de la Passión de su Fijo Jesu Christo, estampe el nombre de San Bernardo:
              "Sant Bernalt un buen monge de Dios mucho amigo
              quiso saber la coita del duelo que vos digo" (25).

      Y no solamente el nombre de San Bernardo había llegado a oídos de nuestro poeta; más aún, incluso llegó a manejar por lo menos alguna de las obras del Abad de Claraval, si damos por bueno el testimonio de Menéndez y Pelayo referente al Planto que fizo la Virgen:

      "Conmovedora elegía que se llama el Duelo de la Virgen, donde el poeta riojano llega a asimilarse con raro talento la lengua ardiente y meliflua de San Bernardo" (26),

suponiendo, claro está, que Berceo se inspiró para su Planto en el opúsculo De lamentatione Virginis Mariae, que corría amparado en el nombre de San Bernardo (27).
      Y en San Bernardo creemos haber encontrado la fuente, o una de las fuentes, de la Introducción a los Milagros de Nuestra Señora.

 

La Introducción a los "Milagros" , de Berceo,
y las "Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre", de San Bernardo


      El tratado Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre data del año 1120. Compuesto por San Bernardo, durante una larga enfermedad, para satisfacer su propia devoción (28), consta de cuatro homilías o exposiciones del pasaje aquel que nos narra San Lucas casi al principio de su evangelio: "Fue enviado el ángel Gabriel..."  (29). Rezuma unción, entusiasmo, devoción; parece que al santo quisiera saltársele el corazón fuera del pecho, como siempre que hablaba o escribía de la Santísima Virgen.
      Fundamenta todos sus asertos en la Sagrada Escritura, si bien la interpretación que da a veces deje bastante que desear .
      Estudiaremos conjuntamente la Introducción y la segunda de dichas homilías con preferencia a las demás, debido a que en ella es donde encontramos más puntos de contacto; por otra parte, tampoco excluiremos el resto de las obras de San Bernardo.
      Consideramos imposible trazar un esquema paralelo a causa del dispar tratamiento que ambos autores dan a sus obras y que las hacen discurrir por cauces bien diferentes, a pesar de lo cual veremos cierta dependencia, puntos comunes y, también, algunas divergencias.
      Todo nos servirá para formular nuestras conclusiones.
      Para comodidad del lector, citaremos a San Bernardo siguiendo la versión que de sus obras nos ofrece la Biblioteca de Autores Cristianos (30), mientras no nos veamos precisados a aducir el texto latino de la Patrología de Migne.

            1.-La Homilía segunda (así como el resto del opúsculo) es una loa de la virginidad fecunda, o de la maternidad virginal de María; la virginidad-maternidad de María constituye el eje central, el motivo de toda la disertación. Lo declara el título mismo que no dice Excelencias de la Virgen María, o de la Madre de Dios, sino Excelencias de la Virgen Madre. y aquí es donde encontramos la primera coincidencia: pese a que la alegoría que nos ocupa sea el pórtico de los milagros que realiza la Gloriosa y que son efectos de su poder o de su misericordia, también Berceo quiere dejar bien sentado el binomio Virgen-Madre:

                 "En esta romeria avemos un buen prado,
              en qui trova repaire tot romeo cansado,
              La Virgin Gloriosa, madre del buen criado,
              Del qual otro ninguna egual non fue trobado.
                 Esti prado fue siempre verde en onestat,
              Ca nunca ovo maculala su virginidat,
              Post partum et in partu fue Virgin de verdat,
              IIlesa, in corrupta en su entegredat" (C 19-20).

           2.-Vayamos ahora por partes. La Homilía comienza con una alusión a aquel cántico que "cantará también la reina de las vírgenes con ellas, o más bien, la primera de ellas" (31) y termina con aquella bellísima página, que posteriormente se incorporó al breviario romano:

                 "Y el nombre de la Virgen era María. Digamos, también, acerca de este nombre, que significa estrella de la mar , y se adapta a la Virgen María con la mayor proporción. Se compara María oportunisimamente a la estrella; porque, así como la estrella despide el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión suya, dio a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye a la estrella su claridad, ni el Hijo a la Virgen su integridad. Ella, pues, es aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyos rayos iluminan todo el orbe, cuyo esplendor brilla en las alturas y penetra los abismos... Esta misma, repito, es la esclarecida y singular estrella elevada por necesarias causas sobre este mar grande y espacioso, brillando en méritos, ilustrando en ejemplos... Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tríbulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, llama a María... No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara; y así en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: y el nombre de la Virgen era María" (32).

      De ambos pasajes se hace eco (?) el poeta riojano:

                "Las virgines siguieron la grand Madre caudal,
                 Cantan delante della canto vien festival" (C 29cd).

      y más adelante:

                 "La bendicta Virgen es estrella clamada,
              Estrella de los mares, guiona deseada,
              Es de los marineros en las cuitas guardada,
              Ca quando essa veden, es la nave guiada" (C 32).
                 "Ella es dicha puerto a qui todos corremos" (C 35c).

            3.-Como acabamos de indicar, la fuente de inspiración de San Bernardo es la Sagrada Escritura, en cuyo conocimiento profundizó por la lectura directa de la Biblia y por el estudio asiduo de los Santos Padres que la comentaron; a la Sagrada Escritura acude para reforzar la propia argumentación y ella le presta sus imágenes, sus símbolos, sus palabras. No es el fuerte de San Bernardo una exégesis científica y trae, a veces, las citas por los cabellos; pero su respeto profundo a la palabra de Dios le impide retorcer el texto bíblico, aunque, como habilísimo maestro, sabe darle una interpretación alegórica cuando no le satisface el sentido literal.
      Pues bien; después de un apóstrofe a Adán ya Eva (del que luego nos ocuparemos), San Bernardo trae a colación varias profecías y varios símbolos del Antiguo Testamento en los que los Padres, tanto de Oriente Como de Occidente, habían visto anunciada y figurada a María, aunque él no declare la fuente.
      Las profecías, según el orden de citación, son la conocida con el nombre de protoevangelio (33); " ¿quién encontrará una mujer fuerte?", de Salomón (34); "saldrá una vara de la raíz de Jesé", de Isaías (35), y, por último, "una mujer rodeará a un varón", de Jeremías (36). A los cuatro textos acompañan sendos Comentarios (37).
      Recopilando todo lo dicho, termina San Bernardo:

                  "Unus nimirum fuit spiritus prophetarum, et licet diversis modis, signis et temporibus; eamdem rem diversi, non diverso spiritu et praeviderunt, et praedixerunt. Quod Moysi monstratum est in rubo et igne, Aaroni in virga et flore, Gedeoni in vellere et rore; hoc aperte Salomon praedixit in forti muliere et eius pretio; apertius Jeremias praecinuit de femina et viro; apertissime Isaias declaravit de Virgine et Deo" (38),

es decir: el mismo espíritu hizo ver a los profetas la misma cosa, aunque de diversa manera; pero fue Isaías el que mejor de todos lo anunció.

