Logroño. Torres de la iglesia de Santa María de Palacio, con la torre de aguja piramidal románico-ojival del siglo XIII.

 Señores contra labradores :
el malhechor-feudal en la literatura
 

 Salustiano Moreta 

Detalle de la portada de la iglesia de San Bartolomé  (siglo XIV) Logroño.

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 "Los omnes soberbiosos que roban mezquinos,
Que les quitan los panes, así facen los vinos"

 
"
malhechores-feudales "

 

     No podemos, tanto por falta de capacitación profesional como por los límites temáticos del propio ensayo, plantear y discutir en este capítulo cuestiones y problemas semánticos y de lexicología, ni detenernos a considerar la naturaleza y el significado del hecho literario, pese a reconocer que cuanto más se profundice en el conocimiento del ámbito propio y relativamente autónomo de las estructuras y de las realidades lingüísticas o literarias, en su compleja hetereogeneidad, tanto más se avanzará en el conocimiento de las realidades históricas. No vamos, por consiguiente, a analizar la especificidad, necesaria y radicalmente histórica, de la producción literaria de Castilla medieval.
     Hemos concretado el campo de observación y experimentación en la producción y en los discursos «poéticos» del siglo XIII y de la primera mitad del siglo XIV -en los «literarios» en prosa, si se exceptúan las Crónicas como discursos «históricos», apenas si hemos encontrado los términos buscados: «malfechor», «malfecho», «malfetría». Pese a la problemática de todo orden que implica la utilización y el recurso a los textos del mester de Clerecía, no hemos podido resistirnos a transcribir y comentar aquellos fragmentos que, a nuestro entender-, pueden aportar ciertas precisiones y detalles distintivos y significativos, no exentos de interés, aunque su valor sea limitado, para progresar en la caracterización de los malhechoresfeudales. Podemos afirmar, después de examinar con atención la casi totalidad de los textos poéticos publicados, que los autores del mester de Clerecía utilizaron relativamente poco los términos en cuestión. Conviene advertir, antes de proceder al estudio de los textos seleccionados -sin ánimo de entrar en la valoración de las obras de que proceden ni si tales textos trasmiten sólo el concepto que del malhechor-feudal tenían las clases socialmente dominantes, los señores feudalesque estamos delante de unos discursos poéticos cultos. Tampoco podemos olvidar, aunque no desarrollemos en qué consiste y cómo se realizaba la función social de la producción poética del mester de Clerecía, su interrelación con la matriz específica de la ideología feudal dominante. 

 

5.1  Los caballeros de "mala conoscencia": Berceo

     Salvo opinión en contra, parece que fue Berceo el poeta de nombre conocido que inauguró e introdujo en la escritura en lengua castellana la palabra «malfechor». Al describir el poeta riojano la «Historia de los Votos» en la Vida de San Millán, en la secuencia que narra los pecados, angustias y tribulaciones de los cristianos en la primera mitad del siglo X, escribió: 


Por culpa de cristianos que eran pecadores,
eran unos a otros malos e malfechores,
non queríen mejorarse de sus malos errores (366) 

 

     Al no existir otra concreción o connotación social aparte de la de «cristianos», el término «malfechores» no caracteriza, en absoluto, a un tipo determinado de malhechor. El poeta se limita a describir una situación conflictiva y unas relaciones antagónicas entre cristianos calificados por igual y en conjunto como «malos e malfechores». Por fortuna, en la abundante obra del emilianense se encuentra, cuando menos, otra vez la palabra malfechores, dos veces el vocablo malfetría, y algún otro texto en el cual, aunque no figure la voz, se define y materializa al malhechor-feudal. Esto Último, por ejemplo, sucede en la estrofa siguiente de los Signos del Día del Juicio:

Los omnes soberbiosos que roban mezquinos,
Que les quitan los panes, así facen los vinos,
Andarán mendigando corvos como encinos:
Contecerá eso mismo a los malos merinos (45)


