Caligrafía del Códice Albeldense. Autora Valle Camacho.

 

había hecho sentir largo tiempo la necesidad de una obra de esta especie en el estudio de la literatura española; i nos complacemos en anunciar que Mr. Ticknor ha llenado del modo mas satisfactorio este vacío. No solo ha concentrado, juzgado i rectificado cuanto se había escrito sobre el mismo asunto dentro i fuera de España, sino que a lo ya conocido añade "de su propio caudal multitud de datos biográficos i bibliográficos que estaban al alcance de pocos, i que ha sabido traer a colación con mucha oportunidad i discernimiento. Los aficionados a las letras castellanas hallarán en el erudito norte-americano un juez intelijente, capaz de apreciar lo bello i grande bajo las formas peculiares de cada pais i cada siglo; tan ajeno del rigorismo superficial que califica las producciones del injenio por las reglas convencionales de un sistema esclusivo, como de las ilusiones de aquellos que se saborean, no solo con Io tosco i bàrbaro, sino hasta con lo trivial i rastrero, si pertenecen a épocas o jéneros predilectos; descarríos uno i otro nada raros, el primero en los siglos anteriores al nuestro, i el segundo en nuestros días.

Pero lo que mas realza esta obra es, a mi juicio, la parte histórica, el encadenamiento filosófico de los hechos, la sagacidad con que se rastrean las fuentes, la lucidez con que se pone a nuestra vista el desarrollo del jénío nacional en los varios ramos de literatura. La sección relativa al drama es la de mas amplias dimensiones; i la que el autor parece haber tratado con especial atención i esmero.

Supèrfluo seria, i hasta presuntuoso de mi parte, espresar este juicio sobre lo que ha obtenido tan jeneral i honrosa aceptación en todo el mundo literario, sí no me hubiese inducido a ello el deseo de dar a conocer entre nosotros, donde la lengua i literatura castellanas se miran con inescusable desden, la obra mas a propósito para convencerlo de injusto.

No se crea, por lo dicho, que adhiero a todas las opiniones del autor. En el discurso que tengo el honor de presentar a la Facultad de Humanidades, i en los que probablemente le seguirán, me propongo controvertir algunas de sus deducciones i juicios. Mis observaciones se referirán a la primera Sección de la Historia, que abraza toda la literatura castellana desde fines del siglo duodècimo hasta principios del décimosesto.

Mr.Ticknor me parece atribuir mui poca o ninguna parte, en la mas temprana poesía de los castellanos, a la influencia de los árabes; juicio que yo había formado años hace, cnando la opinión contraria, patrocinada por escritores eminentes, había llegado a ser un dogma literario, a que suscribían, sin tomarse la pena de someterla a un detenido examen , casi todos los estranjeros i nacionales que de propósito o por incidencia hablaban de la anticua literatura de España. Que entraron en la lengua castellana multitud de voces arábigas; que aun algunos de los sonidos con que se pronunciaba fueron modificados por el idioma de los Muslimes, i que del contacto, de la mezcla íntima de las dos razas, se pegaron al romance castellano ciertos jiros, ciertas espresiones proverbiales, lo tengo por incontestable. Si esta influencia pasó de! idioma a los cantos populares de los castellanos, como parecía natural, es un punto que examinaremos después. Observemos entre tanto el hecho fundamental, i no disimulemos su importancia i alcance. Trasladaré aquí con este objeto la luminosa exposición de Mr. Ticknor (nota a. Apéndice A, al fin de la Historia.), a la que con pocas limitaciones suscribo.

«Otra tremenda invasión descargó sobre España; violenta, imprevista, i que por algún tiempo, amenazó barrer con toda la civilización i cultura que de las antiguas instituciones del pais se conservaban, o que empezaban a jerminar bajo las nuevas. Hablo de la notable invasión de los árabes, que nos obliga a buscar, algunos de los ingredientes del carácter, idioma i literatura de los españoles en el corazón del Asia, como ya nos hemos visto obligados a buscarlos en lo mas septentrional de la Europa.

«Los árabes que en todas las épocas de su historia han sido un pueblo pintoresco i extraordinario, debieron a la ardorosa relijion que les fué dada por el jénío i fanatismo de Mahoma, un impulso que bajo muchos respectos no ha tenido paralelo en el mundo. Por el año de Cristo 623 eran todavía dudosos la fortuna i destinos del Profeta, aun dentro de los estrechos límites de su indómita i vagabunda tribu; i al cabo de menos de un siglo, no solo la Persia, la Siria i casi toda la Asia occidental sino el Ejipto i toda la parte septentrional del África se habían rendido a! poderío de aquella fé belicosa. De un suceso tan vasto i tan rápido, fundado en el entusiasmo relijíoso, i tan prontamente seguido de una civilización adelantada, no nos ofreca otro ejemplo la historia.

«Cuando los árabes obtuvieron una posesión tolerablemente tranquila de las ciudades i costas africanas, era natural que volviesen los ojos a España, de la que solo estaban separados por un estrecho del Mediterráneo. Desembarcaron con grandes fuerzas en Jibraltar el año de 711. Siguióse inmediatamente la batalla del Guadalete, como la llamaron los moros, o de Jerez, como la apellidaron, los cristianos; i en el trascurso de tres años avasallaron con su acostumbrada celeridad toda la España, excepto aquella rejion fatal del Norueste, a cuyas montañas se retiraron un gran numero de cristianos, capitaneados por Pelayo, dejando a sus demás compatrioias en manos de los conquistadores.

«Pero mientras los cristianos que se habían salvado del naufrajio del poder gótico, permanecían encerrados en los montes de Vizcaya i Asturias, o sostenían aquella desesperada lucha de cerca de ocho siglos, que terminó en la espulsion final de los invasores, los moros, en el centro i especialmente en el mediodía de la España, gozaban de un imperio tan espléndido i tan intelectual como su relijion i civilización permitían.

«Mucho se ha dicho sobre la gloria de este imperio i el efecto que produjo en la literatura i costumbres de las naciones modernas. Hace ya tiempo que Huet i Massien creyeron que podía rastrearse, hasta:ellos el oríjen de la rima i de las ficciones románticas; pero en el dia se miran jeneralmentes una i otras, como producciones, por decirlo asi, espontáneas del espíritu humano, que diferentes naciones en diferentes épocas han sacado a luz separadamente para si mismas (nota b.-  En cuanto a la rima, es preciso admitir que en algunos países ha nacido espontáneamente, i así me parece que sucedió en el latín de la media edad por causas inherentes a la lengua latina, que no se encuentran en otros idiomas. Este es un punto a que tal vez llamaré algún día la atención de la Facultad. En cuanto a las ficciones románticas, hai sin duda ciertos elementos que pueden mirarse como injeridos por la imajinacion en todas partes i qne aparecen por consiguiente en las ficciones poéticas de todos los pueblos: ajencias sobrenaturales, jigantes, dragones, vestigios etc. Pero ademas de estos caracteres comunes, hai otros determinados, especiales, que distinguen la poesía de una edad o de un pueblo, i el hallarse estas peculiares formas en otra edad o pueblo, es un indicio seguro de derivación. Asi algunas de las mas brillantes ficciones de la Caballería Andante pueden rastrearse hasta las marabillas de la Tabla Redonda, creadas por la fantasía bretona. Esta es materia que merecería tambien ilustrarse. (Nota del tRaductoR).

 Algo mas tarde et jesuíta Andrés, docto español, que escribía en latín i en italiano, deseoso de conferir a su patria el honor de haber dado al resto de la Europa el primer impulso en la carrera de la civilización después de la caída del imperio romano, concibió una teoría mas amplia i mejor definida que la de Huet; es a saber, que la poesía i cultura de los trobadores de Provenza, que se creen ser las mas antiguas de la Europa meridional, se derivan entera e inmediatamente de los árabes de España; teoría adoptada por Ginguené, por Sismondi í por los autores de la Historia Literaria de Francia. Pero todos estos escritores proceden sobre la suposición de haber aparecido en Provenza la rima, la composición métrica i cierto espíritu poético algo mas tarde de lo que por investigaciones posteriores se sabe que fué. Porque el padre Andrés i sus secuaces fijan la fecha de la propagación de las influencias arábigo-hispánicas al sur de la Francia, en la conquista de Toledo, que fué el año de 1085, época en que es positivo se aumeutó gradualmente la comunicación entre los dos países (nota c.-   «A esta época, dice Ginguené, es a la que se remontan acaso los primeros ensayos poéticos de la España, i seguramente los primeros cantos de nuestros trobadores.»). Pero Raynouard ha publicado después un fragmento de un poema, cuyo manuscrito no puede ser posterior al año 1000; i ha demostrado así, que la literatura provenzal contaba mas de un siglo de existencia al tiempo de la conquista de Toledo, i sube hasta la época de la gradual corrupción del latín i la gradual formación del lenguaje moderno. Schlegel, el mayor, ha discutido también esta teoría, i ha dejado poco que dudar en cuanto a la solidez de las deducciones de Raynouard (nota d.- Mr. Ticknor se refiere a una obra de A. W. Schiegel intitulada Observaciones sobre la lengua i literatura provenzales, París 1818, no publicada. Seguni Schiegel fué en alto grado antí-arábiga. por el tono i espíritu, la primera poesía provenzal, i todavía mas la primera poesia española.).

