Biblioteca Gonzalo de Berceo Detalle del retablo  de la iglesia del Convento de  Santa Elena,  Clarisas de clausura de Nájera (La Rioja). Fue construido a mediados del siglo XVI por orden de doña Aldonza Manrique de Lara, hija de Pedro Manrique de Lara primer Ducado de Nájera, aunque los restos más antiguos que se conservan son de principios del siglo XVII.

 

Versión íntegra de los Milagros de Nuestra Señora

 

     De la vida de don Gonzalo de Berceo sabemos poco, pero lo suficiente para situarle en una época determinada y en una región precisa, para conocer su menester diario y sus sencillas inclinaciones.

     Él mismo se encarga de decirnos en sus obras que nació en Berceo, pueblecillo de la Rioja, que de este pueblo tomó su nombre y que en San Millán se educó1 .

     Y lo que él no nos dice lo sabemos por varias escrituras notariales. En ellas aparece el nombre de Gonzalo entre los de los testigos 2; vemos que coincide exactamente con el que se da en sus obras: don Gonçalvo de Berceo 3. Vemos que debió nacer a fines del siglo XII y deducimos que moriría bien mediado el siglo XIII, pues nos cuenta que al escribir una de sus obras se encontraba ya viejo:

 

Quiero en mi vegez, maguer so ya cansado

de esta santa virgen romanzar su dictado 4.

 

     Sabemos que fué clérigo, aunque es difícil precisar si pasó su vida en el monasterio de San Millán o si tan sólo perteneció al clero de Berceo; pero esto, más bien, es lo que se deduce de la lectura de algunos documentos 5. De todos modos, puede afirmarse que estuvo unido por una antigua gratitud al monasterio en que se educó. La devoción que demuestra a San Millán, el hecho mismo de que en el citado monasterio se conservasen hasta fecha reciente sus manuscritos, así como todos los documentos de que hemos hablado, que en la mayor parte se refieren a transaciones del convento, y la cercanía del pueblo Berceo, nos aseguran una convivencia del poeta con los monjes de San Millán. Allí dispondría de una buena biblioteca y allí debió ir libando, rodeado de libros amados, que manoseaba con frecuencia, unas páginas humildes, sencillas, encantadoramente ingenuas, llenas de alabanzas a la Virgen y a sus Santos predilectos.

     Así se lo ha imaginado Azorín, contemplando un "paisaje fino y elegante" mientras escribe la introducción a estos Milagros que hoy editamos.

y así queremos evocar siempre la figura de este buen clérigo, alejado de la turbulencia y el ajetreo ciudadanos, que han de arrebatar a otro gran escritor de nuestra remota literatura, al intranquilo Arcipreste de Hita, pintado también, en pocos rasgos, por aquel mismo escritor contemporáneo 6.

     Entre estos dos poetas se ha de mover todo un nuevo género poético, el "mester de clerecía". Puede decirse que con Berceo entra definitivamente en nuestra literatura la nueva manera de hacer versos pausados, sujetos a medida, llenos de perfección erudita, aunque antes de él pudiera haberse escrito algún poema de este género. Y puede decirse también que aquel otro inquieto escritor, Juan Ruiz, es el que introduce la rebeldía en el mester y acaba con él en el libro más original de nuestra Edad Media, aunque después del Arcipreste florezca el canciller López de Ayala y se escriban otros poemas cultos.

     El "mester de clerecía", menester u oficio de los clérigos o personas letradas, aparece después de la épica y como en contraposición con ésta en cuanto a su forma externa. Si los poetas épicos no contaban las sílabas de sus versos, estos autores, no tan populares, ponían todo cuidado en contarlas y en jactarse de damos una versificación totalmente regular y una "nueva maestría". Emplean el alejandrino, más o menos perfecto, y con él componen estrofas de cuatro versos monorrimos o "cuaderna vía", sin que deje de haber en su rimas imperfecciones y descuidos 7.

     Esta forma externa y el seguir, para la inspiración de las obras, fuentes escritas, en general latinas, da uniformidad al mester de clerecía, que no la tiene en cuanto a sus temas, ya que encierra en sus versos la narración de asuntos muy distintos, desde los argumentos clásicos o bizantinos hasta la narración de las hazañas, épico-nacionales del conde Fernán González 8.

     A nuestro Berceo le cupo el ser, dentro del género, quien tratase los asuntos religiosos con toda exclusión de otros temas. Sus obras -que ahora no estudiamos en conjunto, aunque prometemos editarIas todas en dos volúmenes más de esta misma colección, dejando para sus prólogos el análisis de cada una de ellas- comprenden la narración de vidas de santos, la descripción de la Misa y del juicio final, y cuatro obritas más dedicadas a la Virgen, entre las que descuellan los Milagros de Nuestra Señora 9.

     Pero Berceo, a pesar de sus temas religiosos, de sus fuentes latinas y de su métrica precisa, no es un poeta erudito, sino más bien un escritor que quiere popularizar estas leyendas entre sus oyentes o lectores, a los que continuamente se dirige, exhortándoles a seguirIe en sus narraciones, que él transcribe al lenguaje del pueblo, al romance castellano, entendido por todos 10. Se esfuerza en que su estilo sea sencillo y su lengua clara y llena de comparaciones, frases y modos de decir inteligibles para sus conterráneos, desde los más cultos abades hasta los campesinos, y aun busca en el habla de los rústicos y en los quehaceres agrícolas sus sencillas imágenes retóricas. Su humorismo es rudo, sano, y nunca desperdicia la ocasión que sus fuentes le presentan para producir una sonrisa de inteligencia, aunque nunca brote, como de la lectura del Arcipreste, la franca risotada.