      Cuando Berceo identifica a las aves que cantan entre los árboles del prado, repite (mejor diríamos traduce libremente) estas ideas; y así, después de nombrar a San Agustín y a San Gregorio, añade que las aves son:

       "Quantos que escrivieron los sos fechos reales (39).
Estos avien con ella amor e atenencia,
En laudar los sos fechos metien toda femencia,
Todos fablaban della, cascuno su sentencia;
Pero tenien por todo todos una creencia.   

                  El rosennor que canta por fina maestria,
              Siquiere la calandria que faz grand melodia,
              Mucho canto meior el varon Ysaya (40),
              E los otros prophetas, onrrada conpania" (C 26c -28).

      Vale la pena que paremos atención:

              "Unus spiritus... non diverso spiritu"               -"todos una creencia";
              "eamdem rem diversi... de Virgine..."             -"todos fablaban della";
              "diversis modis... diversi"                              -"cascuno su sentencia";
              "apertissime Isaias"                                     -"mucho canto meior el varon Ysaya".


            4.-EI Doctor Melifluo, siguiendo la tradición, en tres símbolos o tipos encuentra a María: en la zarza que apareció a los ojos atónitos de Moisés y que ardía sin consumirse (41), en La vara de Aarón que floreció (42) y en el vellocino de Gedeón (43).
      Que las zarzas o el fuego romperían la armonía, suavidad y frescura del prado berceano, está claro; de ahí que el poeta no los mencione. Detengámonos en el símbolo de la vara:

                  " ¿Qué (pronosticaba) aquella vara de Aarón, que floreció estando seca, sino a la misma (a María) concibiendo, pero sin obra de varón?" (44),

escribe San Bernardo. y un poco más abajo, saliendo al paso de un  aparente contradicción en que ha incurrido, aclara:

                 "Sabe que en la misma vara de Aarón. ..es significado Cristo, no precisamente en la flor o en el fruto, sino también en las hojas mismas. Sabe, ígualmente, que fue demostrado por Moisés (45), no por el fruto de la vara ni por la flor, sino por la misma vara; por aquella vara, sin duda, a cuyo golpe se divide el agua... No hay, pues, inconveniente alguno en que sea figura Cristo en diversas cosas por diferentes causas" (46).


      Berceo, en la hipótesis de que hubiera seguido esta Homilía, traslada tal como encuentra el símbolo de la vara sacerdotal; pero, razonando por su cuenta, prosigue: Si en la vara aarónica, que representa a María, está también significado Cristo, ¿por qué no admitir que en la vara de Moisés, que representa a Cristo, está también significada María? Llegado a este punto, y para completar el símbolo temario, predica asimismo por su cuenta y riesgo el simbolismo mariano de la "piértega" que Moisés levantó en el desierto (47). Pero, honrado, únicamente refuerza con el testimonio ajeno "como diz la lection" lo referente a la vara de Aarón, que así lo había leído él y que lo trascribe literalmente, y no lo de la "piértega "o lo del "fust" de Moisés, que era de su propia minerva:

                 "Es dicha vid, es uva, almendra, mal granada,
              Que de granos de gracia está toda calcada;
              Oliva, cedro, balssamo, palma bien aiumada,
              Piértega en que sovo la serpiente alzada.
                 El fust de Moyses enna mano portava
              Que confondio los sabios que Faraon preciava,
              El que abrio los mares e depues los cerrava
              Si non a la Gloriosa, al non significava.
                 Si metieremos mientes en ell otro baston
              Que partio la contienda que fue por Aaron,
              Al non significava, como diz la lection,
              Si non a la Gloriosa, esto bien con razon" (C 39-41).

      Observemos la identidad de las expresiones:
San Bernardo:

                      Quid (portendebat) virga Aaron... nisi ipsam...?" (48)

Berceo:

                     "Al non significava... si non a la Gloriosa..." (C 41cd).


      Alguien objetará que no puede compaginarse el hecho de que Berceo haya leído a San Bernardo con la afirmación de que la vara del Caudillo de Israel "si non a la Gloriosa, al non significava", pues sabemos que el santo ha dicho que la tal vara significa a Cristo.
      Respondemos que es precisamente San Bernardo quien le ha dado el ejemplo; ya que, a pesar de haber afirmado que en la vara de Aarón está representado también Cristo, no ha dudado en escribir: "¿Qué significaba sino a la misma, a María?".
      Gracias a lo cual, Berceo ha podido establecer un paralelismo entre las dos varas y en la estructura de las dos estrofas.

       Más todavía; los autores anteriores a Berceo (cuyas obras o referencias de las mismas han llegado hasta nosotros y que ven a María figurada en la vara de Moisés), tales como Absalón, abad de Springievsbacu, que murió en 1203 (49); o Adam de Perseigne, m. en 1204 (50); o el abad Ruperto, m. en 1135 (51), hablan de la vara que devoró las de los magos egipcios; sólo San Bernardo alude a la que abrió el mar Rojo para que el pueblo escogido pasara a pie enjuto:
                  "lIla utique virga, qua feriente, aqua vel dividitur transiruris, vel de petra excutitur bibituris" (52),

detalle que también aparece en Berceo:

                 "El que abrio los mares e depues los cerrava" (C 40c).

      Llegamos, finalmente, al símbolo del vellocino de Gedeón, del que nos habla el libro de los Jueces:

                 "¿Qué significa el vellocino de Gedeón... sino aquella carne tomada de la carne de la Virgen, pero sin detrimento de su virginidad?" (53).

      Hay que advertir que en el pasaje citado la Escritura menciona solamente el rocío, aunque San Bernardo añada por su parte (lo cual no quiere decir que la idea sea suya):

                 "Huic quoque Gedeonico facto prophericum dictum pulchre satis
              convenire videtur, ubi legitur: Descender sicut pluvia in vellus" (54);

es evidente que las profecías eran visiones de cosas futuras, por lo que se acerca a una traducción de la frase citada los versos aquellos de la Introducción:

                 "Ella es vellocino que fue de Gedeón
              En que vino la pluvia, una grand vission" (C 34ab).