     Subrayemos la contraposición soberbiosos/mezquinos y obsérvese su paralelismo con las oposiciones poderosos/pobres et flacos y mayores/menores de Las Partidas, y personas de mayor guisa/ menos guisa del Fuero Juzgo, comentadas en el capítulo anterior. ¿ No podrán interpretarse los versos de Berceo en el sentido de que los «soberbiosos», los hombres pertenecientes a las clases superiores, roban --cometen «malfetría»-- a los «mezquinos», a las personas de las clases más bajas? ¿Acaso no admite el poeta la posibilidad de que los merinos se conviertan en malhechores ?
     En la Vida de Santo Domingo, en el relato del último milagro obrado por el Santo taumaturgo después de muerto, aparece el término «malfechores» en el siguiente contexto. Berceo sitúa la acción en tiempos de Alfonso VI, entre Hita y la «villa» de Guadalajara «ribera de Henar». En Hita existía un fuerte y sólido castillo que había sido entregado «a mandado» por el rey, aunque no se precisa a quién. La «villa» de Guadalajara, todavía en manos musulmanas, con todas sus «aldeas», servía a Alfonso VI. Sucedió que en cierta ocasión caballeros de Fita de mala conoscencia (736 a) llevaron a cabo una «cavalgada» sobre Guadalajara y causaron grandes daños: 

Cuando en la mañana exíen a la labores,
dieron salto en ellos essos cavalgadores,
mataron e prendieron muchos de labradores,
de cuanto lis fallaron non fueron más señores (738) 

     Alfonso VI considerando a todo el «concejo» de Hita como al ladrón y destructor de «su pueblo» -recuérdese la idea del «pueblo» robado por los «príncipes» contemplada en el Fuero Juzgo, 2, 1, 5- procederá de manera airada contra él: 

Mandolis que li diesen todos los malfechores;
si non, terníe que todos eran consentidores,
alcanzaríen a todos los malos desabores,
ríen por una regla justos e pecadores (742) 

     Las estrofas siguientes nos describen las reacciones y el comportamiento del concejo de Hita con los «caballeros malfechores». Parece pertinente su transcripción literal por los datos que aportan para una mejor definición del malhechor.feudal: 

Cuando fueron las cartas en concejo leídas,
temblaron muchas barbas de cabezas fardidas,
algo daríen que fosen las paces bien tenidas,
daríen de sus aberes bien las cuatro partidas.

El concejo de Pita, firme e aforzado,
non osó traspasar del rey su mandado,
que fuesen a concejo fo el pregón echado,
foron a poca d'ora todos en el mercado
.

Ovieron un acuerdo los mayores e menores,
los padres e los fijos,vasallos e señores,
metieron en recabdo a os cavalgadores,
tomaronlis cablievas e bonos fiadores (743-45)

     En esta ocasión el concejo desenmascara a los «malhechores-cavalgadores», los cuales serán encarcelados en espera de su ejecución. Entre los «malhechores-cavalgadores» había uno que estaba exento de pechar -«que nunque dio nul pecho», 732 c-, «por quis guiaban otros e facíen su mandado» (747 b), y que «era tenudo por omne derechero» (748 c). Evidentemente se trataba de un noble, el cual sería liberado por el santo:  

Mas que Santo Domingo sacó al caballero,
no es esto dubda, so bien ende certero,
mas de los otros presos el judicio cabero,
yo no lo oí nunqua por sueños ni por vero (753) 

    En los Milagros de Nuestra Señora emplea Berceo la palabra «malfetría» en los milagros décimo y décimo octavo. En el milagro de «Los judíos de Toledo», la crucifixión simulada de Cristo por la comunidad judía es considerada como «malfetría» (424 d). Nosotros no estudiamos a semejantes malhechores. Más clarificador para nuestros propósitos, respecto a la determinación del malhechor-feudal, es el milagro de «Los dos hermanos». Cuenta el poeta riojano que en la ciudad de Roma vivían dos hermanos: «el uno era clérigo, et otro podestat» (236 d). El de condición podestat es el que aquí nos interesa por ser el principal protagonista del milagro y por tratarse de un noble perteneciente como ricohombre a la alta nobleza. Este es el retrato que de él hace Berceo: 

Esteban avie nomne el secundo ermano,
Entre los senadores non avie más lozano,
Era muy poderoso en el pueblo romano
Avíe en prendo prendis bien usada la mano.

Era muy cobdicioso, queríe mucho prender ,
Falsaba los judicios por gana de aber,
Tollielis a los omnes lo que lis podíe toller,
Más preciaba dineros que justicia tener .

Con sus judicios falsos de los sus paladares
A Sant Laurent el martir tollióli tres casares:
Perdió Sancta Agnes por él bonos logares,
Un huerto que valie de sueldos muchos pares (238-40)
(238-46. Subrayamos nosotros.)

     Cuando Esteban muere los santos le vuelven las espaldas y 

Dios el nuestro señor, alcalde derechero,
Al que non se encubre bodega nin cellero,
Dijo que esti omne fuera mal ballestero:
Cegó a muchos omnes, non a uno señero.

