Imagen románica del siglo XII conocida como "la Virgen sedente de Aradón", expuesta en la iglesia de Santa María de la Asunción de Alcanadre en La Rioja.    

 

El tema de la mariología en Berceo fue ya tratado por Claudio Vilá1y, sobre todo, por Joël Saugnieux2. Los trabajos de este último son, sin duda, la investigación más seria que se hizo sobre el tema. Por ello, sus conclusiones van a ser el punto de partida de nuestra investigación.

¿Es Berceo un teólogo o un simple trovador de María que repite ingenuamente lugares comunes de la piedad medieval de su medio ambiente? ¿Encontraremos en la obra de Berceo un esquema sistemático y coherente de las principales verdades dogmáticas o simplemente el reflejo de una piedad popular? El Prof. Saugnieux nos dará una respuesta muy clara y contundente: «Berceo no es, en absoluto, teólogo. Su pensamiento no tiene nada de sistemático y no está libre de incoherencias y contradicciones. Así, es necesario guárdese de atribuir al poeta un sistema teológico que él jamás concibió»3.

Nuestra posición va a ser precisamente la contraria. Creemos que en la obra de Berceo se reflejan las dos grandes perspectivas de la especulación teológica. Por una parte, hay en sus obras una clara presencia de las tres fuentes donde se apoya la reflexión teológica: la Sagrada Escritura, la tradición de los Santos Padres y el magisterio de la Iglesia; todo ello llega a Berceo por el influjo de distintas escuelas teológicas. Pero por otra parte, -y aquí sí que podemos considerar a Berceo como un innovador- recoge otra fuente del quehacer teológico: el llamado «sensus fidelium» esto es, la piedad popular. Tal vez este segundo aspecto haya sido excesivamente potenciado por la crítica y de ahí la imagen ya clásica de considerar al poeta riojano sólo como un simple «juglar a lo divino». Sin negar esta afirmación creemos que Berceo es algo más. Evidentemente no es un Santo Tomás. No desarrolla una teología para ser impartida en las universidades, sino que se proyecta a la existencia humana. Lo más significativo de la obra de Berceo es el estar escrita para el pueblo. Es un escritor popular. Es un vulgarizador. No crea, sino divulga y explica con clara intencionalidad catequética o propagandística. Y ¿qué es lo que divulga? Una dogmática, una moral y una liturgia.  

 

 

Ahora, bien, Berceo que tiene que dirigirse a esquemas mentales; sencillos se aparta de los manuales de teología al uso con sus tecnicismos difíciles de comprender y poco útiles para alimentar la religiosidad del hombre sencillo. Enseña, pues, no una teología conceptualista sino existencial. Pero detrás de este aparente ropaje de sencillez se ve muy clara la mente culta del teólogo que conoce perfectamente los tres aspectos que ha de desarrollar una divulgación teológica: una teología moral, una teología dogmática y una catequesis litúrgica.

Podemos ver cómo toda la obra de Berceo se adecua a este coherente sistema teológico. Empecemos por la moral. La teología moral trata de regular la actividad del individuo tanto en su foro interno como externo. Berceo se apartará de la moral casuística que resulta poco estimulante. Más que hablar de vicios y virtudes en abstracto, divulgará la vida de unos personajes que han seguido el camino de la virtud y serán presentados como modelos a imitar. Este es, a nuestr.juicio, el sentido de los llamados poemas hagiográficos, y que puede compaginarse con la tesis propagandística de Brian Dutton.

De Ia misma manera que toda religión ha de tener una actividad cúltica, el esquema teológico de Berceo no podia prescindir de este elemento fundamental. Este aspecto lo desarrolla Berceo 'en su obra «Del sacrifiçio de la missa». Su finalidad parece claramente catequética y tendría como telón de fondo la lucha entre el centralismo romano que intenta imponer el rito romano en unas iglesias ligadas por una larga tradición a la liturgia mozárabe. Por eso el Prof. G. de la Concha afirma que «el Sacrificio de la misa constituye una apología y explicación del rito romano en un medio tercamente ligado a la antigua liturgia hispánica»4.

Asimismo, es esencial a toda religión el iluminar los últimos acontecimientos de la historia humana y describir el estado de la vida futura. Berceo nos ofrece su tratado «De novissimis», imprescindible en todo sistema teológico, en su obra «De los signos que aparesçeran ante del juiçio». En él se exponen las verdades fundamentales que se recogían en la tradición cristiana y en la especulación teológica: resurrección de los muertos, descripción del juicio final según el esquema evangélico (Mat. 25, 31-46), doctrina de la retribución, cualidades del cuerpo resucitado y naturaleza de la vida eterna.

Pasemos ahora a la teología dogmática propiamente tal, es decir, al conjunto de verdades que constituyen el credo de la religiosidad cristiana. Con la claridad de quien es «maestr.nomnado», Berceo nos expone en los «Loores un resumen de lo que podríamos llamar teología dogmatica, tanto más significativo cuanto que por el momento no se ha encontrado, como señala Brian Dutton5, ningún texto que sirva de base a esta obra, lo cual hace, cuando menos, verosimil la hipótesis de que sea original del propio Berceo. El Prof. G. de la Concha fue quien en las II Jornadas Berceanas caracterizó a los «Loores de Nuestra Señora» como un «compendium Historiae Salutis»6. Sus apreciaciones resultan evidentes. El poeta con una finaIidad catequética expondría a sus oyentes o lectores la función de Maria en la economía de la historia de la salvación. Es, sin duda, la obra que con una perfecta estructura teológica se constituye en verdadero tratado de mariología, a la vez que ,se proponen las verdades fundamentales de lo que pudiera constituir la cristología berceana. Jesús aparece en esta obra como un núcleo básico del credo cristiano: anunciación, nacimiento, vida oculta, vida pública, muerte y resurrección, ascensión y venida del Espíritu Santo. Todas estas verdades teológicas ocupan una gran parte de la catequesis desarrollada por Berceo en esta obra.

