Claustro del monasterio de San Millán de Yuso

 El arte literario clerical 


 Fco. López Estrada 

 

Refectorio del monasterio de San Millán de Yuso.

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 " en escrito yaz esto, es cosa verdadera "

 

      EL CLÉRIGO

     En el estudio del mester de juglaría hubo ocasión de establecer un contraste diferenciador entre el juglar y el clérigo como creadores de dos maneras diferentes de poesía. Clérigo y juglar hicieron otras muchas cosas además de componer o propagar obras literarias. Se señaló entonces la variada actividad del juglar. y otro tanto hay que hacer aquí con el clérigo. Lo que en el juglar fue animada relación con el existir cotidiano de la comunidad. en el caso del clérigo representa encontrar en estado de vivencia creadora los principios de una poesía. cuyas raíces se afirman en la tradición europea del Medievo. El clérigo siente en forma consciente la adhesión a estos principios. y con ellos crea su obra. en la que el espíritu de la comunidad toma cuerpo en un contorno cultural manifiesto. Pero, por la condición de España. ocurre que algunas obras de la cultura judía y árabe aparecen en tales casos dominadas por el tono clerical del conjunto. La tendencia moralizadora se encuentra también entre los judíos. que coinciden en esto con los cristianos españoles cultivando una inspiración procedente de los libros bíblicos (particularmente de los de intención didáctica) ; y de esta naturaleza, sólo que con predominio de lo anecdótico, son las obras aljamiadas que se pueden reunir con el arte clerical por participar en las mismas condiciones externas de la expresión y en su carácter.

     El clérigo acaba por convertirse en escritor romance. Si bien propiamente la palabra clérigo tiene relación con el latín clerus (conjunto de sacerdotes) y clerus (miembro del clero). adopta también una significación más amplia. Con ella se designa al hombre que recibió una educación que le dio esta conciencia de la función social e individual de la sabiduría, y que permanece en su ejercicio enseñando y aconsejando a los demás. El clérigo se caracteriza por su saber intelectual. a diferencia del caballero guerreador, que ejerce sobre todo la destreza en el uso de las armas. No falta, sin embargo, el clérigo combatiente. como el don Jerónimo de Périgord. representado en el Poema del Cid:

Bien entendido es de letras -y mucho acordado;
de pie y de caballo -mucho era arreciado. 

                                                                         (versos 1290-1)

     Pero esta representación conviene con la misma del Arzobispo Turpín de la Chanson de Roland, y es más bien tópico épico. La común es la idea del clérigo como sabio, en términos generales. Si por un lado en el Libro de Alexandre se opuso el mester de los clérigos al de los juglares, por otro su mismo autor empareja en otra estrofa a clérigos y caballeros designando a los consejeros del rey, sabios señeros todos : 

Bien había y [allí] diez mil carros, de los sabíos señeros,
Que eran por escrito, del Rey los consejeros;
Los unos, clérigos, 1os otros, caballeros;
Quienquier los conocería que eran compañeros.

                                                         (Est. 853)

     El poeta los concebía compañeros en el servIcIo del Rey de la Antigüedad sobre el que el arte clerical de la Edad Media colocó  el ideal de equilibrio entre la fuerza y la sabiduría, de acuerdo con este tópico. Pero cada grupo, clérigos y caballeros, tenía de por sí un cometido aun cuando pudiera producirse entre ellos un fecundo acercamiento. El caballero podía mejorar en valer si se educaba en saber con el clérigo, sobre todo por cuanto que la cortesía, la más alta cima de la condición social, requería una ciencia que se podía recibir en abundancia por esta vía de la enseñanza clerical, y por su parte, el clérigo se entendía que debía hallarse abierto a la vida secular, y que, sobrepasando el fin religioso de la formación recibida (que era la salvación del alma), había de poner su sabiduría al servicio de los hombres del siglo, ayudándoles en todos los aspectos de la ciencia que le resultaban accesibles por su conocimiento del latín y mostrándoles el camino de la cortesía que era el resultado de una educación espiritual.

