El amor de Helena y Paris (detalle). Oleo en tela, 1788.Jacques-Louis David (1748-1825),Museo del Louvre.

 
 

 

Abstract: The mythical figure of Paris plays an essential role in the Trojan War. The fact that Helen — Menelaus' wife — is kidnapped, triggers off the conflict, and the name of Paris turns out to be so important that a legendary biography finds its way in the text and is carefully followed by the author. This story becomes a lesson for Alexander's troops and also for well-educated people in the 13th century.

Keywords: Biography; mythology; medievalism; clergy.

 

Resumo: A figura mítica de Paris desempenha um papel fundamental na Guerra de Tròia. O rapto de Helena, esposa de Menelau, desencadeia a contenda e, por isso, o seu nome é de tal importancia que uma biografia lendária encontra guarida no texto e é seguida pari passu pelo autor. Esta historia torna-se uma liçâo para as tropas de Alexandre e também para as pessoas cultas do século XIII.

Palavras-chave: Biografia; mitologia; medievalismo; cleresia.

 

Resumen: La figura mítica de Paris desempeña un papel fundamental en la guerra de Troya. El rapto de Helena, esposa de Menelao, desencadena la contienda, por eso es de tal importancia su nombre que una legendaria biografía encuentra cabida en el texto y es seguida paso a paso por el autor. Esta historia supone una lecciòn para las tropas de Alejandro y también para las gentes cultas del siglo XIII.

Palabras clave: Biografía; mitología; medievalismo; clerecía.

 

Résumé: La figure mythique de Paris joue un rôle fondamental dans la guerre de Troie. Le rapt d'Hélène, la femme de Ménélas, déclenche le conflit, de sorte que son nom atteint une ampleur telle qu'une biographie légendaire trouve refuge dans le texte même et est suivie pas à pas par l'auteur. Cette histoire devient une leçon pour les troupes d'Alexandre ainsi que pour les gens cultivés du XIIIe siècle.

Mots-clé: Biographie,; mythologie; médiévalisme; clergé.

 

 

 

 

 

El tema troyano, perteneciente a la materia clásica, se difunde a partir del siglo XII, especialmente al poetizarse en francés por medio del Roman de Troie, inmensa obra creada por Benoit de Sainte Maure1, y al mismo tiempo se populariza la novela de Alejandro que abandona la lengua latina para romanizarse a través del Roman d'Alexandré1. Ambas tradiciones son necesarias porque aparecen fundidas en nuestro Libro de Alexandre, obra de difícil datación, pero que hemos de situar a principios del siglo XIII3. La aclimatación de estos temas en nuestra creación literaria se hace por vía culta, aunque lleguen a popularizarse en el mismo siglo, si bien tardíamente. Toda la mitología desarrollada en torno a la guerra de Troya así como su simbología constituyen un apasionante capítulo de literatura comparada, pues siendo el motivo el mismo, el efecto surgido en cada nuevo texto es distinto. Los diversos adaptadores, que respetan en líneas generales la trabazón argumental, se interesan por determinados aspectos para con ellos separarse de sus fuentes y presentar su adaptación con viso de originalidad4.

Unos se interesan por la contienda entre Ulises y Ayax, otros se sienten atraídos por la figura de Aquiles, bien por Héctor, el motivo del caballo, las luchas individuales a la manera del sistema feudal y finalmente hay quienes sin motivo aparente alguno ponen su estro al servicio de Paris como acontece con nuestro poeta, el cual traza una biografía novelesca del personaje iluminando muchos versos y numerosos pasajes. Sigue con bastante fidelidad la historia mítica trazada en torno a su figura y al ser abundantes las fuentes e interesante su vida, sobre todo en relación con la muerte de Aquiles, parece que como personaje novelesco da mucho de sí y constituye un atractivo no desdeñable.

Veamos el desarrollo de su leyenda en el texto que nos va a servir de comentario5.

Normalmente la figura de Paris no va sola, salvo en sus comienzos y como causante directo de la guerra, pero una vez iniciada ésta, su nombre suele aparecer vinculado a Héctor y su participación en la guerra deja bastante que desear. No lo vemos con la frecuencia con que otros héroes aparecen citados en las numerosas lides habidas en torno a la ciudad asediada, pero la fortuna quiso que su destino quedara finalmente ligado a la figura de Aquiles, siendo a la postre vengador de su hermano.

Cuando Alejandro decide invadir el Imperio Persa, varios de sus íntimos le recomiendan que elija doce pares, puesto que la empresa que va a iniciar es de tal calibre que se hace necesaria la ayuda de un grupo de notables. En efecto, Alejandro elige a doce pares, ni uno más ni uno menos, para respetar la tradición medieval adscrita a dos grandes héroes de leyenda, Carlomagno y Arturo. Efectuada la elección, pasa a Asia y llega a Frigia, región en la cual estuvo asentada la ciudad de Troya y cuyas ruinas eran todavía visibles. Como el autor está dispuesto a interrumpir la leyenda del general macedonio y recrearse en la guerra de Troya, prepara a su público lector mediante una pequeña introducción en la cual nos pone en antecedentes y compendia en breves estrofas el discurso admonitorio, "sermón" lo llama el autor, que comenzará en la cuaderna trescientos treinta y cuatro:

La processión andada, fizo el rey sermón

por alegrar las gentes, feries buen coraçón;

enpeçó la estoria de Troya de fondón:

cómo fue destroída e sobre quál razón.

Pasa a continuación a describirnos la vida de los troyanos, sus costumbres, la heterogeneidad de la gente que puebla la ciudad, la convivencia en paz de sus moradores. Indudablemente el modelo disponible para el autor es el de una ciudad de su época, aunque se esfuerza por producir la impresión en el lector de que se está refiriendo a la auténtica:

Desent vino a Troya la mal aventurada,

la que los sus parientes ovieron assolada;

veyé fiera lavor toda desbaratada,

fazié-s maravellado de cosa tan granada.

La presencia de dueñas, caballeros, duques, duquesas, condes y juglaresas, aparte los consabidos reyes, suponen un modelo válido para su intención y no importa que se aleje de la verdad. Quiere dar sensación de vida en la ciudad y lo consigue con creces. Pero no hay tranquilidad que mil años dure y el destino había sentido la necesidad de romper este buscado equilibrio. En una estrofa de gran precisión el autor nos presenta el principio del fin:

El peccado, que siempre andido en follía,

cogió con esta paz una malenconía;

asmava si podiesse semnar su mala cisma,

meter algún destorvo en essa confradría.

A continuación y en las estrofas que restan, se cuenta con todo detalle el "peccado" motivador de la futura guerra entre aqueos y troyanos6. Suponemos que en el Olimpo, tres diosas están comiendo en hermandad pues se celebraba la boda de Tetis y Peleo: Venus, Pallas y Juno. Las tres eran poderosas por ser del mismo linaje y no había entre ellas reticencias ni rencores. Así nos las presenta el poeta:

Comién por aventura tres deessas en uno,

por nomne les dizién Venus, Pallas e Juno;

todas eran cabdales e de linaje uno;

nunca tan rica tabla vio omne ninguno.

Dice el poeta que las tres "eran cabdales e de linaje uno"; y como el pecado no descansa, buscó una manzana hermosa en la cual puso una leyenda. En un verso lleno de encanto juglaresco nos dice el poeta que "echó la ant las dueñas, ¡Dios! tan en ora dura". En la manzana se leía esta inscripción "Prenda esta macana de vos la más fermosa". La inquietud se apodera de las tres diosas pues todas están deseosas de poseerla, "golosa" es la palabra puesta en boca del narrador. Y acierta plenamente al incardinar una leyenda mítica a la realidad inmediata a través del lenguaje7.

A continuación se sigue una discusión un tanto acalorada y las tres llegan a la conclusión de que la manzana les pertenece. Por supuesto que no pueden ponerse de acuerdo; el razonamiento dado por cada una tiene sus pros y sus contras y las tres vienen a decir lo mismo, aunque es Venus quien con más calor defiende su opción. Se está gestando la tragedia que acarreará la ruina de la ciudad de Troya. Vale la pena reproducir la estrofa, pues en esencia recoge con concisión las "razones" aportadas por cada una de las comensales:

Dixoles doña Juno: "Yo la devo aver".

