Relieve en marfil que representa la Batalla de Gaugamela (331 a.C.), en el Museo Arqueológico Nacional de España (Madrid). Labrado en el siglo XVIII por un autor anónimo, e inspirado en una pintura de Charles Le Brun sobre el mismo tema. (Autor de la fotografía: Luis García)

 
 

 

RESUMEN

Si se puede hablar de un verdadero Siglo de Oro en lo que al tema de Alejandro Magno se refiere, ése es el XIII, en el que se dan cita en suelo hispánico dos ramas o corrientes: la occidental-europea, representada por el Libro de Alexandre, y la oriental-islámica, bien visible, junto con la primera, en la General Estoria de Alfonso X el Sabio. Un Libro de Alexandre compendiado y prosificado, cuyas fuentes han sido analizadas pormenorizadamente, está relacionado con el poema del Mester de Clerecía y posiblemente con la labor traductora de los redactores alfonsíes.

González Rolán, Tomás y Saquero Suárez-Somonte, Pilar. «La imagen polimórfica de Alejandro Magno desde la Antigüedad latina al Medievo hispánico: edición y estudio de las fuentes de un desatendido Libro de Alexandre prosificado», Cuad. fil. clás. Estud. lat. vol. 23, núm. 1 (2003) 107-152.

PALABRAS CLAVE : Alejandro Magno, Alfonso X el Sabio, Libro de Alexandre

 

ABSTRACT

If it is possible to talk about a true Golden Age referred to the subject of Alexander the Great, it would be the XIIIth century. At that moment, Two branches or tendencies take place on Spanish soil: the Western-European, represented by the Libro de Alexandre, and the Eastern-Islamic, which is very noticeable, together with the former, in the General Estoria by Alphonso X the Wise. An abridged and changed to prose Libro de Alexandre, whose sources have been analysed in detail, is related with the poem of the Mester de Clerecía, and probably also with the translating task of the Alphonsine writers.

González Rolán, Tomás and Saquero Suárez-Somonte, Pilar. «The polymorphic image of Alexander the Great since the Latin Antiquity until the Hispanic Middle Ages: edition and study of the sources of a neglected changed to prose Libro de Alexandre», Cuad. fil. clás. Estud. lat. vol. 23, núm. 1 (2003) 107-152.

KEY WORDS : Alexander the Great, Alphonso X the Wise, Libro de Alexandre

 

sumario

1. La figura histórica de Alejandro y sus fuentes literarias.

2. Alejandro en la Literatura Medieval Española (siglo XIII).

3. Aproximación al Libro de Alexandre prosificado.

4. Edición y fuentes del Libro de Alexandre compendiado y prosificado.

 

 

 

 

1. La figura histórica de Alejandro y sus fuentes literarias

 

En la breve pero fructífera existencia de Alejandro Magno (356-323 a.C.), hijo del rey Filipo II de Macedonia y de su esposa Olimpíade de Epiro, se pueden señalar tres etapas. La primera, que va desde su nacimiento hasta los 18 años, está dedicada a su formación de la mano de competentes educadores, en particular Lisímaco, con los que aprendió a leer y escribir y hacer cuentas, y más tarde, entre el 343 y el 340 a. C., de Aristóteles, hecho venir expresamente por Filipo II a Mieza, para explicar a su hijo y a otros jóvenes de la aristocracia macedónica el sentido moral y político de las epopeyas homéricas, en especial la Ilíada, de los grandes trágicos, historiadores y líricos griegos, y profundizar en los conocimientos de la medicina, botánica, metafísica y táctica militar, entre otras muchas disciplinas.

La segunda etapa de su vida, la de jefe militar y conquistador, comienza aproximadamente en el año 338, cuando apenas tenía dieciocho años, participando por orden de su padre al frente de un escuadrón de coraceros en la batalla de Queronea, en donde por su valentía y arrojo recibió el reconocimiento del ejército como genuino jefe militar, digno de suceder, llegado el momento, a su padre, hecho que ocurrió dos años más tarde tras la muerte de éste en el 336. Tras asegurar y unificar, ya como rey, toda Grecia, dejándola al frente de Antípatro, cruzó el Helesponto en dirección a Asia Menor acompañado de un contingente que no llegaba a los cincuenta mil hombres con la pretensión de conquistar el poderosísimo imperio persa, gobernado por Darío, lo que consiguió tras las victoriosas y famosas batallas del río Gránico, Iso y Gaugamela.

Una vez conquistada Persépolis, capital del Imperio, acometió en el año 327 la expedición a la India, cruzando un año después el Indo y llegando al Hidaspes, donde derrota al poderoso rey Poro. Aunque concibió la idea de cruzar la India hasta el río Ganges, su ejército se opuso a ello por lo que volvió a Susa y desde allí a Babilonia, ciudad en la que murió el año 323, después de sentirse repentinamente enfermo durante una fiesta y tras diez días de persistentes fiebres.

Los autores antiguos, tanto griegos como romanos, le han considerado con razón como el más grande general de todos los tiempos y han valorado con exactitud la grandeza de sus acciones militares y su bien ganada fama de invencible.

Han insistido además en la impronta dejada en su personalidad por sus maestros, y de modo muy especial por Aristóteles, hasta el punto de ver en él al militar capaz de convertirse en paradigma de la siempre difícil conjugación de las armas y las letras. Así lo afirma Plutarco1 en su Vida de Alejandro (8, 2-3): «...También manifestaba una inclinación natural a la literatura, y era amante de aprender y muy buen lector. Consideraba —y así la llamaba— a la Ilíada vademecum del arte militar, y llevaba consigo un ejemplar corregido por Aristóteles que conocían con el nombre de 'ejemplar de la caja', y que siempre tenía junto con el puñal bajo su almohada, según ha escrito Onesícrito. Como no podía conseguir otros libros en las regiones interiores de Asia, encargó a Harpalo que le enviara algunos, y éste le mandó los libros de Filisto, las más célebres tragedias de Eurípides, Sófocles y Esquilo, a más de los ditirambos de Telestes y Filóxeno».

Pero lo que realmente fascinó sin excepción al mundo antiguo, y más tarde al medieval, fue que un jovencísimo rey, cual David, se atreviese con un pequeñísimo ejército, que los historiadores cifraban aproximadamente en treinta y dos mil infantes, cuatro mil quinientos jinetes y ciento ochenta naves, a desafiar y vencer al poderosísimo Goliat, el Imperio persa, que contaba con cientos de miles de soldados y combatía en terreno propio y por ello conocido.

El asombro y la fascinación que sintió la Antigüedad y Edad Media por tal empresa queda perfectamente plasmada en una frase incluida en las Historiae adversus paganos (III, 16, 3-4) del escritor Paulo Orosio 2, nacido en Galicia en el siglo V: «Con este pequeño número [= de soldados] no sabemos decir qué es más sorprendente, si el haber vencido al mundo entero o el haberse atrevido a atacarlo (hac tam parva manu universum terrarum orbem utrum admirabilis sit quia vicerit an quia adgredi ausus fuerit incertum est).»

Pero la casi unanimidad al juzgar y apreciar su sensibilidad cultural, su inteligencia y capacidad resolutiva, su valor personal, su poder para fanatizar a sus soldados y lograr poner en práctica sus principios estratégicos, la clarividencia para elegir el objetivo y marchar directamente hacia él a pesar de la desigualdad de fuerzas, cambia de forma radical cuando de lo que se trata es de valorar la tercera etapa de la vida de Alejandro, es decir, su papel como político u hombre de Estado.

A los ojos de muchos de los escritores romanos y también de algunos griegos, Alejandro, a medida que va conquistando el Imperio persa, se deja cautivar cada vez más por los usos y costumbres orientales, hasta el punto de convertirse en un «bárbaro» por su política de fusión e integración, que se traduce en la adopción por parte del rey macedonio de la vestimenta real de los persas, en el permiso para que soldados y oficiales se casen con mujeres persas, en el alistamiento de gran número de éstos, etc.

El propio Alejandro se enamoró perdidamente de una bárbara, Roxana, hija de un noble sogdiano, y terminó casándose con ella y teniendo un hijo, llamado también Alejandro (323-310 a.C.). Además, su pretensión de ser divinizado, la crueldad con sus compañeros más cercanos, opuestos a su política oriental —y un buen ejemplo de ello nos lo ofrece Calístenes, a quien ordenó matar por el hecho de negarse a aceptar la reverencia o proskynesis oriental—, hizo que muchos autores romanos, añorantes de las libertades republicanas o equiparando simplemente la pareja Alejandro-Roxana con la de Marco Antonio-Cleopatra, tan funesta para la estabilidad del Estado romano, le considerasen un símbolo no sólo del general invencible sino del déspota y del tirano, motivos de verdadero temor y horror para ellos. Esta transmutación o metamorfosis de hombre civilizado en bárbaro producida en Alejandro por su asunción de la integración y fusión política con Oriente nos la describe perfectamente Valerio Máximo3 en sus Factorum et dictorum memorabilium libri IX, cuando al referirse a la soberbia y el despotismo entre los extranjeros (IX, 5, ext. 1) nos dice de Alejandro: «.. .El valor y la fortuna del rey Alejandro lo elevaron hasta la cima del orgullo por tres evidentes grados. Desdeñó el ser hijo de Filipo y tomó por padre a Júpiter Hammón; su desprecio por las costumbres y los hábitos de los macedonios le llevó a adoptar la vestimenta y los usos de los persas; lleno de desprecio por la naturaleza humana, trató de emular la divina. No se avergonzó, pues, de renegar de su condición de hijo, de ciudadano y de hombre»

Pero junto a estos análisis de los antiguos que tratan de descubrir las características de Alejandro como hombre, en su triple dimensión de aventajado alumno de Aristóteles, de guerrero y conquistador invencible y político que apuesta por una cierta unidad entre Oriente y Occidente, pronto se deslizó, primero en la historiografía coetánea a Alejandro y algunos siglos más tarde en Bizancio, una visión idealizada, que terminó convirtiendo al hombre Alejandro en un héroe casi mítico, en el que se encarna el ideal del príncipe virtuoso, valiente y generoso, que se enfrenta no sólo a infinitas batallas y peligros, de los que siempre sale airoso, sino también a fantásticas aventuras.

Si, como hemos señalado en otro lugar 4, los autores clásicos fueron en la Edad Media la referencia suprema, la autoridad misma, y desempeñaron en la vida y el pensamiento de los escritores un decisivo papel, parece evidente que el tema de Alejandro que renace de nuevo en la literatura latina medieval, sobre todo a partir del siglo X y en las literaturas vulgares desde el siglo XII hasta finales del siglo XV, exige un completo análisis de las fuentes clásicas transmitidas y, sobre todo, una profunda valoración de su actitud, favorable, desvaforable, o ambas a la vez, en relación con la figura de Alejandro.

Es bien sabido que la literatura griega, salvo honrosas excepciones como pueden ser algunas de las obras aristotélicas, fue desconocida durante toda la Edad Media en la tradición clásica occidental, pero no así en el mundo árabe, adonde llegó a través de traducciones siríacas realizadas sobre originales bizantinos. España es, respecto al resto de Europa, un caso aparte en el conocimiento de la leyenda de Alejandro, pues, como magistralmente señaló el gran arabista Emilio García Gómez 5, «.. .a causa de la convivencia en nuestro suelo de toda clase de versiones —orientales las unas, venidas por el Sur; occidentales las otras, llegadas por el Norte—, España tiene en la evolución de esta leyenda una importancia sólo comparable a la que tuvo Alejandría, su lugar de origen. En este aspecto, como en tantos otros, España constituye, junto con el próximo Oriente, uno de los ejes de la literatura europea medieval.»

A pesar de esta favorable, excepcional diríamos nosotros, circunstancia, el citado arabista reconocía con amargura hace ahora setenta y cuatro años 6 que en el estudio de este tema nuestro país iba a la zaga de otras naciones europeas: «Mas, por una paradoja harto frecuente en nuestra historia literaria medieval, casi puede decirse que en España no se ha ocupado nadie de este tema. No tenemos, desde luego, una obra como la que Meyer dedicó a la leyenda de Alejandro en la literatura francesa. Aparte algunos fragmentos parenéticos, no se han publicado otros textos que una redacción aljamiada y el Libro de Alixandre, cuya mejor edición es debida a un sabio francés, Morel-Fatio, que investigó, además, eruditamente las fuentes del poema. Diríase que la leyenda de Alejandro carece de interés en España.»

Muchísimo han cambiado las cosas en relación con el Libro de Alexandre, cuyas fuentes y papel desempeñado en la composición de este poema del mester de clerecía del siglo XIII, han sido profundamente analizadas y estudiadas, siguiendo el diseño trazado inicialmente por Alfred Morel-Fatio 7, por Raymond S. Willis8, Emilio Alarcos Llorach9, Ian Michael10 y más recientemente por Juan Casas Rigall11, y del que se han publicado excelentes ediciones críticas y escolares, entre las cuales podemos destacar las de Dana Arthur Nelson12, Francisco Marcos Marín13, Jesús Cañas14 y Elena Catena15.

Sin embargo, al día de hoy, y si nuestra información no nos falla, podemos afirmar que seguimos careciendo de un estudio de conjunto sobre el tema de Alejandro en la baja Edad Media hispánica como el que publicó para Francia Paul Meyer16, que sin olvidar los siglos XIV y XV profundice en el XIII, al que podríamos denominar el siglo de oro de las letras castellanas en lo que al tema de Alejandro se refiere y en el que pululan por doquier textos cuyas fuentes traen su origen bien de Occidente, y por tanto exclusivamente latinas, bien de oriente obtenidas de originales greco-bizantinos. Y decimos que falta un estudio de conjunto a pesar del bien conocido y muy valioso trabajo de la gran medievalista argentina M.R.Lida de Malkiel1?, quien, como respuesta a las grandes lagunas observadas en relación con España en el libro, por otra parte magnífico, de George Cary18, ofreció un inventario del personaje en la literatura medieval española, que ella misma, y en efecto es así como tendremos ocasión de demostrar, consideró «muy provisional».

Así pues, el estudio del tema de Alejandro en España no debe detenerse, como ha hecho G. Cary para la Europa Medieval —en donde lógicamente está incluido nuestro país, si bien de forma somera y superficial—, en el examen de las fuentes exclusivamente latinas sino también rastrear y ahondar en las de origen griego.

Respecto a estas últimas, caben distintas posibilidades de clasificación, como la llevada a cabo por A.Guzmán Guerra19 entre fuentes de la primera generación o primarias, conservadas sólo en forma fragmentaria y presentadas por los historiadores contemporáneos del propio Alejandro como Calístenes, Cares de Mitilene, Edipo de Olinto, Medio de Larisa, Políclito de Larisa, Onesícrito de Astipalea, Nearco de Creta, Clitarco y dos escritores de talla mayor, cuya huella aparece en la Anábasis de Arriano, a saber, Aristóbulo y Tolomeo.

En la segunda generación de escritores griegos que escribieron sobre Alejandro estarían incluidos Diodoro Sículo, Plutarco de Queronea y Arriano: «Los tres manifiestan diferencias sustantivas no sólo en el manejo de sus fuentes de información, sino en la propia concepción de lo que es la historia, y hasta la propia intencionalidad al escribir sobre Alejandro o los acontecimientos de su época; y sin embargo, puede afirmarse que en todos ellos encontramos una cierta inclinación a considerar la Historia no como un género de rigor científico, sino como un ejercicio de virtuosismo retórico, donde el examen de los datos pierde frecuentemente interés. Ya hemos adelantado que es Arriano el único que de manera explícita menciona sus fuentes, y cómo resulta por ello el más fiable de los tres como historiador.»

Ahora bien, la historiografía nacida de la expedición de Alejandro y en la que se incluyen la mayoría de los escritores de la primera generación ha sido calificada acertadamente por L. Homo20 como historiografía retocada, centrada en dar a la persona de Alejandro y a sus triunfos un carácter cada vez más fabuloso, carácter éste que se explicaría por dos causas: la adulación a su señor, por una parte, y por otra la inclinación hacia lo fantástico que suscitó en la gente la expedición de Alejandro y que los historiadores procuraron satisfacer.

De esta historiografía retocada, y sobre todo de Clitarco, procederían, según L. Homo, con la excepción de Arriano, las grandes fuentes griegas: Diodoro de Sicilia y Plutarco de Queronea; y latinas: Pompeyo Trogo, conocido por su abreviador Justino, y Quinto Curcio.

Pero la deformación histórica que continúa con una serie de poemas épicos conocidos con el nombre de Alejandreidas, de los que guardamos sólo recuerdo de sus autores (Querilos, Agis, Clemente y Néstor de Laranda, Lotéricos de Oasis etc.) culminará en la verdadera y propia Novela de Alejandro, que un anónimo escritor alejandrino, designado comúnmente como Pseudo-Calístenes, compuso en el siglo III d.C., y que alcanzó una rápida y duradera difusión hasta el punto de ser, según C. García Gual 21, «el texto más traducido, después de la Biblia, hasta los comienzos del Renacimiento». Sobre la base de los manuscritos griegos existentes y de las más tempranas traducciones a las distintas lenguas antiguas (latín, árabe, siríaco, etíope etc.) se pueden establecer cuatro recensiones 22. De ellas son importantísimas, a los efectos de su transmisión en Oriente y Occidente, la recensión a de la que se hizo una traducción latina por Julio Valerio y en la que parece haberse basado para el material dedicado a Alejandro el emir árabe Mubassir b. Fatik en su obra Mujtar al-hikam wa-mahasim, traducida en el siglo XIII al castellano con el título de Bocados de oro, y sobre todo la recensión 8,de la que curiosamente no conservamos ningún testimonio griego, pero sí una serie de traducciones, a saber: la siríaca 23 del siglo VI, que a su vez procede de una persa, hoy perdida; la etíope, que se basa en una redacción árabe perdida en la que posiblemente se interpolase material tomado de un manuscrito de la recensión a; y finalmente la latina, realizada en el siglo X por el arcipreste León de Nápoles y que sin duda fue la obra más leída en toda la Baja Edad Media, hecho que queda comprobado por la enorme cantidad de testimonios manuscritos existentes, divididos en tres recensiones conocidas como J1, J2 , J3 , y las numerosísimas traducciones que sobre estas recensiones se hicieron a todas las lenguas vernáculas.

Tras esta breve exposición sobre las principales fuentes griegas para el conocimiento de la figura de Alejandro, creemos que, a pesar de los problemas que hoy suscita la labor historio-gráfica de Arriano24, podrían escalonarse, de acuerdo con su mayor o menor grado de veracidad histórica y ficción, de la siguiente manera25:

a) Historias propiamente dichas, en las que se incluiría la Anábasis de Amano y sus predecesores, conservados fragmentariamente, Tolomeo y Aristóbulo.

b) Historias retocadas, en las que los escritores, haciendo uso literario de material histórico, componen historias o biografías más o menos noveladas: Calístenes, Clitarco, Onesícrito, Megastenes etc., y dependientes de ellos Diodoro de Sicilia y Plutarco de Queronea.

c) Novela fantástica y popular o novela propiamente dicha: Vida y hazañas de Alejandro del Pseudo-Calístenes.

d) Textos relacionados con el tipo anterior, también fantásticos y populares y que se conocen con el nombre de «tratados indios»: Commonitorium Paladii, Collatio Alexandri et Dindimi, Iter ad Paradisum, Epistula Alexandri ad Aristotilem.

