Detalle del atlas Catalán de 1375. Para ver pormenorizadamente hacer clic en la imagen.

IDEA DE LOS ELEMENTOS QUE FORMAN LA LENGUA ESPAÑOLA 

 


 
R. Menéndez Pidal 

Biblioteca Gonzalo de Berceo

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    El castellano, por servir de instrumento a una literatura más importante que la de las otras regiones de España, y sobre todo por haber absorbido en sí otros dos romances principales hablados en la Península (el leonés y el navarro-aragonés), recibe más propiamente el nombre de lengua española.

 

 

1.  EL ESPAÑOL  ENTRE  LAS  LENGUAS  ROMANCES. -

      Al desmembrarse el Imperio romano se siguió usando el latín en gran parte de él, sobre todo en el Imperio occidental, la mayoría de cuyas provincias continuaron hablando dicha lengua, a pesar de las muchas invasiones de pueblos extranos que sufrieron; y podemos decir que aun hoy día siguen hablándolo, claro es que muy transformado y de diversa manera en cada una de esas provincias.
      Los varios estados de transformación a que en esas provincias llegó el latín hablado, se llaman «lenguas romances o neolatinas». Enumeradas de Oriente a Occidente, son: el RUMANO, hablado en la antigua Dacia, o sea en Rumania, y al sur del Danubio, en parte de Macedonia y Albania; el DALMÁTICO, lengua muerta, hablada antes en parte de las costas de Dalmacia; el LADINO o RETO-ROMANO, hablado en la antigua Retia, esto es, en parte de Suiza y de Italia; el ITALIANO, hablado en Italia; el SARDO, hablado en Cerdeña; el FRANCÉS y PROVENZAL, hablados en la antigua Galia, y el CATALÁN (1), CASTELLANO y GALLEGO-PORTUGUÉS, hablados en la antigua Hispania. El castellano, por servir de instrumento a una literatura más importante que la de las otras regiones de España, y sobre todo por haber absorbido en sí otros dos romances principales hablados en la Península (el leonés y el navarro-aragonés), recibe más propiamente el nombre de lengua española (2). Propagada a la América, ha venido a ser la lengua romance que ha logrado mayor difusión, pues la hablan más de 100 millones de hombres, mientras el francés es hablado por 42 y el italiano por otros tantos.
      Todas estas lenguas son una continuación moderna del latín, no tanto del LATÍN LITERARIO escrito (véase § 3) como del LATIN VULGAR, hablado sin preocupación literaria por los legionarios, colonos, magistrados y demás conquistadores que se establecían en las provincias ganadas, los cuales, gracias a su poderío político, a su talento administrativo y a su cultura superior, romanizaban rápidamente las razas sometidas y les hacían ir olvidando su idioma nativo, que no podía menos de resultar pobre e insuficiente para las complejas necesidades de la nueva vida que la colonización traía consigo. Además, la imposición de una lengua tan difundida como el latín, aunque molestara cariños y vanidades patrióticas, resultaba cómoda y útil para el comercio y la cultura; asi que los idiomas nacionales se olvidaron casi del todo, de tal suerte, que de ellos en el español sólo se descubren algunos restos, a veces muy dudosos. 

 

