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El patrimonio arquitectónico del monasterio de San Millán de la
Cogolla, de Yuso, carece de un estudio monográfico completo, donde
se establezcan con claridad sus caracteres originales, secuencias
cronológicas o relaciones e influjos estilísticos. Si bien fue
objeto de atención en la tesis doctoral de José Gabriel Moya
Valgañón, sobre la Arquitectura religiosa del siglo XVI en la Rioja
Alta, el desarrollo de las construcciones posteriores apenas ha sido
investigado 2, y carecemos, asimismo, de una obra de conjunto sobre
la arquitectura barroca en La Rioja. De modo que hemos de
conformarnos, por el momento, con estudios parciales de carácter
histórico-artístico y los trabajos de Constantino Garrán y del padre
Joaquín Peña, de ámbito histórico más variado 3, al margen de las
aportaciones documentales que sobre la construcción de este
monasterio han surgido desde distintas vías y campos de trabajo 4, u
obras de conjunto y enciclopedias sobre arquitectura españolas.
El interés suscitado por la arquitectura alto medieval de Suso,
así como por la riqueza del patrimonio documental del centro
cultural monástico de San Millán, ha producido un cierto vacío
historiográfico respecto a la implantación en el valle de la
comunidad benedictina que, teniendo una gran expansión territorial,
no deja huella material de este dominio. Desde luego, nadie ha
explicado la verdadera dimensión del Yuso medieval y tampoco la
monumentalidad del iniciado a comienzos del siglo XVI, empresa
constructiva gestada a partir del abadiado de don Pedro Sánchez del
Castillo (1477-1500), favorable a la reforma de las abadías de la
orden que haría a la de San Millán depender de la casa General de
Valladolid y sustituir el nombramiento perpétuo de abades por el de
cuatro años. Su valoración por el pueblo como el Escorial de la
Rioja, denominación tan antigua, al menos, como la época final de la
construcción de su configuración actual, a mediados del siglo XVIII,
parecía concederle tal importancia que hacía innecesario ahondar en
su conocimiento. Los estudios de este siglo parecen haberse
considerado suficientes para explicar el devenir del monasterio,
tanto en sus aspectos históricos como artísticos. Esta situación
queda en entredicho cuando, a finales del siglo XX, todavía no
existe respuesta clara a los interrogantes acerca de la arquitectura
y ubicación del monasterio benedictino, fundado en el siglo XI.
Estas preguntas se van haciendo más numerosas a medida que se trata
de analizar la arquitectura del monasterio que hoy conocemos. Las
respuestas no se encuentran en lo publicado hasta ahora, donde se
pone de manifiesto el total desconocimiento existente sobre esta
materia, suponiendo una demolición continuada de la construcción
medieval, al tiempo que se levantaba la actual, a comienzos del
siglo XVI. Bien es cierto que está por investigar una parte
considerable del fondo documental antiguo del propio monasterio. En
los últimos años se ha mostrado mayor interés por el estudio
diplomático y filológico, pero las fuentes manuscritas de época
moderna esperan ser analizadas convenientemente desde el punto de
vista histórico-artístico, tanto las conservadas en el Archivo del
monasterio, como las existentes en el Archivo Histórico de la
región, en el Archivo Nacional o en los de la Congregación de San
Benito y Real Chancillería de Valladolid. De igual modo, los
contenidos de las fuentes impresas de época moderna y contemporánea
tampoco han sido estudiadas pormenorizadamente, deslindando los
límites de lo devocional, lengendario, literario o histórico. Más
fácil es encontrar noticias de época medieval sobre la riqueza de su
patrimonio litúrgico, especialmente suntuosos relicarios, que del
edificio o lugar en el que eran custodiadas tales piezas. Si
exceptuamos la curiosidad de Jovellanos y Ceán al interesarse por
los edificios de San Millán de la Cogolla, poco aportan estas
fuentes sobre el continente o los espacios arquitectónicos en los
que se desarrollaba una intensa actividad comunitaria, en todas sus
vertientes (administrativa, sanitaria, literaria, agrícola, etc.).
Las reiteraciones han sido constantes tanto en la historiografía
antigua como en la actual. Porque podemos saber quiénes fueron sus
constructores, al menos muchos de ellos, quienes pintaron o
esculpieron, pero nada sabemos de la gestación y desarrollo de su
estructura, de su alma, de su razón de ser tal como es.
La declaración de Bien Patrimonio de la Humanidad de San Millán
de la Cogolla en diciembre de 1997, tal vez sirva para renovar el
interés por este conjunto arquitectónico y llenar los significativos
vacíos historiográficos que apuntamos. Con el ánimo de iniciar una
revisión sistemática de la investigación histórico-artística llevada
a cabo hasta ahora, este artículo tiene como objetivo destacar
algunas aportaciones históricas y acotar el marco de conocimientos
en el que nos movemos a la hora de estudiar actualmente la historia
de la arquitectura de San Millán de Yuso. Siendo la valoración de
Jovellanos la primera aportación a este estudio, iniciaremos un
recorrido por los edificios del monasterio, guiados por su diario y
apuntando los datos que ofrece la bibliografía actual, así como las
intervenciones de las que ha sido objeto y el estado de conservación
en estos momentos. Señalaremos también la estima de otros autores
por el mismo y el carácter de su reconocimiento como patrimonio
arquitectónico, sin pretender ser exhaustivos pero tratando de poner
de relieve lo mucho por conocer, revisar y conservar. Así mismo,
ofrecemos seis esquemas donde se dibujan las distintas fases
constructivas del monasterio que, siempre revisables, pueden ayudar
a ubicar cronológicamente las noticias que de él tenemos y las que
puedan salir a la luz a partir de ahora. En todos ellos se señala un
croquis general de los edificios actuales y se destacan en color las
obras efectuadas en cada fase (figs. 1 a 6)7. Se completan con otros
esquemas de referencia generales, uno de distribución de
dependencias y otro de las fases constructivas del monasterio (figs.
7 y 8).
Cuando Jovellanos visitó San Millán de la Cogolla en 1795 lo
primero que admiró en el monasterio de Yuso fue su entrada a través
de la plaza: «magnífica entrada; plaza ganada en la montaña,
sostenida de altos paredones con fuertes estribos y buenos remates»
8. Para entonces se habían acabado las obras de desmonte de la
ladera (-treinta pies- 8,4 m. aprox. ) y terraplenado del terreno
que ceñía por el norte los edificios, así como la cerca de sillería
o muro de contención con estribos de refuerzo, que fueron
proyectadas para evitar las inundaciones y el daño que las aguas
subterráneas producían en la cimentación y muros, en especial, de la
iglesia (ver fig. 1). Con anterioridad al inicio de esta empresa a
finales del siglo XVII, durante el abadiado de fray Baltasar Rubio (
1697 -1701 ), la imagen que ofrecía la entrada al monasterio era
muy diferente. Según relatará el abad Diego Mecolaeta (1737-1741),
el acceso se realizaba a través de dieciséis escalones de piedra que
descendían hasta el pavimento de la iglesia, desde el camino que
venía de la villa 9. Las obras se prolongaron hasta 1752, como
demuestra la inscripción que todavía puede leerse, (apenas visible
por efecto de la erosión), en un sillar situado sobre el tímpano del
arco de subida desde la plaza al nivel superior: «ACABOSE LA OBRA
DESTA PLAZA EN 20 DE 01- DICIEMBRE/DE 1752 DEO AUXILIANTE YPSI /
HONOR E GLORIA AMEN» (Iám. 1). Se vieron así cumplidos los deseos
del abad fray Anselmo Rubio quien, un año antes, en 1751 , manifestó
ante el Consejo del Monasterio que podría concluirse la obra del
«paredón de la plazuela» pues se hallaba el convento con medios para
ello 10 (Iám. 2). Por los mismos años se habían abordado
reparaciones en la pared maestra de entrada a la iglesia y en la
bóveda del coro alto, así como en las bóvedas de la galería situada
sobre la Librería, o actual Biblioteca, según se registra en la
relación de gastos del monasterio de 1750".
Es muy probable que en la planificación de estas obras
interviniera Juan Raón, pues a él se debe el proyecto anterior de
construcción en 1675 de dos estanques en la huerta oriental, de 50
pies de lado (14 x 14 m. aprox.), realizados por Fernando Cueto, y
de la cerca que separaba esta huerta, continuando la línea de la
cabecera de la iglesia hacia el norte, obra llevada a cabo por Juan
de Urrutia 12 (lám. 3). También proyectó Raón la puerta de acceso a
los estanques en la parte media de esta cerca, trabajo de cantería y
albañilería contratado en 1681 con Pedro de Larrazábal y José de
Villanueva,labrando (LÁMINA 4: Portada de la cerca oriental.) el
escultor Pedro de Oquerruri el relieve heráldico del tímpano y los
dos jarrones y una cruz que remataban el frontón (lám. 4). De igual
modo, Juan Raón fue el autor de los planos del edificio de la cámara
abacial (hoy Hostería de San Millán y, anteriormente, Colegio de la
Orden) que prolongará hacia el oeste el volumen del refectorio menor
(hoy Salón de la Lengua), situado en el ala sur del claustro, obra
iniciada por Larrazábal en 1678, encargándose de la rejería y
cerrajería Sebastián de Medina en 1679, año en el que Raón trazará
las azoteas del mismo 13 (Iám. 5). Este edificio se proyectó en
paralelo al de la mayordomía y portería, orientado también de este a
oeste e iniciado en 1659 14, creando un volumen que, partiendo del
ala norte del claustro, cierra la plaza de entrada por el sur, de
tal modo que, traspasada la puerta monumental del monasterio,
configura con el de la cámara abacial y el edificio occidental del
claustro una pequeña plazuela, denominada «de la Gallinería» y «de
los Leones», debido a la fuente que allí se dispuso 15 (hoy, patio
de entrada a la Hostería) (ver fig. 2). Se conserva un fragmento de
animal esculpido que pudo pertenecer a la misma, entre otras tazas y
pilas de fuentes (lám. 6). Cabe suponer que todo (LÁMINA 6:
Fragmento escultórico perteneciente a una fuente) el conjunto se
deba a un proyecto unitario, ideado, probablemente, por Juan Raón
quien se había establecido en Logroño en 1655, documentándose su
actividad desde 1652 a 169116.
