Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

 

Capítulo

Cómo Onofre comenzó a pasar mala vida después

de idos los estudiantes y el ardid

con que se vengó de la frutera

 

Acabada esta desventura -que lo fue para mí; aunque no me quiero llamar desdichado pues tuve sufrimiento en la desdicha 1, que, según dijo el filósofo Bías 2, no matan a los hombres las adversidades, sino la impaciencia que tenemos en ellas-, con otras mil niñerías que nos succedieron, que por no ser prolijo no las cuento, se llegó la Resurectión y los buenos de los estudiantes nos descombraron la casa juntamente con la ama 3, que estaba por su cuenta.

No lo sentí yo poco, que, con mis trabajos, éramos grandes amigos. La amistad es prenda del alma, porque el amigo es otro yo 4. Quedéme solo. Ved que sintiría, pues dijo el refrán que una alma sola ni canta ni llora; que, aunque mi vida no era mala, de ninguna prosperidad es buena la posesión sin compañía 5. Mas, según los males me succedieron de allí adelante, poca necesidad tuve de ellos para contaIles mi bien.

Era mi sacristán, según la hilaza fue mostrando cuando quedamos solos 6, sayal de lo basto y, en lo que toca a tratarse, la misma miseria 7. En pedille una blanca se le arrancaba el alma; que antes, como era hacienda de modorros y rozábamos a costa de pobretes 8, gastábamos como fúcares 9. No de lo nuestro; porque del pan de mi compadre buen zatico a mi ahijado 10. Trabajo tienen los avarientos: si roban, acuñan 11; si deben, no pagan; si guardan, se desvelan; si tienen, desean; si gastan, lo lloran; si comen, les duele; si ganan, viven; si pierden, se ahorcan. Lacerados de sus corazones, que lacerada vida gozan. No hay gusto, no hay contento, no hay descanso, no hay sosiego, no hay gloria, no hay consuelo que no les sea aborrecimiento de sí mismos. Pues, ¿qué sería si les faltase el entretenimiento que tienen con su dinero? Allí sí que sería ponerles las cabras en corral 12. Paréceme que ahuyentados saldrían todos con sus penates a cuestas huyendo de las llamas de Troya a trueco de no perder sus dioses 13. Que para estos tales no debe haber otro, porque allí son sus oraciones y plegarias, allí viven y allí animan; el cuerpo preso en Sansueña y en París cautiva el alma 14. Allí está su Apolo, que como oráculo responde a sus desventuras. ¿Queréisla mayor que ver que pongan su bienaventuranza en cosa tan caduca y perecedera como los bienes de este suelo? Aun no me espanto que quien mucho tiene quiera tener más, que ésa es la primer herencia, y aun la primera miseria, de la hacienda, y, al fin, como dicen, de casta le viene al galgo ser carilargo. Pero que un triste sacristán que aun no tiene renta para cebarse como halcón, teniendo el vientre de elefante, quiera limitarse como pollo por conocer de qué color es el oro, añadiendo a su mala ventura otra ventura mala, comiendo a comer pan y cebolla y a cenar cebolla y pan, esto es lo que me atierra; perderé los estribos y aun la silla, que este frisón da grandes brincos y corcovos 15. Distinto humor debía tener aquel que dijo que contento con poco amó siempre la pobreza. Mas no me espanto que lo dijese, si sabía que ninguno es más señor de las cosas que el que no desea ninguna.

Llamóme mi amo y, por no enseñarme primero la horca que el lugar 16, me dijo:

-Onofre, solos estamos: buena vida pasaremos.

-Así quiera Dios -dije yo entre mí.

-No hay sino alzar las faldas 17 -prosiguió él-. Manos a labor 18. Mozo eres, hacerte a toda broza 19, a polvo y lodo, que quien no sabe más de un agujero presto le cogen 20. Quien no tiene más de un ojo a pique está de cegar 21. Aprender, que quien más sabe más vale. Madrugar y trasnochar y tener tu casa como el oro, que el hombre dormillón, como lo dicen ellos, pocas veces es buen filósofo. Tenerlo todo bien aderezado, que lo bien compuesto a todos parece bien y lo mal ni a Dios ni al diablo. Púlelo y aséalo, pues deseas ser virtuoso; que no es pequeño principio de virtud la curiosidad y limpieza 22.

