La consulta. Grabado italiano del siglo XVI.

 

 

 

Los médicos, es bien sabido, no tienen muy buena literatura. ¿Quién no conoce las reiteradas burlas de Quevedo acerca de su codicia, de su escasa formación o de ambas?

Pero nuestro ilustre literato no es en este aspecto ningún iniciador. En efecto, la literatura antigalénica está ampliamente representada en la literatura medieval y en ella se pueden diferenciar dos direcciones: la satírica y la desprestigiadora. Con esta segunda entiendo no aquella que relata los vicios o defectos propios de las personas que ejercen dicha profesión, sino la que se esfuerza en demostrar la inutilidad de tal ciencia.

Nos detendremos poco en la primera de las direcciones, que constituye un verdadero precedente de las burlas quevedescas. Como se decía, los médicos son el motivo de risión, a veces indignada, por su escasa formación inversamente proporcional a su desmesurada codicia. Las "cantigas d'escarnho e de mal dizer" contienen algunos ejemplos. Tomemos el que nos cuenta Gonçal' Eanes do Vinhal acerca de uno de ellos, que mantenía a los enfermos haciéndose pagar muy caros sus servicios, que duraban mucho, mejor dicho, que duraban siempre, hasta que el doliente, si sanaba, era porque Dios lo quería o por su propia constitución (1).

Otras cantigas de Alfonso Eanes de Cotom y de Pero d'Ambroa abundan en los mismos aspectos y todos ellos acerca de un mismo médico el "meestre Nicolao". Es decir, que se trataba de un médico histórico, cuyas escasas dotes explican perfectamente las aceradas saetas de estos trovadores. El ataque va, pues, contra la persona, no contra la profesión. Asombra, dicho esto, que en unas composiciones parecidas no se den más ejemplos de este tipo. Sólo en otra cantiga (n.º 421) de Vaasco Pérez Pardal se vuelve a hablar de ellos, pero tomando una decisión muy apropiada: a un pederasta que viene a preguntar un remedio a su profunda inclinación, se le responde que lo mejor que puede hacer, dado lo avanzado de la enfermedad, es seguir siendo "visitado". La sátira, en todos los casos, tiene como objetivo o la mera burla o el hipotético remedio, pero, como se ha dicho, no pone en tela de juicio la utilidad de la medicina.

Muy diferente es el objetivo de los que pretenden desprestigiarla. Este es el caso de otro autor contemporáneo, Gonzalo de Berceo, quien no es más que un ejemplo que traemos aquí de una práctica muy extendida en la literatura eclesiástica. En efecto, una de las cosas que antes sorprenden en la literatura medieval es la gran abundancia de narraciones de milagros que, además de aquel objetivo, escondía intereses de tipo económico y de tipo social.

Gonzalo de Berceo escribe gran cantidad de ellos, en tres obras diferentes: los Milagros de Nuestra Señora, la Vida de Santo Domingo y la Vida de San Millán. Dejaremos de lado aquellos en que el milagro se produce en el terreno puramente religioso, devocional, para centrar nuestra atención en aquellos otros en que se curan casos que corresponden a la medicina.

En éstos, las cosas se presentan así:

 

126 A vie en esa tierra un monge muy lazdrado,

yaçie de luengo tiempo e era muy coytado,

avie de los umores el vientre tan inchado

que tenie que ayna podrie seer passado ( = morir).

 

127 El enfermo por nomne diçienlo Armentero,

non li prestaban fisicos quanto val un dinero,

dissol desti omne sancto nuevas un messagero

que lo darie tan sano commo fue de primero.

 

128 Prisieran al enfermo los omnes quel costaban,

ca con la luenga cueyta enoiados estaban,

levaronlo al preste de qui tanto fablaban.

ca tenien que sue pena alli la terminaban.

 

129 El omne benedicto pleno de sanctidat,

quando vio en est omne tan fuert enfermedat,

commo era piadoso, ovo delli piedat.

rago a Dios por él de toda voluntat.

