Monasterio de Suso en San Millán de la Cogolla, La Rioja.

 

 

 

 

A)  los orígenes latinos

Decía Quintiliano (Institutiones, I, 4, 19) que el latín no sentía necesidad de artículo: "noster sermo artículos non desiderat". Esta declaración del retórico, exacta en cuanto se refiere a la lengua literaria de su tiempo, ¿desdeñaba o ignoraba tendencias que apuntasen ya en el coloquio llano? En el último cuarto del siglo xix y primeros decenios del actual, Rónsch, Wólfflin-Meader, Lindsay y Salonius1 rastrearon presuntos indicios de artículo en textos latinos y creyeron encontrarlos en Plauto, Nepote, Horacio, Petronio o Apuleyo; con pleno desarrollo, en las versiones de la Biblia o en la Peregrinatio ad loca sancta. Entre los romanistas, Bourciez daba el siglo 11 como época en que empezó la "debilitación" de los demostrativos ille e ipse; Grandgent situaba en el siglo iv la difusión del artículo, y von Wartburg, durante el bajo Imperio2. Pero en 1919 Wolterstorff, aunque todavía inclinado a ver precedentes de artículo en pasajes de Apuleyo o de otros autores donde es firme el valor deíctico de ille, reconocía que su conversión en verdadero artículo no se consumó en la época latina propiamente dicha3. En 1932 Trager afirmaba que en el siglo vil la evolución seguía inconclusa4. En 1929 y 1945 F. H. Muller sostuvo que, si bien hay desde el siglo vi vestigios de las nuevas funciones que el demostrativo podía desempeñar, el progreso de su transformación no se manifiesta hasta la segunda mitad del siglo VIII5. Finalmente Löfstedt, en 1942, sitúa la constitución del artículo en la época en que cada lengua romance seguía ya su rumbo particular, no en el latín vulgar común a toda la Romanía6.

Esta reacción obedece en primer lugar a un análisis más escrupuloso de los pretendidos ejemplos latinos de artículo: se ha advertido que en muchos de ellos ille o ipse conservan plenamente su función demostrativa. Lindsay creyó encontrar en Plauto un antecedente del italiano il mió mendico: "Vosne ego patiar cum mendicis nuptas, me vivo, viris? -Placet ille meus mihi mendicus; suos rex reginae placel"; pero lo que la joven de Plauto quiere decir aquí es 'a mí me gusta ese mendigo mío', con clara referencia demostrativa a los mendici viri recién mencionados despectivamente por su padre7. Muy traído y llevado en controversias sobre el artículo y sus funciones ha sido otro ejemplo indudable de ille demostrativo, esta vez de Petronio: sirven a la mesa un jabalí con su piel y rodeado por una jauría; al trincharlo salen volando del vientre del animal multitud de tordos, y Trimalción exclama: "Etiam videte quam porcus ille silvaticus lotam comederit glandem!" ¡Mirad también qué exquisita bellota había comido aquel jabalí!"; la presencia del jabalí obliga a reconocer en este caso el valor deíctico de ille6. Lo mismo que en el citado lugar de Plauto ocurre en uno de la ítala, "exiit ergo Petras et ille alius discipulus", donde ille apunta hacia una mención anterior: "venit ad Simonem Petrum et ad alium discipulum quem amabat Iesus"9. En la Peregrinado, donde el empleo adnominal de ipse e ille es abundantísimo, casi siempre se da en la anáfora, cuando el demostrativo acompaña a un sustantivo mencionado o dado a entender antes ("nam et ecclesia ibi est cum presbítero. Ibi ergo mansimus in ea nocte, et inde maturius die dominica cum ipso presbítero.. . coepimus ascenderé montes", m, 1); o en la catáfora, cuando anuncia lo que se dirá más tarde, sobre todo con el antecedente de un relativo ("per ualle illa, quam dixi", I, I; "peruenimus in summitatem illam montis Dei sancti Syna, ubi data est lex", III, 2).

El reconocimiento del carácter demostrativo en estos y otros ejemplos que se habían tomado como de artículo ha sido consecuencia de la creciente importancia concedida por la lingüística al elemento deíctico, tanto en la situación o conjunto de circunstancias que encuadran y condicionan el enunciado cuanto en las referencias dentro del discurso, campo de la anáfora y la catáfora: demostrativos, relativos y conjunciones son las piezas imprescindibles en este juego de flechas destinadas a orientar en el contexto10. En el artículo romance el uso anafórico no es exclusivo, pero sí fundamental: "Pedro venía con un amigo; el amigo se detuvo mientras Pedro se adelantaba". Indudablemente no hay solución de continuidad entre este empleo y la anáfora latina, en la cual intervenían ille e ipse al igual que los demás demostrativos dentro de los límites que imponía el tipo de señalamiento peculiar a cada uno. Ahora bien, después veremos textos castellanos del siglo xiii con profusión de anáforas que se valen de plenos demostrativos, cosa perfectamente posible hoy en determinadas circunstancias del discurso. Lo difícil, pues, es precisar cuándo deben interpretarse como demostrativos los ille o ipse adnominales que aparecen en anáforas y cuándo han de interpretarse como artículos; la mayoría de los ejemplos latinos que se han alegado como de artículo admite las dos posibilidades. No cabe decir que la frecuencia de ille e ipse denuncie por sí misma una debilitación de su valor deíctico, pues la multiplicación de instrumentos señaladores obedeció a la intensificación expresiva que tantas otras manifestaciones dejó en el latín vulgar.

El estudio de Trager sobre el uso de los demostrativos latinos hasta fines del siglo vi no deja lugar a dudas: desde los últimos años del iv la literatura registra un gran aumento en el número total de demostrativos, que casi llega a duplicarse. A cifras relativas de 482 en Petronio, 491 en Tertuliano o 412 en Ammiano Marcelino corresponden 860 en las Confesiones, 945 en la Ciudad de Dios y 961 en epístolas de San Agustín, 652 en epístolas de San Jerónimo, 759 en la Peregrinatio, etc. (Trager, pp. 187-188). Aparte quedan las versiones de la Biblia, cuyos elevadísimos índices (1008 y 1032 en pasajes de la ítala, 1159 y 1047 en la Vulgata) se deben a una traducción literal tan ceñida que representan con demostrativos latinos el artículo del texto griego (ibid., p. 139).

Este acrecimiento general en la literatura latina tardía no fue exclusivo de ille e ipse, los dos demostrativos de que procede el artículo romance: is e hic seguían siendo los demostrativos más comunes, incluso en los escritores del siglo vi. Pero tan significativo como el total aumento de frecuencia es el cambio en la proporción entre usos adnominales y usos pronominales. Aunque el número de los demostrativos pronominales es casi siempre más alto, la relación entre las cifras de ambos empleos para cada demostrativo experimenta notables alteraciones con el correr del tiempo: is decae ostensiblemente  como adnominal (hay textos que no ofrecen un solo ejemplo), mientras los demás aumentan sus apariciones en esta función: iste, ille y sobre todo ipse son los más beneficiados, aunque también hic sustituye al is adjetivo (Trager, pp. 187-188). En la Peregrinatio, único texto con más demostrativos adnominales que pronominales, la superioridad de los primeros se da tanto en iste como en ille e ipse, si bien estos dos últimos son los más numerosos. Hay que desechar la idea de que ille o ipse hubiesen sufrido ya decisivo menoscabo de su fuerza deíctica. Cuando la autora describe lugares y episodios vistos o vividos en experiencias concretas, la vena de demostrativos adnominales se hace irrestañable; así ocurre, por ejemplo, al describir el Sinaí, lleno de reminiscencias bíblicas puntualmente localizadas, al hablar de los caminos seguidos en la fatigosa ascensión al sagrado monte, o al referirse a los anacoretas que le sirvieron de guía. Entonces se apiñan los ejemplos de is, hic, ille e ipse. En cambio el empleo de los demostrativos amengua notablemente cuando se describen ritos y prácticas piadosas como fijado proceder de personajes genéricos, no como cosa vista en determinada ocasión y realizada por determinados individuos (ibid., pp. 20-49). Los verbos de estos pasajes no están en los pretéritos con que la narradora cuenta sus recuerdos de lo vivido, sino en presente habitual, como corresponde a actuaciones siempre repetidas de obispos, presbíteros, diáconos o fieles como tales, sin interés en sus personas.