-Como comiéremos -dije yo entre mí.

-¿Qué dices? -dijo.

-Que soy, señor, grande artífice de guisar una olla.

-Todo es bueno -replicó él-, mas eso es lo de menos. Quien bien almuerza espera hasta la cena 23. Una tostada por la mañana y cada sancto con su blanca. Cada uno a su menester, que a la noche a la cama se va la persona. Buena vida te has gozado. En el mundo, Onofre, de todo se pasa. Si por ventura no fuere talla que se siguiere, compensarás lo uno con lo otro, lo presente con lo pasado; que, en efecto, el bien y el mal tienen la misma correspondencia que padre y hijo, porque de uno se engendra otro.

Lo que tenía bueno, que luego me desengañaba. Primero me daba la mala nueva que el mal rato; que no era poco de agradecer.

-Pasaremos -dijo- como podamos 24, que cada día olla amarga el caldo. De lo demás cuidemos, que los dientes aparejados están para hacer su oficio y trabajar.

-Ansí tuviesen ellos en qué -dije yo- como eso es verdad. Mas, a lo que veo, antes les faltará a ellos tarea para su labor que a mí forma para mi vida.

-Tu ración -dijo él- es cada cuatro días un pan de tres libras y cada día dos maravedís 25. Si quisieres hacer olla, está en tu mano; si asado, nadie te lo estorba. La casa tienes por tuya: huélgate, que en tu vida te amanecerá más claro. Gózate en el mundo, que agora es tu tiempo: comerás bien, beberás mejor. No habrá duque como tú 26.

-Ni ducado más bien guardado que el tuyo -dije yo-, si a tu silo llega. Tal sea tu salud cual la verdad dices de mi holgura 27.

Con esta ración tan miserable se me angustió el alma, los espíritus vitales perdieron su vigor y fuerza, la sangre se me cuajó en el cuerpo, los niervos se me quedaron helados y yertos como si en un riguroso puerto me hubiera cogido la nieve sin poder llegar a poblado 28. Sólo la palabra no se me heló, porque tuve ánimo para decirle:

-Pues, Vm., señor, ¿no ha de comer en casa?

-De mí, Onofre, no hay que tener pena -me respondió-, que yo soy perrillo de muchas bodas. Hácese hombre rezonglón hoy con un amigo 29, mañana con otro. Aquél me convida, con éste me hago convidado. El uno me lo da de voluntad, el otro no me lo niega de respecto. Mudo tabancos y así paso la vida 30.

-Eso sí -dije yo-: aplicar lo mostrenco como frailes trinitaríos 31.

-Algo se ha de hacer -me replicó- para tener un cuarto. El hombre pobre todo es trazas. Quien todo se lo come ni tiene ni ahorra; que el bien, sin buscallo, pocas veces se entra por la puerta.

-Pues, señor -dije-, ¿donde Vm. comiere, no comeré yo? ¿No es mejor que nos ahorremos también mi gasto? -Sabe Dios con la intención que yo lo decía.

-Un hombre solo, Onofre -replicó-, comoquiera se apega. De dar poco, pocos dudan; pero mucho, a todos se les hace de malo. No hay cosa más aborrecida que el dar. A mí, cuando me lo den de mala gana, no me muestran mala cara. Como soy de buena condición, paso por todo. A ti podríansete atrever, como eres mochacho, y declararte sus pechos para que viniese a mi noticia. No conviene. Importa huir de los inconvinientes: si quieres buen fin, mira los fines, que quien presto se determina presto se arrepiente. Algo se ha de gastar; mas quien no escusa el gasto escuse el largo, que muchos pocos hacen un mucho.

-Ya lo entiendo, señor -dije yo-, que para mí no son menester muchas arengas.