«Pero aunque no podamos, con el padre Andrés i sus secuaces, encontrar en los árabes de España la fuente principal o primaria de la poesia i cultura de toda la Europa meridional en los tiempos modernos, podemos con lodo adjudicar a ellos alguna parte en lo que concierne a la lengua i literatura españolas. Porque sus progresos en el cultivo de las letras fueron casi tan rápidos i brillantes como en la estension de su imperio. Los reinados de los dos Abderrahmas, i la época gloriosa de Córdoba, que comenzó por 750, i duró hasta casi su ocupación por los Cristianos en 1236, se distinguieron por una ilustración que entonces no tenia igual en Europa; i si el reino de Granada, que expiró en 1492, no fué tan ilustrado, fué tal vez aun mas esplendido i lujoso. A las escuetas públicas i las bibliotecas de los árabes españoles acudían no solamente los de la mísma fé, sino cristianos de diferentes países de Europa; i uno de los hombres mas notables de su siglo (Jerberto, después Silvestre segundo, primer pontífice que dió Francia a la sede romana) se cree que dobló su elevación a los conocimientos que adquirió en Sevilla i Córdoba. 

«En medio de este floreciente imperio vivía gran muchedumbre de nativos cristianos, que no siguieron a sus duros i denodados hermanos en la retirada a las montañas bajo las banderas de Pelayo, sino que permanecieron entre sus vencedores, protejidos por aquella laxa tolerancia que la relijion mahometana prescribía i practicaba al principio. Como véncidos, pagaban doble tríbulo que los moros, í sufrían impuestos sobre sus iglesias; pero en lo demás estaban sujetos a pocas cargas i servidumbres, i aun se les permitía tener sus obispos, templos i monasterios, i ser juzgados por sus propias leyes i tribunales en las controversias entre ellos mismos, salvo que se tratase de la pena de muerte. Pero aunque de este modo se mantenían como un pueblo en cierta manera distinto; i aunque, considerando la dependencia en que vivían, conservaron la fé de sus padres con una constancia i lealtad apenas creíbles, no podia menos de hacer mella en ellos la presión continua de una dominación poderosa i magnífica, i de una población bajo todos respectos mas próspera i adelantada que la suya. En el trascurso de siglos era inevitable que su carácter nacional cediese por grados a esta incesante influencia. Llegaron por fin a usar el traje morisco; adoptaron las costumbres de los moros; sirvieron en los ejércitos muslimes, i obtuvieron cargos de honor en las cortes de Córdoba i de Granada. En suma, bajo todos respectos merecieron el nombre que se les dio de mozárabes, o cuasi—árabes en costumbres i lengua; porque tan mezclados estaban con sus dominadores que llegaron por fin a no distinguirse, síno por su fé, de la población arábiga entre la cual vivían.

«El efecto de todo esto en cuanto hasta entonces habia logrado sobrevivir a la lengua i literatura de Roma, se echó de ver en ellos muí presto, como debía suceder. Los españoles que residían entre los moros, no se cuidaron de su degradado latín, i empezaron luego a hablar el árabe. En 794 creyeron los conquistadores que ya era tiempo de establecer escuelas para enseñar su lengua a los cristianos de sus dominios, i de prohibirles que usasen otra. Alvaro de Córdoba, que escribía su Indiculus Luminosus por 874, i era testigo competente en la materia, manifiesta el gran suceso que había tenido esta providencia de los dominadores; pues se queja de que los cristianos de su tiempo no apreciaban el latín, i a tal punto se habían familiarizado con el árabe, que apenas habría podido hallarse un cristiano entre mil, que fuese capaz de escribir en latin a otro cristiano; mientras que muchos de ellos componían poesías arábigas -en que rivalizaban con los moros mismos. A tanto llegó el temprano predominio del árabe, que Juan, obispo de Sevilla, uno de aquellos varones venerables que eran igualmente respetados por los cristianos i los musulmanes, creyó necesario trasladar a aquel idioma las Escrituras, porque sus diocesanos no podían leerlas en otro. Aun fué preciso que el rejistro de las Iglesias se llevase en árabe, como se hizo desde entonces por varios siglos; i asi es que en los archivos de la catedral de Toledo se han visto recientemente, i sin duda se ven hoi día, mas de dos mil documentos escritos en árabe, principalmente por cristianos i eclesiásticos.

«Ni varió do un golpe este orden de cosas cuando la fortuna de las armas se declaró por los cristianos del norte, porque después de reconquistadas algunas de las provincias centrales del país, las monedas selladas por los reyes cristianos para que circulasen entre sus vasallos de la misma fé, estaban cubiertas de inscripciones arábigas; como puede verse en algunas de Alfonso VI i Alfonso VIII. El rei don Alonso el Sabio por un solemne decreto espedido en Burgos a diez i ocho de Setiembre da 1256, proveiaala educación de la juventud sevillana, estableciendo para ella escuelas arábigas, al mismo tiempo que latinas. I todavía mas tarde los actos i documentos públicos de aquella parte de España solian escribirse en árabe; i las firmas de escrituras eclesiásticas importantes, redactadas en latin o español, se ponían a veces en letras arábigas, como se ve por una de Fernando IV en que se conceden ciertos privilejios a los monjes de San Clemente. De manera que casi hasta el tiempo de la conquista de Granada, i bajo ciertos respectos aun después, el idioma, costumbres i civilización de los árabes estaban todavia mui difundidos entre la población cristiana de la España central i meridional.

«Asi, cuando los cristianos del norte, después de la mas enconada i tenaz contienda, redimían de la servidumbre la porción mas considerable de su antigua patria i arrinconaban a los moros en las provincias del sudeste, se vieron, segun, iban ganando terreno, rodeados de grandes muchedumbres de sus compatriotas i hermanos en la fé; cristianos, a la verdad, en creencias i sentimientos, aunque de escasa doctrina relijiosa i de imperfectas ideas morales; pero moros en el vestido, las costumbres i la lengua. Uniéronse, por supuesto, las dos diversas masas; pero la guerra las había tenido tanto tiempo separadas, que, si bien de la misma estirpe, i ligadas por algunas de las mas poderosas simpatías de la naturaleza humana, carecían ya de un idioma común para las cotidianas relaciones de la vida. Pero esta unión de las dos partes del pueblo cristiano, donde i como quiera que se efectuase, envolvía la inmediata modificación de la lengua que unos i otros habían de emplear en sus comunicaciones recíprocas. El latin corrompido, alterado por el contacto de fa lengua gótica, había sin duda sufrido sucesivas modificaciones desde el tiempo de la conquista arábiga; pero otra nueva i final adaptación era indispensable. Verificóse inmediatamente una infusión considerable del árabe, i entró el último de sus principales elementos en la lengua española, que pulida i afinada en los siglos siguientes por el progreso de la civilización i las luces, es todavía en sus facciones prominentes la misma que apareció poco después de lo que con característica nacionalidad se ha llamado Restauración de España.

«El lenguaje que los guerreros cristianos trajeron del norte, i que fué progresivamente modificado por su progresivo contacto con la población morisca del sur,, no era por cierto el latín clásico. Era un latín, corrompido al principio por las mismas causas de bastardeo a que habia estado sujeta aquella lengua en toda la estension del imperio romano; corrompido luego por el inevitable efecto del establecimiento de los godos i de otros bárbaros en España; i corrompido ulteriormente por agregaciones de la lengua primitiva ibera o vasca ocasionadas por la residencia de los cristianos en las montañas a que se refujiaron, i en que el antiguo idioma de la Iberia no había dejado nunca de hablarse. Pero la principal causa de la degradación del latín en el norte desde mediados del siglo octavo fué sin duda la miserable condición de los que lo hablaban. Habían huido de las ruinas del latinizado reino de los godos, acosados por la fulminante espada de los muslimes; i se encontraron apiñados entre las escarpadas cuestas de los montes de Vizcaya i Asturias. Privados de las instituciones sociales en que se habían criado, i que por deterioradas i ruinosas que estuviesen, representaban todavía i retuvieron hasta lo último toda la civilización que habia quedado en este misero país; mezclados con una jente que hasta entonces habia sacudido poca parte de la barbarie que la hizo resistir con igual tenacidad a la invasión romana i a la de los godos; encerrados en un territorio demasiado estrecho para su número, demasiado áspero, demasiado pobre pan suministrarles una tolerable subsistencia, parece que los cristianos refujiados en aquellas montañas se vieron reducidos desde luego a una condición que distaba poco de la vida salvaje, í en que, por supuesto, no les era dado cuidarse de la pureza del idioma que hablaban. Ni fueron mucho mas favorables para este objeto las circunstancias en que luego se hallaron, cuando con el denuedo de la desesperación comenzaron a recobrar su perdida patria. Estaban constantemente en armas, constantemente en los peligros i penalidades de una vida de combates i fatigas, amargada todavía mas i exasperada por odios intensos, nacionales i relijiosos. Así cuando avanzaban victoriosos hacia el sur i las costas, i entraban en comunicación con aquellas poblaciones cristianas que habían quedado entre los moros, no podían menos de sentirse a presencia de una culta civilización, mui superior á la suya.                                                                         

«EI resultado era inevitable. La mutación que entonces experimentó su lengua, dependia de las circunstancias peculiares en que se hallaban. Asi como los godos, entre los siglos quinto i octavo, adoptaron un gran número de palabras latinas y porque el latín era la lengua de un pueblo mas intelectual i adelantado i con quien estaban intimamente mezclados, así, í por las mismas causas, la nación entera entre los siglos octavo i decimotercio, recibió de los árabes otra contribución para su vocabulario, i se acomodó de una macera notable a la adelantada cultura de sus compatriotas meridionales i dé los avasallados moros (nota d.- d) ¿No podría decirse que los hechos que se comparan son mas bien contrarios que análogos? En el primero el latin vulgar, vehículo de la decaída cultura romana, prevalece sobre el idioma de los bárbaros, del que solo recibe cierto número de raíces; en el segundo el lenguaje informe i rudo de los cristianos del norte, aquel mismo latin vulgar que habia sufrido una profunda degeneración, prevalece sobre el rico, culto i refinado idioma de sus civilizados hermanos del mediodía, i de los industriosos e ilustrados árabes, a quienes toma otro número do palabras- El caudal del romance, de la lengua adulterada de los Romanos se aumenta con las contribuciones iberas, góticas, arábigas, que lo enriquecen, desfigurándolo hasta cierto punto, pero conserva en gran parte su fisonomía materna. En la primera revolución triunfó el idioma de la raza mas civilizada; en la segunda la lengua de los vencedores, que distaba mucho de la riqueza i pulidez de la que fué suplantada por ella. Esta vitalidad de la lengua romana vulgar es un fenómeno que no me parece suficientemente esplicado.[NOTA DEL TRADUCTOR]).