2. EL LATÍN VULGAR O HABLADO.-

      El fondo primitivo del idioma español, su elemento esencial, es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III antes de Cristo, el cual no debe confundirse con el latín que se escribía en la decadencia del Imperio romano, ni menos con el bajo latín que se usaba en la Edad Media; aunque estos dos difieran a veces mucho del latín de Cicerón o de Livio, siempre están, al menos en cuanto a las grafías y formas, más próximos del latín clásico que del vulgar, si bien pueden acercarse más a éste en cuanto a la construcción. El latín vulgar no se diferencia del clásico por la fecha, pues es tan antiguo, y más, que el latín literario; vivió siempre al lado de él, aunque no siempre igualmente divorciado de él.
      Es dificil el conocimiento del latín vulgar, pues nunca se escribió deliberadamente: el cantero más rudo, al grabar un letrero, se proponía escribir la lengua clásica. Sólo en los escritos menos literarios, sobre todo en las inscripciones, se escapan, gracias a la incultura  del escribiente, algunas formas vulgares. También los gramáticos latinos, al condenar ciertas palabras o expresiones, nos dan testimonio de alguna forma interesante; el tratado conocido con el nombre de Appendix Probi, escrito probablemente en Africa hacia el siglo III de Cristo, es uno de los más ricos en indicaciones sobre tales vulgarismos. Pero fuera de estos escasos restos, la ciencia se tiene que valer, principalmente, de la restitución hipotética de las formas vulgares, por medio de la comparación de los idiomas neolatinos; pues claro es que un fenómeno que se halla a la vez como indígena en todos o en muchos de esos idiomas, provendrá del latin hablado comúnmente antes de la completa disgregación dialectal del Imperio romano. Así, si en vez del clásico acuêre, hallamos en español aguzar, en portugués aguçar, en provenzal agusar, en francés aiguiser, en italiano aguzzare, etc., podemos asegurar que en el latin vulgar hablado en todos estos países se decía *acutiare, derivado de acutus, participio del clásico acuĕre (3). Por igual razonamiento se llega a concluir que la ĕ latina acentuada se pronunciaba en el latin vulgar con sonido abierto (v. adelante § 8), el cual produjo el diptongo ie (v. § 10) en una extensa zona del territorio romanizado; así, en vez del clásico
fĕrus, se dice en español e italiano fiero, en francés fier, y fera en rumano fiara, etcétera; lo mismo en vez del clásico p ĕ d e m, sc dice en italiado piede , en francés pied, en español pie, etc. Este latin vulgar se distingue principalmente en la tendencia a expresar por perífrasis (§ 73) lo que en latin clásico se expresaba por una síntesis gramatical: las preposicíones sustituían a la declinación clásica que se servía de diversas terminaciones (§ 74), y en vez del genitivo plural sintético cervorum, decía el vulgo: de cervos; el comparativo sintético, grandiores, se perdió también y se sustituyó por la perífrasis magis grandes (§ 79); la terminación pasiva, amabantur, se olvidó para expresar la idea pasiva con el rodeo erant amati; el futuro cantabo desapareció ante cantare habeo (§ 103).
      También por la comparación de los romances llegamos a conocer acepciones propias del léxico vulgar. Por ejemplo, s
ĕrra para el latín clásico significa la sierra del carpintero, pero una metáfora vulgar aplicaba este nombre también a la cadena de montañas, el perfil de cuyas crestas semeja al instrumento citado, atestiguándonos la extensión de esta vieja metáfora el español sierra, catalán y portugués serra.
      Al lado de estos fenómenos generales del latín vulgar, cada región tenía sus particularidades idiomáticas, sin duda escasas en un principio. Pero cuando el Imperio romano se desmembró, constituyéndose las naciones nuevas, cuando el mundo occidental cayó en extrema postración de incultura y de barbarie, cesando las relaciones íntimas entre las antiguas provincias, ahora ocupadas por suevos, visigodos, francos, borgoñones, ostrogodos, etc., las diferencias regionales se hubieron de aumentar considerablemente y cada vez divergió más el latín vulgar hablado en España del hablado en Francia o en Italia; mas como esta divergencia se fué acentuando por Ienta evolución, no hay un momento preciso en que se pueda decir que nacieron los idiomas modernos. Cuando éstos empiezan a sernos conocidos en escritos de los siglos IX y X, los hallamos ya completamente diversificados unos de otros. 
       Los hispano-romanos, bajo el dominio visigodo continuaron hablando el latín; pero es igualmente difícil llegar a conocer el habla usual.en la época visigótica, pues tampoco nos quedan monumentos escritos en el lenguaje entonces corriente, ya que no se escribía sino el bajo latín, última degeneración del latín clásico, y muy distinto de la lengua entonces hablada.
       Dada la escasez de testimonios escritos, la única fuente copiosa para el conocimiento de algunas particularidades del latín español es la comparación de los romances modernos de España con el latín clásico. Así deducimos que mientras otras provincias romanas usaban el clásico c
ăva (italiano y antiguo provenzal cava, etc.), en España, como en otras regiones, se usaba el dialectalismo *cǒva, de donde el español cueva (§ 13), el portugués y el catalán cava, y el beames cobe; mientras en general se pronunciaba a lo clásico nodus y october (italiano 1l0da, ottobrt'; rumano nod; provenzal110tz, ockottre, etc.), en España se decia *nōdus y octōber, acaso siguiendo la pronunciación de colonos de la Italia meridiona), pues en osco la ō es ū, por lo cual el español dice nudo, ochubre, octubre; el portugués outubro (pero noo, nó ), y el catalán nu, uytubre; contra todos los demás casos en que se conserva la ō clásica (4). Durante la época Imperial estas diferencias eran escasas en la pronunciación (5) y en la sintaxis, salvó en el vocabulario, como vemos que hoy pasa en diversas provincias de España, que, más que por la pronunciación o la construcción, se diferencian unas de otras por el uso preferente de tales o cuales vocablos y acepciones. Algunos vocablos de uso preferente en el latín vulgar español son señalados por los autores. Plinio menciona una palabra usada especialmente en España, donde, según él, a las paredes las llamaban formaceos; y esta voz se conserva todavía en la Península, y no en otros países neolatinos, llamándose en español hormazo a la pared hecha de tierra. San Isidoro, de Sevilla, nos da preciosas noticias del vocabulario español en la época visigótica; por ejemplo, el nombre de la lechuga silvestre serralia (así llamada, según san Isidoro, «eo quod dorsum ejus in modum serrae est». ), de donde derivan el español cerraja, el catalán serralla y el portugués serralha; también nos da san Isidoro el nombre del establo de bueyes, bostar, que nosotros decimos hoy igualmente hostar, y los portugueses bostal; y así otros términos usados después sólo en nuestra Península, y no en los otros países latinos.
      Fuera de estos testimonios directos, podemos deducir que el latín español, conforme con el latín de los últimos tiempos, prolongaba con un sufijo muchas voces de la lengua escrita, y por longăno longanōnis decía longanicia, de donde el español longaniza, catalán llangonissa; en vez del sustantivo clásico ilex ilicem, sustantivaba el adjetivo ĭlĭcīna (6), dc donde el español encina (v. § 54² b), alto aragonés lecina, italiano elcina, etc.; junto a calcaneum calcaño, usaba *calcaneare, de donde el español calcañar, portugués calcanhar; en vez de anethum decía  *a n e t h u 1 u m, de donde se deriva eneldo (v. § 57³). Esta tendencia es del latín vulgar general, que al lado de miscēre decía *misculare, mezclar, italiano mescolare y mischiare, etcétera; en vez de spes decía sperantia, esperanza, francés espérance, etc. Estos incrementos vulgares de las voces clásicas son importantísimos, porque sin ellos es imposible explicar las lenguas romances.
      También se puede observar el cambio total del vocablo: el clásico vespertilio (que se perpetuó en Italia, vipistrello, pipistrello) se usó muy poco en España, quizá solo en Asturias (donde aun se dice esperteyo por *vesperteyo ), mientras en el resto de la Península se usaron otros nombres, especialmente mure caecu, de donde el portugués morcego, español murciego o murciélago (§ 83¹}. El nombre de la mustela, conservado en varios romances, entre ellos en catalán (mustela), ribagorzano (mustrela), asturiano y leonés (*mustēl-ella, mustuliella, mostolilla), fué sustituido en varias regiones por diversos nombres, y en España en especial por un diminutivo de commater, *commaterĭcula (6), de donde comadreja.
      Este idioma hispano-romano, continuado en su natural evolución, es el mismo que aparece constituido ya como lengua literaria en el Poema del Cid, el mismo que perfeccionó Alfonso el Sabio, y, sustancialmente, el mismo que escribió Cervantes. 

 

3. EL LATÍN CLÁSICO Y LOS CULTISMOS DEL IDIOMA ESPAÑOL. -

      Pero si el latin vulgar explica la parte más grande y castiza de la lengua española, no puede explicarla toda. Gran porción de nuestro idioma, como de todos los romances, procede del latín literario.

      1] Desde luego sería absurdo suponer que el latín vulgar vivía en completo divorcio del latín clásico o escrito: no se diferenciaban tanto como para eso; y el latín de los libros, como superior en ideas y en perfección, tuvo que influir continuamente sobre el latín ordinario, lo mismo en tiempos de Cicerón, César y Virgilio que en los de Tertuliano, san Jerónimo o san Agustín, y que en el período de origines de las lenguas romances. Hay, pues, voces literarias introducidas en el habla vulgar en período muy remoto, y ésas siguieron generalmente en su desarrollo igual proceso que las voces populares. Pero además, después de la formación de las lenguas romances, los pueblos nuevos creados sobre las ruinas del Imperio continuaron usando el latín como lengua escrita y jamás dejaron de estudiar los autores clásicos; sobre todo se generalizó el estudio de éstos con el Renacimiento, en los siglosXV y XVI, así que en todas las épocas fué abundante el influjo del latín escrito sobre el romance hablado. -Las voces literarias de introducción más tardía en el idioma, tomadas de los libros cuando el latín clásico era ya lengua.muerta, son las que llamaremos en adelante voces cultas, y conviene distinguirlas siempre en el estudio histórico, pues tienen un desarrollo distinto de las voces estrictamente populares. Mientras éstas son producto de una evolución espontánea y no interrumpida desde los periodos más antiguos, las palabras cultas son introducidas cuando esa evolución popular habia terminado o iba muy adelantada en su camino, y por lo tanto no paliicipan cte toda la compleja serie de cambios que sufrieron en su evolución las voces primitivas del idiomá. En general, las voces cultas apenas sufrieron modificaciones, como se puede observar en cualquiera de las muchas palabras latinas que, después de haber sido usadas y transformadas por el vulgo, fueron segunda vez incorporadas al idioma por los literatos. Por ejemplo: el vulgo hispano-romano usaba el diminutivo artĭcŭlus en el sentido concreto de artus o nudillo del dedo, y de ahi se derivó el vocablo popular artejo, según las leyes esenciales del castellano (v. §§ II¹   y 57²); pero más tarde los eruditos volvieron a tomar la voz, no de la pronunciación, sino de los libros, y mantuvieron la ĭ como i, y conservaron la ŭ postónica, contra el § 25²; en suma, conservaron toda la palabra tal como la veían escrita, sin alteración: artículo; ésta es, pues, una palabra que entró en el idioma por la vista, mientras artejo entró por medio del oído. La misma diferencia se puede notar entre el vulgar heñir de fĭngĕre y el culto fingir, pues éste no cumple con los §§ 18¹ y 47 ³' y sólo modificó la voz latina en la terminación, pasando el verbo de la conjugación en -er a la en -ir . Intacto también queda el culto sexto, sexta, de sĕxtus, sin cumplir con los §§ 10 y 5 I² , mientras el popular siesta sufrió los cambios tradicionales. Igual observación cabe hacer respecto del culto círculo y el popular cercha (§ 6 I²)' del culto cátedra y el popular cadera (§§ 6¹ y 40, n.). Y adviértase de paso, en cuanto a la acepción, que en los casos citados en que un mismo tipo latino produjo una voz en boca del pueblo y otra en los escritos de los eruditos, la voz popular tiene una significación más concreta y material, mientras la culta la tiene más general, elevada o metafórica. 