Respecto a las fuentes latinas, siempre inspiradas o traducidas de las griegas, el esquema se reduce por la ausencia de una obra verdaderamente histórica, por lo que tendríamos:

b1) Historias retocadas, en las que se introduce un juicio mucho más crítico y condenatorio con las debilidades de Alejandro que en las correspondientes obras griegas: Historiae Alexandri magni regis Macedonum, de Q.Curcio Rufo (s. I d. C.); las Historiae Philippicae de Pompeyo Trogo (s. I d.C.), conocidas por el compendio hecho por Marco Juniano Justino (ss. II-III d. C), titulado Epitoma Historiarum Philipicarum Pompei Trogi, y finalmente las Historiae adversus paganos de Paulo Orosio (comienzos del s. V).

c1) Traducciones latinas de la Novela de Alejandro del Pseudo-Calístenes: 1) la de un tal Julio Valerio Alejandro Polemio (comienzos del siglo IV), titulada Res Gestae Alexandri Macedonis, para la que se sirvió de un texto griego perteneciente a la recensión a; la versión abreviada de esta última conocida como Julii Valerii Epitome o Zacher Epitome, por su descubridor y primer editor J. Zacher (Halle, 1867); 2) de un códice de la recensión 8 procede, como ya hemos adelantado, la versión latina26 titulada Historia de Preliis Alexandri Magni, realizada en el siglo X por León de Nápoles , de la que descienden las recensiones J1, J2, y J3, apoyadas cada una por un gran número de testimonios manuscritos.

d1) Los tratados indios en su versión latina.

e1) Referencias y anécdotas, casi siempre críticas con Alejandro, de, entre otros, los siguientes escritores: Tito Livio, Valerio Máximo, Séneca, Lucano y Juvenal, etc.

Pero además, la figura de Alejandro y sus hazañas aparecen juzgadas, de forma desigual es cierto, en los dos libros sagrados por excelencia, la Biblia y el Corán.

El Libro de los Macabeos (1, 1-9) comienza con una nueva valoración particularmente negativa y hostil de las hazañas realizadas por el macedonio27: «Alejandro el macedonio, hijo de Filipo, que ocupaba el trono de Grecia, salió de Macedonia, derrotó y suplantó a Darío, rey de Persia y Media, entabló numerosos combates, ocupó fortalezas, asesinó a reyes, llegó hasta el confín del mundo, saqueó innumerables naciones.

Cuando la tierra quedó en paz bajo su mando, él se engreyó y se llenó de orgullo; reunió un ejército potentísimo y dominó países, pueblos y soberanos, que tuvieron que pagarle tributo. Pero después cayó en cama, y cuando vio cercana la muerte, llamó a los generales más ilustres, educados con él desde jóvenes, y les repartió el reino antes de morir. A los doce años de reinado, Alejandro murió y sus generales se hicieron cargo del gobierno, cada cual en su territorio; al morir Alejandro, todos ciñeron la corona real y después sus hijos durante muchos años, multiplicando las desgracias del mundo».

Y esta hostilidad aumenta de forma considerable cuando pasamos a las visiones y profecías del Libro de Daniel referidas, según los exégetas bíblicos, a Alejandro Magno, a quien en diversos pasajes se le llama leopardo con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas (7, 6), fiera con grandes dientes de hierro.(7, 7): «Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos, y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias»; y también «macho cabrío» (8, 5-22): "Mientras yo reflexionaba, apareció un macho cabrío que venía de poniente, atravesando toda la tierra sin tocar el suelo; tenía un cuerno entre los ojos.

Se acercó al carnero de los dos cuernos, que había visto de pie junto al río, y se lanzó contra él furiosamente. Lo vi llegar junto al carnero, revolverse contra él y herirlo; le rompió los dos cuernos y el Carnero quedó sin fuerza para resistir. Lo derribó en tierra y lo pateó, sin que nadie librase al carnero de su poder.

Entonces el macho cabrío hizo alarde de su poder. Pero al crecer su poderío, se le rompió el cuerno grande y le salieron en su lugar otros cuatro orientados hacia los cuatro puntos cardinales.

...El carnero de dos cuernos que viste representa los reyes de Media y Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia; el cuerno grande entre sus ojos es el jefe de la dinastía. Los cuatro cuernos que salieron al quebrarse el primero son cuatro reyes de su estirpe, pero no de su fuerza».

De muy distinta manera se nos presenta Alejandro en el Corán, que le dedica los dieciséis versículos (del 82 al 98) de la azora XVIII, conocida con el nombre de «La caverna». Allí se nos dice28 que se va a recitar una historia procedente de él, que se refiere a tres hechos de su fabulosa vida, a saber:

a) la búsqueda de la Fuente de la Vida (vers. 85-86): «Siguió su camino hasta que llegó al ocaso del Sol: encontró que se ponía detrás de una fuente termal junto a la cual encontró a unas gentes.» ;

b) el encuentro con los gimnosofistas o sabios desnudos (vers. 90): «Cuando hubo llegado a las regiones en donde aparece el sol, se elevó sobre un pueblo al que no habíamos dado con qué tapar el cuerpo.».

c) el encierro de los pueblos impuros de Gog y Magog (vers. 91-98): «Luego siguió camino hasta que, cuando llegó entre los dos muros, encontró fuera de ellos unas gentes que apenas comprendían palabra.

Dijeron: '¡Du-l- Qarnayn! [= el de los dos cuernos, referido a Alejandro Magno] Gog y Magog extienden la corrupción sobre la tierra. ¿Te pagaremos un impuesto a base de que pongas entre ellos y nosotros un muro?'

Respondió: 'Lo que mi señor me ha concedido es mejor. ¡Ayúdame con fuerza! Pondré entre nosotros y ellos una muralla...'».

Parece clarísimo que la totalidad de la azora XVIII se inspira en la Novela de Alejandro29. Los dos primeros pasajes proceden de II, З9 y III, 4-5, respectivamente, y el tercero, incorporado tardíamente, del capítulo 29 del libro III. Como es sabido, Gog y Magog aparecen por primera vez en pasajes bíblicos (Génesis, 10, 2; Ezequiel, 38, 1etc.) como reyes primero y, más tarde, como tribus enemigas de Israel, llegando a convertirse en sinónimo de bárbaros que algún día arrasarían el mundo civilizado. A. R. Anderson 30 ha establecido las fases de la ulterior relación entre Gog y Magog y el de Macedonia, a saber: 1) Alejandro construye las Puertas del Cáucaso para encerrar a los bárbaros del Norte, llamados por lo general escitas; 2) Flavio Josefo identifica a Gog y Magog con los escitas y los sitúa al norte del Cáucaso; 3) consecuentemente, Alejandro construyó las puertas del Cáucaso para encerrar a Gog y Magog.

A partir de aquí surgió la leyenda de que Alejandro construyó un muro contra las hordas de Gog y Magog, representantes de la amenaza bárbara, los cuales solamente con la llegada del Anticristo destrozarían dicho muro y se lanzarían contra el mundo.

Esta historia 31 cobró tal relieve que, como hemos dicho, fue interpolada en algunos testimonios del Pseudo-Calístenes (III, 29), pero su enorme difusión, tanto en el cercano Oriente como en los países eslavos y sobre todo en el Occidente europeo se debió a las Revelaciones del Pseudo-Metodio, obra compuesta hacia el 500 d.C., originariamente en griego o siríaco, de donde pudo también ser conocida por Mahoma, y más tarde vertida al latín 32.

Frente a la consideración cuasi satánica de Alejandro en los textos bíblicos, en el Corán es representado, como bien ha señalado Paul Faure 33, «no como un personaje histórico, ni siquiera como un profeta, nabi, sino como una especie de mensajero divino, de ángel o arcángel de la justicia divina, un enviado todopoderoso de Dios, como Miguel o Gabriel, en todo caso un ser sobrehumano, fuera del tiempo y casi fuera del espacio, puesto que vive y opera en los confines del mundo y el más allá. Es esencialmente el rey justiciero. A los judíos, cristianos e idólatras que le interrogan sobre el más importante rey del mundo, Mahoma responde que es el defensor de la fe. Así, la imagen que todo Oriente ha guardado de Alejandro es mucho menos la del gran conquistador que la del místico, el hombre de Dios que, tal como lo expresa literalmente el Corán, «sigue la cuerda que conduce al cielo».

Alejandro, como buen alumno de Aristóteles, encuentra (vers. 89-90) a filósofos completamente desnudos, los gimnosofistas, con cuya sabiduría mide su propio saber. Este aspecto, el de la conquista de la sabiduría, o mejor su condición de hombre sabio o filósofo, ha sido puesto de relieve por Fr. De Polignac 34, para quien en los escritos orientales, sin quedar desgajado de sus raíces helénicas, el alumno de Aristóteles es menos el conquistador que llega para imponer una ley extranjera que el rey ilustrado y tolerante, cuya conquista de la sabiduría suprema guía sus pasos a través del mundo que pacifica y unifica.

No obstante, Monserrat Abumalham, en un importante estudio sobre Hunayn 35, ha sostenido que el Alejandro que se introduce por vía coránica en la literatura árabe participa de dos rasgos diferenciados que casi son incompatibles en un mismo personaje, el de guerrero-rey ambicioso de poder, derivado de la fuente pagana, y el místico, cuyo motor es la fe en cuya defensa se enfrenta a los peligros y aventuras y que posee un cierto carácter mesiánico-político.

Un punto de unión entre dos personajes tan antitéticos sería, según la citada autora 36, la consideración que en la literatura árabe se hace de Alejandro como discípulo de Aristóteles, el «sabio» por excelencia en el mundo árabe, de tal modo que su ambición viene justificada como ambición de saber, de conocimiento, más que de poder: «El tránsito de un Alejandro sabio a un Alejandro místico-religioso-profético tiene así avalada la posibilidad».

Si como acabamos de ver, la influencia del Corán ha sido determinante y decisiva en la consideración favorable que la literatura árabe tuvo de él (como sabio, como místico, como defensor de la humanidad), los textos bíblicos, y de modo especial el Libro de Daniel, dejaron también sentir su influencia, aunque no tan abrumadora y absoluta como aquél, en muchos escritores de la Antigüedad y Edad Media3?.

Así, por ejemplo, Paulo Orosio parece hacerse eco del Libro de los Macabeos cuando asegura (l. III, cap. XXIII, 6) que «Alejandro durante doce años mantuvo bajo su espada al mundo aterrado, mas sus principales jefes lo desgarraron durante catorce.»

Como bien ha señalado Chiara Frugoni 38, en la cultura eclesiástica los comentaristas bíblicos utilizaron a este autor y también a Justino como soporte de una interpretación alegórica del texto sagrado violentamente negativa con la figura de Alejandro (precursor del Anticristo, encarnación del diablo, símbolo de la luciferina soberbia y suma, en definitiva, de todos los vicios), imagen que se encuentra sobre todo en las biblias historiales y crónicas universales medievales de las distintas naciones europeas, y particularmente de Alemania, en donde «sono le cronache universali, a volte scritte da ecclesiatici, o i poemi che ancora una volta possono essere scritti a ecclesiatici o a questi dedicati, a narrare le gesta di Alessandro, che spesso prendono l'avvio dalle profezie bibliche che lo riguardono. Ed è ancora un predicatore fracescano, Bertoldo di Regensburg, a fare di Alessandro il simbolo del peccato di superbia, sollecitato in questa scelta dai commenti biblici tedeschi concordi nella condanna del Macedone».

Pero el pecado de soberbia y otros vitia atribuidos a Alejandro, como la crueldad (crudelitas) con sus propios compañeros o el furor homicida (rabies) con los enemigos, de los que se hace eco Paulo Orosio (III, 18, 8), no son, ni mucho menos, exclusivos de la tradición bíblica o cristiana, sino que se encuentran ya en algunos escritores de la Antigüedad pagana, especialmente en los latinos.

Por lo que se refiere a Roma, el estamento político de la época republicana, representado entre otros por Escipión Africano y más tarde por Pompeyo y el mismo César, cultivó lo que podría denominarse la imitatio Alexandria, actitud secundada también por escritores como Plauto, el primer autor latino que menciona a Alejandro situándolo en el mismo plano que Agatocles (Most. vv. 775-776: Alexandrum magnum atque Agathoclem aiunt maxumas / duo res gessisse...), o Varrón, que escribió una biografía del héroe hoy perdida, e incluso el mismo Cicerón, quien en un principio mostró su admiración por él, aunque luego señalase los funestos efectos que había ejercido en su proceder su buena fortuna no bien asimilada (Att. 13, 28, 3; Tusc. 3, 21).

Es, sin embargo, en la época imperial cuando encontramos en la sociedad romana una profunda división de pareceres respecto a la figura de Alejandro, de tal modo que pueden detectarse tres posturas, una claramente favorable, otra radicalmente desfavorable y una tercera que alaba su valentía y generosidad de jefe guerrero y, en definitiva, su heroísmo, pero condena sus muchas debilidades surgidas tras las derrotas de sus enemigos y que tienen que ver con el papel desempeñado como hombre de estado.

La primera la encontramos en los niveles oficiales (desde Augusto a Caracalla), donde la imitatio Alexandri se convirtió en el eje esencial de la propaganda favorable a una monarquía filooriental y de tipo helenístico, y también en algunos autores como Ovidio, Higino o Vitrubio, que, según Alberto Giacone 40, lo trataron benévolamente, y otros, como Manilio,Veleyo Patérculo, Valerio Máximo, Pomponio Mela, que demostraron una cierta simpatía por él.

La segunda postura fue defendida por la oposición senatorial y por algunos relevantes escritores, como Séneca y Lucano, contrarios a la asimilación por Roma del régimen político instaurado por Alejandro y defensores en cierta medida de las tradiciones y libertades republicanas.

Es de esta hostilidad de carácter político, más que de razones morales o filosóficas 41, de donde procedería, según Petre Ceausescu42, la violencia verbal y apasionada de los escritores romanos contra Alejandro.

Así, aunque Séneca presenta en su obra algunos pasajes (ira, 2, 23, 2ss.; ep. 53, 10; 59, 12) en los que Alejandro es presentado como modelo de generosidad y moderación, en el resto de su obra aparece, como bien ha demostrado Domenico Lassandro 43, no como un rex iustus, dotado de las virtudes de la modestia, la clemencia y la humanitas, sino como un tyrannus, cuya megalomanía, soberbia y vanidad desmesuradas (ben. 5, 6, 1: homo super mensuram superbiae tumens), su incontenible afán de fama y posesión (ben. 7,2, 5 ss.; nat. 5, 18, 10) habrían provocado en él un verdadero desequilibrio mental, una vesania o dementia (ben. 1, 13, 3; 2, 16, 1; ep. 91, 17; 94, 62 ss.), que lo convertirían en una persona incapaz de controlar sus pasiones, o mejor víctima de ellas (ep. 113, 29), entregada a la bebida, ebrietas (ep. 83, 19 y 23), y en definitiva en un ser fiero y despiadado (ira 3, 17, 1 ss.; 23, 1; ep. 94, 62 ss.; clem. 1, 25).

Si Séneca en esta última cita de su libro sobre la clemencia considera que Alejandro queda equiparado a las fieras por su crueldad contra sus propios compañeros y le acusa de tener un espíritu feroz y de ser un mal insaciable para las naciones, que no se calma sino con muertes y estragos (...ut iste animus ferox, insatiabile gentium malum, cetra sanguinem caedemque satietur...), no le va a la zaga su sobrino Lucano, quien en el libro décimo de su Farsalia (vv. 20-52) despliega una violentísima 44 invectiva contra Alejandro, cuya argumentación ha sido con posterioridad fuente de inspiración para el final de una obra tan importante como la Alexandreis de Gautier de Châtillon.

Para Lucano, Alejandro no es desde luego una persona normal ni siquiera excepcional, sino un insensato, un frenético o mejor un loco (proles vesana Philippi le llama en el v. 20 y vesanus rex en el v. 42), un saqueador, una plaga fatal para la tierra y estrella de mal agüero para la humanidad (vv. 34-35; terrarum fatale malum.../et sidus iniquum gentibus), quien por la fuerza, a sangre y fuego privó al universo de su bien más preciado, la libertad (vv. 25-28) y no contento con esto, en su desvarío y desmesura se dispuso a dar la vuelta al mundo con su flota, saliendo al Océano por el mar exterior, es decir, más allá de Asia, pasando por ambos polos para llegar, finalmente, a la fuente del Nilo (vv. 36-40), pero la naturaleza, brazo ejecutor del Destino, que a la postre vengaría al mundo (vv. 21-22:— terrarum vindice fato raptus) logró triunfar sobre la Fortuna que siempre le había acompañado (v. 23: fortuna pepercit manibus) y poner, por medio de la muerte, un límite a la hybris de este enloquecido e insensato rey (vv. 40-41: occurrit suprema dies, naturaque solum / hunc potuit finem vesano ponere regi. ) .

La tercera actitud, que podríamos denominar intermedia y conciliadora con las dos anteriores, considera que la victoria de Gaugamela (1-11-331 a.C ), o mejor el incendio del palacio de Persépolis (25- 4-330 a.C.), fijan la fecha del cambio producido en la mentalidad política y en el carácter personal de Alejandro, un excepcional soldado y un inteligente estratega que, con anterioridad a esas fechas, puede presumir de que su arrojo, su valentía, en definitiva, su virtus tiene una puntual y constante aliada en su suerte, en su fortuna, cuyo peso, a partir de los acontecimientos antes señalados, no supo soportar ni asimilar de tal manera que se reviste de un nuevo carácter en el que la virtus da paso a un sinfín de vitia ( la vanidad, la crueldad, los arrebatos de cólera, la megalomanía, la afición desmedida por la bebida etc. etc.).

Esta es la idea que subyace en la famosa historia-ficción, insertada por Tito Livio 45 a modo de digresión en el libro IX (capítulos 17-19) de su Historia de Roma desde su fundación (Ab urbe condita libri), dada a conocer a partir del 29 a.C., en la que reflexiona sobre el hipotético resultado de una guerra entre Alejandro y el ejército romano de esa época.

Tito Livio reconoce que sin ninguna duda Alejandro fue un general excepcional, de un gran talento, carácter y disciplina militar, al que en sus hazañas le acompañó siempre la suerte, la fortuna, pero que terminó por embriagarse de esa prosperidad, y por ser incapaz de asimilarla, hasta el punto de transmutarse y convertirse en un bárbaro oriental, que cambia su indumentaria, exige homenajes de adulación, somete a sus enemigos a suplicios ignominiosos, causa la muerte de los amigos que no se pliegan a sus caprichos, se envanece inventando falsamente una estirpe divina, y a medida que crece su afición a la bebida, se hace más irascible y violento.

El escritor romano da por supuesto que estos vitia, que sin duda hubieran perjudicado sus talentos militares en esa hipotética confrontación con el ejército romano, no son imaginaciones suyas, sino hechos constatables por los historiadores (IX, 18, 4): nec quicquam dubium inter scriptores refero.

Este concepto de la transmutación o conversión 46 de Alejandro a los usos y costumbres orientales (degenerare in Persarum mores) y su consecuencia más inmediata, la proliferación de los vitia en sustitución de la virtus anterior, será una constante en las obras de Pompeyo Trogo-Justino 47 (12, 4, 1-2: ínter haec indignatio omnium totis castris erat, a Philippo illum patre tantum degenerare, ut etiam patriae nomen eiuraret moresque Persarum adsumeret, quos propter tales mores vicerat), de Quinto Curcio 48 (6,2,1: Quem arma Persarum non fregerunt, vitia vicerunt) e incluso Valerio Máximo 49, quien, como ya tuvimos ocasión de adelantar, utiliza en vez de degenarare el término dissimulare 'renegar de su condición de hijo, de ciudadano y de hombre': nec fuit ei pudori filium, civem, hominem dissimulare (IX, 5, ext. 1).