«En qué precisa época deba decirse que se formó la lengua llamada después española i castellana, por la unión del corrompido i goticisado latin que venia del norte, con el árabe del mediodía, no puede ahora determinarse. Esta unión debió naturalmente producirse por una de aquellas graduales i silenciosas transformaciones que experimenta el carácter esencial de un pueblo, i que no dejan tras de si monumentos auténticos ni memorias circunstanciadas. El erudito Marina, a quien sobre esta materia podemos prestar confianza sin riesgo de extraviarnos, asegura que no existe, ni á su juicio existió jamas, documento alguno en lengua castellana, de fecha anterior a! año 1150. A !a verdad, el mas antiguo que se cita es una confirmación de privilejios otorgada por Alfonso VII el año 1155, a la ciudad de Abílés en Asturias (nota e.- Fué publicado en la Revista de Madrid, segunda época, tomo VII, paj. 287 i siguientes). Así por gradual e imperceptible que baya sido la formación i primer aparecimiento del castellano, como habla de la España moderna, podemos estar seguros de que a mediados del siglo duodécimo se había ya elevado a la categoría de lengua escrita i habia empezado a figurar en los importantes documentos públicos dé la época (nota f.- El autor de la Prefacion de Almeria inserto en la Crónica de Alfonso VII, describe así a los guerreros castellanos que concurrieron a aquella célebre espedicion en 1147:

Post haec Castellae procedunt spicola mille,

Famosi cives per saecula longa potentes,

Illorum castra fulgent coeli velut satra:

Auro fulgebant; argente vasa ferebant:

Non est paupertas in cis, sed magan facultas.

Nullus mendicus atque debilis, nec male tardus:

Sunt fortes cuncti, sunt in certamine tuti(?)

Carnes et vina sunt in castris inopina.

Copia frumenti datur omni sponte petenti.

Armorum tanta, stellarum lumina quanta.

Sunt e equi multi ferro seu panno suffulti.

Illorum lingua resonat quasi tympano tuba.

             España Sagrada, tomo XXI, paj. 403

El lujo i riqueza de los castellanos pueden haberse exajerado por el poeta; pero el último verso es su testimonio irrecusable de la existencia del dialecto castellano en su caracteristica, en la primera mitad del siglo duodécimo. [NOTA DEL TRADUCTOR])

«Desde entonces podemos pues reconocer en España la existencia de un idioma que se propagaba por la mayor parte del pais; diferente del latín puro o degradado, i todavía mas del árabe, pero nacido manifiestamente de la union de ambos; modificado por las analojías i espíritu de las construcciones e idiotismos góticos, i entreverado de reliquias de los vocabularios de las tribus jermánicas, de los iberos, los celtas i Ios fenicios que en diversas edades habian ocupado, casi toda la Península (nota g.-No puedo descubrir en el castellano esas construcciones o idiotismos góticos. Bastaba la barbarie para sustituir a la artificiosa estructura de la lengua latina construcciones mas espeditas i fáciles; para abolir la declinación, i simplificar la conjugación. En los dialectos jermánicos hubo declinaciones i todavía las hai. La conversión del pronombre latino ille en el artículo definido estaba preparada en el latin mas puro: illi homines qui, los hombres que:" los dialectos romances no hicieron mas que jeneralizar este uso. Del numeral unus, a nuestro artículo indefinido no habià mas que un paso: el articulo indefinido lleva envuelta la idea de la unidad. En fin, el embrión de los tiempos compuestos existía ya en la mas jenuina latinidad: Clodii animum perspectum habeo; habeo absolutum suave epos.
¿Qué parte asignaremos pues a las analojías i espíritu góticos? ¿No diríamos con mas exactitud que nuestro romance es la lengua de los romanos alterada por la ajencia simplificadora de la barbarie, i enriquecida por sucesivas contribuciones de otras lenguas que aumentaron su caudal sin borrar el tipo primitivo? [Nota del traductor.]) Este idioma se llamo al principio
romance porque habia nacido de la lengua de los romanos; asi como los cristianos refujiados en las montañas del Norueste fueron denominados al romi por los árabes, que los creían de estirpe romana, (nota h.- Llamóse romance, romance, romanz, romanzo, cada uno de los dialectos vulgares que nacieron de la lengua romana o latina. Creo que la forma de la palabra es orijinalmente francesa. En el castellano antiguo se dijo roman; así Gonzalo de Berceo anuncia, en uno de sus poemas, dice que va a versificar
.............en román paladino,
En cual suele el pueblo fablar a su vecino;
esto es, en lengua romana vulgar. Los franceses dijeron romans o romanz, reteniendo la s del nominativo latino romanus, como en corpi (corpus), tempi (tempus), fils (filius); desinencia que fué mucho mas frecuente en la autigua lengua de oui, que en el francés de ahora, i de que ofrece raros ejemplos el castellano.). Mas tarde se llamó
español, por el nombre jeneral de la nación, i al fin, acaso mas frecuentemente, castellana, por aquella porción del pais, cuyo ascendiente político predominó hasta él punto de dar a su dialecto la preponderancia sobre todos los otros que, como el gallego, el catalán i el valenciano, fueron por mis o menos tiempo idiomas escritos, que se gloriaban cada uno de una literatura propia.

«La proporción de los materiales suministrados por cada lengua de las que entraron en la composición del español, no se ha fijado con exactitud hasta ahora, aunque se sabe lo bastante para establecer una transacción entre sus pretensiones recíprocas, Sarmiento, que investigó la materia con algún cuidado, opina que las seis décimas partes del moderno castellano son de orijen latino; otra décima, griega i eclesiástica;; otra; septentrional; otra, arábiga; i el resto, indostánico, americano, jitano, alemán moderno, francés e italiano. Pero Larramendi i Humboldt están seguros de que debe añadirse el vascuence; í al paso que las indagaciones de Marina tienden á rebajar la cuota arábiga, las de Gayangos la hacen subir a la octava parte. Es probable que este cómputo no se aleja mucho de la verdad. Sea de ello lo que fuere, sobre el punto principal no cabe duda: la mas ancha base de! castellano debe buscarse en el latin, al que en realidad es precìso atribuir todas o la mayor parte de las contribuciones que suelen referirse al griego (nota i.- (i)  Yo me inclino a creer que la la influencia de una lengua en otra no debe medirse por el número de palabras que le presta. Según esa regla daríamos a la lengua latina en la composición ¡ jenio del ingles mucho mas de lo que en rigor le pertenece. El gran caudal de la lengua castellana es latino; sus construcciones, sus jiros, son jeneralmente latinos: los otros idiomas que han concurrido a enriquecerla pueden mirarse como tributarios, mas bien que auxiliares. Cuéntense, por ejemplo, los elementos heterojéneos que entran en una lei de las Siete Partidas, escritas cuando estaba todavía en todo su vigor la influencia arábiga, i se verá cuánto preponderan los de orijen latino sobre todos los otros juntos. [NOTA Del TRADUCTOR]).

La lengua castellana, formada de este modo, se hizo de uso jeneral mas temprano i mas facilmente, quizá, que cualquiera otra de las nuevamente creadas qué surjíeron en la Europa meridional i fueron suplantando al idioma universal del mundo romano, a medida que la confusión de la media edad desaparecía. Las causas de la creación í adopción del nuevo lenguaje fueron mas imperiosas en España por las intimas relaciones de los moros, los mozárabes i los cristianos entre si; al paso que el reinado de San Fernando, por lo menos acia el tiempo de la conquista de Sevilla, en 1247, fué una época, ya que no de tranquilidad, de prosperidad i casi de esplendor; agregándose a todo esto que el latin, como lengua hablada i escrita, había dejenerado a tal punto en Espa, que no podía oponer la misma resistencia a ceder su lugar, que en otras partes donde igual revolución caminaba a su fin. No debemos pues sorprendernos de encontrar no solo muestras, sino considerables monumentos de literatura española inmediatamente después del reconocido aparecimiento de la lengua misma. El poema narrativo del Cid, por ejemplo, no puede ser de fecha posterior a 1200; i Berceo, que floreció entre 1220 i 1240, aunque casi se disculpa de no escribir en latín, manifestando así con toda certidumbre haber pertenecido a la época en que las dos lenguas contendían por el predominior nos ha dejado una gran cantidad de jenuinos versos castellanos (nota j.-

Sobre la antigüedad del Poema del Cid tendré ocasión de hablar de propósito.—El pasaje de Gonzalo de Berceo, a que alude Mr. Ticknor, es el mismo que yo cité arriba, i dice asi:

Quiero fer una prosa en román paladino.

En cual suele el pueblo fablar a su vecino,

Ca non so tan letrado por fer otro latino

                                (S. Dom. cop. 2.)

Pero la verdadera lección, la única que puede dar un razonable contexto i sentido, es metro latino Prosa es ciertamente una palabra que el poeta ha sacado de la liturjia. en el sentido de composición poética, que sin duda tuvo; como ya parece haberlo conjeturado Fernando Wolf, citado por Mr. Ticknor, i lo comprueba, ademas del Glosario de Ducange, el Diccionario do la Academia Española, asi, de lo que se disculpa Berceo es de no escribir en metro latino; forma de composición que se miró, durante toda la media edad, i por mas de un siglo después, como la mas noble i digna.