No dio tantos documentos Catón a su hijo como este sacristán sabía, y todos en derecho de su dedo 32. Jamás partió mensajero de su lengua que no fuese camino de su bolsa. ¿Decís que tenía el pobrete mucho? Cuando alcanzaba veinte reales, había entrado por nuestra puerta la flota de Indias 33; y éstos no se hartara de contallos y recontallos de aquí al día del juicio. Bolsa más fatigada no la vieron los cambios 34. En el pecho la traía, y aun la sotana rozada de tantas veces como la molestaba para sacalla. No hay estado más mísero que el del miserable, porque ansí le atormentan los deseos de tener como las tempestades del invierno turban las sosegadas aguas. No consiste la riqueza en la cantidad del oro ni de la plata, porque la verdadera virtud es la mayor riqueza. Mas como su pensamiento es de tierra, no se les levanta de ella; porque no miran que no hay hombre que muera rico sino el que vive pobre. En estando en casa, al punto me decía:

-¿Qué te parece, Onofre; que ricos estamos?

-Agora, señor -decía yo-, muy gentil dinero hay. Bien podemos comer.

-Anda, bruto -me replicaba-. Todo lo quieres para comer.

-No se espante Vm. -decía yo-, que quien no come no vive. Si me muero, no pare ya mi madre 35.

La vida quiero, que la hacienda ella se viene. El oro para gastar se allega, que de las riquezas no tiene Vm. otra cosa sino el uso; y no gozando de éste, con la vida se acaban.

-No hay quien te entienda -decía él-. Tú tienes tu ración, tu pan, tu dinero. ¿Qué te falta? ¿De qué te quejas? ¿Trátase mejor al rey? ¿Come más ningún príncipe que pan y dinero?

-Así, así; póngale buen nombre Vm. -decía yo-. Llene la boca, que eso no cuesta blanca; así la llenara yo de pan.

-Maldiciente eres -me replicaba-. Boca más mordaz no la vi en mi vida.

-Pues cierto, señor -dije yo-, que no se ejercita mucho en morder; no sé yo cómo es tan mordaz ni quién se lo ha enseñado.

-Quiero callar -dijo él-, que en ninguna cosa se echa de ver mejor un sabio que en saber sufrir un necio.

 -Eso fuera, si yo lo fuera -dije entonces-. Mal me quieren mis comadres, porque les digo las verdades. ¿Qué quiere Vm.; que coma con dos maravedís y un cuarterón de pan de a tres libras? Que no tengo para untarme los dientes.

-¿No está -dijo él- en tu mano comprarlos de lo que tú quisieres? ¿Estórbotelo yo? ¿Póngote algún impedimento? Hágote dueño de mi hacienda y aún malagradecido.

-Si tratáis de berzas, mi padre tiene una albarda 36 -dije pasito-. No quiero decir eso -le respondí a él-, sino que es poco, en buen romance.

-¿Que es poco? -dijo él-. Procura compasar el estómago con la posibilidad. Si a poco te acostumbras, poco te bastará; y si a mucho, la hacienda de Creso no será bastante para llenarte el ojo 37.

-Ni aun el estómago -dije yo-, que es de mejor contento.

Hartos días pasé con esta miseria, que mi amo cumplía su palabra y comía fuera lo más del tiempo, cuando aquí, cuando allí, lo menos en casa. Al fin, con esto y algunos percances del sagrario 38, pasé mala ventura hasta que Dios y mi buena diligencia me la dieron mejor.

Aunque no me tenía poco afligido esta desventurada ración y el ver con la miseria que mi cuitado dueño me trataba, no me faltaban otros cuidados. Porque tenía tristes y diversas imaginaciones, y de éstas es fuerza que hayan de nacer diversas penas. Entre otros, no era el menor el considerar que la frutera me hubiese hecho el real moharril ya mí bobo con tan común papilla 39. Que aún, si fuera cosa de ingenio, pasara por ello y sobrellevara mi ignorancia como bastaran mis fuerzas, pero ansí la paciencia se me acababa y el corazón se me afligía, porque muchas veces da mayor sentimiento el modo como acontecieron las cosas que el succeso de ellas 40.