Deseredó a muchos por mala vocería,
Siempre por sus pecados asmó alevosía,
No merece entrar en nuestra compañía,
Vaya yacer con Judas en esa fermería (244-45) 

     Sin embargo, mediante la intercesión de San Proyecto de quien Esteban había sido muy devoto resucitaría durante treinta días para «que pueda mejorar todas sus malfetrías» (258 b). Al final moriría «con bendición», aunque a nosotros nos basta con saber que el llamado Esteban había sido en vida un hombre muy poderoso que ocupó un alto cargo -«potestades llaman en Italia a los que escogen por regidores de las villas et de los grandes castiellos», Partidas} 2, 1, 13-, que robaba a los hombres cuanto les «podía toller» sin pararse a respetar las posesiones de la Iglesia, y que falseaba los juicios -rememórese lo que dicen Las Partidas, 7, 10, 6, sobre el comportamiento y la actuación de los «poderosos» en contra de «pobres et flacos» en los procesos judiciales.
     En otra importante colección de milagros del siglo XIII, las Cantigas de Santa María, de Alfonso X, se retrata, también, a otro cavaleiro malfeitor. Merece la pena reproducir los siguientes ve.rsos de la cantiga número cuarenta y cinco: 

E desta guisa aveo / pouc a un cavaleiro
fidalg e rico sobejo / mas era brav e terreiro,
sobervios e mal creente, / que sol por Deus un dieiro
non dava, nen polos Santos, / esto sabed en verdade.

Aqueste de facer daño / sempre ende traballava,
e a todos seus vezyos / feria e deostava;
sen esto os moesteiros / e as igrejas britava,
que vergonna non avia / do prior nen do abade.

E todo seu cuidad'era / de destroir los mesquyos
e de roubar os que yan / seguros pelos camyos,
e per ren non perdoav'a / molleres nen a menyos,
que ss' en todo non metesse por de mui gran crueldade.

     El «caballero-malhechor» de las Cantigas es hidalgo y rico, hiere y maltrata a sus vecinos, destruye a los «mezquinos» -Berceo hablaba de los «omnes soberbiosos que roban mezquinos»- y asalta a los caminantes. 

 

 5.2 Los estragadores de tierras y gentes: Del Poema de Fernán González al Poema de Alfonso XI y mención del Libro de Buen Amor 

     Se componen estas tres obras de clerecía entre los años 1250 y 1348. Pese a que en ellas aparecen pocas veces los términos «malfechor» y «malfetría», aportan algunos datos importantes para progresar en la definición del malhechor-feudal.
     En el Poema de Fernán González, obra en la que «la presencia del soplo vivo de la épica popular ocupa una gran parte» (nota 1, Zamora Vicente, introducción al Poema de Fernán González, pág. x.), se repite varias veces el término «malfecho» -213 a, 219- con el significado de 'mal', 'daño'. Pero no nos sirve en relación con nuestros propósitos respecto al malhechor-noble. Sí que es interesante lo que el poeta anónimo dice al describir la situación social de «España» en tiempo de los godos: 

Vesquían de su lacerío todos los labradores, 
las grandes potestades non eran robadores,
guardaban bien sus pueblos com leales señores,
vesquían de sus derechos los grandes e menores (e. 39) 

     De acuerdo con el contexto no cabe duda de que el supuesto monje de San Pedro de Arlanza está comparando dos situaciones sociales bien distintas, referidas a dos momentos históricos: por una parte, la situación existente durante la monarquía visigoda bajo cuyo mandato las «potestades non eran robadores», guardando bien «sus pueblos»; de otra, la situación de la cual el poeta es testigo directo y que, posiblemente, es bien distinta. El anónimo autor del Poema de Fernán González cuando habla de las grandes potestades/robadores nos recuerda la figura del podestat que, descrita con humor realista por Berceo, «avíe en prendo prendis bien usada la mano».
     El Libro de Buen Amor nos sitúa ya a mediados del siglo XIV. En el mismo se considera «malfetría» al hurto (325 d) y del ladrón habitual se dice que «usó su malfetría» (1462 b). Creemos que no se utiliza la voz «malfechor», aunque quizás Juan Ruiz, sin que esto presuponga entrar en problemas lingüísticos o de sociología de la creación literaria, ha caracterizado al malhechor-feudal en la alegoría de don Carnal. Personaje «poderoso», «emperador», el cual dispone y puede movilizar importantes mesnadas de gentes muy bien armadas: «peones», «ballesteros», «caballeros», «escuderos» e «infanzones» (1080-87). En las cartas de Santa Cuaresma se dice: 