     El clérigo desarrolla su actividad en el sentido universal propio de la cultura de la Edad Media, común a través de la Europa cristiana en un grado mucho más intenso que en la época moderna. El fundamento de esta cultura es sobretodo erudito, y procede de las artes intelectuales de la Edad Media y de los libros latinos. La comunidad de valores espirituales y religiosos que establecieron los clérigos, tuvo como vertebración el carácter católico, afincado en la unidad que procedía de Roma, y que había reflorecido en los Renacimientos medievales y en las Escuelas y Universidades, entonces en trance de crecimiento. Las cuestiones que se .trataron en capítulos anteriores sobre la teoría artística de la literatura medieval y las disciplinas de estudio en Escuelas y Universidades han de aplicarse en toda su eficiencia al clérigo. Se despreride de esto que el Ja~ín fue la lengua propia de la clerecía. Ocurrió, sin embargo, que en el curso de los siglos XI y XII  las lenguas romances adquirieron una cierta experiencia literaria. Si los juglares trataban de cantares de gesta, leyendas religiosas, disputas de moda, etc., los clérigos estimaron que también podía intentarse una poesía de intención culta, más noble en sus fines y más adecuada para sacar un provecho espiritual que la otra. Este sentido culto de la obra clerical no significó que, de repente, se vertiese al romance la complejísima especulación medieval ; estas del arte romance clerical son obras de las que trasciende alguna enseñanza, bien por la naturaleza de los personajes o bien por el carácter moralizador del asunto. No es tampoco obra estrictamente religiosa, puesto que trata temas de otra naturaleza, abriéndose cada vez más hacia una orientación secular, pero en la que no falta cierta resonancia didáctica. El autor se las ingenia para que al cabo la obra venga a parar en un ejemplo de la más varia especie o en un propósito devoto o de edificación, adecuado al carácter del público que la recibiría.

     La función de las escuelas clericales, de que antes se habló, se extendía cada vez más, y en ellas se encontraba el ambiente propicio para el desarrollo de esta literatura clerical en lengua romance.

 

      EL CLERICAL, UN ARTE DE COMPROMISO

     El clérigo como autor de una poesía de intención artística inicia la literatura en un sentido etimológico. El poeta de la juglaría creó su obra valiéndose de la palabra que había de ser interpretada en voz alta siguiendo un ritmo; el clérigo comienza en el romance la poesía escrita, mantenida por el prestigio de la letra (de donde la etimología de literatura). De los muchos ejemplos, resulta contundente este solo verso del Libro de Alexandre:

en escrito yaz esto, es cosa verdadera

                                                                  (Est. 2161)

      El criterio del autor clerical tenía sobre sí la tradición culta de la literatura latina, y a su amparo creó, a su imagen y semejanza, las primeras obras de poesía culta en la lengua romance. Sin embargo, el arte de clerecía resultó siempre, en cierto modo, de compromiso: hubo de ser popular o aparentarlo, porque su fin era valerse de la lengua común para tratar de asuntos moralizadores, y si acudía a los temas seculares, estos habían de ser en principio acomodados al sentido de  la vida medieval. El anacronismo, como la ausencia del espacio en las pinturas medievales, procede de esta circunstancia, y de la falta de un sentido filológico que no se encuentra en esta escuela. Sin embargo, el arte de clerecía intentó ser culto en cuanto a la intención, autoridad de las fuentes usadas, y a la técnica de la expresión, que enriqueció con la adaptación de una retórica a tono con los asuntos, de forma que quedara lo más cerca posible del latín ( 1.- El estudio de algunos aspectos de la estructura y procedimientos retóricos se encuentra aplicado a un autor, en el artículo de F. WEBER DE KURLAT, Notas para la cronología y composición literaria de las vidas de Santos de Berceo, "Nueva Revista de Filología Hispánica", XV, 1961, págs. 113-130.) Aun cuando sus autores se enorgullecen de que los hechos que cuentan proceden de los libros, las autoridades no suelen especificarse, ni el grado de su relación, que puede ir de la cita incidental a la paráfrasis o versión libre, acomodada siempre a la unidad de concepción de la obra, que es la dominante. A veces las fuentes se cruzan y enredan, y más aún por ser la trasmisión de los códices de las fuentes originales difícil de establecer.

