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1.-Lo prometido es deuda.

 

En un artículo anterior, titulado “La ruta Nájera - Uruñuela - Cenicero”, hacía yo una detenida reflexión sobre la influencia  benéfica de la educación liberal en la infancia y juventud de mi época, ejemplificada en tres bellos, útiles y muy pedagógicos sonetos del venezolano Elías Calixto Pompa (1836 – 1887), reiteradamente reproducidos en los libros escolares de lectura, en América y en España, durante buena parte del s. XIX y la primera mitad del s. XX.

Prometía entonces referirme a la no menos saludable educación de raíces ilustradas, representada por el riojano alavés Samaniego y sus “Fábulas”, y eso es lo que voy  a intentar cumplir a continuación.

Vaya por delante que las “Fábulas” de Samaniego y las de Iriarte fueron para muchos, entre los que gozosamente me encuentro, la primera puerta abierta a una idea laica de la vida, a una moral humanista, desacralizada, secular y pragmática, la que, sobre sólidos cimientos del clasicismo grecorromano, habían creado la Ilustración y sus continuadores, el Liberalismo y la Revolución Industrial.[1]

Esas ideas, gracias, entre otras cosas, a las lecturas escolares de estos mismos autores, eran ya “tradicionales” en las gentes que en mi pueblo serrano me educaron, gentes cuyos valores eran la mejor síntesis de la Ilustración y el Liberalismo: “instrucción, capacidad, trabajo y mérito”. Mi padre, sin ir más lejos se sabía numerosas Fábulas de Samaniego y de Iriarte de memoria y me las recitaba y recordaba cuando el caso lo requería.

 


 

2.- Félix María Samaniego.

 

Samaniego es una figura compleja de la que aquí sólo me interesa destacar su labor como educador en el Real Seminario Patriótico Vascongado de Vergara.


 

a) Nacimiento y formación.-

 

Félix María Samaniego nació en Laguardia (Álava) el 12 de octubre de 1745. Su familia, tanto por parte de padre como de madre, estaba relacionada con lo más selecto de la nobleza vascongada.

Si queremos entender de verdad al aparentemente “anticlerical y libertino” Samaniego, tendremos que tener en cuenta su sólida formación religiosa dentro de una familia de buenos cristianos viejos. Su hermano mayor fue jesuita y una hermana más pequeña, monja clarisa en Vitoria.

Recibió una excelente formación clásica, sobre todo latina, en su niñez y primera juventud. Primero en Laguardia, luego en Torrecilla de Cameros, donde vivió su hermana mayor, casada con un influyente camerano; y por último, con los jesuitas en Logroño y Bayona (Francia).

Sus queridos maestros, muchas veces citados en su obra, fueron el escéptico y pragmático Fedro (la, de otra genial manera, alargada sombra de Esopo), y el muy inteligente y bon vivant —el «vividor» a fondo—de Horacio. Su cultura francesa, impregnada de profundo clasicismo, nunca lo abandonó.

Samaniego fue hombre cultivado y culto, ocurrente, divertido, de fácil palabra, vitalista y amante del progreso, pero sin olvidar los eternos valores del bien, la verdad y la auténtica belleza, disfrutados en sosegado retiro interior y exterior.


 
b) Colaborador del conde de Peñaflorida.-

 

A sus 19 años, en 1764, en tierras de Azcoitia, Azpeitia y Vergara, comienza una muy fructífera colaboración, que se extenderá a lo largo de más de 20 años, con su tío abuelo, Javier María de Munibe e Idiáquez, conde de Peñaflorida (1729 – 1785), promotor, fundador y Director Perpetuo de la modélica Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País—la “Vascongada”—, y, hasta su muerte, motor de gran parte de las empresas de la citada Sociedad.

El conde de Peñaflorida es una figura clave en el movimiento ilustrado español y Samaniego se convirtió en su mano derecha.


 
c) La Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País.-

 

El 8 de abril de 1765, gracias a las gestiones que hicieron algunos vascos próximos a la Corona, llegaba la definitiva autorización por la que se constituía la Real Sociedad Vascongada. Samaniego fue socio fundador. El artículo primero de los Estatutos señalaba el propósito básico de la institución:


"El objeto de esta Sociedad es el de cultivar la inclinación y el gusto de la Nación Bascongada hacia las Ciencias, Bellas Letras y Artes; corregir y pulir sus costumbres; desterrar el ocio, la ignorancia y sus funestas consecuencias; y estrechar más la unión de las tres Provincias Bascongadas de Álaba, Vizcaya y Guipúzcoa".


 
d) El Real Seminario Patriótico Vascongado para Caballeros Alumnos.-

 

En el s. XVIII es verdad tenida por evidente que el mejor medio para conseguir el objetivo de la Vascongda es la educación y la instrucción  y que ambas sólo se pueden obtener en un buen centro de enseñanza, en una bien dirigida escuela.

Recordemos lo que al respecto pensaba, por ejemplo, Jovellanos:

“Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, y este origen es la instrucción pública. (...) La instrucción remueve los obstáculos que pueden obstruir o extraviar sus aguas. Ella es la matriz, el primer manantial que abastece estas fuentes. Abrir todos sus senos, aumentarle, conservarle es el primer objeto de la solicitud de un buen gobierno, es el mejor camino para llegar a la prosperidad. Con la instrucción todo se mejora y florece; sin ella, todo decae y se arruina en un Estado.” Memoria sobre educación pública. G.M. de Jovellanos (1802).

En 1767, en las juntas de Marquina, dentro de la Vascongada, se comienza a hablar de la conveniencia de promover un centro escolar, desde el convencimiento de que la enseñanza era la puerta del progreso y de la transformación de la sociedad. Samaniego, apoyando a su tío, participa desde el principio activamente en el proyecto.

En 1771 en el antiguo colegio de los jesuitas de Vergara se organizan las primeras actividades de la Escuela Provisional. En marzo de 1776 se aprueba el Real Seminario Patriótico Vascongado. Su “propósito es criar buenos patriotas y útiles ciudadanos”. En noviembre de ese mismo año se inician las clases oficiales.
Samaniego desempeñó con éxito la dirección del Seminario de Vergara en 1780 y 1782.