 

130 Desent (= después) fizoli cruz el perfecto christiano

sobre la inchadura con la sue sancta mano:

fusso (= huyó) la maletia (= enfermedad) del cuerpo man a mano,

torno a sue posada el enfermo bien sano. (2) (Vida de San Millán)

 

Recorriendo las diferentes estrofas, se puede observar que los ciegos, gotosos, mancos, cojos, paralíticos, leprosos, etc., después de ir al médico inútilmente, y en pocos casos directamente, se dirigen a los lugares de uno u otro santo en busca de la salud perdida, recuperándola siempre. Ya se han visto los procedimientos empleados por este varón para sanar. En el caso de Santo Domingo, el procedimiento es absolutamente el mismo, no hay la menor competencia para que ni ricos ni pobres se sientan defraudados.

Pero se prefiere, a ser posible, a los ricos, entre otras razones porque dejan, en reconocimiento, una parte sustancial de sus dineros:

 

396 (Ufrio ( = ofreció) buena ofrenda, buen presente e granado,

rendiendo a Dios gracias, e al sancto perlado;

como qui su negocio á tan bien recabdado,

pagado e alegre tornó a su condado. (Vida de Santo Domingo)

 

pues, en efecto, la cura, al ser milagrosa, divina, le ofrece más garantías de no recaer en la enfermedad que si se tratara de una cura "normal" (si la hubiera).

 

Si quieres ser famoso médico, lo primero linda mula, sortijón de esmeralda en el pulgar, guantes doblados, ropilla larga...

 

En 1629, Quevedo escribe su tratado satírico Libro de todas las cosas, y en el capítulo «Para saber todas las ciencias y artes mecánicas y liberales en un día» tenemos un texto perfecto para enmarcar desde el principio este tema:


Si quieres ser famoso médico, lo primero linda mula, sortijón de esmeralda en el pulgar, guantes doblados, ropilla larga y en verano sombrerazo de tafetán. Y teniendo esto, aunque no hayas visto libro, curas y eres doctor; y si andas a pie aunque seas Galeno, eres platicante. Oficio docto, que su ciencia consiste en la mula.
La ciencia es ésta: dos refranes para entrar en casa; el ¿qué tenemos? ordinario, venga el pulso, inclinar el oído, ¿ha tenido frío? Y si él dice que sí primero, decir luego: «Se echa de ver. ¿Duró mucho?» y aguardar que diga cuánto y luego decir: «Bien se conoce. Cene poquito escarolitas; una ayuda». Y si dice que no la puede recibir, decir: «Pues haga por recibilla». Recetar lamedores, jarabes y purgas para que tenga que vender el boticario y que padecer el enfermo. Sangrarle y echarle ventosas; y hecho esto una vez, si durare la enfermedad, tornarlo a hacer, hasta que, o acabes con el enfermo o con la enfermedad. Si vive y te pagan, di que llegó tu hora; y si muere di que llegó la suya. Pide orines, haz grandes meneos, míralos a lo claro, tuerce la boca. Y sobre todo advierte que traigas grande barba, porque no se usan médicos lampiños y no ganarás un cuarto si no pareces limpiadera. Y a Dios y a ventura, aunque uno esté malo de sabañones, mándale luego confesar y haz devoción la ignorancia. Y para acreditarte de que visitas casas de señores apéate a sus puertas y entra en los zaguanes y orina y tórnate a poner a caballo; el que te viere entrar y salir no sabe si entraste a orinar o no.
Por las calles ve siempre corriendo y a deshora, por que te juzguen por médico que te llaman para enfermedades de peligro. De noche haz a tus amigos que vengan de rato en rato a llamar a tu puerta en altas voces para que lo oiga la vecindad: «Al señor doctor que lo llama el Duque; que está mi señora la Condesa muriéndose; que le ha dado al señor Obispo un accidente» y con esto visitarás más casas que una demanda y tendrás horca y cuchillo sobre lo mejor del mundo.

(Quevedo, Libro de todas las cosas, en Obras completas, ed. Buendía, 1974, pp. 127-28.)