            5.-Gariano no acierta a resolver una dificultad que encuentra al hacer el análisis estilístico de la Introducción:

                     "La alegoría de Berceo es exegética o auto-explicativa. La transición de los signos a los símbolos, de la presentación a la interpretación, se opera en forma correspondiente; es decir, en la primera parte de la introducción se enuncian sucesivamente los siguientes elementos: romería, pradera, verdura, ríos, arboleda, sombra, aves, flores, a los cuales corresponden, en forma casi paralela, los conceptos simbolizados de vida, María, virginidad de María, evangelios, milagros, intercesión mariana, apologetas de María y nombres de María.
                  El único elemento que se menciona en la lista de signos y luego no tiene correspondencia en el segundo plano, el de la alegoría expuesta, es el 'fructo' de las arboledas.
                  Según Berceo, si Adán hubiese comido de ese fruto, no se hubiera llevado el chasco que se llevó. ¿A qué fruto se refiere, pues, Berceo? Caben varias respuestas a tal pregunta: 1) Por ser fruto de árboles místicos tiene que participar de su misma naturaleza. Pues bien, siendo los árboles los milagros de la Virgen, su fruto debe entenderse como el resultado de tales milagros, es decir, la salvación del alma. 2) Es posible que el poeta aluda al cuerpo eucarístico de Cristo, que tiene el poder de borrar los pecados humanos, operando un efecto contrario al de la manzana podrida. 3) Cabe también la posibilidad de que el poeta aluda a la intercesión corredentora de María, la teoría mariana popularizada en el síglo XIII, el siglo que vio subir el nombre de María hasta rendirle el culto de hiperdulía, compatible con su rango celestial. 4) Otra posibilidad es que se aluda a la gracia, esto es, el elemento santificador que es consecuencia de los milagros de María... Entiéndase el fruto de la pradera como salvación, como cuerpo eucarístico, como intercesión corredentora, o como gracia, es cierto que desde un punto de vista estilístico el autor logra concentrar más riqueza de sentido poético en la alusión simbólica que en la distribución de dos planos correspondientes, en que el segundo sirva de explicación de cuanto se encierra en el primero" (55).

      Otra respuesta daríamos nosotros, respuesta que nos parece muchísimo más obvia y que encontramos en San Bernardo, en aquel apóstrofe a Adán y a Eva. Si Berceo leyó la Homilía que comentamos, no pudo menos que impresionarse ante aquel paisaje que habla de árboles y frutos y que tan bien encaja en la alegoría del prado.
      Oigamos a San Bernardo:

                 "Alégrate, Adán, padre nuestro; y tú, Eva, madre nuestra, llénate de gozo... ¿Qué es lo que decían, Adán? 'La mujer que me diste me dio del fruto del árbol y comí'. Palabras de malicia son éstas que acrecientan tu culpa en vez de borrarla. Sin embargo, la sabiduría ha vencido a la malicia, pues aunque malograste la ocasión que Dios quería darte para el perdón de tu pecado cuando te preguntaba y hacía cargo de él, ha hallado en el tesoro de su indeficiente piedad arbitrios para borrar tu culpa. Te da otra mujer por esa mujer, una prudente por esa fatua, una humilde por esa soberbia; la cual, en vez del árbol de la muerte, te dará el gusto de la vida; en vez de aquel venenoso bocado de amargura, te traerá la dulzura del fruto eterno. Por tanto, muda las palabras de la injusta acusación en alabanzas y acción de gracias a Dios, y dile: Señor, la mujer que me has dado me dio el fruto del árbol de la vida, y comí de él; y ha sido más dulce que la miel para mi boca, porque en él me has dado la vida" (56),

párrafo al que puede perfectamente mirar Berceo:

                 "El fruto de los arbores era dulz e sabrido,
              Si don Adam oviesse de tal fructo comido,
              De tan mala manera non serie decibido,
              Nin tomarien tal danno Eva ni so marido" (C 15).

         6.-No sabemos de dónde sacaría nuestro poeta aquello de que

                 "Ella es dicha fonda de David el varon,
              Con la qual confondio al gigant tan fellon" (C 34cd);

únicamente leemos ese apelativo en Hugo de San Caro, el "citarista de María" (57); pero el hecho de ser riguroso coetáneo de Berceo (murió en 1263) y no de sobra conocido no favorece nada para que sus obras hubieran llegado tan tempranamente a la Rioja. Quizá sea alambicar demasiado las cosas, pero permítasenos una sugerencia a título de curiosidad: el Doctor Melifluo, al hablar de San José "que era de la casa de David", lo que hace suponer que también lo era la Virgen Santísima, repite en muy pocas líneas hasta doce veces el nombre de David (58), de manera que tal repetición evoca en cualquiera que esté nada más que medianamente versado en la Biblia (y sabemos que Berceo lo estaba), la imagen de David guerrero, de David rey, de David vencedor de Goliat. ..; nos ha hablado también de la "mujer fuerte" que buscaba Salomón y que no era otra sino María (59). ¿pretendió Berceo darnos una síntesis de ambos pasajes con el símbolo de la "honda de David", ya que San Bernardo afirma en otro lugar que "en la honda (de David) viene simbolizada la grandeza de ánimo" (60), la fortaleza?

            7.-EI resto de la segunda homilía está dedicado a los desposorios de la Virgen María con San José. De no dar por buena la sugerencia que acabamos de formular, no encontramos en Berceo el menor vestigio de toda esta parte, de donde no se puede deducir que el poeta no hubiera tenido en sus manos el opúsculo de San Bernardo. Como artista que era, tenía la libertad de seleccionar los elementos que mejor cuadraban a su empeño.

            8.-No terminan aquí, a nuestro parecer, los puntos de contacto entre el santo y el poeta. Vamos a exponer algunos, sin pretender en modo alguno hacer un balance exhaustivo.