Así pues, de lo expuesto hasta aquí, se deduce que la Antigüedad, clásica y tardía, no tuvo de la figura de Alejandro una imagen unitaria, sino que lo imaginó como un personaje polimórfico, de variados semblantes y facetas, que se podrían resumir así:

a) Alejandro es presentado como un rey guerrero e invicto conquistador, que manifiesta virtudes como la valentía, la fuerza física, el desprecio a la muerte, el afán por la cultura. Ansioso por enfrentarse siempre con lo desconocido, es un inquieto viajero y valiente explorador del mundo conocido y desconocido, que afronta de forma decidida y valiente fantásticas aventuras.

Su deseo de alcanzar fama y gloria, no le impide ser generoso y apasionado por conocer y saber.

b) De su ansia por conocer, saber, descubrir y explorar nace su imagen de hombre sabio, o mejor, de rey ilustrado y tolerante, equiparable en ciencia política a otros filósofos, como su maestro Aristóteles.

c) Alejandro es visto también como místico y hombre de Dios, que conquista la sabiduría suprema, un ser sobrehumano, una especie de superhéroe, fuera del tiempo y casi fuera del espacio.

d) En el lado opuesto se le considera como un azote de la humanidad, precursor del Anticristo, encarnación del diablo.

e) Héroe generoso, valiente, caballeresco, fervoroso discípulo de Aristóteles, que sin embargo no supo soportar el peso de su inmensa fortuna y al que sus vitia (crueldad, ambición, desmesura, locura, tiranía etc.) lo convierten en un verdadero antihéroe, o mejor en un héroe trágico castigado por su hybris o desmesura.

Si descontamos los textos de los historiadores griegos, es decir, tanto los autores de las historias propiamente dichas como los de las historias retocadas, que fueron prácticamente desconocidos durante toda la Edad Media hasta bien adentrado el siglo XV, podemos afirmar que a Oriente, en donde primó más la faceta legendaria que la histórica en relación con Alejandro, llegaron a través de traducciones siríacas o pelvis realizadas directamente del griego, tanto las distintas recensiones, sobre todo la ay 8, de la novela del Pseudo-Calístenes como los tratados indios, mientras que Occidente conoció estos mismos textos en traducciones latinas y, además, las obras de los historiadores latinos Quinto Curcio, Pompeyo Trogo, conocido a través del compendio realizado por Justino, Paulo Orosio, y las referencias y anécdotas de Tito Livio, Valerio Máximo, Séneca, Lucano etc. etc.

Las imágenes de Alejandro de los apartados a), b) y c) están inspiradas sobre todo en la Novela del Pseudo-Calístenes, en los tratados indios, así como en sus derivados o en ellos inspirados; la del apartado d) procede básicamente de textos cristianos y bíblicos, y finalmente la del apartado e) procede de los historiadores latinos, sobre todo Quinto Curcio, completada en algún caso, como la Alexandreis de Gautier de Châtillon, con el material procedente de Lucano, principalmente.

No obstante lo dicho, cabe la posibilidad de que los autores tardíos y medievales hayan practicado lo que podríamos denominar fusión o mezcla de las distintas representaciones recogidas en las secciones a)-e), teniendo siempre presente que Occidente conoció de forma casi exclusiva las imágenes de Alejandro recogidas en los apartados a), d) y e), mientras que en Oriente, sobre todo en el de influencia musulmana, primaron las figuras proyectadas por a), b) y c).

Es en la España del siglo XIII, como veremos a continuación, donde se produce un maravilloso encuentro entre Oriente y Occidente en lo que se refiere a la figura del macedón, proyectada por la obra del Pseudo-Calístenes, pues como magistralmente señaló el gran maestro de los arabistas, Emilio García Gómez 50,«es España el punto en que, al terminar, confluyen las dos ramas —occidental-europea y oriental-islámica— del Pseudo-Callistenes, donde Oriente y Occidente, ya bien diferenciados, repiten su abrazo inicial. Cuando esto se observa, es de justicia otorgar a España un puesto principal en la evolución general de la leyenda de Alejandro».

 

2. Alejandro en la Literatura Medieval Española (s. XIII)

 

Aunque la literatura española de la Edad Media muestra un cierto retraso respecto a otros países europeos, sobre todo Francia, en lo que al tema de Alejandro se refiere, con todo, su primera manifestación al respecto, a comienzos del siglo XIII, es nada menos que el Libro de Alexandre, «una de las mejores realizaciones que sobre el particular se produjeron en cualquier literatura», como acertadamente ha señalado A.D. Deyermond 51.

Esta obra, verdadera joya del mester de clerecía 52 del siglo XIII, se enmarca claramente en la rama occidental-europea, es decir, la transmitida a través de textos latinos, y reproduce básicamente la imagen de Alejandro que se muestra en el apartado e), pero no de forma exclusiva, pues su creador, como por lo demás también había hecho Gautier de Châtillon, el autor de la Alexandreis, su fuente principal, ha practicado la mezcla o fusión de fuentes, relacionadas unas directamente y otras de forma más tangencial con el tema de Alejandro.

El Libro de Alexandre muestra en primer lugar un hecho evidente, puesto de manifiesto por Francisco Marcos Marín 53, a saber: que la literatura española de la Edad Media no se circunscribe a temas locales y religiosos, sino que puede tomar los grandes asuntos de la literatura europea de su época, pero al mismo tiempo nos permite comprobar que la España de los siglos XII-XIII no permaneció ajena al conocimiento de los temas y autores clásicos, autores que fueron no sólo leídos, sino también reelaborados, rehechos o traducidos. En efecto, como ya hemos tenido ocasión de adelantar, debemos sobre todo a las investigaciones de Alfred Morel-Fatio, Raymond S. Willis, Emilio Alarcos Llorach y Ian Michel el haber descubierto la casi totalidad de las fuentes utilizadas por el autor del Libro de Alexandre y no sólo esto, sino también, como apunta J. Cañas 54, haber «logrado determinar el modo en que nuestro autor emplea esas fuentes, los puntos concretos del Alexandre en que se registra la aparición de una u otra de ellas, cuál de todas ha sido aprovechada, y cómo, con mayor amplitud e intensidad».

Un buen ejemplo del minucioso examen de todas y cada una de las fuentes presentes en el Alexandre nos lo ofrece el Apéndice I del libro de I. Michel 55, titulado «Division of the Libro de Alexandre into episodes, together with the sources references».

Y lo mismo que Francisco Rico 56 ha mostrado cómo el armazón de la General Estoria se ajusta a los Cánones Crónicos de Eusebio, en tanto que los materiales que la completan proceden de cuantas fuentes tiene el rey a su alcance, otro tanto podríamos decir del Libro de Alexandre, cuya armazón se ajusta a la Alexandreis, poema épico que consta de unos 5.500 hexámetros dactilicos, distribuidos en diez libros y que fue compuesto hacia finales del siglo XII (aproximadamente entre 1178 y 1182) por un célebre poeta galolatino, nacido en Lille hacia 1135, conocido con el nombre de Galterus de Castellione o Gautier de Châtillon. Esta obra latina, basada a su vez en la Historia de Alejandro de Quinto Curcio57, y también 58, aunque en menor medida, en Lucano, Pompeyo Trogo-Justino, Orosio y en material procedente de la Novela del Pseudo-Calístenes, posiblemente a través de la traducción latina de Julio Valerio, así como en algunos de los tratados indios y algunas otras fuentes (San Isidoro, Flavio Josefo, la Biblia etc.) constituye, pues, el armazón, o como bien dice J. Cañas 59, «el basamento general sobre el que ha sido levantado, construido, el Libro de Alexandre. Gautier le presta a nuestro desconocido escritor el hilo fundamental de su relato. De él es tomada la mayor parte de los incidentes y episodios que forman el conjunto narrativo del Libro».

Y si bien la Alexandreis ocuparía de forma exclusiva el primero de los tres grupos en los que el citado investigador y editor jerarquiza las fuentes presentes en el Libro de Alexandre, otras fuentes completarían su relato, y entre ellas, ocupando el segundo escalón, se encontrarían la Historia de Preliis, el Roman d'Alexandre, relacionada con la anterior 60, y la Ilias Latina 61.

Finalmente, un tercer grupo estaría integrado por las Etimologías de San Isidoro, Quinto Curcio, Ovidio, Catón...o por tradiciones orales que en menor medida que en las anteriores prestan algunos de sus contenidos al Alexandre.

El tema de las fuentes parecía estar prácticamente cerrado hasta que apareció un penetrante y concienzudo trabajo realizado por J. Casas Rigall 62,en el que analiza con minucioso detalle las estrofas del Excurso sobre Troya, y si bien acepta la tesis tradicional de que la Ilias Latina es el modelo de las cuadernas 417 a 719 del texto hispano, concluye que «por lo que respecta a las recensiones que enmarcan este núcleo, las estrofas 335-416 y 720-61 derivan del Excidium Troiae 63, probablemente de manera directa: aunque el segundo segmento (720-61) no muestra tantos paralelismos como el primero (335-416), la técnica de adaptación aplicada por el autor ibérico sobre la Ilias Latina o la Alexandreis es similar. No conviene descartar, por prudencia, una pieza intermedia entre el Excidium y el Alexandre , pero de admitir tal hipótesis, esto mismo cabría pensar de la relación entre la Ilias Latina y el poema hispano».

Sobre el sueño de Hécuba, el Juicio de Paris así como sobre el caballo de Troya (737-756), que en el Alexandre aparece como un ingenio bélico, que en su parte superior lleva un «castiello» (737c, 747c, 749 a) o «castellar» (741 c), es decir, una torre de madera con hombres armados, posiblemente una innovación del autor del Alexandre, inspirada, según J. Casas 64 en el Epitoma rei militaris de Vegecio (IV, 17), volveremos más adelante cuando abordemos el estudio de las fuentes del texto que editamos.

No hay duda alguna de que a comienzos del siglo XIII circularon por las distintas bibliotecas españolas textos latinos sobre Alejandro pertenecientes a la rama occidental europea, como la Alexandreis, la Historia de preliis, o vulgares como el Roman d'Alexandre, y por supuesto textos referentes a la Guerra de Troya, como la Ilias Latina, el Excidium Troiae o las Heroidas de Ovidio.

Dentro de ese mismo siglo, en la década de 1270-1280, los redactores de la General Estoria de Alfonso X el Sabio, cuando abordan el tema de Alejandro en la Cuarta parte, tienen en cuenta los testimonios citados de la rama occidental-europea, pero se servirán también de otros procedentes de la rama oriental-islámica.

Por lo que se refiere a la primera de las ramas y en concreto a los textos de la Alexandreis e Historia de preliis, son perfectamente conocidos y utilizados por los redactores alfonsíes, lo que en este último caso queda demostrado por su traducción e inclusión 65 completa en dicha Cuarta parte y en la Alexandreis por su recurso como fuente paralela incrustada en la versión castellana de la Historia depreliis en los capítulos 29 («Pero dize d'estas donas Maestre Galter en el «Alexandre de las escuelas» que envió Dario a Alexandre una pella e una trompa e una corriaga e una bolsiella; la pella e la trompa con la corriaga pora trebejar; e la bolsiella en que condesasse dineruelos e aguivelas e otras cosiellas tales que por ventura ganarié él a estos juegos como moço») y 49 («Pero cuenta sobr'esto en este logar Maestre Galter, en el libro de «Alexandre de las escuelas», que de la casa de Dario que prisó allí ell Rey Alexandre la madre de Darío e la muger e un so fijo de siete años que avié en aquella mugier; e de las fijas nin de hermanas non dize allí más»). Otras referencias se encuentran, según Antonio G. Solalinde 66 en la Primera parte de la General Estoria, en donde se refiere a la Alexandreis llamándola «el Alexandre» y la «Estoria de Alexandre el Grand e de Dario». Especialmente interesante es la noticia 67 que los redactores dan de Gautier de Châtillon en la Cuarta parte (ms. U, f. 238r): «Maestre Galter, natural de Francia, fue muy buen clerigo en gramatiga e en los otros saberes, e grand uersificador; e ueyendo como auie y razones de Hercules en latin que se leyen en las escuelas, ca fablo Ouidio de Hercules en el so Libro mayor e en el de las Duennas e tanxo del en otros lugares de sus libros muchos que fizo, e otros auctores que tanxieron otrossi del; e la estoria de Achilles uersificada otrossí de Omero e de Stacio, e libros fechos della en griego e en latin; e otrossi la estoria de los reys de Thebas uersificada de Stacio, e otrossi la estoria de Julio Cesar e de Pompeyo el Grand, de que fizo so libro grand e bueno Lucano, natural de la cibdad de Cordoua, que es en ell'Andaluzia en Espanna; e la e la estoria de Alexandre, que fue tan grand principe, tan bueno en armas, andar assi, sin todo beneficio de latin e de se leer en escuelas, seyendo razones de tan alta materia, non lo touo por bien; e por bondad de si quissose meter a trabaio por fazer ende obra que se leyesse en las escuelas, e fizolo, e compuso ende un libro grand e bueno e bien uersificado por latin, en que a diez libros en que fabla el de Alexandre quando de dolze annos e de los fechos que fizo hasta que murio».

Los redactores alfonsíes nos hablan de la Alexandreis 68 como de un libro ampliamente difundido en la enseñanza, «Alexandre de las escuelas» es el título que le dan en los capítulos 29 y 49 anteriormente citados, lo que queda perfectamente corroborado por su presencia en los libri manuales 69, es decir, textos utilizados en la enseñanza superior, en donde aparece junto con autores como Ovidio, Lucano, Estacio, Vegecio, Dares Frigio etc., y también por su inclusión70 en la lista de los textos citados por Eberardo de Bremen (Eberhardus Alemannus) en su difundido Laborintus sive De miseriis rectorum scholarum, o por menciones como la de Henry de Gand (ca. 1217-1293) que la igualan e incluso la consideran superior71 a las obras que los autores clásicos han escrito sobre el tema: «Alexandreis in scholis grammaticorum tantae dignitatis est hodie, ut prae ipsa ueterum poetarum lectio negligatur».

Pero si la Alexandreis es para los redactores de la magna obra alfonsi «un libro grand e bueno e bien uersificado por latín», debemos preguntarnos por qué razón no fue elegido para ser incluido en la Cuarta parte, ya que posiblemente había sido vertido al castellano, como se deduce de las múltiples referencias que se hacen de ella y sobre todo de la inclusión como fuente paralela en los capítulos 29 y 49.

Así pues, la pregunta que debemos hacernos es por qué razón los redactores alfonsíes prefirieron traducir e incluir en la Cuarta parte de una obra como la General Estoria el texto de una cuasi novela o historia novelada, como el que ofrecía la Historia de preliis (recensión J2), en vez del más ajustado a un marco histórico como el de la Alexandreis.

Es muy probable que la distinción entre fuente histórica (=Alexandreis) y fuente legendaria o novelesca (= Historia de preliis), bastante clara para nosotros, no fuese operativa en la Edad Media, pues, como bien señaló Paul Meyer 72, hasta el siglo XV «des ecrivains erudits ont cru aux fables du Pseudo-Callisthènes, les adoptant à l'exclusion des notions historiques fournies par les historiens antiques, ou les combinant avec des éléments empruntés à ces historiens».

Así pues, una distinción entre fuentes históricas / fuentes legendarias o novelescas no es pertinente en este caso, ni siquiera lo es para el conjunto de las fuentes antiguas utilizadas en la Edad Media, tal como hizo G. Cary, porque como muy oportunamente indica Peter Dronke73, «una distinzione del genere, fra testi orientati rispettivamente verso la storia e verso il romanzo, tende a oscurare il fatto che sebbene le testimonianze «storiche» latine non presentino fantasticherie appariscenti come metamorfosi magiche, mostri, o «meraviglie d'Oriente», esse tuttavia contengono molto materiale che non è soltanto romanzesco, ma —vorrei sostenere— consciamente mitopoietico».

Pero no ocurre lo mismo con la otra de las dicotomías utilizadas, la de textos favorables / textos desfavorables a la figura de Alejandro, pues creemos que en muchos casos, como este que nos ocupa de la General Estoria, ha inclinado la elección de los redactores por la más adecuada a la concepción política de Alfonso X el Sabio, pues, como bien ha mostrado Inés Fernández-Ordóñez74, la «Estoria alfonsí, promovida por un rey y compuesta por fechos de reyes, está concebida en gran parte como maestra de futuros monarcas. De ahí que la General Estoria destaque estructuralmente las figuras de Hércules, Alejandro o Julio César, modelos históricos de excepción para reyes y príncipes». En este sentido, la Historia de preliis se prestaba mucho mejor que la Alexandreis para una elaboración cristiana del poder alcanzado por el macedón. Como dejamos dicho75 en nuestra edición del texto alfonsí, Alejandro es, para los redactores, un ser excepcional que ha alcanzado cotas antes prohibidas al hombre, pero nada hubiese conseguido si Dios no le hubiese prestado ayuda.

Por lo demás, la ambición de Alejandro, la monarquía universal, venía a corresponder con una exaltación de la función imperial, sintentizante y global, en detrimento de la real. Alejandro es presentado, pues, como un gobernante victorioso y justo, pero en deuda continua con la Divinidad, a quien todo le debe.

Por el contrario, la Alexandreis, armazón del Libro de Alexandre, se inserta, como Quinto Curcio, su fuente principal, en el apartado e), en el que, como hemos dicho, Alejandro es visto ciertamente como un personaje valiente, caballeresco, generoso, etc., pero que no puede soportar el peso de su fortuna y al que sus vitia lo convierten en un verdadero héroe trágico, cuya desmesura o hybris debe ser castigada. Una concepción de Alejandro que se prestaba a las mil maravillas para ser presentada en el Alexandre, según indica J. Cañas 76, como un claro ejemplo de «vanidad de las cosas de este mundo»: «En el libro es retratado un personaje que fue capaz de alcanzar el dominio sobre toda la tierra, pero al que, en última instancia, todas sus hazañas de nada le valieron: murió como el resto de los mortales y su gloria sólo le sirvió para quedar en la simple memoria de los hombres.»

Ahora bien, durante el reinado de Fernando III el Santo (1217-1252) o en los primeros años del de su hijo Alfonso X el Sabio (1252-1284) son traducidos al castellano textos árabes en los que aparecía abundante materia referida a Alejandro, los cuales se conocen con el nombre de «Poridad de las poridades, Libro de los buenos proverbios y Bocados de oro»77. En los tres casos la materia alejandrina procede obviamente de Oriente, de versiones árabes realizadas de otras siríacas, que a su vez remontan a originales griegos.

En algunos casos, como el de los Bocados de Oro, traducción de la obra árabe Mujtar al-hikam wa-mahasim del emir árabe Mubassir ibn Fatik (ca. 1053/4), tanto F.P. Magoun78 como G. Cary79 sostienen que la fuente utilizada para el capítulo de los fechos de Alixandre (capitulum in factis Alexandri en la versión latina) procede de la recensión a del Pseudo-Calístenes. Nosotros, en cambio, hemos analizado detenidamente esta cuestión en un trabajo 80 publicado hace ya veinte años y con los datos expuestos creímos haber probado que la obra de Mubassir no está relacionada directamente con la recensión a, sino con la 8 del Pseudo-Calístenes, y que la leyenda de Alejandro allí incluida no era ni más ni menos que un resumen de la versión árabe de esta última recensión, descendiente a su vez de la traducción siríaca, y que se ha considerado como perdida. Hoy, tras el estudio 81 de las cartas consolatorias de Alejandro a su madre, seguimos manteniendo que la recensión de la que desciende es la 8, si bien el códice griego de esta recensión posiblemente estuviese contaminado y, por ello, podría haber incluido elementos de otras recensiones y entre ellas la α.