     Berceo, además de hacer sus versos para el pueblo, es un poeta con sensibilidad y no un simple versificador. Menéndez Pelayo supo -como siempre sabía hacerla de cualquier libro que leía- desgajar unos cuantos pasajes de verdadero sentimiento lírico, de extraordinaria inspiración poética. Berceo es el mayor poeta culto del siglo XIII, como es también el más fácil y perfecto versificadar de su mester 11.

     Los antiguos escritores le desconocían 12, los eruditos nacionales y extranjeros del siglo XIX le despreciaban como poeta; pero la crítica moderna, y sobre todo los escritores contemporáneos, le han sabido apreciar más justamente. Los prosistas y poetas del día han vuelto sus ojos hacia el olvidado Berceo, y han gustado de él precisamente por su primitivismo. En nuestros autores predilectos podemos encontrar repetido el nombre de Gonzalo; sería curioso reunir y estudiar todos los pasajes que en los escritores españoles e hispanoamericanos se refieren a él en una u otra forma; me contento ahora Con dar unos cuantos ejemplos.

     Ya hemos citado las páginas dedicadas a Berceo por Azorín en su obra Al margen de los clásicos. Sobre el paisaje simbólico que describe el poeta de la Rioja en su Introducción a los Milagros, ha de volver en El paisaje de España visto por los españoles. Antes aludió en La Voluntad al tono "espontáneo, jovial, plástico, íntimo" de Berceo, y, por fin, una paráfrasis del Milagro VII ha de servirle de prólogo para su Don Juan.

     Ramón Pérez de Ayala se inspira también en esa introducción a los Milagros para evocarnos, con una entonación moderna y una significación distinta, el mismo sosiego de aquel verde prado, que aquí es "la paz del sendero".

     Mis lectores encontrarán, como el romero cansado, un alivio si adorno con una breve antología este prólogo mío.

 

            De Ramón Pérez de Ayala:

LA PAZ DEL SENDERO


     Con sayal de amarguras, de la vida romero,
topé, tras luenga andanza, con la paz de un sendero.
Fenecía del día el resplandor postrero.
En la cima de un álamo sollozaba un jilguero.
     No hubo en lugar de tierra la paz que allí reinaba.
Parecía que Dios en el campo moraba,
y los sones del pájaro que en lo verde cantaba

morían con la esquila que a lo lejos temblaba.
     La flor de madreselva, nacida entre bardales,

vertia en el crepúsculo olores Celestiales;

vianse blancos brotes de silvestres rosales
y en el cielo las copas de los álamos reales.
     Y como de la esquila se iba mezclando el son

al canto del jilguero, mi pobre corazón
sintió como una lluvia buena, de la emoción.

Entonces, a mi vera, vi un hermoso garzón.
     Este garzón venía conduciendo el ganado,

y este ganado era por seis vacas formado,

lucidas todas ellas, de pelo colorado,
y la repleta ubre de pezón sonrosado.
     Dijo el garzón: -¡ Dios guarde al señor forastero!

-Yo nací en esta tierra, morir en ella quiero,
rapaz. -Que Dios le guarde. -Perdióse en el sendero...

En la cima del álamo sollozaba el jilguero.
     Senti en la misma entraña algo que fenecía,

y queda y dulcemente otro algo que nacía.

En la paz del sendero se anegó el alma mía,

y de emoción no osó llorar.
                                          Atardecía.

 


De Rubén Daría, en Prosas profanas:


A MAESTRE GONZALO DE BERCEO


    
Amo tu delicioso alejandrino
como el de Hugo, espíritu de España;

éste vale una copa de champaña,
como aquél vale un "vaso de bon víno".
     Mas a uno y. otro pájaro divino

la primitiva cárcel es ertraña;
el barrote maltrata, el grillo daña;

que vuelo y libertad son su destino.
     Así procuro que en la luz resalte

tu antiguo verso, cuyas alas doro
y hago brillar con mi moderno esmalte;

tiene la libertad con el decoro
y vuelve como al puño el gerifalte,

trayendo del azul rimas de oro.

 


De Manuel Machado, en Alma, Museo, Los cantares:


RETABLO


     Ya están ambos a diestra del Padre deseado,

los dos santos varones, el chantre y el cantado,

el Grant Santo Domingo de Silos venerado
y el Maestre Gonzalo de Berceo nommado.
     Yo veo al Santo como en la sabida prosa

fecha en nombre de Christo y de la Gloriosa:

la color amariella, la marcha fatigosa,
el cabello tirado, la frente luminosa ...
     Y a su lado el poeta, romeo peregrino,

sonríe a los de ahora que andamos el camino,

y el galardón nos muestra de su claro destino:

una palma de gloria y un vaso de buen vino.

 


De Antonio Machado, en poesías completas:


MIS POETAS


     El primero es Gonzalo de Berceo llamado,

Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romeria acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.

Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria.
Y dijo: mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.

Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
de chopos invernales, en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.
El nos cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.

 

 

           Enrique de Mesa, en su Cancionero castellano, termina así su poesía titulada El bon vino:

 

Para seguir mi camino

también olvidar deseo.

¡ Oh Gonzalo de Berceo !

¡ El bon vino !