Sepades que m'dexieron que ha cerca de un año
que anda don Carnal sañudo, muy estraño,
astragando mi tierra, faciendo mucho daño,
vertiendo mucha sangre: de lo que más me asaño (1070)


Decilde de todo en todo que de oyen siete días
la mi persona misma e las compañas mías
iremos pelear con él e con sus porfías:
creo que no s'nos tenga en las carnicerías (1072)

     Después de triunfar sobre doña Cuaresma y cometer toda suerte de «carnicerías», don Carnal, soberbio y jactancioso, recorre CastilIa: 

Posó el emperante en sus carnicerías,
venienle a obedecer villas e alcarías ;
dijo con gran orgullo muchas bravas grandías.
Comenzó el fidalgo facer caballerías,
matando e degollando e desollando, reses
dando a cuantos veníen: castellanos e ingleses
todos le dan dineros, dellos le dan torneses.
Cobra cuanto ha perdido en los pasados meses (1223-24)

     ¿Significan estas alusiones al dinero que el malhechor-feudal ha ampliado sus acciones depredadoras a los medios urbano-burgueses? ¿ Cómo se explica que don Carnal sea recibido con alegría y alborozo por «carniceros», «triperos» y «pastores»? (1212-13).
     En el Poema de Alfonso XI, el cual según ciertos autores constituiría «la última manifestación del imperialismo clerical sobre los cantares de gesta» (nota 2 :Claré, Chevalier, Le moyen age espagnol, pág.100), no hemos encontrado ni una sola vez el término «malhechor». Sin embargo, acaso como en ningún otro, en él se describe con claridad la figura del malhechor-feudal, se dan los nombres propios de algunos nobles-malhechores y se refieren algunas de sus actividades como tales malhechores. Por otra parte, alude a determinadas circunstancias y situaciones político-sociales de Castilla que en su momento deberán considerarse para explicar el fenómeno del malhechor-feudal: la prolongada minoría de Alfonso XI; las violentas y cruentas luchas internobiliarias coincidiendo con las múltiples e intercambiables tutorías del rey niño; la crisis económica y, sobre todo, social de la primera mitad del siglo XIV. Explícitamente relata el Poema de Alfonso XI que los «señores» y los «tutores» procedieron como genuinos y terribles malhechores durante la larga minoría del monarca: 

En este tiempo los señores
corrían a Castilla,
los mezquinos labradores
pasaban gran manciella :
los algos les tomaban
por malo por codicia,
las tierras se hermaban
por mengua de justicia (72-73).
... ... ... ... ... ... ... ... ...
Los tutores a las tierras
se fueron cuanto podían,
no dejaron facer guerras
bien así como solían.
Cada! día aces parando,
astragando los menores,
las tierras robando,
matando los labradores,
despechando mercaderos;
non se querían avenir
e mataban los romeros
que venían a Dios servir (80-82) 

     Ante tan lamentables circunstancias y sin esperar a que el rey haya salido de su minoría «los labradores» se quejan al monarca y protestarán con firmeza contra los atropellos, robos y crímenes de los tutores. Incluso amenazan con abandonar sus tierras y huir de Castilla si no se ponía remedio a su durísima situación social: 

Estando en su estrado,
rico e bien paresciente,
dexieron: 'Señor onrado,
acorred a vuestra gente.
Nos somos labradores
del mundo desamparados,
de los vuestros tutores
muy mal somos estragados.
Córrennos de cada día,
que parescer non podemos ;
a Dios pesar debía
del mal que padecemos
Tómannos los aberes
e fácennos mal pesar;
los fijos e las mujeres
piensan de los cativar.