¿Podemos distinguir distintas tradiciones mariológicas en la obra de Berceo? ¿Cuáles son sus fuentes inmediatas? El Prof. Saugnieux señaló hace algunos años la liturgia mozárabe como la primera tradición mariológica que aparece en Berceo, muy en concreto la tradición que arranca de la persona y la obra de San IIdefonso de Toledo, en particular su tratado «De Virginitate Sanctae Mariae», El ilustre hispanista francés afirma que «no es excesivo decir que Berceo es uno de sus discípulos lejanos»7. Para probarlo recurre a determinadas estrofa s del «Milagro de la casulla de S. IIdefonso» que demostrarían la admiración que nuestr.poeta sentiría por el arzobispo de Toledo. Asimismo se señala que el concepto teológico de la mediación de María utilizado por Berceo «procede en línea directa de S. IIdefonso»8.

Sin embargo, son varias las dificultades que presenta esta interpretación, En primer lugar, el «Milagro de la casulla de S. IIdefonso» pertenece a una tradición que corre por toda Europa sin vinculación alguna con la liturgia mozárabe. Asimismo, el concepto de «corredención» aplicado a María es un lugar común con la mariología de San Bernardo llegando a constituir el hilo conductor de su teología mariana. Pero hay además un enfoque radicalmente distinto entre la mariología de S. IIdefonso y la mariología de Berceo. Nos referimos a los conceptos de maternidad y virginidad en María.

La teología cristiana afirma de María dos verdades a primera vista contradictorias: María virgen / María Madre. Maria es madre permaneciendo virgen. Según se intensifique una u otra verdad tendremos dos tipos de mariología diferentes. El conflicto se remonta a la conocida controversia entre S. Jerónimo, por una parte, y Helvidio y Joviniano, por la otra. La discusión está ligada al debate sobre qué estado es más perfecto para alcanzar la virtud cristiana: el estado matrimonial o el estado virginal. Los dos autores que polemizan con S. Jerónimo están enraizados en el pensamiento judío y no admitían la virginidad en María. La explicación es muy sencilla si tenemos en cuenta determinados presupuestos antropológicos que encontramos en las doctrinas veterotestamentarias. Permitásenos aludir a ellos, aunque sea sólo muy sucintamente.

En el Antiguo Testamento no se consideraba la virginidad como una virtud, sino, por el contrario, como un castigo o maldición divina. Citamos a continuación un pasaje que ilustra la mentalidad del pueblo de Israel al respecto y cómo se proyecta posteriormente la polémica. Se trata de la historia recogida en Juec. 11,37: Jefté, jefe de los israelitas está en guerra con los ammonitas. En medio de la batalla el jefe israelita hace esta promesa: «Si entregas en mis manos a los ammonitas, el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahvé y lo ofreceré en holocausto». En efecto, la victoria fue definitiva para los judios. Jefté pudo pronto volver a su hogar. La primera persona que sale a recibirle es su propia hija. Pero él está dispuesto a cumplir su promesa y se lo cuenta a su hija. Esta se dirige a su padre con estas palabras: «Padre mío, aunque se te haya escapado la boca ante Yahvé haz conmigo lo que prometiste ... Hazme sólo esta gracia: déjame libre dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad» (El subrayado es nuestro). La muchacha tiene conciencia que morir siendo virgen es una impureza que exige penitencia.

Hasta aquí nos descubre la narración bíblica el concepto depresivo que una familia o, si se quiere, las tribus de Israel tienen respecto a la virginidad. El pueblo judío no sólo no conoció la virginidad como valor sino que la consideró como un castigo divino. La palabra «virginidad» aparece tan sólo ocho veces en todo el Antiguo Testamento y se la encuentra en estos contextos: o bien para festejar su pérdida en el matrimonio, o bien para lamentarse al verla intacta ante una muerte prematura; pero jamás se la considera como algo virtuoso.

      El fundamento teológico de esta aversión y este miedo a la virginidad es doble. En primer lugar, la idea general a todo el Antiguo Testamento de que el hombre ha de continuar la obra de la creación iniciada por Yahvé; la fecundidad, esto es, el «creced y multiplicaros» era prueba de que Dios estaba actuando a través del hombre en la transmisión de la vida. En segundo lugar, la esperanza muy firme puesta en el Mesías. Toda mujer judía albergaba la esperanza de poder llegar a ser madre del futuro libertador de su pueblo. Su máxima ilusión se cifraba en que pudiese aparecer entre sus descendientes. De ahí que la mayor maldición con que el cielo podía castigar sus delitos era la esterilidad o la falta de sucesión que le quitaba por completo la esperanza de estar un día entre los antepasados del Mesías.

Con el Nuevo Testamento se producirá un giro copernicano en la valoración de la virginidad. El pensamiento de S. Pablo es definitivo: la virginidad deja de ser un contravalor para convertirse en el mejor de los estados para alcanzar el perfeccionismo cristiano. Las ideas paulinas serán desarrolladas por los SS PP Y se convertirán en doctrina común de la Iglesia.