El hecho expresivo que se advierte en la Peregrinatio se observa también en San Agustín y antes en Tertuliano11. Tanto en la vehemencia de las apologías como en la predicación a las masas, la literatura cristiana daba acogida a los demostrativos prodigados como ademanes verbales en el coloquio popular. No es que haya absoluta correspondencia entre la religión de los escritores y su aceptación o repulsa de tal pleonasmo afectivo, que en último término dependían del gusto lingüístico de cada cual. San Jerónimo emplea menos demostrativos que San Agustín, sobre todo en función adnominal, de acuerdo con la mayor exigencia que otras veces muestra en materia de lenguaje12. Pero si ello prueba el carácter vulgar del uso que San Jerónimo rehuía, la atención a elegancias formales era excepcional en los escritores cristianos, que por lo general la juzgaban contraria a las necesidades y al espíritu de su doctrina. Sabido es que el mismo San Jerónimo soñó merecer castigo celestial por haberse preocupado excesivamente de primores estilísticos. San Agustín y otros propugnaban el abandono de prejuicios doctos para que la exposición fuese más asequible a las gentes y más eficaz13: no podían desaprovechar la multiplicación de demostrativos, sencillo recurso para acentuar la vivacidad expresiva de la frase, para dramatizarla.

Al tiempo que aumentaba en frecuencia, el demostrativo se capacitaba para nuevas funciones. No surgieron éstas de manera repentina, sino por desarrollo progresivo. Hubo de aflojarse poco a poco el vínculo de ille con la idea de lejanía, o el de ipse con la de identidad, para que uno u otro sirvieran a una distinción que el latín no había establecido antes. Mediante la ausencia o presencia de ille o de ipse junto al nombre se iba a indicar si éste se tomaba en sentido categórico, como expresión de una noción virtual, o si, actualizado, se refería a seres o entidades existentes, a procesos o fenómenos que tienen lugar en la realidad. Este cambio funcional es el más importante en la serie de transformaciones que renovaron por completo el sistema deíctico en el paso del latín al romance14, y ocurrió principalmente en la anáfora. Wolterstorff y Löfstedt trataron de puntualizar los casos concretos en que más fácilmente pudo producirse; pero guiados por la idea de que el artículo nació por debilitación del demostrativo, buscaron las construcciones donde éste parecía menos necesario, bien porque el carácter del nombre fuese bastante para individualizarlo, bien porque hubiera otros determinativos. Así adujeron agrupaciones como ille alter, ille alius, que de significar 'aquel otro' pasaron a valer 'el otro'; ille con comparativos y superlativos, determinados por su misma superioridad o "inferioridad respecto al término de la relación gradual ("earum hic adulescens alteram efflictim perit. .'.; illam minorem in concubinatum sibi volt emere miles quídam", Plauto, Poenulus, 98, 102); con otros calificativos en distribuciones y contrastes ("mela bene matura in arbore, quae dulcía sunt, bona sunt; nam illa acida non sunt congrua", Antimo); usos en que ille, para evitar una repetición, representaba al sustantivo que se había mencionado antes ("nam et 'odor' urbanitatis et 'mollitudo' humanitatis.. . et 'dulcitudo' orationis sunt ducta a ceteris sensibus; illa vero oculorum multo acriora", Cicerón, De oratore, III, 40, 161); cuando, sin mención anterior expresa, ille daba a entender que la persona o cosa a cuyo nombre acompañaba era conocida de todos ("ille Iupiter", "ille rex Philippus", Plauto), etc. Fuera de la anáfora, Wolterstorff y Löfstedt se fijaron en traducciones donde el demostrativo calca el artículo griego; en su empleo para poder declinar nombres invariables ("huic Jacob"); en sustantivaciones de infinitivos ("hoc non doleré", "illum aemulari", Cicerón; "nostrum istud vivere triste", Persio); y en aposiciones del tipo "Valerius ille Publicola" o "Macario illo maiore".

Es muy poco probable que, fuera de la anáfora normal, por ninguna de estas vías concretas se llegara a originar el artículo romance. Nótese que en casi todas las construcciones románicas continuadoras de las latinas recién enumeradas el descendiente de ille no tiene función de artículo adnominal, sino pronominal sustantiva: "de las dos hijas, la menor", "las frutas dulces y las ácidos", "las sensaciones de otros sentidos y las de los ojos", "Castilla la Nueva". En alguna de ellas el francés y el italiano emplean demostrativos inconfundibles (celles des yeux, quelle degli occhi). Respecto a los infinitivos sustantivados, no hay por qué pensar en "debilitación" de los demostrativos acompañantes cuando nosotros diríamos igual que Persio "este triste vivir nuestro" y cuando la literatura española de todas las épocas abunda en ejemplos análogos. Por último, el uso de artículo con nombres propios tiene grandes limitaciones, y aunque no faltan casos en que sé usa para dar idea de que se trata de alguien o algo consabido o célebre, alterna entonces con los demostrativos ("ese Roldan paladín" del Romancero).

No, la suerte de los demostrativos latinos no consistió en una desvaloración, ni fue resultado fortuito suyo la formación del artículo. En el lenguaje no hay evoluciones ciegas ni hallazgos debidos al azar. La proliferación vulgar de instrumentos señaladores, originada por afán expresivo, servía para presentar seres y objetos en relación con las circunstancias y el punto de vista personales. Mediante su empleo o ausencia el nombre quedaba ligado "a una nueva entidad subyacente, «el hablante», la persona humana que se afirma bajo la ola movediza del lenguaje, dando así a la lengua un acento personal nuevo que contrastará grandemente con el carácter impersonal del latín" (Muller, L'époque, p. 286). El hablante, al referirse a las realidades presentes en su espíritu, las puso de relieve empleando primero unos u otros demostrativos; después especializó para esta función de "acento sintáctico"15 los dos que más fácilmente podían dejar sus funciones antiguas: ille, no conectado con la primera ni segunda persona, se eximió de la notación de lejanía para hacerse puro signo de referencia anafórica; ipse, que dejando la nota de contraposición, se acercaba a idem hasta confundirse con él16, pasó, de expresar la identidad de una persona o cosa en dos menciones distintas, a indicar simplemente que tal persona o cosa había sido mencionada ya. Un nuevo paso, paso decisivo, consistió en la extensión de ille o ipse fuera de la anáfora para "evocar cosas que el discurso no designa, sino implica", no mencionadas antes, sino implícitas en lo dicho o relacionadas con ello. Este nuevo valor "se desarrolló con el empleo de las implicaciones más comunes, es decir, existentes no sólo en relación con un sujeto especialmente informado, sino en relación con todo sujeto pensante"17. Así la compañía o ausencia de ille o ipse junto al sustantivo fue marcando progresivamente la distinción entre realidades actuales y conceptos virtuales; sólo desde entonces existió propiamente artículo. En griego la formación del artículo, poco avanzada en los poemas homéricos, fue concomitante del espléndido despertar en que el individuo tomó postura ante el mundo para tratar de explicárselo18. En latín, bien por responder a un desarrollo espiritual más lento (Wackernagel, p. 129), bien por su "obstinado conservadurismo y por la monumental firmeza de su estructura" (Löfstedt, Syntactica, I, p. 382), no se creó la nueva categoría sino cuando estaba ya abierto el proceso de que iban a surgir las lenguas romances. El nacimiento del artículo en ese tránsito respondió a la propagación de la espiritualidad cristiana, vinculada a la relación personal del individuo con Dios y con el mundo.

 Es muy probable que en la lengua hablada el desarrollo del artículo hubiera ocurrido antes de la época en que lo sitúan los estudios basados en testimonios escritos. Aunque los textos literarios o notariales trasluzcan algunos de los usos que se iban extendiendo en el coloquio, no registran todos, y la intensidad de los que manifiestan suele estar muy atenuada. Por ejemplo los fragmentos elegidos por Trager para sus estadísticas reflejan el incremento de los demostrativos adnominales, pero no la decadencia de hic, indudable si tenemos en cuenta que ninguna lengua románica ha conservado de él sino restos fósiles. El lenguaje de escritores -e incluso de notarios-latinos tardíos experimentaba el peso de la tradición culta aun en los casos de mayor descuido. La fecha del siglo VIII asignada por Muller y Pei a la extensión del artículo en la Francia merovingia ha de entenderse válida para una etapa muy adelantada: el artículo estaba entonces tan consolidado en el habla, que la lengua escrita ya no acertaba a evitarlo. Sin embargo, ciertos argumentos en favor de una datación más antigua necesitan ser cuidadosamente revisados.