Si la entrada a los edificios de Yuso fue del agrado de Jovellanos,
no podrá evitar expresar su disgusto ilustrado al contemplar la
portada de entrada al monasterio: «portada malísima, columnas
raquíticas por sus enormes capiteles, adornada de escultura
igualmente mala»17 (lám. 7). En efecto, el evidente aclasicismo del
diseño de la portada sorprende por su particular entendimiento de la
ornamentación, no sólo por los sobresalientes vuelos de los ábacos
de los capiteles corintios de las columnas del cuerpo inferior, sino
por la labra de cabezas y motivos vegetales y geométricos que
adornan los frisos y plintos. No supieron sus autores, el cantero
Pablo Basave, de Marquina, y el entallador Diego Lizárraga, de
Briones 18, enlazar con la sobriedad y clasicismo del resto de la
arquitectura del mismo edificio de la portería, de vanos adintelados
con molduras de orejas e impostas planas, y remate continuo en forma
de entablamento, con arquitrabe de bandas, friso dórico de triglifos
y metopas y cornisa moldurada. Según el traspaso del contrato de la
obra en 1659, Lizárraga labraría los capiteles, motivos, (LAMINA 7:
Portada de entrada al monasterio) el relieve del cuerpo superior,
representando a San Millán a caballo «sobre dos o tres cabezas de
moros», dos esculturas de reyes para las hornacinas aveneradas que
flanquean el vano de entrada y tres escudos. Por la disposición
actual de estos elementos, sólo un escudo, el de la Orden de San
Benito, se colocó en el remate central y las figuras de bulto de los
reyes se encuentran sobre los pedestales y jarrones que se alzan en
los extremos del cuerpo superior, habiendo quedado vacías las
hornacinas del inferior. La portada se sitúa bajo un gran arcosolio
que se corona con un frontón trapezoidal con pináculos y óculo en el
centro.
Nada comenta Jovellanos de la sencilla portada de acceso al
transepto norte, construida dentro del plan general de
reconstrucción de la iglesia, hacia 1626-1635 (ver fig. 3 y lám. 8).
Tampoco de la portada occidental de la misma, obra fechada por
inscripción en 1642, diseñada por Juan Bautista de Velasco y
ejecutada por Pedro Ezquerra de Rojas y Francisco de la Iglesia 19.
El pésimo estado de conservación de la portada norte, así como el de
la cerca oriental, se ha visto acrecentarse en los últimos veinte
años con gran rapidez. También el hastial occidental ha sido una de
las zonas más débiles de la iglesia (lám. 9). Fue reparada la pared
maestra de entrada a mediados del siglo XVIII, así como la bóveda
del coro alto 20. En 1966 se aprobó el proyecto de restauración del
arquitecto Manuel Lorente Junquera por el que se consolidaba la
bóveda del coro con un trasdosado de cemento armado y atirantado de
los arcos formeros, junto a obras de recalce en la cimentación del
muro de fachada y pilar norte del coro, a una profundidad de 3 m., y
otras de desmonte, colocación, engrapado y rejuntado de sillares
movidos 21. Hoy, esta misma zona se encuentra pendiente de la
continuación de las obras
que fueron iniciadas a comienzos de 1997, para una nueva
consolidación. Abordar trabajos de restauración sin suficientes y
exhaustivos informes previos, puede dar lugar , como en este caso, a
la paralización de obras por no haber sopesado con anterioridad la
incidencia en el bien inmueble del uso de unas técnicas, sobre
otras, dando lugar a un deterioro progresivo de aquellos otros
bienes que se ven afectados por las mismas obras (desmonte y
traslado de la sillería, protección de retablos y púlpitos, remoción
de altares, pilas bautismales y otro mobiliario, etc.) (láms. 10 y
11). Ello viene a demostrar que los informes técnicos nunca son
demasiados y todo lo que se invierta en los mismos economizará en
tiempo y dinero cualquier iniciativa de conservación del monumento.
La valoración de la iglesia es positiva en el Diario de
Jovellanos ( «muy buena arquitectura, gótico-moderna» ), siendo el
primero que comenta el cerramiento mediante paredes de las naves
laterales, a causa de la ruina que sufrió la del Evangelio: «sus
bóvedas, sobre columnas redondas; las naves del lado de la Epístola,
cerradas con pared, de resulta del resentimiento de la pared del
lado del Evangelio»22. Esta iglesia, que sucedería a la medieval, se
encontraba en construcción en 1504 y fue terminada en 1540 23 (ver
fig. 5). En 1541 se contrató con varios canteros el enlosado del
crucero y capillas hornacinas de la cabecera, el basamento de la
reja, gradas de la puerta y de cuatro altares24. Estas obras las
supervisaría Juan Martínez de Mutio, quien había sido el
responsable, desde 1538, del abovedamiento de los cuatro tramos de
las tres naves 25. Si en el proceso de construcción de la iglesia
se produjeron en 1529 y 1532 unas fuertes tormentas que inundaron
y dañaron la iglesia vieja, la nueva y los edificios del convento,
obligando a la construcción de un paredón de defensa 26, las obras
de la sacristía, sala capitular y zona oriental del claustro alto, a
cargo de Juan Andrea Rodi y Juan Pérez de Obieta desde 1572, también
tuvieron graves problemas técnicos, declarándose su ruina en 1597
(Iám. 12); por otro lado, se planteó la necesidad de reconstruir la
nave del Evangelio. La reforma y reparación de lo construido por
Rodi y Pérez de Obieta se encargó a Pérez (LÁMINA 12: Aspecto de la
construcción sobre la antigua sacristía.) de Solarte en 1598 27 y el
derribo de las paredes en quiebra de la iglesia y su reconstrucción
se contrató en 1595 con el mismo Solarte y Pedro de la Torre Bueras,
un tracista burgalés conocido y acreditado en La Rioja 28. Sin
embargo, esta empresa que se proyectó para un tiempo de diez años,
no se llevó a cabo, ya que el contrato fue anulado al año siguiente
por considerar, de mutuo acuerdo, que la traza y condiciones de la
obra no eran las oportunas, siendo necesario buscar una solución
mejor 29. Como veremos, aunque se habían barajado otros proyectos,
como el del italiano Casale, esta solución no tendrá efecto hasta el
primer tercio del siglo XVII. Tras veintidós años en los que no
sabemos si se realizó alguna obra de refuerzo, en 1617, Francisco
del Pontón y Juan de Olate examinaron la parte de la iglesia en
ruina y establecieron las condiciones de la obra que era necesaria
para salvar la nave mayor de la iglesia. Adjudicada la misma a Juan
Solano Palacio, de inmediato firmó contrato de compañía con otros
canteros, Pedro de Aguilera, Francisco del Pontón y Pedro de la
Cuesta, para acabar la reconstrucción de la zona norte de la
iglesia, acuerdo entre ellos que debió ser previo a la subasta de
las obras 30. Si en la primera contratación de las obras, anulada en
1596, se valoró el gasto en 19.000 ducados para un plazo de diez
años, en ésta de 1617 se adjudicó por 25.100 ducados, aumentando a
doce años el tiempo de duración de la misma. Aunque este presupuesto
parece estar dentro de las variables normales en más de veinte años
de diferencia, en 1629, cuando cumplía el plazo fijado, no se habían
concluido las obras. En 1626 había tenido lugar un reconocimiento
del estado general de las mismas, en cumplimiento del mandato del
Padre General de la Orden, tras su visita a este monasterio
benedictino 31. En 1632 Pedro de la Cuesta cedió su parte en los
trabajos a su yerno Pedro del Pontón Setién y, a finales de 1635,
los dos maestros principales aceptaron anular las obligaciones que
tenían de acabar la edificación, por escrituras de contrato de 1617
y 1631, ya que el convento les había pagado durante quince años y no
podía seguir costeando la construcción 32. Había quedado sin
concluir la parte proyectada a los pies de la iglesia, ya que será a
partir de 1641 cuando se construya y amueble el coro alto y portada,
parte occidental mencionada más arriba. Más tarde, entre 1649 y
1653, se rompió una parte de la gruesa pared sur de la iglesia para
construir una escalera de acceso al noviciado y se reforzó con dos
contrafuertes la sacristía vieja 33. En septiembre de 1654 estaba en
construcción el arco de comunicación entre el testero de la capilla
mayor y la planta baja de la torre o capilla relicario 34 (ver fig.
3).