Fausto Delhuyar, desde 1781 hasta 1785, fue catedrático de Mineralogía y Metalurgia. En 1783, con su hermano Juan José, logró aislar el wolframio por primera vez, hecho que aconteció en el laboratorio de Vergara.


 
e) Las Fábulas, un atractivo libro de lecturas instructivas y agradables para la formación moral de los alumnos más jóvenes del Real Seminario Vascongado.-

 

En 1775 tenía ya Samaniego preparada una colección de 36 fábulas para “proporcionar a los alumnos el útil y ameno estudio” de las fábulas, en la idea de “cuán pocos son los que, entre tanto número de poetas clásicos como ha habido en España, se han dedicado a disponer fábulas en lengua original [en castellano]; y considerando también cuántas utilidades acarrea este género de escrito para entretener y divertir a la juventud, infundiéndola al mismo tiempo máximas prudentes y juiciosas.”

En 1777 estaban terminadas y se publicaron en 1781 con el título de “Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado de los Amigos del País”, en la imprenta de Benito Monfort de Valencia. Se trata del Tomo I que comprendía los 5 primero libros actuales. El éxito de crítica y ventas fue redondo.

En 1784, en la imprenta madrileña de Joaquín de Ibarra, se publica el Tomo II de las “Fábulas en verso castellano” que añadía los actuales 4 últimos libros.
La primera edición completa apareció en la Imprenta Real en 1787. En 1789, la segunda a la que, antes de la muerte de su autor, seguirían otras 4 de distintos editores.
 


f) El proyecto de Real Seminario Patriótico Vascongado para Damas Alumnas.-

 

En 1783 la Vascongada aprovecha el viaje a Madrid de Samaniego, comisionado para tratar de resolver en la Corte problemas varios relacionados con el buen gobierno de las Vascongadas, encargándole conseguir la aprobación necesaria para establecer en Vitoria el Real Seminario Patriótico Vascongado para Damas Alumnas.

Ya en 1774 se vislumbró la posibilidad de crearla en Vergara, pero no pudo lograrse. En 1784 se aprueba en Madrid la iniciativa, pero la muerte del conde de Peñaflorida en 1785 influyó sin duda en que se olvidara el proyecto.

En 1786 regresa Samaniego de Madrid y le es reconocida su gestión en la Corte.


 
g) Cuando todo se viene abajo.-

 

Muertos el conde de Peñaflorida (1785) y Carlos III (1788) e iniciada la Revolución Francesa (1789), nada fue ya igual. La decadencia de la Vascongada y del Seminario Patriótico fue inevitable.

Desde 1792, Samaniego reside en Laguardia y pasa temporadas en Logroño, en casa de su hermana más pequeña, Francisca Javiera, por motivos de atención médica.

Es molestado por la Santa Inquisición en 1793 y 1794, sin graves consecuencias.  A los 56 años muere en Laguardia el 11 de agosto de 1801.


 

 

 

3.- El prólogo a las Fábulas.

 

Samaniego nos dejó muy bien explicados en un cuidado prólogo el por qué, el para qué y el cómo de su libro de fábulas. Lo que debemos hacer es leerlo con atención. He aquí su contenido.
 
a) El encargo.

 

Fue el conde de Peñaflorida, “tío, maestro, y jefe” de Samaniego, el que le obligó a ser fabulista.
 

“Muchos son los sabios, de diferentes siglos y naciones, que han aspirado al renombre de fabulistas; pero muy pocos los que han hecho esta carrera felizmente. Este conocimiento debiera haberme retraído del arduo empeño de meterme a contar fábulas en verso castellano. Así hubiera sido; pero permítame el público protestar con sinceridad, en mi abono, que, en esta empresa no ha tenido parte mi elección. Es puramente obra de mi pronta obediencia, debida a una persona en quien respeto unidas las calidades de tío, maestro, y jefe.

 
b) El objetivo. Los destinatarios.

 

El conde de Peñaflorida necesitaba una atractiva selección de fabulas morales en castellano, para que antes de que pudieran leerlas en latín, los alumnos más pequeños, tuvieran acceso a sus enseñanzas éticas.
 

“En efecto, el Director de la Real Sociedad Vascongada, mirando la educación como a basa en que estriba la felicidad pública, emplea la mayor parte de su celo patriótico en el cuidado de proporcionar a los jóvenes alumnos del Real Seminario Vascongado cuanto conduce a su instrucción; y siendo, por decirlo así, el primer pasto con que se debe nutrir el espíritu de los niños las máximas morales, disfrazadas en el agradable artificio de la fábula, me destinó a poner una colección de ellas en verso castellano, con el objeto de que recibiesen esta enseñanza, ya que no mamándola con la leche, según deseó Platón, a lo menos antes de llegar a estado de poder entender el latín".


 c) Éxito inicial.

 

Samaniego tiene éxito con los niños y lo busca con los mayores, aunque es consciente de las dificultades.

 

“Desde luego di principio a mi obrilla. Apenas pillaban los jóvenes seminaristas alguno de mis primeros ensayos, cuando los leían y estudiaban a porfía con indecible placer y facilidad; mostrando en esto el deleite que les causa un cuentecillo adornado con la dulzura y armonía poética, y libre para ellos de las espinas de la traducción, que tan desagradablemente les punzan en los principios de su enseñanza. Aunque esta primera prueba me asegura en parte de la utilidad de mi empresa, que es la verdadera recomendación de un escrito, no se contenta con ella mi amor propio. Siguiendo éste su ambiciosa condición, desea que respectivamente logren mis Fábulas igual acogida que en los niños, en los mayores, y aun, si es posible, entre los doctos; pero a la verdad esto no es tan fácil. Las espinas que dejan de encontrar en ellas los niños, las hallarán los que no lo son en los repetidos defectos de la obra”

 
d) Método seguido por Samaniego para confeccionar sus fábulas morales.
 

“Quizá no parecerán éstos tan de marca, dando aquí una breve noticia del método que he observado en la ejecución de mi asunto, y de las razones que he tenido para seguirle.”
 

d.1) La elección de los modelos y el fracaso al intentar imitarlos.
 

“Después de haber repasado los preceptos de la fábula, formé mi pequeña librería de fabulistas: examiné, comparé y elegí para mis modelos, entre todos ellos, después de Esopo, a Fedro y a La Fontaine. No tardé en hallar mi desengaño. El primero, más para admirado que para seguido, tuve que abandonarlo a los primeros pasos. Si la unión de la elegancia y laconismo sólo está concedida a este poeta en este género, ¿cómo podrá aspirará a ella quien escribe en lengua castellana, y palpa los grados que a esta le faltan para igualar a la latina en concisión y energía? Este conocimiento en que me aseguró más y más la práctica, me obligó a separarme de Esopo.