      2] Pero las voces cultas, aunque apenas sufren alteración en su paso al español, no pueden pasar intactas; y daremos aquí una idea de sus mudanzas, para no volvernos a ocupar en ellas. Hemos notado el cambio de conjugación de fingere en fingir, y esto es muy corriente (§ III, n.). Otras terminaciones de voces cultas se asimilaron a las populares, quedando intacto el cuerpo de la palabra. Así, -tatem se asimiló a la terminación popular -dad, y de amabilitatem se dijo amabilidad; continuitatem, continuidad. Los adjetivos participiales hacen d su t: ducado, y otras consonantes sordas de la terminación se hacen sonoras: pĕrtĭca, pértiga.-Como muchas voces cultas ofrecen grupos de consonantes extraños a la lengua popular, resultan de pronunciación difícil, que se tiende a simplificar. Esta simplificación fue admitida en el habla literaria; los poetas, hasta el siglo XVII hacian consonar dino (por digno), malino y divino; efeto (por efecto), conceto (por concepto) y secreto; coluna (por columna) y fortuna, etc.; así en Gómez Manrique, Garcilaso, Cervantes, Quevedo, Calderón, Solís; pero en el siglo XVIII reaccionó el cultismo e impuso la pronunciación de todas las letras latinas, salvo en voces muy divulgadas, como delito, d e l ic t u m, 1uto frente a luctuoso, fruto frente a fructífero, respeto junto a respecto, sino junto a signo (8). 

      3] Fuera de estos cambios más sencillos que sufren casi todas las voces cultas, sufren otros más profundos aquellos cultismos que se introdujeron desde muy remotos tiempos en el romance, y que llamamos voces semicultas. Por ejemplo: tĭtulum debió ser importado por los doctos en fecha muy antigua, cuando aun habían de regir las leyes de la sonorización de oclusívas sordas (§ 40) y de la pérdida de la vocal postónica interna (§ 26¹), y se llegó a pronunciar en el siglo X tídulo, y luego *tidlo, *tildo, tilde; pero que a pesar de estos cambios bastante profundos, la voz no es popular, lo prueba la vocal acentuada; si tĭtulum no hubiera ingresado ya tarde en la evolución popular, si pertenecíera al caudal primitivo de la lengua, su i breve acentuada hubiera sonado e (§ II¹), como hallamos TETLU escrito en una inscripción española; pero este TETLU vulgar, usado un tíempo por los hispano-romanos, cayó luego en olvido (que a haberse conservado hubiera producido en romance *tejo, como víejo y almeja, citados en el § 573) y los letrados tuvieron que importarlo por su cuenta, tomándolo de los líbros y no de la pronunciación, por lo que la ĭ se mantuvo como i. En ígual caso que tilde están varias otras voces semicultas; v. gr.: cabildo, molde, etc. (§ 573 n.); peligro, regla, etc. (§ 571 y 2 notas); natío, que perdiendo la v de natĭvum como las voces populares (§ 432), mantiene la t, contra el § 40, mientras que si hubiera sido enteramente popular habría resultado *nadío. Además, muslo mūscŭlu, mezclar misculare, y el anticuado ,malso mascŭlu, que dan al grupo de consonantes sc'l tres soluciones diferentes, todas contra el § 6I2.-Alguna de estas voces semicultas es muy interesante para la cronología fonética, pero las deducciones en este terreno son difíciles y deben apoyarse en múltiples observaciones. Por ejemplo, saecŭlu, en vez de producir el popular *sejo (como espejo, § l03), dió sieglo o siglo, y esta forma no nos puede servir por si sola para creer que la voz hubiese entrado en el idioma cuando ya c' l habría cesado de hacerse j (§ 572), y cuando todavia ae podía hacerse ie (§ 101 y 2), acusándose así la ley del ie como posterior a la de la j; en el punto siguiente veremos que la explicación debe ser diversa. Por otra parte, el ie alcanzó a otros derivados semicultos como el anticuado piertega pĕrtĭca (que no es popular por faltar al § 252 , tan contravenido por los cultismos) o viespera, § 102. También, a su vez, se halla j en voces semicultas: clavija (§ 392). 

      4] Otras veces la voz semiculta no puede decirse que sea de introducción posterior a la popular. El cultismo no consiste siempre en introducir una voz o una acepción antes inexistente. No se puede dudar que la voz saecŭlu fué continuamente usada por el clero en la predicación al pueblo, pues tiene un uso frecuentísimo en el latín eclesiástico; no pudo ser, pues, de introducción tardía; el pueblo empezó a transformarla en seglo *sejo, y no completó esta evolución porque la pronunciación de los eclesiásticos seculu, seclu , segu, oída de continuo por el pueblo, detuvo el proceso popular, y se produjo sieglo, siglo. Otros ejemplos aclararán esto. Es de toda evidencia que muchos nombres de lugar vienen transmitidos oralmente desde la época latina hasta hoy; pero la escritura y pronunciación oficiales estorbaron a veces en ellos la evolución popular. Así, Cordŭba Córdoba, Emerĭta Mérida, Avĕla Avila, Gallĭcŭs río Gállego, Fonticŭla Ontígola (Toledo), Sabinianĭcu Sabiñánigo (Huesca), y otros muchos, faltan al § 252; Metellinum Medellín, Anticaria Antequera, faltan al § 241; Turgelium, Trujillo, falta al §536, y en igual caso están nombres de santos por influencia eclesiástica, como Aemĭlianus Millán, etc. Otro caso notable es el de las terminaciones -cio, -icia, -ión (§ 534): asi, codicia *cŭpĭdĭtia es voz rigurosamente popular en su primera mitad (§§ 201 y 601); pero la terminación -icia se mantuvo culta por la misma presión literaria que mantuvo justicia al lado de justeza, malicia alIado de maleza, etc.; el lenguaje eclesiástico, que emplearía a menudo en la predicación la voz cupiditia, fué el que impidió, sin duda, que el derivado totalmente popular fuese *codeza. En fin, tampoco puede dudarse que la voz aquĭla se usó siempre en el habla vulgar; pero por ser esa ave enseña de las legiones y emblema del imperio que subsistió entre algunos caudillos bárbaros, se detuvo la evolución fonética y la voz tuvo un desarrollo anormal en los romances, diciéndose en español águila, contra el § 252. Otros ejemplos, § 268. 