Pero no fue de este texto de donde los redactores alfonsíes sacaron material para la historia de Alejandro, sino del Libro de los buenos proverbios, versión romance de otra árabe compilada por Mohammad Al-Ansari a partir de la obra de un sirio nestoriano, Hunayn ben Ishak al-Ibadi, titulada Kitab adab al-falasifa, o también Nawadir al-falasifa.

De la traducción castellana original y directa del Kitab, es decir, del Libro de los buenos proverbios, los redactores alfonsíes tomaron una parte y la intercalaron en la General Estoria (Cuarta parte) a lo largo de diez capítulos, de los que salvo los dos primeros (D´unos dichos de Plato y De los dichos de Aristotil), el resto se refiere al tema del héroe macedonio. Alejandro aparece en estas obras orientales, por supuesto en el Libro de los buenos proverbios, al nivel de los grandes filósofos como Platón, Aristóteles, interesado como ellos por la búsqueda de la sabiduría, si bien los temas por él tratados se refieren sobre todo a temas de Estado y, junto a la amplia colección de proverbios didáctico-políticos, no faltan cartas en las que se realiza una profunda reflexión sobre el sentido de la muerte.

Como vemos, en la obra alfonsí encontramos una extraordinaria combinación de las ramas occidental y oriental, que sirven para completar la imagen de Alejandro. A estas fuentes podríamos añadir una tercera, de origen judío, transmitida a través de textos latinos, en la que un Alejandro apocalíptico, como ejecutor de la voluntad de Dios, construye un muro para cerrar el paso a las hordas de Gog y Magog, representantes de la amenaza bárbara que sólo con la llegada del Anticristo destrozarían dicho muro y se lanzarían contra el mundo.

Este episodio de Gog y Magog debe distinguirse de la leyenda de las Diez Tribus de Israel, que es la que aparece en el Libro de Alexandre (estrofas 2101-2115), leyenda que se desarrolló bastante después de la de Gog y Magog, y posiblemente a partir de ella. La relación de las Diez Tribus con Alejandro 82, a quien suplican que les libre de su prisión, pero él por mandato divino las encierra aún más, aparece por primera vez en Occidente, según A.R. Anderson 83, en la Historia Scholastica de Pedro Comestor, mientras que la historia de Gog y Magog, incluida en varias de las recensiones del Pseudo-Calístenes, procede de las «Revelaciones» del Pseudo-Metodio, obra compuesta hacia el 500 d.C., originariamente en griego o siríaco, y luego difundida en versiones latinas.

 

3. Aproximación al Libro de Alexandre prosificado

 

El tercer texto sobre Alejandro, cuyas fuentes pretendemos investigar, guarda una estrecha relación con el Libro de Alexandre y muy posiblemente con la actividad traductora desarrollada por el escritorio regio alfonsí, pero no incluida enteramente en las obras históricas.

Se trata de varios pasajes tomados de una Historia de Alexandre y de un Libro de Alexandre incluidos en la Tercera parte84 del libro III (capítulos 17-23) de la traducción y glosa castellanas del De regimine principum de Egidio Romano, realizadas por el franciscano Fray Juan García de Castrojeriz85 entre 1344 y 1350, por encargo de don Bernabé, obispo de Osma y confesor de la reina María, esposa de Alfonso XI, con el fin de que sirviesen a la educación del príncipe Pedro, el futuro Pedro I, El Cruel (1350-1369).

A la traducción de la obra egidiana, García de Castrojeriz la dotó de instructivas y eruditas glosas, cuya función era aclarar y explicar el texto original, y que con el tiempo, como bien observó Fernando Rubio86, terminaron por ahogar o eliminar el texto de la obra de Egidio, traducida por el mismo autor de las glosas, a pesar de ser la traducción su objetivo primero y principal.

El autor castellano se refiere a su labor glosística al comienzo de su obra notando que «estos enxienplos no están en el testo todos quantos aquí se podría traer, e por ende es añadida esta copilación en que están muchos enxienplos e muchos castigos buenos donde todos se pueden informar muy bien».

Para F. Rubio 87 no se trata simplemente de ejemplos como parecen indicar las anteriores palabras, sino que «primero aclara y explica la doctrina del texto egidiano; luego corrobora su doctrina con citas de la Biblia, de los Santos Padres y de autores eclesiásticos y profanos; por último, la confirma con ejemplos tomados de la historia sagrada y profana».

Que sepamos, J. Beneyto Pérez 88, dos años después de editar, o mejor, reimprimir el incunable sevillano de la Glosa, a la que dotó de un breve estudio preliminar, ha sido el primero y único hasta el momento en haber dado noticia 89 de esta versión castellana de la leyenda alejandrina y haber intentado una aproximación a su probable original.

El cotejo de los textos peninsulares relacionados con Alejandro le permite negar cualquier relación con ellos: «No considero que el texto que ahí reaparece tenga nada que ver con la versión árabe publicada por Emilio García Gómez, ni con la que recogió la General Estoria de Alfonso el Sabio, ni siquiera con el Poema tal como ha sido ligado a las traducciones en prosa señaladas por Paul Meyer».

Aunque con tibieza, apunta a continuación en la dirección que llevará al hallazgo de la fuente: «Se sabe de cierta Historia alejandrina de la segunda mitad del siglo XIII utilizada en el Speculum historíale de Vicente de Beauvais. Acaso por aquí haya una senda».

Y tras constatar que entre los regalos que los pueblos de la tierra ofrecen a Alejandro como muestra de vasallaje, se observa un cierto patriotismo a favor de Francia, pues ésta le envía un escudo, cosa tan conveniente a quien ha conquistado el mundo entero, mientras España se limita a entregarle un caballo, se hace la siguiente pregunta: «¿Se trata, pues, de texto ligado a las series francesas, traducción o adaptación de alguna Historia, como la que figura en el Speculum historiale ?».

Y termina su trabajo con estas palabras: «De cualquier modo habría que señalar la mano del español y todo el interés de poder filiar la aportación prosística. Y si descubriéramos una propia fuente que mereciera un puesto en la historia literaria, completaríamos la valoración del Libro de Alexandre, ofreciéndole un repertorio de aventuras con vigor fantástico tan desatinado como aquel que García Gómez veía en el poema francés y no en el español.

Creo que vale la pena señalar este texto literario dentro de una obra política. También en este campo el preceptista y el historiador de las letras pueden espigar no pocos elementos».

La breve noticia de Juan Beneyto, publicada en Insula, quedó prácticamente depositada en el baúl de los recuerdos, pasando incluso inadvertida al riguroso e inquisitivo espíritu investigador de M.R. Lida de Malkiel, quien en su inventario 90, muy provisional según ella, de la leyenda de Alejandro en la literatura española medieval se refiere a Juan García de Castrojeriz en estos términos: «En su glosa al «Regimiento de príncipes» de Egidio Romano, esparce el más rico anecdotario de Alejandro en la leyenda castellana, compilado principalmente del «Policrato», esto es, el Policraticus de Juan de Salisbury. Anécdotas adicionales, procedentes de Valerio Máximo, Justino, Séneca y S. Jerónimo parecen haberle llegado a través de otros tratados político-morales y de ejemplarios para predicadores.

En ciertos casos se vislumbra, además, la lectura directa de las fuentes antiguas, que a veces comenta mediante textos medievales. Las fuentes exclusivamente medievales son raras, pero su utilización es mucho más extensa».

Pasa luego en la amplísima nota 15, que ocupa las páginas 181-18З, a detallar, siguiendo la edición de J. Beneyto, las anécdotas derivadas del Policraticus y otros autores, terminando con las fuentes exclusivamente medievales, en donde recoge las del libro III, páginas З77-З86, «resumen, según ella, de historia troyana según «lo que cuenta en la historia del Libro de Alexandre» (con mención, pág. З85, de la Crónica troyana)» .

La autoridad de M.R. Lida ha pesado tanto que los investigadores han seguido, en lo que se refiere a la Glosa de Castrojeriz, a pies puntillas sus palabras. Así, Francisco Marcos Marín en su excelente introducción a la edición del Libro de Alexandre 91 remite al trabajo de M.R. Lida para referirse a la constante presencia de Alejandro en la literatura medieval, en donde se encuentra «el rico anecdotario de Fray Juan de Castrojeriz, tomado principalmente de Juan de Salisbury, en el siglo XV», expresión que vuelve a repetir en su reciente estudio 92 sobre el Libro de Alexandre.

Como ya hemos anticipado, el texto sobre Alejandro inserto en la Glosa de Castrojeriz se relaciona estrechamente con el Libro de Alexandre, y muy probablemente con la actividad traductora de los redactores alfonsíes. A intentar justificar ese aserto, dedicaremos esta última parte de nuestro estudio. No obstante, debemos comenzar para despejar el camino afirmando que la suposición apuntada por Juan Beneyto de que el Speculum historíale de Vicente de Beauvais fuese la fuente original del texto castellano carece en absoluto de fundamento

La historia de Alejandro de V. de Beauvais 93, que es una combinación 94 del Epítome de Julio Valerio, que él titula Historia Alexandri, y de pasajes tomados de Justino, Quinto Curcio, Valerio Máximo y otros escritores de la Antigüedad, a la que añadió las cartas de Alejandro y Díndimo, está dividida en capítulos que tratan de las vicisitudes de la vida de Alejandro así como de algunos de los rasgos de su carácter (de bona indole Alexandri, de crudelitate, de reconciliatione Olympiadis cum viro suo, de nece Philippi Macedonis etc.), en los que no hemos encontrado base alguna para establecer una relación vinculante con el texto inserto en la Glosa de Castrojeriz.

Muy distinta se nos presenta la cuestión de la relación de este texto con el Libro de Alexandre, que, como sañalábamos anteriormente, es negada tajantemente por Juan Beneyto.

Para nosotros, por el contrario, existe una evidente conexión entre ambos, pero deberemos determinar la orientación de dicha conexión, es decir, si la relación es de dependencia de uno (en este caso, el texto de la Glosa) respecto al otro (el Libro de Alexandre ) o si ambos, independientes entre sí, proceden de un original o modelo, latino o ¿romance?, común.

Esta última posibilidad, es decir, independencia respecto a un modelo común, es la que nos ofrece el Libro de Alexandre y los tres últimos apartados (II, III y IV) en que hemos distribuido el texto de la Glosa, en los que el autor castellano nos remite a la historia contada en los distintos libros (noveno, primero, segundo, dezeno) de Alexandre.

No hay duda alguna de que esta Historia de Alexandre es, según los casos, una versión literal, un resumen e incluso una adaptación de la Alexandreis de Gautier de Châtillon.

Es más que probable que el texto de la Glosa no sea, a su vez, más que un compendio de una traducción completa de la obra de Gautier, pero enriquecido o, si se quiere, contaminado con pasajes procedentes de la Historia de preliis.

En estos tres capítulos del texto de la Glosa hemos incluido dos tipos de referencia, una relacionada con la Alexandreis (=Alex.), en cuyo caso aparece incorporada al texto entre corchetes; otra correspondiente a pasajes semejantes o paralelos del Libro de Alexandre, a los que remitimos por medio de notas a pie de página.

Creemos que de esta manera resultará sencillo comprobar que entre los textos castellanos, en verso y prosa, existe una conexión que les viene dada por descender, de forma independiente, de un modelo común, la Alexandreis contaminada o enriquecida con pasajes tomados de la Historia de preliis.

Sirva como botón de muestra de esta independencia una parte del pasaje correspondiente a las ofrendas que los pueblos de la tierra presentan a Alejandro como expresión de vasallaje:

a) Original latino de la Alexandreis 95, correspondiente al libro X (vv. 267-274):

...clypeum quem Gallia gemmis

Miserat intextum, galeam Kartago pyropo

Desuper ardentem, uisumque sittire cruorem

Teutonicus gladium, spumantem Hyspania labris

Cornipedem uario distinctum membra colore

Aureaque attritis mandentem frena lupatis.

Tortilis argento digitis intenta Cyclopum T

raditur a Siculo ueniens lorica tyranno.

 

b) Versión del Libro de Alexandre96 (estrofas 2519-2522):

Enviaron de Marruecos un yelmo natural,

En el yelmo escripto, vassallage leal,

Ca el rey Alexandre non cobdicdava al,

Si non el señorío con poca de señal.

Enbióle España ofrecer vassallage,

Enbióle por parias un potro de linage,

Que avié desta maña el rey de grant corage

Tomarles poca renta sil fazién homenage.

Non se tovo por esso Françia por avontada,

Enbïol' un escudo en funda bien obrada;

Sobre'scrito Alemaña, e fue bien acordada,

Enbïóle por parias una rica espada.

El señor de Secilia - ¡que Dios lo bendiga!-,

Enbïóle por parias una rica loriga;

Los que ivan mas tarde, -creo que verdad diga-,

Tenién que avién fecho fallimient o nemiga.

 

c) Versión del texto de la Glosa (apartado IV):

«—Ca Francia le embía un escudo de oro, lleno de piedras preciosas, e Cartajena le embía un yelmo que resplandesce como el sol e está çiñydo de piedras preciosas, e Alemaña le embía una espada que semeja que destella sangre e España le embía un cavallo muy fermoso e de departidos colores, que trae freno de oro e máscalo con los dientes faziendo en él son maravilloso, e Cecilia le embía una loriga texida de anillos de azero e maravillosamente labrada e cercada en las faldas de anillos de oro.»

Hemos dejado para el final el apartado I, que hemos segmentado en cuatro capítulos, todos ellos correspondientes a la guerra de Troya, en los que se aborda el Juicio de Paris (1), el Sueño de Hécuba (2), el Duelo entre Paris y Menelao (3), y la caída de Troya por el engaño de Ulixes (4).

Aquí el autor castellano remite, al comienzo de su narración, a la historia del Libro de Alixandre, por lo que el sentido de la conexión entre ambos parece claro, es decir, dependencia de aquél respecto a éste. Lo que hemos puesto de manifiesto, incluyendo entre corchetes las estrofas del Libro de Alexandre [= Lib. Alex. ], en las que nuestro texto se inspiró. Este sigue generalmente de forma fiel, si bien muy resumida, a su modelo, introduciendo ligeras modificaciones, como denominar a la diosa de la Discordia «diablo», en vez de «pecado» (estr. 339 a, 341a ); decir que la manzana era de oro, en vez de una simple 'mançana' (341 b ); ampliar la inscripción de ésta ( «Esta mançana es muy fermosa e muy preçiosa e sea dada a la más fer-mosa» ) en vez de «Prenda est mançana de vos la más fermosa» (342 b ); hacer a Paris «camarero de la reyna doña Elena» en vez de «mercadero» (З92 a); cambiar el caballo que en la parte superior lleva un «castiello» (7З7 c, 747 c, 749 a ) o «castellar» (741 c), por un castillo a secas, y finalmente donde la fuente dice que una vez destruida e incendiada Troya no se sabe lo que ocurrió con Helena (759 c-d): « que conteció d'Elena non podemos saber, / non lo quiso Omero en su livro poner», nuestro texto une la suerte de ésta a la de Troya y nos dice que «doña Helena e la cibdad destruyda e quemada».

Por lo que se refiere al juicio de Paris, la coincidencia afecta también a la General Estoria, que, como dejó claramente demostrado Antonio G. Solalinde 97, también se inspiró en el Libro de Alexandre, coincidencia que se extiende también a la etimología de Paris o al número de griegos escondidos en el caballo (castillo), a saber, quinientos.

A estos hechos debemos añadir la semejanza que ofrecen nuestro texto y el de la General Estoria (Cuarta parte, cap. 49) a la hora de traducir el mismo pasaje de la Alexandreis (III, 2З5-2З6). En esta se nos dice que Alejandro, tras vencer a Darío en la batalla de Iso, se llevó como botín de guerra la familia entera de Darío, que es tratada con gran clemencia y dignidad:

Tota domus Darii, genitrix et regia coniunx

Et soror et natus, tanta est clementia regis.

Como puede observarse, se habla de un «hijo» y solamente en el verso 240 se especifica que el niño tiene siete años (septennem puerum). Pues bien, los redactores alfonsíes 98 traducen de esta manera los dos versos de la Alexandreis: «Pero cuenta sobr'esto en este logar maestre Galter, en el libro de «Alexandre de las escuelas» que de la casa de Darío que prisó allí ell Rey Alexandre la madre de Darío e la mugier e un so fijo de siete años que avié en aquella mugier; e de fijas nin de hermanas non dize allí más».

Nuestro texto es, desde luego, más completo, porque incluye la traducción de soror, pero parece inspirarse en el anterior al verter la palabra natus: « e allí le prisó la madre e la muger e la hermana e el hijo heredero que havía VII años».

Y algo parecido podríamos decir de los versos 26-28 del libro II de la Alexandreis (...nisi / Lora tibi teretemque pilam forulosque capaces / in sumptus...), que en la General Estoria son traducidos: «envió Darío a Alexandre una pella e una trompa e una corriaga e una bolsiella»; y en la Glosa: «te embío dones quales cumplen a tu edad: un trompo de oro e unos açotes con que le fagas andar e una bolsa en que lo metas».

Por lo demás, la utilización de algunos términos como «algo» en el sentido de «bienes, riquezas», y de «menje» por «médico», utilizados sobre todo por autores del siglo XIII, nos hacen sospechar que Castrojeriz tomó esas glosas de una versión prosificada y completa de la Historia de Alejandro, realizada posiblemente en la época alfonsí a partir del Libro de Alexandre y de un códice latino de la Alexandreis, contaminado con pasajes tomados de la Historia de preliis, que como hemos visto había sido traducida e introducida completa en la General Estoria.

Hemos transcrito el texto de la edición sevillana, aunque somos conscientes de que habrá de revisarse cuando se establezca una edición crítica, sobre todo ahora que felizmente contamos con un trabajo completísimo sobre la transmisión manuscrita de la Glosa castellana al Regimiento de príncipes, realizado por M.ª Jesús Díaz Garretas y Fernando Sáiz Cerrada 99.