Como prueba de que en el siglo vi el artículo tenía existencia reconocida en latín vulgar y disponía de formas propias, distintas ya de las del demostrativo, se ha citado un aserto del gramático Cledonio: "Pronomina dicuntur et articuli et demonstrationes. .. Pro articulis tune ponuntur quando corripiuntur et nominibus iuncta fuerint; pro demonstratione tune quando producuntur et adverbia faciunt loci"19. Entre los gramáticos, según recuerda Gamillscheg20, corripere significaba abreviar las sílabas o vocales largas; producere, alargarlas; por lo tanto no sólo habríamos de admitir que existía artículo en tiempo de Cledonio, sino que con forma reducida ya, se oponía al demostrativo, que había conservado sus formas plenas. Ahora bien, estas frases de Cledonio están entresacadas de un pasaje lleno de interpolaciones que no se refiere a un naciente uso de verdadero artículo, sino a otra cosa muy distinta: para indicar el género del sustantivo al declinarlo era costumbre escolar anteponerle el demostrativo hic, haec, hoc, al modo que los griegos se valían de ó, ή, τό. La correspondencia que en este empleo había entre hic y el artículo griego dio lugar a que gramáticos como Donato y Probo trataran de establecer una distinción entre los pronombres propiamente dichos, que iban solos, y los articuli o articularia pronomina, que acompañaban al nombre21. Cledonio insiste varias veces en esta división22, que ni es suya original ni tiene que ver con el paso de ille o ipse a la función de artículos.

Tampoco son concluyentes los argumentos de A. Dauzat23 para deducir que el artículo existiera ya en el siglo v. Se basan en que el fr. ant. taie 'abuela' proviene de atavia con separación de la a inicial, fundida con la final del artículo (illa atavia > *illa tavia); y esa separación tuvo que ser anterior al siglo vi, época en que está atestiguada la sonorización de las oclusivas sordas intervocálicas. Pero ni la formación del artículo ni la sonorización de la t intervocálica fueron hechos que ocurrieran de la noche a la mañana: si San Isidoro usa badare por batare, no es el primero en registrar sonoras por sordas; y éstas, por otra parte, en vez de desaparecer súbitamente, siguen dominando en los documentos merovingios y en los españoles de los siglos ix al xi; alrededor de 1100 las jarchyas mozárabes recogían matrana < maturana, que hoy vive todavía en el judeo-español de Salónica24; aun concediendo que la evolución fonética del francés tuvo que ser mucho más rápida, no cabe duda que el triunfo definitivo de las sonoras intervocálicas ocurriría en él tras largo período de vacilación. Por otra parte ¿hace falta pensar en illa atavia -con illa artículo ya- como único sintagma donde se produjera la reducción atavia > tavia? Evidentemente no: igual pudo ocurrir en mea atavia, tua atavia, sua atavia, illa atavia con illa demostrativo, etc., etc. En suma, los razonamientos de Dauzat no prueban nada.

Los raros testimonios vulgares (sólo hasta cierto punto vulgares, pues al fin y al cabo son testimonios escritos) que nos han llegado de la época visigoda parecen mostrar considerable difusión del artículo. En una carta grabada en pizarra que un tal Faustino escribe a su señor Paulo (siglo vii) hay varios ille y un ipse empleados con sustantivos que se mencionan por primera vez, libres de anáfora: "per te ipsut oliba illa quollige"; "ut ipsos mancipios in iuramento [peter]e debeas vt tibi fraudem non faciant; illas cupas collige. . . et uide illas tegolas. . . Illum Meracium manda de tiliata uenire ut ajvtet ibi unum quina de Siriola. .. At illa ammica tua oris dirige"25. Aunque pueda haber función demostrativa en algunos de estos casos ('esos siervos', 'a ese Meracio'), en su mayoría reclaman ser interpretados como ejemplos de artículo. Igual ocurre en una extraña inscripción mágica grabada en otra pizarra algo posterior, al parecer del siglo vni: "Omnes patriarcas. . . que jlas nub[e]s c[a]ptis tinetis in manu uestras..."; "ediciantur de uila e de ilas auitaciones ejus"26.

 

 

B) "Ille" e "ipse" durante los primeros siglos de la Reconquista

 

Durante el largo período en que los recién nacidos romances peninsulares no gozaban de aprecio suficiente para dejar en la escritura reliquias independientes del latín, el uso de ille e ipse en los documentos notariales presenta muy distintas preferencias según las zonas.Cataluña muestra hasta el siglo xii marcado predominio de ipse, ipsa, de acuerdo con la actual supervivencia del artículo es, sa en la Costa Brava y en las Baleares; en el siglo xii se inicia la reacción que había de dar a los derivados de ille (lu, lo, el, la) su triunfo en el catalán literario27. En el resto de la España cristiana ille prevalece claramente desde los documentos más viejos; no obstante, ipse aparece con cierta frecuencia y en casos que requieren atención.

En el Centro y Occidente de la España cristiana las escrituras de los siglos viii al xii ofrecen significativo contraste entre las fórmulas de rigor, que se repiten sin uso anormal de ille o ipse, y las cláusulas que el notario toma de sus otorgantes, donde tales demostrativos surgen con profusión sin referirse a sustantivos mencionados antes. Corresponde esto a la mayor espontaneidad y vulgarismo de tales pasajes, pero también a circunstancias que favorecen el señalamiento demostrativo. A veces la redacción de los documentos se hizo en el mismo lugar que describen, y entonces nos hallamos ante una sencilla "demonstrado ad oculos": así en una escritura ovetense fechada en 962: "Vindo. . . quarta portionem... in villa Pando, hic ubi pater meus Leovinus abitabit, in ipso pomare cum suo fundamento. . . ; hic ubi casas abui et ipso quintanare ubi illas sedent"28. Aun sin presencia física en sus tierras, el que las dona o vende las ve en su imaginación y señala -mediante lo que Bühler llama "Dei-xis am Phantasma"- el árbol aquel, las lagunas esas, ese camino tantas veces recorrido. La situación se aproxima mucho a la que hacía multiplicar demostrativos a la autora de la Peregrinatio cuando describía las cumbres y valles del Sinaí. Véase un ejemplo del año 775 y de las proximidades de Ribadeo: "locum que dicitur Lucís, determinatum de ipsa uilla ubi ipse noster mellarius abitauit Espasandus, et per illum pelagum nigrum. . ., et per illas sasas alúas, et per illa lacuna usque in alia lacuna. .., et per ila lagenam et per ipsum uilare que dicitur Desiderii, et per illum arogium que dicitur Alesantiain. . ., per ipsa strata qui eselude terminum"29. Nótese que ille figura repetidamente ante sustantivo sin otra determinación; sólo una vez sigue una oración de relativo ("illum arogium que dicitur Alesantiam"); por el contrario, tres de los cuatro sustantivos acompañados por ipse van especificados por una oración cuyos introductores son* los relativos qui, que, ubi. Que la referencia catafórica a un relativo favorece el empleo de ipse es cosa que parece comprobada por textos posteriores: "ut vinderem... ipsa mea ratione que me quadrat", "in villa quem dicunt Nembru. .. ipsa mea ratione que me ibidem competet", 948 y 949, San Vicente de Oviedo (Cartulario, pp. 12 y 13); "adtestauit ipsam uillam que iacet ubi rio Medianus discurrit", "in ipsa uilla quam uocitant Petrauzos", en escrituras portuguesas del siglo x, una sin fechar, otra de 99830; "cerka ad ipso porto ubi ista aqua prendetis.. ., ad ipsa presa ubi ipsa aqua filastes", hacia 1034, León31.