      5] En el estudio etimológico del idioma hay que conceder muy distinta importancia a estas dos clases de voces. Como las populares hoy usadas son la última fase evolutiva de las que componían el idioma latino vivo, merecen atención preferente por su complicado desarrollo, por ser en ellas donde se manifiestan en modo más completo las leyes fundamentales de la vida del lenguaje y por formar el fondo más rico del español y su herencia patrimonial; las voces cultas, por la pobreza de su desarrollo, no ofrecen interés tan grande para la etimología, y no hablaremos de ellas sino por nota. -Mas por otra parte, en el estudio histórico-cultural del idioma los cultismos tienen una importancia principalisima, siendo lamentable que su conocimiento esté hoy tan atrasado. La ciencía habrá de aplicarse cada vez más intensamente a investigar la fecha, causas de introducción y destinos ulteriores de cada uno de estos préstamos, para que la historia lingüística adquiera su pleno valor. 

 

4. OTROS ELEMENTOS DEL ESPAÑOL EXTRAÑOS AL LATÍN.- 

      Además de los elementos latinos, entraron a formar parte del idioma español otros muy extraños y en muy diversos tiempos. Ya en el período romano, esto es, antes de la aparición de los romances, se incorporaron al latín elementos de otras lenguas, por ejemplo, lancea lanza, voz hispana según Varrón; gŭrdus gordo, adjetivo que Quintiliano da igualmente por hispánico; cervēsia cerveza, que Plinio tiene como propio de la Galia; braca braga, céltico también, voz usada por Ovidio, Propercio y otros autores clásicos; camīsia camisa vocablo céltico o germánico, empleado primera vez por san Jerónimo. Estas voces, por su antigua introducción, participaron de la misma evolución que las palabras vulgares. Los elementos incorporados al idioma después de su período de formación participan de esa menor mutabilidad que hemos señalado como característica. de las voces cultas. 

      1] La influencia-de las lenguas ibéricas, no indoeuropeas, que, salvo el vasco, perecieron con la romanización de España, es aún muy oscura por ser aquéllas poco conocidas (9). Es ciertamente ibérica vaika vega, port. veiga, del ibero vai 'rio'.(vasco bai, ibai), mas el sufijo -ka, 'región del río'; son también vocablos ibéricos izquierdo, análogo al vasco ezquerra, O los de sufijo -rro, como pizarra, cerro, cazurro, guijarro, vasco eguijarria; en fin, multitud de nombres de lugar, ora en territorio próximo al vasco, como Javier *exa berri, por echa berri 'casa nueva'; ora muy lejos de las provincias vascongadas, como Araduey aratoi 'tierra de llanuras', nombre ibérico de la que después se llamó «Tierra de Campos» (10), o como Iliberis 'ciudad nueva', trasformado por etimología popular en Elvira (junto a Granada), nombre análogo al de Iriberri conservado en las provincias vascas. Uno de los rasgos de la lengua ibérica que pueden señalarse es la carencia de f y v en ciertos dialectos; la lengua neoibérica conservada, el vasco, carece igualmente de f-, y la pierde o la trueca en una oclusiva p o b, lo mismo en préstamos antiguos del latín (orma < forma 'pared'; urca < furca; iko,piko, biko, < ficu) que en préstamos románicos (ulain < fulano, Paustino Faustino, pósporo), y como los vascones habitaban al norte y sur de los Pirineos, es notable que los romances hablados en Gascuña (=Vasconia, v. abajo, punto 6) y en el centro de España, pierdan la f inicial latina (§ 382), debiendo achacarse esto a influencia ibérica (11).-Además de los iberos, hubo en España una población de procedencia centroeuropea, análoga a la ligur, de origen mediterráneo, pero de lengua ya bastante indoeuropeizada, acaso por su mezcla con los ilirios (12). De este pueblo proceden varios toponímicos como Velasco en Alava, Logroño, Soria, etc., nombre repetido en el sur de Francia y norte de Italia, probablemente con significado análogo a Corvera, de la voz mediterránea vela 'cuervo' (conservada en el vasco bela); Corconte (Santander), donde se repite el étnico de los Κορκόντοι, pueblo protoilirio dc la Germania Magna; Carabanzo (Oviedo), Carabanchel (Madrid), Caravantes (Soria), que reproducen nombres de persona y de lugar usados en la antigua Iliria, Caravantius, Caravantis; Badajoz (Extremadura, Valladolid), análogo a otros toponímicos del sur de Francia y norte de Italia.. A esta población centroeuropea se deben algunos nombres comunes como lama 'cieno', y páramo, tan peculiar de nuestra topografia, voz documentada ya en tiempo de Adriano, en la inscripción votiva de una ara de Diana hallada en León, en la que Tulio ofrece a la diosa la cornalnenta de los ciervos que cazó IN PARAMI AEQUORE 'en la llanura del Páramo'. 

      2] Las voces de origen griego son de muy diferentes épocas: ora proceden del primer contacto de los romanos con los griegos de la Magna Grecia y de las otras colonias griegas del Mediterráneo, ora del posterior influjo del helenismo sobre la cultura latina, ora de la dominación bizantina en España hasta Suíntila (624), y del comercio medieval del Occidente con el Oriente del Mediterráneo.-Asi, unas voces revelan la pronunciación arcaica de los griegos de Italia y lá que el pueblo romano dió generalmente a los sonidos griegos; la υ suena ų, y por lo tanto ŭ (§ 8); la ο era ọ, y por lo tanto igual a ō, ŭ; las fricativas φ, χ, θ se reproducen con las oclusivas p, c, t, y κ suena g; por ejemplo: πορφύρα  pŭrpŭra. ant. pórpola, aljamiado polbra; θύμον tŭmum tom-illo (el Appendix Probi corrige «thŷ(y breve)mum, non tumum»), κυβερνάν gubernare gobernar, κάμμαρος gay cammarus y cámbaro, κρύπτη gruta (lat. cry(y larga)pta), Κρήτη greda (lat. crēta), κόλαφος cōlpus, de donde el verbo anticuado colpar golpar y el moderno golpe (§ 292 d ), τόρνος torno (el latino tŏrnus hubiera dado *tuerno), κύτισος códeso (el clásico cytĭsum da el culto cítiso) (13). Los letrados latinos trataron de reproducir más exactamente la pronunciación griega, e imitaron el sonido υ empleando la y (la cual, al pasar al vulgo, fué tratada como otra i cualquiera); la o (omicron) la pronunciaron ŏ, y las aspiradas φ,χ,θ se representaron por ph, ch, tb confundiéndose la primera con la f; por ejemplo: κϋμα  cyma cima (§ 12)1 γύψος gyppsum yeso (§ II1) ορφανός ŏrphănus huérfano (§ 131); σχολή schŏla escuela, χορδή chŏrda cuerda, cuévano, Estevan (§ 422). Acostumbrados los iletrados a oir f en la pronunciación culta donde ellos pronunciaban p, creían pronunciar clásicamente diciendo *gōlfus por κόλπος, de donde viene golfo. -Las voces que provienen del griego moderno se distinguen por el iotacismo de la η, y por conservar las consonantes sordas contra el § 40 (en cambio, como ντ, pasa en griego moderno a νδ, v, gr.,ένδιβα, tenemos endibia, no de intybus, § 473), aάποθήκη botica (antes apŏthēca había dado bodega), ταπήτιον tapiz, άκηδία acidia (para σηπία otra explicación, § 112), κιθάρα guitarra. Probablemente el griego medio κάιμα, 'calor,ardor' (forma documentada en un glosario de la alta edad media) da origen al verbo quemar, gall. port. queimar, influído en su significado por el lat. cremare ant. cremar; mientras la forma antigua καύμα calma,  retuvo el significado etimológico de 'sofoco, angustia' (en el esp. del siglo XVII, y hoy dialectal) y el de 'calma marítima'.-Para las voces griegas introducidas por intermedio de los árabes véase abajo, punto 4, y para el acento, § 64.En fin, hay que recordar los cultismos tomados de los libros, como monarquía, categoría, drama, mecánica, crisis , y las formaciones nuevas del tecnicismo científico, como telégrafo, teléfono, aeróstato, etc. 