 

 

 

     La literatura medieval de los pueblos occidentales encontró un tema inagotable de inspiración en la vida y en los milagros de la Virgen y de los Santos, así como en otras leyendas religiosas. Entre todas estas manifestaciones descuellan siempre los cuentos piadosos, en que se narra la intercesión de Santa María en favor de sus fieles devotos y aun de los que no lo son, y los casos prodigiosos ocurridos a todos ellos en los momentos de peligro. Ya en los siglos XI y XII comenzaron a reunirse estos milagros mariales en colecciones latinas y de ellas pasaron a las literaturas romances y germánicas(13).
    En España conservamos dos obras importantes del siglo XIII dedicadas a la narración en verso de muchos de estos milagros tradicionales. Una es la titulada Cántigas de Santa María, escrita por Alfonso el Sabio y sus colaboradores, y la otra es la obra de Berceo. Entre las dos no hay más relación que la que proviene de repetir milagros comunes a las dos colecciones, como lo eran a otras mil (14) Ni siquiera proceden los dos textos de una fuente común inmediata. Además Alfonso X reunió sus milagros acudiendo seguramente a varios textos a la vez, y tomando de aquí y de allá argumentos y detalles. Esta es la típica manera de construir todas sus obras, muy distinta de la peculiar de Berceo, quien sigue siempre un texto único, que amplía o compendia a su gusto; tampoco dispondría éste de una biblioteca tan nutrida como lo sería la del Rey Sabio ni podía contar con la ayuda de colaboradores que leyesen y extractasen textos diferentes.
     Había que buscar, por tanto, un texto latino que nos presentase reunidos todos los milagros que Berceo traslada a su obra. Esta investigación ha sido realizada modernamente por Richard Becker (15), quien, guiado por indicaciones sumarias hechas con anterioridad por otros eruditos, ha encontrado en el manuscrito latino de la Biblioteca de Copenhague, Thott 128, un texto que coincide con el de Berceo en lo que se refiere a la letra de los milagros -aunque suprima, modifique o añada algunos detalles que no suponen nueva fuente (16)y que coincide asimismo con la colección castellana en cuanto al orden de la leyenda(17).
     Becker llega a la conclusión de que Berceo se sirvió de un manuscrito próximamente emparen tado con el de Copenhague, y desecha como poco fundadas las otras fuentes que se han señalado para nuestro texto: ni la Leyenda Aurea de Jacobo de Vorágine, ni el Speculum historiale de Vicente de Beauvais, ni la colección de milagros escrita en francés por Gautier de Coincy, ni aun los milagros editados por Pez -aunque estos últimos se aproximen mucho a los de Berceo pueden ser la fuente de los Milagros de Nuestra Señora.
     Queda sin determinar aún de dónde tomó Berceo la Introducción y el milagro XXV, aunque él indica que, al igual que los otros milagros, proceden de fuentes escritas (18).
     Las imágenes líricas que Berceo nos transmite en su Introducción no son, indudablemente, inventadas por él, pero todavía no se ha podido encontrar el texto preciso en donde se hallen todas aquellas simbólicas comparaciones. El pensamiento central, es decir, la comparación de la Virgen con una pradera siempre verde, es frecuente en la Edad Media, que ve en Santa María lo mismo que en el prado intacto, "bien sencido", un símbolo de la inocencia y un albergue donde podía gustarse de todos los deleites espirituales (19). Pero aunque se encontrase que todo ello procedía textualmente de obras anteriores, no cabe duda de que Berceo halló un tema apropiado para su temperamento lírico y lo expresó con toda su imaginación y fervor religiosos, al propio tiempo que esmaltaba la descripción con las más bellas observaciones campesinas.
     El milagro XXV se ve claramente que fue añadido por el propio Berceo después de cerrada la colección de veinticuatro milagros (20). Es de asunto español y pudo recogerlo el poeta de la tradición oral, ya que narraba una leyenda relativamente reciente, aunque también pudo hallarlo en algún manuscrito, si hemos de creer a nuestro autor, que nos declara que "en libro lo echaron".
     Si descontamos este milagro, todos los demás pertenecen a la literatura universal, aun los de asunto puramente español, tales como el I, La casulla de San Ildefonso; el XVIII, Los judíos de Toledo, y el VIII, aunque sólo se refiera a un romero extranjero que se dirige a Santiago de Compostela. Otras de las leyendas narradas por Berceo son temas con gran repercusión en las colecciones extranjeras medievales, y algunas de ellas, y esto muestra su vitalidad:, perduran en las literaturas modernas. La poesía, la prosa, el teatro mismo se han enriquecido con la narración de estos milagros de la Virgen, bien tomando la letra de ellos o simplemente su espíritu y sentido esenciales; así se produjeron en la literatura mundial nuevas obras extraordinarias (21); y no hay más que abrir una historia cualquiera del arte para comprender la influencia que estas leyendas tuvieron en las artes plásticas.
     La intercesión de Santa María se nos presenta en muy distintas formas: no sólo ayuda a sus fieles adoradores que únicamente han mostrado sus puros sentimientos y jamás han delinquido, como San Ildefonso, o el sacerdote del milagro IV, o el pobre caritativo, o el clérigo ignorante, sino a aquellos que, aun siendo pecadores, bendicen su nombre y lo repiten en sus oraciones, como el sacristán impúdico, o el clérigo de la flor, o el ladrón devoto. También consuela a los arrepentidos como Teófilo, o la abadesa encinta, o los tres caballeros profanadores de su iglesia. En otros milagros salva su propia imagen de un fuego o no deja que los ladrones desvalijen su ermita, y aun en otro caso la Virgen reclama su derecho e impide que el joven consagrado a Ella consume su matrimonio con una mujer terrenal.
     En muchas de estas leyendas, Santa María no es más que una intercesora ante el poder de Dios o de Cristo, y varias veces la Virgen acude al Señor a petición de otros santos, como en el milagro del monje perteneciente a un monasterio consagrado a San Pedro, o en el de Guiralt, el romero de Santiago, o en el de los dos hermanos, en el que los mismos santos ofendidos intervienen en la salvación de sus almas.
     Aparece también otras veces como vencedora del poder de los diablos, a quienes disputa la posesión de las almas pecadoras con gran celo y suma de argumentos. Para los que no hay salvación posible es para Siagrio y los judíos de los milagros XVI y XVIII.
     Todo esto nos lo narra Berceo con una candorosa ingenuidad y una devota sencillez, cualidades que para nosotros se realzan con el encanto de su castellano primitivo y popular. Su originalidad se debe, como ha dicho Menéndez Pelayo, "a la gracia de estilo, a la imaginación pintoresca, al desembarazo narrativo, al interés dramático con que Berceo cuenta las leyendas" (22).
     Gracias al minucioso trabajo que Becker realizó, comparando la fuente latina con la obra de Berceo, podemos apreciar con más exactitud su labor al acomodar aquel texto seco y transformarlo hasta el punto de darnos con su traslado una de las mejores y más inspiradas colecciones de milagros mariales de la Edad Media.
     Algunas de las modificaciones del poeta se deben a su religiosidad, entendida de manera muy distinta de como la entendía el compilador latino ; por ello suprime los pasajes en que se muestra la influencia directa del diablo, o se hace referencia a las intrigas de los clérigos, u omite aquellos otros algo escabrosos, aunque éstos no le asustasen, ya que tiene habilidad suficiente para bordearlos, sin que deje a veces de sorprendernos con expresiones nada veladas y hasta excesivamente crudas. En cambio, en otros lugares se ve la clara intención de moralizar, o de poner más de manifiesto la gratitud a Dios o a la Virgen, o de exagerar la antipatía hacia los judíos.
     Berceo muestra una evidente intención de dar carácter popular y gráfico a todo el libro (23), tomando, como ya hemos dicho, frases y comparaciones de la lengua familiar y de las costumbres de los labriegos, dando importancia muchas veces a lo que en el texto latino es puramente incidental y extendiéndose minuciosamente en ciertos detalles. Ese mismo tono popular le obliga a prescindir de aquellos pasajes que no podrían ser entendidos por el pueblo y cuyo significado sólo era comprensible para los clérigos y letrados, y quizá se deban también algunas de las supresiones a falta de inteligencia en el texto. Otras adiciones, como las estrofas introductorias, que son meras explanaciones geográficas de los lugares en que ocurren los milagros, o las finales, en que da gracias" a Santa María, las dirige también Berceo a su poco ilustrado público.
     Ni es extraño que elabore su fuente con bastante libertad, ya que a ello le obliga la técnica métrica del mester de clerecía, por la necesidad de encontrar consonantes y de rematar sus estrofas, pues pocas veces pasa de una a otra el sentido de lo que viene diciendo.
     En lo esencial Berceo sigue fielmente el modelo y no busca la originalidad, como no la buscaba ningún autor medieval. No hemos de achacarle, por tanto, el sentido mismo de los Milagros, que si en algunos es totalmente cristiano, pudiera parecer unas veces atrevido desde el punto de vista ortodoxo, y otras pagano y libre en demasía (24).



