Atardece. El camino santiagueño deja atrás Azofra; al fondo, los verdes y coronados cerros de Nájera.
 

 

 

 

 

1.- 2.010, Año Santo Jacobeo.

 

 

Al caer la fiesta de Santiago en domingo, 2.010 es Año Santo Jacobeo. Y esto ¿qué significa? Recordemos que Calixto II fue un gran papa que gobernó la cristiandad desde el 8 de febrero de 1.119 hasta el 13 de diciembre de 1.124.

Firmó el Concordato de Worms (23 de septiembre de 1122) que puso fin a la lucha de las investiduras entre el papado y el Imperio. Para ratificarlo, convocó el I Concilio de Letrán (18 de marzo – 11 de abril de 1.123), el primer Concilio Ecuménico celebrado en Occidente.

Fue, además, Calixto II un gran protector de la iglesia compostelana y un decidido impulsor del Camino de Santiago. Por ello se le atribuye la autoría del celebérrimo Liber Sancti Iacobi o Códice Calixtino.

De acuerdo con los deseos de Diego Gelmírez (obispo de Compostela desde 1.100 a 1.139) y con la anuencia de Alfonso VII el Emperador, de quien Calixto II era tío, el 27 de febrero de 1.120, elevó a la dignidad de arzobispos a los obispos de Santiago de Compostela trasladando a esta ciudad la sede Metropolitana de Mérida. Le concedió a la catedral Compostelana, en 1122, el privilegio de celebrar, a partir de 1126, el Año Santo Jacobeo. Disposición que potenció extraordinariamente las peregrinaciones a Santiago durante toda la Edad Media.

Año Santo Jacobeo es aquel en el que el 25 de julio, festividad de Santiago, caiga en domingo. En el transcurso de un Año Jacobeo, los peregrinos que visiten la tumba del Apóstol, recen allí por las intenciones del Romano Pontífice y confiesen y comulguen, ganan el Jubileo, es decir, obtienen Indulgencia Plenaria de las penas debidas por sus pecados.

 

 

 

2.- El negocio del Año Santo Jacobeo.

 

Se espera que entre 10 y 12 millones de peregrinos visiten la catedral compostelana durante el presente año de los cuales 200.000 se espera que hagan el Camino de Santiago. Una docenita de millones de potenciales clientes es una demanda que nadie desdeña y todas las regiones y poblaciones por las que pasa el Camino están dispuestas a hacer unas ofertas que esa numerosa demanda no pueda desdeñar.

El cálculo tiene su buena base. En 1.999 Santiago recibió 11 millones de turistas. La Xunta gastó 29 millones de euros en organizar el año santo y diversas empresas aportaron otros 15. Se organizaron 1.827 actos y asistieron 3 millones y medio de personas. En 1.999 se crearon más de 30.000 nuevos empleos ocupados en el sector de servicios en Galicia. Nadie en Galicia duda de que el Camino de Santiago sea uno de los principales destinos de “turismo cultural”.

Pero puede ocurrir que los intereses económicos, políticos, sociales, culturales, religiosos y un largo etc., etc. que alimenta esa apetecida demanda nos distraigan de la verdadera realidad, de la verdad de lo que fue y significó el Camino de Santiago y eso no nos conviene.

 

 

 

3.- “Homo uiator”. “Hacer el Camino” para  recorrer simbólicamente el trayecto de la propia vida.

 

 

He pasado una gran parte de mi vida viviendo en Nájera a la orilla del Camino de Santiago. Allí basta con salir a la calle para encontrarse con los peregrinos, en todas las épocas del año.

En Nájera, además, uno de los paseos más placenteros por su suavidad y por la belleza de su paisaje es caminar por el viejo camino de Azofra, por el que también transcurre el Camino. Un espacio privilegiado para revivir la verdad del poema publicado por Antonio Machado por primera vez en 1906, con el título de “Ensueños” en la revista Ateneo”. Luis Cernuda y Jorge Guillén coincidieron en considerarlo como el poema más hermoso de “Soledades” (1.903).

 

 

 

María Tobía, hospitalera de Azofra, acoge con cariño a Brigitte, una solitaria peregrina alemana, que, como muchos otros peregrinos de todo el mundo, dedica unas líneas  de agradecimiento a la buena María.