      Esto nos explica la polémica mariológica habida en tiempos de S. Jerónimo. Helvidio y Joviniano, formados en el pensamiento hebreo, no podían entender que la «virginidad» fuese un valor aplicado a María, y por eso la niegan.

Esta misma polémica la encontramos en la obra de S. IIdefonso «De Virginitate perpetua Mariae Virginis». La estructura apologética de la obra toma como adversarios también a Helvidio y Joviniano que evidentemente tienen aquí la finalidad de personificar los errores que trata de combatir. ¿Quiere esto decir que en algunas de nuestras iglesias locales prendieron las doctrinas en contra de la virginidad de María? Muy probablemente. Hablar del influjo del pensamiento judío en nuestra Edad Media no es ninguna novedad. Por eso, Vicente Blanco García en su edición crítica de la obra de S. IIdefonso afirma que «pudo ocurrir que algunos influenciados por los judíos, en quien nuestr.autor personifica su tercer adversario, suscitasen la herejía mariológica de los que fueron en otro tiempo adversarios de S. Jerónimo»9.

De esta manera S. IIdefonso se presenta ante la tradición mariológica como el defensor prototipo de la virginidad de María. Lógicamente al fundamentar toda su mariología sobre la virginidad dejará sin desarrollar hasta sus últimas consecuencias la afirmación de su maternidad, ya que podía resultar sospechosa. Por eso, S. Ildefonso no pudo afirmar la maternidad de María sobre el género humano. Este hecho produce una queja lastimera en un conocido teólogo actual cuando escribe: «Lástima que IIdefonso no sacara la conclusión obvia de que María es madre nuestra»10.

La misma liturgia mozárabe se va a convertir en la divulgadora de la virginidad de María. En los textos litúrgicos propios de las fiestas de María, la virginidad es el núcleo que aglutina los himnos marianos. Los textos recogidos en la Analecta Hymnica Medii Aevi prueban esto que decimos. En los himnos allí examinados tan sólo encontramos dos alusiones a la maternidad en la antífona de Laudes, propia de la fiesta «In diem Sanctae Mariae11. Por el contrario, son constantes las alusiones a su virginidad en sintagmas como «decus virginum», «virgo virginum», «aula virginis», «virgo genitrix», etc.

La mariología de Berceo, como veremos más adelante, se apoyará de manera primordial sobre la maternidad de Maria.

Pero hay además dificultades de orden histórico para admitir el influjo de la liturgia mozárabe sobre la mariología de Berceo. ¿Fué S. Millán un foco difusor de la liturgia mozárabe? Si tenemos en cuenta que este monasterio estaba íntimamente vinculado al centralismo romano, comprenderemos la dificultad de que en San Millán hubiese reminiscencias de la tradición litúrgica hispánica. Los monjes benedictinos de Cluny van a ser los grandes divulgadores de la liturgia romana en la Península. Silos es un monasterio benedictino al que Berceo está íntimamente ligado. Por ello no parece verosímil considerar la liturgia mozárabe como tradición que subyace en la mariología de Berceo. Más bien parece lo contrario: que Silos se constituye en foco difusor de la liturgia romana; y por ello en lugar abierto a las corrientes teológicas que vienen de más allá de los Pirineos.

 

2. ANALOGIAS ENTRE LA MARIOLOGÍA DE S. BERNARDO Y LA MARIOLOGÍA DE BERCEO.

Pensamos más bien que la gran tradición mariológica que acepta Berceo está ligada a los grandes mariólogos europeos: S. Anselmo y S. Bernardo, así como a la tradición secular del amor cortés. Examinemos las analogías que entre sí presentan la doctrina mariana de S. Bernardo y la aceptada por Berceo.

La estructura literaria de «Los Milagros» se apoya en lél verdad teol6gica de «María, medianera entre Dios y los hombres». Esta verdad es el aglutinante que sostiene la piedad mariana de los siglos XII y XIII, que se esboza en S. Anselmo y que S. Bernardo convierte en el título fundamental de María. De ahí que la tradici6n teol6gica le conceda el sobrenombre de «Doctor Mediationis».

Esta doctrina la encontramos metafóricamente, desarrollada en el llamado sermón «De aqueductu», como ya señaló muy bien el Prof. Saugnieux12.

 

a) Justificación por la fé o por las obras? Los pasajes que en la obra de S. Bernardo recogen esta idea son muy numerosos:

«Veneremos a María, porque esta es la voluntad de aquel que quiso que todo lo recibiéramos por María»13.

María es, pues, la medianera de todas las gracias, doctrina común entre los teólogos. Pero las afirmaciones de S. Bernardo van más allá. Al intensificar tanto la confianza en María plantea determinados problemas a la teología de la justificación: ¿quién justifica el Hijo o la Madre? ¿Puede la naturaleza humana merecer o solamente es nuestra fe la que nos salva? El primero de estos problemas había sido ya tratado por S. Anselmo y su escuela, muy en particular por Eadmer de Canterbury llegando a afirmar la supremacía de María sobre su hijo en la economía de la salvaci6n 14. S. Bernardo se fijará más en el modo cómo se opera esta salvación:

«Busquemos la gracia y busquémosla por María»15.

 

¿De qué manera? No a través de nuestras obras:

«pues en la naturaleza humana la gracia es falaz»16.

 

La naturaleza humana está corrompida por eso no puede merecer:

«¿Y quiénes somos nosotros? Nosotros tal vez perjuros, nosotros adúlteros, nosotros ladrones, nosotros homicidas, la basura del mundo»16 ..