     De las obras de Berceo, como de otras muchas de nuestra Edad Media, apenas si se conservan manuscritos; no podemos hoy consultar códices antiguos de todas sus poesías, pues únicamente de la
Vida de Santo Domingo y del Sacrificio de la Misa conocemos algunos, y por esta razón los trabajos textuales sólo han podido realizarse en estas dos obras 25. Para las demás teníamos que conten­tamos con la edición de Sánchez, pues de los dos códices que este erudito decía haber consultado, no se tiene modernamente ninguna noticia 26.
     Si se lee con detención lo que Sánchez dice de estos manuscritos, conservados entonces en el monasterio de San Millán, se verá que no los describe ni habla de ellos especialmente, y hasta declara, como de pasada -al indicar que el orden en que publica las poesías es arbitrario-, "que no sabemos el orden con que las escribió (Berceo), ni el que tiene en los códices de San Millán la
Vida de Santo Domingo, que anda impresa" 27. Más allá declara que para editar el Sacrificio de la Misa completo se sirve de "la copia del Rmo. Ibarreta" que "se sacó del códice de San Millán", y añade que prefiere el manuscrito antiguo, "porque en las variantes que han resultado del cotejo que se ha hecho se nota que algunas voces que en el de la Biblioteca Real (hoy Nacional) se conservan antiguas y como es de creer las usaría Berceo, en la copia del Rmo. Ibarreta se representan modernas, y parecen más bien declaraciones de las antiguas que parte del texto original" 28. Vuelve a aludir a "la copia que se sirvió franquearme el Rmo. Ibarreta" al hablar de los Signos 29.
    