Es indubitable, por otra parle, que los franceses í provenzales versificaron en lengua vulgar mucho antes de 1200. Algunos de estos poemas existen, i son bastante largos i regulares. Bien es verdad que la lengua de los troveros dista mas del moderno francés, que del castellano moderno el Poema del Cid.) Pero no fué sino algo mas tarde, en el reinado de Alfonso X, entre 1252 i 1282, cuando quedó reconocida i consumada la introducción del español, como una lengua escrita, regular i culta. Por orden de ese príncipe se tradujo en ella la Biblia según la Vulgata: él ordenó que todos los contratos, todos los instrumentos públicos se otorgasen en ella; í por medio de su célebre código de Las Siete Partidas preparó de antemano la propagación i autoridad del castellano en todos tos paises en que llegaron después a prevalecer la raza española i el poder de Castilla.»

Sobre los antecedentes del castellano, descritos de un modo tan vivo i pintoresco por Mr. Ticknor, puede haber poca variedad de opiniones; pero ¿esplican ellos suficientemente él resultado final? ¿No se hubiera podido, a vista de ellos, anunciar a priori que el árabe iba a ser el idioma universal o predominante de la Península, enriquecido probablemente con cierto número de raices latinas, pero conservando su organismo propio i su jénio? ¿Habría podido predecirse que estaba reservado este triunfo al latin bastardeado de los toscos i rudos montañeses del norte, i que el limado i copioso lenguaje del centro i del mediodía correría la misma suerte que las poblaciones intelectuales i prósperas que lo hablaban? Es la lucha de dos pueblos no es la fortuna de las armas sino la superioridad de civilización i cultura lo que hace prevalecer un idioma. La lengua que los conquistadores romanos impusieron a las naciones del occidente, no pudo sobreponerse al griego de las muelles pero civilizadas provincias de la Europa oriental i del Asia. Las tribus jermánicas que conquistaron el imperio i modelaron en parte sus instituciones, vieron desaparecer poco a poco sus dialectos nativos, absorvidos por el idioma de los vencidos. ¿Qué tienen de franco o de gótico o de lombardo las lenguas del sur de la Europa? Algunos centenares de voces dispersas, que para conservar su aislada existencia han tenido que asimilarse a un organismo ajeno, tomando las formas, i prestándose a las combinaciones, ordinariamente latinas, de los varios romances.

Pero, ya que no pudo prevalecer el idioma, ¿no habría debido esperarse siquiera que el espíritu i jenio de los árabes se hubiera hecho sentir de un modo notable en la naciente poesía de los españoles? «No haí duda» (decía yo el año 4 834 en el numero 195 del Aráucano)» que mirada por encima la serie de conquistas i revoluciones de qué fué teatro là Península, toda pronosticaba una mezcla sensible, una preponderancia decidida de orientalismo en el jenío intelectual i moral de los españoles. Los árabes tuvieron sojuzgada por ócho siglos toda ó gran porción de España; i la tercera parte de ese tiempo había bastado a los romanos para naturalizar allí su idioma, sus leyes, sus costumbres, su civilización, sus letras. Roma dio dos veces su relijion a la Península Ibérica. Juzgando por analojía, ¿no era de creer que la larga dominácíon de los conquistadores mahometanos hubiése producído una metamorfosis semejante, i que encontrásemos ahora en España el árabe, el alcoran i el turbante, en vez de esas formas sociales latino-jérmánicas qué apenas dejan percibir un lijero matiz oriental? Péro nunca están mas sujetos a error estos raciocinios a priori que cuando se aplican al mundo moral i politico; donde, como en el físico, no es solo la naturaleza de los elementos, sino también su afinidad relativa, lo que determina el resultado de la agregación i el carácter de los compuestos. Los elementos latino i arábigo se mezclaron intimamente; pero no se fundieron jamas el uno en el otro; un principio eterno de repulsión ajitaba la masa; i luego que dejaron de obrar las causas esternas que los comprimían i los solicitaban a unirse, resurtieron con una fuerza proporcionada a la violencia que habían sufrido hasta entonces. La enerjía del espíritu relijioso de los restauradores, exaltada por una guerra desoladora, inextinguible, trasmitida de jeneracion a jeneracion por una larga serie de siglos; espíritu de que participaban los españoles que bajo el yugo sarraceno guardaban la fé i con ella, í casi como una parte de ella, la lengua de sus mayores, fué tal vez lo que salvó al romance. Por una parte el espíritu del cristianismo, por otra el de la caballería feudal, dieron el tono a las costumbres; i si las ciencias debieron algo a las sutiles especulaciones de los árabes; las buenas letras, desde la infancia del idioma hasta su virilidad, se mantuvieron constantemente libres de su indujo.

«Es cosa digna de notar que jamas ha sido la poesía de los castellanos tan simple tan natural, tan desnuda de los atavíos brillantes que caracterizan el gusto oriental, como en el tiempo en que eran mas íntimas las comunicaciones de los españoles i do los árabes; que los campeones alarbes no aparecen en los antiguos romances de los españoles, sino a la manera que los guerreros troyanos i persas en la poesía de los griegos, como enemigos, como tiranos advenedizos que era necesario esíerminar, i como materia de los triunfos de la patria: i que el abuso de los conceptos i de las metáforas, el estilo hiperbólico i pomposo, en una palabra, lo que se llama orientalismo, ho infestó las obras españolas, sino largo tiempo después de haber cesado toda comunicación con los árabes; como que fué en realidad una producción espontánea del occidente.

En cuanto a la ausencia de todo resabio arábigo en la primera poesia narrativa de los españoles, creo que estoi sustañotaímente de acuerdo con eí erudito i filosófico historiador norte-americano. Pero si los árabes no influyeron de un modo perceptible en aquella antiquísima poesía, ¿se deberá decir lo mismo de los otros pueblos con quienes la España romana estuvo en contacto? Mr. Ticknor reconoce la influencia provenzal en ciertas composiciones del jénero lírico; pero nada dice de la que tuvieron en la poesía narrativa, en la epopeya caballeresca, los trobadores franceses de la lengua de Oui, llamados propiamente troveres. Esta especie de poesía le parece haber sido una producción espontánea, formada enteramente por el desenvolvimiento de fuerzas nativas, sin el concurso de ninguna ajencia estranjera. Yo he espresado años hace un juicio diverso. En el viejo Poema del Cid, muestra jenuina de la mas antigua epopeya caballeresca de los castellanos, i a que por tanto se referirán principalmente mis observaciones, se echa de ver a cada paso, que su autor, quien quiera que fuese, conoció la poesía de los troveres, i fué en parte inspirado por ella.

Sin desconocer el espirita nacional tan profunda i admirablemente estampado en esta preciosa antigualla, encuentro en sus formas esternas, en su manera, hasta en sus locuciones i jiros, una afinidad evidente con los Cantares de Gesta, con los poemas caballerescos, que tanta boga tuvieron en Francia desde el siglo undécimo.

Desgraciadamente, para fundar esta aserción, me será preciso descender a menudencias que parecerán sin duda áridas i fastidiosas a la jeneralidad de los lectores. Pero hai materias en que las menudencias inportan. La semejanza, por ejemplo, de las formas métricas, semejanza que es menester poner a la vista desmenuzando los elementos rítmicos, es una de las pruebas mas decisivas de la influencia de una escuela de poesía en otra. Me veré también en la necesidad de repetir a veces lo que he dicho en algunos de mis escritos anteriores sobre esta materia i sobre otras que tienen conexión con ella. Teniendo contra mí una autoridad tan respetable como la de Mr. Ticknor, debo hacer una reseña completa de mis pruebas.

Principiaré por algunas cuestiones previas, relativas al Poema del Cid. La primera será esta: ¿Hai motivo de creer que el lenguaje de este poema sea mas antiguo que el de Berceo, el del Alejandro, la versión del Fuero Juzgo, i otras obras que pertenecen indudablemente al siglo decimotercio?

1. Comenzando por los artículos, en el Cid no se ven otros que los modernos el, la, lo, los, las.—En el Alejandro se emplean a veces ela por la, elo por lo, elos por los, elas por las.

Creyeron a Tersites ela maor partida.

(cop. 402}

 

Por vengar ela ira olvidó lealtat.

(668)

 

Alzan elo que sobra forte de los tauleros.

(3221)

 

Fueron elos troyanos de mal viento feridos.

(472)

 

Quierovos cuántas eran elas naves cuntar.

(225)

 

Exien de Paraíso elas tres aguas sanctas.

(261)

Lo mismo vemos de cuando en cuando en la versión castellana del Fuero Juzgo: «E por esto destrua mas elos enemigos estrannos, por tener el so pueblo en paz,» «De las bonas costumpnes nasce ela paz et ela concordia entre los poblos.» Sánchez, en su edición del Alejandro, escribe inadvertidamente estos antiguos artículos como dos palabras, e la, e lo etc. Apenas es necesario notar su inmediata derivación de las voces latinas illa, illud, illos, illas. Ellos forman una transición entre las formas latinas i las del Poema del Cid.

2. En el verbo que significaba en latín la existencia se habían amalgamado diferentes verbos; porque fui, fueram, fuero, fuerim, fuissem, vienen sin duda de diversa raíz que es, est, estis, este, estote, eram, ero, essem; i es probable que sum, sumus, sunt, sim, provienen de una tercera raiz. Los castellanos aumentaron esta heterojeneidad de elementos, añadiendo otro mas, que tomaron del verbo latino sedeo; elemento que aparece tanto mas a menudo, i se aproxima tanto mas a la forma latina, cuanto es mas antiguo el escritor.