Si Jovellanos considera buena la arquitectura del conjunto
de la iglesia, no duda en criticar, por otra parte, la capilla de
San Benito, anotando: «todo de mal gusto, edificada por un obispo
de Barcelona, hijo de esta casa, cuyo bulto, de mala piedra y peor
escultura, está al lado del Evangelio, y abajo, esta sencilla
inscripción: «lLUSTRSSIMI D. D. FR. BENEDICTI DE/ SALAZAR
MONUMENTUM 1691»35.(LÁMINA 13 Detalle del deterioro del basamento
del sepulcro de fray Benito Salazar.). Hoy esta inscripción ya no
puede leerse debido al deterioro que presenta la piedra por la
exudación y cristalización superficial de yeso causada por la
humedad (Iám. 13). El zaguán de la portería, el vestíbulo o
Salón de Reyes y la escalera sí fueron admirados por Jovellanos:
«gran zaguán; excelente vestíbulo e igual escalera»36.
Lamentablemente, a comienzos de los años setenta de nuestro siglo se
restauró este gran vestíbulo37, que ocupa en planta baja toda la
longitud del edificio que cierra al oeste el claustro de San Millán,
eliminándose el enfoscado del frente de la escalera y dejando a la
vista la mampostería de los muros, algo inusitado para la época y
los constructores que la ejecutaron en los últimos años del siglo
XVII (lám.14 salon de los reyes y frente de la escalera).
También fue del interés de Jovellanos el claustro principal: «es
de dos tiempos: abajo, gótico moderno y aun remodernado; arriba
jónico, de buen carácter, cerrado, con pilastras entre sus arcos»38.
El claustro bajo se inició en 1549 por Juan Pérez de Solarte, pero
no debió acabarse hasta la década de los setenta (ver fig. 4). Se
levanta con arcos apuntados, doblados, entre contrafuertes que se
rematan por pináculos góticos con ganchos, poco esbeltos y de labra
tosca, cuya cúspide parece haber sido truncada. Más refinada es la
talla de los mascarones que penden de la cornisa a la altura de la
clave, motivo ornamental que enlaza con los de las hornacinas e
impostas de las crujías, abovedadas en tramos por crucería
estrellada con combados y claves esculpidas, además del repertorio
de la portada de acceso a la iglesia, fechada en 1554 (Iám. 15,
LÁMINA 15: Detalle de la portada de acceso a la iglesia desde el
claustro). Se mezcla el gótico más tradicional del diseño
arquitectónico con la decoración a «lo romano» o renaciente, para
Jovellanos «remodernado». No anotó bien en su diario, pues el orden
seguido en el claustro alto es de columnas toscanas, adosadas a
pilares, con friso de triglifos y metopas y capiteles adornados con
tres rosetas y moldura de ovas en el equino. Esta misma moldura
recorre la rosca del arco de medio punto. Con anterioridad al cierre
de las galerías, un antepecho de piedra continuaría la línea de los
pedestales de las columnas, disposición similar a la utilizada en el
patio de los Evangelistas en El Escorial. En abril de 1778 el
Consejo del Monasterio solicitó licencia al General de la Orden para
el cerramiento y «que en atención a que el claustro alto se había de
zerrar, poniendo en cada ventana antepecho de hierro, y para que el
coste fuese menos, le parece conducente que algunos balcones que
había en el monasterio que sobre hallarse en peligro de caerse sólo
servían de hechar a perder las paredes, se quitasen poniendo en su
lugar antepecho de hierro, y con lo sobrante del hierro de los
balcones que se quitasen, acaso podrían hacerse los antepechos para
las ventanas del claustro»39. Así, se cerraron los paños hasta la
altura del arranque de los arcos, continuándose la línea de molduras
de los pilares y rasgando en el centro los antepechos de piedra
existentes para abrir, en toda su altura, vanos adintelados con
moldura de oreja y barandilla de hierro (Iám. 16 claustro desde
arriba).
Jovellanos hace referencia a otras dependencias del monasterio.
Así, la sacristía de la que destaca su belleza pero «pésima»
ornamentación de pintura al fresco «con una malísima cajonería y
poco buena de pintura». Esta sacristía, antes sala capitular, fue
remodelada para este uso a finales del siglo XVII, durante el
abadiado de fray José Fernández (1693-1697). Lo que no gustó a
Jovellanos fue, sin duda, la decoración realizada hacia 1766 en la
que intervino el pintor José Bejés, dentro de los gustos del barroco
decorativo y, tampoco, los antepechos y cornucopias que rematan la
cajonería 40. Admiró la biblioteca y la cocina: «graciosa pieza,
aunque no muy grande, dos órdenes de estantes divididos por un
ándito, a que se sube por puertas laterales; todo el adorno, de
orden jónico, cornisamento corrido, compartimientos con pilastras;
su pequeño embasamento, también corrido, todo color de chocolate
claro; dorados capiteles modillones y bases, todo por dibujos de D.
N. Aranguren, sujeto de gusto e instrucción, como acreditó en la
nueva cocina, que es de gran comodidad y proporciones»41. La
biblioteca fue remodelada entre 1777 y 1780, a iniciativa del mismo
abad que propuso el cerramiento del claustro alto, Anselmo Petite
(1777-1781)42. Este mobiliario se conserva íntegro desde que lo
visitó Jovellanos, aunque éste yerra al describirlo ya que las
estanterías se disponen en cuerpos entre pilastras de orden jónico
en la planta baja, y de orden corintio en la superior, pareadas en
ésta, excepto en los muros menores. En el lado sur, presenta en el
cuerpo bajo una portada adelantada con dobles pares de pilastras
jónicas que flanquean la puerta del infiernillo, rematada por
entablamento y frontón curvo. En el mismo eje del piso segundo se
ubica una hornacina de medio punto, avenerada entre dobles pilastras
corintias, rematada por frontón triangular, que cobija una imagen de
la Inmaculada. Una inscripción al pie de la hornacina confirma que
esta obra se hizo, doró y pintó en el año de 1780. La traza ha sido
atribuida a Francisco Alejo de Aranguren por la información que da
Jovellanos, pese a no coincidir las siglas de su nombre, pues es el
maestro más relevante de La Rioja con este apellido en estas fechas.
A él también atribuye la remodelación de la cocina, llevada a cabo
entre 1769 y 1773 43. Esta cocina forma hoy parte del servicio de
Cafetería de la Hostería.
En relación al refectorio dirá: «pieza magnífica, de cuarenta y
siete pasos de largo sobre doce de ancho; graciosa portadita dórica
por dentro; los respaldos, de buenas maneras y mejor forma; un
gracioso cornisamiento seguido, y los compartimientos de los
asientos con pilastritas jónicas estriadas y un púlpito de buena
forma y escultura por la manera de Berruguete; como él es el púlpito
del trascoro»44. El refectorio mayor fue construido a partir de
1580, junto al menor (hoy transformado en Salón de la Lengua), el
zaguán entre ambos, la escalera que de él arranca hacia el claustro
alto, las cocinas, el tránsito al claustro de San Agustín y una sala
de lectura. Las obras de esta parte meridional del claustro
principal fueron dirigidas por Juan Pérez de Solarte, según traza de
Andrea Rodi, y se continuaron en otros contratos para terminar de
construir las celdas de la planta primera del claustro menor y otras
dependencias (sala de recibir del abad, su chimenea de dos cañones,
barbería, hospedería), hasta 1601, a falta de construir la galería
del testero del refectorio, bóvedas de las celdas, escalera del
zaguán entre refectorios, guarniciones de ventanas, la puerta de la
portería primitiva con sus dos puertas a los lados, y obras menores
de enlucido, juntas de ventanas, remate de estribos o revoques45. El
mobiliario del refectorio mayor se conserva completo, aunque se
observan en él refacciones y manipu laciones poco afortunadas,
pérdidas de materia, piezas desencajadas y desplomes (púlpito) que
hacen necesaria una restauración general. Fue contratado con el
ensamblador de Vitoria Juan de Iriarte en 159746. Las catorce mesas
conservadas debieron ser fabricadas con posterioridad, ya que se
documenta un contrato de 1608 por el que el abad Diego de Salazar
concertó con unos maestros carpinteros su ejecución 47.
De otras dependencias citadas, como celdas, cámara abacial,
botica, jardín botánico, herbario y viborero, nada detalla
Jovellanos de sus caracteres constructivos. Otras referencias, al
margen de lo arquitectónico que aquí interesa, son: retablos, arcas
de reliquias, pinturas y libros, señalando la ubicación de los
bienes que vio, muchos de los cuales han sufrido varias remociones y
traslados en épocas posteriores por motivos de distinta índole.
Si Jovellanos se detiene en algunos aspectos de la arquitectura
del monasterio de Yuso, donde conoció y alabó el trabajo del
entonces padre archivero fray Plácido Romero (+1827f8 , las fuentes
anteriores apenas ofrecen datos de interés para esta materia. A
comienzos del siglo XVII, Sandoval se centrará en el monasterio de
Suso y en el traslado de los restos de San Millán por el rey don
García de Navarra a Yuso, en 1053, colocándose en la enfermería
hasta que se construyó la nueva iglesia, catorce años después,
ubicándose en su altar de Santa María, donde se encontraban cuando
escribió su obra. Se referirá también a todas las reliquias y
relicarios existentes en Yuso, y en especial al arca de San Millán
que este rey mandó labrar en oro, marfil y piedras preciosas que
describirá detalladamente, y que sustituiría, según él, a la de
plata que donó Sancho III en 1030 49. En 1610, Yepes, incidiendo en
los mismos aspectos de la fundación y valores de Suso y sus
relicarios y tumbas, siguiendo lo escrito por Sandoval, dirá de los
edificios de Yuso: «La iglesia es tan ancha y capaz, que muchas
catedrales no lo son tanto: tiene tres naves y cada una pudiera
pasar por bastante templo; los claustros son grandes, lucidos y
vistosos, y los capítulos, escaleras, refectorios y dormitorios y
otras oficinas son de harta representación y majestad»50. Si esta
valoración sobre la grandiosidad de los edificios no aporta datos
concretos, tampoco lo harán las obras de fray Martín Martínez 51,
fray Mateo de Anguiano 52 o fray Manuel Risco 53.