También me augmentaba la pena ver que se me hubiese encenagado el entendimiento de tal manera, que, de mil quimeras que forjé para vengarme con detrimento suyo y ejemplo de los otros, ninguna se me cuajaba ni tenía efecto. Porque, con su sagacidad y providencia -sin entenderlas-, en el aire, como cohete, deshacía las trazas en que yo tenía puesta mi felicidad. No hay mejor cirujano que el bien acuchillado 41. Ella lo estaba, y ansí penetraba las cosas de suerte que, del primer bote y voleo, daba en pantana con todas mis máquinas 42, y, aunque las tenía yo por muy buenas, me quedaba a escuras y ella tan libre y salva -aunque le puse hartos- como si ningún lazo le hubiera puesto. El agraviado no deja cosa por tentar. Verdad sea que no pude salir con ninguna imaginada, mas cuando faltan las fuerzas no se ha de vituperar la voluntad. Cuanto más que me vengué, aunque la venganza me vino de repente como copla redondilla 43. Mas eso no es de menospreciar, porque todas las cosas repentinas son más estimadas 44.

Al fin a quien por muchas partes le pican por alguna salta, que no hay ingenio tan capaz que, en diversidad de materias, no se confunda. Yo hice lo que pude, y ansí me puedo alabar que no se me quedó por corta ni mal echada 45, pues, en cuanto me era posible, acudía a su tienda no con celo de mejorarla, porque el bien hecho al malo siempre se convierte en mal. Antes no me movía otra cosa sino el esperar que se me ofreciese coyuntura en que me viniese al pagadero. Quien hambre tiene en pan sueña. El mismo agravio es estímulo de venganza. Yo estaba asado, y ansí, como he dicho, cursaba su posada por ver si me caería en las uñas, aunque, según lo poco que teníamos que comprar, no era el curso tanto como yo quisiera 46. Mas cualquiera ganancia, aunque fuera a costa de mis amigos, ora poca, ora mucha, sirviendo yo de arcaduz aportaba a sus manos, y a las mías lo que de las suyas podía adquirir por la vía de gafaut 47 -que nunca en esto me descuidé- estafándole, lo más a mi salvo que podía, hoy uno y mañana otro. Porque, aunque el hurto de suyo es malo, no se puede tener por tal el que se hace con ánimo de restaurar lo proprio, pues sabemos que a cada uno le es lícito el pagarse de sus manos. y más, que es bienaventurado el que posee. Como dicen, a quien le duele la muela, que se le saquen. Más vale que mi enemigo desee de mí lo que yo tengo de desear de él que no desearlo yo y ser terrero de su risa 48. 

 

Mas, pasando a mi venganza, dejo esto; que ya por mi pura diligencia, sin habérmelos restituido, no me debía los menudos del real 49, pues, como he dicho, le había redimido del cautiverio en que le puso mi ignorancia haciéndole menos cuanto le agarraba. Tenía yo en la mejilla izquierda una señal de una quemadura, que, siendo pequeñito, me dejó un día mi buena madre Teresa -que Dios haya- junto al fuego, y había caído y quemádome en él la mitad del rostro. No estaba tan feo ni se me echaba tanto de ver, que por ello no pudiera presumir de gentilhombre, como después lo fui, mas al fin era señal y aquello le bastó. Aun bien que tuve ventura que no fuese natural, porque, a serIo, algún curioso me dijera que no era sin misterio el haberme señalado la naturaleza 50.

Aunque muchas veces estuve en conversación con la frutera, nunca me acuerdo fuese tan de prosopopeya como agora. No sé la tentación que le vino. Estaba de espacio y sin duda necesitada de entretenimiento y quiso pagarme el real en tomarle conmigo, mas no se lo consentí. Eso no. ¿Puta y pechera 51 ? El dimonio que lo sufra. ¿Sobre cuernos penitencia 52? Llevóseme el real y quería escorrozo de tripas con mi conversación 53. Ni por lumbre 54; que valgo poco para tamboril o juglar, pues me precio de derramasolaces 55, como lo verá por la obra.

Llegué una tarde al anochecer a su tienda a comprar, como solía, dos maravedís de cañamones tostados, por ver si le podía hacer algo invisible 56. En achaque de trama, ¿está acá nuestra ama ? 57 Cualquiera cosa, aunque fuera mucho, lo disimulara mi necesidad; y si poco, me fuera de alivio para mi hambre. Que, por la misericordia de Dios, eso tuve bueno mientras con el sacristán estuve: que nunca diré que se me quitó la gana de comer, si no fuese que de puro desfallido no sintiese lo que me faltaba. Porque muchas veces la excesiva necesidad desmaya, de suerte que quien la tiene ni se acuerda de sí ni de ella.