En mi edición del Sacrificio de la Misa di por perdida esta copia de Ibarreta, que después me fué señalada como existente en el monasterio de Santo Domingo de Silos por mi buen amigo el reverendo padre abad Luciano Serrano 30. Disfruté de la consulta de este manuscrito en 1914 y hoy tengo a mi disposición una fotocopia completa perteneciente al Centro de Estudios Históricos 31. Del cotejo del manuscrito de Ibarreta con la edición de Sánchez se ve que sólo de ella se ha servido para darnos todas las demás poesías de Berceo, con excepción de Santo Domingo y del Sacrificio. Las mismas noticias concretas que nos ofrece acerca de los manuscritos de San Millán no proceden más que de la copia de Ibarreta. Esta fué seguida fielmente por Sánchez, sin que queramos decir que haya leído siempre bien esta moderna transcripción, pues en algunos pasajes estropea el texto de Ibarreta y modifica formas ortográficas sin necesidad, pero hemos de reconocer que también introduce algunas correcciones acertadas.
     La copia de Ibarreta, mientras no aparezcan los manuscritos antiguos, tiene un innegable valor y a ella, más que al texto de Sánchez, aunque sin despreciar éste, hemos de atenernos para toda edición moderna de los poemas de Berceo 32; Ibarreta cometió, sin duda, errores, a pesar de su conocimiento paleográfico, y no aprovechó más que uno solo de los dos códices de San Millán 33.
     Sigo para mi edición el manuscrito de Ibarreta, cotejado Con el texto de Sánchez; conservo las correcciones acertadas de éste o hago por mi cuenta la corrección cuando Sánchez deja la lectura errónea del padre benedictino, y en otros pasajes leo con Ibarreta, ya que Sánchez ha corregido mal 34.
    
Sigo siempre la ortografía que Ibarreta nos transmite, aun a sabiendas de que en algunos casos no debe reflejar la ortografía de los manuscritos antiguos, como en su constante transcripción de la x por ss: "disso" por "dixo", "adusso" por "aduxo". Pocas veces deja la x: exida, exilio. No modifico más que la v y u con valor vocal o consonante, respectivamente, y la grafía qe, qi por que, qui.
    
He procurado que mis anotaciones sean sencillas, concretándome muchas veces a dar la simple equivalencia, cuando la significación está suficientemente atestiguada por los vocabularios y estudios de textos medievales, principalmente por el Cantar de Mío Cid de Menéndez Pidal, y aun por los diccionarios modernos. Cuando pudiera caber duda, doy otros ejemplos sacados de obras antiguas .. Me he servido del Vocabulario de las obras de Berceo publicado por Lanchetas, plagado de inexactitudes, que apenas discuto, abreviando así mi anotación; si algunas veces acepto sus interpretaciones es por haberlas encontrado documentadas en otra parte; en ciertos pasajes obscuros pongo lo que Lanchetas dice, pero sin que esto indique mi conformidad con su parecer. Sé que mis notas no aclararán al lector sino lo más saliente. Todo libro medieval está sembrado de dificultades, que hay que ir resolviendo poco a poco; pero creo haber avanzado en la comprensión de este texto de don Gonzalo de Berceo.

ANTONIO G. SOLALINDE.

Columbia University, Nueva York, sept. 1922.

 

 

 

 

 

 

NOTAS

 

1 En la copla 489 de la Vida de San Millán, dice:

 

"Gonzalvo fue so nomne qui fizo est tractado,

en Sant Millan de suso fue de niñez criado,

natural de Berceo, ond Sant Millan fue nado."

 

Repite su propio nombre en la Vida de Santo Domingo, copla 757:

 

"Yo, Gonzalo ,por nombre, clamado de Verçeo,

de Sant Millan criado, en la su merçed seo";

 

y vuelve a indicarlo en varias ocasiones: Milagros, 2, 866; Santo Domingo, 109, 775. Para la. significa.ción de la voz criado, discípulo, véase Milagros, 354. El pueblecillo llamado Berceo pertenece hoy a la provincia de Logroño y a la diócesis de Calahorra; véase MADOZ. Dicc. Geográfico. Se ha publicado una vista de ese pueblo en Arte Español, 1915-16, pág. 365. No hay que tomar en consideración, como algunos lo hicieron, entre ellos AMADOR DE LOS RÍOS, Historia crítica, III, pág. 238, el Loor de don Gonzalo de Berceo, que en un rato de solaz compuso Tomás Antonio Sánchez, embriagado con el sonsonete de la cuaderna vía y entusiasmado como lo estaba con el poeta riojano, al que indudablemente dedica mayor cuidado que a los demás que edita. La introducción y las notas con que acompaña Sánchez la edición de este Loor (Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, tomo II, págs. 465-473) no dejan lugar a duda, si no bastase la lectura de sus 44 estrofas, de que se trata tan sólo de una inocente superchería. Claro que nada añaden a lo que Sánchez nos comunica en sus prólogos. Fué impreso también este Loor por OCHOA, Colección de 108 mejores autores españoles, tomo XX, 1842, y por JANER, Biblioteca de autores españoles, tomo LVII, que son, como se sabe, meras reproducciones de las ediciones de Sánchez; como curiosidad no está mal poner este Loor junto a las obras del poeta.