      3] Parece que los elementos germánicos del español no proceden, en general, de la dominación  visigoda en la Península, como pudiera creerse: el número de los invasores era relativamente escaso para influir mucho; además, los visigodos, antes de llegar a España habían vivido dos siglos en íntimo contacto con los romanos, ora como aliados, ora como enemígos, en la Dacia, en la Mesia, en Italia misma y en Galia, y estaban muy penetrados de la cultura romana. Así hay pocas voces tomadas por los españoles en su trato con los dominadores germanos; palabras como uesa (v. abajo), por su diptongo ue prueban que no vienen de la forma especial gótica, sueva o vándala que tenía u acentuada, sino de la forma general germánica con o, y también por razones fonéticas, fieltro y yelmo no son de origen gótico. Alguna, por el contrario, revela ese origen, como triscar, y lo tendrá también tascar, por no hallarse sino en español y portugués; además muchos nombres de persona, como Ramiro, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira (14), En general, puede decirse que el centenar escaso de palabras germánicas que emplea el español es, en gran parte, de introducción más antigua que la dominación visigoda; se incorporaron al latín vulgar antes de la desmembración del Imperio, y por eso las vemos no sólo en el español, sino en todos los otros romances. Allá en los castros y en las colonias de las orillas del Rhin y del Danubio, el legionario romano vivía en continuo roce con los guerreros germanos, ya adversarios, ya auxiliares, y de este trato habia de resultar una jerga fronteriza, de la cual pasaron al latín vulgar general gran porción de las trescientas voces germanas comunes a las diversas lenguas romances, como ardido 'osado',falda, etcétera, Vegecio, ya en la segunda mitad del siglo IV, cita una: burgus, «castellum parvulum quem burgum vocant» (15), que ya se latíniza en inscripciones del siglo II y persiste en nombres de lugar: Burgos, El Burgo, Burgohondo, Burguillo, Burguete y en los derivados burgués y burgalés. Estos germanismos más antíguos, ora procedan del fondo común románico, ora del gótico, siguen en general las mismas leyes fonéticas que las palabras populares latinas; por ejemplo: la pérdida de la vocal protónica: gótico *haribergo, provenzal alberc, esp. albergo, albergue; la diptongación de la o (§ 13), spora espuela, hosa 'bota', ant. uesa, y la de la ę (§ 10) en fieltro, yelmo; pero ns > s (§ 473) ya no alcanzó a Alfonso < funs 'preparado, pronto', ni se verifica la sonorización de la oclusiva sorda (a pesar de que el francés la sonoriza), gótico *spĭtus espeto, germánico rapon rapar, pues sin duda la oclusiva germánica hacía a los oídos románicos el efecto de una consonante doble (comp § 45) a causa de su explosión completamente sorda, a diferencia de la oclusiva latina con explosión sonora.-Otros germanismos son tardíos, y muchos de ellos vinieron a España por intermedio del francés o del provenzal. La mayoría de esas voces de varios origenes germánicos son militares, como guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guarecer, guarnecer, y de origen godo tregua, guardia, espía (16); el vestuario y armamento de los bárbaros sustituyó en parte al de los romanos, imponiendo los nombres de yelmo, guante, cofia, dardo, brida, estribo, y de origen godo espuela, ataviar, ropa; nombres referentes a la vida doméstica, costumbres e instituciones: jaca, esparver, gerifalte, galardón, arpa, orgullo,escarnio, guisar, rostir, y de origen godo bando, sayón, aleve, ayo, rueca, agasajar, escanciar. Nótense, especialmente, adjetivos como rico, blanco, fresco, el sufijo -engo (§ 842) y la terminacióu adverbial ant. guisa (§ 1283). Aun debe señalarse una declinación especial de los nombres de varón en -a, que hacían -a, -anis o a, -ani, ,junto a -a, -ae (17); así, Cintĭla, Cintĭlam o Cintilanem; Wamba, Wambanem; Wittiza, Wittizanem; algunos códices del Fuero  Juzgo en romance usan Cintillán, Egicán, aunque la mayoría dicen Bamba, Vutiza, y el poema de Fernán González usa Vautiçanos, alteración de Vutizán; Froila, Froilanen dió Fruela ant. y Froilán usual, Esta declinación se aplicaba a nombres comunes: amita, amitanis; barba, -anis, y se refleja en algunas formas, como sacristán (§ 834). 

 

Detalle del atlas Catalán de 1375

 