En Berceo encontramos las formas seo (sedeo), siedes (sedes), siede (sedet), sedemos (sedemus), seedes (sedetis), sieden (sedent), de que no hallo vestijío en el Cid, cuyo presente de indicativo es siempre muí semejante al moderno: so, eres, es, somos,, sodes, son.

En el imperfecto de indicativo se asemeja el Cid a Berceo: sedia, sedias, o sedíe, sedies, o seia, seias, o seíe, seies, derivados de sedebam, sedebas; ademas de era, eras.

Tenemos en Berceo el imperativo seed (sedete): en el Cid, sed, como hoi se dice.

El Arcipreste de Hita conserva todavía el subjuntivo seya, seyas, (sedeam, sedeas). En el Cid leemos constantemente sea, seas.

El infinitivo en Berceo es por lo regular seer (sedere): en el Cid siempre ser, contracción que no sube seguramente al siglo decimotercio. Asi lo que en Berreo es seeré, seeria o seerie, en el Cid es seré, seria, serie. Verdad es que en Berceo se encuentra a veces la contracción seré, seria, serie, cuando lo exije el metro; pero prevalece la doble e, de que creo no se halla ningún ejemplo en el Cid.

Esta inserción del verbo sedeo en el que significa la existencia es antiquísima en la lengua. Se encuentra en las primeras escrituras i privilejios que conocemos: en el de Avilés tenemos todavía la forma latina pura sedeat que después fué seya, i al fin sea. Asomaba ya oscuramente sedere por esse en la latinidad clásica.

3.   Las formas que toma frecuentemente el latino videre en Berceo sujieren observaciones análogas: vedes (vides), vedie (videbam), veder (videre), etc.

4.   Acer (habere). La conjugación de este verbo en el Cid no tiene mas señales de antigüedad que en ía jeneralidad de los escritos del siglo XIII. En Berceo ocurren las formas easi latinas aves (habes), ave (habet), aven (habent).

5.   En el Cid, diré, dirás. En Berceo encontramos dizré, dizrás, que se aproximan a decir he, decir has.

6.   En Berceo son mas frecuentes los pretéritos irregulares, sacados inmediatamente del latín: escripso (scripsit), miso (misit), promiso (promisit), remanso (remansít), riso (risit), etc.

7. Consérvase en Berceo el futuro latino en ayo, ero:

Si una vez tornaro en la mi calabrina,

Non fallaré en el mundo señora ni madrina.

(S. Oria 104)

 

Ca si Dios lo quisiere e yo ferlo podiero,

Buscarvos he acorro en cuanto que sopiero»

(Mil. 248)

No hai vestijio de esta terminación verbal en el Cid.

8.   Otra señal inequívoca de superior antigüedad en Berceo es la terminación mne en lugar de mbre, como en nomne (nomine) nombre; de donde nomnadía, nomnnar (nominare), etc. Asi costumne (consuetudine) costumbre; lumne (lumine) lumbre, omne (homine) hombre, etc. Guardan analojia con estos femna (femina) hembra, damna (damnat) doña, etc. Nada de esto en el Cid.

9.   En el Cid hallamos alcanz, alcanza, alcanzo (alcance). Díjose mas antiguamente encalzo i por consiguiente encalzar. El verbo se encuentra en Berceo, Mil. 340, S. Mill. 457, i ambas voces en el Alejandro, 695, 1032. En francés encalz, encalcer, enchausser; en italiano incalso, incalzare; en la baja latinidad incalzare. El uso del Cid se acerca tanto al nuestro como el de Berceo i el Alejandro a la raiz.

10.  Cid, amidos (invitus) de mala gana, en francés envis. La forma ambidos del Alejandro, 1851, es manifiestamente mas antigua,

11.  Cid, cama (pierna): la forma primitiva camba, en frances jambe, se encuentra en el Alejandro, 436.

12. Cid, cuedar, cuidar (cogitare). En Berceo cuidar, i ademas coidar, cueidar cueitar. que se aproximan algo mas al oríjen.

13. En el Cid, plata. Consérvase en Berceo i en la versión castellana del Fuero Juzgo,. argent, argente, argento (argentum).

14. Cid, coso (cursus) curso, carrera. En Berceo corso, Mil. 436, S. Mill. 34.

15. En el Cid, cocero, corredor, lijero. En e] Alejandro corsero,488.

16.  En el Cid, juvicio, juicio. En Berceo i en el Fuero Juzgo se conserva judicio, (judícium), Mil. 239, etc.

17. En el Cid, llegar, antiguamente plegar; que se conserva en Berceo, S. Mill. 146, Mil. 324, etc.

18.Se encuentran en el Cid i en Berceo plorar i llorar, (este último escrito regularmente lorar, por una desacertada aplicación de la regla de no duplicar una consonante en principio de dicción); pero en Berceo es mas frecuente plorar (plorare).

19. Del latino sigillum nació próximamente sejello, que se encuentra en Berceo. Díjose también seello. De ambos modos lo hallamos en la versión castellana del Fuero Juzgo. De aquí seellar. En el Cid encontramos solamente, i mas de una vez, sellada, como en el moderno castellano.

20. Cid, piés. Berceo frecuentemente piedes (pedes).

21.  En el Cid no se consérvala d del latino cadere, sino es en la contracción cadré. En Berceo se lee cader, cadió, cadiendo.

22.  Cid, dejar. Berceo, lexar (laxare).

23.   Cid, cinquesma; versión castellana del Fuero Juzgo, cinquaesma (quinquagésima).

24.   Cid, fuerza. Fuero Juzgo, forcia (fortia); i de aquí forciado, en el Cid, furzudo.

25.   Cid, nuef;. Fuero Juzgo, nove (novem).

26.   Cid, palabra. Fuero Juzgo paraula i parabra (parábola).

27.   Cid, olvidar; Berceo, oblidar, (de oblitus).

Por no cansar mas omito otras observaciones. Se notará tal vez una que otra voz; en el Cid con apariencia de mas antigua que la correspondiente de Berceo. Yo no hago memoria sino de exir (exire), en Berceo essir o issir. Me atrevo a decir que las observaciones en sentido contrario preponderan incomparablemente.

Se ha notado que en el Poema del Cid las palabras muerte, fuerte, fuent, lueñ son asonantes de Carrion, Campeador, amor, Sol, etc.; de donde se ha inferido con mucha probabilidad que el antor pronunciaba morte, forte, fonte, loñ (longe); formas que se aproximan a la raíz latina o se confunden con ella. Pero no se debe deducir de aquí la mayor antigüedad del lenguaje de este Poema, comparado con el de Berceo, como algunos han pretendido. En las obras de don Gonzalo, según las tenemos, se lee muerto, tuerto, fuerte, prueba, etc. ¿Pero no habrá sucedido con ellas lo que con el Poema del Cid? ¿?No habrán mudado los copiantes de Berceo la ó en ué, siguiendo la pronunciación de su tiempo? Para que valiese el argumento era necesario refutar esta suposicion, i eso es en lo que nadie ha pensado. Si se hubiesen observado cuidadosamente las rimas de Berceo, se habría notado que en ellas este diptongo rima siempre consigo mismo, i jamas con la é pura o con el diptongo ; de manera que restableciendo la primitiva ó, subsiste siempre la consonancia. Así riman denuestas, descompuestas, cuestas, puestas, S. Dom. 148; tuerta, puerta, muerta, S. Dom. 294; nuevas, cuevas, pruebas, muevas, S. Dom. 713 fuera de otros ejemplos en el mismo poema, i a proporción en los otros. Vemos por el contrario que la antigua forma en ó, de palabras donde después pasó a ué, rima alguna vez con la ó de palabras que nunca han sufrido esa transformación:

 

La una destas, ambas tan honradas personas

Tenia enna su mano dos presiosas coronas,

De oro, bien, obradas; ome non  vio tan bonas,         

Nin un omne a otro non dio tan ricas donas.

 (S. Dom. 233)

 

Yo no creo que un hecho tan notable i tan uniforme pueda explicarse sino en la suposición de que Berceo pronunciaba ó, no ué, i de que los copiantes sustituyeron el diptongo a la vocal, escribiendo como ellos estaban acostumbrados a pronunciar. Siguióse luego una época en que la lengua vacilaba entre los dos sonidos; de lo que tenemos abundantísimas muestras en el Fuero Juzgo castellano; Vemos ya en el Alejandro las rimas cierto, abierto, huerto, muerto, 4222, í facedera, fuera, vivera, guerrera. 2061; i en el Arcipreste de Hita ocurre con mucha mas frecuencia esta especie de consonancias. Al fin la lengua retuvo en ciertas palabras la vocal primitiva desechando el diptongo, como en conde (comite), que solía también, pronunciarse cuende; i en otras adopto definitivamente el diptongo, como en muerte, fuente, etc.

Lo que ha parecido a muchos una señal de superior antigüedad en el Cid es la sencillez i desaliño de la frase. Berceo es en jeneral mas correcto, i un tanto mas artificial en la estructura de sus períodos. Pero este es un indicio falaz. La instrucción de un escritor, su conocimiento del latin, que supone ciertas nociones gramaticales, las personas para quienes escribe, i el jénero misma de la composición, influyen necesariamente en sus locuciones i frases. ¡Cuántas obras italianas deberían pasar por anteriores a las del Petrarca, si por lo tosco i bárbaro de las construcciónnes hubiese de fijarse su fecha! En la antigua epopeya narrativa los períodos son jeneralmente cortos, i lo mismo se observa aun en los romances históricos i caballerescos del siglo XVI. Lo mas o menos determinado del metro no prueba otra cosa que mas o menos arte en el poeta. Agregúese que el Poema del Cid ha sido horriblemente estropeado por los copiantes, a quienes debe imputarse mucha parte de lo que hoi hallamos de incorrecto i rudo en el lenguaje i el metro; como tendré ocasión de probarlo.