     El arte de clerecía muestra resuelta intención de extender la literatura por entre un público más amplio que el que lee en latín. Esto se ve muy claro en Gonzalo de Berceo (primera mitad del siglo XIII), que gusta llamarse juglar y usar fórmulas de juglaría. Al comienzo de la Vida de Santo Domingo declara su propósito de valerse del roman paladino, "en el cual suele el pueblo hablar con su vecino". Lo que dice enseguida de que no es tan letrado como para escribir en el latín, ha de entenderse en el sentido de que Berceo prefiere mostrarse ante uno de estos nuevos lectores que manifiestan curiosidad por esta literatura, con un ademán humilde; el poeta se refiere con sencillez a la vida cercana, sin importarle perder el empaque del latín. Es bien sabido que para retener la atención del oyente, el orador religioso usa de estos medios, animando el fin de la moralización con este atractivo, y tal ocurre con lo que Cirot llamó "certaine coquetterie" juglaresca, como la petición del vaso de buen vino. La intención de llegar al pueblo es la determinante del tono poético, pero hay que entender que el pueblo es el ayuntamiento de las clases diversas. y que entre los que oyen al poeta pueden hallarse ya caballeros y letrados del romance (2.- B.GICOVATE, Notas sobre el estilo y la originalidad de Gonzalo de Berceo, .'Bulletin Hispanique", LXII, 1960, págs, 5-15; piensa incluso en una aristocracia espiritual) : por eso, el llamarse obrero de Dios y juglar de Dios responde perfectamente a los fines de su arte; la ingenuidad resulta ser un medio retórico para mostrarse más convincente (3.- Una penetración a través del estilo en una obra característica de Berceo se hallará en el libro de C. GARIANO, Análisis estilístico de los "Milagros de nuestra Señora" de Berceo, Madrid, 1965: el poeta tiene ya una intención artística determinante dentro de su ministerio.) Jorge Guillén caracterizó así a este poeta de los comienzos del mester: "A esta luz se ve la continua realidad total a través de un lenguaje continuo y, por eso, llano: el lenguaje de todos dirigido a todos, es decir, a los oyentes que en aquellos lugares de la Rioja se paran a seguir la recitación del clérigo, juglar también. El clérigo creyente cumple con su deber piadoso. El juglar consuma su obra con irreprochable congruencia. En estos albores de la poesía castellana. el idioma se mantiene al nivel más básico: común a la comunidad del público, y fiel a la esencia poética".(4.- J. GUILLEN, Lenguaje y poesía, Madrid, 1962, pág, 37)

 

       FORMAS MÉTRICAS DEL ARTE LITERARIO CLERICAL

     Los poemas del arte literario clerical se escribieron en estrofas propias. La expresión externa de los argumentos nobles del mester intentó distinguirse de las otras clases de obras romances por la regularidad en la medida de las sílabas y por el establecimiento de una estrofa fija en orden y número de versos. En el mencionado comienzo del Libro de Alexandre (5.- Para una cuidadosa definición de los términos usados en esta declaración de principios de la escuela, véase R. S. WILLIS, Mester de clerecía. A definition of the "Libro de Alexandre". "Romance Philology". X, 1956-1957. páginas 212-224),.el autor expresó su voluntad consciente de escribir en un arte superior al de los juglares no sólo por la calidad artística y condición moral de sus versos, sino también por la técnica de esta poesía :

hablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas contadas, ca [pues] es gran maestría.
                                                                             (Est. 2)

     De las diferentes clases de versos en que se elaboró el arte de la clerecía (6.- Se encuentra la bibliografía del caso en T. NAVARRO. Métrica española, obra citada, págs. 56-88. Hizo atinadas observaciones P. HENRÍQUEZ  UREÑA, La versificación irregular en la poesía castellana, obra citada. en especial, páginas 16-21; y frente a los trabajos publicados por H. H. ARNOLD, en La cuaderna vía, "Revista de Filología Hispánica", VII, 1945, págs. 45-47. El título de alejandrino que recibe también este verso procede de que su obra más caracterizada fue el Roman d' Aleixandre, poema francés de la mitad del siglo XIII, fuente del Libro de Alexandre español. Véase G. CARY, The Medieval Alexander, ed. D. J A. ROSS, Cambridge, 1956.), el más característico por su aspecto y por ser el más cultivado es el de la cuaderna vía a que se refiere el poeta. El verso está formado por hemistiquios de siete sílabas que dan un conjunto de catorce; esta es su forma más equilibrada. Constituyen la estrofa cuatro de estos versos con rima consonante uniforme. Esta estrofa procede del influjo cultural francés extendido sobre todo por los cluniacenses; en la poesía francesa de donde vino fue un episodio métrico (7.- Una historia de los precedentes de la estrofa en G. CIROT. Sur le "mester de clerecía", "Bulletin Hispanique", XLIV. 1942, págs. 5-16.). En su arraigo en España se fijó en cuatro el número de versos de la estrofa. por influjo también del tetráforofo latino muy empleado en la poesía medieval, asimismo en consonancia con la difusión de la redondilla octosilábica. La cuaderna vía establece una métrica que se sitúa entre el rigor musical del verso cancioneril de provenzales y gallegos por una parte, y la libertad del arte juglaresco, y el aún más libre cauce de la prosa, por otro. Si se tiene en cuenta el carácter didáctico y narrativo de las obras, resulta que este metro es una especie de prosa rimada y medida, como libre versión del cursus  latino, forma mixta que posee amplitud suficiente para que el autor pueda desarrollar con holgura relatos extensos y comentarios morales. y que dispone a su vez del ritmo del verso y de la rima consonante y uniforme.