 

Entre1634 y 1636, escribe Quevedo su tratado Virtud militante contra las cuatro pestes del mundo, una obra impregnada de neoestoicismo en la que leemos:
 

Severamente fue docto Hipócrates, eruditamente fue docto Galeno; empero ninguno de los dos fue tan docto y erudito, como oscuras y contingentes las causas y principios de las dolencias. Muy excelentes médicos ha habido y hay en el mundo; empero todos curan con lo que saben, por lo que conjeturan de lo que ignoran y no ven; la parlería
más cierta de que se valen es el movimiento del pulso, la color y otras señales de la urina; mas estos son chismes de la naturaleza, no confesión. Juzgan con el uno la desigualdad o intercadencia, en la otra lo claro o lo turbio, lo encendido o lo benigno, lo seroso o lo delgado; empero necesita el físico la sospecha para rastrear las causas, que pueden ser infinitamente diferentes: por donde sin culpa de la ciencia se ocasionan los errores en las curas más judiciosas. […] Confieso que hay excepción de excelentes y fieles y doctos médicos y artífices; mas no presumo hallarla yo. No por esto los desprecio, si bien los excuso.

(Quevedo, Virtud militante contra las cuatro pestes del mundo y cuatro fantasmas de la vida, en Obras completas, ed. Buendía, 1974, p. 1455 y 1457.)

          Para saber más : Más sobre médicos en Quevedo de José Julio Tato Puigcerver

 

 


La enfermedad, castigo divino

 

Las diferentes enfermedades, en realidad, eran consideradas por los hombres de la Iglesia como castigos de Dios por cualquier mala accion. De ahí que las curaciones se pudieran efectuar de la manera citada. De ahí tambien que toda dieta, regimen o convalecencia se cifren en la recomendacion de no volver a pecar. Santo Domingo dice a una recien sanada:

 

313 ... mas en quanto pudieres, guardate de pecar,

debe este mandamiento par siempre te membrar (= recordar).

 

Es cierto que la Iglesia prohibía comer o beber mucho, pero no por fines saludables, sino porque podían Ilevar a otros pecados, especialmente a la lujuria. Así, no prescribía que se trabajara en exceso y consideraba incluso pecado cuando marido y mujer se "ayuntaban" sin intencion de tener hijos.

De ello resulta que la labor de los medicos es absolutamente innecesaria, si no contraproducente, pues "es bien sabido" que solo se preocupan de cobrar sus honorarios y declararse incompetentes ante el mal:

 

389 ... contendiendo can menges (= medicos), comprando las mengias

avie mucho espesso (= gastado) en vaQ!!! maestrias,

tanto que serie pobre antes de pocos dias.  (Santo Domingo)

 

o bien "nunea vinieron fisicos que Ie valiesen nada" (id. 539, ete.). .

Los medicos, pues, no tienen razon de ser. Mas aun, puesto que el mal ha sido querido por Dios, un medico que pretenda curarlo, al no ser su ministro, cae en la herejía y forma parte del mundo, tan habitado entonces, de adivinadores o agoreros:

 

640 Guarir (= curar) non las pudieron ningunas maestrias,

nin cartas, nin encantos nin otras eresias. (Santo Domingo)

 

Evidentemente, no se trata de una condena en regla. Por otra parte, esto no sería posible, ya que los medicos, arabes 0 judíos en su mayoría por mas senas, formaban normal mente parte del sequito del rev y dado que Berceo no cita ni un solo rev entre los enfermos que acuden al santo, se habra de suponer que los monarcas no tenían mucha confianza en sus dotes curativas. Se sabe, por el contra rio, que el rev Sancho el Gordo, inca paz de subir a caballo, fue destronado. Para deshacerse de los kilos que Ie sobraban, se dirigio no a San Millan 0 a Santo Domingo, sino a la corte arabe de Cordoba, de la que salio esbelto, despues de un riguroso regimen, para recuperar su corona.

Pero, LY la gente menuda? LCreía que yendo lIena de fe al Santo se curaría? Es mas que

posible, dado que hoy sigue habiendo lugares muy visitados con los mismos fines. LPero que pruebas aporta Berceo para que la gente conffe?

En verdad, ninguna. AI referirse a los enfermos sanados, los cita de la manera mas vaga que se pueda imaginar. Consiste en citar un nombre de 10 mas corriente, cuando se cita, y su lugar de origen es en muchos casos una ciudad populosa, y en otros desconocidos. He aquí ciertos ejemplos sacados de Santo Domingo:

 

290 Una mugier de Castro, Maria avie nombre ...

 

337 En la comarca de Silos, el logar non sabemos,

avie un omne ciego ...