Ateniéndonos, pues, a la comparación de los textos impresos, no encuentro motivo de juzgar mas antiguo el lenguaje del Cid que el de Berceo, sino mas bien al contrario. Pero de aquí no debe inferirse que el Cid se haya compuesto precisamente a mediados o a fines del siglo decimotercio; porque me parece indudable que aun el lenguaje de Berceo, i mucho mas el del Cid, han sido modernizados por los copiantes.

«En Berceo (ha dicho un distinguido contemporáneo) hai uno que otro verso con trazas de haberse escrito hoi mismo; lo cual no sucede con el Poema del Cid, donde no hai uno solo que al lenguaje hoi usado tanto se acerque:» aserción aventurada. Son bastantes los que podrian citarse en contrario (nota l.-

De todas cosas, cuantas son de vianda.

El Campeador dejarlas ha en vuestra mano.

Mas decidnos del Cid, ¿de qué será pagado,

O qué ganancia nos dará por todo aqueste año?

Ha menester seiscientos marcos.

Dijo Martin Antolínez, yo deso me pago.

Así como entraron, al Cid besáronle las manos.

Así es vuestra ventura; grandes son vuestras ganancias.

Notólos don Martino, sin peso los tomaba.

Cinco escuderos tiene; a todos los cargaba.

Estos versos ocurren entre los doscientos primeros.).

Otra cuestión previa en que es preciso que nos detengamos un momento, es esta; ¿de qué fecha es el códice que se guardaba en Vivar, único que del Poema del Cid se conoce hasta ahora, i de que se sirvió don Tomas Antonio Sánchez en la edición de sus Poesías Castellanas anteriores al siglo XV? Los últimos versos del códice dicen que «Per Abbat. lo escribió en el mes de Mayo, Era de mil CC...XLV años.» Pero después de la segunda C se notaba una raspadura i un espacio vacio como el que hubiera ocupado otra C, o la conjunción e, que no deja de ocurrir otras veces en igual paraje. Esta segunda suposición es inadmisible. ¿Qué objeto hubiera tenido la cancelación de una voz tan usual i propia? ¿Era tan nimiamente escrupuloso en el uso de las palabras el que puso por escrito el Poema? No es imposible que habiendo, escrito una C de mas, la borrase. Pero lo mas verosímil es que algún curioso la rasparía, como sospecha Sánchez, para dar al códice mas antigüedad i estimación; conjetura que se confirma, no solo por la letra, que parecía del siglo XIV según el mismo Sánchez, sino por el lenguaje, que presenta muchas señales de inferior antigüedad al de Berceo, como me parece haberlo probado (nota m.- Después de escrito el presente discurso ha llegado a mis manos el primer tomo de la traducción castellana de la Historia de Mr. Ticknor con adiciones i notas criticas por Don Pascual de Gavanzos. En una nota de la pajina 493 se dice que el códice de Per Abbat fué primero de las monjas de Vivar, i !o poseyó después el erudito don Eujenio Llaguno i Amirola, quien lo facilitó a Sánchez para su publicación, «En cuanto a la fecha del códice, añade el señor Gayanqos, no admite duda que se escribió en MCCCXLV, i que algún curioso raspó una de las C a fin de darle mayor antigüedad: si hubiese habido una e en lugar de una C, como algunos suponen, la raspadura no hubiera sido tan grande. Punto es este que hemos examinado con detención i escrupulosidad a la vista del códice orijinal, i acerca del cual no nos queda la menor duda).

No creo, pues, que se pueda admitir como verdadera fecha del códice la que en él a primera vista aparece. Escribióse sin duda en la Era mil trescientos cuarenta i cinco, que corresponde al año 1307 de Cristo.

¿En qué tiempo se compuso el Poema? no admite duda que su antigüedad es muí superior a la del códice. Yo me inclino a mirarlo como la primera, en el orden cronológico, de las poesías castellanas que han llegado a nosotros. Mas para formar este juicio presupongo que el manuscrito de Vivar no nos lo retrata con sus facciones primitivas, sino desfigurado por los juglares que lo cantaban i por los copiantes, que hicieron sin duda con esta lo que con otras obras antiguas, acomodándola a las sucesivas variaciones de la lengua, quitando, poniendo i alterando a su antojo, hasta que vino a parar en el estado lastimoso de mutilación i degradación en que ahora la vemos.No es necesaria mucha perspicacia para percibir acá i allá vacíos, interpolaciones, trasposiciones, i la sustitución de unos epítetos a otros, con daño del ritmo i de la rima. Las poesías destinadas al vulgo debían sufrir mas que otras esta especie de bastardeo, ya en las copias, ya en la trasmisión oral.

Que desde mediados del siglo XII hubo uno o varios poemas que celebraban las proezas del Cid, es incontestable. En la Crónica latina de Alfonso VIl escrita en la segunda mitad de aquel siglo, introduce el autor un catálogo, en verso, de las tropas í caudillos que concurrieron a la espedicion de Almería; i citando entre estos a Alvar Rodríguez de Toledo, recuerda a su abuelo Alvar Fañez, compañero de Rui Diaz, i dice de este ultimo que sus hazañas eran celebradas en cantares i que se le llamaba comunmente Mio Cid:

Ipse Redericus Mio Cid saepe vocatus,

De quo cantatur, etc.

Se cantaban pues las victorias de Rui Diaz i se le daba el título de Mio Cid, con que le nombra a cada paso el Poema, desde la segunda mitad del siglo XII por lo menos. Mr. Ticknor conjetura por estos versos que a mediados de aquel siglo eran ya conocidos i cantados los romances de que empezaron a salir colecciones impresas en el siglo XVI. Pero es estraño que no hubiese referido esta conjetura al Poema del Cid, en que es frecuentísimo, ¡ por decirlo así, habitual el epíteto Mio Cid, que no recuerdo haber visto en ninguno de los viejos romances octosílabos que celebran los hechos del Campeador.

Notaré de paso, que la palabra romance ha tenido diferentes acepciones en castellano, sin tomar en cuenta su primitivo significado de lengua romana vulgar. Dióse este nombre a todo jénero de composiciones poéticas en castellano: Berceop llama romance sus Loores de Nuestra Señora, cop 232, i el Arcipreste de Hita su colección  de poesías devotas, morales i satíricas- cop. 4. No es improbable qué en España, cómo en Francia, se designasen particularmente con el titulo de romances las más antiguas epopeyas históricas o caballerescas, apellidadas también Gestas i Cantares de Gesta. Pero desde el siglo XV prevaleció la práctica de llamar así los narrativos en verso octosílabo i asonancia alternativa, de que están llenos los Cancioneros. En el siglo XVII se compusieron en el mismo metro romances sujetivos i líricos, en que se han ejercitado los mejores poetas españoles hasta nuestros días.

Seria temeridad afirmar que el Poema que conocemos fuese precisamente aquel, o uno de aquellos, a que se alude en la Crónica de Alfonso VII; aun prescindiendo de la indubitable corrupción del texto, i no mirando el manuscrito de Vivar sino como trascripción incorrecta de una obra de mas antigua data. Pero tengo por muí verosímil que por los años de 1150 se contaba una Gesta o relación de los hechos da Mio Cid en los versos largos i el estilo sencillo i cortado, cuyo tipo se conservaren el Poema, no obstante sus incorrecciones; relación, aunque destinada a cantarse, escrita con pretensiones de historia, recibida como tal, i depositaria de tradiciones que por su cercanía a los tiempos del héroe no distaban mucho de la verdad. Esta relación, con el trascurso de los años, i según el proceder ordinario de las creencias i los cantos del vulgo, fué recibiendo continuas modificaciones e interpolaciones, en que se exajeraron los hechos del campeón castellano, i se injirieron fábulas que no tardaron en pasar a las Crónicas i a lo que entonces se reputaba historia. Cada jeneracion de juglares tuvo, por decirlo así, su edición peculiar, en que no solo el lenguaje, sino la leyenda tradiciónal, aparecían bajo formas nuevas. El présente Poema del Cid es una de estas ediciones, i representa una de las fases sucesivas de aquella antiquísima Gesta.

Cuál fuese la fecha de esta edición es lo que se trata de averiguar. Si no prescindiésemos de las alteraciones puramente ortográficas, del retoque de frases i palabras para ajustarías al estado de la lengua en 1307, i de algunas otras innovaciones que no atañen ni a la sustancia de los hechos ni al carácter típico de la expresión i del estilo, seria menester dar al Poema una antigüedad poco superior a la del códice. Pero el códice, en medio de sus infidelidades, reproduce sin duda una obra que contaba ya muchos años de fecha. Pruébalo así, no la rudeza del metro comparado con el de Berceo, porque este indicio vale poco, sobretodo si se admite, como es de toda necesidad, que el texto ha sido gravemente adulterado en las copias; no la mayor ancianidad de los vocablos i frases cotejados con los de Berceo i de otros escritores del siglo XIII, porque esta aserción carece de fundamento, como creo haberlo probado; sino la forma misma de muchas de las palabras alteradas. El Poema no pudo haberse compuesto sino cuando muchas de estas no habían pasado todavía de la vocal ó al diptongo ué. Esta observación es de don Tomas Antonio Sánchez, i me parece decisiva. Los copiantes, dando a las palabras la pronunciación contemporánea, pintando esta pronunciación en la escritura i haciendo asi desaparecer la asonancia, nos dan a conocer que trabajaban sobre orijinales que habían ya envejecido cuando los transcribían.