     Hállase también el verso de siete sílabas usado como unidad en la estrofa; es verso antiguo de por sí, con uso en la métrica latina y luego en francés, provenzal, italiano y gallego portugués. Los Proverbios morales de Sem Tob fue la obra más extensa en que se usó este verso de siete sílabas. El otro verso que sirvió para el arte de la clerecía fue el octosílabo, que combinado en rimas cruzadas forma la redondilla, existente también en el latín medieval. Su aplicación al arte narrativo de la poesía culta aparece en las cerca de 2500 redondillas del Poema de Alfonso XJ, y en partes de la Historia Troyana, que son muestra de un triunfo que no hubo de acabar como le pasó al verso de la cuaderna vía; en redondillas se reunieron los heptasílabos de los Proverbios mencionados de Sem Tob.

     Aun cuando el verso del arte clerical pretende la regularidad métrica; no la logra siempre, y no porque la lengua no resulte aún flexible para alcanzar la medida justa, pues la desigualdad se da hasta el fin de la clerecía. Se trata de que el criterio en la medida, aunque es diferenciador con respecto a los juglares, no se aplica con un rigor matemático. En el caso de la cuaderna vía, una ligera oscilación metrica (8-7; 7-8; 6-8, etc.), acoge como versos los grupos fónicos más comunes en el español. La trasmisión manuscrita de la obra pudo a veces alterar las condiciones del original poético; aun aplicando criterios diversos en el cuento de las sílabas con grupos vocálicos y sinalefas, no se logra una medición perfecta, más conseguida en los primeros autores (Berceo, Alexandre) que en los siguientes.

     Y ocurre que la oscilación métrica. hallada en el anisosilabismo del mester de juglaría. alcanza también a algunos poemas de diversa índole, pero de evidente base clerical. Así ocurre con el Libre dels tres Reys d'Orient (al que Manuel Alvar propone llamar Libro de la Infancia y Muerte de Jesús); esta obra resulta también oscilante en cuanto a la métrica, y en ella la tendencia hacia el octosílabo queda interferida por una imitación del decasílabo bimembre, de claro influjo galorrománico. Igual puede decirse de la Vida de Santa María Egipciaca, tan relacionado con el anterior. De una condición semejante participan los Poemas de estructura dramática que reúno en el estudio de los diálogos: Razón de Amor y Elena y María. El arte clerical acaba por asegurar, sobrepasando la concurrencia del verso fluctuante, la tendencia hacia la regularidad, si bien queda vivo el recuerdo de esta oscilación. Por otro lado, la simplicidad del pareado se arrincona, y este orden de poesía da a la estrofa la condición de entidad poética estable. y finalmente,junto al uso de estas dos estrofas, la de cuaderna vía y la redondilla, la métrica clerical abrió también un camino de gran porvenir: la polimetría. Encuéntrase manifestada en la Historia Troyana, adaptación del Roman de Troie de Benoit de Sainte-Maure (hacia 1160), parte de la cual se escribió en verso. Según Menéndez Pidal (8.- Historia Troyana en prosa y verso, texto de hacia 1270, publicada por R. MENÉNDEZ PIDAL, con la cooperación de E. VARÓN VALLEJO, Madrid, 1934.) es el primer autor que se esfuerza por adaptar la forma métrica al asunto, de modo que de esta correspondencia resulta beneficiada artísticamente la expresión. El metro uniforme del original francés se cambia por una mezcla de prosa y verso, y el verso usado en una variedad de metros que, alrededor de 1270, anuncia la polimetría de los Siglos de Oro de la literatura española.