Tradicionalmente, la fundación del monasterio de abajo se data
en 1053, y fuentes anteriores remiten a que su construcción se debió
a maestros que trabajaban también en el monasterio de Nájera. En
1067 con la consagración de la iglesia de Yuso se colocó en ella la
nueva arca, siendo abad don Blas, representado en uno de sus
marfiles54.
Cean Bermúdez se sirvió de los datos que le comunicó Jovellanos,
además de seguir a Sandoval en lo referente a la fundación de Yuso
(«que era enfermería de el de Suso») y a la labra de la arqueta de
San Millán por los escultores Aparicio y Rodolfo. También recogerá
noticias sobre otros artistas relacionados con los monasterios de la
Cogolla, Así, el iluminador benedictino fray Martín de Palencia,
quien trabajó para Felipe II y que había profesado en Suso, donde se
conservaba su Libro de las Procesiones (visto por Jovellanos en
Yuso); el escultor madrileño Manuel Álvarez (1727-1797) del que se
conservaba en Yuso una estatua de Nuestra Señora del Rosario, y los
pintores Juan de Espinosa, fray Juan Ricci, Lucas Jordán y José
Bejés, con obras en estos monasterios55.
En el discurso preliminar a la obra de Llaguno, Cean cita el
monasterio de Suso y su fundación por Atanagildo, siguiendo a Yepes.
Llaguno se refiere al aparejador de las obras del Alcázar de Madrid
desde 1591, Antonio Segura, natural de San Millán de la Cogolla, y
otros arquitectos que hoy sabemos que intervinieron en la
construcción de Yuso, como Juan Andrea Rodi, Martín «Ibáñez de
Mucio» y su hermano Juan Martínez de Mutio, pero refiriéndose a
otras obras en La Rioja por parte de estos últimos (Arenzana de
Arriba, Sojuela, Bezares y Santa Coloma), o en otros lugares en el
caso de Rodi (Cuenca, Alcalá, Salamanca o El Escorial)56.
A mediados del siglo XIX, Govantes se centrará en las noticias
de Sandoval sobre el monasterio de Suso 57. Algo más aporta Madoz.
en su Diccionario Geográfico58, aunque sigue muy de cerca a Yepes,
cuando compara la iglesia con una catedral por sus dimensiones, y a
Jovellanos, en sus apreciaciones sobre la pintura decorativa
barroca. Sin embargo, cita dos fechas, la de 1554 para el claustro
principal y la de 1642 para la iglesia, fechas ambas
correspondientes a las inscripciones en las respectivas portadas:
«el edificio es grande, sólido y suntuoso, y sus claustros alto y
bajo construidos en 1554 espaciosos y elegantes: su librería,
capítulo, escaleras, refectorio, dormitorios y algunas otras piezas
son de mucha ostentación y magnificencia, por cuya razón denominan a
este convento el Escorial de la Rioja». Así mismo, entre la mención
a otros bienes muebles, cabe destacar su referencia al primitivo
monasterio que reiterarán autores posteriores: «El convento que en
el día existe, no es el mismo que mandó edificar el rey D. García,
del cual sólo se conservan algunos vestigios, ignorándose el motivo
que los monjes tuvieron para abandonarle y trasladarse a el que
últimamente ocupaban. Se ignora el año de su fundación, así como si
fueron los citados monjes, los que le costearon». También se refiere
a la torre de la iglesia, «de 64 varas de altura, es puramente
sencilla, hallándose en ella 6 campanas, entre las cuales hay una de
un grandor considerable denominada la Bomba: se fundió el año 1269,
según se lee en el borde de la misma, y se sabe se colocó en el
primitivo monasterio de San Millán, mandado levantar por el rey D.
García». En general, para él, el entonces ex-monasterio de
benedictinos estaba bien conservado 59.
Sin embargo, muy distinta es la situación que recogerá unos diez
años después Francisco Navarro Villoslada quien reivindicará, en
1863, la importancia y antigüedad del primitivo edificio de Suso, y
la relevancia del Escorial de la Rioja, monumentos que debían ser
conservados. Tras realzar la vida eremítica de San Millán y la
fundación de un monasterio en el barranco de la Cogolla, en la
vertiente de los montes Distercios, presididos por el más elevado de
San Lorenzo, siguiendo la tradición difundida desde Sandoval de la
fundación de Yuso por el rey García a raíz del milagroso suceso que
le obligó a dejar las reliquias del santo en el valle, en lugar de
trasladarlas a Nájera, nada nuevo aporta en relación a la
construcción, sino abundar en la magnificencia y grandiosidad de su
fábrica que ya mencionó Yepes. No obstante, añade: «La imaginación
popular, o el orgullo provincial, han dado también al monasterio de
Yuso el título de Escorial de la Rioja, que en honor de la verdad,
lejos de parecerme hiperbólico, es bastante propio y adecuado.
Seméjase mucho, en efecto, la fundación de D. García a la obra de
Felipe II, no sólo por su situación topográfica, sino por su severa
magnificencia y traza arquitectónica... No tendría dificultad en
atribuir al mismo Juan de Herrera gran parte de la restauración,
sospecha tanto más verosímil cuanto que a tres o cuatro leguas de
distancia existe en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada el
convento de San Francisco, construido, como es notorio, por el
inmortal arquitecto de San Lorenzo del Escorial». Desde luego, no
cree que la actual construcción corresponda a la primitiva fábrica
del siglo XI, «la cual pertenecía sin duda al género de arquitectura
ojival de Santa María de Nájera, obra del mismo siglo, del mismo
Monarca, y tal vez del mismo artífice», sino que se reconstruyó en
los siglos XVI y XVII, «correspondiente a la primera época la parte
superior del patio y claustros principales, y la iglesia a la
segunda». Pese a que yerra en estas apreciaciones
histórico-artísticas, Navarro Villoslada demuestra un especial
sentido de valoración y protección del patrimonio, sufriendo por la
desidia que llevó al Ministerio de Hacienda a vender el monasterio
de Suso a un particular en 1846 60 y que el de Yuso estuviese
durante veintiocho años a cargo de un único lego, dedicado a su
conservación. La reflexión última de su artículo, que todavía hoy
tendría vigencia, dice: «. ..el monasterio de San Millán se ha
sotenido ya bastante tiempo por milagro, y es obligación del
Gobierno y honor de la novilísima provincia de la Rioja acudir
resuelta, pronta y generosamente a la conservación de los dos
monumentos. Los hombres de nuestro siglo sufren con resignación o
miran con indiferencia que se les acuse de impíos o de irreligiosos;
pero miran con el mayor baldón que puede dirigírseles el que se les
tache de poco ilustrados, de poco amantes de las artes. Pues bien,
las ruinas de San Millán de Suso y de San Millán de Yuso serían para
nuestro siglo vivo testimonio, no ya de falta de ilustración, sino
de estúpida barbarie». Hace un llamamiento general a las autoridades
locales, provinciales y estatales, en nombre de las artes, las
letras y el orgullo nacional y provincial, y en el de la religión:
«sálvese el Escorial de la Rioja»61.
Cuando se publica en 1886 la obra de Pedro de Madrazo los
edificios del antiguo convento de benedictinos en Yuso estaban ya
ocupados por los RR.PP. Agustinos Recoletos, desde 1878, quienes los
regentan en la actualidad. Sin embargo, el monasterio estuvo
abandonado gran parte de los restantes años del siglo XIX. En 1809
se produce el primer periodo de abandono por cuatro años, tras la
partida de los benedictinos por decreto real de José Bonaparte y su
regreso en 1813, por decreto de las Cortes de Cádiz. Tras siete años
de recuperación de la vida monacal en ellos, tendrá lugar un segundo
abandono de escasos tres años, correspondiente al periodo
constitucional del reinado de Fernando VII, entre diciembre de 1820
y julio de 1823, en el que la hacienda real vendió la botica del
monasterio en subasta pública 62. Por entonces fue necesaria una
reparación indispensable para su habitabilidad pero apenas pudo
llevarse a cabo porque la desamortización eclesiástica de Mendizábal
provocará el abandono más largo, treinta y un años, desde noviembre
de 1835 63. En 1866 se estableció en Yuso una casa de misioneros
franciscanos de Bermeo, a raíz de su cesión al Ministerio de
Ultramar por parte del de Hacienda, que había puesto en manos de la
Comisión Provincial de Monumentos la conservación de Suso y y uso en
1849. Poco duró esta ocupación de los edificios pues a los dos años,
coincidiendo con el fin del reinado de Isabel II y el inicio de la
Primera República, quedaron de nuevo deshabitados. Madrazo vio el
monasterio en tiempos de «silencio y desolación» y comenta el cambio
experimentado en los últimos años por la labor de los agustinos.
Reproduce fotografías del interior de la iglesia, (coro bajo y
cabecera, desde el coro alto), la portada de salida al claustro bajo
y una crujía del mismo, donde ve del monasterio «su única parte
artística». En las correspondientes al claustro se observa que se
encontraba apuntalada la puerta de acceso al Salón de Reyes y que
debían estar efectuándose algunas obras, mostrando el estado del
enlosado de piedra, al que le falta más de una pieza. Se centra,
como autores anteriores, en la fundación de Yuso y el deseo de
Sancho el Mayor de dignificar las reliquias de San Millán, ordenando
la edificación en el valle de un nuevo y gran monasterio en 1030,
siendo su hijo don García el que, «adelantada ya la edificación de
Yuso», dispone la traslación de las mismas «a la nueva y suntuosa
iglesia» en la recién terminada arca. La tradición de que lo hiciese
por el milagroso suceso ocurrido en el valle, de resistirse el arca
a ser llevada al monasterio de Nájera, considera «que tiene visos de
conseja» y admite el dato de la consagración de la iglesia a finales
de 1067 por Sancho el de Peñalén, en presencia de toda la corte.