Empecé a aprovecharme del segundo (como se deja ver en las fábulas de “La cigarra y la hormiga”; “El cuervo y el zorro”, y alguna otra); pero reconocí que no podía, sin ridiculizarme, trasladar a mis versos aquellas delicadas nuevas gracias, y sales, que tan fácil y naturalmente derrama este ingenioso fabulista en su narración.


 

d.2) Fedro le enseña a no tener miedo a recrear a su aire los viejos relatos.
 

“No obstante en el estudio que hice de este autor, hallé no solamente que la mayor parte de sus argumentos son tomados de Locmano, Esopo, y otros de los antiguos, sino que no tuvo reparo en entregarse a seguir su propio carácter tan francamente, que me atrevo a asegurar que apenas tuvo presente otro precepto en la narración, que la regla general que él mismo asienta en el prólogo de sus Fábulas en boca de Quintiliano: “Por mucho gracejo que se dé a la narración, nunca será demasiado”.
 
 

d.3) Samaniego nos describe su forma de confeccionar sus fábulas y nos dice que no lo han hecho de otra manera los buenos fabulistas.
 

“Con las dificultades que toqué al seguir en la formación de mi obrita a estos dos fabulistas, y con el ejemplo que hallé, en el último, me resolví a escribir tomando en cerro los argumentos de Esopo, entresacando tal cual de algún moderno, y entregándome con libertad a mi genio, no solo en el estilo y gusto de la narración, sino aun en el variar rara vez algún tanto, ya del argumento, ya de la aplicación de la moralidad: quitando, añadiendo, o mudando alguna cosa, que sin tocar al cuerpo principal del apólogo, contribuya a darle cierto aire de novedad y gracia.  En verdad que, según mi conciencia, más de cuatro veces se peca en este método contra los preceptos de la fábula; pero esta práctica licenciosa es tan corriente entre los fabulistas, que cualquiera que se ponga acotejar una misma fábula en diferentes versiones la hallará tan transformada en cada una de ellas respecto del original, que, degenerando por grados de una en otra versión, vendrá a parecerle diferente en cada una de ellas. Pues, si con todas estas licencias o pecados contra las leyes de la fábula ha habido fabulistas que han hecho su carrera hasta llegar al templo de la inmortalidad, ¿a qué meterme yo en escrúpulos, que ellos no tuvieron?”

 

d.4) La preocupación más grande ha sido la de llegar a los muchachos, sacrificando cuanto haya habido que sacrificar en el estilo.
 

“Si en algo he empleado casi nimiamente mi atención, ha sido en hacer versos fáciles hasta acomodarlos, según mi entender, a la comprensión de los muchachos. Que alguna vez parezca mi estilo, no solo humilde, sino aun bajo, malo es; mas ¿no sería muchísimo peor que, haciéndolo incomprensible a los niños, ocupasen estos su memoria con inútiles coplas? A pesar de mi desvelo en esta parte, desconfío conseguir mi fin. Un autor moderno, en su “Tratado de Educación”, dice que en toda la colección de La Fontaine no conoce sino cinco o seis fábulas “en que brilla con eminencia la sencillez pueril”, y aun haciendo análisis de alguna de ellas, encuentra pasajes desproporcionados a la inteligencia de los niños. Esta crítica ha sido para mí una lección. Confesaré sinceramente que no he acertado a aprovecharme de ella, si en mi colección no se halla más de la mitad de fábulas que en la claridad y sencillez del estilo no pueda apostárselas a la prosa más trivial. Éste me ha parecido el solo medio de acercarme al lenguaje en que debemos enseñar a los muchachos; pero ¿quién tendrá bastante filosofía para acertar a ponerse en el lugar de éstos y medir así los grados a que llega la comprensión de un niño?”

 

d.5) Observaciones sobre la métrica. La escogida por Samaniego sirve para hacerles la lectura agradable a los muchachos y para educar el oído de los que memoricen las composiciones que más les gusten.
 

“En cuanto al metro no guardo uniformidad: no es esencial a la fábula, como no lo es al epigrama y a la lira, que admiten infinita variedad de metros. En los apólogos hay tanta inconexión de uno a otro como en las liras y epigramas. Con la variedad de metros he procurado huir de aquel monotonismo que adormece los sentidos y se opone a la varia armonía que tanto deleita el ánimo y aviva la atención. Los jóvenes que tomen de memoria estos versos, adquirirán con la repetición de ellos, alguna facilidad en hacerlos arreglados a las diversas medidas, a que por este medio acostumbren su oído. Verdad es que se hallará en mis versos gran copia de endecasílabos pareados con la alternativa de pies quebrados o de siete sílabas; pero me he acomodado a preferir su frecuente uso al de otros metros, por la ventaja que no tienen los de estancias más largas, en las cuales, por acomodar una sola voz que falte para la clara explicación de la sentencia, o queda confuso y como estrujado el pensamiento, o demasiadamente holgado y lleno de ripio.”
 

e) Resumen y conclusión. Se le podrán más fácilmente perdonar los fallos si se tiene en cuenta que él es el primero que se atreve a ser exclusivamente fabulista en verso castellano.
 

“En conclusión, puede perdonárseme bastante por haber sido el primero en la nación que ha abierto el paso a esta carrera, en que he caminado sin guía, por no haber tenido a bien entrar en ella nuestros célebres poetas castellanos.”
 

f) Exhortación. Anima a los mejores a mejorar lo hecho por él y a dedicarse al útil trabajo de la poesía didáctica. No será tan elevada y perfecta, pero es útil.
 

“Dichoso yo si logro que, con la ocasión de corregir mis defectos, dediquen ciertos genios poéticos sus tareas a cultivar éste y otros importantes ramos de instrucción y provecho. Mientras así no lo hagan, habremos de contentarnos con leer sus excelentes églogas, y sacar de sus dulcísimos versos casi tanta melodía como de la mejor música, del divino Heydn, aunque tal vez no mayor enseñanza, ni utilidad.”[2]


g) Resumiendo.

 

Samaniego, obedeciendo a su tío quiso hacer un libro de fabulas útil y agradable, accesible y entretenido, para chicos muy jóvenes a los que había que dar una provechosa formación moral inicial. Y lo consiguió. Samaniego ha sido leído, memorizado y citado por generaciones posteriores y algunos de sus versos o asuntos han terminado como sabios proverbios populares.
 
 

 

 


4.- Las Fábulas.

 
 

a) Composición y estructura.