        Sería ingenuidad afirmar a rajatabla que la alusión clarísima a la "puerta oriental", de Ezequiel (61),

                  "Ella es dicha puerta, en sí bien encerrada,
              Pora nos es abierta, pora darnos la entrada" (C 36ab),

la haya tomado de San Bernardo, por el mero hecho de que el santo las aplica a María, por lo menos en dos ocasiones (62), como también lo sería negar esa posibilidad apoyados en que dicha figura pertenecía al patrimonio común desde que un San Juan Damasceno, o un San Ambrosio, o un San Jerónimo la mencionaron en sus escritos (63); mayor parentesco encontramos en las expresiones

                  "Esti prado fue siempre verde en onestat" (C 20a)

y la paralela de San Bernardo

                  "Sic virginis alvus floruit, sic inviolata, integra et casta Mariae viscera, tanquam pascua aeterni viroris..." (64),

así como también en aquellas otras
              "Illesa, in corrupta en su entegredat" (C 20d), de Berceo e
              "Intacta conciperet, et pareret incorrupta" (65), de San Bernardo

      Pudiera ser que el poeta hubiera nombrado por azar entre las "aves que organan entre essos fructales" (C 26a) no a los Padres que más se distinguieron en los loores de la Virgen, sino precisamente a San Agustín y a San Gregorio, quienes, junto a San Ambrosio, eran los preferidos del Abad de Claraval.
      Lo que ya no nos parece tan casual es que el poeta riojano no se mueva con tal seguridad en la misma línea ideológica del Santo sin conocer sus obras o buena parte de ellas. Precisamente San Bernardo es considerado como el doctor de la mediación mariana (66) por la amplitud, precisión y claridad con que aborda este tema.

        En una ocasión compara gráficamente a María con un acueducto por el que nos vienen todas las gracias:

                "La vida eterna es fuente indeficiente que riega toda la superficie del paraíso. ..Pero ¿quién es la fuente de la vida, sino Cristo Señor? ... Corrió la fuente hasta nosotros y se difundieron las aguas. ..Descendió por un acueducto aquella vena celestial... Ya habéis advertido, si no me engaño, quién quiero decir que es este acueducto, que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón del Padre, nos la franqueó a nosotros" (67).

      La misma idea expone Berceo cuando escribe

                 "Pareze que el riego todo della manava
              Quando a menos della nada non se guiava" (C 22cd).

      Dando un paso más, San Bernardo se atreve a afirmar categóricamente lo que nadie había promulgado antes que él, por lo menos con semejante firmeza: "Dios quiso que no tuviéramos nada que antes no hubiera pasado por María" (68); y en otra ocasión: "Es voluntad expresa de Dios, que ha querido que todo lo tengamos por María" (69).
      Respuesta y eco de este postulado, netamente de San Bernardo,
es la copla 22 de la Introducción, en la que expone Berceo, sin dejar lugar a dudas, que todos, absolutamente todos, debemos acogernos a la sombra de María:

                 "Quantos que son en mundo iustos e peccadores,
              Coronados e legos, reys e enperadores
              Alli corremos todos vassallos e sennores,
              Todos a la su sombra imos coger las flores".

      Quedaría incompleto nuestro estudio si no añadiéramos algunas palabras sobre el aspecto alegórico de la Introducción y no respondiéramos siquiera brevemente a las objeciones que suelen esgrimirse contra la originalidad de esta pieza literaria.

 

La alegoría y Berceo

      Debemos agradecer, y no poco, a Berceo por habernos obsequiado con tan espléndida composición alegórica, con todo el mérito que para el autor supone: por ser la primera de nuestra literatura y por la perfección que alcanza.      
      Examinado ya, en parte, el contenido de la Introducción, vamos a abordar el aspecto formal, la génesis literaria de la alegoría propiamente dicha.
      Se admite sin discusión que Berceo era una persona culta: su condición eclesiástica lo presupone, el ambiente monacal con su buena biblioteca le favorece y demuestra además inquietud por la cultura desde el momento que toma la pluma para instrucción de aquella ruda gente guerrera o campesina. Pero no conviene exagerar la nota y afirmar a priori que nos encontramos ante un sabio o un erudito: que para ingresar en las filas clericales no se exigía demasiado; los conocimientos de que hace gala Berceo se reducen casi exclusivamente al campo .de lo patrístico-bíblico y de la hagiografía; y la tarea que se impuso de escritor pudo obedecer a su amor a la "Gloriosa", y también a otros motivos no tan espirituales ni tan desinteresados (70).
      Rastrearemos primero los caminos que pudieron llevar a nuestro poeta hasta aquel "prado verde e bien sençido" (C 2c).
      ¿Habría ido por el que trazó la mano de Walter Mapes en su Metamorphosis Goliae episcopi:

                  "Sole post arietem taurum subintrante,
              Novo terrae faciem flore picturante,
              Pinu sub florigera nuper pullulante,
              Membra somno foveram, paulo fessus ante.
                 Nemus quoddam videor mihi subintrare,
              Cui ramus caeperat omnis pullulare;
              Quod nequivit hyemis algor deturpare,
              Nec a sui decoris statu declinare.
                 Circa ima nemoris aura susurrabat,
              Cuius crebro flamine nemus consonabat;
              Et ibidem gravitas rauca personabat,
              Sed a pulsu mellico tota resultabat.
                  Circa partis mediae medium ramorum,
              Quasi multitudinem fingens tympanorum,
              Personabat mellicum quiddam et decorum
              Et extremo carmine dulcius alorum..."? (71).

Cabe en lo posible, pero nos parece que sería muy difícil el demostrarlo.
      ¿Habría seguido la senda de los deleitosos parajes del paraíso, a los que tan atraídos se sentían ya desde antiguo los escritores, tanto en plan de viaje como en el de visión? (72). Bien pudiera esto colegirse de la alusión que al paraíso hace Berceo en la copla 14: .'Semeia esti prado egual de paraíso" (C 14a), aunque con la misma probabilidad, por lo menos, podemos admitir que la finalidad de dicha copla es la de preparar la entrada en escena de Adán y Eva, asunto que hemos tratado anteriormente.
      ¿O tiraría por el camino de los tópicos, en concreto por el del locus amoenus, que no le era desconocido? Siguiendo a Curtius, el locus amoenus

