Logroño. Iglesia de San Bartolomé. Portada principal (siglo XIV) -Detalle


 Mester de Clerecía. El libro de Alexandre y la tradición de la cuaderna vía
 


Raymond S. Willis 

Logroño. Iglesia de San Bartolomé. Portada principal (siglo XIV)

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"mester traygo fermoso non es de ioglaría" 

 

      La expresión sintética «mester de clerecía», acuñada con palabras que figuran dispersas en la segunda copla del Libro de Alexandre, sirve desde hace tiempo para designar a un subgénero poético distinguible -aunque en modo alguno herméticamente aislado- de las composiciones de los juglares españoles medievales. Pero un inconveniente de la tal expresión es que sus implicaciones genéricas han oscurecido el significado concreto que las mismas palabras que la componen tenían en su matriz poética; y es importante saber interpretar estas palabras de una manera precisa, ya que revelan qué es lo que el autor del Alexandre entendía por su profesión o mester, y en consecuencia qué pretendía hacer en su obra monumental. He aquí su tan citado pasaje: 

 

Señores, se quisierdes mio serviçio prender, 
querríavos de grado servir de mio mester;
deve de lo que sabe omne largo seer , 
se non podrié en culpa o en yerro caer . 

Mester traygo fermoso non es de joglaría, 
mester es sen pecado, ca es de clereçía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía, 
a sýlabas contadas, que es grant maestría. [ ...] 

 

     En otros lugares del poema comprobamos que mester, y su doblete culto ministerio, significaban para nuestro poeta, en su acepción más amplia, una especie de deber que tenían todos los hombres, cada cual según su condición, de dominar su «ciencia» y ponerla al servicio de algo, hacer de su vida un trabajo o menester. Un buen ejemplo de ello es el escultor Apeles, que acompaña a Alejandro, y de quien el poeta dice: «commo era Apelles clérigo bien letrado, / todo su ministerio tenié bien decorado» (copla 1.800). y por el contexto vemos que este artista era tan sabio que podía representar las trayectorias de los cuerpos celestes, y las regiones de la Tierra junto con sus historias y sus caracteres distintivos. Además conocía la cronología universal e incluso redactó a manera de epitafio un oscuro acertijo en latín. [ ...] Por lo que al propio poeta se refiere, la idea que tiene el autor de que un mester es una obligación está bien clara. Deve , dice; y evidentemente su ministerio, como el del escultor, consiste en divulgar generosamente lo que sabe: «deve de lo que sabe omne largo seer»; en consecuencia su propósito es instruir.

     Desde el principio, además, su mester se relaciona con clerecía. Ésta es evidentemente lo que sabe; y de nuevo importa averiguar el matiz peculiar que este término tenía para él, aparte de los sentidos generalizados que pudiera acarrear en el siglo XIII. La mejor aclaración aparece significativamente relacionada con Aristóteles. El poeta describe al príncipe Alejandro, a los doce años, conversando con el filósofo y exclamando: «Maestro, tú me crieste; por ti sé clereçía» (38), y añadiendo: «Assaz sé clereçía quanto me es mester, / fuera tú non yes omne que me pudies vençer» (39). Entonces el príncipe especifica la sustancia de su clerecía ( 40-45) : gramática, lógica y retórica, o sea el trivium, seguido de la música y la astronomía del quadrivium. Ni la aritmética ni la geometría se mencionan para completar este último; pero en cambio se incluye la filosofía natural (historia natural), mientras la medicina, que procede de más altos estudios, eleva el número a siete. Clerecía para nuestro autor no es, pues, tan sólo erudición, sino algo íntimamente identificado con el studium de la escuela o universidad; y su valor se simboliza asociándolo con Aristóteles, el sabio supremo. [ ...] 

     Un análisis más profundo permite ver cómo se materializa este concepto del mester del sabio en tres niveles del poema: el puramente exterior o plano verbal; otro más profundo, que ofrece las derivaciones narrativas y descriptivas de la gesta o materia; y finalmente el núcleo, la verdadera esencia del mismo héroe, su contextura moral y sus hazañas. [En efecto, desde el inicio y a lo largo del entero Alexandre, el autor pone a contribución todas las técnicas de la retórica y la preceptiva, desde el empleo de tropos y figuras hasta el recurso a los principales modos de dilatatio o amplificación (perífrasis, comparación, apóstrofe, prosopopeya, etc.), complaciéndose incluso en subrayar cómo sigue las reglas: «La materia nos manda por fuera de razón / avemos nós a fer una descripçíón» (276).] La clerecia cala aún más hondo en la construcción, porque el contenido (al igual que la forma) de muchas de las suntuosas digresiones [que abarcan casi la mitad del Libro] se manifiesta, en el conjunto, casi como un compendio completo de las ramas de la clerecia enumeradas por el poeta, aunque no, sin embargo, de la scientia medieval en general, como a menudo se dice exageradamente. Observamos una tendencia arcaizante en favor de la gramática ( o los escritos de poetas e historiadores) y de la filosofía natural, en detrimento de la dialéctica, la filosofía, la teología y las leyes, que tendían a destacar en mayor grado dentro de los estudios europeos a medida que avanzaba el siglo XIII. [ ...] 