 

La fábula es una composición literaria en prosa o en verso,  afín al cuento en la que, mediante una ficción de tipo alegórico y la personificación de animales irracionales, objetos inanimados o ideas abstractas se intenta dar una enseñanza práctica. No se excluye, caso de que interese, la intervención de personajes humanos o divinos.

Suele ser una composición de carácter gnómico (didáctico-sapiencial) que consta de un relato, habitualmente breve, al que precede o sigue la moraleja. A veces la moraleja se desprende fácilmente del relato. Pretende enseñar un principio general de conducta, presentando un ejemplo específico de comportamiento.

 

b) Contenido.

 

Carlos García Gual hace un precioso retrato de la fábula :

“¡Extraño encanto el de las fábulas! Destinadas a un público infantil durante mucho tiempo, por una paradójica pedagogía, sus lecciones morales encierran un descarado pragmatismo, de escandalosa inconveniencia, como señaló J.J. Rousseau en su “Emilio”. Pero de una enseñanza moral bastante ácida y de una imaginería bastante refinada para que cualquier lector adulto perciba su ingenio satírico”[3].

La fábula, hermana del cuento, es vieja como la vida y común a todo el ancho mundo. Es la quintaesencia de la amarga sabiduría popular; es la filosofía moral del pueblo más pueblo, del pueblo al que nunca se le deja hablar. Para hablar de los humanos sin que nadie se ofenda se habla de los animales que mejor conocen los humanos.

La fábula cuenta la vida como es y la vida vista así es amoral. Los dioses no pintan demasiado en la fábula. La fabula es simplemente arreligiosa. Ni creyentes ni ateos tienen nada que ver en ella. La fábula ayuda a orientarse en el mundo duro que hay de tejas para abajo.

Las dos virtudes principales son la astucia y el ingenio; ingenio que puede conllevar el engaño, la adulación, la lisonja, la maliciosa explotación de pasiones y sentimientos del presunto bobo al que hay que desplumar. El objetivo es la supervivencia y el medio es el puro y duro egoísmo. El conocimiento es puro pragmatismo. Y la situación ideal la desconfianza.

Samaniego no oculta nada de todo esto, pero intenta, además, sacarle el máximo partido posible a lo aprovechable. Alaba la laboriosidad, la constancia, la prudencia, la moderación, la cautela, la astucia, la sagacidad o habilidad. Critica el obrar con ligereza, la ingratitud, la inconstancia, el egoísmo, la apariencia, la mentira, la vanidad, la adulación, la avaricia, la traición, la prepotencia y abuso del poderoso o la envidia cortesana.


 

 


5.- Antología de Samaniego.
 
I.-Libro VIII, 1.

 

Quiero empezar por la 1ª Fábula del Libro VIII, ambos dedicados a una desconocida Elisa.

El conde de Peñaflorida y su sobrino y mano derecha, Samaniego, como las mejores cabezas de su tiempo, estuvieron muy preocupados por la útil y provechosa instrucción de la mujer, para algo más que para casarla bien o para meterla monja en un convento donde pudiese pertenecer a la élite gobernante.

El siglo XVIII, el verdadero siglo del nacimiento de las libertades, ve nacer a la mujer ilustrada que llega a organizar y dirigir la vida cultural más innovadora y exigente. No habrá que esperar al fin del siglo para que las mujeres empiecen a hablar de igualdad de derechos.

Samaniego ha visto en sus primas y hermanas y no en su mujer las ventajas de una mujer preparada para algo más que para ser florero, dejarse empreñar, parir y obedecer callada al marido. El resultado es esta hermosa dedicatoria y esta esperanzada fábula que ve con ojos inteligentes el futuro de las mujeres bien preparadas; futuro aún costoso de preparar, pero inexorable en su llegada.


 

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El naufragio de Simónides


En tanto que tus vanas compañeras,
Cercadas de galanes seductores,
Escuchan placenteras
En la escuela de Venus los amores,
Elisa, retirada te contemplo
De la diosa Minerva al sacro templo.
Ni eres menos donosa,
Ni menos agraciada
Que Clori, ponderada
De gentil y de hermosa;
Pues, Elisa divina, ¿por qué quieres
Huir en tu retiro los placeres?
¡Oh sabia, qué bien haces
En estimar en poco la hermosura,
Los placeres fugaces,
El bien que sólo dura
Como rosa que el ábrego marchita!
Tu prudencia infinita
Busca el sólido bien y permanente
En la virtud y ciencia solamente.
Cuando el tiempo implacable con presteza
O los males tal vez inopinados,
Se lleven la hermosura y gentileza,
Con lágrimas estériles llorados
Serán aquellos días que se fueron
Y a juegos vanos tus amigas dieron;
Pero a tu bien estable
No hay tiempo ni accidente que consuma:
Siempre serás feliz, siempre estimable.
Eres sabia, y en suma
Este bien de la ciencia no perece.
Oye cómo esta fábula lo explica,
Que mi respeto a tu virtud dedica.
Simónides en Asia se enriquece,
Cantando a justo precio los loores
De algunos generosos vencedores.
Este sabio poeta, con deseo
De volver a su amada patria Ceo,
Se embarca, y en la mar embravecida
Fue la mísera nave sumergida.
De la gente a las ondas arrojada,
Sale quien diestro nada,
Y el que nadar no sabe
Fluctúa en las reliquias de la nave.
Pocos llegan a tierra, afortunados,
Con las náufragas tablas abrazados.
Todos cuantos el oro recogieron,
Con el peso abrumados, perecieron.
A Clecémone van. Allí vivía
Un varón literato, que leía
Las obras de Simónides, de suerte
Que al conversar los náufragos, advierte
Que Simónides habla, y en su estilo
Le conoce; le presta todo asilo
De vestidos, criados y dineros;
Pero a sus compañeros
Les quedó solamente por sufragio
Mendigar con la tabla del naufragio.
 

 


II.- Dedicatoria del Libro I.
 
1.-Destinatarios.
 
“A los Caballeros Alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado.” [4]
 
2.- Contenido (vs. 1 – 62 ).
 
a) Primera parte (vs. 1 – 28 ).
 
1.- Exhortación a los jóvenes alumnos a que se encaminen hacia el conocimiento (vs.1- 8). La exhortación se resume en el estribillo que aparece en dos ocasiones (vs. 29 – 32 y 55 – 58). [5]
 
“Oh jóvenes amables,
que en vuestros tiernos años
al Templo de Minerva
dirigís vuestros pasos,
seguid, seguid la senda,
en que marcháis, guiados
a la luz de las Ciencias
por profesores sabios.”
 