 

¡ GRACIAS,  MARÍA !

 

 

 

La antigua hospedería de Azofra, a espaldas de la iglesia parroquial, y donde María fue feliz, dejó de funcionar hace varios años.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…

¿Adónde el camino ira?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero…
- La tarde cayendo está -.

“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.”

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.”
[1]

El hombre medieval que, para pelear con la dureza de una vida donde la ciencia y la tecnología— y por lo tanto el desarrollo industrial y todo lo que conlleva—eran poco más que elementales, necesitaba echar mano de un muy hondo sentido religioso. Esa omnipresente religiosidad, para desesperación de los más espiritualistas de entonces y de ahora, se complacía en buscar el contacto con las más famosas manifestaciones de lo sagrado. De ahí las peregrinaciones a los lugares santos, buscando entrar en contacto con  las reliquias que atesoraban.

Una vez que, hacia el año 820, se cree haber descubierto en Galicia el sepulcro del apóstol Santiago, la noticia se extiende por Europa y comienzan las peregrinaciones por una ruta que coincidía curiosamente con los antiquísimos caminos hacia el extremo de Occidente, hacia el “finis terræ”—Finisterre—la orilla “del mundo de los muertos”, perdido entre las inexploradas brumas del Atlántico.

Los musulmanes, por otra parte, impedían a los cristianos la natural ruta de Oriente, del este, donde se hallaba Jerusalén y la Tierra Santa, que ellos habían sustituido por la Meca. Quedaban sólo Roma, en el centro, y Santiago, al oeste.

La concepción medieval de “la peregrinación” está magníficamente expuesta en el anterior poema machadiano y en las “Coplas” manriqueñas que cito a continuación.

 

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
[…]
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
[…]
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
 
Este mundo bueno fue
si bien usásemos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Y aun aquel Hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.
 
Si fuese en nuestro poder
tornar la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el ánima glorïosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta!
 
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
 
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud [2].
 

    Desde que inicia el Camino, mientras el peregrino lo recorre, “sueña” y “canta” en el lenguaje de Machado, es decir, reflexiona sobre la verdad de la vida y de su vida como aconsejan las “Coplas” manriqueñas. Y al mismo tiempo que reflexiona, sufre y se esfuerza y se acostumbra a vencer las dificultades del Camino, que son las de la vida, con inteligencia y esfuerzo.

    La verdadera “magia” del Camino, su sentido como “espacio simbólico”, su “carácter iniciático” está en ser, a la vez,  espacio de reflexión y estadio de entrenamiento donde el peregrino se entrena en “comprender y vivir su propia vida”. Es un “juego de la oca”, pero de verdad. Por eso el Camino fue utilizado numerosas veces como rehabilitación y reinserción social de delincuentes o, como entonces se llamaban, de grandes pecadores. También como medio de educación de jóvenes nobles.

    Al final el esfuerzo del peregrino, sus trabajos tienen recompensa. La Iglesia Católica, en sus mejores tiempos, ha demostrado tener un sentido innato de lo que de verdad es la esencia del Teatro, “la representación expresiva de la vida en el escenario más apropiado”. Cuando el peregrino, con su vida bien examinada en su pasado, su presente y su futuro a lo largo del Camino, llegue a la catedral compostelana que guarda las reliquias del Apóstol, lo que allí le espera es lo que él desearía encontrar al final de su vida. La Otra Vida, la Vida Gloriosa, la de verdad, la definitiva le abre sus puertas, que son las de la catedral, en el maravilloso Pórtico de la Gloria. Dentro de la catedral encontrará el perdón total, la absoluta reconciliación con Dios, con los demás y consigo mismo y, por fin, el abrazo que quiere ser definitivo del propio Apóstol.

 

 

 

4.- Las otras caras del Camino.

 

 

He descrito la faceta religiosa del Camino, pero el Camino es poliédrico. Es la vía de comunicación donde se produce la libre circulación de gentes, de mercancías y de ideas que van y que vienen, donde se mezclan en un sano mestizaje las personas, y las ideas, en un fecundo sincretismo. Nada hubiera sido igual en la sociedad, en la economía, en la política, en la cultura, en la civilización española y europea sin el Camino de Santiago.