                 "constituye, desde los tiempos del Imperio romano hasta el siglo XVI, el motivo central de todas las descripciones de la naturaleza. Ya vimos que el locus amoenus es un paraje hermoso y umbrío; sus elementos esenciales son un árbol (o varios), un prado y una fuente o arroyo; a ellos pueden añadirse un canto de aves, unas flores y, aún más, el soplo de la brisa" (73),

y hay que reconocer que todos ellos se encuentran en Berceo.
      ¿O, como sugiere Luis Jaime Cisneros, se habría dejado guiar por los Proverbia quae dicuntur super natura feminarum? (74).
      No rechazaremos de plano todas estas hipótesis ni nos detendremos a rebatirlas, pese a que no nos convencen, entre otras razones, porque es ya hora de que la investigación siga otros derroteros. ¿O es que no podemos imaginarnos al bendito Berceo, cargado de años y de recuerdos, paseando por aquellos frescos y serenos parajes de la sierra de la Demanda, en que está anidado el monasterio, su monasterio, mientras rumia un prólogo para su obra favorita? ¿o de regreso de la tumba de San Millán, descansando en un tronco o en la verde hierba, a la sombra de un copudo árbol? El panorama que se le ofrece a la vista es maravilloso; la tranquilidad, absoluta; no necesita repasar viejos pergaminos, le basta leer el libro abierto de la naturaleza. y hoy nadie se atreverá a negar que Berceo sabía hacerlo.
      La descripción berceana rebosa realismo: prado verde, árboles frutales, pájaros cantores, flores olorosas, fuentes cristalinas, sombra acogedora. Es un espectáculo del que podía gozar todos los días; ni plantas exóticas, ni animales fabulosos, ni gemas refulgiendo en los manantiales. Es verdad que el prado se nos antoja al mismo tiempo algo idealizado, que todo es en él placentero, que no tiene la menor tacha; pero también sabemos que Berceo era poeta... y veía con ojos de poeta.
      Y aquí es precisamente donde creemos se debe colocar la fuente de la Introducción. Mientras Berceo era apenas conocido y menos todavía estimado, la pregunta surgía sola: ¿De dónde pudo sacar este cultivador del mester de clerecía página tan brillante? Hoy, en cambio, lo que debería sorprendernos es que poeta de tal sensibilidad y tan fino observador no nos hubiera dejado siquiera un boceto de aquellas idílicas rinconadas. Por lo tanto, a la inspiración poética de Berceo debemos atribuir este cuadro, mientras no encontremos pruebas que demuestren lo contrario.
      Intimamente ligado con el anterior se nos presenta el problema del tratamiento alegórico del prado.
      Berceo era poeta y, además de poeta, era un hombre medieval; y es sabido que para un hombre de la Edad Media el simbolismo constituía una especie de forma mentis: toda la realidad del mundo, sensorial o no, admitía una formulación simbólica, como los animales, los colores, los números... (75).
      No olvidemos que también era clérigo y, como tal, tenía que conocer una larga teoría de exégesis bíblica alegórica.
      Es seguro que habría leído el Cantar de los Cantares, en el que

         "...la naturaleza presta sus galas al poeta para pintar la belleza y encantos corporales. para describir la virtud y la gracia, para representar la ternura, fuerza y vehemencia del amor; cuanto de noble y hermoso, fuerte o bello hay en el reino animal y vegetal, cuanto la naturaleza ofrece de agradable en color, sabor y aromas, según el gusto oriental, le sirve para expresar lo que sienten y son los esposos el uno para el otro...
                 Para el esposo ella es azucena entre espinas (2,2), su paloma, su única, la más hermosa entre las mujeres, toda hermosa y sin mancilla (4,7), huerto cerrado cuyos renuevos son un vergel de granados de frutos deliciosos, flores de cipro con nardos, azafrán y canela y toda clase de arbustos aromáticos, mirra y áloe y bálsamo el más exquisito (4,12), fuente sellada, pozo de aguas vivas y de arroyos que corren del Líbano (4,15), viña (8,11); sus labios destilan miel..." (76).


      A mayor abundamiento, a un hombre que capta hasta los últimos detalles no se le pudo pasar por alto el hecho de que la liturgia, en el rezo de las horas canónicas y en la misa de las festividades de la Santísima Virgen, aplicara a María versículos enteros del Cantar de los Cantares (77), debido a que algunos Santos Padres habían referido ya aquellos pensamientos a Nuestra Señora. Existió una corriente tan poderosa en este sentido que en el Siglo XII aparecen algunas exposiciones del Cantar de los Cantares acomodadas por entero a la Madre de Dios (78).
      El mismo San Bernardo, tantas veces citado, identifica en varias ocasiones a María con la Esposa (79), por lo que no tiene inconveniente en afirmar de aquélla:

                "Huerto es, en verdad, de delicias, que no solamente inspiró viniendo, sino que agitó dulcemente con sus soberanos soplos aquel austro divino, sobreviniendo en ella, para que por todas partes fluyan y se difundan sus aromas, los dones, es a saber, de sus gracias" (80).

      Con todos estos antecedentes no debe extrañarnos que Berceo, sin necesidad de ningún otro modelo que imitar, en un momento de inspiración y apoyado en la cultura de la época, desarrollara poéticamente el "hortus conclusus, fons signatus" (81) en que, siguiendo la autoridad de los Padres y de la liturgia, estaba figurada María. y como María es "la llena de gracia", "la bendita entre todas las mujeres", Berceo elimina del prado, o si preferimos del huerto, toda maleza, toda hojarasca, todo lo que desentone, y lo adorna, por el contrario, de flores, de frutos, de aves, de frescura y de fragancia.
      Un último reparo nos queda por dilucidar: el argumento que esgrimen los que niegan la originalidad de Berceo, que no es otro, a su modo de ver, sino el propio testimonio del autor.
      En tres momentos de la Introducción parece descubrirnos Berceo que tiene a su vista la obra de otro autor y es cuando escribe: "Como diz la lection" (C 41c), "li da el dictado" (C 31c) y, finalmente, "que nos della leemos" (C 42c). Este es el problema.
      Cuando hemos hablado del símbolo de la vara de Aarón, hemos apuntado una interpretación, muy verosímil, de lo que puede significar "como diz la lection". Berceo ha dicho que María es el mástil en que se erigió la serpiente de bronce, la vara de Moisés y la vara o bastón de Aarón; respecto a la primera figura, ni San Bernardo ni ningún autor que nosotros conozcamos ve en ella simbolizada a María; en la vara de Moisés, el Doctor Melifluo afirma categóricamente que está figurado Cristo, aunque da pie para que retorzamos el argumento y veamos representada también a María, como la habían visto autores anteriores; es precisamente en la vara de Aarón donde coinciden San Bernardo y Berceo y no sólo en el contenido, sino incluso en la expresión, de tal manera que, si prescindimos del matiz interrogativo (obsérvese que se trata de una interrogación retórica), podemos considerar la frase romance como una traducción literal del texto latino. De ahí que el traductor confiese con sinceridad que eso es así "como diz la lection".
      Distinta explicación piden los dos últimos versos de la estrofa 31 que rezan así:

                  "Las flores son los nomnes que li da el dictado
              
A la Virgo María, madre del buen criado" (C 31cd),

así como aquellos otros que añade más adelante:

                 "Mas serien los sus nomnes que nos della leemos
              
Que las flores del campo del mas grand que savemos" (C 42cd).