Madrazo comentará: «nada retienen su iglesia y su soberbio claustro
de la construcción románica del siglo XI: todo ha sido renovado en
los siglos XV y XVI»64, y describirá su luminosa nave mayor, «de las
postrimerías del siglo XV», el suntuoso coro, «de estilo del
renacimiento», el trascoro, «cuajado de delirios churriguerescos»,
sus rejas historiadas, «de prolija labor», y sus «rebajadas bóvedas
ojivales». Así mismo, la elegante portada del claustro, las pinturas
de Ricci y Espinosa, y los marfiles de las arcas de reliquias,
siguiendo descripciones de Moret 65 y poniendo de manifiesto el
error de Cean de creer en la interpretación de Sandoval y reseñar a
Aparicio entre sus biografías, como uno de los escultores de la de
San Millán.
Las primeras obras de rehabilitación que se efectuaron por parte
de los agustinos siendo rector fray Toribio Minguela (1879-1880), de
las que da noticia Hermosilla fueron el arreglo del tejado, el
blanqueado de la iglesia y la antesacristía, pintándose el zócalo de
la primera y colocándose tarimas al pie de todos los altares, el
nuevo entarimado y pintura de la capilla del Santo Cristo,
poniéndose un frontal de madera, la sustitución del suelo de
ladrillo del coro alto por tarima de madera de nogal, roble, cerezo,
haya y pino, colocándose ésta en forma de espina de pez, formando en
el centro una estrella y a su alrededor rombos de colores, el
arreglo de la vidriera del óculo del coro, la hechura de dos puertas
de nogal para el mismo, el arreglo con apertura de huecos de medio
punto y balcones con balaustrada de hierro en la galería de poniente
(?), -probablemente la meridional, que se derriba por amenazar ruina
(lám.17 foto zona este)-, la construcción de una escalera nueva para
subir al noviciado y la reparación del cauce del río que pasaba por
la cocina y dependencias comunes, así como la fundición de cuatro
campanas rotas 67.
En 1887 la Comisión Provincial de Monumentos, en cumplimiento
de un decreto del Ministerio de Fomento, hizo relación de los
edificios artísticos de la región que carecían de pararrayos, entre
los que se mencionan los dos monasterios de San Millán de la
Cogolla, que serían provistos de ellos 68.
En 1907 la atención de Vicente Lampérez y Romea se centra en el
edificio de Suso y su cronología, monasterio que ya había sido
objeto de especial interés en la historiografía anterior 69 y fue
declarado Monumento Nacional en 1857. Respecto a Yuso, repite las
noticias sobre su fundación en 1053, construcción en catorce años y
consagración en 1067, ceremonia que «marca el fin de la importancia
del viejo monasterio de Suso», quedando para él, desde entonces,
convertido «en simple lugar de devoción y curiosidad» por lo que
considera milagrosa su conservación 70. En el de Yuso se llevaban a
cabo los preparativos y acondicionamiento del monasterio para la
visita del Nuncio de Su Santidad Pío X, don Antonio Vico, con motivo
de la celebración del Capítulo General de la Orden de Agustinos
Recoletos en 1908, tras la Restauración. El pintor de Vitoria
Mariano Alías fue el encargado de restaurar buena parte de los
cuadros, notándose sensiblemente su intervención en los medios
puntos que pintó José Bejés en el claustro alto entre 1779 y 1781
71.
El padre agustino fray Alejandro Llorente publicó también en
1907 una obrita sobre los ilustres personajes que había dado a la
historia el valle de San Millán, la historia de este santo y el
«monumento grandioso» del Escorial de La Rioja, detallando algunas
donaciones de plata, ornamentos, pintura y escultura. Siguiendo lo
dicho por Madoz sobre la conservación de sólo algunos vestigios del
primitivo monasterio que mandó edificar el rey don García, considera
muy probable que la fecha de su fundación fuera a principios del
siglo XVI 72. Apenas aportan novedades a lo publicado anteriormente
los escritos del agustino fray Pedro Fabo, otorgando a la
munificencia de los reyes de Navarra la expansión del convento en
Yuso a principios del siglo XI, sin derribar el primitivo de Suso.
Ninguna huella del monasterio románico se conservaba en el actual,
para cuya conclusión da la fecha de 1667, hecho que «parece
confirmar la tradición oral de que junto a este monasterio de la
vega, hubo otro, al comienzo del anterior». Sigue, fundamentalmente,
el criterio de la época ilustrada y la valoración que dio del mismo
Jovellanos. Admira la torre y señala los cinco metros de grosor que
tiene en el primer cuerpo, siendo de interés las reproducciones
fotográficas, en especial de Suso, anteriores a la restauración
efectuada por Iñíguez 73. También lo serán las del estudio histórico
de Constantino Garrán, el más completo hasta entonces realizado,
publicado en 1929 74. Su labor se distinguió por la defena del
patrimonio monasterial de la región, consiguiendo de Alfonso XIII
una real orden para el reconocimiento y restauración de los de
Nájera y San Millán, que fueron visitados e 1904 por el arquitecto
del Ministerio Joaquín Roncal 75.
Garrán dedicará dos capítulos de su libro -«El actual Templo» y
«Los dos Claustros (caps. X y XI)- a la descripción
histórico-artística del monasterio de Yuso. A la iglesia le aplica,
de igual manera que al claustro bajo de San Millán, «todos los
caracteres de la transición del estilo gótico decadente, al
imperfecto o primitivo Renacimiento, o Greco-Romano» éste último
reflejado en el claustro alto, y considera que su mayor mérito
«consiste en s colosal tamaño». Otras apreciaciones «estilísticas»
que apunta son la portada exterior d entrada al monasterio de la que
especifica su «Orden-Corintio, con ornamentación Plateresca y
severas líneas», el estilo Renacimiento de la sillería del coro
bajo, citando los «delirios chu rriguerescos» que señaló Jovellanos
del trascoro. Sin embargo, de éste destacará la imaginería de sus
retablos que Serrano Fatigati compararía con esculturas de Salcillo.
A excepción de los pintores fray Juan Ricci y Juan de Espinosa no da
noticia de ningún maestro de la arquitectura y la construcción de
los edificios, pero es de especial relevancia su interés
arqueológico pues describe las capillas, altares y otros bienes de
la iglesia, determinando su ubicación y los usos anteriores de los
espacios de la misma, lamentando poder haber cometido alguna
equivocación, «efecto de la ofuscación que causan las variaciones
efectuadas e casi todas ellas». Las remociones de bienes muebles a
las que alude no han tenido solución de continuidad hasta nuestros
días. Es un hecho generalizado que dificulta enormemente las labores
de inventario pero que, también, despoja continuamente de su propio
sentido histórico gran parte de este patrimonio. El estudio de las
fuentes manuscritas benedictinas y de la bibliografía sobre San
Millán, le lleva a determinar fechas concretas para la arquitectura
del monasterio, en relación a las obras que acometió cada abad:
iglesia (1504-1540), claustro bajo de San Millán (1549-1556),
claustro alto y cuerpo oriental de tres plantas, sacristía,
biblioteca y galería (1571-1575), y la plaza del monasterio
(1697-1753). Pone de relieve la utilización, en todo el conjunto de
la construcción, de sillería de las apreciadas canteras locales de
San Asensio, constituyendo una obra «fuerte, sólida, magna y bella
por la corrección de sus grandes líneas». Así mismo, declara el
desconocimiento existente sobre la forma y magnitud de la vieja
iglesia románica, aunque cita la existencia en el archivo del
convento de un mapa, fechado en 1604, realizado a propósito de un
pleito que, escrito en italiano, iba a ser enviado a Roma, «pero
como para entonces había transcurrido siglo y medio desde que la
Construcción Románica se desmontó, y el dibujo es por demás
defectuoso, no se puede formar idea cabal de la estructura que tenía
aquél arcaico Templo»76.
Hasta aquí hemos tratado de mostrar el tipo y carácter de las
valoraciones principales que sobre el edificio del monasterio de
Yuso fueron editadas hasta su declaración como Monumento
Histórico-Artístico en 1937. Sabemos de algunas ausencias como la
aportación y difusión nacional que del mismo hizo Pastor de la Roca
en Semanario Pintoresco Español, en 1855, entre otras, pero también
está por estudiar la información que la investigación de la prensa
periódica local, como fuente para la historia del arte, puede
proporcionar con noticias como la que el semanario El Avisador
Logroñés, publicó en diciembre de 1876, alertando de la amenaza de
ruina de una de las fachadas del monasterio de la Cogolla 78.
Como se ha podido apreciar por lo expuesto, las noticias
histórico-artísticas conocidas hasta este momento acerca de la
construcción de Yuso son más concretas y abundantes, en la medida en
que se ha profundizado la investigación en las fuentes de archivo a
partir de la segunda mitad de nuestro siglo. Torres Balbás citará la
iglesia como ejemplo del paso del uso del pilar fasciculado gótico
al cilíndrico liso, en el capítulo que dedica al brote tardío de la
arquitectura gótica nacional en el siglo XVI 79, pero no será citada
por Chueca Goitia entre los ejemplos riojanos (Haro, Casalarreina),
prolongación del señorío nobiliario burgalés 80. Sin embargo, este
último arquitecto, realizará posteriormente el Proyecto de obras de
restauración de cubiertas que se llevó a cabo en varias fases
durante 1973, 1975 y 1978-1979, y firmará en 1979 el Proyecto de
reparación del chapitel de la torre de la iglesia del monasterio 81.