La mayor frecuencia de ille (o el) y su mayor despegue del uso demostrativo son evidentes. En un documento de San Millán de la Cogolla, año 800, se cuentan 22 casos de ille con valor de artículo (18 de ellos en primeras menciones), frente a 6 de ipse, alguno de los cuales merece análisis: no es sorprendente la anáfora con ipse en casos como "ila serna. .. iuxta calzata qui discurrit ad Sala, et alia serna ad illa ponte iuxta ipsa cálzata qui discurrit ad Sala"; pero en ocasiones no acompaña ipse a un término mencionado antes, sino a otro que indica algo perteneciente o relativo a aquél: "et vadit inter ambas ripas ad illa conliola et iuxta ipso arrogio de inter ambas ripas". En total, tres de los seis ipse del documento emilianense se dan en anáfora, ya exacta, ya "latu sensu", y otro en catáfora42. En el Fuero de Brañosera, de 824, es normal el uso de ille como artículo; ipse figura sólo en dos anáforas y una catáfora33. Pasando a los siglos x y xi, siete de los documentos publicados por Menéndez Pidal en sus Orígenes del español ofrecen exclusivamente ille o sus descendientes romances; en los otros cinco documentos el predominio de ille, el, la es absoluto, con muy frecuentes casos en que acompaña a sustantivos mencionados por primera vez; cuando surge ipse es en anáforas o con nombre seguido de relativo, salvo rarísimas excepciones34 Igual ocurre en las escrituras notariales examinadas por Aebischer, Sacks y Bastardas35. Por lo tanto ipse no parece funcionar como verdadero artículo, sino como demostrativo anafórico o correlativo. Menéndez Pidal nota que casi siempre se usa "con forma enteramente latina, sin aspecto de romance; si a veces se halla «yssa vinea», «isso prado». . . , la i denuncia el cultismo de esa forma; era, sin duda, un arcaísmo heredado del latín vulgar", si bien la poesía épica conservó por muchos siglos después el empleo de esse con valor semejante (Orígenes, § 65). Este reparo final del maestro, unido a testimonios de documentos y crónicas que después veremos, obligan a matizar aquí dos distintos aspectos de ese arcaísmo heredado: por una parte, la forma semivulgar yssa, isso, cuyo rasgo culto -la i latina- es habitual también en iste, que en toda la época preliteraria sólo aparece con vocal romance en las Glosas y en algún documento excepcional (ibid., § 681) sin duda los demostrativos pertenecían a los rudimentos de latín mejor recordados por los notarios. De otra parte, hemos de considerar herencia del latín tardío la costumbre de prodigar demostrativos, que no cesó con la creación del artículo, sino que continuó vigente cuando éste existía ya, hasta época muy avanzada de la Edad Media. Más adelante examinaremos ejemplos de los siglos XII y xiii. Basten ahora a título de muestra unas líneas escritas hacia 1030 en Castilla, llenas de demostrativos anafóricos: ". .. Et illas uineas per uindemiare, sic eas partiberunt illos jnfanciones de Spelia. . . Ipsos jnfanciones de Spelia abuerunt fuero per anutba tenere in Gormaz et jn Oxima et jn sancti Stefani; quando prenderunt jpsas casas mauros, mandau't domno Sancio comite que tenuissent ipsos anutbas jn Karazo et jn Penna fidele" (ibid., 3ª ed., p. 36).

Las Glosas Emilianenses y Silenses, los primeros textos escritos en romance con plena conciencia y propósito, no ofrecen otro artículo que elo, ela, reducidos a lo, la después de preposición o fundidos con ésta en los conglomerados eno, ena, cono. La extensión del artículo era muy grande ya: no sólo se usa cuando puede tener un resto de valor demostrativo, como en "por lo anno pleno", GlSil.329, sino también con sustantivos tomados en sentido genérico ("non se cuempetet elo uamne en siui", GlEmil.68); con adjetivos sustantivados ("a los misquinos", GlEmil.48, "a los gentiles", "elos predatores", GlSil.51, 174); con abstractos ("elos serbicios", "ena honore", "cono ajutorio", "ena felicitudine", GlEmil.18, 89, 123; "de la lebatione", "eno periculo", "por la bebetura", "de la uergoina", "a las uoluntates malas", "ena pollutione", "ena sota", "de la famne", GlSil.21, 47, 55, 171, 195, 231, 258, 340). Se emplea cuando el sustantivo es sujeto ("elo terzero diabolo uenot", GlEmil.9), pero asimismo con el objeto directo ("tienet ela jnandatione", GlEmil. 89) y con el complemento preposicional, según manifiestan muchos de los ejemplos que se acaban de citar. Las Glosas usan, pues, el artículo en circunstancias donde había de tardar siglos en generalizarse. Parece como si los glosadores, percatados de que el artículo era peculiaridad romance, no quisieran omitirlo incluso en ocasiones donde aun ahora es potestativo36. Es cierto que abundan también en las Glosas ejemplos sin artículo, pero no pueden tenerse en cuenta, porque casi todos son en equivalencias léxicas que pueden referirse a los significados virtuales de las palabras en sí, y en este plano categórico y esencial no hay lugar para el uso del artículo, instrumento actualizador. Cuando éste aparece es porque los glosadores, siguiendo el contexto, actualizan las palabras refiriéndolas a realidades existentes. La presencia de artículo en las Glosas es prueba de su creciente extensión; las muestras sin él no revelan escaso desarrollo, pues casi todas se darían hoy mismo en diccionarios y anotaciones textuales.

Igual que las Glosas, las jarchyas mozárabes de los siglos XI al xiii sólo conocen como artículo el procedente de ille, pero con uso más restringido que en las Glosas. Aparece en casos donde la situación o el contexto determinan la referencia del sustantivo, como al mencionar partes del cuerpo: "¡Mamma, ayy habibi! ...El eollo albo, [l]a boquella hamrella" ('¡Madre, qué amigo! . . .El cuello blanco, la boquita roja", 33)37; "¡Bon Abul-Qásim, la faĉe de matrana!" (36). Lo lleva también un nombre de festividad conocida: "Viened la Pasea" (5). Pero frente a estos cuatro ejemplos falta el artículo en "coll'albo quiered fora mió çidi" (11), "enfermiron uelyoš [njidios" (18b), etc.; la ausencia de artículo ocurre insistentemente cuando un complemento introducido por de determina al sustantivo: "con filyo d'Aben al-Dayyeni" (1), "como rayo de šol yéšed" (3), "Non dormireyo, mamma, a rayyo de manyana" (36); es cierto que en tal construcción la resistencia al artículo duró mucho en la lengua general. Otro ejemplo chocante en que falta el artículo ante nombre determinado por la situación, "mió al-habib est ad yana" ('mi amigo está a la puerta') tiene aún paralelos en el asturiano actual ("en carru" "en teyau" por 'en el carro'  en el tejado) De todos modos el contraste entre la extensión del artículo en las Glosas y la parquedad con que se da en las jarchyas, cien o doscientos años posteriores, responde a la evolución más lenta de las hablas mozárabes y acaso también al carácter elemental de todo lenguaje híbrido.

Glosas y jarchyas prueban la existencia de un artículo ya formado, que no compartía su función con ningún demostrativo. Esto aclara definitivamente la alternancia de ille e ipse en los documentos notariales del Centro y Occidente peninsulares: no contendían en ellos dos formas de artículo, sino el artículo ille y el demostrativo ipse, empleado con su valor propio en ocasiones donde hoy no sentimos necesidad de señalar, a diferencia de la lengua medieval, más afectiva, que prefería hacerlo.