 

       DESARROLLO DEL ARTE DE CLERECÍA

     Puede establecerse una guía del desarrollo de este arte clerical si se considera la intención de cada obra, puesta de manifiesto en el carácter de su realización. Tres son los períodos que deja patentes la cronología de la escuela (9. Una visión de conjunto de la escuela en verso de cuaderna vía se halla en el artículo escrito por G. CIROT, Inventaire estimatif du "mester de clerecía", "Bulletin Hispanique", XLVIII, 1946, págs. 193-209. En lo que toca a su relación con la juglaría, R. MENÉNDEZ PIDAL, Poesía juglaresca, páginas 272-284.), que pueden situarse en la misma sucesión de los siglos XIII al XV, pero la variedad que manifiesta en cuanto a los asuntos no trajo consigo la evolución hacia otras formas literarias renovadoras. En líneas generales puede decirse que en la primera parte de la escuela de clerecía se encuentra una mayor variedad de asuntos, y dominan los argumentos de gran extensión desarrollados en forma de relato continuado; en la segunda parte, se hace cada vez más uniforme el carácter moralizador de los asuntos, que buscan ser lecciones rimadas sobre la vida humana. Este sentido moralizador se prosiguió también en algunas modalidades de la poesía de Cancionero de los siglos XIV y XV, y se la encuentra mezclada con la intención lírica de carácter amoroso.

     El arte de la clerecía viene a ser como una ciudad medieval en la que, rodeada por las filas extensas de estrofas de la cuaderna vía, se alza alguna que otra forma junto a ellas (verso de medida distinta), formando en conjunto una entidad cerrada que el crítico puede estudiar con relativa abundancia de textos y documentos, si lo comparamos con lo que ocurre con el derruido mester de juglaría. De esta suerte se puede verificar una ordenación por asuntos; y así la Antigüedad está representada por una Historia Troyana (polimétrica en la parte de verso), que, como era de esperar, no se basa en la Iliada homérica, sino en un Roman de Troie, crónica seudohistórica con aires de libro de caballerías, de Benoít de Sainte-Maure. El caballero perfecto, en el grado de la realeza imperante, se halla en el Libro de Alexandre, el más clerical de todos, de fuentes francesas, aunque también acusa alguna árabe. El espíritu de aventuras, a la manera bizantina, animó el Libro de Apolonio, de origen griego y abundantemente representado en la literatura latina. El Poema de Fernán González recogió un tema de gesta mezclando leyenda e historia. El Poema de Alfonso XI ( 10.- El Poema puede ser hoy leído en una cuidadosa edición de Yo TEN CATE, El Poema de Alfonso XI, Madrid, 1956, cuyo estudio preliminar y vocabulario habían aparecido en Amsterdam, 1942.) es un intento de renovar este arte con una historia biográfica del rey en una estrofa que no tuvo fortuna para este fin. La sentenciosidad judía se encuentra en los curiosos versos de Sem Tob, rabino de Carrión, de mediados del siglo XIV. De intención moralizadora es otro de los complejos libros del mester, el Rimado de Palacio de Pero López de Ayala (1332-1407), obra para cortesanos, escrita por uno de ellos, clérigo secular en un sentido estrictamente literario. Insistiendo en la misma apreciación negativa de la vida humana, pero con sentido más general, se escribió el Libro de miseria de omne (fines del siglo XIV), obra desgarbada. Las obras de sentido religioso abundan en el arte clerical: Gonzalo de Berceo, clérigo secular del Monasterio de San Millán, comenzó en la primera mitad del siglo XIII esta modalidad con un grupo de obras marianas bastante numeroso, y sobre Santos del lugar, de especial edificación popular. La Vida de San Ildefonso (hacia 1304) es obra de igual intención. pero mucho menos lograda. El asunto de la vida del casto José inspiró un poema aljamiado árabe, de fuentes coránicas. Poema de Yúçuf. y otro en la aljamía hebrea. las Coplas de Yoçef, de fuentes bíblicas. Ambas obras, de pobre calidad poética, demuestran. sin embargo,. la extensión de esta intención del arte clerical a la literatura aljamiada.

     Para el fin de esta relación quedan las obras en las que el sentido clerical sigue vías de expresión confusas, fluctuando entre la oscilación propia de la juglaría en la métrica y la condición de europeas en el argumento. De esta clase se puede considerar el Libre dels tres Reys d'Orient (¿ 1250-1260 ?) ya mencionado, perteneciente al intento de los Evangelios apócrifos de ilustrar la vida oculta de Jesús, que en este caso enlaza infancia y muerte a través de la huida y la conducta de dos ladrones cuyos hijos acompañan a Jesús en la Cruz ; la presencia de la Madre del Señor da a la obrita carácter mariano.