2.- Advertencia de que el tiempo y el trabajo facilitan la larga y difícil caminata.

Ejemplo del campesino que sufre sembrando, pero se alegra segando (Vs. 9 – 20) [6].
 
“Aunque el camino sea,
ya difícil, ya largo,
lo allana y facilita
el tiempo y el trabajo.
Rompiendo el duro suelo,
con la esteva agobiado,
el labrador sus bueyes
guía con paso tardo;
mas al fin llega a verse
en medio del verano,
de doradas espigas,
como Ceres, rodeado.”
 
3.- Aviso de que a más difíciles tareas corresponde un premio mayor. Ejemplo del labrador que cultiva bien sus viñas (vs. 21 – 28).

 
“A mayores tareas,
a más graves cuidados
es mayor, y más dulce
el premio y el descanso.
Tras penosas fatigas,
la labradora mano
¡Con qué gusto recoge
los racimos de Baco!”
 
b) Estribillo (vs. 29 – 32).
 
“Ea, jóvenes, ea,
seguid, seguid marchando
al Templo de Minerva
a recibir el lauro.”
 
c) Segunda parte (vs. 33 – 54).
 
1.- Dificultad (vs. 33 – 36).
 
“Mas yo sé, caballeros,
que un joven entre tantos
responderá a mis voces:
—No puedo, que me canso.”
 
2.- Solución (vs. 37 – 54).[7]
 
“Descansa enhorabuena:
¿Digo yo lo contrario?
Tan lejos estoy de eso,
que en estos versos trato
de daros un asunto
que instruya deleitando.
Los perros y los lobos,
los ratones y gatos,
las zorras y las monas,
los ciervos y caballos
os han de hablar en verso;
pero con juicio tanto,
que sus máximas sean
los consejos más sanos.
Deleitados en ello,
y con este descanso,
a las serias tareas
volved más alentados.”
 
d) Estribillo (vs. 55 – 58).
 
“Ea, jóvenes, ea,
seguid, seguid marchando
al Templo de Minerva
a recibir el lauro.”
 
e) Tercera parte (vs. 59 – 62).
 
La dificultad ahora es el atractivo del ocio y de la vida regalada. La solución es que los jóvenes lean a Esopo y a los demás fabulistas (vs. 59 – 62).
 
“¡Pero qué! ¿Os detiene
el ocio y el regalo?
Pues escuchad a Esopo,
mis jóvenes amados.
 
3.- La Fábula I, 1, “El asno y el cochino”, ejemplifica que el trabajo y el esfuerzo son preferibles al ocio y al regalo.
 
a) Texto.
 
Envidiando la suerte del Cochino,
un Asno maldecía su destino.
«Yo, decía, trabajo y como paja;
él come harina, berza, y no trabaja:
a mí me dan de palos cada día;
a él le rascan y halagan a porfía.»
Así se lamentaba de su suerte;
pero luego que advierte
que a la pocilga alguna gente avanza
en guisa de matanza,
armada de cuchillo y de caldera,
y que con maña fiera
dan al gordo Cochino fin sangriento,
dijo entre sí el jumento:
«si en esto para el ocio y los regalos,
al trabajo me atengo y a los palos.»
 
b) Contexto de I, 1.
 

Para la inmensa mayoría de los mortales el tipo ideal de vida es “vivir bien sin trabajar”. En dicha situación cree cada cual, envidioso,  que se encuentran los demás, hasta que la vida le demuestra lo contrario.
 
c) Paralelos de I, 1:
 
I, 8, “El ratón de la corte y el del campo”.
……
“Y estimó mucho más de allí adelante,
Sin zozobra, temor ni pesadumbres,
Su casita de tierra y sus legumbres.”
……………
II, 17, “El asno y el caballo”.
……
“Entonces conoció su desatino,
riose de corvetas y regalos,
y dijo: «Que trabaje y lluevan palos,
no me saquen los dioses de pollino.”
……
IV, 2, “El asno y Jupiter”.
……
“Sólo en verso se encuentran los dichosos,
que viven ni envidiados ni envidiosos.
[…]
Pues, ¿a qué estado el hombre llama bueno?
Al propio nunca; pero sí al ajeno.”
……
 
VII, 10, “El águila y la asamblea de los animales”.
……
“De modo que es sabido
que ya sólo se matan los humanos
en envidiar la suerte a sus hermanos.”
……
 
d) Relacionadas con I, 1 están:

I, 9, “El herrero y el perro”, en la que se desmiente la falacia de que unos nacieron para ser perros holgazanes y otros jumentos condenados a trabajar.

VI, 2, “El hombre y la fantasma”, en la que se demuestra que todo tipo de vida tiene sus inconvenientes

IV, 13, “Las liebres y las ranas” donde se enseña que la suerte adversa propia es tolerable, una vez comparada con otra más miserable.
 
III.- Dedicatoria del Libro II.
 
1.- Destinatario.
 
“A D. Javier María de Munibe e Idiáquez, Conde de Peñaflorida, director perpetuo de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País.” [8]
 
2.- Contenido (vs. 1 – 64).
 
a) Una manera más moderna de entender el papel de la Nobleza (vs. 1 – 8).
 
“Mientras que con la espada en mar y tierra
los ilustres varones
engrandecen su fama por la guerra
sojuzgando naciones,
Tú, Conde, con la pluma y el arado,
ya enriqueces la Patria, ya la instruyes;
y haciendo venturosos has ganado
el bien que buscas y el laurel que huyes.”
 
b) El merito de crear la Real Sociedad Vascongada para hacer entre todos los Nobles un trabajo más productivo a favor del patrio suelo (vs. 9 – 18).
 
“Con darte todo al bien de los humanos
no contento tu celo,
supo unir a los nobles ciudadanos
para felicidad del patrio suelo.
La hormiga codiciosa
trabaja en sociedad fructuosamente,
y la abeja oficiosa[9]
labra siempre, ayudada de su gente.
Así unes a los hombres laboriosos
para hacer sus trabajos más fructuosos.”
 
c) Enumeración de las actividades de los distintos socios dentro de la Real Sociedad Vascongada. Todas convergen en el bien común para todos (vs. 19 – 26).
 
“Aquél viaja observando
por las Naciones cultas;
éste con experiencias va mostrando
las útiles verdades más ocultas.
Cuál cultiva los campos, cuál las ciencias;
y de diversos modos,
juntando estudios, viajes y experiencias,
resulta el bien en que trabajan todos.”
 
d) Lo notable es que los ha hecho trabajar a todos, incluso al propio Samaniego (vs. 27 – 38).
 