      4] La estancia de los conquistadores de lengua árabe en España durante ocho siglos, no podía menos de dejar profunda huella entre los cristianos. Las relaciones políticas y matrimoniales entre las familias soberanas de ambas religiones empezaron ya en los primeros tiempos de la Reconquista, y el trato guerrero y comercial de ambos pueblos no cesó jamás, Alrededor de las huestes cristiana y mora, que en la frontera vivían en continuo trato, había una turba de enaciados que hablaban las dos lenguas, gentes de mala fama que hacían el oficio de mandaderos y correos entre los dos pueblos y servían de espías y prácticos al ejército que mejor les pagaba; y sin que constituyera una profesión como la de éstos, había también muchedumbre de moros latinados o ladinos que sabían romance, y cristianos algarabiados que sabían árabe. Los conquistadores nos hicieron admirar su organización guerrera y nos enseñaron a proteger bien la hueste con atalayas, a enviar delante de ella algaradas, a guiarla con buenos adalides prácticos en el terreno, a ordenar bien la zaga del ejército, a vigilar el campamento y los castillos con robdas o rondas, a dar rebato en el enemigo descuidado, de donde formamos el verbo arrebatar; también mirábamos como modelos sus alcázares, adarves, almenas y la buena custodia que sabían mantener los alcaides de los castillos. Pero no sólo en la guerra, sino también en la cultura general eran superiores los moros a los cristianos durante la época de esplendor del califato; así que en sus instituciones jurídicas y sociales nos parecían muchas cosas mejores, y por eso nos impusieron los nombres de alcalde, alguacil, zalmedina, almojarife, albacea, etc. En esta época de florecimiento, el comercio moro nos obligaba a comprar en almacenes, alhóndigas, almonedas; todo se pesaba y medía a la morisco, por quilates, adarmes, arrobas, quintales, azumbres, almudes, cahices, fanegas, y hasta la molienda del pan se pagaba en maquilas. y cuando la decadencia postró a los invasores, aún nos daban oficiales y artistas diestros: de ahí los nombres de oficio alfajeme, alfayate, albardero, alfarero, albéitar, y sus albañiles o alarifes construían las alcobas de nuestras casas, los zaguanes, azoteas, alcantarillas, etcétera. Los moriscos ganaron fama de buenos hortelanos: de ahí tos nombres de plantas y frutas como albaricoque, albérchigo, acelga, algarroba, altramuz; de su perfecto sistema de riegos hemos tomado acequia, aljibe, alberca, albufera, noria, azuda. Continuar estas listas seria hacer el resumen de lo mucho que nuestra cultura debe a la de los árabes. Los moros, además, influyeron en la pronunciación de la s como j en algunas voces sueltas (§ 372 b); nos dieron el sufijo -i (§ 842). Notables son también las voces latinas o griegas que recibimos por intermedio del árabe, donde se halla la j representando una s; la b representando una p, por carecer de esa letra el alfabeto árabe; la z en vez de st latina: praecoquum al-barcoque, pastĭnāca biznaga, satŭrēia ajedrea, Caesara(u)gusta (§ 661) Zaragoza, Basti Baza, Castulone Cazlona, Ostippo Teba (en Málaga), θέμος altramuz, άμβιξ-ικος alambique, δραχμή adarme, pĕrsĭcum albérchigo, junto a la forma puramente romance prisco (18). 

      5] Lo que el español tomó de otros idiomas extranjeros fué ya en época más tardía, y por lo tanto es menos importante que lo que tomó de germanos y árabes, pues el idioma había terminado su período de mayor evolución y era menos accesible a influencias externas. El francés fué la lengua que más influyó: en los siglos, XIII y XIV era muy conocida la literatura francesa en España; en el XV nuestros caballeros admiraban la cortesía y lujo francés, y es sabido cuánto libro de la nación vecina se lee entre nosotros desde el siglo XVIII. Así, los galicismos podemos dividirlos en dos principales épocas: unos muy viejos, que se hallan ya en el Diccionario de Nebrija, 1495, como paje, jardín, gañán (ant. fr. gaaignant 'labrador', de gaaignier 'ganar', especialmente con la labranza), cofre, trinchar, manjar, bajel, sargento (ant.sergente),jaula (fr,geôle,ant. jaole, de caveola, que en portugués y antiguo castellano dió gayola, y cast. cayuela), forja, reproche, etc., y otros modernos, como petimetre 'pisaverde', coqueta, algo como 'casquivana, presumida', bufete 'escritorio o estudio', charretera, ficha, corsé 'cotilla', tupé 'copete', hotel 'fonda'; sin contar otras voces menos arraigadas, como parterre 'terrero', silueta 'perfilo sombra', soirée 'sarao o serano', toilette 'tocado', avalancha 'alud', cuplet 'copla o tonadilla', pot-pourri 'olla podrida, revoltillo o cajón de sastre', que ininteligibles para la mayoría del pueblo iletrado, y anatematizadas por los puristas, llegarán acaso a olvidarse, como se han olvidado ya cientos de palabras que usaban los galicistas del siglo XVIII, tales como remarcable 'notable', surtout 'sobretodo', chimia 'química', coclicó < fr. coquelicot 'amapola', laqué < fr. laquais, etc.; un idioma, como un cuerpo sano, tiene facultad de eliminar las sustancias extrañas no asimiladas e inútiles. Nótese que los galicismos anteriores al siglo XVI representan la j g francesa por j, que equivalía a ella en castellano antiguo (§ 353) (jaula, ligero), mientras los galícismos modernos usan la ch (charretera, pichón) o la s (bisutería), los antiguos asimilan mb (§ 472 a) (jamón) (19).-Después del francés, el italiano es la lengua que más enriqueció el español; explican esto la cultura superior italiana del Renacimiento y nuestra larga dominación allá; términos de industrias y artes: fachada, escorzo (scorcio, de scorciare 'acortar'), carroza, medalla, soneto, terceto, piano, barcarola, etc.; milicia: escopeta (schioppetto, de schioppo o scoppio 'estallido, ruido'), baqueta, centinela, alerta {all'erta 'con atención'), bisoño, parapeto, etc.; comercio: banca, fragata, galeaza, piloto; diversos: estropear, aspaviento, saltimlbanqui, charlar, charlatán (ciarlare, ciarlatano, ciarleria, ciarla, etc.), espadachin, sofión, gaceta.-Del alemán y el inglés son pocas las voces introducidas en el español. 