Puercos e vacas e ovejas
todos roban f [] des;
non nos valen eglesias
mas que fuésimos puercos (91-951 

 

     Es tal la explotación y la opresión del campesinado por parte de los nobles más poderosbs de Castilla que los míseros labradores consideran que su degradada existencia es similar a la de los animales más despreciables. Para que no se piense y crea que la situación descrita por el autor del Poema de Alfonso XI es puramente imaginaria, acaso sea oportuno transcribir ahora, sin perjuicio de que se analice más tarde al estudiar el malhechor-feudal en los cuadernos de Cortes, un texto mucho más técnico tomado de las Cortes de Valladolid de 1322: 

Otrosí a lo que me pedieron que si ricos ommes o infanzones o caballeros o otros ommes poderosos an fecho algunos males así commo en cercar algunas villas o los lugares del rey o en robar o en quemar o en toller panes o viñas o otras cosas de las villas e de los lugares del rey... Et si daquí adelante venieren a cercar o a facer mal en cualquier manera a las villas e logares del rey de aquellos que son de mi tutoría o de los que son de otra tutoría o otros cualesquier, que los ampare e los defienda porque el servicio de nuestro señor el rey sea guardado (pág. 363). 

     Cuenta el Poema de Alfonso XI que cuando a los catorce años Alfonso XI fue declarado mayor de edad y comenzó a reinar, procedió en contra de los nobles-malhechores, destruyendo sus «casas fuertes» (152-56), y además: 

Mató luego los robadores
asesegó sus regnados,
envío a los sus tutores
grandes cartas con mandados. (157)

     Pero no todos los tutores se someterían voluntariamente. Así lo indica el poeta con palabras que pone en la boca del mismo rey: 

A mi todos miedo me han,
tiénenme por natural,
salvo si es don .Johan
que quiso siemple mi mal
e me fizo crua guerra
con poder de robadores,
estragome la mi tierra,
matome mis labradores (229-30)

     ¿Quién es este individuo que «con poder de robadores», es decir, con bandas de malhechores estraga las tierras y los pueblos de Castilla y mata a sus labradores? No es otro que don Juan el Tuerto, tutor del rey y uno de los miembros más poderosos y notables de la alta nobleza castellana. «Lobo de la montaña» le llama el poeta (245 c). El rey terminará ordenando su ejecución y don Juan morirá tal como había sido profetizado por Merlín (241-242).
     Alfonso XI dictará sentencia de muerte y ejecutará a otros muchos malhechores-nobles: 

Mató luego los mayores
que solían andar robando e
fuéronse los menores
por aquesto castigando. (268) 

     Pero aunque se eliminó a un número considerable de malhechores-feudales y se destruyeron muchas de sus fortalezas y castillos, el fenómeno de la nobleza-malhechora no fue erradicado, puesto que, en definitiva, su existencia dependía y respondía a un conjunto de determinantes sociales objetivos, sobrepasando el protagonismo y las posibilidades, en cualquier caso limitadas, del rey. Otro poderosísimo y turbulento sujeto, don Juan Núñez de Lara, y no es más que un ejemplo entre muchos, proseguirá y superará los horrores de don Juan el Tuerto:

Castilla anda robando
don Juan Núñez de Lara
Corridas vos ha las tierras
e mata vos los labradores
a Campos face guerras
con poder de robadores (461, 62) 

     Al estudiar el malhechor-feudal en la historiograffa medieval, se volverá sobre tan nefastos personajes. 

 

5.3 Acotaciones 

     Es indudable que el prototipo de malhechor configurado a partir de la depuración de los textos literarios de los siglos XIII y XIV coincide, en esencia y en sus rasgos más fundamentales, con el concretado desde los textos jurídicos de la misma época. Sin embargo, los discursos «literarios» aportan una serie de precisiones y matices que es pertinente subrayar. Cotejando los datos de ambas fuentes se observa lo siguiente: 

     .  Analogía respecto al significado más amplio y general de los términos «malfechor» y «malfetría». Tanto en los textos jurídicos como en los literarios se utilizan a veces como sinónimos de «delincuente» y «delito», respectivamente. Como mera posibilidad, el malhechor puede proceder de cualquier clase social y la «malfetría» es un delito sin más. 

     .  Lo mismo que en las fuentes jurídicas, también en las literarias son más numerosos los ejemplos en los cuales las palabras «malfechor» y «malfetría» aparecen asociadas a otros términos que precisan la condición social de los malhechores -«podestat», «caballero», «tutor», etc.y de sus víctimas -«labradores», «mezquinos», etc.-, que los casos en que se encuentran en un contexto social neutro desde la perspectiva de las clases sociales. 

