Monasterio de Suso en San Millán de la Cogolla, La Rioja (España)

 

 

 

 

A pesar de su carácter esporádico y atenuado1, la disensión conventual2 desempeña un papel altamente significativo en la obra hagiográfico-taumatúrgica de Berceo. Es imprescindible a la efectuación del "Milagro de la abadesa preñada"3, y la motivación psicológica de episodios de mucha trascendencia en la trayectoria de la Vida de Santo Domingo de Silos4 y la Vida de San Millán de la Cogolla 5.

Es más, sirve para resaltar el carisma de la abadesa pecadora al ser redimida a través de la intercesión milagrosa de la Virgen 6, y el carácter heroico de los Santos en vida, que por la gracia de Dios muestran ser capaces de superar las fuerzas del mal que intentan abrumarlos. La dimensión psicológica subraya la lección moral, puesto que la motivación de los "malos mestureros" 7 tiene sus raíces en los pecados capitales de la envidia, la soberbia y la ira8.

En su adaptación poética del "Milagro de la abadesa preñada", Berceo nos advierte desde el principio que tenemos que ver con una abadesa pecadora pero carismática, que se ve amenazada por sus monjas melévolas, cuyos esfuerzos por perjudicarla resultan inútiles:

De una abbatissa vos quiero far conseja,
qe peccó en buen punto, como a mí semeja,
quissiéronli sus duennas revolver mala ceja,
mas no.l empedecieron valient una erveja.   (505)

 

Interesante es notar cómo Berceo nos hace intuir la paradoja que es inherente a todo milagro por medio del oxímoron "peccó en buen punto", es decir, su pecado se cometió en buena hora y por lo tanto no trajo sino buenas consecuencias*. Berceo se apresura a informarnos que la abadesa, a pesar de su pecado, era muy buena persona, y que había gobernado su convento con mucho rigor:

En esta abbadesa yazié mucha bondat,
era de grand recabdo e de grand caridat,
guiava su conviento de toda boluntat,
vivién segund la regla en toda onestat.   (506)

 

En una secuencia cronológica, Berceo nos explica cómo llegó a pecar la abadesa ("fizo una locura qe es mucho vedada; / pisó por su ventura yerba fuert enconada", 507),

 

No es sino hasta ahora cuando llegamos a saber la razón de la animosidad de las monjas hacia su superiora, y el epíteto peyorativo por el cual Berceo se refiere a las rencorosas11 descubre a las claras cuánto simpatiza con la supuesta opresora:

Apremiávalas mucho, teniclas encerradas,
e non lis consintié fer las cosas vedadas;
querién veerla muerta las locas malfadadas,
cunte a los prelados esto a las vegadas.   (510)

Las monjas, preocupadas por la fama del convento12, mandan una carta al obispo, rogándole que las venga a visitar. El obispo, basándose seguramente en el motivo de parecidas invitaciones anteriores, intuye "o que avien contienda o fizieron follía" (512b), lo cual nos hace saber que la disensión no era nada ajena a la vida conventual de la época.

En su plegaria a la Virgen, la abadesa le ruega que interceda por ella, pues ya se siente perseguida como por una fuerza enemiga: "ca veo qe.m segudan sobre grant apellido" (524d ). Es más, se da cabal cuenta de cuan drásticas le serían las consecuencias si hubiera de aparecer en público, dado el deseo de venganza que manifiestan las monjas que se le han declarado en contra: "seo mal aguisada de essir a concejo; /.../ ca si allá issiero ferme han mal trebejo" (525bd).

 

La Virgen, que ha acudido a las oraciones de la abadesa, también se da cuenta de la amenaza que representa el encono de las monjas, y le da ánimo a su devota para que pueda atenerse al plazo que le han puesto:

Non ayades nul miedo de caer en porfazo,
bien vos ha Dios guardada de caer en ess lazo,
bien lis id a osadas a tenerlis el plazo,
non lazrará por esso el vuestro espinazo.   (532).

 

Al verse liberada de la "mala farina", la abadesa le da gracias a la Virgen por haberla rescatado de un oprobio inaguantable: "Si esta mi nemiga issiese a concejo, / de todas las mugieres serié riso sobejo" (544ab).

Llega el obispo, y al mandar éste que la abadesa salga al hostal para que pueda tomar consejo él y las monjas en el "consistorio", nos está advirtiendo Berceo metafóricamente que las fuerzas del mal ya empiezan a cobrar ímpetu: "fizieron su cabillo la ira e el odio, / amasaron su massa de fariña de ordio" (552cd).