      6]  Muy interesante para el estudio histórico son las palabras que el español tomó de otras lenguas modernas de la Península. Del gallego-portugués tomó voces desde muy antiguo, pues la poesia lírica en lengua gallega fué cultivada por los poetas castellanos en los siglos XIII a XV; y, viceversa, muchos autores portugueses de los siglos XVI y XVII escribian en castellano. Por ejemplo, son gallegas o portuguesas de origen morriña, macho (contracción de mulacho), follada, sarao (20) (cuya forma leonesa serano se usa en Sanabria), chubasco, chopo, achantarse, vigía, chumacera, arisco (port. arisco, ant. areisco 'arenisco, áspero, esquivo'), payo (contracción de Pelayo, tomado como nombre rústico), Galicia (en vez del ant. Gallizia), Lisboa (en vez de Lisbona, usado aún por Ercilla), Bragà (en vez de Brágana, corriente en el siglo XIII), portugués (en vez del ant. portogalés). Es portuguesismo también la frase echar menos, que después se dijo echar de menos, falsa interpretación del portugués achar menos (correspondiente al castellano hallar menos, usual en la edad media y hasta el siglo XVII) (21)- Del catalán o valenciano, retor, paella (en vez del castellano padilla), seo, nao (§ 76, n. 2); capicúa (voz que no está en el Diccionario, pero se usa entre los jugadores de dominó para indicar una jugada). En el siglo XI1I se decía Catalueña Cattalŏnia, como Gascueña, de Vascŏnia, § 133; pero luego se adoptó la forma propia de esos países (cat. Cataluña, gascón, prov. Gascuño, Cataluño, escrito Gascounho; pero fr. Gascogne, Catalogne) y se dice Gascuña, Cataluña.-
      Las otras hablas de España más afines al castellano y que se fundieron al fin con él para formar la lengua literaria, dieron también a ésta muchísimas palabras; pero son dificiles de reconocer, pues como estos dialectos afines tienen la mayoría de sus leyes fonéticas comunes con el castellano, tales palabras no llevan sello de evolución especial. Por ejemplo, el vallisoletano Cristóbal de Villalón tiene por voces de las montañas, propias de los que no saben castellano, las de masera por artesa, o peñera por cedazo, y, en efecto, esas dos son voces muy usadas en Asturias y León, pero que para su derivación de massa *massaria y de penna *pennaria, siguieron iguales leyes que las del castellano (§ 92 para la terminación era, § 491 y 3 para la doble ss y nn). Los casos en que siguen las leyes fonéticas algo diferentes son raros: podemos creer leonesas la voz cobra, cobre, `soga, reata', de copula, pues en leonés los grupos cuya segunda consonante es una l truecan en r, contra los §§ 392, 48, 571, y dice brando, prata, niebra, puebro, sigro; también nalgas (§ 603). Podemos sentar que es aragonés el sustantivo fuellar, de *fŏliare (por foliaceus, derivado de fŏlia), pues este dialecto diptonga la ŏ aun cuando le siga una yod (§ 133), y en vez de la j castellana usa la ll en fuella por hoja, ovella por oveja, etcétera; obedece también a la fonética aragonesa pleita, de plecta (pues en castellano hubiera sido *llecha, § 392 y 501); aragonés también es faja, de fascia, pues el grupo consonántico - sci da en castellano ç, haça, mientras en aragonés da j (§ 534 b). Son de origen andaluz jamelgo, jaca, jopo, jolgorio, más usual que 'holgorio', juerga 'huelga, diversión bullanguera' jalear, cañajelga; todas estas voces revelan una pronunciación andaluza de la f etimológica, que se opone al uso general castellano (§ 382), 

      7] En fin, el descubrimiento y colonización de América puso al español en contacto con la muchedumbre de lenguas del Nuevo Mundo. Claro es que por su inferior desarrollo respecto del español y por su mucha variedad, las lenguas americanas no pudieron resistir la invasión de la española. Ésta se propagó con relativa facilidad, pero sin eliminar por completo los idiomas indígenas, y claro es que los productos naturales, la fauna, los utensilios y las costumbres de las tierras recién descubiertas influyeron demasiado profundamente en el comercio y la vida, no sólo de España, sino de Europa entera, para que no se importaran con los objetos multitud de nombres americanos. Los primeros indígenas con que tropezaron los descubridores pertenecían a la familia de los ARAHUACOS, extendida por la Florida, las Antillas y regiones varias de Venezuela, Colombia, Brasil; ellos, a pesar de su estado de cultura, inferior al de otras razas americanas, enseñaron primero a los españoles muchos vocablos de cosas de allá, que no fueron después sustituídos por los propios de pueblos más cultos, como los aztecas y los incas; de origen arahuaco son las primeras voces americanas que circularon en España, y las más arraigadas, como canoa (ya acogida por Nebrija en su Diccionario en 1495), huracán, sabana, cacique, maíz, ceiba, colibrí, guacamayo, nigua, naguas, enagua, caribe, caníbal. Méjico, por la gran importancia que los aztecas tenían en la época del descubrimiento, dió también muchas voces de su idioma NÁHUATL (idioma perteneciente a una numerosa familia lingüistica dilatada por territorios dispersos desde Oregón a Nicaragua): hule, tomate, chocolate, cacahuete, cacao, aguacate, jícara, petaca, petate. Más palabras dió el QUICHUA hablado en el Imperio inca, desde el Ecuador hasta el tercio septentrional de Chile; los destructores de ese Imperio tomaron alli gran porción de nombres, como cóndor, alpaca, vicuña, pampa, chácra, cancha, papa, puna, y los propagaron por toda América y por España. Estas son las tres principales procedencias de los americanismos; las demás tribus indígenas no estaban en condiciones de influir mucho, y alguna familia muy importante, como la guaraní, que se extendia desde el Plata al Orinoco, fué explorada más tardíamente, así que no dió muchos nombres de uso general (22). 

      No podemos estudiar despacio todos estos elementos que contribuyeron a la formación del vocabulario español; sólo será objeto de nuestra atención preferente el elemento más abundante, más viejo, el que nos puede ofrecer la evolución más rica: el del latín vulgar o hablado, que forma, por decirlo así, el patrimonio hereditario de nuestro idioma. A él consagraremos el resto de este Manual. Por medio de nota, y sólo a título de contraste con el elemento vulgar, se harán algunas observaciones sobre las palabras tomadas por los eruditos del latín escrito.

 

NOTAS

        (1) Para el catalán considerado como lengua hispánica véase H. MORF, Bulletin de Dialectologie Romane, I, 1909, págs. 3-4, y A. ALONSO, La subagrupación románica del catalan, en la Rev. de Filología Española, XIII, 1926, págs. 1 y 225. 
      (2) Esta denominación fué empleada durante la edad media en Castilla (aunque menos que la de lenguaje castellano), cuando ciertamente no era muy propia, por no haberse confundido todavia lingüisticamente Castilla y Aragón; en los siglos XVI y XVII fué ya bastante usada por los gramáticos y los autores, alguno de los cuales rechaza expresamente el nombre de lengua castellana como inexacto. En el extranjero, desde la edad media, fué siempre general lengua española. La Academia empleó ambos nombres, aunque prefiriendo el de lengua castellalla. Esta preferencia la he discutido varias veces (v. por ej. Hispania, publ. by the American Association of Teachers of Spanisch, I, 1918, pág. 3). y al fin fue abandonada por la Academia, adoptando el nombre de lengua española para la edición de su Diccionario, que apareció en 1925.
     (3) Estas formas como *acutiare, deducidas de la comparación de los romances (y en este caso, además, de la existencia del substantivo acutiator), las cuales, por muy seguras que sean, siempre son hipotéticas, se suelen marcar con asterisco, y asi se hará en el resto de este Manual. También se marcarán con asterisco las formas hipotéticas del español que se suponga que existieron.
      (4) La forma octuber no es hipotética, pues se lee en una inscripción de Pamplona del año 119 y en otras de diversas provincias (véase CARNOY, citado en la nota siguiente, pág. 64). Algunos, para explicar el español ochubre, suponen la base *octobrius, poco aceptable fonéticamente. Salvioni explica la u del sardo meridional o campidanés nuu por influencia del infinitivo annuari explicación que ciertamente podría extenderse al espa ñol; pero este cambio de la o protónica en u es esporádico, y esporádico también el reformar las formas fuertes del verbo sobre las débiles, por lo cual es dificil admitir esta explicación para la u de nudo, dada la coíncidencia del sardo. catalán y espalñol.
      (5) A. CARNOY, Le latin d'Espagne d'après les inscriptions. Étude phonétifque, Bruxelles, 1906. No se halla en este latín rasgo ninguno de los que caracterizan  esencialmente el romance español.
      (6) «ex arbore ilicina» en una inscripción romana del siglo I. Corpus Inscript. Lat. VI, 2065.
      (7) DIEZ; Etym. Wörterb5, 441 supone *commatercula, que hubiera dado *comadiercha. Claro es que el diminutivo pudo también sel for mado ya en romance, directamente sobre la voz comadre.
      (8) Acerca de los grupos de consonantes en voces cultas véase R. J. CUERVO, Disquisiciones sobre antigua ortografía y pronunciación castellanas, II, en la Revue Hispanique, V. 
     