 

C) Demostrativos y artículo en la literatura narrativa medieval

 

En las páginas anteriores se ha hecho notar que la costumbre de prodigar demostrativos en referencias contextúales no cesó con la creación del artículo, sino que continuó mucho después. En efecto, la expresividad señaladora que aparece en Tertuliano, San Agustín o la Peregrinatio no sólo subsistía en el ínfimo latín notarial de los siglos x y xi, sino que se manifiesta viva en la literatura romance de las centurias siguientes. Varios pasajes de la Primera crónica general mostrarán cómo un narrador de hacia 1289 sentía necesidad de indicar que el nombre propio o el apelativo se referían a alguien o algo mencionado antes, o de anunciar la oración de relativo que vendría después. Para ambas cosas echaba mano de este, aquel y sobre todo de esse, con valor demostrativo:

 

Pves que fue muerto el rey don Alffonso de Aragón, regnó empos él su fijo don Pedro... Este rey don Pedro fue a Roma seyendo apostóligo Inocencio el tercero; et coronol a este rey don Pedro esse Inocencio papa... Don Arnaldo, arçobispo de Narbona, ayuntó de Francia grand yente de cruzados contra los hereges, que eran muchos en esse su arzobispado de Narbona... Ueno y el rey don Pedro en ayuda del conde de Tolosa. Et esse don Remont, conde de Tolosa, era casado con donna Leonor, hermana de esse rey don Pedro de Aragón. Et el rey don Pedro, en uno con el dicho conde de Tolosa..., ouieron su batalla con los franceses (pp. 478b-479a).

Et desque fue la noche espidiosse de la mugier... Et andido toda essa noche... Otro día mannana... fue posar a la sierra de Miedes... Et passaron aquella sierra de noche... et mandó a todos que diessen ceuada de día porque quería trasnochar... Et andidíeron toda essa noche (p. 524b).

Esos moros de Seuilla38 .. .auién buena puente... por o pasauan a Triaría et a todas esas partes o se querién...; et los que en esa Triana otrosy estauan, esa puente era el su mantenimiento todo... El rey don Fernando entendió que ssi les esa puente non tolliese, que su fecho se podié más alongar...; et mandó a Remont Bonifaz... que fuesen ensayar algún artificio commo les quebrantasen... la puente... Tomaron dos naues... Et esse Remont Bonifaz... entró en la una naue... Et el rey... mandó poner encima de los mastes dessas dos naues sendas cruzes (pp. 760b-761a).

 

La anáfora puede referirse a un término no mencionado antes de manera exactamente igual, como ocurre con noche, que se entiende incluido en el previo trasnochar, o con arçobispado de Narbona después de haber nombrado al arçobispo de Narbona. En la p. 761 de la Primera crónica se lee: "Et yuan quantos ý auía a muy grant peligro de algarradas et de engennos, que por todo logar dése arraual tenién posadas los moros"; no ha surgido antes la palabra arraual, pero sí Triana, que es el arrabal en cuestión. El demostrativo más usado en estas referencias es esse, pero, como puede verse, tampoco faltan este ni aquel. El Fuero de Brihuega proporciona otro empleo de aquel en anáfora exacta: "Eche mano el querelloso en qual se quisiere daquellos. . . Et aquel querelloso prenda qual se quisiere por enemigo"39. Notemos finalmente en uno de los pasajes citados de la Crónica la catáfora "Todas essas partes o se querién". Indudablemente esta machacona insistencia en el señalamiento no responde al gusto moderno; para nosotros bastaría con usar el artículo. Pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que los demostrativos tuvieran papel de artículo en la lengua antigua.

A la luz de lo que vemos en la prosa del siglo xiii hay que examinar el hecho de que la épica medieval francesa ofrezca cil o cist y la española este, esse o aquel donde hoy se emplearía simplemente el artículo. La explicación que se viene dando es la de que en los textos épicos y en narraciones influidas por ellos los demostrativos suelen atenuar su significación hasta funcionar como meros artículos, arcaísmo que arrancaría de una época anterior al triunfo de ille, le o el como exclusivo representante del artículo40. No puede rechazarse la idea de un arcaísmo, ya que la perpetuación de usos lingüísticos caducados en el habla corriente es rasgo esencial de la tradición épica: pensemos en la -e final de las rimas, conservada del latín (señore, pane, sole) o paragógica (sone, estanñe, farade), propia de un estado de lengua anterior al siglo xii, según ha demostrado Menéndez Pidal", pero todavía usada en romances que se cantan hoy. Lo difícil es admitir que la función de artículo existiera sin estar vinculada a un instrumento único. Más bien parece que el arcaísmo épico no consiste aquí en valerse de los demostrativos como artículos, sino en emplearlos mucho más liberalmente que hoy, prolongando el desbordamiento expresivo surgido en el latín vulgar. La diferencia con el uso moderno no estribaba sólo en la mayor frecuencia de los demostrativos, sino también en la mayor amplitud del campo que se les concedía, lo que daba lugar a algunas interferencias con el área del artículo. En los casos de máxima aproximación podría aceptarse con una salvedad la opinión de Gamillscheg (Hist. französ. Syntax, p. 153), para quien las formas del demostrativo llegan a ser ocasionalmente en francés antiguo "variantes expresivas" del artículo. Hay que hacer una salvedad, sin embargo, y es que tal expresividad procedía de que conservaban siempre valor deíctico mayor que el del artículo, y esta realidad gramatical fue aprovechada con finalidad estilística por la epopeya. Para determinar cómo, se impone una revisión cuidadosa de los casos en que los demostrativos han parecido tener función de artículo en textos narrativos medievales.

Algunos de ellos son simples mostraciones "ad oculos": en discurso directo un personaje señala mediante el demostrativo a alguien o algo que está presente: así en "Grado a Dios del cielo e aquel rey don Alfons" (Mió Cid, v. 3452), cuando Alvar Fáñez habla en las cortes presididas por el monarca. H. Yvon cree que la equivalencia entre cil y el artículo se manifiesta comparando el verso 42 del Pélerinage de Charlemagne, "je vous ferai cele teste colper" con el 22 de la Secuencia de Santa Eulalia, "ad una spede li roveret tolir lo chief", si bien admite que cele es probablemente más expresivo que lo42; pero lo que ocurre es que el hablante del Pélerinage, en discurso directo, señala la cabeza del interlocutor a quien amenaza, cosa que no sucede en el pasaje del poema hagiográfico.

Como en toda narración, el desarrollo del relato épico pedía insistente juego de referencias que apuntasen a lo narrado. Cuando aparecía de nuevo un personaje que había intervenido ya o se mencionaban nuevamente hechos o circunstancias ya conocidos, el juglar solía advertirlo sirviéndose de demostrativos anafóricos. Prueba de que entonces no actúan como artículos es que van a menudo con nombres propios, los cuales no llevan nunca el ni la en el Cantar de mió Cid ni en otros muchos textos, como observa Menéndez Pidal (Cantar, t. 1, p. 330): "este don Ierónimo", "aquel Muño Gustioz", "aquel Pero Vermúdez" (vs. 704, 1303, 2324, etc.), todos nombrados antes. La intención a que responde la anáfora es muy clara en el verso 2764: tras la afrenta de Corpes 

alavándos' yvan ifantes de Carrión;

mas yo vos diré d'aquel Félez Muñoz...

Hasta aquel momento Félez Muñoz ha sido una figura sin relieve, pero ahora va a tener una intervención decisiva, y el autor se preocupa de recordarnos algo que podríamos haber olvidado: el Campeador, en vista de agüeros contrarios, había mandado a Félez Muñoz que acompañara a sus hijas (v. 2618).

En otras ocasiones la anáfora es simulada: los demostrativos se emplean entonces para dar por consabido lo que se cita por primera vez y crear así una intimidad entre el juglar y su público, supuestos partícipes de un mismo caudal de datos previos. Cuando se nos anuncia (v. 1621):

Dezir vos quiero nuevas de allent partes del mar,
de
aquel rey Yuçef que en Marruecos está...,

el demostrativo indica que se va a hablar de alguien famoso y lejano, como el emperador almorávide muerto en 1106 tenía que ser para los cristianos españoles de hacia 1140; la treta juglaresca resalta más cuando el personaje es de perfil borroso, como en "âquel rey de Sevilla el mandado llegava / que presa es Valencia" (v. 1222). Introducidos así en las primeras menciones, las sucesivas llevan el demostrativo anafórico normal: "aquel rey de Sevilla" (1230), "aquel rey de Marruecos (1625, 1850, etc.). Siglos más tarde el Romancero seguía empleando irrestañablemente los demostrativos pseudo-anafóricos, que -dice Spitzer (RFH, 7, 1945, p. 264)- se multiplican como si muchos dedos agitados apuntaran al público: "Aquel perro de aquel Cid / prenderélo por la barba".