Al contrario del obispo, que está muy poco dispuesto a condenar a la acusada antes de haberse cerciorado de su delincuencia, las monjas, impulsadas por su malquerencia, pretenden prescindir de más pruebas: "Dissoli el conviento: 'De lo qe bien savemos, / sennor, en otra prueva nos ¿por qé entraremos?'" (553cd).

Cuando el obispo, convencido a través de dos reconocimientos de que la abadesa ha sido falsamente acusada, amenaza con echar a las monjas acusadoras del convento, la abadesa confiesa su pecado y cuenta la intercesión milagrosa de la Virgen.

Habiéndose restaurado el debido equilibrio entre el obispo y la abadesa carismática, de acuerdo con la jerarquía eclesiástica13, el obispo se marcha contento porque "Metió paz ... enna congregación, / amató la contienda e la dissen-sión" (574ab).

 

* * * 

 

Después de pasar año y medio en el desierto, llevando la vida ascética de un ermitaño, Santo Domingo decide hacerse monje: "asmó de ferse monge e fer obediencia / que fuesse bien travado fora de su potencia" (81cd). Entra en la orden del convento de San Millán, y dentro de poco se llega a destacar como monje ejemplar:

manso e abenido, sabroso compañero,
homilloso en fechos, en dichos verdadero. (84cd)

 ...........................................................

Non abinié nul monge mejor en la mongía,
lo que dicié la regla facié él toda vía. (85bc)

 

Pero esta misma ejemplaridad le acarrea la animosidad de algunos de sus hermanos, movidos por la envidia:

Porque era tan bono e fraire tan onesto,
e la obediencia lo trovava tan presto,
e de tan bona guisa era todo su gesto,
algunos avié dellos que les pesaba esto. (90)

 

A pesar de que el Santo ya era el parangón de la orden, a quien "catavan todos como a un espejo" (92a), no faltaba "algún maliello que valié poquellejo" (92d), que empezara a conspirar contra él. El epíteto peyorativo, "maliello", 14 sirve para expresar el desprecio que siente Berceo por tal envidioso traidor.

La cizaña sembrada por los "maliellos", que disienten de los demás en lo que toca a la ejemplaridad del Santo, acaba por hacer brotar la duda en el corazón del abad, y éste toma consejo con su convento sobre cómo poner a prueba al Santo:

El abad de la casa fabló con su conviento,

asmaron una cosa, ficieron paramiento,

de ensayar est omne, cuál era su taliento,

si era tal por todo cual el demostramiento.   (94)

 

Se decide mandar al Santo, que de buena gana se hubiera quedado en el monasterio para siempre, a la pobre decanía de Santa María de Cañas, y de resistirse el Santo a ello, ya entenderían cuáles eran sus flaquezas de carácter: "Si fer no lo quisiere o demostrare saña, / allí lo entendremos que trae mala maña" (96cd).

En su oración final, antes de salir del convento, el Santo expresa sus verdaderos sentimientos al verse obligado a marcharse. Accede por no querer ofender a Dios, siendo su única satisfacción poder así servir a la Gloriosa, en cuya santa casa va a descansar:

Señor, por el tu miedo non quiero fer fallencia;
si non, non ixiria de esta mantenencia.   (101cd)

 .......................................................

contra la aguijada cocear non me trevo,

tú sabes este baso que sin grado lo bevo.   (102cd)

Por algún de servicio facer a la Gloriosa,
creo bien e entiendo que es onesta cosa,
ca del Señor del mundo fue madre e esposa,
plazme ir a la casa enna cual ella posa.   (103)

 

Al despedirse el Santo de sus hermanos, "los que bien lo amavan, fincavan doloridos; / los que lo bastecieron ya eran repentidos" (104cd).

El Santo se destaca, como era de esperar, en la restauración y gobierno de la decanía:

Fue en pocos de años la casa arreada,
de lavor de ganados, asaz bien aguisada,

ya trobavan en ella los mesquinos posada,

por él fue, Deo gracias, la eglesia sagrada. (110)

 

Enterado de esto el abad, decidió que era un error mantener tan lejos al Santo, de cuya presencia tanto se podría aprovechar el convento, y al tratar este asunto con sus hermanos, todos, como él, deploraron la ausencia de "tan perfecto cristiano, de vida tan preciosa" (115c), y convinieron en invitarle a volver a San Millán:

Dixieron todos: "Plaznos que venga al conviento,
todos avernos dello sabor e pagamiento,
conocemos en elle de bondad cumplimiento,
dél nunqua recibiemos ningún enojamiento". (116)

 

Cabe tomar nota de la deliciosa ironía con que Berceo cuenta la reivindicación del Santo, no solo por las protestaciones inconvincentes de los antiguos acusadores, sino también por la prisa descomunal con que se pone en ejecución el acuerdo del convento:

Embíaron por elle luego los compañeros,
rogar non se dexaron mucho los mesajeros,
........................................................
abriéronle las puertas de grado los porteros. (117abd)

 

Poco después, el Santo es ascendido a prior.