      ¿Cuál es el dictado? , ¿dónde ha leído tantos nombres? , ¿se refiere a algún manuscrito que no ha llegado hasta nosotros?
      Prescindiendo de lo hiperbólico de la expresión, nos limitaremos a abrir el libro de los Milagros de Nuestra Señora, en el XXI, por ejemplo, que nos habla de la abadesa encinta y que nos puede dar la clave. En este milagro a María se le nombra de la siguiente manera: Estrella de la mar (C 50lb), Sancta Regina, salut e medicina (C 515ab), Sennora (C 520a), Sennora benedicta (C 522a), Madre del Rey de gloria, Reigna de los cielos (C 523a), Reygna coronada, templo de castidat, fuente de misericordia, torre de salvedat (C 526ab), Madre llena de bendición (C 528b), Madre del Rei de magestad (C 529c), Virgo gloriosa (C 533a), solaz (C 539d), Virgo María (C 540b), Madre (C 54lc), Virgo coronada (C 564c), Sancta María (C 569b), Ama (C 58lb) y, por supuesto, la Gloriosa (C 52lb...). Otros nombres aparecen a lo largo de la obra, pero tenemos con esto más que suficiente.
      ¿No podía, por lo tanto, Berceo referirse con el nombre de dictado al texto de los Milagros, en el que leía tantos nombres de la Virgen María?       
      Lo cual no es óbice para que el poeta, no por afán de erudición, sino guiado por el amor filial, acudiera también al Cantar de los cantares ya las Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre, otros dictados, en busca de nuevos piropos y de más figuras que exaltasen las glorias de la Madre celestial, y poder así dIsponer de un hermosísimo ramillete de veinticinco flores escogidas y fragantes, como veinticinco eran los milagros de Nuestra Señora.

 

Conclusión

      Antes de poner punto final a nuestro trabajo, queremos condensar nuestro pensamiento en pocas palabras. De todo lo expuesto a lo largo de estas páginas se deduce que:
            1.-Aunque la Introducción haya sido compuesta con posterioridad a los Milagros de Nuestra Señora, no podemos considerarla como un capítulo más, añadido a capricho por Berceo, sino como una parte integrante de la obra con la que forma un todo.
            2.-Consideramos probado el talento y la vena poética de Berceo, por lo que hoy día resulta innegable la posibilidad de que el poeta riojano fuera no sólo el ejecutor material de la pieza que hemos estudiado, sino también el ideador, el inventor de la misma, máxime después de ver que la concepción simbólica y alegórica de la Introducción encaja de lleno con la mentalidad y la formación cultural de Berceo.
            
            3.-No parecen suficientemente válidas las otras razones que se aducen en contra de la paternidad y la originalidad de Berceo, por lo que a la Introducción se refiere:
                  -las expresiones: "li da el dictado" , "como diz la lection", "que nos della leemos" no exigen la preexistencia de otra introducción o algo semejante que haya servido de base o de modelo a Berceo;
                  -el supuesto empleo del tópico del locus amoenus y de símbolos y figuras conocidos no tiene la categoría de estricta fuente literaria;
            4.-Es para nosotros innegable el influjo de la obra de San Bernardo en la Introducción a los Milagros.
      
Se trata de un influjo positivo: el poeta sigue limpiamente y sin vacilación la misma línea que trazara San Bernardo referente a la mediación mariana; casi todos los elementos de la segunda de las Homi
lías sobre las excelencias de la Virgen Madre están incluidos en la Introducción; se encuentran en ella expresiones tan semejantes a las empleadas por el santo que parecen traducidas al romance, unas al pie de la letra y otras "ad sensum"; hay incluso algún punto difícilmente explicable sin la aportación de San Bernardo. Si cada uno de estos puntos carecen por separado de valor apodíctico, tomados en su conjunto adquieren una fuerza indudable.
      Este influjo podemos admitirlo como directo, ya que el santo no vivió en un tiempo tan lejano de Berceo como para suponer un eslabón intermedio. En todo caso habría que descubrir a ese discípulo del Abad de Claraval, cuya obra habría servido de modelo para la de Berceo.
           
            5.-Mientras tanto, tenemos que atribuir a Berceo con toda probabilidad la creación plena y la originalidad de la Introducción, pues basta una simple lectura de las obras aquí estudiadas para excluir toda apariencia de copia o de recreación poética.
      Pecaríamos para algunos de presunción pretendiendo dar un valor definitivo a nuestras conclusiones; quizá solamente hayamos dado con la pista tantas veces deseada.
      Puede ser también que jamás se demuestre con certeza absoluta la originalidad o la imitación berceana al pintamos su maravilloso prado.
      De lo que sí estamos seguros es de que, en ninguno de los supuestos, se eclipsará la gloria de nuestro poeta, porque, como muy bien escribió Benedetto Croce, "aun la copia puede encerrar auténticos valores artísticos" (82) y es claro como la luz del sol que la Introducción los posee.

  

 


NOTAS

    (1) Tomás Antonio SÁNCHEZ: Colección de poetas castellanos anteriores al siglo XV, Madrid, 1780, vol. II.
    (2) Marcelino MENÉNDEZ y PELAYO: Antología de poetas líricos castellanos 1, vol. XVII de la edición nacional de las Obras Completas, Santander, 1944, pág. 168.
    (3) MENÉNDEZ y PELAYO: ib.   
    (4) Azorín, Ramón Pérez de Ayala, .Rubén Darío, Manuel y Antonio Machado, Enrique de las Casas... citados por Antonio O. SOLALINDE: Berceo, Milagros de Nuestra Señora, Clásicos Castellanos, Madrid, 1968, págs. XV ss.
    (5) Una nutrida bibliografía sobre el particular se encontrará en Carmelo GARIANO: Análisis estilístico de los "Milagros de Nuestra Señora", de Berceo, Madrid, Gredos, 1965.
    (6) Gaudioso GIMÉNEZ RESANO: Gonzalo de Berceo: Lenguaje poético, estructura y técnica narrativa, Zaragoza, 1969. (Se trata de la tesis doctoral, todavía inédita, defendida en la Universidad de Zaragoza).
    (7) BERCEO: Martyrio de Sant Laurençio, C 1.   
    (8) Manuel de MONTOLIU: La poesía heroicopopular castellana y el mester de clerecía, en Historia General de las Literaturas Hispánicas, publicada bajo la dirección de Guillermo Díaz-Plaja, Barcelona, 1949, vol. I, pág. 383.
    (9) Manuel de MONTOLIU: ob. cit., pág. 380.
   (10) MENÉNDEZ y PELAYO: Antología..., pág. 183.
   (11) No siendo nuestro propósito hacer un análisis de la Introducción, remitimos a los interesados en ella a los siguientes trabajos :
   Agustín DEL CAMPO: La técnica alegórica en la Introducción a los "Milagros de Nuestra Señora", R. F. E., XXVIII, 1944, págs. 15-57.
   C. FORESTI SERRANO: Sobre la introducción en los "Milagros de Nuestra Señora" de Berceo, en Anales de la Universidad de Chile, CVII, 1957, págs. 361-367.
   Germán ORDUÑA: La introducción a los "Milagros de Nuestra Señora" (el análisis estructural aplicado a la comprensión de la intencionalidad de un texto literario), en Actas del II Congreso Internacional de Hispanistas.
   