 

4. Edición y fuentes del Libro de Alexandre compendiado y prosificado

 

1. /f. CCXXXIXr / Mas aquí conviene de notar lo que cuenta en la historia del Libro de Alixandre [Lib Alex., estr. 335-345; 362-386] en cómo fue conquistada la muy noble cibdad de Troya, que fue en esse tiempo la más fuerte e la más rica e la más deleytosa que ovo en el mundo, ca allí venían reyes e reynas a fazer bodas e a mostrar magnificencias e sus grandezas. Onde cuenta100 en el dicho libro que estando los reyes e las reynas en unas bodas, las más ricas e las más honrradas que nunca fueron en el mundo, el diablo, que es sembrador de todo mal e de toda discordia, veyendo que la cibdad estava en tanta paz e en tanta gloria, ovo dende muy grand embidia e tractó cómo en la cibdad moviesse muy grand discordia. E estando las reynas en las dichas bodas fizo una mançana de oro e escrivió en ella: «Esta mançana es muy fermosa e muy preçiosa e sea dada a la más fermosa». E estonce en aquellas bodas estavan tres reynas, las más honrradas del mundo; a la una dezían doña Juno, muger de don Júpiter, e a la otra doña Palas Minerva, muger de don Mares, e a la tercera dezían doña Venus, muger del Sol. Assy que quando esta dicha mançana cayó en la mesa de plata do ellas estavan asentadas, cayó entre ellas grand discordia quál dellas avería la mançana, ca cada una dellas tenía que ella era la más fer-mosa. E porende cada una tenía que la devía aver por beldad e por fermosura, ca la una non conoscía mejoría a la otra en ninguna cosa que pudiesse ser de bondad nin de apostura. E estonçe Príamo reynava en la dicha cibdad e avía dos fijos ynfantes, los mejores cavalleros que oviesse en el mundo, al uno dezían Ector e al otro Paris: Ector levava ventaja en cavallería e Paris en fermosura. Asy que contendiendo las tres reynas sobre quién levaría la mejoría e la mançana, ovieron de venir a juyzio ante Paris e todas otorgaron que lo que judgase Paris /f. CCXXXLXv / que estarían por ello, asy que vinieron a juyzio ante él. E doña Juno començó a razonar e a dezir que suya devía ser la mançana por muchas razones, la una por nobleza, que era de tan alta sangre, como todo el mundo sabía, e la otra por riqueza, que era tan rica que a todo onbre del mundo podía fazer bien andante e la tercera porque era tan bella que el dios del çielo, Júpiter, se enamoraría della, assy que por todas estas cosas devía ser de derecho suya la mançana: «E asy, don Paris, sy vos por mí juzgáredes, guardáredes derecho e yo dar vos hé tanto de aver quanto nunca ovo otro en el mundo, ca yo tengo todos los thesoros que son en la tierra». E enpos ésta razonó doña Palas e dixo estas razones: «Non debe mover a ninguno e mayormente a fijo de rey tales razones, ca si es por nobleza todos somos de una sangre e venimos de un linaje, e así non ha la una avantaja (sic)sobre la otra en razón de linaje. E si es por riqueza, todas somos ricas, las más ricas de toda la tierra e, si es por beldad, la mi beldad pareCe a todo el mundo e non me puede ninguna levar ventaja desto. E a lo que dize doña Juno que vos dará riqueza, prométevos lo que vos avedes, que sodes fijo de rey e non avedes menester riqueza, mas yo lievo aventaja en poder, que só señora de todas las batallas. E asy, don Paris, sy vos a mí dades la mançana fazer vos hé yo vencedor de todas las batallas e salir honrrado de todas las faziendas.» E allí comencó doña Venus a razonar e dixo: «Yo só la que devo aver la mançana, ca, si es por linaje, só fija de dios e, si es por riqueza, non he mengua de ninguna cosa e, si es por apostura, lievo avantaja a todas las otras.» E ella por mostrar que era asy, apostóse e alcoholóse en tal manera que todo el mundo en veyéndola se pagase della e dixo: «Si vos a mí la dades, vos non avedes menester riqueza nin poder, ca fijo sodes de rey, mas avedes menester reyna muy apuesta e yo tal vos la daré qual escogiéredes en todo el mundo, ca todas las tengo yo a mi mandar.»

E allí don Paris fue movido a la apostura e a las razones de doña Venus e judgó que ella levase la mançana.

2. E esta fue la razón por que se perdió Troya, ca asy fincaron ellas departidas e tal fue la discordia que movieron batalla contra ella e allí se cumplió el sueño [Lib. Alex., estr. 346-361] que su madre de don Paris, la reyna doña Ecuba101, avía soñado la noche en que fue encinta dél. Ca soñava que era ençinta e que paría una llama de fuego, que encendía toda la cibdad de Troya. E quando despertó, començó a sospirar muy fuertemente e díxole el rey don Príamo: «Reyna, ¿qué avedes o por qué sospirades? E ella quisiéralo encubrir e non pudo e ovógelo a descubrir. E el rey rogóle muy afincadamente que quequier que pariese, que lo fiziesse luego matar. E ella prometiógelo asy porque se non perdiesse tan noble cibdad como la de Troya; e quando encae-ció, mandó a las parteras que tomasen aquel infante e que lo levasen a una montaña e que lo matasen.E ellas ovieron muy grand duelo dél porque era muy fermoso infante e non lo quisieron matar, mas diéronlo a unos pastores que lo criasen. E después que creció, salió el más apuesto e el más enseñado infante que nunca fue en el mundo, en guisa que ovo de venir la fama al rey, su padre, e mandólo venir ante sí e, quando lo vio tan noble e tan enseñado, quiso saber quién era su padre e oviérongelo a descubrir en cómo era su fijo e púsole nombre Paris, ca Alixandre le dezían ante. E este nombre le puso, por que fuesse ygual a sus hermanos los otros. E él quando vino a edad, acasció aquella contienda de las reynas e dio la sentencia sobredicha que doña Venus oviesse el don e la ventaja sobre las otras. E vino a doña Venus a deman /f.CCLXr / darle que le diese [Lib.Alex., estr. 388] por muger a doña Elena, que era la más fermosa muger que en esa ora avía en el mundo. E díxole doña Venus que maguer era fuerte cosa de fazer, enpero que gela ternía e dióle [Lib.Alex., estr. 389-391] consejo cómo la avería. E díxole que tomase mucho aver e que passasse la mar e que se fuese para allí, do estava la dicha reyna con su marido Menelao, el rey de Grecia, e que se fiziesse tan magnífico e tan dador que a todos los onbres venciesse con dones. E él fízolo assy, en manera que ovo de venir a ser camarero [Lib. Alex., estr. 392]de la reyna doña Elena e él serviéndola mucho, pagóse ella mucho dél. E un día quando vio que el rey era ydo a una hueste [Lib. Alex., estr. 399], fabló con ella e díxole quién era e por qué viniera allí. E ella consintió con él e entraron en la mar e viniéronse para Troya. E quando tornó [Lib. Alex., estr. 400] el rey e falló robada a su muger, tomó ende muy grand pesar e tóvose por muy desonrrado e llamó a cortes [Lib. Alex., estr. 401-402] e dixo que quería yr a vengar su desonrra. E en el capítulo que se sigue está lo que mengua aquí desta historia.

3./f.CCLXv /Mas aquí conviene de notar en cómo el rey Menelao ayuntó muy grand cavalle-ría para venir sobre Troya. E muchos reyes e muchos príncipes vinieron en su ayuda, porque era la más fuerte cibdad que oviese en todo el mundo. E ayuntó muy grand flota para venir sobre ella, en guisa que fueron más de mill e dozientas naves [Lib. Alex., estr. 450]. E quando salieron a tierra [Lib. Alex., estr. 450-451] viniéronles mandaderos a Troya en cómo era pasada muy grand cavallería e enbiaron a saber quién era e quando supieron que era el rey Menelao, aparejáronse para la pelea e salieron a ellos e començaron a pelear muy bravamente con ellos, asy que murieron de la una parte e de la otra muchos cavalleros e fincó todo el campo cubierto de sangre. E allí dixo don Éctor [Lib. Alex., estr. 467-470; Ilias Latina, vv. 255-270]a su hermano don Paris: «Por vos nos es venido este mal e esta desaventura e desonrra, ca nos en paz estávamos con todos los reyes. E esto non es liar cabellos nin andar afeytado nin conpuesto de paños de oro, ca conviene que por los puños se libre este fecho, e vos, que lo fezistes, paradvos a ello e salid uno por uno al rey Menelao». E él con grand verguença otorgólo, e enbiaron a aplazar la batalla de Paris con Menalao. E desto vio muy buen pleyto el rey Menalao e todos los cavalleros e ricos onbres de la una parte e de la otra con tal omenaje que todos estuviesen quedos e que ellos amos lo librasen e el que venciese al otro levase la dicha reyna. Allí se fueron [Lib. Alex., estr. 475-493; Ilias Latina, vv. 281-331]Paris e Menelao a ferir, e tan grande fue la pelea que los fuegos salían de los yelmos e de las armas e de los golpes que se davan. E Paris fue vencido e echó a fuyr e matáralo Menelao si se le detoviera en el campo. E salió Éctor a dezirle: «Esto es estar entre las fermosas doñeando». E refrenaron la hueste de Menalao sy non allí fuera todo librado. E quando lo vyo assy maltrecho a Paris, doña Elena, la qual él avía ro /f.CCXLIr / bado, díxole: «Por dios, vos fezistes muy mal barato en tomarvos con Menalao, que es más bravo cavallero e el más provado que ay en todas las tierras. E si lo a mi oviérades dicho, vos no fiziérades este cambio».

4. E de allí adelante conmeçaron la batalla de cada día e sy no fuera por Hector mucho ayna fuera librado el campo. E duró esta çerca diez años en que nunca se pudieron vençer los unos a los otros e en cabo quiso dios que aquellos que tenían tuerto que lo padesciessen. E después que fueron muertos ally muchos cabdillos e nobles cavalleros, entre los quales murió Héctor [Libr. Alex., estr. 691-713] en el campo lidiando muy bravamente, mas avíalo con otro tal que no lo avía en el mundo mejor, e éste fue Archiles que mató a Héctor lidiando uno por uno. Mas esto mejor lo departe la Crónica Troyana que no se departe aquí.E después desto estando un día Archiles en su oración e faziendo su sacrificio los ynojos fincados, salió Paris con un arco e dio-le por la planta del pie con una saeta enerbolada e assí lo mató a trayción [Libr. Alex., estr. 722]. E Diomedes [Libr. Alex., estr. 616-624], que era fuerte cabdillo e muy bravo cavallero, mató muchos de los cavalleros troyanos e en cabo murió en una batalla. E allí el sabio Ulixes fizo un tal arteficio, por que se tomó la cibdad de Troya, ca mandó fazer un castillo [Libr. Alex., estr. 737-760] en que cupiessen quinientos cavalleros e fizo combatir la cibdad muy reziamente; e pusieron el castillo a las puertas de Troya e los unos combatiendo fazia las puertas e los otros enderredor salieron los de Troya a ellos e ellos fiziéronse fuydizos e fuéronlos sacando. E ellos no se guardando de los que estavan en el castillo, cuydando que los levavan todos vencidos salieron los quinientos cavalleros e tomaron las puertas de Troya. E después tornó Menalao con los suyos e bolvieron contra ellos, assí que los troyanos ovieron de bolver las espaldas para se tornar a la çibdad. E quando bolvieron, fallaron las puertas tomadas e no se pudierin defender e matáronlos allí todos. E allí murió don Paris e fue quemada doña Helena e la çibdad destruyda e quemada. Assí que por una mala muger e por luxuria de un ombre fue destruyda tan noble çibdad e los çimientos echados por el suelo e assí fenescieron.

II

/f. CCXLIv / Mas aquí conviene de notar la ystoria que cuenta en el noveno Libro de Alixandre [Alex. IX, vv. 341-500] que despues que Alixandre ovo vencido a Poro e soiuzgado102 las Indias, tentó de soiuzgar todas las otras naciones del mundo, ca tenía que tal era la su buena ventura que no se le podría tener ninguna cosa que en el mundo fuesse. E vino a cercar una cibdad que era en cabo de las Indias, la más fuerte que era en el mundo e dezíanle Subdraca103; e esta sola se osó e se atrevió a defendérsele e basteçiéronse muy bien e encerráronse en la dicha cibdad, cuydando que se podrían defender en ella. E estonces Alixandre mandó fazer muchas escaleras104 e vino a conbatirla a la redonda. E él, por dar esfuerço a todos los otros, subió primero por una escalera e estando suso lidiando muy bravamente y el escudo en el braço e la espada sacada. Los otros cavalleros quisieron subir en pos él e tan maña fue la priesa del sobir que quebró la escalera105 e allí fueron todos los cavalleros muy espantados, cavian al rey en grand peligro, ca él solo lidiava106 con toda la cibdad. E tantos eran los golpes que le davan, que ya estava cansado, que non podía tener el escudo en el braço, e dezíanle los sus cavalleros que descendiesse, que ellos lo rescibirían en los bracos107, e él díxoles: que no era para rey bolver la cabeça a sus enemigos nin tornar atrás108, mas que ellos viniessen en pos dél. E allí fue tan maña la priesa del combatir, ca los suyos querían sobir e los de dentro los embargavan con dardos e con saetas e con piedras, que los no dexavan sobir. E yvan assí espessos los dardos sobre Alixandre como pedrisco, e estonce dixo Alixandre: «Seguidme que yo entro en la cibdad»; e saltó dentro109 e del salto fue muy cansado. Mas la aventura que lo avía fadado, non le dexó rescebir peligro de muerte. E vio estar un laurel110 muy grande e muy espesso de ramas e iuntó las /f.CCXLIIv / espaldas con el laurel e començó a defenderse muy bravamente, assí que semejava a todos que no lidiavan con uno mas con mill cavalleros. Enpero tanto le afincaron que ya el rey yva cansando111 e dos cavalleros, los más fuertes de la cibdad, atreviéronse de allegar a él e con la espada matólos e echólos a sus pies. E de esto fueron los otros de la cibdad muy espantados que no osavan llegar a él. Ca él estava tan bravo como un león o como sierpe raviosa, assí que vino un ballestero e alançóle una saeta112 con orejas e fuele a dar por la enlazadura de las fojas en el costado derecho, assy que le salió tanta sangre de aquel golpe que enflaqueció mucho el rey. E cuydando aquel ballestero que lo avía muerto, vínolo a despojar; e quando vio el rey que lo quería despojar, díxole: «¡A!, traydor, no has verguença de llegar al señor de los griegos». E tomó el espada e metiógela por el costado e echóle muerto a sus pies con los otros dos e en aquella ora con la mano quería sacar la saeta e no la podía por las orejas que estavan en la carne e con la otra mano se defendía que no llegassen a él. E aquella ora los suyos andavan bramando por su señor e foradando los muros e entraron a acorrerle. E los unos por los adarves e los otros por los forados entraron la cibdad e metiéronla a espada e a quantos fallaron en ella assy ombres como mugeres. E llegaron a Alexandre e falláronlo muy mal parado, e estava los ynojos fincados que no se podía tener en los pies e con la espada defendía él su muy honrrado cuerpo e no consentía que ninguno llegasse a él. E ally llegaron quatro cavalleros113 suyos muy honrrados; al primero dezían Paçestes e quando lo vio Alixandre, maguera estava desmayado, tomó con él muy grand esfuerço e gran plazer. E al segundo dezían Thimeo e al tercero Lisímaco e al quarto dizían Aristón; e éstos llegaron al rey ante que todos los otros e començáronse de arredrar todos los que estavan cerca dél, e mataron allí los de Subdraca a Thimeo e Lisímaco e a Pençestes. Éstos cayeron muertos ante los pies del rey e toda la esperança del rey quedava en Aristón solo e éste estava muy mal ferido. E aquella hora cuydando los griegos que el rey era muerto, andávanle buscando114, assy como ossas raviosas buscan a sus fijos e non perdonavan a ombre fasta que llegaran a él. E quando allegaron los príncipes a Alixandre e lo vieron assy mal parado, de la una parte se gozaron, porque lo fallaron bivo, e de la otra parte tomaron grand pesar, porque estava tan mal ferido. E allí vino Cristóbanlo115, muy grand doctor en phísica e grand cirujano, e vio que non podía sacar la saeta sino ensanchando la llaga e començó a tremer, temiendo que saldría tanta sangre de Alexandre, que morría por ello. E estava temiendo que si no lo guaresciesse bien, que lo matarían luego. E allí Alixandre díxole: «Qué temes, faz lo que has de fazer e non ayas miedo ninguno, ca yo muy bien escaparé deste golpe». E el maestro díxole: «Señor, conviene que ate el tu cuerpo por que non te muevas, ca si te moviesses, faría mayor abertura». E díxole el rey: «No es para rey de ser atado ni preso, mas faz lo que quisieres, que yo no me moveré». E allí fendió por do quiso e él nunca mostró ruga en la cara nin señal de dolor e tovo el cuerpo muy quedo, assí que sacó la saeta orejuda e como era muy gran menje, diolo muy ayna guarido con sus yervas e con sus melezinas. E quando esto vieron116 los griegos, que su señor era sano, començaron a fazer muy grandes alegrías e muy grandes combites. E avían tan grand alegría por toda la hueste /f. CCXLIIv/ como han los que escapan del peligro de la mar quando salen a puerto, ca todos tenían que en la su vida bivirían todos e en la su muerte morirían todos. E ally dixieron a Alexandre aquella palabra notable que dizen los lijonjeros a sus señores quando les quiren plazentear: «Señor, tal te fizo Dios, que no ha en ti mengua ninguna, ca en ti son todos los complimientos e eres assy complido como uno de los dioses o de los ángeles.» E respondió Alexandre quando le sacavan la saeta:«Vosotros me dezides que só tal como Dios e esta saeta prueva que só tal como ombre, e ninguno no me diga que semejo angel, ca este dolor muestra que so menguado como otro ombre».

Mas aquí mueve una questión si el rey fue fuerte en este fecho e en esta entrada o fue loco en se querer poner a tanto peligro. Mas si quisiéremos acordar dos cosas contrarias, fallaremos que fue en este fecho fuerte e atrevido locamente, ca pudiera ser preso e tomado bivo e aun pudiera ser muerto ante que acorrido, mas ventura buena que él avía en las armas lo fizo escapar de todos estos peligros, ca la ventura lo defendió muy maravillosamente e guardó el su cuerpo que no fuesse puesto en mano de sus enemigos e lo rescibió quando cayó en manera que se pudo levantar en sus pies e començar la batalla tan fuertemente que no le osava ninguno acometer. E estava ayuntado con el laurel que pusiera Dios allí para le ayudar e para le defender. E el ordenamiento de Dios que era con él, llegó el su cuerpo al tronco por que rescibiese los golpes de los dardos e de las saetas e las ramas le fuesen por escudo, ni osava ninguno sobir por el árbol ni llegar a él con la mano: tan grande era el espanto que avían tomado de la su cavallería. E assí fue él defendido de la una parte del cielo con buen fado que avía para nunca ser vencido,e de la otra parte de la sabiduría de las armas e de la arte de la cavallería que nunca la ovo ombre mejor ni mas complida que este rey con su cavallería o con sus cavalleros que eran assí enseñados en esta arte que todos eran maestros en ella.

III

1./f.CCLIIIr / Mas aquí conviene de notar lo que dize el primero libro de Alixandre [Alex. I, vv. 27-550] de Alixandre, do conviene de saber que allí dize diez cosas muy notables. La primera [Alex. I, vv. 27-202] es que Aristotilis enseñó muy complidamente a Alixandre todas las ciencias e todas las artes de la caballería117, assí que lo fizo maestro en las ciencias e en la arte de la cavallería, ca él le mostró cuenta de arismética por do siempre venciesse e nunca fuese vencido e tales esperimentos para cercar villas e castillos por que los pudiesen entrar o los pudiesen dentro quemar.

La segunda [Alex. I, vv. 271-283] es que troxo a los de Athenas a amor e obediencia de su padre, ca estavan alçados contra él e no le querían obedescer fasta que por amor de Alexandre venieron a obedescerlo118. La tercera [Alex. I, vv. 284-348] es que destruyó a Tebas, porque los tebanos se rebellaron e quisieron defender, e por ende asoló la cibdad e mató a todos los cibdadanos della119. E por esta razón se dieron otros muchos ante que viniesen a este peligro, ca los que se le davan, fazíales mucha merced e a los que se rebelavan, poníalos a espada.