No podemos alegar ningún mérito. S. Bernardo toma el ejemplo de María:

«María no alega el mérito, sino que busca la gracia»18.

 

Como fácilmente se puede deducir de estas afirmaciones S. Bernardo está en un terreno muy próximo a lo que en el siglo XVI será la teoría protestante de la  justificación por la sola fe fiducial. Por ello algunos teólogos al interpretar ciertos pasajes de su tratado «De gratia et libero arbitrio» han visto en S. Bernardo un precursor del protestantismo.

Si pasamos a «Los Milagros» de Berceo, la base que subyace en muchos de estos milagros evoca en el lector moderno la tesis del «Pecat fortiter et crede fortius» con la única diferencia de que esa «fides fiducialis» no se pone en Cristo sino en María. La estructura literaria común a todas estas descripciones se apoya casi siempre sobre el mismo esquema teológico: La Virgen interviene tras la muerte del pecador para concederle una salvación inmerecida o inesperada. Esta salvación no es fruto de unas obras sino de una confianza, de una fe fiducial en María. Algunos son justificados por una oración repetida maquinalmente; otros por una simple inclinación: es el caso del Milagro sobre «El sacristán fornicario»:

«facié a la su statua el enclin cada día,

fincava los enojos, dicié: 'ave María» (Milag. estr.77)

Este sencillo acto piadoso será suficiente para obtener la salvación. Un caso análogo lo encontramos en el Milagro sobre «El clérigo ignorante» que repite sin comprender la misa de «Salve, Sancta Parens»:

«Mas la sabié por uso qe por sabiduria» (Milag. estr.220)

La misma actitud encontramos en el Milagro sobre «El premio de la Virgen».

La obra meritoria se limita a ser una sencilla inclinación ante la imagen de María:

«qe de sancta María amava su figura,

siempre se inclinava contra la su pintura» (Milag. estr.116)

¿Tomando como base estas ejemplificaciones, se puede afirmar que sea el valor meritorio de estas acciones las que motiven y causen la justificación?19. Da la impresión de que Berceo a través de los milagros que él recoge y traduce, trata de divulgar la idea de que la salvación es muy fácil de obtener. ¿Cómo? No por medio de unas acciones heróicas, ni a través de la ascética del «agere contra». No tenemos que renunciar a nada, sino tan sólo depositar nuestra confianza en María:

«Non cates al mi merito, cata a tu bondad», dice Teófilo. (Milag. estr.826).

Ahora, bien, esa fe fiducial en María necesita una exteriorización. El antropomorfismo es indispensable: ejemplificar unos actos piadosos cuya realización sea tan sencilla que transmita al hombre la idea de que la salvación es muy fácil: una simple inclinación puede ser ya suficiente.

Berceo trata, pues, de comunicar a su público que la salvación depende no tanto del esfuerzo ascético cuanto de la confianza depositada en la bondad de María. De esta manera les infunde un sereno optimismo.

En resumen, podemos afirmar que la teología de la justificación subyacente en Los Milagros y que Berceo acepta es que la justificación viene de la fe y no de las obras; por eso ningún pecado es estorbo para la intervención de María, si el pecador tiene fe en ella.

 

b) ¿María virgen o María madre? Esta mediación de María en la economía de la salvación será desarrollada en ulteriores títulos que arrancan de la misma verdad teológica y que son comunes a S. Bernardo y a Berceo. Nos referimos a la concepción de María como abogada ante un Cristo juez. Este aspecto fue ya subrayado por Saugnieux al poner de relieve el vocabulario jurídico al hablar de la salvación de sus personajes20.

También en este punto encontramos una coincidencia entre la teología mariana de S. Bernardo y la aceptada por Berceo. Son muchos los pasajes en que S. Bernardo utiliza tecnicismos jurídicos para expresar la mediación de María. Como ejemplo puede servir el ya citado sermón «De aquaeductu»:

«Quieres tener un abogado para con él? Pues recurre a María21.

Esta idea se convierte en un lugar común tanto en «Los Milagros» como en los «Loores» de tal manera que la juricidad es el núcleo semántico más frecuente en la obra de Berceo, como señaló el propio Saugnieux22. ¿Cuál es la raíz de este hecho? Muy posiblemente tendría su origen en el sistema feudal con el que los oyentes tanto de S. Bernardo como de Berceo estarían familiarizados. Y es que el antropomorfismo es inseparable del quehacer teológico. La justicia divina se expone según los clichés de la justicia humana. Ante este tribunal María tanto para S. Bernardo como para Berceo es el mejor abogado. No porque conozca mejor las leyes sino por su condición de madre, cuya maternidad la proyectan S. Bernardo y Berceo tanto sobre la divinidad («Theotokos») como sobre el género humano:

María es Madre de Dios y también madre nuestra. Esta última afirmación supone una auténtica novedad respecto a la mariología de S. IIdefonso. He aquí otro de los puntos comunes que caracterizan la mariología de S. Bernardo y la de Berceo, frente a S. IIdefonso y a la liturgia mozárabe. Dentro del binomio María Virgen / María Madre, encontramos un mayor desarrollo de la maternidad como verdad más fecunda. Se afirma la virginidad con imágenes bien expresivas, como veremos más adelante, pero siempre en función de la maternidad. Es el tema que S. Bernardo desarrolla en uno de sus sermones sobre la «virginidad fedunda»:

 

«Singular virginidad la suya, que no violó, sino que honró

la fecundidad. ¿Cuál de estas dos cosas no es admirable?