Emilio SALCEDO: Berceo en el paraíso, en "Insula", XVI, 1961.
   (12) BERCEO: Milagros de Nuestra Señora, C 41c y C 35c.
   (13) BERCEO: ib., C 702c.
   (14) Th. de PUYMAIGRE: Les vieux auteurs castillans, París, 1861-1862, 2 vols.
   (15) Richard BECKER: Gonzalo de Berceo's Milagros und ihre Grundlagen, mit einen Anhange: Mitteilungen aus der Lat. Hs. Kopenhagen, Thott 128. Inaugural Dissertation, Strassburg, 1910.
   (16) GlMÉNEZ RESANO, en su tesis doctoral anteriormente citada, estudia la transmisión hasta nosotros de los Milagros de Nuestra Señora.
   
(17) GARIANO: Análisis estilístico..., pág. 202.
   (18) BERCEO: Vida de Santo Domingo de Silos, C 2d.
   (19) Antonio G. SOLALINDE: Berceo. Milagros de Nuestra Señora. Clásicos Castellanos, Madrid, 1968, pág. XXI.
   Las citas de los Milagros las haremos según esta edición.
   (20) GIMÉNEZ RESANO: ob. cit., pág. 146.
   (21) GARIANO: ob. cit., págs. 181-182.
   (22) Dámaso ALONSO: Garcilaso y los límites de la estilística, en Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos, Madrid, 1962, pág. 67.
   (23) Germán PRADO: Introducción General, en Obras de San Bernardo, Abad de Claraval..., Madrid, B. A. C., 1947, pág. 13.
   (24) SAN BERNARDO: Cartas 52, 74, 88, 89, 153, 154, en Obras Completas, Madrid, B. A. C., 1953-1955, vol. II.
   (25) BERCEO: Planto que fizo la Virgen el día de la Passion de su Fijo lesu Christo, C 1. .
   (26) MENÉNDEZ Y PELAYO: Antología..., pág. 173.
   (27) Para más detalles véase J. OROZ RETA: Paralelismo literario entre el "Duelo" de Berceo y el "De lamentatione" y los "Evangelios", en Helmantica, Salamanca, II, 1951, págs. 324-340.
   (28) Así lo confiesa en el prólogo de la obra. Este opúsculo se difundió bajo diversos títulos, debido sin duda a su primitiva divulgación manuscrita: Homilías sobre el "Missus est", De laudibus Virginis Mariae, Homilías en alabanzas de la Virgen Madre, etc. San Bernardo, en una carta a Pedro, cardenal diácono, dice textualmente: "He escrito... cuatro homilías de alabanzas de la Virgen Madre (pues éste es su título) sobre aquel pasaje del Evangelio..." (SAN BERNARDO: Cartas, en Obras Completas, Madrid, B. A. C., 1953-1955, vol. II, pág. 1.123).
   El título con que aparece en esta edición, que es la que manejamos, es el de Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre, vol. I, págs. 184-228.
   Para una mejor localización citaremos el número de la homilía, el párrafo y la página; damos por supuesto que es el vol. I.
   (29) Lc 1, 26 ss.
   (30) SAN BERNARDO: Obras Completas, edición española preparada por el Rvdo. P. Gregorio Díez Ramos, O. S. B., Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1953-1955, 2 vols.
   (31) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 1, pág. 192.
   (32) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 17, págs. 205-206.
   (33) Gen. 3, 15 ss.
   (34) Prov. 31, 10 ss.
   (35) Is. II, I.
   (36) Jr. 31, 12.
   (37) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 4-8, págs. 194-197.
   (38) ML 183, 66.
   "Sin duda era uno solo el espíritu de los profetas y, aunque en diversas maneras, signos y tiempos, y, siendo ellos diversos también, pero no con diverso espíritu, previeron y predijeron una misma cosa. Lo que se mostró a Moisés en la zarza y en el fuego, a Aarón en la vara y en la flor, a Gedeón en el vellocino y el rocío, eso mismo abiertamente predijo Salomón en la mujer fuerte y en su precio; con más expresión lo cantó anticipadamente Jeremías de una mujer y de un varón; clarísimamente 10 anunció Isaías de una virgen y de Dios".
   SAN BERNARDO: Homilías..., 2, II, pág. 199.
   (39) Parece que Berceo se refiere en este verso a los autores que, dentro de nuestra era, han escrito sobre María; sin embargo, el hecho de que a continuación cite a Isaías y demás profetas nos inclina a creer que Berceo sigue paso a paso el texto citado de San Bernardo.    
   (40) En diversas ocasiones repite San Bernardo la misma idea: "Pero mira si no explica clarísimamente también esta novedad de Jeremías el profeta Isaías...".
   SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 11, pág. 199.
   "Esta era, en fin, la que Isaías, más claramente que todos, ya la prometía como vara que había de nacer...".
   SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En el domingo de la octava de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, en Obras Completas, vol. I, pág. 730.
   (41) Ex 3, 2 ss.
   (42) Nm 17, 8.
   (43) Jc 6, 37 ss.
   (44) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 5, pág. 195.
   (45) Ex 14, 16.
   (46) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 6, pág. 195.
   (47) Desconocemos la razón por la que SOLALINDE (Berceo, Milagros..., pág. 11, nota) identifica la "piértega en que sovo la serpiente alzada" con "el fust" de Moises, si está claro que el poeta habla de dos cosas bien diferentes. Una cosa es la vara de Moisés y otra el poste o mástil en que Moisés colocó una serpiente de bronce para que los israelitas, a la vista de este simulacro, quedaran sanados de las mordeduras de las serpientes abrasadoras, hecho que nos narra el libro de los Números en el capítulo 21.
   No sabemos de ningún autor anterior a Berceo que haya visto en este símbolo figurada a María, desde el momento que Cristo le da una interpretación auténtica refiriéndolo a su propia persona (Jn 3, 14).
   (48) ML 183, 66: "Quid (portendebat) virga Aaron florida nec humefacta nisi ipsam concipientem, quamvis virum non cognoscentem?".
   (49) Serm. 3, De Anuntiatione Beatae Virginis
   