Repuso doña Pallas, "Non lo puedo creer".

"A la fe", dixo Venus, "non pued esso seer,

cayo só másfermosa, yo la devo aver".

Y, como tras muchas discusiones, no se ponían de acuerdo, concertaron acudir al príncipe Paris de Troya y la sentencia que él diere debía ser acatada por las tres. En efecto, lograda la paz entre ellas, "fueron delante Paris a judizio venidas". Aquí se interrumpe este comienzo tan prometedor para iniciar la historia de la guerra de Troya, puesta en boca de Alejandro, quien cuenta el nacimiento y la juventud de Paris. El punto de partida de todas estas peripecias se encuentra en la obra del cretense Dictis popularizada a lo largo de los siglos medios8.

Con esto no queremos afirmar que nuestro autor tuviera presente dicha historia, aunque no es imposible, pues el estudio de las fuentes del Alexandre, hechas por diversos eruditos e investigadores, ha demostrado que Juan Lorenzo de Segura o de Astorga fue un hombre muy bien preparado y aprovechó no sólo textos románicos y latinos, sino incluso fuentes árabes, y esto puede explicar la minuciosidad de sus informaciones y la habilidad para seguir el cañamazo de la historia mítica con todas las posibilidades inherentes a una leyenda muy compleja9.

El carácter providencialista de todo cuanto va a contar no escapa a las intenciones del autor y por eso lo refleja en la primera estrofa donde comienza la vida de Paris:

Quiero vos un poquiello sobre Paris fablar,

ond podades creer e podades firmar

que lo que Dios ordena todo deve estar;

por nul seso del mundo no-s puede estorvar.

Es consciente, según se desprende de sus propias palabras, que el decurso de la historia troyana va a sufrir una detención pues le interesa poner en conocimiento de sus lectores la razón primera y última que movió a los aqueos a salir de sus reinos e iniciar el asedio a la ciudad de Troya. Afirma el poeta que los padres de Paris fueron Príamo y Hécuba, reyes de la ciudad, próspera en aquella época, y que ambos eran "muy buenos por verdat". Sin lugar a dudas se está refiriendo a su condición de gobernantes.

Recoge Juan Lorenzo una de las leyendas más extendidas en torno al nacimiento del príncipe. Dice la tradición que Hécuba tuvo durante la época de gestación un sueño horroroso y que nada más despertar lo puso en conocimiento de su marido. Es una premonición de acontecimientos futuros e inexplicables para los padres, pero de acuerdo con las creencias extendidas en torno a los sueños, pusieron todo su empeño en remediar una situación que podía escapárseles de las manos:

Ecuba la reina fue de Paris preñada;

soñó un fuerte sueño, ante que fues librada:

que ixié de su cuerpo una flama irada;

quemava toda Troya, tornava la en nada.

 

Despertó con el sueño Ecuba espantada,

non cuidava que era del fuego escapada; l

uego que assomó la luz del alvorada,

dixo al rey Príamo quál noch avié levada.

El autor pone en boca de Príamo una especie de oración a Dios pidiéndole que salve a su ciudad de la destrucción y descargue sobre él su ira, ya que "assaz he bevido". Sin embargo no las tiene todas consigo y pide encarecidamente a su mujer que apenas dé a luz, mate al niño, pues es el único medio que conoce para que la ciudad quede libre. Hécuba está de acuerdo con esta decisión. No sabían que el destino había marcado la ciudad y no había escapatoria posible:

Menos de mal será que un fijo perdades

que de tan grant periglo vos carrera seades.

Respuso la reina: "Rey, bien lo sepades;

faré muy volonter aquello que mandades".

En efecto, Hécuba da a luz a Paris y ordena a las parteras que maten a la criatura. Sin embargo éstas, asombradas por la hermosura del recién nacido, mienten a la madre y salvan al hijo entregándolo a unos pastores. Inevitablemente el contenido del sueño tiene que hacerse realidad y el poeta lo indica con meridiana claridad:

Como ant vos dixiemos, lo que Dios ha parado

non pued seer por seso de omne estorvado;

mintieron le a Ecuba, falsaron su mandado,

dieron lo a pastores que curiavan ganado.

Probablemente el autor conociera la tradición en la que participa Esaco, hijo de Príamo y Arisbe, pues es él quien interpreta el sueño a petición de su padre. Y al mismo tiempo le pide que se deshaga del recién nacido pues sería la causa de la destrucción de Troya por medio de un asedio y posterior incendio. En la leyenda no fueron las parteras las salvadoras de Paris sino su propia madre que lo expuso en el monte Ida donde unos pastores lo recogieron y criaron como si fuera su hijo. Esta leyenda tan simple se presenta a veces complicada en los distintos mitógrafos y escritores literarios. En todo caso a ella la consideran culpable de la destrucción de la ciudad por no haber ejecutado lo que se le había ordenado, contraviniendo un presagio que los dioses le habían anunciado en forma de una tea ardiendo.

Desconocía Juan Lorenzo la otra tradición en la cual Príamo sacrifica a Munipo, hijo de Cila, en la creencia de que el sueño tenido por su mujer se refería a él y no a Príamo. Se decía en esta tradición que Esaco profetizó que el niño que naciera, sin especificar quien, sería el causante de la ruina de la ciudad y como el primero en nacer fue Munipo, su tío Príamo, según otros su padre, lo sacrificó sin contemplaciones. Todas estas tradiciones se encontraban cómodamente narradas en la Biblioteca de Apolodoro10.

A lo largo de varias cuadernas el autor cuenta con todo lujo de detalles la educación recibida por el futuro príncipe. En su niñez es criado por los pastores con toda clase de mimos y apenas aprendió a andar lo encontramos inserto en la vida urbana donde se dio a conocer por su hermosura:

Davan le muy grant vicio, fue aína criado;

luego que andar sopo, vino-spora'lpoblado;

tanto era fermoso el que non fuesse nado

que se fazié el pueblo mucho maravellado.

La educación que recibe es la misma que se hizo realidad en la niñez de Alejandro Magno; el poeta hace un trasposición de nombres para la misma función. En cualquier caso, el desconocido revela su condición cortesana y su pasión por la mujeres como una característica que le va a dominar en el futuro.

Es lógico que un muchacho dotado de tales prendas llamase la atención del rey y terminase por descubrirse su auténtica identidad según leemos en esta estrofa:

Fue aína sabida toda la poridat,

al rey con su fijo plogo-l de voluntad;

heredó-l en su mueble e en su heredat,

cambio-l encar el nomne con grant propriedat.

Es decir, todos lo llamaban Alejandro, pero su verdadero padre le puso por nombre Paris, con el que va a ser conocido en el futuro. Al igual que cualquier noble instruido, el príncipe consigue dominar la retórica, las armas y el amor en su propio provecho:

Apriso de retórica, era bien razonado;

encara de sus armas era bien esforçado;

porque les semejava omne bien acabado,

lo pusieron las donas por su adelantado11.

Es muy interesante el léxico, revelador del concepto que los medievales daban a la mitología y el tratamiento que hacían de los héroes de la antigüedad clásica. Un acercamiento visible a las condiciones de vida de la época se hace evidente en la inmensa mayoría de los mitos, por lo menos hasta el siglo XIV. Ni Ovidio escapa a esta observación y constituye un ejemplario de lo que no se debe hacer. Esta condición se torna perceptible en todos los momentos que hasta ahora hemos analizado. Así Alejandro, una vez pacificada Grecia, elegidos los doce pares, dice el autor que movió sus "huestes" y anhelaba apoderarse de otras "posadas". Apenas llegado a Frigia, todos los "castillos" y "villas" se le entregaban sin apenas resistencia. Al llegar a las ruinas de la ciudad de Troya, el poeta recuerda al primero que cantó su destrucción, "don Omero", del cual solamente sabía el nombre, como tantos otros.