    .  Analogía en cuanto a la delimitación de una jerarquía de malhechores-feudales. Según las fuentes jurídicas podían ser malhechores los «príncipes», los «ricos hombres», los «hidalgos», los «caballeros» ; según las literarias, los «tutores» del rey, las «potestades», los «hidalgos», los «caballeros». Parece lógico imaginar que en el primer tipo de fuentes los términos tendrían un contenido y un significado más precisos y una utilización más técnica que en las obras poéticas. Pero en cualquier caso, a partir de los testimonios jurídicos y literarios quedan perfilados como malhechores los grupos básicos de la pirámide jerárquico-feudal de Castilla: tutores, potestades, ricos hombres, hidalgos y caballeros (Nota 3 :  El término potestades representa, según Carlé, las más elevadas gradaciones de la jerarquía nobiliaria medieval (Infanzones e hidalgos, pág. 56). En los sigloS XIII/XIV se entiende por ricos hombres a quienes integraban la gran nobleza de Castilla. Ellos eran los grandes propietarios feudales, titulares de «señoríos solariegos susceptibles de concesión feudal», representantes de «la parte señorial en la relación feudo-vasallática o dependencia de carácter noble» (Clavero, Behetría, 1255-1356, pág. 208, n. 16). Los hidalgos formaban parte de la nobleza inferior castellana. El término caballero «va adquiriendo una extensión denotativa que abarca múltiples condiciones sociales y personales reunidas por una misma nota excluyente: no ser «villano» económica, jurídica ni moralmente» (Blanco-González, Del cortesano al discreto, página 24). Este último autor ha analizado el uso y el significado de los términos «rico hombre», «hidalgo» y «caballero» en la literatura castellana medieval y afirma que «es evidente que, poco a poco, la idea de «caballero» se va apoderando de la connotación de nobleza, lo que ya ocurre en Las Partidas, y llega a abarcar desde lo más humilde hasta lo más elevado, y que queda relegada la «hidalguía» a los ámbitos de la nobleza rural más modesta» (op. cit., pág. 32).

     .  Según las fuentes jurídicas las víctimas de los malhechores-feudales eran, sobre todo, el «pueblo», los «menores», los de «menor guisa», los «pobres et flacos» en general. Paradójicamente los poetas precisan aun más y dejan bien claro que los principales perjudicados son los campesinos. El noble-malhechor roba y mata primariamente a los «labradores», a sus mujeres e hijos. También asalta a mercaderes, peregrinos e iglesias, pero eran los campesinos quienes según todos los síntomas conocían con más frecuencia y rigor las acciones vandálicas del malhechor-feudal. 

     .  Los discursos «poéticos», subrayémoslo, pues de nuevo se volverá sobre esta idea, caracterizan al malhechor-feudal como a un caudillo de malhechores: quienes, de acuerdo con Berceo, asaltaron Guadalajara y sus aldeas iban encabezados y por «mandado» de un «caballero», por el cual se «guiaban otros»; don Carnal estraga la tierra rodeado de «peones», «ballesteros», «caballeros», «escuderos» e «infanzones»; don Juan el Tuerto y don .Juan de Lara destruyen los campos y matan labradores «con poder de robadores».

 

 

Malhechor-feudal y feudalismo en Castilla (2)

Quienes son los malhechores-feudales ?