J. J. BOURASSE: Summa Aurea de laudibus Beatissimae Virginis Mariae, París, 1866, vol. VI, pág. 1.301.
   (50) "Haec est virga Moysi, quae virga magorum Aegypti legitur devorasse". Sermo 1, In Anuntiatione B. V., en Summa Aurea, vol. VI, pág. 1.323.
   (51) "Sicut enim virga illa virgas maleficorum et omnem superbiam aegyptiacam obtrivit, sic tu...", en Summa Aurea, III, pág. 202.
   (52) ML 183, 64. "Por aquella vara, sin duda, a cuyo golpe ya se divide el agua para que el pueblo pase, ya brota de la piedra para que beba".
   SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 6, pág. 195.
   (53) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 7, pág. 196.
   (54) ML 183, 64.
   "Con este hecho de Gedeón parece cuadrar bellamente el dicho del profeta: 'Descenderá como lluvia sobre el vellocino' ".
   SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 7, pág. 196.
   (55) GARIANO: ob. cit., págs. 150-151.
   (56) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 3, págs. 193-194.  
   (57) Summa Aurea, X, pág. 1.224.
   (58) SAN BERNARDO: Homilias..., 2, 16, pág. 204.
   (59) SAN BERNARDO: Homilías..., 2, S, págs. 194-19S.
   
(60) SAN BERNARDO: Sermones de Tiempo, En el IV domingo después de Pentecostés, en Obras Completas, vol. I, pág. 584.
   (61) Ez 44, 1 ss.
   (62) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Purificación de la Virgen María, 3, en Obras Completas, vol. I, pág. 635.
   Id., Id.: En el domingo dentro de la octava de la Asunción, en Obras Completas, vol. 1, pág. 730.
   (63) Summa Aurea, I, pág. 15-16.
   (64) ML 183, 42.
    "Así floreció el seno de la Virgen, así las entrañas intactas, íntegras y castas de María, como prado de eterno verdor...".
   SAN BERNARDO: Sermones de Tiempo, En el Adviento del Señor, 2, 4, vol. 1, pág. 165.
   (65) ML 183, 61.
   "Concibiese intacta y diera a luz incorrupta".
   SAN BERNARDO: Homilías..., 2, 1, pág. 192.
   (66) ROSCHINI: La Madre de Dios, Madrid, 1955, pág. 603.
   (67) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, en Obras Completas, vol. I, págs. 738-739.
   (68) SAN BERNARDO: Sermones de Tiempo, En la vigilia de la Natividad del Señor, 4, en Obras Completas, vol. I, pág. 247.
   (69) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Natividad de la Bienaventurada Virgen Maria, en Obras Completas, vol. I, pág. 741.
   (70) Refiriéndose en concreto a la Vida de San Millán de la Cogolla, Brian Dutton sostiene que el propósito de Berceo fue el de divulgar la fama de San Millán para contribuir a la prosperidad económica del monasterio.
   Brian DUTTON: La "Vida de San Millán de la Cogolla" de Gonzalo de Berceo. Estudio y edición crítica, Londres, 1967, págs. 172 ss.
   (71) Walter MAPES: Metamorphosis Goliae episcopi, en The Latín Poems commonly attributed to Walter Mapes collected and edited by Thomas Wright, London, The Camden Society, 1841, pág. 21.    
   (72) Howard ROLLIN PATCH: El otro mundo en la literatura medieval. México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 1956, págs. 142-181.
   (73) CURTIUS: Literatura europea y Edad Media latina. México-Buenos Aires. F. C. E., 1955, pág. 280.
   (74) Luis Jaime Cisneros cree ver una misma intención alegórica y una coincidencia técnica en algún aspecto en la lntroducción de Berceo y en estos Proverbia.
   
Luis Jaime CISNEROS: ¿Una fuente probable de Berceo? en "Boletín del Instituto Riva Agüero", II, 1953-1955, pág. 151-157.
   (75) H. F. DUNBAR: Symbolism in Medieval Thought and its consummation in the Divine Comedy, New Haven, 1929.
   S. BAYRAV: Symbolisme médiéval, Estambul, 1957.
   (76) SHUSTER-HOLZAMMER; Historia Bíblica, Barcelona, ELE. 1934. vol. 1, página. 785.
   (77) Hay constancia de que ya en el siglo XII, en las festividades de la Virgen, se leía el Cantar de los Cantares.
    
Véase F. J. MARURI: El Cantar de los Cantares, Bilbao, "El Mensajero del Corazón de Jesús", 1951, pág. 273.
   (78) MARURI: ob. cit., pág. 274.
   (79) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Asunción de la Bienaventurada Virgen Maria, en Obras Completas, vol. 1, pág. 722.
   Id., Id.: En el domingo de la octava de la Asunción, en Obras Completas, vol. 1, pág. 729.
   (80) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Natividad de la Bienaventurada Virgen Maria, en Obras Completas, vol. 1, pág. 741.
   (81) Ct4, 12.
   (82) Benedetto CROCE: La critica e la storia delle arti figurative, Bari, Laterza, 1946, pág. 155.

 

 

Alejandro Uli Ballaz
Sangüesa, 1924. Es catedrático jubilado de Instituto.
Experto y peregrino enamorado de la ruta jacobea.
Fundador de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Zaragoza y el boletín "Caminamos a Santiago".

 

 

BERCEO
 

Enero-Junio 1974 ,  NÚM. 86

 

Instituto de Estudios Riojanos
 

PÁGINAS RELACIONADAS:
El manuscrito Thott 128
Curtius, el locus amoenus
Berceo y los TOPOI
Tradición, corrientes y teorías estilísticas medievales
Estructura y técnicas narrativas


Biblioteca Gonzalo de Berceo