A continuación resume la guerra haciendo una rápida enumeración de los caudillos participantes en ella. Así Héctor es una "lança ardida" y Ulises un "sosacador d'engaños". Las tres diosas del juicio de Paris son para el autor "tres dueñas" y la Discordia no es ni más ni menos que el "peccado". La descripción del sepulcro de Aquiles está dibujada sobre cualquier sepultura de la época, bien de un rey o de un noble, con su correspondiente inscripción "pitafio". La actuación de Alejandro y sus tropas ante el sepulcro citado es un calco de la liturgia propia de los enterramientos y posee el encanto de la ingenuidad debida a los poetas primitivos:

Echaron grant ofrenda, dieron grant oblación,

encensaron las fuessas, fizieron processión;

orava cada uno con grant devoción

por aquellos que fueron de su generación.

Especial importancia dedica el poeta a los orígenes legendarios de la guerra de Troya. Un largo capítulo va a dedicar a la creencia épica de que la causa de tal acontecimiento se debió a la disputa que mantuvieron tres diosas en torno a la posesión de una manzana. Era la creencia extendida difundida por la tradición mítica que no podía operar con exigencias económicas de los aqueos a los troyanos, probable causa de la destrucción de la ciudad que se oponía a los planes expansionistas de los helenos por el Mar Negro.

Dice el poeta que dos reyes, ricos, preparaban su boda y habían invitado a numerosos dioses. La paz era general y no era turbada por ningún acontecimiento imprevisto. Todo sucede en el Olimpo. Unos invitados se alojan en tiendas, otros prefieren alojarse en el palacio. Es curiosa la procesión de invitados a caballo entre la realidad de la época y la ficción mítica:

Alli fueron clamados los dios e las deessas,

dueñas e cavalleros e duques e duquessas

reys muchos e condes, reinas e condessas;

avié i un grant pueblo sólo de juglaressas.

Es decir, a una fiesta tan suntuosa no podían faltar los juglares animadores de la recepción. Esta ausencia era impensable en la época, pues todos los acontecimientos públicos, ferias, festividades, coronaciones, eran propicios para la asistencia de los juglares encargados de entretener al pueblo y a los poderosos. Y no solamente asistieron gentes importantes por su condición social sino el pueblo en general según se desprende de estos versos:

Avié muchos concejos, gentes mucho balderas,

joglar es tod el mundo de diversas maneras;

aún por más buscar ixién a las carreras,

qua non podién dar cabo a vaziar las calderas.

Estas multitudinarias fiestas duraron un mes y hasta ese momento no había habido ningún problema. Pero como no hay bien que mil años dure, el enemigo se encargó de sembrar la cizaña. El poeta recurre al genérico y más comprensible "peccado" como mesturero y sembrador de discordias.

Sin lugar a dudas la inserción del mundo clásico en los presupuestos culturales de la Edad Media tiene su encanto, especialmente el acercamiento de los mitos y de la tradición literaria por ellos engendrada. Era una manera de ver legítima en cuanto potenciaba el conocimiento, y una recepción válida suponía el apropiarse de una cultura muy alejada ya de sus propios ideales. Si los autores de los cantares de gesta no tenían empacho en dejarse seducir por el arte de Virgilio aprendido en la escuela, mucho menos esfuerzo supone para quienes cultivan la llamada "materia clásica", formados en la obra amatoria y mitológica de Ovidio.

A continuación se extiende el autor exponiendo las alegaciones que cada una de las diosas hace ante Paris para conseguir de él la posesión de tan preciado don. La primera estrofa no tiene desperdicio; es fruto de la observación diaria y no hay que ver en ella ni una pérdida de dignidad en su condición de diosas ni un discurso contra las mujeres:

Quando fueron ant Paris, dixieron sus razones,

afincavan sus bozes, semejavan varones;

fazién, maguer mugieres, fuertes alegaciones,

maravellosas eran las sus conclusiones.

La primera en hablar por categoría y dignidad es la diosa Juno. En su propia boca están puestas estas palabras confirmadoras de su primacía. Yo soy:

1. Reina y además para que no haya duda estoy investida con todos los atributos inherentes a la realeza:

Semejava reina, que era muy sabrosa;

tenié en su cabeça corona muy fermosa;

luzié en derredor mucha piedra preciosa,

començó su razón a guisa de cabosa.

2. Halaga a Paris en su condición de hombre justiciero, capaz de distinguir la verdad de la mentira y no dejarse influir por nada y para comprometerlo más en su favor, le manifiesta su agrado por haber sido elegido juez de la contienda:

"Oyas me ", dixo, "Paris, que te quiero dezir;

plogo eme quando ove ante ti a venir,

qua sé yo bien que amas derecho departir

e sé que non querrás en judizio fallir.

3. Indudablemente soy la mejor de las tres por varias razones. Estoy casada con Júpiter, el "grant emperador", y éste no hubiera elegido por mujer a una que no fuera digna de su rango. Además soy hermana suya.

4. Mi hermosura no tiene par y a la vista está. Cualquiera que me vea puede certificar lo que digo, "d'esto puedo, si mandas, muchos testigos dar".

5. Es más, tal es mi belleza que me fue dado por animal símbolo el pavo real y esto no te lo digo yo sino que puedes acudir a Ovidio y él te lo certificará:

Porque es tan fermosa la rueda del pavón,

a mi aparejada fue por atal razón;

esto yaz en el libro que escrivió Nasón;

devo con la maçana ir yo toda sazón.

6. Si me entregas la manzana, a la que tengo derecho, serás el hombre más rico y jamás te verás pobre ni en dificultades. La riqueza como tentación es el don ofrecido por "doña Juno":

Si tú lo otorgares que esto es derecho,

fallar-t-as bien en ello, avrás end grant provecho,

nunca te verás pobre nin te verás mal trecho;

e si tú álfizieres, fer-m-as muy grant despecho.

Las razones aducidas por Juno nos la presentan como una mujer soberbia, preciada de su poder por casamiento, y por este motivo el medio más importante para ella es su condición de dueña de todo el Olimpo y cree que ofreciendo a Paris la posesión de innumerables riquezas puede ablandar su corazón e inclinar la balanza a su favor12.

A continuación interviene Palas Atenea la cual expone sus razones relacionadas, como es lógico, con los atributos de que está investida. Se dirige a Paris para hacerle ver que:

1. No desmerece del linaje de Juno pues pertenece a la misma raíz e incluso supera a sus oponentes en la gentileza manifiesta en sus ojos y en la nariz.

2. Está orgullosa de las condiciones que le han sido asignadas como diosa de la guerra y de la caza:

So ligera de piedes e sé bien cavalgar,

sé bien tener mis armas, de ballesta tirar;

quando de correr monte vengo o de caçar,

éstas no serién dignas ante mi se parar.

Sin lugar a dudas, el autor está pensando en las condiciones exigidas en su tiempo para cualquiera que se dedicara al oficio de Marte. Rapidez, dominio del arte de la equitación, apostura en el manejo y disposición de las armas, buen tirador con la ballesta, hasta tal punto que investida con estos atributos nadie hay que pueda superarla13.

La estrofa siguiente o está estragada o el autor ha unido diversas diosas en una. Salvemos el nombre de Minerva que es el correspondiente latino de Atenea, pero nunca que sepamos ha sido identificada con Prosérpina, con Diana o con Eos. La primera es el nombre latino de la Persefone griega, diosa del infierno. La única conexión con Atenea es que aquélla es hija de Zeus y Deméter y Atenea es, como hija del mismo dios, medio hermana de la anterior. Diana, la Artemis griega, es la verdadera diosa de la caza y sí tiene estrecha relación con Febo, nombre latino de Apolo. Identificada con la luna, preside la noche. Mientras que Eos o la Aurora nada tiene que ver con los anteriores a no ser que piense en la secuencia noche-amanecer. En esta compleja estrofa establece las siguientes identidades:

Prosérpina me dizen, de Phebus só hermana;

sin esto he dos nomnes: Minerva e Diana;

yo alumno la noche, enfrío la mañana,

sólo por esto devo ir yo con la maçana.

Dotada de todos estos nombres y poseedora, según el autor, de poderes tan diversos, ofrece a Paris el dominio basado en las armas, haciendo de él un guerrero afamado, al mismo tiempo que le amenaza si no es ella la premiada con la manzana:

Aún sobre tod esto ál te quiero dezir:

si yo esta vegada en ti he de fallir,

aver-t-as dura mente, Paris, a repentir,

e si tú as orejas deves esto oír.