2 El estudio de estas escrituras fué hecho por fray Plácido Romero, del monasterio de San MilIán; sus resultados fueron publicados por SÁNCHEZ, III, págs. XLIV-LVI, en adición a lo que ya había adelantado en el tomo II, pág. IV. Pudo consultar el padre Romero, en uno de los libros becerros del citado monasterio, la copia de tres escrituras de los años 1220, 1221 y 1222; dos de ellas certifican que ya en 1221 era diácono, "y siendo preciso que para serIo tuviese, por lo menos, la edad de veinte y tres años, resulta que su nacimiento se ha de poner en el año 1198". El padre Romero consultó además otras escrituras originales; en una de 1237 firma Berceo entre los prestes de su pueb]o; en otra, latina, de 1240, entre varios clérigos seculares; en otra de 1242, entre los clérigos de Berceo, y sigue a su nombre e] de "don Juan so ermano", y en una de 1246 se le añade también la denominación de preste. Finalmente, en un documento de 1264 se alude a un testamento antiguo que, según el padre Romero, debe fecharse entre 1236 y 1242, y en e] que figuraba Berceo como "maestro de confesión" y "cabezalero" de un tal Garci Gil. La erudición moderna no ha sido muy feliz en nuevos descubrimientos; ha publicado mejor las escrituras de 1237, 1242 Y 1246, Y ha encontrado uno más en el Archivo Catedral de Calahorra, del año 1228, en que firma también Berceo. Véase MENÉNDEZ PIDAL, Documentos lingüísticos de España, Madrid, 1919, tomo I, documentos núms. 87, 91, 94 y 95, que fueron reunidos para esta colección por el señor Navarro Tomás. Los tres primeros a que acabo de aludir fueron publicados fragmentariamente por HERGUETA, Revista de Archivos, 1904, X, pág. 178.

3 Sobre el apellido Megía, dado ligeramente a Berceo por LUIS DE ARIZ, Historia de Avila, I, fol. 31, véase Sánchez, II, página v.

4 Vida de Santa Oria, 2.

5 Véase lo que decimos en una nota anterior respecto a los documentos de 1237 y 1242. Después de las primeras afirmaciones de que fué monje benedictino, desvirtuadas por SÁNCHEZ, II, VII, se ha venido diciendo que había sido clérigo secular adscrito al servicio de la abadía (MENÉNDEZ PELAYO. Antologia de poetas líricos castellanos, II, pág. XLII), Y en efecto, podía haber sacerdotes dentro de los monasterios benedictinos, como afirma YEPES, Chronica de San Benito, según AMADOR DE LOS Ríos, Hist. crit., III, pág. 238. Se le sigue citando entre los monjes por PLAINE, Series Chronologica Scriptorum O. S. Benedictini Hispanorum qui ab anno 1150 ad nostros usque dies claruerant, en Studien und Mittheilugen des Benedicter- und Cistercienserorden (Separata, Brunn, 1884, pág. 3). El titulo de "maestro" que él se da en Milagros, 2 a, no debe querer decir más que "confesor", como lo atestigua el verso 492 a de los Milagros y el documento de Garci Gil antes mencionado; nada tiene que ver con su sabiduría ni con la enseñanza, como cree SÁNCHEZ, II, VII, ni significa "maestro en poema", como indica MENÉNDEZ y PELAYO, Antología, n, XXXII.

6 AZORíN, Al margen de los clásicos, Madrid, 1915. pág. 19.

7 BENRiQuEz UREÑA, La versificación irregular en la poesía oastellana, Madrid, 1920, págs. 16-21, estudia y da una bi· bliografía de las cuestiones métricas relativas al alejandrino; en la pág. 17 encontrará el lector la indicación de los estudios acerca de la versificación de Berceo.

8 El mejor estudio de conjunto que podemos encontrar sobre el mester de clerecía es el de MENÉNDEZ PELAYO, Antología, lI, págs. XXXI a LXXXIII. Después ha aparecido otra obrita de este género, el Libro de miseria de homne, que ha sido publicado por ARTIGAS, Boletín de la Biblioteca de MMéndez Pelayo, 1919 (edición separada. Santander, 1920).

9 La atribución a Berceo del Libro de Alexandre ha sido ya desechada casi unánimente. El principal defensor de ella fué BAIST, Romanische Forschungen, 1891, VI, 292; véase en contra MENÉNDEZ PIDAL, Cultura española, 1907, núm. VI, 546-548, y Revista de Archivos, 1906, pág. 134. Deberá hacerse un estudio basado en las diferencias dialectales, de léxico, estilo, perfecciones métricas y aun de fuentes de inspiración y de espíritu, y se comprobará para siempre cuán lejos de Berceo se halla el Poema de Alexandre.

10 Conocida y repetida hasta la saciedad es la copla 2 de Santo Domingo:

 

"Quiero fer una prosa en román paladino,

en cual suele el pueblo fablar con su vezino,

ca non so tan letrado por fer otro latino;

bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino."

 

Es indudable que sus poesías debían ser leídas ante un grupo de oyentes, ya que insiste demasiado en esto para que no lo tomemos en consideración o lo tengamos por un lugar común de su poesía, sin significación concreta. Véanse como ejemplo, en los Milagros, las estrofas 1, 10, 16, 75, 122, 182, 377, etc.;San. Millán,1 ; Santo Domingo, 315, 335, 376, etc.

11 Aparte de los estudios sobre Berceo que venimos citando pueden consultarse los de BOUBÉ, La poésie mariale; Gonzalo de Berceo, en Etudes des Peres de la Compagnie de Jésus, 1904, IC, págs. 512-536, y F. FERNÁNDEZ y GONZÁLEZ, Berceo o el poeta sagrado en la España cristiana del siglo XIII, en La Razón, 1860, 1, págs. 222-235, 306-332, 393-402.