¿Cuál no es incomparable? Cuál no es singular ... la fecundidad

de una virgen o la integridad de una madre»23.

 

De ahí que María sea modelo a imitar tanto por quienes Siguen el estado virginal como por quienes han optado por el matrimonio 24:

 

«Venerad, pues, los que os halláis en estado matrimonial

la integridad y pureza del cuerpo en el cuerpo mortal;

admirad, vosotras vírgenes sagradas, la fecundidad de la

Madre de Dios»25.

 

y más adelante en el mismo sermón S. Bernardo pone a la Madre de Dios como ejemplo de las madres en el momento de dar a luz:

«Corred (a Maria), madres; corred, hijas, corred todas
las que después de Eva os acercáis al alumbramiento con
tristeza y dais a luz con dolor»26.

La maternidad de Maria será una de las advocaciones más frecuentes en Berceo, sobre la cual se apoya su abogacía ante el Hijo-Juez. Evidentemente Berceo afirma la virginidad con imágenes que posiblemente tome del propio S. Bernardo, como veremos. Sin embargo, la virginidad se afirma más como verdad dogmática, parte de un credo conceptual que como una situación existencial, modelo para ser imitado. En ningún momento Berceo afirma la superioridad de la virginidad como estado de perfección. Por el contrario, la maternidad de Maria es el título más invocado hasta convertirse en la única advocación de los «Loores». El término «Madre» en un contexto de súplica aparece treinta y tres veces en los «Loores»; asimismo en «Los Milagros» se encuentra formando parte de sintagmas como:

«la grand Madre caudal» (estr. 29)
«madre del buen Criado» (estr. 31)
«madre, plena de gracia» (estr. 46)
«La Madre con el Fijo» (estr. 56)
«La Madre del Rey» (estr. 59)

«La Madre Gloriosa» (estr. 64)

«Madre de Cristo, criada e esposa» (estr. 64)
«Gloriosa Madre del Criador» (estr. 66)
«Madre de Dios» (estr. 68)

«Madre eres de fijo, alcalde derechero» (estr. 90)

«Yo soy Sancta Maria / Madre de Jesu Cristo que mamó de la leche mia» (estr. 109)

«Madre gloriosa» (estr. 122)
«Madre del Rey celestial» (estr. 123)
«Madre sin dicción» (estr. 228)

 

María, pues, es nuestra mejor abogada porque es Madre de Dios y también Madre Nuestra. los dos aspectos de esta maternidad aparecen bien subrayados en la obra de Berceo:

«Barones e mugieres, por madre te catamos
tu nos guía, Sennora, com tus fijos seamos;

peccadores e justos tu merced esperamos» (Loores, estr.218)

La maternidad divina es igualmente divulgada por Berceo con expresiones que presuponen un conocimiento nada despreciable de la teología. Si se acentúa excesivamente esta maternidad se corría el riesgo de convertir a María en una diosa, lo que seria un grave error teológico. Esta proximidad a la herejía la encontramos en determinados textos de la obra de S. Anselmo, que han sido interpretados por la teología protestante actual, en particular por Karl Barth, como un reproche a la teología católica de que en dichos pasajes se estaba afirmando de María cualidades divinas idénticas a Dios-Padre:

«y de María se hizo un hijo, no otro sino el mismo,
de manera que según su naturaleza («naturaliter»)
fuese hijo común de Dios y de María »27 .

«Dios es el Padre que ha contruido todas las cosas
y María, la Madre que lo ha reconstruido todo»28.

Las analogías entre la función de Dios-Padre y María se llevan a tales extremos que parecen presuponer la divinidad de la Virgen29 . Berceo, por el contrario, para evitar este peligro aplica a María, junto con su condición de «Theotokos», su relación filial respecto del Padre, con lo cual ya se indica su dependencia: no es una diosa sino que sigue siendo criatura de Dios:

«Ruega tu fijo, Madre, por tus peccadores
fijo lo has e Padre» (Loores, estr.
214).

En otro momento, Berceo aplica a María dos atributos: uno que subraya su privilegio ante Dios ('esposa') mientras que el segundo acentúa su dependencia ('criada')

«Madre de Cristo, criada y esposa» (Milagros, estr.64)

 

c) Imágenes marianas comunes de S. Bernardo y a Berceo. Las analogías entre la mariología de S. Bernardo y la de Berceo se proyectan incluso a la misma forma literaria. Son llamativas las imágenes marianas utilizadas por los dos grandes trovadores de María. las coincidencias son casi absolutas. Asi el tema de la virginidad lo encontramos en los dos autores con los mismos recursos alegóricos. En la «Introducción» a «Los Milagros» Berceo nos presenta a María bajo la alegoría del 'campo-vergel'. Como ya señaló Brian Dutton se trata de una prolongación del 'Iocus amoenus' y que parece hubo de ser patrimonio común a la formación cultural de los educados en S. Millán30 .

1. María, prado virginal

Bajo esta alegoría Berceo presenta a la Virgen como:

«prado verde o bien sencido» (Milagros, estr.2)

El adjetivo 'sencido' evoca metafóricamente el campo semántico de la virginidad  ya que aplicado a un prado significa «sin tocar, regar ni labrar»31 .

En nuestro peregrinaje el hombre encuentra en este prado paz y sosiego:

 

       «En esta romería avemos un buen prado

en qui trova repaire tot romeo cansado:

la Virgen Gloriosa, Madre del buen Criado» (Milagros, estr.19).