Finalmente se presenta Venus. Aparece ante Paris investida con sus mejores atributos. El poeta hace una sencilla y humorística descripción de las escenas que han tenido lugar y no se le ocurre más que compararlas con cuanto ocurre en las reuniones de los cabildos:

Venus dio luego salto, ixió del diversorio,

paró se ante Paris en medio'l consistorio;

más genta non ixió a aquel parlatorio,

pero que todas tres eran d'un avolorio.

Desde luego echa los restos en la presentación de Venus porque así lo requieren las circunstancias. Hay que llamar la atención de Paris y atraerlo con todas las artimañas propias de la diosa del amor. Cada estrofa es de una gran precisión y sirve para realzar atributos corporales de la diosa. El ideal de belleza femenina tan traído y llevado por los poetas de los siglos XII y XIII asoma en sus líneas generales sin dejarse detalle en el tintero14. Primero nos presenta una visión de conjunto, destacando la armonía de su cuerpo y la habilidad persuasoria:

Dueña era de precio, de cuerpo bien tajada,

quanto tañié en mañas era bien enseñada;

sobre todas las otras era bien razonada;

non devié a ninguna por fermosura nada.

Pasa seguidamente a una descripción más pormenorizada, no sólo en su aspecto físico sino en su actitud ante Paris:

1. Una estrofa la dedica a los ojos y a los aderezos de las orejas y al color con el que tiñe su rostro:

Por mostrar que non eran las otra sus parejas,

alcofoló los ojos, tinxó las sobrecejas,

cobrióse de colores, de blancas e bermejas,

cargó sortijas d'oro en anbas sus orejas.

2. Trata de crear con su presencia un desasosiego en el ánimo de Paris con la intención de atraérselo:

Descubrió se el bogo quand ovo de fablar,

catava contra Paris, començó d'aceñar;

dixo: "Si quieres, Paris, el derecho judgar,

ya lo vees por ojo qui la deve levar."

3. Le hace observar que sus otras competidoras dijeron la verdad a medias. Todas son del mismo linaje, pero los regalos que le prometieron no responden a la verdad:

De un linaje somos qual ellas lo dixieron,

quanto tañe en esso en nada non mintieron;

mas plus en lo ál todo diexieron que podieron,

falsaron de la regla quand donas prometieron.

4. Cuenta su nacimiento mítico, en las ondas del mar. Se vanagloria de ser hija de Zeus y estar casada con Marte:

En las ondas del mar i fui yo engendrada,

quando dio a su padre Júpiter la colpada;

non ovi otra madre, por que só más honrada;

tovo-s don Mars por rico quando-m ovo ganada.

5. Para mantenerlo sobre ascuas, aunque sabe que no le va a fallar en el juicio, lo encandila con una promesa cuyo desvelamiento demora.

6. Los regalos que le han prometido no tienen sentido. El es ya rico por su posición social y no tiene que envidiar nada a Héctor como guerreador. Por lo tanto lo que pretenden regalarle no vale nada porque todo lo posee.

7. Un hijo de rey debe poseer algo que solamente ella le puede proporcionar:

Lo que pora ti es, ond as tú de pujar,

lo que fijo de rey ha siempre de buscar,

todo yaz en mi mano, el toller e el dar,

qua si por mí non fuere non podrás bien casar.

Dar-t-e yo casamiento, mugier qual tú quisieres,

por casar o casada, qual quier que me pidieres;

yo non te falleçré, si tú non me falleres.

A esto dixo Paris, "Judgo que tí la lieves."

Paris, como vemos, elige la posesión de una mujer que ofrecida por Venus debe ser excepcional15. En consecuencia las otras desposeídas, llenas de rencor, lanzaron temibles amenazas contra él:

tovieron lo por fol e por sin derechura,

e que devrié aver toda mala ventura.

Hasta aquí la prehistoria de la guerra de Troya en la que el poeta se ha extendido recogiendo las diversas tradiciones que sobre la manzana de la discordia y el nacimiento y educación de Paris circulaban en la antigüedad, aunque él recurre como tantos otros a fuentes medievales próximas, latinas y francesas que le eran más asequibles.

Cuenta la leyenda que Paris había oído hablar de la mujer de Menelao y se encaprichó con ella no sólo por su belleza sino por su fama. Ni corto ni perezoso se la pidió a Venus en recompensa, "en soldada", dice el poeta. La empresa era peligrosa y la petición superaba con mucho las expectativas de la diosa. Pero, como lo prometido es deuda, se aviene a complacer al príncipe:

Dixo Venus a Paris: "Grant cosa as pedida;

essa que tú demandas otra vez fue rabida;

tienen la por es miedo agora escondida,

mas sepas que en sieglo non sé yo tan vellida.

Alude a un rapto anterior de Elena, que debe haber sido el protagonizado por Teseo, cuando la muchacha cogía rosas para el altar de Artemis. Sea de ello lo que fuere el caso es que Venus no tiene más remedio que cumplir su promesa y pone en conocimiento de Paris el medio que ha de emplear para conseguirla y los pasos que debe seguir para no errar en su intento:

Quiero te demostrar cómo ha de seer;

que vayas aguisando lo que avrás de fer,

piensa de aguisar abtezas e aver,

métete en las naves e ve la a veer.

Venus le da una serie de recomendaciones que le pueden ser provechosas para conseguir cuanto desea sin problemas de ninguna clase:

1. Lo primero que debe hacer es cambiar de nombre con objeto de no ser reconocido y pueda levantar sospechas.

2. Has de presentarte como mercader, por lo tanto debes vestir sus ropas y comportarte de tal manera que nadie pueda sospechar tu condición de caballero.

3. Si haces esto que te propongo, conseguirás entrar en la corte de Menelao sin ningún problema, y una vez que estés en ella actúa con prudencia:

En la cort poc a poco fer-te-has conocer;

a chicos e a grandes a todos faz plazer;

avrás, como que sea, la dona aveer;

ya li metré en cuer averte a querer.

Es decir, date a conocer poco a poco, sé agradable con todos y yo me encargaré de Elena. Conseguiré que se sienta atraída por ti. Además tú eres agradable de presencia, también eres hombre educado, así que conseguirás, no lo dudes, que te admita en su privanza. Una vez que estés en ella le descubres tu secreto y como las mujeres son débiles por naturaleza, estoy segura que olvidará la lealtad que debe a su marido. Por si fuera poco, yo le daré mis "melezinas", como suelo hacer con muchas reinas, y tengo la seguridad de que te admitirá en su intimidad. Las palabras de Venus están llenas de ironía y son fruto de la experiencia al tratar de las relaciones entre la mujer y el amor:

Yo-l traeré consejo, der-l-e mis melezinas,

las que yo suelo dar a las otra reinas;

todas nos entendemos, como somos vezinas;

creo que te querrá meter so sus cortinas.

Paris sigue paso a paso todas las recomendaciones de Venus. Así que sale de Troya y llega a Grecia. Todo sucede como se lo había la diosa revelado. Es admitido en la corte, consigue hablar a la reina a solas, enamora a Elena y aprovecha que Menelao ha salido a hacer una cabalgada para raptarla y conducirla a su tierra16. Es el punto de partida de la guerra de Troya. A partir de este momento, la figura de Paris se nos pierde por los vericuetos de la leyenda para ser los héroes griegos los protagonistas de la historia:

Parientes e amigos, por el nuestro Señor,

de tamaño quebranto que vos prenda dolor;

vayamos nos vengar del falso traidor.

Respusieron li todos muy de buen amor.

Muchas estrofas después volvemos a toparnos con su figura. Los griegos han llegado ante la ciudad, han plantado sus tiendas y comienza el asedio. El héroe troyano Héctor hace alarde de sus fuerzas y sale del recinto amurallado para plantar sus tiendas en un prado. Le acompaña Paris, quien se ve obligado a salir también, para acallar las voces de las gentes y merecer a los ojos de su compañera. Pone su tienda al frente en un alarde de valentía. El poeta lo afirma en dos estrofas muy próximas:

Con el ixió don Paris de la grant fermosura,

el que pora sus gentes nació en ora dura;

otros í ovo muchos, como diz la scriptura,

príncipes acabados todos de grant natura.