“¡En que trabajan todos!, ya lo dije,
por más que yo también sea contado.
El sabio Presidente que nos rige
tiene aun a el más inútil ocupado.
Darme, Conde, querías un destino,
al contemplarme ocioso e ignorante.
Era difícil, mas al fin tu tino
encontró un genio en mí versificante.
A Fedro y La Fontaine por modelos
me pusiste a la vista,
y hallaron tus desvelos
que pudiera ensayarme a fabulista.”
 
e) Enlace con la fábula (“cuento”) que inicia el libro II y que, como ocurría en la Dedicatoria del libro I, ejemplifica lo que se está diciendo, aquí el elogio a la labor asociativa del conde de Peñaflorida, sobre todo por haber conseguido que en Vascongadas haya una Nobleza trabajadora, ejemplo para el resto de España (vs. 39 – 64).
 
“Y pues viene al intento
pasemos al ensayo: va de cuento.
El león, Rey de los bosques poderoso,
quiso armar un Ejército famoso.
Junto sus animales al instante:
Empezó por cargar al elefante
un castillo con útiles, y encima
rabiosos lobos que pusiesen grima.
Al oso lo encargó de los asaltos;
al mono con sus gestos y sus saltos
mandó que al enemigo entretuviese;
a la zorra que diese
ingeniosos ardides al intento.
Uno gritó: «La liebre y el jumento,
éste por tardo, aquélla por medrosa,
de estorbo servirán, no de otra cosa.-
¿De estorbo? ( dijo el Rey), yo no lo creo.
En la liebre tendremos un correo,
y en el asno mis tropas un trompeta.»
Así quedó la Armada bien completa.
Tu retrato es el león, Conde prudente,
y si a tu imitación, según deseo,
examinan los jefes a su gente,
a todos han de dar útil empleo.
¿Por qué no lo han de hacer?, ¿habrá cucaña
como no hallar ociosos en España?”


 
3.- Contexto.
 
a) Relación con la  Dedicatoria del Libro I.
Hay un claro paralelismo entre las dos.
La del Libro I iba dirigida a los alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado a los que se les exhortaba a aprovechar el tiempo de formación y se les ofrecían las Fabulas como un instrumento adecuado para ello.
La del Libro II está dedicada al promotor y tutor del Real Seminario, para elogiar su labor asociativa y su capacidad de poner a trabajar unida a la nobleza vascongada en un proyecto beneficioso para su tierra, y subrayar que él es la causa de que Samaniego se convirtiera en fabulista al servicio de los alumnos del Real Seminario. La estructura general de ambas es por tanto muy similar. El contenido es complementario.
 
b) Relación de la dedicatoria del Libro II con I, 9 “El herrero y el perro”.
 

1.- Texto.
 
“Un herrero tenía
un perro que no hacía
sino comer, dormir y estarse echado;
de la casa jamás tuvo cuidado;
levantábase sólo a mesa puesta;
entonces con gran fiesta
al dueño se acercaba,
con perrunas caricias lo halagaba,
mostrando de cariño mil excesos
por pillar las piltrafas y los huesos.
«—He llegado a notar, le dijo el amo,
que aunque nunca te llamo
a la mesa, te llegas prontamente;
en la fragua jamás te vi presente,
y yo me maravillo
de que no despertándote el martillo,
te desveles al ruido de mis dientes.
Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes
que el amo, hecho un gañán y sin reposo,
te mantiene a lo Conde muy ocioso.»
El perro le responde:
«—¿Qué más tiene que yo cualquiera Conde?
Para no trabajar debo al destino
haber nacido perro, y no pollino.”
“—Pues, señor Conde, fuera de mi casa;
verás en las demás lo que te pasa.»
En efecto salió a probar fortuna,
y las casas anduvo de una en una.
Allí le hacen servir de centinela
y que pase la noche toda en vela,
acá de lazarillo, y de danzante,
allá dentro de un torno, a cada instante,
asa la carne que comer no espera.
Al cabo conoció de esta manera
que el destino, y no es cuento,
a todos nos cargó como al jumento.
 
2.- Contexto.
Como vemos I, 9 anticipa el contenido de la dedicatoria del Libro II criticando a la nobleza ociosa:
“… te mantiene a lo conde muy ocioso.»
El perro le responde:
«—¿Qué más tiene que yo cualquiera conde?
Para no trabajar debo al destino
haber nacido perro, y no pollino.”
Y concluyendo de forma contundente:
“…Al cabo conoció de esta manera
que el destino, y no es cuento,
a todos nos cargó como al jumento.”
Es decir: que todos debemos trabajar, seamos nobles o no.
 
c) Contexto general.

Samaniego pone el dedo en la llaga de un problema candente, “la nobleza ociosa”. Nobleza ociosa con la que los tiempos del s. XVIII tienden a acabar. Veamos el contexto general.

A partir de 1689 Inglaterra gozó de una “monarquía parlamentaria” que dió lugar a una nobleza sin privilegios (quiebra “la sociedad estamental”), obligada a buscar el beneficio económico desarrollando una mentalidad emprendedora. Junto con la burguesía acaudalada, comenzó a invertir su dinero en el desarrollo de la agricultura y de la industria, convirtiendo a Inglaterra en la primera potencia económica del mundo.

Fuera de Inglaterra, con su habitual agudeza Voltaire reivindicaba la virtud del empresario contra la inutilidad de la nobleza ociosa en estos términos:
«El negociante oye hablar tan a menudo con desprecio de su profesión que es lo suficientemente tonto como para enrojecer de ella. No sé, empero, quién es más útil a un Estado, un señor bien empolvado que sabe con precisión a qué hora el rey se levanta, a qué hora se acuesta, y que se da aire de grandeza haciendo el papel de esclavo en la antecámara de un ministro, o un negociante que enriquece a su país desde su despacho, y dando órdenes a Surat y al Cairo contribuye a la felicidad del mundo.»

En España, Campomanes pensaba que:
“Es también necesario borrar de los oficios todo deshonor; y habilitar a los que lo ejercen para los empleos municipales de la República. En una Nación llena de honor, como la española, conduce mucho no perder de vista esta máxima que obra tan buenos efectos en Cataluña, y en otras Provincias del Reino. Sólo la holgazanería debe contraher la vileza”.