     Otro poema narrativo es el ya referido de La vida de madona Santa María Egipciaqua (11.-Las ediciones de estos poemitas quedaron indicadas en la nota 2 del Capítulo VIII). cuyo asunto se refiere a la leyenda de María Egipciaca. la pecadora que al cruzarse con Jesús cambia de vida. El relato sigue de cerca los textos franceses sobre el mismo asunto, pero es evidente la intención de recrear el asunto para presentarlo con más viveza en un metro irregular, de apariencias juglarescas. La condición clerical de la elaboración viene señalada también por el hecho de que un mismo manuscrito contiene el anterior Libre dels tres reys d'Orient la Vida de Santa María Egipciaca junto con el Libro de Apolonio, clara manifestación de la forma más común del mester. Estas obrillas están en los límites entre juglaría y clerecía. participando de ambos en el esfuerzo por afirmar la literatura romance; la conciencia del género radica en el argumento y el estilo de la expresión conserva aún gran libertad.

     El arte de este mester literario tiene su culminación en Juan Ruiz. Arcipreste de Hita (12.-Juan Ruiz es el autor de más diversas interpretaciones en el juicio de los críticos. Resumido el asunto en MENÉNDEZ PELAYO, Antología de poetas líricos castellanos, ed. Obras Completas {1, Cap. V, págs. 257-314), el prólogo de J. CEJADOR a la edición de "Clásicos Castellanos" (Madrid, 1913), difundió una interpretación muy  parcial del Arcipreste, que han puesto en su punto, cada uno desde diferentes puntos de vista, los críticos posteriores: E. LECOY, Recherches sur le "Libro de Buen Amor" de Juan Ruiz, archipréste de Hita, París, 1938, libro básico que explora la relación de su autor con la literatura europea. Con esta misma orientación, entendiendo el Libro de Buen Amor como obra con que reir, O. H. GREEN, en Spain and the Western Tradition, obra citada, I. cap. 11, págs. 27-72, considera que es una parodia en la que cabe la contradicción necesaria para establecer la tensión creadora, que se resuelve o por la alegoría o por la palinodia. R. MENÉNDEZ PIDAL, en Poesía Juglaresca, obra citada, trata sobre las condiciones juglarescas del arte del Arcipreste; M. R. LIDA, Notas para la interpretación, influencia, fuentes y texto del "Libro de Buen Amor", "Revista de Filología Hispánica", 11, 1940, pági- nas 105-150, Y Nuevas notas para la interpretación del Libro de Buen Amor, "Nueva Revista de Filología Hispánica", XIII, 1959, págs. 17-82, en particular sobre el sentido didáctico del libro; L. SPITZER, En torno al arte del Arcipreste de Hita, publicado en Lingüística e historia Literaria, Madrid, 1955, páginas 103-160, se refiere al sentido artístico de la autobiografía; siguiendo más allá, de este artículo, que toma como punto de partida, T. R. HART estudió La alegoría en el "Libro de Buen Amor", Madrid, 1959, queriendo leer el libro de manera parecida a como lo hicieran los lectores del tiempo de Juan Ruiz. Sobre Juan Ruiz, autor mudéjar, véase nota 24 del Capítulo V; C. SÁNCHEZ-ALBORNOZ rechaza las posibles relaciones con obras hebreas frente a la tesis de M. R. LIDA en Originalidad creadora del Arcipreste frente a la última teoria sobre el "Buen Amor", "Cuadernos de Historia de España",XXXI-XXXII, 1960, págs. 275-289. En cuanto a la expresión buen amor, que da título al libro, se interpreta a través de los usos dentro de la obra, en G. SOBEJANO, Escolios al "buen amor" de Juan Ruiz, "Homenaje a Dámaso Alonso", III, 1963, págs. 431-458: y en cuanto a la problemática cultural que plantea, en F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, El buen amor, "Revista de Occidente", III, 1965, págs. 269-291. Sobre las ediciones del libro se trató en las páginas referentes a las cuestiones de la impresión de las obras medievales en el Cap, II.)