      ¿Por qué no definir desde un principio el fenómeno cuyas manifestaciones, concreciones y caracteres en el reino de Castilla, desde la segunda mitad del siglo XIII hasta mediados del siglo XIV, más o menos, vamos a intentar historiar? Comenzar por una definición de la expresión malhechor-feudal podría contribuir a paliar bastantes malentendidos y equívocos; un concepto de mahechor-feudal, aunque sea provisional puede constituir una hipótesis inicial para ensayar y tratar de verificar en el marco de la realidad histórica de Castilla medieval. Pensando en una finalidad teórico-práctica parece conveniente, en el mismo momento de iniciar el trabajo, avanzar una definición de los malhechores-feudales; la delimitación conceptual puede ser la clave metodológica que permita ubicar al malhechor-feudal en el terreno teórico e histórico más adecuado. Lo deseable sería poder elaborar un concepto tal de malhechor-feudal que comprendiese la totalidad de sus elementos básicos y sus múltiples incidencias en los diversos niveles de lo histórico. Confiamos en que de alguna manera este mismo trabajo u otros, si llegan a realizarse, manifiesten el grado -o su falta- de rigor teórico de la definición que ahora, sin otros preámbulos, avanzamos.
     En el presente ensayo entendemos por malhechores-feudales a todos aquellos individuos que, pertenecientes a la clase feudal dominante en la formación económica-social de Castilla en los siglos XIII y XIV, emplearon la fuerza y la violencia en sus múltiples expresiones -desde el asesinato a las simples amenazas y coacciones, la violación, el robo, las correrías de expolio y rapiña, etc.- en contra de las demás clases e instituciones sociales, incluidos los miembros de la propia clase, como práctica habitual y no de las menos relevantes, para realizar determinados intereses individuales o globales de clase y, sobre todo, como reacción ante la primera gran crisis del feudalismo como modo histórico concreto de producción y de articulación de los elementos fundamentales de la formación económico-social de Castilla, al verse cuestionada la reproducción y correlación de las relaciones y fuerzas sociales tradicionales.
     Subrayaremos las que consideramos como las notas más esenciales de la definición. En primer lugar, la vinculación del malhechor-feudal a una clase social específica, a la nobleza como la clase dominante en el sistema de relaciones sociales objetivamente existentes. Quedan, por consiguiente, excluidos los otros malhechores, habituales o no, que no pertenezcan a dicha clase. El otro aspecto esencial de la definición es la práctica sistemática de la violencia contra las personas, clases e instituciones sociales. Lo específico de dicha violencia se halla en su inherencia, como condición de su existencia y de su realización, a la naturaleza intrínseca del feudalismo castellano. La violencia entre las condiciones de reproducción y entre los métodos para mantener e imponer la hegemonía económica, social, política e ideológica de la nobleza castellana; la violencia como materialización específica de la reacción de los nobles frente a los fenómenos más visibles e inmediatamente perceptibles de la crisis del orden feudal --catástrofes demográficas, retroceso de la producción, subida de precios y salarios, depreciaciones de la moneda, caída de las rentas feudales, etc.-; recurso a la violencia y a la fuerza por parte de los nobles con carácter determinante en la historia de Castilla en los siglos XIII y XIV. Suponemos que es innecesario explicitar que cuando se habla de ejercicio sistemático de la violencia por la nobleza castellana no se pretende afirmar que absolutamente todos y cada uno de los feudales la practicaban directa y personalmente. Parece obvio que no todos los nobles, individualmente considerados, fueron unos criminales, unos incendiarios, unos salteadores, etc.
     También nos interesa subrayar muy bien el hecho de que, porque ahora sólo hablemos de los malhechores-feudales en los siglos XIII y XIV, no pretendemos pronunciarnos sobre el momento preciso de su aparición en la sociedad castellana. Dado que nuestra intención no ha sido historiar el origen del fenómeno ni seguir su evolución hasta el siglo XIII, aquí no se analizan ni su existencia, ni su número, ni la naturaleza o intensidad de sus actividades con anterioridad a dicho siglo. Pero digamos de pasada que parece lógico presumir la existencia de malhechores-feudales y de «malfetrias» -aunque en los textos y en l,as fuentes no aparezcan los términos «malfechor» o «malfetría»-, desde el instante mismo en que existiesen señores feudales como tales. En realidad, si fuésemos rigurosos y consecuentes hasta el final en la aplicación de nuestra propia práctica teórico-metodológica, habría que contrastar y señalar dónde radica la especificidad del fenómeno de los malhechores-feudales y de la violencia del periodo de crisis del feudalismo castellano respecto a esos mismos fenómenos durante la época anterior de expansión del feudalismo. Pero ¿cómo hacerlo ahora si no conocemos ningún estudio sistemático sobre el malhechor y la violencia feudales en la época anterior a la crisis?