Tomé mis cañamones, paguéle y detúveme allí, comiendo con más espacio que pedía mi necesitado estómago, por ver si se descuidaría. Mas fue trabajo perdido, porque era astutísima; y así, para poder hacerle algo trampantojos 58, era necesario cogerla con priesa, porque a río vuelto ganancia de pescador. Comenzó de preguntarme algunas cosas que no eran para mí de mucho gusto, pues quisiera más que me dejara respirar con algún socorro de su tienda. Porque lo que más se estima es lo que en la necesidad aprovecha. Mas, con todo eso, le respondí sumariamente a trueco de que no me tuviese por descortés.

No hay cosa que más desacredite los buenos que, conociendo la cortesía, dejar de usar de ella, porque el no tenella procede de soberbia, y es cierto que ésta es capital enemigo de la bondad. Bien sé que me oye un grave que me dice que no todos se han de tratar igualmente. Confiésotelo; mas no me negarás que no hay estado tan humilde que no tenga igual cortesía con que tratalle. ¿Dícesme que sí? Pues, ¿por qué tú, más cargado de gravedad que nube de granizo, más hueco que atambor destemplado, más pomposo que veloz navío, más hinchado que sus aladas velas, fabricando un trono de majestad en tu imaginación, quieres con tu descortesía no sólo hacerte temer, sino aun adorar por Dios, tratando al pobre con soberbia y al rico con menosprecio sólo para significamos que tú eres el que todo lo puedes y todo lo vales ? y no miras que, quiriéndonos desvanecer, eres tú el desvanecido 59 y el que, con la hinchazón que en ti de tu mal término se engendra, desacreditas la grandeza de tu cualidad, si alguna tienes. Ya yo te digo: si te enojares, llévalo en dos veces 60. Que, pues Dios me dio lengua, sin duda fue para que me aprovechase de ella y te aprovechase a ti. Mas creo que será predicar en desierto, porque tú has de pasar con tu necedad adelante, aunque se venda el burro y aun la albarda.

Vuelvo a mi frutera. Preguntábame de dónde era, quiénes eran mis padres, con quién estaba, dónde vivía y otras muchas cosas a que le satisfice bien contra mi voluntad por parecerme que no ha de vender las palabras el que de ellas espera sacar fruto. Pasó más adelante y díjome:

-Mancebito, ¿esa señal que tiene en el rostro, de qué le procedió? Que me parece debió ser alguna gran herida.

-¿Herida, señora? -le respondí por vía de burla-. ¡Y cómo si fue! Fue una desgracia suma, un milagro muy notable, un lastimoso succeso y una venturosa suerte.

-¡Jesús! -dijo ella con mucha admiración-. Por su vida, hermano, que me lo cuente. Que me holgaré de saberlo.

Como la vi deseosa, ofrecióseme 61 un fingido engaño y, sin más consejo, lo puse en ejecución. Que a las veces aprovecha más la brevedad en el hecho que la ponderación en el peligro. Pero sobre todo acierta el que, como yo, se mueve con razón y no con enojo. Díjele:

-Pues Vm. lo desea saber, estéme atenta y sabrá un succeso el más horrible, el más lastimoso y espantable que habrá oído jamás.

La compasión la obligó a escucharme, porque son tan compasivos los corazones humanos, que hasta de los castigos justos la tienen. Diome pie y, sin ser poeta, hice la glosa diciéndole:

-Sabrá Vm., señora, que, siendo yo algo más niño -porque mis padres, como he dicho, eran labradores y trataban cuándo en su labranza, cuándo en unos ganadillos-, solían inviarme al campo a que tuviese cuenta con ellos. Y, aunque por mi niñez no la podía dar tal como convenía, por escusar costa 62 -que no estábamos muy aventajados- suplía la falta que hacía un mozo, y al fin acommodábamos la carga conforme a las costillas. La labranza, señora, cualquiera, aunque sea el más noble, se puede preciar de ella, porque los labradores tienen, entre otros muchos, dos particulares bienes: el uno, que no conocen certidumbre en la ganancia, el otro, que esperan aquella que sacaren de su trabajo; y no hay vida más bienaventurada que la que de sí propria se sustenta. Succedió que un día, en un ribazo de una heredad, me quedé dormido andando en mi entretenimiento. Por tallo tenía yo, porque las cosas de que se saca interés y fruto, aunque sean trabajosas, son ya los hombres de tal condición que las tienen por pasatiempo y regalo. Por la tarde, donde yo dormía, vino un hombre que andaba con su escopeta a caza y, habiéndosele ofrecido ocasión en que emplear su instrumento, sin verme a mí, que, como he dicho, estaba dormido, más cerca que yo quisiera tiró a la caza, matóla, y aunque en ella hizo presa, no estaba yo tan lejos ni tan avieso de la puntería que no fui el blanco de ella 63. Diome con los perdigones en este lado y, aunque no me dejó hueso ni muela en él, no doy pocas gracias a Dios de haber quedado con la vida. Ésta, en suma, fue mi desgracia.