(9) E. HÜBNER, Monumenta lenguae ibericae, Berlín, 1893.-H. SCHUCHARDT, Die iberische Deklination, Sitzungsber. der K. Ak. Wien, tomo CLVII, 1907; y Baskisck und Romanisch, Halle, 1906 .-J. SAROÏHANDY, Vestiges de phonétique ibérienne en territoire roman, en la Revista Internacional de Estudios Vascos, VII, 1913, págs. 475-497.
    (10) Véase R. MENENDEZ PIDAL, en la Revista de Filología Española, V, 1918, Sobre las vocales ibéricas , ę y o(o con cedilla) en los nombres toponímicos.
     (11) Para esta influencia véase A. MEILLET, en el Bulletin de la Societé de Linguistique, XXVIII, 1928, pág. 170, y XXIX, pág. 153; V. BERTOLDI, Problèmes de Substrat. en el Bull. de la Soc. de Ling. XXXII, 1931, página 119, con los demás autores que cita en la nota 3. La idea del influjo del substrato tarda en difundirse. J. ORR, F > H Phénomène ibère ou roman, en la Revue de Linguistique romane, XII, 1936, págs. 10-35, apoyado principalmente en ingeniosaas etimologías toponímicas, cree que f- > h. es de origen latino y que se practicó en el norte de Galia, lo mismo que en Cantabria y en Gascuña, pero que de allí se desterró por influjos eruditos posteriores. Debe limitarse el problema a los dialectos donde el fenómeno ha tenido viabilidad.
    (12) Véase R. MENÉNDEZ PIDAL, Sobre el substrato mediterráneo occidental, en la Zeitschrift für romanische Philologie, LIX, 1938, páginas 189-206.
    (13) Es raro hallar u en gruta, zumo, husmear, pulpo (italiano grotta, polpo; logudorés grutta, pulpu; piamontés cruta, languedociano pourpre). Véase MEYER-LÜBKE, Gram., I, § 17.
    (14) Para los nombres propios, poco estudiados en Castilla, León y Aragón, véanse P. A. D'AZEVEDO, Nomes de perssoas e nomes de lugares, en la Revista Lusitana, VI, págs. 47 y sigs.; W. MEYER-LüRKE, Die altportugiesischen Personennamen germanischen Ursprungs; en Sitzungsber. Akad. in Wien, Phil.-hist. Klasse, tomos 149° (1904) y 184° (1917); J. JUNGFER, Über Personennamen in den Ortsnamem Spaniens und Portugals, Berlin, 1902; G. SACHS, Die germanischen Ortsnamen in Spanien und Portugal, Jena, 1932.
    (15) Debió haber existido cruce de género gramatical y de significado entre el germánico bŭrgs, femenino, 'ciudad, castillo', y el griego πύργος;, masculino, 'torre, ciudadela'; los derivados románicos todos son masculinos como el latín burgus, pero vacilan en la vocal acentuada, unos con o, que es la vocal germáníca, ital. borgo, prov. borc, y otros con u.
    (16) Véase para todo este párrafo E. GAMILLSCHEG, Historia lingüística de los visigodos, en la Rev. de Filología Española, XIX, 1932, páginas 117-150; y en su Romania Germanica, I, Berlín, 1934, págs. 297-398, el capítulo Die Westgoten.
    (17) Véanse Grundriss, de GRÖBER, I, pág. 37°, § 44; MEYER-LüBKE, Gram., II, págs. 27 y 539 inic., y JAKOB JUD, Recherches sur la genèse et la diffusion des accusatifs en  -AlN et en -ON, Halle a. S., 1907.
    (18) R, DoZY y W. ENGELMANN, Glossaire des mots espagnols et port. derivés de l'arabe. Leyden, 1869.-L. DE EGUILAZ, Glosario etimólógico de las palabras españolas de origen oriental, Granada, 1886. - A, STEIGER, Contribución a la fonética del hispano-árabe y del arabismo en el íbero romá nico y el siciliano, Madrid, 1932 (Anejo XVII de la Revista de Filología Española),-J, OLIVER ASIN, Origen árabe de rebate, 1928.
    (19) Falta un estudio histórico de conjunto acerca de los galicismos. Para el galicismo moderno véanse RAFAEL MARÍA BARALT, Diccionario de galicismos, 1890. y H. PESEUX  RICHARD, Quelques remarques sur le .«Diccionario de galicismos de Baralt», en la Revue Hispanique IV, 31. Para el galicismo medieval hay un estudio histórico de J. E. DE FOREST, Old french borrowed words in the old spanisch of the twelfth and thirteenth centuries, en la Romanic Review, VII, 1916, págs. 369-413 (reseña de A. CASTRO, Rev, de Filol. Esp., VI, 1919, págs. 329-331).
    (20) Véanse C. MICHAELIS  DE VASCONCELLOS, en la Miscellanea Caix Canello, pág. 152, y GONÇALVES VIANA, Revue Hispanique, X, 610.
    (21) Véase CUERVO, Apuntaciones, 1909, § 398.
    (22) Sobre los americanismos véase el Diccionario etimolójico de las voces chilenas derivadas de lenguas indijenas americanas», por el Doctor  RODOLFO LENZ, Santiago de Chile, 1904-1910. donde se hallará una bibliografía critica de obras similares.-R. J. CUERVO, Apuntaciones Críticas sobre el lenguaje bogotano6, 1914. págs. 656 y sigs.-P. HENRIQUEZ UREÑA, Palabras antillanas en el Diccionario de la Ácademia, en la Revista de Filol. Esp., XXII, 1935, pág, 175.-E. TEJERA, Palabras indígenas de la isla de Santo Domingo, Santo Domingo, 1935 -G. FRIEDERICI, Hilfswörterbusch für den Amerikanisten, Halle, 1926. -R. LOEWE. Über einige europáische Wörter exotischer  Herkunft, en la Zeit. für vergleichende Sprachforshung, LX, pág. 144, y LXI.-pág, 37. Göttingen, 1933.- M. L. WAGNER, Amerikano-Spanish und Vulgärlatein, en, la Zeit. für  rom. Philol., XL, 1920, págs. 286 y .385. traducido en las «PublicacIones del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires», I,1924.

 

 MANUAL DE GRAMÁTICA HISTÓRICA ESPAÑOLA   
 Ramón Menéndez Pidal

Capítulo I
ESPASA CALPE, S.A.
MADRID 1977


 

 Con  el Renacimiento se da carta de naturaleza a lo que se venía gestando: la dignificación de las lenguas vulgares. Es Antonio de Nebrija (1444- 1522) el que introduce definitivamente la ciencia filológica en España con su Gramática.   Interesante el Prólogo de dicha Gramática.

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