............................................................

Paris por demostrarse de quál esfuerço era

e por far pagamiento a la su compañera

partió se de los suyos, priso la delantera,

como si él oviesse a tener la frontera.

Frente a la creencia difundida por la tradición sobre la actuación de Paris, nuestro poeta parece sentir un cierto atractivo por su figura; lo hace participar activamente en diversos momentos, siempre acompañando a su hermano, y desde luego sin desempeñar la actividad bélica de Héctor, pues eso sería traicionar el espíritu de la Ilíada y de todos los comentaristas. Hay sin embargo un conjunto muy granado de estrofas en que el protagonismo lo lleva Paris. Nos referimos a su encuentro con Menelao.

Cuenta el poeta que Héctor ve venir cabizbajo a su hermano y cree que un gran contingente de tropas griegas lo persigue, hasta que se da cuenta de que sólo es Menelao y tiene palabras airadas contra él, lo recrimina por su cobardía y lo incita a salir al campo de batalla. Las palabras puestas en boca de Héctor encierran un hondo sentido y tienen la precisión de un dardo certeramente lanzado. Lo hiere en lo más íntimo haciéndole ver la improcedencia de su decisión:

Quand corriés la palestra a todos nos venciés;

bien cuidavas que nunca tal fallariés;

quando robest la dueña, esso non comedies,

estonz delante ella grandes nuevas feziés.

Non se faz la fazienda por cabellos peinados

nin por ojos fermosos nin çapatos dorados;

mester ha puños duros, carriellos denodados,

que lanças nin espadas non saben de falagos.

La antítesis es de gran precisión y fuerza, propia para herir el amor propio del interesado y obligarlo a enfrentarse con su enemigo. Está muy bien buscado el encuentro entre Menelao y Paris por razones que atañen estrechamente a la leyenda y debían ser de gusto del oyente en los tiempos antiguos y del lector en los modernos.

A continuación se cuenta la lucha individual entre Paris y Menelao. El descomunal combate, contado con todo lujo de detalles, es una imitación del duelo que los caballeros acometen en presencia de una dama, propio del "roman courtois", también de las luchas individualizadas entre adalides tal y como las leemos en los cantares de gesta, en última instancia nos recuerdan los combates descritos en los libros de caballerías. En el punto de partida el poeta se detiene presentando el lugar donde va a hacerse realidad el duelo: un valle poblado de liebres y conejos; y en las alturas las tropas viendo el espectáculo. La nota de humor que nunca falta es necesaria para suavizar la contienda:

Yazié les entre medio un fermoso vallejo

rico de mucha liebre e de mucho conejo;

otorgaron lo todos que era buen consejo

que Menelao a Paris í fiziessen trebejo.

A continuación aparece el caudillo griego provisto de todas sus armas y lo mismo hace Paris. El poeta se detiene en la descripción del contrincante troyano:

Ixió del otro cabo Paris galopeando,

con unas armas frescas, su pendón aleando;

iva a Menelao justa le demandando,

a muy grandes boces sus grandías llamando.

Esta presentación es propia de los combatientes individualizados de las gestas, así como el griterío ensordecedor que se produce antes de cualquier acontecimiento bélico. Naturalmente Menelao responde a las voces de Paris reprochándole la actitud tenida para con él mientras fue su huésped:

Recebí-t en mi casa, e fiz te grant onor;

tal gualardón me diste que no podist peor;

mas bien crea e fío en el Nuestro Señor

que-m daredes derecho, don falso traidor.

La lucha tiene sus alternativas. Se hieren con toda clase de armas, dejando para el último lugar la espada como imponía la tradición caballeresca:

Dieron se tales colpes en medio los escudos,

quebrantaron las lanças que tenién en los puños;

ambas cayeron rajas e pedaços menudos,

dieron las albergadas alaridos agudos.

......................................................

Menbró-l a Menelao, que-l dieron pescoçada,

si perdiesse la lança que-s tornas al espada;

priso sobre la mano, dio a elli tornada;

Paris tenié la suya, quand él vino, sacada.

Como es lógico, las diosas protectoras de ambos combatientes están al quite. Palas por Menelao, Venus por Paris.

En los primeros encuentros, Menelao lleva las de ganar. La protección de Palas es más efectiva y Paris se lamenta de este hecho. Está a punto de retirarse cuando ve el esfuerzo y brío de su contrincante y que no puede hacer nada. En un momento muy peligroso del combate, alguien le ayuda y consigue acogerse al refugio de la ciudad. Elena le reprocha su actitud con palabras enérgicas y comprometidas:

Dixo-l: "Si tú sopiesses cóm es buen cavallero,

mucho te dubdariés de ir a él fazero;

más deves le en medio poner un grant otero,

qua es de grant esfuerqo e sobra buen cabero".

Mostrándose buena conocedora de su primer y legítimo marido. A estas palabras, Paris le responde que no le ha vencido Menelao sino la diosa Palas, la cual le odiaba por no haberle entregado la manzana. Y ahora, confiando en Venus, sale al encuentro de su contrincante, que está enojado y ensoberbecido por su éxito anterior. Arremete contra él apoyado por soldados troyanos, y uno de ellos, llamado Pándarus, famoso arquero, le lanza una saeta que está a punto de matar al campeón de los griegos:

Tiró-l una saeta, fincó gela en el costado;

dixo don Menelao: "Esto es mal mandado".

Tornó pora los griegos dura ment espantado,

non cuidavan los suyos que lo avién cobrado.

Menelao se ve en la obligación de acogerse al socorro de los suyos y todos se lanzan en andanada contra Troya hasta que son contenidos por Héctor:

Venién a denodadas pora Troya entrar,

por enforçar a Paris, a Elena quemar,

prender todos los otros e la villa ermar,

que nunca í podiessen ningunos abitar.

También a través de diversas estrofas sueltas se nos revela su condición de luchador. Así en un apartado que trata de la reanudación de los enfrentamientos, en los cuales vemos la actuación de Héctor frente a Ayax, se nos dice que los dos hermanos salieron a campo abierto para luchar contra los jefes de los aqueos:

Despidió se don Ector de toda su compaña,

esto tovieron todos non por buena fazaña;

su hermano con él, Paris de la montaña,

tornaron a las azes lidiando muy a saña.

Momentos antes del enfrentamiento entre Héctor y Patroclo, en una lucha a cuerpo con Agamenón y sus huestes, también vemos a Paris actuar valientemente junto a su hermano; al principio los griegos llevaban las de ganar, pero las actuaciones decididas de los héroes troyanos causan mella en el ánimo de los griegos que deciden retirarse del campo de batalla. El poeta describe el arrojo y valentía de los dos caudillos hasta poner a los griegos en fuga hacia sus naves:

Uviaron a tod esto Ector e su hermano,

escudos enbraçados, las lanças sobre mano;

al que delant fallavan non veyé el verano,

ofrecién muchas almas al sieglo más yusano.

Fizieron los tornar las cuestas sin gradiello,

fizieron los entrar sin grado al castiello;

non ayuda al clérigo mejor el monaziello

que ayudava a Ector Paris su hermaniello.

Observamos cómo el poeta para hacer más plásticas las escenas acerca a la realidad de la época varias vicisitudes, poniendo comparaciones que no sólo podían ser del agrado de las gentes, sino lo más importante es que le daban viso de actualidad al mismo tiempo que le comunicaban viveza.

Durante muchísimas estrofas, el poeta se dedica a contar la lucha entre Patroclo y Héctor; la muerte del primero a manos del segundo; el abatimiento de Aquiles y su decisión de regresar al campo de batalla para enfrentarse a Héctor. Se cuenta con todo lujo de detalles la lucha entre ambos héroes que se salda con la muerte del mayor de los guerreros troyanos y el abatimiento que se cierne sobre la ciudad sitiada. Esa desgracia es de tal manera sentida por los habitantes de la ciudad que arremeten contra Paris pues lo consideran culpable de todas las desgracias. En una estrofa de gran fuerza expresiva, reforzada por la insistencia en un léxico popular, se presenta el estado de ánimo de los sitiados:

Maldixieron a Paris e al dia que nasco;

maldixieron el vientre que a Elena trasco;

maldixieron las tetas e la leche que pasco;

maldixieron a Venus que los fizo por asco.