La quarta [Hist. Pr., cap. 19] que fizo es que asosegó a toda Grecia e llegó muchas e muy grandes algos para passar la mar e pelear con Darío, que demandava tributo al rey Felipo, su padre. Ca seyendo Alixandre de doze años, vinieron los mensajeros120 de Darío, señor de Persia e de Meda, a demandar el tributo a su padre. E quando esto sopo el infante que su padre era tributario, pesóle ende mucho e vínose para su padre e pidióle por merced que le dexasse dar la respuesta a aquellos mensajeros e el padre otorgógelo. E el infante mandó enderescar un palacio muy grande e encortinarlo de paños de oro e mandó fazer muy grand combite e combidó a aquellos cavalleros mensajeros del dicho emperador Darío. E después del combite demandóles a que vinieran e ellos dixieron que por las parias que solía dar su padre. E allí respondió Alixandre: «Amigos, tornadvos para Darío e dezidle que ante que mi padre Felipo oviesse fijo, que avía una gallina que ponía huevos de oro e de aquellos huevos pagava el tributo, mas en el día en que yo nascí murió la gallina e /f. CCLIIIv / agora no quiere pagar el tributo. Mas dezid que se apareje que un día destos le yré allá a buscar que me pague todo lo que ha levado e no lo he de dexar en la tierra ni en la mar e aun si subiere al cielo, allá lo yré a buscar».

Quando esto oyeron los mensajeros, tomaron muy grand espanto e el dioles muy grandes dones e muchos onrrados e tornáronse con estas nuevas.

La quinta cosa [Alex. III, vv. 370-372] es que fue a Egipto a pelear con el rey Tholomeo121 e tan grande fue el espanto que entró en la tierra del rey Tholomeo que se le soiuzgó sin ninguna batalla. E después desto tornó para complir lo que dixiera a los mensajeros de Darío.

La sesta cosa [Alex. I, vv. 386-395] es que entró en la mar para pasar a Asia a pelear con Darío e llegando al puerto122, ante que arribasse, tomó una ballesta e puso en ella una saeta para ferir a toda Asia. E como lançó, ferió un cuervo por el ayre e matólo con ella. E ally dixieron todos los sabios que era señal de conquerir a toda Asia e a toda Persia.

La setena cosa [Hist. Pr. cap. 20] es que ante que passasse a Asia e después que subiuzgó a Tholomeo en Egypto vyno a lidiar con un príncipe que dezían Pensenia123, que era vasallo de su padre e alçárase contra él e le avía muerto en campo mientra que Alexandre estava en Egipto, e después quiso eso mesmo fazer al fijo por que casasse con Olimpias, su madre de Alexandre, e ally Alexandre peleó con él e prisiólo e mandólo enforcar como a traydor, e assí vengó la muerte de su padre. E allí los griegos fazían muy grand llanto por la muerte del padre e grand alegría porque alcancavan por rey a Alexandre.

La octava cosa [Alex. I, vv. 427-451] es que despues esto ovo fecho e entró en la mar e passó a allende a Asia, subió encima de un monte e començó124 a contemplar a Asya e dixo: «O qué noble tierra, esta me cumple a my». E tomó tamaño esfuerço en su coraçón, que dixo a los cavalleros que todos los reynos eran suyos, ca se tenía por señor de todos, e començó a partir las tierras, e lo que era ya suyo diolo a sus cavalleros e partióles los reynados que avía ganados.

La novena cosa [Alex. I, vv. 452-477] es que, después que llegó a Troya e vido la cerca e la fortaleza della, maravillóse mucho e pluguiérale que no fuera destruyda por ser señor della. E allí fizo muy grandes sacrificios, e sobre los sepulcros de Héctor e de Archilles e de los otros cavalleros que allí murieran125.

La décima cosa [Alex. I, vv. 502-554] es que contó a sus cavalleros una visión126 que avía avida en Grecia quando murió su padre, e dixo assí: «Sabed, cavalleros, que estando yo en Grecia una noche, a la media noche, do estava en muy grand cuydado si defendería mi tierra o mi reyno o si yría a acometer los mis enemigos, e pensando de lo complir todo, a la medianoche estando muy agraviado del sueño vi venir una claridad muy grande del cielo, e tamaño fue el temor que ove, que començé a sudar, e estando en este miedo de muerte vi venir un ombre muy honrrado del cielo, no sé sy me conviene de le llamar ombre o dios, e venía vestido de una vestidura de oro muy estraña e muy maravillosa, que semejava obispo quando quiere dezir missa, e en las faldas traya muchas piedras preciosas e relumbrava el oro como el sol, e tenía unos pedaços de oro que le cubrían los cabellos. E tenía en los pechos doze piedras preciosas que relumbravan como fuego e en la frente tenía una figura de cinco letras, que es el grand nombre de Dios, tetagrammaton, e non lo supe leer, e encima de la cabeca tenía una mytra muy maravillosa. E yo quísele demandar quién era e qué quería e dónde venía, e él respondió:«A, rey muy fuerte, sal de tus reynados e ve por el mundo, ca yo mete /f. CCXLIIIIr/ré toda la tierra so tus pies e faz te señor de todo el mundo. Mas si me vieres en esta forma en que te agora paresco, perdonarás a la mi tierra e a los míos». E después que ovo dicho esto, fuese para el cielo e finchó la casa de olor muy maravilloso. E después que el rey ovo esto contado, dixo assí a sus cavalleros: «A, compañas, non temades de acometer muy fuertes batallas con tal cabdillo e con tal príncipe como éste que a mí paresció e verdad me dixo e assy lo fallere-des por fecho e desí tornóse para la hueste. E después que ovo conquerido muchas tierras e soiuzgó a Tiro, vínose para Jerusalém con muy grandes compañas e parescía que la quería entrar por fuerca e destruyr el templo e la casa de Dios. Mas el obispo de Jerusalém, revestido como obispo en sus pontificales, salió a él con grand processión, e quando le vio Alexandre, acordóse de la visión que le había aparescido e descendió del cavallo e fízole muy grand reverencia e mandó que todos abaxassen las armas e él entró de pie con sus cavalleros. E fuese para el templo e adoró ally e fizo muy grandes sacrificios e dio ally muchos algos de los suyos, e todos se maravillaron, porque tal reverencia fiziera a ombre, e díxoles que aquella reverencia e aquella honrra que la fiziera a dios del cielo. E dexó la cibdad muy rica e muy honrrada e fuese para conquerir otras tierras.

2. Mas aquí podemos notar lo que dize en el segundo libro de Alexandre [Alex. II, vv. 15-33] que después que sopo Darío en cómo Alexandre le entrava en la tierra para darle pelea, ayuntó muy grand hueste sin cuenta e enbió una carta127 con mensajeros muy honrrados a Alexandre. El tenor era este: «Darío, rey de los reyes e pariente de los dioses, escribe a Alexandre, su siervo: Maguera que tú seas muy noble, mas non te conviene de acometer lo que quieres acometer, mas ten mientes en tu fazienda e no quieras menospreciar tus años pequeños e pocos, ca eres moco e tierno e deves más catar como crezcas, ca la fructa que no es madura, no se debe coger. Onde dígote que tires de ti los aparatos de las armas que traes, los quales tomaste locamente, e tórnate para tu madre. E yo te embío dones quales cumplen a tu edad: un trompo de oro e unos acotes con que le fagas andar e una bolsa en que lo metas. E esto te será solaz en el camino por do tu has a tornar. Mas si tamaña locura tomas contigo que quieres dar guerra a quien quiere paz e quieras fazer enemigo de aquel que te sería amigo, yo no te embiaré cavalleros, mas embiarte he siervos muy sañudos que te atormenten e te castiguen con muchos acotes, que te metan muerto».

E allí Alexandre [Alex. II, vv. 34-44], vista esta carta, començó a bramar muy furtemente, e respondió luego a los mensajeros128 de Darío e dixo assí: «Yo so mejor declarador desta carta e muestro lo que quieren dezir los dones de vuestro rey: la forma del trompo que es redonda nuestra la semejança del mundo, que es redonda, el qual mundo yo porné so los mis pies; e los acotes muestran las riendas con que yo açotaré a toda Persia e alos que son en ella;e la bolsa que me embié, muestra que yo tomaré todos los thesoros de Darío, los quales mandaré guardar en la bolsa que me embié».

E allí mandé luego sellar esta carta e embióla con los mensajeros a Darío e dio muy grandes algos a los mensajeros e assí los embié. E quando rescibié Darío esta carta [Alex. II, vv. 64-68], tomé muy grand pesar e ovo muy grand miedo e mandé a Meño129, príncipe de la cavallería, que saliesse al camino a Alexandre con seys cientas mill cavalleros, los quales desbaraté e maté Alexandre, maguera que toviesse menos /f. CCXLIIIIv/ cavalleros mas eran más armados e más aprovados en armas. E dende adelante [Alex. II, vv. 69-70; 75-90] entré por fuerça en los palacios de Midas, a los quales palacios llamavan los antiguos Guardián e los de agora llámanlos Sardín130. E allí estovo el templo de Júpiter e los carros de oro de don Júpiter, en los quales estava un lazo131 tan estraño que no avía omne en el mundo que lo supiesse soltar e estava escripto de suso que cualquier que soltasse aquel lazo que sería señor de toda Asia. E do esto vio Alexandre, tomé cobdicia de ser señor de Asia, e quando vio que no lo podía soltar de otra guisa, metié mano al espada e cortélo e dixo a sus cavalleros: «Amigos, andad que nuestra es la tierra, ca assí lo dizen los fados». E luego [Alex. II, vv. 93-98]que esto ovo dicho, fuese en pos de Darío, e andovo en pos él treynta leguas en un día cuydando lo alcançar ante que se le fuese e yva por muy fuertes caminos. E quando sopo dario que yva en pos dél, alçó las tiendas de allí donde estava e fuese para los campos de Cilicia, e allí lo esperé e quando vio que Alexandre allegava a los puertos de Cilicia, embié a tomarle los puertos132, mas Alexandre vino primero e tomé las entradas e allí le dio fazienda. Así que allí lo vencié primeramente [Alex. III, vv. 325-240] e allí le prisé la madre e la muger e la hermana e el hijo heredero que havía VII años e tráxolas a Grecia salvas de sus cuerpos e muy honrradamente133, e tomé todos los algos de Darío que allí tra-ya consigo, do tomé muchos carros cubiertos de oro e muchas lanças cubiertas de plata que avían las cochillas de oro. E dixo Alexandre: « El fierro bien se defiende del oro». E tomé allí mucho oro e plata sin cuenta e tan grandes algos que lo no podía omne contar, e Darío fuyé [Alex. III, vv. 198-202] con muy pocas compañas e fuese para Babilonia134. E de las tres batallas que dio Alexandre a Darío, ésta fue la primera e de las otras dos diremos en el capítulo que se sigue.

Capítulo XXI: de la honrra que fizo Alexandre a la muger de Darío.

Mas aquí podemos contar [Alex. IV, vv. 176-212] de cómo Alixandre fizo muy grand honrra a la muger135 de Darío, e llamó y un muy grand sabio de los iudíos de dezían Apelles, que era gran pintor e sabía muy bien las hystorias de la Brivia, e fizo que pintasse sobre la sepoltura de la dicha reyna: todos los fechos granados que contescieran en el mundo después que Dios criara el mundo fasta aquella hora; e acabó sus hystorias en los profetas, do pintó en cómo fuera el mundo criado e en cómo pecó el omne e fue echado de Parayso. E pintó y las hystorias del Génesi e del Diluvio e de Abraham, e de cómo passó los iudíos por el mar bermejo e de cómo mató a faraón en él, e de cómo los truxo Moysen por el desierto quarenta años e de cómo los metió en tierra de promissión, e de cómo conquirieron muchas cibdades e fortalezas por armas.

E después desto cuenta [Alex. IV, vv. 325-331] la segunda fazienda que ovo con Darío en la ribera de Tigris, do Alixandre se espantó de las compañas que avía allegado Darío. E llamó los suyos a consejo136 cómo los acometerían, ca ellos eran pocos en comparación dellos. E dixo Parmenio que los acometiessen de noche. E respondió Alexandre [Alex. IV, vv. 353-355] que no era esto fecho de rey mas de ladrón, e no quiso acometerlos con engaño, mas dexólos para el día e toda la noche no durmiera cuydando en la fazienda, e quando vino a la mañana, [Alex. IV, vv. 449-453] durmióse e no lo osava despertar ninguno. E veyendo [Alex. IV, 469-499]que se llegavan las azes de Darío, entró Permenio a la tienda e despertólo137 diziendo que nunca lo viera dormir tan sin cuydado. E respondió el rey que fasta aquella hora oviera cuydado temiendo que se le yría /f. CCXLVr / Darío, mas quando lo vio estar en el campo perdió todo cuydado e demandó las armas e el cavallo más alegre que nunca fuera en guisa que todos estavan vencedores del esfuerco de Alexandre, e començó a ordenar las azes. E vino allí a él un cavallero de Darío [Alex. IV, vv. 532-546] e díxole en cómo Dario avía echado muchos abrojos de azero138 de aquella parte por do él avía de acometer. E Alexandre mandó guardar el cavallero por saber si era verdad, e quando provó que era assy, mandó comencar la fazienda por otra parte e díxoles [Alex. IV, vv. 565-587]: «Amigos, entrad en ellos muy bravamente, ca no ha virtud en ellos más que en mugeres, ca todos vienen pintados de oro e de plata e púrpuras assí como mugeres. E agora veredes que quanto algo ay en Arabia e en Oriente, todo será agora en nuestras manos. ¿E quién es aquel que no querría vencer e aver tanto algo como ally paresce? E el algo todo lo quiero yo para vos, e no quiero para mí sino la honrra».

E díxoles. «Seguidme e fazed como yo faré». E dio de las espuelas al cavallo e fue dar en los más fuertes do venía Darío, e parescía que un rayo139 yva ante ellos e mató ally a muchos fijos de reyes e muchos príncipes. E fue tan grande la mortandad140 que los cavalleros no podían poner los pies sino sobre ombres muertos. E estovo quedo Darío [Alex. V, vv. 319-329] fasta que vino un cavallero de Alexandre e diole una dardada sobre el yelmo que le passó el yelmo e le entró fasta el casco. E ally començaron a fuyr todos los otros e desampararon a Darío141. Estonçe él salió del carro e començó a fuyr de pie e vino un cavallero suyo e diole un cavallo suyo en que fuyó, e quando vino a una puente queríala derribar142, sino que ovo miedo que matarían todos los reynos de Meda, cuydando que de ally le podría dar guerra otra vez. E Alexandre cogió el campo e partiólo a los suyos.

/f. CCXLVv/.. .Mas aquí conviene de notar que después que Alexandre venció a Darío la segunda vegada cerca de unos pueblos que dezían Arbellas [Alex. V,v.38], fuese para Babilonia, la mejor cibdad que avía en el mundo [Alex. V, vv. 432-455]; e Manzeo143, que tenía la cibdad por Darío, saliólo a rescebir muy honrradamente con muchos cavalleros vestidos de paños de oro e con muchos juglares, e Alexandre fuelo abraçar e los más de la cibdad saliéronlo a rescebir con muy grand alegría e adoravan el carro de Alexandre, e encortinaron la cibdad de paños de oro e de seda, e mandó Alexandre que entrassen los cavalleros armados assy como venían. E assy le entregó la cibdad el dicho Manzeo e él fízo-les mucha merced e dexóles a todos sus algos e partía los que traya con ellos /f. CCXLVIr/ en manera que dezían ellos que nunca tan noble señor nascyera en todo el mundo. E moró ally treynta e quatro días [Alex. VI, vv. 28-44]'para refrescar e tomar viandas, e de ally movió para Satrapea e ya le era crescida tanta la cavallería que ovo de ordenar cabdillos a las compañas que las ordenassen e que a los buenos fiziessen como a buenos e a los malos casti-gassen como a malos. E dende fuese para buscar a Darío, que estava en la fin de Meda, e ally partió a sus cavalleros e a sus cabdillos los algos que avía tomados en las batallas que avía vencidas. E después entró en la tierra de los arios [Alex. VI, vv. 65-70], que era muy fuerte tierra e muy montuosa, e algunos quisiéranse le tener e entrólos por fuerca, e al señor de aquella tierra que se le alcara en una cibdad, quisiéralo matar, mas la madre de Darío [Alex. VI, vv. 115-135], que traya consigo presa, rogó144 a Alexandre que perdonasse a Metades, el príncipe, e a la cibdad en que estava. E maguera ella forçadamente rogasse, ca dezía que estava cativa e que non devía fazer tal ruego, enpero, porque sabía que Alexandre era muy piadoso, por esso se movió a rogar que le perdonasse e a la cibdad que les avían entrado por fuerca e non avían otra esperanca de su vida synon el ruego de doña Sisingabis, madre de Darío, ca sabían que el rey non le perdería verguença, e assy lo fizo. E después fuese para Persépolis [Alex. VI, v. 163], que era una grand cibdad muy fuerte145, e embió tres mill cavalleros [Alex. VI, vv. 199-212] que lidiassen con aquellos cibdadanos146, e los de la cibdad venciéronlos e a los unos cortaron los pies e a los otros cortaron las manos e a los otros sacaron los ojos e a los otros cortaron las orejas. E assy lastimados embiáronlos a Alexandre, e ellos todos fueron vencidos por çeladas, no sabiendo la tierra. E quando los vio el rey Alexandre, que ellos fueron vencidos por çeladas, tomó muy grand pesar además e vínose para aquella cibdad e entróla por fuerça e quemó la cibdad e destruyó todos los muros e mató quantos eran en ella. E a aquellos cavalleros lastimados dioles en que biviessen quanto le demandaron, e los unos fincaron ally e los otros tornáronse para Grecia, a sus tierras. E dende vino sobre Darío [Alex. VI, vv. 302-310], e quando sopo Darío que el rey Alexandre yva en pos dél, dixo él a todas sus gentes e a todos sus cavalleros que mucho mejor era salir al campo147 que andarle fuyendo. E esforçólos a todos sus cavalleros quanto pudo, diziéndoles que la ventura no sería todavía de una parte. E ally dos príncipes [Alex. VI, vv. 384-391], que dezían Beso e Narbazones, pensavan de fazer trayción e tomar a Darío bivo e dárgelo a Alexandre148, ca cuydavan que con esto amansarían a Alexandre e podrían ellos ser señores de toda Meda. E quando esto sopo Darío [Alex. VI, vv. 430-442], tomó ende grand pesar e mucho quisiera matarlos, mas consejóle un príncipe149, que dezían Artabaco, que no quisiesse en aquel tiempo de guerra tomar venganca nin apartar los suyos de sy. E aquellos que avían cometido trayción maguer ally los perdonasse, no dexaron de la complir quando vieron tiempo. E un cavallero de Alexandre [Alex. VI, vv. 490-524], que le dezían Patrón150, que viniera a Darío ayrado de Alexandre, consejó a Darío que no fiasse su cuerpo de aquellos dos príncipes, si no que le matarían. E Darío no le quiso creer, e quando él vio que no tomava su consejo, partióse dél e vínose para Alexandre. E Alexandre perdonólo porque era bueno e leal a todo omne. E quando vinieron [Alex. VII, vv.195-199] a la fazienda aquellos dos tray /f.CCXLVIv / dores151 mataron a Darío e diéronle tantas lançadas ally do venía en el carro que lo dexaron por muerto entre dos valles. E un cavallero de Alexandre, que avía muy grand sed, vino allí a buscar agua e fallólo152 aún bivo e demandóle que quién era. E él dixo cómo era Darío e cómo lo avían muerto aquellos dos traydores, e tomóle la mano e rogóle e fízole prometer que lo dixiesse a Alexandre e que le rogasse de su parte que lo quisiesse vengar de aquellos dos traydores, e, assí como él era noble rey, fizies-se iusticia de tan grand trayción como aquellos avían fecho. E vencida ya toda la fazienda [Alex. VII, vv. 348-352] aquel cavallero, que dezían Policrato, díxolo a Alexandre e Alexandre vino a él e falló lo muerto e fizo sobrél muy grand llanto e soterrólo mucho honrradamente. E después [Alex. VIII, vv. 5-7] fue en pos aquellos traydores, que levavan muy grandes compañas e lidió con ellos e prisólos e a Narbazones perdonó153 contra su voluntad a ruego de un rico omne que le dezían Bogoa e a Beso [Alex. VIII, vv. 335-357] arrastró a colas de cavallo e después enforcólo154. E esta fue la tercera e postrimera fazienda que ovo con Darío e assí soiuzgó a toda Persia e a toda Meda.