Para entonces Camón Aznar había dedicado algunas líneas más a este
monasterio en el capítulo de la expansión de la escuela renacentista
burgalesa, citando a Juan Pérez de Solarte y Juan Pérez de Ovieta
como arquitectos de la iglesia y claustro principal, terminado en
1553-1556, y su analogía con las del país vasco, también columnarias
y con bóvedas de crucería estrellada, de las que podría ser
precedente pues estaba ya terminada en 1540. Destacará en el
claustro bajo las alusiones renacientes y la portada del más
depurado plateresco 82. En las memorias históricas a sus proyectos
de restauración, Chueca Goitia citará, junto a los maestros
mencionados por Camón, a Tomás Rodi y señalará la tipología de tipo
salón de la iglesia, frecuente en la zona burgalesa y riojana
durante todo el siglo XVI, pero también su desfiguración al unirse
los pilares que fueron exentos con los muros laterales, sin duda
para fortificar su estructura resentida por diversos asientos del
terreno, dada su ubicación en la zona de huertas vecina al río y con
muchas corrientes de agua. Este problema aún sigue existiendo,
constituyendo una amenaza para la conservación del monasterio que no
recobrará la fortaleza necesaria hasta que no sea subsanado de forma
prioritaria. Ya lo fue en el mismo proceso de construcción durante
el primer tercio del siglo XVI, llevando a la ruina toda la nave del
Evangelio a finales del mismo, como se ha (LAMINA 18: Detalle de las
bóvedas de los tres últimos tramos de las naves central y norte.)
visto más arriba, problema que se trató de subsanar entre 1637 y
1640 con la apertura de una zanja paralela a los muros norte y oeste
de la iglesia con el propósito de recoger y conducir el agua que
anegaba y perjudicaba los cimientos de la misma, y posteriormente
con el desmonte de la plaza y construcción de la cerca en el siglo
XVIII. Este problema obligó a reconstrucciones importantes y
reformas en el plan de las obras proyectadas que se sucedieron entre
1597 y 1654, cuando se rebajaron las naves laterales y se
reconstruyó la cabecera, en la que hemos considerado tercera fase
constructiva (ver fig. 3). Ello ha determinado que la iglesia
columnaria, del tipo «hallen- kirchen», que se proyectó,
probablemente con anterioridad al inicio del siglo XVI, y concluyó
en 1540, haya perdido su valor como uno de los ejemplos más
tempranos de este modelo (Lám. 18). Sin embargo, en el proceso de
continuación de las obras de iglesia y claustro en el siglo XVIIl,
se observa el mantenimiento de un trazado uniforme y coherente que,
con la llegada del Clasicismo, proporciona a los edificios
conventuales la severidad y orden de la arquitectura herreriana. Por
otro lado, cuando se termina el hastial oeste de la iglesia y se
levanta el coro alto en fechas ya tardías (1641) para su diseño
ornamenta1, se trata de continuar, sin fuertes rupturas, con el
ambiente espacial del primitivo proyecto de la iglesia. De la misma
manera, las obras realizadas en la cuarta fase constructiva
(1659-1697) (ver fig. 2), mantendrán el severo clasicismo iniciado
en el último tercio del siglo XVI, con muy pocas apariciones del
barroco decorativo, a excepción de algunas portadas y el
amueblamiento y ornato de sacristía y capillas, que llamaron la
atención de Jovellanos por su alejamiento de la norma clásica. Los
elementos arquitectónicos y las relaciones artísticas de los
canteros documentados en la construcción de San Millán de Yuso se
pueden seguir con detalle en la arquitectura del siglo XVI analizada
por el Dr. Moya Valgañón 83, pero quedan abiertos muchos campos de
estudio todavía. Así, el origen y autor del proyecto primigenio de
la iglesia, cuyas obras dirige en 1533 el maestre García,
relacionado con Juan Gil de Hontañón, maestro de la catedral nueva
de Salamanca; la verdadera intervención como tracista de Juan Andrea
Rodi; el proyecto que hizo para la reconstrucción de la obra, hacia
1589, el ingeniero y arquitecto florentino fra Giovanni Vicenzo
Casale, del que dio noticia Carmelo Peciña 84; o la dimensión
constructiva de las obras que realiza Juan Pérez de Solarte, padre;
las continuadas por su hijo; las hechas por la compañía de Pedro de
Aguilera, ya en el siglo XVII; así como los proyectos de Juan Raón.
Todo esto, en relación a la arquitectura que se conserva en la
actualidad, mientras que se abre una nueva perspectiva al tratar de
completar esta secuencia arquitectónica con su precedente medieval,
de la que hemos iniciado su investigación (ver fig. 6).
NOTAS
1. Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1980,2 vols.
2. El único estudio llevado a cabo, en el periodo cronológico
concreto de paso al clasicismo de las formas, ha sido el de Carmelo
PECIÑA, La arquitectura clasicista y su difusión en la Rioja Alta,
1570-1640. Memoria de Licenciatura. Universidad Autónoma de Madrid,
1985 (inédito).
3. GARRÁN, C., San Millán de la Cogolla y sus dos insignes
monasterios. Logroño, 1929. PEÑA, I., Páginas Emilianenses,
Salamanca, 1972; pp. 139-140; (2. ed., Logroño, Ed. Ochoa, 1980;
reed. 1994).
4. Cabe destacar la tesis doctoral de Elena CALATAYUD FERNÁNDEZ,
Arquitectura religiosa en la Rioja Baja: Calahorra y su entorno (
1500-1650 ). Los artífices. Logroño, Colegio Oficial de Aparejadores
y Arquitectos Técnicos de La Rioja, 1991. En otro orden, el artículo
de CADIÑANOS BARDECI, I., «Noticias para la historia del arte del
monasterio de San Millán de la Cogolla», Recollectio, vol. XIV
(Roma, 1991); pp. 307-321.
5. NAVASCUÉS PALACIO, P., Monasterios de España.I. Madrid,
Espasa Calpe, 1985 y RlNCÓN GARCÍA, W ., «Monasterios de San Millán
de la Cogolla de Suso y de Yuso» en Monasterios de España. III.
Madrid, Espasa Calpe, 1992; pp. 279-301.
6. El Dr. Moya Valgañón ya apuntó la situación de los estudios
sobre San Millán en su ponencia, «Historia del Arte Riojano: Estado
de la cuestión, fuentes y bibliografía», al I Coloquio sobre
Historia de la Rioja, organizado por el Colegio Universitario de La
Rioja en 1982, publicadas sus actas en Cuadernos de Investigación
Historia, t. X, fasc. 2 (1984); p. 10.
7. Estos dibujos forman parte de nuestra aportación al equipo
del Plan Director del monasterio de Yuso, dirigido por los
arquitectos Domingo García-Pozuelo y José Ignacio Rodríguez.
Agradecemos aquí la colaboración del prior y monjes agustinos que lo
regentan que nos facilitaron la toma de fotografías de las distintas
dependencias y bienes en él conservados, así como las aportaciones
bibliográficas de Pilar Sáenz Preciado, arqueóloga y compañera en
este equipo, y del profesor Javier García Turza.
8. JOVELLANOS, O. M. de, Obras III. Diario Sexto (1795-1796).
Itinerarios X al XII. B.A.E., Madrid, 1956; t. LXXXV, p. 277.
9. PEÑA, J., Páginas Emilianenses..., op. cit.; pp. 139-140.
10. AHN, Sección Clero, Libro 6085 bis, s.f.
11. CADIÑANOS BARDECI, I., «Noticias para la Historia del Arte
del Monasterio de San Millán de la Cogolla», Recollectio, vol. XIV
(Roma, 1991); doc. 16 (extracto de AHN, Leg. 6035, «Libro de gasto
que se haçe en las obras de este real monasterio de San Millán de la
Cogolla» (1676-1769).
12. Ibidem. En 1657 Juan Raón recibió 100 reales por la traza y
cobró un total de 438 reales.
13. Ibidem. El mismo año Domingo Ibarreta se encargó del arreglo
de todos los tejados del convento.
14. PEÑA. I.. Páginas... op. cit.. p. 134.
15. Ibidem. pp. 141-142. La fuente de los leones la describe el
Padre Peña: una pila ochavada sobre pilastras en cuyo centro se
alzaba una columna que sostenía la taza de la que manaba el agua a
través de la boca de cuatro cabezas de leones. alternando con el
adorno de cuatro escudos con las armas del monasterio. Esta fuente,
así como la situada en la plaza de entrada. se llevó a cabo en
tiempos del abad Diego Estefanía (1713-1717). estando Pedro de
Urizar. de Navarrete a cargo de la conducción de las aguas.
procedentes de la fuente de Tovirlos a una legua del monasterio.
Según los datos aportados por Cadiñanos. en 1676 Diego Muñoz de
Igual realizó dos leones pequeños para el estanque de la plazuela de
la Gallinería por 50 ducados y Pedro Oquerruri tres fuentes por 900
reales cada una con su taza y una figura, un caballo, un león y un
grifo (CADIÑANOS BARDECI. I.. «Noticias para la Historia del Arte
del Monasterio op. cit.. doc. 16).