La anáfora inicial con su machacona insistencia potencia la expresividad de una estrofa ya de por sí dotada del suficiente vigor como para quedar grabada en la memoria del lector.

Solamente nos queda una actuación de Paris, también adscrita a la tradición mítica, la muerte de Aquiles y por lo tanto vengador de su hermano. Creemos que la figura de Paris encuentra amplia acogida en esta versión troyana, teniendo en cuenta que no es autónoma sino que forma parte de un discurso puesto en boca de Alejandro como lección moral y bélica válida para conseguir levantar el ánimo de sus tropas e incitarlas a la conquista del Imperio persa.

Comienza el episodio narrando el poeta el cerco a que se ve sometida la ciudad y la imposibilidad de conquistarla por parte de los griegos:

La fazienda de Troya tant era de granada,

la cerca fuert e alta, de gentes bien poblada,

que, maguer que tenién que la avién ganada,

non podién i los griegos aver nulla entrada.

El sitio de la ciudad no revela innovación ninguna, es algo peculiar de la época y no se hacía necesario recurrir a ninguna fuente especial para describirlo. La inmediata realidad proveía de ejemplos infinitos para con cualquiera de ellos salir airoso del empeño. En definitiva, por mucho empeño que ponen los griegos la ciudad resiste las embestidas de los sitiadores. Ya se encarga el poeta de decirnos versos adelante que no se habían cumplido los diez años de la profecía sino que estaban en el noveno de la guerra y que por lo tanto era necesario esperar al cumplimiento del plazo.

Mientras estas cosas ocurrían en el exterior, Paris estaba deseoso de vengar la muerte de su hermano, pero no encontraba la ocasión propicia de llevar a efecto su venganza. Dice el poeta, recurriendo una vez más a un tópico ya utilizado, que el "peccado" será el encargado de facilitarle la tarea. Y de nuevo nos encontramos con la tradición mítica. Hemos de centrarnos en la figura de Aquiles. Se dice que:

1. Por encantamiento su cuerpo era invulnerable.

2. Jamás un arma de hierro podía herirle ni causarle daño.

3. Con esa seguridad se enfrentó a Héctor.

4. Sin embargo, había una parte de su cuerpo que las hadas no habían podido hacer invulnerable, "las plantas de los piedes".

5. Paris había oído en alguna ocasión toda la mitología creada en torno al nacimiento de Aquiles y conocía el lugar exacto por donde podía herir mortalmente al héroe:

Por su mala ventura non quisieron las fadas

las plantas de los piedes que fuessen encantadas;

oyera estas nuevas Paris muchas vegadas,

mas con el grant desarro avié las olvidadas.

Efectivamente, un día en que Aquiles estaba orando, Paris le disparó una saeta que fue a dar precisamente en el lugar exacto desprotegido de las aguas en las que su madre le había bañado y a consecuencia de ella, Aquiles desaparece del mundo de los vivos con harto sentimiento y desolación por parte de los griegos. Solamente la serenidad del anciano Néstor pone un poco de orden y consigue con su discurso salvar la comprometida situación en la que sus compatriotas habían quedado17.

A continuación se cuenta el ardid de Ulises. Se ha cumplido el plazo señalado por el destino y la ciudad es tomada e incendiada. Unos consiguieron huir como Eneas y otros quedaron para siempre sepultados en sus ruinas. El poeta, nos dice en una conseguida estrofa que nada puede decir del destino de Elena, porque Homero, cantor de dicha guerra, calló su futuro. Nosotros sí lo sabemos por otras fuentes, pero su conocimiento no viene al caso:

Dizen una fazaña pesada de creer;

que diez años duró la villa en arder.

Qué conteció d'Elena no-l podremos saber,

 non lo quiso Omero en su libro poner.

El autor ha sufrido una confusión. Los diez años se refieren en verdad al tiempo que duró la guerra no al hecho de que el fuego destructor hubiera durado todo ese decenio señalado.

Más de mil estrofas adelante encontramos la bellísima descripción de la tienda de Alejandro. Portentosa presentación alegórica de muy variados motivos18. Entre otros que no viene al caso, aparecen representadas en ella algunas leyendas griegas y como no podía ser menos se encuentra sucintamente pintada en un "paño de rica lavor" el sitio y destrucción de Troya. Ni que decir tiene que volvemos a ver la figura de Paris como personaje clave en el desenvolvimiento de dicha contienda. En una estrofa aparece al par de Hércules y la figura de nuestro héroe está vinculada a su condición de hombre inclinado al favor de las mujeres:

En el segundo paño de la rica lavor

las estorias cabdales fechas de buen pintor:

la una fue de Hércules, firme campeador; l

a otra fue de Paris, un buen doñeador.

Tras la descripción somera de las hazañas de Hércules leemos una sucinta pero interesante biografía de Paris que no contradice en nada a cuanto de él hemos leído anteriormente. Aparece el rapto de Elena, su refugio en Troya, la enemiga de los griegos, el cerco de la ciudad, la muerte de Héctor a manos de Aquiles y finalmente la desaparición del caudillo griego y el episodio del caballo con la ruina de la ciudad. Dejemos hablar al poeta:

Paris rabió Elena, fizo grant adulterio;

recibién lo en Troya, mas fue por su lazerio;

 non quisieron los griegos sofrir tant grant fazerio,

juraron de vengarse todos en el salterio.

 

Vinién cercar a Troya con agüeros catados;

estavan los de dentro firmes e aguisados;

eran de todas partes represos e lazrados,

pero ellos e ellos estavan feuzados.

 

Los diez años passados que la cerca durava

avié a morir Ector, Achilles lo matava;

pero aún la villa en duro se parava,

ca el término puesto aún non se llegava.

 

Avié aún Achilles en cabo a morir,

ond avién el cavallo los griegos a bastir;

avién con grant eengaño Troya a conquerir;

ovieron la por suelo toda a destroir.

Supone esta visión un resumen de todo cuanto antes hemos expuesto y referido exclusivamente a la figura de Paris.

El hecho de que en el primer tercio del siglo XIII encontremos una obra excepcional basada en dos motivos de la antigüedad clásica, demuestra la existencia de un público receptor capaz de entender el contenido culto, de gustar un verso nuevo, de enfrentarse con una lengua literaria hasta cierto punto desconocida, de estar cuando menos familiarizado con la mitología. Su difusión debió ser grande. Pese a la penuria de manuscritos literarios medievales, de esta obra conservamos dos casi completos y tenemos noticia de la existencia de alguno más que estuvo vivo por lo menos hasta el siglo XVI. Pero aún hay más; los dos manuscritos están escritos en dos lenguas románicas medievales, ambas con cultivo literario, leonés y aragonés, enfrentadas geográficamente y este dato es el mejor documento de la popularidad alcanzada.

En este mismo siglo, en su segunda mitad, la leyenda de Troya se populariza a través de textos muy diversos. Encuentra acogida en la General Estoria de Alfonso X donde es contada con los mismos pormenores, quizá porque las fuentes manejadas por Juan Lorenzo y el equipo alfonsí debieron ser las mismas. Y aproximadamente por la misma época, en opinión de Menéndel Pidal, aparece la Historia troyana polimétrica, versión en prosa y verso, basada en idéntico motivo19. Varios textos más pudieron gozar los lectores sobre el mismo tema en los dos siglos sucesivos, pero todos ellos escapan a la cronología fijada para esta exposición.

El "sermón" puesto en boca de Alejandro Magno presenta una visión muy completa de la figura de Paris. Múltiples caminos se cruzan para procurarnos una descripción de su persona y una narración de sus hazañas. El poeta pretende una cierta objetividad al no insistir demasiado en sus notas negativas, describiéndolo y narrándolo más como una víctima de las circunstancias que como culpable consciente de los males que su conducta iba a acarrear. Se apega el autor a las tradiciones más universales por conocidas y silencia otros aspectos cuya búsqueda hubiera sido dificultosa, cuando no imposible. Tampoco tiene inconveniente en acercarlo a la mentalidad de la época para hacerlo comprensible a sus lectores. El léxico, la organización, el mundo personal de Paris es transferido a la realidad de los siglos XII y XIII como no podía ser menos.