E después desto passó a las Indias [Alex. IX, vv. 41-67] quando lo sopo Poro, que era señor dellas, allegó muy grandes compañas e salióle a reçebir155 con muy grand batalla e con muchas gentes fuertes, quales no avía en todas las otras tierras. Assí que se maravilló Alexandre e los griegos fueron muy espantados dellos, ca nunca vieran fuertes omnes ni tan estrañas bestias156. E vino Poro a tenerles la passada de un río, que llaman Ydaspe157, en comienço de las Indias e era tan grande que tenía en ancho quanto podía lançar una ballesta en dos vezes, e allí le esperó. E quando vio Alexandre que no podía passar sin navíos, ovo dende grand pesar. E dos cavalleros [Alex. IX, vv. 77-81; 104-147], que dezían al uno Nicanor e al otro Símaco158, que nascieron en un día e se semejavan mucho e se amavan más que hermanos, fueron catar por dó passassen a una ysla que parescía en medio del río, de la qual podían fazer muy grand daño a los de Poro. E ellos con muchas compañas passaron allá a nado e quando esto vieron los de Poro passaron a ellos e fue y tan grand fazienda que el río yva todo tinto de sangre; assí que murieron allí quinze cavalleros muy señalados e de grand cuenta e un fijo de un rey, que dezían Andrómaco, de la parte de Alexandre e de la otra parte murieron los de Poro todos. E aquellos dos cavalleros fincaron solos en la fazienda e pudieran escapar con grand honrra sy quisieran, mas esperaron ally. E passaron otros muchos de los de Poro, entre los quales passó un gigante que traya una haya por lança e fuelos coger a ambos con ella e cosiólos con la tierra, ca el uno quería escudar al otro e assy murieron ambos de un golpe, ca el uno no quería ver la muerte del otro. E estando assí embargadas las huestes [Alex. IX, vv. 148-325] por este río, Alexandre cató manera por do passasse159. E avía y un cavallero suyo que le dezían Arcalo160, que le semejava mucho, e Alexandre mandóle vestir de sus paños e diole sus armas, por que cuydasse Poro que todavía estava allí Alexandre e él con pocos cavalleros fuese al río arriba a buscar passo. E falló mucho arriba vado por do passasse e la su buena ventura, que nunca lo desamparó, troxo una nebla muy escura, que nunca lo pudieron ver fasta que vino a dar en ellos. E quando fue cerca dellos, el sol esclaresció la nieble e quando vieron los de Poro reluzir los yelmos e replandecer las armas /f. CCXLVIIr / tomaron muy grand espanto. E Poro embió quatro mill cavalleros que diessen en ellos, cuydando que Alexandre161 estava de la otra parte. E allí fue muy grand pelea,en manera que vinieron los griegos a punto de fuyr, mas tornó Alexandre a esforçarlos diziéndoles:«Dó sodes los vençedores del mundo, agora queredes fallescer: tornad que no son nada». E fue dar en ellos muy bravamente e todos con el de un coraçón venciéronlos e matáronlos. E allí començaron todos los de Alexandre a passar e tan grande fue la pelea que començaron todos los indios a fuyr 162 e desampararon a Poro; e quando llegaron a Poro, firiéronlo de nueve golpes, ca los elefantes no podían tanto andar como los cavallos e los griegos levavan dejarretaderas e dejarretávanlos, assí que dejarretaron el elefante de Poro e él apeése. E quando llegó a él Alexandre, quísole cortar la cabeça con el espada e díxole 163 assí: «O loco perdido, no sabes que yo sé rey de los griegos, que tengo todo el mundo a mandar, ¿cómo osaste salir a pelear comigo?» E allí repondió Poro: «Pues me demandaste, conviene que te responda: Bien sé que tu fijo eres de Iupiter e señor de todas las batallas, mas ante que te yo viesse, cuydava que no avía ombre en el mundo que comigo osasse ni pudiesse lidiar. E esta osadía me troxo a esta aventura, mas dote por consejo que tú no cayas en esta presumción, ca un fuerte puede fallar otro más fuerte que sí, e toma enxemplo de mí». E quando vio Alexandro que la osadía le dava coraçón de rey e de noble, díxole assí: «Yo te perdono la muerte». E tomólo consigo en muy grand honrra e mandólo guarescer de las feridas que tenía e fízolo su alferez, e allí Poro besóle la mano e tornóse su vasallo e dexóle toda la tierra que tenía e acrescentóle más en su imperio de lo que tenía.

E en aquella fazienda mataron [Alex. IX, vv. 262-268] al su cavallo de Alexandre, que llamavan Bucifal. E fue éste un tal cavallo164, que dezían que para tan noble rey pertenescía tal cavallo, que no avía otro tal cavallo en el mundo. E maguera estuviesse todo cubierto de dardos e con lanças e con saetas, que estavan tan espessas en él como las espinas en el erizo, pero nunca quiso derribarse fasta que descendió dél Alexandre. E por ende Alexandre mandó fazer allí una cibdad muy noble, que nombré del nombre de su cavallo. E después que todo el mundo ovo soiuzgado, pensó de passar a los antípodes.

IV

/f. CCXLVIIIr / ...Mas aquí podemos notar lo que cuenta en el dezeno libro de Alexandre que, después que toda la tierra ovo soiuzgada, quiso soiuzgar la mar, diziendo que todo el mundo era muy pequeño reynado para él. E quiso saber [Alex. IX, vv. 545-580] si avía otro mundo allende la mar, en que pudiesse enseñorear 165 assí como en éste, e llamé a todos sus cavalleros e díxoles166: «Amigos e compañeros, mucho vos sé yo obligado e mucho vos devo agradescer que amastes siempre la mi vida e la mi salud más que la vuestra e porque siempre me seguistes desque salí de mi tierra fasta agora. Mas ruégovos que assí como no me fallescistes en la tierra, que no me fallezcades en la mar, ca quiero yr a soiuzgar los antípodes, que están de la otra parte de la tierra. E ellos respondiéronle que muy de buena mente yrían doquier que él quisiesse. E allí [Alex. X, vv. 168-170] entró él con ellos en la mar alta167 e anduvo quinze días por la mar alta a buen viento, que le semejava que bolavan las naves. E allí ovieron otro viento contrario que tan altas levantava las ondas que a las vezes las subía fasta el cielo e a las vezes las descendía fasta el abismo, do todos ovieron miedo e cuydaron de ser paresçidos synon sólo Alexandre, en quien nunca cayó miedo.

E quando vio que non era voluntad de Dios que passasse allende, óvose de tornar e allí se metió en la mar en una arca de vidrio [His. Pr., cap. 116] con tres cavalleros, los mejores que en su casa avía. E mandó que lo toviessen quinze días168 so la mar, por que pudiesse ves qué cosa avía en la mar. E allí vio cómo los pescados peleavan con los pescados e los mayores echavan çeladas a los menores e tomávanlos en medio e comíanlos; e de ally aprendió las celadas que echan en la tierra.

E estonçes se fue querellar la Natura al Infierno [Alex.X, vv. 82-154] e dixo a Lucifer169: « O padre, tráyote muchas querellas, tan bien de los Dioses como /f. CCXLVIIIv / de los ombres, de Alixandre, que atormenta[n] los elementos e la tierra e los omnes que son en ella, ca no le cumple que ha vencido a Darío tres vegadas e soiuzgó toda Asia e a Meda e a Persia, e ha vencido a Poro e soiuzgado todas las Indias; e es entrado en la mar alta para la atormentar e quiere passar a los Antipodes e quiere yr a cercar el Parayso terrenal, donde tu echaste el primero ombre e, desque esto oviere fecho, tiene de venir a cercar el Infierno. ¿Por aventura es aquel de quien dize Esaias que nascerá de virgen e será tan poderoso como Dios e verná a quebrantar esta carcel por sacar los cativos que tú tienes aquí?». E quando esto ovo dicho, ovieron muy grand miedo los diablos todos que estavan en el Infierno e dixo a los mayorales dellos170: «Vos que sodes cabdillo<s> de la muerte, venid si pudiéredes contra tan grand daño como vos de aquí puede nascer. E salid contra el rey de los griegos e cortad la vida sy pudiéredes con muerte, que por aventura no nos venga a quebrantar el Infierno». E apenas esto ovo dicho e levantóse171 la Trayción con cara muy falaguera e dixo: «Yo porné recabdo a esto e non tomaré en ello grand trabajo, ca sé muy bien en cómo le he de fazer. Ca tomaré venino mortal e non lo porné en el vaso nin en olla nin en metal ninguno ni en vidrio nin vaso de madera, ca tanta es la su fortaleza que non le podrá sofrir, mas ponerlo hé en uña de cavallo. E este brevajo será dado a Alixandre con vino, e presta es la ocasión para gelo dar, ca él quiere tornar a Babylonia172 la grande , do fue tan gloriosamente rescebido, como ya oystes e ally ha de esperar [Alex. X, vv. 265-282] todos los mensajeros de todos los reynos del mundo, que le vienen a fazer omenaje e a ofrescerle parias173 por todos los reynos del mundo. Ca Francia le embía un escudo de oro, lleno de piedras preciosas, e Cartajena le embía un yelmo que resplandesce como el sol e está çiñydo de piedras preciosas, e Alemaña le embía una espada que semeja que destella sangre e España le embía un cavallo muy fermoso e de departidos colores, que trae freno de oro e máscalo con los dientes faziendo en él son maravilloso, e Cecilia le embía una loriga texida de anillos de azero e maravillosamente labrada e cercada en las faldas de anillos de oro. E sin estas cosas todas, todos los reynos del mundo le embían coronas de oro llenas de piedras preciosas a mostrar que él es rey de los reyes e señor de todo el mundo. E sin esto todo, cada unas gentes embían dones muy preciosos e muy fermosos e tales que a todo el mundo podrían inclinar a piedad e a querer tales vasallos, ca los unos embían paños de oro e los otros embían purpuras e los otros piedras preciosas e los otros paños de lana merina maravillosos e todos le embían mucho oro e mucha plata e, por que lo diga en suma, todas las riquezas del mundo le traen allí e lo que no pueden traer vienegelo a ofrescer. E el tomará [Alex. X, vv. 200-204] con esto tanta loçanía, que cuydará qué cosa del mundo no le puede empeçer e llamará a un su amigo, que le dizen Antipatro174 que es adelantado de Grecia. E fue assí criado que sabe mostrar de fuera buen talente e grand amor e tiene de dentro el venino e grand rencor. E éste verná allí a llamado de Alixandre, por que allí encone su vida en grand honrra e en grand plazer. E dixo la Trayción [Alex. X, vv. 143-159]: «Yo so deesa muy poderosa175 entre todos los ombres mortales e, sy me bien conosciéssedes, so vuestra criada, ca siempre me crié con vos e moro entre todos los grandes ombres e en los palacios de los grandes señores /f. CCXLIXr /. E yo daré con Antipatro a Alixandre, señor del mundo, este brevajo, donde muera.»

E despues que ovo resçebido [Alex. X, vv. 299-328] todos los dones e dado la respuesta a los mensajeros todos e dones muy honrrados e muy grandes algos, dixo a los suyos: «Ya non vos finca de conquerir cosa que en el mundo sea, sino que Roma, que se nos es alçada, que la pongamos por el suelo, ca do nos avía fecho omenaje e embiado corona de reyno por Aperimulo, príncipe romano, agora osa quebrantar el omenaje que nos fizo. E por ende nos plaze de destruyrla primeramente e después provar si ay otros mundos en que podamos ense-ñorear, ca algunos philósophos dixieron que ay muchos mundos, e éste nuestro es muy pequeño para nos e conviénenos de yr buscar los otros, por que los ayamos todos a mandar». E después [Alex. X vv. 330-374] que esto todo ovo dicho, demandó del vino176, e vino Antipatro su privado e falso amigo e destempló sus yervas e fue gelas dar. E allí lloró el cielo sobre Alixandre, porque avía de morir entre sus amigos el que nunca fuera vencido de sus enemigos, ca, assí como ante en la su nascencia, mostró estas señales177: la primera, que cayeron piedras preciosas verdaderas del cielo; la segunda, que fabló un cordero en Egypto; la tercera, que una gallina parió un dragón; la quarta, que dos aguilas lidiaron todo el día sobre la casa de su padre, en la qual casa la reyna parió a Alixandre, sy non mintieron todos los de la tierra que lo vieron por el ojo. E dezíanle que meresció Alixandre, mostrado de su nascencia por tantas señales, que tan ayna muriesse, ca si fuera pagado de honrra mortal e si se toviera en su humildad e en tan grand buena andança como él fue puesto e si tomara assí sabor en la buena ventura que la toviera por muy amarga, por avenura non muriera semejante muerte e escusara el venino, que es más cruel que otro cuchillo. E allí lloraron las estrellas del cielo sobre Alixandre quando vino la noche. E quando al alborada, , no cayó rocío del cielo sobre la yerva assí como solía, e las aves en la mañana no quisieron cantar so las fojas como solían, nin el ruyseñor, que canta más dulcemente que las otras aves, no quiso dar más su boz nin tañer su çítola.

E dizen los omnes que el primero luzero non quiso salir al día, mas púsose en la mar tornándose atrás e enamarillecióse e perdió su color. E el sol alçó la cabeça e armóse con sus rayos contradiziendo la muerte. E maguer no pudo embargar el fado, quisiérase tornar a pro e estar quedo. E si la ordenança del fado no contradixiera, el sol retornárase, por que non resplandesciesse a ver tan mala manzilla que la su lumbre matasse la lumbre del mundo. Mas ya viniera la hora del su fado [Alex. X, vv. 375- 378], que avía de abaxar la cabeça del muy alto rey e non pudo estorçer la cayda de todo el mundo. E ya el palacio dava olor e resplandescía assy como el sol de nobles compañas, e ya la orden de los ricos ombres viniera e estava delante quando demandó el vino, do le fue dada la muerte. E paróse [Alex. X, vv. 386-404] el cuerpo tan duro como una piedra e frío como un mármol e todo el palacio se estremeció con el ruydo de las compañas e non osavan mostrar el dolor cuydando que le podrían acorrer con melezina. E quando las yervas enconaron las venas e el pulmón e los pulsos dieron ciertas señales de muerte e mandó poner un lecho en meytad del palacio e cató a sus ricos ombres, que rompían sus caras con las uñas e rasgavan sus vestiduras con lágrimas, dixo assí: «¿Quando verná otro tal rey a tales siervos? /f. CCXLIXv / Ca a mí cúmpleme que he enseñoreado a todo el mundo e ya vome para el cielo, que no me tengo por pagado deste mundo: ya me llama Dios a mayor reyno que éste».

E assí murió un tan noble señor por un tan falso privado e allí partió todos sus reynos e reynados a aquellos sus ricos omnes e cavalleros privados e a sus criados. E dio el reyno de Egypto a Ptholomeo e mandó soterrar el su cuerpo en Alixandría, la qual cibdad él fiziera e la nombrara al su nombre.

 

 

 

 

NOTAS

 

 

1 Seguimos la correctísima traducción de A.Guzmán Guerra, Plutarco / Diodoro Sículo, Alejandro Magno, Madrid, Akal, 1986, p. 40. Plinio el Viejo, en su Historia Natural (VII, 3o) relata que entre el botín tomado a Dario, Alejandro cogió una caja en la que se guardaban perfumes, perlas y piedras preciosas para guardar los libros de Homero, dando a entender que la obra más preciosa del ingenio humano fuese conservada en el objeto más rico posible: Immo Hercule, inquit, librorum Homero custodiae detur, ut pretiosissimum humani animi opus, quam maxime diviti opere servarettur (A.Borghini et alii, Gaio Plinio Secondo, Storia Naturale, Torino, Einaudi, 1983).

2 Cf. Edición y traducción C. Torres Rodríguez, Paulo Orosio. Su vida y sus obras, Santiago de Compostela, Galicia Historia, 1985.

3 Seguimos la traducción de F. Martín Acera, Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, Madrid, Akal 1988,p. 501.

4 T. González Rolán - P. Saquero Suárez-Somonte - A. López Fonseca, La tradición clásica en España /siglos XIII-XV). Bases conceptuales y bibliográficas, Madrid, Ediciones Clásicas 2002, p. 20.

5 Un texto árabe occidental de la leyenda de Alejandro. Edición, traducción española y estudio preliminar, Madrid 1929, p. XVI.

6 Op. cit., pp. XV-XVI.

7 «Recherches sur le texte et les sources du Libro de Alexandre», Romania, 4 (1875) 7-90.

8 The relationship of the Spanish Libro de Alexandre to the Alexandreis of Gautier de Châtillon, Princeton, University Press, 1934; The debt ofthe Spanish Libro de Alexandre to the French Roman d´Alexandre, Princeton, UniversityPress, 1935.

9 Investigaciones sobre el Libro de Alexandre, Madrid, CSIC 1948.

10 The treattment of Classical Material in the «Libro deAlexandre», Manchester, University Press 1970.

11 La materia de Troya en las letras romances del siglo XIII hispano, Santiago de Compostela, Universidade,  1999, especialmente pp. 39-94.

12 El libro de Alixandre. Reconstrucción crítica de..., Madrid, Gredos 1979.

13 Libro de Alexandre. Estudio y edición de..., Madrid, Alianza Universidad 1987.

14 Libro de Alexandre (Tercera edición), Madrid, Cátedra 2000.

15 Libro de Alejandro. Introducción, notas y texto íntegro en versión..., Madrid, Castalia 1985.

16 Alexandre le Grand dans la Littérature Française du Moyen Âge, Paris 1886.

17 «La leyenda de Alejandro en la Literatura Medieval», Romance Philology, 15, 3 (febrero 196?) 311-318. 15, 4 (mayo 1962) 412-433, recogido ahora en su libro La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 167-197.

18 The Medieval Alexander, edited by D.J.A. Ross, Cambridge, University Press 1956.

19 Op. cit., pp. 11-19 [p. 13].

20 Alejandro el Grande, Barcelona, Grijalbo 1973, pp. 323-337.

21 Pseudo- Calístenes, Vida y Hazañas de Alejandro de Macedonia, Madrid, Gredos 1977, p. 13.

22 Cf. F.P. Magoun, The Gests of King Alexander of Macedon. Two Middle- English Alliterative Fragments Alexander A and  AlexanderB, Cambridge, Harvard University Press 1939, pp. 22-62; G. Cary, op.cit., pp. 9-16; C. García Gual, op.cit., pp. 26-28.

23 Cf. EA.W. Budge, The History of Alexander the Great, being the Syriac version of the Pseudo- Callisthenes, Cambridge 1899.

24 Cf. la documentadísima exposición de Antonio Bravo García en la Introducción al libro traducido y anotado por A. Guzman Guerra,Arriano, Anábasis deAlejandro Magno, LibrosI- III, Madrid, Gredos 1982, pp. 7-95; esp. pp. 62-79.