Admiróse del caso y díjome:

-¿Luego en este lado no tiene huesos? -Por sus pasos contados se vino al degolladero 64.

-No, señora -le respondí-. Ni huesos, ni muelas, porque todas me las derribó el arcabuzazo.

-Enseñe a ver -me dijo-, por su vida.

-Meta Vm. el dedo y verá como está todo caído.

Ella, que no estaba en mi malicia, como corderillo inocente me dio crédito. Yo, que por la misericordia de Dios estaba sano, como cogí el dedo en mi boca, apreté de suerte que se lo hice astillas.

-Éste -dije- fue uno de los malhechores que me cogió el real. Sufra y llore, que donde cometió el delicto pagó la pena.

El prudente apenas ha de creer a sí mesmo, cuanto más a los otros. Mas, como por entonces no lo fue, dile un arcabuzazo harto peor que el que yo dije había llevado. Daba ferocísimas voces, pero, con todo eso, no solté hasta que fenecí mi hecho 65. El succeso es maestro de los necios, porque de él aprenden los que, a no serIo, tuvieran sabido. Yo estoy cierto que no le cogerán en otra, y aun que le pesó de ésta. Temí que me asiera; mas no pudo, porque el dolor proprio no le dejaba atender al daño ajeno. Dejéle el dedo hecho añicos y a ella dando gritos que los ponía en el cielo, y piqué a casa con la solicitud que el caso requería, donde, con mucha quietud y regocijo, conté a mi amo el retorno que la frutera había llevado; que no se holgó poco. El mal o bien que hicieres, ése espera; que ya por los agravios no vuelven rosquillas. 

 

Pagómelo. No como lo merecía; mas, al fin, ella era tal, que puedo decir que aun con menos me contentara, porque, del mal pagador, en pajas 66. y más que también hemos de perdonar algo a nuestros deudores, que no se ha de llevar todo por el 'bien lo vale'.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas al CAPÍTULO 5

 

1. sufrimiento: 'paciencia'.

2. Uno de los siete sabios de Grecia (siglo VI a. C.), famoso por sus apotegmas.

3. descombrar o escombrar: «desembarazar, desocupar, quitar de delante» (Covarrubias). En opinión de Manuel Fernández-Galiano, esta fecha tan temprana de vacaciones es un indicio más de la decadencia en que se hallaba en la época la universidad seguntina (art. cit., p. 206). Recuérdese, por otra parte, la ironía con que, entre otros lugares, en el Quijote se califica al cura de «hombre docto, graduado en Sigüenza» (ed. cit., I, p. 73).

4. H. G. Carrasco señala la procedencia ciceroniana, aunque con precedente aristotélico, de esta expresión extraordinariamente difundida: «Est enim is qui est tamquam alter idem» (De amicitia, 80). El inmediato Una alma sola ni canta ni llora es refrán que aparece también en La Celestina (p. 206).

5. Adagio senequista (Epístola VI) que aparece por dos veces en La Celestina, pp. 126 y 212.

6. A partir de la expresión proverbial descubrir la hilaza: 'revelar la verdadera naturaleza de una persona'. Compárese: «Que ni la loba larga ni el sombrero de falda ni la mula con tocas y engualdrapadas será poderosa para que a cuatro lances no descubran la hilaza» (Guzmán, II, pp. 67-68). 