     Por una parte, en la primera mitad XIV. en que se escribe el Libro de Buen Amor, la poesía encauzada por el metro de la cuaderna vía se halla en su entera madurez. y por tanto Juan Ruiz dispone ante sí de esta experiencia literaria: y por otra, otro tanto le ocurre al mester de juglaría. No han de considerarse ajenos ambos mesteres, ni tampoco la existencia de un Cancionero que divulgó en abundancia la poesía de origen provenzal. y más en el caso de un escritor consciente de su obra, cuidadoso de los efectos estilísticos como fue el Arcipreste. Su fuerte personalidad literaria, la más vigorosa de la Edad Media, pudo recrear motivos europeos y árabes manteniendo siempre la unidad del Poema. y utilizarlos no tanto como guías de su obra, sino como alternativas de su inquieta ciencia poética. No es de extrañar que, fuera de su ambiente, haya resultado un autor difícil de entender (y aún más, de gustar), y que su obra quedase sin imprimir hasta que la erudición redescubrió el texto, y después la crítica se esforzó en comprenderlo, al menos en su intención. Puesto hoy en un plano de controversia, el Poema de Juan Ruiz es un asunto muy debatido, y de las diversas opiniones se saca una última conclusión: y es que su autor fue un  poeta que sólo pudo pertenecer a España; este juicio no es tan leve como parece. Si bien es evidente que cada poeta es de su tierra y no de otra, hay, en el caso de Juan Ruiz, una serie de realidades que, desde un punto de vista poético, no pudieran haber existido en otra parte. La cohesión con que logró organizar la unidad de su obra, Libro de Buen Amor, entre el fundamento de su condición religiosa como Arcipreste de Hita, y los procedimientos y usos que tomó de judíos y árabes, constituye un extraño caso de equilibrio artístico. Valiéndose de la forma autobiográfica, muy extendida en la literatura árabe (en particular de las maqamas, tomadas probablemente de versiones judías) concibió una obra en la que declara su pretensión de enseñar a las gentes. No sería esto extraño, puesto que la intención de enseñanza se halla tan presente en la literatura medieval, si los casos contados fuesen doctrina y ejemplos como los conocidos. Hay doctrina y hay ejemplos en el Libro de Buen Amor, pero la doctrina está expuesta a través de un relato en primera persona, y los ejemplos son pruebas que acompañan esta experiencia, que ha de entenderse literaria y no personal del autor. Juan Ruiz enseña y divierte en sus frustradas aventuras, sobre todo de carácter amoroso, ríe y llora en diversas situaciones de la inventada trama, y abre las páginas de su Libro a toda suerte de poesía, seria y jocosa, religiosa y profana, como si quisiera ser él mismo un extenso Cancionero. Las burlas de Juan Ruiz tienen un claro cauce paródico, pero su atadura a una realidad sorprendida poéticamente lo salva de la caricatura intelectual y lo aleja del sentido goliardesco (que a veces, sin embargo, sigue de cerca), acercándolo al moderno humor, del que es el más importante precedente antes de los Siglos de Oro.

     El Libro de Buen Amor es la obra más lograda como creación poética en la literatura medieval, por cuanto el escritor logra manifestarse en su plenitud vital, desarrollando las formas retóricas que mejor se acomodan con su personalidad, y esto con una soltura que no tiene igual en el período. La condición clerical de la obra es clara si se estudian las fuentes que maneja, pero también se manifiesta como el poeta más comprometido de la clerecía al valerse de las fórmulas de la juglaría, y además abrir su libro a la lírica cortés y popular.

     El término del arte clerical acontece precisamente cuando se alcanza el fin que se propuso: el triunfo del romance como lengua literaria. El arte clerical quedó inútil cuando el Humanismo se enriqueció con la disciplina filológica, y se buscaron fuentes mejores, vertidas más de cerca. La expresión de la personalidad literaria fluyó más libre en la prosa, y el verso de arte mayor heredó muchos de los propósitos del clerical. La fantasía tuvo un cauce sin límites en la prosa de los libros de caballerías y otros. La renovación de la poesía se manifestó en una ampliación de las formas de expresión, y el arte clerical quedó desbordado desde dentro. Su estrofa más característica, la cuaderna vía, se olvidó, mientras que el verso octosílabo proseguía su arraigo en la lengua castellana.

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 Francisco López Estrada
Introducción a la Literatura Medieval Española
Biblioteca Románica Hispánica
Editorial Gredos
Madrid 1974
342 páginas
Capítulo IX (pág. 206-220)

 

 

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