16. Para el estudio de la importante obra de los Raón, que ocupa
desde mediados del siglo XVII hasta casi la mitad del siglo XVIII y
se extiende por Navarra, La Rioja, y el País Vasco ver MATEOS Gll...
A. J.. «Los Raón y la arquitectura barroca calagurritana». Actas de
las IV Jornadas de Arte Riojano. 1993. Logroño. Instituto de
Estudios Riojanos. 1994; pp. 129-160) y La arquitectura barroca en
Calahorra. Tesis Doctoral. Departamento de Historia del Arte.
Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. septiembre.
1997 (inédita).
17. JOVELLANOS, O. M. de, Obras... op. cit., t. LXXXV; p. 277.
18. PEÑA, I., Páginas... op. cit., p. 134. La obra se inició al
final del abadiado de fray Benito de Vicuña (1657-1661) y se terminó
en el siguiente de fray Benito de Salazar (1661-1665).
19. Ibidem, p. 129
20. CADIÑANOS BARDECI, I., «Noticias para la Historia del Arte
del Monasterio..., op. cit., doc. 16.
21. Archivo Central del Ministerio de Cultura, sign. 70997. En la
consolidación del coro se realizaría un recebado posterior con
mortero mixto de cal y cemento en todas las juntas de los arcos y
nervios.
23. HERMOSILLA, V ., Monasterio de San Millán de la Cogolla: un
siglo de historia agustiniana, 1878-1978. Roma, 1983 (Instituturn
Historicum Agustinianorum Recollectorum XII, serie 2, Studia 2); p.
80 (el 28 de junio de 1540, siendo abad fray Pedro de Arenzana, se
puso la «postrimera piedra en la Capilla segunda de sobre el coro de
la Nao maior», siguiendo los Apuntes acerca de la historia del
monasterio de San Millán de la Cogolla de Plácido Romero, (lib. m,
núm. 371), escritos a comienzos del siglo XIX).
24. MOYA VALGAÑÓN, J.G., Arquitectura religiosa del siglo
XVI.., op. cit. ; vol. II, doc. 332 (Ios canteros contratados
fueron: Martín de Andizpe, Martín de Morga, Juan de Harta, Cristóbal
Arcotegui, Pedro Martínez de Ceberio y Ochoa de Carea.
25. Ibidem, doc. 331 (transcrito ). Con Juan Martínez de Mutio
trabajó en esta obra su hermano Martín, Juan Pérez de Solarte, su
criado y cuñado, y Pedro Martínez de Zurbano.
26. Ibidem, doc. 30 (obra encargada a Domingo de Araizco y
supervisada por Maestre García. Fueron testigos otros canteros que
trabajaban en las obras del monasterio: Juan de Andizpe y Domingo de
Andizpe y Mondragón).
27. Ibidem, docs. 289, 290 y 400 (transcrito). Ver también
CALATAYUD FERNÁNDEZ, E., Arquitectura religiosa en la Rioja Baja...,
op. cit; vol. II, doc. 563 (transcrito) y CADIÑANOS BARDECI, I.,
«Noticias para la Historia del Arte del Monasterio. .., op. cit.,
doc. 11 (regesta).
28. PEÑA, I., Páginas... op. cit., pp. 122-123 y CADINANOS
BARDECI, I., «Noticias para la Historia del Arte del Monasterio...,
op. cit., doc. 9.
29. CALATAYUD FERNÁNDEZ, E., Arquitectura religiosa en la Rioja
Baja. .., op. cit.; vol. II, doc. 529.
30. A la subasta acudieron todos los citados, y los hermanos Tomás y
Pedro de la Carrera, y Francisco de Lamier (sic) Agüero. Este
contrato y su proceso lo relata el padre Peña. Extrae de la fuente
documental del Archivo del Monasterio otras noticias sobre el pago
de 150 ducados de adelanto para la obra, el comienzo a deshacer las
capillas y paredes ruinosas en mayo de 1618, otros contratos de
elaboración de la cal, extracción de piedra y albañilería, así como
la decisión en 1619 de cambiar la séptima condición del contrato de
1617, decidiendo ubicar la torre tras el altar mayor (PEÑA, I.,
Páginas... op. cit., pp. 125-127). Sería de gran utilidad la
ordenación y catalogación de los fondos del archivo existente en el
monasterio para su libre consulta por parte de los investigadores.
En este caso, el padre Peña cita que el contrato de 1617 tenía 37
condiciones adicionales, su estudio desde el punto de vista de la
historia del arte y de la construcción podría aclarar muchos datos
acerca de esta reconstrucción, tan vital y del máximo interés para
la valoración arquitectónica de la iglesia y, en particular, para el
conocimiento de la edificación de la torre. Por otro lado, T.
BALLESTEROS IZQUIERDO dio noticia de una contrata entre Pedro de la
Cuesta y Francisco del Pontón para obras en San Millán en 1623, en
Actividad artística en Vitoria durante el primer tercio del siglo
XVII: Arquitectura (Vitoria, Diputación Foral de Alava, 1990).
31. PEÑA, I., Páginas... op. cit., p.128.
32. CALATAYUD FERNÁNDEZ, E., Arquitectura religiosa en la Rioja
Baja..., op. cit.; vol. II, docs. 1062, 1082 y 1090 (transcritos).
33. PEÑA, I., Páginas... op. cit., pp. 129-130.
34. GUTIERREZ PASTOR, I., Catálogo de pintura del monasterio de
San Millán de la Cogolla. Logroño,lnstituto de Estudios Riojanos,
1984; doc. 2 (transcrito, se trata de la escritura de contrato del
dorado del retablo mayor).
35. JOVELLANOS, G. M. de, Obras... op. cit., t. LXXXV; p. 279.
36. Ibidem; p. 277.
37. HERMOSILLA, V., Monasterio de San Millán de la Cogolla... op.
cit.; p. 367
38. JOVELLANOS, G. M. de, Obras... op. cit., t. LXXXV; p. 277.
39. AHN, Sección Clero, libro 6082, s.f.
40. PEÑA, J., Páginas... op. cit., pp.138-139y 146. Ver también
GUTIERREZ PASTOR, I., Catálogo de pintura del monasterio de San
Millán de la Cogolla , op. cit. En 1697 se pagó a Melchorde la
Piedra, Miguel de Villanueva y Francisco de la Cueva la talla de los
cajones (CADIÑANOS BARDECI, I., «Noticias para la Historia del Arte
del Monasterio..., op. cit., doc. 16).
41. JOVELLANOS, O. M. de, Obras... op. cit., t. LXXXV; p. 278.
42. En mayo de 1777 el abad propuso ante el Consejo «que la
Librería de la Casa necesitaba de repararse para la colocación de
los libros porque los estantes que tiene están mal formados y cuasi
sin vso, por lo que le parecía ser necesario hacerse de nuevo todos
los estantes de él». Se solicitó la licencia, recibida en junio, y
en marzo de 1780 estaba concluida la obra (AHN, Sección Clero, libro
6082, s.f.). Según el Padre Peña, se rasgaron las ventanas para dar
más luz a la estancia y se dispuso cielo raso (PEÑA, J., Páginas...
op. cit., p. 147).
43. PEÑA, I., Páginas... op. cit., p. 146.
44. JOVELLANOS, O. M. de, Obras... op. cit., t. LXXXV; pp.
280-281.
45. CALATAYUD FERNÁNDEZ, E., Arquitectura religiosa en la Rioja
Baja op. cit., vol. II, doc. 605 (transcrito) y CADIÑANOS BARDECI,
I., «Noticias para la Historia del Arte del Monasterio. .., op.
cit., doc. 14.
46. CADIÑANOS BARDECI, I., «Noticias para la Historia del Arte
del Monasterio..., op. cit., doc. 10.
47. AHP de La Rioja, Tabla de Escribanos e Indice de
escribanías, leg. 1688. Escrituras públicas de Millán Delgado, 1608.
48. Nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la
Historia en 1803, fue autor de un Extracto cronológico de los
documentos del archivo del monasterio (PEÑA, ]., Páginas... op.
cit., p. 52. En el prólogo a la segunda edición indica la
utilización del manuscrito de fray Plácido Romero sobre los Abades
del monasterio hasta 1601, y de otros manuscritos: historia de San
Millán de Andrés de Salazar de 1607, historia de algunos santos
emilianenses y compendio historial del monasterio de Diego
Mecolaeta, un anónimo de 662 páginas que trata de los abades hasta
1777, santos, reliquias y monjes, tres libros de cuentas del
Hospital, un libro de profesiones y toma de hábito desde 1786 a
1833, un libro de difuntos desde 1711 a 1840 y tres tomos de
escrituras públicas).
49. SANDOVAL, P. de, Primera parte de las fundaciones de los
Monesterios ( sic) del Glorioso Padre San Benito... Madrid, Luis
Sánchez, 1601; pp. 23-41.
50. YEPES, F. A. de, Crónica General de la Orden de San Benito
(Hyrache, 1610), Madrid, BAE, 1959, t. I,pp. 80-81.
51. Apología por San Millán de la Cogolla, Patrón de las
Españas Monge de la orden del Patriarca de las Religiones S. Benito,
Haro, Ivan de Mongastón, 1623 (Madrid, s.i., 1643).
52. Compendio historial de la provincia de la Rioja, de svs
santos y milagrosos santvarios, Madrid, Juan García Infanzón, 1701 y
reimp., Antonio González de Reyes, 1704 (edición facsímil, Logroño,
Comunidad Autónoma de La Rioja, 1985).