     Pero la clerecia penetra todavía más hondo y se muestra como un componente fundamental del propio héroe, que en el curso de la narración despliega en palabras y obras su saber hermanado con sus proezas guerreras. [ ...] Que el autor español pintó conscientemente a su héroe de acuerdo con un modelo preconcebido es algo fuera de toda duda, ya que en el preámbulo se tomó la molestia de definir a un protagonista bifronte, mitad hombre de acción y mitad sabio: «El prinçep Alexandre que fue rey de Greçia, / que fue de grant esfuerço e de grant sapiençia» (6). Y el tema del saber regio se repite, a un nivel puramente verbal, de vez en cuando en el curso del poema. Al comienzo de la narración se dice que Alejandro «aprendié de las VII artes cada día liçión ..., tant avié buen engeño e sotil coraçón / que uençiób a los maestros a poca de sazón» (17); mediada la obra, el poeta dice: «El rey Alexandre, tesoro de proeza, / arca de sapiençia, exemplo de nobleza» (1.557); y hacia el final que «era el rey sabidor e bien letrado ..., era buen filósofo, maestro acabado» (2.160). Entre ambos lugares, otros interlocutores se hacen eco de la genuina naturaleza bifronte del rey. [...] 

     Todo esto no son más que reflejos superficiales de la clerecia constitutiva del protagonista, que también se manifiesta repetidamente en acción, [particularmente en la práctica del «fermoso fablar» y en el gusto por «los actores» (Alejandro llega a recitar «de cor» toda «la estoria de Troya» según «don Omero»), así como en la pasión por la cosmología y la philosophia naturalis] .Su conocimiento de la natura se traduce en ventajas prácticas, ideando estratagemas contra serpientes venenosas y avispas y murciélagos monstruosos que amenazan a sus tropas (2.161-2.162,2.174-2.175). Construye una caja sumergible de cristal «por saber qué fazién los pescados» {2.306), y se las ingenia para que unos grifos le lleven por los aires «por veyer tod'el mundo, cómmo yazié o quál era» {2.496); concibe el proyecto de cruzar el océano para «buscar algunas gentes de otro semejar» {2.269) y «saber el sol dó naçe, el Nilo ónde mana» {2.270), y justifica estos proyectos a sus hombres diciendo: «Quanto auemos uisto ante non lo sabiemos / se ál non apresiessemos en balde nós uiuiemos» {2.290). 

     A pesar de la manifiesta exaltación que hace el autor de la clerecía del mundo, se establece una importante limitación respecto al valor y al alcance del saber de Alejandro. El autor subordina el saber humano a una más alta verdad ética y religiosa; y con objeto de insistir aún más en este punto hace que la catástrofe del poema --el asesinato de Alejandro-- se produzca precisamente como consecuencia de la incapacidad del héroe para comprender, cegado por su orgullo, que hay una sabiduría superior que trasciende a los conocimientos de este mundo. [...] 

     El poeta del Alexandre, tan consciente de su saber, es la antítesis de Berceo, quien aspiraba -aunque en modo alguno cayendo en una candidez de ignorante- a escribir en «román paladino, en el cual suele el pueblo fablar a su vecino»; sus pretensiones eran completamente distintas a las del piadoso y patriótico autor del Poema de Fernán González; su exhibición de clerecía se da a niveles mucho más profundos que en el Libro de Apolonio, que de hecho sólo reivindica una nueva técnica o «nueva maestría», no una prueba de la profesión del sabio. En el siglo siguiente, el Libro del buen amor, a pesar de sus reminiscencias ovidianas y de otros clásicos, nos instala en otro clima radicalmente distinto y se mofa de los que estudian «clerecía» y «en cabo saben poco» {c. 125); el erudito Pero López de Ayala no es en modo alguno un clérigo como nuestro autor; y, para no alargar la lista, el Libro de la miseria de omne, aunque plagia las pretensiones del poeta del Alexandre a la excelencia estilística, pretende, más que difundir altos saberes, vulgarizar el De contemptu mundi del papa Inocencio III, que, debido a estar escrito en latín, «non lo entiende todo omne sinon el que es letrado» (c. 3). 

     El Libro de Alexandre es un monumento de erudición peculiarísimo. En primer lugar, el tema del libro, la historia de Alejandro Magno, representaba una aportación nada desdeñable a la literatura culta de España; era algo grave y riguroso, «en escripto yaz esto, es cosa uerdadera» (2.161). El texto, que distinguimos del tema, se sujetaba a los cánones más eruditos de la poética y de la ret6rica, sin limitarse a utilizar tan sólo una métrica regular. Por su parte, el ornato comprende un considerable despliegue de las ramas del saber que el autor consideraba como tales. El héroe del poema tenía por modelo un arquetipo, no solamente de las virtudes regias tradicionales, como la justicia y el valor, sino también de los logros del sabio. Y el propio autor, en la medida en que su personalidad asoma por entre el velo de su arte, se muestra también como un celoso defensor del saber. En resumen, servir al prójimo del mejor modo posible como erudito, divulgar su clerecía, es lo que quería decir el autor del Libro de Alexandre cuando escribió esta afirmación hace setecientos años: «Querriauos de grado seruir de mio mester».