Otra observación han hecho algunos en prueba de las alteraciones que habia sufrido el texto según lo exhibe el manuscrito de Vivar, i es la asonancia de vocablos graves con vocablos agudos, como de Mensaje, partes, grandes, con lidiar, canal, voluntad, i de bendiciones, corredores, ciclatones, con Campeador, Sol, razón. De aquí colijieron que el poeta hubo de haber escrito lidiare, canale, campeadore, razone, terminaciones mas semejantes a las del orijen latino i y por consiguiente mas antiguas (nota n.-Sánchez vacila en  este punto, pero parece mas bien inclinarse a mi modo de pensar, [Tom. I, paj. 224].). Pero la verdad del caso es que segun la práctica de los poetas en la primera edad de la lengua, no se contaba por la asonancia la e de la ultima silaba de palabras graves, sin duda porque se preferia de un modo algo ébil i sordo, a semejanza de la e muda francesa. En efecto, es inconcebible que se haya pronunciado jamas sone, dane, yaé, en lugar de son, dan, ya, (sunt, dant, jam); la e de la silaba final hubiera alejado estás palabras de su orijen, en vez de acercarlas. Por otra parte, las obras eh prosa nos dan a cada paso ovier por oviere, quisier por quisiere, podier por podiere, dond  por donde, part por parte, grand por grande; i no se ve nunca mase por mas o mais, ni dae por da, ni dane por dan, ni yae por ya, como escribieron los colectores de romances en el siglo XVI, los cuales queriendo restablecer la asonancia que habia dejado de percibirse, añadieron una e a la sílaba final de las voces agudas, cuando en rigor debieron haberla quitado a las graves, escribiendo part, cort, corredor's, infant's. Dé esta manera habrían representado aproximativamente los antiguos sonidos débiles i sordos, a que el castellano había ya dado mas robustez i llenura, cuándo ellos escribieron.

En los Cancioneros mismos no figura nunca esta e advenediza sino en los finales de los versos, donde los colectores ímajinaron que hacia falta para la rima.

De todos modos, la presencia de está e no daría mas antigüedad al Poema del Cid que a muchos de los romances viejos; donde leemos, por ejemplo: 

Moriana en un castillo

Juega con el moro Galvane;

Juegan los dos a las tablas

Por mayor placer tomare.

Cada vez que el moro pierde,

Bien perdía úná cibdade;

Cuando Moriana pierde,

La mano le da a besare;

 Por placer que el moro toma

Adormecido se cae, etc.

           (Bibliot. de Aut. Esp., tom. X, páj. 3).

La sustitucion de epítetos es  una circunstancia mucho mas significativa. Los del Cid son sujeridos frecuentemente, como los de Homero i los Troveres, por las exijencias del metro. Martin Antolínez es el búrgales cumplido o el búrgales contado, o el burgalis de pro, según lo pide el asonante. Rui Diaz, de la misma manera i por la misma causa, es Mío Cid el Campeador, el o Mio Cid el de Vivar, o el que en huen ora cinxó espada, o el que en buen ora nació o el que en buen ora nàsco, o el de la barba bellida, etc. Pero sucede a veces que se infrinje la asonancia, poniendose un epiteto en vez de otro: manifiesta errata de escribiente, que traslada con poco cuidado, o quizá escribe de memoria. Sobre todos estos indicios de infidelidad i las correcciones qué sujieren, me propongo tratar en otra ocasión.

Doi pues por sentado, lo que no creo que nadie dispute, que el Poema del Cid se compuso antes de 1307, fecha del manuscrito de Per Abbat. ¿ Pero cuánto tiempo antes?

Yo no puedo persuadirme de que se compusiese con tanta inmediación a la muerte del héroe, como se ha creído jeneralmente. Las fábulas i errores históricos de que abunda, denuncian el trascuraso de un siglo, cuando menos, entre la existencia del Campeador i la del Poema: La epopeya de los siglos duodécimo i decimotercio  era en España una historia en verso; escrita sin discernimiento, í atestada de las hablillas con que en todo tiempo ha desfigurado el vulgo los hechos de los hombres ilustres, i mucho mas en épocas de jeneral rudeza; i sin embargo recibida por la jente que la oia cantar (pues lectores habia poquísimos fuera de los claustros), como una relación sustancialmente verdadera de la vida o las principales aventuras de un personaje. Pero las tradiciones fabulosas no nacen ni se acreditan de golpe, mayormente aquellas que suponen una entera ignorancia de la historia auténtica, i que se oponen a ella en cosas que no pudieron ocultarse a los contemporáneos, o a sus inmediatos descendientes. Tal es en el Poema del Cid la fábula del casamiento de las hijas de Rui Diaz con los infantes de Cárrion, i todo lo que de allí se siguió hasta su matrimonio con los Infantes de Aragón i de Navarra. Echase de ver que el autor del Poema ignoró la alta calidad de doña Jimena, la esposa del héroe, i los verdaderos nómbres i enlazes de sus hijas. Sus Infantes de Carrion son tan apócrifos como los de Lara, de no menor celebridad romancesca. Que se exajerasen desde mui temprano el número i grandeza de las hazañas de un caudillo tan señalado i tan popular, nada de estraordinario tendría; pero es difícil concebir que poco después de su muerte, cuando uno de sus nietos ocupaba el trono de Navarra, i una biznieta estaba casada con el heredero de Castilla; cuando aun vivían acaso algunos de sus compañeros de armas, i muchísimos sin duda de los inmediatos descendientes de estos se hallaban derramados por toda España, se ignorase en Castilla haber sido su esposa una señora que tenia estrechas relaciones de sangre con la familia reinante, i haber casado la menor de sus hijas, no con un infante aragonés imajinario, sino con un conde soberano de Barcelona, que finó treinta i dos años después de susuegro.

Algunos habrá que se paguen de los efujios a que apelaron Berganza i otros para conciliar las tradiciones poéticas del Cid con la historia; suponiendo, entre otras cosas, que el Cid se casó dos veces, i que cada una de sus hijas tuvo dos nombres diferentes. Pero todo ello, sobre infundado i gratuito, es insuficiente para salvar la veracidad de los romances, crónicas i gestas, que reconocen un solo matrimonio del Cid, i dan un solo nombre a cada una de sus hijas.

En otra ocasión procuraré separar lo histórico de lo fabuloso en las tradiciones populares relativas al Cid Campeador, i refutar al mismo tiempo los argumentos de aquellos que echando por el rumbo contrario no encuentran nada que merezca confianza en cuanto se ha escrito de Rui Díaz i hasta dudan que haya existido jamas.

Creo en fuerza de lo dicho que el Poema del Cid hubo de componerse poco antes o después de 1300, i ciertamente antes de expirar la primera mitad del siglo XIlI. Este juicio sujerido por el cotejo de los hechos narrados en el Poema con la verdadera historia, se comprueba en parte por un dato cronolójico en el verso 1201, donde se hace mención del rei de los Montes Claros; título que dieron los españoles a los príncipes de la secta i dinastía de los Almohades. Esta secta no se levantó en Africa hasta mui entrado ya el siglo XII, ni tuvo injerencia en las cosas de España hasta mediados del mismo siglo; i asi un autor que escribiese por aquel tiempo o poco después, no podía caer en el anacronismo de hacerlos contemporáneos del Cid i de Juceph, Miramamolin de la dinastía de los Almorávides, derribada por ellos.

En la Castilla del Padre Risco, a la pajina 69, se cita un dictamen del distinguido anticuario don Rafael Floranes: el cual, dice Risco, «advirtiendo que en el Repartimiento de Sevilla del año 1253, que publicó Espinosa en la Historia de aquella ciudad, se nombraba entre otros a Pero Abat, Chantre de la clerecía real, llegó a persuadirse que no fué otro el autor del Poema; atendido el tiempo, el oficio de este sujeto, i el buen gusto de don Alfonso IX i del santo  reí don Fernando su hijo.» Según esto, Per Abbat no es el nombre de un mero copista sino el del autor, i el manuscrito lleva la fecha de la composición, no de la copia. Pero ¿será esa fecha la de 1207 que corresponde a la Era MCCXLV, que parece serla del códice, o la de! año 1307 correspondiente a la Era MCCCXLV, que según lo arriba dicho es la única que puede aceptarse? La primera no convenía a Floran es, que por otro dato de que luego hablaremos, no creia que el Poema del Cid se hubiese compuesto antes de 1221. Pero la segunda dista demasiado de la época del Repartimiento. Para obviar esta dificultad supuso Floranes que la Era del manuscristo no significaba la Española, sino la vulgar del nacimiento de Cristo, que cuenta, como todos saben, 33 años menos. Compúsose, pues, el Poema, según Floranes, en el mes de Mayo del año de de 1245.

Esta opinión ha tenido pocos secuases. Militan contra ella, no tanto las señales de superior antigüedad del Poema, que, en rigor, no son decisivas, cuanto la sospechosísima raspadura, i la conversión de la Era en el año de Cristo, contra la cositumbre jeneral de aquel tiempo. La semejanza de nombre i apellido no es argumento de bastante fuerza contra dificultades tan graves. Ejemplos de igual semejanza, sin identidad personal, eran comunísimos en España por la poca variedad de los nombres propios que se usaban, i porque muchos de ellos eran hereditarios i estaban como vinculados en ciertas familias. Por lo demás, las palabras mismas del códice manifiestan que allí se trata de una copia, pues un mes (como observa Sánchez) era tiempo bastante para trascribir el Poema, no para componerlo, (nota a.- En una nota anterior he citado el testimonio de un intelijente anticuario, el S. Gayangos, que tiene por indubitable la raspadura de la C.)