 

Al llegar al convento el rey don García de Nájera a reclamar los tesoros de sus antecesores, por verse muy necesitado de dinero, el Santo es el único que se atreve a desafiarle, y mantiene su oposición al despojo del convento a pesar de las injurias y amenazas del rey. Este, impulsado por el diablo a vengarse en el prior recalcitrante, le demanda satisfacción al abad, so pena de verse forzado no sólo a entregar los tesoros del convento, sino también a salir de allí para siempre:

Afirmes vos lo digo, quiero que lo sepades, ..
si del prior parlero derecho no me dades,
llevaré los tesoros aún las heredades,
que cuantos aquí sodes por las puertas vayades. (166)

 

Y el abad, siendo débil de carácter, y ya teniéndole envidia a su prior ejemplar, accede a la demanda del rey, despojándole al Santo de su prioría, y echándole del convento:

El abad non fue firme, fue aína cambiado,
era, como creemos, de embidia tocado,
otorgóle al rey que lo farié de grado,
nin fincaríe en casa, ni en el pr'íorado,
Diz el rey: "Con esto seré vuestro pagado".

Lo que Santo Domingo avié ante asmado:
ya iva urdiendo la tela el mal pecado.
Fo de la prioría que tenié despojado,
e fue a muy grand tuerto de la casa echado. (167-168)

 

* * *

 

Al enterarse de la santidad del ermitaño Millán, que ha pasado cuarenta años en el desierto llevando la vida de un asceta, y cuyo carisma ha hecho que "febles e sanos" le siguieran las huellas para rendirle homenaje, el obispo Dimio de Tara-zona envía por él. Al recibir el mandado, el Santo empieza a llorar, porque le disgusta la idea de abandonar su vida de recluso, y al mismo tiempo no quiere caer en el pecado de desobediencia:

Empeçó el sant omne muy firme a plorar,
ca con esta carrera avié muy grant pesar:
moviólo la grant premia, ca temié de peccar,
si la obediencia quisiesse desdennar. (76)

 

Habiéndose vestido de un hábito, que no se sabe dónde lo consiguió, el Santo desciende del monte y entra en la ciudad de Tarazona para presentarse ante el obispo. Su aspecto es tan fiero como para extrañar a los que le ven pasar:

Entró en la cibdad la cabeza primida,
la barba mucho luenga, la crin mucho crecida;
dizién los omnes todos, qisque por sue partida,
en omne tal fereza que nunqa fue oída. (78)

 

El obispo le pide al Santo que le cuente su historia, y al llegar a saberla, le aconseja hacerse monje para así merecer aún más la gracia de Dios:

Pero si tu lazerio quieres bien encerrar,
si qieres mayor gracia del Criador ganar,
qiérote dar consejo, tu déveslo tomar,
qe te quieras por Dios en preste ordenar.

Si tomares las órdenes e la missa dissieres,

en Sancta Dei Ecclesia to officio complieres,

salvarás muchas almas, varones e mugieres,

no lo porras por plazo si creerme quisieres. (86-87)

El Santo se deja convencer por el obispo, y habiéndose hecho los arreglos necesarios con motivo de su apariencia y vestimenta, es ordenado:

Fue luego sercenado alto en derredor,

radiéronli la barba, vestiéronlo mejor;

diéronli quatro grados al sancto confessor,

desent las otras órdenes de dignidad mayor. (91)

 

Ya ordenado el Santo, el obispo le da su bendición y su permiso de salir para el pueblo de Berceo, donde va a ingresar como racionero en la iglesia de Santa Eulalia. Como era de esperar, el Santo se destaca como racionero, ejerciendo un influjo benéfico sobre clérigos y legos:

Metié doctrina sana entre la clerecía,
ca tales avié d'ellos qe trayén grant follía,
con legos e con clérigos lazdrava cada día,
contendié por levarlos todos a mejoría. (96)

 

La ejemplaridad del Santo despierta la envidia en el corazón de sus hermanos conventuales, y estos le acusan injustamente de ser embaucador, pero el Santo entiende sus motivos y decide irse del convento para reanudar su vida ascética interrumpida. Cabe tomar nota otra vez de los epítetos peyorativos que Berceo aprovecha para poner de manifiesto su desprecio hacia los envidiosos detractores:

 

Fueron alguantos dellos de envidia tannidos,
fueron de mal venino los malos corrompidos;
levantóronli crímenes los torpes fallecidos,
los qe él nunqua ovo fechos nin comedidos.