El carácter de poesía recitada ante un público daba en la epopeya impulso especial a la costumbre de prodigar demostrativos. Si en los cantares de gesta y en los romances la tradición imponía exigencias rituales, el histrionismo y la vivificación contaban también como importantes factores. El juglar necesitaba que, aun sin figurillas como las que destrozó don Quijote, sus oyentes tuvieran ante los ojos de la fantasía un retablo de maese Pedro; por eso actualizaba a los personajes, cosas y circunstancias del relato. Igual que la "translatio temporum", la sustitución de un demostrativo que implicara lejanía por otro que connotase proximidad le servía para insertarse como testigo en la situación narrada y traerla al momento presente: "¡Dios, qué bueno es el gozo por aquesta mañana!", exclama el juglar cidiano al revivir (v. 600) el momento en que su héroe ganó la villa de Alcocer. El acercamiento no se hubiera producido diciendo "¡Dios, qué bueno fue el gozo por aquella mañana!" El mismo efecto se lograba sustituyendo el artículo por un demostrativo de proximidad: el poeta dice que el segundo casamiento de las hijas del Cid "a muchos plaze de tod esta cort" (v. 3437), como si él y su auditorio estuvieran asistiendo físicamente a las cortes de Toledo; para dar tal sensación de presencia, "toda la cort" habría sido ineficaz. Aunque en estos ejemplos no se ha puesto nunca en duda la plenitud semántica de los demostrativos, necesitamos tenerlos en cuenta para encontrar explicación a muchos otros casos en los cuales se ha creído encontrar verdaderos artículos. Examinémoslos:

En ocasiones los demostrativos acompañan a nombres de seres o circunstancias que no se dan como presentes ni se han mencionado o se dan por mencionados con anterioridad, sino que están sugeridos por el contexto o forman parte de la situación narrada. Muchas veces su empleo es perfectamente normal para nosotros: "en aquel día, del rey so huésped fo" (Mió Cid, 2057); "¡Dios, cómmo fo alegre todo aquel fonssado!" (id., 926); "vino mió fid yazer a Spinaz de Can; / grandes yentes se le acojen essa noch de todas partes" (395); "es día es salido e la noch es entrada" (1699)43. Pero los textos épicos medievales se apartan del uso moderno concediendo a los demostrativos un margen mucho mayor: para emplearlos bastaba tratar de personas o cosas implicadas en lo que se contaba o describía, aunque fuese en primeras menciones. En toda corte medieval había caballeros, sentados en sitiales o escaños cubiertos de ricas telas, y jóvenes que se adiestraban en el manejo de la espada; al pasar cualquier hueste podían verse lanzas erguidas y picas relucientes. Hoy diríamos: "ocupan sus asientos los caballeros"; "muestran los jóvenes su agilidad en esgrimir"; "enhiestas las lanzas, lucen las picas"; confiaríamos al artículo la precisión de que nos referimos a los caballeros y donceles de "aquella" corte, a las lanzas de "aquel" ejército de que hablamos. Pero el autor del Roland prefiere el demostrativo para expresar esta pertenencia al cuadro de la situación:

Sur palies blancs siedent cil cevaler...

e escremissent cil baceler leger (vs. 110, 113).

...Dreites ees lances, luisent cil espiet brun (v. 1043)44.

En la "situación" de una batalla entran las fuerzas enemigas que contienden, la persecución del vencido, el campamento que éste abandona y el botín obtenido por el vencedor. El juglar cidiano pone frecuentemente demostrativos en la primera mención específica de cada componente de la situación:

Cavalgó Minaya el espada en la mano,

por estas fuerças fuertemente lidiando (v. 757).

 

Dos reyes de moros mataron en es alcaz (v. 1147).

 

Esta albergada, los de mió gid luego la han robado (v. 794).

 

Tornado es mió Çid con toda esta ganancia (v. 1231)45

 

Moros e moras avienlos de ganancia

e essos ganados quantos en derredor andan (v. 466).

 

Un jefe militar no sale sin escolta a dar sus parabienes al destacamento victorioso: la escolta forma parte de la situación, y el juglar dice:

.. .el Campeador cavalga,

saliólos recebir con esta su mesnada (v. 487)46.

Así moros, cristianos, yentes aparecen con demostrativos para indicar que se trata de aquellos que intervienen en lo que se cuenta o de aquellos que constituyen el tema de la narración:

A Mynaya Albar Fáñez bien Tanda el cavallo:
d'aquestos moros mató a treinta e quatro (v. 779).

Nos detardan de adobasse essas yentes cristianas (v. 1700)47.

Minaya Albar Fáñez fuera era en el campo

con todas estas yentes escriviendo e contando (v. 1773).

En la ueste de los moros los atamores sonando;

a maravilla lo avien muchos dessos cristianos (v. 2346)48.

Como ejemplo "particularmente probatorio" de la equiparación de los demostrativos con el artículo citaba Meyer-Lübke (Gramm. des l. rom., t. 3, p. 178) un pasaje de Ille et Galerón de Gautier d'Arras, "qui lors veïst cel baiseïs, / la joie et cel acoléis", donde "cel y la se encuentran en el mismo rango". Pero si desde el punto de vista lógico pueden considerarse igualados, no lo están para la imaginación: mientras el nombre del sentimiento invisible, joie, lleva artículo, los nombres que representan las manifestaciones perceptibles de tal sentimiento (baiseïs, acoléïs) llevan demostrativo: cel acompaña, pues, al auténtico objeto directo de veïst. Esto nos encamina hacia una explicación de la preferencia que los textos épicos manifiestan por el demostrativo donde lógicamente bastaría el artículo: el demostrativo responde a igual propósito que las fórmulas "la veissiez", "veríedes", tan repetidas en las descripciones. Nos hallamos ante un demostrativo evocador, necesario para la vivificación de los relatos: el narrador, instalado imaginativamente en la situación que cuenta o describe, señala lo que ve con la fantasía para hacer que también lo vean sus oyentes. En un caso como el ya citado "saliólos recibir con esta su compaña", habiendo ya determinación sobrada mediante el posesivo, el uso de esta sólo se justifica como ademán señalador.

En resumen: casi todos49 los demostrativos a los cuales se ha atribuido valor de artículo, tanto en la literatura narrativa de la Edad Media francesa como en el Cantar de mió Cid o en el Romancero, tienen función deíetica muy perceptible: señalan seres y cosas que (a) se hallan a la vista o se dan por presentes, (b) o bien han sido mencionados antes, (c) o bien se relacionan con circunstancias de la situación, pertenecen a ella. A veces los demostrativos tienen clara intención evocadora o son un artilugio para dar por consabido lo que no lo está. En ningún caso es probable que hicieran de verdaderos artículos. Lo que se dio en las narraciones medievales y en el Romancero fue la manifestación literaria románica más valiosa -y en el Romancero, además, la última- de las tendencias expresivistas que poblaron de demostrativos la frase latino-vulgar. Pero esa manifestación literaria no se limitó a aprovechar las posibilidades que el sistema lingüístico ponía a su alcance, sino que las amplió con arreglo a sus necesidades artísticas. Como otras libertades propias de la épica, este especial uso de los demostrativos fue una estilización divergente del uso lingüístico general.