No por eso pierde su dignidad, ni su posición principesca, ni su condición humana, sino que es presentado con sus virtudes y vicios, aproximándolo a la verdad de los tiempos medios como tantos otros mitos humanizados en virtud de una conformadora moralidad. Gozamos de una visión completa de su persona y de sus actuaciones, insistiendo el poeta en tres momentos de su vida: árbitro de la disputa entre las diosas y sus consecuencias, el rapto de Elena; lucha contra Menelao para acallar las voces de sus compatriotas; muerte de Aquiles, y esto le permite vengar a su hermano Héctor. Pasa en ocasiones como una sombra durante el conflicto, pero cumple con la misión que el destino le había asignado.

Su vida no tendría sentido si no hubiera habido una mujer cruzada en su camino y trazadora de su asendereado vivir. Paris no es concebido sin Elena. Sin embargo el poeta soslaya la complejísima biografía mítica de la hija de Zeus para centrar su actuación única y exclusivamente en función de la leyenda más universalizada: su rapto y posterior estancia en Troya como amante de Paris. Las mujeres juegan un papel muy importante en el desarrollo de todos los acontecimientos, y el autor, como quien no quiere la cosa, suele poner su nota de humor, a veces de ironía intencionada, acerca de la naturaleza de la mujer y su actuación sinuosa con la intención de ser el centro de todas las miradas. Un larvado antifeminismo aflora por la piel del texto, sin mala intención; Juan Lorenzo solamente espera la sonrisa del lector.

La descripción pormenorizada de la guerra de Troya, puesta en boca de un militar tan prestigioso como Alejandro, supone una cala en la narración de su biografía poética, un acicate para sus soldados que escuchaban asombrados los acontecimientos acaecidos un milenio atrás en la antesala del Imperio persa, y para los lectores de su tiempo, disponer en una sola obra de dos tradiciones de la "materia clásica" que habían hecho derramar ríos de tinta por los caminos de la ya compleja cultura occidental y recogida en los pagos leoneses por un hombre culto capaz de cristalizar a través de sus versos un poema señero, muestrario digno de nuestro "mester de clerecía".

 

 

 

 

 

NOTAS

 

1 Le Roman de Troie de B. DE SAINTE-MAURE, ed. de L. CONSTANS, Société des anciens textes français, 6 vols. (Paris 1904-1912) (es la edición clásica de esta versión y sobre ella han operado casi todos los estudiosos de la novela). Abundantes referencias recoge FARAL, E. Recherches sur les sources latines des Contes et Romans Courtois du Moyen Age (Paris 1967). El Roman o Estoire de Troie se basa en los textos apócrifos atribuídos a Dictis y Dares. Parte de la expedición de los Argonautas y cuenta con todo lujo de detalles la consabida historia, pero añadiendo de su cosecha infinidad de motivos ornamentales y caballerescos. La inmensa obra tiene treinta mil octosílabos y parece haber sido compuesto hacia 1165.

2 Roman d'Alexandre. Version décasyllabique, ed. de P. MEYER en Alexandre le Grand dans la littérature française du moyen âge, vol. IV y V (Paris 1886) (son los autores Lambert le Tort y Alejandro de París). Sobre la figura del Alejandro medieval sigue siendo básico el libro de CARY, G. The Medieval Alexander (Cambridge 1956) y la completa reseña hecha por LIDA DE MALKIEL, M R. "La leyenda de Alejandro en la literatura medieval", contenido en La tradición clásica en España (Barcelona 1975) 165-197. Es indudable que la importancia adquirida por la figura de Alejandro en el Edad Media se debe al poema en hexámetros latinos de GAUTIER DE CHATILLON, Alexandreis, del que existe versión en lengua española, Gautier de Chatillon, Alejandreida, por F. PEJENAUTE (Madrid 1998).

3 Se conservan dos manuscritos, uno del siglo XIV, versión leonesa, y otro del XV, versión aragonesa. Había un tercer ejemplar, conservado en el siglo XVII, pues lo cita Francisco de Bivar y sabemos que perteneció al monasterio de Bugedo. Dejando de lado la edición del siglo XVIII y las varias del XIX, sigue siendo fundamental la de WILLIS, R.S El Libro de Alexandre. Text of the Paris and the Madrid. Manuscripts prepared with an Introduction by... (Paris 1934). De entre las ediciones más recientes hemos de considerar la de CAÑAS, J. Libro de Alexandre, (Madrid 1988) y NELSON, D.A. El Libro de Alexandre (Madrid 1979) (citamos por esta edición); v. además ALARCOS LLORACH, E. Investigaciones sobre El Libro de Alexandre, anejo XLV de la R.F.E. (Madrid 1948); CIROT, G. "La Guerre de Troie dans le Libro de Alexandre", B.H. XXXIX (1937) 328-338 (demuestra que la descripción de la guerra de Troya está tomada de la versión de la Iliada del Píndaro Tebano); WILLIS, R.S. The debt of the Spanish Libro de Alexandre to the French Roman d'Alexandre (Princeton 1935).

4 GARCIA SOLALINDE, A. "Las versiones españolas del Roman de Troie": R.F.E. III (Madrid 1916) 121-165; ibidem, "El juicio de Paris en el Alexandre y en la General Esroria", R.F.E. XV (19278) 1-51.

5 La figura de Paris aparece en los párrafos (división que encontramos en la edición de NELSON) siguientes: Los griegos llegan a Troya, estrofas 325, 327 y 331; Alejandro refiere los antecedentes de la guerra de Troya, estrofas 334 y 335; Nacimiento y juventud de Paris, estrofas 346 a 361; Juno, Palas y Venus presentan su pleito, estrofas 362 a 387; El rapto de Helena, estrofas 388 a 399; Llegada a Troya: el primer encuentro, estrofas 460, 463 y 464; Héctor reprende a Paris, estrofas 465 a 471; Duelo entre Paris y Menelao, estrofas 472 a 499; Batalla general entre griegos y troyanos, estrofa 502 y 509; Nueva batalla con cierta desventaja para los griegos, estrofas 631 y 632; Aquiles mata a Héctor, estrofa 718; Paris venga la muerte de Héctor, estrofas 720-735; Algunas leyendas griegas, estrofas 2567 y 2571.

6 El "peccado" como alegoría de la Discordia tiene un componente moral y teológico para el autor, pues parece estar representando el espíritu del mal como creador de cizaña en la convivencia de los humanos. Al mismo tiempo, el hecho de que el "peccado" aparezca sembrando la división entre las diosas, creemos que tiene mucho que ver con la tradición bíblica del maligno tentador de la primera mujer en el paraíso. Por lo tanto, el poeta no está pensando tanto en la diosa griega marginada del convite cuanto en la simbología cristiana del pecado, porque su presencia supone un rompimiento con la divinidad.

7 Todos lo textos relacionados con Paris fueron estudiados por REIHNHARDT, K. Das Paris-Urteil (Frankfurt 1938). Las fuentes relativas al juicio de Paris remontan a las Ciprias, cuyo contenido conocemos por el resumen de PROCLO; EURIPIDES hace referencia en varias de sus tragedias, Troyanas, Helena...; LUCIANO habla de ello en el Diálogo de los dioses e HIGINO en las Fábulas. APOLODORO en la Biblioteca dice lo siguiente:

Más tarde Alejandro raptó a Helena; unos dicen que por designio de Zeus para que su hija fuese famosa al ocasionar la guerra entre Europa y Asia; otros que para exaltar la raza de los semidioses. Por una de estas razones, Eris arrojó la manzana de la belleza entre Hera, Atenea y Afrodita, y Zeus ordenó a Hermes que las condujese ante Alejandro en el Ida para que hiciera de juez. Ellas prometieron dones a Alejandro. Hera, si resultaba preferida a todas, le daría el reino sobre todos los hombres; Atenea, la victoria en la guerra; Afrodita, el matrimonio con Helena. Él decidió a favor de Afrodita y zarpó hacia Esparta... (p. 210-211)

8 Es el primer reflejo de la guerra de Troya en función de su cronología. La Ephemeris belli Troiani libri VII, atribuida al cretense Dictis o Dictes, no es ni más ni menos que un pastiche creado por Lucio Septimio en el siglo IV, tomando como base refundiciones griegas basadas en la Iliada. Finge haber compendiado un libro griego en nueve libros que estaba escrito originariamente en lengua fenicia. La obra, totalmente fabulosa, es una novelesca visión de la guerra, de la quema de la ciudad y de la partida de los héroes griegos a sus patrias respectivas. Es también interesante De excidio Troiae historia, atribuida a Dares el frigio, por contar el viaje de Paris a Grecia, el rapto de Elena y en consecuencia el conflicto. El supuesto autor se muestra partidario de los troyanos y de ahí el prestigio que alcanzó entre los romanos.