Blasmáronlo qe era omne galeador,

qe era de los bienes del común gastador;

entendiólis los cueres el sancto confessor,

porqe tan mal erravan ovo él grant dolor. (101-102)

 

 .......................................................

El preste benedicto, sacerdot derechero,

de Sancta Eolalia, do era racionero,

issió mucho encubierto, todo solo, sennero,

tornóse a las cuevas do morara primero. (106)

 

* * *

 

En resumen, la disensión conventual en Berceo no es sólo el agente catalítico que hace precipitar el Milagro de la abadesa preñada, y progresar la Vida de Santo Domingo y de San Millán, sino también uno de los instrumentos por medio de los cuales Berceo llega a contraponer las fuerzas del bien y del mal, para así enseñar su lección moral.

 

 

 

NOTAS

 

1  Para más detalles sobre la atenuación de la disensión conventual en Berceo, véanse Los Milagros de Nuestra Señora, cel. Brian Dutton, London, Tamesis, 1971, págs. 174-175, y La "Vida de San Millán de la Cogolla" de Gonzalo de Berceo, ed. Brian Dutton, London, Tamesis, 1967, pág. 201.

2  La disensión conventual como tema literario trac a la mente el poema tan conocido de Robert Browning, Soliloquy of the Spanish Cloister, que trata de la animadversion de un monje hacia otro (A Treasury of Great Poems, cd. Louis Untermeyer [1942], New York, Simon and Schuster, 1964, vol. II, págs. 869-870).

3 Ed. Brian Dutton (véase n. 1, arriba), págs. 159-176. Cito por esta edición en lo sucesivo.

4 Ed. Teresa Labarta de Chaves, Madrid, Clásicos Castalia, 1972. Cito por esta edición en lo sucesivo.

5 Ed. Brian Dutton (véase n. I, arriba). Cito por esta edición en lo sucesivo.

6 Para más detalles sobre el carisma como factor ideológico en los milagros marianos, véase mi capítulo titulado Hierarchy, Democracy, and Charisma in Medieval Spanish Literature, en Studies in Honor of Tatiana Fotitch, Washington, Catholic University of America Press, 1972.

7  Los "malos mestureros" representan una constante en la tradición medieval como tema literario. Aquí cito las palabras de Jimena con motivo del destierro de su esposo: "Merced, Canpeador, en ora buena fostes nado! / Por malos mestureros de tierra sodcs echado" (CMC, ed. R. Menendez Pidal, 3? ed. [Madrid, 1956], pág. 1035, vv. 266-67).

8  Véase la tesis inédita de mi alumno Eliezer OyOla, Los pecados capitales en ¡a literatura medieval española, Maryland,  1974.

9 La fórmula "en buen punto (= en buena hora)" es una constante en la literatura medieval, siendo muy evidentes sus implicaciones cósmicas. Su repercusión se oye hasta hoy en día en "dar la enhorabuena".

10  El aspecto partidario de los buenos vs. los malos, que ya se nota en el Cid ("A los unos plaze e a los otros va pesando", v. 1837), concuerda perfectamente con la ética dicotómica de Berceo, y por lo tanto se manifiesta repetidas veces a lo largo de sus poemas.

11  Véase mi artículo titulado El epíteto peyorativo en Berceo, en KRQ, 23, 197-4, págs. 309-316.

12 La preocupación por la fama del convento se nota también en el Milagro del sacristán fornicario, donde, al encontrar el cadáver ahogado del pecador, sus hermanos conventuales quedan consternados ante un posible escándalo: "Qué podrié seer esto, no lo podién asmar, / si.s murió o.l mataron, no lo sabién judgar; / era muy grand la basca e mayor el pesar, / ca cadié en mal precio por esto el logar" (ed. cit., pág. 54, est. 84). En lo que escribe sobre la fama en Berceo, María Rosa Lida de Malkiel (La idea de la fama en la Edad Media castellana [México, Fondo de Cultura Económica, 1952]) no toca la fama del convento.

13 Para más detalles sobre la jerarquía como factor ideológico en Berceo, véase mi trabajo citado en n. 6, arriba.

14 Sobre "maliello", véase Fernando González Ollé, Los sufijos diminutivos en castellano medieval, Madrid, CSIC, 1962, pág. 21.

 

 

 

 

 

LA DISENSIÓN CONVENTUAL EN BERCEO

 

 

Henry Mendeloff
University of Maryland

 

THESAURUS. Tomo XXX. Núm. 2 (1975)