53. España Sagrada, (FLOREZ, E., Madrid, 1747-1789). Madrid,
Imprenta de Fortanet, 1878 y 1907; t. XXXII y XXXIII.
54. PEÑA, J., Páginas... op. cit., p. 183-184; sigue las
fuentes: Crónica Najerense (edición de Ubieto Arteta, -Valencia,
Anubar, 1966-), Traslatio Sancti Aemiliani del monje Fernando
(comienzos del siglo XIII, traducción del latín por el P. Diego
Mecolaeta a comienzos del siglo XVIII). De igual modo, GARRÁN, C.,
San Millán de la Cogolla..., op. cit., ; p. 55 y ss. Ver también
LEDESMA, M.L., Cartulario de San Millán de la Cogolla (1076-1200).
Zaragoza, 1989; doc. 287 bis., p. 401.
55. CEAN BERMÚDEZ, J.A., Diccionario Histórico de los más
ilustres profesores de las bellas artes en España. Madrid, Viuda de
Ibarra, 1800 (6 vols.); t. I, pp. XVI, 39-40; t.II, pp. 41-42 y 349;
t. IV, pp. 25-26, 210- 214 y t. V, pp. 212-213. En las Adiciones al
Diccionario Histórico de Ceán Berrnúdez, del CONDE DE LA VIÑAZA, se
recoge algún dato más sobre fray Juan Ricci (Madrid, 1894; vol. IV,
pp. 315-316). Ver para el estudio de los pintores GUTIERREZ PASTOR,
I., Catálogo de pintura del monasterio de San Millán..., op. cit.
56. LLAGUNO y AMIROLA, E., Noticias de los arquitectos y
arquitectura en España desde su restauración por. .., ilustradas y
acrecentadas con notas, adiciones y documentos por D. Juan Agustín
Cean-Bermúdez. .. (Madrid, Imprenta Real, 1829). Edición facsímil,
Madrid, Turner, 1977; 4 vols.; vol. I, p. XXI, vol. II, pp. 34- 35 y
vol. m, pp. 30 y 75.
57. GOVANTES, A. C. de, Diccionario Geográfico-Histórico de
España. Madrid, Imprenta Sres. Viuda de Jordán e Hijos, 1846; pp.
168-171.
58. MADOZ, P., Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de
España y sus posesiones de Ultramar (Madrid, 1845-1850, 16 vols.).
Ed. facsímil, «Rioja», Colegio Oficial de Aparejadores de La Rioja,
1985; pp. 153-155.
59. Ibidem, XI, 417-418 (citado por ORDIERES DIEZ, I., Historia
de la restauración monumental en España (1835-1936). Madrid,
Ministerio de Cultura, 1995; p. 325).
60. Ver MERINO URRUTIA, J.J. B., «Labor de la Comisión de
Monumentos de La Rioja desde que fueron creadas el año 1845 hasta
nuestros días», Berceo, 14 (1950); pp. 25-52 y Berceo, 15 (1950);
pp. 327-356.
61. NAVARRO VILLOSLADA, F., «El Escorial de La Rioja», El
Pensamiento Español, 1863, reeditado en el Boletín Eclesiástico del
Obispado de Calahorra y la Calzada, núm. 30, 12 de septiembre de
1863; pp. 261-271.
62. PEÑA, J., Páginas... op. cit., pp. 70, 99-104 y 150-151 (en
1821 se llevaron a Burgos todos los códices e incunables del
monasterio. Al regreso de la primera, el abad Iñigo Villanueva
ordenó la restauración del arca de reliquias de San Millán,
expoliada por las tropas francesas al igual que el tesoro de la
sacristía, volviendo a colocar en ella catorce marfiles que habían
podido recuperar, en 1817).
63. Según GARRÁN , algunos monjes que se quedaron en la
parroquia (padres Campomanes, Carpintero y otros) cuidaron del
mantenimiento de los tejados y otras necesidades de los edificios
(op. cit., p. 59).
64. MADRAZO, P. de, España, sus monumentos y artes, su
naturaleza e historia. Navarra y Logroño. Barcelona, Tip-Ed. Daniel
Cortezo y Cª, 1886; pp. 671-672 y ss.
65. MORET, J. de, Anales del reino de Navarra, Pamplona,
1648-1695 (lib. XIII, cap.III, 1).
66. HERMOSILLA. V.. Monasterio de San Millán de la Cogolla... op.
cit.; pp. 99.103-104.
67. En 1881 se fundió una campana bajada del monasterio de Suso.
Otra se fundió en 1889 y volvió a fundirse en 1891.
68. MERINO URRUTIA, J.J.B., «Labor de la Comisión de Monumentos
de La Rioja..., op. cit., Berceo, 15 (1950); pp. 330.
69. Ver fuentes y bibliografía en MOYA VALGAÑÓN, J.G., «Historia
del Arte Riojano: Estado de la cuestión. .., op. cit., p. 15 y El
arte en La Rioja. 1. La Edad Media. Logroño, 1982; p. 14, nota 12.
70. LAMPÉREZ Y ROMEA, V., «La iglesia de San Millán de la
Cogolla de Suso (Logroño) » , Boletín de la Sociedad Castellana de
Excursiones, V, 59 (1907); pp. 246- 247 (publicado como «Adición al
libro 'Historia de la Arquitectura Cristiana Española', próximo a
publicarse» ); Historia de la Arquitectura Cristiana Española en la
Edad Media, según el estudio de los elementos y los monumentos.
Madrid-Barcelona, Espasa-Calpe, S.A., 1930; t. III, p. 285.
71. PEÑA, I., Páginas... op. cit., pp. 133 y 147. Para las
intervenciones de Mariano Alías ver GUTIERREZ, PASTOR, I., Catálogo
de pintura del monasterio de San Millán..., op. cit. Sobre la fecha
de sustitución de la serie anterior, dedicada también a la historia
de San Millán, ver AHN, Sección Clero, libro 6082, s.f.
72. LLORENTE, A., Glorias del Valle de S. Millán de la Cogolla.
Granada, Indalecio Ventura López, 1907;p.11.
73. FABO, P., El convento de San Millán. Cádiz, Imp. Manuel
Alvarez y «San Millán de la Cogolla», Arte Español, (1914-1915); pp.
363-378.
74. GARRÁN, C., San Millán de la Cogolla y sus dos insignes
monasterios..., op. cit.
75. MERINO URRUTIA, J.J.B., «Labor de la Comisión de Monumentos
de La Rioja..., op. cit., Berceo 15 (1950); pp. 348-350.
76. El mapa es otro distinto al citado en el Indice cronológico
del archivo abacial de San Millón, en un documento del 12 de
noviembre de 1592, de 712 x 492 cm. y signo M/45-446 (Boletín
Oficial de la Provincia de San José de la Orden de Agustinos
Recoletoso Logroño, 1958, núms. 29 a 31; 1959, núms. 32 a 34; 1960
núms. 35 y 36 y 1961, núms. 37-39). Ninguno de estos mapas, que
hemos podido ver gracias a la atención de padre Juan B. Olarte,
permiten definir los caracteres constructivos del monasterio
medieval, aunque es elocuente que en ambos se dibuja desde el este,
situando una torre en el centro de dos volúmenes de menor altura y
no parece estar construida la prolongación de la nave hacia el
oeste.
77. Decreto del 3 de junio de 1931. Gaceta de Madrid, 4 de
junio de 1931.
78. Esta investigación es objeto, actualmente, de la tesis
doctoral de Mª Cruz Navarro Bretón para el periodo del siglo XIX y
de Mª Eugenia Salinas Zárate para el primer tercio del siglo XX,
continuación de su memoria de licenciatura. La catalogación de la
prensa periódica de La Rioja fue realizada por los departamentos de
Historia, Literatura y Arte del Instituto de Estudios Riojanos entre
1991 y 1993, habiendo tenido como investigadores principales a los
Dres. Delgado ldarreta y Martínez Latre, y siendo coordinadora del
área de historia del Arte la Dra. Arrúe Ugarte. En estos momentos se
encuentra en elaboración para su próxima edición una síntesis de las
posibilidades informativas de esta fuente de estudio.
79. TORRES BALBÁS, L., «Arquitectura Gótica» en Ars Hispaniae,
vol. VII. Madrid, Plus Ultra, 1952;
p.373.
80. CHUECA GOITIA, F., «Arquitectura del siglo XVI» en Ars
Hispaniae, vol. XI. Madrid, Plus Ultra, 1953; p. 67.
81. Archivo Central del Ministerio de Cultura, sign. 70729,
sign. 70785, sign. 79246 y sign. 92512 y 92547. 82. CAMÓN AZNAR, J
., «La arquitectura y la orfebrería españolas del siglo XVI» en
Summa Artis, vol. XVII. Madrid, Espasa-Calpe, 1970; p. 281; lám.
337.
83. MOYA VALGAÑÓN,-J.G., Arquitectura religiosa del siglo
XVI..., op. cit. Ver también BARRIO LOZA, J.A. y MOYA VALGANÓN,
J.G., «El modo vasco de producción arquitectónica en los siglos XVI-
XVIII», KOBIE, 10 (Bilbao, 1980); pp. 283-369; una síntesis de la
valoración y bibliografía del modelo hallenkirchen en La Rioja en el
cap. II del libro de CALATAYUD FERNÁNDEZ, Arquitectura religiosa en
la Rioja Baja: Calahorra y su entorno (1500-1650) , op. cit.; pp.
47-50.
84. PECIÑA, C., La arquitectura clasicista y su difusión en la
Rioja Alta... op. cit.
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