12 Véase lo que la crítica sabía de Berceo antes de la edición de Sánchez en FITZ-GERALD, Gonzalo de Berceo in Spanish literacy criticism before 1780, Romanic Review, 1910, 1, 290-301, y KLING, A. propos de Berceo, Revue Hispanique, 1915, XXXV. 77-90.

13. Quien quiera profundizar en la vastísima bibliografía marial puede leer con provecho a MUSSAFIA, Studien zu den mittelalterlichen Marienlegenden, en Sitzungsberichte der Wiener Akad. der Wissénschaften, Phil. Hist. KI., 1886, CXIII, pági nas 917-994, y 1888, CXV, páginas 5-92 ; los prólogos de V ALMAH a las Cántigas de Santa María, edición de la Academia Española, Madrid, 1889 ; CHANE, Romanic Revie1D, 1911, II, pági nas 235-278, y 1915, VI, págs. 219-236 ; BONNARD, Kritischer Jahresbericht u. d. F. d. romanischen Philologie, 1914, XIII, páginas 68.,76; WALLENSKOLD, Neuphilologischen Mittheilungen, 1914, XVI, pág. 215; II libro dei cinqanta miracoli della Vergine edito ed illustrato da E. LEVI, Bolonia, 1917.
14. Exceptuando los milagros III, V, X, XI, XII y XXV, todos los demás de Berceo se narran también en las Cántigas, Se niega la relación entre Berceo y Alfonso en Cántigas, I, página 107 y siguientes.
15. Gonzalo de Berceo's Milagros und ihre Grundlagen, mit einem Anhange: Mitteilungen aus der Lat. Hs. Kopenhagen, Thott, 128. Inaugural-Dissertation... Strassburg, 1910.
16. Becker hace un estudio detenido del texto de todos los milagros, excepto del XXV, señalando con todo detalle las su presiones, cambios y adiciones que hace Berceo ; las resume al final y busca las razones que pudo tener nuestro autor para introducir tales cambios. Todo esto podemos comprobarlo gracias al texto latino que Becker publica como apéndice de su disertación.
17. Berceo salta cuatro milagros de los contenidos en el ms. de Copenhague, los núms. 16, 22, 25 y 26, pero sigue para los demás el mismo orden del citado manuscrito. Becker no encuentra el motivo que impulsó a Berceo a tal supresión.
18. Véanse las coplas 907 y 909. Presumía Berceo, no sólo en sus Milagros, sino también en las demás obras, de gran ape gamiento a sus fuentes (véase MENENDEZ PELAYO, Antología, II, páginas XI y XLIX. Aunque muchas veces le sirva esto como de muletilla y otras se convierta en un verdadero ripio, no deja de ser una preocupación del poeta el dar valor a sus afirmaciones; cita muy a menudo "la lection", "la escriptural", "el dictado", "la leyenda", etc. En diez de los veinticinco milagros no se encuentra alusión alguna a sus fuentes. sin que esto quiera decir nada sobre su originalidad; véase BECKEB, pág. 7.
19. Berceo cita también en la Introducción, coplas 31 y 41, "el dictado" y "la lection" ; pero pudiera ser que sólo se refi riese a aquel pasaje determinado en que habla de los nombres de Maria, Véanse BOUBÉE, Etudes, pág, 526, y BECKER, pági nas 9 y 10, que aluden al magnifico estudio de SALZER, Die Sinn bilder un Beiworte Mariens in der deutscher Literatur und lateinischen Hymnenpoesie des Mittelalters, Linz, 1893, donde pueden verse ejemplos de esta comparación y de los nombres da dos a María, Al parecer, la mayoría de esas imágenes proceden de himnos latinos, y quizás en la copla 21 pensó Berceo en el Cantar de los Cantares.
20. Ya Becker señala que el final natural del libro es la copla 866. Ignoraba este erudito, por no haberlo indicado Sánchez, que con el milagro XXIV acababa uno de los dos códices de San Millán, cosa que afirma Ibarreta en una anotación de su copia, refiriéndose a la copia citada: "Nota: Este Milagro es el último en el otro códice, y así le viene mejor la última copla de arriba".
21. Sobre la supervivencia de estas leyendas indica algo MENÉNDEZ PELAYO, Antologia, II, XXXIX, LVI y LVII
22. Antología, II, pág. LIV.
23. Véase el interesante estudio de G. ClBOT, L'Expression dans Gonzalo de Berceo, en Revista de Filologia, 1922, pág. 154.
24. Véase M. PELAYO, Antología, II, págs. LVI y LVII.

25 La primera obra fué publicada por el profesor J. D. FITZ­GERALD, Bibliotheque de I'Ecole des Hautes Etudes, 149 Fascicule, París, 1904. Después ha aparecido un nuevo manuscrito, que ha sido estudiado por el padre ANDRÉS en el Boletín de la Real Academia Española, 1917, IV, 172 Y 445. El Sacrificio de la Misa fué editado por mí paleográficamente entre las publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 1913.

26 MENÉNDEZ PELAYO dijo: "La (edición de Sánchez) de Berceo, que parece más esmerada que las otras, conserva su valor por haberse perdido o estar ocultos la mayor parte de los códices que Sánchez disfrutó." Revue Hispanique, 1908, XVIII" 326.