 

(a pesar de que Berceo escribe practicamente en dicha región)

 

538 Era un mancebiello, nacio en Aragon,

Pedro era su nombre ...

 

557 Una mugier que era natural de Palencia ...

 

Ya se ha dicho que ningun rey parece haber tenido mucha confianza en tales curaciones. En realidad, ningun personaje celebre. Asl. todos los citados pueden considerarse anonimos, en el mejor de los casos.

No es dificil imaginar, despues de lo expuesto, que la intencion de Berceo era atraer a la gente a los monasterios en donde estaban enterrados esos santos porque, con la devocion, crecían las riquezas que los fieles depositaban en ellos. Ese era su objetivo particular. Pero, en un plano mucho más general, la pugna es mas feroz y profunda. EI problema, ya vislumbrado por el lector atento, es poder ejercer una influencia sobre el publico y, por parte de la Iglesia, hacerles emplear mas el corazón que el entendimiento. En una palabra, en este terreno tambien, se asiste al tradicional combate (mas que debate) entre Razon y Fe.

Este combate no es nuevo ni peculiar de la España medieval y se dio incluso entre miembros de la Iglesia, provocando numerosas herejías (en esto tampoco parece que se ha avanzado mucho).

Lo que sí fue característico en el medievo es la presencia de otros dos pueblos, uno de los cuales, los arabes, si no los dos, se distinguían de los cristianos por tener otra concepcion bastante mas racional de la vida y, en cualquier caso, una civilizacion y unas tecnicas mucho mas avanzadas. Y sería ir demasiado lejos si se afirmara que un cristiano nunca iría a la "consulta" de un medico arabe por escrupulos religiosos. EI caso de Sancho el Gordo, entre mil, nos desmentiría.

Por otra parte, en cualquier manual de historia medianamente serio se puede leer que entre cristianos, arabes y judíos se dieron amplios espacios de tiempo de coexistencia pacifica. No era para menos: desde la desmembracion del califato cordobés en el mosaico de los reinos taifas, los nuevos y debiles reyes moros fueron cayendo uno tras otro bajo la "proteccion" de los reyes cristianos, quienes se aprovechaban de una tecnología avanzada, de una agricultura "floreciente", en una palabra, de una economía dorada. Ningun rey podía hacer ascos a "proteger" esta fuente de riquezas. Si bien la moneda tiene color, carece de olor. Y con la economia vino tambien un nuevo modus vivendi, que se extendla a todos los aspectos, y, en el que nos ocupa, ya se ha visto la conducta de Sancho el Gordo. Y, menos milagreros y mas practicos, los arabes tenían todas las de ganar en el terreno de la medicina.

Esto no quiere decir que los cristianos la hubiesen abandonado por completo. Concretamente, hubo monjes que la practicaron, pero estaba tan mediatizada por la teologla que apenas se podia desarrollar en circunstancias minima mente favorables.

EI profesor Fr. Koning (3) cita las disposiciones del Concilio celebrado en 1215, segun las cuales el papa Inocencio III prohibía tajantemente "toda prescripcion que implicara un riesgo de muerte para el alma del paciente". Dicho mal de muerte para el alma era el que se podia originar de beber vino, quebrantar el ayuno, las relaciones sexuales fuera del matrimonio y la masturbación, es decir, todo lo relacionado con la lujuria.

Como se ve, la salud del alma pasaba par delante de la del cuerpo, la fe por delante de la razón, la influencia de la Iglesia por delante de cualquier otra. EI momenta de la psiquiatría y de la psicología estaba aun lejos de lIegar.

La proliferación de "endemoniados" es asi perfectamente explicable. EI remedio que se les ofrecía es mucho menos: unas gotas de agua bendita, una noche de oración, la confesión y, si era un caso perdido, el fuego ...

 

 

 

NOTAS

 

(1) Cantigas d'scarnho e de mal dizer, ed. de M. Rodriguez Lapa, 1965.

(2) Una y otra "Vida", en BAE, t. LVII.

(3) Fr. Koning, EROS, Barcelona, 1976, p. 246.

 

 
 

 

médicos y milagreros

Juan victorio

Historia 16, nº 48, pp. 98-101, AÑO 1980