Sin embargo, la "debilitación" o "atenuación" significativa de los demostrativos ha de reconocerse como hecho no insólito cuando acompañan al nombre antecedente de un relativo. En tal ocasión conservan la función deíctica, pero no es raro verlos desprovistos de su respectiva connotación de lugar de su referencia a la persona gramatical correspondiente o de la noción de identidad convertidos en mera señal anunciadora del relativo que después ha de venir. Ya en la Peregrinatio resulta difícil establecer diferencias efectivas entre is, hic, ille e ipse adjetivos ante relativo: "eo loco, quo sunt memoriae concupiscentiae"; "sancti illi, qui nobiscum erant"; "per mediara uallem ipsam, qua iacet in longo"; "et cum hi omnes [montes], qui per girum sunt, tam excelsi sint. .." (ed. Heraeus, § 11-2).En las páginas anteriores hemos visto repetidamente ejemplos de los siglos viii al xiii donde ipse o esse parecen estar favorecidos por la existencia de un relativo posterior, sin conservar marcada noción de identidad ni conexión ninguna con la 2ª persona (supra, pp. 32-33, 37). En la frase citada de la Primera crónica general "pasauan a Triana et a todas esas partes o se queríen" o en el verso de Berceo "valié más essi pueblo que la avié vecina" (Milagr., 320) no se indica cercanía al interlocutor o conocimiento previo por parte suya, ni se mantiene la significación de mismo'. Igual puede ocurrir en "essos ganados quantos en derredor andan" (Mió Cid, 466), aunque en este caso y en "aquel rey Yuçef que en Marruecos está" (id., 1621) es preferible entender que el demostrativo, empleado con propósito evocador, guarda plenamente su valor privativo. El desdibujamiento de este parece innegable en dos ejemplos del Cantar donde no tiene el habitual matiz de cercanía al hablante: "mió Çid aguijó. . . / con estos cavalleros quel sirven a so sabor" (234); "a todos los sos estar los mandó / si non a estos cavalleros que querie de coraçón" (2010): no hay indicación previa ni posterior de quiénes sean esos buenos servidores ni tales caballeros predilectos. También en francés antiguo cil o cist pierden frecuentemente su respectivo significado de lejanía o proximidad cuando se anteponen al nombre antecedente de relativo: "Par cele lei que vous tenez plus salve", "trenchent les quirs e cez fuz qui sunt dublés" (Roland, 649, 3583, etc.)50.

En todos estos casos españoles y franceses el acercamiento entre los demostrativos y el artículo es muy grande; pero además de que la identidad no fue completa, los ejemplos de máxima aproximación son exigua minoría. En las lenguas del Occidente románico se había establecido ya la distinción entre dos maneras de actualizar el antecedente de un relativo: empleaban los demostrativos cuando se quería situarlo en el espacio o en el tiempo o especificar su pertenencia al ámbito de una de las personas gramaticales; se valían del artículo cuando no había tal intención. En la literatura francesa anterior al siglo xiv es muy claro el predominio de los casos en que cil o cist conservan sus correspondientes valores aunque vayan con nombre seguido de relativo: "puis icel tems que Deus nos vint salver" (St. Alexis, 11), "ceste espee que je ai ceinte ici" (Roland, 3385)51. En el Cantar de mio Cid hay 13 casos como "gradéscolo. . . a estas mesnadas que están aderredor" (2038), donde este figura con su significado pleno52, frente a los dos citados arriba como ejemplos de atenuación y un tercero inseguro53. El ocasional desdibujamiento de los demostrativos adnominales ante relativo desapareció pronto, dejando clara la divisoria entre "leschoses que tu m'as dites" y "ees choses que tu m'as dites", "la casa que busco" y "esta (o esa) casa que busco". Las aproximaciones e interferencias han durado más cuando tanto los demostrativos como el, la, lo desempeñaban función pronominal; pero esta cuestión requiere estudio independiente.

 

 

 

 

 

NOTAS

 

1  Hermann Rönsch, ítala und Vulgata, Marburg, 1875, pp. 419-425; C. L. Meader und Eduard Wölfflin, "Zur Geschichte der Pronomina demonstrativa", ALLG, 11 (1900), 369-393; W. M. Lindsay, Syntax of Plautus, Oxford, 1907, § 13, p. 46; A. H. Salonius, Vitae Patrum, Kritische Untersuchungen, Lund, 1920, pp. 235-237.

2   E. Bourciez, Éléments de linguistique romane, París, 1910, § 108; C. H. Grandgent, Introducción al latín vulgar, Madrid, 1928, § 392; W. von Wartburg, Évolution et structure de la langue francaise, Leipzig-Berlin, 1934, pp. 31-32.

3   G. Wolterstorff, "Entwickelung von ille zura bestimmten Artikel", Glotta, 10 (1919), 62-93.

4 G. L. Trager, The use of the Latín demonstratives (specially "ille" and "ipse") up to 600 a.D., as the source of the Romance article, New York, 1932.

5 F. H. Muller, A chronology of vulgar Latin, Beiheft 78 zur ZRPh, 1929, pp. 83-84, y L'époque mérovingienne, New York, 1945, pp. 152-153 y 283.-Mario A. Peí, The language of the eighth century texts in Northern France, New York, 1932, p. 196, concede que ille parece desempeñar función de artículo en ejemplos datados entre 700 y 717, si bien su uso y el de ipse en tal función se manifiesta con evidencia mucho mayor en la segunda mitad del mismo siglo.

6  Einar Löfstedt, Syntactica, I, 2ª ed., Lund-Leipzig-London, 1942, cap. xix, "Zur Vorgeschichte des romanischen Artikels".

7   Plauto, Stichus, v. 133. Lindsay, p. 46; Löfstedt, p. 370.

 Ed. Heraeus, 40. Lerch, ZRPh, 60 (1940), 116-117.

9   San Juan, 20:3. Rónsch, p. 419; Löfstedt, p. 367.

10 Estos factores empezaron a ser puestos de relieve por Philipp Wegener, Untersuchungen über die Grundfrage des Sprachlebens, Halle, 1885, pp. 21-29, y por Karl Brugmann, "Die Demonstrativpronomina der indogerm. Sprachen", Abhandlungen der sachsischen Gesellschaft der Wissenschaften, 22 (1904), pero han cobrado interés primordial con Alan H. Gardiner, The theory of speech and language, Oxford, 1932, p. 16, y con la Sprachtheorie de Karl Bühler, 1934 (traducción española de Julián Marías, Madrid, 1950, pp. 94-166).

11  Muller, L'époque mérovingienne, pp. 40-46.

12 ibid., p. 43, n. 26; Trager, pp. 127-132. La menor abundancia de demostrativos se refiere a las epístolas del santo, no a la Vulgata; véase lo dicho antes sobre las versiones latinas de la Biblia. E. Lerch, ZRPh, 60 (1940), pp. 165-166, duda que el crecimiento de ille o ipse adnominales fuese vulgar; prefiere atribuirlo al influjo de las traducciones bíblicas y de los predicadores, afanosos de expresarse con claridad. Pero tal como aparece en la Peregrinatio, el fenómeno tiene aspecto de proceso espontáneo, no libresco ni obediente a necesidades catequísticas.

13 Trager, p. 186. Más discutible parece el que, como sostiene Muller, p. 150 el demostrativo fuese para los cristianos primitivos un signo del dominio que el hombre, ser espiritual, ejerce sobre el mundo, del cual se desliga.

14 Véase la exposición conjunta de ellas por W. von Wartburg, Problemas y métodos de la lingüistica, trad. esp. de Dámaso Alonso y Emilio Lorenzo, Madrid, 1951, pp. 235-240.

15 Acepto el término empleado por Trager, p. 37, etc., y por Muller, L'époque mérovingienne, p. 150.

16  E. Löfstedt, Philologischer Kommentar zur "Peregrinatio Aetheriae", 1911, pp. 65-66.

17  G. Guillaume, Le probléme de l'article et sa solution dans la langue frangaise, 1919, p. 226.

18  A. Meillet, Apergu d'une histoire de la langue grecque, 1913, pp. 44 y 202; J. Wackernagel, Vorlesungen über Syntax, t. 2, 1924, p. 128.

19  Ars grammatica, ed. Keil, Grammatici latini, t. 5, Leipzig, 1868, p. 53, lín. 4 ss.

20 Ernst Gamillscheg, "Zur romanischen Artikel und Possessivpronomen", Sitzungsberichte der preuss. Akad. der Wissensch., Philosoph.-histor. Klasse, 121 (1936), p. 330 (estudio recogido en los Ausgewáhlte Aufsatze von E. G., Jena-Leipzig, 1937, pp. 43 ss.).

21 Véase L. Jeep, Zur Geschichte der Lehre von der Redetheilen bei den lateinischen Grammatikern, Leipzig, 1893, p. 166, n. 1, y pp. 174-175. Es contundente lo que dice Prisciano, según cita de Jeep: "pronomen 'hic', quod grammatici in declinatione nominum loco praepositivi, ut dictum est, ponunt articuli, numquam in oratione sensum articuli habet".