La Real Cédula de Carlos III 18 de Marzo de 1783 decia:
“Declaro que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes u oficios (...) son honestos y honrados. Que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que los ejerce, ni la inhabilita para obtener los oficios municipales (...). Y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goze y prerrogativas de la hidalguía a los que los tuvieren legítimamente (...), aunque los ejercieren por sus mismas personas; siendo exceptuados de esta regla los artistas y menestrales, o sus hijos, que abandonaren su oficio o el de sus padres y no se dedicaren a otro, o a cualesquiera arte o profesión con aplicación o aprovechamiento, aunque el abandono sea por causa de riqueza o abundancia; pues en tal caso, viviendo ociosos y sin destino, quiero les obsten los oficios y estatutos como hasta de presente. (...).”

En Nájera es muy interesante observar que en la parroquia de la Santa Cruz, de los dos altares laterales al presbiterio, el uno, dedicado a san Pedro, a la derecha del altar mayor, tiene pintadas en el ático las armas pontificias; el otro, dedicado a san José, a la izquierda del presbiterio, tiene representadas en el ático las herramientas del carpintero, tan nobles al parecer del artista como las armas pontificias.

Samaniego está haciendo el mayor elogio posible al conde de Peñaflorida. Ha intentado acabar con una nobleza a la que como clase social se la definía diciendo “de nada sabe y nada hace”.
 
d) El labrador, imagen del trabajo en la paz, frente al noble afanado en la guerra, es un rasgo común de ambas dedicatorias.

En la dedicatoria del Libro I, el modelo para los alumnos es el labrador y el viticultor. En la del Libro II se opone, alabándola, la dedicación del conde de Peñaflorida a la agricultura, y a la instrucción y a la cultura, al afán guerrero y sojuzgador de la nobleza tradicional.
 
e) Todos somos útiles para trabajar en equipo y hacer país.

Quiero terminar con una última reflexión. El conde de Peñaflorida y Samaniego lograron poner en marcha una gran institución, que funcionaba como un eficaz equipo de trabajo, para lograr el bienestar de su tierra. Descentralizaron positivamente la tarea del Estado, de un Estado eficazmente centralizado por los primeros Borbones, sin que a esa centralización le pusieran pega ninguna. Eso sí, dentro de ella, intentaron obtener los máximos beneficios para su terruño.

La tarea de ambos es un ejemplo que debemos seguir a la hora de trabajar en hacer país, haciendo a la vez Nación. Me explico Samaniego y su tío quisieron ser unos grandes vascos a la vez que grades españoles. Su proyecto se hundió también al hundirse el magnífico proyecto de la España moderna, europea, trabajadora y próspera del s. XVIII al que estaba indisolublemente unido.

 

Canes de la iglesia de San Juan Bautista de Laguardia (Alava)


 
6.- El otro Samaniego.

 

Sí, hay otro Samaniego, el Samaniego de los cuentos y chistes eróticos. Alguien los ha descrito muy bien

 “Cuentos burlescos de don Félix María Samaniego. Escribiólos en el Seminario de Vergara de Álava por los años de 1780 y tienen burlas de frayles y monjas y mucho chiste y regocijo”.

Y hay que entenderlo. Samaniego era vitalista, inteligente, divertido, brillante en el trato y en la conversación. Vivía en el siglo en el que gracias a la crítica razonada y al amor a la utilidad se iban imponiendo, la razón, el sentido común y las ganas de vivir la corta vida de este mundo que es, por ahora, la única que los humanos tenemos. La verdad es que el pensamiento libre y una mayor libertad de costumbres elevaron bastante la calidad de vida en el s. XVIII europeo.

Librepensador, libertino (en su mejor sentido) y progresista van indisolublemente unidos y su fruto inevitable es la crítica con sorna y desparpajo de todo lo reprimido y de todos los represores. Pensamiento liberado y sexo liberado van unidos y conducen inevitablemente a la más amplia libertad de palabra, donde uno se puede reír sanamente de todo y de todos.

Samaniego, aparte de alguna aventurilla, es un hombre morigerado, trabajador, familiar, preocupado por la solución de los problemas públicos y privados, del que no se conocen escándalos a pesar del aburrido y estéril matrimonio que sobrellevó con paciencia. Pero en su intimidad, en el trato íntimo con sus amigos, era abierto, gracioso; y como debe ser, con buen ingenio y sano humor, pasaba de lo divino y de lo humano. Y a la intimidad pertenecen sus cuentos libertinos. Véanse dos ejemplos de sanísimo desenfado.
 


El Conjuro.


De un tremebundo lego acompañado,
fue a exorcizar un padre jubilado
a una joven hermosa y desgraciada
que del maligno estaba atormentada.
Empezó su conjuro
y el Espíritu impuro,
haciendo resistencia,
agitaba a la joven con violencia
obligándola a tales contorsiones,
que la infeliz mostraba en ocasiones
las partes de su cuerpo más secretas:
ya descubría las redondas tetas
de brillante blancura,
ya, alzando la delgada vestidura,
manifestaba un bosque bien poblado
de crespo vello en hebras mil rizado,
a cuyo centro daba colorido
un breve ojal, de rosas guarnecido.
El lego, que miraba tal belleza,
sentía novedad grande en su pieza,
y el fraile, que lo mismo recelaba,
con los ojos cerrados conjuraba
hasta que al fin, cansado
de haber a la doncella exorcizado
dos horas vanamente,
para que sosegase la paciente
y él volviese con fuerzas a su empleo,
al campo salió un rato de paseo,
diciendo al lego hiciera compañía
a la doncella en tanto que él volvía.
Fuese, pues, y el donado,
de lujuria inflamado,
apenas quedó solo con la hermosa
cuando, esgrimiendo su terrible cosa,
sin temor de que estaba
el Diablo en aquel cuerpo que atacaba,
la tendió y por tres veces la introdujo
de sus riñones el ardiente flujo.
Mientras que así se holgaba el lego diestro,
a la casa volviendo su maestro,
vio que en la barandilla
de la escalera, puesto en la perilla,
estaba encaramado
el Diablo, confundido y asustado,
y díjole riendo:
-¡Hola, parece que saliste huyendo
del cuerpo en que te hallabas mal seguro,
por no sufrir dos veces mi conjuro!
Yo me alegro infinito;
mas, ¿qué esperas aquí? ¡Dilo, maldito!
-Espero -dijo el diablo sofocado-,
que sepas que tú no me has lanzado
de esa infeliz mujer por conjurarme,
sino tu lego que intentó amolarme
con su tercia de dura culebrina,
buscándome el ojete en su vagina,
y pensé: ¡Guarda, Pablo!
Propio es de lego motilón ladino
que no respete virgo femenino.
¡Pero que deje con el suyo al Diablo!