7. Lazarillo: «era el ciego ...la mesma avaricia» (ed. cit., p. 47).

8. Modorro tiene, entre otras, la acepción de «tonto, ignorante» (Alonso Hernández). Correas explica la expresión hacienda de modorros diciendo que es «la que usan como baldía». rozar: en germarnía, 'comer'.

9. 'famosos banqueros de Carlos V cuya fortuna era proverbial'.

10. Covarrubias comenta a propósito de este refrán: «cuando de la hacienda ajena hacemos gracia y damos liberalmente»; zatico: 'pedazo, trozo'.

11. acuñar: «también sinifica allegar codiciosamente dinero y apretarlo uno con otro, tanto como si lo acuñasen» (Covarrubias).

12. Expresión proverbial con el significado de 'asustar, infundir temor a alguien'.

13. con sus penates a cuestas: referencia a la huida de Eneas de Troya para enfatizar la importancia subjetiva de lo que alguien se lleva. Compárese con Estebanillo, I, p. 101.

14. Alusión al romance de don Gaiferos. Compárese. «si mi madre, cual otra Melisendra, durmió con su consorte, 'El cuerpo preso en Sansueña y en París cativa el alma'» (Guzmán, I, p. 153).

15. peider los estribo.5: 'desbarrar, hablar fuera de razón';frisón: 'caballo de gran alzada procedente de Frisia'.

16. Así explica Covarrubias el dicho: «Mostrar primero la horca que el lugar: es muy ordinario de las villas pequeñas tener para señal de que lo son la horca en un cerro alto que se descubre de lejos, y muchas veces antes que el lugar. Tráese a propósito cuando acudimos adonde pensamos hallar buena acogida, y antes de alcanzarla nos muestran el mal pecho poniendo inconvenientes y estorbos».

17. Covarrubias aclara una expresión equivalente: «Poner faldas en cinta: determinarse a hacer alguna cosa con mucha diligencia, tomada la semejanza de los que habían de caminar recogiendo las faldas en la cinta, como agora hacen los religiosos que caminan a pie».

18. 'manos a la obra'. Era locución muy frecuente.

19. hecho a toda broza: se dice de] hombre «acostumbrado a cualquier trabajo y que no repara en horas y tiempo para trabajar y echar mano de todo» (Autoridades).

20. Referencia al refrán El mur que no sabe más de un horado, presto le toma el gato (Correas).

21. Refrán al que se alude en La Celestina (p. 206) inmediatamente después de] recogido en la nota precedente: «No ay cosa más perdida, hija, que el mur que no sabe sino un horado. Si aquél le tapan no avrá donde se esconda del gato. Quien no tiene sino un ojo, mira a quánto peligro anda».

22. curiosidad. 'cuidado, pulcritud'.

23. Recuérdense las palabras del escudero en el Lazarill(o: «Pues, aunque de mañana, yo había almorzaclo, y cuando ansí como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy ansí. Por eso pásate como pudieres, que después cenaremos» (ed. cit., p. 76).

24. También aquí coincide con el escudero. «Pasemos como podamos, y mañana, venido el día, Dios hará merced» (Lazarillo, pp. 79-80).

25. Lazarillo: «solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa. Déstas tenía yo de ración una para cada cuatro días» (ed. cit., p. 48).

26. El cIérigo de Maqueda comentaba, en términos similares, al ver comer a Lázaro: «Toma. come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa» (Lazarillo, p. 50). Sobre el probable carácter proverbial de este tipo de expresiones, véase la nota de F. Rico.

27. Tarnbién Lázaro replicaba: «'Tal te la dé Dios', decía yo paso entre mí» (ed. cit., p. 51 ).

28. niervo: es forma recogida, junto a nervio, por Covarrubias.

29. rezonglón: 'rezongón, que rezonga o refunfuña'.

30. tabanco: 'puesto callejero de comestibles..

31. mostrenco: «se aplica a la alhaja o bienes que no tienen dueño conocido, y por eso pertenecen al príncipe o comunidad que tiene privilegio dél» (Autoridades). En algunas ciudades este privilegio correspondía a las comunidades de trinitarios y mercedarios. Hay que entender, pues, que Onofre atribuye al sacristán un irónico privilegio sobre los bienes de sus conocidos.