     En este ensayo se emplean, de modo indistinto e intercambiable, las expresiones «malhechor-feudal», «noble-malhechor» y «nobleza-malhechora». Al decir esto creemos que queda aclarado que el segundo elemento de malhechor-feudal -«feudal»- reenvía y se utiliza como categoría comprensiva y significativa de la clase feudal hipotéticamente dominante en la formación económico-social y en la estructura de clases de Castilla en los siglos XIII y XIV. Reincidiendo en el mismo espíritu inicial de este capítulo, evitar equívocos, y sin otra finalidad, trataremos de explicar el significado que se atribuye a «feudal» en la expresión malhechor-feudal (nota 1 : Prescindimos de íncluir una relación bibliográfica por estimar que cualquiera medianamente iniciado conoce la abundante, con frecuencia reiterativa, producción existente sobre la cuestión del feudalismo y sobre las características y limites de los estudios y análisis del feudalismo castellano.)
     Creemos que aún es válida la observación de Marc Bloch respecto a que «'feudal' y 'feudalismo' son términos curialescos; sacados del foro en el siglo XVIII por Boulainvilliers y luego por Montesquieu, han venido a ser etiquetas bastante inseguras de un tipo de estructura social bastante mal definido a su vez (nota 2 :  Introducción a la Historia, pág. 131.) Asumiendo los riesgos que cualquier simplificación supone y sin ánimo de detenernos en su discusión, diremos que las definiciones y nociones de feudalismo, hoy en uso, responden a dos concepciones fundamentales. El positivismo burgués limita el feudalismo a un conjunto de instituciones y de relaciones jurídico-políticas, a una forma específica de gobierno de los hombres, haciendo radicar su esencia en las «relaciones feudovasalláticas»; el materialismo-histórico, por su parte, estima que el feudalismo es esencialmente un «modo específico de producción». Según la historiografía liberal-burguesa el feudalismo se caracterizaría por la multiplicación de los vínculos de dependencia de hombre a hombre, base de una jerarquía social cuyos peldaños superiores correspondían a «una clase de guerreros»; por la fragmentación extremada y jerárquica de los derechos sobre la tierra y del poder público. De acuerdo con F. L. Ganshof, uno de los historiadores más citados y representativos de la concepción institucional-positivista, «el 'feudo', constituye, si no la pieza clave, por lo menos la pieza más notable en la jerarquía de derechos sobre la tierra que comporta este tipo de sociedad» (nota 3:  El feudalismo, pág. 21.), El historiador liberal-burgués considera el feudalismo como un fenómeno esencial y primordialmente jurídicopolítico, Por eso mismo, tal como ha indicado E, Lederer, la historiografía burguesa sobrevalora el análisis de los problemas superficiales de gobierno, de las estructuras y fórmulas legales, relacionados con la «clase dirigente», aunque no falten historiadores quienes, como Marc Bloch, tengan en cuenta las «fuerzas profundas» que se hallan debajo de la superficie de la llamada «sociedad feudal» (nota 4 : Feudalism as a Structure and Form of Society).
     Respecto al feudalismo castellano, dado que la historiografía oficial y academicista partió de los presupuestos teórico-metodológicos positivistas y de una idea jurídico-política del feudalismo, no se dudó en asegurar «sin riesgo de error, que el sistema feudal no alcanzó en los Estados de la Reconquista su completo desarrollo y que la estructura social y política de la mayor parte de la España cristiana nunca llegó a constituirse según las formas políticas de los Estados feudales» (nota 5 : Valdeavellano, Las instituciones feudales en Españá, pág. 231), En esta misma línea, a partir de la consideración del feudalismo como un fenómeno esencialmente político y superestructural, se formularía una distinción mixtificante entre régimen feudal y régimen señorial como categorías excluyentes y contrapuestas (nota 6.: Vid.: Valdeavellano, op. cit:.: Grassotti, Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla. Partiendo desde presupuestos positivistas, Moxó ha puesto de manifiesto algunas de las limitaciones de las causas y razones aducidas por los dos autores anteriores para mantener la no feudalización castellana. Sociedad, estado y feudalismo, págs. 193-202.).  Por fortuna la visión académico-oficial del feudalismo en general y del feudalismo castellano en particular resulta cada vez menos inapelable y su cuestionamiento crítico se halla en marcha, precisamente desde las perspectivas teórico-metodológicas derivadas -en unos casos simplemente invocadas y en otros asumidas directa y conscientemente, aunque con desigual acierto y rigor de la otra concepción del feudalismo: el feudalismo entendido como modo de producción... [...] (nota 7 :  Pese a no contar todavía con una sola monografía rigurosa sobre el feudalismo en Castilla analizado desde las categorías y métodos derivados de su consideraci6n como «modo de producción» se han publicado ya algunos trabajos y se van ensayando, poco a poco, ciertas observaciones y problemas que apuntan hacia esa dirección. Véase, por ejemplo: Clavero, Mayorazgo propiedad feudal en Castilla (1369-1836), págs. 60 y ss.; Señorio y hacienda a finales del antiguo régimen en Castilla; Valdeón, Prólogo al libro «El modo de producci6n feudal», de Akal, págs. 7-14; Sebastiá Domingo, Crisis de los factores mediatizantes del regimen feudal; Pastor de Togneri, Del Islam al Cristianismo, págs. 12 y ss.)

 

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MALHECHORES-FEUDALES   Violencia, antagonismos y alianzas de clases en Castilla, siglos XIII-XIV 
SALUSTIANO MORETA
 Ediciones Cátedra, Madrid 1978

 

 

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