Berceo afirma la virginidad de María en este mismo contexto de la alegoría del prado:

«yendo en romería caecí en un prado
verde e bien sencido» (Milagros, estr.2)
«Esti prado fue siempre verde en onestat

ca nunca ovo macula la su virginidad» (Milagros, estr.20).

Las mismas imágenes encontramos en S. Bernardo para afirmar la virginidad de María:

«Así floreció el seno de la Virgen, así las entrañas íntegras, intactas y castas de María, como prado de eterno verdor, produjeron la flor»32 .

Si comparamos los dos textos hay un sintagma donde las coincidencias textuales son absolutas; «esti prado fue siempre verde» parece ser traducción literal del texto latino: «pascua aeterni viroris».

Esta misma imagen la vuelve a repetir S. Bernardo cuando al hablar del nacimiento de Cristo lo compara al heno que nace en un campo virgen:

«Allí se muestra el pesebre a los piadosos animales, y

en este pesebre el heno que nace en el prado virginal»33

 

  

2. La zarza ardiendo (Ex. 3, 2), imagen de la virginidad de María


 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«Gran maravilla, ciertamente una zarza ardiendo sin quemarse, gran portento una mujer que queda ilesa estando cubierta por el sol»34 .

 

«La mata que paresco al pastor encendida a remanesció sana con ante tan complida . a ti significava que non fust corrompida» (Loores, estr.6).

 

 

3. El vellocino de Gedeón (Juec. 6, 36), imagen de la virginidad de María.

 
 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«Qué significaba el vellocino de Gedeón que, quitado de la carne pero sin herida de la carne, es puesto en la era; y ahora la lana, después la misma era es humedecida con el rocío, sino aquella carne tomada de la carne de la virgen, pero sin detrimento de su virginidad»36 .

 

«La tu figura, Madre, trayé el vellocino en qui nuebo miraglo por Gedeón avino, en éssi vino pluvia, en ti Rei divino» (Loores, estr. 11)

 


 

4. María, pozo de agua purísima. Para expresar la mediación· de María. S.Bernardo recurre a la imagen de Maria como «puteus aquae purissimae». La misma imagen desarrolla Berceo en varios pasajes:

 

 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«Acaso niegas que María es pozo de agua purísima, que conservaba todas las palabras de Cristo guardándolas en su corazón? Sé tu también a tu medida un pozo ancho y profundo»36

 

«tal es sancta María como el cabdal río, qe todos beven d'ellí, bestias e el gran gentío/

tan grand es cras com eri, e non es más vazío» (Milagros, estr.584)

«Sennora benedicta de qui todo bien mana» (Milagros, estr.521)

«fuent perenal es Ella de qui mana la mar qe en sazón ninguna non cessa de manar» (Milagros, estr.703)

 



 

5. Eva, espina/María, rosa. Fué clásico en los tratados de teología el contraponer la obra de María en la historia de la salvación a la acción de Eva. S. Bernardo plasma esta idea de un modo original: Eva es la espina, María la rosa:


 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«Por tanto, Eva fue la espina, María se erigió como rosa; Eva es espina que hiere; María, rosa que dulcifica; Evan es espina que produce la muerte; María, rosa qu'e devuelve la salud»37

 

«issió quand tú nacisti de la espina rosa» (Loores, estr. 204).

 

 


 

6. María, vara de José. Es una ampliación de la imagen anterior: Eva es la raíz, María la rama y Cristo la flor:

 

 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«Oh, Virgen, vara noble, vara de José por quien quedó restablecido lo que habla perecido en la raíz. Eva, raíz de amargura; María, raíz de eterna dulzura. Cuán admirable es la sabiduría divina que hizo nacer ... una rosa tan floreciente de una seca espina»38

 

«En ti.s complio, sennora, el dicho d'lsaia que la raiz de Yesse una verga saldría e flor qual non fue vista dend se levantaria» (Loores, Estr. 8).

 

 

 

 

7. María, la rama / Cristo, la flor:

 

 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«En esto mismo juzgo que se manifiesta bastante quién se la vara que procede de la raíz de Jesé y quién la flor sobre la que reposa el Espíritu Santo. La Virgen Madre de Dios es esta vara, y su Hijo la flor»39

 

«e flor qual non fue vista dend se levantaría./

spiritu con siete dones en la flor posaría Madre, tú fust la verga, el tu Fijo la flor» (Loores, 8 y 9).

 

 

 

8. María, puerta cerrada:


 

S. Bernardo

 

BERCEO

     

«Anunciaron tu parto virginal muchos signos ... como cuando Ezequiel se admiraba de que la puerta estuviese cerrada después de pasar el rey»40

 

«La puerta cerrada que diz Éçechiel
a ti significava que siempre fust fiel

por ti passó sennero el Sennor d'lsrael» (Loores, estr.12).

 

 

 

Si dejamos a un lado otras muchas coincidencias formales entre S. Bernardo y Berceo, y echamos una mirada a la historia del momento, también desde este punto de vista parece verosímil el influjo del monje de Claraval sobre nuestr.poeta riojano. La regla del Císter fundada por S. Bernardo fue introducida en España en el año 1137. Sabemos que muchos conventos peninsulares pidieron a la abadía de Claraval que les enviasen monjes franceses que pudiesen convertirse en sus guías espirituales. Estos monjes divulgaron muy pronto en España el pensamiento de su maes· tro. Durante una buena parte del siglo XIII la Orden del Cister conoció en nuestra Península «un esplendor comparable al que anteriormente había conocido Cluny»41 . Este apogeo de la Orden de S. Bernardo en España coincide, por otra parte, con los años de madurez de Berceo. Por tanto su influjo parece algo esperado.