 
Las entradas de tortuga


Estaba una señora desahuciada
de esa fiebre malvada
que, sin ser, según dicen, pestilente,
se lleva al otro lado a mucha gente.
Sus criados y amigos la asistían
con celo cuidadoso,
pues por tonto tenían
de la dama al esposo
y, así, de su dolencia
nunca le confiaron la asistencia.
Llególe, al parecer, la última hora
a la pobre señora;
trajéronla, muy listos,
agonizantes cristos,
y de la sepultura
la eterna llave con la Sacra Untura.
Después que bien la untaron
y a su placer los frailes le gritaron,
a media noche túvola por muerta
él médico, y dispuso
dejar del todo abierta
la alcoba de la enferma, según uso,
y que, ya sin cuidados,
se acostaran amigos y criados.
Fuéronse todos a dormir bien pronto;
y luego que esto vio el marido tonto,
quedito entró en el cuarto de su esposa,
que nunca más hermosa
le pareció que entonces, porque hacía
un mes que por su mal no la veía.
Mirándola los pechos,
que a torno parecían estar hechos,
y el ojal del encanto,
en que pecara un santo,
dijo: -¿Se ha de comer esto la tierra
sin más ni más? ¡Ah calentura perra!
Llévese entre responsos y rosarios
toda la retención de mis monarios.
Dicho y hecho: de un brinco
montó, enristró, y al golpe, con ahínco
quedó, sin que más quepa,
clavada en su terreno aquella cepa.
¡Vive Dios que producen maravillas
del masculino impulso las cosquillas,
según se prueba en el siguiente caso!,
porque, lector, al paso
que el marido empujaba,
su mujer se animaba,
y, cuando sintió el fuego
del prolífico riego,
abrió los ojos, medio suspirando
y abrazó a quien la estaba culeando.
Entonces las culadas prosiguieron
hasta el día; y los dos las suspendieron
porque entraron las gentes
de la enferma asistentes
en el cuarto, y, hallándola sentada,
en brazos de su esposo reclinada,
se admiran y, -¡Milagro!- repitiendo,
van a llamar al médico corriendo.
Éste, luego que vino,
la tomó el pulso y dijo: -Yo no atino
qué es lo que la habrán dado,
que así se ha mejorado.
Y el marido, que en tanto se reía,
dijo: -Señor doctor, será obra mía,
porque, así que dejaron a mi esposa
los presentes, entre yo con mi cosa
tiesa, como la tiene el que madruga,
y le di cinco entradas de tortuga.
-¡Bravo! -el médico exclama-;
ya comprendo la cura. ¿Y... por qué llama
con tan extraño nombre
la genital operación del hombre?
-¡Toma! -el tonto replica-;
es un modo de hablar que significa...
¡zas!... soplarlo de golpe hasta lo hondo,
cual las tortugas... ¡zas!... se van al fondo.
Pero, si está mal hecho...
-No -el médico le dice-; has acertado,
pues tus entradas son de tal provecho
que a tu pobre mujer vida le han dado.
Así que esto oyó el tonto,
echó a llorar de pronto,
y el doctor, que el motivo no alcanzaba,
le preguntó qué pena le apuraba.
-¡Ay! -respondió afligido-,
que el dolor me lo arruga.
¡Si yo hubiera sabido
que las tales entradas de tortuga
daban vida de cierto,
nunca mis padres se me hubieran muerto!

 

 


 
 
NOTAS
 

[1] En medio de la moralina más falsa y repugnante que el beso de Judas en que viví mi infancia y primera juventud en el Seminario Diocesano logroñés, de muy contradictoria memoria, recuerdo la alegría del descubrimiento de Fedro en las clases de latín. Aquello era la amoral vida misma en toda su cruda realidad, luego confirmada por la Eneida de Virgilio y ya no digamos por las Metamorfosis de Ovidio. Sigo teniendo por Fedro el mismo cariño de entonces. Sus fábulas me siguen dando, de vez en cuando, un baño de sano realismo vital.

[2] La inutilidad del arte por el arte en su faceta formal está expuesta por Samaniego magistralmente en I, 7, “La zorra y el busto”; y en su faceta de contenido, en I, 6, “El león vencido por el hombre”.

[3] Carlos García Gual, El zorro y el cuervo, Alianza Editorial, Madrid, 1995, ps. 9 – 10.

[4] Los “caballeritos” vascos de Azcoitia Vergara. Desde 1763 – 1764, Samaniego frecuentó las tierras donde vivían sus tíos – abuelos, los condes de Peñaflorida: Azcoitia, Azpeitia y Vergara. En Tolosa heredó algunas posesiones y en ellas pasaba largas temporadas; allí en 1766 le sorprendió la “machinada”, variante local del motín de Esquilache madrileño.

[5] La corona de laurel (referencia a Apolo) que premia al que ha corrido con éxito la carrera de la instrucción es un premio real y justo a la virtud, en nada parecido al que dan los cortesanos (vide últimos versos de IX, 2).

[6] El motivo ya está en la tradición bíblica (Salmo 126[125], 5 – 6) y en la romana.

[7] Sobre el descanso que hace el trabajo posterior más efectivo, Vide VI, 1, “El pastor y el filósofo o la enseñanza de la naturaleza” y VII, 6, “Esopo y un ateniense”.

[8] En la biografía de Samaniego hemos hecho detallada descripción de esta muy importante figura de la Ilustración española. Javier María de Munibe e Idiáquez, conde de Peñaflorida (1729 – 1785), promotor, fundador y Director Perpetuo de la modélica Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País—la “Vascongada”—, y, hasta su muerte, motor de gran parte de las empresas de la citada Sociedad.
El conde de Peñaflorida es una figura clave en el movimiento ilustrado español y Samaniego se convirtió en su mano derecha.

[9] Ni aquí ni en I, 2 el adjetivo “codiciosa” es negativo o despectivo. Describe el afán de las hormigas por reunir y almacenar la mayor cantidad de alimentos en un febril trabajo.
 

 

 

 
 

 

Las “Fábulas” de Samaniego.
La “Educación para la ciudadanía” del s. XVIII.
 

Antonino M. Pérez Rodríguez
C
atedrático del IES “Lope de Vega”, Madrid