Raymond S. Willis, «Mester de clerecia: a definition of the Libro de Alexandre», Romance Philology, X (1956-1957), pp. 212-224 (212-214, 216, 218- 221, 223-224).

 

  Francisco Rico  
HISTORIA Y CRITICA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA 

VOL 1 -EDAD MEDIA- ALAN DEYERMON
Editorial Crítica 
Barcelona  1979

 (págs.141-145)


Esta obra quisiera mostrar una imagen nueva de la literatura española: un panorama no compuesto ya de resúmenes y catálogos de datos, sino formado por las mejores páginas que la crítica moderna, desde las perspectivas más originales y reveladoras, ha dedicado. a los aspectos fundamentales de la historia literaria de España, de las jarchas a nuestros días. .El núcleo de Historia y crítica de la literatura española es una selección de los trabajos de mayor importancia sobre cada tema publicados en los últimos decenios y aquí dispuestos sistemáticamente para proporcionar una visión cabal de los grandes autores, obras y épocas, según las conclusiones de la crítica más atenta a los factores propiamente literarios y más diestra en relacionarlos con la trama entera de la historia. Junto a ese núcleo, cada capítulo ofrece una presentación general de la materia abordada y, por otra parte, un balance ricamente informado de los estudios sobre la cuestión, con una rigurosa guía a la bibliografia pertinente. (Texto de la contraportada)

 

       NOTAS PREVIAS de la edición
    
1. A lo largo de cada capítulo (y particular mente en la introducción, desde luego ), cuando el nombre de un autor va asociado a un año entre paréntesis rectangulares, [ ] , debe entenderse que se trata del envío a una ficha de la bibliografía correspondiente, donde el trabajo así aludido figura bajo el nombre en cuestión y en la entrada de la cual forma parte el año indicado.*** En la bibliografía, las publicaciones de cada autor se relacionan cronológicamente; si hay varias que llevan el mismo año, se las identifica, en el resto del capítulo, añadiendo a la mención de año una letra (a, b, c...) que las dispone en el mismo orden adoptado en la bibliografía. Igual valor de remisión a la bibliografía tienen los paréntesis rectangulares cuando encierran referencias como en prensa o análogas. El contexto aclara suficientemente algunas minúsculas excepciones o contravenciones a tal sistema de citas. Las abreviaturas o claves empleadas ocasionalmente se resuelven siempre en la bibliografía.
     2. En muchas ocasiones, el título de los textos seleccionados se debe al responsable del capítulo; el título primitivo, en su caso, se halla en la ficha que, a pie de la página inicial, consigna la procedencia del fragmento elegido. Si lo registrado en esa ficha es un artículo ( o el capítulo de un volumen, etc.), se señalan las páginas que en el original abarca todo él ya continuación, entre paréntesis, aquellas de donde se toman los pasajes reproducidos. En el presente tomo I, cuando no se menciona una traducción española ya publicada o no se especifica otra cosa, los textos originariamente en lengua extranjera han sido traducidos por Carlos Pujol.
     3. En los textos seleccionados, los puntos suspensivos entre paréntesis rectangulares, [...], de notan que se ha prescindido de una parte del original. Corrientemente no ha parecido necesario, sin embargo, marcar así la omisión de llamadas internas o referencias cruzadas ( «según hemos visto», «como indicaremos abajo», etc.) que no afecten estrictamente al fragmento reproducido.
     4. Entre paréntesis rectangulares van asimismo los cortos sumarios con que los responsables de HCLE han suplido a veces párrafos por lo de más omitidos. También de ese modo se indican pequeños complementos, explicaciones o cambios del editor ( traducción de una cita o substitución de esta por solo aquella, glosa de una voz arcaica, aclaración sobre un personaje, etc.). Sin embargo, con frecuencia hemos creído que no hacia falta advertir el retoque, cuando consistía sencillamente en poner bien explícito un elemento indudable en el contexto primitivo (copiar entero un verso allí aducido parcialmente, completar un nombre o in troducirlo para desplazar a un pronombre en fun ción anafórica, etc.).
     5. Con escasas excepciones, la regla ha sido eliminar las notas de los originales (y también las referencias bibliográficas intercaladas en el cuerpo del trabajo ). Las notas añadidas por los responsables de la antología -a menudo para incluir algún pasaje procedente de otro lugar del mismo texto seleccionado se insertan entre paréntesis rectangulares.

***Normalmente ese año es el de la primera edición o versión original (regularmente citadas, en cual quiercaso, en la bibliografía), pero a veces convenía remitir a la reimpresión dentro de unas obras completas, a una edición revisada (o más accesible), a una traducción notable, etc., y así se ha hecho.

 

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