 

 

 

 

     CONCLUSION

Un acercamiento a la obra de Berceo desde el punto de vista de la teología nos hace descubrir una producción literaria que se apoya sobre un sistema religioso donde aparecen claramente diferenciadas las distintas parcelas del quehacer teológico: teología moral, teología dogmática, catequesis Iitúrgica. ¿La constatación de este hecho es puramente fortuita o depende de la intencionalidad de una mente. cuIta? ¿La simple elección de unas obras con este carácter de divulgación teológica no es ya suficiente para considerar al poeta riojano algo más que un simple «juglar a lo divino»?

Pero hay algo más en la obra de Berceo. Un análisis de la tradición teológica que subyace en su producción pone de manifiesto que Berceo conoce y acepta la teología de S. Bernardo, tanto en su teoría de la justificación como en su teología mariana. Hemos intentado poner de relieve una serie de analogías temáticas, muy en particular lo referente al concepto de mediación, núcleo sobre el que se centra la exposición doctrinal de los dos trovadores marianos. Pero donde las coincidencias resultan verdaderamente llamativas son en la misma forma literaria. Hay un paralelismo absoluto en determinadas imágenes marianas, originales de S. Bernardo, que vemos reproducidas literalmente en nuestr.poeta, algunas de las cuales parecen ser traducción literal de texto latino.

Por tanto, desde el punto de vista temático como desde la perspectiva de un análisis forma!, la influencia de S. Bernardo en Berceo parece innegable. ¿CÓmo se produce esa influencia? ¿Por simple ósmosis ambiental? ¿A traves de los textos litúrgicos? ¿O más bien fruto de una lectura personal? Creemos que las tres hipótesis son posibles y no son excluyentes.

El esquema teológico que descubrimos en algunas de sus obras, como por ejemplo, Los Loores, así como el tratamiento de determinados conceptos teológicos, creemos que exceden con mucho las ideas de la piedad popular ambiental, tanto más cuanto sabemos la escasísima formación teológica que tiene la mayoría de los clérigos, y que puso de manifiesto el trabajo de Beltrán de Heredia42 . De ahí que pensemos que detrás de ese estilo sencillo y candoroso, que caracteriza al poeta riojano, se esconde una mente culta que ha asimilado las verdades fundamentales de la historia de la salvación, según la ortodoxia de la teología cristiana del momento y que se autodenomina «Yo maestr.Gonçalo de Verçeo nomnado» (Milagros, estr.2/.

 

 

 

 

 

 

      NOTAS

1 Claudio Vilá, «Estudio mariológico de los Milagros de Nuestra Señora, de Berceo», Berceo, VII (1953) 343-360.

2 Joël Saugnieux, «Observaciones sobre la economía de la salvación en Los Milagros de Nuestra señora, de Berceo», en Literatura y espiritualidad, Madrid, Edic. Prensa Española, 1974, pp. 51-141.

Idem, «Sur l´economie du salut dans les Milagros de Nuestra Señora de Berceo», en Lettres Romanes, t. XXVIII, Louvain, 1974, pp. 13-48. Idem, «La tradition mariale et les 'Milagros' de Berceo», en Lettres Romanes, t. XXXI, Lovain, 19n, pp. 32~.

3 Joël Saugnieux, «Observaciones ... p. 55».

4 Victor G. de la Concha, «Los Loores de Nuestra Señora, un compendium Historiae Salutis», Berceo (1978). p. 178.

5 Brian Dutton, «Los Loores de Nuestra Señora», en Obras Competas, Tamesis Book Limited, London, 1975, t. III, p. 70.

6 Víctor G. de la Concha, «Los Loores de Nuestra Señora, un compendium Historiae Salutis». Berceo (1978) 133-189.

7 Joël Saugnieux, Observaciones ... p. 106.

8 Ibidem, p. 108.

9 Vicente Blanco Garcia, San IIdefonso de Toledo, Madrid, B.A.C., n° 320, 1971, p. 11.

10 Juan M. Cascante Davila, «La devoción y el culto a María en S. IIdefonso de Toledo», en Acta Congressus Mariologici-Mariani Internationalis in Croatia anno 1971 celebrati, Romae, 1972, v. III, p. 232; en el mismo volumen y sobre el mismo tema puede verse: P. Heinrich M. Köster, «lIdefons von Toledo als Theologe der Marienverehrung», pp. 197-222.

11 Analecta Hymnica Medii Aevi, herausgegeben von Clemens Blume-Guido M. Dreves, t. XXVII: Hymnodia Gotica: Die Mozarabischen Hymnen des Alt-spanischen Ritus, Leipzig, 1897, 84, p. 121.

12 Joël Saugnieux, o.c. Observaciones .. p. 127.

13 «Mariam hanc veneremur, quia sic est voluntas ejus, qui totum nos habere voluit per Mariam», P.L. 183,441.

14 Sobre este punto cf. Karl Binder, «Marienkult und Marienverehrung bei Eadmer von Canterbury», en De Cultu Mariano Saeculis VI-XI, Romae, 1972, pp. 665-710.

15 «Quaeramus gratiam, et per Mariam quaeramus», P.L., 183,442.

16 «Nam apud homines gratia fallax», Ibidem, col. 442.