25 Cf. la propuesta de clasificación de F.P. Magoun, op. cit., pp. 15-16.

26 Cf. F.P. Magoun, op. cit., pp. 44-49, y nuestro trabajo «Una nueva versión latina del texto griego sobre Alejandro y los brahmanes», Cuadernos de Filología Clásica, 16 (1979-1980) 69-99.

27 Nueva Biblia Española. Traducción de los textos originales, dirigidos por L. Alonso Schokel y J. Mateos, Madrid, Ediciones Cristiandad 1977, p.655.

28 Seguimos la traducción española realizada por Juan Vernet, El Corán. Introducción, traducción y notas, Barcelona, Planeta 1983, pp. 307-308, completada con la que para la azora XVIII nos ofrece Paul Faure, Alejandro. Vida y Leyenda del hijo de los dioses, Madrid, Clío 1990, pp. 288-289.

29 Cf. C. García Gual, op. cit., pp. 166, 177-79 y 211, n. 142.

30 Alexander's Gate, Gog and Magog, and the Inclosed Nations, Cambridge, Mass., 1932, p. 1988.

31 Cf. nuestro trabajo «El encierro de las diez tribus de Israel y de Gog y Magog por Alejandro Magno (General Estoria. Cuarta Parte», en Athlon Satura Grammatica in honorem Francisci R. Adrados, vol II, P. Bádenas de la Peña et alii (eds.), Madrid 1987, pp. 395-407.

32 Cf. E. Sackur, Sibyllinische Texte und Forschungen, Halle, 1898; sobre la influencia de este texto en España puede consultarse el interesante trabajo de L. Vázquez de Parga, «Algunas notas sobre el Pseudo-Metodio y España», Habis, 2 (1971) 143-164.

33 Op. cit., pp. 289-291.

34 «L' image d'Alexandre dans la littérature arabe: l'Orient face à l Hellénisme?», Arabica. Revue d'Etudes Arabes, 29 (1982) 296-306 [esp. p. 3o1].

35 "Alejandro «Du l-Qarnayn? En el Kitab adab al-falasifa»,Anaquel, (1991) 75-118 [esp. pp. 80-81].

36 Op. cit., p. 81.

37 Cf. Los epígrafes «Medieval Commentary upon the Prophecy of Daniel» y «Medieval Interpretation of the Opening Verses of I Maccabees», en el libro citado de G. Cary, pp. 118-124.

38 La fortuna di AlessandroMagno dall' antichità al Medioevo, Florencia, La Nuova Italia 1978, pp. 21- 23 [esp. p. 22].

39 Cf. O. Wieppert, Alexander-imitatio und römische Politik in republikanischer Zeit, Würzburg, 1972, pp. 37-55.

40 Storie di Alessandro Magno di Quinto Curzio Rufo, a cura di A. Giacone, con un appendice di Oscar Botto, Turín, UTET 1977, p. 23, n. 1.

41 Cf. el importante trabajo de A. Grilli, «Alessandro e Filippo nella filosofia ellenistica e nell'ideologia politica romana», en Alessandro Magno tra Storia e Mito, a cura di Marta Sordi, Milán 1984, pp. 123-147, en el que demuestra que en los exempla o exemplaria de las escuelas filosóficas de Filipo se habla generalmente para exaltarlo, mientras que respecto a Alejandro las voces son unas veces favorables y otras contrarias.

42 «La double image d'Alexandre le Grand à Rome -essai d'une explication politique-», Studi Clasice, 16 (1974) pp. 153-168.

43 «La figura di Alessandro Magno nell'opera di Seneca», en Alessandro Magno tra Storia e Mito, a cura di Marta Sordi, Milán, Jaca Book 1984, pp. 155-168.

44 Cf. El completo estudio de Aldo Luisi, «Il mito di Alessandro Magno nell'opera di Lucano», Invigilata Lucernis, 5-6 (1983-1984) 105-122, en el que sostiene que Lucano, como también Séneca, lo que atacan es el modelo en el que quiere inspirarse Nerón y por lo tanto su polémica contra Alejandro no refleja otra cosa que su indignación por la forma política orientalizante del régimen. Citamos por la edición de Victor-José Herrero Llorente, M. Annaeo Lucano, La Farsalia. Texto revisado y traducido, Madrid, Alma Mater 1967.

45 Cf. Tite-Live, Histoire Romaine, E. Lasserre (ed.), París, Garnier 1947; Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, libros VIII-X. Traducción y notas de José Antonio Villar Vidal, Madrid, Gredos 1990; Tito Livio, Historia Romana, Primera Década, Estudio preliminar y traducción de Fco. Montes de Oca, México 1982 .

46 Cf. Petre Ceausescu, op. cit. pp. 157 ss.

47 Cf. M.Iuniani Iustini, Epitoma Historiarum Philippicarum Pompei Trogi, O. Seel (ed.), Stutgart, Teubner 1972.

48 Cf. Storie di Alessandro Magno di Quinto Curzio Rufo, a cura di Alberto Giacone, con un'appendice di Oscar Botto, Turni, UTET 1986.

49 Cf. Detti e Fatti Memorabili di Valerio Massimo, a cura di Rino Faranda, Turín, UTET 1971.

50 Op. cit., p. LXX.

51 Historia de la literatura española. La Edad Media, Barcelona 1974, p. 123.

52 Cf. Los importantes trabajos de Nicasio Salvador, «El mester de clerecía», cap. IV de la Historia de la literatura española, Madrid 1975, vol. I, pp. 125-183, y «Mester de clerecía, marbete caracterizador de un género litarario», Revista de Literatura, XLI, 82 (1979) 5-30.

53 Op.cit., p. 22.

54 Op.cit., p. 32.

55 Op. cit., pp. 287-293.

56 Alfonso el Sabio y la «General estoria», Barcelona 1972, p. 45.

57 Cf. G. Cary, op. cit., pp. 16-17; 63-64; F.P. Magoun, op. cit., p. 22, n. 1.

58 Cf. Fco. Pejenaute, Gautier de Châtillon, Alejandreida, Madrid 1998, pp. 48-52.

59 Op. cit., p. 33.

60 Cf. Paul Meyer, op. cit., pp. 133-272.

61 Cf. la excelente introducción y traducción española realizada por Mª Felisa del Barrio Vega, que ha aparecido no hace mucho junto con las también espléndidas traducciones e introducciones de Dictis Cretense y Dares Frigio de Vicente Cristobal ( La Iliada Latina. Diario de la Guerra de Troya de Dictis Cretense. Historia de la destrucción de Troya de Dares Frigio) , en Madrid 2001, pp. 9-114. Sobre el texto latino de la Ilias, cf. la edición crítica de Marco Scaffai, Ilias Latina. Introduzione, edizione critica, traduzione italiana e commento, Bolonia 1982; y también T. González Rolán - F. del Barrio Vega - A. López Fonseca, Juan de Mena, La Iliada de Homero (Edición crítica de las Sumas de la Yliada de Omero y del original latino reconstruido, acompañada de un glosario latino-romance), Madrid 1996.

62 Op. cit., pp. 39-94.

63 Sobre este interesantísimo texto de aproximadamente el siglo V d.C., en el que el anónimo autor aborda en prosa latina el tema del Sueño de Hécuba, del Juicio de Paris, de la destrucción de Troya, de los viajes de Eneas y de la fundación de Roma, cf. la edición crítica de Alan Keith Bate, Excidium Troiae, Frankfurt am Main 1986.

64 Op. cit., pp. 83-87.

65 Cf. la edición de T. González Rolán - P. Saquero Suárez- Somonte, Alfonso X el Sabio, Historia novelada de Alejandro Magno. Edición acompañada del original latino de la Historia de preliis (Recensión J2), Madrid 1982.

66 Alfonso el Sabio, General Estoria. Primera parte, Madrid, 1930, p. 45 [=Alex. VII, 395-399]; p. 48 [=Alex. IV, 128, VI,409-412], p. 399 [= Alex. III, 370-412].

67 Cf. Antonio G. Solalinde, op. cit., pp. XIV-XV.

68 Cf. M.L. Colker (ed.), Galteri de Castellione Alexandreis, (Thesaurus Mundi, 17), Padua 1978, pp. XI-XVIII.

69 Cf. Eva Matthews Sanford, «The Use of Classical Latin Authors in the Libri Manuales», Transactions of the American Philological Association, 55 (1924) 190-248.

70 Cf. el apartado sobre la Alexandreis y su influencia inserto en la Introducción a la edición realizada por M.L. Colker, Galteri de Castellione «Alexandreis», (Thesaurus Mundi, 17), Padua 1978, pp. XI-XVIII.

71 Cf. De scriptoribus ecclesiasticis, 20, A. Miraeus (ed.), Bibliotheca ecclesiastica, I, Antwerp 1969, p. 165.

72 Alexandre le Grand..., op. cit., p. 330.

73 En la introducción al libro Alessandro nel Medioevo Occidentale, a cura di Mariantonia Liborio, Fondazione Lorenzo Valla 1997, pp. XIII-LXX [p. XVI]. Sobre las relaciones entre novela e historia es difícil encontrar unas palabras tan clarificadoras como las que configuran el prólogo de Darío Villanueva a la magnífica obra de E. Montero Cartelle - M.ª Cruz Herrero Ingelmo, De Virgilio a Umberto Eco. La novela histórica latina contemporánea, Madrid 1994, pp. IX-XIII.

74 Las estorias de Alfonso el Sabio, Madrid 1992, p. 58.

75 Op. cit.,pp. 33-34.

76 Op. cit., p. 78.

77 Un detallado y completo análisis de cada uno de estos textos se encuentra ahora en la monumental y excelente Historia de la prosa medieval castellana, t. I. La creación del discurso prosístico; el entramado cortesano, de Fernando Gómez Redondo, Madrid 1998, pp. 273-286; 440-455 y 455-470, respectivamente.

78 Op. cit., p. 35.

79 Op. cit., 22-23.

80 P. Saquero Suárez-Somonte - T. González Rolán, «El castellano como puente entre Oriente y Occidente: la leyenda de Alejandro Magno», Cuadernos de Filología Clásica, 18 (1983-1984) 11-64 [p. 17].

81 Cf. T. González Rolán, «Las cartas consolatorias de Alejandro Magno a su madre: estudio y edición de sus dos recensiones», en Homenaje a José Jesús de Bustos Tovar, en prensa.

82 Cf.T. González Rolán, «El encierro de las Diez Tribus de Israel...», op. cit., pp. 398-401.

83 Alexandre's Gate, Gog and Magog, and the Inclosed Nations, op. cit., pp. 69-70.

84 Seguimos la lectura que nos ofrece la edición de Sevilla, Meinardo Ungut y Estanislao Polono, de 20 de octubre de 1494, de la que existen en la Biblioteca Nacional de Madrid al menos siete ejemplares. El Ejemplar I-1511, f. CCXIXv , dice así: «Aquí comiença la tercera parte deste tercero libro en que demuestra en como se ha de governar el reyno e la cibdad en tiempo de guerra. E contiene en si veynte e tres capítulos». Cf. Catálogo de Incunables de la Biblioteca Nacional, publicado por D. García Rojo y G. Ortiz de Montalván, Madrid 1945, n. 592, p. 150.

85 Sobre el contenido y descripción de los tres libros y del original egidiano, disponemos ahora del concienzudo estudio de Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa medieval castellana, II. El desarrollo de los géneros. La ficción caballeresca y el orden religioso, Madrid 1999, pp. 1.705-1.725.

86 «De regimine principum de Egidio Romano en la literatura castellana de la Edad Media», La Ciudad de Dios, 173. 1 (1960) 32-71 [esp. pp. 55-62].

87 Op. pp. 57-58.

88 Glosa castellana al Regimiento de Príncipes de Egidio Romano. Edición y estudio preliminar de J. Beneyto Pérez, 3 vols. Madrid 1947. Estudio preliminar, pp. VII-XXXVIII.

89 «Una versión en prosa castellana de la leyenda de Alejandro Magno», Insula, 15 de enero de 1949, p. 2. J. Cañas (op. cit., p. 122) hace un escueto resumen de este artículo.

90 «La leyenda de Alejandro en la literatura medieval», artículo publicado, como hemos dicho, en Romance Philology, 15. 3 (febrero 1962) 311-318 y 15. 4 (mayo 1962) 412-423, y recogido en La tradición clásica en España, Barcelona 1975, pp. 165-196 [ esp. pp. 181-183].

91 Op. cit., p. 39.

92 «Libro de Alexandre», en Diccionario Filológico de Literatura Medieval Española. Textos y transmisión, C. Alvar - J.M. Lucía Megías (eds.), Madrid 2002, pp. 754-762 [esp. p. 756].

93 En la Biblioteca Nacional de Madrid hemos manejado un ejemplar del voluminoso tomo cuarto de la obra del francés: Bibliotheca Mundi seu Speculi Maioris Vincentii Burgundi praesulis Bellovacensis ordinis praedicatorum, theologi ac doctoris eximii. Tomus Quartus qui Speculum Historíale inscribitur, in quo universa totius orbis omniumque populorum ab orbe condito usque ad auctoris tempus Historia continetur, pulcherrimum actionum civilium et ecclesiasticarum Theatrum, Duaci 1624. (La materia de Alejandro aparece en las páginas 120-137).

94 Cf. Paul Meyer, Alexandre le Grand..., op. cit., pp. 333-334, y el estudio más reciente Vicent de Beauvais and Alexander the Great. Studies on the Speculum Maius and its Translations into Medieval Vernaculars, Groningen 1986.

95 Citamos por la edición de M. L. Colker, op. cit., p. 265.

96 Citamos por la edición de J. Cañas, op. cit., p. 553.

97 «El juicio de Paris en el «Alexandre» y en la «General Estoria»», Revista de Filología Española, 15 (1928)1-51

98 Cf. nuestra edición de la Historia novelada de Alejandro Magno, op. cit., p. 119.

99 «Glosa castellana al Regimiento de príncipes», en Diccionario Filológico de la Literatura Medieval Española, op. cit.,pp. 584-592.

100 Cf. Excidium Troiae, caps. 2 (pp. 26-27) y 4 (pp. 28-30); General Estoria, Segunda Parte, t. II, caps. CDLXXXIV-CDLXXXVII (pp. 90-93), DVIII-DXII (pp. 106-109); Leomarte, Sumas de Historia Troyana, Títulos LXII-LXIII (pp. 153-154); Crónica Troyana, Libro Tercero, cap. III (ff. 28 v-29 v ).

101 Cf. Excidium Troiae, cap. 3 (pp. 26-28); General Estoria, Segunda Parte, t. II, caps. CDLXXIX-CDLXXXIII (pp. 8789); Leomarte, Sumas de Historia Troyana, títulos LIX-LX (pp. 149-151); Crónica troyana, Libro Tercero,cap. I (ff. 28r-28v).

102 Cf. Lib. Alex. estr. 2217.

103 Cf. Lib Alex., estr. 2218.

104 Cf. Lib. Alex., estr. 2222.

105 Cf. Lib. Alex., estr. 2223

106 Cf. Lib. Alex., estr. 2224.

107 Cf. Lib. Alex., estr. 2226.

108 Cf. Libr Alex., estr. 2228.

109 Cf. Lib. Alex., estr. 2229.

110 Cf. Lib. Alex., estr. 22З2-22ЗЗ.

111 Cf. Lib. Alex., estr. 22З5.

112 Cf. Lib. Alex., estr. 22З6-22З7.

113 Cf. Lib. Alex., estr. 22З8-2242.

114 Cf.Libr. Alex., estr. 2246.

115 Cf. Libr. Alex., 3350-2258.

116 Cf. Libr. Alex., estr. 226З.

117 Cf. Lib. Alex., estr. 32-85.

118 Cf. Lib. Alex., estr.211-215.

119 Cf. Lib. Alex., estr. 216-244.

120 Cf. Lib. Alex., estr. 142-144.

121 Cf. Lib. Alex., estr. 1166-1167.

122 Cf. Lib. Alex., estr. 271-273.

123 Cf. Lib. Alex., estr. 169-185.

124 Cf. Lib. Alex., estr. 301-306.

125 Cf. Lib. Alex., estr. 322-332.

126 Cf. Lib. Alex., estr. 1131-1162.

127 Cf. Lib. Alex., estr. 780-785.

128 Cf. Lib. Alex., estr. 798-802.

129 Cf. Lib. Alex., estr. 823-825.

130 Cf. Lib. Alex., estr. 828-330.

131 Cf. Lib. Alex., estr. 831-837.

132 Cf. Lib. Alex., estr. 839-844.

133 Cf. Lib. Alex., estr. 1083.

134 Cf. Lib. Alex., estr. 1074-1075.

135 Cf. Lib. Alex., estr. 1235-1250.

136 Cf. Lib. Alex., estr. 1310-1326.

137 Cf. Lib. Alex., estr. 1327-1337.

138 Cf. Lib. Alex., estr. 1345-1346.

139 Cf. Lib. Alex., estr. 1410.

140 Cf. Lib. Alex., estr. 1414-1415.

141 Cf. Lib. Alex., estr. 1419.

142 Cf. Lib. Alex., estr. 1436.

143 Cf. Lib. Alex., estr. 1456-1459.

144 Cf. Lib. Alex., estr. 1588-1591.

145 Cf. Lib. Alex., estr. 1599.

146 Cf. Lib. Alex., estr. 1607-1613.

147 Cf. Lib. Alex., estr. 1652-1665.

148 Cf. Lib. Alex., estr. 1666-1674.

149 Cf. Lib. Alex., estr. 1675-1678.

150 Cf. Lib. Alex., estr. 1686-1697.

151 Cf. Lib. Alex., estr. 1740-1743.

152 Cf. Lib. Alex., estr. 1766-1775.

153 Cf. Lib. Alex., estr. 1860-1861.

154 Cf. Lib. Alex., estr. 1911.

155 Cf. Lib. Alex., estr. 1946 y 1968.

156 Cf. Lib. Alex., estr. 1975.

157 Cf. Lib. Alex., estr. 1987-1989.

158 Cf. Lib. Alex., estr. 1993-1994; 2002-2021.

159 Cf. Lib. Alex., estr. 2024.

160 Cf. Lib. Alex., estr. 2028-2042.

161 Cf. Lib. Alex., estr. 2044.

162 Cf. Lib Alex., estr. 2078-2087.

163 Cf. Lib. Alex., estr. 2209-2216.

164 Cf. Lib. Alex., estr. 2088-2094.

165 Cf. Lib. Alex., estr. 2269-2270.

166 Cf. Lib. Alex., estr. 2283-2295.

167 Cf. Lib. Alex., estr. 2299-2303.

168 Cf. Lib. Alex., estr. 2306-2313.

169 Cf. Lib. Alex., estr. 2333-; 2425-2435.

170 Cf. Lib. Alex., estr. 2436-2443.

171 Cf. Lib. Alex., estr. 2445-2451.

172 Cf. Lib. Alex., estr. 2460.

173 Cf. Lib. Alex., estr. 2517-2528.

174 Cf. Lib. Alex., estr. 2529-2532.

175 Cf. Lib Alex., estr. 2453-2455.

176 Cf. Lib. Alex., estr. 2612.

177 Cf. Lib. Alex., estr. 8-11.

 

 
 

LA IMAGEN POLIMÓRFICA DE ALEJANDRO MAGNO
DESDE LA ANTIGÜEDAD
LATINA AL MEDIEVO HISPÁNICO:
edición y estudio de las fuentes de un desatendido
Libro de Alexandre prosificado

 

Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos 2003, 23, núm. 1 107-152

 

TOMÁS GONZÁLEZ  ROLÁN
PILAR SAQUERO SUÁREZ-SOMONTE

Universidad
Complutense