9 Ya en el siglo XIX los arabistas habían insistido en que nuestra obra había podido recoger tradiciones y leyendas escritas que sobre la figura de Alexandre circulaban entre los hispano-árabes y después entre los moriscos. V. GUILLEN ROBLES, F. Leyendas de José hijo de Jacob y de Alejandro Magno sacadas de dos  manuscritos moriscos de la Biblioteca Nacional de Madrid (Zaragoza 1888). Sobre este mismo motivo insistió GARCIA GOMEZ, E. Un texto árabe occidental de la leyenda de Alejandro, según el manuscrito XXXVII de la Biblioteca de la Junta para Ampliación de Estudios (Madrid 1929).

10 APOLODORO, Biblioteca, ed. de J. ARCE y M. RODRIGUEZ DE SEPULVEDA, Biblioteca Clásica Gredos, núm 85 (Madrid 1985):

Cuando iba a nacer el segundo, Hécuba soñó que daba a luz una antorcha encendida que se extendía por toda la ciudad y la quemaba. Al conocer Príamo el sueño de Hécuba, llamó a su hijo Esaco, que era oniromántico por haberle instruido su abuelo materno, Mérope. Esaco predijo que el niño había de causar la ruina de su patria y aconsejó que lo expusieran. Cuando nació el niño, Príamo se lo entregó a un criado para que lo dejara en el Ida; el criado se llamaba Agelao. El niño, abandonado por él, fue alimentado por una osa durante cinco días. Cuando Agelao lo encontró a salvo, llevándoselo a sus campos lo crió como hijo propio y lo llamó Paris. Al llegar a la adolescencia aventajaba a muchos en belleza y fuerza; se le apodó Alejandro porque rechazaba a los ladrones y defendía los rebaños. Poco después descubrió a sus padres. (p. 178)

11 La descripción y educación de París no responde a los modelos de la antigüedad sino que el poeta hace una transferencia teniendo en cuenta los ideales de su tiempo. Su físico responde a las descripciones hechas por los retóricos y preceptistas del siglo XII y su educación responde al patrón establecido por las escuelas del mismo siglo.

12 Es la más importante de las diosas. Hermana y esposa de Zeus. Era la protectora de las mujeres casadas y se presentaba en ocasiones celosa de su papel e incluso violenta. Sus discusiones con Zeus fueron innumerables y todas ellas relacionadas con los continuos amoríos de su consorte. Fue decidida protectora de los griegos, especialmente de Aquiles y Menelao. Odiaba a Paris e hizo todo cuanto estuvo en su mano para que no llegara nunca a Troya después de consumado el rapto de Elena. El atributo asignado a su condición era el pavo real, los ojos de Argos, protector que la diosa había puesto junto a Io.

13 Atenea es hija de Zeus y sale de su cabeza tras el hachazo propinado por Hefesto. Al nacer armada, se la hizo diosa de la guerra, con el tiempo de las ciudades y de la paz. Fue protectora de los aqueos, especialmente de Ulises y Diomedes a los que ayudó para que robaran el Paladio protector de Troya.

14 V. CORREA, P. "El ideal de belleza femenina en los siglos XII y XIII", en Moda y Sociedad. La indumentaria: estética y poder (Granada 2002) 155-186. M. DE VENDOME, en Ars versificatoria, ofrece una descripción muy interesante de la figura de Helena. Comienza con el vero "Pauperat artificis Naturae dona venustas" y termina con "Illic Ypolitum pone, Priapus erit". V. FARAL, E. Les arts poétiques du XlIe et du XlIIe siécle (Paris 1962) 129-130.

15 La leyenda recogida responde a diversas tradiciones. Sobre su nacimiento, es indudable que se recoge la versión que la hace hija de Urano, cuyos órganos sexuales cortados por Crono cayeron al mar y la engendraron, de ahí viene la aposición "mujer nacida de las olas". Con respecto a su actuación, favorable o no a los humanos, se recoge la tradición que nos cuenta cómo Zeus ordenó a Hermes que condujese a las tres diosas al monte Ida para que juzgadas por Paris la manzana fuera entregada a una de ellas. Al ser la favorecida, protegió a los troyanos durante la guerra, especialmente a Paris en su encuentro con Menelao, y finalmente a Eneas. Homero, Hesiodo, Apolodoro, entre otros, nos cuentan su biografía poética. La descripción que ofrece el poeta responde a los cánones establecidos para la presentación del ideal de belleza femenina tal y como era pensado por los preceptistas y los poetas.

16 La figura de Elena ha sido creada en la literatura por Homero y a él deben ir referidas todas las expansiones legendarias aparecidas en el transcurso del tiempo y siempre dentro de la órbita helénica. Es por antonomasia la mujer de Menelao. Su familia está constituida por Castor y Polux y Clitemestra. Su madre es unas veces Leda y otras Némesis. Su padre es Zeus. Una tradición más tardía cuenta el rapto de Elena por Teseo, ayudado de Pirotoo y su liberación por los Dioscuros que la trasladaron a Lacedemonia. Tindáreo, que pasa por ser su padre, decide casarla y convoca a los príncipes griegos. Acudieron de todas partes y decidieron que Elena eligiese por voluntad. Tindáreo, temeroso de que estallase una guerra entre ellos, por consejo de Ulises hace jurar a todos los pretendientes que acudirían en su ayuda si su marido fuera atacado. Ella elige a Menelao. A partir de este momento la leyenda de Elena se liga a Paris y a la guerra de Troya. Su participación en la guerra es secundaria y al final de la misma se salva por su belleza. Regresa con Menelao al palacio de donde se fugó con Paris. En líneas generales, esta sucinta historia es conocida por todos los mitógrafos y transmitida a la Edad Media por muy diversos caminos.

17 Nuestro poeta conoce diversas leyendas unidas a la figura de Aquiles. Recuerda que fue sumergido por su madre Tetis en el Estige para concederle la invulnerabilidad y solamente el talón no fue cubierto por las aguas y quedó vulnerable. También poetiza diversos pormenores en los que participó durante el asedio de Troya. Todo esto está contado en la Iliada y en última instancia a ella hemos de referirnos. Pero su muerte a manos de Paris pertenece a otra tradición en la que se mezclan los nombres del príncipe troyano y de Apolo ya que en el templo del dios es donde va a encontrar la muerte.

18 Las suntuosas descripciones de la tienda de Alejandro son motivos de excepcional interés en la economía de la obra. Se mueven entre el realismo castellano y la ampulosidad del barroco, aunque más bien habría que pensar en las filigranas del arte gótico. El poeta aprovecha el tema de la tienda para describirnos alegóricamente las estaciones, presentar algunas leyendas de la antigüedad clásica y la grandiosa visión del mapamundi. Suponen una cala en el continuo batallar del rey macedonio.

19 MENENDEZ PIDAL, R. Tres poetas primitivos, col. Austral (Madrid 1948) 81-148 (publicada en Madrid 1934, Anejo XVIII, R.F.E., con el título Historia Troyana en prosa y verso, texto de hacia 1270).

 

 

 
 

La figura de Paris en el Libro de Alexandre

 

Ágora. Estudos Clássicos em Debate 6 (2004)

 

María Dolores Solís Perales
Universidad de Granada