Hai aquí otra coincidencia digna de notarse. Don Tomas Antonio Sánchez, en una nota a la copla 1016 del Arcipreste de Hita, dice que Ortiz de Zúñiga en sus Anales de Sevilla, con la autoridad de Argote de Molina en su Introducción al Repartimiento manuscrito, refiere que Nicolás de los Romances i Domingo Abad de los Romances fueron poetas del santo rei don Fernando i que ambos quedaron avecindados en Sevilla. Mr. Ticknor (páj. 116 del tomo primero) da con mas especificación, aunque con alguna variedad, la misma noticia. Sienta que San Fernando, después de la conquista de Sevilla en 1248, dio repartimientos a dos poetas que le habían acompañado durante el sitio, Nicolás de los Romances, i Domingo Abad de los Romances; el primero de los cuales permaneció en aquella ciudad algún tiempo después, ejerciendo allí su profesión de poeta. I añade por nota lo que sigue. «Hai suficiente fundamento para creerlo asi, aunque el. hecho mismo de darse a una persona por apellido la especie de poesías que componía, no deja de ser singular. Ortiz de Zúñiga dice que lo halló en los documentos orijinales de los Repartimientos, de que se había servido Argote de Molina, i en escrituras del archivo de la Catedral. Los Repartimientos o distribuciones de tierras en una ciudad, de que, como refiere Mariana, emigraron o fueron espelidos cien mil moros, no eran poca cosa, i los documentos que atestiguaban esta repartición parecen haber sido circunstanciados i exactos.» Que un Pedro Abad fuese copista de romances en 1307 i un Domingo Abad los compusiese orijinales hacia el año 1250, puede preocupar a primera vista; pero se explica fácilmente en la suposición de una familia que tuviese el sobrenombre Abad. Lo que me parece importante i significativo es el apellido de los Romances. Vése por él que estas composiciones daban cierta celebridad a los poetas en la primera mitad del siglo XIII. ¿Pero se trata aquí de los romanees octosílabos que se recopilaron mucho mas tardío de los Cantares de Gesta, como el Poema del Cid? Mr. Ticknor se inclina a lo primero. Yo, admitiendo que la palabra significaba en aquella edad una especie de poesía popular, creo que esta calidad era tan.característica de los Cantares de Gesta como de los Romances viejos, i que la forma octosílaba de la epopeya narrativa, de que no creo que existán monumentos anteriores al siglo XV, no era conocida en tiempo de San Fernando, i de don Alonso el Sabio su hijo. En realidad el romance octosílabo nació dé la antigua epopeya en versos largos, como procuraré probarlo a su tiempo. Ni juglar o juglaresa significaba precisamente cantor o cantora de los romances octosílabos, que Mr. Ticknor llama baladas (ballads). «Los caballeros» dice la leí 20, título 21, Partida Segunda «non consentien que los juglares dijesen ante ellos otros cantares, si non de guerra o que fablasen en fecho de armas;» esto es, Cantares de Gesta como los del Poema del Cid, que según ahora lo tenemos, se divide en tres secciones o cantos, llamados allí mismo cantares. La segunda de estas secciones termina asi:

Las coplas dest' cantar aquí s'van acabando:

El Criador vos vala con todos los sos Sanctos.

(v. 22S7 i 2288)

 

Berceo dice a Santo Domingo de Silos:

Padre, entre los otros a mi non desampares,

Ca dicen que bien sueles pensar de tus joglares.

(776)

De manera que se llamaban juglares los que cantaban todo jénero de poesías narrativas, i aun todo jénero de poesías. Tal fué también el significado de jongleurs en francés. Los Cantares de Gesta, de que también se hace mención en la Crónica Jeneral atribuida a don Alonso el Sabio, solían asi mismo denominarse Gestas según se vé por el principio de la segunda sección o Cantar, del Poema del Cid:

Aquí s' compieza la Gesta de Mio Cid el de Vivar, [v. 1099).

Por donde aparece que el verdadero titulo del Poema es La Gesta de Mio Cid. I por aquí se ve también (dicho sea de paso) el jénero de composición a que pertenece la obra, el de las Gestes o Chançons de Geste de los trabadores franceses.

Floranes insistió particularmente en los versos siguientes, que están al fin de! Poema;

Ved  cuál ondra crece al que en buen hora nació,

Cuando señoras son sus fijas de Navarra e d' Aragón:

Hoi los reyes de España sos parientes son:

A todos alcanza ondra por el que en buen hora nació.

En la edición de Sánchez se lee todas, en lugar de todos; errata manifiesta, sea del manuscrito o del impreso, porque este adjetivo no puede referirse sino a reyes.

Parece colejirse de estos versos haberse compuesto el Poema después que todas las familias reinantes de Espa habían emparentado con la descendencia del Cid. Ahora bien; la sangre de Rui Díaz subió al trono de Navarra con don García Ramírez, nieto del Cid, que recobró los dominios de sus mayores en 1134. Entró en la familia real de Castilla el año 1151 por el casamiento de Blanca de Navarra, hija de don García Ramírez, con el infante don Sancho, hijo del emperador don Alonso, i heredero del reino. De Castilla la llevó a León en 1197 doña Berenguela, hija del rei don Alonso el de las Navas, que fué hijo de los referidos Sancho i Blanca; i a Portugal doñaUrraca, que casó con el monarca portugués Alonso II, cuyo reinado principió en 1212 (nota f.-La fecha de este matrimonio debió de ser en 1208, que es el año en que según Floranes entró la sangre del Cid en la familia real portuguesa). I los reyes de Aragón no entroncaron con ella hasta el año de 1221 por el matrimonia de don Jaime el Conquistador, con Berenguela de Castilla. Por consiguiente el Poema no pudo menos de componerse después de 1221, según la conclusión de don Rafael Floranes.,

Pero es preciso apreciar este argumento en lo que realmente vale. No se debe deducir de los versos citados la verdadera edad de la composición según los datos de la historia auténtica, sino según las erradas nociones históricas del poeta, cualesquiera que fuesen. Si el poeta creyó que la descendencia del Cid se habia enlazado con la dinastía de Aragón desde el siglo undécimo, por el supuesto matrimonio de una de las hijas del Cid con un infante aragonés, claro está que la data verdadera del enlace de las dos familias no puede servir para fijar el tiempo en que se escribió el Poema. I descartada esta fecha, es preciso confesar que no valen gran cosa las otras. Porque habiendo creído el poeta que la sangre del Cid ennoblecía desde el siglo XI dos de los principales tronos de la España cristiana, el de Aragón i el de Navarra, los enlaces repetidos de las varias familias reinantes de la Peninsula le daban suficiente motivo para colejir vagamente que en el espacio de 80 o 100 años habrían emparentado todas ellas con la descendencia del Campeador, sin pensar en matrimonios ni épocas determinadas. La consecuencia lejítima que se puede deducir de aquellos versos no seria mas que una repetición de lo que arriba he dicho. Es preciso que entre ellos i la muerte del Cid haya trascurrido bastante tiempo, para que tantos hechos exajerados o falsos pasasen por moneda corriente.

Por otra parte, me inclino a creer que el Poema no se compuso mucho después de 1200, i que aun pudo escribirse algunos años antes, atendiendo a las fábulas que en él se introducen, las cuales están, por decirlo asi, a la mitad del camino entre la verdad histórica i las abultadas ficciones de las Crónicas Jeneral i del Cid, que se compusieron algo mas adelante. El lenguaje, ciertamente, según lo exhibe el códice de Vivar, no sube a una antigüedad tan remota; pero ya hemos indicado la causa.

Resumiendo lo dicho hasta aquí, resulta;

1.   Que el códice de Per Abbat se escribió en 1307.

2.   Que Per Abbat no fué autor del Poema, sino mero copiante.

3.   Que el  códice de Per Abbat es un ejemplar incorrecto de una obra de superior antigüedad,

4.   Que la fecha del poema, considerados los hechos que refiere, su tipo artístico, i lo que por entre las innovaciones de copia se columbra del lenguaje en que estaba escrito, puede colocarse con bastante verosimilitud poco antes o después de 1200.

Sobre quién fuese el autor de este venerable monumento de la lengua, no tenemos ni conjeturas siquiera, excepto la de don Rafael Floranes, que no ha hecho fortuna; Pero, bien mirado, el Poema del Cíd ha sido la obra de una serie de jeneraciones de poetas, cada una de las cuales ha formado su texto peculiar, refundiendo los anteriores, i realzándolos con exajeraciones i fábulas que hallaban fácil acojida en la vanidad nacional i la credulidad. Ni terminó el desarrollo de la leyenda sino en las Crónicas Jeneral i del Cid, que tuvieron baslante autoridad para que las adiciones posteriores, que continuaron hasta el siglo XVII, se recibiesen como ficciones poéticas i no se incorporasen ya en las tradiciones a que se atribuía un carácter histórico.

Resta clasificar esta composición, i fijar el lugar que le corresponde entre las producciones poéticas de la Media Edad Europea. Sismondi la llama el poema épico mas antiguo de cuantos se han dado a luz en las lenguas modernas; comparándola sin duda con los de Pulci, Boyardo i Ariosto. Pero no debemos clasificarlo sino con las leyendas versificadas de los troveres, llamadas Chançons, Romans i Gestes. Su mismo autor, dándole el titulo de Gesta, ha declarado su alcurnia i su tipo. Mas antes de pasar a este asunto, me hallo obligado a discutir otros puntos, en que tengo el sentimiento de no poder adherir a las opiniones de Mr. Ticknor. 

 

 

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OBSERVACIONES sobre la Historia de la Literatura Española,
de JORJE TICKNOR, ciudadano de los Estados-Unidos
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ANDRÉS BELLO
A LA FACULTAD DE FILOSOFIA
I HUMMANIDADES