22  Ed. cit, p. 15, lin. 3: "Articulare [pronomen] eo dicitur, quia articuli huius pronominis nominibus iunguntur; nam inter artículos et pronomina hoc interest: pronomina sola declinantur, articuli iuncti nominibus, ut hic magister et haec Musa; potest etiam, si nomini non iungitur, aliquid demonstrare, ut si dicas hic est". Véase también p. 50, lin. 19.

23  Albert Dauzat, "L'article existait-il au ve siécle?", Word, 5 (1949), pp. 123125.

24   R. Menéndez Pidal, Orígenes del español, § 46; E. García Gómez, "Veinticuatro jarŷas romances en muwaššahas árabes", AlAn, 17 (1952), pp. 112-114; I. S. Révah, ibid., 18 (1953), p. 148.

25  Encontrada en El Barrado, cerca de Plasencia (Cáceres). La ha publicado don Manuel Gómez Moreno, "Documentación goda en pizarra", BRAE, 34 (1954), p. 43. Gómez Moreno interpreta "oliballa", pero en el calco que reproduce de la inscripción se lee "oliba illa", con la última l incompleta.

26 Recogida en Carro, cerca de Villayón (Occidente de Asturias); publicada por Gómez Moreno, art. cit., p. 49.

27   Véanse Paul Aebischer, "Contribution á la protohistoire des articles ille et ipse dans les langues romanes", CuN, 8 (1948), 182-203; Juan Bastardas Parera, Particularidades sintácticas del latín medieval, 1953, pp. 68-69; Antonio Badía Margarit, Gramática histórica catalana, 1951, § 136.

28 Cartulario de San Vicente de Oviedo, publ. por el P. Luciano Serrano, 1929, p. 16. En otro documento, año 969, p. 17: ".. .karta donationis de sua ereditatem ic in ipsa Villa Áspera quam etiam in alias".

29  Documento transcrito por el P. Zacarías García Villada, Paleografía española, 1923, t. 1, pp. 218-219.

30   Monumento, Portugaliae histórica, Diplómata et chartae, 1867, pp. 1 y 142.

31  Citado por Menéndez Pidal, Orígenes del español, § 65. El pasaje contiene varios ipse más que podrían ser simples demostrativos con señalamiento a cosas presentes en la realidad o en la imaginación.

32  Cartulario de San Millán de la Cogolla, publ. por el P. Luciano Serrano, 1930, pp. 2-3.

33  Cartulario de San Pedro de Arlanza, publ. por el P. Luciano Serrano, 1925, pp. 1-2.

34 Sólo ofrecen ille, el, la u otras formas romances, pero no ipse, los documentos de h. 980; h. 1050, Bezdemarbán; 1078, León; 1097, Carrión; 1063, Oña; 1062 y 1063, San Juan de la Peña, y h. 1090, Sobrarbe. En el de 938, Monzón de Campos, hay 11 ille contra 3 ipse (uno anafórico, otro que anuncia relativo; falta transcripción completa del pasaje que precede al restante); en 1055, Pámames, 12 ille o el /rente a un solo ipse, anafórico; en 1061, León, 6 illo, ilo, ela, inna, innas contra dos ipse anafóricos y otro claramente demostrativo; en 1011, en Valpuesta, 15 ille contra 9 ipse (5 anáforas, 3 catáforas ante relativo y un caso de interpretación difícil); finalmente en el documento de h. 1030, Chmia, cuento 23 ille y 6 ipse, cinco de ellos en anáfora y uno solo en primera mención: "In uilla de Scemeno presit ipsa hereditate de illo populatore et ad sua socra dedit ea jn préstamo". Menéndez Pidal (§ 65) estima este ejemplo como "demostrativo. .. con valor atenuado a modo de artículo".

35 Aebischer, art. cit., p. 188. Norman P. Sacks, The Latinity of dated documents in the Portuguese territory, 194!, pp. 88-90, atiende principalmente a los casos de ipse, mientras recoge sólo unos pocos ille entre los infinitos que aparecen en las escrituras; de sus 42 ejemplos de ipse, 36 por lo menos son anafóricos y 3 catafóricos ante relativo. Los que cita Bastardas, op. cit., p. 68, son todos anafóricos menos uno, catafórico ante relativo.

36  Así en "per necessitate inedie: de la famne", "per poculum: por la bebetura", GISil. 340, 55. A veces ni siquiera hoy se emplearía: "non per speciem ñeque per uelamen: quemo eno spillu no ke non quemo eno uello", GlEmil. 115.

37  Para las citas me atengo a la numeración de S. M. Stern, Les chansons mozárabes, Palermo, 1953.

38  La Crónica ha hablado líneas antes de "los moros que estuan en Sevilla".

39  El Fuero de Brihuega, ed. J. Catalina García, 1888, p. 138.

40  E. Gessner, "Das spanische Possessiv- und Demonstrativpronomen", ZRPh, !7 (l893), p. 349; Meyer-Lübke, Gramm. des l. rom., t. 3, § 141; Menéndez Pidal, Cantar de mió Cid, t. 3, pp. 339-330, y t. 3, 1946, Adiciones, p. 1166; Orígenes del español, § 65; Gustave Guillaume, Le probléme de l'article et sa solution dans la langue française, 1919, pp. 15, 16, etc.

41 "La forma épica en España y en Francia", RFE, 20 (1933), pp. 345 ss.

42  H. Yvon, "Cil et cist, articles démonstratifs", Ro, 72 (1951), pp. 152-153.

43  Para el sentido de 'el dia de referencia, aquel día', compárense "des día", "en es día" (vs. 1591, 1678). En 1699 no hay paridad entre el demostrativo de "es día", que establece la conexión entre día y los hechos que se vienen relatando, y el artículo de la noch, donde tal precisión temporal no necesitaba reiterarse.

44  Más ejemplos en el citado artículo de H. Yvon.

45 Otros ejemplos análogos de esta ganancia, estas ganancias en los vs. 1031, 1733, 2429.

46 En los vs. 1828-29 ("Enviávale mandado Per Vermudoz e Minaya / que mandasse recebir a esta conpaña"), el uso de esta, donde esperaríamos su o aquella, parece responder a un tránsito no anunciado del discurso indirecto al directo. La compaña en cuestión está formada por los dos guerreros cidianos y los caballeros que han ido con ellos de Valencia a Castilla.

47 Cuando Berceo escribe (Sto. Dom., 106) "bien partía la ganancia con esa yent christiana" se refiere, claro está, a quienes vivían cerca del santo biografiado.

48 Igual empleo de essos cristianos en los vs. 797, 800 y 1236.

49 Queda por explicar "vayámoslos ferir en aquel dia de eras" (Mio Cid, 676), que no tiene el sentido de 'en el futuro' que hoy damos a "el dia de mañana"; ha de relacionarse con las aposiciones del Romancero "Esperéisme vos, señora, fasta mañana aquel dia", "Convidaros quiero, conde, por mañana en aquel día" (Primav., 151, 163) y de Cervantes, "Mañana en aquel día me habéis de armar caballero" (Quijote, I, cap. 3). Las construcciones apositivas parecen obedecer a insistencia puntualizadora, 'mañana, tal día precisamente, no otro', 'mañana mismo', 'mañana solamente'. Como el sentido de 'mañana mismo' es el que conviene a la impaciencia de Alvar Fáñez en el pasaje cidiano, podría pensarse que "aquel día de eras" procede de un *"cras aquel día" (cf. la alternancia "Valencia la casa" y "la casa de Bivar"), donde aquel respondiera al énfasis expresivo.

50  Yvon, art. cit., pp. 148, 156, etc.; variantes cele, ceste según los distintos manuscritos del Charroi de Nîmes, p. 157.

51  Más ejemplos en Yvon, art. cit.

52  Vs. 1153, 1273, 1281, 1512, 1764, 1809, 1819, 2143, 2148, 2150, 2485, 2905.

53 Verso 3136, "e estos otros condes que del vando non sodes". Siendo como es en discurso directo, podría tratarse de señalamiento a quienes están presentes.

 

 

 

 

DEL DEMOSTRATIVO AL ARTÍCULO

 

 

Rafael Lapesa
Universidad de Madrid.
Real Academia Española

Nueva Rev. Filología  Hispánica, nro. XV,  año 1961