32. Alude Onofre a los Disticha de moribu., ad filium, tradicionalmente atribuidos a Dionisio Catón; documentos: 'enseñanzas, consejos'; en derecho de su dedo: "en beneficio propio'.

33. El escudero del Lazarillo, en cambio, cuando logró hacerse con un real, «vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia» (ed. cit., p. 95).

34. fatigada: aquí, 'importunada'; cambios: 'cambistas'. «Cambio, en significación más ceñida, vale la persona pública, que con autoridad del príncipe o de la república, pone el dinero de un lugar a otro con sus intereses» (Covarrubias).

35. Expresión propia de quien «mira por su salud y vida» (Correas), a partir de la acepción figurada de parir como 'sentir los sufrimientos de los hijos'.

36. Como indica Carrasco, el Diccionario de Autoridades registra una expresión semejante: «Si preguntáis por berzas, mi padre tiene un garbanzal. Expresión a modo de refrán, con que se nota y zahiere al que habla o responde fuera de propósito».

37. Creso: 'antiguo rey lidio de proverbial riqueza'; llenar el ojo: 'alegrar, satisfacer'.

38. percances: 'pequeños beneficios ocasionales, a veces resultado de hurtos, que obtenían los criados'. Nótese la impiedad de Onofre que anuncia lo que ocurrirá en el capítulo 13.

39. moharril: no he encontrado esta forma: véase Carrasco; papilla: 'engaño'.

40. succeso: 'resultado'.

41. Refrán que alaba el valor de la experiencia.

42. dar en pantana. «quedar vencido y burlado, como patas arriba» (Correas); máquina,: 'enredos, trazas'.

43. de repente. "de forma improvisada'.

44. repentina.,: 'improvisadas'.

45. no quedar por corta ni mal echada. «metáfora de la barra o bola y otros ejercicios de tirar ...cuando se hace y dice el deber» (Correas).

46. cursaba. 'acudía asiduamente. frecuentaba'; y curso: 'frecuentación'.

47. Quizá tiene que ver con gafar, 'robar' en germanía.

48. ser terrero de algo: «ser víctima o sujeto de algo; ser cúmulo de algo; ser saco de desgracias y desventuras» (Alonso Hernández). Tiene su origen en el hecho de ser el saco terrero el que se usa como protección de golpes y disparos enemigos y, por tanto, el que los recibe todos.

49. menudos: 'calderilla, las monedas de cobre de menor valor'.

50. En virtud de la creencia tradicional de que las marcas naturales señalaban alguna peculiaridad de carácter o inclinación. Así el refranero: Hombre señalado, o del todo bueno o del todo malo.

51. Alusión a la frase proverbial No puedo ser puta y pechera, ni quiero aunque pudiera, que «se usa a propósito de hacer oficio por otro a propia costa» (Correas).

52. Referencia a un cuentecillo tradicional adaptado, entre otros, por Timoneda. Véase: Maxime Chevalier, Cuentecillo., tradicionales en la España del Siglo de Oro, Madrid. Gredos. 1975, p. 220 y ss.

53. escorrozo: «regodeo, deleite o complacencia en lo que se goza» (DRAE).

54. No ir a su casa ni aun por lumbre: «no querer pedirle nada, porque un vecino va en casa de otro cuando le falta lumbre y con una muy pequeña ascua se satisface, y eso no se negaba a nadie» (Covarrubias).

55. 'aguafiestas'

56. Es decir, 'si podía robar'.

57. Proverbio que se refiere a los pretextos para disimular la verdadera intención con que se hace algo.

58. «La trampa y engaño que alguno nos hace en nuestra presencia y delante de nuestros ojos» (Covarrubias).

59. desvanecer: quizá aquí, 'impresionar, hacer menos'; desvanecido: 'fatuo, necio'.

60. 'tómatelo con calma', irónicamente.

61. ofrecióseme: 'se me ocurrió'.

62. costa: 'mantenimiento, gasto'.

63. avieso: 'desviado, apartado'.

64. Por sus pasos contados: 'por su orden y curso regular' .

65. fenecí: 'acabé'.

66. El Diccionario de Autoridades interpreta la enseñanza de este refrán como advertencia de que «se ha de tomar aquello que se pueda, por no perderlo todo».

 

 

 

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Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

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