27 SÁNCHEZ, II, pág. XVIII. Esta Vida de Santo Domingo no debió copiarse en los códices de San Millán, sino siempre separada o con otras obras dedicadas al mismo santo, quizá por tratarse del patrono de un monasterio cercano, adonde se mandarían todos los manuscritos relativos al Santo. No aparece tampoco en la copia de Ibarreta, según digo en una nota posterior, al hablar del contenido de ese manuscrito.

28 SÁNCHEZ, pág. 179.

29 SÁNCHEZ, pág. 273.

30 Me complazco en darle aquí las gracias por noticia tan importante y por haberme facilitado mi estudio, así como a fray Hermenegildo Nebreda y a fray Alfonso Andrés, que me ayudaron muy eficazmente.

31 Es un manuscrito del siglo XVIII, todo él de la misma letra, que debe ser la del padre Domingo Ibarreta (1710-1785) ; sobre lbarreta y sus trabajos, encaminados a formar una Diplomática española de los siglos VII al XVIII, puede verse FÉROTIN, Histoire de l'abbaye de Silos, París, 1897, pág. 248. El manuscrito se encuadernó para trasladarlo a Madrid para mi consulta; antes estaba en cuadernos sueltos, de dos tamaños diferentes: los folios 1 a 54 miden 280 por 200 mm.; los folios 55 a 152 miden 310 por 215 ,mm. La foliación es mía, puesta en lápiz; los pliegos de mayor tamaño se numeraron primitivamente del 1 al 10. Los folios 66 y 67 están mal colocados, y deben ir entre los 73 y 74. El orden actual de las poesías contenidas es el siguiente: San Millán, Santa Oria, San Lorenzo, Sacrificio, Duelo, Himnos, Loores, Signos y Milagros. Falta, pues, Santo Domingo. El orden no es el primitivo ni el de los códices de San Millán de que es copia, ya que al finalizar San Lorenzo dice Ibarreta; "Este libro o tratado está incompleto, como se ve: fáltanle hojas que no se pueden suplir por el otro códice en que está este tratado; y con esto están copiadas todas las obras de Berceo que existen en los dos códices de San Millán." En el manuscrito se han añadido ,al margen los significados de unas cuantas palabras, que no señalo por su escaso valor. Doy aquí todos estos detalles por no haber sido estudiado antes este manuscrito.

32 La corrección que, acertadamente, proponía LANG, A passage in Gonzalo de Berceo's Vida de San Millán. Modern Languajes Notes, 1887, n, coIs. 118-119, se ve comprobada por el ms. Ibarreta, que lee "menge" en vez de "monge", como pone SÁNCHEZ, copla 153 b.

33 El aprovechamiento de "el otro códice" es esporádico; en lo que respecta a los Milagros, sólo hay las siguientes indicaciones; 666 b, "el otro códice p u g e s"; 683 e, "otro códice d e s s ó"; 886 d, pone Ibarreta después de "valer a" unos puntos suspensivos y al margen indica; "el otro códice añade p e c c a d o r". Para la indicación referente a la terminación de los Milagros véase nuestra pág. 21.

34 De todo pueden encontrarse ejemplos en mis anotaciones, aunque, dado el carácter no erudito de esta colección, no soy sistemático en ellas; sin embargo, no he dejado de anotar nada interesante, y cuando no lo he hecho es por su misma evidencia o insignificancia. Las correcciones de Sánchez las indico a veces y otras señalo sólo la mala lectura de Ibarreta. He tenido presente también la edición de JANER, que nada añade, y he prescindido de la de OCHOA ; ya he citado estas ediciones anteriormente. La de ALVAREZ DE LA VILLA, "Prosas", París, Michaud, sin año, no incluye los Milagros.


 
 

EDICIÓN Y NOTAS en formato PDF

 
 
 

- INTRODUCCIÓN

- MILAGRO XIII  :  El nuevo obispo

- MILAGRO I  :  La casulla de San Ildefonso

- MILAGRO XIV  :  La imagen respetada

- MILAGRO II:  El sacristán fornicario

- MILAGRO XV  :  La boda y la Virgen

- MILAGRO III : El clérigo y la flor

- MILAGRO XVI  :  El niño judío

- MILAGRO IV :  El premio de la Virgen

- MILAGRO XVII  :  La iglesia profanada

- MILAGRO V :  El pobre caritativo

- MILAGRO XVIII  :  Los judíos de Toledo

- MILAGRO VI :  El ladrón devoto

- MILAGRO XIX  :  Un parto maravilloso

- MILAGRO VII :  El monje y san Pedro

- MILAGRO XX  :  Un monje borracho

- MILAGRO VIII :  El romero de Santiago

- MILAGRO XXI  :  La abadesa preñada

- MILAGRO IX :  El clérigo ignorante

- MILAGRO XXII  :  El náufrago salvado

- MILAGRO X :  Los dos hermanos

- MILAGRO XXIII  :  La deuda pagada

- MILAGRO XI :  El labrador avaro

- MILAGRO XXIV  :  La iglesia robada

- MILAGRO XII :  El prior y el sacristán

- MILAGRO XXV  :  El milagro de Teófilo

 

NORMAS DE TRANSCRIPCIÓN

 
 
 

 

 

 

BERCEO
MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA
Edición, prólogo y notas
Antonio G. Solalinde

CLÁSICOS CASTELLANOS
SÉPTIMA EDICIÓN
ESPASA CALPE
MADRID,1968

 

 


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