El Camino se dotó de una tupida red de hospitales, hospederías, iglesias y monasterios, ferias y mercados. Dos grandes órdenes religiosas, que habían nacido para la defensa y asistencia de los peregrinos que se dirigían a Jerusalén, los Templarios y La Orden Hospitalaria de San Juan, acabaron protegiendo a los peregrinos a Santiago. Y eso sin hablar de la labor en servicio a los peregrinos de personas piadosas, seglares o clérigos, de la talla de santo Domingo de la Calzada o de san Juan de Ortega.

Fueros y privilegios animaron a los europeos, peregrinos y no peregrinos, a asentarse en las poblaciones del Camino. Se fundaron así nuevas poblaciones (el caso de Logroño), se poblaron otras (las Villafrancas), nacieron barrios “francos” y barrios “de francos” (caso de Nájera) y los propios emigrantes abrieron negocios de hospedaje y de pequeño comercio.

El Camino europeizó la lengua en su trayecto y la ciudad también aquí se denominó “burgo”, sus habitantes “burgueses” y “burguesía” y sus calles “rúas”, por ejemplo.

Y no olvidemos la otra cara, la cara de la vida alegre, de la picaresca, del fariseísmo religioso, de la marginalidad, de la delincuencia, pequeña y grande, que también las hubo en abundancia en el Camino.

Yendo a lo que nos importa. Los grandes monarcas protectores del Camino lo fueron porque frente al inmenso poder y atractivo del Islam, en el Sur, necesitaban asentar lo mejor de la cristiandad europea en el Norte, para que así sirviera de contrapeso. El Camino fue el cordón umbilical de la España reconquistada con el Mundo Libre y la Civilización Occidental, representados entonces por la cristiandad europea.

Y Europa, a su vez, no lo olvidemos, necesitaba que la muralla defensiva que al sur de los Pirineos la protegía del agresivo Islam, aguantase bien los ataques del enemigo.

La labor de los monarcas hispanos europeístas, protectores del Camino, la culminaría la Escuela de Traductores de Toledo, protegida en su fase más divulgada por el gran Alfonso X el Sabio.

Resumiendo. Se puede decir sin temor a exagerar que entre los siglos X y XIV, en los Caminos de Santiago que nacían en Centroeuropa y acababan en el Finisterre gallego nacieron Europa y España. Una Europa y una España, por cristianas y Occidentales, necesariamente con irrefrenable tendencia a ser seculares y laicas. Aptas para que en ellas más tarde surgiera la neta separación entre fe y razón, entre la Iglesia y el Estado; la libertad de conciencia, el liberalismo político y económico, la democracia parlamentaria, el capitalismo, la industrialización, la definitiva quiebra de la sociedad estamental y la liberación de la mujer.

 

 

 

  Las picotas, también llamadas aquí y en otras zonas de La Rioja "cruceros" o "rollos", eran elementos erguidos con el objeto de servir como indicadores de caminos y cruces, aunque también se cree que en ellos se castigaba y ajusticiaba a quienes no cumplían la ley. Ésta en concreto fue construida a mediados del siglo XVI, formando parte del Camino de Santiago en el tramo que une Logroño con Santo Domingo de la Calzada, que atraviesa, en esta zona, extensos campos de vid. Se encuentra muy erosionada, siendo casi imposible saber qué representaban las figuras que tenía labradas en los cuatro brazos que se extienden en la parte superior del fuste. La hospitalidad de Azofra hacia el caminante jacobeo viene del siglo XII, ya que en esas fechas contaba con un hospital y un cementerio dedicado a los peregrinos, que tenía incluso su propia iglesia, edificada en honor a San Pedro, aunque hoy nada queda de estas antiguas infraestructuras.

     

 


 

              NOTAS

[1] Antonio Machado, Páginas Escogidas, Madrid, Saturnino Calleja, 1925, ps. 27 – 28.

[2] Varios, Antología poética de los siglos XV y XVI, Edic. Vicente Tusón, Madrid, Anaya, 1987, ps. 74 s.

 

 

 
 

 

“Yo voy soñando caminos de la tarde…”
Reflexiones en el Camino de SantiagO.

Antonino M. Pérez Rodríguez
C
atedrático del IES “Lope de Vega”.