17 «Qui nos! Nos parjuri, nos adulteri, nos homicidae, nos raptores, purgamenta utique mundi hujus», Ibidem, col. 442.

18 «Maria non praetendit meritum, sed gratiam quaerit», Ibidem; col. 442.

19 El Prof. Saugnieux defiende la tesis contraria a nuestra posición con afirmaciones contundentes: «Estamos ahí en los antípodas de la concepción luterana de la justificación por la fe» (o.c., p. 61).

20 J. Saugnieux, o.c., p. 70.

21 «Advocatum habere vis et ad ipsum? Ad Mariam recurre» (P.L. 183,441).

22 J. Saugnieux, o.c. p. 78 y ss.

23 «Et quidem singularis virginitas, quam non temeravit, sed honoravit fecunditas ... Quid horum non mirabile? quid non incorporabile? quid non singulare ... sit fecunditas in virgine, an in matre integritate» (P.L. 183,60-61).

24 En S. Bernardo el matrimonio pierde ya la carga de escuela de imperfección que había tenido en otros Santos Padres. Téngase presente que es el siglo XII cuando empieza a desarrollarse la teología del matrimonio. En el concilio de Verona de 1184 aparece por primera vez el matrimonio formando parte de los demás sacramentos.

25 «Veneramini ergo, conjuges, in carne corruptibili carnis integritatem: miramini etiam, vos sacrae virgines, in virginitate fecunditatem» (P. L., 183,61).

26 «Currite, matres; currite, filiae; currite, omnes quae post Evam, et ex Eva, et parturimini cum tristitia, et parturitis» (P.L., 183,62).

27 «Et ex Maria fecit sibi filium, non alium, sed eundem, ut naturaliter esset unus idemque communis Filius Dei et Mariae» (P.L. 158, 956l.

28 «Deus est Pater constituionis omnium, et Maríae est Mater restitutionis omnium» (P.L. 158,956l.

29 Sobre este punto cf. P. Hubert, «La piété mariale de Saint Anselme de Cantorbery», en De Cultu Mariano Saeculis VI-XI, Romae, 1972, 597-611; Michael Schamaus, «Die dogmatischen Grundlagen des Marienkultes nach Anselm von Canterbury», Ibidem, pp. 613-629; Pater Meinhold, «Die Stellung des Gottesmutter in der Theologie des Anselm von Canterbury», Ibidem, pp. 631-650; Pasteur Henry Chavannes, «Quelle lumiére les 'Orationes' de Saint Anselme a la Sainte Vierge projettent-elles sur la preuve du Proslogion? Ibidem, pp. 651-664.

30 Brian Dutton, Los Milagros de Nuestra Señora, London, 1971, p. 38. 31 Ibidem, p. 35.

32 «Sic omnimo, sic Virginis alvus floruit, sic inviolata, integra et casta Mariae viscera, tanquam pascua aeterni viroris florem protulere» (P.L., 183,42).

33 «Monstratur piis ibidem jumentis praesepium et in praesepio fenum de prato virginali» (P.L. 182,929),

34 «Magna plane visio, rubus ardens sine combustione; magnum signum, mulier illaesa manens amicta sole» (P.L. 183,432),

35 «Quid iIIud Gedeonis vellus significat, quod utique de carne tonsum, sed sine vulnere carnis in area ponitur, et nunc quidem lana, nunc vero area rore perfunditur, nisi. carnem assumtam de carne Virginis, et absque detrimento virginitatis» (P.L. 183,64).

36 «An Mariam quasi puteum aquae purissime inficiaberis, quae conservabat omnia verba de Christo, conferens in corde suo. Esto et tu salis puteus pro modulo tuo, puteus altus et amplus» (P.L. 184, 195),

37 «Eva, ergo spina fuit, Maria rosa extitit: Eva spina, vulnerando; Maria rosa omnium affectus mulcendo. Eva spina, infigens omnibus mortem, María rosa reddens salutiferam omnibus sortem» (P.L. 184, 1020).

38 «O virgo, virga nobilis, virga Jesse, per quam in Ramo convaluit quod perierat in radice.Radix amaritudinis Eva, radix aeternae dulcedinis Maria. Haec est miranda ... tam florens rosa de tan sicca spina» (P.L. 182, 1144),

39 «Ex his manifestum jam arbitror, quaenam sit virga de radice Jesse procedens, quis vero flor super quem requiescit spiritus sanctus. Quoniam Virgo Dei Genitrix virga est, flos Filius eius ... (Filius) flos campi est et non horti» (P.L. 183, 42). Subrayamos esto en contra de Brian Dutton quien comete un «lapsus calami» al afirmar que «Maria es flor del campo», cuando en la Patrología esta afirmación se refiere a Jesús (cf. Brian Dutton, Los Milagros de Nuestra Señora, London, 1971, p. 41.

40 «Virginei partis novitatem tot praecedentia signa designarunt, sicut.. in porta Ezechiel miratur clausa solius regis transitum» (P.L. 182, 145).

41 Défourneaux, Les Francais en Espagne aux Xleme et Xlleme siecles, Paris, P.U.F., 1949, p. 50, citado por Saugnieux, a.c. p. 123.

42 Beltrán de Heredia, «La formación intelectual del Clero en España durante los siglos XII, XIII y XIV», Revista Española de Teoloqía, VI (1946) 313-357.

 

ACTAS DE LAS III JORNADAS DE ESTUDIOS BERCEANOS
INSTITUTO DE ESTUDIOS RIOJANOS
LOGROÑO, 1981

 

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